Está en la página 1de 5

¿CUÁL ES TU VERDADERO INTERÉS EN ESTA TIERRA?

(Mateo 6: 19-21)

“19No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan; 20sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y
donde ladrones no minan ni hurtan. 21Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón”

Hablemos de los tesoros engañosos, según la oferta de este mundo:

1. ¿Cuáles son los tesoros engañosos?

““19No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan”:

A. El tesoro engañoso del amor a la seguridad en lo material

“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Ti. 6: 8)

La Biblia dice que estemos contentos con tener el sustento diario y un techo donde cobijarnos.

Muchos creyentes aspiran a grandes cosas, y pierden su corazón por codiciar una casa grande,
esto, o aquello.

Se pasan la vida codiciando, y a eso lo llaman “soñar”.

Hablemos de la vivienda

La vivienda, es sinónimo de seguridad, protección, intimidad, hogar, etc. También puede ser
sinónimo de ostentación, lujo, status social, etc.

No es lo mismo vivir en un pisito de 50 metros cuadrados, que vivir en un chalet de 500 metros
cuadrados, justo a las afueras de la gran ciudad.

Muchos se pasan la vida trabajando y trabajando; faltando a la iglesia y al servicio de Dios, y a sus
verdaderas responsabilidades familiares ante Dios, etc. por acumular para un día adquirir la casa de
sus sueños (la que sea y donde sea).

Además de la casa de los sueños, está el coche de los sueños, el tal de los sueños, y lo otro de los
sueños…

Volviendo al asunto de la vivienda, uno de los obvios tesoros engañosos, del cual tenemos que alejar
nuestro corazón, es el amor a la seguridad material que ofrece la vivienda en todas sus dimensiones.

Todos necesitamos vivir bajo un techo, y es bueno intentar acceder a una vivienda. No hay nada
ilícito en ello. El problema es cuando, así como NO debemos amar el dinero, ya que es raíz de todos
los males, tampoco debemos “amar la vivienda”.

Cuando, como cristianos, anteponemos nuestro bienestar personal al bienestar de Dios, caemos en
esa trampa. Veamos en la Palabra un ejemplo muy claro:
(Hageo 1: 1-6) “1En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes,
vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador
de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo: 2Así ha hablado Jehová de los
ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de
Jehová sea reedificada. 3Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo,
diciendo: 4¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas
artesonadas, y esta casa está desierta? 5Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad
bien sobre vuestros caminos. 6Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis;
bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe
su jornal en saco roto”

Aquellos judíos que volvían de Babilonia, estaban más preocupados en levantar y adornar sus casas
que en construir la casa de Dios (lo cual vendría a ser el hacer Su voluntad).

Como cristianos, debemos poner mucha atención para no anteponer nuestro bien y seguridad
personales, a los intereses de Dios.

Es fácil decir a modo de excusa: “el Señor entiende mi situación”, y así nuestras cosas van por
delante de las cosas de Dios.

Fijémonos en las consecuencias, a ver si en su totalidad o en parte, tienen algo que ver con nosotros
también: “5Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos.
6Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis
satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco
roto”

Estas son las consecuencias de vivir para uno mismo, antes que para Dios.

B. El tesoro engañoso de la mucha ocupación

“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Ti. 6: 8)

El ganarse el pan (con el sudor de la frente), es una responsabilidad del hombre. Hemos de trabajar,
y la Palabra así nos lo enseña. Dice el apóstol Pablo: “Porque también cuando estábamos con
vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2
Tesalonicenses 3: 10)

El problema es cuando de la ocupación laboral, hacemos un ídolo al cual servimos con total entrega:

(Salmo 39: 6) “Ciertamente como una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana;
amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá”

(Lucas 12: 15-21) “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste
en la abundancia de los bienes que posee. 16También les refirió una parábola, diciendo: La
heredad de un hombre rico había producido mucho. 17Y él pensaba dentro de sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? 18Y dijo: Esto haré: derribaré mis
graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; 19y diré a mi
alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe,
regocíjate. 20Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has
provisto, ¿de quién será? 21Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”

El problema de ese rico, no era tanto las riquezas que poseía, sino el hecho de que había hecho de
ellas su seguridad. Por eso Jesús dice que había hecho tesoro para él mismo, y no para Dios.

C. El tesoro engañoso del “amor al dinero”

De todos los tesoros engañosos, el amor al dinero es quizás el más evidente. El dinero representa
placer, seguridad y poder. La tendencia del que tiene dinero es la de pensar que ya ha llegado, y que
no debe temer nada de lo que pueda ocurrir a su alrededor. Es como si el dinero le fuera a proteger
de toda desgracia, y fuera a complacerle en todo.

(Proverbios 23: 4, 5) “No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste. 5¿Has de poner
tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? porque se harán alas como alas de águila, y
volarán al cielo”

(Proverbios 30: 8, 9) “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni


riquezas; Manténme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es
Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios”

(1 Timoteo 6: 7-10) “7porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos
sacar. 8Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9Porque los que
quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que
hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10porque raíz de todos los males es el
amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de
muchos dolores”

(Apocalipsis 3: 15-19) “15Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío
o caliente! 16Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17Porque
tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes
que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. 18Por tanto, yo te aconsejo
que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para
vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para
que veas. 19Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”

Como vemos, aún a los cristianos puede llegar a afectar el síndrome de “amor al dinero”. Siempre
que el dinero sea la cuestión central de nuestra vida, estaremos atados a Mamón (dios del dinero), y
consecuentemente, bajo su maldición.

3. ¿Cuáles son esos tesoros que hemos de hacernos en el cielo?

“20sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan”:

Como vimos en un principio, sí hay tesoros los cuales debemos atesorar de cara al cielo.

Paradójicamente, son tesoros, no aquí en la tierra, sino en el cielo, que se obtienen por renunciar en
el corazón a los tesoros de esta tierra.
Eso choca con muchas de las doctrinas de la Prosperidad y del Reino Ahora, cuando se anima a los
cristianos a hacerse millonarios y a escalar puestos de poder en este mundo, invirtiendo en este
mundo como si el Reino de Dios estuviera estableciéndose en él. Al contrario, la Palabra nos insta a
ni siquiera poner un pie en este mundo.

Esto lo vemos en lo concerniente a Abraham, lo cual va para nosotros también, ya que somos de su
linaje (Galatas. 3: 29): 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y
herederos según la promesa.

(Hechos 7: 2-5) “Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro
padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, 3 y le dijo: Sal de tu
tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré.4 Entonces salió de la tierra de los
caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual
vosotros habitáis ahora 5 Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie…”

El tesoro es el celestial

Veamos algunos pasajes de la Escritura que nos enseñan acerca de los tesoros celestiales:

(Lucas 12: 32-34) “32No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros
el reino. 33Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro
en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. 34Porque donde está
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”

Jesús se dirige a todos los verdaderos cristianos (los judíos seguidores suyos, entonces), y les llama
“manada pequeña”, dando entender así, que no son tantos los verdaderos fieles a Cristo, en
comparación con el resto de los habitantes del planeta.

Jesús nos dice que nuestro tesoro está en el cielo. Es un tesoro que no se agota, y que es implícito
con el Reino, el cual el Padre nos ha dado (y está en el cielo).

Además, les dijo y nos dice que no temamos, porque la seguridad que todos requerimos aquí, está
de antemano provista por el Padre, el cual les ha dado el Reino.

En otras palabras, no debemos temer porque Dios se ocupa de nuestras necesidades. Dice David:
“Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que
mendigue pan. 26En todo tiempo tiene misericordia, y presta; y su descendencia es para
bendición” (Salmo 37: 25, 26)

La inversión correcta

Pero dicho esto, Jesús añade:

“33Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los
cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye”:

En base a la seguridad que tenemos del propio Dios, Jesús nos enseña a hacer la inversión correcta,
inversión esta totalmente contraria a los principios de este mundo.
En vez de invertir en las cosas de este mundo, nos enseña a comprar con las cosas de este mundo,
las cosas que son verdaderamente perdurables, que son las eternas.

¿Cómo puede ser eso? Muy sencillo, cuando utilizamos las cosas materiales para obrar en la
voluntad de Dios.

Las cosas que poseemos, no son nuestras, son de Dios. Así como entregamos nuestros hijos al
Señor, deberemos entregar todo lo que somos y tenemos al Señor.

Las cosas que poseemos no son un principio y un fin para nosotros mismos, sino un medio para
obrar la voluntad de Dios.

Si consideramos que todo lo que tenemos, es algo que realmente le pertenece a Dios, de lo cual
Dios siempre puede disponer, viviremos haciéndonos tesoros en los cielos.

Renunciando para adquirir

 Los tesoros de la eternidad, son los que conseguimos por RENUNCIAR a los valores y
seguridades que supuestamente proporcionan los tesoros de esta tierra, y usar éstos para la
gloria de Dios.
 Los tesoros de la eternidad, son los que conseguimos al UTILIZAR los bienes que Dios
permite que tengamos, para ponerlos al servicio de Dios.
 Los tesoros de la eternidad son los que obtenemos al hacer la INVERSIÓN correcta.
 Los tesoros de la eternidad, son los que conseguimos al obrar con la MOTIVACIÓN correcta;
lo hacemos porque amamos a Dios por encima de todo lo demás.
 Los tesoros de la eternidad, son los que conseguiremos, porque ya aquí tenemos nuestro
TESORO, y ese tesoro es Cristo mismo. Como muy bien lo dijo Pablo:

(Filipenses 3: 7, 8) “7Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como
pérdida por amor de Cristo. 8Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo,
y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.

Finalmente, recordemos las palabras de Jesús: “34Porque donde está vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón”:

SI TU TESORO ES CRISTO, TU CORAZÓN ESTARÁ ALLÍ, EN CRISTO//.

También podría gustarte