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CARRERA DE PSICODRAMA

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MÁSCARAS Y PSICODRAMA
 Las máscaras y su valor terapéutico
 Aplicaciones y características
 Máscaras hechas, máscaras construidas
 Máscara y catarsis
 Máscara Neutra
 Las escenas con las máscaras

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LAS MÁSCARAS Y SU VALOR TERAPÉUTICO

“Rostros que cambian, máscaras que se superponen,


gestos y posturas recreados a partir de una tela,
de un movimiento, de una mueca, de la máscara”.

Elina Matoso

Para comenzar debemos decir que la máscara es introducida por


Rojas-Bermudez como elemento neutralizador de la expresión del
rostro.
Son facilitadoras de los movimientos corporales y los mensajes
verbales.
Como técnica de comunicación, junto con otras como la
pantomima, la pintura, moldeado, collage, etc. funcionan con el objetivo
de restablecer la comunicación en pacientes muy graves, generalmente
cronificados, con largos períodos de internación en hospitales. Se
comprobó que en muchos casos donde se había interrumpido la
comunicación, se lograba restablecerla.
Taparnos la cara con las manos, muchas veces es un gesto espontáneo
que muestra la ansiedad que provoca algo que todavía no estoy preparado
para ver ni mostrar.
Tendríamos que ver qué aspectos de la persona, que elige una
máscara o la prepara, deposita en ella desde su inconsciente.
Una máscara elegida o una no elegida, es en función a la historia
de cada uno y nuestros propios mitos, y con ellas vamos construyendo
un relato corporal.
Las máscaras, son en sí mismas objetos transformadores,
resultando como un prestarles el cuerpo por instantes a personajes
internos, aspectos olvidados, seres que nos rodean y de este préstamo
siempre se sale transformado.
Una tarea a llevar a cabo mediante la exploración psicodramática
es la diferenciación entre lo propio y lo ajeno, llevando a el/la
protagonista a que pueda darse cuenta si no se está identificando con
alguien, del cual no está del todo discriminado/a: A quién se parece
esta máscara?, a quién veo?, a quién me hace acordar?
El uso de una máscara, fuera de ocultar a el/la protagonista de
la mirada de los demás, a modo de objeto transicional, le va a permitir
ver y hacer aparecer contenidos que, conflictivos o no, todavía, no son
del todo manejables para él, desenmascarando lo que se intentaba
enmascarar.

“Las máscaras son un recurso apropiados para


desenmascarar aspectos poco explorados de la conducta, ya
que justamente al enmascarar desenmascaran”
ADRIANA PITERBARG

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Oscar Ya Vicoli dice que tanto en la utilización de máscaras ya
hechas como en la que podemos construir, existe un efecto
transformador de estructuración y desestructuración de la imagen
corporal, de aceptación o de rechazo, fusión o discriminación del cuerpo
con el objeto máscara.
Las máscaras no son solamente esos objetos que colocamos sobre
nuestros rostros, sino que todo el tiempo estamos frente a máscaras de
diferentes estilos: es todo aquello que modifica nuestra personalidad en
el día a día, tomando el concepto de Elina Matoso son las llamadas
“máscaras cotidianas”. De ahí es que existen otros tipos de máscaras a
las que denominamos con diversos nombres: los disfraces (que serían
una especie de mascara del cuerpo), el maquillaje (el que se realiza
sobre el rostro), los distintos roles que ocupamos (que ya sería parte de
la vinculación social), y hasta los objetos que adornan nuestro cuerpo
(aros, pulseras, etc.).
En este caso tomamos a la máscara como un elemento que
permite un efecto enmascarador / desenmascarador que fácilmente
puede ser homologado a una despersonalización y una re-
personalización.
Cuando la construimos, el tiempo de creación, va envolviendo a
la persona en su devenir, hace emerger rasgos de la historia que se
depositan en la máscara que se está creando.
El trabajo desde una máscara neutra, blanca, permite ir
amoldándose de acuerdo a las características personales de quien le
agregara los rasgos, ya que, a diferencia de adaptarse a una ya
confeccionada, el trabajo de construir una personalidad para la misma
implica otros procesos internos.
La máscara acentúa rasgos, los remarca, permite sacarlos de
lugares ambiguos o confusos, atravesarlos, dar un salto y
transformarlos. Pasar de una máscara a otra abre a la transición, este
pasaje es uno de los momentos más productivos de la vida. Cuando se
transita el cambio, cuando se va y se vuelve de diferente manera.
Cuando se re-nace, se vuelve a pasar por ese canal de vida hacia otro
rumbo vital. La máscara es facilitadora de pasajes, acompaña, da
cuerpo a estos momentos de cambio.
La máscara, como la postura corporal, o el grito desgarrante
cobran su potencia según el contexto en el que se incluyen. Se
significan y resignifican sólo en esas circunstancias. No hay máscaras
aisladas, como no hay miradas, ni sonrisas desprendidas de relatos.
No hay porque asustarse de las máscaras, de las que utilizamos
constantemente, y que cambiamos según dónde y con quiénes. Es
imposible vivir sin máscaras. Aún en el trabajo corporal están presentes
más allá de si se las incorpora como elemento en la práctica concreta.
Es más peligroso creer que no se tiene ninguna, o vivir aferrados
permanentemente a una sola, inmodificable, ya que cuanto más
apegada estoy a ésta, menos claro tengo quien soy.
Es posible que no haya una respuesta al por qué se elige una u
otra máscara, la respuesta no es determinante, ya que las máscaras

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pocas veces nos llevan por un camino de certezas, más que nada nos
sumergen en búsquedas, desafíos, sensaciones impredecibles.
También huelga destacar que el mismo objeto, además de
brindar un nuevo rostro, permite una nueva relación con el cuerpo, ya
que permite adaptar nuevas actitudes corporales, movimientos, gestos y
hasta sensaciones a la persona que posea la máscara.
La máscara permite la creación de un espacio de juego, tanto por
el manejo de materiales en su etapa de armado y pintura, como al
asignarle características o algún diálogo.

Sus aplicaciones y características


Podríamos referirnos a tres instancias importantes en el trabajo con
máscaras:
 La máscara como elemento diagnóstico
 La máscara como objeto transformador
 La máscara como facilitadora de la comunicación

A su vez estas instancias pueden articularse en dos modalidades


particulares de aplicación:
- La máscara que se resignifica sin estar colocada sobre el
rostro, que puede estar colgada en la pared, apoyada en un estante, en
el piso, etc.
- La máscara que se coloca en el rostro, o en otras partes del
cuerpo (piernas, brazos, espalda, pecho).

La máscara como elemento diagnóstico


Cuando una persona elige una o varias máscaras, se va
construyendo un relato corporal y muchas veces nos dejan ver, a modo
de diagnóstico, situaciones traumáticas, bloqueos, recuerdos
encubierto, potenciales, escondidos, energías corporales que tomaron
rostro, y adquieren un significado particular y da lugar a un ejercicio
determinado o un posible diseño de tratamiento a encarar.

La máscara como objeto transformador


Al colocarse máscaras se produce el efecto de fusión-integración-
ruptura entre el cuerpo y ese nuevo rostro sobre la cara. Ya no es un
“mapa” en el piso o en un dibujo, sino el pasaje a una corporeidad
diferente, “vestida” o “revestida” por máscaras.
El espejo da cuenta de una búsqueda corporal de acomodación y
de impregnación. En este enmascaramiento se va construyendo una
gestualidad, un equilibrio, sostén, fluidez…es decir, momentos de
transformación.

La máscara como facilitadora de la comunicación


Tomar un rostro ajeno, y hacerlo propio es revivir el juego del
carnaval, del disfraz, del ocultarse, del espiar enmascarado, a veces nos
permite soltar inhibiciones, intercambiar con un otro desconocido
acercamientos y distancias.

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“No se puede concebir a la persona si no es con máscaras.
Toda acción humana la implica.”

La diferencia entre la utilización de las máscaras ya hechas y el


construirse máscaras:
En todos los casos se produce ese efecto transformador de
estructuración y desestructuración de la imagen corporal, de aceptación
o de rechazo, fusión o discriminación del cuerpo con el objeto máscara,
objeto transicional, que mencionaba Winicott. Pero hay matices y
objetivos diferentes al elegir uno u otro.
En el caso de la construcción de máscaras, se da un proceso de
tiempo de creación que va envolviendo a la persona en su devenir, que
hace emerger rasgos de la arcilla, que se esfuman en el modelado y la
pintura fina. La historia con esa máscara comienza mucho antes que al
elegir una, frente a otras ya hechas. Esto tiene que ver con el
“construir”, el rostro o cuerpo y suele ser una etapa indispensable en
aquellos casos donde en la vivencia corporal prevalece el “destruir”, por
ejemplo amputaciones, o situaciones que el destruir tiene que ver con
sensaciones despertadas por una mudanza, un viaje, un exilio, con la
pérdida. Este construir actualiza un recorrido vital perdido, que es el
pasaje por momentos de plenitud y completad corporal y otros de
resquebrajamiento, quiebre, pérdida…al hacer la máscara se actualiza
ese construir-destruir-sociales que implica vivir.

“La máscara, en términos generales y pasando por alto


determinaciones concretas según cultura, lugares y funciones
sociales, denota básicamente lo que angustia, lo que amenaza
desde la región de lo indeterminado y que podría presentarse
como lo inconsciente».

JOAN GARCÍA FONT

¿A qué llamamos máscara?


En primer lugar a las de todos los días. A nuestras máscaras
cotidianas, que son aquellas que conforman el rostro que llevamos en
nuestra interioridad y que en su cotidianeidad están en estrecha
relación y se inter-determinan con las otras máscaras, las que como
seres humanos llevamos como impronta, las máscaras de la historia del
hombre y de la mujer. Para llegar a ella, a las máscaras cotidianas, se
recurre a las máscaras, máscaras representando diferentes personajes,
que van desesmascarando y enmascarando en un proceso siempre
dialéctico las otras máscaras. Las máscaras de las máscaras.
Cotidianamente la persona no se coloca máscaras pero no
obstante en su vivir su rostro aparece como una máscara que oculta
para los demás y para sí, aspectos importantes de su personalidad.
La máscara es otro rostro. Al colgársela, la persona se transforma
en su totalidad, es decir, su ser se integra en ésta. No acumula

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máscaras a las propias, sino que a través de éstas, se conecta de una
manera diferente con su propio rostro y con el rostro de los demás.
La doble representación del rostro, expresa un desdoblamiento
más profundo y más esencial: entre el individuo biológico y el personaje
social que aquel tiene por misión encarnar. Al irse constituyendo el
“tatuaje natural de ser humano” que no es más que los rasgos que se
van imprimiendo en el rostro, aquel se va constituyendo como objeto, en
el cual se van imprimiendo los rasgos de los acontecimientos
significativos de su historia.
La máscara deja de tener un valor en sí, aislado, ya que es el que
la usa quien le confiere determinadas propiedades que estaban ocultas
en su propio rostro: pero por otro lado muestra otros rasgos, que
habitualmente quedaban detrás de sus máscaras cotidianas. Así la
máscara cotidiana “propia” se va diferenciando de la cara o máscara
biológica que nunca existió como tal…el rostro entendido como máscara
forma parte de la constitución del sujeto con su historia. Una máscara
lleva a otra, a otra, a otra….

“La máscara que esconde y revela, que impacta y transforma,


que emociona y desestructura, que va despojando a cada ser
de sus distintas máscaras”

Las máscaras crean un clima particular. Aún no existiendo la


intencionalidad consciente de usarlas, hay depositadas en ellas
ansiedades, diferentes fantasías, etc. Las máscaras utilizadas en
determinadas condiciones, llevan a la persona a cuestionarse y a
conectarse con aspectos básicos de su personalidad. Hay rasgos de la
máscara que son incorporados al rostro y producen una modificación
en la imagen que él tiene de éste. Se rompe con la cristalización de
rasgos y esto implica una quiebra en su estructuración, que permite la
aparición de otros que no participan en su conformación aparente.
Esto se relaciona con una modificación en la imagen corporal del rostro,
en cambio en cuanto a la significación de esta zona con respecto al
resto del cuerpo y un cambio global en la imagen corporal.
En la aparente incongruencia de las escenas dramatizadas con
máscaras, podríamos señalar en esta incongruencia, aspectos de
desestructuración. Se ve en el trabajo con máscaras, escenas
desestructuradas, el clima de locura, la conexión con aspectos
psicóticos.
En las escenas con máscaras se alternan como en toda
dramatización momentos de placer y de ternura y momentos trágicos,
dolorosos. La máscara posibilita de contactar con aspectos trágicos,
siniestros, repudiados por la persona. Se podrían relacionar estos
aspectos con fenómenos de los primeros años de vida que no han sido
integrados, que no han sido incorporados a través del juego del niño/a
con su madre.

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Máscaras y catarsis

No siempre aparece lo catártico, tampoco es el objetivo. Más que


lo catártico debe privilegiarse lo estructural, en lo cual, está incluido el
compromiso emocional.
Además de lo catártico, también aparece el aspecto de
reinscripción de una escena, una fantasía en la historia del sujeto.
La máscara genera o despierta tal grado de producción
fantasmática y de reubicación del contexto en el cual se la utiliza, es
necesaria tanto como su utilización la metabolización posterior.
En el uso de las máscaras pueden observarse procesos de
despersonalización a través de los distintos encuentros con las
máscaras y de re-personalización, esto es el encuentro y la integración
intensa y activa con aspectos no conocidos conscientes o inconscientes
de la personalidad.
Los relatos son un complemento ideal al trabajo con máscaras,
ayudan a reorganizar la desestructuración de los ejercicios con
máscaras, explican las fantasías hasta ese momento inconscientes que
salen a la luz, son elaboradoras de ansiedades y conflictos actualizados
en la tarea.
Con las máscaras no se intenta reemplazar lo verbal sino
enriquecerlo.

La máscara neutra

Desdibujar el rostro, los rasgos pierden definición, aparecen como


borroneados y esto en cada persona produce diferentes sensaciones con
significaciones distintas. Estimula la regresión y por lo tanto las
sensaciones se concretan con fantasías regresivas; (sensaciones de
ingravidez, de estar en el agua, de ser un pez), los movimientos son más
redondeados, como si flotaran movimientos de tipos fetales hacia
adentro, de buceo. En general buscan el apoyo del piso o de la pared
como límite o protección.
Para otros el enmascaramiento con la máscara neutra tiene una
significación de opresión, con dificultades respiratorias, paralización
corporal como si esa forma indefinida, desdibujada del rostro, les
produjera una indefinición generalizada y una pérdida de rasgos en
todo el cuerpo, torpeza de movimientos, sensación de encierro. Otros
manifiestan sensaciones de desintegración generalizada de pérdida de
integridad.
La máscara neutra blanca, tiene una cualidad, aunque parezca
extraño, la máscara colocada en la cara de cada participante toma una
expresión distinta y sorprende al descubrir aspectos de la persona,
desconocidos por sí mismo y por el grupo.
La máscara neutra implica un trabajo de profundización en el
proceso creativo. Permite conocer cómo son las máscaras que usamos
para ocultarnos, para simular ser lo que tenemos que ser, se trata de
imágenes idealizadas, y no de lo que realimente somos.
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La máscara neutra modifica la relación con el espacio, es decir,
con el afuera.

Las máscaras y el teatro

Abrir en psicodrama es abrir escenas. Permitir que surgen otros


personajes, escenas y máscaras.
Es sabido que la máscara de la comedia y de la tragedia son los
símbolos del teatro.
Dos sillas vacías ante el público en un ángulo aproximadamente a
90º simbolizan el psicodrama que está por realizarse. “…en las
máscaras ya está el texto escrito, en las sillas vacías todo está por ser
dicho, representado” (J.L.Moreno)
En la práctica psicodramática hay un momento de coincidencia
de la máscara con el rol, por ejemplo el rol del padre y la máscara del
padre.
Pero también hay momentos en que no hay coincidencia entre
máscara y rol que la máscara cuestiona el rol.

Las escenas con las máscaras

Aquí abarca todo lo que implica la máscara como estímulo a la


creación de un personaje y la inserción de ésta en el campo de la
escena. La comprensión del maquillaje, como cualquiera de las otras
máscaras utilizadas hace más clara la escena. Esto realza la
significación que tuvo la elección de esa máscara, la identificación que
prevalece subyacente, el rechazo que le produce, etc. Al colocarse la
máscara se establece un diálogo explícito o no con el otro que la
máscara sugiere. El análisis que se hace es el que parte del
enmascarar y desenmascarar de la máscara.
Surge un personaje que se instala en el campo escénico como
otro, tanto si el diálogo es del sujeto consigo mismo, como si son dos
sujetos o más los implicados. Los personajes no son simplemente
formatos de diferentes ubicaciones de roles sino que son síntesis de
múltiples aspectos de la vida el sujeto que toma esa forma específica
acorde con la manifestación de la dramática inconsciente. Son
“personajes colectivos”.
No siempre el aspecto desenmascarante aparece clara o
fluidamente en la escena. Frecuentemente, las escenas con máscaras
tienen una cierta incongruencia que se relaciona con el
enmascaramiento – desenmascaramiento que no siempre es lineal, ni de
una relación causa-efecto.

Hemos transitado etapas donde incluir máscaras podía ser


considerado como una práctica más, algo tan característico en nuestro
medio. Hoy podemos decir que la máscara no es más que la persona
que vive en un mundo de máscaras; televisivas, políticas, sociales,
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históricas, familiares, míticas, ancestrales, cotidianas. Máscara que
vive rodeada de máscaras, que habita y es habitada por máscaras que
la mayoría de las veces nos visten y algunas pocas nos desnudan.

Bibliografia
- Las máscaras de las máscaras – Mario Buchbinder – Elina
Matoso
- Creatividad y transformación – Gilda Waisburd
- Revista campo grupal Nª17
- Revista Latido Nª 2 Vidas de plástico

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