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Eckhart Tolle El Despertar
Eckhart Tolle El Despertar
El Despertar
(de la Introducción)
“No puedo seguir viviendo conmigo mismo” -ése era el pensamiento que se repetía
una y otra vez en mi mente-. De pronto me di cuenta de lo extraño que era ese
pensamiento. “¿Soy acaso uno o dos? Si no puedo vivir conmigo mismo, debo ser dos:
“yo mismo” y “aquél con el cual no puedo vivir”. “Quizás” -me dije a mí mismo- “sólo
uno de los dos es real”.
Quedé tan asombrado con este repentino insight que mi mente se detuvo. Estaba
totalmente consciente, pero ya no había pensamientos. Entonces me vi atraído hacia lo
que parecía ser un remolino de energía, cuyo movimiento era lento al principio y luego
se aceleró. Me invadió un intenso temor, y mi cuerpo comenzó a temblar. Oí las
palabras “No te resistas a nada”, como si surgiesen desde el interior de mi pecho. Me
sentí succionado hacia un vacío, sintiendo que ese vacío se hallaba más bien en mi
interior que en el exterior. De pronto, el temor desapareció, y me dejé caer a ese
vacío. No tengo ningún recuerdo de lo que ocurrió después de eso.
Ese día caminé por la ciudad, completamente asombrado por el milagro de la vida en
la tierra, como si recién hubiese nacido a esta Tierra.
Sabía, por supuesto, que me había ocurrido algo profundamente significativo, pero no
lo comprendía en lo absoluto. No fue hasta varios años más tarde, después de leer
textos espirituales y estado con maestros espirituales, que me di cuenta de que
aquello que todos estaban buscando, a mí ya me había ocurrido. Comprendí que la
intensa presión del sufrimiento de esa noche debe haber forzado mi consciencia a
desprenderse de su identificación con mi identidad infeliz y profundamente temerosa
-que es, a fin de cuentas, una ilusión de la mente-. Este desprendimiento debe haber
sido tan completo que esta identidad falsa y sufriente colapsó de inmediato, tal como
si se le hubiese abierto la válvula del aire a un juguete inflable. Lo que quedó entonces
fue mi verdadera naturaleza, como el omnipresente Yo Soy: la consciencia en su
estado puro antes de identificarse con la forma. Más adelante también aprendí a entrar
en ese ámbito interno donde ni el tiempo ni la muerte existen -al que había percibido
originalmente como un vacío- y permanecer plenamente consciente. Viví estados tan
sagrados y de éxtasis tan indescriptible que incluso la experiencia original que acabo
de describir palidece en comparación. Llegó un momento en el cual, por un tiempo, no
me quedó nada en el plano material: no me relacionaba con nadie, no tenía trabajo, no
tenía hogar, no tenía una identidad social definida. Pasé casi dos años sentado en
bancos de plazas, en un estado de intensa felicidad.
Pero aún las más hermosas experiencias vienen y van. Más fundamental, quizás, que
cualquier experiencia, es la corriente subterránea de paz que no me ha abandonado
desde entonces. A veces es muy intensa -casi palpable- y otros también la pueden
sentir; en otros momentos, se halla en el trasfondo, como una melodía lejana.