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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Defensa


Universidad Nacional Experimental Politécnica de las Fuerzas Armadas
Maracay- Edo Aragua
Sección: 05S-1805-D1

Unidad 1

Segundo viaje a Europa

Alumno: Luis Zambrano


C.I 28624371
Materia: Catedra Bolivariana
Ing. Aeronáutica

Maracay Edo. Aragua 2021


ENCUENTRO CON SIMÓN RODRÍGUEZ Y HUMBOLTD
Simón Rodríguez se halla en 1801 en Bayona (Francia), de donde pasa a París y allí
traduce, ese mismo año, la Atalade Chateuabriand. En esta ciudad se encuentra de nuevo
con Simón Bolívar en, convirtiéndose a partir de este momento en una figura decisiva en
el rumbo que tomará la vida del futuro Libertador de América. En tal sentido, juntos
parten en abril de 1805. Hicieron parte del recorrido a pie, al cruzar los Alpes. En Roma, un
día de agosto de 1805, subieron a la cima del Monte Sacro. Tras una visita a Nápoles,
Bolívar regresa a París donde a comienzos de 1806 se afilia por breve tiempo a la
masonería. A fines de ese mismo año se embarca en Hamburgo en un buque neutral que
toca Charleston en enero de 1807; recorre una parte de los Estados Unidos, y regresa a
Venezuela a mediados del mismo año. Durante su permanencia en la República del Norte -
según lo declaró más tarde - vio por primera vez en su vida el ejercicio de la "libertad
racional". En Milán presencian la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia.
Finalmente, la gira culmina en Roma, donde el 15 de agosto del mismo año, Bolívar, junto
a Rodríguez y Fernando Toro, jura dedicarse por completo a la causa de independencia de
Hispanoamérica.
CORONACIÓN DE NAPOLEÓN
Con la esperanza de consolidar su puesto, Fouché le sugirió a Bonaparte que la mejor
forma de apaciguar conspiraciones sería transformar el consulado vitalicio en un imperio
hereditario, el cual, dado que tendría un heredero, quitaría toda esperanza de cambiar el
régimen por asesinato. Bonaparte acoge la sugerencia y en 28 de mayo 1804 se proclama
el imperio. La heterogénea oposición a su gobierno fue desmantelada mediante drásticas
represiones a derecha e izquierda, a raíz de fallidos atentados contra su persona; el
ejemplo más amedrentador fue el secuestro y ejecución de un príncipe emparentado con
los Borbones depuestos, el duque de Enghien, el 21 de marzo de 1804. El corolario de este
proceso fue el ofrecimiento que le hizo el Senado al día siguiente de la corona imperial. La
ceremonia de coronación se llevó a cabo el 2 de diciembre en Notre Dame, con la
asistencia del papa Pío VII, aunque Napoleón se ciñó la corona a sí mismo y después la
impuso a Josefina; el pontífice se limitó a pedir que celebrasen un matrimonio religioso,
en un sencillo acto que se ocultó celosamente al público, una nueva Constitución el mismo
año afirmó aún más su autoridad omnímoda
Bolívar regresó a Venezuela en 1807 después de una breve visita a los Estados Unidos. En
1808 Napoleón instaló a su hermano, José, como Rey de España. Esto instigó una gran
revolución popular en España conocida como la Guerra Peninsular. En América, como en
España, juntas regionales se formaron para luchar contra el nuevo rey. A diferencia de las
juntas españolas, las juntas americanas lucharon contra el poder del rey, no solo la
persona de José Bonaparte.
VIAJE A ROMA
El segundo viaje llega por propósito la distracción de la viudez temprana dura 3 años en
los cuales disipa una cuantiosa fortuna material en su segundo viaje también se observa
una faceta diferente a la del primer viaje; aquí el interés era evidentemente político, le
atrae el dominio en el manejo de los bienes del estado y el bienestar de su patria. Puso
especial atención a la relación de influjo y veneración que había logrado Napoleón con el
pueblo francés en esos días de gloria, de Francia, Bolívar pasó a Italia, y en Roma rodeado
de los recuerdos de la época republicana se consolidó su convicción plena de que debía
lucha por la libertad de los pueblos americanos y de que esa tarea a ejecutar de ahí en
adelante. Esto culmina en el Monte Sacro y en el juramento definitivo: Es el viaje de
aprendizaje con Rodríguez visita España Inglaterra, Francia, Portugal, Italia y parte de
Australia y Alemania a su regreso desembarca en los Estados Unidos. El tercer viaje a
Europa, va de diplomático a la Gran Bretaña, como intérprete de una de las primeras
embajadas venezolanas. Bolívar tiene ocasión de gusta calmadamente la vida inglesa,
siente una admiración extraordinaria por el pueblo inglés y también estabilidad respeto,
dignidad, sensatez, sentido práctico, le produce la más alta y viva impresión. Afiliado a la
masonería y empapado de las ideas liberales, ya en 1805 juró en Roma que no descansaría
hasta liberar a su país de la dominación española. Y, aunque carecía de formación militar,
Simón Bolívar llegó a convertirse en el principal dirigente de la guerra por la
independencia de las colonias hispanoamericanas. Además, le proporcionó al movimiento
una base ideológica mediante sus propios escritos y discursos. El mundo de la Ilustración,
el militarismo y la ruptura con el pasado que representaba Napoleón, el romanticismo
como espíritu poético, y la racionalidad en su trato directo con intelectuales y científicos
como Von Humbolt y Bonpland . Cierto o leyenda, tiene sentido que de alguna forma todo
ello se resuma en el supuesto compromiso asumido por Bolívar cuando poco después
viaje hasta Roma con su preceptor venezolano, con el que coincide en Paris, Simón
Rodríguez, En Roma, un día de agosto de 1805.
JURAMENTO EN EL MONTE SACRO.
En esa época Con él estaban sus amigos Simón Rodríguez, quien contaba entonces unos
36 años y había sido su maestro en Caracas, y Fernando Rodríguez del Toro, de 32. Habían
salido de París el 6 de abril anterior, y por la vía de Lyon, Chambéry, Turín, Milán, donde
vieron a Napoleón coronarse como Rey de Italia, Montichiari, Venecia y Florencia, llegaron
hacia el mes de julio a Roma. Ahí, según la tradición, se alojaron en una posada de la plaza
España, cerca de la imponente escalinata que conduce al templo de Santa Trinitá dei
Monti. Durante varias semanas recorrieron la ciudad, visitando sus monumentos y sus
ruinas llenas de evocaciones históricas, testimonios de la grandeza y la decadencia de los
imperios. El 15 de agosto se dirigieron los 3 al llamado Monte Sacro, situado entonces
fuera del recinto de la ciudad, a orilla del río Anio. Ese lugar era célebre en la historia de la
antigua Roma, que los 3 venezolanos conocían bien, porque allí se habían retirado los
plebeyos en sus desavenencias con los patricios en la época de la República. Es muy
probable, como lo insinuó el mismo Bolívar años más tarde, que al dirigirse al Monte Sacro
tanto él como sus compañeros tuvieran el propósito de realizar un gesto simbólico, como
venezolanos que deseaban la independencia de la patria nativa y de toda la América
entonces dominada por España. Ascienden por las laderas de la colina, y en la cima
conversan sobre la sucesión de las civilizaciones, su apogeo y su declinación a través de los
siglos. Son hombres penetrados por el espíritu de la Ilustración racionalista, que creen en
el progreso indefinido del género humano, influenciados también por el nacionalismo y el
romanticismo presentes ya en la Europa de aquellos años. Simón Bolívar es un joven
madurado por el infortunio: la aún reciente muerte de su esposa; la presencia de su
antiguo maestro, convertido ahora en consejero y amigo, es un poderoso estímulo
intelectual. Simón Rodríguez Bolívar llamará más tarde «El Sócrates de Caracas», usa un
método similar al de este filósofo de la Grecia antigua, basado en preguntas que poco a
poco conducen a su interlocutor a descubrir las realidades. Es cuando Bolívar pronuncia a
viva voz lo siguiente:
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; ¡juro por mi honor, y
juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya
roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español! Juramento hecho por
Simón Bolívar en Roma el 15 de agosto de 1805, cuando era un joven de 22 años de edad.
REGRESO A VENEZUELA
Bolívar regresó a Caracas convencido de la misión que decidió atribuirse. Miranda no
tardaría en seguirlo, su figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo tiempo
que pasó en el exterior como por su participación en la Independencia de Norteamérica y
en la Revolución Francesa. Casi nadie lo conocía, pero Bolívar, convencido de la utilidad de
este hombre para la empresa que se iniciaba, lo introdujo en la Sociedad Patriótica de
Agricultura y Economía (creada en agosto de 1810). Ganados ambos a la idea de
proclamar una Independencia absoluta para Venezuela, instaron a los miembros de la
Sociedad a pronunciarse a favor de ello ante el Congreso Constituyente de Venezuela,
reunido el 2 de marzo de 1811. Fue a propósito de ello que Bolívar dictó su primer
discurso memorable: "Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad
suramericana. Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811 el Congreso declaró la
Independencia de Venezuela y se aprobó la Constitución Federal para los estados de
Venezuela. La primera República se perdió como consecuencia de las diferencias de
criterios entre los criollos, de los resentimientos entre castas y clases sociales, y de las
incursiones de Domingo Monteverde, capitán de fragata del ejército realista, en Coro,
Siquisique, Carora, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y, finalmente, Caracas. Estaba claro que
una guerra civil iba a desatarse de inmediato, pues la empresa en cuestión era todo
menos monolítica. Bolívar tomaría conciencia del carácter clasista de la guerra y
reflexionaría sobre ello a lo largo de todas sus proclamas políticas. Las fuerzas del otro
bando eran superiores, y a ello se le sumaba la ruina causada por los terremotos ocurridos
en marzo de 1812. El 25 de julio se produjo la capitulación del generalísimo Francisco de
Miranda; si bien necesaria en su opinión, esta acción llenó de ira a Bolívar, quien, al
enterarse de los planes de Miranda de abandonar el territorio, participó en su arresto en
el puerto de La Guaira: "Yo no lo arresté para servir al rey sino para castigar a un traidor".
La estrategia de Bolívar fue entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a Cartagena.
Su intención, arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en
las fuerzas neogranadinas para emprender en Venezuela la reconquista de la República.
"Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio
de sus ruinas físicas, y políticas": con estas palabras prosiguió el Manifiesto de Cartagena,
carta de presentación de Bolívar ante el Soberano Congreso, en el cual hace un
diagnóstico de la derrota al tiempo que ofrece sus servicios al ejército de esa región.
Bolívar libró unas cuantas batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo
procedimiento emprendió su arremetida hacia Venezuela. Se inició en mayo de 1813 la
Campaña Admirable, gesta que consistió en la reconquista de los territorios del occidente
del país y en forma simultánea los de Oriente a cargo de Santiago Mariño hasta entrar
triunfalmente en Caracas en agosto del mismo año. ¡Vuelve la República! A su paso por
Mérida le llamaban "el Libertador", y con ese nombre fue ratificado por la municipalidad
de Caracas, que le nombró, además, capitán general de los ejércitos de Venezuela.
19 DE ABRIL DE 1810
Lo que aconteció el 19 de Abril de 1810 fue un movimiento revolucionario y popular
ocurrido en la ciudad de Caracas el jueves santo del 19 de abril de 1810, iniciando con ello
la lucha por la Independencia de Venezuela. El movimiento se originó por el rechazo de los
caraqueños al nuevo gobernador Vicente Emparan quien había sido nombrado por el
hermano de Napoleón Bonaparte, José I de España, quien se desempeñaba como rey de
turno debido al derrocamiento del rey Español, Fernando VII, tras lainvasión napoleónica
en España. El jueves santo del 19 de abril mientras el capitán general Emparán se dirigía a
misa un grupo perteneciente a la aristocracia y burguesía criolla, miembros del Cabildo de
Caracas, desconoce entonces al Capitán General de Venezuela. El, no estuvo de acuerdo
con esto, y cuando desde la ventana del ayuntamiento le preguntó al pueblo que se había
reunido en la plaza mayor (plaza Bolívar) si quería que el siguiera mandando, el presbítero
José Cortés de Madariaga, le hizo signos a la multitud para que contestaran que "NO". Y
eso fue lo que ocurrió. Emparan dijo que entonces, el tampoco quería el mando, renunció
y se fue a España. Se firma también el Acta del 19 de abril de 1810, se aduce que actuaban
en nombre de Fernando VII, rey depuesto de España, y en desobediencia de José I. Se
establece una Junta de Gobierno que toma las siguientes iniciativas: establecer juntas
similares en las provincias de Cumaná, Margarita, Barinas, Barcelona, Trujillo y Mérida;
además de liberar el comercio exterior, prohibir el comercio de esclavos negros, crear la
Sociedad Patriótica (para fomentar la agricultura y la industria), así como la Academia de
Matemáticas. Se envía delegaciones diplomáticas a los países que podían apoyar la
insurrección: Inglaterra, Estados Unidos y Nueva Granada. Tres provincias permanecen
leales al gobierno establecido en España: Maracaibo, Coro y Guayana. Este
desconocimiento a la autoridad del Capitán General de Venezuela es un paso al 5 de julio
de 1811, con la firma del Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela, en la que
Venezuela declara formalmente su independencia. Este aniversario se celebra como el Día
de la Proclamación de la Independencia de Venezuela. El Libro de Actas original del primer
Cabildo de Caracas se encuentra en la Capilla Santa Rosa de Lima en Caracas.
ACTA DEL 19 DE ABRIL DE 1810
En la ciudad de Caracas a 19 de abril de 1810, se juntaron en esta sala capitular los
señores que abajo firmarán, y son los que componen este muy ilustre Ayuntamiento, con
motivo de la función eclesiástica del día de hoy, Jueves Santo, y principalmente con el de
atender a la salud pública de este pueblo que se halla en total orfandad, no sólo por el
cautiverio del señor Don Fernando VII, sino también por haberse disuelto la junta que
suplía su ausencia en todo lo tocante a la seguridad y defensa de sus dominios invadidos
por el Emperador de los franceses, y demás urgencias de primera necesidad, a
consecuencia de la ocupación casi total de los reinos y provincias de España, de donde ha
resultado la dispersión de todos o casi todos los que componían la expresada junta y, por
consiguiente, el cese de su funciones. Y aunque, según las últimas o penúltimas noticias
derivadas de Cádiz, parece haberse sustituido otra forma de gobierno con el título de
Regencia, sea lo que fuese de la certeza o incertidumbre de este hecho, y de la nulidad de
su formación, no puede ejercer ningún mando ni jurisdicción sobre estos países, porque ni
ha sido constituido por el voto de estos fieles habitantes, cuando han sido ya declarados,
no colonos, sino partes integrantes de la Corona de España, y como tales han sido
llamados al ejercicio de la soberanía interina, y a la reforma de la constitución nacional; y
aunque pudiese prescindirse de esto, nunca podría hacerse de la impotencia en que ese
mismo gobierno se halla de atender a la seguridad y prosperidad de estos territorios, y de
administrarles cumplida justicia en los asuntos y causas propios de la suprema autoridad,
en tales términos que por las circunstancias de la guerra, y de la conquista y usurpación de
las armas francesas, no pueden valerse a sí mismos los miembros que compongan el
indicado nuevo gobierno, en cuyo caso el derecho natural y todos los demás dictan la
necesidad de procurar los medios de su conservación y defensa; y de erigir en el seno
mismo de estos países un sistema de gobierno que supla las enunciadas faltas, ejerciendo
los derechos de la soberanía, que por el mismo hecho ha recaído en el pueblo, conforme a
los mismos principios de la sabia Constitución primitiva de España., y a las máximas que ha
enseñado y publicado en innumerables papeles la junta suprema extinguida. Para tratar,
pues, el muy ilustre Ayuntamiento de un punto de la mayor importancia tuvo a bien
formar un cabildo extraordinario sin la menor dilación, porque ya pretendía la
fermentación peligrosa en que se hallaba el pueblo con las novedades esparcidas, y con el
temor de que por engaño o por fuerza fuese inducido a reconocer un gobierno legítimo,
invitando a su concurrencia al señor Mariscal de Campo don Vicente de Emparan, como su
presidente, el cual lo verificó inmediatamente, y después de varias conferencias, cuyas
resultas eran poco o nada satisfactorias al bien político de este leal vecindario, una gran
porción de él congregada en las inmediaciones de estas casas consistoriales, levantó el
grito, aclamando con su acostumbrada fidelidad al señor Don Fernando VII y a la
soberanía interina del mismo pueblo; por lo que habiéndose aumentado los gritos y
aclamaciones, cuando ya disuelto el primer tratado marchaba el cuerpo capitular a la
iglesia metropolitana, tuvo por conveniente y necesario retroceder a la sala del
Ayuntamiento, para tratar de nuevo sobre la seguridad y tranquilidad pública. Y entonces,
aumentándose la congregación popular y sus clamores por lo que más le importaba,
nombró para que representasen sus derechos, en calidad de diputados, a los señores
doctores don José Cortés de Madariaga, canónigo de merced de la mencionada iglesia;
doctor Francisco José de Rivas, presbítero; don José Félix Sosa y don Juan Germán Roscio,
quienes llamados y conducidos a esta sala con los prelados de las religiones fueron
admitidos, y estando juntos con los señores de este muy ilustre cuerpo entraron en las
conferencias conducentes, hallándose también presentes el señor don Vicente Basadre,
intendente del ejército y real hacienda, y el señor brigadier don Agustín García,
comandante subinspector de artillería; y abierto el tratado por el señor Presidente, habló
en primer lugar después de su señoría el diputado primero en el orden con que quedan
nombrados, alegando los fundamentos y razones del caso, en cuya inteligencia dijo entre
otras cosas el señor Presidente, que no quería ningún mando, y saliendo ambos al balcón
notificaron al pueblo su deliberación; y resultando conforme en que el mando supremo
quedase depositado en este Ayuntamiento muy ilustre, se procedió a lo demás que se
dirá, y se reduce a que cesando igualmente en su empleo el señor don Vicente Basadre,
quedase subrogado en su lugar el señor don Francisco de Berrío, fiscal de Su Majestad en
la real audiencia de esta capital, encargado del despacho de su real hacienda; que cesase
igualmente en su respectivo mando el señor brigadier don Agustín García, y el señor don
José Vicente de Anca, auditor de guerra, asesor general de gobierno y teniente
gobernador, entendiéndose el cese para todos estos empleos; que continuando los demás
tribunales en sus respectivas funciones, cesen del mismo modo en el ejercicio de su
ministerio los señores que actualmente componen el de la real audiencia, y que el muy
ilustre Ayuntamiento, usando de la suprema autoridad depositada en él, subrogue en
lugar de ellos los letrados que merecieron su confianza; que se conserve a cada uno de los
empleados comprendidos en esta suspensión el sueldo fijo de sus respectivas plazas y
graduaciones militares; de tal suerte, que el de los militares ha de quedar reducido al que
merezca su grado, conforme a ordenanza; que continuar las órdenes de policía por ahora,
exceptuando las que se han dado sobre vagos, en cuanto no sean conformes a las leyes y
prácticas que rigen en estos dominios legítimamente comunicadas, y las dictadas
novísimamente sobre anónimos, y sobre exigirse pasaporte y filiación de las personas
conocidas y notables, que no pueden equivocarse ni confundirse con otras intrusas,
incógnitas y sospechosas; que el muy ilustre Ayuntamiento para el ejercicio de sus
funciones colegiadas haya de asociarse con los diputados del pueblo, que han de tener en
él voz y voto en todos los negocios; que los demás empleados no comprendidos en el cese
continúen por ahora en sus respectivas funciones, quedando con la misma calidad sujeto
el mando de las armas a las órdenes inmediatas del teniente coronel don Nicolás de
Castro y capitán don Juan Pablo de Ayala, que obraran con arreglo a las que recibieren del
muy ilustre Ayuntamiento como depositario de la suprema autoridad; que para ejercerla
con mejor orden en lo sucesivo, haya de formar cuanto antes el plan de administración y
gobierno que sea más conforme a la voluntad general del pueblo; que por virtud de las
expresadas facultades pueda el ilustre Ayuntamiento tomar las providencias del momento
que no admitan demora, y que se publique por bando esta acta, en la cual también se
insertan los demás diputados que posteriormente fueron nombrados por el pueblo, y son
el teniente de caballería don Gabriel de Ponte, don José Félix Ribas y el teniente retirado
don Francisco Javier Ustáriz, bien entendido que los dos primeros obtuvieron sus
nombramientos por el gremio de pardos, con la calidad de suplir el uno las ausencias del
otro, sin necesidad de su simultánea concurrencia. En este estado notándose la
equivocación padecida en cuanto a los diputados nombrados por el gremio de pardos se
advierte ser sólo el expresado don José Félix Ribas. Y se acordó añadir que por ahora toda
la tropa de actual servicio tenga press y sueldo doble, y firmaron y juraron la obediencia a
este nuevo gobierno. Vicente de Emparan; Vicente Basadre; Felipe Martínez y Aragón;
Antonio Julián Alvarez; José Gutiérrez del Rivero; Francisco de Berrío; Francisco Espejo;
Agustín García; José Vicente de Anca; José de las Llamosas; Martín Tovar Ponte; Feliciano
Palacios; J. Hilario Mora; Isidoro Antonio López Méndez; licenciado Rafael González;
Valentín de Rivas; José María Blanco; Dionisio Palacios; Juan Ascanio; Pablo Nicolás
González, Silvestre Tovar Liendo; doctor Nicolás Anzola; Lino de Clemente; doctor José
Cortes, como diputado del clero y del pueblo; doctor Francisco José Rivas, como diputado
del clero y del pueblo; como diputado del pueblo, doctor Juan Germán Roscio; como
diputado del pueblo, doctor Félix Sosa; José Félix Ribas; Francisco Javier Ustáriz; fray
Felipe Mota, prior; fray Marcos Romero, guardián de San Francisco; fray Bernardo
Lanfranco, comendador de la Merced; doctor Juan Antonio Rojas Queipo, rector del
seminario; Nicolás de Castro; Juan Pablo Ayala; Fausto Viana, escribano real y del nuevo
Gobierno; José Tomás Santana

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