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Primera edición, 2 0 2 0
© K atz Ed itores
Cu llen 5319
1431 - B u e n os A ire s
c/Sitio de Zaragoza, 6 , 1® p lan ta
28931 M óstoles-M adrid
w w w .katzed itores.com
11 i. D e s a m o r . I n t r o d u c c ió n a u n a s o c io l o g ía
d e l a s e l e c c io n e s n e g a t iv a s
15 El am or como libertad
21 La incómoda crítica de la libertad
30 La elección
36 La elección negativa
45 2. E l c o r t e jo p r e m o d e r n o , l a c e r t id u m b r e s o c ia l
Y E L A D V EN IM IEN T O DE LA S R E LA C IO N E S N EG A TIVA S
50 El cortejo como estructura sociológica
57 La certidumbre como estructura sociológica
72 La libertad sexual como libertad de consumo
84 Una nueva gram ática social y sexual
93 3. Sexo c o n fu so
95 La sexualidad casual y sus efectos elusivos
112 Lo casual y lo incierto
136 Incertidumbre y sociabilidad negativa
143 4. E l c a p it a l is m o e s c ó p ic o y e l a s c e n s o
d e l a i n c e r t id u m b r e o n t o l ó g ic a
257 6. E l d i v o r c io c o m o r e l a c i ó n n e g a t i v a
260 El fin del amor
261 El divorcio y la posición de las mujeres en el terreno emocional
267 La estructura narrativa de la partida
272 Sexualidad: la gran separación
282 Objetos de consumo: de los objetos de transición
a los de salida
287 La autonomía y el vínculo: una pareja difícil
292 Ontologías emocionales y contratos emocionales
no vinculantes
298 Com petencia em ocional y la posición de las mujeres
en los procesos relaciónales
305 C o n c l u s ió n : L a s r e l a c io n e s n e g a t iv a s y l a p o l ít ic a
SEX U A L D E L A M A R IP O S A
319 Agradecimientos
321 Bibliografía
347 índice temático
A m is hijos, Netanel, Im manuel y Am itai
A m i madre, Alice
A m is herm anos y m i hermana, Michael, Maro y Nathalie
con quienes el prefijo “des-” nunca viene a cuento.
No soy más que un cronista; quiero que m i obra trate
sobre lo que significa ser una persona que vive hoy.
Mark Quinn
7 P ierre B ou rd ieu, L a distinción. C riterios y bases sociales del gusto, M a d rid , Taurus,
! 1999; M a ry D ou glas y B aró n Isherw o od, E l m un do de los bienes. H acia una
\ antropología del consumo, M é xico , G rijalb o, 1990; M ik e Featherstone, C ultura de
consum o y posm odernism o, B u e n os A ires, A m o rro rtu , 2000; E v a Illouz, E l
' consum o de la utopía rom ántica. E l a m o r y las contradicciones culturales del
DESAMOR | 15
E l a m o r c o m o l ib e r t a d
capitalism o, B uen os A ires/M adrid, K atz, 2009; E va Illou z, In tim idad es congeladas.
Las em ociones en el capitalism o, B uenos A ires/M adrid, K atz, 2007; A rlie Russell
H o ch schild, The M an ag ed Heart. C om m ercialization o f H u m an Feeling, B erkeley,
U n iversity o f C a lifo rn ia Press, 2012 [1983]; A rlie R ussell H o ch schild, La
mercantilización de la v id a íntim a. A pun tes de la casa y el trabajo, B uen os
A ires/M adrid, Katz, 2008; A xe l H onn eth , “ O rgan ized Self-R ealization : Som e
Paradoxes o f In dividu alization ”, en European Jo u rn a l o f Social Theory, N ° 4 ,2 0 0 4 ,
pp. 463-478; M ick i M cG ee, Self-H elp, inc. M ak eo ver C ulture in A m erican Life,
N u e va Y o rk, O xford U n iversity Press, 2005; A n n Swidler, Talk o fL o v e . H o w
C ulture Matters, C hicago, U n iversity o f C h icag o P ress, 2003.
8 M ilton Friedm an, Capitalism o y libertad, M a d rid , Síntesis, 2012; Frie d rich
A ugu st H ayek, C am in o de servidu m bre, M a d rid , A lian za, 2011; K a r l P olanyi,
L a gran transform ación. C rítica del liberalism o económico, M é xico, Fon do
de C u ltu ra Eco nóm ica, 2017.
16 | EL F IN DEL AMOR
L a in c ó m o d a c r ít ic a d e l a l ib e r t a d
18 C a m ille P aglia, Sexo, arte y cultura en los Estados Unidos, M a d rid , A guilar, 1995.
22 I EL F I N D E L A M O R
los efectos de la cultura sexualizada, así como, por último, las mayorías
cristianas y las m inorías religiosas (sobre todo m usulm anas) que viven en
Europa y en los Estados Unidos. Todas estas críticas expresan un malestar
provocado por la intensa sexualización de la cultura. Solo las académicas
feministas han prestado atención a este malestar, y antropólogas como
Lila Abu-Lughod y Saba M ahm ood han criticado los m odelos eurocén-
tricos de em ancipación sexual desde la perspectiva de la subjetividad m u
sulm ana femenina,25 invitándonos a im aginar otras form as de subjetivi
dades em ocionales y sexuales. El análisis critico de la sexualidad que
, desarrollo a lo largo del presente libro no obedece a un im pulso puritano
en pos de controlarla o regularla (no tengo en mente ningún program a
semejante), sino más bien a un deseo de historizar y contextualizar nues
tras creencias sobre el am or y la sexualidad, así com o de exam inar los
ideales culturales y políticos de la m odernidad sexual en busca de aspectos
distorsionados o apropiados por fuerzas económicas y tecnológicas con
trarias a las norm as y los ideales emocionales que se consideran esenciales
para el amor. Si hay una norm a im plícita que atraviese este trabajo, es que
el am or (en todas sus form as) sigue siendo el m odo más significativo de
entablar relaciones sociales.
Una posible objeción final a m i planteo tiene que ver con la presencia
dominante que ha adquirido la obra de M ichel Foucault en las ciencias
hum anas y sociales. La am plia influencia de su libro Vigilar y castigar 26
disem inó la sospecha de que la libertad dem ocrática era un ardid para
enmascarar los procesos de vigilancia y disciplina que entrañan las nuevas
form as de conocer y controlar a los seres hum anos. Los sociólogos enfo
caron su atención en la vigilancia y, á la Foucault, tildaron a la libertad de
ilusión liberal, afianzada en un poderoso sistema de disciplina y control.
Desde este punto de vista, la libertad propiam ente dicha pasó a ser un
objeto de estudio menos interesante que la ilusión de subjetividad creada
por ella. Sin embargo, el propio Foucault -e n sus cursos del Collége de
France, hacia el final de su v id a - incorporó un creciente análisis de los
nexos entre la libertad y la gubernamentalidad, es decir, de las maneras en
27 M ich e l Fou cau lt, S egu ridad, territorio, población. Curso d e l Collége de France
(1977-Í978), B uen os A ires, Fon do de C u ltu ra Eco nóm ica, 2007; M ich e l Foucalt,
E l gobierno d e sí y de los otros, B uen os A ires, Fon do de C u ltu ra E co n óm ica, 2009.
28 N iko las R ose, In ven tin g our Selves. Psychology, Power, a n d Personhood,
Cam bridge, C am brid g e U n iversity P ress, 1998; N ikolas R ose, Powers o f Freedom .
R efram in g P olitical Thought, C am brid g e, C am brid g e U n iversity P ress, 1999.
29 D eb orah . L. T olm an , D ilem m as ofD esire. Teenage G irls Talk abou t S exuality,
C am bridg e (M assachusetts), H a rv ard U n iversity Press, 2,002, pp. 5-6.
26 | EL FIN DEL AMOR
para recuperar el ideal original de libertad que impulsó dichos m ovim ien
tos. Del m ism o m odo, si sabem os que el liberalism o ha entrañado una
notoria desaparición de la normatividad en materia de transacciones eco- f
nómicas (que no solo transformó las instituciones públicas en organiza- tí
dones con fines de lucro, sino que además entronizó el interés propio como t
la epistemología natural del actor), nada nos impide indagar si la libertad i
sexual no surte efectos similares en las relaciones íntimas, es decir, si la
naturalización del placer individual, aparejada a la institución de la com
petencia y la acum ulación sexuales, no entraña una desaparición de la
normatividad que despoja a las relaciones de su regulación ética y moral.
En otras palabras, cabe preguntarse si la libertad sexual no se ha convertido
en la filosofía neoliberal de la esfera privada,32 como discurso y com o prac
tica que erosiona la normatividad de las relaciones, naturaliza la tecnología
y la ética del consumo como nueva form a de organización em ocional au
tónoma, e incluso vuelve menos inteligible el núcleo m oral y normativo
de la intersubjetividad. Aun cuando la libertad haya sido en sí m ism a una
potente reivindicación normativa contra la concertación de m atrimonios
forzosos o desprovistos de amor, así como a favor del derecho al divorcio,
a la vida emocional y sexual de acuerdo con las propias inclinaciones y al
trato igualitario como m iembro de una m inoría sexual, hoy cabe pregun
tarse si esa m ism a libertad no ha despojado a las relaciones sexuales de ese
lenguaje moral del que en sus inicios estaba im pregnada (por ejemplo,
desechando el lenguaje de la obligación y la reciprocidad que tradicional
mente organizaba todas las interacciones sociales, o al menos la mayoría).
Así como el capitalismo m onopolista de hoy contradice el espíritu de libre
intercambio que había insuflado las primeras concepciones del mercado
y el comercio, la organización de la subjetividad sexual según los estrictos
parámetros culturales de la tecnología y el consumo contradice la visión
de la sexualidad emancipada que fue el eje de la revolución sexual, debido
a que esa sexualidad termina por reproducir compulsivamente los propios
esquemas de pensamiento y acción que hacen de la tecnología y la econo
m ía los motores y artífices invisibles de nuestros lazos sociales.
32 V éan se, p ara u n a elab orada discu sión sobre esta cuestión, D an a K ap la n ,
“ R ecreation al Sexuality, Food, an d N ew A ge Sp irituality: A C u ltu ral S o c io lo gy
o f M id d le-C lass D istin ctio n s”, tesis doctoral, U n iversid ad H ebrea de Jerusalén,
Israel, 2014; D an a K ap lan, “ Sexual Lib eration an d the C reatiye C lass in Israel”,
en S. S eidm an, N . Fish er y C . Meelcs (e d s.), In tro d ucing the N e w S exu ality Studies,
Lond res, R outledge, 2 016, pp. 363-370; V olker W oltersdorff, “ P aradoxes o f
Precariou s Sexualities: S exual S ubcultures u nd er N eo-lib eralism ” en Cultural
Studies, vol. 25, N ° 2, 2 0 11, pp. 164-182.
2 8 I EL F I N DEL AMOR
La e le c c ió n
los sociólogos hayan pasado por alto lo que los economistas y los psicó
logos captaron sin darse cuenta: que el capitalismo ha transform ado m u
chos ámbitos sociales en mercados, que ha hecho de la acción social una
acción reflexiva y una decisión, y que la elección ha devenido en una nueva
form a social de im portancia clave, a través y dentro de la cual la subjeti
vidad m oderna se comprende y se realiza a sí m ism a en todos o en casi
todos los aspectos de la vida.42 No sería una exageración decir que el sujeto
m oderno llega a la adultez m ediante el ejercicio de su capacidad para
em prender el acto deliberado de elegir en una gran variedad de campos:
sus gustos en m ateria de m úsica y vestimenta, su título universitario y su
profesión, la cantidad de parejas sexuales, el sexo de sus parejas sexuales,
su propio sexo, sus amigos cercanos y distantes, son todos “ elegidos” ; son
el resultado de actos decisorios reflexivos, supervisados y deliberados.
Temerosos de que el apoyo a la idea de elección pudiera traducirse en un
respaldo ingenuo y voluntarista de la acción racional, los sociólogos des
estimaron y pasaron por alto el hecho de que .l?. elección,había ^devenido
no solo un aspecto de la subjetividad, sino además u n am an era de insti
tucionalizar la acción. De ahí que hayan persistido en ver la elección como
un pilar de la ideología capitalista, como la prem isa epistemológica falsa
de la economía, como el buque insignia del liberalism o, com o una ilusión
biográfica producida por las ciencias psicológicas o com o la estructura
cultural por excelencia del deseo consumista. La perspectiva que ofrezco
aquí es diferente: por num erosos e indiscutibles que sean los datos acu
m ulados por la sociología para demostrar que las restricciones de clase y
de género m oldean y estructuran la elección desde el interior, lo cierto es
que, ilusoria o no, la elección es un m odo fundamental en que los sujetos
m odernos se relacionan con srTéntbrno social y con su propio yo. La
elección estructura los m odos de inteligibilidad social. Por ejem plo, el “ yo
43 Stephenie M eyer, “ Frequ en tly asked qu estions: B reak ing daw n ”, dispon ible en
línea: < http ://stepheniem eyer.com /the-books/breaking-daw n/frequently-asked-
questio ns-b reaking-daw n /> [consultad o el 2 de ju n io de 2020].
44 R enata Salecl, “ S ociety o f C h o ic e”, op. cit.; R enata Salecl, “ S e lf in Tim es o f
Tyrann y o f C h o ice”, op. cit.; R enata Salecl, L a tiranía de la elección, op. cit.
DESAMOR | 35
negar o ignorar a los otros.46 La libertad asertiva del yo es tal vez la form a
más prevalente de libertad en las relaciones personales y, tal como demues
tro aquí, presenta todas las am bigüedades m orales de la libertad en la
institución de la heterosexualidad.
L a e l e c c ió n n e g a t iv a
47 V éase M anu el Castells, “ The N et an d the Self: W orldng N otes for a Critica]
T h e o ry o f the In form ation al Society”, en C ritiq ue o fA nth ropology, v o l. 16, N ° 1,
pp. 9-38.
48 Eva Illouz, Po r q ué duele el am or, B uen os A ires/M adrid, Katz, 2012.
* L a p alab ra en inglés es unchoosing; el térm in o que elegí p ara trad u c irla está
form ad o p o r el p refijo des- y el sustantivo elección (no con fu n d ir con
“de-selección ” ). La au tora tam b ién usa las form as con jugadas de deselegir
(unchoose). [N. de la T.]
3 8 | EL F IN D E L A M O R
relación contractual que se entabla libremente, que está sujeta a las reglas
éticas del com prom iso, que rinde beneficios obvios y que demanda estra
tegias e inversiones emocionales de largo plazo. Las compañías de seguros
se crearon como instituciones cruciales para m inim izar los riesgos, al in
tervenir en calidad de terceras partes entre los dos contratantes e incre
mentar así la confiabilidad del contrato comercial. Esta organización social
del capitalismo evolucionó hasta transformarse en una red m undial ram i
ficada, con dispersión de la propiedad y del control. A hora se han intro
ducido nuevas form as de no-com prom iso, como el horario flexible o la
m ano de obra subcontratada, la m inim ización de las redes de seguridad
social y la ruptura de los lazos de lealtad entre los trabajadores y su lugar
de trabajo, en legislaciones y prácticas que redujeron de m anera drástica
el com prom iso de las empresas con sus empleados. El capitalismo con
tem poráneo tam bién ha desarrollado instrum entos para explotar la in
certidum bre (com o los derivados financieros, por ejem plo), e incluso
vuelve incierto el valor de ciertos bienes mediante los “ mercados al con
tado” [spot markets], donde los precios se ajustan sin cesar según la fluc
tuación de la demanda, en un proceso que sirve a la vez para generar in
certid u m b re y para explotarla. Las prácticas de n o-com p rom iso y
no-elección perm iten a las corporaciones retirarse velozm ente de una
transacción y realinear los precios de m anera instantánea, lo cual, a su vez,
les posibilita form ar y cam biar rápidam ente las lealtades, renovar o m o
dificar con celeridad las líneas de producción y despedir trabajadores sin
grandes obstáculos. Todas estas prácticas son prácticas d e no-elección. La
elección, que fue el lema tem prano del “ capitalismo sólido”, se ha meta-
m orfoseado así en la no-elección, es decir, en la práctica de ajustar las
preferencias individuales “sobre la m archa”, o de no entablar ni buscar
relaciones o com prom isos en general, ya sean de índole económ ica o ro
m ántica. Estas prácticas de no-elección se com binan de algún m odo con
estrategias calculatorias intensivas de evaluación del riesgo.
La sociología tradicional -e n particular la del interaccionismo simbó
lic o - se ha enfocado de manera casi axiom ática en la m icroform ación de
lazos sociales y, por definición, ha sido incapaz de comprender el m eca
nismo, más elusivo, que gobierna el colapso, la terminación, la evaporación
o el desvanecimiento de las relaciones. En la m odernidad de las redes, el
objeto de estudio más apropiado es la disolución de los lazos, allí donde
esa disolución se concibe com o una form a social. Esta disolución de las
relaciones no es el resultado de una ruptura directa -alienación, reificación,
instrumentalización, explotación- sino que se da en el marco de los m an
datos m orales que constituyen el núcleo im aginario de la subjetividad
DESAMOR | 3 9
51 “ I d o rít” en The Econom ist, i ° de septiem bre de 2016, dispon ible en línea:
< http://ww w.econom ist.com /news/asia/21706321-m ost-japanese-want-be-m arried-
are-fin d in g-it-h a rd -i-d o n t> [consultad o el 2 de ju n io de 2020].
52 N an cy Fraser, “ C o n trad iction s o f C apitalism an d C a re”, N e w L eft R eview , ju n io-
ju lio , 2016, pp. 99-117.
53 Tal com o señalan B achm an y B aru a sobre la base de inform es publicados p or la
O ficina de Censos de los Estados U n idos, “entre 1960 y 2014, la edad p rom ed io de
las p rim eras nupcias aum entó a 29,3 p ara los h om bres y a 27,6 p ara las mujeres,
desde los 22,8 y los 20,3, respectivam ente. D u rante este período, la p roporción de
hogares unipersonales en el total de lo s hogares au m entó a m ás del doble, hasta
DESAMOR | 4 1
27,7%, m ientras que la cantidad de habitantes p o r hogar cayó de 3,33 a 2,54”. “ Entre
1999 y 2014, la cantidad de hogares unipersonales se increm entó de 26,6 m illones a
alrededor de 34,2 m illones, en u na suba que asciende a un pro m ed io anual del
1,7% . El crecim iento total que experim entaron los hogares durante el m ism o
período fue m ás bajo (1 ,1% ), lo cual elevó a m ás 2 pun tos porcentuales el aum ento
p ro po rcion al de los hogares unipersonales en el total de los hogares”. “ Las
proyecciones indican que lo s hogares unipersonales rond arán los 4 1,4 m illones
hacia 2030, con u na suba pro m ed io anual de 1,1% entre 2015 y 2030”. O ficin a de
Censos de lo s Estados U nidos, “ Fam ilies an d L ivin g A rrangem ents: M arital
Status”, 21 de octubre de 2015; O ficina de Censos de los Estados U n idos, “ Fam ilies
and Livin g A rrangem ents: H ouseholds”, 21 de octubre de 2015; D an iel B achm an y
A k ru r B arua, “ Single-Person H ouseholds: A n other L o ok at the C hanging
A m erican Fam ily”, en D eloitte, 2015, disponible en línea: < http://dupress.d eloitte.
com /dup-us-en/econom y/behind-the-num bers/single-person-households-and-
changing-am erican -fam ily.htm l> [consultado el 2 de ju n io de 2020].
54 W. B ra d fo rd W ilcox, “ T h e Evolution o f D ivo rce”, en N atio n al A ffaírs, N ° 42 ,20 0 9 ,
disp on ible en línea: < http://nationalaffairs.com /publications/detail/the-
ev olu tion -of-d iv orce> [consultado el 2 de ju n io de 2020].
55 Tal com o dem u estra Claire C a in M iller con datos de la En cuesta sobre In gresos y
Particip ación en P rogram as. Es im p ortan te señalar que M iller tam b ién m u estra
u n a caída en el índ ice de divorcios para las person as que se casaron desde los
añ os noventa, en relación con el pico alcanzado entre los años setenta y
p rin cip ios de los ochenta. V éase C laire C a in M iller, “ T h e D ivo rce Surge is Over,
b u t the M yth Lives O n ”, en The N ew York Tim es, 4 de diciem b re de 2014,
dispon ible en línea: < http://w w w .nytim es.com /2014/12/02/upshot/the-divorce-
su rge-is-over-bu t-th e-m yth -lives-on .h tm l> [consultado el 2 de ju n io de 2020].
56 Charlotte Lytton, “ I M e W ed: W h y A re M o re W om en C h o osin g to M a rry
Them selves?”, en The Telegraph, 28 de septiem bre de 2017, disp on ible en línea:
< http ://w w w .telegraph .co.uk/w om en/life/w om en-choo sing-m arry/>
[consultado el 2 de ju n io de 2020].
4 2 | EL FIN DEL A M O R
p o r conversaciones in form ales, que tran scrib ía inm ediatam ente después
del encuentro. Este m étodo es sin d u d a m enos intru sivo y se condice
c on el m o d o del análisis etnográfico. E n ocasiones, fu i an otand o a m ano
lo s p un tos prin cip ales de la con versación m ien tras la llevab a a cabo. L a d u ración
de las a j o w s a c i o n e s osciló entre lo s treinta y lo sjM v e n ta m in uto s.
61 Lauren B erlant, “ S low D eath (Sovereignty, O besity, Lateral A g en c y )”, en C ritical
In qu iry, v ol. 33, N ° 4, 2007, pp. 754-780; Lauren B erlant, E l optim ism o cruel,
B uenos A ires, C a ja N egra, 2020, p. 33.
2
El cortejo premoderno,
la certidumbre social
y el advenimiento
de las relaciones negativas
M ary no form ula estas reflexiones como una interrogación sobre sus sen
timientos o los del señor Whittlestaff. De hecho, sabe que él le propondrá
m atrimonio, aunque aún no se haya dicho nada de manera explícita. Su
decisión respecto de la presunta propuesta tam bién está clara. En el trans
curso de una hora, M ary ya ha negociado consigo m ism a su futuro m atri
monial, invocando y ensayando una serie de argumentos a favor de acep
tar la propuesta de W hittlestaff, argum entos que giran en torno a las
virtudes del hom bre en cuestión y a lo que ella im agina que diría “el
m undo”. M ary ve en él las m ism as virtudes que verá el m undo, lo cual
sugiere una superposición entre los juicios privados y colectivos. En con
form idad con las teorías sociológicas del “yo espejo”,3 M ary incorpora la
opinión del m undo a la hora de tom ar su decisión. Las evaluaciones de
M ary y del m undo se configuran sobre la base de guiones sociales estable
cidos acerca del buen hom bre, de las norm as que rigen el m atrimonio y
del rol apropiado para la m ujer, de m odo tal que la evaluación y el afecto
de M ary con respecto a él se basan en pautas comunes. Cuando M ary se
decide, participa de este m undo conocido y común. Su decisión incorpora
en una sola unidad sus sentimientos, sus opiniones, la ventaja económica
del m atrim onio y las expectativas sociales de una m ujer en su situación.
Los sentim ientos y las normas conform an una matriz cultural unificada
que moldea directamente el proceso decisorio.
La decisión de Mary, así com o su posterior prom esa de casarse con un
hombre maduro, se convierten en un dilema cuando el lector se entera de
que tres años antes ella le había concedido su m ano a John Gordon. Unos
escasos y breves encuentros entre ambos jóvenes habían bastado para se
llar la m utua prom esa de contraer m atrim onio cuando Gordon regresara
de Sudáfrica, adonde pensaba viajar en busca de fortuna. Luego de esperar
en vano noticias de su prom etido a lo largo de tres años, M ary se libera de
3 V éanse Charles H o rto n Coo ley, H u m an N atu re an d the Social Order, P iscataway
(N ueva Jersey), T ransaction, 1992 [1902], p. 184; D avid D. Franks y V ik to r Cecas,
“A uton om y and C on fo rm ity in C oo ley ’s Self-T h eory: T h e Looking-G Iass S elf and
B eyond”, en Sym bolic Interaction, vol. 15, N ° i, 1992, pp. 49-68; G eorge. H . Mead,
“ C oo ley’s C on trib u tio n to A m e rican Social T ho ug ht”, en A m erican Sociological
R eview , vol. 35, N ° 5,19 3 0 , pp. 693-706; George H . M ead, M in d, S e lf an d Society,
Chicago, U n iversity o f C hicago Press, 1934; J. Sid ney Shrau ger y Tho m as J.
S choenem an, “ Sym bolic In teraction ist V iew o f Self-concept: T h rou g h the Looking
G lass D ark ly”, en Psychological Bulletin , vol. 86, N ° 3,19 79 , pp. 549-573; D ianne
M . Tice, “ Self-C on cept C hange and Self-Presentation: T h e Lo ok in g Glass Self
is A lso a M a gn ifying Glass”, en Jo u rn al ofP erson ality a n d Social Psychology,
vol. 63, N ° 3,19 79 , pp. 435-451.
EL C O R T E J O PREMODERNO, LA C E R T I D U M B R E SOCIAL. I 47
Émile Durkheim tal vez haya estado entre los primeros que comprendieron
las implicaciones que acarreaba el colapso de este orden norm ativo, emo-
4 8 I El FIN DEL AMOR
cional e institucional.4Los sociólogos rara vez han notado hasta qué punto
el concepto de anomia, en torno al cual gira su célebre y canónico estudio
b 1 suicidio, se relaciona con el deseo, sexual y la institución m atri
monial. Durkheim enuncia en palabras extraordinariamente proféticas su
d c \ ión del hombre soltero, un nuevo tipo social que había aparecido
por entonces en la sociedad francesa:5
Si sus goces [del hombre casado] están definidos, tam bién están asegu
rados, y esta certidumbre consolida su coherencia mental. La situación
del soltero es totalmente distinta. Dado que puede entablar vínculos
legítimos a su antojo, aspira a todo y nada le satisface. Este m al del in
finito, que la anom ia difunde por todas partes, puede afectar a esta zona
de nuestra conciencia tanto com o a cualquier otra; con gran frecuencia,
adopta la form a sexual que ha descrito Musset. Cuando nada nos con
tiene, no sabemos cómo controlarnos por nuestra cuenta. M ás allá de
los placeres que se hayan experimentado, se im aginan y se ansian otros;
si sucede que se ha recorrido casi todo el círculo de lo posible, se sueña
con lo im posible, se tiene sed de lo que no existe. ¿Cóm o no ha de
exasperarse la sensibilidad en esa búsqueda que nunca concluye? Para
llegar a tal punto, no es necesario haber multiplicado hasta el infinito
las experiencias amorosas en una vida como la de D on Juan. Basta con
la existencia mediocre de un soltero com ún y corriente. Se despiertan
esperanzas nuevas que se m architan sin cesar, dejando tras de sí una
sensación de fatiga y desencanto. Por otra parte, es difícil fijar el deseo
cuando no se está seguro de poder conservar lo que atrae, porque la
anom ia es doble. Del m ism o m odo en que el sujeto no se entrega defi
nitivamente, tam poco posee nada a título definitivo. La incertidumbre
del porvenir, sum ada a su propia indeterminación, lo condena así a una
perpetua m ovilidad. El resultado final es un estado de perturbación,
agitación e insatisfacción que no puede sino incrementar la probabilidad
del suicidio.6
El c o r t e jo co m o e s t r u c t u r a s o c io ló g ic a
8 V éan se, con referencia a este tem a, W illiam E. M a n n , “Augu stin e on E v il and
O rigin al Sin”, en Eleon ore S tu m p y N o rm a n K retzm an n (eds.), The C am bridge
C om panion to A ugustine, C a m b rid g e, C am brid g e U n iversity P ress, 2001,
pp. 40-48; M a rjo rie H ew itt Such ock i, The F a ll to Violence. O rigin al Sin
in R elational Theology, N u e va York, C o n tin u u m , 1994.
9 V éase Jo h n G iles M ilhaven , “ T h o m as A qu in as on S exual P leasu re”, en The
Jo u rn a l o fR elig io u s E th k s, añ o 5, N ° 2 ,19 77, pp. 157-181.
10 Para santo Tom ás de A q u in o , el teólo go que sintetizó las ob ras de san A gustín
hacia fin es del siglo X III, el sexo n o debía se rv ir al p lacer sino solam ente a la
rep rodu cción . A q u in o aceptaba el sexo entre cónyuges, pero solo a regañadientes
c on cedía que la sexu alid ad placentera p o d ía ser tolerab le si tenía lu gar dentro
del m atrim onio.
1 1 V éan se Jac k G oo dy, The D evelo pm en t o fth e F a m ily an d M arriag e in Europe,
C am bridge, C am bridg e U n iversity P ress, 1984; Philip Lyn don R eyn olds,
M arriage in the Western Church. Th e C hristianization o fM a rria g e du rin g the
Patristic a n d E a rly M ed iev al P eriods, vol. 24, Leiden , B rill, 1994.
El CORTEJO PREMODERNi LA C E R T I D U M B R E SOCIAL.
12 Faram erz D ab hoiw aJa, “ Lust an d L ib erty ”, en Past & Present, vol. 207, N ° 1, 2010,
pp. 89-179.
13 R ichard Godbeer, Sexu al R evolution in E a rly A m erica, B altim ore, Joh n s H o pkins
U n iversity Press, 2 010, pp. 10 -11.
14 I b id .,p . 3.
15 Faram erz D ab ho iw ala, op. cit., pp. 89-179.
54 I EL fin d e l a mor
debían ser regulados (las únicas que la desafiaron fueron las elites liberti
nas). D avid Hum e e Im m anuel Kant, que en otros aspectos defendían
concepciones mutuamente opuestas con respecto a las bases de la m ora
lidad, objetaban con énfasis la relajación de las costumbres sexuales.16 Kant
llegó al punto de concebir el sexo y la m oralidad com o antinómicos, por
que el sexo, como fuente de placer, contaminaba las relaciones de instru-
m entalismo: “ Quien ama por inclinación sexual convierte al ser amado en
objeto de su apetito. Tan pronto com o posee a esa persona y sacia su
apetito se desentiende de ella, al igual que se tira un lim ón una vez expri
mido su jugo”.17 Para Kant, el am or sexual es m ero “ apetito” y, “reducido a
sí m ismo, es una degradación de la naturaleza hum ana”.18 Sin embargo, la
gran novedad que aportó Kant fue la concepción del sexo como una ofensa
a otro ser hum ano en lugar de a Dios, con lo cual la sexualidad se desplazó
de la teología a la moral. En el siglo X IX , la defensa del am or libre por parte
de las elites libertinas y de los socialistas utópicos, así como las primeras
críticas del feminismo a la institución m atrim onial,19 desafiaron aún más
el dominio que ejercía la Iglesia sobre la sexualidad. Sin embargo, pese a
los crecientes reclamos de perm isividad sexual, el sexo prem arital se m an
tuvo sujeto a regulación hasta bien entrado el siglo X X (aún en la década
de 1960, una m ujer que se encontrara en una “situación comprometedora”
podía esperar que el hom bre “ asum iera sus responsabilidades” ). En un
orden normativo tan regulado, la sexualidad tendía a seguir la gramática
m oral y social del cortejo, que era una plataform a com ún para los jóvenes
que entablaban interacciones románticas.
dama (que a veces era la esposa del propio señor). Este cortejo combinaba
la retórica m asculina del valor y el coraje con m otivos religiosos de de
voción y fervor20 (tam bién había versiones extendidas del cortejo en las
que el objeto era una m ujer muerta, como en los casos de Petrarca y Laura
o Dante y Beatriz).21 Con la form ación de las cortes europeas, el cortejo22
se identificó con la conducta cortesana y, con el tiempo, adquirió el sig
nificado más abarcador de interacción ritual entre un hom bre y una m u
jer con fines sexuales y/o rom ánticos.23 Com o reflejo de este proceso, a
partir del Renacimiento, pero más específicamente entre los siglos X V II
procidad e intercambio que solían estar claras para ambas partes. El resul
tado era un claro “ sí” o “ no”, pero el simple hecho de iniciar un cortejo
indicaba m uy a menudo un interés mutuo en el m atrim onio, e inducía a
los jóvenes a avanzar en esa dirección. En este sentido, el cortejo era un
procedimiento que servía para tom ar una decisión, o bien para confirm ar
la decisión previa de explorar sentim ientos orientados al m atrim onio.
Es por eso que me inclino a definir el cortejo como un m arco social es
tructurado para la toma una decisión, que podía ser emocional (¿lo amo?),
práctica (¿quiero casarme con él?), o una com binación de am bas cosas.
Tenía un comienzo, un conjunto de reglas rituales que organizaban su pro
greso y una terminación form al (que en general conducía a la propuesta de
casamiento, pero que en ocasiones finalizaba el vínculo). De aquí se deduce
que el cortejo era una técnica cultural para tom ar decisiones m ediante
procedimientos tendientes a fijar la interioridad, a consolidarla sobre la base
de reglas conocidas. En otras palabras, el cortejo era una estructura social
en cuyo marco los actores podían tom ar una decisión riesgosa (el m atri
monio) bajo condiciones sociales que permitían aumentar la certidumbre
(o lo que Anthony Giddens denominaría “ seguridad ontológica” ).28
En calidad de form a social, el cortejo prem oderno generaba certidum
bre, no en el sentido de que garantizara el resultado (aunque ayudaba a
obtenerlo), sino en el doble sentido de que, por un lado, no convertía el
futuro en un problema (porque su propósito era conocido y aceptado por
todas las partes) y, por el otro lado, se basaba en un conjunto de reglas
claras que organizaban las emociones e interacciones en derroteros cultu
rales conocidos. La certidumbre em ocional - la capacidad para descifrar
los sentim ientos propios y del otro, así com o la predictibilidad de las se
cuencias resultantes- era posible debido a que el cortejo se organizaba
teleológicamente en torno a la meta del m atrimonio.
La c e r t id u m b r e c o m o e s t r u c t u r a s o c io l ó g ic a
Certidumbre normativa
La certidumbre norm ativa atañe a la claridad percibida de las normas y a
los valores presentes en una interacción. Cuanto más fácil es la identifica
ción (consciente o no) de las norm as que rigen una interacción, más con
tundentes son las normas y más predecible es el resultado de la interacción
(por ejemplo, salir bien vestido es un com portam iento más predecible que
regalar flores en una tercera cita).
El enunciado “ tan apremiantes son los m otivos que me urgen a ser hono
rable” sugiere con claridad que este hombre prefiere que su interlocutora
lo considere un idiota (“falta de juicio” ) antes que juzgarlo indiscreto o
carente de los modales y códigos apropiados para honrar a una mujer. La
capacidad de dem ostrar respeto por las norm as sociales, entonces, era
crucial para el sentido del yo en una interacción romántica. La adecuación
a ciertos códigos de conducta, basados tanto en la clase social como en la
m oralidad, im plicaba que uno m erecía am ar y ser correspondido en sus
sentimientos. El amor estaba completamente impregnado de normatividad.
Otro buen ejem plo es el cortejo de George H erbert Palm er a Alice
Freeman,37 quien no estaba segura de que la situación fuera apropiada. Él
respondió a sus preocupaciones en una carta de 1887:
Certidumbre existencial
La certidumbre normativa redunda en lo que podríam os denom inar “ cer
tidum bre existencial”, es decir, en la adecuación percibida entre la expe
riencia subjetiva propia y la experiencia objetiva (social). La certidumbre
existencial permite responder fácilmente las preguntas “ ¿Quién soy yo en
esta situación?” y “ ¿Quién es el otro para m í?”. Com o resultado, también
facilita la respuesta a la pregunta “ ¿Qué le debo a esta persona en esta si
tuación?”. La división y la distinción por género eran aspectos cruciales de
este sistema en lo concerniente a la predictibilidad del cortejo. El cortejo
se orientaba a un objeto -u n a m u jer- que debía decidir si corresponder a
una em oción o a una acción iniciada por un hom bre y, en tal sentido,
estaba estructurado sobre una clara división entre los roles de género. Tal
como lo expresa Jane Austen en La abadía de Northanger (1818), a través
del personaje H enry Tilney, “el hombre corre con la ventaja de la elección,
mientras que la m ujer solo tiene la potestad del rechazo”.39 U na vez que el
Fain apenas conocía a Bledsoe, pero podía abordar la cuestión del m atri
m onio de manera tan inmediata por la prerrogativa que le confería su rol
masculino (el hom bre era quien debía pedir la m ano de la m ujer). En este
caso, su propuesta conllevaba ofrecerle también el cuidado de los hijos que
había tenido con su esposa, luego fallecida. En otras palabras, la propuesta
m atrim onial equivalía a ofrecer un rol claro a la mujer. Es por esto que la
celeridad de su propuesta m atrim onial no ponía en riesgo su masculinidad
ni su buena reputación.
Certidumbre ontológica
El tercer mecanismo creador de certeza en el cortejo era la objetivación de
los sentim ientos a través del m undo material, ya fuera por medio de rega
los o de objetos sim bólicos. Pese a su legendaria fuerza, las emociones
41 Joh n R. G illis, For Better, F o r Worse. Brítish M arriages, 1600 to the Present,
N u e va Y o rk, O xford U n iversity Press, 1985, p. 33.
42 Ib id ., p. 33.
43 Ibid.
44 Ib id ., pp. 33-34.
64 I EL F I N DEL AMO R
Certidumbre evaluativa
La certidumbre evaluativa es la capacidad de recabar inform ación confia
ble sobre los demás, de saber cóm o evaluarlos según los parám etros y
criterios establecidos. En el cortejo premoderno, esta tarea se llevaba a cabo
con éxito a raíz de que los potenciales cónyuges pertenecían a redes socia
les cercanas.
45 R ichard B ulcroft, K ris B u lcro ft, K aren B ra d ley y C ari Sim p son , “ The
M anagem en t and P ro d u ctio n o f R isk in R om an tic R elationship s: A Postm odern
P arado x”, en Jo u rn a l o f F a m ily H istory, vol. 25, N ° 1, 2000, pp. 63-92, cita en p. 69.
EL C O R T E J O PREMODERNO, LA C E R T I D U M B R E SOCIAL.
Certidumbre procedimental
La certidumbre procedimental pertenece al ámbito de las reglas que nos
permiten llevar a cabo una intención o una interacción. Las reglas difieren
de las norm as en el hecho de que determ inan el orden secuencial de un
procedim iento, así como la capacidad para llevar adelante una interacción.
Por ejemplo, en los hogares de clase media, la extendida práctica decimo
nónica de la “visita” estaba sujeta a un protocolo, por el cual el pretendiente
no podía iniciar el cortejo de una m ujer si no había solicitado y obtenido
previamente la aprobación de sus padres. En su novela M adam e Bovary
(1856), Gustave Flaubert nos proporciona un ejemplo literario del papel
que desempeñaban las reglas en el cortejo, con su descripción realista de
las costumbres provincianas en la Francia del siglo XIX. En el fragmento
que se cita a continuación, aún desconocemos por com pleto lo que ha
deparado el destino para Em m a Roualt y Charles Bovary. Solo sabemos
que el tímido y torpe Charles aspira a obtener la m ano de Em ma. La tim i
dez de Charles es una buena manera de apreciar el papel que desempeñaban
las reglas sociales en la oportunidad de los actores para declarar sus senti
mientos y verlos traducidos en decisiones. Flaubert describe los pensamien
tos del señor Roualt, padre de Em ma, acerca de la potencial relación:
que hubiese deseado, pues le parecía algo enclenque, pero tenía fama de
buen hombre, económ ico y m uy culto, y era de esperar que no discuti
ría m ucho la dote, cosa esta última m u y de tener en cuenta, puesto que
el tío Roualt debería vender varias fanegas de tierra para com poner la
prensa y pagar lo m ucho que debía al albañil y al guarnicionero.
— Si m e pide — dijo— , se casa con ella.47
En los breves pasajes que hemos citado, un hom bre com o Charles, tan
desmañado en lo que concierne a sus emociones, logra hacerse entender
de inmediato por el padre de Em m a, así como com unicar a través de él su
propuesta a la destinataria para dar inicio al cortejo, cuyo proceso, una vez
más, está garantizado por el hecho de que se desarrolla en un m undo con
reglas claras para todas las partes interesadas. Esta viñeta contiene una
mezcla sutil e intrincada de sentim ientos individuales y convenciones p ú
blicas: la reserva de los protagonistas se com bina con su habilidad para
descifrar los matices de las emociones ocultas en el interior de los demás,
e impulsar la puesta en práctica de sus intenciones valiéndose de reglas y
libretos que todos conocen al dedillo. La voluntad y las intenciones de
Charles no se hacen realidad por fuerza de sus sentimientos, sino por m e
dio de las reglas y las convenciones en torno a las cuales se estructura la
Certidumbre emocional
La últim a dim ensión de la certidumbre que generaban las form as tradi
cionales del cortejo se plasm aba en el hecho de que los participantes
actuaban com o si conocieran la naturaleza y la profundidad de sus pro
pias em ociones, y pudieran determ inar fácilm ente las ajenas. La certi
dum bre em ocional se relaciona estrecham ente con la capacidad para
traducir las em ociones en secuencias, narraciones, metas y signos objeti
vados que expresan e inducen su puesta en acto. Las emociones prospera
ban sobre la base de la interacción, pero tam bién catalizaban su desarrollo.
Por ejemplo, en 1836, Theodore Dwight Weld, uno de los arquitectos del
m ovim iento abolicionista estadounidense, conoció a las herm anas Sarah
y Angelina Grimké, que m ilitaban contra el trato brutal que los hombres
infligían a las mujeres. Luego de algunos encuentros, en febrero de 1838,
Weld le escribió una carta cuidadosam ente redactada a Angelina Grimké
para confesarle su am or por ella. Le dijo: “ Hace ya mucho tiempo que eres
la dueña de mi corazón ”.50 Pocas semanas más tarde, cuando ella ya había
consentido el cortejo, él le dijo en otra carta que se veía a sí m ism o “exten
diendo los brazos hacia ti en desgarradora agonía, aferrándome a ti, sin
tiendo que ya no somos dos sino una sola carne”.51 El am or se concibe aquí
com o una em oción de la que es posible percatarse sin demora y, por lo
tanto, solo es necesaria su “confesión”, con m ayor frecuencia de un hombre
a una mujer. Esta confesión no culm inaba el proceso, sino que constituía
su punto de inicio, y las mujeres solían ser cortejadas una vez que se habían
establecido los sentimientos del hombre. En una carta escrita después de
haberla conocido brevemente, durante el mes de marzo, el mismo Theodore
confesó que sus sentimientos “se precipitaron com o por arte de una rápida
e instantánea absorción en los tuyos ”.52Theodore y Angelina se com prom e
tieron a pasar juntos el resto de su vida en cuestión de pocas semanas, en
nom bre de una concepción espiritual e igualitaria del m atrim onio. Por
citar otro ejemplo, en una carta para John Miller, fechada el 13 de octubre
de 1854, Sally M acDowell dijo que los sentimientos de M iller
Sí, señorita Clavering, ahora no puedo sino seguir adelante, pero no por
ello la presionaría a darme su respuesta hoy mismo. He aprendido a
amarla, y si usted puede corresponderme, la tomaré de la mano para
convertirla en mi esposa. He encontrado en usted aquello que no puedo
sino amar, que no puedo sino anhelar que algún día sea mío para siem
pre. ¿Pensará en lo que le digo para darme una respuesta cuando lo haya
considerado a fondo?55
Por m uy práctico y escueto que fuera su tono, el cortejo era una interacción
orientada hacia un telos, por lo que predom inaba en ella el aspecto inten
cional y la estructura de secuencias progresivas.
En resumen, el cortejo prem oderno se enm arcaba en un andam iaje
semiótico, social y norm ativo que trazaba vías culturales para organizar
las em ociones de acuerdo con parám etros teleológicos y narrativos que
se expresaban en norm as y reglas com partidas. Huelga decir que estas
vías se basaban en la desigualdad de género, la equiparación de sexualidad
y pecado, la heteronorm atividad plasm ada en la ley y la centralidad del
m atrim onio tanto para la posición económ ica com o para la reputación
m oral. Esta form a de certidum bre no puede separarse del patriarcado
religioso, las desigualdades de género y la equiparación del sexo con la
pecam inosidad. Pese a las crecientes im pugnaciones que fue recibiendo
a lo largo del tiem po, este m arco Cultural y m oral prevaleció hasta la
década de 1960. Por ejemplo, en una conversación con H arry Kreisler, el
filósofo estadounidense M ichael Walzer recuerda que, en 1957, cuando
estaba por viajar a Inglaterra para estudiar en Cam bridge, tuvo que con
traer m atrim onio con su novia Ju d y a fin de que los padres de ella le
perm itieran irse con él.60
Para Nildas Luhmann, el am or es la creación de un m undo compartido
por dos subjetividades, que se mueve en el marco de significados fijos y
conocidos.61 Sin embargo - a todas luces debido a la escasa atención que
prestaba a los sentim ientos-, Luhm ann pasó totalmente por alto la distin
ción entre el sentimiento del am or y los ritos que perm iten su desarrollo.
El am or produce certidumbre cuando se organiza en form as sociales que
perm iten la plausible inserción del futuro dentro de la interacción.62 En la
ausencia de una estructura social que produzca certidumbre, el am or no
puede generarla por sí mismo. M ás aún, la desaparición del cortejo -ju n to
con las estructuras culturales y emocionales que lo acom pañaban- fue una
consecuencia de lo que se ha denom inado convencionalmente “libertad
sexual”, cuyo desarrollo se produjo a través de un com plejo aparato insti
60 “ Con versation s w ith H istory: H a rry K reisler w ith M ich ael W alzer”, Instituto
de Estu dios In tern acionales de la U niversid ad de C a lifo rn ia, Berkeley, 12 de
n oviem bre de 2013, disp on ible en lín ea: < https://conversations.berkeley.edu/
w alz er_2 0 i3> [consultado el 18 de m ayo de 2020].
61 N iklas Lu hm an n, Sistem as sociales, op. cit.; N iklas Lu hm an n, La sociedad de la
sociedad, M éxico, H erder, 2007.
62 A sa B oh o lm , “ The C u ltu ral N ature o f R isk: C a n There B e an A n th ro p o lo g y
o f U ncertain ty?”, en Ethnos, v ol. 68, N ° 2, 2003, pp. 159-178; N iklas Lu hm an n,
C onfianza, M éxico, A n th rop os, 1996.
72 | EL F IN DEL AMOR
L a l ib e r t a d s e x u a l c o m o l ib e r t a d d e c o n su m o
66 Faram erz D abhoiw ala, “ Lust an d Lib erty”, op. cit., p. 92.
67 Samuel D. Warren y Louis D. Brandéis, E l derecho a la intim idad, M adrid, Civitas, 1995.
68 M a ry Beth O liver y Jan et Shibley Hyde, “ G en der D ifferences in Sexuality:
A M eta-analysis”, en Psychological Bulletin , vol. 114 , N ° 1,19 9 3 , pp. 29-51; V éroniqu e
M ottier, Sexuality. A Very Short Introduction, op. cit.
7 4 I EL F I N DEL AMOR
76 V éase R ich ard Dyer, H eavenly Bodies. F ilm Stars an d Society, O xon /N ueva York,
R outledge, 2004.
77 V éan se Elizab eth G o ren , “A m e ric a’s Lo ve A ffa ir w ith T ech nology: The
T ran sform atio n o f Sex u ality an d the S e lf O ver the 20th cen tu ry ”, en
P sychoanalytic Psychology, vol. 20, N ° 3, 2003, pp. 487-508; B ria n M cN air,
Striptease Culture. Sex, M e d ia a n d the D em ocratization o fD e sire , Londres,
P sych olo gy P ress, 2002.
78 V éan se H eath er A dd ison , “ H o lly w o o d , C o n su m er C u ltu re an d the R ise o f ‘B ody
Shapin g’ ” en D avid D esser y G arth Jow ett (eds.), H ollyw ood Goes Shopping,
EL C O R T E J O PREMODERNO, LA C E R T I D U M B R E SOCIAL I 77
ración sexual una práctica cultural m arcada por una determinada com bi
nación de estilos, códigos y significantes visuales. Además, los encuentros
sexuales empezaron a trasladarse a los escenarios de ocio, convertidos en
una m ercancía oblicua que se distribuía a través de diversos canales de
consumo directo (bares, salones de baile, discotecas, restaurantes, cafés,
complejos turísticos, playas).
La sexualidad tam bién llegó a la cultura de consumo a través de una
tercera vía: su liberación respecto de las prescripciones religiosas le abrió
las puertas a un floreciente mercado de consejería sexual. Este mercado se
dividió a grandes rasgos en cuatro tipos principales de industrias: la primera
fue la industria de los servicios terapéutico-farm acológicos (provistos en
form a de terapia, sexología y fármacos); la segunda fue la industria de los
juguetes sexuales com o asistencia para un supuesto m ejoram iento del
desempeño sexual; la tercera fue el com plejo industrial del cine y la publi
cidad, que proveyó una guía orientativa para los m odales, la seducción,
los com portam ientos y las interacciones. La cuarta industria es la de la
pornografía, cuyo uso de la sexualidad de los cuerpos desnudos de hombres
y mujeres no podría ser más obvio. La acción simultánea de todos estos
sectores “liberó”, configuró y sum inistró las nuevas pautas visuales de la
sexualidad. Para los terapeutas, la sexualidad libre pasó a ser un atributo
de la identidad y la salud mental laboriosamente construido mediante el
escrutinio de la psique individual. Para quienes trabajaban en el complejo
de la industria visual, la liberación de la sexualidad ayudó a crear nuevos
contenidos de imágenes que enriquecieron las tramas y las narrativas ci
nematográficas mediante el entrelazamiento de un erotismo blando con
el espectáculo de mercancías atractivas.79 Para la industria de los juguetes
eróticos, la m ejora de la sexualidad se conseguía m ediante el uso de obje
tos u otros artilugios tecnológicos que ayudaran aum entar el placer y el
rendimiento. Por último, en la pornografía es la excitación sexual m ism a
Gagnon se refiere a los objetos de consumo (la ropa que deja las piernas al
descubierto, los nuevos cortes de cabello, el jazz, la radio, los automóviles
y todos los otros artículos en torno a los cuales circula la atm ósfera del
erotismo) com o inductores, disparadores y componentes inextricables de
la sexualidad, el deseo sexual y la liberación sexual. El festival de Woodstock,
celebrado en 1969, apenas un año después de la revolución de 1968, ofrece
un buen ejemplo de los procesos a través de los cuales las mercancías cul
turales emancipadas y novedosas quedaron asociadas a la sexualidad.
El papel de los objetos en la construcción de los climas eróticos se acen
tuó aún más después de los años sesenta, cuando el capitalismo se vio en
la necesidad de expandir sus propias fronteras ante la saturación de los
mercados con los productos “ sólidos” y “norm ales”. Fue así como se incur-
sionó con éxito en la m ercantilización del yo, la vida íntim a y los senti
mientos.81 Tal como lo enuncia Wolfgang Streeck,
rados después de aquellos años críticos [ ...] . Las décadas de 1970 y 1980
también fueron un período marcado por la rápida pérdida de autoridad
de las familias y las comunidades tradicionales, que ofreció a los m er
cados la oportunidad de llenar un creciente vacío social, en un proceso
que los teóricos coetáneos de la liberación confundieron con una nueva
era de autonomía y em ancipación.82
Las cuarenta canciones más exitosas que sonaban en la radio eran más
sensuales que cien diagram as nudistas. E l rock era sexo, y tam bién lo
eran todas esas novelas y películas que me hacían vibrar de excitación:
porque esas cosas en realidad poseían creatividad sexual, y la gente que
las creó probablemente estaba tan inspirada com o lo estuve yo cuando
me topé con sus ideas por prim era vez.85
86 V éron iqu e M ottier, Sexuality. A Very Short Introduction, op. cit., p. 44.
87 Stephen G arto n , Histories o f Sexuality. A n tiq u ity to Sexu al R evo lutio n, N ueva
York, R outledge, 2004, p. 210.
88 K ate M illett, Política sexual, C átedra, M a d rid , 2 010 [1970].
89 C itad o en M icaela D i Leon ardo y R oger Lancaster, “ G en der, Sexuality, P olitical
E c o n o m y ”, en N e w Politics, vol. 6, N ° 1,19 9 6 , pp. 29-43, cita en p. 35.
82 | EL F IN DEL AMOR
Desde los años setenta, la generación del baby boom m odificó los patrones
del sexo prem arital m ediante una tendencia creciente a practicarlo acti
vam ente.92 El sexo prem arital activo se fue volviendo cada vez m ás una
parte norm al de la vida de los hom bres y las m ujeres jóvenes, e incluso
adolescentes.
A l calor de la revolución política y sexual, la sexualidad pasó a ser un
terreno primordial para las contiendas del feminismo, ahora dividido en
dos bloques con posiciones opuestas sobre el tema: las libertarias sexuales
(que aspiraban a m ultiplicar y afirmar el placer en todas sus form as) y las
escépticas sexuales, para quienes la sexualidad seguía siendo un terreno de
dominación masculina. Sin embargo, cualesquiera que fueran los conte
nidos de esos debates, los m edios masivos explotaron la imagen de la m u
jer liberada y poderosa, reciclando un mensaje feminista de im portancia
clave: una m ujer emancipada, fuerte y positiva se sentía cóm oda con su
cuerpo y con su sexualidad, dos elementos m ediados a su vez por artículos
de consumo. Durante los años ochenta, pero sobre todo a lo largo de los
noventa, la publicidad (Victoria’s Secret),93 la televisión (Sex and the City)
y el cine (entre otros innumerables ejemplos, cabe m encionar El ansia, un
largometraje de 1983 en el que Susan Sarandon y Catherine Deneuve pro
tagonizan una escena de lesbianismo) presentaron la sexualidad com o un
sitio donde desplegar el “poder de las chicas”, equiparando el poder a la
sexualidad. La publicidad y la m úsica popular recurrieron cada vez más al
espectáculo de los cuerpos semidesnudos para prom ocionar un am plio
abanico de mercancías, desde los videoclips musicales hasta los anuncios
de lencería, destinos turísticos o automóviles.94 Las industrias mediáticas
desempeñaron así un papel clave en la prom oción de la sexualidad, m e
diante el reciclaje de un feminismo parcial y distorsionado que equiparaba
la libertad y la igualdad en materia sexual al poder adquisitivo y el sexo en
exhibición.95 El cuerpo de las mujeres ya no era un sitio disciplinado y
controlado directamente por los hombres, sino un sitio para la experiencia
U n a n u e v a g r a m á t ic a s o c ia l y se x u a l
96 Sobre el u so de esta ló gica en lo s sitios w eb de citas rom ánticas, véase Eva Illouz,
“ R edes rom ánticas”, en In tim idad es congeladas. Las em ociones en el capitalism o,
Buenos A ires/M adrid, K atz, 2007, pp. 161-237.
97 R osalind G ilí, G en der a n d the M ed ia, op. cit.; C ath arin e A . M a cK in n on ,
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102 Peter B ro w n , “ R om e: Sex & freedo m ”, en The N e w York R e vie w ofB o o ks,
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articles/20i3/i2/i9 /ro m e-sex-freedo m /> [consultado el 18 de m ayo de 2020].
103 H auzel K am k h enthan g, The Paite. A Tm nsborder Tribe o f In d ia a n d Burm a,
N u e va D elhi, M ittal, 1988, p. 161.
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Press, 2013, p. 2.
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107 B a r r y Reay, “ P rom iscu ou s In tim acies: R eth in kin g the H isto ry o f A m erican
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p. 5. E l estudio qu e cita R eay es de M a rtin K in g W hyte, D ating, M ating, an d
M arriage, B erlín, A ld in e de G ruyter, 1990, pp. 22-24.
108 M a n n in g et al. (2 011, p. 116 ) señalan que, desde que la edad p ro m ed io del
m a trim o n io alcanzó su p ico h istórico en los Estad os U n idos (27,6 años p ara los
ho m bres y 25,9 años p ara las m u jeres), lo s jóven es qu e ingresan en la adultez
tienen m ás tiem p o p ara exp erim entar relaciones prem aritales. D e acuerdo con
u n a encuesta de 1992, que incluyó a 8450 varon es y m u jeres de 14 a 22 añ os, la
edad tem p rana del p rim er coito se asociaba a la creciente p ro babilidad de que
lo s ho m bres y las m ujeres h u bieran tenido dos o m ás p arejas sexuales en los tres
m eses anteriores, m ien tras qu e lo s casados tenían m enos probabilidades de
ubicarse en ese gru p o. Tam bién se halló que el 3 1,1% de las m ujeres de 21 años
y el 45% de los ho m bres de 2 1 años y a acu m u laban seis o m ás p arejas sexuales
previas (Santelli et al., 1998, p. 271). E n el y a clásico estudio de L au m an (1994,
p. 208), se halló que el 20 ,9 % de lo s ho m bres y el 8,2 % de las m u jeres que
habían nacido entre 1963 y 1974 habían tenido m ás de cinco p arejas sexuales
antes de con traer m a trim o n io form al; E d w ard O. L aum an n et al., The Social
Organization o f Sexuality. S exu al Practices in the U nited States, op. cit.; W endy D.
M an n in g , Jessica A . C oh én y P am ela J. S m ock, “ T h e R ole o f R om an tic Partners,
Fam ily, an d P eer N etw orks in D atin g C o u p les’ View s ab ou t C oh ab itation ”, en
Jo u rn al o f A dolescent Research, v ol. 26, N ° 1,2 0 1 1 , pp. 115-14 9 ; Jo h n S. Santelli,
N an cy D. Brener, R ichard Lo w ry, A m ita B hatt y L au rie S. Z a b in , “ M ú ltip le Sexual
Partners am on g U S A dolescen ts and Youn g A du lts”, en Fa m ily P lann ing
Perspectives, v ol. 30, N ° 6 ,19 9 8 , pp. 271-275.
EL C O R T E J O PREMODERNO, LA C E R T I D U M B R E SOCIAL... | 89
parejas. Contra este telón de fondo, la sexualidad tam bién devino una
nueva form a de estatus y competencia. M ientras que el ideal de la virg i
nidad había sido un indicador de la reputación y el valor de una m ujer
en su entorno social, incluso uno igualitario (en el sentido de que una
virgen era equivalente a cualquier otra virgen en lo concerniente a su
virginidad), la “ sensualidad” y el “desempeño sexual” pasaron a ser seña
les de la posición individual en terrenos sexuales con una distribución
desigual del rango y el estatus.
En tercer lugar, la revolución sexual ha fragm entado desde el interior
los encuentros románticos, que se han reagrupado así de acuerdo con tres
lógicas, instituciones y discursos sociales diferentes: los m ercados del m a
trim onio, las experiencias emocionales y las prácticas sexuales. H oy hay
tres estructuras culturales - la emocional, la m atrim onial y la sexu al- que
existen en tres planos sociales diferentes, e incluso opuestos, desde el punto
de vista tanto fenomenológico como normativo. En el mercado sexual, por
ejemplo, el coito no im plica una obligación m oral de mantener el contacto,
mientras que en los mercados de las emociones y del m atrim onio es más
probable que uno deba rendir cuentas por su com portam iento.109 La au
tonomía que han adquirido estas tres vías - la emocional, la m atrim onial
y la sexu al- im plica que la sexualidad se convirtió en una esfera de acción
por derecho propio, independiente del intercam bio em ocional o de la
convivencia doméstica, y que cada uno de estos ám bitos, aun cuando se
relacione con los demás, tiene hoy su propia lógica cultural: form a “un
régim en de acción”, en palabras de los sociólogos franceses Luc Boltanski
y Laurent Thévenot.110 Esta fragm entación del encuentro em ocional y
sexual en diferentes regímenes de acción es un efecto por excelencia de
la libertad sexual, y tiene repercusiones tremendas en lo que concierne
al fuerte aumento de la incertidum bre que han experim entado las inte
racciones entre los hom bres y las m ujeres (un tem a que exploro en el
capítulo 3). Aunque tanto los hom bres com o las m ujeres abrazaron la
revolución sexual, este acontecimiento los ha encaminado por dos sendas
sociológicas distintas en lo que concierne a la navegación de las emociones,
el m atrim onio y la sexualidad (véanse los capítulos 4 y 5). Tal com o se ha
sostenido con bastante frecuencia, los hom bres tienden a separar mucho
más fácilmente la sexualidad de las emociones, mientras que las mujeres
Una m oral dem ocrática debe juzgar los actos sexuales según el trato
recíproco de los involucrados, el nivel de consideración mutua, la pre
sencia o ausencia de coerción y la cantidad o la calidad de los placeres
resultantes. Circunstancias tales como la hom osexualidad o la hetero-
sexualidad, la cantidad de personas que participan en el acto sexual,
la desnudez total o parcial de los participantes, la existencia o inexis
tencia de una transacción comercial, o la decisión de film ar o no lo que
ocurre no deben estar sujetas a consideraciones éticas.111
alcanzar lo que se entiende por una buena vida. Por últim o, la libertad
sexual form ó parte intrínseca de la cultura de la autenticidad y devino una
práctica para la autenticación del yo : la sexualidad revelaba y ponía en acto
el yo verdadero.4 Pero lo que convirtió la libertad sexual en la estructura
cultural omnipresente que conocem os hoy fue su apropiación y puesta en
acto por parte de la esfera económica. La sexualidad pasó a realizarse per-
formativamente a través de la esfera económ ica y, viceversa, las prácticas
económicas convergieron en personas y actuaciones sexualizadas.
En el capitalismo industrial, la fábrica y la fam ilia eran los dos pilares
centrales en los que se basaba la organización de la reproducción económica
y biológica.5 El sistema de cortejo descripto en el capítulo anterior fue parte
de una más amplia socialización dentro la fam ilia burguesa que se reveló
como el pilar oculto del capitalismo industrial. La familia capacita y prepara
la psique del individuo para la renuncia, la autodisciplina y la cooperación
que requiere el lugar de trabajo capitalista. Después de la Segunda Guerra
Mundial, y sobre todo después de los años sesenta, un aspecto importante
de la cultura capitalista experim entó un viraje: tal com o sugiere Gilíes
Deleuze, ya no se trataba de “ un capitalismo para la producción, sino para
el producto, es decir para la venta y para el m ercado”.6 Tal com o añade
Deleuze, esta nueva form a de capitalismo era esencialmente dispersiva. La
fam ilia ya había dejado de ser el pilar social de la producción económica;
en cambio, eran los individuos -co m o trabajadores creativos y consumi
dores auténticos- quienes habían rem plazado al obrero fabril y -cab e
agregar- a la propia fam ilia como centro privilegiado para la form ación
del yo.7 Esta form a de capitalismo dispersivo ya no necesitaba de los orga
nism os sociales tradicionales que habían regulado los encuentros sexuales
y los habían canalizado hacia la form ación de familias. La sexualidad ya
no era solo lo que uno hacía en el dorm itorio, sino una m iríada de prác
4 V éan se, p o r ejem plo, R uth Colker, “ Fem in ism , S exu ality an d A uthen ticity”,
en M a rth a A lb ertson Fin e m an y N an c y Sweet T ho m ad sen (eds.), A t the
B o un da ries o fL a w (R L E F em inist Theory). Fem inism a n d Legal Theory, N ueva
York, R outledge, 2013, pp. 135-148; Fio n a H and ysid e, “A uthenticity, C on fession
an d Fem ale Sexuality: From B ridg et to B itchy”, en Psychology & Sexuality, vol. 3,
N ° 1,2 0 12 , pp. 41-53.
5 V éan se Friedrich Engels, E l origen de la fa m ilia , la p ro p ie d a d p riv a d a y el Estado,
M a d rid , Fu n d ación Fed erico Engels, 2006; C hristo ph er Freem an y Lu c Soete,
The Econom ics o f In du strial In novation , Lo nd res, P sych olo gy Press, 1997.
6 G ilíes Deleuze, “ P osd ata sobre las sociedades del con trol”, en C h ristian Ferrer
(co m p .), E l lenguaje literario, tom o 2, M o ntevideo, N ordan , 1991.
7 Ibid. V éase tam b ién N ich olas T h o b u rn , D eleuze, M a r x an d politics, Lond res,
R outledge, 2003, p. 96.
SEXO CONFUSO | 95
L a s e x u a l id a d c a s u a l y su s e f e c t o s e l u s iv o s
8 V éase el capítu lo 4.
9 V éase R ichard Godbeer, S exu al Revolution in E a rly A m erica, op. cit.
96 | EL FIN DEL AMOR
las chicas de hoy tienen su prim era relación sexual a una edad promedio
de 17 años, lo cual deja diez años de actividad sexual y relacional hasta
los 27, que es la actual edad prom edio para contraer m atrimonio. Estas
mujeres no piensan dos veces la decisión de cohabitar con una pareja,
o bien de posponer el m atrim onio hasta que se haya encam inado su
carrera profesional.15
placer y, por lo tanto, como pura materialidad. Por último, el sexo casual
demanda activamente que los compañeros sexuales se excluyan a sí mismos
de toda proyección a futuro. Las interacciones del sexo casual son legíti
mamente efímeras, centradas en el placer, autorreferenciales, sin otra fi
nalidad que el sexo en sí m ismo. Com o resultado, al igual que todas las
relaciones anónimas, el sexo casual tiene una característica clave: debilita
las reglas de la reciprocidad.18 El académico clasicista Daniel M endelsohn
lo ilustra es su libro de m emorias Elusive Embrace:
Sí. En la facultad. Conocí a una chica en la disco. Los dos habíamos to
m ado éxtasis. Casi ni coqueteamos ni hablamos más de unas pocas pa
labras. Ella era una amiga de m i amiga de los dorm itorios (Abbie, que
era fantástica). En el grupo había tres mujeres y yo. Cuando nos empezó
a pegar fuerte el éxtasis, las chicas empezaron a tocarse entre ellas (no a
manosearse, sino a rozarse un hombro o a pasarse los dedos por el cabe
llo) y después a darse besitos. Yo me quedé sentado, maravillado, disfru
tando de lo que veía. Ellas estaban en un sofá, y yo en otro, justo enfrente.
En un momento, mi am iga Abbie y una de las otras dos chicas em
pezaron a besarse de verdad. La tercera se quedó al lado, solo frotando
un poquito a la otras dos, pero evidentemente sintió que la habían
dejado afuera y vino a sentarse junto a mí. Em pezamos a besarnos, y
casi inmediatamente pasamos de los besos ligeros a otros profundamente
apasionados. De repente, ella bajó la m ano y agarró m i erección, acari
ciándola a través de mis pantalones.
Tras unos diez m inutos de hacer esto, la agarré de la m ano y la llevé
por un pasillo que iba a los baños. El pasillo pasaba por los dos baños,
después doblaba p or un lugar donde había dos puertas cerradas con
llave, para el personal o para alm acenamiento, y desem bocaba en una
escalera que bajaba hacia una salida de emergencia. Yo había explorado
antes el lugar, así que sabía lo que había ahí. La conduje p or los pasillos
y después escaleras abajo. Ella sabía sin duda lo que yo tenía en la
m ente... ¿por qué sino la habría llevado hasta una parte tan privada
de la disco?
Una vez allí, empezamos a besarnos otra vez. Yo le pasaba las manos
por todas partes, pero todavía no se las había metido por debajo de la
ropa. Ella empezó a tratar de desabrocharme el cinturón, pero le costaba
porque no era un cinturón típico. Yo empecé a ayudarla, y ella se arro-
1 0 2 | EL F I N D E L A M O R
23 “ Have You Ever H ad Sex w ith a C om plete Stran ger, a n d i f so, W hat’s y o u r
Story?”, en Quora, d isp on ible en lín ea: < h ttps://w w w .qu ora.com /H ave-you -ever-
h a d -se x-w ith -a-co m p lete-stran g er-W h ats-your-sto ry> [consultado el 20 de
m ayo de 2020].
24 S ob re este tem a, véan se K ath A lb u ry, “ P orn an d Sex E d u cation , Porn as S ex
Ed ucation ”, en Porn Studies, v o l. 1, N ° 1-2 ,2 0 14 , pp. 17 2-18 1; N ico la M . D óring,
“ T h e Internet’s Im p a ct on S exu ality. A C ritica l R eview o f 15 Years o f Research”,
en Com puters in H u m an B eh avio r, vol. 25, N ° 5,2 0 0 9 , pp. 10 8 9 -110 1; Panteá
F a rv id y V irg in ia B raun , “ T h e ‘Sassy W om an an d the ‘ P erfo rm in g M an ’ :
H eterosexu al C asual S ex A dvice an d the (re)con stitu tion o f G en dered
Subjectivities”, en Fem inist M e d ia Studies, v ol. 14 , N ° 1 ,2 0 1 4 , pp. 118 -134 ; A lain
SEXO CONFUSO | 1 0 5
iden tidad de género; de ahí que el sexo casual ho m o sexu al tien da m ás a generar
goce que an siedad.
29 L en a D u n h am , N o soy ese tipo de chica, Barcelona, Esp asa Calp e, 2014.
30 C itad a en Elizabeth B ernstein, Tem porarily Yours. Intim acy, A uthenticity, a n d the
C om m erce o fS ex , C hicago, U n iversity o f C hicago Press, 2007, pp. 11-12 .
31 V éase u na p osición n o dem asiado le jan a a esta en V irg in ie D espentes, Teoría
K in g K o n g, B arcelona, R an d o m H o use, 2018.
1 0 8 | EL F IN DEL A M O R
yo. La tercera razón por la cual el sexo casual parece caracterizar a la se
xualidad de los hombres es la definición casi tautológica de la m asculini-
dad com o capacidad para poseer y exhibir numerosas parejas sexuales. Tal
com o lo enuncia el especialista en m asculinidad Robert Connell, para
m uchos hom bres, “ ser m asculinos es follarse m ujeres”,33 un argum ento
ampliamente confirm ado por Rachel O’Neill en su estudio sobre los hom
bres que asisten a “talleres de seducción”34 (con el fin de aprender estrate
gias para m ultiplicar al m áxim o sus experiencias sexuales). Por último, el
sexo casual entraña un desapego que a su vez confiere poder y, como tal,
constituye un tropo de la m asculinidad. Así como la razón m asculinista
ha abogado por la separación entre la razón y las emociones en todos los
dominios de la economía, la política y el derecho, la m asculinidad hege-
m ónica tiende a separar las emociones de la sexualidad.35 La m asculinidad
hegemónica clásica se define por la capacidad de acum ular encuentros
sexuales casuales, así como de desechar a las mujeres (Donald Trump es
el tipo ideal de esa m asculinidad, com o señalo en el próxim o capítulo).
Por ejemplo, Ambroise, un hom bre de 49 años que es profesor universita
rio de finanzas en París, define así a su m ujer ideal:
Por irónico que tal vez pueda parecer, el sexo casual ha sido un m ojón de
la política feminista, precisamente porque es una m arca de autonomía,
placer, poder y desapego. En el conocido sitio sobre estilos de vida Refi-
nery29, una m ujer da cuenta del placer que le depara el sexo casual en los
siguientes términos:
d escarrilar la inversión en capital hu m ano, sin o que adem ás se con cib e cad a vez
m ás com o parte de la exp erim entación sexu al ap rop iada p ara esa etapa de la
vid a. La au toprotección - ta n to física com o e m o c io n a l- es u n com p on en te
central de esta ló gica, lo cual sugiere el ad venim ien to de u n en foqu e estratégico
en torn o al sexo y a las relaciones (B rooks, 2002; Illou z, 2005). Este en foqu e se
refleja en el d esarrollo de m ercados eróticos que ofrecen p arejas sexu ales de
corto plazo, sobre tod o en lo s cam pu s universitario s (C ollin s, 2004).
38 M a rin a Epstein, Jerel P. Calzo, A n drew P. Sm iler, L. M o n iqu e W ard, “A n yth in g
F rom M ak in g Out to H avin g Sex: M en ’s N egotiations o f H o ok in g U p an d Friends
W ith B enefits Scripts”, en Jo u rn a l o fS e x Research, vol. 46, N ° 5, 2009, pp. 414-424.
39 C o n respecto a este tem a, v éan se M elanie A . Beres y Panteá F a rv id , “ Sexual
Ethics and Youn g W om en’s A ccou nts o f H eterosexu al C asu al Sex”, en Sexualities,
vol. 13, N ° 3, 2010, pp. 377-393; Lisa D u gg an y N an D. H unter, Sex Wars. Sexu al
D issent a n d P olitical C ulture, A b in gd on -o n -T h a m es, Taylor & Fran cis, 2006; Elisa
G lick , “ S ex Positive: Fem in ism , Queer T h eory, an d the Politics o f T ran sgression ”,
en Fem inist Review , vol. 64, N ° 1,2 0 0 0 , pp. 19-45; M arcelle K arp y D eb b ie Stoller
(eds.), The B U S T G u id e to the N e w G irl Order, N u e va York, P engu in , 1999 (en
especial la tercera p arte: “ S ex and the T h in kin g G irl”, pp. 7 5-124 ); A n gela
M cR ob bie, “ Top Girls? Youn g W om en an d the Post-Fem inist S ex u al C on trac t”,
en Cultural Studies, vol. 21, N ° 4 -5,20 07, pp. 718-737; Lyn ne Segal, Straight Sex.
R eth in king the Politics o fP leasu re, Berkeley, U n iversity o f C a lifo rn ia Press, 1994;
Kate Taylor, “ Sex on C am p us: She Can P lay T h at G am e, Too”, en Th e N e w York
Tim es, 12 de ju lio de 2013, disp on ible en línea: < https://w w w .nytim es.
com / 2013/07/ 14/fash ion /sex-on -cam p u s-sh e-can -p lay-th at-gam e-to o.h tm l>
[consultado el 20 de m ayo de 2020].
1 1 2 | EL F IN DEL AMOR
Lo CA SU A L Y LO IN C IE R TO
40 Eva Illouz, Por qué duele el amor. Una explicación sociológica, B uenos A ires/M adrid,
K atz, 2012.
SEXO CONFUSO | 1 1 3
ocurre cuando “ no existen parámetros que perm itan conocer las bases de
una interacción”,41 cuando cualquiera puede definir una situación como
le venga en gana, cuando no hay reglas claras para llevar a cabo interac
ciones cuyos actores apuntan a la claridad. De ahí que la incertidum bre
surta im pactos psicológicos directos, en un espectro am plio que abarca
desde la vergüenza, la incomodidad y el bochorno, hasta la ansiedad y la
inseguridad. De hecho, la incertidumbre suele generar angustia, y solo rara
vez se la aborda con ligereza. En su introducción al libro Etnographies o f
Uncertainty from Africa, los editores Elizabeth Cooper y D avid Pratten
ponen de relieve este contenido em ocional de la incertidumbre, concebida
como “ una estructura del sentimiento”, “ una ubicua sensación de vulne
rabilidad, ansiedad, esperanza y posibilidad, m ediada por los engranajes
m ateriales que cim entan, saturan y sostienen la vida cotidiana”.42 Bajo la
superficie de placenteras vivencias multiorgásmicas se cuecen a fuego lento
experiencias sociales contradictorias y desconcertantes, cuya estructura se
apuntala en la gestión de la incertidumbre. Algunos actores son diestros
para gestionar la incertidumbre y otros aprenden a hacerlo en los laberin
tos de la autoayuda, m ientras que un tercer grupo opta p o r la retirada
temprana, dándose por vencido de antemano.
Marcos inciertos
De acuerdo con Erving Goffm an, todas las interacciones de los seres hu
manos se organizan dentro de marcos, es decir, en el marco de procesos
sociales, perceptuales y cognitivos, a través de los cuales los actores pueden
elegir las señales, los esquemas o los patrones de una interacción con el fin
de rotularla y orientarse dentro de ella.43 Com o se ha observado en el ca
pítulo anterior, la consecuencia más im portante que ha acarreado la ini
ciativa de autonom izar la sexualidad com o esfera de acción ha sido la
pérdida de la teleología inherente a las relaciones heterosexuales modernas,
así com o la fragm entación de su curso. He aquí un ejem plo jocoso, pero
revelador, de cómo la fragmentación de los encuentros en tres diferentes
Esta viñeta solo causa gracia porque describe una situación prototípica, que
resuena fuertemente con experiencias cotidianas de las m ujeres contempo
ráneas. Las amigas de una m ujer se embarcan junto con ella en un complejo
ejercicio hermenéutico, con el propósito de ayudarla a descifrar un encuen
tro de marco incierto, cuyo sentido definitivo se encuentra bajo el control
del actor masculino. La escisión de la estructura heterosexual entre los com
partimentos estancos del sexo, las emociones y el m atrim onio llena de in
certidumbre el propio marco de las interacciones. Hallamos otro ejemplo
claro de este fenómeno en la popular novela romántica M i gran amor, donde
la heroína Alison mantiene dos prolongados encuentros sexuales con su
46 K ath ryn B ogle, H ooking Up. Sex D ating, a n d R elationships on C am pu s, op. cit.,
P- 39-
47 M adelein e H olden, “ D atin g w ith T in d er”, en A skM en, disp on ible en línea:
< https://uk.askm en.com /datin g/curtsm ith/d ating-w ith -tin der.htm l>
[consultado el 21 de ab ril de 2 017 ]; (el énfasis es m ío).
1 1 8 I El FIN DEL AMOR
un sitio para buscar sexo, ¿sabes? Así que fue solo una cosa sexual. Dicho
sea de paso, yo no sabía que Tinder era un sitio de sexo; a mí me inte
resaba algo más que el sexo, pero para él fue solo eso. Creo que él lo
tomó como una cuestión de sexo, y después no pudo convertirlo en algo
más. Me dio vergüenza cuando descubrí que el sitio era solo para bus
car sexo. Como que él iba a pensar que yo me había metido ahí solo por
el sexo. Que yo era ese tipo de mujer. De todos modos, Kai desapareció.
Nunca volvió a llamarme. Ahora tengo una relación con alguien que
conocí a través de amigos en común.
[-]
¿Cuál es el problema más grande que ves en tus an
E n t r e v is t a d o r a :
teriores relaciones con los hombres?
L a n a : Cuando los hombres encaran a una mujer, la ven como un objeto
sexual. Eso es muy diferente a preguntarte si la otra persona es apropiada
para ti. Por ejemplo, este tipo nuevo con el que estoy saliendo me pre
sentó a sus padres. Me dejó en claro que él iba en serio, que yo no soy
solamente un objeto sexual, pero la mayoría de los hombres ven y tratan
a las mujeres como meros objetos sexuales. Y tú nunca sabes en qué
posición estás frente a ellos. No sabes qué es lo que quieren de ti. O si
quieren algo de ti. A veces, los hombres solo buscan la oportunidad de
acostarse con alguien. Pero una sabe que no se trata solo de eso. Yo
proyecto una imagen de mujer muy fuerte, dueña de mí misma, muy
independiente. Me da miedo caer bajo el control de un hombre. Sé que
en una relación siempre hay que ceder, renunciar a ciertas cosas, hacer
sacrificios. Pero le temo a la dependencia. Por eso proyecto una imagen
de fuerza, y de mucha defensa propia, me aseguro de dejar en claro que
soy fuerte, que no me preocupa la soledad, que quien quiera estar con
migo debe aceptarme tal como soy. Siempre le digo a un hombre: si no
me aceptas como soy, si quieres cambiarme, el que pierde eres tú. No
yo. Les digo que, si no me quieren como soy, serán ellos los que pierdan,
no yo. Nunca les hago sentir que son algo fuera de lo común, algo que
me devastaría perder.
[Silencio]
Cuando era más joven, siempre me sentía menos atractiva que el resto;
el lugar donde trabajo me cambió mucho. Soy una secretaria de alto
rango en una universidad. Ahí conocí a una amiga, Hannah, que me
enseñó a quererme a mí misma y a saber cuánto valgo. Ahora me di
cuenta de que antes tenía la autoestima muy baja. Fui con Hannah a
un curso de pensamiento positivo que me cambió por completo. Des
pués de eso, reuní la fuerza que necesitaba para divorciarme. Antes no
1 2 0 | EL F IN D EL A M O R
Aquí hay algunos temas bastante conspicuos. Esta m ujer ve las relaciones
com o algo sumamente im predecible, puesto que experim enta dificultades
para identificar en qué m arco se desenvuelve cada una. La incertidumbre
de las relaciones se debe a su carácter sexualizado, es decir, al hecho de
que el punto de inicio sea de índole sexual: eso se traduce en la probabi
lidad de que el hom bre se haya involucrado en la interacción “ solo por el
sexo”, una conducta que Lana percibe com o explotadora, porque indica
que el otro no tom a en cuenta “ quién es ella”. De ahí que m uchas m ujeres
contemplen la sexualización con suspicacia kantiana: com o algo que en
cierra la potencialidad de instrum entalizar al otro, de negarle el pleno
reconocimiento de su condición de persona [personhood]. Esto también
explica por qué, al menos en algunos casos, las mujeres perciben la relación
“ exclusivamente sexual” com o algo que sirve a los intereses de los hombres
y que plantea una amenaza para su autoestim a (un problem a que Lana
ha superado gracias a su am istad con otra m ujer). Veamos lo que tiene
para decir V irginie, una m u jer francesa de 57 años que vive en Israel.
Virginie se divorció hace doce años y busca una pareja estable, p e ro ...
noches”, se dio m edia vuelta y se fue, dejándom e ahí com o quien arroja
al suelo una servilleta usada o se deshace de un trasto inútil.
m iento sexual” en com paración con los hom bres (que son m ás proclives,
en cambio, a arrepentirse por no haber hecho todo lo posible por acostarse
con la mujer):
Estos resultados parecen volver a confirm ar que el sexo casual es más con
gruente con una form a masculina de sexualidad. En la población hom o
sexual también aparecen diferencias de género,51 ya que las mujeres lesbia
nas registran una m ayor tendencia a la búsqueda de relaciones estables
que los hombres gay. En un estudio longitudinal de mujeres “vírgenes” que
acababan de iniciarse en la vida sexual, C. M . Grello y otros autores com
pararon a las adolescentes que habían hecho esa transición en el marco de
una relación rom ántica con las que se habían iniciado en un contexto de
sexo casual, y hallaron que en el segundo grupo había una m ayor prepon
derancia de jóvenes que padecían síntomas de depresión, eran víctim as de
violencia o cometían delitos.52 Tal como señalan estos autores en un capí
tulo sobre la depresión y las relaciones rom ánticas de la adolescencia, “ las
aclarar que ambas autoras rechazan esta noción, tanto por empíricamente
incorrecta como por normativam ente indeseable).57
M uchos observadores h an interpretado las em ociones negativas que
experim entan las mujeres en el m arco del sexo casual como un indicio del
poder que aún conserva la cultura de la vergüenza en tom o a la sexualidad,
vinculada con una doble vara que exim e de similares penalidades sim bó
licas a los hom bres que incurren en la m ism a práctica. Esta explicación
tiene el m érito principal de recordarnos que el poder del patriarcado dista
de haberse diluido, que las mujeres y los hom bres aún se rigen por normas
sexuales diferentes, que los hom bres gozan de m ayor libertad sexual y que
la sexualidad de las mujeres continúa sujeta a presiones normativas y se
xistas. Sin embargo, tam bién adolece de un defecto im portante: adopta
implícitamente la sexualidad m asculina com o punto de referencia univer
sal para evaluar la sexualidad en general. De hecho, como hé argumentado
m ás arriba, el m odelo de la sexualidad casual se in spira en una pauta
m asculinista de la sexualidad. La afirm ación según la cual solo el sexo
desapegado es sexo liberado respalda im plícitamente la equivalencia entre
la sexualidad libre y la sexualidad desapegada y, por ende, entre la sexua
lidad m asculina y la sexualidad libre. La posición de la m ujer en el campo
sexual tiende a verse reflejada más bien p or una “ sexualidad im bricada”,
no solo porque las m ujeres im plicaron tradicionalm ente su yo de manera
más plena -m ediante el intercambio de la sexualidad por algo significativo,
com o recursos económ icos o estatus so cial-, sino tam bién porque los
hombres y las mujeres ocupan posiciones m uy diferentes en la producción
social de los cuidados. Debido a que la identidad de los hom bres no se
orienta hacia el alum bramiento de los hijos ni la provisión de cuidados,
debido a que la organización patriarcal de la sociedad naturaliza la posición
de los hom bres com o objetos del cuidado femenino y no como provee
dores de cuidados, debido a que el m atrim onio y la m aternidad siguen
siendo factores cruciales para la identidad y la posición socioeconómica
de muchas mujeres,58 la sexualidad femenina es m ucho más propensa a la
6o L isa W ade (op. cit.) presen ta u n argum ento sim ila r en su estudio sobre la cultu ra
del sexo casual entre estudiantes u niversitarios.
SEXO CONFUSO | \TJ
Las parejas de antes se form aban por m edio de la proxim idad, a través
de la fam ilia y los am igos, pero ahora los encuentros digitales están
sobrepasando a todas las otras formas. [...] [L]os extensos y sentidos
correos electrónicos de [la película] Tienes un e-m ail (1998) parecen
Victorianos al lado de los m ensajes que se envían hoy a través de las
aplicaciones más comunes. “ Me m andan textos que dicen ‘¿Quieres fo
llar?’ ”, cuenta Jennifer (22), una estudiante avanzada de la Universidad
del Sudeste, en N ew Albany. “ Te proponen cosas como ‘Ven a sentarte
sobre m i cara’”, agrega su am iga Ashley (19).61
67 Jens Z in n , “ U n certain ty”, op. cit., disp on ible en lín ea: < http://w w w .
b lackw ellreferen ce.com /p ub lic/tocn od e?id =g 978140512433 l_ c h u n k _
g 978140512433127_ s s l - l > [consultado el 26 de ab ril de 2 017 ]; véase tam bién
sobre este tem a N iklas Lu hm an n, Sociología del riesgo, M é xico, U n iversid ad
Iberoam ericana, 2006.
68 G aelle Ferrant, Luca M a ría Pesando y Keilto N ow acka, “ U n p aid C are W ork: T he
M issin g Lin k in the A nalysis o f G en der G ap s in L abo ur O utcom es”, op. cit.; N ancy
Folbre, “ M easuring C are: Gender, E m p ow erm ent, and the C are E co n om y”, en
Jo u rn al o f H u m an D evelopm ent, vol. 7, N ° 2 ,2 0 0 6 , pp. 183-199; M a d on n a
1 3 0 I EL FIN DEL AMOR
H arrington M eyer (ed.), C are Work. Gender, Labor, a n d the Welfare State, op. cit.;
Fion a R obin son , “ B eyon d L a b o u r R ights: T h e Ethics o f Care an d W om en’s W ork
in the G lobal E co n om y”, en International Fem inist Jo u rn a l o f Politics, vol. 8, N ° 3,
2006, pp. 321-342; L iana C . Sayer, op. cit., pp. 285-303.
69 V éan se lo s capítu los 4 y 6 de este libro.
SEXO CONFUSO | 1 3 1
desarrollar una estrategia de acción para sus relaciones. N o está claro con
quién está saliendo el novio de esta mujer, ni para ella ni para él; no está
claro lo que siente por ella ni por la otra m ujer con la que salía; tampoco
está claro para esta m ujer lo que quiere él ni, para el caso, lo que ella misma
quiere. Esto describe un estado de relaciones que no tienen fronteras cla
ras a su alrededor, que son fluidas, tal como lo enuncia Zygm unt Bauman,72
y cuyo telos parece incierto para sus propios protagonistas. El final abierto
de las relaciones no solo desestabiliza la dimensión expresiva de la acción,
sino tam bién su dim ensión instrumental, de m odo tal que los actores se
sienten confundidos con respecto al régim en de acción en el que se en
cuentran involucrados. La vivencia serial e indefinida de la sexualidad
transforma las fronteras sociológicas de las relaciones, que se vuelven m u
tuam ente contiguas y continuas, con m arcos superpuestos y objetivos
difusos. Este tipo de subjetividad es menos capaz de singularizar al otro y
de sentirse singularizada por el otro.
Así relata Venn su experiencia en un foro de internet especializado en
rupturas y relaciones difíciles:
2009-2010 (yo con 19 años, segundo año de la facultad, y ella con 15,
tercer año de la secundaria). A esa altura estábamos en una relación
abierta. Yo realm ente no ponía demasiado esfuerzo en nuestra relación,
mientras que los sentimientos de ella por m í eran confusos. Es como
que yo com etí un gran error en esto... ella siempre se engancha y se
desengancha de la relación, y entonces yo siempre sigo luchando por
ella como si la forzara a estar en una relación conmigo porque yo estaba
seriamente enamorado de ella. En cierto punto, cuando rom pim os du
rante nuestra relación abierta, ella consideró a varios candidatos y a sus
metejones, pero, debido a m i feroz empeño en volver con ella, rechazó
a la m ayoría... ya sea porque la conmueve m i constancia en luchar por
ella o porque se ve obligada a volver conmigo. Pero cuando volvemos á
estar juntos en nuestra relación abierta, yo ni siquiera pongo demasiado
esfuerzo... Es siempre ella la que pone el esfuerzo en nuestra relación...
Yo en realidad hago algún esfuerzo, pero no tanto. Soy solo yo, amándola
Cuando conozco a una m ujer que m e atrae, tengo que acostarme con
ella. Es lo prim ero que hago, no esa chorrada de los restaurantes, los
tragos y el cine. No me pregunto si quiero una relación con ella antes de
136 | EL F IN DEL A M O R
que nos vayam os a la cama. Necesito que nos vayam os a la cama para
saber si quiero una relación. Sin el sexo, no tengo manera de darme cuenta.
Estas declaraciones arrojan luz sobre una manera totalmente nueva de apro
ximarse a los demás para conocerlos, donde la sexualidad funciona como
una epistemología, como una manera de conocer a otra persona y establecer
la verdad de una relación. En tal sentido, podemos decir que la sexualización
de las relaciones entraña una paradoja: el cuerpo y la sexualidad devienen
una fuente de certidumbre (la manera de conocer al yo profundo de nuestra
pareja potencial o real), mientras que el marco general de las relaciones es
incierto. La incertidumbre no atañe solo al marco, al objetivo y a las fronte
ras de la interacción, sino tam bién al papel que desempeñan el atractivo
sexual y la sexualidad en el momento de abordar a una persona. Com o re
positorios de la nueva epistemología relacional, el cuerpo y la sexualidad
funcionan como la verdad de una relación, pero no se bastan a sí mismos
para generar estrategias emocionales de acción. Mientras que el cortejo pre-
moderno partía de las emociones y culminaba en el sexo, lo cual podía ge
nerar culpa y ansiedades, las relaciones contemporáneas comienzan por el
sexo (placentero) y deben lidiar con la angustiosa tarea de generar emociones.
El cuerpo se ha convertido en el sitio donde se expresan las emociones (tal
como lo indica el cliché según el cual “ una buena relación se expresa en buen
sexo” ), mientras las emociones se vuelven ajenas a las interacciones sexuales.
I n c e r t i d u m b r e y s o c i a b i l i d a d n e g a t iv a
Llamo a este tipo de relaciones “negativas” ; sin embargo, m i uso del término
“negativo” difiere tanto de su acepción más común (“perjudicial”, “dañino” )
com o del sentido que tiene en la tradición filosófica. Para Theodor W.
SEXO CONFUSO | 137
78 Sarah B akew ell, A t the E xisten tialist Café. Freedom , B e in g a n d A pricot Cocktails,
L ondres, Chatto and W in du s, 2 016, p. 153.
79 M a rtin Heidegger, S er y tiem po, B u e n os A ires, Fon do de C u ltu ra Económ ica,
2009 [1927].
SEXO CONFUSO | 139
80 Sarah Bakew ell, A t the E xistentialist C afé, op. cit., p. 69. B akew ell tam b ién cita
la descrip ción de H eidegger en alem án: D as N u r-no ch -vo rh an den sein eines
Z u h an detien : “ E l solo estar ahí de u n ente a la m a n o ” (véase M a rtin Heidegger,
Ser y tiem po, op. cit., pp. 10 0 -10 1).
81 D e hecho, dado que las “ relaciones positivas” se ap u ntalaro n sobre restricciones
m o rales y desigualdades sociales, m o ralm ente so n m ás n egativas qu e las p ropias
relaciones negativas.
1 4 0 | EL F IN D EL A M O R
82 U lrich B eck y Elisabeth B eck -G ern sh eim , E l n orm al caos del am or, B arcelona,
Paidós, 2 001.
83 M ien tras que Fou cau lt insistía en ad vertir que estos m and atos p on en en m arch a
un aparato de v ig ilan cia a través del au togob ierno, A n th o n y G iddens, U lrich
SEXO CONFUSO I 1 4 1
Este nuevo “ m undo feliz” está form ado por personas desconocidas que
se cruzan en un bar para irse juntas a la cama, se despiden sin saber sus
respectivos nom bres y regresan a la sem ana siguiente en busca de una
persona nueva.85Este mundo, sugiere Jowitt, está conectado y desintegrado
a la vez.86 A quí la sexualidad se utiliza como m etáfora organizadora de
un nuevo orden político y social: refleja al m ism o tiem po la organización
y la desorganización. M ás exactamente, la sexualidad casual ha devenido
el paradigm a de la sociabilidad negativa. A sí com o la “ elección clásica”
giraba en torno a la selección, el ordenamiento, la exclusión y la singula-
rización de un objeto, la no-elección sexual se logra m ediante la acum u
lación como práctica de acaparam iento (coexistencia de parejas sexuales;
superposición de relaciones), o m ediante el desecho de un objeto sexual
después de haberlo disfrutado. La abundancia e intercam biabilidad de las
parejas son los dos m odos operativos de una sexualidad libre, gobernada
por la no-elección y la sexualidad negativa.
Para Freud, el placer deriva de la capacidad para dom inar los estímulos,
mientras que el dolor emerge cuando el ego no puede dom inar un acon
tecimiento externo cuyos estímulos amenazan con desorganizarlo. El sexo
casual es una experiencia placentera siempre y cuando depare a ambas
partes una sensación de dom inio, autonom ía y control. Sin embargo, a
m enudo genera una experiencia opuesta de desorganización del yo e in
certidum bre en al m enos un m iem bro de la pareja que participa en la
interacción. La experiencia que he denom inado “ incertidumbre de marco”
se redobla en lo que llamaré “ incertidum bre ontológica”, sobre la que trata
el próxim o capítulo.
85 C itad o en Ivan Krastev, A fter Euro p e, Filadelfia, U n iversity o f P enn sylvan ia Press,
2017, p. 24.
86 H a rry K reisler, “ T he In d ivid u al, C h arism a, an d the Lenin ist E xtinction ”,
C on versation s w ith H istory, citad o en Ivan K ratsev, “ T h e R etu rn o f M ajoritarian
P olitics”, en H ein rich G eiselb erger (ed.), The G reat Regression, H o boken , W iley,
2017, p. 69.
4
El capitalismo escópico
y el ascenso de la incertidumbre
ontológica
Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras,
las frígidas, las m al folladas, las infollables, las histéricas, las
taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica
[... ] también escribo para los hombres que no tienen ganas de
proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los
que no saben pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son
ambiciosos, ni competitivos, los que no la tienen grande [...] .
Virginie Despentes1
El valo r d el c u erpo
L’H arm attan, 2004; Paola Tabet, “ T h ro u g h the L o ok in g -G lass: S exu al-E con om ic
Exchange”, en Fran^oise G ran ge O m ok aro y Fenneke R eysoo (eds.), Chic, chéque,
choc. Transactions au tou r des corps et stratégies am oureuses contem poraines,
G inebra, G rad úate Institute P ub lication s, 2016, p. 39.
16 R o y F. B au m eister y K athleen D. V ohs, “ S exual Eco nom ics: Sex as Fem ale
Resource fo r Social Exchange in H eterosexu al In teraction s”, ibid.; D en ise
B renn an , W hat’s Love G ot to D o With It? Tm nsnational D esires a n d S ex Tourism
in the D om in ican Republic, D u rh am , D u ke U n iversity Press, 2004; C a ro l E.
K au fm an y Stavros E. Stavrou , “ B u s Fare P lease’ : T h e E co n om ics o f S e x and Gifts
A m o n g Youn g People in U rb an Sou th A fric a”, en Culture, H ealth & S exuality,
v ol. 6, N ° 5, 2004, pp. 377-391-
17 V éase M a rk R egn eru s, C heap Sex. The Transform ation o fM e n , M arriage, an d
M onogam y, N u eva York, O xford U n iversity Press, 2017.
18 C arole Patem an, “ W hat’s W ron g W ith Prostitu tion?”, en Womens Studies
Q uarterly, vol. 27, N ° 1-2 , p rim avera-veran o de 19 99, pp. 53-64, cita en p. 53.
148 I EL F IN DEL AMOR
Tal com o subraya incisivam ente Benjam ín en este fragm ento, el objeto
sexual circula en m uchas versiones reverberadas de sí m ism o dentro de
una cultura consumista que erotiza la prom oción y la venta de bienes. El
fláneur m oderno, com o Am broise, es un espectador sexual que consume
cuerpos femeninos com o un espectáculo de m ercancías sexuales y obje
tos de consumo.24 Este espectador contempla el cuerpo com o una super
ficie visual que contiene signos sexuales, y experim enta la esfera del con
sum o com o un flujo discreto del deseo sexual organizado en espacios
urbanos públicos.25
La “ sensualidad” es el resultado de nuevas ideologías sobre la sexualidad
como un tipo de m ercancía y sobre el yo com o una im agen. La sensuali
dad depende de artículos de consum o para revelar, exhibir y poner de
relieve el cuerpo sexual. Apunta hacia el cuerpo desnudo (deseable) con
atuendos de consumo que se encargan de señalizarlo y evocarlo. La sen
sualidad pasa a ser una cuestión de usar determ inas prendas (com o los
jeans, por ejem plo) de una determ inada m anera (ajustadas al cuerpo, por
ejem plo). La sensualidad es más democrática que la belleza, en la m edida
en que está disponible para una población m ucho m ás num erosa -las
personas bien parecidas y las interesantes, las físicamente afortunadas y
las no tan afortunadas- porque no es el resultado de una belleza innata,
¿Realmente podría ser feliz junto a un hom bre con edad como para ser
m i padre? ¡Sí, sí y sí! Es que, ¿saben?, para m í eso de estar m eticulosa
mente arreglada y fabulosa a toda hora dista de ser un sacrificio. Am o
com binar la ropa que m e pongo, hacerme m anicuras/pedicuras y, por
encima de todo, ir de compras. Am o todas esas cosas con o sin el bene
ficio de conocer a hom bres ricos (preferiblemente con). Verme esplén
dida me da un subidón porque soy perfeccionista hasta la médula y no
m e conformo con menos. Además, si estuviera casada con un hombre
rico, me cuidaría igual que ahora [...] . La m ujer que ves caminando por
la calle es una obra de arte. Hay m ucho trabajo de mantenimiento - m a
nicuras, pedicuras, cortes de pelo, depilación con cera y con pinza, pla
tinado y C O M P R A S- en esa obra de arte. El arte refleja tu estilo de vida
y tu estatus. Si lo que quieres es un trofeo, tienes que estar dispuesto a
pagar el precio.33
en la esfera del consumo, que se recicla y circula com o imágenes del yo,
consumidas por hombres que detentan poder económico. Esta sugar baby
se presenta a sí m ism a como agente sexual y económica, consum idora y
productora de su propio valor al m ismo tiempo.
P r o d u c c ió n d e v a l o r s im b ó l i c o y e c o n ó m ic o
34 Lisa A dk ins, “ S exuality and the E co n om y: H istoricisatio n vs. D eco n stru ction ”,
op. cit.
35 D an iel M end elsohn , Elu sive Em brace. D esire a n d the R id d le o fld e n tity , N u eva
York, V in tage, 2012, p. 103.
36 R o y R B au m eister y K athleen D. Vohs, “ S exual ec o n o m ic s.. op. cit.
154 I EL F IN del am or
deben cum plir con el requisito de una apariencia atractiva, o bien, en otras
palabras, poseer lo que Catherine Hakim ha denominado, no sin contro
versia, “capital erótico”.37 En este sentido, la sexualidad pertenece a la esfera
del trabajo inmaterial,38 es decir, al conjunto de destrezas y competencias
intangibles que aportan los actores al lugar de trabajo, y que, en algunos
casos, incluso definen la posición laboral. Tal com o señala Ashley Mears,
“Las empresas tienden cada vez más a buscar trabajadores dotados de la
apariencia adecuada”.39 La im portancia del atractivo para el lugar de trabajo
produce una adm inistración del yo que se condice con las form as de la
“m arca personal” [self-branding] (es decir, con la presentación autocons-
ciente como persona dotada de aptitudes y atractivos únicos). De hecho,
“ la m arca personal puede verse com o una form a de labor inmaterial y
afectiva que emprenden deliberadamente los individuos con el fin de acu
m ular atención, reputación y -potencialm en te- ganancias”.40
El yo sexual tam bién produce valor a través de las industrias visuales
(mediáticas) que ofrecen el consumo del sexo y la sexualidad en form a de
imágenes: desde la publicidad, el cine y la televisión hasta la pornografía.
A contrapelo de los cuerpos femeninos que exhibió el cine hasta la década
de 1950, envueltos en atuendos de m oda que revelaban y velaban las partes
sexuales, desde los años sesenta en adelante, la desnudez y la sexualidad se
volvieron elementos comunes de la cinematografía y, poco más tarde, de
la televisión. La exhibición de cuerpos en atuendos reveladores ha sido
desproporcionadamente m ayor y más constante en el caso de las mujeres
que en el de los hombres. “ En 1999, más de dos tercios de los programas
televisivos nocturnos incluyeron contenidos sexuales, un guarismo que
representó un aumento del 12% respecto del año anterior. Si hubo un rasgo
definitorio del sexo en la década de 1990, fue la ubicuidad”.41
Podemos decir, entonces, que el consumo del cuerpo atractivo y sexual
se expandió en una m edida considerable a lo largo del siglo X X, lo cual
37 C atherine H akim , “ E rotic C a p ita l”, en European Sociological R e view , vol. 26, N ° 5,
2010, pp. 499-518.
38 M ich ael H ard t y A n ton io N eg ri, M u ltitud . G uerra y dem ocracia en la era del
im perio, B arcelona, D ebate, 2004; R osalin d G ilí y A n d y P ratt, “ In the Social
Factory? Im m aterial Labo ur, P recariou sn ess an d C u ltu ral W ork ”, en Theory,
C ulture & Society, v ol. 25, N ° 7-8, pp. 1-30.
39 A sh ley M ears, P ricin g B e a u ty , op. cit., p. 75.
40 A liso n H earn, “ S tru ctu rin g Feeling” op. cit., p. 427.
41 L a u ra M arsh , “ B ein g C h a rlie”, en N e w York R e vie w o fB o o k s, 5 de abril de 2018,
disp on ible en lín ea: < h ttps://w w w .n ybooks.com /articles/ 2018/04/05/naughty-
m neties-bein g-charlie/> [consultad o el 26 de m ayo de 2020].
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . . | I5 5
42 V ayan u nos pocos ejem p lo s dem ostrativo s. L a situ ación de las em presas
m ediáticas a fin es de 2017 es la siguiente: lo s do s d irectores ejecutivos, el
d irector gen eral y el presidente de la em presa m u ltin acion al estad ou niden se de
m ed ios m asivo s 2 ist C e n tu ry F o x so n tod os v aron es; el presidente del estudio
cinem ato gráfico, em presa p ro d u c to ra y d istrib u id o ra c in em ato gráfica
estad ou niden se C o lu m b ia Pictu res In du stries In c. (que h o y es p ro p ied ad de la
em presa Son y) tam b ién es u n ho m bre; el presidente y d irector gen eral de la
em presa m e diática estad ou niden se M e tro -G o ld w y n -M ay er S tu dios In c., del
estud io cinem ato gráfico estad ou niden se P aram o u n t P ictu res C o rp o ra tio n y del
con glom e ra d o m u ltin acion al estad ou niden se de en tretenim ien to y m edios
m asivo s T im e W arner In c. tam b ién so n tod os v aro n es. E l v ice p resid en te y el
director gen eral del con glom e ra d o m ediático m u ltin ac io n al estad ou niden se
N B C U n iversal tam b ién son ho m bres. La situ ación de la in d u stria de la m o d a a
fin es de 2 0 17 es la siguiente: el director gen eral y el d irector gerente del
con glom erad o m u ltin acion al eu rop eo de bienes su n tu arios L V M H so n varon es;
el presidente y director gen eral del g ru p o in te rn acion al de p rim e ra s m arcas
K erin g tam b ién es u n ho m bre; el presidente del c on glom erad o de b ienes
su n tu arios C o m p a gn ie Financiére R ic h e m o n t S. A . tam b ién es u n h o m b re; el
director gen eral de la em presa P uig, qu e o p era en lo s sectores de la m o d a y el
p erfu m e , tam b ién es v aró n ; el presidente y el d irector gen eral de la em presa
m a triz de m arcas m u ltin acion ales de la m o d a O T B tam b ién so n h o m bres.
A sim ism o , Jessica A ss a f señaló en 2015 qu e lo s directores g en erales de L’ O real,
R evlon , Estée Lauder, O P I N ail P olish y M A C C osm etics so n tod os ho m bres. La
m ism a tend encia caracterizó a la in d u stria de la p ub licidad . En u n artícu lo de
The G u ardian sobre su investigación acerca de este tem a, A li H a n a n señala lo
siguiente: “ E n 2008, solo el 3,6 % de lo s d irectores creativos del m u n d o eran
m u jeres. D esde entonces, este g u a rism o se h a trip lic a d o al 11% ; en Lo n d re s, de
acu erdo con lo s resultados de m i investigación , el n ú m e ro asciend e al 14 % , u na
pro p o rc ió n qu e aún resu lta escan dalosam en te b aja. N o es de so rp ren derse,
entonces, que, de acu erdo con las investigacion es sobre el tem a, el 9 1% de las
m u jeres c on su m id oras n o se sientan com p ren d id as p o r lo s p u b licistas. Siete de
cad a diez m u jeres redo blan la apuesta, d icien do qu e se sien ten “ alien adas” p o r
la p u b licid ad . Lo s ho m bres d o m in a n en p ro p o rc io n es a b ru m a d o ra s los
departam entos creativos, así com o su p ro d u cció n [ .. .] . L o sé de p rim e ra m ano ,
debido a m i trab ajo co m o d irectora creativa de la ind u stria a lo la rg o de quince
añ os. D u ra n te ese p erío d o , la rep resen tación fem e n in a en lo s departam entos
creativos casi n o se h a m o d ificad o: p u e d o con tar con lo s dedos de las m an o s a
las directoras creativas ejecutivas qu e con ozco”.
A v i D an se refiere en el m ism o ton o a las em presas pub licitarias neoyorquin as
de la A venid a M a d ison , en u n artículo p ub licad o en Forbes en 2016, d o nd e señala
que “ no h ay siqu iera u n a sola m u jer directora general en n in gu n o de los seis
1 5 6 | EL F IN DEL A M O R
Aunque las mujeres com pran la m itad de las entradas, solo el 4% de las
cien películas que obtuvieron el mayor éxito de taquilla durante la última
década fueron dirigidas por mujeres. Las mujeres representan el 11% de
los guionistas, el 3% de los cineastas, el 19% de los productores y el 14%
de los editores.43
Holdings, esos con glom erados de an u ncios qu e con trolan el 75% del gasto en
pub licidad . Y h a y solo u n a m u jer -T a m a ra In gram , de JW T - al m an d o de una
de las 15 redes globales”. V éan se Jessica A ssaf, “W h y D o M en R u n the B eau ty
In du stry?”, en B eau ty L ies Truth, 9 de feb rero de 2 015, disp on ible en línea:
< http ://w w w .beau tyliestru th.com /b log/2oi5/2/w hy-do-m en-ru n -the-b eau ty-
in d u stry > [consultado el 12 de diciem b re de 2 017]; A li H an an , “ Five Facts that
S how H o w the A d v ertisin g In d u stry Fails W om en”, en The G u ardian , 3 de febrero
de 2 016, dispon ible en lín ea: < h ttps://w w w .th eguard ian.com /w om en-in-
lead ership /20i6 /feb /o3/how -ad vertisin g-ind ustry-fails-w om en > [consultado el
26 de m ayo de 2020]; A vi D an , “ W h y A ren ’t W om en Startin g T h eir O w n A d
A gencies?”, en Forbes, 1° de ju n io de 2 016, disp on ible en línea: < https://www.
forbes.com /sites/avidan/ 2016/ 06/ 01/w h y-arent-w om en-starting-their-ow n -ad -
agencies/# 883f 766l b 985> [consultado el 26 de m ayo de 2020].
43 M aureen D ow d, “ B rin gin g D o w n O u r M o nsters”, en N ew York Times, 16 de
diciem b re de 2017, disp on ible en lín ea: < https://w w w .n ytim es.com / 2017/ 12/ 16/
o p inion /su nd ay/sexu al-h arassm en t-salm a-hayek .htm l> [consultado el 26 de
m ayo de 2020].
44 E n lo qu e con ciern e a la p ro d u cción , tanto el d irector gen eral com o lo s jefes
o p erativos de M in d G ee k - l a em presa p ro pietaria y op erad o ra de m u chos de los
sitios p o rn o g ráfico s m ás c on ocid os de in te rn et- so n v aron es. E n el p rin cip al
sitio p o rn og ráfico de intern et, P o rnh u b (p rop iedad de M in d G ee k ), el
v icepresidente de operacion es, el vicepresid en te de p ro du cto, el desarrollador
líd er y el c oordin ado r de com u n id ades son hom bres.
45 H eather A . R up p y K im W allen, “ S ex D ifferences in R espon se to V isu al Sexual
Stim u li: A R eview ”, en A rchives o f Sexu al B eh avio r, vol. 37, N ° 2, 2008, pp. 206-218,
cita en p. 206.
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . I 157
La industria del porno no hace sino am plificar algo que ya está presente
en otros campos, de m anera tanto indirecta como directa: el cuerpo sexual
de las mujeres como mercancía visual para el consumo de la m irada m as
culina (muchos actos sexuales consisten en violentar eróticam ente a las
mujeres).
Una vez que el cuerpo pasa a ser una unidad disponible para el consumo
visual, tam bién puede abrir las puertas a una tercera form a de ganancia
económica, generada por la valuación del cuerpo sexual en función con su
desempeño y su competencia. Esta competencia - “cómo llegar al orgasmo”,
“cómo encontrar las zonas erógenas secretas de las mujeres”, “ cómo hacer
una fellatio” - es una mercancía prom ovida y vendida en el marco de diver
sos segmentos económicos: la literatura de autoayuda, la consejería tera
péutica, la farmacología,46la industria de los juguetes sexuales, la prostitución
y los servicios de acompañantes (donde participan cada vez más mujeres
provenientes de distintas clases sociales). Todos estos factores combinados
redundan en la circulación de cientos de miles de millones de dólares.47
Una cuarta form a de valuar el cuerpo por vía de su sexualización gira
en torno a la econom ía de la reputación, creada tanto por las plataformas
52 Texto o riginal [en inglés] disp on ible en línea: < http ://w w w .sugardaddysite.org/>
[consultado el 12 de diciem b re de 2017].
53 H ay sitios de internet que organizan subastas de sugar babies, d o n d e los sugar
daddies p ueden com p etir p o r los cuerp os m ás atractivos. P or ejem p lo, u na
p ág in a w eb dedicada a la caracterización de lo s sitios “ sugar d a d d y” describe así a
W hatsYourPrice.com : “ En W h atsYourPrice.com , ho m bres g en erosos y exitosos
p u jan para salir con m u jeres atractivas [ ...] . E l p roceso es sim ple. U n a m u jer
decide su p recio y abre u na subasta en el sitio. [ ... ] Solo el ofertante g an ador
debe p agar la su m a ofrecida”, disp on ible en línea: < http://w w w .sugardaddysite.
org/w h ats-you r-p rice.htm l> [consultado el 26 de m ayo de 2020].
ÍÓ O | EL F IN DEL A M O R
E v a l u a c ió n
54 A n n Ferguson, R osem ary H enn essy y M echth ild N agel, “ Fem in ist Perspectives
o n Class an d W ork”, en Stanford E ncyclopedia o f P hilosophy, 2004, disp on ible en
lín ea: < h ttp s://stan ford .library.syd ney.edu .au/entries/fem inism -class/>
[consultado el 2 de ju n io de 2020]; C atherine H o skyn s y S h irin M . R aí,
“ R ecastin g the G lobal Political E co n om y: C o u n tin g W om en’s U n p aid W ork”,
en N ew P olitical E conom y, vol. 12, N ° 3,2007, pp. 297-317; A n n S h ola O rloff,
“ G en der an d the Social R ights o f C itizen sh ip: T h e C om parative A n alysis o f
G en der R elations an d W elfare States”, op. cit.; C arole P atem an, E l contrato sexual,
B arcelona, A n throp os, 1995 [1988]; M a rilyn W arin g y G lo ria Stein em , I f Women
Counted. A N e w Fem inist Econom ics, San Fran cisco, H a rp er & R ow , 1988; Lise
Vogel, M arxism an d the Oppression o f Women. Tow ard a U nitary Theory,
Leiden , B rill, 2013.
55 C arole Patem an, ibid.
56 V éan se A xel H o n n eth , “ In visib ility: O n the E p iste m o lo g y o f ‘ R eco g n itio n ”, en
Supplem ents o f the A ristotelian Society, vol. 75, N ° 1, 2001, pp. 111- 12 6 ; A xel
H o n n eth , Unsichtbarkeit. Stationen einer T heorie der In tersubjektivitát,
1 Ó 2 | EL F IN DEL AMOR
Fran k fu rt, S uh rk am p , 2003. V éase tam b ién Jam es Jardin e, “ Stein an d H o nn eth
on Em p ath y an d E m o tio n al R eco g n itio n ”, en H u m an Studies, v ol. 38, N ° 4, 2015,
pp. 567-589-
57 Lu c B oltan sk i y Lauren t Théveno t, “ F in d in g O n e’s W ay in S ocial Space: A Study
B ased on G am es”, en Social S cience Inform ation, vol. 22, N ° 4-5,19 8 3, pp. 631-680;
Luc B oltan sk i y Lauren t T h éven o t, “ T h e R eality o f M o ra l Exp ectatio ns: A
S o c io lo gy o f Situated Ju dg em ent”, en P hilosophical E xplorations, vol. 3, N ° 3,
2 000, pp. 208-231; A n n ic k B o u rg u ig n o n y Eve C hiapello, “ T h e R ole o f C riticism
in the D yn am ics o f P erfo rm ance Evaluation System s”, en C ritical Perspectives on
Accounting, vol. 16, N ° 6, 2005, pp. 665-700; P eter D ah ler-Larsen , The E valuation
Society, S tan ford, Stan ford U n iversity P ress, 2 0 11; M ich éle L am on t, “ Tow ard a
C om parative So c io lo gy o f V aluatio n an d E valuation ”, en A n n u a l R evie w o f
Sociology, N ° 3 8 ,2 0 12 ; Peter W agner, “A fter Ju stificatio n ; R epertoires o f
Evaluation an d the S o c io lo g y o f M o d ern ity ”, en European Jo u rn a l o f Social
T heory, vol. 2, N ° 3 ,19 9 9 , pp. 341-357-
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . . | 163
60 Jessica R in grose, La u ra H arvey, R osa lin d G ilí y S on ia Livin gston e, “ Teen G irls,
Sexual D ou ble Standards and S extin g”, op. cit.
1 6 6 1 EL F IN D EL A M O R
Evaluación de consumo
Las transacciones sexuales y rom ánticas no solo presuponen actos previos
de consum o y se sitúan en escenarios de consum o, sino que adem ás
entrañan a dos personas que se evalúan m utuamente com o consum ido
res. Uno de los cam bios sociológicos más profundos y significativos que
experim entó la form ación de sentim ientos y vínculos rom ánticos en el
siglo X X fue la inextricable dependencia que adquirieron las interaccio
nes rom ánticas con respecto a los gustos de consumo. A principios del
siglo X X, el m atrim onio tradicional de com pañerism o fue remplazado
por una concepción del m atrim onio com o plataform a para com partir el
esparcimiento consumista.64 El propio m ecanismo de las citas fue absor
64 B eth L. Bailey, From Fro n tP o rch to B ack Seat: Courtship in T w entieth-C entury
A m erica, B altim ore, Joh ns H o pk ins U n iversity P ress, 1989; Eva Illou z, E l
consum o de la utopía rom ántica. E l am o r y las contradicciones culturales del
capitalism o, B uenos A ires/M adrid, Katz, 2009; Steven M in tz y S usan K ellogg,
D om estic Revolutions. A Social H istory o f A m erican F a m ily Life, N u e va York,
S im ón and Schuster, 1989.
1 7 0 | EL F IN DEL AMOR
bido por la esfera del consumo, con los restaurantes, los bares, los cines,
los locales turísticos y las discotecas com o principales escenarios para el
encuentro y la interacción.65 Un colum nista del N ew Yorker, que ironiza
sobre la situación contemporánea de las citas y el amor, ilustra m uy bien
esta conexión entre los encuentros rom ánticos, la esfera del ocio y los
gustos de consumo:
65 Bailey, “ F ro m Fron t P orch to B ack Seat”, op. cit.; Joh n D ’E m ilio y Estelle B.
Freed m an, In tim ate M atters. A H istory o f S exu ality in Am erica, Chicago,
U n iversity o f C hicago Press, 1988; Paula S. Fass, The D a m n ed a n d the B eautiful.
A m erican Youth in the 19 2 0 ’s, N u e va York, O xford U n iversity P ress, 1979; Eva
Illou z, E l consum o de la utopía rom ántica, op. cit.
66 Jason H ayes, “ T h e S ix Pizzas o f Yo ur Failed R elationship ”, en The N e w Yorker,
7 de m arzo de 2017, d isp on ible en lín ea: < https://w w w .new yorker.com /hum or/
d a ily-sh ou ts/th e-six-p izzas-of-yo ur-failed -relation sh ip > [consultado el 26 de
m ayo de 2020]; (el énfasis es m ío ).
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . . | YJ1
67 B ro oke Lea Foster, “ W hen You K n o w It’s Love: A V isio n O u t o f Y o u r D ream s”,
en The N ew York Times, 9 de m ayo de 2017, dispon ible en linea: < https://www.
n ytim es.com / 2017/05/09/fashion/w eddings/w hen-you-know -its-love-paul-rust~
lesley-arfin-dream s.htm l> [consultado el 26 de m ayo de 2020]; (el énfasis es m ío).
172 | EL F IN DEL AMOR
D e v a l u a c ió n s e x u a l
72 Ibid., p. 11.
174 I EL F I N DE L AMO R
Esta definición pasa por alto el hecho de que la cosificación confiere una
sensación de placer, em poderamiento y subjetividad porque perm ite a las
mujeres generar valor económico y simbólico a partir de su cuerpo. Cuando
se la usa sin tom ar en cuenta el basamento económ ico de la sexualización,
la noción de autocosificación no hace sino reducir a un m ero problem a
de falsa conciencia la participación voluntaria de las m ujeres en su propia
cosificación, om itiendo dar cuenta de los m ecanismos de valuación (sim
bólica y económica) inherentes a ella. Además, no establece una diferencia
adecuada entre los diversos procesos subyacentes a la devaluación de las
mujeres por parte de los hombres: algunos, voluntarios, relacionados con
la construcción del estatus m asculino mediante la denigración de las m u
jeres; otros, involuntarios, derivados de la dificultad cognitiva para atribuir
valor en presencia de grandes mercados sexuales. N ingún elemento intrín
seco de la sexualidad, o siquiera de la sexualización, es degradante por sí
mismo. Es m ás bien el hecho de que la sexualidad está situada en un m er
cado controlado por hom bres lo que hace de la sexualización una expe
riencia de dom inación para una parte y de hum illación para la otra. Si
critico la mercantilización de la sexualidad y la pornificacion de la cultura,75
a pesar de la sensación de empoderamiento y placer que ofrecen, es porque
ambas constituyen m ecanismos para controlar a las mujeres por m edio de
la m ano aparentemente invisible de los hombres y del m ercado (sexual).
El control m asculino de los mercados sexuales es ostensible (y velado)
en más de un aspecto. En prim er lugar, como hemos visto m ás arriba, los
hombres controlan la m ayor parte de las industrias visuales-sexuales y, por
ende, controlan la definición de lo que im porta en una mujer. Controlar
la m irada tiene enorm es consecuencias económ icas e ideológicas, espe
cialmente respecto de lo que los hombres valoran de las mujeres y lo que
las mujeres valoran de sí mismas. Para dar un ejemplo: de acuerdo con un
estudio citado por Sendhil Mullainathan, un economista de H arvard, “ los
hombres suelen ser reacios a salir con una m ujer más inteligente o am bi
ciosa que ellos”.76 Cabe agregar que esos m ism os hombres difícilmente se
resistan a una cita con una m ujer sexualm ente más atractiva que ellos. Esto
82 B arbara L- Fred rickson y Tom i-A n n R oberts, “ O bjectification T h eory: Tow ard
U n derstan din g W om en’s L ived E xperiences an d M ental H ealth R isks”, en
Psychology o f Women Q uarterly, v ol. 21, N ° 2,1997, pp. 173-206; B on nie M o ra d i y
Yu -P in g H uang, “ O b jectification T h e o ry an d Psych olo gy o f W om en: A D ecade o f
A dvan ces an d Future D irections”, en Psychology o f Women Q uarterly, vol. 32, N ° 4,
2008, pp. 377-398; D aw n M . Szym an ski, Lauren B. M o ffitt y E rik a R. C arr, “ S exual
O bjectification o f W om en: A dvan ces to T h e o ry and R esearch”, en The C ounseling
Psychologist, v ol. 39, N ° 1, 2 011, pp. 6-38. V éan se investigaciones sobre este tem a en
R achel M . Calogero, “A Test o f O bjectification T h eory: The E ffect o f the M ale
Gaze on A ppearan ce C on cerns in College W om en”, en Psychology o f Women
Q uarterly, vol. 28, N ° 1,2 0 0 4 , pp. 16 -2 1; Sarah J. G ervais, T heresa K. Vescio y Jill
A lien, “ W hen W hat You See is W hat You Get: T he C on sequences o f the
O bjectifyin g Gaze for W om en and M en ”, en Psychology o f W omen Quarterly, vol.
35, N ° 1, 2011, pp. 5-17; B rit H a rp er y M a rik a T iggem an n, “ T h e E ffect o f T h in Ideal
M edia Im ages on W om en’s Self-ob jectification , M o od , and B o d y Im age”, en Sex
Roles, v ol. 58, N ° 9 -10 ,2 0 0 8 , pp. 649-657; Sarah J. G ervais, A riann e M . H olland y
M ichael D. D od d, “ M y Eyes are U p Here: T h e N ature o f the O bjectifyin g Gaze
T ow ard W om en”, en Sex Roles, vol. 69, N ° 11- 12 ,2 0 13 , pp. 557-570.
83 V éase u n análisis de la distin ció n m arxista entre la p ro d u cción y la realización
del v alo r en D av id H arvey, E l enigm a del capital y las crisis del capitalism o,
M a d rid , A kal, 2012.
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO V EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . I 1 7 9
ción visual es típicamente poco fiable. Tal com o lo demostraron las inves
tigaciones sobre el tema, la opinión que se form a sobre la base del atractivo
visual o de las señales visuales puede cambiar fácilmente cuando se pro
longa la atención al objeto. Por ejem plo, las personas con anteojos son
calificadas como más inteligentes que las personas sin ellos cuando el en
trevistado m ira sus imágenes durante quince segundos. Pero cuando el
tiempo de observación es más prolongado, la diferencia desaparece.84 Un
aspecto inseparable de la evaluación visual es su escasa fiabilidad intrínseca.
Así reflexiona Am broise acerca de su m atrim onio fallido:
85 A delle W allm an, Los am ores fugaces de N ath an iel P., M éxico, P laneta, 2014
(el énfasis es m ío).
86 R o sem ary Henessy, P rofit a n d Pleasure. Sexu al Identities in Late Capitalism ,
A b in gd on -o n -T h a m es, R outledge, 2000.
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . I l8 l
por esa camisa, el tipo dejó de atraerme. O sea, no fue exactamente así,
pero sentí que la camisa me distraía, e hice todo lo posible p or recupe
rar el sentimiento de atracción. Me da vergüenza decirlo, pero la camisa
me desmotivó fuertemente.
El atractivo sexual está aquí inducido por artículos de consumo y tam ba
lea fácilmente ante la apariencia “errónea”, ya que la atracción sexual ahora
se arraiga fuertemente en el alineamiento de las personas reales con las
imágenes, las mercancías y los iconos inducidos por los m edios. La eva
luación visual enlaza la personalidad con la mercancía, fusionando la afir
m ación del gusto consum ista con el interés em ocional. D e ahí que los
objetos de consumo sean los elementos que generan el rechazo.
En otro ejem plo, Claudine, una atractiva m ujer francesa de 48 años,
habla sobre la relación con su novio anterior:
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Tienes novio?
T e r r y : M ira m i cabello. ¿De q ué color es?
E n t r e v i s t a d o r a : Rojo.
T e r r y : Sí, es rojo. Y no porque yo sea pelirroja, sino porque me lo teñí.
¿Y sabes por qué me lo teñí?
E n t r e v is t a d o r a : N o .
T e r r y : Porque me salieron canas de la noche a la m añana cuando mi
novio me dejó. Se m andó a m udar con m i dinero, así com o así, de la
noche a la mañana. Fue hace un año y medio, pero todavía no lo superé.
No logro sobreponerme. Lloro todo el tiempo. No puedo soportarlo.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Qué es lo que no puedes soportar?
T e r r y : Siento que debería haber hecho ciertas cosas que no hice.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Cóm o qué? ¿Qué deberías haber hecho? ¿Te m oles
taría contármelo?
T e r r y : Creo que no m e cuido el cuerpo com o corresponde, que no me
arreglaba com o debería haberlo hecho para él. N o me hacía las uñas
com o otras mujeres, usaba zapatillas deportivas, andaba siem pre en
jeans. Yo trabajo, m e gusta trabajar, y creo que a él no le gustaba mi
aspecto de varoncito, que él prefería una m ujer m ás fem enina, que
91 V éan se, p o r ejem plo, R achel M . Calogero y J. ICevin T h o m p son , “ Poten tial
Im p lications o f the O b jectification o f W om en’s B od ies for W om en’s S exual
Satisfaction ”, en B o d y Im age, vol. 6, N ° 2 ,2 0 0 9 , pp. 145-148; Ellen E. Fitzsim m on s-
C raft et a l , “ E xp lain in g the R elation betw een T h in Ideal In tern alization and
B o d y D issatisfaction am on g College W om en: T h e R oles o f Social C o m p a riso n
an d B o d y Surveillance”, en B o d y Im age, vol. 9, N ° 1, 2012, pp. 43-49; B rit H arp er y
M a rik a Tiggem an n, “ T h e Effect o f T h in Ideal M e d ia Im ages on W om en’s Self-
O b jectification , M o od , and B o d y Im age”, op. cit.-, Peter Strelan, S arah J. M eh affey
y M a rik a T iggem an n, “ B rie f R ep ort: Self-ob jectification an d Esteem in Youn g
W om en: T h e M ediatin g R ole o f R easons for E xercise”, en S ex Roles, vol. 48, N ° 1,
2003, pp. 89-95.
92 A la inversa, en u na reseña m etaanalítica de la investigación que v in c u la las
creencias y op inion es fem in istas au top roclam adas respecto del cu e rp o p ro pio,
M u rn en y Sm o lak hallaron que, en u n a m u estra de veintiséis estudios, la
m anifestación de actitudes fem in istas se asoció a u n a m ayor satisfacción
corp oral. Sarah K . M u rn en y Lin d a S m olak, “Are Fem in ist W om en Protected
fro m B o d y Im age Problem s? A M eta-analytic R eview o f R elevant R esearch”, en
Sex Roles, vol. 60, N ° 3 -4 ,2 0 0 9 , p. 186.
93 G lossw itch, “W h y Is It So H a rd fo r W om en to A ccep t T h e ir B odies?, en N e w
N ewstatesm an A m erica, 3 de diciem b re de 2015, disp on ible en línea: Chttp://
w w w .n ew statesm an .com /poli tics/fem inism / 2015/ 12/w h y-it-so -h ard -w om en -
accept-their-b od ies> [consultado el 26 de m ayo de 2020].
94 A n gela M ac R obb ie, “ N otes on the Perfect: C om petitive F em in in ity in N eoliberal
T im es”, en A ustralian Fem inist Studies, v ol. 30, N ° 83, 2015, pp. 3-20.
18 6 | EL F I N D E L A M O R
Tal como en el caso de Am broise, el relato de Adam arroja luz sobre las
maneras en que el atractivo sexual de las mujeres sirve de capital social y
simbólico para los hom bres que se sienten evaluados por otros hombres
en el marco de una disputa por las mujeres atractivas. Los hombres m iran
a las mujeres bajo la m irada de otros hombres, porque la sexualidad ha
pasado a ser un índice de valor social (masculino). El papel que desempeña
la m irada evaluadora de otros hom bres en este relato es aún más llamativo
si se tiene en cuenta que Adam describe la relación con su novia como una
fuente de bienestar em ocional y de sexo “ fantástico”, lo cual sugiere que el
mercado de la evaluación visual contiene un inmenso volum en de poder
simbólico, que incluso se im pone sobre otras form as de evaluación. En
este caso, la devaluación del cuerpo femenino deriva de su localización en
un terreno de competencia m asculina donde los hom bres evalúan a otros
hombres de acuerdo con las mujeres que estos poseen sexualmente.
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . . | 1 8 7
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Tienes novio?
A n g i e : Acabo de romper con uno. Y creo que voy a quedarme así durante
un tiempo, porque en este m omento no m e dan ganas de volver a Tin-
der en busca de otro.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Por qué?
A n g i e : Apenas me reconecte, comenzaré a recibir otra vez fotos de p i
tos. Y la verdad es que por ahora no tengo estómago para eso.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Vas a recibir qué?
A n g ie : Fotos de pitos. ¿No sabes a qué me refiero?
E n t r e v i s t a d o r a : N o estoy segura de haber entendido bien.
A n g i e : [Riendo] Te m andan fotos del pito.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Quieres decir que los hom bres con los que te pones
en contacto te mandan fotos de su pene sin incluir el rostro, o sea, una
vez que les has visto el rostro?
A n g i e : Tal cual, solo el pito. Así es como te invitan a salir ahora.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Así es como te invitan a salir ahora?
A n g i e : Exactamente. Bienvenida a la era de Tinder.
E n t r e v i s t a d o r a : Y a ti no te gusta eso.
A n g i e : N o , p a ra n ad a.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Puedes decirme por qué?
A n g i e : Tal vez no tenga m ucha onda decir esto, pero m e parece de mal
gusto elegir a alguien por el tam año de su pito. Es com o si no hubiera
nada más allá de nuestros órganos sexuales. Me parece degradante. Aun
cuando sea yo quien supuestam ente está a cargo de la selección, me
siento degradada al elegir a un tipo por el tamaño o la form a de su pene.
Entiendo que, como feminista, supuestamente no debería im portarm e
esto, pero lo cierto es que m e im porta. Me parece degradante. No sé
m u y bien por qué.
tunidad de jugar con los códigos del m asculinism o y sum inistrar a los
hom bres su prop ia m edicina.96 Por ú ltim o, aunque tal vez en prim er
lugar, no está claro quién es el objeto y quién es el sujeto en esta in terac
ción. ¿Es el hom bre con su pito un sujeto autónom o, o am bos están es
cindidos de la condición de persona hasta el punto de convertirse en
objetos que pueden ser apropiados por la m ujer? ¿El pito está cosificado
o cosifica? Es difícil responder a esta pregunta, en vista de que ocurren
ambas cosas a la vez. La autopresentación del hom bre a través del pene
refleja en espejo su propia concepción de sus potenciales parejas como
conjuntos de órganos sexuales. La foto del pito invita a la m ujer a un
tipo de interacción en la que el hom bre detenta el poder debido a su
m ayor capacidad para el desapego. Pero tam bién invita a la m ujer a de
sapegarse de la m ism a m anera.
La visualización del yo, aparejada al nuevo régim en escópico que la
acompaña, es un proceso de reificación, en la m edida en que conlleva la
posibilidad de fragm entar al yo y colocar los “ pedazos” resultantes en un
m ercado dom inado por evaluaciones de alta velocidad, que dirim en la
competencia entre innumerables órganos sexuales mercantilizados. Dado
que la sexualización fracciona el cuerpo en órganos sexuales, tiende a
escindir el cuerpo de otras fuentes de la identidad social, en un proceso
que refleja y m agnifica la dualidad y la separación entre el cuerpo y el yo.
Este proceso desem peña un papel central en la creciente d ifu sión del
sexteo. De acuerdo con un estudio de Kathy M artinez-Prather y Donna
Vandiver sobre los alum nos que cursaban el prim er año de su carrera en
una universidad m ediana del sur estadounidense, “aproxim adam ente un
tercio de los participantes, tanto varones com o mujeres, [... ] habían en
viado una imagen sexual de sí m ism os a otra persona por teléfono celu
lar cuando cursaban la escuela secundaria”.97 En un estudio de Lee M urray
et al. sobre una población de jóvenes (de 18 a 20 años) que cursaban
estudios en distintas instituciones educativas de Sídney, el 4 7 % de los
participantes adm itió que había practicado el sexteo.98 Estas prácticas
C rim in ológ ica, en C R G , vol. 53, N ° 11-12 , noviem bre de 2015, p. 5, dispon ible en
línea: < h ttp ://w w w .crim inologyresearch coun cil.gov.au/rep orts/1516/53-1112-
F in a lR ep ort.p d f> [consultad o el 26 de m ayo de 2020].
99 R ichard Posner, “ Sale o f B o d y P arts”, en The B ecker-Posner B log, 21 de octu b re de
2 012, disp on ible en lín ea: < http://w w w .becker-p0sn er-bI0g.com /2012/10/sale-0f-
b ody-p artsp osn er.h tm l> [consultad o el 26 de m ayo de 2020].
100 C arole P atem an, “ W hat’s W ron g w ith Prostitu tion?”, op. c it , cita en p. 60.
10 1 H ans Joñ as, “ Tow ard a P h ilo so p h y o f T ech nology”, en H astings C enter R eport,
vol. 9, N ° 1,19 7 9 , pp. 34-43.
102 Ib id ., p. 35.
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . . | 19 1
106 P ierre B ou rd ieu, L a distinción. Criterio y bases sociales d el gusto, M éxico, Taurus,
2002 [1979]; Ju kk a G ron ow , T he Sociology ofTaste, A b in gd on -o n -T h a m es,
R outled ge, 2002; S arah T h o rn to n , C lu b C ultures.’Music, M ed ia, a n d Subcultural
C apital, C am bridge, P olity P ress, 1995.
107 P ierre B ou rd ieu, L a distinción, op. cit., pp. 10 8 -111 y 170.
108 E v a Illou z, “ E m otion s, Im a g in ation an d C on su m p tion : A N ew R esearch A genda”,
op. cit., cita en p. 401.
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO V EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . . | I9 3
A l e x a n d e r : L o ú n ic o q u e lam e n to p ro fu n d a m e n te es n o h a b e rm e c a
sa d o c on u n a m u je r q u e c o n o c í hace ve in te añ os.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Por q u é lo lamentas?
A l e x a n d e r : Ella no era religiosa, y yo estaba volviéndome más religioso.
Por entonces no m e di cuenta de que eso no era im portante, porque
estaba tan inm erso en m i nuevo estilo de vida, que m e parecía algo
fundamental. Pensaba que nuestras diferentes opciones de vida provo
carían conflictos entre nosotros. Entonces decidí no casarm e con ella,
así com o así, porque estaba convencido de que lo nuestro no funciona
ría. Pero me equivoqué. H oy no me im portaría en absoluto ese detalle,
pero por entonces yo no lo sabía.
109 Leo B ersani y A d a m P hillip s, Intim acies, C hicago, U n iversity o f C h icag o Press,
2 008, p. 94.
19 4 I EL FIN DEL A M O R
L a e v a l u a c ió n y s u s p u n t o s d e r e f e r e n c ia
n o Jens B eckert y P atrik A spers (eds.), The Worth o fG o o d s, N ueva York, O xford
U n iversity Press, 2 011, p. 6.
111 C h risto ph er K. H see y Jiao Z h an g, “ D istin ctio n Bias: M isp red iction and
M isch oice D u e to Join t Evaluation ”, en Jo u rn a l o f Personality a n d Social
Psychology, v ol. 86, N ° 5 ,20 0 4 , p. 680.
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . I 195
. Estaban:
La m u je r ja m a iq u in a que hacía su doctorado de literatura en Stanford.
Salidas: 1 (café). Problema: Era demasiado inteligente para m i m edio
cridad vitalicia prom edio 7.
Una d a m a v ie t n a m it a que estudiaba odontología. Salidas: 2 (café, cena
en una crepería). Problema: Si bien era una m ujer atractiva, no pude
sobreponerme al hecho de que estuviera liada con un hom bre casado.
Me ahogo en un vaso de agua.
U na c h ic a c a u c á s ic a , estudiante, con cierta debilidad p or los tipos
asiáticos. Salidas: 1 (café). Problema: Era bisexual. M m m , ahora que lo
pienso, ¿en serio eso era un problema?
Y una m u je r a f r o a m e r ic a n a que estudiaba psiquiatría. Tenía ojos
deslumbrantes y una linda figura. Salidas: 2 (café, película en m i casa).
Problema: Las personas calladas me ponen nervioso, y en especial las
personas calladas que estudian psiquiatría. ¿Acaso esa m ujer estaba ana
lizándome? ¿Qué había descubierto? No quise saberlo.112
Esta viñeta ilustra la dificultad para encontrar una candidata “apta”, porque
el punto de referencia del agente cambia con cada encuentro, lo cual difi
culta la atribución de valor y, en última instancia, disminuye el valor de
cada una. Esto significa, a su vez, que sencillam ente no sabem os cómo
estimar el valor de un objeto cuando estamos en una situación de mercado
en la que com param os un objeto con otros de valor similar. M ás aún, tal
como lo expresó perspicazmente la socióloga Ashley Mears con respecto
a la industria del modelaje, en muchas áreas culturales, el precio o el valor
de un/a modelo, una obra de arte o un actor no están del todo claros: “ El
problem a de fijar precios ejem plifica un dilema aún m ayor para los pro
ductores culturales y, de hecho, para cualquier persona que participe en
112 “ True Life D atin g Stories: Sin gle A sian M ale Seeks Sin gle W om an ”, disp on ible en
lín ea: < http ://w w w .exp lode.com /rr/lifesucks-d atin g.shtm l> [consultad o el 26 de
m ayo de 2020].
196 | EL F IN DEL AMOR
115 D avid H arvey, M arx, Capital, a n d the M adness o f Econom ic Reason, O xford ,
O xford U n iversity Press, 2017.
116 K arl M a rx , “ L e y de la b aja tendencial de la tasa de gan an cia”, en E l capital, tom o 3,
vol. 6, tercera p arte, M éxico, Siglo X X I, 2009 [1863-1883], pp. 269-295. V éase
tam b ién B en Fine y Lauren ce H arris, “ T h e La w o f the T en dency o f th e Rate o f
P rofit to Fall”, en Reread ing C apital, Lo n d res, M acm illan E d ucation U K , 19 79,
pp. 58- 75-
198 I EL F IN D EL A M O R
E l e s t a t u s c o n f u s o d e l s u je t o
119 M ilto n Friedm an , Capitalism o y libertad, op. cit.; Frie d rich A ug u st Hayek, “ T he
U se o f K now ledge in Society”, en The A m erican Econom ic R eview , v o l. 35, N ° 4,
1945, pp. 519-530. V éan se tam b ién D av id H arvey, B reve historia del neoliberalism o,
M a d rid , A k al, 2007; T h o m as Palley, “ F rom K eynesianism to N eoliberalism :
Shiftin g P aradigm s in E co n om ics”, en A lfred o S aa d -Filh o y D eb o rah Joh nston
(eds.), Neoliberalism . A C ritical Reader, C hicago, U n iversity o f C h icag o Press,
2005, pp. 20-29.
120 S ob re este tem a, véase la b ib liog ra fía sobre la econ om ía de la aten ción , com o
D an iel K ah nem an , A tención y esfuerzo, M a d rid , Bib lioteca N ueva, 2013, y W arren
T ho rn gate, “ T h e E c o n o m y o f A ttention and the D evelop m en t o f P sych olo gy” en
C an ad ian Psychology/Psychologie C anad ien n e, v ol. 31, N ° 3 ,19 9 0 , pp. 262-271.
12 1 V éase el in form e del Eq u ip o de T rabajo de la A so cia ció n P sico lógica
Estad ou nidense (APA) sobre la sexu alización de las jóven es, 2007, d isp on ible en
línea: < http://w w w .ap a.org/p i/w om en/p rogram s/girls/repo rt-fu ll.p df>
[consultado el 26 de m ayo de 2020].
2 0 0 I EL F IN DEL AMOR
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Tienes novio?
M a r i e : ¡Buena pregunta! Sí, tenía un novio en París. Pero cuando me
vine aquí [a Italia], pensé “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Entré a Tinder, que siempre está en m i teléfono, y e n ... tres semanas,
creo, conseguí otro novio. Es un chico de Canadá. Está en un program a
de intercam bio, más o m enos com o yo. Así que rom pí con m i novio
francés. En realidad podría haber m antenido la relación, pero el pro
blem a era que él quería venir a visitarm e y, en ese caso, las cosas se
complicarían.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Siempre tienes Tinder?
M a r i e : ¡Por supuesto! N o me gusta estar sola. Y con Tinder puedo
conocer gente adonde quiera que vaya. Realmente me cuesta estar sola.
No, déjame enunciarlo de otra manera: lo ideal es estar con alguien.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Se sorprendió tu novio francés cuando rompiste
con él?
M a r i e : No, creo que no. Creo que él habría hecho lo mismo. Estaba como
sobreentendido que cualquiera de los dos podía hacer algo así si surgía
una oportunidad que lo ameritara. Son esas cosas que se saben sin ne
cesidad de explicitarlas. De todos m odos, cuando estábamos saliendo,
no era como que planeáramos vivir juntos o sintiéramos que lo nuestro
era un gran amor. E n realidad, para m í fue un alivio cortar la relación.
Cuando estaba con él, me sentía como un trozo de carne o algo así.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Qué quieres decir con “ un trozo de carne” ?
M a r i e : Bueno, él no era m uy cariñoso. Se notaba a la legua que solo le
interesaba el sexo. Así que, aunque yo hubiera preferido que las cosas
fueran distintas, aprendí a quedarme con él solo por el sexo. Yo tampoco
estaba segura de lo que quería. Supongo que tam bién me interesaba el
sexo. Quería el sexo, pero m e sentía como un trozo de carne. Porque esa
era la manera de mantener una relación y tener sexo regularmente. Pero
a m enudo m e sentía como un trozo de carne. No había sentim ientos.
Solo sexo.
E n t r e v i s t a d o r a : Y con tu nuevo novio es diferente.
M a r i e : Sí, me parece que es diferente. Conversam os [se ríe]. Bueno, en
realidad, él tiene un enrosque con su exnovia. Todavía está m uy engan
chado con ella, cosa que a m í me molesta, e incluso a veces abre una
distancia entre nosotros. Por otra parte, al menos no me siento como
un trozo de carne cuando estoy con él. Cuando estamos juntos charla
mos, hacem os cosas y nos interesamos el uno por el otro. Pero igual
tengo la sensación de que lo nuestro va a terminar apenas yo me vuelva
[a m i país]. Los dos lo sabem os. Form am os una pareja porque nos
sentíamos solos en un lugar desconocido. ¡Hasta que nos salvó Tinder!
[Risas y tarareo de un jingle]
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Sabes eso porque se lo dijeron uno al otro?
M a r i e : No, no. Es como con m i novio anterior. No necesitamos decir
nos las cosas para saber que van a ocurrir. Los dos sabemos que esto es
algo para hacer aquí, para no echar de m enos el sexo.
Marie tiene una idea clara de lo que significa una relación em ocional, pero
ha aceptado ser un “trozo de carne” porque ella m ism a privilegia la sexua
lidad com o el terreno fundamental de interacción con los hom bres. Sus
relaciones giran en torno al cuerpo, en consonancia con una epistemología
para la cual este se reduce a su función sexual y no tiene sentidos morales
o emocionales intrínsecos. M arie se experimenta a sí m ism a com o un su
jeto libre al actuar así, pero esta libertad es peculiar, en la m edida en que
la sexualización deslegitima las demandas emocionales e insta a esta mujer
a redefinir sus deseos, a alinearlos con la concepción m asculina de una
relación sexualizada que incluye la aceptación de sí m ism a como un objeto,
2 0 2 | EL FIN DEL A M O R
124 R osalin d G ilí, “ Em p ow erm ent/Sexism : Figu rin g Fem ale Sexual A gency
in C o n tem p o ra ry A dvertisin g ”, en Fem inism & Psychology, vol. 18, N ° 1,2 0 0 8 ,
pp. 35-60.
125 V éase R osalin d G ilí, “ F rom S exual O b jectification to S exual Sub jectification ”,
op. cit.
126 M a x H o rk heim er y T h e o d o r W. A d o rn o, D ialéctica de la Ilustración, M adrid,
Trotta, 1994 [1944]-
EL C A P I T A L I S M O ESCÓPICO Y EL A S C E N S O DE LA I N C E R T I D U M B R E . . . | 2 0 3
sexualización, que disocia el yo del cuerpo y crea una incertidum bre res
pecto no solo del valor propio, sino también del deseo propio, en la película
Shame: Deseos culpables, de Steve McQueen, un estudio oscuro y estilizado
sobre la escisión del yo en dos esferas, la sexual y la emocional.
El protagonista, Brandon, es un adicto al sexo. Consum e m ucha por
nografía, contrata con frecuencia a trabajadoras sexuales y conquista m u
jeres para conseguir sexo instantáneo y efímero; le gusta una com pañera
de trabajo, y la película deja en claro que esto puede depararle la oportu
nidad de entablar una relación m ás profunda y significativa con una m u
jer. Sin embargo, cuando se van a la cama, Brandon no consigue tener una
erección. Una vez que ella se ha ido de la habitación, Brandon mantiene
sexo frenético con una trabajadora sexual, lo cual sugiere al espectador, de
manera desgarradora, que la sexualidad y la em ocionalidad de Brandon
siguen caminos independientes que ya no se conectan entre sí. Brandon
pertenece a un nuevo régim en sexual, en cuyo marco la tecnología, la v i
sualidad (la sarta de imágenes pornográficas a las que se accede a través
de internet) y el veloz recambio de parejas sexuales anónimas convierten
el cuerpo en la única fuente de agencia, activamente desconectada de lo
que suele reconocerse com o deseo, yo, em oción. En esta tram a, resulta
difícil determinar si Brandon sigue siendo un “sujeto”, en la m edida en que
su cuerpo parece haber adquirido una autonomía que escapa a su propia
volición emocional. M ás aún, dado que Brandon es incapaz de encontrarse
con otros sujetos (no puede interactuar con mujeres en calidad de sujetos,
sino solo de objetos sexuales), tampoco está claro hasta qué punto él mismo
actúa como sujeto. Cabría decir que Brandon, como un típico sujeto m o
derno, experimenta su intenso régimen escópico de consumo sexual como
una form a adictiva de autoafírm ación, de hipersubjetividad. Esta autoa-
firmación también es una experiencia reiterada de no-elección, que tiene
una am plia variedad de soportes institucionales: tecnológico, visual, hu
m ano en la form a de trabajo sexual barato. Por otra parte, las emociones
disponen de poco o nulo anclaje institucional externo que las organice en
lo que Ann Swindler denomina “plan de acción”.127 Puede decirse, entonces,
que la sexualidad de consumo basada en la tecnología es hoy un campo
de acción altamente institucionalizado -e n especial para los hom bres, in
tensos consumidores de pornografía y trabajo sexu al- que crea form as
escindidas de yoidad. El yo sexual, el yo tecnológico y el yo consumidor
están alineados en una m ism a m atriz poderosa y relativamente disociada
129 V éase Sarah B akew ell, A t the Existentialist Café. Freedom , B e in g an d A p rico t
Cocktails, op. cit., p. 183.
130 C a rta del 19 de diciem b re de 1922, citad a en M a ría P op ova, “ H o w V irg in ia W oolf
an d V ita Sackville-W est Fell in Lo ve”, en B rain Pickings, disp on ible en línea:
< h ttps://w w w .brain pickings.org/ 2016/07/28/v irg in ia-w o olf-vita-sack ville-
w est/> [consultado el 26 de m ayo de 2020[.
2 0 6 I EL FIN D E L A M O R
El célebre m úsico Robert Schum ann conocía a los W ieck desde hacía
tiempo. Se enam oró de Clara W ieck y habló con el padre para pedir su
mano. Cuando él se la negó, Robert y Clara solicitaron ante los tribunales
la invalidación de su rechazo. Tras un año de dura contienda judicial, un
juez falló a favor de la pareja el i ° de agosto de 184o.3 La boda se celebró al
8 Jam es Leon ard P ark, L o vin g in F reedom , disp on ible en lín ea: chttp s://
s 3.am azon aw s.com /aw s-w eb site-jam esleonard p ark— fre elib ra ry - 3p u xk /C Y -L -
F R E .h tm l> [consultado el 26 de m ayo de 2020].
9 C arole Patem an, E l contrato sexual, op. cit., p. 58.
2 1 2 | EL FIN D EL A M O R
com o una serie infinita de contratos específicos”.10 En esta vena, las rela
ciones íntimas pasaron a ser vistas como un contrato entre dos voluntades,
concepción respaldada por leyes que apuntalaron cada vez más la centra-
lidad del consentimiento libre de los individuos com o núcleo legitimador
de la acción y las transacciones interpersonales.11
El contractualismo se ha convertido en la filosofía social dominante a
la hora de regular el m atrim onio y la intimidad. Hasta los años sesenta, la
m ayoría de los países del m undo reconocían únicamente el “ divorcio san
ción”, que solo era aceptado por los jueces si uno de los cónyuges probaba
fehacientemente que el otro había cometido actos “ incompatibles con el
m atrim onio”. En los años setenta, m uchos países comenzaron a adoptar
el divorcio sin causa: el simple acto de declarar que uno ya no deseaba
continuar con el m atrim onio era suficiente para disolverlo.12 Este cambio
reflejó la im portancia legal y m oral del “consentimiento”, de la voluntad
activa de cada cónyuge en la u nión m arital. En consonancia con estas
nuevas concepciones, la legislación hizo del consentimiento un nuevo y
necesario requisito m oral y legal de las interacciones sexuales. El contrato
-com o relación basada en la libre voluntad de dos partes- devino la me
táfora m aestra para pensar las relaciones íntimas. El amor, el m atrimonio
y el sexo eran legítimos siempre y cuando fueran consentidos por las dos
partes y se convinieran a la m anera de un contrato.
Com o es bien sabido, Anthony Giddens ha teorizado sobre este estado
de las cosas al definir la intim idad moderna como un contrato. La relación
pura, como lo expresa él, “ se entabla por el bien de sí m ism a, por lo que
puede derivar cada persona de una asociación sostenida con otra, que se
continúa solo en la m edida en que, a juicio de ambas partes, se obtiene de
10 Ib id., p. 26.
1 1 V éan se A lb erto A b adie y Sebastien G ay, “ T h e Im p act o f P resum ed Con sent
Legislation on C adaveric O rgan D on ation : A C ro ss-co u n try S tu dy”, en Jo urn al
o f H ealth Econom ics, v ol. 25, N ° 4, 2006, pp. 599-620; M o rris R . C oh én , “ The
B asis o f C on tract”, en H a rv a rd Law R eview , vol. 46, N ° 4 , 1933, pp. 553-592; R uth
R. Faden y Tom L. Beau cham p , A H istory a n d Theory o fln fo r m e d Consent, N u eva
York, O x ford U n iversity P ress, 1986; R oscoe P oun d, “ T h e R ole o f the W ill in
Law ”, en H a rv a rd L aw R e vie w , vol. 68, N ° 1,19 5 4 , pp. 1-19 .
12 Tal com o in fo rm ó The G u ardian , sir N ich olas W all, el ju ez de fam ilia m ás
im p ortan te de In glaterra y G ales, señaló en 2012 que lo s “ divorcios ‘sin causa’
deberían p asar a ser el recurso n o rm al p ara qu e las p arejas se separen, en lugar
de p ro bar que u n a parte es resp on sable de la ru p tu ra”, O w en B ow cott, “ N o-Fau lt
D ivorce ‘S h ou ld b e Stan d a rd ’ ”, en The G u ardian , 27 de m arzo de 2012, disponible
en línea: < http s://w w w .theguardian.com /law / 2012/m ar/ 27/n o-fault-divorces-
stan dard-ju dge> [consultado el 26 de m ayo de 2020].
UNA LIBERTAD CON MUCHOS LIMITES | 2 1 3
¿C o n s e n t i m i e n t o d e q u é ?
El contrato es una m etáfora para describir la libertad que tienen los acto
res de entablar o salir de una relación. Pero la m etáfora cala tan hondo que
se ha extendido al ámbito em ocional: los m iembros de la pareja estipulan
explícitamente los términos de su contrato, e incluso, en ocasiones, firman
un papel propiamente dicho. Por ejemplo, en la popularísim a columna de
consejos “ M odern Love”, del N ew York Times, se define así el m odelo de
una nueva relación:
especifica todo, desde el sexo y las tareas hogareñas, hasta las finanzas y
nuestras expectativas para el futuro. Y a m í me encanta.
Por m uy calculadora y poco rom ántica que suene la idea de redactar
un contrato que regule una relación, lo cierto es que toda relación es
contractual; nosotros nos hemos limitado a explicitar más los términos.
Esto nos recuerda que el am or no es algo que nos pasa: es algo que
hacemos juntos. A fin de cuentas, ese enfoque fue lo que nos unió en
un prim er lugar.17
17 M a n d y Len C a tro n , “ To S tay in Love, Sign on the D otted Lin e”, en The N e w York
Tim es, 23 de ju n io de 2017, disp on ible en línea: < https://w w w .nytim es.
com /20i7/o6 /23/style/m odern -love-to -stay-in -love-sign-on -the-d otted-line-36-
qu estio ns.htm l> [consultado el 26 de m ayo de 2020]; (el énfasis es m ío).
18 C a ro l Patem an, E l contrato sexual, op. cit., p p. 10 -11.
2 1 6 | EL F I N DEL AMOR
19 V éase W illiam H . Sew ell Jr., “ G eertz, C u ltu ral System s, an d H istory : From
S yn chron y to Tran sform atio n ”, en S h e rry B . O rtn er (ed.), T h e F a te o f “ C ulture”.
Geertz a n d B eyo n d, Berkeley, U n iversity o f C alifo rn ia Press, 19 99, p. 47.
UNA LIBERTAD CON MU CH O S LÍMITES | 2 1 /
V oluntades em ba ru lla d a s
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Tienes novio?
C a r o l i n e : Tuve, digamos, un “ sem inovio”, hasta hace dos meses.
E n t r e v i s t a d o r a : [Risas] ¿Por qué lo llamas “sem inovio” ? ¿Vivía lejos?
C a r o l i n e : E s com o que estás y no estás con él al m ism o tiempo.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Qué quieres decir?
C a r o l i n e : A m í me gustaba, en realidad m e gustaba mucho. Pero du
rante bastante tiem po no pasó nada entre nosotros. Salíam os juntos,
pero no pasaba nada. Y después, una noche, ocurrió; fui a su casa después
de una fiesta; estábamos b orrach os... y lo hicimos; yo hacía rato que
quería, pero creo que él lo hizo mecánicamente, como que, bueno, yo
estaba ahí a la m adrugada, y entonces, claro, obvio que iba a acostarse
conmigo. Supongo que un hombre no puede dejar pasar la oportunidad
de acostarse con una mujer. En m i caso, en cambio, era algo deseado
desde hacía tiempo. Nos acostamos varias veces más y, a cierta altura,
creo que uno o dos meses después de la prim era vez, él m e dijo: “ M ira,
yo no estoy seguro de lo nuestro. Quiero decir, no estoy seguro de que
rer algo más que sexo”. También me dijo: “Así que no quiero usarte, ni
nada por el estilo”. Yo le dije que estaba todo bien, que a m í m e venía
bien; también bromeé, diciendo que era yo quien lo usaba para el sexo.
Quería quedar com o superada, no com o el tipo de chica que se hace
expectativas. A m í él realmente m e gustaba, me parecía im portante dar
a entender que éramos simétricos, pero creo que yo esperaba algo, no
sé qué, que él cambiara con el tiempo, que el sexo fuera tan bueno que
no quisiera dejarm e. Siguió todo así; follábam os; nos vim os durante
2 2 0 I EL FIN DEL AMOR
unos tres meses, más o menos, y, un día, él organizó una fiesta de estreno
de su nuevo apartamento, pero no me invitó. Yo m e enteré después, por
un posteo de FB, que él estaba haciendo la fiesta. La gente que estaba en
la fiesta tom aba fotos y las publicaba. M e sentí tan d olid a... Devastada,
en realidad. Cuando se lo dije, él se m ostró sorprendido; dijo que había
hecho solo una pequeña fiesta, para sus amigos más íntimos. Que nues
tra relación no tenía nada que ver con eso, que él siempre había sido
m uy claro respecto del tema, que en ningún m omento había hecho algo
que pudiera malinterpretarse, que yo había aceptado estar con él solo
por el sexo, que ahora quería hacerlo sentirse culpable. Al principio, yo
estaba m uy confundida, creí que tal vez él tuviera razón, que tal vez yo
no debería haber esperado una cosa así, que yo estaba de acuerdo con
limitar la relación al sexo, pero después dejé de verlo. M e tomó un tiempo
enojarme. Porque sentía que yo había accedido a ese contrato de mierda,
pero aun así me sentía usada, aun cuando él siempre hubiera sido claro.
Así que, m irándolo retrospectivamente, todo había sido pura im agina
ción mía. Nuestra relación era solo para follar.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿P o r q u é crees q u e te sentiste usada?
C a r o l i n e : Porque en alguna parte de m i fuero íntim o mantuve la es
peranza de que él term inaría p or enamorarse de mí. Es decir, dos per
sonas se ven regularmente, se acuestan, cocinan juntas, se despiertan
juntas por la mañana, brom ean, ¿no es lógico que se sientan cercanas
después de un tiempo?
L a v o l a t il i d a d c o m o c o n d ic i ó n e m o c io n a l
pasan a ser un núcleo im aginario que disloca el sentido del lugar reservado
para cada uno en una relación, de m odo tal que los actores pueden aspirar
a parejas valiosas y, sobre todo, advierten la posibilidad de no correspon
der a las aspiraciones de sus parejas. En contraste, la voluntad contractual
-la voluntad capaz de suscribir un contrato- presupone la capacidad de
alinear las emociones y las aspiraciones propias. Así lo expresa una persona
citada por el sitio de encuentros eHarmony:
m omento, y después no. Ahora me estoy viendo con este otro tipo, que
a m enudo cancela citas, llega más tarde, no m e llam a cuando debería,
pero igual sigue ahí; a veces nos peleamos, pero él parece bastante en
ganchado conmigo, y entonces yo ya no sé lo que cuenta o no, si le in
tereso o no. Una tiene la sensación de que no hay reglas. Es m uy difícil
saber lo que funciona o lo que no, y qué significa lo que un tipo hace o
no. ¿No me llam ará porque está ocupado? ¿O porque no quiere ponerse
intenso? ¿O será que no le gusto? Podría ser cualquier cosa, ¿verdad?,
así que nunca llego al punto en el que tengo la certeza de saber de qué
se trata esto, de cóm o se supone que una debe hacerlo.
claras, donde las intenciones de los actores pueden ser tan arbitrarias que
demandan verbalizaciones y supervisiones reflexivas, y donde la expresión
del deseo está m uy constreñida por la percepción de que los hom bres
tienen el poder de decidir cóm o entablarán una relación de la que pueden
liberarse - y se lib eran - sin la m enor dificultad. M ás aún, el intercambio
entre Tamar y su am iga apunta a dilucidar si el hecho de “ llam ar prim ero”
reduce la estima de las mujeres, de lo cual se deduce que el cam po sexual
está saturado de luchas por el poder. Estas interacciones iniciales están
plagadas de incertidum bre, porque tanto un interés excesivo com o uno
demasiado escaso pueden dar p or tierra con una relación: el prim ero,
porque es signo de debilidad; el segundo, porque indica la incapacidad de
entablar una interacción íntim a significativa. “ No saber qué hacer” -llam ar
o no llamar, m ostrar o no m ostrar interés- es el resultado de la coacción
sociológica a que los actores administren los deseos e im perativos conflic
tivos que circulan en la interacción: el deseo de no parecer demasiado
ansiosos por entablar la relación aunque la deseemos con ansias, el deseo
de que otro afirme nuestra estima y los límites autoimpuestos a nuestra
expresividad emocional. N o proyectarse com o “necesitado” se ha vuelto
un m otivo clave de las relaciones, en especial al comienzo, lo cual vuelve
más difícil armarse de voluntad para suscribir un contrato em ocional o
llevar a cabo el trabajo simbólico necesario para demostrar interés o com
promiso, o ambas cosas. La interacción sexual-romántica, entonces, con
tiene la siguiente paradoja: a fin de entablar un vínculo, es preciso señali
zar cierto desapego, porque este indica autonomía y, por ende, estima. Sin
embargo, el desapego a m enudo da a entender que el otro en realidad está
poniendo en práctica una estrategia de autoprotección. Encontram os un
ejem plo cabal de este dilem a en las declaraciones de Jean-Pierre, de 59
años, quien, después de comentar sus propias dificultades para encontrar
pareja, habla de sus dos hijas, de 25 y 30 años, respectivamente.
J e a n -P i e r r e : Ninguna de las dos tiene novio; nada les dura; ven a alguien
una o dos veces, en ocasiones más, tal vez durante unas semanas, pero
nada permanece. Las dos me dicen lo m ism o: es m uy complicado. Se
encuentran con que no hay reglas. Quieren que el tipo sea el que co
m ience y tom e la iniciativa. Ellas se niegan a hacerlo. Pero si el tipo
m anda m ás de dos o tres mensajes, queda descartado. Un mensaje está
bien; un segundo mensaje es tolerable, aunque apenas; pero un tercero
significa que el tipo está necesitado, y eso es un desastre: el tipo queda
afuera. Ellas tratan de encontrar lincam ientos en el fem inism o para
darse una idea de qué hacer en este lío.
2 2 8 I EL F IN D EL A M O R
E n t r e v i s t a d o r a : ¿De q u é manera?
J e a n -P i e r r e : Rápidamente interpretan el comportamiento de un hom
bre com o un despliegue de poder. Están en estado de alerta para no
sentirse impotentes o controladas. Pero a la vez esperan que sea él quien
dé el prim er paso. Entonces, aquí hay una contradicción. Ellas son cons
cientes de eso, pero se niegan a cam biarlo. Dicen que actuar de otra
manera arruinaría toda chance de entablar una relación con un hombre.
Que la clave es no m ostrarse necesitadas.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Tienes no via?
R a f a e l : En realidad, acabo de rom per con una chica.
E n t r e v i s t a d o r a : ¿Te incom odaría decirme por qué?
R a f a e l : Yo estaba pasando un día horrible; m e había peleado con m i
jefe en el trabajo y estaba m uy estresado por eso. A la nochecita, hablé
con ella -co m o de costum bre- y le dije que había tenido un m al día.
Después, ella m e contó sobre su día. Pero creo que yo no le presté la
m ism a atención de siempre. Hablam os y colgamos. Y m edia hora des
pués, ella me llam a para decirm e que estaba m olesta porque se había
dado cuenta de que yo no la había escuchado como correspondía. Tengo
que aclarar que ella estudia psicología clínica. Está m u y compenetrada
con esos temas. Y me im agino cóm o, después de hablar conm igo, se
dijo a sí m ism a [im ita una voz de chica, con un tono de ironía burlona]:
“ Dios m ío, él no m e escucha com o debería”. Y, ¿sabes qué?, yo pensé:
“ ¿Quién carajo eres tú para decirm e, después de dos salidas, y después
de haberte enterado sobre m i pésim o día, que yo no te escuché con la
debida atención?”. Eso m e pareció sumamente inapropiado. Después
de dos salidas, no hay derecho a hacer algo así. Corté la relación en ese
m ism o instante.
Este hom bre y esta m ujer reaccionaron a dos amenazas diferentes: ella
respondió a la percepción de no recibir el cuidado merecido, mientras que
él intentó defenderse de una amenaza a su autonomía. Am bos afirmaron
su yo, y cada uno vio la autoafirm ación del otro como una amenaza a su
propio yo. La autoafirm ación y la protección de la autoestima devienen
en un juego de sum a cero, una batalla entre dos yos que perciben la auto
estima propia a expensas de la ajena.
UNA LIBERTAD CON M U C H O S LIMITES | 231
En otro ejemplo, Daniela, una m ujer israelí de 37 años que trabaja como
diseñadora gráfica en una empresa de alta tecnología, dice lo siguiente:
Tal com o queda claro en este ejemplo, una amenaza a la autoestima (“ sen
tirme bien” ) basta para salir del vínculo. En una relación romántico-sexual,
el yo negocia (o no) la capacidad del otro para mantener - o incluso m e
jo ra r- su autoestima. Las estrategias para proteger la autoestima entrañan
2 3 2 | EL F IN DEL A M O R
Estaba saliendo con un hom bre que me gustaba; hacía tiempo que no
m e gustaba un hom bre de esa m anera, e incluso había pensado que no
volvería a pasarme algo así; sin embargo, después de tres o cuatro m e
ses, no sé por qué, sentí que él estaba m e n o s... ¿cómo decirlo?... menos
entusiasmado, menos atento a com placerm e; llegaba tarde, no siempre
m e llam aba cuando había dicho que lo haría, parecía que quería que
darse más tiem po solo para escribir. Yo le hice com entarios sobre el
tema; supongo que m e sentía un poco insegura y, en lugar de tomárselo
con calm a, él se m ostraba resentido, y yo me resentía con su resenti
miento. Entonces, hice todo los que te recom iendan los libros de psi
cología popular: le dije sin rodeos que me sentía mal, que necesitaba
que él actuara de otra manera, pero eso lo puso más a la defensiva; se
molestó con mis demandas, o con m is críticas a su com portam iento.
Pero, ¿sabes?, si una relación m e pone a la defensiva y me provoca
ansiedad, yo decido cortarla, por m ucho que m e guste el tipo. Eso es
27 R o ri R aye, “ Stop W ond erin g I f H e’s G o in g To C ali... B ecause H e’ll Be C lam o rin g
For Yo ur T im e A n d A ttention ”, disp on ible en línea: < https://ww w .
havetherelatio nshipyou w ant.com /archive/did-he-p u rsue-you -and -then -get-
distan t.h tm l> [consultado el 26 de m ayo de 2020]; (el énfasis es m ío).
UNA LIBERTAD CON MU CH O S LIMITES | 233
28 A n n Swidler, Talk o fL ov e. H o w C ulture Matters, op. cit., p. 107. V éase tam b ién
A n n Swidler, “ Cu ltu re in A ction : Sym bols an d S trategies”, op. cit., cita
en p. 280.
234 I EL F IN DEL A M O R
M i exnovia y yo rom pim os hace dos meses, fue m i culpa, ella me amaba
tanto. No la engañé ni nada, solo rom pí con ella de la nada porque estaba
pasando un mal día. La llamé al día siguiente y le pedí perdón por haber
hecho eso, pero ella venía de salir y besarse con alguien, y eso me sacu
dió un poco, pero la respeté por su honestidad.33
32 Ib id ., p. 522.
33 G o a li2 , “ I Feel L o st” , en LoveShack.org, 3 de abril de 2016, disp on ible en línea:
< h ttps://w w w .loveshack.org/foru m s/topic/525210-i-feel-lost/> [consultado
el 26 de m ayo de 2020]; (el énfasis es m ío).
236 | EL F IN D E L A M O R
S a l i r s i n voz
La semana pasada hablé por teléfono con una m ujer que tenía un per
fil agradable. A l principio tuvim os una buena conversación. Ella me
contó que andaba unos 45 kilóm etros en bicicleta todos los días, dentro
y fuera de la ciudad [de Londres]. También me dijo que no usaba casco.
Entonces, yo le dije que debería usar casco. Y la tercera vez que expresé
un argumento para convencerla de que usara casco, siempre con buena
onda, me parece, ella respondió: “ Disculpa, tengo que cortar”. Y agregó,
creo que por mensaje de texto: “ No creo que seamos com patibles”.
Los actores modernos cultivan su yoidad tanto a través de los gustos con
sumistas como por m edio de la autoformación psicológica, y así se sensi
bilizan minuciosamente a diferencias m ínim as de estilo que a su vez con
ducen a una rápida desestimación. C on escasas excepciones, la m ayoría de
las personas, casadas o solteras, en relaciones establecidas o incipientes,
están expuestas a enfrentar en su vida una ruptura o un rechazo, ya sea
por una cuestión m enor -co m o en el caso de R o ss- o importante, ya sea
de m anera unilateral y abrupta o consensuada y gradual. Significativa
mente, mientras que el abandono de las transacciones económ icas o de
otros tipos entraña una infracción contractual, e incluso, a veces, una pe
nalidad, el abandono de las relaciones sexuales y/o rom ánticas no acarrea
costos simbólicos ni estigmas para la persona que la lleva a cabo. Los con
tratos emocionales y sexuales son únicos, en el sentido de que están prác
ticamente exentos de penalidades por su abandono. Esto se ejem plifica en
la práctica del “ghosting”, un término que ha adquirido am plia circulación
en la cultura popular. Tal como lo describe un artículo periodístico:
¿Qué es el ghosting?
Ghost [‘fantasma’ ], una palabra generalmente asociada a Colé, el niño
que veía gente muerta, así com o a una película de 1990, protagonizada
por Dem i M oore y Patrick Swayze, tam bién se ha convertido en un
verbo que significa “ borrarse” * de una relación amorosa interrumpiendo
La p alab ra ghosting significa, literalm ente, “ con vertirse en fan tasm a”. En algunas
de sus apariciones la trad uje p o r “ b orra rse”, y a qu e el efecto de esta acción es
sim ilar al del ghosting: la p erson a que “ se con vierte en fan tasm a” actúa co m o si
el o tro (su p areja hasta ese m o m en to) no existiera: se b o rra .d e su v id a. Sin
em bargo, d ad a la referen cia a las pelícu las Sexto sentido y Ghost, la som bra del
am or, así co m o la m en ción del fen óm eno so ciolingüístico específico, que no
tien e su con trap artida en la lengu a española, no es posib le efectuar la trad ucción
directa en tod os los casos. [N. de la T.]
2 3 8 | EL FIN DEL A M O R
¿Quién lo hace?
Este término ya ha ingresado al léxico de las encuestas: en octubre de
2014, una encuesta de YouGov/Hufftington Post, con una m uestra de mil
adultos, reveló que el 11% de los estadounidenses “se había borrado” de
alguien. Una encuesta m ás inform al de la revista Elle, en la que partici
paron 185 personas, indicó que aproximadamente el 16,7% de los hom
bres y el 24,2% délas mujeres habían sido “fantasmas” en algún momento
de su vida. El hecho de que este com portam iento haya adquirido una
m ayor predom inancia con el advenim iento de la tecnología es debatible,
pero tal vez ahora sea m ás doloroso, dadas las numerosas maneras de
ver cóm o el ser amado interactúa con otras personas m ientras nos ig
nora. El ascenso de aplicaciones tales com o Tinder y Grindr, aparejado
a la resultante im presión de que siempre hay alguien más -literalm ente-
a la vuelta de la esquina, sin duda em podera a los “ fantasmas”.35
35 S afron o va V aleriya, “ Exes E x p la in G ho stin g, the U ltím ate Silent Treatm ent”
en The N e w York Tim es, 26 de ju n io de 2015, disp on ible en lín ea: < http://www.
n ytim es.com / 2015/ 06/26/fashion /exes-exp lain -gho sting-the-ultim ate-silen t-
treatm en t,htm l> [consultad o el 26 de m ayo de 2020]. (El artículo original
m en cion a a C asp er en lu gar de Colé, posib lem en te p orqu e con fu n de a este
ú ltim o con el fan tasm a C a sp er en la com edia fan tástica h o m ó n im a de 1995).
UNA LIBERTAD CON MU CH O S LIMITES | 239
Otros entrevistados tam bién fueron “ borrados” (en m i m uestra solo las
mujeres lo fueron, pero sucede sin dudas independientemente del género).
Dado que la ética del consentimiento es el principal y casi único discurso
m oral que regula el am or y las relaciones, el consentimiento legitima el
abandono de las relaciones en cualquier punto, tan pronto com o hayan
cam biado las em ociones propias. La circunstancia de “ sentirse m enos
atraído” o de “ haber conocido a otra persona” confiere el derecho de aban
donar una relación a voluntad, a m enudo sin im plicarse en una “justifica
ción”. D e hecho, si hay una característica singular e impactante de la liber
tad contractual em ocional es la posibilidad de que el abandono de las
relaciones esté exento de regímenes justificativos.36 Hay gente que a veces
da explicaciones, por supuesto, pero en general los actores se sienten cada
vez más exonerados de esa obligación.
Esto se halla tan generalizado que produce una reacción en cadena a lo
largo de todo el proceso relacional, incluida la m anera de concebir los
vínculos. Tara, una m ujer escandinava de 48 años, profesora de química,
se puso en contacto conmigo mediante correo electrónico para compartir
algunas reflexiones -expresadas en contundentes m etáforas- sobre su ex
periencia con las citas concertadas a través de internet:
36 Luc Boltan ski y Lauren t Thévenot, D e la justifk ation . Les economies de la grandeur,
op. cit.
240 | EL F IN DEL A M O R
Esta m ujer describe con punzante elocuencia el hecho de que hoy las re
laciones se abandonan a voluntad, sin grandes dificultades ni altos costos
m orales o sim bólicos para la persona que se va. Esa es precisam ente la
razón por la cual ella se siente como una m ercancía descartable, probada
y desechada, o bien, por usar su m etáfora, “devuelta al estante”. Las rup
turas constituyen un asalto al yo y a su autoestima.
El sexólogo y médico alemán Volkmar Sigusch sostiene que la libertad
sexual ha diluido el sentimiento de obligación,37 circunstancia que en nin
gún ámbito es tan patente como en el de las rupturas. La generalización
de la cultura rupturista marca un debilitamiento de la obligación moral,
cuya versión más pronunciada se da en el ámbito sexual. En su libro The
Missing Love M anual that Malees Your Relationshíp Last, la casamentera y
experta m atrim onial Mellen Chen sostiene que el 85% de las relaciones va
camino hacia una ruptura.38Aunque las estadísticas sin sustento académico
37 V olk m ar Sigusch, “ Lean Sexuality: O n C u ltu ral Tran sform atio ns o f Sexuality
an d G en der in R ecent D ecades”, en Sexu ality & C ulture, vol. 5, N ° 2 ,2 0 0 1,
pp. 23-56.
38 H ellen C h en , “ H ellen C h e n ’s Love Sem in ar. T h e M issin g Lo ve M a n u al that
Malees Y o u r R elationship L a st”, 2 013, d isp on ible en lín ea: < https://w w w .
UNA LIBERTAD CON MUCHOS LIMITES | 24I
nunca son del todo fiables, lo cierto es que Chen hace referencia a algo que
hoy se ha convertido en una parte estructural y generalizada del proceso
de encontrar una pareja. La m ayoría de los adultos contemporáneos, in
cluidos los jóvenes, han experimentado reiteradas rupturas am orosas, ya
sea com o iniciadores o receptores de la decisión.
En su libro Salida, voz y lealtad ,39 Albert O. Hirschm an explora las dos
opciones que pueden usar los clientes para expresar su insatisfacción con
el producto de una empresa: una es la salida, es decir, abstenerse de com
prar el producto; la otra es la voz, es decir, expresar la insatisfacción a
través de m edios verbales o de otros tipos. Pero en las relaciones íntimas,
así com o en el intercambio económico, la salida parece haber tom ado la
delantera. ¿Por qué ocurre esto? Yo diría que la salida se prefiere a la voz
porque no incurre en penalidades normativas, porque hay una sensación
de que existen alternativas (muchas otras tiendas o posibles parejas) y
porque la voz se percibe como una amenaza a la autonomía o a la autoes
tima. En el proceso de form ar un vínculo se prefiere a m enudo la salida
debido a que la voz expresa dependencia y vulnerabilidad, m ientras que
la salida es una expresión perform ativa de asertividad. La salida es una
form a asertiva de no-elección, es decir, de elección orientada a abandonar
y finalizar toda aquella relación que amenace la seguridad del yo. La salida
puede ser fruto de una decisión consciente, pero muchas veces es conse
cuencia de procesos semiconscientes, como cuando alguien queda atrapado
en un conflicto de metas com o resultado de una acción em prendida en
defensa de su autonomía o de su autoestima.
Hem os llegado a ver las rupturas como una prerrogativa tan fundamen
tal de la libertad adquirida por el sujeto de la m odernidad tardía para
entrar y salir de las relaciones que casi no nos hemos detenido a conside
rar los posibles efectos de las reiteradas rupturas y las expectativas defrau
dadas en la capacidad del yo para entablar relaciones. Las rupturas tienen
dos aspectos que resultan llamativos para el análisis. En prim er lugar, no
implican una responsabilidad moral, por lo cual están relativamente exen
tas de normas. En segundo lugar, infligen una form a de daño que cabría
Entre los términos más comunes del discurso psicológico sobre las ruptu
ras se cuentan los siguientes: enojo, fu ria, ansiedad o angustia, depresión,
tristeza, desorganización, y miedo al abandono. De acuerdo con los estudios
sobre el tema, las rupturas increm entan los índices de suicidios, que de
hecho son m ucho más altos entre las personas divorciadas que entre las
casadas:
Otro estudio sugiere que, tanto para los varones com o para las mujeres,
la separación crea un riesgo de suicidio al m enos cuatro veces más alto
que cualquiera de los otros estados civiles.42 Otros investigadores sugieren
que el principal efecto de la ruptura es una pérdida de claridad con res
pecto al concepto del yo, es decir, un sentido m enos definido de quién se
es.43 Cualesquiera que sean las estadísticas y los efectos reales de las ru p
turas, hay un hecho que se mantiene: la ruptura es a m enudo una severa
experiencia psicológica, que se subestim a en las culturas sexualizadas y
em ocionalm ente volátiles de hoy. Si las rupturas increm entan las chances
de suicidio, si afectan al deseo de crear nuevas relaciones, si generan de
presiones de corto o largo plazo, si afectan al concepto del yo y a la auto
estima de m odo más o m enos duradero, deberían plantear interrogantes
sobre los lím ites del consentimiento como filosofía im plícita que guía las
relaciones. Tal como lo expresa con elocuencia la académica juríd ica R o
bín West,
41 A ugu stin e J. K p osow a, “ M a rita l Status and Suicide in the N ation al L o n g itud in al
M o rtality S tu dy” en Jo u rn a l o f Epid em io lo gy & C om m un ity Health, vol. 54, N ° 4,
2000, pp. 254-261, cita en p. 254.
42 M arian n e W yder, Patrick W ard y D ieg o D e Leo, “ S ep aration as a Suicide R isk
Fa cto r”, en Jo u rn a l ofA ffective Disorders, vol. 116, N ° 3 ,2 0 0 9 , pp. 208-213.
43 E rica B. Slotter, W endi L. G ard n er y E li J. Finkel, “ W ho A m I W ith ou t You? T h e
In flu ence o f R o m an tic B reak up on the S elf-C on cep t”, en P ersonality a n d Social
Psychology B ulletin , vol. 36, N ° 2 ,2 0 10 , pp. 147-160.
44 R o b in W est, “ The H a rm s o f C on sensual S ex”, 11 de n oviem bre de 2 0 11, disp on ible
en línea: < http://un ityan dstruggle.org/w p-c0ntent/upl0ads/2016/04/W est_The-
ha rm s-of-con sen su al-sex.p d f> , [consultado el 31 de diciem b re de 2017].
2 4 4 I EL FIN DEL AMOR
Esta joven carece por completo de alguna claridad normativa que pueda
ayudarla a orientarse: aunque su novio se com portó “ horriblemente”, ella
no tiene certeza respecto de cuál es el significado m oral atribuible a sus
acciones, que se traducen a un lenguaje em ocional en vez de m oral. De
hecho, la subjetivación de la experiencia entraña una profunda incerti
dumbre, no solo con respecto a los sentim ientos propios, sino también en
lo que concierne al significado m oral de las emociones y las acciones ajenas.
¿Debería sentir pesar? ¿O determinación? ¿La determinación de luchar por
su amor? ¿O debería condenar las acciones de su novio? Estas preguntas
quedan libradas a los individuos, que deben lidiar con ellas por su cuenta
y sin lincamientos claros, en marcado contraste con las sociedades donde
la sexualidad se encuentra profundam ente inserta en la cultura moral, así
como determinada por ella. Com o sostiene el filósofo Avishai M argalit,
logrado abrirm e otra vez. N o desde entonces. Podría decirse que esa
ruptura me dejó traumatizado. En realidad, no m e había dado cuenta
del todo hasta ahora, que estoy hablando contigo.
Cuando era joven, me dejaron dos mujeres, cada una por sus propios
m otivos. Y ambas lo hicieron de m anera bastante abrupta. Yo estaba
enam orado de ellas, y creo que m e quedé traumatizado por eso. Tengo
relaciones m u y placenteras con mujeres, pero nunca he vuelto a ena
m orarm e de la m ism a m anera. Es por eso que me parece tanto m ás
cóm odo mantener varias relaciones al m ism o tiempo. Nunca eres de
m asiado vulnerable si m antienes varias relaciones a la vez.
y utilidad dan por tierra con la noción de contrato. Así lo expresa Richard
Sennett en La cultura del nuevo capitalismo:
La ruptura form a parte integral de una cultura que rápidamente deja ob
soletas a las personas para remplazarías por la realidad o la posibilidad de
una pareja m ás afín a las necesidades emocionales del sujeto y al estilo de
vida individual. Tal como en la esfera económica, el pasaje de una ruptura
a una nueva relación demanda cierto olvido del pasado, es decir, la capa
cidad - e incluso la necesidad- de actualizarse y renovarse, el aprendizaje
de nuevas experiencias y la incursión en horizontes desconocidos. Ello
requiere una personalidad capaz de adaptarse a un am plio núm ero de
personas y caracteres; la capacidad de adaptarse a la inseguridad, así como
de cambiar y construir estrategias defensivas para proteger al yo. La veloz
rotación de parejas entraña una capacidad y un deseo de invertir a corto
plazo, de no perder el tiempo, de cambiar con rapidez la línea de produc
tos, de hacer veloces cálculos mentales para determ inar el valor de una
relación. Tal como agrega Sennett, esta es la aptitud exactamente opuesta
a la “posesividad”. Curiosam ente, la “ posesividad” es un componente tan
propio de la economía como de la sexualidad. Incluso cabría preguntarse
si el enunciado de Joseph Schum peter sobre la destrucción creativa del
capitalismo50 no es tan apto para describir la autodestrucción económica
como para comprender la dinámica em ocional de la elección negativa.
De acuerdo con Sennett, el capitalismo surte dos efectos im portantes
que guardan particular relevancia para el presente estudio: uno es la merma
de la lealtad institucional; el otro, la m erm a de la confianza. La m erm a de
De acuerdo con Silva, los adultos jóvenes de clase obrera llevan vidas caó
ticas, inciertas e inseguras. Aunque la autora no m enciona la posibilidad
de extender sus resultados a otras clases sociales, cabría sugerir que dicha
desorganización también está presente en la m ayoría de los demás estratos
sociales, aunque en diferentes grados y formas.
C o n f ia n z a e in c e r t id u m b r e
es un juego racional, sino m ás bien uno que demanda que al menos uno
de los dos jugadores asuma un riesgo.64 En un influyente trabajo, los teó
ricos gerenciales Roger Mayer, James Davis y F. D avid Schoorman definie
ron la confianza com o la “disposición a ser vulnerable frente a otro”, de
donde se deduce que la confianza se desarrolla m ejor cuando el yo está
dispuesto a mostrarse vulnerable.65 Si la confianza se define por la asunción
de riesgos, la necesidad de preservar la autoestima agudiza la conciencia
de la vulnerabilidad y, por ende, disminuye la propensión al riesgo.66 Tal
como lo expresa sucintamente Diego Gambetta, la confianza no es el re
sultado de una deliberación racional efectuada con el fin de evaluar bene
ficios futuros, sino la disposición a volverse vulnerable a la pérdida.67 Sin
embargo, dada la im portancia hegemónica de la autonom ía como marco
de la yoidad, la vulnerabilidad puede interpretarse como necesidad, una
de las actitudes peor vistas en la gram ática em ocional contemporánea.
A lo largo de la historia, la asignación del riesgo estuvo siempre sujeta
a guiones culturales.68 En el cortejo prem oderno, el rol cultural de asumir
el riesgo estaba a cargo del hom bre, con lo cual se zanjaba de entrada la
cuestión de quién debía volverse em ocionalm ente vulnerable para abrir
las puertas a la construcción incremental de la confianza (la prerrogativa
de iniciar el cortejo conllevaba ese riesgo). Desde luego, la asunción del
riesgo emocional form aba parte intrínseca del patriarcado, como prerro
gativa que derivaba directamente del poder masculino. Con la desaparición
del cortejo ritualizado, cuya organización era inherente al sistema patriar
cal, la asignación del riesgo ya no responde a guiones culturales, sino que
se decide de manera arbitraria o en el marco de negociaciones ad hoc. De
acuerdo con Niklas Luhm ann, la principal función de la confianza es la
64 Tal com o sugieren R ousseau et al. en u n artículo m u ltid iscip lin ario sobre
la confianza, “el riesgo crea u n a op o rtu n id a d p ara la confianza, qu e con duce a la
asun ción de riesgos. M ás aú n , la asun ción de riesgos apu ntala el sentim iento
de confianza cuand o se m aterializa el com p ortam ien to esperado” ; D en ise M .
R ousseau et a l , “ N o t S o D ifferen t A fter A ll: A C ross-D iscip lin e V ie w o f Trust”,
en A cadem y o f M an agem en t R e view , vol. 23, N ° 3,19 9 8 , pp. 393-404, cita en p. 395.
65 R oger C. M ayer, Jam es H . D avis y F. D avid S ch oo rm an , “A n Integrative M o del
o f O rgan ization al Trust”, en A ca dem y o f M an agem en t R e view , v ol. 20, N ° 3,19 95 ,
pp. 709-734, cita en p. 726.
66 V éase J. M a rk W eber, D ee p a k M a lh otra y J. K eith M u rn igh an , “ N o rm a l A cts o f
Irration al Trust”, op. cit.
67 D iego G am betta, “ C a n We T rust Trust”, en D iego G am betta (ed.), Trust. M ak in g
a n d B reaking C ooperative R elations, O xford , Blackw ell, 2000, pp. 213-237.
68 J. M a rk W eber, D eepak M a lh o tra y J. K eith M u rn igh an , “ N o rm a l Acts
o f Irration al Trust”, op. cit.
UNA LIBERTAD CON MUCHOS LÍMITES | 253
Este hombre gay vivía en una situación de abundancia sexual, por lo cual
tendía a ver sus parejas como personas intercambiables. Entabló una relación
como resultado de una experiencia compartida, más que por una decisión
consciente basada en una em oción clara. Ingresó en la relación de una
m anera pragmática, que no se basó en una evaluación consciente de sus
sentim ientos o los de su novio, sino m ás bien en la “ fluidez” de la relación.
N o son los actos deliberados lo que hace avanzar las relaciones, sino más
73 Stefano B o ry, II tempo sommerso. Strategie iden titarie n ei g io van i ad ulti del
M ezzogiorno, N áp oles, L ig u o ri, 2008.
74 U n ejem p lo literario a con siderar es la exitosa novela Los am ores fugaces de
N athan iel P., de A delle W allm an, que presen ta u n a n ueva n arrativa sobre el am or
y el yo. U n h o m bre joven m antien e u n a relació n con u n a m u jer inteligente,
generosa, am ab le e instruida; sin em bargo, la deja p orq u e (según sugiere la
n arració n ) ad m ira dem asiado su person alid ad , hasta el p un to de sentirse “ p oca
cosa” e “ insuficien te” p ara ella. D espués conoce a otra m u jer que parece haber
irru m p id o en su v id a casi p o r p u ro azar; al p rin cip io, él n o la con sidera de su
tipo, pero después, con el tiem po , am bo s p arecen llevarse bien y deciden v iv ir
ju ntos. L a decisió n de N athan iel n o es el fru to de u n a v olu n tad em ocio nal
ajustada a las restricciones y las estructu ras del cortejo y el sentim iento, sino m ás
b ien el resu ltado de u na corrien te em ocio nal rud im en taria que n o se apu ntala
en u n a estructu ra clara, capaz de can alizar las em ocio nes y darles fo rm a o
p ropósito. A m b os deciden v iv ir ju ntos p orque “ se sienten bien el u n o con el
o tro”, y n o p orq u e hayan exp erim entado u na revelación rom ántica, o hayan
im b uido su interacción con u n propósito. V éase A delle W allm an, Los amores
fugaces d e N ath an iel P., M é xic o , P laneta, 2014.
UNA LIBERTAD CON MUCHOS LIMITES | 255
En tal sentido, podemos decir que la formación de lazos sociales está sujeta
a la misma presión sociológica subyacente a su mantenimiento. Confusión
de marcos, devaluación, autonomía defensiva, amenazas a la autoestima y
falta de confianza: todos estos elementos tam bién están presentes en el
proceso de desamor cuya manifestación y culminación es el divorcio.
E l f in d e l a m o r
por infinitas que sean las form as del deseo, las escenas de fantasía y
expectativas propiamente dichas están dominadas por una única trama.
Es una tram a en la cual los patrones del deseo infantil evolucionan en
una tram a am orosa que será suturada por las instituciones de la inti
midad, así como la fantasía de la continuidad fam iliar que vincula los
pasados históricos con los futuros mediante cadenas de parentesco re
sueltas en relaciones fluidas y continuadas. En los Estados Unidos, esta
tram a ha obtenido privilegios tanto legales com o estéticos, aunque
también ha sido ampliamente adaptada: y como sueño de lo que debe
ría proveer la vida, el deseo de acceder al am or convencional mantiene
una considerable fortaleza en muchos dominios de la diferencia social.6
4 A n d rew C h erlin , “ M a rriag e has B ecom e a T rop hy”, en The A tlan tic, 20 de m arzo
de 2018, disp on ible en lin ea: < https://w w w .theatlantic.com /fam ily/
archive/2oi8/o3/incredible-everlastin g-institution-m arriage/55532o/>
[consultado el 2 de ju n io de 2020].
5 A n th on y G iddens, La transform ación de la intim idad. Sexu alidad, am or y erotismo
en las sociedades m odernas, op. cit.
6 Lauren B erlant, D esire/Love, B ro ok ly n (N u eva Y o rk), P un ctum B o ok s, 2012,
P- 44-
EL D I V O R C I O COMO RELACIÓN NEGATIVA 2 Ó 1
E l d iv o r c io y l a p o s ic ió n d e l a s m u je r e s
EN E L TE R R EN O EM O CIO N A L
Los sociólogos han indagado acerca del divorcio como fenóm eno especí
fico (term inación del m atrim onio), antes que com o proceso em ocional
de desamor (en cuyo caso el divorcio y las separaciones son eventos sim i
lares). Los principales interrogantes que han interesado a los sociólogos
2 6 2 | EL FIN D EL A M O R
son quiénes se separan, por qué y con qué efectos.7 Las causas habituales
de divorcio incluyen: desempleo, alcoholism o, dificultades económicas,
nacimiento de los hijos, desigualdad en las tareas del hogar, infidelidad,
ingreso de las m ujeres en la fuerza de trabajo; los académicos ponen de
relieve el abrum ador aumento e im portancia del empleo femenino, junto
con la cada vez m ayor inestabilidad del empleo m asculino, como factores
que contribuyen a la creciente incidencia del divorcio.8
Cuando el divorcio se aborda com o un fenóm eno que varía según la
cultura, salen a la luz dos factores llam ativos: en los años cuarenta, las
razones que se citaban para el divorcio tendían a ser “objetivas”, como el
alcoholismo o la negligencia; desde los años setenta en adelante, las razo-
7 V éan se, p o r ejem p lo, P au l R . A m a to, “ T h e Con sequences o f D ivo rce for A dults
an d C h ild ren ”, en Jo u rn a l o f M arria g e a n d Fa m ily , vol. 62, N ° 4, 2000, pp. 1269-
1287; P aul R . A m a to y D en ise P reviti, “ P eople’s R easons fo r D ivo rcin g : Gender,
Social Class, the Life C o u rse, an d A d ju stm en t”, en Jo u rn a l o f F a m ily Issues, vol.
24, N ° 5, 2003, pp. 602-626; P au l R . A m a to y B rett B eattie, “ D oes the
U n em ploym en t R ate A ffe ct th e D ivo rce Rate? A n A n alysis o f State D ata 1960-
2005”, en S ocial Science Research, vol. 40, N ° 3 ,2 0 1 1, p p . 705-715; A n n e-M arie
A m b ert, D ivorce. Facts, Causes, a n d Consequences, O ttaw a, V an ier Institute o f
the Fam ily, 2 005; Lyn n P rin ce C oo ke, “ ‘D o in g ’ G en d e r in C on text: H o usehold
B arga in in g an d R isk o f D ivo rce in G erm a n y an d the U n ited States”, en A m erican
Jo u rn a l o f Sociology, vol. 112 , N ° 2 ,2 0 0 6 , pp. 442-472; P au l M . D e G r a a f y
M atth ijs K alm ijn , “ C h an g e an d S tab ility in the S o cial D eterm in an ts o f D ivorce:
A C o m p a riso n o f M a rriag e C o h o rts in the N eth erlan d s”, en European
Sociological R e view , vol. 22, N ° 5, 2006, pp. 561-572; Tam ar Fischer, “ Parental
D ivo rce an d C h ild ren ’s S oc io -ec o n o m ic Success: C on d itio n al Effects o f Parental
Resources P rio r to D ivo rce, an d G en d er o f th e C h ild ”, en Sociology, vol. 4 1, N ° 3,
2007, pp. 475-495; M atth ijs K alm ijn y A n n e-R ig t P oortm an , “ H is o r Her
D ivorce? T h e G en dered N ature o f D ivo rce an d its D eterm in an ts” en European
Sociological R e view , vol. 22, N ° 2, 2006, pp. 2 0 1-214 ; L u d w ig F. Lo w enstein,
“ C auses an d A ssociated Features o f D ivo rce as Seen b y R ecent Research” en
Jo u rn a l o f D ivorce & Rem a rriag e, vol. 42, N ° 3-4 , 2005, pp. 15 3 -17 1; M ichael
W agner y B ern d W eiss, “ O n the V aria tion o f D ivo rce R isks in Eu rop e: Find in gs
From a M eta-analysis o f E u rop ean L o n g itu d in al S tu dies”, en European
Sociological R e vie w , vol. 22, N ° 5, 2006, pp. 483-500; Yo ra m W eiss, “ The
Form a tion an d D issolu tion o f Fam ilies: W hy M a rry ? W h o M a rries W hom ?
A n d W hat H app en s U p o n D ivo rce”, en H an d bo ok o fP o p u la tio n a n d F am ily
Econom ics, N ° 1,19 9 7 , pp. 8 1-123.
8 En tre lo s estudios que hallaron estas causas, cabe m en cion ar los de Paul R.
A m a to y D en ise P reviti; Paul R. A m ato y Brett Beattie; A n n e-M arie A m b ert;
L ynn P rince C o o ke ; P au l M . D e G r a a f y M atth ijs K alm ijn ; M atth ijs K alm ijn y
A n n e-R ig t P oortm an ; L u d w ig F. Low enstein; M ich ael W agner y B ern d Weiss,
tod os citados en la n o ta anterior.
EL D I V O R C I O COMO RELACIÓN NEGATIVA 263
entre las razones más comunes de ruptura m atrim onial y divorcio que
citan los hombres y las m ujeres se cuentan el distanciamiento gradual
y la mala comunicación, la falta de am or y aprecio por parte del cónyuge,
los problemas de intim idad sexual, y diferencias im portantes en el estilo
de vida y los valores. Entre las menos citadas como causal de divorcio
están los conflictos relativos a los hijos, los problemas de abuso de sus
tancias y la violencia doméstica.12
13 llen e W olcott y Jo d y H ughes, “ Tow ards U n derstan din g the R easons for D ivo rce”,
op. cit., pp. 11-12 .
14 M ichael J. R osen feld, “ W ho W ants the B reakup ? G en der an d Breakup in
H eterosexual C o u p les” en D u an e A lw in , D ian e Felm lee y D erek K reager (eds.),
S ocial Netw orks a n d the L ife Course, N u eva York, Springer, 2017, pp. 221-243.
15 A n d rew J. C herlin, M arriage, D ivorce, R em arriage, ed ición revisada y expandida,
C am bridg e (M assach usetts), H a rv ard U n iversity P ress, 1992, p. 51.
16 M ichael J. R osen feld, “ W ho W ants the B reak up ?”, op. cit., p. 239.
17 K aren C . H olden y P am ela J. Sm ock , “ T h e E c o n o m ic Costs o f M arital
D issolu tion: W hy do W om en B ear a D isp rop ortio n ate C ost?” en A n n u a l R eview
o f Sociology, vol. 17, N ° 1,19 9 1, pp. 51-78.
EL D I V O R C I O COMO RELACIÓN NEGATIVA 2 6 5
18 V éase el capítu lo 5.
19 V éase R ub én C. G u r y R aqu el E. G u r, “ C om p lem e n tarity o f Sex D ifferences in
B ra in and B ehavior: F rom L aterality to M u ltim od a l N eu ro im ag in g ”, en Jo u rn al
ofN euroscien ce Research, N ° 95, 2017, pp. 189-199.
2 6 6 | EL F IN DEL A M O R
20 V éase G reer Litton F o x y V elm a M c B rid e M u rry, “ G en der an d Fam ilies: Fem inist
Perspectives an d F a m ily R esearch”, Jo u rn a l o fM a rria g e a n d Fa m ily, vol. 62, N ° 4,
2000, pp. 116 0 -117 2 ; A rlie R ussell H o ch schild (con A n n e M ach u n g ), The Second
S hift: W orking Fam ilies a n d the R evolution at H o m e, N u e va York, Penguin,
2 012 [1989]; Joa n B. Landes, “ T h e P ub lic an d the P rívate Sphere: A Fem inist
R econ sideration ”, en Jo h an n a M eehan (co m p .), Fem inists R e a dH aberm as,
A b in gd on -o n -T h a m es, R outled ge, 2013, pp. 107-132; Lin d a T h o m p so n y A lexis
J. Walker, “ G en der in Fam ilies: W om en an d M en in M arriag e, W ork, an d
P arenthoo d” op. cit.
2 1 Fran cesca C an cian , L o ve in Am erica. G en der a n d Self-D evelopm ent, C am bridge,
C am brid g e U n iversity Press, 19 90.
22 Sob re este tem a, v éan se Ju lia B ran n en y Jean C ollard , M arriages in Trouble. The
Process o f Seekin g H elp, Lo nd res, Taylor & Francis, 1982; Jean D u n com be y
D en n is M arsden, “ Love an d In tim acy: T h e G en der D ivisió n o f Em o tio n and
‘Em o tio n W ork’ : A N eglected A sp ect o f S ociolo gical D iscu ssion o f H eterosexual
R elationships”, en Sociology, vol. 27, N ° 2 ,19 9 3, pp. 2 2 1-2 4 1; Rebecca J. E rickson ,
“ W hy Em o tio n W ork M atters: Sex, Gender, an d the D ivisión o f H o usehold
L a b o r”, en Jo u rn a l o fM a rria g e a n d Fam ily, vol. 67, N ° 2 ,2 0 0 5, pp. 337-351; Penny
M ansfield y Jean C olla rd , T h e B egin n in g o fth e R est o fY o u r Life?, Londres,
M acm illan , 1988.
EL D I V O R C I O COMO RELACIÓN NEGATIVA 267
para ejercer sin más el rol de proveedor.23 La intim idad em ocional es para
la m ayoría de las m ujeres la m eta más im portante y el principal criterio
legitim ador del m atrim onio. En tal sentido, la intim idad em ocional ha
actuado com o una fuerza de desinstitucionalización, en cuyo m arco el
m atrim onio pasó a regirse m ás por la psicología que por la sociología,
por el tem peram ento in divid u al m ás que p or los roles o las norm as.
Com o lo sintetiza con acierto el sociólogo del m atrim onio A ndrew Cher
lin, “ la elección personal y el desarrollo del yo son factores preponderan
tes en la construcción de las carreras m aritales”.24 La intim idad se apun
tala en la develación y las expresiones voluntarias de las em ociones entre
dos personas, por lo que parece alinear el m atrim onio a las curvas y los
puntales del tem peram ento individual. Es precisam ente p o r esa razón
que el discurso de la terapia, com o técnica para expresar y adm inistrar
las em ociones, adquirió una im portancia crucial para la form ación y el
m onitoreo de los lazos íntim os.
La e s t r u c t u r a n a r r a t iv a d e l a p a r tid a
Creo que dejé de am arlo por prim era vez - o que comencé a am arlo
m enos, en todo caso - cuando tuve una fuerte descom postura y él no
fue capaz de llevarme a la guardia porque no quería cancelar una cita
con un cliente importante. Durante los años que siguieron, m e resultó
m u y difícil olvidar ese acontecim iento. Cada vez que él se negaba a
acompañarme en situaciones cruciales para mí, yo me sentía víctim a de
u n abandono o de una traición, volvía a rem emorar aquel momento, la
soledad que sentí en el hospital porque m i m arido no podía cancelar
una cita con un cliente. Así que, en una m irada retrospectiva, diría que
no pude perdonarlo. Resulta m u y extraño pensar que, durante doce
años, no, menos, porque el evento ocurrió a los cuatro años de casados,
es decir, entonces, durante ocho años, yo viví con eso, nunca le dije
cuánto me había lastimado su actitud. N o creo que él haya alcanzado a
darse cuenta o a sospecharlo. Pero yo nunca lo perdoné. N unca pude
confiar en él otra vez com o lo había hecho antes.
S e x u a l id a d : l a g r a n s e p a r a c ió n
De acuerdo con las estadísticas, una de las principales causas del divorcio
es la sexualidad, ya sea por infidelidad30 o p or el hecho de que la pareja ha
dejado de mantener relaciones sexuales. El clásico estudio de Judith Stacey
sobre el m atrim onio sugiere que la fam ilia m oderna provee dos cosas al
m ism o tiempo: por un lado, un cuidado perdurable; por el otro, el deseo
sexual. Desde una perspectiva que concibe el m atrim onio como una ins
titución “ de talle único”, Stacey analiza las tensiones que engendra el m a
trim onio m onógam o y basado en el com pañerism o.31 D e acuerdo con
Stacey, lo que hemos hecho, en esencia, es ofrecer en sacrificio la perseve
rancia necesaria para la dom esticidad en nom bre del deseo sexual. Sin
embargo, este análisis no examina la detallada dinámica emocional en cuyo
marco la sexualidad interfiere y colisiona con la vida doméstica.
Com o han señalado los capítulos anteriores, la sexualidad ha devenido
al m ism o tiempo una entidad independiente del terreno em ocional y el
lugar donde se manifiesta la ontología de las emociones, donde se expresa
la naturaleza y la intensidad de los lazos íntimos. A lo largo de su trans
form ación en plano autónomo de acción, en repositorio de las emociones
más profundas y verdaderas que experim enta el yo, en sitio del placer, en
intim idad y en bienestar, el cuerpo sexual ha m odificado la legitimidad
percibida de las relaciones que deben ajustarse a m odelos de interacciones
y placeres sexuales relativamente continuos.
Aurélie es una m ujer francesa de 45 años, divorciada después de doce
años de m atrimonio:
30 P aul R. A m ato y D en ise P reviti, “ Peop le’s R easons for D ivo rcin g ”, op. cit.; D enise
P reviti y Paul R. A m ato, “ Is In fid elity a C ause or a C on sequence o f P oor M arital
Q uality?” en Jo u rn a l o f Social a n d Personal R elationships, vol. 21, N ° 2, 2004,
pp. 217-223; Shelby B. Scott et a i , “ R easons for D ivo rce an d R ecollections o f
P rem arital In tervention: Im p lication s for Im p rov in g R elationship Ed ucation ”, en
Couple a n d F a m ily Psychology. Research an d Practice, vol. 2, N ° 2, 2013, pp. 131-145.
31 Judith Stacey, B rave N e w p am ilies. Stories o fD o m estic U pheaval in Late-
Tw entieth-C entury A m erica, Berkeley, U n iversity o f C alifo rn ia Press, 1990.
EL D I V O R C I O COMO RELACIÓN NEGATIVA 273
En este relato, una vez que el cuerpo está medicalizado, deja de estar se-
xualizado y, una vez que el cuerpo deja de estar sexualizado, se termina el
deseo, lo cual a su vez repercute en la autoestima de la mujer, quien ya no
se siente deseable (una reacción que ella, después de darle m uchas vueltas,
más tarde es capaz de revisar).32 De hecho, si la sexualidad ha pasado a ser
un plano fundamental para la experiencia de la identidad propia, la incer
tidumbre en torno a la deseabilidad sexual parece poner en jaque la relación
en sí, porque pone en jaque la autoestima de la persona dentro de ella. Esto
se debe a que, como hemos visto en los capítulos 3 y 4, la sexualización
Creo que la cosa empezó cuando él se anotó en el gim nasio, hace unos
años, tal vez seis o siete. Com enzó a ir al gim nasio. Y tam bién comenzó
a fijarse en lo que com ía. N o es que se haya puesto a dieta, pero se
fijaba en lo que comía. Entonces perdió peso. Adelgazó. Y, es increíble,
desde el m om ento en que bajó de peso, cam bió de personalidad. Se
com portaba, ehm , cóm o decirlo, con más arrogancia, más seguro de
sí m ism o, hasta el punto de que yo comencé a sentirme vieja y fea. Él
m e hacía sentir vieja y fea. Yo le llevo dos años, pero nunca antes me
había pesado la diferencia de edad. Después, tal vez al año, él tuvo su
prim er am orío. Desde entonces tuvo m uchos am oríos, todos con m u
jeres jóvenes. Es com o si hubiera vuelto a la adolescencia. Él dice que
nunca dejó de am arm e, pero aun así tuvo un am orío tras otro. Era
algo m ás fuerte que él. A sí que yo term iné p or hartarm e y lo dejé.
A hora estamos divorciados.
En esta historia, el cuerpo del hom bre casado experim enta una transfor
m ación: se sexualiza en virtu d de la pérdida de peso y, com o resultado, se
convierte en un agente independiente. El cuerpo adquiere una nueva agen
cia sexual, que lo lleva a buscar nuevos objetos sexuales: mujeres jóvenes,
en conform idad con lo observado en el capítulo 4. La transform ación
corporal de este hom bre genera una nueva form a de subjetividad que
afecta a su m atrim onio, es decir, a la percepción que su esposa tiene de él
y de sí misma, a su percepción de sí m ismo, a la m anera en que la esposa
percibe que él la percibe, lo cual, a su vez, transform a el equilibrio de
poder sexual entre ambos. Este cuerpo recién sexualizado actúa como si
tuviera una voluntad propia y genera una retirada em ocional. En otras
palabras, tal como ocurrió con Aurélie, el cuerpo actúa com o una entidad
autónoma. El cuerpo de Aurélie quedó desprovisto de sexualidad, mientras
que el cuerpo del m arido de Paula adquirió sexualidad, en ambos casos
por una causa que parece exceder a la volición y al control del sujeto. Sus
cuerpos actúan con autonom ía - p o r así d ecir- y, a su vez, im pactan en el
vínculo emocional.
EL D I V O R C I O COMO REL ACIÓ N NEGATIVA 275
Hace poco, ella me planteó que nuestra vida sexual no es buena, que
nunca ha sido buena; tal vez esté en lo cierto; nos llevamos fantástica
mente bien en todos los niveles, el intelectual, el espiritual, el emocional;
nos reímos juntas, nos entendemos mutuamente, pero no tenemos buen
sexo. Entonces, en este últim o año, ella ha decidido conseguirse una
amante. Me habló sobre su plan y em prendió la búsqueda en uno de
esos sitios de internet, donde encontró una m ujer con la que acostarse
una vez por semana. M e dice que ella no necesita más, y que la otra
tampoco. Así está más contenta. Pero el asunto ha sido destructivo. Me
ha despertado todo tipo de demonios infantiles. Llegué a espiar su co
rrespondencia privada. Eso la enfureció. La hizo sentir violada. Ella tiene
problemas con la violación. Ahora estamos en un m omento difícil. Es
posible que nos separemos.
que este cambio se explica por el alza en la cantidad de sitios digitales para
buscar pareja, en la m edida en que estos vuelven tangible la posibilidad de
conocer personas alternativas para los miembros de un grupo etario que
antes se había caracterizado por la relativa escasez de oportunidades para
extender sus redes sociales. La propia posibilidad de relacionarse consigo
m ism o como cuerpo sexual después de los cincuenta años de edad, apare
jada al incremento de las alternativas en materia de parejas sexuales, coloca
al yo sexual en prim er plano de una manera que no tiene precedentes.
Por último, la sexualidad interfiere con las relaciones estables porque
la esfera laboral capitalista afecta la pulsión sexual. Un estudio de Groupe
Technologia (un instituto auspiciado por el M inisterio de Trabajo francés)
sugiere que el estrés y el agotamiento generan reacciones de irritabilidad
y anhedonia (la incapacidad de sentir placer), que a su vez son responsa
bles por la reducción del deseo sexual.39 De acuerdo con esta investigación,
el 70% de los gerentes de rango intermedio dice que el estrés desempeña
un papel negativo en su vida sexual. En otras palabras, el estrés causado
por la participación en empresas y organizaciones cada vez más deman
dantes socava aquello m ism o que el capitalismo de consumo busca pro
m over: la sexualidad com o un plano de la experiencia que expresa el fuero
más interno del yo y de las relaciones íntimas. El inform e Relationships in
America proporciona otra indicación indirecta de que los cambios en la
esfera económ ica -e n la form a de m ayores demandas de desempeño, e
incremento de la incertidum bre respecto del fu tu ro - pueden repercutir
en la actividad sexual:
Los autores del estudio también sugieren que el problem a podría deberse
a la “habituación”. Pero la habituación difícilmente explique esta tendencia,
porque no era una causa menos probable de problemas en la vida sexual
de las parejas durante las décadas anteriores en relación con la presente.
Yo conjeturaría que los cambios en la esfera del trabajo -increm ento del
estrés, jornadas laborales más prolongadas e incertidum bre del em pleo-
pueden ser las razones tanto de la preferencia por el sexo casual que do
cumentamos más arriba, como de la actividad sexual reducida en el m a
trim onio. En otros estudios hay más evidencias (indirectas) de esto. Las
jóvenes entrevistadas por Laura Ham ilton y Elizabeth Arm strong infor
maron que practicaban sexo casual debido a una crónica falta de tiempo,
porque las relaciones dem andan “ demasiado tiem po” y ellas preferían
invertir ese tiempo en volverse integrantes plenas y competitivas del m er
cado.41 Estas jóvenes ven el tiem po com o una m ercancía que sirve para
avanzar en materia económ ica y social, lo cual sugiere, precisamente, que
la sexualidad y el tiempo dedicado al lugar de trabajo compiten m utua
mente por la atención y el foco indivisos de la persona, tanto en el contexto
de la sexualidad casual com o en el de la establecida. M ás aún, pese a no
haberse enfocado en la sexualidad de las personas casadas per se, The Tum-
bleweed Society, el im portante estudio de Alison Pugh sobre los m atrim o
nios de clase m edia y obrera, confirm a que la inseguridad laboral (como
los horarios inciertos, los cam bios frecuentes de em pleo a em pleo y la
amenaza inminente de perder el trabajo) socava y pone en jaque los lazos
íntimos dentro del m atrim onio.42 En otras palabras, las diferentes formas
de presión laboral (mercados com petitivos y demandas crecientes en la
esfera del trabajo) surten un im pacto directo en la form a y la intensidad
O b je t o s d e c o n s u m o : d e l o s o b je t o s d e t r a n s ic ió n
A LOS DE SA LID A
¿Era lindo? Era riesgoso. ¿Se usaban los broches? ¿Era cursi por ser fi
gurativo? ¿Terminaría en el fondo del jo7ero para no volver a ver la luz
del día hasta que fuera legado a una de las novias del hijo, para que ella,
a su vez, lo arrojara al fondo del jo7ero hasta que llegara el momento
de legarlo otra vez? ¿Era setecientos cincuenta dólares un precio apro
piado a pagar por ese objeto? No era el dinero lo que le preocupaba,
sino el riesgo de equivocarse en el precio, la vergüenza de probar 7
fallar: una extrem idad extendida es m ucho más fácil de quebrar que
una doblada.43
Sí, creo que hubo un m om ento en el que dejé de amarla. Pero fue un
proceso lento. Fue un proceso hecho de los muchos momentos en los
cuales yo sentía que disentíamos. Recuerdo que m i esposa era socia de un
club deportivo caro al que nunca iba. Yo le dije: “ Cancela la suscripción y
paga cada vez que quieras ir. Será más barato”. Pero ella se negó y se enojó,
como siempre; dijo que quería la suscripción para tener la opción de ir o
no ir. Todo se trataba de opciones para ella. Ahora que estamos divorcia
dos, entiendo que, en realidad, ella se separó porque sentía que así tendría
todas esas opciones. Pero no las tiene. Sigue sola, con muchas opciones.
“Crecer” presupone una form a de subjetividad que absorbe sin cesar nue
vos objetos y conocimientos integrados en una competencia cultural. Pero
aquí, la competencia cultural sigue la lógica de la novedad y la renovación,
la misma lógica que gobierna la cultura de consumo. Cuando los individuos
EL D I V O R C I O COMO REL ACIÓ N NEGATIVA 287
L a A U TO N O M ÍA Y E L V ÍN C U L O : U N A P A R E JA D IF ÍC IL
hom bre siempre term inan por dejarlo. La autonom ía entraña un estilo
em ocional que a la larga engendra tensiones en las parejas casadas. M arc
es un directivo estadounidense de 63 años que trabaja para una empresa
israelí de alta tecnología:
M i prim era esposa y yo nos divorciam os porque ella era bipolar. Tenía
ataques de ira que eran terroríficos; me arrojaba cosas, me gritaba, era
agresiva conmigo y con los chicos. El divorcio fue prolongado y bastante
difícil. M e llevó tiempo darm e cuenta de lo que ocurría. Después, una
vez divorciados, me llevó tiempo sentir el deseo de entablar una nueva
relación. H abía una m u jer que yo conocía un poco desde antes, de
cuando aún estaba casado, en realidad; me sentía atraído por ella, pero
no hacía nada por avanzar. Nos m ovíam os más o menos por los mismos
círculos, pero durante un tiempo no pasó nada. Después, de repente,
empezamos a salir y como que me enamoré. Pronto le pedí que se m u
dara conmigo, y vivim os juntos d u rante... ¿siete u ocho años, tal vez?
Pero después se terminó. [Silencio] Al principio, ella era m uy dulce. Pero
necesitaba que yo le dijera o le demostrara todo el tiempo que la amaba;
se ofendía si yo no le respondía enseguida los mensajes de texto, o si me
olvidaba del aniversario de nuestro prim er beso, o si había alguna otra
cosa que acaparara m omentáneamente m i atención. Yo no tenía idea
de cómo lidiar con todas esas expectativas. Me sacaban de quicio. Creo
que no tenía idea de cóm o responder a sus demandas. Com encé a ha
blarle cada vez menos; pasaba m ás tiempo por m i cuenta, en la oficina
o con m is amigos. A la larga, ya no quise estar más con ella. Fue una
pena, dado lo m ucho que m e había gustado al principio. Realmente
tuvimos una buena relación, durante unos tres o cuatro años, tal vez.
N o sé por qué cam biaron las cosas. No sé qué pasó. Es extraño, cuando
lo piensas bien, cóm o es que esas cosas cambian sin que te des cuenta;
es como que pasas de una pelea a la otra o de una decepción a la otra,
sin notar que eso te ha hecho mella, que has perdido una parte de tu
felicidad o de tu vivacidad, porque, después de un tiempo, ya sabes que
se avecina la pelea. Te preparas para enfrentarla. ¿Fue ella la que cambió?
¿O fui yo? En cierto punto, yo ya no pude lidiar con la sensación de
defraudarla tan seguido. N o podía responder a sus necesidades, pero
tam poco podía ver [más] la decepción y el dolor en sus ojos.
del de ella.5' Por mucho que se haya disputado el poder a los hombres en
la esfera del trabajo mediante políticas de acción afirm ativa e igualdad
salarial, la im pugnación del poder m asculino en la esfera privada ha de
venido un cuestionamiento del desempeño autónomo de los hombres en
las relaciones. La autonomía se define com o una afirm ación del yo indi
vidual contra lo que se percibe com o obligaciones y deberes sociales. El
estilo em ocional intensivo de esta m ujer se apuntala en el guión estricto
de una ontología em ocional en la que ella se basa para determ inar cuáles
son las emociones adecuadas o cóm o deben expresarse. M arc experimenta
este m odelo de relacionalidad intensiva como un conjunto de obligaciones,
un im pedimento para el desarrollo de su yo verdadero o auténtico y una
amenaza a su autonomía. Tal como lo enuncia el filósofo M ark Piper,
E n tr e v is ta d o r a : ¿Qué a d v e r t is t e ?
N a o m i : Que él no era un compañero en todo el sentido de la palabra.
Lo único que hacía era trabajar. N o me acom pañaba para nada en la
crianza de nuestros hijos ni en la construcción de nuestro hogar. Solo
sabía trabajar. Advertí que él no era un buen compañero. Que yo estaba
sola en eso.
E n tr e v is ta d o r a : ¿Advertiste que estabas sola?
N a o m i: Bueno, no es un único sentimiento, ¿sabes? Es una combinación
de soledad, enojo, tristeza, e incluso traición; sí, traición a la amistad.
Antes habíamos sido amigos, hacíam os todo juntos; o bien, de lo con
trario, había una sensación de que cada uno era libre de hacer lo que
quisiera; sin embargo, la crianza de los hijos se im puso com o una obli
gación exclusivam ente m ía; yo tenía que cuidarlos, y lo hice sola. Él
disponía de libertad para ir adonde quisiera, m ientras que yo era quien
debía quedarse en casa. Para mí, eso fue com o una traición.
O n t o l o g ía s e m o c io n a l e s y c o n t r a t o s e m o c io n a l e s
n o v in c u l a n t e s
56 Ib id ., p. 60.
EL D I V O R C I O COMO RELACIÓN NEGATIVA 295
m aneras en la intim idad. En prim er lugar (tal vez tam bién en orden de
im portancia), ha incrementado la conciencia y los um brales de la autoes
tima, con la legitimación del enojo frente a todo aquello que la amenace
y la provisión de técnicas para asegurar su m antenimiento en las interac
ciones emocionales (la asertividad, la elim inación de las ansiedades o el
desarrollo del amor propio). En un proceso encabezado por los psicólogos,
el m atrim onio ha atravesado un cam bio im portante en lo concerniente a
legitimar las expresiones de enojo. Tal como sostienen Francesca Cancian
y Steven Gordon, las norm as del am or com o autorrealización y la expre
sión del enojo en el marco del m atrim onio han avanzado codo a codo a
lo largo del siglo XX, lo cual sugiere, paradójicamente, que las expectativas
sociales respecto del am or han aumentado de la m ano con las expresiones
de enojo.57 En segundo lugar, los sujetos terapéuticos han adquirido con
ciencia de sus emociones, tanto las reprimidas como las explícitas, mediante
un proceso de rotulación (“estuve enojada con m i m arido durante mucho
tiempo, pero no me había dado cuenta hasta ahora” ). Una vez que salen
a la luz y prevalecen en la conciencia del individuo, las emociones pasan
a ser objetos de reclamos y negociaciones interpersonales (“buscar m ane
ras de aplacar el enojo propio” ).
Helena, una terapeuta de 63 años que vive en Boston, describe así el dis-
tanciamiento emocional respecto de su m arido y la crisis de su matrimonio:
Creo que m e di cuenta por prim era vez [de la distancia em ocional]
cuando comencé m i nueva terapia. Antes había hecho varias terapias.
Pero esta es mucho más poderosa. Ahora soy m ucho m ás consciente de
mí m ism a; es como si todo lo que traté de reprim ir a lo largo de tantos
años saliera por fin a la luz. Esta terapia me hace sentir menos deprimida,
pero tam bién más enojada. Porque también m e hizo tom ar conciencia
de todas m is necesidades insatisfechas.
nuestro m atrim onio funcionaba. Es decir, habíam os form ado una fa
milia, teníamos amigos, viajábam os juntos. Todo eso m archaba bien.
Sin embargo, llegó un m omento en el que yo sentí la necesidad de hacer
terapia -h ará unos cinco o seis a ñ o s- porque tenía ataques de ansiedad;
así que fui a terapia y, poco a poco, me di cuenta de que la relación con
él era una fuente im portante de m i ansiedad; en fin, me quedó en claro
que él no me apoyaba. Por fuera, yo seguía haciendo lo de siempre. Pero
por dentro había cambiado. Ya no podía aceptar que no se me apoyara
de la m anera en que yo quería ser apoyada. Y a cierta altura de las cir
cunstancias, sencillamente, tom é la decisión; no sé m uy bien en qué
momento, tal vez cuando mi hija viajó a Suiza para estudiar gastronomía,
pero lo cierto es que decidí no quedarm e con él, porque tomé concien
cia del daño que me causaba esa relación.
58 O rly B en jam ín , “ T h erap eutic D iscou rse, Pow er an d Change: Em o tio n and
N egotiatio n in M a rita l C on versation s” en Sociology, v o l. 32, N ° 4 ,19 9 8 ,
PP- 771- 793, cita en p. 772-
EL D I V O R C I O COMO RELACIÓN NEGATIVA 297
atención en las heridas personales. Dana, una m ujer israelí de 46 años que
cursa un doctorado, ofrece un ejemplo aún más claro de este proceso:
Aquí la terapia conduce a la form ación de un nuevo yo, alineado a las con
cepciones feministas de la yoidad. Este nuevo yo también se apuntala en
una ontología emocional - la concientización de miedos inconscientes- que
cambia el marco de su relación, eleva el um bral de su autoestima y le su
ministra herramientas críticas para reevaluar su matrimonio. Dana adquiere
un sentido de individualidad mediante el desarrollo de su voluntad y de sus
anhelos, que, antes cosificados, demandan “respeto”. Este proceso de rede
finición emocional modifica sustancialmente la voluntad, en un claro ejem
plo del m odo en que el refinamiento de la voluntad -com o componente
central del m ercado- puede socavar el contrato inicial de una relación.
298 | EL F IN DEL A M O R
C o m p e t e n c ia e m o c io n a l y l a p o s ic ió n d e l a s m u je r e s
EN LOS P RO CESO S R ELA C IO N A LE S
Tanto Evelyne como Helena permiten entrever una clara ontología emocio
nal, una percepción de las necesidades emocionales y una orientación hacia
ellas, en el sentido de que el otro “ las vea” de una manera específica, las
comprenda y valide su yo. Cabe señalar que estas necesidades se ubican en
los recovecos de la subjetividad, están sujetas a variaciones y no son fácilmente
accesibles para los demás. Solo pueden obtener respuesta tras un elaborado
proceso de verbalización y negociación. Se originan en una ética del cuidado
y tienen, por ende, el carácter imperioso de los reclamos morales.
Algunas filósofas feministas han criticado la ética del cuidado señalando
que no fomenta la autonom ía de las mujeres, es decir, porque no instila
en ellas la capacidad de perseguir los propios objetivos y de actuar en el
m arco de una dignidad autodefinida. Sin em bargo, cuando la ética del
cuidado se apuntala en una ontología emocional, tiene el efecto opuesto.
Com binada con técnicas terapéuticas de autoconocimiento y autogestión,
la ética del cuidado contiene - e incluso exacerba- un sentido de la digni
dad y la autenticidad que se arraiga en la conciencia de la competencia
em ocional y, por ende, termina p or im pulsar la identidad y la autonomía
de las mujeres. La reafirmación de la autoestima a través de las emociones
ha adquirido una im portancia primordial para la presentación y el manejo
del yo femenino en las relaciones. Esto se confirm a en los resultados de
investigaciones cuantitativas:
60 Lynn G ig y y Joan B. Kelly, “ R easons for D ivo rce”, op. cit., p. 184.
61 H a rr y G. Fran k fu rt, Sobre la charlatanería (On Bullsh it) y sobre la verdad,
B arcelona/B uenos A ires/ M éxico, Paidós, 2013.
62 K eith Payne, “ C on sciou s o r W hat? R elationship B etw een Im p licit B ia s and
C on sciou s Exp eriences” (p o nen cia), (U n)Consciousness: A F u nction al Perspective
(25 a 27 de agosto de 2015), In stituto Israelí de Estu dios A van zad os, U n iversid ad
H ebrea de Jerusalén.
302 I EL F IN D E L A M O R
Una de las cuestiones que más han preocupado a Krauss desde que co
menzó a escribir En una selva oscura es su concepción de la libertad, que
experimentó un viraje radical a lo largo de los últimos cuatro años. Ape
nas cayó en la cuenta de que el divorcio era una posibilidad real, Krauss
llegó a la siguiente conclusión: “ si tenía que optar entre dos enseñanzas
para mis hijos -u n a, decirles que es im portante conservar las ataduras
de un compromiso si de esa m anera evitas lastimar a otra persona; dos,
darles el ejemplo de una vida que siempre opta por la libertad, la felicidad
y la realización de sí m ism a-, no cabía duda de la respuesta: obviamente,
era la segunda. Obviamente, era eso lo que yo quería enseñarles”.63
3 V éan se, sobre este tem a, G eo rg e L a k o ff y M a rk Joh n son , P hilosophy in the Flesh.
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4 S im on e de B eau voir, “ L a p hén om éno log ie de la p ercep tion de M aurice
M e rlea u -P o n ty ”, en Les temps m odernes, vol. 1, N ° 2 ,19 4 5 , pp. 363-367.
5 C a tharine A . M a cK in n on , B utterfly Politics, C am brid g e (M assachusetts),
H a rv ard U n iversity P ress, 2017.
308 | EL F IN DEL A M O R
9 P ierre B ou rd ieu, L a distinción. Criterio y bases sociales del gusto, op. cit.
CONCLUSIÓN | 313
Las hom ologas fem eninas de los hom bres incel son las “ amas de casa
de la suprem acía blanca”,10 que no solo rechazan la objetivación sexual
de las m ujeres y la libertad sexual, sino que además defienden los valo
res fam iliares y los roles tradicionales de género. Su rechazo de la liber
tad y de la igualdad en m ateria sexual desem peña un papel im portante,
aunque m enos visib le y analizado, en el fenóm eno de la suprem acía
blanca.11 En efecto, el capitalism o escópico crea nuevas form as de desi
gualdades sexuales entre quienes disponen de capital sexual y quienes
carecen de él, nuevas form as de incertidum bre y nuevas form as de deva
luación, en especial de las mujeres; todas ellas producen efectos dominó
en el vínculo social. Debido a que la sexualización de la identidad femenina
no vino de la m ano con una genuina redistribución del poder social y
económico, y debido a que, en cierto m odo, ha reforzado el poder sexual
de los hom bres sobre las m ujeres, el resultado de este proceso confiere
atractivo al patriarcado tradicional. Usando el vocabulario de la libertad,
el capitalismo escópico ha profundizado la dom inación de las mujeres,
de m odo tal que la libertad ha devenido una experiencia social que genera
incom odidad, e incluso reacciones violentas contra el fem inism o. La li
bertad ha generalizado y legitimado aún más las experiencias de incerti
dumbre, devaluación y desestimación.
así como sobre el valor propio y del otro. Esta incertidumbre, a su vez, re
dunda en más mercancías emocionales, provistas por un mercado infinito
de mercancías que supuestamente ayudan a optimizar el yo y las relaciones.
Sin duda habrá quienes pregunten si este libro no exagera el argumento,
si no toma por desolación lo que en verdad es una saludable lucidez. A fin
de cuentas, el hecho de que el romance haya cambiado de form a no significa
que esté ausente de nuestra vida. Y el hecho de que la libertad entrañe ries
gos e incertidumbres no implica que valga menos la pena ni altera la reali
dad de que la mayoría de nosotros tiene o anhela una pareja estable. Cabría
incluso invocar la tranquilizadora estadística según la cual uno de cada tres
matrimonios se producen hoy como resultado de interacciones iniciadas en
sitios de internet,16 lo cual parecería sugerir que el tándem de tecnología y
mercado dista de ser el fenómeno ominoso que he descripto aquí.
Pero estos argumentos se enfocan en los sucesos discretos del “ m atri
m onio” o de la “pareja” com o únicas unidades relevantes del análisis, y
omiten la necesidad de com prender cóm o ha cambiado la experiencia ro
m ántica y sexual, antes, dentro y fuera del m atrimonio. En consecuencia,
cabe aclarar que el presente libro no es, para nada, una interrogación an
siosa sobre el futuro del m atrim onio o de la relación estable, aparejada a
una im pugnación del sexo casual (aunque es cierto que puede leerse de
esa m anera). En sus form as ostentosas y placenteras, el sexo casual es una
fuente de auto afirmación y autoexpresión. Yo no me he propuesto abogar
a favor o en contra del sexo casual ni a favor o en contra de los com pro
m isos a largo plazo. Me he lim itado a describir de qué m aneras la apro
piación del cuerpo sexual por parte del capitalismo escópico introduce
cambios en el yo, en el sentido de la autoestima y en las reglas que gobier
nan la form ación de las relaciones. Tal como he argumentado, esta nueva
versión del capitalismo transform a la ecología de las relaciones íntimas,
m odifica la sujeción de las m ujeres y crea una am plia experiencia de re
chazo, dolor y decepciones (“ desam or” ) que se recicla mediante la vasta
m aquinaria cultural y económ ica de la psicoterapia en todas sus formas.
Aunque este efecto sea apenas uno entre muchos otros, sus repercusiones
son m uy significativas.
La m ayoría de los enfoques sociológicos, tanto m arxistas como fun-
cionalistas, presuponen que la sociedad equipa a los individuos con las
Howe se refería a las sociedades totalitarias, pero pasó por alto las maneras
subrepticias en que nuestra propia sociedad - s u econom ía y su política-
también ha penetrado totalmente a la familia, la sexualidad y el amor, que
ya no pueden funcionar com o “ último refugio de los valores”. La sexuali
dad y el am or son ahora el terreno por excelencia para reproducir el capi
talismo de consumo, así com o para perfeccionar las destrezas de autono
mía e independencia que se demandan y se practican en todas partes. En
su libro L’homme sans gravité, de 2005, el psicoanalista francés Charles
M elman sostiene que las sociedades contemporáneas han pasado del deseo
al goce: mientras que el deseo se regula mediante la escasez y la prohibición,
el goce gira en torno a una necesidad irrestricta de encontrar satisfacción
inmediata en objetos que existen en abundancia. El goce es, entonces, el
modo real del deseo en una sociedad de consumidores, donde los objetos,
los afectos y la satisfacción sexual desplazan el centro m oral del yo. Pero
el goce no es la vía adecuada para encontrar o constituir objetos de inte
racciones, am or y solidaridad.
En este libro no abogo por un retorno a los valores familiares, a la co
m unidad o a una reducción de la libertad. Sin embargo, tom o en serio las
críticas feministas y religiosas de la libertad sexual, y sostengo que la liber
tad ha permitido que el poder tentacular del capitalismo escópico domine
nuestro campo de acción e im aginación, con la asistencia de las industrias
psicológicas, que ayudan a gestionar las múltiples grietas emocionales y
psíquicas creadas por aquel. Si la libertad ha de significar algo, no cabe
duda de que debe ser consciente de las fuerzas invisibles que nos unen y
nos ciegan.
18 Irvin g H ow e, citado p o r Ju d ith Shu levitz en “ K ate M illett: ‘Sexual Politics’ &
Fa m ily Valúes”, en The N e w York R e vie w ofB o o k s, 29 de septiem bre de 2017,
dispon ible en lín ea: < https://w w w .nyb00ks.c0m /daily/2017/09/29/kate-m illett-
se xu al-p olitics-an d -fam ily-values/> [consultado el 6 de ju n io de 2020].
Agradecim ientos
La b ib lio g ra fía incluye trab ajo s científicos, literarios y estadísticos, p ero n o fuentes
de internet, com o blogs, foros o artículos. Estas fuentes se recon ocen en las notas.
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c om peten cia m o ra l, 290 282-286; elección y, 3 0 -3 1,3 2 ;
com peten cia sexual, 2 7,10 4 -10 7 ,15 7 ,16 0 , incertidu m b re o n tológ ica y, 17 0 -17 1;
2 04,2 75 necesidades em ocio nales y, 292;
com peten cia social, 10 4 ,2 6 5 ,2 8 9 ,2 9 0 , pro ceso s de evaluació n y, 17 0 - 17 1,19 6 ;
2 93,29 8, 299 sexo casual y, 12 9 ,30 8 ; v a lo r sim bólico
com petencia, 8 4 ,8 9 ,15 4 ,18 6 ,18 9 ; y econ óm ico en la, 153 -16 1
au ton om ía y , 290; cultu ral, 17 0 ,2 8 6 ; cu ltu ra de la au toayuda, 7 4 ,1 4 1 ,3 0 1
em ocio nal, 298-303; m o ral, 75,2 9 0; cu ltu ra del sexo sin com p rom iso s, 100,
procesos de v alu ación y, 157 ,159 -160, 106-107. Ver tam bién sexo casual
19 8; sexual, 80, 8 8 ,10 4 ,10 6 -10 7 ,19 6 . cultura. Ver tam bién cu ltu ra de
20 4 ,2 75; social, 104, 265-2 6 6 ,28 9 ,2 9 0 , con su m o; am or y, 11; com p eten cia
2 9 2 ,2 9 3 ,2 9 8 ,2 9 9 cultu ral, 17 0 ,2 8 6 ; de la au toayuda,
confianza, 22 9 ,24 7 ,2 4 8 ; autoestim a y, 1 4 1,15 7 ,3 0 1; de la ru p tu ra , 240-241,
2 5 0 ,2 6 0 ,2 7 0 ,3 0 9 ; cortejo y, 250, 248; del sexo sin com p rom iso s,
252-253; divorcio y, 259; 10 0 ,10 6 -10 7 ; elección y, 30;
incertidu m b re y, 249-256 ,258 ; sexu alid ad y, 2 9 ,2 4 4 ; relaciones
in tim id ad y, 255; lib ertad y, 249-256; n egativas y, 14 1
patriarcado y, 252; riesgo y, 2 4 9 ,2 50 ,
251, 252-253; rup tu ras y, 248, 255 D a l B ó , P edro, 251
conflictos de m etas, 234 D an , A v i, 155-156
conflictos no conscientes entre m etas, dañ o exp erien cial, 245
233-235 D av is, Jam es, 252
Con nell, R obert, 109 D eb ord, G uy, 151
consentim iento, 2 10 ,2 12 ,2 14 -2 15 ,2 17 - 2 2 1, decisión em ocio nal, 47 ,49 -51
239 .24 3 decisión; con flictos entre m etas y,
con tractu alism o, 2 11-215 234-235; cortejo com o m o d alid ad de,
Coontz, Stephanie, 17 -18 ,2 79 54-57; elección y, 3 2 ,3 5 ,3 0 3 ;
C ooper, Elizabeth, 113 em ocio nal, 4 9 -50 ,54 ,56 -57;
cortejo, 28, 63-71; com o estructura evaluació n y, 194; n orm as y, 46;
sociológica, 50-57; co m o m o d alid ad relatos y, 271
de las decisiones em ocionales, 54-57; deflación em ocio nal, 196
con fianza p ro d u cid a p or el, 250, Deleuze, G ilíes, 94
252-253; regulación de la sexualidad D en eu ve, C atherine, 83
y» 51-56 d esam or, 13 ,3 1,3 2 ,4 3 ,2 5 8 , 275, 282,28 6,
cosificación; certidu m b re em ocio nal 2 8 8 ,3 0 2 ,3 16 ; certidu m b re/
y, 67-68; certidu m b re/in certidu m b re in certid u m b re on to ló g ic a y, 14 3-207
on tológ ica y, 6 2 ,174 -17 5; divorcio (V er tam bién certidu m b re/
y, 297; estatus con fu so del sujeto y, in certid u m b re on to ló g ica ); divorcio
199-205; p rocesos de devalu ación y, 2 57-271 ( Ver tam bién d ivorcio);
y, 17 7-18 6 ,18 8 -18 9 ,2 0 7 ; p rocesos de lib ertad /elección n eg ativa y, 25-26,
v alu ación y, 174-175, 207; sexo casual 3 5 -4 4 ,13 2 ,2 10 , 2 11,3 0 8 ; p ro ceso s de,
y, 127-128 ; su b jetivid ad y, 19 9 ,2 0 0 ,2 0 1, 1 1 ,1 2 ,4 4 ,2 7 8 ; sexo casual y, 9 3-142
2 0 2 ,2 0 3 ,2 0 4 (V er tam bién sexo casual); tip os
cristianism o, 2 5 ,5 1, 52,53 de, 30 -3 1
cultu ra de consum o. Ver tam bién desapego, 19 ,13 9 ,2 0 2 ; co m o estrategia
cap italism o, 14, 20, 97, 9 8 ,14 7,2 8 5, 286, de au top rotección , 227,296;
2 9 3 ,7 6 ; carácter h edón ico del cuerpo con sen tim ien to y, 220; p rocesos
y, 75; con su m o com o el inconsciente de devalu ación y, 188-189; sexo casual
3 5 0 | EL F IN DEL A M O R
“p olítica de la m arip osa”, 3 0 5,3 0 7 Reay, B arry, 59, 87, 88, 9 6 ,10 0
P orn hu b, 156 reciprocidad, 2 7 ,9 9 ,10 0 ,1 0 7 ,1 11 ,1 12 ,1 2 1 ,
p orn og rafía, 12 ,2 2 ,7 7 ,8 0 ,9 1,1 0 5 ,1 5 4 , 12 8 ,14 0 , 2 18 ,2 2 8 , 234, 250, 251
15 6 ,15 9 , 173.2 0 3 ,3 15 recon ocim iento, 12 0 ,12 1 ,15 1 ,1 5 2 ,3 0 9 ,3 1 5 ;
Porqueres, E n ríe, 87 cap italism o y, 309; cosificación y, 204,
Posner, R ichard, 2 3 ,5 4 ,19 0 205-206; lib ertad y, 210; procesos de
Pratten, D avid , 113 devalu ación y, 19 0 ,19 1; procesos de
p rin cip io de sim etría, 23 evaluación y, 16 1- 16 3 ,16 4 ,19 9 ,
pro cedim ien to “ b o la de n ieve”, 43 205-206; p rocesos de valu ación y, 266;
p rocesos de evaluación; apego y, 170, sexo casual y, 12 1; social, 127-128,
17 1-17 2 ; atractivo y, 16 3 ,16 6 ; 137-138; su b jetivid ad y, 315
au ton om ía y, 17 1-172 ; belleza y, 166; Reddy, W illíam , 302
certidu m bre y, 64-65; m ercantilización redes sociales, 1 2 ,1 3 ,3 1 ,6 4 ,6 5 ,1 4 4 ,1 6 0 ,
y, 17 1-17 2 ,19 4 ,19 7 -19 8 ; cultu ra de 16 2 ,16 5 ,16 6 ,2 5 0 ,2 8 0
con su m o y, 17 0 -17 1,19 6 ; decisión y, regím enes de ju stificació n ,
19 4; divorcio y, 2 61,29 8 ; encuentro registros de delincuentes sexuales, 26
com o entrevista de evaluación, R egn eru s, M a rk , 14 7,172 ,173
166-169; intim idad y, 17 1-17 2 ; m o d o relaciones gay. Ver h o m osexu alid ad
de evaluación conjunta, 194; relaciones p uras, 213
incertidu m b re on tológica y, 145-146, relaciones sexuales. Ver sexo casual
161-172,19 4-19 9; recon ocim iento y, 16 1, R h on e, C alvin Lindley, 69
16 3 ,19 9 ,2 0 6 ; pun tos de referencia rituales, 5 0 ,57
de la evaluación, 194-199; visual, R obb ins, Joel, 70
16 3 -16 4 ,16 5 ,17 8 -17 9 ,19 1 R osen feld, M ichael, 110 ,2 6 4 ,2 6 5
p rocesos de v alu ación ; atractivo y, R oth, P hilip, 269
149-150, 2 6 6 ,15 2 ,15 3 -15 4 ,15 7 -15 8 , Rousseau, D en ise, 252
15 9 -160; belleza y, 14 9 ,159 -16 0 ; R ousseau, Jean-Jacq ues, 16
cap italism o y, 14 6-153; com p eten cia y, R u b in , G ayle, 90
157> 159 -160; cosificación y, 174-175, R uggles, Steven, 263
207; fem in ism o y, 307; incertidu m b re R up p , H eather, 156
on tológ ica y, 14 5 -14 6 ,14 6 -153 ; rup tu ras. Ver tam bién divorcio, 38,47,
m ercantilización y, 14 7 -14 8 ,14 9 , 1 3 3 ,2 5 6 ,2 5 9 ,2 6 3 ,2 6 4 ,2 7 0 ,2 7 5 ,3 0 3 ,
15 8 -159 ,159 -16 0 ; n orm as y, 14 7-148; 3 0 9 ,3 12 ; an siedad y, 242; au ton om ía y,
recon ocim iento y, 266 2 3 5 ,2 4 1,2 5 1; cap italism o y, 247-248;
p rocesos relaciónales, 298-303 con fianza y, 248; con sen tim ien to y,
pro du cción de v alo r económ ico, 239; lib ertad p ara salir de relaciones,
153-16 1 236-249; y oid ad y, 237
p ro du cción de v alo r sim b ólico, 153 -16 1 R ussell, B ertran d , 268
p ro pied ad de sí, 18 ,19 R ust, P aul, 1 7 0 ,1 7 1
protestan tism o, 56
Prou st, M arcel, 48 Sack v ille-W est, V ita, 205
Psychology Today sobre relaciones Sah lins, M arshall, 86
tóxicas, 229 S a le d , R enata, 3 3 ,3 4
pub licidad , 76,7 7 , 8 3 ,15 4 ,15 5 ,15 6 , 221 salir de relaciones, 236-249. Ver tam bién
Pugh, A liso n, 281 rup tu ras
Santelli, Joh n S., 88
R a m sey, Lydia, 18 2 ,18 3 Saran don , Susan, 83
R ap pap ort, R oy, 70 Sartre, Jean-P au l, 7 5,13 8
Raye, R ori, 232 S ch oo rm an , F. D avid , 252
Indi ce temáti co i 35 5