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El hombre como historia

Abrir caminos

Llegando a este punto, va produciéndose una “poliporía”, es decir la


abertura de diferentes caminos que se podrían recorrer en busca de una
investigación que, en su procedimiento, más que acercarse a una respuesta
conclusiva, propone nuevas preguntas. Bien conocemos el término aporía, que
figuramos como un punto muerto, donde los caminos se cierran, y que en el
discurso filosófico se traduce en la imposibilidad de proceder a causa de algo
absurdo al cual la consecutio lógica de nuestro discurso nos llevó. Por lo tanto,
son considerados típicos ejemplos de aporías las paradojas de Zenón, relativas
a la cantidad y al movimiento,1 finalizadas a demonstrar la imposibilidad
lógica de algo que, sin embargo, resultaría evidente al sentido común de la
razón2.
En oposición a la falta de caminos, cuando se llega a un punto muerto
del razonamiento, se encuentra el positivo poros, el camino, la abertura,
término que halla su personificación en el dios del cual habla Platón en el
Banquete (203 b c), contando el mito por el cual en la fiesta por el nascimiento
de Afrodita, la pobre Penía, encontrando el dios Poros borracho y medio
dormido, se acostó con él y generó Eros. Generalmente el dios Poros es
presentado como expresión de riqueza, abundancia, sin embargo, como nota
M. Martínez Hernández, él representa más bien una fuerza dinámica, un
“recurso”3, del cual aprovecharía la pobre Penía para procrear Eros, dios, que,
a partir de su íntima dialéctica, es el símbolo de la dinamicidad, de la abertura,
del deseo de belleza y conocimiento. Además, siendo hijo de Metis, diosa de
la prudencia, expresa también un poder de equilibrio con el cual balanza su
generosidad expansiva.
Al significado propio del término poros, derivado del verbo peiro, pasar
a través, que indica por lo tanto abertura, pasaje, se juntó el concepto de
capacidad, habilidad, por medio de la cual el ser humano se activa para pasar a
1
Fuente principal para la exposición de estas paradojas el Aristóteles, Physika.
2
Diría que la filosofía surgió en Grecia cuando los amantes de la sabiduría propusieron discursos que, en su
lógica coherente y consecuencial, iban en contra de la convicción común y de la tradición.
3
“Penía no es, evidentemente, la personificación de su contrario, ya que este es Pluto. De acuerdo con su
etimología y con las características que le asigna en 203d podría equivaler al español Recurso.” Platón
Banquete, M. Martínez Hernández, Madrid, Gredos, 1988, p.248, nota 99
2

través de los problemas que le presenta la naturaleza y encontrar soluciones


con su ingenio4. De acuerdo a estos significado Sófocles en Antígona, 360,
define el hombre pantoporos, es decir capaz de encontrar todas las soluciones,
y para enfatizar este concepto, declara que no es absolutamente áporos, es
decir que en cualquier situación se encuentre, sabe hallar una solución. Sin
embargo, como indica el autor a conclusión de su consideración, hay una
excepción, existe un límite el ser humano no puede superar, es decir, su misma
condición, la aporía final, la muerte. 5 Es esta la condición que permite definir
al hombre, que indica su esencia, por la cual él no puede acceder a la realidad
divina, y si intenta hacerlo acaba en la culpa de hybris y padece el
consiguiente castigo. Por lo tanto, encontramos como tema general, o más
bien como razón de ser de la tragedia, el contraste entre los esfuerzos humanos
para afirmar su poder o, mejor dicho, su voluntad de poder, o sea de vida, y el
límite que le impone su condición, su ser inevitablemente carente, es decir
áporos en frente a su último destino.
En yuxtaposición a poros, de acuerdo al mito precedentemente citado,
encontramos el término penía, raíz pen-, verbo peinomai, me canso, trabajo
con fatiga, y pena, del cual derivan el substantivo ponos, dolor y el adjetivo
penes, pobre. Esto quiere decir que no existe entre las dos divinidades una
oposición (así como no hay entre los dos términos), porque ellas operan en
campos diferentes, que sin embargo encuentran una complementariedad a
través la unión marital. En la cual ambos representan polos positivos, porque
entregan a su producto, el hijo Eros, los valores que les son propios.
Volvamos entonces al mito contado por Platón, en relación al
nacimiento y a la peculiaridad de Eros:

Siendo hijo, pues, de Poros y Penía, Eros se ha quedado con las siguientes características.
En primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es
4
El mismo sentido le encontramos en el término polytropos, característica atribuida a Ulises (andra moi
ennepe, Mousa, polytropon…), puesto que el término tropos (raíz sánscrita trep -2) indica “dirección”,
“vuelta”, “camino” y por lo tanto también “capacidad”. Ulises es el hombre que tiene “la capacidad de
encontrar muchos caminos” para resolver problemas. El verbo trepein quiere decir “dar vueltas”, y por lo
tanto la palabra “trópico” se refiere a la vuelta del sol. La misma derivación la tiene la palabra “treponema”,
formada por trepos y nema (filamento). Una etimología equivocada relaciona el nombre Odysseus, otro
apelativo de Ulises, con odós, via, camino.
5
“Kai ftheugma kai anemoen aphronema kai astynomous orgás edidaxato kai dyssylon pagon ypaithreia kai
dysombra pheugein bele pantóporos; àporos ep’oudén archetai to mellon; Aida monon pheuxin ouk
epazetai” Sófocles, Antigona, vv.354-360). Enseñó a sí mismo el lenguaje y el veloz pensamiento y las
costumbres civiles y aprendió a esquivar bajo el cielo abierto los granos de hielo y la lluvia, en cuanto ser
que tiene todas las soluciones (pantóporos); sin soluciones (áporos) no lo encuentra el futuro. Solo al Hades
no podrá escapar.
3

más bien duro y sucio, descalzo y sin casa, duerme siempre al suelo y descubierto, se
acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre
inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de
acuerdo con la naturaleza de su padre, aspira a las cosas bellas y buenas; es valiente, audaz
y activo, hábil cazador, siempre urdiendo algunos expedientes, ávido de sabiduría y rico en
recursos, un amante del conocimiento a lo largo de toda su vida, un formidable mago,
curandero y sofista (Platón, Banquete 203 c-d).6

Del padre, Eros no asume riqueza y tampoco abundancia, de las cuales


él no dispone, sino deseo de conocimiento, curiosidad, habilidad creativa y
dialéctica, capacidad engañadora en cuanto mago, curandero y sofista,
habilidades que, además, no pone en acto para salir de una condición de
pobreza material (herencia genética de la madre), que por lo contrario queda
su modus vivendi. Él aprovecha de las desventajas de ser pobre, descalzo, sin
casa, descubierto, etc. (es decir de la condición humana de carencia) para
poner en acto las virtudes paternas. O, mejor dicho, él necesita estas mismas
carencias para realizar su función de “amante”, de quien aspira a la sabiduría y
a la belleza. Y en cuanto “filósofo”, el pantóporos por excelencia, necesita
una condición de vida que lo tenga lejos de la satisfacción material, que se
trasformaría, a nivel ético e intelectual en falta de inquietudes, y lo ponga en la
condición de privación necesaria para abrir la puerta a la investigación.
Con eso Platón, indicando las condiciones de una vida filosófica, que
presupone una constante penía, al mismo tiempo material e intelectual, para
que se pueda desarrollar la agudez intelectiva que abre el pasaje que conduce
al conocimiento, introduce la figura de Sócrates, el verdadero “homo
eroticus”, que se acuesta “en las puertas y al borde de los caminos”, y
quedando afuera de una condición de satisfacción, de cumplimiento, y que, a
partir de su penía (pobreza, carencia, al mismo tiempo material y cognitiva)
pone en acto su incansable pantoporía. Que, diferentemente de lo que
acontece en el contexto de la tragedia clásica, no conduce a la condena divina,
sino al triunfo de la dialéctica como afirmación del poder intelectual del
humano.7 A partir de dicha consideración, Platón ve en los filósofos las
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“ouses até oun Poros kai Penías uos on o Eros em toiaute tyche kathesteken. Próton men penes aei esti, kai
pollou de apalós te kai kalós, oion oi polloi oiontai, allá sklerós kai aucherós kai anypodetos kai aoukos,
chamaipetés aei on kai astrotos, epí thurais kai en odous ypaithrios koimomenos, tem tes metrós physin
echon, aei endeia synoukos. katá de au ton patera epiboulós esti tois kalois kai tois agathois, andreios on kai
ites kai syntonos thereutés deinós, aei tinas plekon mechanías, kai phroneseos epithymetés kai porimos,
philosophón dia pantós tou biou, deinós goes kai pharmakeus kai sophistés...”
7
Sin embargo, hay que considerar que el deseo de conocimiento, la voluntad de abrir nuevos caminos en el
ámbito de una investigación continua, si no se tradujo en una condena divina, no evitó la condena humana,
4

verdaderas guías de la humanidad, así como son de su politéia, figuras capaces


de abrir los caminos para los hombres, que para oponerse a una naturaleza
hostil, diferentemente de los dioses como de los animales, deben ejercer una
continua solución de problemas.
Quedando en la animada discusión del Banquete, dirigiéndose a
Diotima, que ha narrado el mito del nacimiento de Eros, Sócrates le pregunta:

¿Quiénes son entonces los que aman la sabiduría, pregunté, o Diotima, sino son ni
los sabios ni los ignorantes? Hasta para un niño, ella dijo. es evidente, que son los que están
en el medio [metaxý] de estos dos, entre los cuales estará también Eros. La sabiduría, en
efecto, es una de las cosas más bellas y Eros es amor a lo bello, porque es propio del
filósofo el amor, encontrándose el filósofo en el medio entre el conocimiento y la
ignorancia. (Platón, Banquete, 204 b)8.

Con estos enunciados se evidencia ulteriormente como, diferentemente


de visión sofoclea, es decir la visión trágica tradicional de la existencia, por la
cual la ingeniosidad del hombre era considerada una culpa y llevaba a su
condena, porque en vez de salvarlo confirmaba su esencia de ser carente,
sumiso a los dioses y al destino9, Platón ve en la carencia, penía un valor
positivo, en cuanto no conduce a lo trágico de la aporía, sino a su ilimitada
abertura al mundo, a una verdadera existencia “erótica”.
Esta concepción, junto con el complejo de la filosofía platónica y
neoplatónica, representó el principio guía de la filosofía renacentista, o más
bien de todo un movimiento cultural10 y de una conducción de vida que
caracterizó aquel mundo. Valor que se puede encontrar en varias figuras de
aquella época y en sus formulaciones, a partir de la De hominis dignitate
Oratio de Pico della Mirándola, para llegar a la abertura del hombre a la
infinitud de los mundos de Giordano Bruno (se trata de dos modelos
ejemplares en el contexto de innumerables figuras que comparten dicho
valor).
Escribe Pico:
o sea por parte de un mundo tradicional que condenó Sócrates por atentar contra sus costumbres.
8
“tanes oun, ephen egó, o Diotima, oi philosophountes, aei mete oi sophoi mete oi amatheis; Delon de
,ephe, touto ge ede kai paidí, oti oi metaxý touton amphoteron, on an eir kai o Eros, estin gar dr ton kalliston
e sophia, Eros d’estin eros perí to kalón, oste anagkaion erota philosophon einai, philosophou de onta
metaxý einai sophoú kai amathous.
9
Toda una serie de cuentos, de Edipo como el de Dédalos o de Prometeo, son ejemplares en este sentido,
en cuanto expresiones de un principio constante del complejo mítico griego: la ingeniosidad humana como
prerrogativa y condena al mismo tiempo.
10
Centro de relieve de estudios platónico fue la Academia Platónica en Careggi, fundada por Cosimo de’
Medici y dirigida por Marsilio Ficino.
5

No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, por el fin d que tú, como árbitro
y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases con la obra que prefieres. Podrás
degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en
las realidades superiores que son divinas […] Las bestias en el momento mismo que nacen,
sacan consigo del vientre materno, como dice Lucilio, todo lo que tendrán después […] Al
hombre, desde su nacimiento, el Padre le confirmó gérmenes de toda especie y gérmenes de
toda vida, y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán con él y le darán sus
frutos” (Pico della Mirandola, “Discurso sobre la dignidad del hombre”, Revista digital
Universitaria, México, UNAM, 1 de noviembre 21010, vol.II n.11, trad. Adolfo Ruiz, 5 –
6).

Es evidente como en este caso la imperfección del hombre, ser inacabado,


diferente del mundo animal como de la realidad divina, se vuelve una positiva
potencialidad en Pico11 como en otros autores de la época, que rechazan con
fuerza los límites que sea la visión trágica griega como la apocalíptica
cristiana imponían al hombre. Superar los límites humanos por un lado
producía hybris, culpa; transgredir las ordenes divinas por el otro, causaba el
pecado, con el común resultado de un inevitable castigo divino.
Por lo contrario, la visión platónico-cristiana permitió una verdadera
inversión por la cual el ser humano, en su osadía, su continua expansión de
conocimiento y de poder, ponía en acto con su “pia philosofia” o “docta
religio” un positivo y progresivo ascenso al divino, que finalmente podía
llevar el ser humano, a través un proceso ad infinitum a identificarse con el
dios supremo en su perfección.
De esta forma se expresa Sophía, reportando las palabras de Júpiter, en
el diálogo de Giordano Bruno, La expulsión de la bestia triunfante:

Y agregó que los dioses habían dado al hombre el intelecto y las manos y lo habían hecho a
semejanza de ellos, dándoles facultad sobre los demás animales, la cual consiste no solo en
saber obrar según la naturaleza y ordinariamente, sino, además, fuera de las leyes de ella
[…] y por esto determinó la providencia que ocupara en la acción las manos y en la
contemplación el intelecto. [Considerando después que, en la Edad del Oro, los hombres]
eran más virtuosos de como lo son en el presenta las bestias, y tal vez eran más estúpidos
que muchas bestias […] habiendo surgido las necesidades, se aguzaron los ingenios, se
inventaron las industrias, se descubrieron las artes; y siempre, día a día, por medio de la
indigencia, desde la profundidad del intelecto humano, se estimularon nuevas y
maravillosas invenciones. De donde, alejándose cada vez más del ser bestial por las
11
Pico della Mirandola incluso sucesivamente la Oratio, a sus Novecientas Tesis, que llevó a Roma en el
1486, a la corte del papa Inocencio VIII, con el propósito de abrir una discusión con los sabios del tiempo
para llegar, a través una concordia intelectual, a la paz universal.
6

solícitas y urgentes ocupaciones, más altamente se aproxima al ser divino” (Giordano


Bruno, La expulsión de la bestia triunfante, traducción de Ernesto Schettino y Martha Lilia
Rojas, México, CIEN del Mundo, 1991: 179 s.).

Una vez más se evidencia como los infinitos recursos humanos, que son
artísticos o técnicos, necesitan, para ponerse en acto, una originaria situación
de necesidad y de carencia, por la cual se encuentra la obligación de conseguir
soluciones. En particular, considerando que el estadio originario del hombre,
la edad del oro, en vez de ser vista por Bruno como algo positivo para una
humanidad beata, en su falta de necesidades es identificada con una
inconsciente bestialidad. Por lo contrario, son la carencia y las necesidades,
elementos constitutivos de la existencia humana, las que da dignidad al
hombre. A partir de ella produce en el hombre el estímulo para volverse
políporos, y poner en acción la mano y el intelecto.
El platónico hombre del Renacimiento, por lo tanto, en vez de mirar la
condición del ser humano como efecto de una degeneración, reverte la
concepción de una originaria condición paradisiaca y de la sucesiva caída por
un acto de desobediencia o de rebeldía. Por lo contrario, utilizando dicha
“esencial” Penía en sentido positivo, concibe su ser como algo inacabado y
que hay que formar a través una ininterrumpida actividad intelectual y técnica.
Tratándose de un proceso ad infinitum, no se indica un momento terminal sino
una constante tensión para llegar a Dios, imitando su actividad creadora. Es
así que el ser humano, por medio de la mano como del intelecto, o sea la
técnica y el logos, encuentra soluciones prácticas y teóricas para afirmar su
presencia en el mundo12.

12
Véase Luciano Arcella, “la ragione dei ‘visionari’. Importanza relativa del dato storico nella cultura
rinascimentale”, Praxis Filosófica, Nueva Serie, No. 33, julio-diciembre 2011: 153-170.
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