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Poros e Penia
Poros e Penia
Abrir caminos
Siendo hijo, pues, de Poros y Penía, Eros se ha quedado con las siguientes características.
En primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es
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El mismo sentido le encontramos en el término polytropos, característica atribuida a Ulises (andra moi
ennepe, Mousa, polytropon…), puesto que el término tropos (raíz sánscrita trep -2) indica “dirección”,
“vuelta”, “camino” y por lo tanto también “capacidad”. Ulises es el hombre que tiene “la capacidad de
encontrar muchos caminos” para resolver problemas. El verbo trepein quiere decir “dar vueltas”, y por lo
tanto la palabra “trópico” se refiere a la vuelta del sol. La misma derivación la tiene la palabra “treponema”,
formada por trepos y nema (filamento). Una etimología equivocada relaciona el nombre Odysseus, otro
apelativo de Ulises, con odós, via, camino.
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“Kai ftheugma kai anemoen aphronema kai astynomous orgás edidaxato kai dyssylon pagon ypaithreia kai
dysombra pheugein bele pantóporos; àporos ep’oudén archetai to mellon; Aida monon pheuxin ouk
epazetai” Sófocles, Antigona, vv.354-360). Enseñó a sí mismo el lenguaje y el veloz pensamiento y las
costumbres civiles y aprendió a esquivar bajo el cielo abierto los granos de hielo y la lluvia, en cuanto ser
que tiene todas las soluciones (pantóporos); sin soluciones (áporos) no lo encuentra el futuro. Solo al Hades
no podrá escapar.
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más bien duro y sucio, descalzo y sin casa, duerme siempre al suelo y descubierto, se
acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre
inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de
acuerdo con la naturaleza de su padre, aspira a las cosas bellas y buenas; es valiente, audaz
y activo, hábil cazador, siempre urdiendo algunos expedientes, ávido de sabiduría y rico en
recursos, un amante del conocimiento a lo largo de toda su vida, un formidable mago,
curandero y sofista (Platón, Banquete 203 c-d).6
¿Quiénes son entonces los que aman la sabiduría, pregunté, o Diotima, sino son ni
los sabios ni los ignorantes? Hasta para un niño, ella dijo. es evidente, que son los que están
en el medio [metaxý] de estos dos, entre los cuales estará también Eros. La sabiduría, en
efecto, es una de las cosas más bellas y Eros es amor a lo bello, porque es propio del
filósofo el amor, encontrándose el filósofo en el medio entre el conocimiento y la
ignorancia. (Platón, Banquete, 204 b)8.
No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, por el fin d que tú, como árbitro
y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases con la obra que prefieres. Podrás
degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en
las realidades superiores que son divinas […] Las bestias en el momento mismo que nacen,
sacan consigo del vientre materno, como dice Lucilio, todo lo que tendrán después […] Al
hombre, desde su nacimiento, el Padre le confirmó gérmenes de toda especie y gérmenes de
toda vida, y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán con él y le darán sus
frutos” (Pico della Mirandola, “Discurso sobre la dignidad del hombre”, Revista digital
Universitaria, México, UNAM, 1 de noviembre 21010, vol.II n.11, trad. Adolfo Ruiz, 5 –
6).
Y agregó que los dioses habían dado al hombre el intelecto y las manos y lo habían hecho a
semejanza de ellos, dándoles facultad sobre los demás animales, la cual consiste no solo en
saber obrar según la naturaleza y ordinariamente, sino, además, fuera de las leyes de ella
[…] y por esto determinó la providencia que ocupara en la acción las manos y en la
contemplación el intelecto. [Considerando después que, en la Edad del Oro, los hombres]
eran más virtuosos de como lo son en el presenta las bestias, y tal vez eran más estúpidos
que muchas bestias […] habiendo surgido las necesidades, se aguzaron los ingenios, se
inventaron las industrias, se descubrieron las artes; y siempre, día a día, por medio de la
indigencia, desde la profundidad del intelecto humano, se estimularon nuevas y
maravillosas invenciones. De donde, alejándose cada vez más del ser bestial por las
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Pico della Mirandola incluso sucesivamente la Oratio, a sus Novecientas Tesis, que llevó a Roma en el
1486, a la corte del papa Inocencio VIII, con el propósito de abrir una discusión con los sabios del tiempo
para llegar, a través una concordia intelectual, a la paz universal.
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Una vez más se evidencia como los infinitos recursos humanos, que son
artísticos o técnicos, necesitan, para ponerse en acto, una originaria situación
de necesidad y de carencia, por la cual se encuentra la obligación de conseguir
soluciones. En particular, considerando que el estadio originario del hombre,
la edad del oro, en vez de ser vista por Bruno como algo positivo para una
humanidad beata, en su falta de necesidades es identificada con una
inconsciente bestialidad. Por lo contrario, son la carencia y las necesidades,
elementos constitutivos de la existencia humana, las que da dignidad al
hombre. A partir de ella produce en el hombre el estímulo para volverse
políporos, y poner en acción la mano y el intelecto.
El platónico hombre del Renacimiento, por lo tanto, en vez de mirar la
condición del ser humano como efecto de una degeneración, reverte la
concepción de una originaria condición paradisiaca y de la sucesiva caída por
un acto de desobediencia o de rebeldía. Por lo contrario, utilizando dicha
“esencial” Penía en sentido positivo, concibe su ser como algo inacabado y
que hay que formar a través una ininterrumpida actividad intelectual y técnica.
Tratándose de un proceso ad infinitum, no se indica un momento terminal sino
una constante tensión para llegar a Dios, imitando su actividad creadora. Es
así que el ser humano, por medio de la mano como del intelecto, o sea la
técnica y el logos, encuentra soluciones prácticas y teóricas para afirmar su
presencia en el mundo12.
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Véase Luciano Arcella, “la ragione dei ‘visionari’. Importanza relativa del dato storico nella cultura
rinascimentale”, Praxis Filosófica, Nueva Serie, No. 33, julio-diciembre 2011: 153-170.
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