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NEUROCIENCIA Y CONCEPTO:

La tarea de la Neurociencia es aportar explicaciones de la conducta en


términos de actividades del encéfalo, explicar cómo actúan millones de células
nerviosas para producir la conducta y cómo estas células están influidas por el
medio ambiente

La sociedad demanda a la educación una transformación profunda: ya no basta con


cambiar planes de estudio, ya no basta con mudar lo aparente, ya no sirve quedarse
con las discusiones estériles de los nuevos sofistas. La educación debe aportar
nuevas soluciones que exigen los nuevos marcos referenciales.

Afirma Eric Kandel (2000, 3-7) que la tarea de la Neurociencia es aportar explicaciones
de la conducta en términos de actividades del encéfalo, explicar cómo actúan millones
de células nerviosas para producir la conducta y cómo estas células están influídas por
el medio ambiente. Considera que su propósito principal es entender cómo el encéfalo
produce la marcada individualidad de la acción humana.

Esta ciencia se nutre de cinco grandes disciplinas: la Anatomía, la Embriología, la


Fisiología, la Farmacología y la Psicología. Debemos agregar dos grandes campos de
plena vigencia actual: la Biología molecular y la Genética. En 1985 Wolf Singer la
define ya como una ciencia que integra el conocimiento de todas estas áreas.

Esta multiplicidad de raíces explica la diversidad de enfoques con que se aborda la


neurociencia y el reto que constituye darle un cuerpo disciplinar unificado y abarcador.

Esta realidad también explica las diferencias que encontramos en la formulación de su


objeto como ciencia. Sin embargo esta diversidad no implica contradicción sino
riqueza de aportes que, como un gigantesco patchwork, van constituyendo sector a
sector, una interpretación cada vez más profunda y comprensiva de la estructura
funcional más compleja de la creación: el cerebro humano.

CAMBIOS ANCESTRALES

Para la mitología griega, Asclepio era el dios de la medicina, para los romanos,
Esculapio. Hijo de Apolo y Corónide, hermosa joven tesalonicense que la leyenda
marcó para siempre por infiel a su bello y arrogante dios. Disgustado y sin más, Apolo
la mató, rescató a su pequeño hijo de las entrañas maternas, y lo entregó al centauro
Quirón, famoso maestro de muchas andanzas.

Asclepio se convirtió en un gran físico y aprendió de su maestro cuadrúpedo todo lo


que se sabía de medicina en esos tiempos míticos.

Sin embargo, el pobre huérfano cometió un imperdonable pecado, curar a quienes los
dioses condenaban, y su abuelo Zeus, lo abatió de un rayo.
Los enfermos, a partir de entonces visitaban templos construidos para recordarlo, pero
con la originalidad de que este dios se les aparecía en sueños y prescribía sus
recetas, así es que esperaban su presencia en templos organizados por sacerdotes
que colocaban camas para atender estos encuentros. Allí se llevaba a cabo el “sueño
terapéutico” o “incubación”.

Asclepio tuvo numerosas hijas, entre las cuales sobresalían Higía (“Salud”), Yaso
(“médico”), y Panacea (“remedio contra todos los males”).

Lo recordaban como un anciano con un caduceo, bastón alrededor del cual aparecían
dos serpientes enroscadas, símbolo hasta nuestros tiempos de la medicina.

La serpiente, además, por su veneno y por su eterna regeneración al mudar la piel,


representa en casi todas las culturas el misterio de la vida y la muerte.

En la Antigua Grecia, la mitología y la poesía construyeron una de las sociedades más


reflexivas de la historia. La mitología brindaba explicaciones sobre muchos misterios
de la vida humana que hasta entonces la ciencia no había develado. La poesía
brindaba símbolos gestados en la imaginación del pueblo. Se daba entonces en esta
sociedad una mezcla armoniosa de emoción, odios y pasiones, encarnada por míticos
personajes, junto a una organización modelo de civilización, la polis, que premió el
trabajo de los filósofos y exaltó como virtud el amor a la sabiduría.

Para los griegos el tiempo era circular, por lo cual todo retornaba y conocer la historia
les permitía anticipar los hechos, de allí que concurrían muy seguido a los oráculos
para que les adelantara el curso de los hechos. El famoso Oráculo de Delfos (“el
ombligo del mundo”) también se asocia a Pitón, la serpiente que mata Apolo y entierra
en ese centro para que vaticine a los mortales su suerte.

Ese oráculo, también estaba dedicado a Temis, la Justicia, para indicar que era ella la
que debía estar instalada en el centro del mundo. Delfos tenía grabado en su frente
NOSCE TE IPSUM, (conócete a ti mismo), compendio de la sabiduría de un pueblo
que se proyecta en la historia de la humanidad y hoy recoge la neurociencia para tratar
de cumplir el sabio proverbio.

En el camino hacia el Oráculo los viajeros encontraban la estatua de un dios menor,


cuyo rostro hoy no se conoce, el dios Kayrós, el “dios de las Oportunidades”, “dios del
tiempo justo” que recordaba a los viajeros que todo lo que se les anunciaba ocurriría
en el tiempo justo, siempre y cuando adoptaran las decisiones adecuadas y oportunas.

Hoy la educación está enfrentando su kairós, es su oportunidad de anticiparse a las


necesidades de las nuevas generaciones incorporando los nuevos conocimientos que
provienen de la neurociencia para permitir que una adecuada individualización de las
necesidades de los alumnos ayude a desarrollar capacidades y prevenir dolorosas
distorsiones de la personalidad.

Vivimos una sociedad en que la única certeza es el cambio. Afirma Tom Peters (1989,
78): “los cambios establecen la volatilidad como norma”.
Y este cambio vertiginoso exige que los sistemas educativos evolucionen rápida y
permanentemente para que, a través de la formación del ser humano, las sociedades
encuentren las respuestas a los desafíos que se presentan. La crisis podrá ser
enfrentada solamente si se procura una mentalidad flexible que reduzca la resistencia
al cambio.

Es la primera vez en la historia que sucede este hecho antropológico de


consecuencias impensadas: desde que el hombre abandona la caverna, el
conocimiento que permitía la subsistencia de la especie, las tradiciones que se
transformaban en conocimiento ancestral, permanecían como tesoro tribal depositado
en las manos de los ancianos. Los mayores eran los encargados de ir iniciando a las
generaciones nuevas para enfrentar su lucha por la supervivencia: desde las lecciones
de caza y pesca, pasando por los secretos del cultivo, hasta no hace mucho tiempo,
para aconsejar al joven una carrera que, a lo largo de su vida le permitiría, el sólo título
enmarcado, mantener un status social del cual con poco esfuerzo, se podía sustentar
una familia.

Hace apenas unas cuántas décadas, los sistemas educativos enseñaban las
destrezas que podían usar en el trabajo a través de toda la vida de un individuo. Hoy
día miles de personas realizan trabajos que ni siquiera existían cuando nacieron.
Seymour Papert (Papert, S.:1995, 34) afirma que la destreza más importante que
determina el patrón de vida de una persona es la habilidad de aprender nuevas
destrezas, de apropiarse de nuevos conceptos, de abordar nuevas situaciones, en fin:
de lidiar con lo inesperado.

Es necesario, entonces, lograr la movilización de los sistemas educativos y la sociedad


en general, de manera que puedan desarrollar en los individuos y la sociedad las
habilidades competitivas indispensables en el momento actual.

PARADIGMAS Y EDUCACIÓN.

La mente funciona sobre la base de patrones (si yo siguiera escribiendo en mapuche,


probablemente pocos me comprenderían ya que sólo se habla en el sur americano) y
el lenguaje es un patrón. Piaget habla de esquemas. Así, cuando aprendemos algo
nuevo lo asimilamos a un patrón de pensamiento que ya poseemos, a un esquema
previo; si no existe tal patrón esa realidad nos permanece oscura e incomprensible.
Estos patrones mentales son nuestros paradigmas. Cuando ocurre un cambio de
paradigmas como el que hoy embarca a la humanidad, debemos modificar nuestros
patrones cognitivos para poder asimilar los nuevos conocimientos. Y nuestros jóvenes
han nacido y desarrollado sus potencias cognitivas en este nuevo paradigma que nace
de la mano de las nuevas tecnologías. Y cuando cambian los paradigmas todo vuelve
a cero, al punto de partida.

El caos que observamos a nuestro alrededor no es más que "Un patrón de


comportamiento que no reconocemos", producto de "cambios evolutivos a velocidad
revolucionaria". Y no los reconocemos, fundamentalmente, porque la estructura
simbólica de nuestros viejos mapas ya no nos permite explicarnos el mundo real. Los
medios de comunicación y la creciente conectividad entre personas de diferentes
culturas está produciendo una revolución que nos conduce a una "Sociedad hiper-
simbólica" (Toffler, A.:1998) en que los símbolos mismos son objeto de las
transacciones económicas. Nuevos símbolos que hay que producir, promocionar,
distribuir y consumir y que exigen un lenguaje y comportamientos distintos a los
tradicionales.

En el campo de la ciencia, Kuhn (1978), usa el término paradigma en dos sentidos


diferentes. En sentido sociológico significa la constelación de creencias, valores,
técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada. En sentido
filosófico denota una especie de elemento de tal constelación, las concretas
soluciones de problemas que, empleadas como modelos o ejemplos, pueden
reemplazar reglas explícitas como base de solución de los restantes problemas de la
ciencia, que él denomina, normal. En este caso se trataría de los paradigmas como
ejemplares logros del pasado; por lo tanto, para este científico, "un paradigma es lo
que comparten los miembros de una comunidad científica y, a la inversa, una
comunidad científica consiste en unas personas que comparten un paradigma".

Así "los patrones de pensamiento o paradigmas empleados en distintas épocas para


analizar y resolver los problemas, han sido útiles porque han permitido establecer
límites entre lo que es importante y lo que no lo es. Sin embargo, también se sabe, los
paradigmas cambian cuando el modelo dominante pierde su capacidad para resolver
problemas y para generar una visión positiva del futuro".

Concebimos como paradigma a los supuestos fundamentales o patrones ideales que


explican cómo funcionan las cosas dentro de una disciplina o realidad determinada y
en que medida sirven para reinventar la manera de hacer las cosas.

De allí que la demanda que hoy la sociedad le hace a la educación es un grito


desesperado de transformación profunda: ya no basta con cambiar planes de estudio,
ya no basta con mudar lo aparente, ya no sirve quedarse con las discusiones estériles
de los nuevos sofistas. Hoy la educación debe acompañar a la humanidad para
permitirle asimilar este cambio de paradigmas que enfrenta, que es ineludible, que es
impostergable.

Debemos abrir las paredes de las aulas y dejar entrar la luz del nuevo conocimiento,
debemos conectar los espíritus infantiles con la solidaridad de los nuevos, siempre
eternos, valores. Debemos aportar las nuevas soluciones que exigen estos nuevos
marcos referenciales.

Beatriz Pizarro de Zulliger

Fuente:

http://neuropedagogia.blogspot.com/

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