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La Ley de La Mente
La Ley de La Mente
2. Lo que la ley es
11. La mayoría de los matemáticos que durante las dos últimas generaciones
han tratado el cálculo diferencial han sido de la opinión de que una cantidad
infinitesimal es una absurdidad; aunque, con frecuencia, con su habitual cautela,
añadían: "o, en todo caso, la concepción de un infinitesimal es tan difícil que
prácticamente no podemos razonar con confianza y seguridad sobre ella".
Consiguientemente, la doctrina de los límites se ha inventado para eludir la
dificultad, o, como algunos dicen, para explicar la significación de la palabra
"infinitesimal". De una forma u otra, esta doctrina es la que se enseña en todos
los libros de texto, aunque, en algunos de ellos, sólo como una perspectiva
alternativa de la cuestión; responde bastante bien a los propósitos del cálculo, si
bien, en esta aplicación, plantea sus dificultades.
12. La ilustración del tema mediante una notación estricta para la lógica de
relaciones me había mostrado, clara y evidentemente, que la idea de un
infinitesimal no implica contradicción alguna, antes, incluso, de estar yo
familiarizado con los escritos del doctor Georg Cantor (aun cuando muchos de
ellos habían aparecido ya en los Mathematische Annalen y en el Borchardt's
Journal, si bien, aún no, en las Acta Mathematica, todas ellas revistas
matemáticas de primera magnitud), en los que, con extraordinario genio y lógica
penetrante, se defendía la misma idea8.
13. La opinión dominante es la de que los números finitos son los únicos
sobre los que podemos razonar, al menos en cualquiera de los modos ordinarios
de razonar, o, como algunos autores dicen, son los únicos números sobre los que
se puede razonar matemáticamente. Pero, éste, es un prejuicio irracional. Mostré
hace ya tiempo9 que las colecciones finitas se distinguen de las infinitas sólo por
una circunstancia y sus consecuencias, a saber, que les es aplicable un modo
peculiar e inusual de razonar, llamado por su descubridor, De Morgan, el
"silogismo de la cantidad traspuesta"10.
14. Si una persona no sabe cómo razonar lógicamente, y, tengo que decir,
que una gran cantidad de matemáticos bastante buenos -y hasta distinguidos- se
encuentran en esta categoría, y, simplemente, se vale de una regla práctica al
extraer a ciegas inferencias, iguales a otras que han resultado bien, desde luego
incurrirá continuamente en error acerca de los números infinitos. La verdad es
que tales personas no razonan en absoluto. Pero para los pocos que razonan,
razonar sobre los números infinitos es más fácil que sobre los finitos, porque no
se requiere el complicado silogismo de la cantidad traspuesta. Por ejemplo, el que
el todo sea mayor que su parte no es un axioma, como hizo que lo fuese aquel
eminente mal razonador que era Euclides. Es un teorema que se prueba
fácilmente por medio de un silogismo de la cantidad traspuesta, pero no de otra
manera12. Es verdadero de las colecciones finitas, falso de las infinitas. Así, una
parte de los números enteros son números pares. Con todo, los números pares no
son menos que el total de los números; una proposición evidente, ya que si se
dobla cada número, en todas las series de los números enteros, el resultado será la
serie de los números pares
1, 2, 3, 4, 5, 6, etc.
2, 4, 6, 8, 10, 12, etc.
Así para cada número hay un número par distinto. De hecho, hay tantos
distintos dobles de números como hay de números distintos. Pero los dobles de
los números son todos números pares.
Se ve, por tanto, que la sucesión de términos sigue la regla. Por tanto, si
cualquier potencia integral sigue la regla, la sigue también la potencia más alta
siguiente. Ahora bien, la primera potencia obviamente sigue la regla. Luego,
todas las potencias la siguen. Tal razonamiento es válido para cualquier conjunto
de objetos susceptible de ser alineados en una serie que, aunque puede ser
interminable, puede numerarse de tal manera que cada miembro de la misma
reciba un número integral definido. Por ejemplo, todos los números enteros
constituyen un tal conjunto numerable. También forman un tal conjunto todos los
números resultantes de operar de acuerdo a alguna regla definida con cualquier
número finito de números enteros. Pues, éstos pueden disponerse en una serie de
la siguiente manera. Sea F el símbolo de la operación. Operemos primero con 1,
resultado F (1). Luego, operemos con un segundo 1, resultando F (1,1). A
continuación, introduzcamos 2, resultando como 3°, F (2); como 4°, F (2,1);
como 5°, F (1,2); como 6°, F (2,2). A continuación usemos una tercera variable,
resultando como 7°, F (1,1,1); como 8°, F (2,1,1); como 9°, F (1,2,1); como
10°, F (2,2,1); como 11°, F (1,1,2); como 12°, F (2,1,2); como 13°, F (1,2,2);
como 14°, F (2,2,2). A continuación introduzcamos 3, y así sucesivamente,
introduciendo, alternativamente, nuevas variables y nuevas cifras; y, así, resulta
claro que toda disposición de los valores integrales de las variables recibirá un
lugar numerado en la serie14.
18. Aun cuando no hay más que dos grados de magnitudes de conjuntos
infinitos, con todo, cuando se imponen ciertas condiciones sobre el orden en el
que se toman los individuos, surgen, por esta razón, diferencias de magnitud 17.
Así, si una serie simplemente interminable se dobla, separando cada unidad en
dos partes, y se toman las sucesivas primeras partes, y también las segundas, en
el mismo orden que las unidades de las que se derivan, esta doble serie
interminable, en la medida en que se toma en este orden, aparece como dos veces
la longitud de la serie original. De la misma manera, el producto de dos conjuntos
innumerables, es decir, el conjunto de los pares posibles compuestos de un
individuo de cada, si hay que mantener el orden de continuidad, es, en virtud de
este orden, infinitamente mayor que cada uno de los conjuntos componentes.
Hay que reconocer que la definición de Cantor incluye toda serie que sea
continua; y no puede objetarse el que incluya algún caso importante, o indudable,
de una serie no continua. Sin embargo, tiene algunos serios defectos. En primer
lugar, se apoya en consideraciones métricas, mientras que la distinción entre una
serie continua y otra discontinua es manifiestamente no métrica 20. En segundo
lugar, una serie perfecta se define como aquella que contiene "cada punto" de una
cierta descripción. Pero no se aporta ninguna idea positiva de cuáles son todos los
puntos: esto es definición por negación, y no puede admitirse. Si se permitiese tal
tipo de cosa, sería muy fácil decir, simultáneamente, que la serie lineal continua
de puntos es aquella que contiene cada punto de la línea entre sus extremos.
Finalmente, la definición de Cantor no aporta una noción distinta de cuáles son
los componentes del concepto de continuidad. Ingeniosamente, agrupa sus
propiedades en dos parcelas separadas, pero sin exponerlas a nuestra inteligencia.
27. Por lo tanto, con objeto de analizar la ley de la mente, tenemos que
empezar por preguntar en qué consiste el flujo del tiempo. Ahora bien,
encontramos que en relación con cualquier estado del sentimiento todos los
demás son de dos clases, los que le afectan (o tienen tendencia a afectarlo, y lo
que esto significa lo indagaremos dentro de poco), y los que no. El presente es
afectable por el pasado pero no por el futuro.
30. Decir que un estado está entre dos estados significa que afecta a uno y
está afectado por el otro. En este sentido, entre dos estados cualesquiera se da una
serie innumerable de estados que se afectan los unos a los otros; y si un estado se
encuentra entre un estado dado y cualquier otro estado, el cual puede alcanzarse
insertando estados entre este estado y un tercer estado cualquiera, no afectando ni
siendo afectados inmediatamente estos estados insertados por ninguno de ambos,
entonces, el segundo estado mencionado afecta inmediatamente, o está afectado
por el primero, en el sentido en que en el uno está ipso facto presente el otro en
un grado reducido.
33. Dado que el espacio es continuo, se sigue que tiene que haber una
comunidad inmediata de sentir entre las partes de la mente infinitesimalmente
cerca unas de otras. Sin esto, creo que hubiese sido imposible, para mentes
externas unas a otras, llegar a coordinarse, e igualmente imposible que se
estableciera cualquier coordinación en la acción de la materia nerviosa de un
cerebro.
34. Pero topamos con la cuestión de qué es lo que se significa al decir que
una idea afecta a otra. El desenmarañamiento de este problema requiere que
describamos un poco más los fenómenos.
Tres son los elementos que pasan a integrar una idea. El primero es su
cualidad intrínseca como sensación. El segundo es la energía con la que afecta a
otras ideas, una energía que es finita en el aquí-yahora de la sensación inmediata,
finita y relativa en la proximidad del pasado. El tercer elemento es la tendencia
de una idea a traer consigo otras ideas.
35. A medida que una idea se difunde, su poder de afectar a otras se reduce
rápidamente; pero su cualidad intrínseca continúa casi intacta. Han pasado ya
muchos años desde que vi por última vez a un cardenal con sus ropas; y el
recuerdo de sus colores se ha ido atenuando mucho. El color mismo, sin
embargo, no lo recuerdo como débil. No me siento inclinado en absoluto a
calificarlo de rojo apagado. Así, la cualidad intrínseca permanece poco cambiada;
con todo, una observación más precisa mostrará una ligera reducción de la
misma. El tercer elemento, por otro lado, se ha incrementado. En la medida en
que puedo acordarme, me parece que los cardenales que acostumbraba a ver
vestían ropas más escarlatas de lo que es el granate, y muy luminosas. Sé,
también, que el color comúnmente llamado cardenal responde al espectro carmesí
del granate, que es de una luminosidad muy moderada, y que la idea original
evoca consigo tantos otros matices, y se me presenta de forma tan débil, que soy
incapaz ya de aislarla.
37. La primera característica de una idea general que surge así es la de que es
una sensación viviente. Lo que está presente de modo inmediato es un continuo
de esta sensación, infinitesimal en duración, pero, con todo, abarcando
innumerables partes, y, por tanto, aunque infinitesimal, enteramente ilimitada. Y
en su ausencia de limitabilidad se siente directamente una vaga posibilidad de
que hay algo más presente.
Figura
40. Consideremos ahora la inducción a la que aquí hemos ido a parar. Esta
curva dice que el sentir, que no ha emergido aún a la consciencia inmediata, es ya
afectable y está ya afectado. De hecho, es hábito, aquello en virtud de lo cual una
idea llega a la consciencia presente por medio de un vínculo que había sido ya
establecido entre ella y otra idea, mientras estaba aún in futuro.
41. Podemos ahora ver en qué consiste la afección de una idea por otra. Se
trata de que la idea afectada se atribuye como predicado lógico a la idea afectante
en tanto sujeto. Así, cuando una sensación surge a la consciencia inmediata
aparece siempre ya en la mente como una modificación de un objeto más o
menos general. La palabra sugerencia se adecua bien a la expresión de esta
relación. El futuro está sugerido por, o, mejor, está influido por las sugerencias
del pasado.
10. Las ideas no pueden conectarse excepto por continuidad
42. Para quien reflexiona sobre la cuestión, es bastante evidente que las ideas
no pueden conexionarse de modo alguno sin continuidad. Pero, con todo, puede
mantenerse la opinión de que una vez la continuidad ha hecho posible la
conexión de las ideas, entonces éstas pueden llegar a conexionarse por otros
modos distintos a la continuidad. Ciertamente, no puedo entender cómo alguien
puede negar que la diversidad infinita del universo, a la que llamamos azar,
puede aproximar ideas que no están asociadas en una idea general. Puede hacer
esto muchas veces. Pero, entonces, la ley de propagación continua producirá una
asociación mental; y, esto, supongo, es un enunciado abreviado del modo en que
ha evolucionado el universo. Pero si se me pregunta por qué un ciego no
puede unir ideas, lo primero que señalo es que no sería ciego. Al haber una
conexión continua entre las ideas, éstas se asociarían infaliblemente en una idea
general viviente, sintiente y percibiente. Es más, no puedo entender en qué
consistiría la determinabilidad o necesidad de este . Los nominalistas
dicen que consistiría en la uniformidad absoluta de los fenómenos. Absoluta,
bien dicho está; pues si sucediese así meramente tres veces sucesivas, o tres
millones de veces, sin existir razón alguna, la coincidencia sólo podría atribuirse
al azar. Pero la uniformidad absoluta tiene que extenderse al futuro infinito total;
y es ocioso hablar de esto excepto como una idea. No, creo que sólo podemos
sostener que, siempre que se unen ideas, éstas tienden a fundirse en ideas
generales; y que siempre, generalmente, que se conexionan son ideas generales
las que gobiernan la conexión; y estas ideas generales son sensaciones vivientes
desplegadas.
43. Las tres clases principales de inferencia lógica son deducción, inducción
e hipótesis. Estas corresponden a los tres modos básicos de acción del alma
humana. En la deducción, la mente se encuentra bajo dominio de un hábito, o
asociación, en virtud del cual, en cada caso, una idea general sugiere una
correspondiente reacción. Pero se observa que esta idea implica una cierta
sensación. Consiguientemente, esta reacción sigue a aquella sensación. Este es el
modo de razonar de las ancas de una rana, cuando se las pincha separadas del
resto del cuerpo. Es la forma inferior de manifestación psíquica.
47. Pero ninguna acción mental por su carácter parece ser necesaria o
invariable. De cualquier manera en que la mente haya reaccionado bajo una
sensación dada, lo más probable es que vuelva a reaccionar de esta manera; si
ello fuese, sin embargo, una necesidad absoluta, los hábitos se harían rígidos e
inerradicables, y, al no dejar lugar para la formación de nuevos hábitos, la vida
intelectual llegaría a un rápido fin. De ahí que la incertidumbre de la ley mental
no es ningún mero defecto suyo, sino que, por el contrario, pertenece a su
esencia. La verdad es que la mente no está sujeta a "ley", en el mismo sentido
rígido en que lo está la materia. Experimenta sólo suaves fuerzas, que hacen
meramente que lo más probable es que actúe en una dirección dada, distinta de la
que de otro modo adoptaría. Queda siempre una cierta cantidad de espontaneidad
arbitraria en su acción, sin la cual estaría muerta.
49. Intentemos ahora recapitular todos estos cabos sueltos del comentario, y
reenunciar, de forma unitaria, la ley de la mente.
50. Segundo, por este medio, y por otros, llegamos a percibir lo que es
totalmente evidente por sí mismo, que las sensaciones instantáneas fluyen
conjuntamente en un continuo del sentir, que, de forma modificada, tiene la
peculiar vivacidad del sentir, y ha ganado en generalidad. Y, en relación con tales
ideas generales, o continuos de sentir, pierden toda fuerza las dificultades sobre
semejanza y sugerencia, y la referencia a lo externo.
53. Quinto, en qué medida actúa esta unificación parece estar regulado sólo
por reglas especiales; o, al menos, con nuestro conocimiento actual, no podemos
decir hasta dónde llega. Pero, puede decirse que, a juzgar por las apariencias, la
cantidad de arbitrariedad en los fenómenos de las mentes humanas no es ni en
absoluto insignificante, ni muy relevante.
14. La personalidad
55. Pero la palabra coordinación implica, de alguna manera, más que esto;
implica una armonía teleológica en las ideas, y, en el caso de la personalidad,
esta teleología es algo más que una prosecución intencionada de un fin
predeterminado; es una teleología desarrollista. Esta es la caracterización
personal. Una idea general, viva y consciente ahora, es ya determinante de
futuros actos, en una medida de la que ahora no es consciente 30.
56. Esta referencia al futuro es un elemento esencial de la personalidad. Si
los fines de una persona estuviesen ya explícitos, no habría lugar al desarrollo, al
crecimiento, a la vida; y, consecuentemente, no habría personalidad alguna. El
mero llevar a cabo propósitos predeterminados es algo mecánico. Esta
observación tiene aplicación a la filosofía de la religión. Es la de que una
filosofía genuinamente evolutiva, es decir, aquella que hace del principio de
crecimiento un elemento primordial del universo, lejos de ser contrapuesta a la
idea de un creador personal, en realidad es inseparable de dicha idea 31; mientras
que una religión necesarista se encuentra en una posición absolutamente falsa,
estando destinada a desintegrarse. Pero un pseudoevolucionismo, que entroniza
la ley mecánica por encima del principio de crecimiento, es, también,
científicamente insatisfactorio, en la medida en que no proporciona ningún
posible indicio de cómo se ha producido el universo 32, siendo además hostil a
toda esperanza de relación personal con Dios 33.
15. La comunicación
61. Una dificultad que tiene que afrontar la filosofía sinejista es ésta. Al
considerar la personalidad, esta filosofía está obligada a aceptar la doctrina de un
Dios personal; pero, al considerar la comunicación, no puede más que admitir
que si hay un Dios personal tenemos que tener una percepción directa de esta
persona, y verdaderamente estar en comunicación personal con él 35. Ahora bien,
si es este el caso, la cuestión que se plantea es la de cómo es posible que la
existencia de este ser haya podido ser puesta por alguien alguna vez en duda. La
única respuesta que puedo dar, de momento, es que los hechos que se encuentran
ante nuestra cara y ojos, dándonos como en las narices, no son ni mucho menos
en todos los casos los más fácilmente discernibles. Esto ha sido observado ya
desde tiempo inmemorial.
16. Conclusión