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Biografía del profeta Isaías Isaías es uno de los personajes más

sobresalientes de la literatura profética. Se poseen pocos datos sobre la


fructífera vida de este personaje. Debió nacer hacia el año 760, durante el
reinado de Uzías. Su padre se llamaba Amoz, pero no se le puede identificar
con el profeta de Tecoa. Nació probablemente en Jerusalén.

Su nombre significa "Jehová salva" o "Jehová es la fuente de la salvación".


Cuando era muy joven recibió la vocación profética, el año de la muerte del
rey Uzías (6:1), probablemente sería la fecha 740/39 a. de J.C. Isaías
contaría en ese entonces con veinte años de edad.

Poco tiempo después de


su vocación al ministerio
profético debió de
contraer matrimonio, y
aunque el nombre de su
esposa no es conocido, se
la identifica con el
nombre de "profetisa"
(8:3). De este
matrimonio nacieron por
lo menos dos hijos a
quienes se les puso
nombres simbólicos (7:3
y 8:3).

Realizó su ministerio profético en Jerusalén, capital del reino de Judá. Tres


reyes escucharon su mensaje profético: Jotam, Acaz, y Ezequías. Algunos
historiadores afirman que también tuvo un papel relevante como consejero
de estado en las relaciones de Judá con las potencias extranjeras, aunque
casi siempre no le hicieron caso en sus consejos.

Como escritor es el gran poeta clásico, dueño de gran maestría estilística,


que le permite variar originalmente un tema. Era poeta de buen oído,
amante de la brevedad y la concisión, con algunos finales lapidarios. En su
predicación al pueblo sabe ser incisivo con imágenes originales y escuetas,
que sacuden por su inmediatez.

La tradición judía recogida en el Talmud nos dice que fue asesinado por
Manasés, quien mandó cortarlo por la mitad con una sierra; aunque algunos
dicen que esta tradición carece de fundamento. Probablemente su muerte
tuvo lugar en el año 701 a. de J.C.

Isaías 1:1 Visión de Isaías hijo de Amoz, la cual vio acerca de Judá y Jerusalén en días de
Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá.

Isaías profetizó durante el tiempo en que Israel estaba dividida en dos


reinos: Israel en el norte y Judá en el sur. El reino del norte pecó en gran
manera contra Dios y el reino del sur iba en la misma dirección: perversión
de la justicia, opresión al pobre, alejamiento de Dios para ir en pos de los
ídolos y la búsqueda de ayuda militar en las naciones paganas en lugar de
buscarla en Dios. Isaías llegó primero como profeta a Judá, pero su mensaje
también fue para el reino del norte. Algunas veces "Israel" se refiere a los
dos reinos. Isaías llegó a ver la destrucción y el cautiverio del reino del norte
en 722 a.C. Así que su ministerio comenzó con una advertencia.

2 Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos
se rebelaron contra mí.

3 El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi


pueblo no tiene conocimiento.

4 ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos


depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron
atrás.

Aquí "Israel" se refiere al reino del sur, Judá. El pueblo de Judá estaba
pecando en gran manera y no quería conocer ni entender a Dios. A través de
Isaías, el Señor presentó sus cargos contra Judá debido a que se rebelaron y
lo abandonaron (Deuteronomio 28). Con la violación del pacto moral y
espiritual se buscaban el castigo. Dios les dio prosperidad y no lo sirvieron.
Les envió advertencias y no quisieron oír. El fuego del juicio caería sobre
ellos (véase 1.7).

5 ¿Por qué querréis ser castigados aún?


¿Todavía os rebelaréis?
Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente.
6 Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón
y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.

Mientras el pueblo de Judá siguiera pecando, no tendría la ayuda de Dios y


estaría aislado. Cuando se sienta solo y separado de Dios, recuerde que El no
lo abandona. Nuestros pecados nos separan de El. La única cura segura para
esta clase de soledad es la restauración de las relaciones con Dios mediante
confesión de pecado, obediencia a sus mandatos y comunicación regular con
El (véanse Psa_140:13; Isa_1:16-19; 1Jo_1:9).

7 Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de
vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños.

¿Se estaba produciendo esta destrucción en ese tiempo? A Judá la atacaron


muchas veces durante la vida de Isaías. Ser comidos (devastados) por
extranjeros era el peor tipo de castigo. Quizás este versículo sea una
ilustración de los resultados de estas invasiones o una predicción de la
invasión asiria que sufriría Israel. Es muy probable que señale la futura
invasión de Judá por los babilonios así como la caída de Jerusalén en 586
a.C.

8 Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como
ciudad asolada. 9 Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño,
como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra.
Isa 1:8 La hija de Tziyon queda desierta °
como una tienda en un viñedo,[3] °
como almacén de frutas en un jardín de pepinos,
como una ciudad bajo asedio. °

Sodoma y Gomorra fueron dos ciudades que Dios destruyó completamente


debido a su gran maldad (Gen_19:1-25). Se mencionan en otras partes de la
Biblia como ejemplo del castigo de Dios por el pecado (Jer_50:40;
Eze_16:46-63; Mat_11:23-24; Jud_1:7). Quedaría "un resto pequeño" de
sobrevivientes que Dios perdonaría porque eran fieles.

10 Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios,


pueblo de Gomorra.

Isaías comparó a los gobernantes y pueblo de Judá con los gobernantes y


pueblos de Sodoma y Gomorra. Para escuchar lo que Dios quería decir, el
pueblo tenía que prestar atención y estar dispuesto a obedecer. Cuando no
entendamos el mensaje quizás se deba a que no prestamos atención ni
esperamos que El nos hable.

11 ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios?


Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre
de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.

12 ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí


para hollar mis atrios?
13 No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de
reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas
solemnes.

"Luna nueva y día de reposo" se refieren a ofrendas mensuales (Num_28:11-


14) y días de reposo semanales y anuales especiales durante el Día de
Expiación y la Fiesta de los Tabernáculos (Lev_16:31; Lev_23:34-39). Véase
una lista de todas las fiestas en el cuadro de Levítico 23. A pesar de que el
pueblo no se avergonzaba por sus pecados, continuaba ofreciendo sacrificios
por el perdón. Las ofrendas y los sacrificios no significan nada ante Dios
cuando surgen de un corazón corrupto. Dios quiere que lo amemos,
confiemos en El y nos apartemos del pecado. Después de esto, El se
agradará de nuestros "sacrificios" de tiempo, dinero y servicio.

14 Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me
son gravosas; cansado estoy de soportarlas.

Dios estaba descontento con los sacrificios, pero no revocaba el sistema de


sacrificios que inició con Moisés. Por el contrario, estaba haciendo un
llamado a una fe y devoción sinceras. Los líderes cumplían con mucho
cuidado los tradicionales sacrificios y ofrendas en las celebraciones santas,
pero seguían siendo infieles a Dios en sus corazones. Los sacrificios debían
ser una señal externa de fe interna, pero si faltaba la fe en Dios, las señales
externas serían vacías. Entonces, ¿por qué continuaron ofreciendo
sacrificios? Como muchos en la actualidad, depositaban más fe en los
rituales de su religión que en el Dios que adoraban. Examine sus propias
prácticas religiosas: ¿surgen de su fe en el Dios viviente? Dios no se
complace de nuestras expresiones externas si falta la fe interna (véanse
Deu_10:12-16; 1Sa_15:22-23; Psa_51:16-19; Hos_6:6).

15 Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando
multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.

16 Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad
de hacer lo malo;
17 aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al
huérfano, amparad a la viuda.

18 Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana.

18 Grana o carmesí era el color rojo intenso de una tintura que virtualmente
era imposible sacar de la ropa. Tal vez las manos ensangrentadas de los
homicidas se visualizaban aquí (véase 1.15, 21). Asimismo, la mancha del
pecado parece ser permanente. Sin embargo, Dios puede quitar la mancha
del pecado de nuestra vida tal y como lo prometió a los israelitas. No
tenemos que ir por la vida manchados para siempre. La Palabra de Dios nos
asegura que si estamos dispuestos y somos obedientes, Cristo nos perdonará
y arrancará nuestras manchas más indelebles (Psa_51:1-7).

19 Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra;


20 si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de
Jehová lo ha dicho.

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