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© Fundación Editorial Q’iwsa

© Roberto Condori Carita


© Fernando Gonzales
© Edgar Soliz Guzmán
Telf. 77541291 – 78935922

© Edición y corrección de estilo.


Helen Álvarez Virreira

Correo electrónico:
maricasbolivia@gmail.com

Diseño y fotografía.
Movimiento Maricas Bolivia.
Junio 2014.

2
“No queremos que nos persigan, no queremos que nos
discriminen, ni queremos que nos curen, ni que nos
analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que
nos comprometan, lo que queremos es que nos deseen”.
Néstor Perlongher.

3
Retrato de palabras que perturban
La reciente narrativa homosexual va
abriéndose campo en la literatura boliviana
con el lamentable auspicio de las muy
criticadas y prescindibles ONGs
“GLBTosas”1, un acontecimiento pernicioso

1
Organizaciones no gubernamentales y “sin fines de
lucro” de gais, lesbianas, bisexuales y trans
(transformistas, travestis, transexuales y
transgénero). María Galindo, en su libro “No se
puede descolonizar sin despatriarcalizar”, critica la
“oenegización de los movimientos” y sobre la sigla
afirma que “expresa un enlatado de ‘lo otro’
respecto a ‘lo heterosexual’, sin revisar las bases
jerárquicas que lo conforman; por eso desde lo GLBT
como enlatado no se ha logrado ni poner en cuestión
las jerarquías externas, mucho menos interpretar las
4
para nuestra literatura, ya que toda esta
corriente está sesgada y marcada por una línea
de pensamiento foráneo, porque —
necesariamente— estos proyectos literarios
deben responder a los indicadores de
instituciones financieras, en su mayoría
europeas, que norman el lenguaje, el
pensamiento y la palabra. Desde esa
perspectiva es muy difícil hablar de una
auténtica identidad homosexual boliviana, ya
que es posible afirmar que somos el resultado
de más de 20 años de financiamiento
extranjero, que nos obliga a desdecirnos de lo
que alguna vez habíamos pensado “ser”.

micro-jerarquías internas que un sujeto como lo


GLBT disfraza”.
5
Sin embargo, siempre existen voces
descarriadas del rebaño y aunque es difícil ser
la oveja negra del redil, es necesario construir
una línea de pensamiento homosexual sobre la
cuestión identitaria, libre de toda regla
impuesta. Esta capacidad de mirar, asumir y
nombrar la libertad sexual, es la capacidad del
maricón insurrecto capaz de cantar a viva voz
ese universo plural de imaginarios, historias y
sueños homosexuales. En esta medida el mirar
supone no solo un acto de contemplación
pasiva, al contrario, este verbo, “mirar”,
supone conjugar, configurar y conjurar, desde
el lenguaje, la pluralidad sexual y genérica;
escribir estos retratos, autorretratos, desde esa
capacidad humana para escrutarnos,
6
conocernos y constituirnos como “el otro” no
heterosexual que decanta su sexualidad
infinita. Porque explorar la identidad supone
deconstruirnos como sujeto-objeto de estudio
y asumir, plenamente, el protagonismo de
nuestra propia sexualidad e inscribirnos como
sujeto-activo del devenir homosexual
boliviano.
Una identidad que se reinventa
constantemente al amparo de los referentes
culturales/sociales del entorno, una identidad
que se plantea como un gesto de interpelación
al otro: el otro que nombra desde sus
prejuicios, el otro que juzga desde su moralina
religiosa/hipócrita, el otro que estereotipa y
estigmatiza desde su banal ignorancia, el otro
7
que margina desde su homofobia repugnante.
En ese gesto de impugnación al otro, el
homosexual reconoce su sexualidad planteada
desde esos otros, “los héteros”, que pretenden
conceptualizar al homosexual conforme sus
reglas heterosexistas, ocupando, de este modo,
“el lugar marginal de la enunciación como el
punto de partida para la desarticulación de una
sociedad heteronormativa y patriarcal: si el
insulto pierde su categoría destructiva o
denigrante y se usa en forma contraria, no
solo se cambian las reglas de un lenguaje
exclusivo, sino también se de-construyen los
conceptos básicos de la opresión”2. Entonces,

2
Víctor Saúl Villegas Martínez en “El personaje gay
en seis cuentos mexicanos. Un acercamiento crítico
8
esa identidad se revela sediciosamente
reafirmando su voz, su palabra, su nominación
y su existencia en el rostro lavado que enfrenta
esa tolerancia social hipócrita como resabio de
la homofobia socialmente aceptada.
Por otro lado urge un reconocimiento de las
identidades sexuales anti GLBT. Es decir
rechazar toda forma de nominación coercitiva,
resistir a las formas de asimilación
heteronormativa y reivindicar el locus
amoenus3desde donde se enuncia la sexualidad
libertaria, reinventando, de este modo, la
pluralidad de nuestras sexualidades sin

desde la perspectiva de género, los estudios gay y la


teoría queer”
3
Lugar placentero.
9
negociar nuestros deseos fundamentales. De
ahí que el ch’iso, desviado, fresco, gay, joto,
loca, maricón, mariposón, marulo, mujercito,
pluma, q’iwsa, rarito, sodomita, trava y trolo
son unas cuantas de todas las formas y
vivencias de las identidades de la diversidad
sexual y genérica boliviana. Y junto a estas su
correlato situacional que dibuja, desdibuja,
todo este imaginario sexual, un mapeo de
estados, características, estigmas, estereotipos
y etiquetas como activo, bonita, gelebetoso,
maraquero, moderno, pasiva, pechadora,
transformista y TS masculino que
constantemente agitan estas identidades.
Por ello es menester reconocer la
multiplicidad de estas identidades que no
10
pretenden homogeneizar ni hegemonizar, sino
que mutan y transmutan conforme al
individuo, el contexto y la sociedad. Pero una
cosa es inmutable: la homosexualidad de uno,
la asumida en la intimidad, la que no necesita
de palabras que normen su existencia. Esa
calidad de digno ante uno mismo es, y tiene
que ser, inmutable.

11
Activo
El activo es el homosexual dizque dominante.
El maricón que firma un pacto imperecedero
con la masculinidad obligada, aquel que se
resiste a doblar la muñeca y delinear su
caminata con el filo taco aguja de la loca; el
niño inmaduro al que le han hecho creer que
los hombres no lloran. Es el marica que oculta
su homosexualidad detrás de su figura de
macho y transita el ambiente4 inseguro de sí

4
Espacio físico y virtual en el que nos
desenvolvemos, no necesariamente encerrados
entre cuatro paredes. El “ambiente” es una
concepción del ser homosexual desde la vivencia
individual y colectiva, estar en “ambiente” supone
12
mismo, pues tiene miedo de que se le mueva
la careta y un atisbo de pluma emerja de sus
labios, trastornando amariconadamente su
hombría. Sus dotes ficcionales de activo lo
han situado entre los machos cotizados y a la
hora de la cópula debe actuar conforme al
papel que se ha asignado, porque él es el
activo, el que propicia el juego erótico, el que
da, el que pone, el que penetra.
Y mientras la sociedad le otorga un lugar
privilegiado por su apariencia, el ambiente
mismo logra endiosarlo, confirmando la
misma lógica heterosexista en la que se
organizan todas las poblaciones. Se diría que

una asimilación de la propia homosexualidad


explícita y desenfadada o implícita y solapada.
13
se ha dejado absorber por el sistema patriarcal,
que su forma paranoica de ver el ambiente le
ha mutilado la sensibilidad y que ve al amor
como una lamentable experiencia falocéntrica.
Incapaz de reconocer su verdadero gesto
amariconado, el activo se concentra en el
estereotipo fundado en la razón machista de la
sociedad: “puedes ser marica mientras no te
hagas dar5 por detrás”; prejuicio castrador para
su acontecer sexual, ya que el activo reprime
su sexualidad para vivir la sexualidad de los
otros. Sus miedos y prejuicios machistas le
han penetrado profundamente, de modo que

5
Penetrar. Acepción que involucra, desde el juicio
social machista, el ser tomado y sometido, como
consecuencia de ello, perder los “privilegios de
hombre”.
14
ha olvidado por completo su primera
sensación orgásmica, aquella cuando, jugando
como perritos, había sido penetrado por el
amiguito que tanto le gustaba.
Hoy piensa en el triste lecho homoerótico de
su propia decepción. Se ha convertido en un
tirano con su sexualidad; mientras es “el
activo” para los otros, duerme su intimidad
con su mejor amigo, el consolador americano
2020, cinco ritmos y baterías inagotables. Y
aunque el activo se abre todas las noches
consigo mismo, de patitas al hombro, de
cucharita, de misionero…, no logra abrirse y
liberarse de ese prejuicio social en el que
concibe su imagen banal. Figurita de macho
cabrón en la que se encierra; figurita que le
15
permite burlarse de las plumas y tocarse la
entrepierna. Y es que cree ser un macho más,
autómata de la sexualidad mundanal; de ahí
que su caminata nunca delata nada, porque
nada ha reconocido, al contrario, se pierde en
ese mar de gente incógnita que transita
presurosa y sin rumbo.
En ese errante caminar, el activo se ha
metamorfoseado, ha evolucionado y se ha
perdido en esa masa amariconada, bulliciosa y
trans-gresora que recorre la ciudad; desde el
gay, el mariposón, el ch’iso y el marulo hasta la
trava, la pechadora, la pluma y la loca. Ahora
el activo es un verbo, una postura sexual, una
elección voluntaria del coito marica, apenas un

16
orgasmo y un atisbo de felicidad. Así es “el
activo”.

17
Bonita
No por su cara, ni por su plata, ni mucho
menos por hipocresía. “La bonita” es bonita
porque en su sangre tiene un plus: lleva el
signo de positivo que le sentencia a un destino
final, no como de película de acción, sino de
drama.
“La bonita” es el maricón al que, por amor
pasajero o pasión perenne, el VIH lo agarró
desprevenido, desde entonces se volvió
“bonita”, se ganó el premio mayor. Su premio
puede materializarse en un pasaje gratis ida y
vuelta a Europa representado a alguna ONG y
si “la bonita” se vale más de ese “título”,
18
viajaría hasta en primera clase sin modestia
alguna.
“La bonita”, así como el virus, está camuflado
entre los demás, pocos saben de su estado
serológico y si por mala suerte un atrevido
homologo publica en el gueto6 su gran secreto,
se pone retro, se bloquea, lo detienen…siente
el mismo efecto que el antirretroviral le
provoca a ese su cuerpo empantanado de
linfocitos cadavéricos.
Su destino está marcado por una cruz, como
el de todos, por eso “la bonita” sabe que un
día dejará de serlo. Cada vez que escucha la

6
La paradoja, “el encierro como única forma de
libertad”. Lo que muchas ONGs han tratado de
promover, erróneamente, es decir espacios cerrados
y exclusivos para la población homosexual.
19
sigla VIH recuerda esa verdad incómoda; estar
consciente de su muerte lo polariza, lo hace
malo, lo hace bueno, lo hace cruel, lo hace
piadoso; la miel y la hiel encuentran en la
bonita un caldo perfecto para mezclarse.
Para “la bonita” la palabra SIDA le es tan
familiar como la palabra
DISCRIMINACIÓN. Cansado de “talleritis de
prevención”, “la bonita” prefiere vivir y
revivir, es por eso que se convierte en el ser
humano perfecto: cuida su dieta, hace
ejercicio, es puntual y responsable. El
pastillero inspira en él semejantes valores que
están al borde de la extinción. Y al borde de su
misma extinción, la bonita encuentra con los
suyos no un “mal de muchos consuelo de
20
tontos”, sino un haz de vida que le puede
causar un desborde de llanto y/o felicidad.
Pero cuando “la bonita” entra en crisis
existencial, puede abandonar su lado positivo
y llegar a ser cruel, vengativo, y, como si fuera
un concurso de belleza, dejaría su título a las
finalistas. Aunque también es ingenuo y a
veces su concepto limitado de pasión se le
ahoga al calor del drink drink de la noche
festiva y olvida su diagnóstico cuando
escucha: la palabra “te amo”; entonces, su
castración sidática se queda en el limbo de sus
sábanas.
Y cuando el frío lo ataca, la peste helada del
hospital se encarga de normalizar el estado
que lo acompaña en su cotidiano ir y venir; es
21
por eso que conoce a las enfermeras que lo
miran con lastima o admiración; es amigo del
doctor que, con un fuerte y efusivo saludo, lo
recibe como si fuera su última vez. También
se conoce de memoria los pasadizos del
leprosario7.

7
Leprosario del siglo XXI; calificativo que le da María
Galindo a los centros de salud destinados para la
población GLBT y específicamente para pruebas de
VIH. Así reducen nuestros males a este estado,nos
aíslan junto a PVVS (personas que viven con VIH
sida), prostitutas, trabajadores de la noche y toda la
población indeseada por la sociedad, y fomentan el
estigma y la discriminación. “Aislar a los
indeseables”, política de salud parecida a la
instaurada por el gobierno cubano en 1986, que
creaen las afueras de La Habana el sanatorio
Santiago de las Vegas, Villa de los Cocos, donde se
internaba a seropositivos y personas con sida.

22
El raro romance que tiene “la bonita” con la
vida, hace que trasmita existencia y gracias a
ese su obstinado ser positivo podría vernos
morir a nosotros que no somos “bonitas”. Así
es “la bonita”.

23
Ch’iso
Quizá la palabra ch’iso ya no es usada, es
noventera de repente. El ch’iso es el marica, es
el maricón, es el homosexual, el gay que casi
no tiene amigos varones; anda más con
mujeres, por eso es blanco de insultos,
humillaciones, como en la clase de educación
física donde tuvo que encerrarse en el baño o
fingir una enfermedad para evitar ser lapidado
con burlas en el patíbulo colegial. Por eso, a
pesar de aguantar todo eso, a veces se hunde
en su tristeza.
Para el ch’iso las tareas son una válvula de
escape, su inteligencia lo distingue de los
24
demás y eso es el pasaporte a la popularidad
pasajera; sus agresores y agresoras
hipócritamente le piden tregua porque saben
que su nota de la materia depende del talento
del ch’iso; él acepta sin dudar, porque también
es ingenuo si se trata de relaciones sociales,
aunque el pacto terminará con el timbre de
cambio de turno.
Su timidez resalta su personalidad en los
recreos solitarios y en el camino
fantasmagórico de retorno a casa donde se
acompaña a sí mismo; su seriedad se confunde
con la gestualidad amariconada si llegas a
conversar con él.
El ch’iso pelea y se pelea consigo mismo por su
condición de marica y la cereza es no gustar
25
del deporte normativo y fundacional para ser
hombre de la educación pública: el fútbol. Sin
embargo, ve y sabe que pronto saldrá de ese
foco de educación militarizada, uno de sus
tantos pasos obligatorios por la vida. Al salir
del colegio promete nunca más volver a ese
lugar, porque su experiencia en el recinto
escolar no fue agradable. Para el ch’iso
comenzar de nuevo, comenzar con un día
cero le es justo y necesario, porque aprendió a
comer rabia. Así es “el ch’iso”.

26
Desviado
La palabra desviado puede tener muchos
significados, pero si se menciona a “el
desviado” se habla generalmente del maricón;
este adjetivo suelen usarlo los beatos y las
beatas, o fanáticos religiosos. Al ser tildado de
desviado, el maricón, por lógica, está a
contracorriente, porque se enfrenta a quien se
mete con su condición de marica. Pero,
irónicamente, la palabra desviado le duele más,
incluso le carga más que lo maricón, porque
no lo asimiló, porque ser desviado no es
exclusivo de los maricones.

27
Así el desviado es el maricón que
efectivamente se desvía, toma atajos por más
difíciles que sean, no por masoquista, sino
para no toparse con religiosos, predicadores o
algún homofóbico que le apunte y le diga
“desviado”. Todavía le duelen esas ocho
letras, pero dentro de él le gusta ser desviado,
ser diferente, ser especial, aunque no le gusta
que la idea de “desviado” baile en la boca del
homofóbico, porque suena diferente y se deja
llevar por eso, lamentablemente se deja llevar
por eso. Así es “el desviado”.

28
Fresco
El fresco es aquel que ama de forma diferente.
Para él, el día ajetreado es una constante; sube
y baja avenidas, a veces el trabajo lo consume,
pero no olvida su forma amanerada de hablar
y al mover las manos mariconea con sus pares
o cuando está solo en casa por más que lo
niegue cuando se lo encara.
Le gusta pensar en amores imposibles, amores
perfectos de telenovela, pero no descuida sus
quehaceres en casa y en el trabajo, o en el
estudio; no le gusta que le digan fresco ni otra
palabra que ponga en evidencia su sexualidad,
prefiere obviar ese lado oscuro de su vida y

29
más cuando está con sus amigos héteros8. Para
el fresco las charlas son interesantes, llega a
debatir la condición de leproso que le da la
sociedad en un espacio de cuatro paredes. El
fresco espera a emanciparse para recién
oficializar en el gueto familiar su gran secreto.
Mientras tanto celebra el carnaval todo el año,
con máscaras de diferentes colores y formas
según la ocasión para no ser descubierto y
pasa su vida esquivando risitas.
Por eso el fresco es el maricón que aún no
sale; lo piensa y lo repiensa antes de hacerlo,
porque también es oportuno y astuto. Así es
“el fresco”.

8
Heterosexuales.
30
Gay
El gay adoptó un estereotipo como forma de
vida. Es quien está siempre con eso del
“sueño americano”; es el que ahorra para lucir
la mejor ropa, sacrificando almuerzos y alguna
que otra cena.
A veces se hunde en una de sus tantas
depresiones, como cuando se mira al espejo y
ve las enormes diferencias entre él y el poster
que le regalaron en una feria de prevención del
VIH y que está pegado detrás de su puerta,
donde se muestra un musculo del primer
mundo bien comido y blanco. Sus charlas con
sus homo-logos siempre están llenas de moda,
31
fiestas, chismes y también aventuras; pareciera
ser el adolescente que nunca llega a ser adulto.
El gay tiende a cambiar su nombre según la
ocasión y el lugar. Tiende a inventar y
reinventar mundos fantasiosos, hasta
considerarlos verdaderos. Le gusta ser
distinguido entre sus amigos, aunque para
lograrlo acepta una serie de requisitos
normados muchas veces por el bolsillo.
En raras ocasiones se cuestiona el lugar que le
da la sociedad; puede que el gay algún día
quiera salir del estereotipo que le impusieron y
que aceptó como verdad. Pero para él
repensar las cosas no es un hábito, prefiere
estar lejos de todo ello. Prefiere soñar con el
país de las hadas, donde le espera su príncipe
32
azul, por más imposible que parezca. Así es
“el gay”.

33
Gelebetoso
Su alias deriva de la sigla GLBT (gay, lesbiana,
bisexual y transexual). Gelebetoso rima con
leproso, pues así es visto el gay en la sociedad.
Pero él niega esa mirada y se autoafirma como
activista9 de los derechos gais, aunque ese su
activismo es cuestionado por los disidentes,
no porque sea mala onda, sino porque cuando
el gelebetoso ve la bandera arcoíris le brota su
patriotismo enlatado, se enajena de su realidad

9
María Galindo hace una crítica al activismo y lo
define como la incapacidad de generar teoría
respecto a su grupo de lucha. Un tipo de “activismo”
conformista, vacío y sin mayores repercusiones que
las de confirmar agendas de la cooperación que se
imponen al movimiento GLBT.
34
y crea otra propia, más cómoda, más
complaciente, más victimista. Le brillan los
ojos como a una virginal quinceañera al
planificar el día “d” de su vida, cuando su
activismo se viste de gala en los medios
amarillistas para mostrar el día del orgullo gay
como su única forma de expresarse.
El gelebetoso suele ser público, salir del closet
le da cierto estatus en el gueto gay. Habla y
habla de temas trillados en los congresos
GLBT y su conclusión siempre se queda en
“esta sociedad homofóbica”. Mientras más
grita, más reconocido entre sus amigos; es el
candidato perfecto para dirigir el supuesto
movimiento homosexual, donde su vida
política se reduce a ser el invitado gelebetoso
35
de algún encuentro social o lo convocan como
jurado en una elección de Miss Transformista
Gay10. Es la flor rara del florero de la
inclusividad y hace una pose normalizada para
la foto de la cooperación11. Y con una sonrisa
de aceptación, luce orgulloso el micro poder
que representa.
Es por eso que el gelebetoso se quedó en el
vacío activismo gay in y sus sueños quedaron
frustrados, porque le enseñaron que cambiar
las cosas, incluso para los gais, es perder el

10
Es el concurso de belleza de la población
homosexual, hoy cambiado a “Belleza Transformista
La Paz”, que imita los certámenes heterosexuales,
vacíos, sin sentido y cosificantes.
11
Instituciones extranjeras de financiamiento que
norman las agendas GLBT.
36
tiempo; de ahí que opta por el mero activismo
de dos días al año. Así es “el gelebetoso”.

37
Joto
El joto es el maricón que muta y transmuta. El
hombre que no cohíbe sus movimientos a la
hora de la performance trans-gresora y delictiva,
y cual deseo prohibido, el joto muta de noble
mal a insigne desgracia en un abrir y cerrar de
ojos. Y es que para él los roles de género no
los definen los hombres, sino que se
construyen a sí mismos en un delicado juego
de caretas, apariencias e identidades.
A veces el joto duda de su existencia, titubea
cuando es señalado por el Génesis y vacila en
medio de esa traumática línea divisoria. Pero la
duda se esfuma cuando decide dar el paso
38
triunfal enfundado en sus pieles de reina
travesti; quizá con sus aires de grandeza o una
simple actitud amariconada, el joto entra en la
calle e irrumpe victorioso con lentejuelas de
ensueño en su propio sueño. En el afán de
construir su propia existencia, desplaza su
banal relación con los hombres, ya que su
obra y él mismo carecen de tinte lascivo.
Su imaginario personal y su gestación delirante
es un constructo de vida y sensibilidad por lo
“rarito”; por eso el joto no lo dice aunque le
gusta, lo niega aunque se le note y aunque se
delata con su paso de bailarina exótica, el joto
prefiere ser y existir perenne como una
imagen amorfa entre dos polos. Así es “el
joto”.
39
Loca
La loca es el maricón trans-gresor que tiene
una alianza con lo femenino, por su figura,
por su forma de hablar, por su forma diferente
de ver la vida; por eso se ganó el título de
“loca”. Interpreta, transgrede y desafía al
sistema patriarcal solo con su presencia
desequilibrada al caminar, y ese su meneo
también desequilibra las estructuras mentales,
cuando se propone ser invasiva.
Letrada o iletrada, culta o inculta, la voz
amariconada de la loca nunca se calla; es
bocón y bocona a la vez. Su personalidad es
una síntesis armónica de los dos sexos, el

40
maricón que es loca resquebraja la solidez de
las arquitecturas tradicionales; su
inconformidad la lleva a una valentía
impresionante. Es la sin nombre, porque en la
loca se agolpan todos los nombres del
travestismo o del folklore mariposón.
Es una tradición como estereotipo y también
la loca es arriesgada a toda pólvora, por amor
o por calentura; es amatoria y deseante. La
loca es el barco que no se queda en el puerto,
navega mar adentro por más escarchada que
fuese la noche o más caluroso que fuese el día.
Así es “la loca”.

41
Maraquero
El maraquero es el homosexual vinchuca. El
maricón dizque “hétero”, que revolotea
presuroso por un campo minado de flores
rotas, mientras absorbe desesperado la savia
vital amariconada de su ocasional amante. Las
flores locas son su gracia y su perdición; cada
marica lo envuelve entre sus sábanas de seda y
lo encandila con sus pasiones pecuniarias que
tanto placer le provocan al maraquero. Éste,
cumplidor a toda orden, no exige demasiado,
se contenta con que no falten combos12 en su

12
Trago y refresco que se venden juntos y que se
mezclan para tomar.
42
mesa, mientras dure la larga noche
homosexualizada.
Ambos establecen un pacto nupcial en el que
priman las intenciones profundamente
lascivas; aun así para la pechadora el
maraquero es “su marido mantenido”,
mientras ella ocupa el lugar de mujer
proveedora, complaciente y sumisa, un cliché
heterosexual desgastado en una sociedad
patriarcal por excelencia. Sin embargo, a la
hora de consumar la ceremonia bendita, el
maraquero muerde la almohada y la pechadora
sopla la nuca de “su marido”, aunque las
apariencias digan lo contrario y los
contrayentes duren lo que dura la pasión, el
dinero y la soledad.
43
De ahí que el maraquero es el maricón ausente
de sí mismo, el fruto putrefacto del páramo, el
inerte cuerpo andrógino que no decide su
sexualidad; el hilo de pestilente falsedad que
recorre el camino angosto de la condenación.
Es el hombrecillo que se oculta detrás de sus
actitudes machistas y su eterna frase barata “lo
hago porque me pagan”, aunque en el fondo
sepa que siempre se da la vuelta y es capaz de
reflejarse en el mismo cristal donde los
maricas retocan su maquillaje.
Cuando se ve atacado, el maraquero, sin
identidad, sin nombre, sin nada, es capaz de
ser homofóbico y censurar al mundo marica
que lamentablemente lo hace posible. Es el
mancebo de la cópula barata, aquel que se
44
pierde en los albores de Baco13 y Erastes14; el
homosexual reprimido, el hombre que
necesita sentirse macho al transgredir su
virilidad.
El maraquero, como construcción patriarcal,
es el maricón que no reconoce su mariconada
vida y, al mismo tiempo, es el macho burlón
de su propia identidad, porque solo le falta
doblar la muñeca para existir dignamente, tal
vez como persona, pero mejor aún como
maricón. Así es “el maraquero”.

13
En la mitología griega Dionisio, dios del vino e
inspirador de la locura ritual y el éxtasis.
14
En Grecia antigua el erastes era el amante, hombre
adulto, que entablaba una relación social, paternal,
erótico-amorosa con un joven, el erómeno.
45
Maricón
El maricón es el homosexual infractor. El
niño, el adolescente, el hombre que transita la
vida infringiendo las normas sociales y
declarando abiertamente su inconformidad. El
espíritu de rebelión que se gesta en él, es el
primer rasgo de su personalidad amariconada
que reconoce en sí mismo desde la primera
vez que fue señalado con el dedo y castigado
por la voz de su padre, que lo último que dijo
fue “maricón de mierda”.
Y por primera vez el maricón es reconocido,
identificado y nombrado. Por eso el maricón
adoptó la identidad que su padre censuraba;
46
por eso el maricón se tragó las lágrimas y
nunca volteó la mirada cuando decidió
marcharse; por eso el maricón decidió buscar
y construir su propio espacio donde hacer
posible su utopía. Esa quimera que fue
tomando cuerpo conforme él repensaba su
autodeterminación como sujeto político en
una sociedad homofóbica, desde esa
nominación que suena a “hombre afeminado,
sodomita e insulto grosero”15 hasta las
variaciones nominales que los homofóbicos
han impuesto “maricón, marica, maraco”. El
maricón decide ser lo que las convenciones
machistas determinan, no porque sea una

15
Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española.
47
actitud complaciente, sino por la necesidad de
encarnar ese significado peyorativo, sin
escapar al “insulto”, y a partir de ello
interpelar al homofóbico con esa presencia
incómoda, arrogante y valiente. De este modo
el maricón desmorona un gran aparato
lingüístico disciplinario/ represor de la
sociedad homofóbica y machista, con
pretensiones de hegemonía y superioridad
heterosexual, para mantener al margen,
subordinado y controlado no solo al maricón
sino también a toda esa población disidente
sexual.
Pero el maricón también decide escribir e
inscribir su propio significado en el imaginario
social, su propia historia en torno a esas siete
48
letras que otrora lapidaban su existencia y que
hoy determinan su identidad. Una identidad
que la asume con la cara lavada16,
posicionando su voz en primera persona17 en
todos los espacios de su vida y
desestabilizando ese orden heterosexista con

16
“No soy un marica disfrazado de poeta / No
necesito disfraz / Aquí está mi cara / Hablo por mi
diferencia / Defiendo lo que soy”. Manifiesto (Hablo
por mi diferencia) de Pedro Lemebel.
17
Renata Hiller, en el libro “Voces polifónicas,
itinerarios de los géneros y las sexualidades”, se
refiere a la heteronominación, el hecho de nombrar
la homosexualidad desde el discurso heterosexual,
con toda la carga prejuiciosa sociocultural que
representa. El maricón se apropia de su
homosexualidad para refrendar ese discurso de
heteronominación histórica.
49
su presencia impertinente18. Entonces, lo que
el maricón pone en la mesa de discusión no es
la posibilidad de un reconocimiento a su
calidad de sujeto pleno de derecho, ciudad-
ano, sino el placer de encarnar el pecado
mismo, la anormalidad, lo inapropiado, lo
nefando, lo monstruoso, y constituirse en el
mayor deseo19 para los heterosexuales, por esa
capacidad innata de ser “rabiosamente
independiente” del dominio cultural, religioso,

18
“No habrá un maricón en alguna esquina /
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo”.
Manifiesto (Hablo por mi diferencia) de Pedro
Lemebel.
19
“No queremos que nos persigan, no queremos que
nos discriminen, ni queremos que nos curen, ni que
nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos
toleren, ni que nos comprometan, lo que queremos
es que nos deseen”. Néstor Perlongher.
50
político, patriarcal y machista de la sociedad.
Tal vez su gesto más radical es el hecho de
homosexualizar la vida misma para
democratizar el acceso al infierno para una
sociedad mojigata por excelencia.
En esa búsqueda de la identidad de los
hombres que aman a otros hombres, el
maricón cuestiona al modelo anglosajón al que
se reduce su condición. Y una vez más
infringe las normas del selecto grupo GLBT,
porque se reconoce, no desde la máscara o el
transformismo superficial, no desde la moda o
el estereotipo repugnante, no desde lo foráneo
o la cultura nauseabunda y elitista, sino desde
la reflexión, el sentimiento de pertenencia y,

51
sobre todo, desde la construcción ideológico –
política de su ser.
Por eso el maricón es capaz de resignificar un
conglomerado diverso, asignarle un estatus
fundacional a la palabra y a su voz, e interpelar
ácidamente a la sociedad que lo excluye, pero
que nunca logra callarlo. Así es “el maricón”.

52
Mariposón
El mariposón es el cuestionado por su forma
de dar amor a este mundo; puede migrar y
emigrar cuantas veces pueda en el día, en la
semana, en el mes. Para el mariposón llevar la
cuenta es cosa del pasado, aunque es
cuestionado, humillado, discriminado por su
forma de sobrevolar los pistilos y aterrizar
para probar el néctar de esa pradera
interminable de tulipanes.
En los momentos más tristes puede soltar una
carcajada, porque no le cuesta nada, por más
que esté muriéndose por dentro. Su folklore
mariposón adorna el callejón frío y sombrío
53
donde vive. Quizá al mariposón se lo asocie
siempre con la mariposa por su delicadeza con
los suyos; pero no, el mariposón es diferente,
siempre lo ha sido, por su fuerza y su
terquedad.
Por su forma de vestir y por su forma de decir
¡aquí estoy, mírenme!, es quien puede
arrancarte una sonrisa de burla o de
admiración, no importa, pero lo hace. Así es
“el mariposón”.

54
Marulo
El marulo es el maricón abierto, el evidente, el
público; pero también es el amotinado, el
insurgente, el sedicioso. Su natural indignación
con la norma y la autoridad le llevan a
descubrir tempranamente su sentimiento de
protesta, por eso no lo piensa mucho cuando
se trata de hablar claro y hacer lo que le gusta;
por eso no lo piensa dos veces cuando
manifiesta abiertamente su sexualidad, porque
para el marulo ser natural y genuino es la clave
de la vida.
No le importa la reacción de los ojos
timoratos y de la falsa moralina, que se
55
escandalizan ante su presencia abrumadora y
contestataria, porque tampoco le preocupa la
norma: ha olvidado la regla y ni se ha enterado
de que hay un modelo a seguir.
Por eso el marulo es víctima de los machitos
burlones, las beatas reprimidas y la sociedad
pensada y construida en función del
heterosexismo. No se ha enterado que le
llaman “marulo” y transita la vida alborotando
y callando al homofóbico solo con su rostro
limpio y su mirada de frente.
Cuando se atreven a gritarle ¡marulo!, él
pregunta ¿por qué? por mariposa, por
mariquita, por maraco, dice el homofóbico.
Sin pensarlo responde: ¡sobre todo por
maricón! y una mirada desafiante increpará a
56
su ocasional verdugo que esconderá la cola
entre las piernas. Así es “el marulo”.

57
Moderno
El moderno es el maricón que se adecua a lo
que le viene, pesca cuanta trucha a
contracorriente venga, muta y transita de
posición. Si tiene que dar el culo, pues lo da y
si no, no se hace lío. Y se pelea con sus homo-
logos metidos en los esquemas tradicionales
de pasivo y activo.
El moderno es versátil y eso lo hace moderno;
es criticado, omitido, invisibilizado en las
charlas homosexuales que halagan al macho
activo o humillan al maricón pasivo. Por su
calidad de mutante el moderno tiene más
opciones, quizá es el maricón de pura cepa,
58
porque no se hace problemas por dar o recibir
placer; su elección para compartir con otro
cuerpo marica pone en jaque al sistema hétero
e indigna al gueto gay. No olvida su privilegio
de varón, pero tampoco olvida que es
maricón; no se jacta de su hombría por dar o
de su sometimiento por recibir. Así es “el
moderno”.

59
Mujercito
El mujercito es el homosexual que renuncia a
sus “privilegios de hombre”20 y por ello es
más hombre, desde su disidencia genérica, que
aquellos machos y fachos de la nauseabunda
cultura machista. El ser mujercito fue una
expresión natural de su sexualidad desde que
era niño, porque era muy llorón, delicado y
prefería las muñecas, porque le gustaba
perderse en la pollera de la madre dando
vueltas y vueltas y soñando con lo que sueñan

20
La sociedad patriarcal y machista que determina la
supremacía masculina sobre la femenina en los
diferentes espacios de la vida, laborales, políticos,
religiosos, culturales, económicos, familiares, etc.
60
todos los mujercitos a su edad, una muñeca
inteligente capaz de hacer pipí, popó y decir
mamá.
Por entonces no sabía el rol que la sociedad
había definido para él y, aunque le vestían de
azulito y pantalones vaqueros, siempre le
quedaba un mal sabor de boca observando su
ropa y los encajes, los bordados y colores rosa
en los vestidos de sus hermanas. Al parecer, la
cofradía masculina de su familia estaba
empecinada en hacer de él todo un
hombrecito, por eso le llenaban de pelotas de
fútbol, ametralladoras con miras láser, carritos
a control remoto y todo tipo de chucherías
que nunca despertaron su curiosidad.

61
La preocupación surgió cuando el niño no
respondía, al contrario, renunciaba a todos
esos privilegios masculinos que su propia
familia había establecido entre los hombres y
mujeres de su casa. La indignación colmó el
rostro de su padre cuando lo descubrió
vestido de niña y jugando con sus hermanas al
“Jacky show”21, donde él era la presentadora
del programa televisivo. Y justo cuando decía
¡fanfarreas para Estefy!, levantando la mano
de su hermana, fue sacado violentamente de la
habitación y golpeado sin piedad ante la
mirada celosa y silenciosa de la madre. Nada
pudo detener la brutalidad del padre que

21
Programa infantil televisivo de los años ochenta y
noventa.
62
gritaba “¡acaso eres mujercita, carajo!”, “¡te
voy a enseñar a jugar de verdad!”, “¡por qué
no sales a la cancha como tu hermano!”.
Cada golpe le dejó una cicatriz en el alma,
pero no pudo doblegar su naturaleza; el
mujercito nunca comprendió los motivos de
su castigo, pero entendió que para ser mujer,
mujercito como le decían, había que tener
demasiado valor. Desde entonces la tiranía
masculina gobernaba todos los espacios de su
vida, “parecía ser que a fuerza de golpes los
quieran ‘hacer hombres’, hombres para la
guerra, hombres para el dolor, hombres para
la dominación, hombres para la dolencia”22.

22
“Machos, varones y maricones”, María Galindo y
Julieta Paredes, un manual de sexualidad que
63
Pero el mujercito siempre fue una voz
disidente frente a ese machismo violento de la
sociedad y prefiere ese lugar que los prejuicios
sociales le han reservado a entrar en ese
círculo vicioso por el que los hombres
gobiernan su propio y reducido imaginario
trivial. Así es “el mujercito.”

cuestiona la violencia sociocultural encargada de


formar a los hombres.
64
Pasiva
La pasiva representa el grito contestatario a
esa loca obsesión del gay por y con el macho.
En un intento desesperado de querer
normativizar su sexualidad como un hétero, el
gay crea una absurda relación entre lo
femenino y la posición del pasivo, e ignora
que los roles de pasivo y/o activo son
simplemente posiciones sexuales de goce, que
nada tienen que ver con un rol de género e
inclusive con una identidad sexual.
La pasiva es el homosexual que evidencia su
feminidad; es como un gato que siempre anda
en celo, siempre tan cariñoso; tal vez es la
65
fantasía más ruin para ese otro macho. Pero
sus semejantes no lo quieren, porque no lo
ven como “cumplidor” (activo). Ese rasgo
“femenino” lo encerró en una jaula arcoíris,
donde los mismos maricas —pasivos en su
mayoría— lo encierran, porque logró
evolucionar más allá del prejuicio. A él no le
importa que lo menosprecien por su posición
tan femenina, al contrario, se siente totalmente
satisfecho.
En un ambiente dicotomizado entre lo
femenino y lo macho (el ambiente GLBT),
existe un orden imaginario heredado de esos
complejos por sentirse “normal”, donde la
pasiva queda en el fondo de esa jerarquía
patriarcal; pero a él no le importa revolcarse
66
en el suelo de esa misógina, machista y
patriarcal pirámide, en cuya cima se encuentra
el macho activo. Por todo eso y menos lo
llaman “pasiva” y no pasivo, remarcando ese
rol impuesto a lo femenino donde se siente
dueña de su vida. Así es “la pasiva”.

67
Pechadora23
La pechadora es el marica “obsoleto”. El
homosexual inevitable que, por sus aires de
millonario, congrega una camada de cuervos,
amariconadamente juveniles, dispuestos a
sacarle los ojos por un poco de felicidad en
forma de billete. De ahí que sus dotes de
madre nutricia se evidencian cuando a los

23
Del verbo “pechar”, pagar pecho (tributo),
obligación monetaria que se paga por el disfrute de
algo. La pechadora y no el pechador, porque en el
ambiente, como en la sociedad, se reproducen
actitudes misóginas porque se considera que la
mujer de la tercera edad, que ha dejado de ser
reproductora, es un sujeto descartable; por ello la
pechadora es objeto de burla, criticada y
ninguneada.
68
niños se les antoja trago, comida y hasta ropa.
Porque solo ella es capaz de aceptar los
madrinazgos de esa veintena de párvulos
maricas que cada tanto celebran cumpleaños,
fiestas, borracheras, etc.
La pechadora dispone de su principal capital
para ganarse la devoción de sus congéneres
hijos que, de tanto júbilo, olvidan hasta su
nombre. Porque precisamente la pechadora no
tiene nombre, es la “madrina” dispuesta a
financiar la felicidad, es la “marica añeja” que
siempre se aparece con cinco combos, es la
“madre putativa” que fomenta el despilfarro
en su “familia de ambiente24” y que, a título de

24
Grupo de amigos del ambiente homosexual.
69
confraternidad, va ganando más adeptos. Por
eso en el boliche su familia junta cuatro mesas
para la jarana y aunque la noche se pinta de
sonrisas, besos y alegrías, la pechadora es la
única a la que nadie saca a bailar.
Sin embargo, la pechadora siempre consigue
algo, de repente un mozalbete bien parecido
engalana la tristeza de sus noches lisiadas. Se
sujeta delicadamente el topo de oro que
corona su mantilla de vicuña y deja brillar los
diamantes falsos incrustados torpemente en su
adorno. La pechadora está fascinada con el
oro de imitación y cuando se le aparece una
oportunidad ni corta, ni perezosa realiza
gestos y movimientos sutiles para mostrar
todo el oro posible que ha conseguido en la
70
feria “16 de Julio”25. Le gusta ser admirada y
tomada en cuenta, porque sabe lo que tiene y
lo que puede ofrecer. Y con ese gesto de las
manos hacia adelante, baila morenada como la
chola paceña más acaudalada del Gran
Poder26, alucinada por el “cuánto cuestas,
cuánto vales” el tema que le dedican; coloca
cinco combos más para esa familia que la ha
ignorado toda la noche, mientras intenta besar
a ese jovenzuelo que se ha arrimado a sus
caricias compradas.

25
Feria de compra – venta de diversos artículos,
entre ellos la famosa ropa “americana” (usada) y las
cosas robadas, en la ciudad de El Alto.
26
Fiesta del Señor Jesús del Gran Poder, principal
celebración religiosa – folklórica que acontece en la
ciudad de La Paz.
71
Al amanecer, la pechadora descubre el
alojamiento al que han ido a parar sus restos,
se sujeta la cabeza golpeada por el trago
nocturno y no se inmuta por todo el oro
faltante, ni siquiera por el celular o la billetera.
Ella, mejor que nadie, sabe que el impuesto a
la felicidad se paga con intereses acumulados,
rutina para ella que puede costearse ese lujo. Y
no es que necesariamente está forrada de
dinero, al contrario, la pechadora está
remendada de felicidad, esa felicidad que le
produce la imagen que proyecta ante los otros,
aunque por ello tenga que deambular veinte
horas al día, intentando vender sus helados de
canela. Así es “la pechadora”.

72
Pluma
La pluma es el maricón que reproduce
actitudes, gestos y vestimenta femenina. Con
una delicada vocecita que simula la ópera
marica del canto de las sirenas, el contoneo
agresivo de la pluma irrumpe trans-gresora en
la calle viril que la censura. La pluma, cuya
muñeca vuela erótica y amenazante en una
caída en búsqueda de su propia libertad,
construye su identidad con cada despojo de
mujer fatal que reúne, imaginaria y atrevida, en
su ego marchito de ilusión, pero vivo de
esperanza.

73
Quizá para la pluma sea natural su gesto rosa
ante un mundo sin colores que no la entiende,
por eso su pluma es involuntaria, es decir se
tiene o no se tiene. De ahí que la pluma es un
imaginario social, una actitud desafiante al
machito burlón y un posicionamiento político
del universo marica, que demanda el mismo
cielo rosa para los ojos cargados de
indignación.
Por eso la pluma es trans-gresora hasta
consigo misma, porque ser pluma, “tener
pluma” es una forma valiente de ser maricón,
porque la señalan, la vetan y la censuran hasta
en el mismo universo marica, pero nunca se
queja de la cicatriz que le dejan los golpes
homofóbicos de la vida.
74
Al contrario, sale airosa de esa selva de espinas
que logra atravesar y por lo único que reclama
es cuando le atribuyen cierto papel televisivo
de chismes y farándula, porque eso no es tener
pluma, eso es rayar en la idiotez. Así es “la
pluma”.

75
Q’iwsa27 (k’eusa)

27
La palabra q’iwsa ha mudado conforme el curso
histórico de la humanidad. El libro “Vocabulario de la
lengua aymara” del padre jesuita Ludovico Bertonio
(1612) hace explícita referencia al “pecado nefando -
q’iwsajucha”,es decir la fuerte doctrina religiosa que
sanciona la naturaleza homosexual y que, por otro
lado, organiza y encausa los significados y usos
lingüísticos del aymara. Del mismo modo, la entrada
para q’iwsa en el “Diccionario bilingüe castellano –
aymara” de Felix Laime Pairumani (2002) es
“afeminado, maricón, ni hombre ni mujer”; así pone
en discusión los nuevos usos del idioma —sin el
castigo judeocristiano— y acomoda el significado a
patrones del Diccionario de la lengua española
(DRAE). En todo caso el fondo es el mismo,
sancionar, estigmatizar y anular al homosexual. El
dato “ni hombre ni mujer” del diccionario de Laime
es crucial para entender esa anulación; se aísla al
q’iwsa del estricto género binario aymara “chacha –
76
El q’iwsa es el marica del mundo aymara; el
niño, el adolescente, el hombre que no encaja
en la dualidad hetero-costumbrista de una
sociedad homofóbica por excelencia. La
palabra como tal no describe al gay o al
homosexual, la palabra q’iwsa, “el q’iwsa”,
describe a un conglomerado de hombres que
transgreden las doctrinas, ritos y costumbres
hetero-ancestrales, reforzadas por prejuicios
heterosexistas de la colonia. Q’iwsa es una
variante de q’iwsuña, que quiere decir torcer,
desviar o alterar la rectitud del
comportamiento heterosexual para consolidar
la descarriada homosexualidad. Este gesto es

warmi”, y al no corresponder a ningún género, no


existe.
77
crucial para entender al q’iwsa, ya que genera
una actitud de inconformidad e intervención
tácita con lo establecido socialmente.
El q’iwsa es bocón, desobediente y rebelde
hasta consigo mismo. Traslada esa voz
desestabilizadora de su intimidad hacia la
comunidad que lo margina por raro, por
afeminado, por anormal. Si alguien entiende
de rituales es el q’iwsa, el mismo que entiende
que la calidad de “jaqi” (persona) no la deciden
los convencionalismos ancestrales, aunque él
no puede ser autoridad, porque no se
concubina ni se casa. El q’iwsa entiende que la
calidad de jaqi no se construye en la dualidad
aymara obligatoria hombre/mujer; para el
q’iwsa “ser persona”, “hacerse persona” pasa
78
por un pacto íntimo con su sexualidad, con
esa convicción de ser lo que él quiere ser, sin
pensar en lo que los demás quieren que sea.
No es una oveja del montón, es la oveja negra,
la descarriada, la única capaz de alejarse de ese
espacio opresor, que lo único bueno que le dio
son sus alas migratorias. Por eso el q’iwsa debe
marcharse, infringir la norma de la comunidad
una vez más, buscar y fundar su propio
espacio y ser libre de pensamiento, obra y
sexualidad. Por eso respira profundo al salir
del rebaño, porque sabe que ser libre es un
lujo costoso y él, que nunca tuvo nada, es
capaz de costearse su propia libertad. Así es
“el q’iwsa”.

79
Rarito
El rarito es el homosexual que no publica su
sexualidad y tampoco la hace “evidente”,
aunque por su camino va dejando pistas
demasiado “evidentes” en esa vida
aparentemente “normal”28. Esas pistas son las
que le han dado la etiqueta de rarito y hacen
sospechar a quienes le rodean de que “algo no
anda bien” en él, aunque justamente eso es lo
que más le fascina, saber que en él “algo no
anda bien”.

28
En la idiosincrasia boliviana se entiende como
“normal” a la persona que sigue estrictamente los
patrones hetero-sexistas.
80
Él se aferra al único mástil estable en su vida
gobernada por la moral pública; incendió la
bandera arcoíris, se empaló a su pundonor y
dividió sus sesos para poder entregarse por
completo, una parte para la moralina
mayoritaria, otra para el minus-culo morboso
GB (gais y bisexuales) y una más para su
sublime libertad. En un equilibrado tambaleo
sobrevive con la conciencia partida, tratando
de callar las voces en su cabeza que le gritan
dignidad. Aunque parezca que el rarito se
diluyó entre los prejuicios, no es así, él
aprendió a vivir el juego de la doble moral,
aprendió que mientras una mano te golpea, la
otra te mete mano y así perdió toda culpa

81
enseñada y adoptó como filosofía de vida un
“bésame el culo”. Así es “el rarito”.

82
Sodomita
El sodomita es el “pecado nefando”, el
homosexual que encarna desde su analidad29 el
“pecado imposible de nombrar”. Aquel que se
contonea en la crueldad de su amor, mientras
el verbo humano lo castiga con “lluvia
dorada”, lluvia que exaspera esa sentencia
ambigua en la escritura del fuego que lo
redime. Es el ave fénix que renace en la
escritura bíblica, el verbo divino que encarna

29
Relaciones coitales por vía anal; prácticas de
exploración sexual placentera, no exclusivamente
homosexual, que desplaza los usos biológicos del
cuerpo y por lo que la religión judeocristiana las ha
perseguido a lo largo de la historia, calificándolos de
“actos contra natura”.
83
la desviación sexual a la norma judeocristiana,
porque el sodomita—cansado de la arquetípica
posición de misionero— logra explorar la
infinidad de comportamientos, actitudes,
prácticas y poses sexuales. Y para coronar la
devoción a su placer, como el buen cristiano
que pone la otra mejilla, él pone el culo30.
No es el marica que reniega de su Dios, al
contrario, es aquel que se acuesta con él,
porque tiene claro el valor de la hospitalidad y,

30
“Mi hombría es aceptarme diferente / Ser cobarde
es mucho más duro / Yo no pongo la otra mejilla /
Pongo el culo compañero / Y esa es mi venganza”.
Manifiesto (Hablo por mi diferencia) de Pedro
Lemebel.
84
en el afán de “conocerlo”31, siempre abre su
cuerpo a su dios favorito, aunque por ello
desborde su propio nombre en la fragua de
ese delirio que empieza a tomar forma
humanamente placentera.
El sodomita se ha forjado con cada fragmento
de su cuerpo lapidado, ha recogido los restos
de su piel incrustada en las piedras, le ha
dedicado un canto celebratorio a su sexo
castrado, mientras observaba, animosamente,
cómo ese tierno ojo de Sodoma fruncía su
inocencia ante la mirada impaciente de los
fariseos que recordaban noches imposibles de

31
“Tener unión sexual con otra persona”. En Mateo
1, 24 - 25 se dice que José no “conoció” a María
hasta que dio a luz a su hijo primogénito.
85
nombrar. La tierra santa le ha dedicado un
espacio importante en su seno, se ha abierto
para recoger su carne cremada, sanar su costra
impúdica y adorar su torturado afán. Al
absolverlo, ha descubierto el barro del que
está hecho, un barro imposible de moldear, un
auténtico polvo que nutre su imagen, esa
imagen limpia del ser humano comprometido
con su naturaleza infinita.
El sodomita admite su autenticidad con el
culo lavado, practica “actos deshonestos” con
el pene, el dedo, la lengua, pero también con
ideas revolucionarias, discursos de resistencia
y manifiestos políticos que lo posicionan
como un verdadero sujeto político. Así es “el
sodomita”.
86
Transformista
La transformista es el maricón que asume su
postura desde el otro lado, el lado femenino, y
asume su identidad de Eva en el paraíso a
partir del pacto sacrificial con un Dios
asexuado, ya que ella misma mutila
ficticiamente al cordero fálico para construir
su propio sexo y ejercer, divina, las veces de
creadora. Sin embargo, la transformista
transforma su propio cuerpo, arma sus
caderas, recrea una actitud femenina, pero no
logra atravesar la línea divisoria del bisturí
mágico que consolida la teatralidad de esos
cuerpos entregados a su devenir mujer.

87
Se dice que la transformista, el transformismo,
es el primer paso a la búsqueda de la
verdadera identidad de género, porque entre
tantas “x” y “y” la combinación resulta un
error y es justo y necesario un recambio
cromosomal mediado por su propia mano.
Pero hay transformistas y transformistas. Unas
lo asumen como un arte que es su pasatiempo;
le buscan un nombre a esa “otra”, construyen
su cuerpo, ejercitan su pasarela, ensayan su
sonrisa y cuidan cada detalle en algún evento,
de manera que logren su cometido: un pedazo
de plástico reluciente que les otorga el
ocasional título de reina. Las otras transitan el
camino más largo y el transformismo es más
que un título de “Señorita Emancipación”;
88
para ellas asumir una identidad sexual y
genérica distinta a la asignada biológicamente
es una necesidad imperiosa, mediada por la
vivencia interna e individual del ser en el
mundo.
De una u otra manera, la transformista
instaura su taconeo infractor y su voz
desobediente en una sociedad fálica, mediada
por roles arbitrarios y reglas absurdas que
hacen de los hombres y mujeres títeres mudos
de un malsano titiritero. De esta forma, la
transformista bocona, incisiva y mordaz ha
interpelado al Eterno, ha comido de la
manzana y ha buscado entre sus semejantes el
lugar que le corresponde; por eso es el foco
que propaga, la manzana que contagia y el
89
primer paso del camino a la soberanía. Así es
la transformista.

90
Trava32
Es una dicotomía del género. Ella nació en el
cuerpo incorrecto, decidió romper con las
normas imaginarias del género y construyó sus
propias reglas. Aunque a veces parezca una
simple imitación del estereotipo femenino, no
es así, la trava repensó su género, su
sexualidad y su ser hasta el más mínimo detalle
y por eso cada paso que da ante las miradas
silenciosas del morbo, en la plataforma social,
está bien planeado y repensado.

32
Trava es la palabra utilizada para referirse y
ningunear a las personas trans femeninas; es
empleada con más frecuencia en el ambiente
homosexual.
91
Ella rompió con los moldes, quebró la
estructura fálica heredada para montar una
performance permanente ―un discurso político
sin saliva― un instrumento cuestionador del
sexismo, aunque para ello tuvo que donar
parte de su vida, regalarla en ese consultorio
clandestino, mutilarse en nombre de la
libertad, inyectarse litros de aceite de
esperanza y distorsionar el imaginario de su
cuerpo, porque quería un trato distinto al de
su destino fálico. Porque ella nació con un
pene y no fue la excepción, también recibió el
lugar y la educación fálica; no le negaron los
privilegios sino que los rechazó y dibujó un
nuevo camino, porque todos los otros se le
cerraron; la ignorancia y el prejuicio siempre
92
ganan y hacen que la prostitución sea su única
compañera.
Pero ella continúa la vida en ese jardín de
aceite, silicona y carne, con las risas “trans” de
fondo como ópera burguesa, casi como
música electrónica en los puestos piratas de
cumbia extranjera; con una manzana de Adán
atragantada, cuerpo de Venus gracias al
cuchillo médico de esa bendita clínica
clandestina que la acercó a su verdadera
realidad. No le importa que la cataloguen
como enfermedad o como un mero
constructo social, ella nació libre y es como
decidió vivir; nunca pudieron dominar su
mente ni su corazón. Así es “la trava”.

93
Trolo33
Él nunca se sintió uno con su “familia”, desde
la primera amenaza de la boca de su madre
supo que su destino estaba muy lejos de aquel
lugar al que llamaban “hogar”, cada tajo físico
y psicológico animaban más esos sentimientos
de escapar literalmente; apenas consiguió
cierta independencia pudo cumplir ese
“sueño”.
Con la necesidad en sus bolsillos, un “contrato
a palabra”34 y la incertidumbre en su roído

33
Palabra despectiva para referirse a hombres
homosexuales, empleada con frecuencia en
Argentina.
94
corazón, las más de 72 horas de viaje
consecutivo no importaban, en su cabeza solo
tenía lugar un remolino de esperanza: se
imagina en una flota35 arcoíris rumbo a ese
destino tan anhelado. En voz baja se repite
una y otra vez: “allá todo será diferente”. Poco
tiempo después de llegar a su “tierra
prometida”, no pudo encontrar esa “otra”
parte que siente que carece desde que tiene
conciencia, solo puede sentir adormecimiento
por las 16 horas de trabajo diarias encadenado
a su único compañero, un viejo banquito de

34
Las ofertas de trabajo para el extranjero,
generalmente para costureros o cocineros en la
Argentina o el Brasil, son “contrataciones” por vía
telefónica.
35
Medio de transporte terrestre.
95
madera. En la soledad la búsqueda de
identidad en su espejo con la mirada de otro,
solo lo convirtió en su propio esclavo.
Ya de vuelta a sus raíces ―se da cuenta de que
lo que buscaba estaba tan cerca― todo ese
innecesario calvario resultó ser tan inútil,
porque después de todo lo único que buscaba
era a “él”. Así es el “trolo”.

96
TS masculino36
Él deambula por los callejones de flores con
espinas fálicas buscando pagar el vicio, la
deuda, mantener a su “familia”, sobrevivir un
día más a costa de la carne sodomita. Entre
tanto quiebre camina triunfante con sus
teatrales gestos cuadrados. Él solo necesita
una pose viril para cumplir con el marica más
antiguo, aquel cuyas fantasías se redujeron a
simple voyerismo.
Desterrado del circuito del sexo “legítimo”
(coito heterosexual) reescribió la sicalipsis37 y

36
Término ONGero para referirse a hombres que se
prostituyen.
97
encontró la tierra prometida de los excesos.
Alimentado por el deseo en un estrecho
pasaje, la gula por la lujuria se fusiona en un
fajillo de billetes. Con el placer convertido en
mercancía encontró la luz al final del camino.
Muchas mentiras no hicieron una verdad y el
conflicto agridulce de sus pensamientos no
cesa; no se resigna con autoidentificarse como
marica y prefiere imaginarse como “el macho
cumplidor” similar a un hombre hétero, que
se sirve de su “loca” clientela.

37
Ofensa a las reglas morales comúnmente
aceptadas, en especial en materia de sexualidad.
98
Ocasionalmente entre sus prostituyentes38,
encuentra a alguien que llena sus expectativas
financieras ―con la conciencia vaciada por la
vida nocturna, solo puede llenarla de su
consumismo mundano― pero como un
objeto que se cambia por otro “nuevo o
mejor” al final siempre acaba solo, cinco pasos
atrás de los dos que había avanzado.
Mitómano por excelencia logró engañarse a sí
mismo, con una promesa que jamás cumplirá:
“él será el último”. Así es el “trabajador
sexual”.

38
Palabra acuñada por María Galindo en su libro
“Ninguna mujer nace para puta”, haciendo
referencia a los hombres que consumen prostitución.
99
Indice.
Retrato de palabras que perturban………… 4
Activo………… 12
Bonita………… 18
Ch’iso………… 24
Desviado………… 27
Fresco………… 29
Gay………… 31
Gelebetoso………… 34
Joto………… 38
Loca………… 40
Maraquero………… 42
Maricón………… 46
Mariposón………… 53
100
Marulo………… 55
Moderno………… 58
Mujercito………… 60
Pasiva………… 65
Pechadora………… 68
Pluma………… 73
Q’iwsa………… 76
Rarito………… 80
Sodomita………… 82
Transformista………… 86
Trava………… 91
Trolo………… 94
TS masculino………… 97

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