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una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana
que se llamaba María”. Entre paréntesis, mi mamá se llamaba Marta
(como era rusa le decían Marfa) y mi tía, su hermana, María.
“Esta tenía una hermana llamada María la cual sentándose a los pies de
Jesús-a Sus pies- oía Su Palabra. Pero Marta se preocupaba con
muchos quehaceres, y acercándose, dijo: “Señor no te da cuidado que mi
hermana me deje servir sola, dile pues que me ayude”. Respondiendo
Jesús le dijo: “Marta, Marta afanada y turbada estás con muchas cosas,
pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la
cual no le será quitada”.
Para ella, servir el café a los siervos de Dios era “su vida”, su ministerio;
de hecho, la actitud que tomó demostró que se había enseñoreado de
esa área. Se comportó como Jesús jamás lo hubiese hecho. ¿Por qué
actuó así?, creo que tiene que ver con el hecho de que hacía mucho
tiempo que no se sentaba a los pies de Jesús a escucharlo. Siempre,
durante todas las reuniones, se ocupaba de que no falte el café ni el
azúcar, que esté la leche y todo lo que al predicador le gustaba. Servía a
los siervos de Dios pero, lamentablemente, su intimidad y su comunión
con Él se habían visto afectadas.
Hay muchos pastores que están así; solo abren la Biblia cuando tienen
que preparar un sermón, pero esa comunión con el Verbo –me entristece
decirlo- es cada vez más pobre. Muchas veces toman actitudes que
Jesús no tomaría, dicen cosas o responden de
Señor: Voy a dejar las diez mil ocupaciones; toda turbación y toda
ansiedad las voy a dejar a Tus pies porque sé y confío que estás en
control de mi vida, de los problemas y de las adversidades que estoy
enfrentando. Voy a acercarme a Tus pies para recibir de Ti revelación,
para recibir de Ti esa Palabra, para recibir de Ti la mejor parte, esa que
no me será quitada.
Señor: Hoy me acerco a Tus pies; hago una pausa en mis actividades,
en mis corridas, en mi ansiedad y en mi preocupación, paro para que Tu
Presencia me ministre, que Tu Presencia inunde de tal manera mi vida
que desaparezca todo vacío interior. Lléname de Tu plenitud, lléname de
Tu esencia. Inúndame de Tu Presencia, Señor, y que al llenarme de esa
maravillosa Presencia reciba la paz que necesito, reciba la fortaleza que
viene de Ti y que pueda vivir la vida que te agrada en todo.