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el Estado en sus diversas formas. Su existencia y su destino se encontraban
inexorablemente subsumidos la voluntad de estos. La vida del niño no revestía el
valor particular en sí misma, prueba de ello es que el abandono, la alta mortalidad,
las explotaciones de diversos tipos, e incluso el filicidio, eran parte de existenciario
infantil en la época. Juan Carlos Volnovich afirma que
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e industrias. Esta nueva modalidad de apropiación del cuerpo infantil produce niños
objetos de cambio con existenciarios rayanos a la esclavitud: los padres entregaban
en alquiler a sus hijos a los dueños de las fábricas. La biosupervivencia del niño era
operativizada de modo instrumentalista con arreglo a la reproducción del trabajo .
Asistimos aquí a una versión del niño fuertemente objetalizada y subsumida a una
lógica adultocéntrica y utilitarista: el niño comprendido como un objeto a cuidar en
términos del reaseguro de su fuerza de trabajo, de su inclusión al aparato laboral.
Ya en Argentina, hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX se produce una
ola de migraciones externas e internas que da origen a una clase popular que
inmediatamente entró en contradicción con los modelos civilizatorios pensados para
el país décadas atrás: proliferación de barriadas populares, crecimiento de la
conflictividad social urbana, arribo al país de movimientos obreros organizados que
traían consigo nuevas demandas y reivindicaciones sociales, etc. Los niños y niñas
pertenecientes a esta nueva clase en formación encarnaban varias dimensiones
conflictivas para un sistema político que consideraba que gobernar era poblar… pero
solo bajo ciertas condiciones. La infancia representaba una amenaza para el futuro
de la nación mediante distintos avatares: el niño enfermo (física o moralmente), el
niño delincuente, el niño vagabundo, el niño huérfano (sin padres, o con padres
considerados a su vez conflictivos para la constitución del estado-nación) . El ápice
del conflictividad social llegó a punto de ebullición hacia finales de la década del 10.
En el año 1919 se promulgó la Ley de Patronato. Su principal objetivo fue la solución
al conflicto socio-político que significaba el alto porcentaje de niños y niñas que
estaban en situación de abandono material o amenazados por lo que se
consideraba “peligros morales”. La amenaza a los padres y madres de la pérdida de
la tutela de sus hijos fue la una de las principales herramientas jurídica de
intervención y coacción utilizadas por el Estado mediante la figura del Juez.
Emergen de este modo diversos tipos de organizaciones, instituciones, fundaciones,
generalmente patrocinadas por sectores vinculados al poder político-económico con
el fin de poner a los niños en la senda de la resocialización y la reeducación:
rehabilitar, reformar y reinsertar en la sociedad a los pequeños abandonados o
delincuentes. El niño será entonces considerado alguien pasivo, sin voz, sin
voluntad, con una existencia determinada unilateralmente por adultos: deberá ser
educado, curado y tutelado sin que su palabra sea oída. La idea de familia, por su
parte, es dicotómica y maniquea: buena o mala. La buena familia será aquella capaz
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de transmitir los valores socialmente esperables acordes y reservados a la condición
de esta.
Cada uno de estos movimientos socio-históricos fue además acompañado por
concepciones epistémicas hegemónicas y transversales a los diversos saberes que
configuraron los modos de intervenir sobre el cuerpo y el psiquismo infantil. Sin
embargo, ni estos modelos tradicionales, ni los “avances” que serán abordados en
las siguientes páginas deben comprenderse de modo evolutivo, es decir,
suponiendo que una forma suplanta definitivamente a la anterior. Más bien, el hecho
social indica que las concepciones de la niñez son, la mayoría de las veces un
constructo sincrético y dinámico, con persistencias, progresos, alternancias y
también retrocesos ligados ya a lo conceptual formal, ya a las ideas que dominan
una práctica. En palabras de Volnovich
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prácticas específicas para la niñez en nuestro país (familiares, trabajadores
de la salud, de la educación, de la minoridad en general. (...) Lograron
producir tensiones críticas respecto de las representaciones dominantes de la
niñez. (Bloj, A.M., 2015)
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Terapéuticamente, aboga por la persuasión y la reeducación como modo de
intervención con el niño como una alternativa a la violencia o la punición. Puede
desprenderse de aquí cierta objetalización muy propia de la práctica médica
tradicional, aunque cabe destacar la actitud de escucha, es decir, la habilitación a la
palabra del paciente niño, así como el reconocimiento de una moral propia, una
lógica y una actividad libidinal propia de la infancia, en divergencia a la del
adulto, a la que hay que dar lugar en el tratamiento. Este corrimiento del
adultocentrismo representa un importante aporte a la práctica con niños. Resulta
relevante además reparar en el crédito que Ciampi otorga al relato de la niña, no
negando o limitando a estatuto de fantasía neurótica el abuso sexual sufrido por la
niña. La relevancia de la palabra del niño entonces servirá no solo para el rastreo
despojado de su innovación. Resulta de interés en este trabajo, no realizar un
recorrido exhaustivo en la obra, historia institucional o biografía de personalidades
destacadas en la introducción y desarrollo del psicoanálisis con niños en el país,
sino más bien el rastreo de las concepciones y aportes a propósito de la
conceptualización de la infancia.
Reca deja al adulto como responsable de cuidar del niño o niña sin
convertirlo en su objeto, otorgándoles la posibilidad de tomar un papel activo
y protagónico. (...) El niño no es un ser a ser rotulado por un diagnóstico,
sino un sujeto al que el terapeuta desea conocer. (BLoj, A.M., 2013)
que suponía necesaria la escucha ya que “el niño tiene su moral como tiene su
lógica” (Ciampi, L., citado en Bloj, A.M., 2013). Ciampi toma una perspectiva de
escucha del niño y de análisis de lo plantde la propia realidad psíquica, sino además
como elemento capaz de dar cuenta de una constatación fáctica, es decir, como un
relato fiable sobre los hechos.
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Otro aporte de relevancia en la concepción de la niñez es el realizado por la Dra.
Telma Reca. Con formación tanto nacional como internacional, es responsable de la
construcción de una nueva forma de comprender la niñez. Algunos de sus puntos de
vista podrían coincidir
con los del Dr. Ciampi, fundamentalmente aquellos que suponen una entidad propia
en el niño, lo cual amerita su escucha y comprensión.
Contemporaneamente, comienza la producción teórico clínica de Arminda
Aberasturi, figura preponderante del psicoanálisis en Argentina. Su obra,
íntimamente relacionada, dialogada y algunas veces en polémica con la de Melanie
Klein, representa una construcción conceptual de enorme potencia a la hora no sólo
del trabajo analítico con niños, sino además de la construcción de la noción de niño
hacia adentro y hacia afuera de la esfera psicoanalítica. Además del prominente
aporte teórico y técnico (área donde introdujo innovaciones vinculadas al
diagnósticos, a la entrevista inicial con los padres y a los primeros encuentros con el
niño, y a la relevancia primordial del juego dentro del espacio terapéutico, entre
muchos otros), Aberasturi lleva adelante una conceptualización del niño, y por
extensión del rol de los padres en el análisis. Dentro de la tradición kleiniana,
considera que el niño es capaz de saber, de decir, que puede (y que debe) estar
en conocimiento de que aquello que lo incumbe en tanto sujeto: sus síntomas, su
historia familiar, lo que sus padres dicen de él, etc. Esta concepción no es arbitraria,
pues se apoya en la idea de que además es capaz de actuar, es decir, de hacer
algo con aquello que sabe, constituyendo esto para el psicoanalista no solo un
recurso clínico, sino además una responsabilidad ét
Su concepción de que el niño posee para el adulto una naturaleza enigmática que
es necesario comprender, sitúa su práctica un poco más de allá que la de sus
antecesores, en tanto la conflictiva del niño podrá ser elaborada mediante la
comprensión de la misma. Para ello utiliza un marco conceptual psicoanalítico.
Si bien no hay una mirada unívoca en la obra de Recca respecto de la concepción
de la niñez, sino más bien ideas que se debaten, es importante destacar su aporte
respecto de la complejidad de la problemática infantil: lo hereditario genético
(concepción fuerte de la ciencia positivista en la época) se presentará como
posibilidad de expresión motivada por el contexto en el que el niño lleva adelante su
crecimiento, por lo que el factor social y la historia cumplen un rol de suma
importancia.
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ica. Es el niño, en palabras de Bloj, “Alguien que hay que ‘esclarecer’ en todo
sentido”, y agrega que
Resulta necesario repensar que algo más del momento histórico en el que el
mundo y la Argentina se encontraban hacia mediados del siglo XX. Luego de
la segunda guerra mundial, la cuestión de la infancia comienza a cobrar una
mayor relevancia que se expresa fundamentalmente en una
Contemporaneamente, fuertemente vinculadas entre sí y con la obra de Melanie
Klein, se encuentra la producción de Elizabeth Garma. Pionera en el trabajo con
niños pequeños, el impulso clínico de Garma se sustentaba en la disponibilidad del
analista en el trabajo con el niño: “dejarse hacer” por el niño e interpretar aquello que
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mediante el juego podía expresarse, daba cuenta de una concepción del niño como
capaz de saber y de hacer. Esto se ve expresado clínicamente en el hecho de que,
al igual que Aberasturi, Garma consideraba que el análisis no debía volverse
pedagógico ni con el niño, ni con los padres, por lo que rehusaba indicar o aconsejar
a estos respecto de modificaciones exteriores. El niño, luego de serie de
movimientos por el reconocimientos de los derechos de los niños. Se crea a
instancias de la Asamblea General de las Naciones Unidas el Foro Internacional de
Auxilio a la Infancia (FISE-UNICEF). En el año 1946 desde la ONU se plantea la
necesidad de volver a poner en plena vigencia la Declaración de Ginebra de 1924
sobre los Derechos del Niño.
En la República Argentina, los años ‘50 configuran una época donde la figura del
niño comienza a situarse en una centralidad particular tanto a nivel conceptual
como a
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torna particularmente relevante en tanto corpus teórico encargado de reflexionar,
producir conocimiento y operar sobre la subjetividad infantil en términos tanto de
atención como de prevención. Ana Bloj aporta:
La vinculación, entonces, entre la figura del niño como futuro de la patria,
elemento depositario de expectativas (“...los únicos privilegiados serán los niños”),
su en su sección “Escuela para padres”, realizaba una práctica de orientación, de
facilitación de consejos sobre la crianza para madres y padres preocupados por la
salud mental de sus niños. Esto llevó a una importante popularización de
terminología y conceptualizaciones psicoanalíticas que pasaron a formar parte del
habla colectiva. Respecto de su aporte a la concepción de niño, Bloj, Motino y otros
(2006) aportan:
Respecto del lugar del adulto, puntualmente de los padres, en Giberti se puede
advertir una posición pedagógica. Los padres presentan desconocimiento o
incertidumbres respecto de su rol. En su auxilio desplazamiento hacia la figura
del hijo y aglutinante de la familia, produce en el conjunto de la sociedad una avidez
por el conocimiento respecto de los procesos subjetivos de aquellos. Este fenómeno
permite que el discurso del psicoanálisis cobre relevancia más allá de los foros por
los que habitualmente transitó. Es este marco donde comienza a esbozarse la obra
de Eva Giberti. El cambio de época que suponía la centralidad del niño en la
estructura familiar, acompañada a su vez de grandes cambios en la estructura
familiar tradicional impulsada por nuevas representaciones de la sexualidad adulta
permitieron que Giberti, en los inicios de su práctica, se aboque fuertemente a un
trabajo de divulgación de las ideas del psicoanálisis en los medios masivos de
comunicación. Además de divulgar, en los artículos publicados deben recurrir
quienes son expertos en lo que a conocimiento de los niños se refiere: médicos
pediatras y psicoanalistas. Subyace a esta concepción la idea del adulto
potencialmente peligroso para el niño, en términos más específicos, padres
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neurotizantes. Advertimos aquí cómo la cualidad de la ignorancia, a diferencia de lo
planteado en el inicio de este trabajo, se desplaza de los niños hacia los adultos. Del
mismo modo, en la Escuela para padres, se abogaba por un modo no autoritario
de la intervención no solo de los padres, sino de otras instituciones de la sociedad
que tenían algún tipo de incumbencia respecto de los niños.
En un marco de época, en Giberti, el niño representa al futuro adulto y debe ser
criado en cuanto tal: “el niño no es más que el hombre en la etapa madurativa de
su evolución y crecimiento”. La categoría de hijo se instala como potente
denominador en la concepción de la niñez.
A modo de cierre
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adulta. Se presentan, así mismo, discrepancias, o en palabras de Bloj (2015),
“paradojas” respecto de los posicionamientos teóricos de los diversos autores
trabajados y que configuran al día de hoy elementos de debate hacia adentro del
campo disciplinar, pero citando nuevamente a esta autora
Esto se ve expresado no solo en los avances técnicos y clínicos de la propia
disciplina, sino además en diversas áreas vinculadas a la infancia: la medicina, la
pedagogía, el derecho, etc. No son pocas las regulaciones legales que redundan en
el reconocimiento de derechos para los niños entendidos como sujetos activos: Ley
de protección integral de los derechos de los niños, niñas y adolescentes; Ley de
identidad de género; Ley de educación sexual integral; entre otras.
Sin embargo, como expresa Juan Carlos Volnovich:
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Sin embargo, no siempre el terror de estado o los planes de sometimiento
deliberados son responsables de las pérdidas de derechos. Las situaciones de crisis
social representan también instancias donde las concep dad de “vectores” de
transmisión vírica. La limitación de su vida exogámica (escuela, deportes,
actividades artísticas grupales, encuentros con pares, etc.) no ha recibido
atenuaciones o alternativas significativas hasta el día de la fecha, como sí ha
ocurrido con la de los adultos. La posibilidad de desplazamiento ha sido limitada al
uso adulto: acompañar a los padres, salidas a horas de poca circulación, etc. Incluso
las dificultades en la atención en salud en clave interdisciplinaria debido a las
disposiciones de los diversos colegios profesionales o efectores en salud se han
visto complicadas, etc. Con esto se quiere expresar, que aún con intenciones válidas
y justificables, es posible en situaciones de crisis una vuelta a modelos basados en
concepciones sociales regresivas, en este caso adultocéntricas. Si bien las medidas
mencionadas anteriormente están orientadas al cuidado, actitud indelegable del
adulto respecto del niño y del Estado respecto de los ciudadanos y ciudadanas, la
posición ética a la que nos vemos llamados es a la de la reflexión sobre alternativas,
posibilidades y modos del cuidado cada vez más coherentes con la tradición de
pensamientos que se buscó plantear en estas páginas.
El psicoanálisis se construyó mediante el debate y eso constituye un elemento
superador que debe ser defendido y que representa una exigencia de trabajo: lo
logrado deberá ser puesto en cuestión cada vez que sea necesario, pero también
sostenido en tanto que además de conocimiento, representa una posición ética.
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Bibliografía consultada
Bloj, A.M.; María, Mottino, N.y Pintagro, E.(2006). Escuela para padres. La ilusión de
un mundo sin neurosis. XIII Jornadas de Investigación y Segundo Encuentro
de Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología -
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Bloj, A.M., Mottino, N., Ocariz, M. y Pintagro, E., (2005). Lanfranco Ciampi. Primeros
rastros del psicoanálisis en el abordaje de la niñez en la Argentina. XII
Jornadas de Investigación y Primer Encuentro de Investigadores en
Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos
Aires, Buenos Aires.
Bloj, A.M. (2015) Retazos del psicoanálisis con niños en la Argentina. Buenos Aires.
Letra Viva, 2015
Volnovich, Juan Carlos. El niño del “siglo del niño”. Buenos Aires: Editorial
Lumen, 1999.
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