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Principales Masacres en Los Ultimos 80 Años en Colombia
Principales Masacres en Los Ultimos 80 Años en Colombia
Ningún siglo como el XX generó tantos cambios y vicisitudes en la vida colombiana. Fue el siglo
contradictorio de la paz y de la violencia. Se inició con las promesas de bienaventuranza pactadas
en 1902 a bordo del vapor Wisconsin, que pusieron fin a la guerra de los Mil Días, y terminó con la
oleada de violencia generada por la caótica mezcla de subversión, paramilitarismo y narcotráfico.
Tras defender hasta bien entrada la noche al teniente Jesús María Cortés en los tribunales, Gaitán
reposó y luego salió al mediodía del viernes 9, en compañía de varios amigos desde el Edificio
Agustín Nieto (su sitio de trabajo) para almorzar en el Hotel Continental y a la espera de varias
reuniones que tendría ese día. Un hombre, Juan Roa Sierra, lo esperaba en la entrada del edificio y
disparó en su contra con un revólver, causándole heridas mortales.
Gaitán fue llevado a la Clínica Central, donde murió cerca de las 2:05 de la tarde. El asesinato
provocó una violenta reacción popular y represión gubernamental conocida como El Bogotazo que
destruyó 1425 edificaciones del centro de Bogotá.
El lunes 22 de mayo el coronel Bayron José Carvajal Osorio, comandante del Batallón de Alta
Montaña, ya tenía una celada entre sus planes. Aunque parecía una misión militar, los mensajes
de texto que envió con su celular le indican a la Fiscalía que el oficial lo que en realidad estaba
planeando era una masacre. "Retire emboscada. La gente a los sitios reconocidos y que duerman.
Todo quedó para esta noche. Pendientes, el cupo viene con el pollo para que salgan a reclamarlo".
Envió el mensaje a las 10 y 40 de la mañana a uno de los oficiales bajo su mando. Cinco horas
después, a las 3 y 24, le envió otro mensaje de texto al teniente Harrison Castro, quien se
encontraba con cuatro suboficiales y 23 soldados profesionales: "Llámeme urgente. Llámeme
urgente". Tres horas más tarde, una comisión antidrogas de 10 investigadores de la Dijín y un
informante fueron atacados por Castro y sus hombres cuando llegaron a la vereda Potrerito en
Jamundí, Valle.
La balacera duró 20 minutos. En medio de las ráfagas y las explosiones de granadas, el mayor de la
Policía Elkin Molina, comandante de la comisión, alcanzó a pedir ayuda a través del avantel. Dos
patrullas de Jamundí salieron en su ayuda, pero también fueron atacadas. Cuando lograron llegar
al sitio, ya la escena era dantesca. Todos estaban muertos. Mientras los policías lloraban a sus
compañeros, el sargento del Ejército Jaime Humberto Montenegro recibía un mensaje en su
celular. "Marica, la orden era que usted tapara la vía".
En el departamento de Putumayo (sur del país) ocurrieron varias masacres entre los años ochenta
y noventa, especialmente. La última de ellas tuvo lugar el 29 de julio de 2005, siendo asesinados al
menos 29 campesinos del área rural del municipio de San Miguel, de las veredas San Carlos, la
Balastrera, El Sábalo, la Cristalina y Puerto Colón. Igualmente se denunció la desaparición de 13
familias de otras veredas vecinas, como la Cabaña y Tres Islas.
La masacre de estas personas por parte de los paramilitares según informaron los pobladores del
lugar, llevó varios días y se inició el 23 de julio, cuando asesinaron a siete personas que viajaban en
una canoa, en el sitio conocido como La Balastrera.
Los paramilitares los bajaron de la lancha y los asesinaron en el lugar, solo se pudieron recuperar
tres cuerpos, dos colombianos, Germán Obando Recalde y Julián Eduardo Canticus y un
ecuatoriano aún no identificado. El señor Canticus era una persona muy conocida de San Miguel,
poblado fronterizo con Ecuador. El 27 de julio siguieron a la Vereda El Sábalo, ubicada a 40
minutos del casco urbano de la Dorada o San Miguel, allí asesinaron a dos personas. Cuando los
paramilitares llegaron a esta vereda traían amarradas a seis personas, cuatro de las cuales fueron
encontradas después asesinadas en el camino. No se conoce aún su identificación.
El 19 de abril de 2005 hacia las 2:00 de la tarde, un hombre que se transportaba en una
motocicleta recorrió los Barrios Punta del Este, Santa Cruz y Palo Seco, pertenecientes al lugar
conocido como Comuna 5, en el puerto de Buenaventura. Reunió a 24 jóvenes de estos barrios,
supuestamente para ir a jugar un partido de fútbol en Puerto Dagua por el cual les iban a pagar
200 mil pesos (aproximadamente 92 dólares) al equipo que ganara.
El 21 de abril, fueron encontrados los cuerpos de 12 de estos jóvenes, quienes habían sido
violentamente masacrados. Según las informaciones, los cuerpos presentaban claras huellas de
tortura, estaban amordazados, algunos fueron rociados con ácido, a algunos les sacaron los ojos y
les dieron un tiro de gracia. Según las informaciones los cadáveres fueron encontrados en la
Comuna 12, Barrio el Triunfo, Vereda las Vegas, que está localizada a 5 kilómetros del aeropuerto
de Buenaventura, el cual permanece vigilado por miembros de la Infantería de Marina del Ejército
Nacional. Según las denuncias, los otros 12 jóvenes que fueron reunidos y llevados supuestamente
para jugar al fútbol, hasta la fecha permanecen desaparecidos.
21 de febrero de 2005, ocho personas de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, fueron
torturadas, asesinadas, descuartizadas y posteriormente enterradas en fosas comunes. Por estos
hechos han sido judicializados miembros del Ejército Nacional -Brigada XVII-, quienes al parecer
habrían actuado en conjunto con un grupo de paramilitares del frente "Heroes de Tolova" al
mando del paramilitar alias "Don Berna".
El proceso ya paso a juicio a 11 militares, tienen los testimonios de varios paramilitares, algunos
militares vienen declarando la barbarie de los hechos.
Primero asesinaron a Luis Eduardo Guerra, reconocido líder de la Comunidad de Paz; a su hijo
Deyner Andrés Guerra, de 11 años, y a Beyaniera Areiza. Después de matarlos con machetes,
dejaron sus cuerpos tirados en la montaña. Después mataron a Alfonso Bolívar Tuberquia; a sus
hijos Natalia (de 5 años) y Santiago (de 2 años); a su esposa, Sandra Milena Muñoz, y a un
trabajador de la finca llamado Alejandro Pérez. Los cuatro primero murieron también a machete.
Los niños, según reza la necropsia, "por degüello con arma blanca".
El 5 de agosto de 2004, en la vereda Caño Seco, del municipio de Saravena, Arauca, tres
reconocidos dirigentes sociales fueron asesinados y presentados a la opinión pública como
delincuentes. Cuatro años más tarde en 2008, la Procuraduría General de la Nación encontró
culpables por este múltiple homidio a varios militares del Ejército, producto de la operación
Tormenta.
Son unos malditos que nos obligaron a salir huyendo de nuestras tierras, allí no ha quedado nadie.
Tuvimos que dejar nuestras cosas, la ropa, sólo sacamos lo que llevábamos", expresó una víctima a
un medio en su momento.
Una denuncia anónima del 3 de mayo, firmada por "Indígenas Wayúu Alta Guajira", dio cuenta de
un asalto de escuadrones de la muerte, el 18 de abril del 2004, contra la aldea de Bahía Portete
(norte de Colombia), de 580 indígenas, en el que se cometieron torturas y desaparición de niños,
violación de adolescentes, asesinato de mujeres y hombres y desmembramiento de los cuerpos de
las víctimas.
El 15 de abril, tres días antes de la masacre, las autoridades wayúu solicitaron al Estado (Sistema
de Alertas Tempranas de la Defensoría, Vicepresidencia de la República, Ejército Nacional) el envío
de fuerzas a Bahia Portete para proteger su vida. No hubo respuesta alguna.
Aproximadamente a las seis de la mañana, se iniciaron los combates en Vigía del Fuerte entre los
paramilitares y la guerrilla, concentrándose posteriormente en Bellavista. Por ese motivo, los
habitantes comenzaron a refugiarse en la Iglesia, en la casa cural y en la casa de las Misioneras
Agustinas.
Durante los enfrentamientos, que continuaron todo el día y parte de la noche, la población
albergada en los refugios ascendió a un número aproximado de 500 personas. Al día siguiente se
reiniciaron los combates temprano. Las FARC-EP mantenían su posición en el Barrio Pueblo Nuevo,
en la periferia norte del casco urbano. Los paramilitares continuaban ubicados alrededor del área
central de Bellavista, protegiéndose entre los edificios y, particularmente, en el anillo de cemento
situado frente a la Iglesia, a la casa cural y a la casa de las Misioneras. Otro grupo paramilitar se
encontraba en el patio que separa el colegio, la escuela y la Iglesia.
Una de las pipetas lanzadas por la guerrilla estalló al atravesar el techo de la iglesia e impactar en
el altar de la Iglesia. La explosión causó entre 74 y 119 muertos y alrededor 98 heridos, un
porcentaje significativo de ellos menores de edad y todos ellos civiles no combatientes. Como
consecuencia los supervivientes de la masacre escaparon del recinto para internarse en el área
rural unos o atravesando el fuego cruzado con banderas blancas y reivindicando su condición de
población civil otros, guiados por los sacerdotes. De esa manera lograron acercarse a las
embarcaciones, cruzar el río y arribar a Vigía del Fuerte.
La masacre del Naya, ocurrida durante el mes de abril de 2001 se inscribe en la lista de actos de
mayor barbarie en la reciente historia del departamento del Cauca.
Durante varios días consecutivos, siendo los más cruentos "miércoles y jueves santo" 11 y 12 de
abril, alrededor de 500 hombres pertenecientes a las tropas paramilitares del Frente Calima de las
Autodefensas Unidas de Colomba (AUC) en complicidad -al parecer- con soldados de la Tercera
Brigada del Batallón Pichincha con sede en Cali incursionaron en las veredas de Patio Bonito, El
Ceral, La Silvia, La Mina, El Playón, Alto Seco, Palo Grande y Río Mina, violentando y aniquilando a
innumerables habitantes de la región argumentando nexos de la población campesina con grupos
guerrilleros, informaron en su momento los pobladores de la zona.
Las cifras exactas de cuántas personas fueron asesinadas nunca se conocieron, pero se considera
que hubo más de 200 habitantes nayenses muriertos, siendo sometidos antes a brutales torturas,
mientras que otros tantos se vieron obligados a desplazarse huyendo del terrorismo de estado.
Según varias versiones, la masacre se produjo por represalia por los secuestros cometidos en la
iglesia La María y en el km. 18 de la vía Cali-Buenaventura por el grupo guerrillero Ejército de
Liberación Nacional (ELN). A pesar de las advertencias presentadas oportunamente por las
comunidades ante el gobierno nacional, las fuerzas armadas del Estado no hicieron nada por
impedir tan anunciada masacre.
Entre el 15 de febrero y el 19 del año 2000, los campesinos de varios corregimientos y caseríos en
Córdoba y Sucre fueron víctimas de la sevicia y crueldad de los paramilitares en asocio con la
fuerza pública. Solo fueron posibles dos papeles. O ser testigos forzados, testimoniar la danza de la
muerte o ser las víctimas tomadas al azar.
Uno o a uno de los elegidos en esa muerte indigna, al frente de la iglesia uno tras uno, hasta
completar casi 49 personas sometidas al asesinato, al trato cruel, a la tortura, al escarnio. A la
mayoría de las víctimas las degollaron, a otras las ahorcaron o fueron muertas a golpes, algunas
mujeres fueron sometidas a violencia sexual, a una de ellas la obligaron a comer cactus.
Música de acordeón, vallenatos se escucharon durante la orgía criminal de tipo paramilitar, ellos
animaron la danza de la muerte, mientras sobrevolaban helicópteros de las Fuerzas Militares y
ametrallaron en los alrededores del corregimiento. Las tropas del Batallón de Fusileros de
Infantería de Marina nunca llegaron a pesar que conocieron los retenes de tipo paramilitar.
El día 2 de junio de 1999, el batallón Héroes de Saraguro instaló una base militar permanente en
La Gabarra, según se señala en los comunicados de la V Brigada: "para proteger a la población civil
de la amenaza paramilitar". Coincidencialmente por esos días las AUC también montaron una base
y un retén permanente en el caserío Vetas de Oriente, el cual se localiza entre el casco urbano de
Tibú y el municipio de La Gabarra. En este lugar ejecutaron a varias personas en repetidas
ocasiones y desde allí salían bajo las ordenes del comandante 'Camilo' para las reuniones
sostenidas con comerciantes en La Gabarra, bajo el amparo de la fuerza pública, como también
bajo su amparo fue que el 17 de julio, en la noche, los paras pudieron asesinar en el
establecimiento "El Morichal", a pocos metros de la estación de Policía, a siete personas en el
casco urbano de Tibú, y llevarse a otras 15, de las que aparecieron los cadáveres solamente de
seis.
Entre el 29 de mayo y el 27 de agosto de 1999 (menos de tres meses), se tiene relación del
asesinato de 81 civiles por parte de los paramilitares tanto en el casco urbano de La Gabarra,
como en su perímetro rural. Lo anterior consta en el proceso que se cursa en la Fiscalía 2ª de la
Unidad Nacional de Derechos Humanos contra el ex comandante del Batallón de Contraguerrilla
No. 46 capitán Luis Fernando Campuzano Vásquez, de quien se dice (según consta en el sumario)
que para la fecha de las masacres "tenía un vínculo de amistad con las Autodefensas Unidas de
Colombia (paramilitares)".
El terror se hizo mayor en la región el 21 de agosto del 99, a las 8:20 pm, cuando cerca de 150
paramilitares entraron al perímetro urbano de La Gabarra y permanecieron durante una hora y 20
minutos, tiempo en el que asesinaron a 27 personas, hirieron a 10 más y produjeron el
desplazamiento de más de 50 familias.
El 16 de mayo de 1998 hacia las 8:30 de la noche, varios vehículos llegaron a Barrancabermeja,
transportando entre 30 y 50 hombres que en su poder tenían metralletas, pistolas, machetes y
cuchillos. Iniciaron en la Tora el recorrido de la ciudad dedicándose a recoger a sus víctimas, no sin
antes maltratarlas y agredirlas. Pararon en una cancha de futbol en donde se realizaba un bazar,
allí habían más de cien personas que fueron cercadas por los paramilitares, luego fueron
golpeadas, otras apuñaladas y pateadas, no bastándoles, escogieron algunas que fueron subidas a
los camiones.
Continuaron su ronda, pasando por bares, billares, calles de los barrios, dispararon contra
aquellos que huían tratando de salvaguardar su vida, asesinaron a varios frente a sus casas,
delante de la gente que se encontraba en los lugares que visitaron, toda Barranca se entero,
menos la fuerza pública del lugar que tenía sus bases militares, puestos de policía como sus
retenes, colindando con cada lugar, viéndoles pasar, pero, nunca hizo presencia.
Antes del mes de octubre de 1997 el corregimiento de El Aro era un pueblo en el cual vivían más o
menos setecientas u ochocientas personas. La presencia paramilitar en dicho corregimiento
comenzó a partir del año 1996. El 25 de octubre de 1997 llegaron a El Aro unas "tropas de
paramilitares" y formaron una balacera a la entrada del caserío. Entre éstos se encontraba un
miembro del Ejército conocido como "Rambo". El grupo armado estaba vestido con uniformes de
soldados, con ropa verde oscura. Algunos de ellos tenían una prenda militar en la camisa que decía
"Ejército Nacional, Batallón Girardot".
El testigo fue obligado a traer equipo de una finca cercana denominada "el Paraíso" y a descargar
unas mulas que llevaban otros equipajes y personas que el grupo había matado en su camino. Esa
noche el referido grupo armado violó a tres o cuatros mujeres. Al día siguiente se les permitió
enterrar los cadáveres de los pobladores que habían sido ejecutados hasta ese momento. El Aro
quedó todo destruido. En el pueblo existían entre "noventa o cien casas".
El grupo armado robó las pertenencias de las casas de los pobladores de El Aro y una gran
cantidad de ganado. La gente fue obligada a arrear su propio ganado. Solicitaron ayuda de una
tropa del Ejército que se encontraba en "El Socorro" para que decomisara el ganado robado. Los
oficiales del Ejército les contestaron que ese ganado "ya estaba decomisado" y que se fueran
tranquilos para Puerto Valdivia, donde había como "ochocientos" desplazados. Una noche el
Ejército hizo un tiroteo, por lo cual todo la gente se encerró en sus casas. En ese momento
pasaron el ganado rumbo a otra población. El testigo perdió el ganado, la casa, su trabajo y todas
sus pertenencias.
Al amanecer del 15 de julio de 1997, más de 100 hombres armados rodearon Mapiripán por vía
terrestre y fluvial, previo a ello reunieron a los habitantes del poblado de Charras y amenazaron de
muerte a aquellos que pagaban impuestos a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC). Los hombres que conformaban el grupo paramilitar, vestían prendas de uso privativo de
las Fuerzas Militares, portaban armas de corto y largo alcance, cuyo uso era monopolio del Estado,
y utilizaban radios de alta frecuencia.
Al llegar a Mapiripán, los paramilitares tomaron control del pueblo, de las comunicaciones y de las
oficinas públicas y procedieron a intimidar a sus habitantes, a secuestrar y a producir la muerte de
otros. Los testimonios de los sobrevivientes indican que el 15 de julio de 1997, los miembros de
esos grupos irregulares separaron a 27 personas relacionadas en una lista como presuntos
auxiliadores, colaboradores o simpatizantes de las FARC y que estas personas fueron torturadas y
descuartizadas.
Días antes, por toda la ciudad se repartieron panfletos amenazantes contra líderes sociales y
dirigentes políticos, muchos de ellos pertenecientes a la Unión Patriótica (UP), anunciando esta
masacre y firmando como "Muerte a Revolucionarios del Nordeste", un grupo paramilitar liderado
por Fidel Castaño, sin que las autoridades ni siquiera, intentarán prevenir esta acción criminal.
En medio del desconcierto y dolor las calles de Segovia fueron cubiertas de sangre, dolor e
impunidad. En su momento, el Gobernador de Antioquia, califico esta barbarie como "la más
vergonzosa manifestación de violencia".
Existen dos hechos, que aunque distanciados en el tiempo y perpetrados en lugares diferentes
tienen conexidad. El primero ocurrió en Cimitarra y Puerto Boyacá en octubre de 1987; el
segundo, se registró un par de años después en la La Rochela de Simacota en enero de 1989. Estos
hechos han sido relacionados por estar ligados a las dinámicas de las acciones paramilitares en los
departamentos de Santander y Norte de Santander.
La masacre de Trujillo no fue una masacre perpetrada en un solo día. Está conformada por una
cadena de crímenes (cerca de 300) que fue perceptible, en cuanto acción sistemática, desde 1988,
aunque ya los primeros casos aparecen desde 1986; que tuvo un clímax de horror entre el 29 de
marzo y el 23 de abril de 1990, con un cierto epílogo abierto el 5 de mayo de 1991, cuando fue
desaparecido y luego descuartizado el principal testigo; continuando luego hasta septiembre de
1994 cuando el gobierno aceptó en Washington la constitución de la Comisión de Investigación.
En ese momento fue perceptible un receso entre 1995 y 1998, volviéndose a intensificar
progresivamente, “in crescendo”, sobre todo en el gobierno del presidente Álvaro Uribe, en el
contexto de dominio progresivo del paramilitarismo en todo el país. No solo afectó regiones
rurales de Trujillo sino también de los dos municipios vecinos, Riofrío y Bolívar (Valle del Cauca).
El uso de haciendas privadas, vehículos privados u oficiales con placas intercambiadas, capuchas y
pasamontañas, permitía al grupo mixto de civiles y militares burlar todos los controles que las
leyes tienen diseñados para establecer responsabilidades cuando se sobrepasen los límites
represivos permitidos. Las grandes sumas de dinero con que los narcotraficantes remuneraban a
todos los ejecutores de este modelo represivo le daban mayor fuerza e incentivo al accionar
sanguinario de esta estructura paramilitar, que comenzó a multiplicar sus víctimas de manera
impactante. El espectáculo cotidiano de cadáveres mutilados arrastrados por las aguas del río
Cauca, impresionó a la nación y al mundo pero no a las autoridades judiciales ni administrativas,
las cuales guardaron un silencio absoluto mientras en la población de la zona se difundía la
consigna según la cual “el que abra la boca flotará al día siguiente en las aguas del río Cauca”. El 17
de abril de 1990 el Padre Tiberio Fernández Mafla, Párroco de Trujillo, fue desaparecido cuando se
desplazaba de Tulúa a Trujillo en compañía de otras 3 personas, y el 23 de abril su cuerpo mutilado
fue hallado en las aguas del Cauca, cerca del municipio de Roldanillo, mientras sus 3
acompañantes permanecen desparecidos.
El 7 de noviembre de 1985 a las 2:30 p.m. terminó la toma a sangre y fuego del Palacio de Justicia
por parte de las Fuerzas Militares, luego que un comando de 35 guerrilleros del Movimiento 19 de
Abril (M-19), asaltara la sede de justicia en lo que denominó la "Operación Antonio Nariño por los
Derechos del Hombre", con la pretención de realizar un juicio político al entonces Presidente de la
República, Belisario Betancur por el fracaso del proceso de negociación con ese grupo insurgente.
A esas horas de la tarde salieron del Palacio de Justicia, los últimos sobrevivientes, todos eran
llevados a la Casa del Florero, conocido por los colombianos, por la historia de independencia.
Durante esos dos días ese lugar fue el espacio de los interrogatorios, allí fueron llevados varios de
los desaparecidos de la cafetería del Palacio de Justicia según la investigación de la Fiscalía. Luego
fueron trasladados a las guarniciones militares y de allí, solo los responsables de la operación
militar institucional saben de su paradero indican las investigaciones judiciales.
Algunos fueron llevados al Cantón Norte, otros al Batallón Guardia Presidencial. Se cree que
algunos después de las torturas fueron asesinados, llevados de nuevo al Palacio de Justicia y
colocados entre los restos de personas calcinadas, a otros los enterraron junto con los restos de
las víctimas de la erupción del volcán nevado del Ruiz, han manifestado algunos familiares de las
víctimas.
En la Casa Museo del Florero, el Comandante de la XIII Brigada y el B-2 de esa unidad militar
instaló su Cuartel General. El Teniente Coronel Edilberto Sánchez Rubiano, jefe del B-2, coordinó
parte de los operativos. El Capitán Miguel Ángel Cárdenas Obando de la Sección 2 de la XIII
Brigada; el Mayor Vélez del F-2 de Bogotá; y los Mayores Guillermo León Vallejo y Carlos Fracica
Naranjo de la Escuela de Artillería, fueron coordinados por el militar Sánchez. El Comandante de la
Escuela de Artillería, Teniente Coronel Luis Alfonso Plazas Vega, fue el coordinador de los
operativos de ingreso al Palacio con Tanques Uruburu y Cascabel, con los que rodearon el Palacio
de Justicia, lo raquetearon y produjeron el incendio.
La toma de la guerrilla del M-19 en el centro de Bogotá se inicio a las 11:30 a.m. del 6 de
noviembre, pocos minutos después se inició el ataque policial y de las Fuerzas Militares. Fueron 28
horas de terror a la acción de la guerrilla. No se tuvieron en cuenta los derechos humanos, el
derecho humanitario o el derecho de gentes.
En manos del Ministro de Defensa, General Miguel PalacioJusticia2Vega Uribe, del Jefe del Estado
Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares, Mayor General Rafael Samudio Molina, y del
Comandante de la XIII Brigada del Ejército, quedó el manejo de la toma y la salvaguarda de los
rehenes del M-19. El Presidente. Belisario Bentancur expresó que él asumía toda la
responsabilidad.
En la radio quedaron grabadas las voces desesperadas suplicando se suspendiera el fuego militar y
se permitiera la salida de los rehenes. El presidente de la Corte, Alfonso Reyes Echandía, así lo
expresó reiteradasmente a través de Radio Todelar. Los medios de comunicación comenzaron a
transmitir las voces desesperadas de magistrados pidiendo al gobierno salvar sus vidas. La
respuesta oficial de la entonces ministra de Comunicaciones, Nohemi Sanian, fue autorizar
rapidamente la transmisión de un partido de futbol de Millonarios y Magdalena. Las ordenes de
los oficiales del ejército encargados de la recuperación de la Palacio de Justicia fueran grabadas
por radioaficionados y más tarde junto con las imágenes de los medios de comunicación se
convertirían en piezas clave contra los militares implicados en esta acción militar y juzgados por
desaparición forzada.
El partido político La Unión Patriótica (UP) se constituyó el 28 de mayo de 1985, fruto de los
acuerdos de paz suscritos entre el gobierno de Belisario Betancur y el grupo insurgente Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP).
Este éxito electoral, rapidamente se tradujo en persecusión de sus líderes y simpatizantes. Desde
1986, años tras año se produjeron masacres, desapariciones, magnicidios y atentados contra los
líderes y miembros de base de este movimiento político. La persecución incluyó 230 asesinatos
entre 1985 y 1986, y otros 100 en 1987.
Ese mismo año, fueron asesinados el candidato presidencial de la UP, Jaime Pardo Leal, el senador
Pedro Luis Valencia y el también congresista, Octavio Vargas Cuellar. Años más tarde, fue
asesinado el segundo candidato presidencial de la UP, Bernardo Jaramillo Ossa.
Desde 1986 hasta el año 2000, se produjeron por lo menos 3.000 homicidios. Muchos de ellos
como resultado de más de 30 masacres; 120 desapariciones forzadas; atentados dinamiteros a
numerosas de sus sedes políticas; 50 sobrevivientes de atentados con algún grado de
discapacidad; centenares de desplazados; el conjunto de sus integrantes amenazados y decenas
de personas en el exilio.
2. PRINCIPALES MASACRES EN LOS ULTIMOS 80 AÑOS EN EL CAUCA
Lo mismo provocó el cultivo de caña en el norte del Cauca. El informe de Memoria Histórica señala
que el bloqueo estadounidense a las exportaciones de azúcar provenientes de Cuba, generó una
bonanza que hizo que comunidades enteras de afros e indígenas de los municipios de Santander,
Caloto, Corinto, Padilla, Miranda y Puerto Tejada fueran expulsados por hacendados. Cansados de
los abusos y de la concentración de la propiedad rural, en los años 70 los indígenas fundaron el
Consejo Regional Indígena el Cauca (Cric) y los campesinos la Federación Social Agraria (Fesagro).
Mientras las comunidades se organizaban para reclamar las tierras que consideraban suyas y en
las que habían sido obligados a trabajar primero como esclavos y luego bajo distintas formas de
servidumbre, en las zonas montañosas aparecían los primeros grupos guerrilleros. Las Farc
nacieron en el departamento cuando viejos combatientes agrarios del centro del país se
reagruparon en 1964 en Riochiquito, un área montañosa del Cauca, en la región de Tierradentro,
entre los municipios de Belalcázar e Inzá, donde fundaron el Bloque Sur. Para esa misma época, el
Ejército de Liberación Popular (Epl) comenzó a hacer presencia en el municipio de Corinto.
En los años 70, varios campesinos del corregimiento de Ortega, municipio de Cajibío, conformaron
un grupo de sino político contrario: crearon autodefensas para protegerse del ataque guerrillero.
Tras el asesinato de dos líderes de la comunidad a manos de las Farc, las Autodefensas
Campesinas de Ortega empuñaron las armas en 1977. Ese mismo año, el M-19 se concentró en el
norte del departamento, en la región de Tierradentro, donde dio entrenamiento a un grupo de
indígenas que conformaron lo que en 1984 se conoció como el Movimiento Armado Quintín Lame,
para defenderse de los ataques de los hacendados, militares, funcionarios del gobierno y de otros
grupos guerrilleros.
Durante dos décadas la violencia se recrudeció desde que los indígenas decidieron recuperar las
tierras a pulso, entrando a antiguas haciendas y enfrentándose durante los desalojos con la Fuerza
Pública. El gobierno lo reconoció en un informe que publicó la División de Asuntos Indígenas del
Ministerio de Gobierno, que registró 155 denuncias por hechos atribuidos en su mayoría a
terratenientes y agentes estatales entre 1972 y 1979.
La mayor parte de las denuncias están relacionadas con problemas de tierras, 68 casos, que
equivalen a 44 por ciento del total; le siguen 52 acciones represivas o abusos cometidos por
agentes estatales (34 por ciento); 16 denuncias contra instituciones gubernamentales (10 por
ciento) y 14 asesinatos (9 por ciento)”, señala Memoria Histórica. El 80 por ciento de los casos
ocurrieron en el nororiente, en Toribío, Caldono, Jambaló, Silvia, Totoró, Tierradentro y Coconuco.
En 1985, el Cric había denunciado la interferencia de las Farc en la vida de las comunidades y su
oposición a que esta guerrilla y el Ejército hicieran presencia en su territorio.
Estas disputas de los años anteriores hicieron que el Cauca convulsionara en los 90. El 16 de
diciembre de 1991 cuando el pueblo Nasa intentaba recuperar la hacienda El Nilo, en el municipio
de Caloto, 21 indígenas fueron masacrados. Las movilizaciones llevaron a que el gobierno firmara
con la comunidad el 23 de diciembre un acuerdo en el que se comprometía a comprarles durante
los siguientes tres años 15.600 hectáreas. En 1995 el gobierno reconoció ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos que la masacre ocurrió con la complicidad de miembros de
la Policía Nacional.
Según el Observatorio, tomando datos del Sistema Integrado de Monitorio de Cultivos Ilícitos
(Simci), en 2006 en el Cauca había 2.104 hectáreas de coca, siendo el noveno departamento más
afectado después de Nariño, Putumayo, Meta, Guaviare, Antioquia, Vichada, Caquetá y Bolívar.
Estos cultivos se concentraban en los municipios sobre la cordillera occidental como El Tambo, la
región sur, la bota y el Pacífico, mientras los de amapola se ubicaban sobre la cordillera central, en
Bolívar, Almaguer, La Vega, La Sierra, San Sebastián, Rosas, Sotará, Inzá y Páez.
Sin embargo, con el paso del tiempo la situación empeoró y los cultivos aumentaron más del triple
en algunos años. La Oficina de las Naciones Unidades contra la Droga y el Delito (UNODC)
documentó que en 2007 había 4.168 hectáreas sembradas con coca, 5.422 hectáreas en 2008,
6.597 hectáreas en 2009, 5.908 hectáreas en 2010, 6.066 hectáreas en 2011 y 4.325 hectáreas en
2012. Cauca finalizó 2012 en el cuarto puesto de departamentos con más hectáreas de cultivos de
coca, detrás de Nariño (10.733), Putumayo (6.148) y Norte de Santander (4.516).
Según lo han relatado varios desmovilizados ante la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, los
paramilitares llegaron en mayo de 2000 como un brazo de las Auc de los hermanos Carlos y
Vicente Castaño. Entraron por el Valle del Cauca y fueron propagándose por 21 de los 42
municipios. Los primeros 54 paramilitares provenían de Tulúa, Valle, y fueron el origen del Frente
Farallones del Bloque Calima, que con el paso del tiempo, se extendió desde el norte del Cauca
hasta llegar a los límites con el Nariño.
Este primer grupo sometió a su régimen a los pobladores de Jamundí (Valle) y Buenos Aires
(Cauca). Luego pasaron por los cascos urbanos de Santander de Quilichao y Puerto Tejada, donde
cometieron múltiples asesinatos. En 2001, el Frente Farallones se extendió a Popayán, la capital
del departamento. Lo mismo hizo en otros municipios del centro del Cauca, donde continuaron
con los asesinatos señalando a sus víctimas de ser presuntos integrantes de la guerrilla.
Sin embargo, su real interés era controlar integralmente el negocio del narcotráfico. En varias
confesiones ante la Fiscalía, desmovilizados del grupo contaron que al Cauca llegaron con el apoyo
de Francisco Javier Zuluaga alias ‘Gordolindo’, quien fue extraditado a Estados Unidos solicitado
por el distrito sur de la Florida y precisamente fue expulsado del proceso de Justicia y Paz en
septiembre de 2013 por no decir la verdad y ser narcotraficante.
La presencia del grupo paramilitar en el sur del departamento se extendió desde El Bordo hasta
Mercaderes y Florencia. En algunos sectores cometieron delitos en complicidad con el Bloque
Libertadores del Sur, que estuvo en Nariño y perteneció al Bloque Central Bolívar, cuyo jefe
máximo fue Carlos Mario Jiménez, alias 'Macaco'. Además del Frente Farallones del Calima, en
Cauca también hicieron presencia de forma temporal los frentes Pacífico y La Buitrera del Bloque
Calima.
En 2001, un grupo de 20 hombres a cargo de ‘El Cabo’ delinquió en la parte costera del
departamento, principalmente en Timbiquí, Guapi y López de Micay, hasta que la Fuerza Pública
les propinó varios golpes además de tener problemas con el Bloque Libertadores del Sur.
Entre los crímenes del Frente Farallones del Bloque Calima están las desapariciones forzadas que
cometieron en Santander de Quilichao donde arrojaron los cuerpos de sus víctimas al río Cauca,
los múltiples asesinatos contra presuntos pandilleros y drogadictos en Puerto Tejada y las decenas
de masacres que dejaron en el departamento. La más documentada fue la de El Naya, una región
limítrofe entre el Cauca y el Valle, donde alrededor de 120 paramilitares realizaron un recorrido de
muerte durante la Semana Santa de 2001, dejando 27 muertos y empujando por los menos a 3 mil
personas a abandonar sus tierras por el terror.
Uno de los grandes crímenes del Bloque Calima que hasta ahora no ha sido investigado en
profundidad por las autoridades fue la toma de El Carmen, vereda del municipio de Piendamó.
Ante fiscales de Justicia y Paz, víctimas de esa vereda denunciaron por primera vez que en marzo
de 2001, los paramilitares llegaron a esta apartada región y los utilizaron como escudo humano
para evitar que las Farc los asesinaran en una emboscada que les tendieron.
La guerrilla colombiana tuvo su origen luego de los graves hechos ocurridos durante el nueve de
abril de 1948, cuando fue asesinado el líder y caudillo del partido liberal, Jorge Eliécer Gaitán. Ese
hecho fue el detonante para que explotara abiertamente el odio partidista: unos en la oposición;
otros, los conservadores, aprovechando el poder para ejecutar las más crudas persecuciones. Ese
episodio, conocido en el país como la época de la violencia, originó que los campesinos liberales
armaran grupos de autodefensa en contra de las agresiones oficialistas.
Uno de esos fue liderado por pedro Antonio Marín, mejor conocido como Manuel Marulanda
Vélez, ´tirofijo´ y actual jefe máximo de las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia, farc. En
ese entonces su lucha tenía un norte: sobrevivir, y el camino de las armas era quizás el único que
le garantizaba mantener su vida y la de 50 compañeros más.
En esos tiempos, década del 50, no se hablaba de la expansión comunista, de la guerra fría, de la
cortina de hierro, y mucho menos de cuba o Fidel castro. El tema eran los partidos liberal y
conservador, y su guerra fraticida. Por tal razón se puede decir que la guerrilla colombiana se
originó por motivos políticos antes que sociales o económicos.
A medida que pasaba el tiempo los acuerdos de paz de los respectivos gobiernos con los
guerrilleros liberales dejaron de cumplirse, y las amnistías se convertían en una firma de defunción
ante los odios políticos y sectarios. Ante esta situación, Marulanda continuó en la clandestinidad.
En la década del sesenta y setenta su grupo guerrillero adquirió popularidad ante la avanzada
comunista en el caribe y ante un nuevo discurso denominado ´marxista´ que tenía como objetivo
la lucha de clases. Sin embargo, y desde la década del ochenta, sus objetivos se volvieron
económicos y de poder, gracias a su estrecha relación con el auge del narcotráfico. Por eso,
cuando la era Gorbachov provocó la caída del comunismo en la unión soviética, la situación de la
guerrilla no cambió, pues el poder del dinero no tiene colores ni filiaciones políticas.
Cuando los cilindros y tatucos (morteros de fabricación artesanal) empezaron a caer sobre el
pueblo, la gente corría en medio de estallidos y ráfagas de fusil. Al instante la noticia: un mortero
había explotado en la estación de Policía, matando a cuatro jóvenes patrulleros. Sucedió el pasado
lunes 6 de junio en el corregimiento de El Mango, en Argelia (Cauca), donde los frentes 8 y 49 de
las Farc operan.