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- jueves 23 de diciembre de 2021

Oh Emanuel
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,57-66):

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus
vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban
con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su
padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una
tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a
Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la
montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.

Al momento de preparar esta reflexión, nos encontramos de misión popular con un


grupo de religiosos de nuestra familia del Verbo Encarnado en una pequeña comunidad
campesina de Cuzco – Perú, llamada Pampaconga. Algo llamativo es que muchas personas
aquí piensan que Dios solamente perdona a los niños y que una vez adulto, los pecados
quedan sin perdón. Todo lo contrario a lo que estamos a punto de celebrar mañana en la
noche, la misericordia del Señor hecha niño para el perdón de nuestros pecados… veamos
que nos dicen las lecturas de hoy respecto a esto.

Hoy día, 23 de diciembre, próximos a la llegada del Mesías que nos salva, la liturgia
nos propone lecturas que nos hacen contemplar a su Precursor, Juan el Bautista.

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1. Juan

Para darnos cuenta de la importancia de la misión que Dios le encomendaba, nos


ayudará considerar su mismo nombre: Juan.
Comencemos por recordar que el ángel Gabriel -quien hizo a María el anuncio más
esperado de toda la historia de la humanidad- ya se le había aparecido meses antes al papá
de Juan, el sacerdote Zacarías, durante su servicio en el templo, diciéndole (Lc 1,13): “tu
plegaria ha sido escuchada, e Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, al que pondrás por
nombre Juan”.

¿A qué plegaria se refiere? ¿Tal vez a tener él un hijo? San Agustín dice que no, sino
que se refiere a la oración que Zacarías elevaba a Dios por el pueblo, como buen sacerdote,
pidiendo su redención. “Y -dice Sa Agustín- como [el pueblo] no podía esperar su salud y
redención sino del Cristo o del Mesías, por eso se anuncia a Zacarías el nacimiento de un
hijo, que debía ser el precursor de este Cristo Salvador de Israel.”
De hecho, es el mismo nacimiento o envío que tenemos profetizado en la primera
lectura por el profeta Malaquías: “Voy a enviar a mi mensajero, para que prepare el camino
ante mí.”

Alguien puede decir, “padre, pero en la primera lectura se habla de Elías, no de


Juan”… Sí es verdad, dice así: “Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del
Señor, día grande y terrible”. Pero más adelante, en Mt 17, 12-13, Jesucristo les dirá a sus
discípulos que las profecías que anunciaban que Elías vendría a restablecer todo, ya se
habían cumplido. Dice el evangelio que los discípulos entendieron que esto se cumplió en
la persona de Juan el Bautista. Por supuesto, no como una reencarnación, sino como
animado por el mismo espíritu y verdad de Elías, según comenta Orígenes.

Y una misión tan importante requería un nombre que refleje esa importancia, según
la costumbre del pueblo hebreo… un nombre que la describa totalmente. Es así que el ángel
Gabriel le dice a Zacarías que su hijo debe llamarse “Juan”, que entre otras traducciones
significa: “el Señor tuvo misericordia”. ¡Claro! Tuvo misericordia de su pueblo y envió al
Salvador. Tal es el nombre que reflejaba la misión del Precursor, por lo que debía ser
defendido de juicios humanos, como vemos en el evangelio de hoy, por medio de labios de
Isabel y de la tablilla de Zacarías: “Juan es su nombre” (Lc 1,63).

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Es así que el primer misionero de Cristo, “el llamado Profeta del Altísimo porque irá
delante del Señor a preparar sus caminos” (Cfr. Lc 1,76), se llamó “El Señor tuvo
misericordia”, como el mismo Zacarías profetizó: “por las entrañas de misericordia de
nuestro Dios, el Sol naciente nos visitará desde lo alto, para iluminar a los que yacen en
tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.” (Lc 1,78-
79)

Por lo tanto, la misión de Juan fue anunciar que “El Señor tuvo misericordia” y
cumplió sus promesas… envió a su Hijo Único para tomar sobre sí nuestras debilidades. El
Papa Francisco decía en el 2015 que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” y
que “con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”.
(Misericordiae vultus, 1)

2. Oh, Emanuel

Ese es el Emmanuel, Dios con nosotros, anunciado por San Juan Bautista. Es Dios
que se hace hombre para estar con nosotros y salvarnos. Es esto lo que rezaremos en la
antífona1 del Magnificat, correspondiente a las vísperas de hoy 23 de diciembre:
“Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de
los pueblos, ¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!” 2 Es una de las famosas antífonas de la O,
que están parafraseadas en este famoso himno de adviento “Veni, veni, Emanuelle”
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A partir del 17 de diciembre inician las “Ferias Mayores de Adviento”, que son los ocho días previos a la Solemnidad de la
Natividad del Señor, y la liturgia se centra con mayor énfasis en la preparación de la conmemoración anual del nacimiento del
Redentor.

En los primeros siete días, durante el rezo de las Vísperas, con el Magníficat se cantan o recitan las Antífonas Mayores de
Adviento, también conocidas como “Antífonas de la O”.

Las Antífonas de la O se llaman así porque todas empiezan en latín con la exclamación “O”, en castellano “Oh”. Fueron
compuestas hacia los siglos VII-VIII, como un resumen de los deseos de salvación de toda la humanidad, como un compendio del
espíritu del Adviento.

Cada antífona empieza por una exclamación, “Oh”, seguida de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento: el 17,
Sapientia (Sabiduría); el 18, Adonai (Señor poderoso); el 19, Radix (Raíz); el 20, Clavis (Llave); el 21, Oriens (Oriente); el 22, Rex (Rey);
y el 23 Emmanuel (Dios con nosotros).

Si la primera letra después de la “O” se lee en sentido inverso forman el acróstico “ero cras”, que significa “seré mañana o
vendré mañana”.

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O Emmanuel, Rex et legifer noster, expectatio gentium et Salvator earum: veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.

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Ven, Emmanuel, Rey y legislador,


redime a tu pueblo Israel,
que llora desterrado aquí,
hasta que venga el Hijo de Dios.
Alégrate, Alégrate, Emmanuel
nacido para ti, Israel.

Pidamos a la Virgen poder alegrarnos en vísperas del nacimiento de la Misericordia


del Padre, un nacimiento que nos recuerda que Dios siempre nos envía su auxilio, como
dice Isaías (1,18): “Aunque vuestros pecados fueran como la grana, quedarán blancos como
la nieve” porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5,20).
Aprovechemos estas vísperas navideñas para hacer una buena confesión,
preparemos nuestro corazón para que nazca el niño Dios.

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