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Muchas gracias...
Quisiera agradecer a la Dra. Marlene Solís y a la Dra. Silvia López por haberme invitado y
también a todo el equipo que ha arreglado una visita tan cómoda. Tambien les agradezco a
ustedes por acompañarme hoy.

Estoy muy honrada estar aquí y poder compartir algunas reflecciones con ustedes sobre temas
que he pensado mucho durante los últimos años y mucho en diálogo con el trabajo y las ideas
que han generado las y los investigadores aquí en COLEF. Es mi primera visíta a COLEF-
Tijuana, aunque he disfrutada de una relación larga y fructífera con COLEF-Ciudad Juarez,
desde 1992, cuando tuve una afiliación con COLEF ahí. Les presento hoy un trabajo elaborado
de unos estudios que he llevado a cabo en Ciudad Juarez durante los últimos veiente años. Se lo
presento a ustedes con el espíritu de un diálogo continuo y productivo.
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“Ciudad Juárez ¡Viva!—Feminicidio, Narcoviolencia y la Reproducción Urbana”

Melissa W. Wright

Hay un zumbido en el aire donde Ciudad Juárez , Chihuahua se encuentra con El Paso , Texas ,

en donde México se encuentra con los Estados Unidos, en donde dice Gloria Anzaldúa ( 1987 ) "

el tercer mundo raspa contra el primero y sangra. " Se oye el zumbido en los periódicos locales ,

en la televisión , en cada conferencia de prensa de un líder político y de los líderes de negocios:

"La violencia se ha acabado! Todo está mejor! Vamos de compras! " Como dijo el alcalde de El

Paso en una rueda de prensa, acompañado del alcalde (Teto Murguía) de Juárez, en abril de

2013 (apenas tres años después de haber logrado la fama de ser la "capital global del

asesinato.”), " Juárez está ahora a salvo de nuevo. Invitaré yo mismo a los ciudadanos

estadounidenses a regresar a Juárez , para experimentar la cultura, la comida y la gente

maravillosa de esta gran ciudad " ( Luján 2013 ) . Ambos alcaldes se negaron a discutir el

derramamiento de sangre, el miedo y la falta de detenciones en relación con la violencia que

había cobrado miles de vidas y que había aterrorizado a miles más en esta área metropolitana

binacional de 2,5 millones. En cambio, los dos insistieron en seguir adelante con el mensaje de

que todo estaba mejor y que la violencia era una cosa del pasado, mejor olvidada. Las cosas

para olvidar son los asesinatos, los secuestros, las extorsiones, y la falta de justicia en relación

con todo esto, desde que el ex presidente, Felipe Calderón, declaró en 2006 una guerra contra el

crimen organizado en el país. Hasta 2013, más de 10% de los 120,000 homicidios atribuidos a la

guerra habían pasado en Ciudad Juárez.


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Durante este tiempo, la ciudad perdió 20 % de su población, la tasa de desempleo superó al 20

%, extorsiones y secuestros contribuyeron al cierre de miles de empresas locales y al abandono

de más del 25 % de la vivienda, mientras que la tasa de homicidios aumentó 400 % para los

hombres jóvenes. Luego, en 2012, los informes de una tasa de violencia en caída empezaron a

dominar los titulares de los diarios junto con la declaración del nuevo presidente, Enrique Peña

Nieto, que se había acabado la guerra contra el narco. El entonces-presidente estadounidense,

Barack Obama, inmediatamente respaldó esta declaración ya que durante su visita en 2013, dijo

que no valía la pena hablar de la violencia y de la falta de justicia para las víctimas porque era

algo del pasado, y que deberíamos estar enfocados en un futuro más bonito.

Al mismo tiempo, y por si acaso el mensaje de que todo estaba mejor no hubiera sido recibido

adecuadamente, el gobierno federal mexicano envió un duro mensaje a los periodistas del país ,

en el que recomendaba no utilizar palabras como "asesinato," "tortura,” "sicarios,”

"decapitación," "secuestro,” y términos relacionados que habían sido utilizados con frecuencia

por periodistas describiendo la realidad de Juárez en aquellos años ( Sosa 2013 ). Dado que

México es uno de los lugares más peligrosos del mundo para los periodistas, especialmente para

aquellos que han cubierto la guerra de narco, la corrupción del gobierno y la falta de procesos

judiciales, este mensaje fue considerado como una advertencia.

Sin embargo, a pesar de los peligros, muchos en el norte de este país siguen luchando en contra

de los esfuerzos que silencian a las noticias y a los análisis de la violencia. Este activismo contra

la presión de “olvidar y seguir adelante” -es lo que motiva mi charla de hoy. Es un activismo

para poner en marcha el poder de la memoria colectiva como una fuerza democrática en el país,
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y es un activismo para rechazar la producción oficial de un olvido represivo que, como presento

aquí, es una herramienta para explotar aún más a la clase obrera que ha sido tan golpeada en esta

guerra contra el narco. Este análisis tiene relación con un proyecto más grande que estoy

trabajando en colaboración con dos colegas: el Dr. Hector Padilla, de la universidad autónoma de

Ciudad Juárez, y Dra. Juanita Sundberg de la universidad de British Colombia, Vancouver. El

proyecto se llama: Barreras, Militarización y la Vida Fronteriza, y lo estamos trabajando en

Ciudad Juárez y El Paso, y en Nogales, Sonora y Nogales, Arizona. Por militarización, nos

referimos no solamente a los cuerpos militares y sus acciones en la esfera pública y cívica,

también a como las estrategias y conceptos de los cuerpos militares se infiltran en la gobernación

democrática, en las organizaciones cívicas y en la vida cotidiana. En lo particular, ponemos

atención en los conceptos de los espacios, la movilidad y en el manejo de los conceptos de

enemigos, aliados y guerras que vienen de las herramientas conceptuales de los cuerpos militares

y que se ven proliferando en la gobernación y en la vida cotidiana de nuestra época neoliberal.

En esta ponencia, no hago mucha referencia explícita a la palabra “militarización,” pero el

concepto y nuestras investigaciones sobre ella son centrales a mi análisis, y lo podremos hablar

más delante.

En esta ponencia, pong el activismo contra “el olvido” en relación a un plan para renovar

(gentrificar) el centro histórico de Ciudad Juárez, que fue uno de los epicentros de la carnicería y

de la devastación económica tras la declaración de guerra en 2006. El ex -alcalde de Ciudad

Juárez, Hector Murguia, se refirió a este plan como “el rescate” de Ciudad Juárez que incluye

una “repoblación” para que sea la ciudad que siempre debió ser. Una de las preguntas que guían

mi investigación es: ¿Cómo puede un análisis geográfico mostrar las relaciones entre la presión
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de olvidar y los procesos de despojo que están pasando en Ciudad Juárez? y ¿qué es lo que nos

dice Juarez sobre otras partes del mundo? Con este tipo de preguntas en mente, dirijo mi

atención a una contradicción en el corazón de la guerra contra las drogas de Juárez. Y es ésta: En

el momento de la peor violencia en el centro histórico, cuando la sangre corrió literalmente en la

calle y las personas huyeron y abandonaron sus hogares y negocios a un ritmo sin precedentes,

dejando un antiguo centro que solía ser vibrante también , literalmente, muerto, la clase política

regional (de ambos lados de la frontera) y los líderes empresariales lanzaron un ambicioso plan

de renovación del centro. O sea, un plan para la reproducción urbana salió en el momento de su

destrucción total. Este plan consistía en la destrucción de la mayor parte de los edificios y viejas

casas en el centro y su sustitución por condominios, restaurantes de alto nivel y vías peatonales

con cafés y boutiques. Y el plan generaba una tensión entre los dueños de las casas y de los

negocios locales que no querían vender su propiedad al gobierno y a los inversionistas y el

gobierno que, desde el nivel municipal y estatal, anunciaron que si no vendieron sus propiedades

voluntariamente, lo harían a fuerza (http://www.sinembargo.mx/08-04-2013/578404) .

Como pretendo demostrar aquí, la presión para renovar el centro—por el desalojo forzado de sus

residentes y negocios tradicionales-- junto con la presión política para olvidar la violencia y sus

consecuencias, están estrechamente vinculados en este proceso de gentrificación. Y este vinculo

gira en torno de una contradicción en el corazón del plan de renovación. Que es: Para rescatar y

repoblar al centro histórico y aumentar su nivel de capitalización, primero lo tuvieron que

asesinar. Resulta ahora que la clase política local y estatal y los inversionistas expresan ansiedad

por la falta de personas—o sea por la falta de vida—en el centro. Y, ahora, después de años de

guerra y de un colapso total de la economía del centro, quieren que la gente regrese al centro que
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se olviden porque se huyeron en primer lugar. Esta contradicción es la que Neil Smith llamó: “el

revanchismo del capital.” La venganza de la clase elite sobre la clase obrera, a la que odia pero

sin ella no sobrevive. Smith nos muestra como se ve esta venganza en los procesos de

gentrificación que pretenden abrir la brecha de renta (the rent gap): que es la diferencia entre el

valor de un lugar en sus usos actuales y el valor del mismo lugar bajo una diferente y llamado “

mejor uso.” En Ciudad Juárez, se enfrenta los procesos de abrir la brecha de renta con la

justificación de que quieren rescatar el centro de la clase obrera y todos sus problemas y

rehacerlo para una clase más elite, mas gentil, menos problemática. Sin embargo, Ciudad Juárez

sigue siendo una ciudad principalmente dedicada a la maquiladora, donde se paga el salario

mínimo a las masas que trabajan en ella y que viven en esta ciudad. Sin esta clase obrera que

sostiene la economía industrializada, la ciudad tendrá un colapso total. Pero es esta misma clase

que ha sido el blanco de la guerra y que ha sufrido sus más terribles consecuencias, mientras la

clase elite pretende destruir los espacios de su reproducción social.

La devastación social dentro de esta contradicción se hace aún más evidente cuando se le

observa a través de la teoría feminista que se enfoca en la reproducción social como la lucha

cotidiana. Por esta razón, la geógrafa, Cindi Katz, expande la noción de acumulación por

desposesión dentro de las luchas diarias de la reproducción que los trabajadores, con salarios

bajos, constantemente viven como una cuestión de supervivencia. Ella escribe: "La escala de la

desposesión se evidencia no sólo en los desarrollos geográficos desiguales como el colonialismo

, el aburguesamiento , la suburbanización , o la " renovación urbana " (como la nombran hoy en

día en Juárez), sino también en las escalas íntimas de la vida cotidiana donde se reproducen la

sobrevivencia humana” (2011, 49-50 ) .


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Para ilustrar este punto, yo uso un conjunto de instrumentos teóricos y metodológicos de la

geografía critica para mostrar como el plan de rescate de Ciudad Juárez pone en relieve los

procesos contradictorios y globales del despojo de las clases obreras de los centros históricos de

ciudades por todas partes del mundo: como en Londres, Rio de Janeiro, Medellín, Beijing, Nueva

York, entre muchas otras. Pero, para entender estos procesos, hay que exponer los proceses

locales que producen los lugares, o que no permiten su producción, como otros ejemplos del

revanchismo capitalista. Por esta razón, me enfoco aquí en como la guerra contra el narco

produce ciertos discursos globales que culpan a los víctimas locales de la violencia de sus

propias muertes y, por lo tanto, explican que ellos ni siquiera valen la pena de ser recordados.

Veo tal discurso como una herramienta para destruir los espacios donde se reproducian las clases

populares en Ciudad Juárez durante los ultimos 100 años. Por lo tanto, este enfoque geográfica-

marxista-feminista expone como la resistencia contra la presión oficial de olvidarse de la

violencia y de la impunidad que la ha fomentado, es una resistencia contra un sistema

económico político que lucra del despojo de las clases obreras tanto de los espacios urbanos

como de los espacios de la existencia.

Para demostrar este argumento, me remito a un período anterior en Ciudad Juárez, cuando,

durante la década de 1990, un grupo de trabajadoras sexo-servidoras en el centro luchó contra un

plan para desplazar a ellas y a sus familias como un medio para “renovar” la ciudad por medio de

su desaparición y la economía que ellas sostenían. Junto con mi colega, Dra. Estela Madero,

llevé a cabo un estudio sobre cómo actuaron estas mujeres, por un tiempo, para socavar los

planes de los inversores de sacar provecho de su expulsión del centro. Contribuyó a su éxito el

movimiento social simultáneo ganando fuerza en Juárez para protestar contra la violencia, que

las activistas llegaron a llamar el feminicidio: el asesinato de mujeres con impunidad. En los
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años 90s, los líderes empresariales y políticos culparon habitualmente a las víctimas de la

violencia – llamándolas prostitutas – y la mayoría de los crímenes quedaron sin investigar

mientras las familias de las víctimas enfrentaron la actitud oficial de que las victimas vivían

"doble vidas” – esta actitud es parte de lo que yo digo que es el discurso de la mujer pública—la

historia que culpa a las victimas de la violencia que sufren mientras dice que cada muerte de una

de ellas deja la calle, la comunidad y la ciudad mas limpia, mas ordenada, mas segura.

Las activistas contra el feminicidio impulsaron un movimiento social en contra del discurso de la

mujer pública , y , al hacerlo, desactivaron, por un tiempo, la capacidad de la historia para

generar un plan que se beneficiaría de la limpieza de las mujeres de sus calles y, sobre todo, de el

centro. Esta lucha de ellas es la misma lucha de las clases obreras para tener sus lugares

legítimos en los espacios de la ciudad, de la cultura, de la economía y de la política.

La comprensión de este primer período de la resistencia a las consecuencias materiales de los

discursos es importante para comprender cómo la historia actual de olvidar la violencia desatada

por la guerra contra las drogas del gobierno representa otro intento de generar valor a partir de la

eliminación brutal de los pobres en el centro de la ciudad. Con este fin, expongo cómo el

gobierno justifica los efectos de la guerra contra las drogas por medio de culpar a las víctimas de

la violencia. En esta historia, nos enteramos de cómo los pobres jóvenes, impulsados por la

ambición, la codicia y una tendencia innata hacia el salvajismo se matan, uno al otro. Al igual

que la historia de las prostitutas que incitan a la violencia que sufren, esta historia va mucho más

allá del aquí y el ahora de Ciudad Juárez. Su familiaridad suena cierta para aquellos que saben

poco de los detalles de la ciudad, de la frontera o del país de México. Llamarlo una " guerra
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contra las drogas " proporciona suficiente explicación para muchos en todo el mundo—y genera

otras formas de violencia al respaldar las ideas, también violentas, de que en ciertos países, como

México y otros afuera del norte del planeta, que por razones de cultura y de sociedad hay más

violencia- que tal violencia es normal e inevitable. Este racismo—con sus raíces en el

colonialismo Europeo y en el imperialismo de los EEUU y sus aliados—se suma al poder de los

discursos para sacar provecho de la explotación extrema de las clases obreras en el mundo.

Por esta razón, muchos en el norte de México resisten tales discursos como forma de resistir las

consecuencias brutales del capitalismo global.

2 . El Olvido y el Feminicidio

En 1997, cuando Estela y yo comenzamos nuestro estudio de las trabajadoras sexuales en el

centro de Ciudad Juárez , las mujeres ya estaban luchando por sus vidas y medios de subsistencia

en las zonas más antiguas de la ciudad. La mayoría de las quince mujeres que trabajaban allí en

la década de 1990 habían emigrado inicialmente del interior de México para trabajar en las

maquiladoras, y como muchas, encontraron que el trabajo sexual ofrece mejores salarios y mayor

flexibilidad. Trabajaban en los caminos peatonales hacia el sur del antiguo mercado y la

catedral, detrás de la plaza principal de la ciudad, donde la gente de las clases populares, junto

con turistas estadounidenses, compraban de todo, desde ropa para sus hijos, servicios sexuales,

narcóticos, tacos, helados, medicinas indígenas. Las mujeres que trabajaban en los senderos

antiguos de la ciudad figuraban entre las trabajadoras sexuales peor pagadas en la ciudad.

Ganaban, en promedio, 30 pesos por quince minutos en una habitación con una cama y un

cuenco de agua .
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Mientras obtenían poco por cliente, ellas valoraban la seguridad que sentían en esta parte del

centro, ya que, controlaban el tiempo y el lugar de su negocio, no pagaban a un dueño de un bar,

y se cuidaban entre ellas. La clave consistía en generar una gran cantidad de clientes, entre 10 a

15, por día, lo que era posible en un área intensamente transitada. Estas mujeres se consideraban

a sí mismas como mujeres de negocios independientes y, además de los servicios sexuales,

también participaban en la economía informal, donde muchas vendían ropa usada, queso

menonita, drogas, etc., y estaban en el proceso de formar un colectivo cuando Estela y yo les

pedimos permiso para estudiar sus estrategias de sobrevivencia en la calle, cosa que hicimos

durante varias semanas en 1997 y 1998. Muchas de ellas habían estado trabajando en esta área

por más de diez años, que representa mucho tiempo en el negocio, y casi todas las mujeres tenían

hijos y otros miembros de la familia a quienes apoyaban con sus ingresos. El objetivo del

colectivo era representar a las trabajadoras sexuales como grupo económico que contribuían a la

economía local y que estaban batallando contra ciertos esfuerzos político-económicos que

pretendían desplazarlas y cambiar la economía que ellas sostenían. Con la llegada del PAN al

gobierno municipal en 1983 y luego a inicios de los 1990s, la clase empresarial de la ciudad

fronteriza había impulsado un plan para “renovar” el centro histórico. Con la formación de un

nuevo instituto de planeación municipal en 1995 y la consolidación de un plan para atraer nuevas

inversiones al centro histórico, los líderes municipales buscaron apoyo político para su plan por

medio de una estrategia de desprestigio al negocio de sexo y la economía informal que

caracterizaban el centro. Así que el plan de renovar el centro formaba parte de una estrategia

para sacar a la gente pobre de éste, y la campaña de desprestigio hacia las mujeres prostitutas

constituía un eje central de su métodos para lograrlo. Así nos lo explicó, Brenda, una de las
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líderes de las prostitutas en nuestra primera entrevista con ella en 1997. “Somos pobres, pero

tenemos nuestros derechos. … Quieren que nos vayamos, pero es nuestro lugar también."

En las semanas antes de nuestro proyecto, Brenda y su compañera de trabajo, Ema , se habían

reunido con el teniente de la policía para protestar por la escalada de hostigamiento policial

destinada a desalojarlas. Brenda sabía que su ventaja frente a este abuso residía en las conexiones

económicas entre las profesionales del sexo y los negocios del centro que dependían en gran

medida de las trabajadoras sexuales para atraer a sus clientes al lugar. Las raíces de esta relación

entre las empresas y las prostitutas en la zona comenzaron en los primeros años del siglo 20,

cuando Juárez surgió como una de las principales ciudades turísticas en la frontera, de fácil

acceso para los turistas que buscaban el alcohol durante la época de la Prohibición de los Estados

Unidos. En todo el centro, y en las mismas calles trabajadas por Brenda y sus colegas,

florecieron cabarets, casas de juego, cantinas, restaurantes, hoteles durante la década de 1920.

Como resultado de ello, en México, la ciudad llegó a ser conocido como un lugar donde tanto las

mujeres como los hombres podían encontrar trabajo, donde la gente del lado norte de la frontera

buscaba placeres prohibidos en su propio país y donde Mexicanos desde el interior podía

disfrutar un ambiente más liberal y sexualmente abierto. Con esta transformación económica de

Juárez en un parque turístico, la fama de la ciudad como un mexicano “Sodoma y Gomorra” se

estableció firmemente. En la década de 1940, cuando el Congreso de los EE.UU. aprobó el

programa Bracero para legalizar el trabajo migratorio de México para hacer frente a la escasez en

las granjas de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, el centro de Ciudad Juárez se

acomodaba a las necesidades de este grupo transitorio, que también solicitaba servicios sexuales

de la gente que trabajaba en el centro.


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En la década de 1960 , las fortunas económicas de la ciudad cambiaron drásticamente a

mediados de la década con la terminación abrupta del programa Bracero, seguido de la

inauguración del Programa de Industrialización Fronteriza, que más tarde sería conocido como

las maquiladoras. Durante esta década, las grandes familias terratenientes crearon nuevas

oportunidades de inversión, mediante la transformación de las tierras agrícolas (las plantaciones

de algodón) en el desarrollo industrial, que fue fuertemente subsidiado por el gobierno mexicano.

Todo esto fue muy atractivo para las empresas trasnacionales que buscaban recortes de

impuestos, una fuerza laboral mal pagada y mal organizada, y también, menos regulaciones

ambientales. Y cuando el gigante de la industria televisora, RCA, abrió su maquila en el año

1969, todo el sector se ganó la atención internacional. Sin embargo, en lugar de contratar a los

jornaleros agrícolas desempleados, que emigraba todavía a Juárez con la esperanza de cruzar la

frontera, las nuevas fábricas solicitaban a "operadoras,” y sus gerentes explicaban que buscaban

a gente dócil y con una destreza supuestamente natural para las mujeres jóvenes. Lo que

buscaban, en realidad, era una fuerza laboral marginada y más vulnerable socialmente. Y las

mujeres y niñas de México respondían y llegaban a la ciudad fronteriza de todas partes del país

para presentarse como las obreras en las nuevas fabricas y como las nuevas residentes invasoras

de las colonias al poniente y sur del centro histórico. De pronto, las calles de centro se llenaron

de mujeres jóvenes antes o después de sus jornadas de nueve horas diarias en las fabricas. Ellas

hacían sus compras, comían y se divertían en el centro, y sus hijos se encontraban en todos lados.

Con faltas enormes en servicios para ellas y sus familias, tales como guardería infantil y en

instalaciones médicas y educativas, los y las niños de las trabajadoras jugaban en las calles del

centro , muchos ganaban unos pesos limpiando zapatos y vendiendo baratijas a los turistas. A

principios de 1980 , el centro reflejaba los deseos, necesidades y la pobreza de su fuerza de


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trabajo industrial femenina que gastaba sus salarios bajos, criaba a sus familias y que se relajaba

ahí. Y por la década de 1990 , junto con su fama como lugar de alta calidad de mano de obra

industrial, Juárez llegó a ser conocida como la ciudad de las mujeres públicas, las mujeres que

estaban en la calle, para la diversión, para el trabajo y a cualquier hora de día y de noche.

Así que cuando los funcionarios municipales, a mediados de la década de 1990 , iniciaron un

plan de desarrollo destinado a renovar el centro, sacó el viejo discurso de la mujer pública como

una forma de demonizar la vida popular del centro, una vida que sobrevivía tanto en la economía

informal como en la formal, y las mujeres trabajando y consumiendo en la calle eran el corazón

de esta economía. Atacarlas por ser mujeres públicas, o sea, mujeres de la calle, era una manera

de atacar a las familias pobres que radicaban en el centro. Como resultado, cuando Brenda y sus

compañeras lucharon contra la policía en contra de su expulsión, no estaban peleando sólo por su

lugar de trabajo, sino por los lugares donde vivían y criaban a sus familias. Ellas estaban

luchando por los espacios de su reproducción social. Y su lucha fue contra la lógica que equipara

su salida del centro como una limpieza social. En consecuencia, cada vez que una trabajadora

sexual era detenida por la policía, un secuestrador o un asesino, el discurso de la mujer pública

explicaba que, aunque triste, este tipo de cosas suceden a este tipo de mujeres, y que, cuando

estas mujeres ya no estén en las calles, entonces tales problemas ya no serán un problema para la

sociedad. Así, el discurso de la mujer pública es una tecnología clave, empleada por la élite

gobernante para ampliar la diferencia del valor de los lugares donde viven las clases populares y

los lugares de donde ya han desparecido. Un centro histórico antes conocido por la prostitución

es un centro ya renovado habitable (solo hay que preguntarle al alcalde anterior de New York

City—Rudolph Giuliani). Sin embargo , Brenda y sus compañeros luchaban contra esta lógica al
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poner sus redes de negocios en acción política. Como ella dijo: " Somos pobres, pero el centro es

nuestro también.”

Mientras tanto, el teniente de policía encargado de la limpieza de la ciudad estuvo negociando

entre la élite urbana encabezada por los políticos del PAN, por un lado, y, por el otro, por los

empresarios de los negocios pequeños en el centro que tenían muchos enlaces con el negocio del

sexo, e hizo un acuerdo para intentar conciliar ambas partes. Decidió dejar que se quedaran las

trabajadoras del sexo en el centro si estuvieron caminando. Es decir, que hizo una ley “informal”

que hizo un crimen que la mujer estuviera de pie en la calle a pesar de que la Constitución

protegía su derecho de trabajar. Estela y yo veíamos las dificultades que este compromiso creó

para ellas, que tuvieron que caminar constantemente, hacer los arreglos con los clientes, ya que

deambulaban alrededor de los puestos del mercado, y su agotamiento visible después de horas de

movimiento sin fin. Simultáneamente a esta lucha permanente entre las prostitutas y la élite que

pretendía despojarlas, otra pelea se estaba gestando en toda la ciudad respecto también al

significado de las mujeres públicas para la economía, la política, la cultura y los espacios

públicos de México.

Mientras la violencia dirigida a las mujeres y niñas en Ciudad Juárez empezó a dominar las

noticias en la década de 1990, la primera coalición feminista de la ciudad formó, a partir de un

esfuerzo coordinado para atraer a la atención pública las conexiones que vinculaban la violencia

a las condiciones de pobreza de las mujeres trabajadores y a la indiferencia política hacía ellas.

La Coordinadora puso en marcha ruedas de prensa, protestas en las oficinas municipales,

marchas en los puentes internacionales y otros eventos para dar a conocer la existencia de estos
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delitos, la falta de voluntad política para hacer algo al respecto, y la vulnerabilidad de las jóvenes

obreras que trabajaban en las fábricas y que vivían cerca del centro de la ciudad. La

Coordinadora fue particularmente hábil para atraer a los medios de comunicación internacionales

y para poner a los dirigentes políticos y empresariales a la defensiva acerca de los temas de los

bajos salarios de la fuerza laboral, de la infraestructura urbana que no les proveía los servicios

básicos, y de su vulnerabilidad en la ciudad. Adentro y afuera del país, tanto los oficiales

políticos, de los tres niveles de gobierno, como los líderes de las empresas que manejaban

maquilas en México tuvieron que responder con más frecuencia a preguntas acerca de la

explotación de la fuerza laboral y acerca de la pobreza en que vivía. A finales de 1990, la

Coordinadora había logrado algunos éxitos notables con el nombramiento del primer fiscal

estatal del país para investigar los crímenes contra las mujeres, la fundación del primer centro de

asalto sexual en la ciudad, y una creciente presión nacional e internacional para que la clase

política abordara el tema de la seguridad de las mujeres como un tema urgente. En respuesta a la

presión, la élite recurrió al arma probada y muy usada para minimizar la importancia de los

delitos contra las mujeres. Ellos llamaron a las víctimas, " prostitutas" y a las activistas “viejas

locas.” Y así pusieron de nuevo en circulación la historia cansada de la mujer pública: que es la

historia que cuenta que las mujeres en las calles o son prostitutas que generan muchos problemas

o que ellas están locas e histéricas. Ambos discursos—tanto el que demoniza a las mujeres que

trabajan en la calle como el que demoniza las mujeres que ejercen su voz democrática en la

calle—atacan a las mujeres por tener una presencia pública, metafórica y literalmente, dentro de

un sistema democrático que requiere la participación pública de su ciudanía. O sea, son discursos

que debilitan la ciudadanía y, por eso, el sistema democrático que depende de ella.
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Sin embargo, bien preparada para este asalto tan familiar, la Coordinadora se enfrentó a este

discurso y su lógica nefasta con sus propias estrategias. Sus miembras impulsaron marchas y

conferencias de prensa que declararon que todas las mujeres que trabajaban en Juárez no solo

sostenían la economía sino también a las familias—que ellas representaban el corazón de la

ciudad industrializada que dependía de ellas económica y socialmente. Declararon que las

mujeres públicas en Juárez estaban en la calle, ya que estaban sosteniendo a sus familias en una

economía globalizada, que el TLC era prueba de su calidad. Y se planteaban constantemente la

pregunta: ¿Cómo pueden los líderes políticos y empresariales celebrar la excelente mano de obra

proporcionada por estas mujeres, mientras declaraba que sus muertes violentes no eran de

importancia?

En sus marchas, las activistas sostenían fotografías de rostros de víctimas en carteles , pintaron

cruces rosas en los postes telefónicos y eléctricos en toda la ciudad, enfrentaban a los políticos

con su consigna: Ni Una Más, para decir que no importaban si hubo cifras más escalofriantes

sobre la violencia de genero en el DF, en Oaxaca, en Chiapas, en Tijuana, que en Ciudad Juárez,

ellas demandaba: “Ni Una Muerta Más. Ni una vida menos!”

Este mensaje se transmitía a través de académicos, de artístas, en noticias y medios

documentales. A finales de la década, una nueva palabra fue inaugurada en español:

“Feminicidio,” el asesinato de mujeres con impunidad. El término se unió a través del

acoplamiento de una palabra anglófona -feminista académica " femicide,” combinado con un

concepto pilar del activismo latinoamericano: La impunidad, un concepto central en la lucha

contra las guerras sucias apoyados por los EE.UU. en las Américas después de la Segunda

Guerra Mundial . Y ahora, gracias a los movimientos sociales en el norte de México , el término
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feminicidio es comúnmente utilizado para nombrar el problema de los asesinatos de mujeres con

impunidad alrededor el mundo—un problema reconocido por las Naciones Unidas, por las

Cortes Internacionales de los Derechos Humanos, y por multiples agencias gubernamentales y no

gubernamentales en muchos países.

De este modo, las activistas en el norte de México desafiaron la historia que equipara la

desaparición de las mujeres del espacio público, ya sea a través de la muerte o por medio de

proyectos de limpieza social municipales, con el bien público—con el valor de una calle más

limpia, con un espacio más rentable, con una ciudad más atractiva económica y socialmente. Así

desactivaban una tecnología clave para la ampliación de la brecha de renta entre los lugares para

las mujeres pobres y los lugares conocidos por la desaparición de ellas. Por la década de 2000, y

junto con el impacto de una recesión económica, la renovación prevista para el centro se estancó.

Las trabajadoras del sexo, junto con los negocios locales que dependían de ellas, se mantuvieron

firmes.

Pero, como Karl Marx advirtió conocidamente, el capitalismo es siempre innovador, y siempre

hay que estar listo para sus trucos. Dentro de un par de años, los inversores interesados en la

explotación de las oportunidades de alquiler en el centro se reorganizaron en torno a algunas

nuevas alianzas políticas y económicas y se apropiaron de otra tecnología discursiva probada y

efectiva para derrocar a los trabajadores pobres del centro. Esta vez, en lugar de fijarse tanto en

las mujeres en las calles como el eje del problema para mejorar la rentabilidad del centro, se

dirigían a sus hijos—a los jóvenes que crecían en los vecindarios pegados al poniente y al sur del

centro, donde sus madres habían hecho sus hogares en vecindades sin los recursos para proveer

de servicios a sus hijos e hijas mientras sus madres trabajaban. A mediados de la nueva década,
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los nuevos inversionistas se enfocaban en esta generación para vincularlos con el negocio

violento del narcotrafico. Esta historia, como la de las prostitutas, también culpa a las víctimas

de los crímenes de sus muertes a la vez que hace una asociación de este tipo de violencia como

una forma de limpieza social que también puede aumentar las rentas.

C. Recordando a los muertos

La historia generalizada del negocio del narcotráfico y su asociada violencia se presenta así :

Para consternación de los ciudadanos respetuosos de la ley y de sus gobiernos en las Américas ,

las organizaciones clandestinas de narotraficantes ( “los carteles”) han creado un mercado

dinámico para la producción de drogas ilícitas en el sur del planeta y el consumo en el norte. Su

existencia no sería posible sin una demanda insaciable de drogas ilícitas en los países más

prósperos. Debido a su éxito económico, los carteles cuentan con los recursos necesarios para

proteger su territorio , para sobornar a funcionarios públicos y para recompensar generosamente

a sus aliados y empleados. Pueden recurrir a la violencia brutal para lograr sus objetivos y son

conducidas por hombres megalómanos, la mayoría de estos hombres provienen de la clase

trabajadora y adquieren el estatus de héroe de culto entre los jóvenes de sexo masculino que

intentan seguir sus pasos. Los jóvenes que se unen a estas organizaciones ya comprenden y

aceptan los altos riesgos. De buena gana se involucran en actividades delictivas con el fin de

disfrutar de dinero rápido, el estado instantáneo de poder en forma de un arma de fuego y de la

posibilidad de convertirse en un capo algún día. Ellos saben que es un negocio en que se pone en

riesgo la vida, y ellos son los responsables por el miedo y la miseria que tanto afligen al país.

Nadie en estas organizaciones es inocente.

Mi intención no es negar los problemas asociados con las organizaciones criminales y con el

hecho de que tantos jóvenes participan en esta economía informal y criminal. Más bien, mi
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objetivo es ver examinar la historia que les culpa a los jóvenes que participan en esta economía

por la existencia de esta economía y los problemas que la crean y que también resultan de ella.

En este sentido veo esta historia como una tecnología discursiva para producir una cierta

interpretación de la realidad de Juárez en los últimos años. En lo particular, quiero hacer ciertas

preguntas: Cómo circula la historia en relación a los procesos económicos, políticos y sociales a

que contribuye? ¿Qué tiene que ver con el plan para renovar el centro en donde tanta violencia

vinculada al narco ha sucedido desde 2006?

Sin duda, una parte de esta historia generalizada, tiene sus raíces en la guerra-contra-droga (The

War on Drugs) elaborada en los Estados Unidos en los 1970s por la administración de Richard

Nixon en 1971). De particular importancia en esta historia es la representación a la economía

informal (con sus mercados no regulados de mano de obra, de producción y de consumo) como

un escenario de criminalidad que llega ser el terrorismo interno—o sea, una economia de

enemigos internos. Tal representación en los EEUU justificaba una guerra contra los enemigos

internos, que vivían, en su mayoría en las comunidades negras y Latinas y las vecindades dentro

de las ciudades principales del país. Cuando el gobierno de Nixon enmarcaba esta economía en

términos de una guerra, lanzó un discurso para comprender los problemas de adicción ligados a

la economía informal, que conecta a los productores de drogas con los consumidores, como una

cuestión estrictamente penal. Todo el mundo que se dedicaba a esta economía era un criminal -

entendido como un enemigo interno que amenazaba la seguridad de las ciudades, comunidades y

las buenas familias de los EEUU. La administración de Nixon lanzó su guerra contra las drogas

simultánea al colapso económico urbano en el país, donde las minorías raciales llevaron la peor

parte de las pérdidas de empleo y de los servicios públicos desprovistos del financiamiento

federal. Además, la huida de la población blanca y más próspera a los suburbios, junto con un
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intenso racismo que les negaba acceso a crédito y a capital a las comunidades negras y Latinas,

agravaban su situación. O sea, la economía formal se estaba restringiendo y cerrando las puertas

a las comunidades populares, minorías y urbanas junto con la declaración de guerra en contra de

la economía informal de las drogas. Y como ha sido bien documentado, el resultado principal de

la guerra contra las drogas ha sido el encarcelamiento masivo de los hombres negros y latinos,

especialmente de los jóvenes en los centros urbanos del país, mientras la economía informal de

las droga ha crecido y expandido por todo el hemisferio durante una guerra que también ha

crecido y expandido por todo el hemisferio.

Regresando al significado para Juárez, les digo que mientras que los jóvenes en el centro de

Juárez no pertenecen, en su mayoria, a una minoría racial en el país, que son, al igual que las

poblaciones minoritarias en los centros urbanos de Estados Unidos, por lo general jóvenes pobres

y con pocas oportunidades en la economía formal. También, como está ya bien documentado,

muchos ven a la economia informal como el único sitio donde ellos tienen lugar—tanto

económico, como político y social. El mundo formal no les ofrece espacio.

Sin duda, este ha sido el caso desde la declaración de la Guerra Contra las Drogas del gobierno

de Calderón cuando la economía de Ciudad Juárez comenzó una espiral descendente hasta que el

desempleo pasara en 2009 por encima del 20 %, con tasas aún más altas de desempleo que

afectaban a los jóvenes. Un estudio de 2010 sobre la economía de la ciudad, encontró que el 45%

de los jóvenes entre 13 a 24 años ni estudiaban ni trabajaban, caracterizados en la prensa

nacional como " los ni- nis.” Esta población que no encuentra lugar ni en el empleo ni en las

aulas formales tiene más probabilidades de emplearse en la economía informal e ilegal. Como un

periodista lo describió en 2010 después de hablar con miembros de una pandilla en Ciudad
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Juárez, " Los carteles de la droga intervienen para proporcionar puestos de trabajo, con sus

operativos en los barrios pobres, para contratar pistoleros jóvenes… .”

Por 2011 , Juárez estrenó su doble fama de ser “la capital mundial de asesinato” junto con ser “la

capital nacional” de los "ni- nis .” También, estrenó unas nuevas estadísticas que la mayoría de

los 12.000 asesinatos entre 2006 y 2012 eran hombres jóvenes; la mayoría de los asesinos fue de

la misma población; y los que sobrevivían tenían una gran posibilidad de ser encarcelado.

Como si estuviera en pleno eco de la guerra de EEUU contra las drogas que acompañaban altos

índices de violencia y el encarcelamiento de los jóvenes de las ciudades, el gobierno mexicano

ha representado sin descanso a los jóvenes más afectados por la violencia como criminales que

no sólo son responsables de su propia muerte, sino también del caos que afecta a la frontera y los

problemas internacionales de comercio mundial de drogas. Y ha podido circular esta historia en

gran parte porque ya se la conoce afuera de la ciudad y afuera del país, donde un público que

sabe muy poco sobre Juárez, sobre la frontera, sobre México, sobre las guerras contra drogras en

las Américas, y sobre la criminalización de la economía informal junto con el estrangulamiento

de la economía formal, se siente informado por el cuento de los narcos que se están matando en

Juárez. Afuera de México, esto es el cuento más relatado sobre la ciudad, y como nos hace

entender esta historia, aúnque es una desgracia, la muerte de un joven metido en el narco quiere

decir que hay un narco menos. El eco con la historia de la mujer publica que merece su mal fin

es contundente… todo lo que sucede a la gente pobre que vive de la economía informal es bien

merecido.

De hecho, el gobierno mexicano, junto con su poderoso aliado de los EEUU repite

constantemente su caracterización de la violencia como resultado de las pandillas matándose

unos a otros con el desafortunado lado positivo que es: la limpieza social, y una calle mejorada.
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Por ejemplo, se puede escuchar esta lógica que viene de las autoridades estadounidenses, uno de

ellos dijo, en 2009, "Creemos firmemente que el gobierno mexicano está tomando las medidas

que debe tomar y que está siendo muy valiente, ya que se enfrenta a un problema importante ....

Y la gente Mexicana está pagando un precio muy alto porque los grupos del crimen organizado

por la droga se están matando unos a otros. Pero yo creo que el gobierno de México considera

que sólo a través de este tipo de trabajo sistemático y muy efectivo pueden volver a tomar las

calles " ( en Whitesides 2009 ). En fin, calles retomadas son calles limpias, y ciudades más

seguras.

Tal lógica sigue perfectamente en el plan de gentrificación que el alcalde de Juárez describió en

2010 - el año del peor derramamiento de sangre - como " el rescate del Centro Histórico” del

crimen organizado. El concepto del crimen organizado es como si fuera generado por unos

invasores a la ciudad, en vez de por la población residente de la ciudad, que es la población que

ha crecido en Juárez y en el país y que no encuentra otro lugar más que en el sector informal,

donde el estado no se encarga de ellos. Esta impresión de la invasión de los narcos se presenta

claramente en las descripciones que dio el entonces-jefe de policía de Juárez (y alguien muy bien

conocido por aquí), Julián Leyzaola, a la prensa nacional e internacional. Con frecuencia,

Leyzaola caracterizaba a la población juvenil, pobre y criminal de la ciudad como “cucarachas,”

un término que utilizaba indistintamente para referirse a los pobres que se enfrentan a la muerte o

el encarcelamiento. Cucarachas invaden los espacios, los ensucian, dan asco y merecen su propia

exterminación. Tanto como la población a que se refiere, la cucaracha tampoco tiene un lugar

legítimo en la ciudad. Y la caracterización por Leyzaola de la población joven, urbana, pobre, y

delincuente como cucarachas invasoras ha circulado en la prensa internacional. Por ejemplo, en

2011, la revista El Economista explicó que además de las ventajas de la estrategia de Leyzaola
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para erradicar el narco de las ciudades fronterizas hay un posible riesgo del: "Efecto Cucaracha

(the cockroach effect).” Que las cucarachas pueden invadir al resto del país, o aun pasar la

frontera. No son bienvenidas a ningún parte. Los jóvenes no tiene a donde ir, y al igual que la

historia de las putas, la historia de los narcos/cucarachas—que se matan uno al otro-- niega sus

derechos en residir en la ciudad y niega la responsabilidad de la clase política en crear las

condiciones económicas donde ellos radican.

Y mientras Leyzaola implementaba desde 2011, sus políticas para exterminar el problema de las

cucarachas/narcos, el centro vivió una época intensivamente violenta, con extorsiones y

matanzas y encarcelamientos masivos que aceleraba la destrucción de la economía local. Como

un cantinero se lamentó, " Ni siquiera los gringos vienen por putas,... y ni siquiera vienen a echar

un polvo y comprar Viagra barato.” Por el contrario, el único negocio que, durante estos años,

creció a pasos agigantados en Juárez durante era el de los servicios funerarios que vieron un

aumento de negocio de 1.400 % entre 2008-2011 .

Como era de esperar, entre tanto la economía turística del sexo y otros entretenimientos baratos

terminaron en jirones en el año 2012, y más de 6.000 empresas locales cerraron sus puertas, con

el mayor número de víctimas en el centro. El alcalde, y el gobernador del estado, declararon en

ese año que cualquier negocio que no se vendiera como parte del plan de desarrollo podría ser

objeto de expropiación forzosa. El Banco Interamericano de Desarrollo anunció un potencial

préstamo de $ 50 millones de dólares, y los inversores locales - muchos involucrados también

con el plan de renovar al centro histórico de El Paso a solo un puente de distancia – expresaron

un interés abrumador. Y el alcalde de Juárez declaró que la ciudad estaba en camino de

convertirse en la ciudad que siempre debería haber sido. Una ciudad con un centro sin las
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mujeres públicas y sin sus hijos que trabajaban en la calle. En el mismo año, Leyzaola anunció

que el barrio al sudoeste de la ciudad, Los Aztecas, debiera cambiar su nombre por el de "Las

Flores" porque, según él, los jóvenes no quisieran estar vinculados con un barrio con un nombre

tan femenino y sería otra manera más de deshacerse de ellos. Pero, otra interpretación, y algo

que no quisiera Leyzaolo (ni la genta para quien trabajaba) que nos acordemos es como miles de

los jóvenes en la ciudad, y muchos del vecindario, Las Aztecas, son representados por las flores

que adoran sus tumbas, en una ciudad donde la industria funeraria era el principal negocio en

auge durante la guerra contra las drogas.

Conclusión

La geografía crítica expone cómo lo que está pasando en Juárez tiene eco en otros sitios donde se

manejan los conceptos de guerra, de enemigos internos, del espacio público como un territorio

para ser controlado y la movilidad humana acorralada para referirse a la relación entre los

estados y las poblaciones en cuyo nombre gobiernan. O sea, lo que está pasando en Juárez no es

único en los sentidos globales—se reconoce lo que pasa ahí porque es semejante a lo que pasa en

muchas partes del mundo. Pero reconocerlo no es lo mismo que conocerlo—el conocimiento

requiere un compromiso con los detalles de la producción de esta realidad en Juárez, que sí, es

reflejo de algo único, una confluencia de procesos y relaciones específica del lugar—por eso

Juárez se siente diferente a otros lugares, como Tijuana, o El Paso, o el DF, lugares tan cerca

relativamente, y tan diferentes. La resistencia la hacen los detalles, dentro de las relaciones

vividas y cotidianas, no en procesos globales ni en los medios sociales, se hace en las calles, en

las casas, en los cafés, en los tribunales donde la gente se enfrentan a la injusticia que tiene

nombre, lenguaje, cuentos, armas, y el poder concreto.


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El despojo de las clases obreras no es nada nuevo, ni la declaración de las guerras contra las

poblaciones domésticas, ni la criminalización de la economía informal junto con la expulsión de

las clases obreras de la economía formal—que nombramos tan fácilmente “crisis.” La

militarización se encuentra en el planteamiento de los problemas comunes, hoy en día, y por eso

también en sus soluciones oficiales. Pero para resistirlo, como nos dicen la gente comprometida

en eso en Juárez, hay que entender cómo se produce el lugar específico que es Juárez, de una

convergencia de cosas tan vagas y generalizadas: como guerras, narcos, prostitutas, cucarachas,

matanzas… cosas de una película de Hollywood.

Por eso, me he enfocado en como la renovación de dos viejos discursos ( el de las mujeres

públicas y de los narcos-cucarachas) ha formado parte de la estrategia de la clase política y elite

para abrir la brecha entre el valor de las rentas de la ciudad obrera y la ciudad que solo ellos se

pueden imaginar, y que todavía no existe. Por lo tanto, quieren prohibir que se acuerden pública

y colectivamente las consecuencias de la guerra contra-narco porque recordar es reconocer lo

que ha pasado—es identificar que la ciudad rescatada fue, primeramente, asesinada. Y los y las

personas—los cuales muchos son académicos, artistas, activistas, periodistas—que se niegan a

silenciarse en un supuesto olvido—de lo inolvidable—presentan una amenaza a sus planes—

porque resistir los cuentos de los narcos-cucarachas es, como nos han mostrado las activistas en

contra del feminicidio, una resistencia a la economía política global que se aprovecha del

desprecio y del despojo de las clases obreras, que se realiza como una fuerza global en un sitio

local.

Gracias.

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