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Sublime Dominacion.

||Yoonmin|| (Omegaverse)
by FabiCan

Jimin, un delicado omega amante de las noches de descontrol, tendrá que renunciar a
todo cuando Min Yoongi, un dominante alfa italiano, lo reclama como suyo cuando
una manada de alfas cegados por el morbo quiere abusar sexualmente del omega
inconsciente.

||Omegaverse
||Contenido Homosexual.
||Contenido Sexual
||Dominacion

Portada hermosa hecha por: @Likepalette


Autora original: @lwtmysun, 2018
Adaptadora: FabiCan
Book Trailer

Por fin el Trailer del libro.

Disfruten mucho y estén muy atentos a todo, hay pistas ahí.

Nos leemos después <3


Prologo.

Jimin ama las fiestas tanto como su libertad, Jimin adora el sexo, tanto como adora
bañar de su dulce aroma a los alfas. Jimin disfruta de su independencia, tanto como
disfruta del efecto de la droga. Jimin detesta seguir órdenes, tanto como detesta que
lo controlen. Jimin odia a quien le está quitando su libertad. Jimin odia a Min Yoongi,
el poderoso alfa de origen italiano que pretende dominarlo.

Advertencias y aclaraciones.

Contenido sexual explícito.

Relación boyxboy.

Daddy kink!, Sugar Daddy.

Dominación y sumisión.

Bondage y disciplina.

Underage.

Todo dentro del universo Omegaverse.

Espero apoyen mucho esta adaptación, estoy muy agradecida con la autora, vayan a
seguirla y vean la historia ahí ( @lwtmysun ). Gracias por el apoyo.
||Uno||

You can leave your hat on de Joe Cocker, era, quizá, una de las mejores canciones
para desarrollar con astucia y sensualidad un sublime striptease, atiborrado de
erotismo. Y eso mismo se encontraba haciendo el delicado y atractivo omega de
dieciocho años cuyos ojos claros color miel más puro rebosaban de un especial y sin
igual brillo de deseo, delatando toda aquella lujuria que había adquirido su ser.

Su ágil y deseable cuerpo se movía con verdadera lascivia siguiendo el ritmo sensual
de aquella deleitable melodía que resonaba en cada recóndito rincón de la inmensa y
pintoresca habitación que pertenecía al alfa que, desde la comodidad de su espléndida
cama lo observaba expectante con un vaso de whisky en una de sus manos.

Jimin ejecutaba su baile obsceno con la seguridad y la confianza estancada en su


mirada, cautivando por completo a su único espectador. Comenzó a despojarse de
cada prenda que ocultaba su blanquecina piel, haciéndolo con elegancia, sutileza y
una exquisita lentitud que producía en Yoongi aquellas increíbles ansias que lo
obligaban a soltar unos que otros gruñidos.

Lo único que ahora cubría el cuerpo del menor era la delicada pieza de encaje que
hacía tan sólo horas su daddy le había regalado junto con aquellas pantis blancas y
aquel conjunto de ropa que ya descansaba sobre el suelo.
Jimin se mantenía de espaldas a Yoongi, pues pretendía que la atención de este
permaneciera sólo en su bonito trasero, el cual lo movía de un lado hacía el otro,
meneando sus caderas al ritmo de la música. Sus traviesos dedos empezaron a
juguetear con la tela que, por cierto, no dejaba nada a la imaginación. Y con la misma
sensualidad y elegancia, comenzó a deslizar la prenda por sus piernas, dejando la piel
de sus nalgas completamente expuesta.

Para aquel entonces, la excitación ya se reflejaba en los oscuros ojos de Yoongi, quien
ni siquiera podía apartar la mirada del penetrable trasero de su pequeño bebé. Ansió
otorgarle unas buenas nalgadas, pero prefirió contenerse y quedarse allí, en su lugar
de espectador, mientras bebía un sorbo más de su vaso de whisky.

El ambiente ya era gobernado por la imponente oleada de feromonas que el alfa se


encontraba emanando. Un embriagador y fuerte aroma que le anunciaba al omega lo
excitado que éste estaba.

Jimin apartó la prenda que le dio lugar a su desnudez con su pie y continuó
meneando sus caderas tan eróticamente como podía, percibiendo el modo en el que
su húmeda entrada comenzaba a gotear. Decidió echarle una miradita a su daddy por
encima de su hombro y sonrió con altivez cuando vio lo que anhelaba ver. Un gran
bulto en sus pantalones. Un bulto duro que era merecedor de su atención.

Sin embargo, todo su esfuerzo por complacer y envolver de deseo a Yoongi se


estropeó en lo absoluto cuando, desde el exterior de aquella mansión en la colina, un
resonante tiroteo arruinó su erótica función.

El espanto dominó totalmente a Jimin, provocando que su visible erección bajara


súbitamente. No hizo falta siquiera que el pelinegro se lo ordenara, él corrió a vestirse
sin importarle nada.

—Mierda —masculló Yoongi enfurecido, luego de haber abandonado con una extrema
rapidez la cama, tomando firmemente un revolver que habitaba en el cajón de su
mesita de noche—. 'Ndrangheta —mencionó con desprecio cuando hubo echado un
leve vistazo a través de una de las ventanas, asegurándose de no ser descubierto tras
las cortinas.

—¿Y-Yoongi? —el omega balbuceó a la espera de indicaciones. Sus facciones


reflejaban todo aquel espanto que había adquirido por culpa de los disonantes
disparos que lo atormentaron por completo. Tenía demasiado miedo, y el alfa lo olía.

—Hay que marcharnos —decretó el mayor, quien mantenía su ceño fruncido, mientras
se aproximaba a paso veloz hacia Jimin con la intención de tomarle de la mano y
llevárselo con él—. Nos pondré a salvo, pero luego deberé irme del país. Doy por
finalizada tu deuda, Jimin, volverás a ser aquel omega independiente que tanto
añorabas.

El adolescente de ojos miel tragó en seco, aturdido, dejándose llevar por el otro.
Abandonaron aquella gran habitación, la cual ni bien atravesaron la puerta se toparon
con un agitado, fornido y monstruoso guardaespaldas de Yoongi, quien los sacó
rápidamente de allí, conduciéndolos hacia el subsuelo con el propósito de dejar la
residencia por una salida alternativa y secreta.

Sin embargo, Jimin hizo que el veloz recorrido tomara una pausa, deteniendo su
andar apresurado repentinamente. Yoongi clavó su mirada en él, viéndolo con ojos
confundidos y, a la vez, enojados.

—Quiero ir contigo —la expresión dura del alfa se suavizó ante aquellas palabras de
Jimin—. No importa a dónde vayas, sólo llévame... por favor.

Y por un minuto, sólo por un minuto, Yoongi olvidó absolutamente todo lo que ocurría
a su alrededor. Todo aquel peligro que corrían se deslizó a un segundo plano,
transformándose en un asunto que podía esperar. Realmente podía esperar si se
trataba de aquel omega de adorables cabellos cayéndole por la frente, deslumbrantes
ojos miel y seductores labios escarlata.

Por supuesto que un enorme clan mafioso de la 'Ndrangheta queriéndolo asesinar por
traición no era obstáculo para detenerse a contemplar con un atisbo de
enternecimiento a la criatura que tenía frente a sus ojos, costándole trabajo asimilar
lo que este mismo acababa de decirle.

—Creía que... —Yoongi comenzó a decir, luego de salir de aquel corto lapsus de
tiempo.

—Sí, te odio y no te soporto... p-pero... y-yo... —el omega titubeó, no encontrando la


valentía ni las palabras para expresar lo que en verdad sentía—... Yoongi... yo... tú...

— ¡Cuidado!

Y el sonido de un disparo anunció el aproximo final de una vida.

*Ndrangheta es una organización criminal de Italia


Disfruten ;)
||Dos||

Dos meses antes.

Baby One More Time de Britney Spears era, sin duda alguna, el tipo de canción
perfecta que a Jimin le encantaba colocar de fondo mientras se preparaba para salir a
alguna fiesta. Tal como aquella noche.

La música se escuchaba lo suficientemente fuerte para que atravesara cada una de


aquellas viejas paredes, cuya humedad era camuflada por posters de bandas o
películas que Jimin amaba. Su habitación era muy pequeña, pero aún así él
encontraba espacio para moverse al ritmo de aquella canción sin lastimarse con algún
mueble en el intento.

Mientras bailaba con sensualidad frente un espejo de cuerpo completo, se iba


vistiendo con las prendas que había seleccionado instantes antes de ducharse.

—My loneliness is killing me —cantó a la par de la canción, sin detener los


movimientos que su cuerpo hacía ante la completa dominación de la música, al
mismo tiempo que terminaba de abrocharse aquella camisa blanca cuya tela se
transparentaba —. I must confess, i still believe...
—I still believe —su acompañante hizo el coro poniendo su voz exageradamente
aguda, lo que causó una singular risa en Jimin.

Taehyung , quien se encontraba acostado boca arriba sobre la cama del pelirubio,
también se rió para luego inclinarse con el fin de pasarle a su mejor amigo el porro
que entre su dedo pulgar e índice se situaba.

—Give me a sign —continuó cantando el pelirubio con verdadera pasión, mientras


estiraba su brazo con delicadeza y de este modo adueñarse por uno efímero instante
del porro—. Hit me, baby, one more time.

El característico olor a marihuana se extendía en el espacio, abriéndose paso en el


ambiente, sin dejar disimular el acto ilegal que aquellos adolescentes se encontraban
ejecutando. Camuflando las feromonas que ambos omegas desprendían.

Jimin le dio una pitada, mirándose al espejo, admirando cada parte de su provocativo
cuerpo. Expulsó el humo restante de su boca hacia el espejo, dándole una nueva
calada al cigarrillo de marihuana, y sin más se lo devolvió a su dueño, quien lo recibió
gustoso.

—¿Qué dirá tu daddy cuando se entere que estuviste drogándote? —preguntó Jimin
derramando cierta diversión con su tono de voz, entretanto se arreglaba sus
mechones de cabello que le caian hacia su frente mientras se veia frente al espejo—.
¿No te lo había prohibido?

El castaño rió con gracia y el humo huyó de entre sus labios.

—Oh, Jimin, tú no entiendes. Lo hago a propósito, así me castiga —expresó el aludido


con serenidad, manteniendo una grata sonrisa en su semblante y procedió a trasladar
nuevamente el cigarro a sus labios—. Tengo planeado llamarlo en la madrugada, todo
ebrio y drogado, así se enoja y va a buscarme a la fiesta para reprenderme. Oh, sí
—gimió con exageración arqueando su espalda sobre la cama, para luego echarse a
reír.

Ante eso, Jimin sólo pudo hacer no una, sino dos cosa: rodear sus ojos con
disentimiento y negar con la cabeza. Respiró hondo, haciendo a un lado la total
incomprensión ante aquel asunto. ¿Cómo podía gustarle que lo castigaran? O aún
peor, ¿cómo podía gustarle que un alfa menor que él lo dominara de aquella manera?

Cada quién con sus gustos, susurró la consciencia de Jimin, y éste decidió concordar
con la misma. Después de todo, él no era quién para juzgar a los demás. En realidad,
nadie debería ser quién para hacerlo.

A diferencia de su mejor amigo, él era un omega que le encantaba su independencia.


Amaba ser un chico libre, sin ataduras de ningún tipo, sin nada que le impidiera hacer
todo aquello que le diera la gana. Jimin no necesitaba a nadie que estuviese ahí
controlándolo, ni mucho menos a alguien que lo reprendiera por hacer lo que
quisiese.

Si bien hacía poco había cumplido su mayoría de edad, su madre sustituta era una
jodida perra que si no se encontraba estafando a gente en bares alejados de la zona,
se encontraba en albergues transitorios con hombres que ni ella conocía. Muy poco
tiempo pasaba en la pequeña y desastrosa casa que tenían, y Jimin se lo agradecía.

En algún tiempo, aquella infértil mujer había sido una beta digna de mantener bajo su
custodia a un desamparado niño. Tenía un trabajo respetable, una casa admirable y
un esposo maravilloso. Sí, tenía. Pero todo aquello sólo era un recuerdo del pasado.
Un pasado muy alejado. Un pasado que Jimin prefería no recordar.

—¿Y por qué se te ocurre rebelarte recién ahora? —indagó el omega de cabellos
rubios—. Digo, llevas semanas sin drogarte y sin venir a las fiestas.

—Es que estoy resentido con él, Jimin. Hoy Hyuk tiene una gran fiesta familiar —hizo
una pausa con el fin de darle una nueva y generosa pitada al cigarro—, sé de sobra
que jamás me habría invitado porque le avergüenza nuestra relación, pero me dolió
saber que llevará en mi reemplazo a una omega bonita para presumir y enorgullecer
a su maldita familia. Y me cansé de ser el omega sumiso que él quiere. Además no
tienes idea de cuánto extrañaba drogarme y salir contigo. La abstinencia es... uff...

—Es un idiota, Tae, ¿cuántas veces te lo he dicho?

El castaño suspiró y volvió a inclinarse distraídamente sobre la cama, acercándole lo


que quedaba del porro a su mejor amigo, pero al advertir que el menor ni siquiera se
volteaba, alzó la vista y notó que este se estaba colocando brillo labial frente al
espejo. Se inclinó un poco más y, sonriendo juguetonamente, le plantó una nalgada
con la mano disponible.

Jimin se sobresaltó y su brillo labial terminó en su mejilla.

— ¡Hay, imbécil! —exclamó el susodicho aturdido, y con cierto desespero intentó


quitarse el recorrido erróneo que hizo su labial sobre su pálida piel, mientras
escuchaba la sonora carcajada que su amigo soltaba.
— ¿Y yo cuántas veces te he dicho que a ti no te hace falta tanto arreglo para verte
deslumbrante? —Cuestionó Tae cuando al fin pudo calmar su risa, alcanzándole el
porro una vez más—. Si ya de por sí eres una completa lindura que todo alfa querría.

—Ese es el punto —señaló Jimin habiendo terminado con el asunto del labial,
volteándose para mirarlo de frente—. No quiero verme como una lindura, quiero
verme como una zorra que tiene el poder —aclaró tomando con delicadeza el cigarro,
llevándoselo a la boca con una inevitable sensualidad que habría vuelto loco a
cualquiera... A cualquiera menos al omega frente a sus ojos, quien sólo se carcajeó.

El sonido de un claxon resonó desde la distancia anunciándole a aquel par de


adolescentes que ya era hora de marcharse.

Jimin se apresuró a darse sus últimos toques, acomodándose rápidamente aquel


skinny jean negro que se encontraba agujereado en la zona de sus muslos, piernas e
inclusive en la parte baja de sus glúteos, dejando a la vista generosas fracciones de
su pálida piel. Apagó la música y tomo su pequeño bolsito donde allí llevaba todo lo
que necesitaba para sobrevivir a una gran noche.

Pero antes de irse, fue a la desastrosa cocina por un vaso de agua con el único
propósito de ingerir su pastilla anticonceptiva. Adoraba las pastillas como método de
protección, mas no los supresores. Él no tomaba supresores para disminuir su olor,
porque de ese modo atraía a sus presas.

Ambos omegas abandonaron la casa con prisa, adentrándose ahora en el vehículo que
aguardaba en frente.

— ¿Cómo les va, zorritos? —saludó Hoseok, quien era un beta, sonriendo con
diversión mientras contemplaba el modo en el que sus amigos se acomodaban.
Taehyung se situó en el asiento del acompañante, mientas que Jimin atrás.

—Muy bien, caballo, gracias —contestó el castaño con un dejo de burla en su voz,
acto seguido se inclinó hacia él, plantándole un inocente beso en la comisura de sus
labios—. Con tu permiso —añadió segundos después, quitando de uno de sus bolsillos
del pantalón un sobrecito de hierba con el fin de hacer un nuevo porro.

—No sé qué ha sido eso pero... ¡No! ¡Aquí no, Tae! —se adelantó a quejarse el de
ojos cafés, alterado, quitándole de repente aquel sobre y, sin titubear, lo arrojó por la
ventana abierta del auto.

— ¡Hobi! —exclamaron al unísono Tae y Jimin, reprendiéndolo.


—En mi auto no, queridos —estableció el pelirojo negando con la cabeza para luego
poner en marcha el vehículo al instante. Sin tener intenciones de tocar el tema de
aquel inesperado beso que recibió del omega, asunto que lo dejó medianamente
turbado.

— ¡Espera! ¡Déjame bajar! ¡Detén el auto!... ¡No!... ¡La droga! —Lloriqueó Jimin con
el rostro pegado al cristal de la ventana, viendo cómo se alejaban de aquel sobrecito
que había quedado desamparado en medio de la calle—. ¡Volveré por ti, bebé!

Y Tae sólo se limitó a reírse a carcajadas por la chistosa reacción de su amigo, sin
siquiera preocuparse, pues tenía más. Mucho más. Lo suficiente como para hacer de
aquella fiesta la mejor o, quizás, sólo quizás, la peor.

APOYEN LA ADAPTACIÓN POR FAVOR.


||Tres||

Your Love de The Outfiel era, en aquella época del año, la perfecta canción que Jimin
necesitaba escuchar para iniciar el día de la mejor manera.

Aquella canción animaba al omega cuando se despertaba, haciéndole cantar y mover


su cuerpo mientras se preparaba para salir y encontrar a su próxima cita, es decir,
algún alfa o beta que lo invitara a almorzar porque moría de hambre.

Pero ese no era el caso cuando tenía resaca. Mucho menos cuando, además de la
resaca, estaba en su celo. Algo que jamás le había ocurrido antes; algo que se
encontraba experimentado por primera vez. Resaca y celo juntos no era una buena
combinación, en lo absoluto.

Y era la cosa más horrible que le podría haber ocurrido, o al menos eso creía Jimin
mientras se retorcía de dolor sobre aquella cama, gimiendo sin poder controlarse, con
un insoportable taladro en su cabeza que lo estaba enloqueciendo de un modo
enfermizo.

Ni siquiera su música se encontraba presente como para aligerar el ambiente. Lo


único que se oía en la habitación eran sus gemidos y su adolorido lloriqueo por no
tener la atención de un alfa en aquel preciso instante. ¿Dónde mierda estaban cuando
se los necesitaba?

Cuando el omega se percató de que nadie iría a ayudarlo, se inclinó, en medio de su


contracción, sobre la cama y sólo entonces su vista acuosa distinguió un consolador
sobre la mesita de noche. Su salvación.

Colocó impaciente el dildo entre medio de dos esponjosas y níveas almohadas,


acomodándose de rodillas entre las mismas y sin hacerse de rogar más dejó caer su
trasero sobre el juguete sexual, de modo que éste ingresó en su exageradamente
humedecida entrada.

Comenzó a moverse de forma continua sobre el dildo, dándose placer así mismo,
permitiendo que todos aquellos gemidos de satisfacción huyeran de entre sus labios
sin problema. Sus ojos se mantenían cerrados, imaginando toda una escena porno en
su cabeza, mientras que sus dedos se aferraban a aquellas almohadas que eran
cómplice de su masturbación.

Cuando acabó quedó desecho. Su cuerpo entero flaqueó y cayó desfallecido sobre las
almohadas, con apenas fuerzas para respirar. Su cabeza no dejaba de doler. El
martillazo no cesaba.
Recién en aquel entonces reparó en que siempre estuvo desnudo. No era tonto. Sabía
que se ubicaba en la habitación de algún alfa o beta, pero no entendía por qué éste,
sea quien sea, no había ido a ayudarlo en persona, dejándole, en su ausencia, un
dildo.

¿Qué clase de alfa que tenía un omega desnudo y en celo a su merced no era capaz
de follarlo? Y Jimin entonces pensó, ¿por qué un alfa tendría un dildo? ¡Oh, Dios! ¿Y si
acaso estaba en la casa de otro omega? ¿Había estado con otro omega? Eso era
imposible, pero, ¿por qué no recordaba nada de la noche anterior?

Pronto su cabeza, envuelta de interrogantes que ansiaban respuestas, comenzó a


dolerle aún peor. Era como una bomba de tiempo, y sentía que en cualquier momento
explotaría. Por lo que decidió no darle importancia al asunto y, abatido por el
cansancio, se dejó caer en los brazos del sueño.

El omega se despertó por el débil murmullo de pasos rondando por la habitación.


Pasos que pretendían hacer el menor ruido posible, pasos que pretendían pasar
desapercibidos. Pero aún así, Jimin los captó, llevándose la gran sorpresa de toparse
con lo que parecía ser una sirvienta.

Él se sonrojó al advertir que aún continuaba desnudo, cubierto desprolijamente por


aquellas sábanas que contenían restos de su pasada masturbación. Su celo aún
seguía a flor de piel, lo podía sentir, pero ya no era tan agudo como hacía, tal vez,
horas antes.

La beta lo descubrió despierto y, enseguida, dejó lo que sea que estaba haciendo para
dirigirse hacia la cama. De una de las mesitas tomo uno de los tantos vasos de agua
que había allí siendo acompañada de una pastilla, y se lo extendió con amabilidad a
Jimin, a quien le tomo tiempo reaccionar y entender que eso en realidad estaba
ocurriendo.

Con dedos temblorosos aceptó el vaso y la pastilla.

- ¿E-esto para q-qué e-es? -preguntó tartamudeando el omega, con voz rasposa y
ronca, incorporándose un poco sobre la cama. La pregunta se refería a la píldora.

-Para aliviar el dolor -respondió la beta en un tono sereno-. Está allí desde muy
temprano. Alguien debió de encargarse de que la tomaras, pero, al parecer, no fue
así.

Sólo entonces bebió por completo el vaso de agua, ingiriendo en el acto la pastilla. No
sabía cuan sediento se hallaba hasta el momento en el que la supuesta sirvienta le
alcanzó otro vaso y él se lo bebió sin dejar gota alguna.

- ¿Dónde estoy? -Se animó a preguntar, puesto que ni un miserable recuerdo de la


noche anterior quería aparecer en su memoria-. ¿Quién me trajo aquí?

La beta sonrió de lado.

-El joven Min lo ha traído, está usted en su mansión.


Los ojos de Jimin se abrieron en su totalidad, llenándose de asombro por las palabras
recién dichas por aquella mujer. Su mirada recorrió la enorme y lujosa habitación,
deteniéndose en un celestial ventanal por el que se filtraba la cálida luz del atardecer.
Jimin quedó desconcertadamente maravillado cuando advirtió que a través de aquel
cristal se lograba contemplar, desde lo lejos, el mar.

En sus cortos dieciocho años de vida se había despertado en más de treinta


habitaciones diferentes con hombres con los que se había enrollado, pero jamás,
jamás, se había despertado en una tan espléndida y magnifica como aquella, siendo
atendido como si fuese lo más cercano a un huésped de hotel.

- ¿Quién es él? Es decir, no quiero sonar descortés, pero no recuerdo nada. No sé ni


cómo es que estoy aquí -explicó Jimin volviendo su mirada a la amable mujer.

-No se preocupe -sonrió con cordialidad-. En breve lo conocerá, pero primero debe
usted ducharse, vestirse y alimentarse. Enseguida le traeré ropa. El cuarto de baño se
encuentra por allí -señaló dicho sitio con su dedo índice, y sin más se alejó llevándose
con ella los vasos vacíos y una pequeña canasta.

Jimin quedó perplejo. Le costó mucho entender que aquello no era un sueño. Pero
aun así no dudó en abandonar la perfecta y confortable cama para correr al baño. Un
baño digno de una persona adinerada. Se sintió como todo un príncipe duchándose en
un sitio tan sofisticado como ese.

Y mientras se esparcía delicadamente shampoo entre sus pelirrubios cabellos, se


dedicó a imaginarse cómo era en apariencia ese tal Min.
Le intrigaba demasiado saber cómo era él, casi tanto como averiguar cómo fue que
terminó en sus manos. No entendía. De todas los alfas o betas que lo podrían haber
reclamado esa noche, y más con su inesperado celo, jamás se habría esperado que
sería uno de clase alta.

Y ahí había otra cosa que no entendía, ¿qué hacía alguien de clase alta en una
pobretona fiesta de las afueras de Busan? Porque Jimin si recordaba haber ido allí,
pero luego del cuarto porro y la quinta cerveza ya no recordaba nada en lo absoluto.

Salió de la ducha, envolviéndose en una toalla, y caminó hacia la habitación. No tardó


en descubrir que habían cambiado las sábanas y dejado bien doblado ciertas prendas
de ropa que aseguraba eran para él.

Se vistió despacio, olisqueando el riquísimo aroma que poseían aquellas prendas que
lucían nuevas y, al parecer, no tenían nada que ver con su ropa comprada a bajo
precio. Hasta inclusive le dejaron un par de zapatillas que, oh dios, eran increíbles.

Pero, ¿y en dónde estaban sus rotosas, roñosas y viejas converse? Él amaba aquel
par de zapatillas, y sin duda las quería de vuelta, al igual que el resto de su ropa y su
bolsito. Oh, no. ¡El bolsito! Allí tenía su celular, sus llaves, su identificación. Todo.

Con la preocupación atacándolo sin piedad buscó sus pertenencias por la habitación.
Siempre solía encontrar su bolsito tirado junto a su ropa en algún lugar del suelo,
pero en aquel pulcro y alfombrado piso no había nada.

-No poseo esa información, luego pregúntele al joven Min, pero primero acompáñeme
a la cocina que la comida le espera -le comunicó la sirvienta cuando el omega
preguntó por sus cosas.

Jimin la siguió sin dejar de mirar a su alrededor, admirando lo increíblemente


hermoso que era aquel lugar. Pasaron por varias puertas, muchísimas a decir verdad,
y él se preguntó en cuál debía estar el millonario tipo que no había sido capaz de
ayudarlo con su celo, dejándole un jodido dildo.

Él era un omega que detestaba masturbarse, puesto que él podía tener la atención de
cualquier alfa que él desease cuando quisiese y más en sus celos. Y sólo por esa
razón, ya lo odiaba y esperaba no volver a ver a quien quiera que fuese ese estúpido
Min.

Y habiendo pasado veinte minutos, no le importaba lo deliciosa que había estado la


comida que había sido hecha por los dioses y que moría por decirle a la cocinera si
podía llevarse las sobras para su casita porque de seguro no tendría nada que cenar,
seguía odiando a ese tal Min del cual aún no tenía ni idea de quien era.

La misma sirvienta que había estado atendiéndolo todo este tiempo, lo acompañó
hasta el despacho de a quién él odiaba sin siquiera conocer, y sólo entonces los
nervios lo dominaron.

La mujer golpeó suavecito la tallada puerta de madera, abriéndola lo justo y


necesario para asomar la cabeza y decir algo que Jimin no pudo escuchar. A
continuación, la misma se hizo a un lado, abriendo por completo la puerta, dejándole
el pase libre al rizado, quien avanzó temeroso y con cuidado.

La puerta se cerró detrás de sí, y Jimin no pudo sentirse más tímido y diminuto
cuando al fin lo vio. Inesperadamente, su corazón se aceleró, volviéndose su pulso
irregular. Su nerviosismo aumentó, y el hecho de que estuviera en celo no lo ayudó
en absolutamente nada. Su dolor parecía querer volver, y su omega rogaba por tener
el nudo de aquel alfa en su interior.

¿Iba a quedar como muy urgido si lo primero que Jimin le decía era que quería que se
lo follara en su escritorio ahora mismo? Probablemente sí, así que prefirió mantener la
boca cerrada y bajar la mirada, sintiéndose apenado por sus atrevidos pensamientos.

Jimin apenas elevó su vista con cierta ligereza cuando notó que el alfa se puso de pie,
rodeó el escritorio con pasos lentos y se recargo sobre el mismo relajadamente. El
omega ni siquiera se animaba a mirarlo a los ojos, se sentía demasiado intimidado y
avergonzado bajo su presencia.

- ¿Cuál es tu nombre? -cuestionó el alfa, y aunque su voz poseía cierta agudeza, su


tono sonaba realmente autoritario. Era el tipo de tono demandante por el que uno
haría de todo por complacer y evitarse problemas.

-J-Jimin -respondió titubeante el omega, aún con la cabeza agacha- Park Jimin.

-Bien, Jimin, tengo que decirte que tú me debes mucho. Demasiado. Tu vida
básicamente.

Sólo al escuchar aquello el más bajo fue capaz de levantar la mirada, sorprendido,
vislumbrando por primera vez aquella oscuridad deslumbrante a través de los ojos de
aquel hombre que tenía justo en frente.

-Y-yo... yo n-no sé q-qué... qué pasó.

- ¿Quieres que te refresque la memoria? -preguntó Yoongi enarcando una ceja.


Recién en aquel instante Jimin logró distinguir un cigarro encendido entre los dedos
del alfa, este se lo llevo a los labios y le dio una calada-. Rescaté tu desvanecido
cuerpo de un grupo de alfas que te habrían destrozado uno por uno. Es decir, un
omega borracho, drogado y en celo, la perfecta carnada -explicó luego de expulsar el
humo de su boca-. Y créeme, yo no soy del tipo de alfas que van por la vida salvando
a omegas.

El chico de ojos miel tragó en seco, encogiéndose sobre sí mismo mientras asimilaba
las palabras de aquel castaño que emanaba un cautivador aroma que enloquecía a su
omega.

Nunca le había ocurrido eso antes, entrar en celo en plena fiesta, y él jamás habría
asistido de haber sabido que se le adelantaría de aquella forma.

- ¿Por qué me has salvado entonces? -indagó el menor en un murmuro apenas


audible, mordisqueándose el labio inferior con cierto nerviosismo.

-Por mi primo -el alfa le otorgó otra calada más al cigarrillo, expulsando el humo
hacia un costado-. Tu amigo estaba herido, él necesitaba ir a un hospital, pero estaba
desesperado por ti y no quería irse hasta que alguien te pusiera a salvo. Jungkook
recién se lo pudo llevar cuando me hizo prometerle que yo iría por ti...

-Espera, ¿qué dices? ¿Tae está bien? ¿Qué le ocurrió? ¿En qué hospital está? Yo... y-
yo n-necesito...

-Tranquilo, él está bien -lo cortó de repente-. De hecho, esta aquí, en su habitación,
descansando.

-Oh, gracias al cielo -expresó el omega aliviado, sintiendo como su cuerpo entero se
relajaba ante eso-. Yo t-tengo que ir a v-verlo.

-Sí, pero, te recuerdo que tienes una deuda que pagarme -comentó Yoongi con
seriedad apagando el cigarrillo en un cenicero-. Bueno, en realidad, una parte se lo
debes a tu amigo, pero otra muy grande a mí porque yo simplemente podría haberme
marchado, sin la estúpida necesidad de haber desperdiciado balas por ti.

Y de pronto, el temor se adueñó de cada rincón del interior del omega, inundándolo
de un inevitable desconcierto. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, luego de que
el pensamiento de que podría estar frente a un asesino pasara por su mente.

Yoongi pudo olfatear el miedo que el menor había comenzado a tenerle a gran escala.

-No he asesinado a nadie si eso es lo que te preguntas -al menos no esa noche,
habría querido agregar, pero su intención no era que le tuviera miedo. Al menos no
ese tipo de miedo-. Solo he disparado para espantarlos.

Jimin asintió despacio, bajando la mirada con el temor atenuado.

-Y-yo... no sé c-cómo pagarle -comenzó a decir el omega en un tono de voz bajito-,


no t-tengo dinero.

El alfa rio con gracia, cruzando sus brazos sobre su pecho, aun manteniendo su
cadera recargada sobre el escritorio.
- ¿Acaso crees que necesito más dinero? -la pregunta retórica hizo dar cuenta de lo
estúpida que había sido la respuesta de Jimin, quien solo se dio una cachetada
mentalmente.

-Entonces... ¿cómo se lo puedo pagar?

-Siendo mi sumiso sugar baby.

La enorme sorpresa que recibió el omega se reflejó con mucha facilidad en sus ojos
que casi pretendían salirse de sus órbitas. Luego de eso, soltó una risa llena de
diversión.

-No hablas en serio -estableció Jimin ansiando que aquello solo fuese una broma.

-Sí, hablo muy en serio -concluyó el alfa de ojos negros azabaches manteniendo una
expresión solemne, haciendo que todo rastro de diversión abandonara el rostro del
omega.

-No, yo no soy sumiso. Jamás lo seré -aseguró este disgustado, cruzándose de


brazos, recargando todo su peso sobre una pierna.

Por primera vez en el día, hablaba sin el miedo atascado en borde de su garganta, sin
ningún tipo de arrepentimiento, ni mucho menos intimidación. Por primera vez, desde
que había entrado en aquel despampanante despacho, se atrevió a mirarlo con una
expresión desafiante, enviando toda aquella timidez a un segundo plano.

- ¿No? -quiso corroborar Yoongi su respuesta, examinándolo con una ceja enarcada y
la mandíbula tensa.

-No.

-Entonces, quítate la ropa que no te pertenece y lárgate de mi propiedad de


inmediato -espeto de repente, frunciendo el ceño, mirándolo con verdadero enojo.

-Pero... ¿y mi ropa? ¿Mis cosas? -preguntó Jimin con un hilo de voz, sin evitar volver
a sentirse intimidado por el mayor.

-Tu ropa estaba totalmente destrozada y contigo no cargabas ninguna pertenencia -


contestó bruscamente, sin un atisbo de amabilidad, y a continuación regresó a su
asiento frente al escritorio-. Quítate todo y vete. Ya. Tienes tres segundos para
desaparecer de mi vista. Uno...
- ¿C-cómo que n-no...? Pero, mi celular... mis cosas -su voz se quebró de repente y
su mirada se cristalizó. No, no, no, no. No podía ser posible. En su bolsito estaba su
vida entera.

-Dos...

-Ni siquiera sé dónde estoy... y no sé cómo regresar... y Tae... -las lágrimas ya


habían comenzado a brotar de sus ojos, siendo una clara muestra de todo aquel dolor
que le estaba produciendo la horrible situación.

-No es mi problema -expresó el alfa con seques, sin siquiera tener un mínimo rastro
de compasión-. Pero, en cambio, si aceptaras ser mío, sí sería mi problema. Uno que
resolvería muy fácilmente obsequiándote la ropa, dejando que te quedases y veas a
tu amigo, comprándote un celular nuevo y dándote todo aquello que más desees.
Queda en tus manos.

Un capítulo nuevo :)
||Cuatro||

Ahora si viene lo chido xdxd

— ¿Me golpearás? —preguntó el menor con la voz temblorosa y un rastro visible de


preocupación reflejado en sus facciones. La simple idea de ser golpeado de un modo
violento por aquel alfa le aterraba.

No sabía qué hacer. No sabía que decidir. El pelinegro lo había puesto en una
situación lo suficientemente complicada como para pensar dos veces el asunto de ser
su jodido sugar baby, su jodido omega sumiso.

Él no deseaba ser dominado por nadie. Él no pretendía ser controlado por nadie. Él no
quería ser castigado por nadie. Él sólo quería irse abrazando su libertad. Pero si se iba
de la mano de su independencia, se iría desnudo, sin celular, en celo y, para
empeorarlo todo, sin siquiera poder ver a su mejor amigo. ¿Valía la pena?

—Los únicos golpes que recibirás de mi parte serán unas buenas nalgadas en pleno
acto sexual y, créeme, te gustarán tanto que me rogarás por más —le comunicó el
alfa con la seguridad estampada en su oscura y azabache mirada que no dejaba de
intimidarlo.
Jimin se imaginó aquella deleitable escena y, sin siquiera poder contenerlo, un leve
gemido se escapó de entre sus labios, provocando que algo comenzara a encenderse
en el interior del alfa.

El omega se encontraba a escasos centímetros de perder el control. El singular dolor


que el celo producía había regresado, iniciando un tortuoso recorrido por todo su
cuerpo, por el cual se propagaba aquel malestar. El fuerte aroma de sus feromonas
llenaba el ambiente, adentrándose con facilidad por las fosas nasales de Yoongi.

Ciertamente, Jimin no se encontraba en condiciones de tomar una decisión. Pero,


¿acaso tenía alguna otra alternativa? ¿Acaso irse desnudo con sus feromonas
alborotadas era lo más indicado?

— ¿Qué p-pasará s-si... s-si no c-cumplo con lo q-que me p-pidas? —cuestionó el


omega entrecortadamente, teniendo la respiración bastante irregular, encontrándose
a punto de retorcerse allí mismo.

—Te castigaré —anunció Yoongi relamiéndose los labios, haciendo su mayor esfuerzo
por conservar la tranquilidad. Algo realmente difícil teniendo en cuenta lo cautivante y
atrayente que era el intenso olor que el menor emanaba—. Pero no con golpes. En
este asunto, no suelo utilizar ese tipo de violencia física como método de sanción.

— ¿C-Cómo castigas? —consultó el menor utilizando sus últimas fuerzas para


mantenerse en una postura adecuada.

Sin embargo, su cuello ya había abandonado su dominio, ladeándose con sensualidad


de un lado hacia al otro en contra de su voluntad. De su boca pretendían salir
gemidos descontrolados, algunos eran acallados, más otros liberados en su máximo
esplendor.

—Pórtate mal y averígualo —expresó el alfa admirando el gran espectáculo que le


estaba ofreciendo Jimin. Sabía que no lo hacía a propósito, pero, mierda, se veía tan
deseable que su alfa gruñía de desespero por hacerlo suyo ahora mismo—. Esta no es
una circunstancia adecuada para tomar una decisión. Vete a la habitación,
mastúrbate, descansa y mañana hablamos.

—N-no... —musito Jimin, agitado, arqueándose levemente—... y-yo odio


masturbarme... —tragó en seco, dejando salir otro gemido—. Te quiero a ti, d-daddy.

Jimin estaba seguro de que, en cuanto su celo terminara, se golpearía la cabeza


contra la pared por haber sido capaz de mencionar aquella insólita palabra que ahora
mismo había provocado un huracán dentro del alfa. Un huracán que ya no podía ser
controlado.

El lado racional de Yoongi se vio totalmente opacado por el lado instintivo, por su lado
animal, y ahora lo único que más deseaba era tener el trasero de aquel bonito omega
rebotando justo encima de su miembro erecto.

—Quítate la ropa —le ordenó éste con tenacidad. Sus ojos negros se habían tornado
más oscuros por el creciente deseo que florecía sin filtro.

El omega obedeció sin replicar, comenzando a desnudarse de inmediato. Se despojó


de las prendas con muchísima torpeza, costándole más tiempo del que esperaba.

Yoongi se levantó de su cómodo asiento y, de un solo movimiento, arrojó todo el


contenido de su escritorio al suelo, creando un sonoro ruido que ignoró por completo.

—Sube —exigió posando un dedo sobre la madera de aquel sofisticado mueble.

Completamente desnudo, Jimin se tambaleo hasta el escritorio gimoteando y se subió


al mismo gateando, haciéndolo con la sutileza y la sensualidad que todo minino
tendría.

Sin siquiera tener la orden, se dirigió directo a la entrepierna del alfa. Se arrodilló
frente a él, dejando caer su trasero entre medio de sus piernas y, con desespero,
comenzó a desabrocharle el cinturón, toqueteando su dura erección. Yoongi lo miraba
atento manteniendo el ceño fruncido, sin oponerse a las acciones que desarrollaba el
omega sin su permiso.

Él sabía que si hubiera sido cualquier otro de sus pasados omegas lo habría
reprendido sólo por eso, privándolo de tener sexo con él, dejándolo sufrir su celo sin
siquiera darle un dildo. Pero no podía hacerle eso a Jimin, no cuando ni siquiera
habían tenido una charla decente en dónde aclararan la relación de sumiso-
dominante, no cuando ni siquiera estaba seguro de que el omega, luego de su celo,
continuara aceptando ser suyo.

Jimin había logrado desabrocharle el pantalón, el cual lo deslizó hacia abajo y ahora
se ubicaba entre los tobillos del alfa. Segundos después, el bóxer terminó en aquel
mismo sitio. Una de las manos del omega comenzó a acariciar el bien dotado
miembro del alfa, creando una fricción que obligaba al susodicho a soltar ciertos
gruñidos de satisfacción.
Pronto su rostro descendió hasta alcanzar el pene del alfa, estirando sus piernas un
poco más para atrás, colocándose en una mejor posición sobre el escritorio. Su
trasero quedó totalmente levantado y expuesto, mientras en su boca se sumergía el
exquisito miembro de aquel sujeto que había comenzado a acariciar su desnudo
cuerpo.

Yoongi condujo una de sus manos por la espalda del menor, siguiendo el recorrido de
su espina dorsal, generando un plácido estremecimiento en el omega, hasta llegar a
su trasero. Apretó una de sus nalgas con devoción, mientras se extasiaba de la
increíble sensación que le hacía sentir Jimin con aquella mamada. No tardó mucho
tiempo en introducir dos de sus dedos en la empapada entrada del omega,
obteniendo como respuesta un glorioso gemido de parte del aludido.

Y el alfa se dio cuenta de que allí entraba mucho más que sus dos dedos, así que,
aliviado de no tener que hacer una maldita preparación para no lastimarlo, le ordenó
a Jimin que se diera vuelta y se acostara boca arriba sobre el escritorio. Este, una vez
más, obedeció sin rechistar. Recargó su espalda contra la madera, sintiendo un
escalofrío por la frialdad de esta. Sus piernas ya se hallaban abiertas frente a Yoongi,
dejando a la vista su zona íntima sin inhibición alguna.

Y mientras él se retorcía impaciente, jadeando sin ningún tipo de control, implorando


con cada célula de su ser que lo penetrara, Yoongi empezó a dudar. Los omegas en
celo son extremadamente fértiles.

—Esto ha sido demasiado precipitado —admitió el aludido respirando con dificultad,


luego de analizar la situación—. No quiero que acabes emb...

—Oh, mierda, tomo pastillas. ¡Hazlo ya! —demandó el omega arqueando su espalda,
desesperado por ser follado.

El alfa elevó una ceja. Ya habrían sido dos castigos los que le hubieran tocado, tal vez
tres por haber insultado. Pero, ¿qué más da? Sin un rastro de dulzura, lo embistió de
golpe, sujetándolo de las caderas con el fin de mantenerlo firme y se quedó allí, sin
salir del interior del menor que había recibido la abrupta visita con gusto. Se inclinó
sobre el cuerpo del mismo, hasta alcanzar el rostro del pelirubio.

—Las órdenes las doy yo, no tú —espeto sobre su oído con autoridad y solo entonces
su miembro salió y volvió a ingresar con la misma brutalidad, generando miles de
espasmo en cuerpo del otro—. Y será mejor que cuides tu vocabulario.
A partir de ahí, los movimientos de cadera de Yoongi se hicieron más continuos y
veloces. Las estocadas que el alfa le otorgaba no hacían más que trasladar al omega
el mismísimo paraíso. Lo estaba disfrutando como nunca antes y, sin duda, no quería
que parara, no cuando el alfa le estaba haciendo ver las constelaciones enteras.

Los sublimes gemidos que Jimin emitía comenzaban a transformarse en el nuevo


sonido favorito de Yoongi, en la nueva melodía que ansiaba escuchar hasta no poder
más. Sus gemidos iban a ser su nueva adicción. O quizás, sólo quizás, no era los
gemidos lo que lo harían adicto, sino quien los difundía.

La habitación entera ya había sido poblada de la intensidad de aquellas feromonas


que ambos se encontraban desprendiendo, y sin embargo, quien ganaba la batalla
era el omega. Su impenetrable aroma arrasaba al de Yoongi, sumergiéndolo a él
dentro de su esencia.

Jimin se encontraba al límite de la locura. El goce que le producía las duras


embestidas del alfa lo enloquecía de un modo inexorable. El omega se encontraba
viviendo el punto más alto de placer, estando a escasos centímetros de alcanzar el
clímax. Un último y glorioso gemido se escabulló de entre sus labios cuando, al fin, su
orgasmo se presentó.

Yoongi gruñó con deleite cuando percibió el interior del omega contraerse,
aprisionando su miembro entre sus paredes. No bastó más que un par de estocadas
más para que su nudo se hinchara dentro de Jimin, quedando totalmente atrapado en
su interior.

Y sólo entonces, el chico pudo sentirse pleno y dichoso. Era como si nada más
pudiese faltarle, como si ya hubiese cumplido su propósito de vida. Ya lo tenía todo, a
excepción de una cosa. Nada más le faltaba algo para morirse en paz, su mordida.

El alfa se tomó unos cortos segundos para recuperar un poco de toda aquella energía
que había despedido en el reciente acto sexual. Luego de eso, sujeto a Jimin de sus
glúteos, obligándolo a levantarse de su escritorio. El omega jadeo débilmente ante la
punzada que aquello provocó en su interior y, con la escasa fuerza que le quedaba, se
aferró a la camisa del pelinegro. Este había conseguido sentarse en su confortable
asiento de cuero, buscando acomodar al omega lo mejor posible sobre su cuerpo
hasta que pudieran separarse.

Cuando Jimin encontró la posición correcta en la que colocar sus piernas para estar
cómodo, se derrumbó sobre el pecho del alfa, ocultando su rostro en el hueco que
formaba su cuello. Al instante, percibió los brazos del aludido rodearle la espalda de
un modo suave y protector.
Yoongi lo sintió ronronear y, ante aquello, su alfa sólo podía pensar en arrullarlo hasta
que se durmiera entre sus brazos. Patético, pensó, por su parte él. No podía creer lo
bajo que había caído su lado animal. No soportaba tener esa clase de reacciones, no
era común en él y lo odiaba.

Pero, al parecer, aquello no fue obstáculo para que Yoongi complaciera a su alfa,
permitiéndose arrullarlo con la delicadeza y la suavidad que todo alfa utilizaría con su
omega. Pero Jimin no era su omega, y jamás lo sería.
||Cinco||

Volvi puerks

Cuando al fin les fue posible separarse, Yoongi lo obligó a bajarse de su regazo, sin
importarle cuan adormecido y a gusto se encontraba el omega sobre su cuerpo. Jimin
se tambaleo cuando sus pies tocaron el suelo, su visión estaba algo borrosa y su
sistema de deducción parecía no querer reaccionar. No entendía nada de lo que a su
alrededor ocurría.

Él sólo deseaba volverse a dormir aspirando aquel sutil aroma tan cautivante y
placentero, escuchando ligeramente aquellos pacíficos latidos del corazón, percibiendo
aquellas tibias caricias en su espalda que no hacía otra cosa más que producirle una
enorme relajación. Quería eso. Pero, al parecer, se había acabado, y ahora unas
manos ajenas lo vestían.

Jimin parpadeó seguidamente en un vago intento de abandonar aquel estado de


somnolencia en el que se ubicaba. Se talló los ojos despacio cuando su cuerpo fue
elevado con cuidado hasta el escritorio. De entre sus labios huyó un quejido
indetenible al instante en el que sus glúteos colisionaron contra la madera del
mueble. El dolor fue instantáneo y agudo, como un profundo pinchazo atravesándolo.
No recordaba cuándo había sido lo última vez que, por culpa de un encuentro sexual,
le doliera de tal manera sentarse.

Intentó enfocar su vista en aquel hombre que pretendía colocarle el jean y aspiro con
fuerza para olfatearlo. Una sonrisa se formó en la comisura de sus labios al advertir
que el alfa se encontraba regado de su olor, siendo apenas percibido el propio. Jimin
lo contempló con admiración, dándose cuenta que cada una de sus facciones sólo
reflejaba lo hermoso que era.

Sin embargo, su cálida sonrisa se desvaneció y aquel singular brillo en sus orbes la
acompañó en su partida en cuanto el omega evocó los recientes recuerdos que su
memoria pareció haber olvidado por un efímero momento.

—Quiero ver a Tae —murmuró, su voz sonó mucho más débil de lo que se esperaba.

El alfa lo obligó a ponerse de pie, de modo que se le facilitara el hecho de terminar de


subirle el pantalón. Luego de eso, lo alzó entre sus brazos y el omega, vencido por el
cansancio, no tuvo más alternativa que aferrarse a sus hombros y enlazar sus piernas
en la cintura del otro.

—Necesito ver a Tae —insistió al mismo tiempo en que reposaba con delicadez su
rostro sobre la zona de la clavícula del alfa, absorbiendo el ápice de su aroma que no
se dejaba opacar por el suyo.

—Tienes que descansar —replicó el pelinegro, abandonando aquel despacho.

—No... quiero verlo —musito en medio de un bostezo y sus párpados rebeldes se


cerraron sin permiso. Ya casi había olvidado lo bien que se sentía que un alfa lo
cargara.

—Dormirás, estás cansado —demandó el alfa.

— ¿Dormirás conmigo? —quiso saber ya habiendo ingresado en un casi completo


estado de adormecimiento.

—No, tengo trabajo que hacer —declaró con su ya habitual tono de voz brusco.

—Cuando termines, ¿vendrás a dormir conmigo? —murmuró el omega al sentir el


modo suave y delicado en el que era depositado sobre la sedosa tela de algún
cubrecama.
—No, dormiré en mi habitación. Cuando tu celo acabe hablaremos.

—Quédate —musito despacio, luego de ser arropado por el alfa, pero al notar que
este comenzaba a alejarse lo tomo del antebrazo, impidiendo que se marchara.

—He dicho que no —vociferó de repente, dándole un respingo. Jimin lo soltó de


inmediato, encogiéndose sobre sí mismo, espantado.

—Tú... t-tú has d-dicho que si aceptaba s-ser tuyo me d-darías todo lo que yo d-
desee —tartamudeó el omega haciendo su mayor esfuerzo por no soltar aquellas
lágrimas que sin permiso asomaban por sus ojos—. ¿Acaso es mucho pedir que te
quedes un ratito conmigo hasta que me duerma?

Yoongi lo miró con atención e inhaló profundo, analizando sus palabras. Tenía razón,
pero quién le garantizaba que él continuaría siendo suyo después de su celo. Yoongi
no quería perder tiempo en un omega que no estaba seguro de su decisión. No estaba
dispuesto a seguir desperdiciando horas de trabajo en él, así que, sin siquiera
importarle que el omega deseara su compañía, se volteó directo hacia la puerta con el
único propósito de salir de allí.

Sin embargo, una gran batalla se originó en su interior por culpa de su alfa, quien
aullaba desesperado por volver a arrullar a aquel ser que ahora sollozaba contra una
almohada. Yoongi gruño, frustrado y soltó el pomo de la puerta, el cual lo había
estado sujetando con fuerza mientras combatía consigo mismo por ver quién ganaba
la pelea.

Y no podía creer lo que estaba haciendo, no podía creer que sus piernas se
encontraban moviéndose hacia la cama, no podía creer que estaba permitiendo que
su alfa ganara. Yoongi se quitó el calzado y se aflojó la corbata, deshaciéndose de su
camisa. Respiró hondo, odiándose un poco más, y se metió en la cama, acostándose
a un lado de Jimin.

— ¿Feliz? Ahora deja de llorar —le ordenó impaciente, notando la mirada acuosa y
sorprendida del omega.

Jimin se limpió las lágrimas con el dorso de su mano derecha, sorbiéndose los mocos
mientras su cuerpo recibía leves espasmos debido al llanto. Con cuidado se deslizó
bajo las sábanas hasta alcanzar el cuerpo del alfa y, tímidamente, se acomodó sobre
su pecho, esperando que éste no se enojara por eso.

—Gracias —susurró cerrando sus ojos, volviendo a olisquear aquel aroma tan sutil de
ese precioso alfa, el mismo que ahora se encontraba reanudando sus ligeras caricias.
— ¿Acaso lo estás dudando? ¡Tienes que aceptar! —exclamó el omega pelicastaño
entusiasmado, quien se encontraba recostado en su cama, teniendo su brazo
izquierdo vendado—. ¡Aquí te espera una vida llena de lujos! ¡... y de sexo!

Jimin torció el gesto, inconforme, preocupado, ligeramente asustado. Había pasado


un día entero encerrado en su supuesta habitación encargándose de su celo sin la
ayuda de nadie, mientras pensaba una y otra vez en qué debía hacer. Y aún, en su
tercer y último día de celo, seguía indeciso.

— ¿Y qué sucederá con las fiestas, con la droga, el alcohol...? Yo no quiero nada de
esto, TaeTae, no me gusta, quiero irme. Necesito irme —mencionó aquello último con
su rostro decaído y su mirada triste—, pero también necesito un celular y dinero y
joder. Odio esto. Ni siquiera las llaves de mi casa tengo y no sabría dónde quedarme,
porque sabes que Wendy nunca está y si fuerzo una ventana la romperé y no habrá
dinero para repararla y moriré de frío y... y...

—Deja de hacerte drama, Jimin. Quédate aquí y verás que no es tan malo, además
estaremos juntos —Tae esbozó una gran sonrisa, digna de ser admirada—. Y te lo
aseguro, encontraremos la forma de salir y drogarnos —susurró, guiñándole un ojo
con picardía.

Aquello animó un poco más al omega, aunque allí seguía, instalado en su estómago,
aquel cúmulo de miedo que por momentos sentía.

—Escucha, Jimin, yo sé que te será difícil, pero tómalo como un juego. Piensa que si
juegas bien tendrás tus recompensas. Y las reglas son simples, sólo finge sumisión y
complácelo.

— ¡Pero no quiero! —Protestó éste haciendo un mohín, cruzándose de brazos—.


Detesto que me dominen. Además si hago una mala jugada me castigará y ni siquiera
entiendo que clases de castigos serán.

— ¡Deja de preocuparte! Será temporal, cuando menos te des cuenta se cansará de


ti, como se cansan de todos, y te dejará libre. Por eso hay que aprovechar los lujos
mientras duren, y dime, ¿cuándo volverás a tener una oportunidad como ésta?

—Si lo hago enojar seguido, ¿tú crees que se cansará más rápido de mí? —preguntó
Jimin analizando sus posibilidades.

Escuchó a su mejor amigo respirar hondo. Lo miró. Taehyung había adquirido una
expresión medianamente decepcionada, la cual no entendió muy bien el por qué.

—Haz lo que quieras, Jimin —dijo con simpleza intentando demostrar que en verdad
no le importaba, pero sus ojos delataban lo que sentía su alma—. Tu olor, aún estás
en celo, vete antes de que llegue Jungkook.

—Puedo controlarme —replicó, extrañado ante aquel repentino cambio de actitud que
había tenido Tae.
—Sí, pero él no. Vete.

La confusión que experimentó Jimin fue suficiente para entender que había hecho
algo mal. Pero no sabía qué. No comprendía la razón del súbito enojo. ¿Acaso estaba
mal que él quisiera largarse de allí? Ese no era su lugar y Tae lo sabía. Así que se
levantó, y sin un rastro de arrepentimiento, abandonó la habitación.

Caminó con seguridad por los pasillos de aquella gloriosa mansión, como si se tratase
de su propia casa, pero ni siquiera sabía hacía dónde se dirigía. Sólo caminaba, sin
miedo a lo que pudiese encontrar. Hasta que, de pronto, reconoció una de las tantas
singulares puertas talladas finamente. Era el despacho del alfa del que ansiaba
escapar.

Decidió juntar valentía, y por puro impulso golpeó la puerta, esperando que él se
encontrara allí. Aguardó paciente por un efímero instante, pero al no recibir respuesta
pensó en irse. Y estaba a punto de hacerlo, más un apenas audible "adelante" lo hizo
detener. Trago en seco y abrió la puerta despacio, echando apenas una leve miradita
hacia el interior.

El nerviosismo renació en su interior cuando advirtió que habían dos sujetos más
acompañando al alfa de ojos negros. Uno estaba de pie junto a una ventana, el cual
parecía ser muchísimo mayor a los dos restantes, mientras que el otro, sentado en
uno de los sofisticados sofás color ciruela, lucía de la misma edad que el alfa al que él
buscaba cuyo nombre desconocía.

—... é per questo che te l'ho detto —mencionó el hombre mayor, antes de que él
pudiese disculparse por entrometerse y marcharse abochornado—. Non importa.
Parleremos più tardi di questo. A domani.

Y sin más, aquel alfa de, al parecer, procedencia italiana camino hacia la salida y
atravesó la puerta, sin siquiera haberle dirigido una mirada al omega que aguardaba
espantado lo que sea que le esperase.

—Jungkook —dijo el de ojos Negros, indicándole con un gesto de la cabeza que se


marchara.

El aludido dejó escapar un suspiro y se levantó del sofá.

—Arrivederci —se despidió Junkook, encaminándose a la salida—. Todo tuyo —añadió


dirigiéndose a Jimin, provocando que un inevitable rubor se presentara en el rostro de
éste.

No bastó ni un segundo más para que se quedaran solos. El alfa de cautivador aroma
lo observaba expectante desde su puesto frente al escritorio. Aquel escritorio en el
cual había sido follado brutal y exquisitamente por el alfa Min hacía dos días atrás. Y
Jimin no pudo eludir un ligero estremecimiento ante aquel excitante recuerdo que, sin
una pizca de duda, su omega quería volver a vivir. Oh, mierda, no tenía por qué estar
pensando en eso.
—Lo siento por...

— ¿A qué has venido?

—Yo... he tomado una decisión —comunicó tratando de mantenerse al margen de la


situación. No quería perder el control bajo su presencia. No de nuevo. Debía
mantenerse firme y no dejarse encandilar por su belleza.

—Te escucho.

—Quiero irme —soltó sin más, temblando por dentro, pretendiendo lucir seguro de sí
mismo.

El alfa elevó una ceja, poniéndose de pie.


— ¿Seguro que eso es lo que quieres? —interrogo mientras se acercaba a él.

Jimin asintió, percibiendo a la perfección el modo acelerado en el que había


comenzados latir su corazón. Su pulso aumentaba a medida que Yoongi se le
acercaba. El nerviosismo ya debía notársele a grandes rasgos.

— ¿Por qué te quieres ir? —indagó con incredulidad. Su tono de voz no era el mismo
que el de la vez pasada. Ahora no hablaba con brusquedad, sino más bien con calma.
Su tono era sereno, pacífico, casi amoroso. Y eso no hacía más que seducirlo de una
manera inexplicable.

—Porque y-yo... no soy s-sumiso —respondió Jimin completamente cautivado por


aquellos ojos negros que lo hipnotizaban. La cercanía entre ellos lo estaba
enloqueciendo. Su aroma lo atontaba demasiado.

Sintió las manos del él posarse en su cintura, atrayéndolo más hacia su cuerpo. La
respiración se le entrecorto cuando el alfa hundió su nariz en su cuello, aspirando de
su propia esencia con deleite.

—Si no lo eres, ¿por qué no haces nada para apartarme? —murmuró la pregunta
cerca de su oído, generando un estremecimiento en el omega, quien se encontraba a
escasos pasos de romper en jadeos por su culpa.

—Y-yo... —y no pudo continuar debido a un inesperado gemido que se escapó de su


boca. Yoongi había descendido una de sus manos, apretándole una de sus nalgas con
atrevimiento.

— ¿De verdad quieres irte, Jimin? ¿De verdad quieres perderte de esto? —Ahora sus
dos manos acunaban el trasero del omega, el cual ya había empezado a humedecerse
debido al creciente deseo—. Sé mío, bebé, y tendrás todo lo que desees.

Los labios del alfa se instalaron en su cuello, besando la delicada piel de aquella zona.
Jimin ladeó su cabeza por puro reflejo, otorgándole un mejor acceso. Gemidos
descontrolados abandonaban su boca, mientras recibía leves descargas recorriéndole
el cuerpo entero.

—Dime, Jimin, ¿de verdad te quieres ir?

—N-no...

— ¿Qué quieres entonces?


—A ti te quiero.

— ¿Cómo me quieres?

—Dentro de mí.

Yoongi sonrió victorioso.

—Para eso debes ser mío, mi sumiso omega —le informó él, viendo como éste se
estremecía entre sus brazos—. Acepta y me tendrás follándote contra la pared ahora
mismo.

—S-sí... sí —Jimin gimoteo la respuesta, a punto de desbordarse de excitación. Ni


siquiera lo había pensado. Yoongi ya lo tenía dominado.

—A partir de ahora dime daddy —exigió el alfa, empujándolo hacia la pared más
cercana. Sus manos ya se habían infiltrado por debajo de su camiseta, acariciándolo
con impaciencia mientras sus labios besaban su cuello.

—Es-está bien —contestó el omega disfrutando de cada roce, dejándose desnudar por
las ágiles manos de Yoongi.

—Está bien, ¿qué? —gruño.

—Esta b-bien, daddy.


||Seis||

Si puedo, mas tarde subire otro uwu

Jimin gemía con intensidad mientras cegado por la lujuria, completamente embobado
por la dulzura de sus caricias extendiéndose por la desnudez de su cuerpo,
absolutamente dominado por calidez de su aliento colisionando con la piel de su
cuello.

Pero él quería más, mucho más. Quería embriagarse de su aroma, quería enloquecer
con sus estocadas, quería propagar la ardiente llama de deseo que se había originado
en su interior.

Jimin intento tocarlo. Ansiaba producirle al alfa el mismo placer que éste le estaba
dando, pero un gruñido gutural lo obligó a detener sus manos poco antes de llegar a
su destino.

—Por f-favor... déjame... —balbuceo, impaciente, jadeante, sintiendo el exquisito


modo en el que el alfa lo aprisionaba cada vez más contra la frialdad de aquella
pared.

—Quieto —espetó con su voz de alfa, haciendo que el omega perdiera las ganas de
acariciarlo por puro temor.

De a poco, Yoongi comenzó a descender con sus labios por el pecho del rizado
dejando, en su paso, un recorrido de marcas que demostraran a quién pertenecía ese
cuerpo. Bajo hasta su abdomen y, colocándose de rodillas frente al omega, comenzó
a mordisquearle el apenas remarcado hueso de su cadera. Jimin gimió, complacido,
recostando su cabeza contra la pared. Sus ojos se mantenían cerrados, mientras sus
rebeldes manos pretendieron ir hacía el cabello del alfa con el fin de acariciarlo.

Un nuevo gruñido lo espantó y sus manos retrocedieron velozmente, recordando que


debía quedarse quieto. Y sólo entonces cayó en la cuenta de lo que estaba
ocurriendo, advirtiendo que se encontraba comportándose como un patético sumiso.
Su ceño se frunció. Estaba realmente enojado consigo mismo. Miró hacia abajo,
contemplando al alfa haciendo su trabajo, y sin miedo, enterró sus dedos entre los
mechones castaños de su cabello.

Yoongi reaccionó de inmediato, apartando la mano de Jimin con violencia,


colocándose de pie de un segundo a otro. La furia ya se escabullía de sus poros junto
a sus feromonas. Su mirada severa se clavó en los ojos del omega, demostrándole
con su semblante enojado lo mal que había hecho.

—Te he dicho que no soy sumiso —mencionó Jimin encogiéndose bajo la mirada
amenazante del otro.

—Lo serás —concluyó Yoongi con convicción, todavía molesto por su desobediencia.

De pronto, volteó a Jimin brutalmente para que este quedase de frente a la pared. Le
quitó el jean de un tirón, desgarrando por completo la tela del mismo. Repitió la
acción con la ropa interior, dejando el trasero del omega completamente expuesto
ante él. Le apretó una nalga con fuerza, para luego, sin previo aviso, ingresar tres de
sus dedos a su humedecida entrada.

Jimin dio un respingo contra la pared, jadeando, mientras sus manos se plantaban en
la misma como si intentase sostenerse de alguna forma. Su pecho se encontraba
pegado al muro, pero su cadera estaba inclinada hacia atrás, siendo sujetada por una
de las manos del alfa.

—Aprenderás a ser un buen sumiso —aseguro el mayor, moviendo los dedos con
rapidez dentro del omega, satisfaciéndose con los calientes gemidos de este—. Lo
harás por mí, ¿o no, bebé? —Al no recibir una respuesta inmediata, añadió un cuarto
dedo de golpe, introduciéndolos bien hasta el fondo—. ¿O no?

—S-sí —gimió, olvidándose de que a él no le gustaba que lo dominaran.

—Sí, ¿qué?

—Sí, daddy, aprenderé.

—Buen chico —dijo, complacido y continuó moviendo sus dedos con la agilidad y
rapidez necesaria para que el omega chillara de puro placer, rogándole que no se
detuviera. Y cuando supo que estaba a punto de llegar, retiró sus dedos, sin dejarle
acabar.

—No, no, sigue, p-por favor —suplicó el omega desesperado ante la ausencia de
contacto—. Por favor, d-daddy —lloriqueo frustrado, moviendo su trasero necesitado.

— ¿Qué quieres, bebé? —preguntó Yoongi, sonriendo maliciosamente.

—Tus dedos... aquí —una de sus manos abandonó la pared con el propósito de
señalarse el trasero.

—Pero te has portado mal, ¿crees que te lo mereces? —el seductor tono de voz con el
que hablaba el alfa no hacía más que enloquecer al omega desesperado.

—Me portaré mejor —dijo, buscando convencerlo.

— ¿Qué harás para portarte mejor?

Yoongi empezó a desabrocharse el cinturón en silencio, procurando que el omega no


escuchara sonido alguno que delatara sus próximas acciones.

—Haré lo que quieras. Te obedeceré —gimió aquello como último recurso para que
volviera a estimularlo.

—Muy bien, bebé, tienes que obedecerme. Siempre. Pero aun así, no tendrás mis
dedos de vuelta.

—Oh, mierda, por favor.

Yoongi frunció el ceño.

— ¿Qué he dicho sobre tu vocabulario? —reprendió palmeándole el trasero.


Jimin se sobresaltó, gruñendo levemente.

—De la forma más educada que me es posible, ¿podría usted, celestial alfa, utilizar
sus gloriosos dedos para encargarse de enterrarlos en el bonito agujero de mi
trasero?

El alfa no consiguió evitar soltar una risa ante aquello, pues de verdad le había
causado gracia. Y no fue sino hasta varios segundos después que se dio cuenta que
era la primera vez que uno de los tanto sumisos que tuvo consiguió hacerle reír. Y, en
definitiva, esa era una nueva razón para no dejarlo ir.

—No soy fan del sarcasmo, pero esa estuvo bien. Sin embargo, repito, no tendrás mis
dedos devuelta —estableció solemne, y para antes de que Jimin reiterara su histérico
lloriqueo, se alineó con prisa en la entrada del mismo y lo embistió con su hombría
hasta el fondo—. Tendrás mi pene.

—Oh... s-sí, daddy —gimió Jimin animado, pegándose a la pared de vuelta, mientras
el alfa comenzaba a penetrarlo una y otra vez, sosteniéndolo de la cintura con fuerza.

Yoongi empujaba con bestialidad como si aquel fuese el único modo que conocía de
hacerlo. Salía y entraba con la brutalidad siendo su mejor aliada, provocando en el
omega un sinfín de sensaciones que revoloteaban sin control por cada parte de su
ser.

Le estaba doliendo. Sin duda la fuerza que ejercían sus dedos clavados en la piel de
su cintura había rebasado el límite tolerable y las duras embestidas también. Pero
aun así, por alguna razón que era de su incertidumbre, aquel dolor complementaba la
fogosa llama de placer que le hacía arder en medio de la delgada línea entre el
paraíso y el infierno.

Jimin lo gozó tanto que acabó al instante. Pero la gloria de su placentero orgasmo
duró apenas unos cortos segundos. El placer comenzaba a disminuir, siendo
desplazado por el dolor que empezaba a fastidiarlo más de la cuenta.

Una fina capa de sudor cubría su frente, resbalándose algunas gotas por el resto de
su cara. Jimin dejaba salir gemidos lastimeros, y mientras sus ojos se humedecían, él
hacía su mejor esfuerzo por disfrutarlo cuando, en realidad, su omega sólo quería
echarse a llorar debido al maltrato.
—A-alfa... duele —se quejó para luego contraer su rostro y remorderse el labio
inferior, intentando resistir el dolor. Cerró sus ojos con fuerza y un par de lágrimas
cayeron, bordeando sus mejillas.

—Aguanta —le exigió Yoongi sin detener las agresivas estocadas. Sin embargo, aflojó
el agarre de su cadera librándolo un poco de aquel abusivo apretón.

—No c-creo que p-pueda —avisó el omega con la voz quebrada clavando sus uñas en
la pared. Hasta su alma parecía querer agonizar.

—Solo un poco más, bebé —esta vez habló con dulzura y una de sus manos comenzó
a acariciarle la espalda buscando alentarlo mientras daba sus últimas embestidas.

No bastó más que un efímero instante para que el alfa anudara a aquel adolorido y
desfallecido omega que hacía rato ansiaba que aquello acabara.

Jimin se encontró aturdido, debilitado, ciertamente atontado bajo el efecto del nudo
forjándose en su interior. El alivio recién marcó presencia cuando, sin saber cómo, ya
se situaba sobre el cuerpo del alfa, manteniendo su espalda recargada en el pecho de
este.

No tenía idea de en qué momento se habían trasladado al sofá más cercano. Pero allí
estaban, y el omega no podía encontrarse más a gusto mientras reposaba su cabeza
en el hombro de aquel alfa que olía solamente a él.

Sintió las manos del susodicho entrelazarse justo encima de su abdomen y él apenas
esbozo una pequeña sonrisa, complacido, al tiempo que Yoongi rozaba su nariz contra
sus rizos.

La tranquilidad inundaba el ambiente, creando un entorno excesivamente apacible.


Jimin se relajó por completo, regresando su respiración a la normalidad. Suspiró casi
adormecido, y estaba a punto de cerrar sus ojos cuando de pronto su visión captó
algo irregular en el despacho. Algo que hizo que sus mejillas se encendieran con
potencia.

Una viscosa y blanquecina sustancia manchaba la pared, escurriéndose hasta casi


tocar el suelo. Jimin se tensó, sintiéndose apenado por ello, pues suponía que alguien
ajeno a ellos se vería obligado a limpiarlo. Resoplo. Si no estuviese anudado se
levantaría y lo limpiaría él mismo.

—No te preocupes por eso —dijo el alfa luego de seguir la mirada de Jimin,
deduciendo sus pensamientos.
—Luego, ¿puedo limpiarlo? No me gustaría que alguien más lo hiciera.

—No. Es trabajo de los sirvientes, no tuyo —replicó Yoongi sin albergar intenciones de
cambiar de opinión.

—Pero...

—He dicho que no —concluyó haciendo un pequeño, pero brusco, movimiento de


cadera. Lo que garantizó un resonante alarido de dolor por parte del omega.

Jimin quiso insultarlo, pero se contuvo. Entendió que era mejor no molestarlo, al
menos no mientras sus cuerpos estuviesen unidos. Así que se relajó, volviendo a
acomodarse sobre el pecho del alfa. Más tarde hablaría muy seriamente con él. Oh,
claro que lo haría. Esto no quedaría así.
||Siete||

1/?

— ¿Cómo se supone que saldré ahora? —Recriminó el omega fastidiado observando


de pie los trozos de tela tendidos en el suelo—. Has destrozado la ropa, alfa.

Para aquel entonces Yoongi ya se encontraba ajustándose el cinturón que combinaba


perfectamente con el pulcro pantalón digno de gente adinerada, mientras Jimin
seguía desnudo a punto de desbordarse de enojo.

—Cálmate. Ahora pediré que te traigan ropa —anunció éste concentrado en terminar
de acomodar su camisa medianamente arrugada, apenas olisqueando el enojo del
omega.

—No quiero que me vean —expreso Jimin frunciendo el ceño, haciendo un inevitable
puchero que paso totalmente desapercibido para el alfa, pues no le estaba prestando
atención.
El omega se cruzó de brazos, impaciente, frustrado, encaprichado. Quería que lo
mirara, que lo atendiera, que lo mimara. Él pensó que, al no tener su ropa, le
prestaría, por lo menos, su camisa. ¡Pero ahí lo veía, ajustándosela cada vez más!

—Nadie te verá —gruño Yoongi, ajeno a su berrinche, al tiempo que luchaba con el
botón de la manga de su camisa.

—Alfa, tenemos que hablar —estableció Jimin, procurando utilizar el tono de voz más
severo posible.

Solo entonces obtuvo la atención que deseaba. Yoongi levantó la vista, mandando al
diablo las ganas de seguir peleando con su camisa, y se centró en Jimin. Sus ojos se
clavaron de inmediato en el omega. Pero la frialdad con la que lo miró fue suficiente
para entender que hablarle de ese modo había sido un error.

—L-lo siento —se disculpó, bajando la mirada, sintiéndose un completo estúpido—,


yo... quería...

— ¿Qué querías? —cuestionó con solemnidad, haciendo mayor énfasis en el qué, y


comenzó a acercarse al menor sin prisa.

Jimin tragó en seco.

—Que me... miraras —respondió en un susurro, temeroso, manteniendo su cabeza


agacha.

Pronto percibió el tacto suave del pelinegro azabache sobre la piel de su cintura. Al
instante, un escalofrío le recorrió la espina dorsal, provocándole un nuevo y jodido
estremecimiento.

—Ahora te estoy mirando. Mírame —le ordenó, y él obedeció encontrándose con


aquellos negros pero deslumbrantes ojos que, sin duda, eran los más hermosos que
había visto en su vida entera.

Una de las manos del alfa viajó hasta su mentón. La mirada de ambos permanecian
conectadas, sin ánimos de ser desviada por ninguno. La intensidad que cargaban
aquellos orbes negros intensos era tal que Jimin ya se había perdido dentro de aquel
universo nuevo al que Yoongi lo había conducido.

La frecuencia cardiaca del omega aumentaba en gran escala concorde los segundos
pasaban. Se sentía nervioso. Demasiado nervioso. Tanto que hasta podía sentir el
modo en el que su desbocado corazón pretendía escaparse de su pecho.
Su piel se erizaba bajo el tacto de aquella mano ajena que aún continuaba posada
sobre su cintura, la cual le daba ciertas caricias que alcanzaban a llegar a otras zonas
del cuerpo cercanas. La distancia entre ellos era mínima, y el hecho de que el
continuase desnudo no ayudaba en nada.

De pronto, su aliento fue robado de un momento a otro. Yoongi aprisionó sus labios
contra los suyos en un inesperado beso cargado de deseo. Un beso que hacía rato su
alfa moría por dar. Un beso que tarde o temprano tenía que llegar. Jimin se
sorprendió gratamente ante aquella súbita acción del pelinegro de ojos azabaches que
tanto le encantaba. Su omega interior chillo de emoción, entusiasmado.

Decidió cerrar sus ojos y dejar que sus labios se movieran siguiendo el ritmo del alfa.
Sus lenguas no tardaron en conocerse, haciendo que aquel beso se intensificara
notablemente. Las manos de Jimin treparon por su camisa hasta alcanzar a rodear el
cuello de este.

Aprovechando la situación, comenzó a acariciarle algunos mechones de su cabello


negro, mientras gozaba de la exquisitez de sus labios. No quería que aquel beso se
acabara. No quería que sus lenguas se separan. El omega se sentía tan a gusto allí,
apegado a ese alfa que se encontraba otorgándole uno de los más anhelados besos
de su vida, que ya no quería apartarse de él. Al contrario, su omega le suplicaba de
rodillas que permaneciera a su lado, pues por fin había encontrado aquellos labios
que quería besar por el resto de su vida.

Pero el beso acabo tras un chasquido. Y Yoongi ni siquiera le dio tiempo para intentar
volver a unir sus labios, puesto que este ya estaba hundiendo la nariz en su cuello.
Aspiró profundo su precioso aroma, mientras lo envolvía por la cintura con ambos
brazos.

—No vuelvas a utilizar ese tono de voz conmigo —le advirtió en un susurro contra la
piel de su cuello—, a menos que quieras tener problemas.

—Yo... solo quería tu atención —murmuró el omega en su defensa, sufriendo de


repentinos escalofríos debido a la baja temperatura que su cuerpo había empezado a
adquirir.

Si bien el alfa le transmitía su calor corporal al tenerlo pegado contra sí, no parecía
ser suficiente para que su propia temperatura se estabilizara. El despacho poseedor
de un ambiente gélido no ayudaba.
—Esa no es manera de ganarte mi atención —reprochó el pelinegro mordisqueándole
levemente el lóbulo de su oreja.

Yoongi comenzó a acariciarle la espalda luego de haber advertido lo frío que este se
encontraba.

—Pues, al parecer, sí. Y si mi castigo por hablarte de ese modo es recibir un exquisito
beso, entonces lo haré más seguido —mencionó Jimin con la picardía resbalándose de
entre sus labios.

El alfa se apartó al instante, y lo miró con una ceja enarcada.

—Si me vuelves a hablar con ese tono, créeme, besarte será lo último que se me
cruzará por la cabeza —reveló Yoongi mirándolo fijamente. No había burla en su
mirada, ni mucho menos dulzura o compasión. Hablaba con la más pura seriedad
anclada en aquellos negros ojos—. Y por supuesto que vamos a hablar, pero no aquí.
Esta noche saldremos.

Dicho eso, se desacomodo la camisa, desabotonándola. Los ojos del omega brillaron
cuando se dio cuenta que se la estaba quitando. Una ligera sonrisa asomó en su
rostro al tiempo que el alfa le colocaba la prenda en sus hombros.

Jimin se sintió orgulloso. Lo había conseguido. Nadie se resistía a sus berrinches, de


eso estaba seguro.

— ¿A dónde iremos? —preguntó curioso mientras la piel de sus brazos rozaban la


calidez de aquella nívea camisa que rebosaba del maravilloso aroma del alfa.

—A cenar. Tenemos cosas que aclarar —informó Yoongi, encargándose de abotonarle


algunos de los tantos botones de aquella prenda que ahora lucia Jimin con alegría.

La camisa era lo suficientemente larga para alcanzar a cubrirle por completo el


trasero, y el omega lo adoraba. Si allí hubiese un espejo ya habría corrido hacia este
con el fin de contemplar lo sexy que, de seguro, se estaría viendo.

—No creo que sea necesario una cena para aclarar las cosas —repuso el omega,
arremangándose.

—No lo es. Pero quiero cenar contigo —admitió sin rastros de pena, lo que produjo un
tinte carmesí en las mejillas del pelirubio—. No hay demasiada gente en la casa, por
lo que dudo que alguien te vea. Ven aquí.
Yoongi se aproximó a él, y lo envolvió entre sus brazos, obligándolo a subírsele
encima. El omega se dejó, enredando sus piernas en la cintura de este, mientras se
sujetaba a sus hombros. Un repentino quejido huyo de entre sus labios en cuanto
Yoongi, habiendo iniciado su andar, comenzó a sostenerlo desde el trasero.

Aquello evocó el reciente recuerdo del horrible momento que le había hecho pasar el
alfa al tratarlo con excesiva agresividad. A Jimin no le había gustado para nada, y
creía que ese hombre estaba loco si se pensaba que él se dejaría follar de ese modo
todo el tiempo. No, señor. Él no iba a permitírselo.

—No me gustó que me trataras así. Me has lastimado —le acusó este frunciendo el
ceño, al mismo tiempo que formaba un puchero.

Pero Yoongi no pudo ver aquella expresión, pues el menor permanecía con su cabeza
apoyada sobre su hombro.

—No te tenía que gustar, ese era el punto —dijo sin detener su serena caminata por
aquel corredor—. Si necesitas un médico puedes pedirlo cuando quieras.

— ¿El punto de qué? —cuestionó medio molesto—. Yo no pienso seguir con esto si tú
me dañas de esa forma.

—El punto de tu castigo. Te he tratado así porque me desobedeciste. Si tú cumples,


yo te trato mejor. Mucho mejor. ¡Joder, ¿acaso crees que yo disfruto dañándote?! No.
Pero de algún modo tienes que aprender.

—Oh... ¿entonces ha sido por eso?

—Si. No pienses que yo actuó así todo el tiempo. Puedo llegar a ser el alfa más
amoroso si quiero, pero todo depende de ti. De tu comportamiento. Si te portas mal,
yo me portaré mal. Si te portas bien, yo me portaré bien. Así funciona.

—Espera, ¿quieres decir que me has castigado solo porque te toqué el cabello? ¿Eso
es portarme mal? ¡Oh, mira, me estoy portando mal! —exclamó Jimin burlesco,
acariciándole mechones de pelo de su nuca, para luego soltar una risa de diversión
que no duró mucho—. Deberías castigarme, alfa, cómo vas a permitir que haga eso
—su lengua chasqueo tres veces en desaprobación—. Zona prohibida.

Y estaba a punto de reírse de nuevo, pero un inesperado pellizco en una de sus


nalgas hizo que callara y dejara salir un nuevo quejido de su parte.
Y Yoongi simplemente estaba haciendo todo lo posible por aguantarse la risa. Por
permanecer serio y no caer en su juego. Por no visibilizar cualquier rastro de
diversión en su rostro que delatara la gracia que le había causado aquello. Pero falló.

No lo entendía. El detestaba que sus omegas se pasaran de listo con él. La aplicación
del sarcasmo, la ironía, era mayormente causa de sanción, si es que un omega se
atreviera a utilizarlo. Lo cual era demasiado raro. No solían verse omegas que fuesen
capaces de dirigirle palabra alguna bañada de ironía.

Sin embargo con Jimin... con Jimin era diferente. Con Jimin tenía ganas de reírse y no
de retarlo e intimidarlo. Con Jimin su humor no cambiaba para mal por culpa del
sarcasmo. Con Jimin no era lo mismo, y no sabía por qué.

Y prefería no averiguarlo.

Estaba jodido...
||Ocho||

2/3

La introducción de la canción Bad to the Bone de George Thorogood sonando de fondo


era lo único que a Jimin le hacía falta para complementar su perfecta entrada de chico
malo.

La tonada rocanrolera iba, sin rastros de error, totalmente a juego con aquella
chaqueta de cuero que el omega optó por colocarse encima de una camisa que
combinaba con aquella chaqueta de color purpura, la cual llevaba mostrando sus
clavículas y los pequeños lunares, dejando al descubierto una leve fracción de su
pecho. Lugar en el que habitaban pequeñas marcas violáceas, producto de Min
Yoongi.

Un jean negro completaba su atuendo, uno lo suficientemente ajustado para remarcar


bien sus largas y refinadas piernas, cabe decir que también su grande y gordo
trasero. Unos zapatos Gucci adornaban sus pies, unos de los cuales se había
maravillado al segundo en el que los vislumbró en aquel colosal closet atiborrado de
ropa que, al parecer, era destinada a él. O así le habían dicho.

Mientras Jimin bajaba aquella escalera de mármol con el propósito de encontrarse con
Yoongi, se imaginaba la escena con dicha canción de fondo, tal película de Hollywood.
El bajando en cámara lenta, luciendo irresistible, con una ligera brisa removiéndole
apenas un poco su cabello pelirrubio que resaltaba mucho en él, sacando de su
bolsillo unos lentes de sol y colocándoselos como todo un bad boy.

Pero la perfecta escena que había armado en su cabeza, donde él era el protagonista,
fracasó con notabilidad. Su espléndida presentación se fue al demonio cuando pisó
mal uno de los últimos peldaños y perdió el control del equilibrio.

Y no, no resultó ser como en las películas. Ningunos brazos lo sujetaron salvándolo de
estrellarse contra el piso. Yoongi no estaba para rescatar la fallida escena y
transformarla en una caída romántica. De esas que luego terminan en un beso.

Solo fue él encontrándose con la dureza del piso.

Aturdido, se levantó con rapidez. Se acomodó un poco la ropa, y se dispuso a fingir


que nada había ocurrido. Todo estaba bien. Nadie había visto eso. Soltó un resoplido
y se pasó una mano por el pelo, echándole un vistazo a su alrededor.

Solo advirtió la presencia de una persona a unos cuantos metros de allí. Lo que
aparentaba ser un guardaespaldas aguardaba de pie a un lado de una enorme y
singular puerta que, Jimin supuso, era la entrada principal.

Suspiró, apenado, sin siquiera saber hacia dónde ir. Lo que a él le habían dicho era
que el joven Min lo estaría esperando abajo, mas no habían señales del alfa por allí.
Únicamente se movió cuando el tipo junto a la entrada abrió la puerta y le indicó con
un gesto de la mano que pasara. Lo estaba dejando salir. Afuera. Esa era su
oportunidad de escaparse.

Sin embargo al salir todas sus esperanzas de marcharse libremente se esfumaron por
completo. El sitio tenía más de doscientos metros de reluciente pasto que era dividido
por un camino de asfalto que guiaba hacia el portón de entrada. Un portón que
contaba con bastante seguridad. Y Jimin solo podía pensar en que era un tonto por no
haberlo supuesto.

Bajo los peldaños del semejante porche que poseía la mansión, y a su derecha
percibió un auto negro estacionado y junto a este estaba el alfa de ojos negros con un
elegante traje hablando por teléfono. No tardó en colgar cuando él lo vio.

— ¿Y esto? —fue lo primero que mencionó Yoongi luego de examinarlo de abajo hacia
arriba y viceversa.

—Se le llama ropa —contestó Jimin altanero, sin un ápice de temor.

— ¿Y tú traje? —interrogó el alfa molesto, casi gruñendo.

—Oops, no lo traje —respondió burlón, recordando que una de las sirvientas le había
dejado claro que debía vestirse formalmente. Pero el eludió la zona de los aburridos
trajes y se encaminó por algo más cómodo.

El alfa cerró los ojos y respiró hondo, buscando que la paciencia no se apartara de el
tan pronto. No quería que el enojo lo cegara con tal rapidez. Abrió los ojos y analizó
el atuendo una vez más. Se tranquilizó un poco cuando reparó en que al menos
llevaba una bendita camisa.

Una camisa sin corbata y mostrando de mas.Yoongi negó con la cabeza,


desaprobándolo, pero acabó cediendo. Al fin y al cabo no le quedaba nada mal, y no
tenían tiempo.

—Que esto no se repita —espetó el alfa, mirándolo con frialdad. A continuación, le


abrió la puerta trasera del auto—. Sube.

—Como sea —dijo rodeando los ojos, y se adentró al vehículo—. A propósito, sigo
esperando mi celular, daddy.

—Continúa así y no tendrás nada —le advirtió el pelinegro y le cerró la puerta.

Jimin frunció el ceño. Debía encontrar la manera de complacer al alfa sin tener que
dejar de ser él mismo. Porque no iba a cambiar, de eso estaba más que seguro. Pero,
entonces, ¿Cómo haría? Un bufido huyó de entre sus labios. No soportaba la
situación.

—Me surgió algo de improvisto y los planes cambiaron. Iremos a cenar, pero no
estaremos solos —reveló el alfa después de haberse subido al auto por el lado
contrario—, y te pido por favor que te comportes —hizo una pausa para indicarle al
chofer que arrancara, luego volvió su vista al omega—. Son personas importantes, y
si llegas a arruinarlo o dejarme en ridículo no dudare en destrozarte. Así que haz lo
que te pida.

El menor procesó aquellas palabras con cierta dificultad, sintiéndose mayormente


presionado. No sabía muy bien cómo reaccionar o cómo sentirse. Era extraño. ¿Por
qué lo llevaría a él si sabía los problemas de obediencia que tenía? Entonces, se
preocupó. ¿Y si lo arruinaba todo? Estaba claro que lo haría.

— ¿No prefieres que me quede? —murmuró la pregunta medio atemorizado—. Será


mejor que lo haga, yo no sirvo para... —suspiró entristecido—... exponerme así.

— ¿Por qué te rebajas? —Cuestionó molesto manteniendo su vista al frente—. Por


protocolo tengo que tener un acompañante, por lo que vienes conmigo.

—Oh, entiendo, voy contigo porque no tienes opción —argumentó medianamente


ofendido.

Suspiró de nuevo, dejando que la tristeza acoplara todas sus emociones. No


albergaba pretensiones de disimularlo, por lo tanto dejó caer su cabeza en el respaldo
del asiento, y con su rostro decaído miro a través de la ventana el recorrido que al
auto efectuaba. No le importaba que el ambiente comenzara a oler a omega afligido.

—Por favor, Jimin. Podría tener a cualquier otro omega si así lo deseara. Si vienes
conmigo es porque quiero, no porque no tenga opción —aclaró Yoongi exasperado, y
a continuación pasó uno de sus brazos por encima del hombro del omega con el
propósito de atraerlo hacia su cuerpo.

El rubio cedió sin problema, acurrucándose con gusto en la calidad de su pecho. La


tristeza que sentía se disipo de a poco con aquellas palabras que expresó el alfa.

— ¿Y no te importa que te vean junto a un omega varón? —indagó curioso, casi


ronroneando.

— ¿Por qué debería importarme? —objetó.

—No lo sé, reputación.

—Poseo una reputación muy marcada como para que cambie por el género de mi
omega. El asunto sería otro si fueras un beta, o peor, un alfa. Ahí si me preocuparía.

Una deslumbrante sonrisa asomó sin prisa en el rostro de Jimin, quien había dejado
de prestar atención a las palabras del alfa por la culpa de centrarse en solo dos de
ellas: mi omega. Aquello sonaba tan bonito saliendo de los labios de aquel hombre
que emanaba su nuevo aroma favorito, tan bonito que su omega interior ya se estaba
derritiendo.
Debí haberme puesto un maldito traje, esa era la frase que con más frecuencia
transitaba por la mente de Jimin mientras se hallaba sentado en torno a una gran
mesa en una zona reservada poblada de gente vestida con extrema elegancia.

El lugar mismo era un lujo, y él no era digno de este. O eso creía, pues no dejaba de
sentirse como un jodido bicho raro fuera de lugar.

Cada imponente alfa que ocupaba su sitio en la mesa era acompañado de una omega
que rebosaba de belleza y perfección metida dentro de un refinado vestido. Hasta
inclusive divisó a Jungkook en un extremo junto a una preciosa hembra.

Y ahí estaba él, con la autoestima por el piso solo por el hecho de ser un omega
hombre. De ser el único omega hombre. No podía sentirse peor. Si había algo que
ansiaba más en aquel momento era salir corriendo de allí. Ya no lo soportaba, y eso
que había llegado hacía solo quince minutos.

Pero la tensión aumentaba por cada segundo que pasaba, haciendo que aquellos
quince minutos fueran un verdadero sufrimiento. No sabía qué era lo que le ponía
más nervioso, si la mirada poco furtiva e intimidante de los demás alfas que lo
analizaban con incredulidad o los pares de guardaespaldas que custodiaban la mesa
en completa cautela desde la distancia.

Se trataba de un mix de sensaciones la que se encontraba experimentado. Era una


mezcla entre miedo por arruinarlo y salir cruelmente lastimado, nervios por no ser
aceptado por quienes fueran aquellos, por lo visto, importantes hombres, enojo por
no haberse puesto más presentable, tristeza por ser tan imperfecto y confusión
porque el idioma que predominaba en la mesa era el italiano.

Una mano se posó en su muslo suavemente. El omega volteó por instinto hacia su
izquierda, encontrándose con la mirada pacifica de Yoongi, quien parecía haber
percibido su estado.

—Necesito que te relajes —le susurró sereno cerca de su oído—. Tú no eres menos,
Jimin. Vamos, que no te importe —agregó, aspirando un poco de su aroma, todavía
con la mano sobre su muslo.

Las mejillas del omega adquirieron un pequeño tinte carmesí, dado que no le era para
nada difícil descubrir que más de una mirada estaba puesta en ellos. Ni siquiera se
molestaban en disimularlo. Sin embargo, lo que más le molestaba era la odiosa
mirada de desprecio de las omegas que pretendían soltar un cierto aire de
superioridad ante él.
—Ellas son preciosas y... y yo... —musitó casi haciendo un puchero en sus labios,
dejando la oración inconclusa dando a entender con un suspiro afligido cuál era su
punto.

—No, no es así —objetó el alfa disgustado—. No te compares. Ellas lucen preciosas


por la cantidad de maquillaje que cargan encima, pero tú no necesitas nada de eso
para verte precioso porque ya lo eres. Es decir, mírate, ni siquiera te has preparado
como se debe y aun así luces perfecto.

Jimin sonrió tímidamente, sintiéndose muchísimo más animado ante los encantadores
cumplidos que su alfa le había dicho sin una gota de ironía. Eso era justo lo que
prescindía para que su autoestima volviera a su lugar en la altura.

— ¿Eso crees? —quiso corroborar el omega, pestañando seguidas veces, anunciando


cuan feliz se sentía con su espléndida sonrisa.

—Por supuesto, bebé —aseguró sonriente, mirándolo de frente. Una de sus manos se
trasladó al mentón del menor y unió sus labios sin dar rodeos.

Lo estaba besando. Allí, frente a todos. Un alfa y un omega del mismo sexo
compartiendo un momento íntimo en medio de una cena importante. Y si a Yoongi no
le importaba, Jimin decidió que a el tampoco le importaría.

Ropa que Jimin uso.


||Nueve||

Drama, Drama, Drama, Drama, Drama, Drama, Drama, Drama, Drama...

3/3

La situación cambió por completo luego de aquel bonito beso que el alfa se había
atrevido a obsequiarle bajo la mirada desdeñosa de los respectivos presentes. Cambió
porque gracias a este ahora no les tenía miedo, ni mucho menos se sentía
avergonzado de ser quien era.

Al contrario. Yoongi le devolvió la confianza y la seguridad que creyó haber perdido


cuando ingresó al destacado restaurante. Y ahora elevaba la cabeza con orgullo y
petulancia, sin dejarse atemorizar por las miradas desafiantes de aquellas omegas
que lo menospreciaban.

El chico malo que no se dejaba intimidar por nadie había regresado y lo demostraba
sin problema con la nueva postura que había tomado. Sin embargo, procuraba
mantenerse al margen de la situación, puesto que no quería defraudar al alfa. No
cuando sentía que se lo debía.

Así que allí se encontraba, luciendo más seguro que nunca, mientras que un aluvión
de palabras extranjeras se dispersaban sin control en la mesa. Le gustaba aquel
idioma. Era entretenido escucharlo, aunque no entendiese nada. Pero más le gustaba
cuando Yoongi hablaba. Era deleitoso escuchar el acento italiano resbalándose de
entre sus labios, el cual casi ni se notaba cuando hablaba con él.

La comida ya había llegado, y por lo que Jimin vio la mayoría de platillos eran puras
pastas. Cómo no lo supuso. También descubrió que cada omega cenaba lo mismo que
su alfa sin ningún tipo de reproches. Yoongi había ordenado spaghetti all'amatriciana,
por lo que eso mismo fue destinado a él.

La idea de oponerse ni siquiera pasó por su mente. Por lo tanto tomó un par de
cubiertos de la gran variedad que había, y estaba a punto de disponerse a cortar los
fideos cuando una mano ajena desde su derecha lo detuvo.

Jimin se volteó hacia la omega extrañado. Ella era rubia y de tez bronceada. Parecía
ser mucho mayor que él, mucho mayor y mucho más educada y refinada. Se erguía
con elegancia en su lugar luciendo un ajustado vestido negro que realizaba una
increíble muestra de sus atributos.

—Es una falta de respeto para los italianos —murmuró ella con disimulo.
— ¿Qué? —preguntó realmente confundido.

—Cortarlos, no lo hagas —le aconsejó— se enojará. Es tradición.

—Oh...

Jimin dejó el cuchillo y echó un vistazo hacia su izquierda, hacia su alfa más
precisamente. Este se encontraba metido dentro de una conversación, ignorando por
completo su situación, mientras que distraídamente enrollaba sus spaghetti con el
tenedor, dándole vueltas y más vueltas.

Bueno, ¿él cómo iba a saberlo? Desde pequeño, siempre había preferido cortarlos,
puesto que detestaba que fuesen tan largos, y que por culpa de eso terminase
manchando su ropa con la salsa de aquellos spaghetti rebeldes que tardaban aún más
en ingresar a su boca. Por eso los cortaba, para ahorrarse los castigos de su camiseta
ensuciada.

Pero el asunto cambió, y ahora el castigo vendría si no los comía como debía. Genial.
No pretendía hacerle enojar, por lo que decidió hacerle caso a la omega.

—Gracias —le dijo ni bien se volteó a la derecha, pero no debió haberlo dicho tan alto,
tan delatador, no debió haber llamado la atención del alfa que iba con la rubia.

Se arrepintió al instante de haber mencionado aquello, porque ahora se encontraba


recibiendo un gutural gruñido del otro alfa, siendo cruelmente acompañado de una
mirada cargada de desprecio. No bastó más que eso para que el omega se encogiera
sobre sí mismo, espantado, buscando por puro instinto la protección de su alfa.

Para aquel entonces, Yoongi ya había reaccionado, devolviéndole el gruñido con


muchísima más potencia, mientras resguardaba al rubio omega bajo uno de sus
brazos.

La rubia no había sido la única hembra que había resultado igual de atemorizada que
Jimin, sino más bien la mayoría termino encogiéndose de temor debido al
contraataque de Yoongi. Un contraataque que desencadenó una inevitable discusión
entre ambos alfas.

Y Jimin sólo quería llorar porque apenas iba comenzando la cena y ya lo había
arruinado todo. Lo que menos quería que sucediera, ya estaba sucediendo. Yoongi
despilfarraba furia con sus feromonas, y él no sabía qué hacer para tranquilizarlo.
Tenía miedo. Y el hecho de que los demás alfas se unieran a la discusión no hacía
más que engrandecer su temor, pues la incertidumbre de estar metido allí sin poder
descifrar si estaban con su alfa o en contra de él lo carcomía.

—P-para... por f-favor... —balbuceó el omega con sus ojos acuosos, percibiendo la
vibración que se producía en el pecho del alfa por cada gruñido que parecía desgarrar
su garganta.

Pero Yoongi no le hizo caso, y todo parecía empeorar concorde los segundos
avanzaban. El control de la situación se había perdido por completo. Y Jimin ya no
sabía que era lo que ocurría. Sus ojos se encontraban cerrados con fuerza, mientras
las lagrimas se escurrían sin permiso, huyendo a través de sus mejillas. Tan solo
deseaba que todo aquello acabara.

Sin embargo, a su vez, también se sentía aterrado de lo que pudiese pasar después.
Su consciencia no estaba tranquila teniendo presente que todo había sido por su
culpa. Él sabía que lo arruinaría, y ahora el alfa lo destrozaría. Aseguraba que Min lo
odiaría y no saldría nunca más junto a él porque por fin habría entendido que no era
otra cosa más que le imperfección personificada.

No era un omega digno de él. ¿Cómo había permitido que llegaran hasta aquel punto?
Debió haberse marchado ese mismo día. Debió haberse alejado de todo aquel peligro
que correría. ¿Y qué había sucedido con su escasa dignidad? La había arrojado al
cesto de la basura al haberse dejado dominar por aquel alfa que no tardaría en
asesinarlo.

Y en ese momento, solo podía pensar en que ansiaba regresar a su ordinaria vida.
Quería volver a su pequeña, y para nada lujosa, habitación. Quería, necesitaba,
prepararse un porro, fumarlo y salir en busca de un nuevo alfa que no le resultara
difícil controlarlo. Extrañaba el sexo a su manera, en el que él no era lastimado.
Extrañaba aquellos hombres normales que no tenían problema en que él fuese tan
descarado en la cama, y no un sumiso patético.

Anhelaba, necesitaba, deseaba su vida devuelta. Y mientras se preparaba


mentalmente para su descomunal castigo, si es que no se escapaba antes, un
bombardeo de recuerdos lo asaltaron. Recuerdos de su infancia, de su pubertad.
Desde que sus padres lo dejaron en la calle por presentarse como omega, haciéndole
pasar frio, hambre, violaciones, hasta que Wendy lo acogió en su enorme casa. Una
casa que años después perdió, siendo la miseria lo único que les aguardaba.

Jimin se encontraba hundido en la pura melancolía. Ya no lloraba por la cena que


arruinó, lloraba por todo. Absolutamente todo le estaba doliendo. Y se dio cuenta que,
en realidad, no quería volver a la desastrosa casa. No quería volver a ningún lado,
porque no quería estar en ningún lado. Quería que lo mataran de una vez por todas.
No valía nada, no era digno de nada. Solo era un defecto en la perfecta sociedad. Un
defecto que debía ser eliminado.

Y entonces lo notó debajo del saco del castaño. Un arma. La escena se presentó con
prisa en su cabeza. El arrebatándosela de golpe, la discusión deteniéndose con la
pistola en sus manos, apuntándoles a aquellos que le habían mirado feo, pero no los
mataría, se colocaría el arma en la sien, soltaría el seguro y dispararía.

De ese modo habría sido su suicido.

Pero algo inesperado arruinó su plan, y para antes de que él pudiese deslizar su mano
hasta la pistola un hombre lo tomo de la cintura con fuerza. Jimin chilló de nervios y
desesperación mientras era alejado del alfa que le otorgaba refugio bajo uno de sus
brazos.

Gritó todo lo que pudo, tratando de zafarse del firme agarre de aquel fornido tipo que
aparentaba no tener intenciones de soltarlo. Pero aun así, Yoongi ni siquiera se volteó
a mirarlo. Continuó discutiendo ferozmente, quizás, sin haber notado el pequeño
detalle de que él ya no se encontraba a su lado.

O quizás, su alejamiento fue decidido por este con el propósito de ser asesinado por
aquel matón en un lugar menos público. Un lugar donde no quedara expuesto el
crimen y las evidencias fueran fáciles de camuflar, al igual que su cuerpo.

para los que no sepan Wendy es de Red Velvet.


||Diez||

Sorpresa

El robusto alfa lo obligo a subirse a la parte trasera de un auto. Poco después se


colocó frente al volante cargando en su rostro la expresión más solemne. No
menciono palabra alguna durante el viaje. Tampoco se quejó del angustioso llanto, ni
de los gritos histéricos que dejaba salir el omega asustado.

Jimin estaba aterrorizado, hecho una bolita en un rincón del asiento, suplicándole al
alfa que lo dejara ir o, en su defecto, que lo matara allí mismo.

Nada resultó. Y el desasosiego fue creciendo a medida que notaba descender la


velocidad del auto, deteniéndose frente a un sitio que el desconocía. Todo estaba
demasiado oscuro, y sus ojos completamente hinchados y llorosos no lograban
distinguir demasiado. El auto avanzo, adentrándose a un estacionamiento
subterráneo.

Minutos más tarde, Jimin se encontraba siendo empujado por aquel mismo alfa de
mirada gélida. No sabía a dónde lo enviaba, ni que le haría. Aunque podía
imaginárselo, y de solo pensar en ello su estómago se contraía.
Subieron por una estrecha escalera apenas iluminada. Y continuaron subiendo, uno o
dos, o quizás tres pisos. Jimin no supo contarlos. Solo sabía que cuando dejaron de
subir estaba realmente exhausto. Con su corazón palpitándole como loco en el pecho.

El omega no quería seguir y descubrir cuál era su doloroso destino. Quería huir,
esconderse. No quería que lo lastimasen. El miedo se compenetraba cada vez más en
su cuerpo a medida que avanzaban por un silencioso, y tal vez siniestro, corredor.

De pronto, el tipo lo metió en una de las habitaciones de un empujón y, sin siquiera


decirle algo, le cerró la puerta, dejándolo allí en absoluta soledad. Dentro de una
habitación enorme y lujosa, la cual se encontraba sumergida en las penumbras. Jimin
comenzó a dar vueltas, nervioso, remordiéndose las uñas mientras aguardaba
atemorizado lo que le esperase.

Y mientras se decidía por iniciar una búsqueda de algo que le sirviera para
defenderse, pensaba en por qué el aroma que invadía el lugar le resultaba tan
familiar. Nunca había estado allí, pero ese olor... ese olor...

Un golpe seco se oyó desde el corredor. Jimin se alarmó. Su respiración se


entrecortó; su aliento había sido robado. Ya no tenía tiempo, por lo tanto se apresuró
en emprender su búsqueda. Sin embargo, no logró encontrar más que ropa y objetos
personales de, quien suponía, era el dueño de aquella habitación.

Pasos resonaron del otro lado de la puerta, deteniéndose justo delante de esta. Jimin
tembló. Tragó en seco y corrió hacia el balcón, sitio que no había advertido antes. La
brisa helada lo tranquilizó apenas un poco. Necesitaba aire libre.

La vista, sin duda, era preciosa. Pero eso no importaba. Se asomó por el barandal,
notando que eran dos pisos de altura. Sería una caída dura. Tal vez, ni siquiera viviría
para escapar. Y tal vez aquello sería mejor que vivir y escapar herido.

No lo pensó dos veces. No quería pensarlo dos veces, porque sabía que si lo pensaba
demasiado se acobardaría. El ruido de la puerta cerrarse fue el aviso para que se
apresurase. Si no se mataba él, lo matarían. Así que se subió al barandal por puro
impulso. Le echó una leve miradita hacia abajo y el vértigo se acumuló en su
estómago súbitamente. Ya estaba allí. A un solo paso. A un último respiro.

— ¿Qué mierda haces?


La inesperada pregunta a sus espaldas le provocó un muy inoportuno respingo. Un
respingo que le hizo perder el equilibrio. Jimin soltó un alarido cuando sus pies
dejaron de sentir algo sólido debajo. El terror lo azotó de golpe al saber que la muerte
abría sus brazos para atraparlo.

Pero, de pronto, una de sus muñecas fue sujetada fuertemente, impidiendo su viaje
directo hacia el otro mundo. Jimin levantó la vista completamente asustado y
desorientado. Sus mejillas cubiertas de lágrimas, sus cabellos revueltos por culpa del
viento, sus pies colgados buscando sostenerse de algo inexistente.

Y entonces lo vio. Un par de ojos negros lo miraban con un excesivo grado de


preocupación. Era él. El olor era de él. Oh, mierda, cuan agradecido se sentía.

— ¡Sostente! ¡Vamos, Jimin, dame la otra maldita mano! —exclamó el alfa alarmado.

Jimin ahogó un grito cuando el agarre del alfa comenzó a resbalarse. La adrenalina se
esparcía como una corriente eléctrica por sus venas, colisionando con el insuperable
vértigo que lo acribillaba por dentro. El omega estiró su otra mano para que el alfa se
la sujetara. Y así lo hizo. Tironeo con fuerza, y de un veloz y ágil movimiento lo
levantó de golpe.

Por consecuencia, ambos terminaron cayendo al suelo de aquel balcón. Sano y a


salvo, el omega se aferró al cuerpo del otro, rompiendo en llanto una vez más. Y solo
entonces pudo sentirse completamente seguro.

—Me puedes explicar qué diablos pretendías —exigió el pelinegro, tratando de


incorporarse con el pelirrubio enredado tal cual mono a su cuerpo.

—Y-yo... yo p-pensé que... —balbuceó en medio de incontrolados sollozos que no le


permitían articular muchas palabras seguidas—... q-que me... matarían o... algo así.

Jimin sorbió los mocos.

—Quería escapar... o morir, no lo sé —agregó.

Le oyó al alfa inhalar profundo. El solo se sintió capaz de acurrucarse aún más contra
su pecho, eso era lo que su instinto le demandaba.

— ¿Por qué creías que alguien te mataría?

—Porque... porque ese alfa me secuestró y, y... y tú, tú ni siquiera...


—No, Jimin, yo le ordene que te sacara de allí. La situación ya no era —hizo una
pausa para suspirar—... segura.

—P-pero... ¿y mi castigo?

El omega se apartó apenas un poco con el propósito de mirarlo a los ojos.

— ¿Qué castigo? —preguntó el alfa examinando cada centímetro del rostro de Jimin.
Sus ojos jodidamente hinchados, sus mejillas pálidas y humedecidas, sus labios
resecos y casi sin tonalidad. Estaba devastado.

Posó una de sus manos en la mejilla de este, y con el pulgar comenzó a darle ciertas
caricias que el omega recibió gustosamente.

—Tú has dicho que... mh... si arruinaba...

—Tú no has arruinado nada.

—Sí, fue mi culpa... yo...

—No, tú no has tenido la culpa de nada —acalló, para luego inclinarse y atrapar
aquellos apagados labios sin vida en un beso que le devolvería su fulgor.

Lo besó suave, despacio, con cuidado, como si temiera lastimarlo de alguna manera.
El cálido contacto de sus labios encontrándose con los suyos fue lo último que
necesitó para que la completa calma reinara en su interior.

—Entremos —dijo el alfa poco después, haciéndole entender a Jimin que era tiempo
de que se levantara de encima de su cuerpo. Lo hizo, y ambos se pusieron de pie—.
Vamos a darnos un baño, ¿quieres? Necesito relajarme, y creo que tú también.

Jimin asintió con algo de timidez. Luego de todo lo que había experimentado la última
hora necesitaba seriamente relajarse. Había pensado en suicidarse en dos ocasiones
en menos de sesenta minutos pensando en que lo asesinarían. Joder, cuanta maldita
tensión había sufrido.

Sin embargo, había algo que el omega ni siquiera se imaginaba, algo que ignoraba
por completo, y es que ese era sólo el comienzo. Al menos si pretendía permanecer a
su lado...
En la mañana eramos 41 y ahora somos 61 lecturas TT lloro.

Amo esta hermosa adaptación, y gracias por el apoyo


||Once||

Jimin observó con precisión el modo en el que el alfa se desajustaba la corbata frente
al espejo que contenía aquel enorme cuarto de baño. Enorme, pulcro y más que bien
iluminado. Al entrar, Jimin había quedado deslumbrado, porque era el doble de
grande del que tenía en la habitación que le habían designado a él.

Era realmente espacioso. Además de poseer un cuarto de ducha, tenía,


aparentemente, su propio jacuzzi en un rincón, si es que era uno, o tal vez sólo era
una tina demasiado grande. Jimin no lo sabía. La misma estaba siendo acompañada
de algunas velas encendidas en unos de sus extremos. Y Jimin lo primero que hizo
fue preguntarse en qué momento habían preparado todo eso, porque el agua, al
parecer, ya estaba lista.

Un ligero vapor llenaba el ambiente, empañado apenas un poco el cristal de aquel


rectangular y ancho espejo sobre el lavado. El omega continuaba observándolo,
atento ante cada minúsculo movimiento que ejercía el de ojos negros al quitarse la
camisa. Pensó que seguiría despojándose del resto de la ropa, pero, en cambio, se
volteo hacia él y se acercó pacíficamente hasta quedar frente a frente.

Por alguna razón, el corazón de Jimin se aceleró cuando las manos del alfa
comenzaron a desvestirlo. No entendía a que se debía su repentino nerviosismo. No
era la primera vez que le quitaba la ropa, no era la primera vez que sus ojos y sus
manos recorrerían su cuerpo. Y entonces, obtuvo la respuesta. ¡Sí! estaba siendo la
primera vez que lo desnudaba en ausencia de su celo, el cual por fortuna se había
marchado hacia unas cuantas horas atrás.

Todo era tan diferente sin su celo. Ahora no lo deseaba con tal desesperación. No
moría de ansias por ser dueño de su nudo por un instante. Ni siquiera se sentía
seducido por la idea de que algo sexual ocurriera. Es más, ni siquiera tenía ganas de
que eso pasara. Ya había tenido bastante por ese día. Lo único que quería era un
momento de paz. Y Jimin lo sabía. Sabía que sin su celo ahora le sería mucho más
fácil resistirse a aquel alfa. Le gustara o no, él no iba a ser un sumiso.

Aunque quizá, pensándolo de otra forma, se lo debía. Es decir, no solo se había


molestado en defenderlo de aquel otro alfa en la cena, sino que también lo había
rescatado de caer dos pisos abajo. Tampoco olvidaba sus halagos cuando la
autoestima se le había desmoronado. Se había portado muy bien con él aquella
noche, y tal vez debía demostrarle su agradecimiento respondiéndole de igual modo:
portándose bien.

—Gracias —soltó Jimin de la nada, mirándolo directo a los ojos.

El alfa se limitó a esbozar una leve sonrisa.

—Entra —dijo este, indicándole con un gesto de la cabeza el sitio en el que se ubicaba
el jacuzzi, o lo que fuese.

Jimin tardó en reaccionar, y darse cuenta que ya estaba completamente desnudo. Sus
mejillas se encendieron con ligereza aunque no tenía sentido sentirse apenado. No
tardó en hacerle caso, ingresando con cuidado al mismísimo paraíso. El agua
climatizada se sentía tan bien que su cuerpo adquirió con rapidez la relajación que su
ser tanto anhelaba.

Un cúmulo de espuma se adueñaba de la superficie, y el omega no podía sentirse más


a gusto allí, rodeado de esta. Jamás se imaginó que estaría en una situación así ni de
chiste, por lo que era como un sueño cumplido. Bueno, en realidad, hospedarse en
aquella mansión ya lo era, salvo por las absurdas condiciones impuestas por aquel
alfa de nombre bordeado de misterio.

Pero, a pesar de todo, Jimin no lograba relajarse por completo. En su mente aún
transitaban ciertos asuntos que seguían atormentándolo. Necesitaba fumar.
Necesitaba su libertad. ¿Qué haría cuando el alfa pretendiera someterlo a sus jodidos
fetiches? Su celo ya no estaba para descontrolarlo, y él no era quien para dejarse
dominar.

Además, no lo entendía, había arruinado la cena, ¿por qué se salvó del castigo? Tenía
que explicarle lo que había ocurrido, tenía que hacerle entender que, en efecto, había
sido su culpa, de modo que comprendiera que él no era un omega apto, ni mucho
menos digno, y que era más preferible que no volviera a salir con él porque arruinaría
todo a su paso como el omega imperfecto que era.

El agua se movilizo cuando un segundo cuerpo se sumergió dentro. Jimin lo observó


acomodarse, vislumbrando un cigarrillo entre sus dedos, el cual segundos después el
alfa lo encendió con la ayuda de una de las mechas encendidas de una vela. Y él se
quedó embobado mirando la manera en la que daba sus primeras caladas, pensando
en cuan deseoso se encontraba de fumarse uno... Aunque uno de marihuana.

Las ansias comenzaron a carcomerlo desde el interior, tensándolo por completo.


Intentó controlar sus manos colocándolas por debajo de sus piernas, y así procurar
mantenerse en un estado que no delatara su ataque nervioso.

¿Sería muy desubicado pedirle una pitada? Moría de ganas de hacerlo, pero no se
animaba. ¿Qué pensaría él?

— ¿Qué te sucede? —preguntó el alfa.

Se había dado cuenta.

—N-nada —dijo pretendiendo fingir normalidad, mas su vista fija en el cigarrillo


contesto la pregunta de Yoongi con obviedad.

Jimin apartó la mirada rápidamente, concentrándose en algún punto cualquiera del


agua bañada de espuma. Una mano viajó sin permiso hasta su cuello y comenzó a
rascarse en muestra clara de su nerviosismo. Estaba inquieto. No sabía qué hacer.

De pronto, percibió el cuerpo del alfa muy cerca suyo. Un brazo ajeno le rodeó los
hombros, y lo que vio a continuación lo dejó boquiabierto. El alfa estaba
aproximándole el cigarrillo. Oh, Dios, ¿le iba a dejar fumar? No lo creía. Pero lo hizo,
y tímidamente le dio una buena pitada que cesara un poco sus ansias. No era lo
mismo, en lo absoluto. Pero, al menos, era algo.

El humo restante abandonó su organismo a través de sus fosas nasales, e


instantáneamente sonrió cuando percibió los labios del alfa en su cuello. Le estaba
obsequiando simultáneos besos que a su omega le encantaban. No podía estar más
complacido por él, y de verdad pensaba que debía hacer algo para demostrarle su
gratitud. Después de todo, él era quien debía complacer al alfa.

Lo debatió un instante en su mente. Había dos posibilidades: que su plan saliera mal
y este se enojara o que saliera bien y la noche terminara con un alfa más que
satisfecho. Y mientras lo vio acabarse el cigarrillo tomó la decisión. Que lo odiara si
quisiera, él lo haría a su manera.

Jimin buscó sus labios con rapidez, esperando no ser rechazado en el intento. Para su
fortuna, no lo fue. El pelinegro recibió con placer aquel húmedo contacto entre sus
bocas, sin saber en lo absoluto a que venía realmente. Jimin saboreó con exquisitez el
profundo gusto a tabaco que poseían los labios ajenos, y aquello lo incentivó aún más
en seguir con su plan. Profundizó el beso sin miedo, tornándolo más agresivo y
desesperado.

Una de sus manos se sumergió en el agua con la intención de llegar hasta el miembro
del alfa y comenzar a acariciarlo, envolverlo, frotarlo. Sin embargo, apenas lo rozó,
Yoongi lo detuvo, apartándolo bruscamente.

—No hagas cosas sin mi previa aprobación —demandó el aludido con una expresión
dura plasmada en el rostro.

Jimin rodeó los ojos, y suspiró medianamente ofendido. ¿Por qué no podía ser un alfa
normal? Cualquiera en su lugar habría gozado enormemente con un omega dispuesto
a tomar el control y hacer todo el trabajo para inundarlo de puro placer.

—Admite que no soy el omega para ti —bufó—. Soy un desastre, y contigo siempre lo
arruinaré todo como esta noche. ¿Por qué mejor no me desechas y te consigues otro
que si valga la pena? Uno que si pueda ajustarse a lo que buscas.

—Oh, créeme, ninguno lo valdrá tanto como tú —respondió sin siquiera titubearlo—.
No pienso dejarte ir tan fácil. Tú lo que necesitas es disciplina. Nada que no se pueda
solucionar. Además no has arruinado nada, ya te lo he dicho.

—Yo no necesito disciplina, tú necesitas ser más transigente —replicó Jimin


molesto—. Y sí, fui yo el que le habló a la omega sin haber disimulado.

— ¿Por qué le has hablado?


El alfa lo miró expectante, con el entrecejo fruncido y la mandíbula apretada.

—Pues..., porque —Jimin dudó y, nerviosamente, comenzó a jugar con sus dedos
sobre el agua—... le había agradecido por algo que me aconsejó que hiciera.

— ¿Qué fue lo que te aconsejo?

—Me dijo que... es que... iba a hacer algo que supuestamente te haría enojar, pero
yo no lo sabía y... y de haberlo sabido jamás habría pensado en hacerlo porque no
quería que te enojaras conmigo y que después me hicieras daño... no quiero que lo
hagas, no soportaría recibir un solo golpe más y... oh, mierda, eso no debí decirlo...
Bueno, el punto es que ella me dijo que no lo hiciera y... y fin de la historia.

—Yo nunca pensaría en golpearte —expuso el alfa con la sinceridad reflejada en sus
ojos, al tiempo que le acarició la mejilla suavemente—. Ven aquí —añadió, hundiendo
sus manos en el agua hasta alcanzar la cintura del menor. Lo sostuvo hasta subirlo a
su regazo.

Jimin se dejó, acomodando sus piernas a cada lado del cuerpo del alfa. Aquella
posición los obligó a chocar sus entrepiernas, mas ninguno de los dos se encontraba
excitado, por lo que no afectó en mucho. Al menos por el momento. Yoongi le tomó
de la barbilla, manteniendo un brazo envuelto sobre su cintura. Lo besó despacio, y
luego lo miró, contemplando sus facciones de cerca.

— ¿Qué era lo que supuestamente me haría enojar?

El pelirrubio frunció los labios, pensándoselo. Tenía la vista enfocada en el pecho del
mayor, admirando la piel tatuada. Sus dedos recorrieron las líneas negras,
aprovechando para rozar sus clavículas.

—Cortar los spaghetti —respondió al fin, encontrándose de repente con sus ojos—. Me
dijo que es una falta de respeto para los italianos, y pues... no lo sabía. Ni siquiera
sabía que tú también lo fueras... Quiero decir, no lo pareces, no se te nota el acento.
Espera, en ningún momento me dijo que lo eras, ¿siquiera lo eres?

Yoongi se rio débilmente.

—Lo soy —reveló con orgullo—. La gran parte de mi familia es de Italia, pero me crie
aquí, por lo que crecí escuchando ambos idiomas. Y sí, cortarlos rompe una tradición,
pero de igual forma, no has tenido la culpa de nada. Ese alfa es un buscapleitos
exagerado, no tenía por qué gruñirte de esa forma.
—Pero si yo no hubiera...

—Shh, ¿por qué pretendes hacerme creer que fue tu culpa? ¿Acaso si quieres el
castigo?

—No —musitó el omega, escondiendo su rostro en el cuello del alfa—. Solo quiero
hacerte entender que no es buena idea que yo vuelva a acompañarte a cosas así. No
soy digno de eso, solo sirvo para avergonzar y causar problemas. Fóllame todo lo que
quieras, pero déjame aquí. Ambos estaremos mejor así, después de todo solo soy una
puta.

El alfa lo tomo por los hombros de inmediato, obligándolo a mirarlo de frente.

—A mí no me has a avergonzado, ni me has causado ningún problema, no sé de qué


mierda hablas —espeto luciendo completamente ofendido—. No vuelvas a decir eso.
Nunca.

—Pero...

—Nunca —repitió con convicción, y atrapo sus labios en un brusco beso lleno de
enfado. Uno beso que de a poco se fue suavizando, de modo que la agresividad con la
que empezó se fue aminorando hasta disiparse, dejándole el pase libre para
transformarse en uno más relajado.

Con aquel beso Yoongi buscó olvidar las semejantes estupideces que habían
atravesado la boca del omega.

—Lo siento —mencionó el menor sobre los labios del otro, con la voz temblorosa y
apagada. Sus ojos cristalizados no fueron capaces de retener un par de lágrimas que
resbalaron por sus mejillas hasta perderse en el agua—, pero es la verdad. Yo sé lo
que soy, y no me molesta serlo. Por eso no intentes cambiarme ni hacerme encajar
donde no encajo, perderás tu tiempo. Soy esto, tómalo o déjalo.

Dicho eso, Jimin se levantó de encima del cuerpo del alfa y, dado que este no opuso
resistencia alguna, salió de allí sin problema. Tomó una toalla, su ropa y desapareció
tras la puerta.

Yoongi no sabía cómo reaccionar. Estaba estático, casi desconcertado, sin ser capaz
de acabar de entender qué mierda había pasado. Trató de procesar aquellas palabras,
una y otra vez, y seguía sin comprender por qué la angustia le golpeaba en el pecho.
¿Por qué le dolía lo que pensara el omega? ¿Por qué quería hacerle creer que lo qué
pensaba estaba mal? Yoongi sabía que algo de eso era verdad, pero no lo soportaba.

Tómalo o déjalo. ¿Por qué simplemente no lo dejaba? Estaba claro que Jimin no era la
clase de omega que él manejaba. Y ahí estaba la respuesta. Jimin era diferente; él lo
sentía diferente. Su alfa no quería dejarlo. Tan simple como eso. Yoongi pensaba
conservarlo, pero con sus reglas, y tarde reparó que el omega también tenía las
suyas.

No iba a dejarlo ir. Era él. Lo sabía, lo sentía. Su alfa se lo gritó al oído la primera vez
que lo vio aquella madrugada, allí tendido en el suelo con su ropa destrozada y una
manada de animales peleándose a muerte por ver quién se aprovechaba de él
primero. Había estado dispuesto a asesinar de un tiro en la cabeza a quien sea que se
atreviera a tocarlo. Su alfa lo supo desde ese instante, más el no quiso prestarle
verdadera atención, obligándose a creer que solo lo hacía por la promesa que le había
hecho a Jungook.

Y ahora que lo estaba asumiendo, debía hacer lo posible porque no le se escapara. Si


bien él tenía sus reglas, supuso que para que lo suyo funcionara también debía
escuchar las del omega.

Por lo tanto, salió del agua con rapidez, se secó apenas un poco con la ayuda de una
toalla, la cual luego se la envolvió en la cintura y se encaminó a la habitación. Jimin
se encontraba vestido frente a la cama, terminando de abotonarse la camisa.

Yoongi se acercó, y sin pensarlo lo atrajo hacia su cuerpo y lo besó como si temiera
que se marchara lejos de él.

—Quédate —le susurró, y aunque pretendió que fuese una orden, sonó más como una
súplica—. Quédate conmigo.

—Yo no pertenezco aquí.

—Lo harás, podrás hacerlo —aseguró Yoongi convencido—. Quédate. Mañana


hablaremos, aclararemos todo de una maldita vez. Yo te diré cada una de mis reglas,
tú me dirás tus objeciones, y yo veré que puedo hacer. No pienso dejarte, Jimin, tú
me lo debes.

El omega suspiró.

—Sé que te lo debo, pero el modo en el que a mí me gustaría compensártelo no es el


mismo que al que a ti te gustaría.
— ¿Cuál es tu modo?

Jimin lo miró, mordiéndose el labio inferior.

—Quiero que me lo dejes a mí. Que tu solo te relajes, y me dejes tocarte, besarte,
lamerte y... montarte —respondió con un ápice de timidez, enterneciendo al alfa,
quien se encontraba analizando sus palabras.

—En ese caso, ya tienes mi aprobación —sentenció el alfa sonriendo con


complacencia.

Los ojos del menor brillaron de emoción.

— ¿Lo dices en serio?

—Completamente.

Su omega chilló de felicidad porque al fin podría desenvolverse en la cama tal como a
él le encantaba. Y esa noche Jimin estaba dispuesto a dejar salir su lado más sensual
y atrevido para demostrarle al alfa de lo que era capaz.

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Si veo por lo menos 10 comentarios subo otro capitulo :c

La(o)s amo, bai :c


||Doce||

—No te decepcionaré, ya verás —prometió Jimin contento, sonriendo de oreja a oreja,


con eyesmile bien marcado—. Es más, te gustará tanto que te olvidarás de eso de
querer que sea un sumiso tonto.

El alfa se río, pero al instante se puso serio.

—No, no lo creo.

—Shhh —siseó el omega seductoramente, y se acercó a los labios del otro,


envolviendo los brazos alrededor de su cuello.

Lo beso lento y apasionado, introduciendo su lengua con imprudencia, mientras sus


dedos se enredaban en los mechones negros del cabello del alfa.

El mayor le correspondió de igual modo, permitiendo que este hiciese lo que le diera
en gana con su boca. Jimin succionaba sus labios con devoción, y un gemido se le
escapó cuando el alfa de pronto le apretó las nalgas por encima del jean. Continuó
besándolo un rato más, dejando que el ambiente se fuera preparando para lo que se
venía.
Sus manos descendieron por su pecho desnudo, acariciando su piel algo humedecida.
No despegó los labios de los de él en ningún momento. Sus dedos continuaron
bajando, rozando sus costillas, luego su cadera, hasta chocarse con la tela de aquella
toalla que ahora mismo solo estorbaba, por lo tanto se le quitó y la misma cayó a sus
tobillos.

Jimin apartó los brazos del alfa fuera de su cuerpo, y solo entonces dejó de besarlo.
Con la mayor sutileza inició su propio descenso, dejando pequeños besitos en su
pecho, y luego en su abdomen. Cuando estuvo arrodillado frente a él, le echó una
miradita piadosa, sonriéndole con picardía, tal y como si estuviese a punto de hacer
una travesura de niño pequeño.

Sin pavor, envolvió en su mano el miembro erecto de su alfa e hizo fricción, dándole
el comienzo a una de las mejores noches sexuales que viviría este. No tardó en sacar
su lengua y otorgarle una primera lamida cual gatito al rosado glande. Lo lamió con
lentitud, disfrutando por completo de aquel contacto. Poco después, su lengua
atravesó suavemente el pene entero, humedeciéndolo con su saliva.

A continuación, ingresó el glande a su boca, succionándolo y rodeándolo


completamente con la lengua, haciendo círculos alrededor de este, hasta que se
metió el miembro entero sin dudar, chupándolo sin inhibición alguna. El alfa gimió,
enterrando sus dedos entre los cabellos del menor, cuya boca hacía maravillas con
aquel vaivén, lento y estimulante, generándole un placer indescriptible.

Lo chupó animadamente por un breve instante más, y luego se detuvo, pues no


pretendía que todo acabara tan rápido. Volvió a ponerse de pie, percibiendo en el
ambiente las ardientes feromonas de excitación que emanaban.

—Sé que sonará raro, pero, ¿me prestas tu celular? —preguntó el omega mirándolo
con un leve puchero, haciendo que el alfa enarcara una ceja, confundido.

— ¿Mi celular? —cuestionó con la respiración entrecortada.

—Sí, es para poner una canción —explicó sonriendo—. Quiero hacer algo que te
encantará. Confía en mí.

Aún extrañado con aquella petición, Yoongi se dirigió al otro lado de la cama en busca
del dicho aparato. Regresó enseguida junto al omega, y con algo de desconfianza se
lo entregó ya desbloqueado.
Permaneció allí, junto a él, vigilando de cerca lo que hacía. Pero Jimin no hizo más
que abrir Spotify y escribir rápidamente el nombre de una canción en el buscador, por
lo que la tensión que sufrió Yoongi se atenuó con notabilidad.

—Tú relájate, siéntate y disfruta —le ordenó Jimin al tiempo que le subía el volumen
al iPhone, esperando a que el alfa tomara asiento sobre la cama.

Apoyó el celular sobre la mesita de noche, chequeó que todo estuviese bien, y
entonces, luego de un profundo respiro, presionó la respectiva canción.

Black Velvet de Alannah Myles comenzó a escucharse en la habitación. El cuerpo del


omega reaccionó de inmediato a aquel lento y sensual ritmo, moviéndose con gracia y
deleite hasta colocarse, con la distancia de unos metros, justo enfrente del alfa,
donde bailaría y se desnudaría para él.

Sus manos recorrieron su propio cuerpo, tocándose, sintiéndose. Partían desde su


cuello, pasando por sus clavículas, sus hombros, hasta alcanzar su abdomen. Sus
caderas se meneaban sin miedo de un modo exquisitamente atractivo. Jimin danzaba
con una sonrisa lasciva estampada en el rostro, mordiéndose el labio inferior con la
lujuria reflejada en su mirada.

Black velvet and that little boy's smile

Black velvet with that slow southern style

Jimin movió sus carnosos labios siguiendo la letra del estribillo con verdadero disfrute,
haciendo de aquel baile uno realmente admirable.

A new religion that'll bring ya to your knees

Black velvet if you please.

El erotismo llenaba el ambiente, y aún más cuando el omega empezó a


desabotonarse la camisa en medio de su baile. Se deshizo de aquella prenda con
lentitud, lanzándola a alguna parte de la habitación. Continuó con el jean. Lo
desabrochó y lo bajó despacio, todavía meneando la cadera. Se lo quitó, haciéndolo a
un lado, quedando solo con el bóxer y su bulto marcado.

Y Yoongi no podía terminar de creer lo que estaba viendo. La sorpresa lo había


consumido por completo cuando entendió el propósito de aquella canción que no creía
haber escuchado antes. Lo que se encontraba presenciando era demasiado nuevo
para él. Demasiado nuevo, y demasiado increíble.
Ningún otro omega jamás habría sido capaz de realizarle algo así, porque ningún otro
omega habría sido tan osado y descarado como Jimin. Y le encantaba. Mierda, por
supuesto que le encantaba. Sus ojos eran prisioneros de los sensuales movimientos
del menor. Lo tenía encandilado, dominado por su gracia y belleza. Lo había
hipnotizado, y no existía hechizo que pudiera romper con el encanto.

Jimin lo estaba dejando sin aliento. Su erección permanecía intacta, palpitándole con
fuerza por la creciente excitación que florecía sin piedad alguna. Lo deseaba como
nunca antes había deseado a alguien, y sentía que iba a estallar si Jimin no le daba
especial atención pronto.

El omega se encontraba bailándole de espalda con la voluptuosidad enredada en sus


caderas. Sus dedos jugueteaban con el elástico del bóxer, deslizándolo
traviesamente, permitiendo que la pálida piel de su trasero comenzara a asomarse.
Se lo quitó, agachándose un poco, y prosiguió en su total desnudes con el espléndido
y deleitoso baile regado de obscenidad.

Jimin lo miró por encima de sus hombros, sonriendo victorioso y complacido al


vislumbrar el estado de completa satisfacción de su alfa. Estaba duro, las ansias se le
notaban a través de sus pupilas dilatadas y oscurecidas. Pero él lo torturaría un ratito
más. Se apretó las nalgas con ambas manos, separándolas apenas un poco con el fin
de que su más que humedecida entrada quedara a la vista por un efímero instante.

Enseguida, se agachó, dejando su trasero elevado, el cual lo movía paulatinamente,


mientras uno de sus dedos se infiltraba en su interior. Yoongi gruñó en respuesta,
pues ya no resistía más. Quería tenerlo, sentirlo, follarlo. La anticipación lo estaba
aniquilando con ferocidad.

Jimin quitó su dedo, enderezándose. Se volteó, capturando su labio inferior entre sus
dientes, y se dispuso a caminar con elegancia hasta llegar al hombre que aguardaba
por él. Se le subió encima, sentándose sobre sus muslos y le obsequió un ardiente
beso cargado de pasión.

Aprovechó para frotarse contra él, a medida que lo empujaba, de modo que la
espalda del alfa quedara sobre la cama. Los besos no desistieron mientras se
acomodaban mejor entre el sedoso cubrecama para iniciar la tercer y última fase.

Jimin tenía las piernas a cada lado de la cintura del pelinegro. Se irguió sobre él,
alineando el desesperado miembro en su chorreante entrada. Y cuando estuvo listo,
se dejó caer de golpe contra este, lo que provocó un inesperado alarido por su parte.
El rostro del omega se contrajo en una mueca de dolor, pues había olvidado por
completo lo sensible que había quedado de la última vez que lo hicieron.

—Despacio, bebé —le dijo Yoongi, quien mantenía las manos posadas sobre la cintura
del menor.

Jimin asintió, y respiro hondo, tomándose su tiempo. Apoyó sus manos en el pecho
del otro, animándose a subir de manera que el miembro ajeno saliese de su interior,
aunque no por completo. Ya mejor preparado, bajó con más cuidado, y empezó a
moverse con delicadeza, sin presiones, ni apuro.

Continuó así hasta que su cuerpo logró acostumbrarse, de modo que el dolor no se
hiciese presente en sus propias embestidas. El placer comenzó a ser compartido.
Jimin recién se estaba atreviendo a aumentar la velocidad de sus movimientos,
propagando la potente llama de deseo que les quemaba por dentro.

El omega de relucientes ojos miel liberó la sensualidad que se había escondido por
culpa del dolor, y la hizo notar en sus agiles desplazamientos desde adelante hacia
atrás. Meneaba su cadera en sintonía de sus gemidos, su abdomen seguía el ritmo,
mientras su cabeza se echaba hacia atrás. Sus ojos estaban cerrados, disfrutando de
la exquisita sensación de estar montando al alfa que creyó no poder complacer a su
manera.

Y sin duda, Yoongi se encontraba gozándolo como nunca. No solo lo enloquecían las
embestidas controladas por el omega, sino que, a la vez, se extasiaba con la insólita
imagen de Jimin montándolo con descaro e incontinencia, sin pisca de vergüenza o
miedo. Lo hacía con ánimos, con libertad, con encanto.

En ese momento, no importó nada más. Sólo era él, un alfa dominante y mafioso de
veintisiete años, siendo manejado en la cama por un atrevido omega adolescente que
nada tenía que ver con su mundo. Y estaba bien, al menos él se sentía bien.

Sin embargo, aquello no significaba que se le olvidaría, ni muchos menos dejarían a


un lado, la dominación. Aún albergaba la esperanza de que Jimin accediera a dejarse
dominar.

Yoongi, de un momento a otro, se sostuvo con sus brazos sobre la cama,


pretendiendo despegar su espalda de la misma. Sin interrumpir las celestiales
embestidas del omega, se incorporó lo suficiente para alcanzar sus labios. Lo besó
con fogosidad, mientras el menor se sujetaba de sus hombros para impulsarse contra
su pene con mayor velocidad.
Jimin gimió audiblemente cuando sintió su orgasmo aproximarse. El miembro del alfa
estaba dando justo en su punto. La respiración de él se encontraba en un estado de
total irregularidad. Una leve capa de sudor cubría su frente, haciendo que algunos
que otros pelos caídos por la nuca del menor se pegaran a esta. Jimin recargó su
cabeza en el hombro del alfa, deshaciéndose en gemidos por la gloriosa llegada de su
orgasmo.

Y aquel fue el momento en el que Yoongi comenzó a tomar el dominio en la búsqueda


de su clímax. Debido a la carente energía del omega, cuyos movimientos parecían
querer cesar por el cansancio, decidió ser el quien se impulsara dentro de Jimin.
Flexionó un poco las piernas y empezó a empujar hasta el fondo, con las paredes del
omega aprisionando su pene con fervor.

Continuó introduciéndose a un ritmo acelerado, creando un chasquido por cada vez


que ambas pieles chocaban. Yoongi gruñó de satisfacción al tiempo que el nudo se
formaba en el interior de su omega, vaciándose en él.

Los brazos le flaquearon, y se dejó caer de espalda sobre la cama con Jimin pegado a
su cuerpo.
La habitación se hundió en un sepulcral silencio que únicamente lo rompió la agitada
respiración de ambos seres unidos por el nudo.

Cada uno se tomó su tiempo para recuperar algo de las energías perdidas en el
reciente acto sexual. Mientras tanto, Yoongi se dedicó a acariciar la desnuda espalda
del omega con suavidad. Poco después, llevó la otra mano disponible hacia el cabello
de este, quitándole los pelos de su frente. Lo vio sonreír contra su pecho, percibiendo
la felicidad huyendo a través de sus poros.

Se descubrió a él mismo sonriendo de igual modo, y no le importó. Su omega estaba


feliz y satisfecho bajo sus caricias, allí sobre la calidez de su cuerpo, albergando en su
interior el nudo que había sido plenamente destinado a él.

Y su alfa... su alfa quería guardar aquella jodidamente perfecta imagen para siempre.

Hola pecadoras

si llegamos a 100 lecturas subo un mini maratón hoy mismo (dije SI LLEGAMOS :v)

Los amo, bai xd


||Trece||

Jimin se removió en un completo estado de somnolencia bajo las calidez de aquellas


sábanas que, junto al alfa, le brindaron calor durante la noche entera. Buscó una
nueva posición cómoda en la que colocarse y seguir durmiendo. Pretendía encontrar
el cuerpo del pelinegro para acurrucarse junto a él, más al no sentirlo en su lado de la
cama, abrió los ojos, extrañado, dándose cuenta que lo único que lo acompañaba
bajo las sábanas era la soledad.

Bostezó, estirándose con pereza. Una genuina sonrisa se asomó en su rostro al traer
al presente los bonitos recuerdos de la noche anterior. Suspiró con aires de
romanticismo, aspirando profundamente el embriagador aroma del alfa que estaba
impregnado en el ambiente. Y Jimin pensó que adoraría despertar allí todas las
mañanas.

La amplia habitación se encontraba iluminada muy débilmente por la escasa luz


matutina que le ofrecía el exterior. Era un día poblado de grisáceas nubes que
prometían tormentas. Típico de Corea.

El omega se incorporó, tallándose los ojos con cuidado. Quitó las sábanas de encima
de su desnudo cuerpo, y apenas se levantó vislumbró sobre la mesita de noche un
bellísimo, enorme y colosal ramo de flores, en el que podría jurar que había alrededor
de cien rosas rojas unidas por un encantador envoltorio que era sostenido por una
elegante vasija.

La sorpresa lo inundó por completo, pero fue reemplazada rápidamente por un


cúmulo extra de felicidad. Su corazón se derritió allí mismo por aquel dulce gesto que
para él significaba demasiado. Jamás había recibido un regalo de la infinidad de tipos
que lo habían follado, tampoco era como si él lo pretendiera. Él no quería nada de
ningún alfa más que atención sexual, droga o alcohol.

Sin embargo, allí estaba, conmocionado a más no poder, con una gigantesca sonrisa
estúpida estampada en la cara, sintiendo el modo súbito en el que tontas mariposas
revoloteaban en su estómago sin nada mejor que hacer. Se sentía tan especial, tan
consentido, tan mimado, que su omega, preso de sus encantos, ya estaba dispuesto a
caerse rendido ante sus pies.

Pasó un largo rato contemplando el ramo de rosas entre suspiros, pensando en qué
clase de droga le habrían metido en su última bebida para estar alucinando con tal
magnitud.

Debía ser un sueño, sí. Ningún alfa sería capaz de cortejar a un omega tan usado, tan
impuro, tan desgraciado como él. De seguro se encontraba postrado en una camilla
de hospital con un coma alcohólico y todo eso no era más que producto de su
inconsciente. Pero no importaba porque estaba siendo demasiado feliz en su sueño, o
fuese lo que fuese.

Por lo tanto, sin abandonar la dicha que controlaba su ser, se fue directo a la ducha.
Al salir, con una toalla envuelta en su cintura y otra entre su cabellera, indagó dentro
del armario del alfa que ropa ponerse. Suponía que este no se enojaría si utilizaba
prendas de su pertenencia. ¿O acaso qué pensaba? No saldría de la habitación
desnudo a descifrar dónde diablos estaba su supuesto cuarto, donde tenía su
supuesta ropa.

Se colocó uno de sus bóxers, y optó por una de sus tantas camisas escogiéndola al
azar. Se miró en un espejo, admirando lo bien que se veía llevando sólo eso. Sonrió
satisfecho, y sin más nada que hacer, salió de la habitación en busca del alfa, sin
siquiera importarle la posibilidad de toparse con alguien desconocido en su camino. Es
más, ¡que lo vieran! Así alardeaba la razón de su presencia.

Caminó con seguridad a través de los corredores, tratando de descubrir dónde


estaban las escaleras. Por fortuna, no tardó en hallarla y descendió, pero le resulto
raro que la misma lo dirigiera a un nuevo corredor. ¿Y la escalera principal por la que
había sufrido aquella pequeña y bochornosa caída?

Totalmente confundido, continuó caminando sin saber en lo absoluto hacia donde iba.
Y lo que era más extraño aún: no se veía señal de nadie, en lo absoluto, ni siquiera
una sirvienta.

Sus pies se frenaron en seco cuando, de repente, oyó a sus espaldas un corto silbido,
llamándolo. Se quedó tieso, pero todos sus músculos se relajaron al voltearse y darse
cuenta que era el alfa de hebras negras. Sonrió de inmediato.

— ¿A dónde pensabas ir, bonito? —La pregunta se escurrió de entre sus labios
seductoramente, para luego esbozar una coqueta sonrisa—. Buen día, ¿no?

Jimin se acercó a él casi corriendo, irradiando felicidad con su rostro iluminado.


Envolvió sus brazos alrededor de su cuello, y lo besó con energía, demostrándole que
era más que un buen día.

— ¿Has desayunado? —quiso saber el alfa, poco después de haber dado por finalizado
aquel deleitoso contacto entre sus labios.

—Te buscaba para eso, quiero desayunarte —expresó el aludido derrochando lascivia
en su tono de voz.
En sus ojos habitaba una llamativa chispa de deseo que no pretendía pasar
desapercibida. Yoongi se mordió el labio inferior, divertido, y negó con la cabeza. Lo
tomó de la barbilla y volvió a unir sus labios en un enérgico beso recargado de
pasión.

—Ven, entra, pediré que te suban el desayuno —dijo, dejándole el pase libre hacia su
despacho.

Jimin ingresó sin titubeos, recordando aquel sitio a la perfección. Ver algo conocido en
aquel enorme laberinto de mansión era algo agradable; algo así como llegar por fin a
casa, a la zona de confort. Y el omega lo demostró muy bien al decidir echarse en uno
de los sofás con la mayor confianza.

—No necesito que suban nada. Tú ya estás aquí, es decir, no hay como el semen de
un alfa por la mañana —canturreó el pelirrubio entretenido.

El alfa frunció el ceño, disgustado por completo con aquel comentario. Los celos lo
aniquilaban por dentro de solo pensar en cuantas veces Jimin se habría despertado
con otro alfa, diciéndole lo mismo. Un gruñido se atascó en lo profundo de su
garganta al imaginarse a cualquier otro depositando su jodido semen en la boca de su
omega. Y no lo soportó. El gruñido arrasó su garganta siendo dominado por el súbito
enojo.

El desconcierto que se ganó Jimin fue total, asesinando cada rastro de deseo o
perversión de su rostro. No comprendía que había ocurrido, que había hecho mal para
que el alfa se enfadara de un segundo a otro.

Jimin se acercó a él con cautela, ligeramente asustado. Posó despacio una de sus
manos en su mejilla, tratando de calmarlo con su suave tacto.

—Lo siento si he dicho algo que te molestó, solo jugaba —se disculpó arrepentido,
acariciando levemente la mejilla del pálido.

—Mío —gruñó el alfa territorial, apegando al omega a su cuerpo—. Quiero que seas
mío, de nadie más.

Jimin se sorprendió gratamente, y no se demoró en formar una leve sonrisa en la


comisura de sus labios.

—Ya soy tuyo —mencionó con seguridad—, al menos lo seré hasta que te canses de
mí.

Aquello hizo que Yoongi dejara de estar tenso. Suavizó su expresión con notabilidad,
y hasta habría sido capaz de decirle que jamás se cansaría de él, pero prefirió
guardárselo.

— ¿Con cuántos alfas has estado? —cuestionó el susodicho intentando mantenerse


relajado ante el asunto.

El menor lo miró estupefacto. Tragó en seco al instante, pues no sabía a qué venía
aquello.

—N-no... no lo sé.

— ¿Has tenido alfa?

—Alguien como yo no podría tenerlo —contestó volviendo su expresión decaída.

— ¿Por qué no? —interrogó Yoongi con una ceja alzada.


—Porque yo solo sirvo para sexo, nadie me querría más que para eso... Además,
estoy bien así, prefiero ser independiente.

El alfa suspiró pesadamente. La frustración lo invadió al no ser capaz de


contradecirlo, pues, en verdad, él ni siquiera estaba seguro de para qué lo quería.
Tenía que aclarar sus ideas. ¿En qué mierda estaba pensando? Jimin estaba allí para
servirle sexualmente y ya. Eso era todo, y no importaba lo que sintiese su alfa.
Estaba claro que el omega de Jimin no sentía lo mismo.

—Aclaremos los puntos —anunció Yoongi severo, apartándose de golpe del rubio para
encaminarse hacia su escritorio.

Jimin lo siguió, respirando hondo, preparándose para lo que vendría. Observó al


pelinegro ubicarse en su lugar en torno al escritorio, éste le indicó que tomara asiento
del lado contrario frente a él. Jimin obedeció, mientras le oía comunicarse con el
personal de cocina para que le subieran el desayuno.

—Quiero que nos pongamos de acuerdo en esto. Ya me quedó bastante claro que no
eres la clase de omega que yo manejo, pero eso no quita que desee que permanezcas
conmigo. Ya te lo he dicho, no te dejaré ir, y si hace falta que haga algunos cambios
en mis reglas, lo haré con tal de que me prometas que te quedaras conmigo.

—Eso me agrada —expuso el omega contento, subiendo sus piernas al pequeño sofá,
dejándolas a la altura de su pecho—. Hay muchas cosas que no me gustan, como por
ejemplo eso de cuidar mi vocabulario, tampoco eso de los castigos, ni mucho menos
eso de que pretendas que te obedezca en todo.

Yoongi dio una profunda inhalación antes de hablar.

—Lo del vocabulario podría dejarlo pasar, pero solo entre nosotros dos. No quiero
escucharte decir ni la más mínima grosería frente a terceros, y menos cuando
salgamos.

— ¿Salgamos? ¿Te refieres a nosotros? Te he dicho que...

—Eso no se discutirá. Tú saldrás conmigo a donde quiera, cuando quiera —decretó el


alfa, haciendo que el omega rodeara los ojos.

—De acuerdo —bufó—. Pero si lo arruino, será tu culpa, no mía.

—Sé que no lo harás —aseguró, al tiempo que encendía un cigarrillo. El humo se


escapó de entre sus labios luego de darle una calada—. Con respecto a lo otro, yo
necesito que estés dispuesto a aceptar ser lo más cercano a un sumiso en la cama,
pero no tiene por qué ser así siempre. Podemos alternar, es decir, lo de anoche fue...
increíble. Has superado todas mis expectativas y tendrás tu recompensa por eso.

Una enorme sonrisa se plasmó en el rostro de Jimin, quien de inmediato se sintió


sumamente orgulloso de sí mismo. Lo había logrado.

—Pero, de verdad, yo necesito tenerte de ese modo. Necesito que intentes meterte
en la piel de un sumiso, que intentes obedecerme y dejarte llevar, tal como lo he
hecho anoche contigo. Yo me dejé y tú hiciste lo que quisiste conmigo, necesito que
hagas exactamente lo mismo por mí.

El omega lo deliberó un instante manteniendo su mirada enfocada en sus dedos,


tratando de no darle interés al tentativo humo que se extendía en el aire hasta
disiparse.

—Lo intentaré, solo si me prometes que lo de anoche se repetirá seguido —propuso


éste, para luego morderse el labio inferior y mirarlo traviesamente.

—Oh, claro que se repetirá. Lo haremos cuantas veces quieras, siempre y cuando tú
cumplas con tu parte.

—Trato hecho —dijo Jimin sonriente, visibilizando su adorable eyesmile, al tiempo que
se ponía de pie. No dudó en escupirse en la palma de su mano y extenderla con la
finalidad de que fuese estrechada por el contrario.

El rostro del alfa se contrajo en una mueca de asco, y el omega soltó una sonora
carcajada, quitando su mano.

—Eres un asqueroso —masculló aún asqueado.

—Y tú un amargado. Dame algo para limpiarme, ¿quieres?

Yoongi negó con la cabeza en un gesto de desaprobación, mientras se encargaba de


revisar en los cajones de su escritorio en busca de algún pañuelo de papel.

—Además de descarado, asqueroso, no entiendo como mi alfa puede... —paró en


seco, dejando la oración inconclusa, puesto que se llevó la sorpresa de advertir que
aquello lo estaba diciendo en voz alta.
— ¿Puede qué? —preguntó Jimin, curioso, sonriendo con incredulidad.

—... soportarte —mintió tranquilamente, entregándole un pañuelo. Esa no era la


palabra que completaba la oración. Pero, por supuesto que él no dejaría expuesto lo
que sentía su alfa.

— ¿Quién no soportaría a un ser tan atractivo como yo? —La pregunta retórica
bañada de sarcasmo salió con diversión de entre los labios del menor—. Listo, manita
limpia —agregó haciendo un bollo con aquel pañuelo con el que se había limpiado.

—No vuelvas a hacer eso, y todavía no hemos cerrado el trato. Así que ven aquí,
ahora —exigió el alfa señalando su regazo.

Jimin obedeció, sonriente. Se acomodó sobre sus piernas, aprovechando para echarle
una mirada más de cerca a la cantidad de hojas, folios y carpetas que había allí. No
tardó en sentir manos ajenas en su cintura y un par de húmedos labios colisionar con
la piel de su cuello.

—A partir de ahora dormirás conmigo en mi habitación. Escoge toda la ropa que


quieras, y alguien se encargará de trasladarla. Siguiente punto, no pretendo tenerte
aquí como un prisionero. Puedes salir si quieres, pero debes informarme y no puedes
tardar mucho. Solo durante el día y tendrás un chofer que te llevará, te esperará y te
vigilará.

— ¿Tan controlador eres? —reprochó.

—Es por protección.

—Como sea, ¿qué más?

—Trata de pedirme permiso antes de hacer algo, o si quieres algo encárgate de


hacérmelo saber. Dentro de lo que establecimos, si considero que no has cumplido no
debes rehusarte a recibir el castigo, de ser así el mismo se extenderá. Ya he aclarado
que mis castigos no incluyen golpes, ni nada que se le asemeje. En el caso de que
cumplas a la perfección y superes lo previsto tendrás tu merecida recompensa.

—De acuerdo —expuso Jimin resignado, dejando que su espalda cayera sobre el
pecho del alfa, cuyo aroma resaltaba en el ambiente—. Lo intentaré, pero tenme
paciencia y no esperes maravillas de mí. No estoy acostumbrado a esto.

—Paciencia es lo que me sobra contigo —dijo Yoongi rozando con su nariz la cabellera
del bonito omega.

Sus manos se infiltraron por debajo de la camisa que se había puesto Jimin sin su
permiso, comenzando a acariciarle la cálida piel del abdomen, percibiendo el modo en
que se erizaba la misma bajo su tacto. Sus manos bajaron, pasando por la tela del
bóxer, hasta llegar a la parte interna de sus muslos, dándole el inicio a un caliente
juego de manoseo.

La cabeza de Jimin se echó hacia atrás, reposándose en el hombro del alfa mientras
permitía que éste lo tocara, lo acariciara, lo llenara de deseo con sus atrevidos dedos
adentrándose en su ropa interior.

De repente, la puerta fue golpeada con brusquedad, ocasionando que las manos del
alfa abandonaran su sitio con extrema rapidez, transformando la excitación en
espanto en una muy reducida cifra de segundos. Una sirvienta jamás golpearía de esa
forma...

Si te gusto vota c:

Hasta aqui mi reporte Joaquin 7v7


||Catorce||

El omega dio un respingo al escuchar aquellos inesperados y brutales golpes a la


puerta. Entró en un estado de alerta en cuanto percibió el repentino espanto que
sufrió el alfa debajo de él. Con rapidez, este lo puso de pie, parándose también. Lo
vio abrir un cajón y sacar un arma de fuego de allí, la cual la acomodó entre su
pantalón, cubriéndola con su saco. Enseguida colocó al menor detrás de él,
resguardándolo.

Jimin se encogió sobre sí mismo, asustado, procurando estar lo más pegado posible al
cuerpo del alfa, pues no había lugar donde pudiese sentirse más seguro.

De pronto, la puerta se abrió de golpe, haciendo visible a un hombre de cuarenta y


tantos que apestaba enormemente a alfa enfadado.

— ¡Oh, mierda! ¿Por qué no avisas? Pensé que eras...

—Él mismo estaría aquí de no ser porque me he pasado gran parte de la noche
tratando de calmar el asunto. A ver, ¡¿Dónde mierda ha quedado todo lo que hemos
hablado?! —Exclamó furioso el desconocido, quien se aproximaba peligrosamente con
su ceño fruncido—. Se trata de conseguir más aliados, ¡no de obtener más enemigos!
¡No ha sido nada inteligente lo que has hecho! ¡¿Entiendes que nos dividirás si sigues
así?! ¡No solo estaremos en guerra con la familia de 'Ndrangheta, sino que también lo
estará nuestra familia propia!

—Si nos dividimos será por su culpa, no mía. Yo he hecho lo que me corresponde, él
es quien necesita ubicarse en su sitio —dijo el pelinegro con tranquilidad,
despojándose del arma para luego guardarla en su lugar.

—Él es un crío inmaduro, envidioso, caprichoso, superficial. Un imbécil. Todo lo


contrario a ti. Pero tiene más derecho que tú, y lo sabes. ¡No puedes seguirle el juego
a sus chiquilinadas! ¡Tú eres más que eso!

—Oh, ¡¿Y por eso tengo que doblegarme ante él cuando me falta al respeto?! ¡No son
más que puras mierdas! —expresó el alfa de ojos negros enfurecido, haciendo que el
omega se encogiera aún más sobre sí mismo.

Jimin era consciente de que el enojo no era dirigido a él, pero no podía evitar sentirse
igual de intimidado como si le estuviese gritando a él. Y estaba tan aturdido, tan
desorientado, que no sabía qué hacer, más que permanecer quieto en un rincón con
la cabeza agacha.

—No, ahí está el punto. No te falto el respeto a ti, Yoongi.

—No, le falto el respeto a mi omega, que es lo mismo.

— ¿Hablas del omega que desecharás en un par de semanas?

El pelirrubio se sobresaltó al escuchar un áspero y resonador golpe en seco que


provino del puño cerrado de su alfa estrellándose contra la madera del escritorio.

— ¡Oh, por favor! El tiempo que duras con un omega es escaso. No pretendas
aplicarle derechos como si llevara tu mordida, sabiendo que es uno cualquiera que no
lo vale. Tu padre quedo muy disgustado por eso.

Y Yoongi habría sido capaz de soltar el gruñido más voraz para expresar todo el enojo
que le generó aquellas intolerantes palabras dichas por el consiglieri* de su padre.
Palabras absurdas; palabras imperdonables. Palabras que, muy en el fondo sabía,
eran verdad. Pero Yoongi habría querido gritarle que no era así, que Jimin no era un
cualquiera que desaparecería en un par de semanas, que Jimin si lo valía porque era
su omega por naturaleza y que, por ende, debía ser respetado.
Pero no lo dijo. Prefirió acallar, prefirió morderse la lengua y ocultar la verdad de su
alfa, porque Jimin estaba allí y no debía exponerse con tal magnitud. No cuando el
omega parecía no corresponderle.

Al fin y al cabo, todo se resumía a una verdad amarga y doliente. Jimin sí era un
cualquiera. Un ordinario omega independiente que funcionaba como puta. Incluso
Jimin se lo había dicho. Todo había sido culpa de su instinto, de su iluso y tonto alfa
que solo quería quererlo. Qué estupidez. Jimin lo único que deseaba era largarse lo
más pronto de allí, alejarse por completo de él y de sus ansias por dominarlo, ¿acaso
que iba a hacer? ¿Obligar al omega a que lo quiera? ¿Obligarlo a permanecer el resto
de sus días con él? Él no pretendía pasar su vida entera con un omega que era infeliz
a su lado.

—Ofrécele a Guillern una disculpa sincera de mi parte, y a mi padre dile que no se


repetirá... No, deja, te acompañaré. Hablaré personalmente con ellos —anunció el
alfa con un tono de voz apagado, casi melancólico. El contrario asintió aprobándolo
por completo—. Espérame abajo.

Al instante, Yoongi volteó hacia el menor, y caminó hacia él con cierta pesadumbre.
Lo tomó de la barbilla, elevándole la mirada con delicadeza. Jimin lo miró, apenado,
contemplando el ápice de amargura que habitaba en los ojos negros del alfa. La
tristeza combinada con gotas de decepción que emanaba este le encogía el corazón,
estrujándolo. Y todo era por su culpa. Él lo supo desde un principio, jamás debió
haber asistido a aquella cena.

—Después de eso, ¿aún sigues pensando que es buena idea que te acompañe en tus
salidas? Y-yo... yo te lo he d-dicho, no lo v-valgo... yo no...

Las palabras se acallaron cuando unos labios ajenos se encontraron con los suyos,
acariciándolos, iniciando un lento y apaciguado beso que Jimin no dudó en
corresponder.

—Hablaremos de eso luego. Ahora quiero que te encargues del asunto de la ropa,
escoge todo lo que creas necesario y asegúrate de que sea de tu talla. De igual
manera, si quieres también puedes comprar más, solo tienes que decirme.

El omega asintió sin mucho entusiasmo. Por alguna razón que desconocía, no le
agradaba en lo absoluto que el alfa estuviese desanimado. Y mientras salían del
despacho, encontrándose justo con una beta que cargaba una bandeja con su
desayuno, Jimin pensaba en la perfecta manera de cómo podría animar al castaño
cuando regresara.
Acompañado de la sirvienta, ingresó a la habitación en la que se había hospedado los
últimos días. Desayunó sin apuros sin dejar de pensar en todo lo que había ocurrido.
La reciente discusión de aquellos dos alfas retumbaba en su mente una y otra vez. No
le dolió que aquel otro tipo dijese que él era un omega cualquiera, porque él lo sabía
mejor que nadie. Al contrario, se sintió complacido porque Min Yoongi lo había
defendido como si él significara algo más... Algo que no era.

Suspiró. Si el desconocido alfa no mentía, solo le quedaban dos semanas o menos


para que su momentáneo dueño lo liberara de su deuda. Dos semanas. Debía
aprovecharlas al máximo antes de regresar a su antigua vida llena de alcohol,
marihuana y nada de sumisión.

Habiendo acabado su desayuno, comenzó a explorar de nuevo el gigantesco closet,


eligiendo y probándose todo aquello que le llamase la atención. Hasta que, de pronto,
se llevó la grata sorpresa de hallar un pequeño sector dedicado solo a delicadas
piezas de encaje, pantis con ligas, hasta inclusive deslumbro un dilatador anal con
una felpuda colita de animal.

A Jimin le brillaron los ojos. Ahora sí sabía con certeza el perfecto modo de como
animar a su alfa. Aseguraba que aquello le encantaría. Sí, Jimin era un cualquiera. Un
cualquiera que le haría gozar como ningún otro.
La noche había caído, y el omega ya estaba más que aburrido de esperar al hombre
que disfrutaría de su exclusiva función erótica. Una función que, al parecer, se
pospondría a otro día si es que su único espectador no se dignaba a aparecer.

Soltó un resoplido. Estaba cansado de dar vueltas en la habitación del alfa. ¿Cómo se
suponía que lo sorprendería si ni siquiera sabía a qué hora llegaba? Mierda. Odiaba la
situación. Él quería acción, no encontrarse en un estado de absoluto aburrimiento.
Suspiró por milésima vez. Al diablo. Se tomaría una ducha y se iría a dormir.

Comenzó a desnudarse con desgane, arrojando las prendas de ropa camino al cuarto
de baño, quedándose solo con aquella pequeña pieza de encaje negra a conjunto con
unas medias y ligas del mismo tono. Pensó en quitárselo. Sin embargo, cuando sus
últimos rastros de esperanzas se habían acabado, percibió el sonido de la puerta.

Jimin se alarmó, y de pura conmoción corrió al baño a ocultarse de los ojos del alfa,
siendo la sorpresa lo único que lo inundaba. Y no lo podía creer. Su ropa había
quedado afuera. Joder, su plan ya estaba más que arruinado. ¿Cómo haría? No podía
salir así simplemente. Y la respuesta la tuvo frente a sus ojos al divisar una
blanquecina bata de baño.
Sonrió, y se apresuró a colocársela, tratando de cubrirse lo más posible. Solo
entonces abrió la puerta, encontrándose al pelinegro frente a una de las ventanas,
quitándose distraídamente la corbata.

— ¿Cómo te ha ido? —preguntó Jimin con tranquilidad, avanzando solo unos pocos
pasos.

El alfa se volteó a verlo, pero al instante desvió su mirada de nuevo hacia la ventana.

—Bien —contestó con seques, reflejando el malhumor en cada una de sus facciones.

Estaba serio, demasiado serio. El enojo se distinguía con facilidad en su ser, haciendo
visible lo terrible que lo había estado pasando. Pero el alfa estaba de suerte porque
Jimin tenía la receta perfecta para acabar con el estrés que parecía no querer dejarlo
en armonía.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Dime.

— ¿Cómo me veo? —mencionó con una sonrisa coqueta, al tiempo que dejaba caer la
bata al suelo.

La expresión del alfa cambio súbitamente luego de voltearse otra vez para mirar a
Jimin. Su aliento se desvaneció al presenciarlo. Oh, jodida mierda. Se veía tan
hermoso, tan deseable, tan perfecto que sus ojos se negaban por completo a apartar
la mirada de aquel irresistible cuerpo que era solo suyo.

Jimin lo había dejado en un estado de atontes irremediable, todo su sistema se había


visto opacado por el creciente deseo que este mismo le había generado. Ya no
importaba nada más que aquel bonito omega luciendo, únicamente para él, una
delicada pieza de encaje negro que a su alfa le estaba volviendo loco.

De solo admirarlo su entrepierna ya había comenzado a palpitarle sin control alguno.

—Y... ¿te gusta, daddy? —mencionó Jimin con un tono de voz excitantemente
aniñado, dibujando una sonrisa de falsa inocencia con la comisura de sus labios.

El omega, en el fondo, se encontraba odiándose por estar haciendo semejante


estupidez. Pero sabía que lo valía por la gloriosa reacción del alfa.
—Oh, bebe —Yoongi gimió. No podía sentirse más complacido—. Me encanta. Tú...
eres tan precioso.

Dicho eso, se apresuró a correr en busca de sus labios. Lo besó con ineludible
desespero, con sublime pasión, con inmensas ganas de hundirse bajo su profundo
olor. Sus manos viajaron sin vacilación hacia los glúteos del menor, aprisionándolos
sobre la tela con su agresivo tacto de animal salvaje.

Al instante, sin interrumpir el ardiente beso cargado de lujuria, lo tomó de los muslos
internos, obligándolo a subirse a su cuerpo. Jimin enredo sus piernas alrededor de la
cintura del alfa, manteniendo sus brazos envueltos en el cuello de este, mientras
intentaba seguirle el ritmo a aquel brutal contacto entre sus bocas.

Yoongi, caminando a ciegas, lo llevó hacia la cama, sitio en el que lo dejó


bestialmente.

—Boca abajo. Cabeza en almohada. Cadera elevada —ordenó el alfa con autoridad,
quitándose la camisa de un tirón.

La confusión que sintió Jimin no le permitió obedecer, pues ni siquiera había logrado
terminar de entender que aquellas palabras eran órdenes.

— ¡Ahora! —demandó Yoongi frunciendo el ceño, verdaderamente enojado.

Jimin lo odió.

— ¡No me grites! —exclamó el omega escandalizado, haciendo que el enojo del alfa
empeorara de un modo aterrador.

Jimin cerró los ojos con fuerza, atemorizado, cuando el contrario hizo ademan de
golpearlo. Se había hecho bolita sobre la cama, cubriéndose de cualquier daño que
pudiera sufrir.

Solo entonces el alfa reaccionó, tomando consciencia de la situación. Se alejó unos


pasos con sus manos enterrándose entre los mechones de su cabello, buscando
encontrar la paciencia que creyó haber enterrado. Respiró profundo, tranquilizándose.

— ¿Has... has querido golpearme? Dijiste que jamás lo harías —musitó el omega
temeroso, a punto de quebrarse emocionalmente.
—Lo siento, jamás lo haría —reafirmó—. Yo perdí el control... tú no me obedeciste.

—Es que no entendí. Lo dijiste muy rápido, y ni siquiera me diste tiempo para
procesarlo —explicó el omega cabizbajo estando sentado sobre la cama con sus
piernas pegadas a su pecho—. Perdón, no quería arruinarlo. Yo quería ayudarte a
distraerte de tus problemas, pero solo soy uno más —añadió angustiado, comenzando
a sollozar.

El corazón de Yoongi se estrujó por completo.

—No, bebé. Ha sido culpa mía. Olvidé por completo que tú no estás acostumbrado a
esto, y casi cometo una total imprudencia cuando dije que te tendría paciencia
—expresó el alfa compasivo, sentándose a un lado del vulnerable ser que emanaba
tristeza de sus poros—. No quiero que pienses que alguna vez voy a golpearte. No lo
haré. Nunca —prometió con sinceridad, mirándolo a los ojos.

Llevó una de sus manos a la mejilla izquierda del omega, acariciándola dulcemente,
limpiando una diminuta lágrima que había escapado en muestra de su desdicha. No
tardó en inclinarse hacia él con el objetivo de otorgarle un beso lento y delicado. Un
beso que nada tenía que ver con el anterior que se habían dado.

Jimin se dejó, convencido por sus palabras. No sabía por qué, pero en momentos
como esos el alfa le transmitía abundante confianza que no podía ignorar. Se sentía
seguro a su lado, sabiendo de algún modo que, en efecto, jamás le haría daño. Al
menos, no daño físico. Al menos no brutales y dolorosos golpes que luego quedase la
evidencia plasmada en su piel.

Los dulces besos continuaron hasta que Jimin olvidó por completo la razón de su
pasada tristeza.
—Ve a quitarte esto, bebé, y ponte un pijama —hablo el pelinegro sereno, luego de
darle un último beso.
El pelirrubio negó, sonriendo apenas un poco.

—Quiero que me lo quites tú —replicó con algo de picardía, haciendo aparecer una
ligera sonrisa en el rostro del mayor, quien, segundos después, se dedicó plenamente
a proporcionarle besos en el cuello—. Intentémoslo de nuevo —murmuró ladeando su
cabeza con la finalidad de darle mejor acceso—, haré el esfuerzo de obedecerte. No
quiero dormir sin antes dejarte satisfecho.

No obtuvo palabras como respuesta. Sin embargo, el hecho de que el alfa no


detuviera las succiones y ligeras mordidas por su cuello le era un claro indicio de que
estaba de acuerdo con intentarlo de nuevo. Yoongi descendió por sus clavículas,
concorde el omega se recostaba en la cama con él sobre su cuerpo.

Las manos de Jimin acariciaban la espalda desnuda del otro, mientras se derretía bajo
el tacto húmedo de su lengua recorriendo sus pezones. Poco después, lo sintió en su
abdomen, y más tarde los dientes de este se clavaron, sin intenciones de dañar, en el
hueso su cadera haciéndole gemir y arquear su espalda. Su cuerpo entero vibraba de
anticipación. Jimin lo necesitaba.

Yoongi le quitó lentamente la ropa interior, quitándole también las medias de encaje
que iban junto a este, dejándolo libre de toda prenda que cubriera su linda y suave
piel. Le separó las piernas, y su boca viajó directo a su humedecida entrada, siendo
su lengua la primera infiltrada en su interior.

El omega gimió fuerte, completamente sorprendido. Sus ojos se abrieron de par en


par, mientras su cabeza se echaba hacia atrás, disfrutando en lo absoluto de aquella
nueva y exquisita sensación. Dado que él siempre buscaba tener el control durante el
sexo, ningún alfa jamás se había molestado en tomar la iniciativa de satisfacerlo a él.
Él hacía todo el trabajo por el alfa o beta, sin recibir más que su miembro, y estaba
bien, nunca pretendió más.

Por esa razón, se sorprendió de sobremanera. ¡Y, mierda! Se sentía tan jodidamente
bien. La lengua del pelinegro se encontraba haciendo maravillas en su interior. Jimin
se estaba deshaciendo en jadeos por el más que complacedor trabajo que llevaba
cabo la boca del mayor metida entre sus nalgas.

—Oh, Dios... A-alfa... —gimió el ojimiel, cerrando sus ojos con fuerza, contrayendo su
rostro de pura satisfacción—... N-no sigas... Es-este no... ahh... —los dedos de sus
pies se retorcían como acto reflejo del placer que su ser estaba experimentando. Su
cuerpo entero respondía a la acción del alfa, y no podía tomar control de ello—... Este
no e-era... el p-plan...

Su orgasmo se aproximaba con potencia, pero Jimin no quería acabar tan pronto. No
cuando ni siquiera había sido penetrado. Él había estado listo para obedecerle
cualquier orden. Había estado dispuesto a ser su tonto sumiso para alejarlo del
estrés. Y ahora no entendía nada. ¿Y las ordenes? ¿Las embestidas? ¿Por qué el alfa
se encargaba de complacerlo a él cuando debería ser totalmente al revés?

Pero todo aquello se disipó en el preciso instante en el que el clímax lo alcanzó,


enviándolo al jodido paraíso por castos segundos de completo regocijo.

—No... no d-debiste —se quejó el omega agitado, tratando de recomponerse del


estallido de placer que acababa de tener.
—Claro que sí. Tu recompensa, bebé —aclaró Yoongi, tiempo después de haberse
limpiado la comisura de sus labios con un trozo de camisa que había quedado por
allí—. Y no te preocupes, esto aún no ha terminado.

Si hay errores en cualquier capitulo no duden en decirme.


||Quince||

La caliente atmósfera que concentraba la habitación se encontraba siendo


profundamente penetrada por aquellas potentes feromonas de excitación que
emanaban los dos seres tendidos en la cama, cuya llama de pasión se extendía con
rapidez sin ánimos de ser apagada.

El alfa, regado de deseo, apenas rozaba su latente miembro contra la entrada del
regocijado omega que yacía bajo su cuerpo a la espera de ser embestido. Jimin
gimoteaba impaciente, enredando sus piernas cada vez más alrededor de la cintura
del alfa, moviendo su propia cadera en busca de hacer entrar de una vez por todas a
su ansiado visitante.

—Quédate quieto —le ordenó el mayor en un susurro, demasiado cerca del oído como
para conseguir un ligero estremecimiento por respuesta—. Déjamelo a mí, bebe.

El omega asintió, mordiéndose el labio inferior mientras echaba la cabeza hacia atrás,
intentando contener de algún modo la impaciencia que dominaba su ser.

—Entonces, apúrate —le sugirió este, casi en tono de súplica, retorciéndose un poco
sobre las sabanas—. Tu maldito juego de anticipación me está volviendo loco.
—Cállate —demandó brusco, acomodándose mejor entre el cuerpo del rubio, haciendo
que su miembro golpeara una vez más el trasero del omega, el cual rogaba con
lágrimas de lubricación que fuera penetrado—. Y por cierto, creo que me encanta
volverte loco. —Agregó, mordiéndole lentamente el lóbulo de la oreja, al tiempo que
presionaba contra sus nalgas sin embestirlo.

Su pene se deslizaba entre medio de sus glúteos, percibiendo una deleitosa descarga
de placer por el contacto de ambas pieles de ambas zonas sumamente íntimas.

—Oh, mierda... A-alfa —jadeó Jimin, arqueándose, aferrándose a los hombros del
hombre que estaba torturándolo, enloqueciéndolo con sus jugueteos previos al sexo.

—No quiero que sigas llamándome así —expuso el alfa con la respiración irregular,
cansado de escucharle decir aquella palabra que aseguraba también la había utilizado
para llamar a todos aquellos tipos con los que se había revolcado. Y él no quería ser
solo uno más de ellos. Claro que no lo era. Tampoco pretendía que lo llamara daddy,
al menos no en esa ocasión. Él quería ir un poco más allá, extenderse de sus propios
límites. Él quería que aquella noche fuera más íntima.

No un jodido alfa con un omega cualquiera, no un estricto dominante con un sumiso


rebelde. El anhelaba que fueran simplemente Jimin y Yoongi, dos seres tan distintos e
iguales a la vez unidos por aquel invisible hilo rojo del destino que solo uno lograba
ver.

— ¿Cómo t-te llamo? —quiso saber Jimin, jadeando, mirándolo directo a los ojos.
Aquellos ojos negros que irradiaban vida sin saber cómo.

—Dime Yoongi, bebé —contestó en un susurro sobre la comisura de sus labios, sin
rastros de dubitación.

Jamás había permitido que alguno de sus pasados omega lo llamara por su nombre,
y, en lo posible, hasta prefería que ni siquiera lo supieran. No le parecía necesario
teniendo en cuenta la poca importancia que tenían en su vida. Pero Jimin era todo un
caso aparte, y no había omega más digno que él para ser merecedor de tener aquel
privilegio.

—Mmh... Yoo-ngi —mencionó el rubio con cierta sensualidad, saboreando con


exquisitez cada letra en su boca, mientras esbozaba una sonrisa traviesa delatadora
de los pensamientos más perversos que albergaba su mente.
El alfa se estremeció por completo al escuchar su nombre bañado de erotismo
saliendo de entre aquellos hinchados y sonrosados labios que ahora mismo se
encontraba besando de la manera más pasional posible.

Con la ayuda de una de sus manos se alineo en la entrada del omega y, sin dar más
rodeos, empujó hacia dentro despacio, encargándose de enterrarse sin prisa hasta el
fondo. El menor ahogó un gemido, pues sus labios aún seguían conectados, con sus
lenguas dándose las más húmedas caricias.

El beso finalizó cuando Yoongi descendió por su mandíbula, hasta alcanzar un sitio
particular del cuello del omega, un sitio que a su alfa le encantaba. Un sitio que,
algún día, su alfa esperaba ansiosamente poder dejar su marca.

Con la misma lentitud con la que entró, salió del interior del rubio omega y volvió a
ingresar sin poseer pizcas de brutalidad. Comenzó a establecer un ritmo lento y
apaciguado, dulce y delicado. Yoongi se encargaba de disfrutar con tranquilidad de
cada estocada, hundiéndose profundamente en la calidez del omega. Su aliento
colisionaba contra la piel de su cuello, erizándosela, al tiempo que le depositaba unos
pequeños besos.

Y Jimin... Jimin no tenía la menor idea de cómo sentirse. Estaba demasiado


sorprendido del modo tan dulce en el que se encontraba siendo tratado, ni siquiera
sentía la necesidad de estar gimiendo tan descaradamente como siempre solía
hacerlo, tal y como en una jodida película porno. No hacía falta el atrevimiento. La
vulgaridad sobraba. Todo lo burdo del sexo parecía no existir en aquel momento,
porque quizás, solo quizás, no era ordinario y vacío sexo. Era algo más que Jimin no
sabía cómo nombrar o cómo explicar.

Pero el omega sentía que ese algo desconocido que se hallaba experimentando por
primera vez tal vez era lo más cercano a hacer el amor. Aunque no lo sabía. Jamás le
habían hecho el amor. No tenía la menor idea de cómo se sentía hacerlo con
sentimientos de por medio y no por una simple calentura del momento que se
resolvería con facilidad tenido sexo descontrolado.

Pero sea como fuese, le agradaba mucho aquella sensación que le hacía sentir Yoongi
con sus profundas, pero suaves y lentas, embestidas. Le estaba dando justo en su
punto más sensible, haciendo que cada estocada fuera un efímero trozo de paraíso.

—Ooh, Yoongi... —gimió despacio, extasiado de placer, clavando sus dedos en la


espalda del hombre que lo llenaba de deleite.

Su omega interior se encontraba maravillado, absolutamente encantado con la


dulzura con la que era tratado por aquel alfa que no paraba de sorprenderlo con sus
actos. Sin embargo, por su lado, Jimin se sentía un poco extrañado y confundido,
pues no entendía a que venía aquello. Mas no importaba, si el alfa quería follárselo de
ese bonito modo, por él no había problema. Después de todo, era una sensación igual
de exquisita y placentera, o quizás más.

—Yoon... s-se siente... tan... tan bien —articuló pausadamente el omega con su
respiración irregular, percibiendo con cada célula de su ser el aproximo de su segundo
orgasmo.

Y el alfa no podía estar más de acuerdo consigo mismo por haber tomado aquella
decisión de dejarle el pase libre al menor para que utilizara su nombre. No se
arrepentía en lo absoluto. No cuando su nombre escapando en forma de gemido de la
boca del omega le originaba un estallido de emociones en su interior. Lo enloquecía
de un modo inexorable, de un modo que nunca antes había experimentado. Y sin
pizcas de duda, era una de las mejores sensaciones del mundo.

—Tú te sientes tan bien, Jimin —murmuró el alfa sin despegar la nariz del cuello de
este, mientras seguía con sus paulatinas estocadas que ambos se encontraban
gozando con verdadera dicha.

Pronto el nudo empezó a hincharse dentro de omega, quien estaba recibiendo con
complacencia el perfecto clímax de una perfecta noche cargada de nuevos y extraños
sentimientos. Los brazos de Yoongi flaquearon cuando hubo anudado a su bebé, por
lo que su cuerpo terminó cayendo sobre este en un irremediable estado de cansancio.

Jimin sintió el peso extra, mas no se quejó. Al contrario, sonrió al percibir que el alfa
apoyaba la mejilla sobre su clavícula, aun rozando la piel de su cuello con la nariz
como si no quisiese dejar de olfatear su aroma, como si su aroma no estuviese
impregnado en cada partícula del aire que llenaba la habitación.

Las manos del omega acariciaron la espalda apenas sudorosa de Yoongi, haciendo
garabatos imaginaros sobre la piel con la yema de sus dedos. Poco después, una de
sus manos viajó hasta el cabello negro del alfa, metiéndose entre las hebras del
mismo, recibiendo como respuesta un sonido adormilado de parte del mayor.

—Oye, no es por alarmarte, pero mi cuerpecito se está entumeciendo —comunicó


Jimin con la esperanza de poder acomodarse en otra posición, pero no obtuvo
contestación—. Alfa... ugh... Yoongi —lo llamó picándole en la espalda—. Hey, no me
digas que ya te has dormido... ¡Yoongi!... Mira hay muchas maneras de morir, y morir
aplastado no me apetece, sabes. Así que qui-ta-te. —Mencionó lo último sílaba por
sílaba, esforzándose por moverlo.
Yoongi apenas se removió adormecido.

—No... no quiero que... te vayas —balbuceó el alfa somnoliento.


El rubio no logró evitar soltar una ligera risa.

—Contigo encima mío, créeme, eso será difícil.

—Quédate... aquí... con... conmigo —continuó diciendo Yoongi en un tono de voz casi
inaudible.
El omega sonrió con ternura.

—Ya te he dicho que lo haré... Ahora, ¿puedes...? Agh, ¡Yoongi! —gritó el nombre
algo desesperado, consiguiendo como respuesta a un alfa sobresaltado, mirándolo
desde arriba con sorpresa y cierto grado de preocupación—. Me aplastabas —explicó
haciendo un puchero.

—Oh, lo siento —se disculpó quitándose de encima, puesto que el nudo ya se había
deshinchado.

Se acostó a su lado, y, de inmediato, atrajo al omega a su cuerpo. Jimin no opuso


resistencia, y se acomodó sobre el alfa, apoyando su mejilla en el pecho de este.
Sonrió al percibir un brazo ajeno rodeándole la espalda. Al instante, recibió un
pequeño beso en la frente, lo cual hizo que su sonrisa se ensanchara aún más.

Segunda noche consecutiva que se dormiría con la felicidad instalada en su ser y un


cúmulo de sensaciones raras recorriéndole su estómago.

Jimin abrió los ojos, y bostezó, observando con su mirada adormecida otro nuevo día
grisáceo y lluvioso a través de la panorámica ventana. En un estado de atontes se
incorporó sobre la cama, estirándose, y miró a su alrededor sin ver nada en
específico.

En la mesita de noche aún permanecía intacto aquel enorme ramo de rosas, aunque
las flores ya no se encontraban tan deslumbrante como ayer y Jimin no las culpaba.
Su atención se desplazó con rapidez a una cajita envuelta en un elegante papel de
regalo a un lado del ramo. Una cajita que venía escoltada de una hoja doblada.

El omega se talló los ojos y miró de vuelta, teniendo la curiosidad picándole el pecho.
Se inclinó hacia dicho objeto, tomando la hoja entre sus manos, donde allí decía:
Disfrútalo. Ya tiene mi número agendado. MY. A Jimin se le iluminó el rostro. Una
enorme sonrisa se formó en la comisura de sus labios, sabiendo a la perfección de
qué se trataba el regalo.

Lo abrió emocionado como un pequeño niño en navidad, descubriendo un


jodidamente precioso iPhone de último modelo. Soltó un agudo gritito de felicidad,
pues jamás se imaginó que llegaría a tener uno en su vida entera.

Lo encendió y se quedó un buen rato conociéndolo, encargándose de descargar todas


aquellas aplicaciones que más quería. Hasta que se acordó de Taehyung, y agendó su
número también, el cual lo sabía de memoria.

Solo entonces advirtió cuánto lo extrañaba. Quería verlo. Necesitaba hablar con él. La
última conversación que habían tenido no terminó bien, y quería arreglar las cosas.

¿Aún estaría con Jungkook en la casa? Como sea, lo llamaría, así tenía una excusa
para utilizar su nuevo celular. Marcó el número, y aguardó paciente.

—Sea quien seas, Taehyung no está disponible —le espetó una voz conocida del otro
lado de la línea.
Jimin enarcó una ceja, confundido. Muy confundido.

— ¿Hoseok?

— ¿Jimin?

— ¡Hobii!

— ¡Jiminie! —ambos se carcajearon—. ¡Dios! ¿Qué ha sido de ti? ¿Dónde se supone


que estás? ¿Sabes lo preocupado que hemos estado?
— ¿Hemos? ¿Eso quiere decir que has estado y estas con Tae? Oh, y espera, ¿Cómo
es eso de que "seas quien seas no está disponible"?¿Tampoco lo está para uno de sus
mejores amigos, eh?
Hoseok rió nervioso.

—Lo siento, ni siquiera pensé que podrías ser tú —expresó el beta apenado—. Y...
mh, si, él se esta quedando conmigo. Pero eso no viene al caso, ¿tú dónde estás?

—¿Jungkook lo corrió? Yo, pues, estoy donde él estaba antes, solo que con otro alfa.

—No, él se fue por su cuenta —explicó el joven , quien ahora mismo se encontraba
echándole una miradita al omega dormido en su sofá—. Oh, entonces, ¿sigues con él?
¿Te obligó a quedarte allí? ¿Te tiene cautivo? ¿Necesitas ayuda? ¿Por eso has
llamado?

—No, tranquilo —Jimin rió—. Estoy bien. Tengo un acuerdo con el alfa, me quedare
con él hasta que se aburra y me cambie por otro juguete sexual.

— ¿Lo dices en serio? Pero... pero tú no...

—Lo sé. No es mi estilo —burló con ironía.

—Pero Tae me dijo que ese alfa es bastante bravo. ¿Estás seguro de que estás bien?

— ¿Bravo? Ay, por favor, hasta dejó que yo lo controlara en la cama. Además, no sé,
me da confianza y le hace sentir cositas extrañas a mi omega —reveló, y sonrió
cuando el recuerdo de la noche anterior cruzó su mente—. Pero no me ilusionaré. Al
fin y al cabo todos son iguales.

Dicho eso borró la sonrisa de su cara. Suspiró, y se levantó de la cama, colocando en


altavoz la llamada. Con el celular en la mano se dirigió al cuarto de baño, ansioso por
darse una ducha.

—Oh, wouw, entonces creo que nos debes un informe completo de tu estadía con el
alfa.
—Lo sé, lo sé, muero por contarles todo —dijo emocionado mientras encendía el agua
caliente de la ducha—. Hoy mismo hablaré con él para que me permita salir e ir a
verlos.

— ¿Desde cuándo Park Jimin pide permiso para salir? —preguntó el beta sarcástico y
dejó escapar una carcajada típica del risueño irlandés.
— ¡Cállate! Haces que me odie, ugh —masculló Jimin, cerrando la llave de la ducha.
Mejor iba a tomarse un relajante y espumoso baño. Por lo que se encamino hacia la
enorme tina y dejó que el agua caliente corriera, llenándola—. Oh, y espera, eso me
recuerda... ¿Desde cuándo Jung Hoseok se queda con un omega y atiende sus
llamadas gruñendo que no está disponible?

—Oh, pues... —se escuchó una risa nerviosa a través de la linea—. Tiene una increíble
explicación, lo juro.

—Adelante, quiero oírla, campeón.

—Es que... mh..., es una larga historia.

—Tengo tiempo —avisó Jimin, presionando el embace de un producto que produciría


la espuma en el agua. Lo apretó fuerte con su mano disponible apuntando a la tina y
el contenido fluyo mezclándose con el agua.

—De acuerdo —Hoseok suspiró, resignado—. Cuando Tae volvió a su casa sus padres
no lo aceptaron de regreso. Lo echaron sin más, sin importarles nada, y como no
sabía a dónde más ir recurrió a mí. Yo lo acepté sin problema, haciéndole un lugarcito
en mi departamento. El tema es que ese Jungkook no ha dejado de llamarlo. Al
principio Tae dejaba el celular sonando, luego de la milésima llamada atendió pero
solo para gritarle que dejara de llamarlo. No dejó de hacerlo. Entonces, totalmente
exasperado, me pidió que yo contestara como si fuese su nueva pareja. Así que lo
hice. ¡Pero no paró! ¡Y hasta me amenazó de muerte! ¡A mí! ¡¿Entiendes?! ¡A mí que
soy una criatura adorable que no le hace mal a nadie!...

Para aquel entonces, Jimin ya escuchaba todo con atención desde la confortes que le
ofrecía el agua caliente de la tina. Su cuerpo estaba relajadamente sumergido entre
las capas de espuma que reinaban en la superficie.

—... Su actitud me enfadó demasiado, así que cada vez que el celular de Tae volvía a
sonar ya estaba dispuesto a atacar, sin importar quien fuese. Tae no quiere que nadie
lo moleste, fue por eso que atendí de esa manera. Pero en cuanto sepa que tú
llamaste se alegrará por completo. No tienes idea de lo preocupado que hemos estado
por ti.

—Lo siento por no haber podido comunicarme antes, estaba sin celular. ¿Sabes por
qué Tae decidió marcharse de aquí? Es decir, ¿tienes idea de qué le hizo Jungkook
para que se enfadara tanto con él?
—Sí, ellos habían discutido. El alfa se enfadó demasiado, y lo golpeó brutalmente
sabiendo que aún continuaba herido.

—Oh, que maldito hijo de perra. Apenas me cruce a ese alfa lo golpearé tan fuerte
como pueda, y no me importará recibir un regaño o castigo del otro imbécil de mi
alfa... El intentó golpearme anoche, no lo hizo, prometió no hacerlo y por alguna
razón me convenció. Pero ahora siento que fui un estúpido por dejarme persuadir.

—Oh, Jimin, por favor, cuídate. Si ese alfa intenta golpearte de nuevo vete
inmediatamente de allí. Tú no tienes por qué pasar por esa mierda otra vez. Tampoco
te armes líos con Jungkook, no lo vale, y lo único que falta es que te golpeen los dos
por metido.

—Lo sé, a la mínima señal de alerta me largaré. Pero no me quedaré de brazos


cruzados. Algo voy a hacer. Esto no se quedará así, claro que no —aseguró el rubio
con sus venas inyectadas de rabia.

—No, Jimin, te lo suplico. No hagas nada que te comprometa. Es más, ni siquiera


deberías estar allí. Ven para aquí y deja de exponerte a pelig...

—No, no puedo irme —replicó al instante el omega removiéndose un poco en el


agua—. No es que no quiera, muero por marcharme y ser libre de nuevo. Pero... es
que, él me hace sentir bien, es tan... —suspiró con aires de romanticismo—, no lo
sé..., y ya le dije que no me iría. No puedo alejarme así nada más, aparte se lo debo.
Déjame disfrutar del alfa hasta que me eche o se sobrepase y no me quede más
opción que irme.

—Si dejas pasar el tiempo te seguirás encariñando aún más con el alfa, y no querrás
irte. Nunca has estado tanto tiempo al lado de uno, ¿qué pasará si tu omega se aferra
a su alfa? ¿Qué pasará, entonces, si te echa o te golpea? Sufrirás. ¿Por qué esperar a
que te lastime?

Jimin inhaló profundo, procesando aquellas palabras.

—No dejaré que me lastime. Ya te he dicho que no me ilusionaré. Sé que esta clase
de alfas no buscan relaciones serias, al menos no con omegas de tan baja categoría.
Y yo solo quiero sexo. Es simple. Tengo las cosas bajo control, Hobi, verás que en dos
semanas ya estaré drogándome en una fiesta de nuevo.

El tono de voz de Jimin sonaba seguro, alentador, relajado, como si sus palabras no
escondieran nada malo. Sin embargo, entonces, ¿por qué tenía que hacer un gran
esfuerzo por creer en sus propias palabras? ¿Por qué sentía que algo en su plan
fallaría? ¿Por qué sentía que había un asunto importante del cual se estaba
olvidando?

Ustedes... Saben que ¡YA SOMOS 100 LEIDAS!

Lxs amo bai.

Igualmente si hay errores aun no duden en avisarme.


||Dieciseis||

Jimin ansiaba una venganza. Eso era lo único en lo que mantenía centrada su mente.
Ya lo había charlado con Tae mientras desayunaba en la habitación y, aunque este le
había prohibido por completo que se entrometiera en su asunto, Jimin no estaba
dispuesto a dejar que las cosas fluyeran sin que él interviniera.

Algo tenía que hacer. No sabía qué, no sabía cómo, pero sabía que alguna ingeniosa
idea se le ocurriría en algún momento. O, al menos, eso esperaba. Entretanto, tenía
la certeza de que lo golpearía en honor a su mejor amigo apenas se le presentara la
oportunidad. No le temblaría el pulso, ni lo abordaría el miedo, de eso estaba seguro.
Y más le valía al alfa que no le devolviera el golpe, porque entonces el asunto se
volvería personal.

Luego de almorzar, el omega se pasó gran parte de la tarde dando vueltas en la


habitación, pensando en cómo debía actuar cuando se enfrentara a Jungkook y qué
debía contener su venganza para que la misma resultara efectiva. Todavía no lo sabía
bien, pero ya estaba cansado de maquinar ideas con su cerebro. Estaba cansado y
aburrido. Muy aburrido, pues el celular tampoco le entretenía lo suficiente.

Es decir, él era un omega de calle. Amaba salir, conocer gente nueva todos los días,
embriagarse por allí con su grupo, lo que sea, pero afuera. Detestaba permanecer
mucho tiempo en soledad dentro de cuatro paredes. Le sofocaba.

Además, no se había cruzado a Yoongi en todo el jodido día, y ni siquiera sabía a qué
hora lo vería. ¿Así sería el resto de los días? ¿Él encerrado allí, albergando el mayor
aburrimiento posible, mientras aguardaba impaciente la llegada del alfa durante el
anochecer? Una inmensa porquería.

Jimin estaba inquieto, ansioso, nervioso. Al no tener nada importante que hacer su
estado de alteración aumentaba por cada instante. Sus manos le sudaban, concorde
su respiración se aceleraba. La falta de droga en su organismo se hacía notar cada
vez más, carcomiéndolo por dentro.

No sabía qué hacer. Quería salir de la habitación. Quería correr en busca de la salida
y huir. Escaparse y reunirse con la marihuana. Pero de más sabía que los de
seguridad no le dejarían el pase libre para que se fugara con tanta facilidad. Lo
atraparían y lo encerrarían de nuevo allí, informándole a Yoongi de su fallida
escapada. Y el gran Min Yoongi se enojaría, y no confiaría en él. De seguro lo
castigaría y lo encerraría con llave... y... y...

Tras dar la milésima vuelta por la inmensa habitación, decidió marcar el número de
Yoongi. Ya estaba desesperado.

—No puedo hablar ahora, más tarde te llamo —se oyó la voz mecánica de Yoongi a
través de la linea teniendo de fondo el leve rumor de un bullicio.

—No, no, espera, no cortes —suplicó el omega aterrado de perder la comunicación—.


Lo siento, es solo que estoy a punto de colapsar... Estoy sufriendo un ataque nervioso
y no sé cuánto más pueda resistir... no sé qué hacer para calmarme... Y-yo...

—Tranquilo, bebé, respira hondo. ¿Qué ha ocurrido para que te pusieras de ese
modo?

—Na-nada... No me gusta es-estar solo y encerrado sin nada que hacer... Me agobia,
y no sé cómo distraerme. Yo ne-necesito salir un rato —comunicó el omega en medio
de su desesperación articulando lo mejor que le era posible, omitiendo por completo
el asunto de la abstinencia.

— ¿A dónde irías?

—A visitar a Taehyung —reveló.


La línea quedó en silencio, aunque todavía se lograba oír apenas el revuelo que
habitaba del otro lado.

— ¿Yoongi? —lo llamó, y por alguna razón su voz se escuchó quebrada como si
estuviese a punto de largarse a llorar. Y quizá, era así.

— ¿Estar un rato con él te tranquilizará? —preguntó el alfa.

Jimin asintió con la cabeza frenéticamente, pero al reparar en que no podía verlo
repitió la palabra sí varias veces.

—Bien, puedes salir. Dos horas. Taeyang te recogerá, te llevará y te traerá. No te


quiero cerca de ningún otro alfa. Nada de alcohol, nada de drogas. Nada de trucos.
Quedas advertido.

Y no bastó más que media hora de impaciencia dentro de un jodido auto siendo
conducido por un fornido y uniformado alfa para, finalmente, llegar a su destino.
Estaba a un solo paso de ingresar al apartamento de Hobi cuando advirtió que el
chofer aún continuaba siguiéndolo, y bastante de cerca, sin siquiera disimularlo.

—No entrarás —le ordenó Jimin mirándolo de frente, plantándose frente a él, como si
tuviera algún poder sobre este.

El alfa le doblaba en altura y en masa, pero aun así no había rastros de miedo en la
directa mirada del omega. Y ahora que lo observaba bien, no se veía nada mal el tal
Taeyang. A Jimin le pareció bastante atractivo, a decir verdad. Era joven, fuerte,
irresistible, y en su mente ya se estaba imaginando cómo sería acostarse con
semejante tipo.

—No sigo sus órdenes —espetó el alfa con su semblante serio, manteniéndole la
mirada—. Permaneceré en la puerta. Siete en punto nos vamos. Si no quiere que
nadie salga herido, no intente nada.

Jimin sonrió de lado, y decidió apartarse antes de que comenzara a desprender


feromonas que delatasen la posible excitación que le habría causado sus ardientes
pensamientos.

Golpeó la puerta, tratando de distraerse y no permitir que su cuerpo reaccionara. Lo


último que quería era ingresar al departamento de Hoseok con especiales partes de
su cuerpo pidiendo atención. Mierda, detestaba a Yoongi por haberle mandado a
aquel tipo para que lo acompañara. ¿Es que no había otro más feo?
Las dos horas que pasó con sus dos mejores amigos transcurrieron realmente rápido.
Jimin estaba muy feliz de poder estar con ellos. Si bien estar con Yoongi no era, por
el momento, tan malo, no se comparaba en lo absoluto con estar con sus amigos. La
felicidad que cargaba su ser se notaba a kilómetros. Encontrarse a su lado era como
volver a los viejos tiempos, como si nada hubiera cambiado, como si volviera a la vida
por un instante.

O quizás, la verdadera razón por la cual se sentía de aquel modo era debido la
pequeña ayuda que le brindo el porro que Tae le había compartido. Hoseok se había
negado rotundamente a que se drogaran en su casa, pero aquello no le impidió al
travieso par de omegas a que lo hicieran.

Y a Jimin no le importó en lo absoluto la advertencia de Yoongi. Tal vez luego lo


lamentaría, pero prefirió no pensar en eso y dejarse llevar por sus impulsos. Además,
¿quién era Yoongi para prohibirle que se drogue? Nadie, solo un estúpido alfa
encaprichado con él. A parte, el tema de las drogas y demás ni siquiera lo habían
negociado cuando hablaron de las reglas, por lo tanto no valía.

Yoongi sabía lo rebelde que era, por ende era su culpa dar ordenes y esperar que se
cumplieran al pie de la letra. Por lo que, sin albergar culpabilidad alguna, fumó uno...
o quizás dos cigarros de marihuana. Su ser se lo agradeció de inmediato, pues su
crisis de abstinencia se había esfumado por completo.

Los efectos de la droga marcaron presencia con rapidez, por lo que no tardó en
recrear aquella sensación de bien estar y euforia que provocaba que todo se
ralentizara.

Muchísimo más aliviado, y con su alma en armonía, les contó sin, omitir detalles,
acerca de su estadía con el alfa. No se guardó nada, ni siquiera el gran atractivo que
recientemente había detectado en el chofer.

—Jimin, ya ha sido demasiado —se opuso Jung, quitándole de entre los dedos el
segundo porro que este llevaba fumando.

El rubio torció el gesto, disgustado, pero luego se rio.

—Tienes que despejarte, hermano. ¿Cuántas horas tienes? Sabes que no puedes
volver con los efectos a flor de piel, te ganarás un buen correctivo —le recordó Tae,
quien le arrebato el cigarro al beta para terminar de fumarlo.
Hoseok frunció el ceño y se lo quitó, retándolo con la mirada.

—Tú también debes parar. Ni siquiera debieron hacerlo —reprendió el joven de ojos
cafes, enojado.

—Trae eso aquí, cariño, no es bueno para ti —le dijo desde su sitio en el sofá, sin
ánimos de moverse en busca del bendito cigarro.

Jimin, quien estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en uno de los sillones,
se carcajeó al ver la expresión terca del pelirojo.

—Ustedes son un peligro drogados —masculló el beta, apagando el porro—. Y en


especial tú, Jimin. No consigues nada bueno con esto. El humo y el olor de esa
porquería esta por todos lados, ¿te crees que el matón no lo habrá olfateado ya? Por
más ducha y despeje que te des, considérate omega muerto.

—Shhh. ¿Has visto lo hermoso que es? Intentare algo con él...

— ¡¿Es que acaso estás loco?! —exclamó Hoseok desconcertado con las ocurrencias
de su amigo—. ¡Tae dile algo!

El omega trató de ponerse serio, y carraspeó, mirando al rubio omega.

—Estás loco, hermano.

—Oh, gran aporte —dijo sarcásticamente el beta, exasperado, y de pronto el sonido


de la puerta siendo golpeada con fuerza retumbó en todo el departamento,
desesperándolo aún peor—. ¡Ahí esta! ¡Te matará!

—Espera, ¿cuántas horas te permitió? —quiso saber Tae, medianamente alterado.


Abrió los ojos como platos al descubrir a Jimin levantando dos dedos—. ¿Dos? ¿Solo
dos? ¡Joder! ¡¿Por qué no lo has dicho?!

— ¡Y ya han pasado como dos horas! ¡¿Ven?! ¡Yo les dije! —protestó Hoseok
escandalizado, a punto de desbordarse de rabia y frustración—. ¡¿Y ahora qué?!

La puerta volvió a ser golpeada, esta vez con mucha más fuerza.

—Dile que... que no quiero volver y que está invitado a mi fiesta esta noche —habló
Jimin, desde el suelo, sin inmutarse.
—Eh, no es mala idea —concordó Taehyung—. Y si quiere llevarte a la fuerza, pues...
que pase por nuestros cadáveres.

—Es que eres tontito, corazón, pasará muy fácilmente por nuestros cadáveres
—objetó el beta con algo de fastidio.

—Tontito serás tú, pulmón. Y por experiencia, te sugiero que le abras la puerta...
sacará un... —con un de sus manos formo la figura de una pistola—... piu, piu...

Los ojos de Hoseok por poco y no abandonaron sus órbitas.

— ¡Y así quieres oponerte a que se lo lleven! ¡No lo puedo creer! No dejaré que te
lastimen una vez más, Tae. Y lo siento, Jimin, pero tú te lo has buscado.

Dicho eso, en un absoluto estado de alteración, corrió hacia la puerta y la abrió un


segundo antes de que volviese a ser golpeada. Taeyang lo empujó con brusquedad,
ingresando al apartamento con pasos decididos. El omega de ojos claros echó su
cabeza hacia atrás, elevando su mirada cuando el alfa se colocó justo enfrente de él.
Sonrió, y ni siquiera se quejó al ser levantado del suelo con una rapidez que él ni
siquiera notó, aterrizando de golpe en el hombro de aquel hombre.

Para él, todo ocurría tan despacio, tan calmado, que no lograba percibir gota de
peligro en la situación. El alfa lo bajó únicamente cuando llegaron al auto. Jimin se
encontraba mareado por los repentinos cambios de posición, teniéndose que sujetar
de alguna parte del cuerpo del tipo para no caer.

—No, espera —dijo este sin soltarlo al momento en que Taeyang trató de empujarlo
dentro del vehículo.

—Entre —le ordenó con su voz gruesa.

—No —Jimin buscó conectar sus miradas—. No tenemos por qué irnos tan pronto
—mencionó procurando utilizar un tono de voz seductor para luego morderse el labio
inferior.

—No se busque más problemas, ¿quiere?

—Si es por ti, me metería en cualquier problema. Solo déjame...

Sus atrevidas manos descendieron queriendo alcanzar la entrepierna del alfa, pero
este reaccionó a tiempo sujetándole las muñecas con fuerza.

—He dicho que te metas al puto auto —demandó Taeyang con agresividad, usando su
infalible voz de alfa que, de inmediato, hizo doblegar al omega drogado y desubicado.

Los efectos producidos por la marihuana tardaron alrededor de dos horas en


abandonar el cuerpo del rubio. Toda euforia y atontes se fue despidiendo de él a
medida que transcurría el tiempo metido en aquella tina repleta de agua. El olor de
aquella droga impregnado en su piel y en su cabello fue reemplazado por el bonito
aroma de vainilla del jabón.

Todo parecía ir bien, pero, en realidad, nada iba bien. Su omega interior se sentía
aterrado, avergonzado, completamente arrepentido de haberle fallado al alfa que, tal
vez, confiaba en él. La culpabilidad lo arribaba por un lado, mientras que por otro no
tanto, pues Jimin creía que aquello le serviría a Yoongi para darse cuenta la clase de
omega que él era. Y eso estaba bien. Él no pensaba cambiar.

Salió del cuarto de baño teniendo las yemas de sus dedos totalmente arrugados por
estar tanto tiempo en contacto con el agua. Se vistió con uno de sus pijamas, y
aguardó resignado a que el huracán Yoongi ingresara por la puerta a destruirlo todo,
incluyéndolo.

Cuando sucedió, no fue como Jimin se lo imaginaba. Sí, Yoongi apestaba a furia,
enojo, decepción, pero en ningún momento destruyó nada, ni parecía querer hacerlo.
No le dirigió la mirada, ni la palabra. Lo ignoró por completo, como si su presencia
solo fuese la mismísima nada.

Jimin lo perseguía en silencio con la mirada, atento y preparado a lo que sea. Pero
nada pasaba, y eso no le agradaba. Yoongi solo se despojó de su elegante traje,
colocándose una simple camiseta blanca y unos pantalones de pijama, y se metió en
la cama. Jimin continuaba estático, sin saber cómo reaccionar. Jamás se imaginó que,
en vez de atacarlo, lo ignoraría.

Tragó en seco, comenzando a acercarse despacio hacia la cama. Rodeó la misma,


quedándose de pie del que se suponía que era su lado para acostarse. Sin embargo,
apenas rozó el colchón se vio obligado a alejarse unos cuantos pasos por un
inesperado rugido del alfa.

—Al suelo. Y ni se te ocurra acercarte —exigió furioso, mirándolo con desdén.

El omega asintió despacio, bajando la mirada, apenado. ¿Ese era su castigo? ¿Dormir
en el piso? No era nada nuevo para él. Yoongi ni siquiera se imaginaba la cantidad de
noches que pasó durmiendo en la calle, sufriendo del frío invernal, muriendo
lentamente de hambre. Eso sí era un verdadero castigo. Pero dormir allí, en la calidez
de una acogedora habitación, sin hambre, sin frío, sin el pánico constante de que
pudiese ser violado de nuevo en cualquier momento, eso... eso no era nada
comparado.

Jimin se descubrió a él mismo llorando. No le hacía nada bien recordar aquella


horrible etapa de su vida, no hacía más que reabrir las heridas que creía haber
sanado. En un estado de absoluta tristeza, se ubicó en un rincón contra la pared, y en
medio de las penumbras, con sus piernas contra su pecho, se dedicó a llorar y llorar
hasta que no quedara lagrima por escapar.

Ninguno de los dos pudo dormir esa noche.

He estado ausente ya se :v
||Diecisiete||

No supo qué hora era. No supo cuánto tiempo llevaba en el suelo de la habitación. No
supo si el sol ya se había animado a salir, o si aún continuaba reinando la luna. Pero
sí supo que no había dormido nada, y Yoongi ya se había levantado.

Decidió permanecer allí, apartado en el rincón contra la pared, mientras escuchaba el


rumor de los pasos del alfa desplazándose por el lugar. Lo vio entrar al baño, y más
tarde salir con el cabello húmedo y una toalla envuelta en su cintura. Lo observó
vestirse con otro de sus típicos trajes, concentrándose en acomodar hasta el más
mínimo detalle.

Y cuando creyó que, luego de tanta preparación, se marcharía sin más, se sorprendió
al notar que el alfa le dedicó una leve mirada que Jimin no supo descifrar lo que
transmitía. No supo si era enojo o tristeza o pena, o si era todo junto.

Tragó en seco, encogiéndose más sobre sí mismo, sabiendo perfectamente que se


acercaba a él. No se atrevió a levantar la mirada. Sus ojos hinchados a más no poder
le pesaban y le ardían demasiado, apenas siéndole posible mantenerlos abiertos.

Una mano fue extendida hacia él.


—Vamos, ve a la cama. Sé que has estado llorando toda la noche —expresó el alfa
con la voz ronca, teniendo un tono neutral imposible de detectar sentimiento alguno.

Jimin elevó la mirada despacio y, con cierto temor, tomó la mano extendida del otro,
quien lo ayudo a ponerse de pie.

—Lo siento —musitó, apenado, sorbiéndose los mocos una vez más.

—No digas absolutamente nada —mencionó Yoongi solemne, arrastrando al omega


consigo—. Ahora necesito que descanses. Luego tienes que estar listo.

—Listo, ¿p-para qué?

—Listo para mí —contestó sin titubeos, colocando al menor frente a él—. Te guste o
no, eres mío, y harás todo lo que yo te ordene hasta que decida dejarte. Y más te
vale que obedezcas, maldita sea, porque el asunto se pondrá peor sino.

—T-tú has d-dicho que me tendrías p-paciencia —balbuceó el reproche con la mirada
agacha, sin animarse a mirarle de frente.

—¿Crees que te sigues mereciendo la maldita paciencia? —cuestionó Yoongi,


tomándole de la barbilla con fuerza para que lo mirara—. Te he dicho como funciona
esto, Jimin. Si tú te portas mal, no esperes a que te trate bien. Ya has perdido el
derecho. Yo te lo advertí, ahora abstente a las consecuencias.

—Yo también te advertí como era yo —contraatacó Jimin, soltándose de su agarre,


apartándose un par de pasos del alfa—. ¿Qué querías que hiciera? No soporto estar
aquí como una maldita mascota estúpida esperando a su dueño. Tengo una vida,
¿sabes? Y como si fuera poco, estaba sufriendo un jodido ataque de abstinencia.
¡Agradece que te pedí permiso para salir!

—Te recuerdo que esa vida me la debes a mí. ¿Tú que mierda pretendes que haga
yo? ¡Aquí tienes de todo! ¿Qué quieres? ¿Qué te lleve al trabajo conmigo? ¡No eres
más que un maldito desagradecido que, para colmo, me miente!

—¡Oh, y porque me has salvado la vida te crees con el derecho de arruinármela!


—gritó indignado, dispuesto a defenderse y no quedarse callado—. Yo de verdad te
agradezco todo lo que me diste, pero debes aceptar que este no es mi lugar. Yo no
sirvo de mascota fiel, ¿entiendes? Soy un jodido omega mitad callejero que bebe, se
droga y hace lo que quiere cuando quiere y como quiere. Y ni tú, ni nadie, me
cambiará.

Yoongi lo miró desafiante, con su expresión inyectada de enojo. El potente aroma de


alfa enfurecido se mezclaba con las feromonas de rabia que emanaba el omega,
creando un ambiente totalmente desagradable.

—Así que, ¿querer cuidarte, consentirte, mimarte y darte un lugar en mi maldita vida
significa arruinar la tuya? ¡Es que, ¿en qué diablos pensabas?! ¡¿No habíamos llegado
a un jodido acuerdo?! ¡¿Por qué mierda no me hablaste de tu problema de
abstinencia?! ¡Podríamos haber llegado a otra solución!

—No, alfa, no te confundas. Adoro que quieras cuidarme, consentirme y demás, pero
querer dominarme, controlarme, someterme, eso significa arruinar mi vida —aclaró
en un tono más relajado—. Y sí, en aquel acuerdo en ningún momento se
mencionaron temas como las drogas, por lo tanto no tenías derecho a prohibírmelo.

—Entonces, ¿quieres explicarme por qué no me has dicho eso en su momento? Tú


no..., no... —se detuvo en mitad de la oración sin encontrar las palabras indicadas.
Respiró hondo, frustrado, echándole un vistazo al reluciente reloj en su muñeca—.
Dejémoslo así. Tengo que irme, más tarde habl...

—No quiero seguir con esto —lo interrumpió el omega decidido.

Yoongi elevó las cejas con sorpresa, siendo su aliento robado por aquel instante.

—¿Cómo que... ?

—No soy el omega para ti, Yoongi, y tú no eres el alfa para mí. ¿Por qué insistir en
algo que no funcionara?

—Oh, joder, claro que puede funcionar. Ya te he dicho que no pienso dejarte ir, solo
tenemos que poner cada uno de su parte... ¿O es que acaso prefieres a mi chofer?
—Yoongi procuró usar el tono más acusador posible.

Las mejillas de Jimin se encendieron ligeramente, recordando el bochornoso momento


que ansiaba borrar de su mente.

—No, no prefiero a nadie —murmuró cabizbajo—. Eso..., eso fue un error... o más
bien... no sé lo que fue. Es que yo no estoy acostumbrado a estar con un solo alfa,
para mí son únicamente para una noche y ya está. Al estar drogado el presente se
borra o se distorsiona, y no estaba consciente de lo que hacía. Pero no lo prefiero, es
decir... si tuviera que elegir me quedaría contigo, pero...

—Entonces, quédate conmigo —se apresuró a decir el alfa, aproximándose de


repente. Lo sostuvo de la cintura con suavidad, enterrando su nariz en el cuello de
este—. Quédate. Empezaremos de nuevo, pondremos nuevas reglas, lo que quieras,
pero no te vayas.

El omega se estremeció al recibir pequeños besos en su cuello. No, no podía


doblegarse otra vez. Hobi tenia razón, debía alejarse lo mas pronto de él, antes de
que fuese demasiado tarde. Esta vez se había salvado de obtener un terrible castigo,
pero, ¿que pasaría la próxima? Él no dejaría de equivocarse, y Yoongi no pararía de
enojarse.

—No, no p-puedo, Yoongi...

—No, no, no, por favor, no me hagas esto —pidió Yoongi rozando el punto del quiebre
emocional, mientras se colocaba de rodillas frente a él.

Un importante alfa de clase, vestido de etiqueta, encontrándose de rodillas rogándole


a un omega tan imperfecto como el no era algo normal. Estaba loco. Sí, pero más
loco estaría él al acceder a sus locuras. Sin embargo, ¿cómo podría resistirse a sus
súplicas que le derretían el alma? ¿Cómo podía decirle que no a un alfa que, por
alguna razón, parecía no poder soportar su permanente ausencia?

No entendía cuál era el motivo por el que en su mirada se anclaba la más profunda
angustia. Él no lo entendía, pero su omega quizás si.

Jimin lo observó con desconcierta tristeza, y se arrodilló también, quedándose a su


altura. Sus ojos hinchados volvieron a aguarse y, cuando ya había dado por sentado
que no había más lágrimas por derramar, rompió en llanto una vez más la preciso
instante en el que abrazó al alfa, acurrucándose contra su pecho, habiendo metido
sus brazos por debajo de su saco.

—Perdón —susurró Jimin con la voz quebrada, sintiéndose acogido cuando los brazos
del castaño le devolvieron el abrazo con fuerza.

No tenía muy en claro acerca de por qué se estaba disculpando. Si por el desastre del
día anterior, o por el deseo de marcharse cuando el alfa lo que más ansiaba era que
se quedara, o por no poder ser lo que Yoongi buscaba, o por estar arrugándole y
humedeciéndole la camisa que tanto trabajo se había tomado en arreglar.
Yoongi se apartó un poco de él, trasladando una de sus manos a una de las mejillas
rodeada de lágrimas, mientras que con la otra sostenía el cuerpo del omega contra el
suyo. Le acarició la misma, y buscó unir sus labios en un beso.

Allí, en el suelo de su habitación, con el omega menos esperado, en el momento


menos indicado, se encontraba dando el beso más dulce y amargo, más bonito y
emotivo, mas triste y melancólico. Porque no sabía si era el beso que marcaría un
nuevo comienzo o marcaría el final definitivo.

—Dime... dime que te quedarás —murmuró Yoongi sobre sus labios.

Jimin lo besó una vez más, percibiendo el modo en el que una nueva tanda de
lágrimas corrían por sus pómulos. Cerró los ojos con fuerza. Ya no soportaba mas el
llanto. Y ni siquiera comprendía por qué le dolía tanto lo que estaba a punto de decir.

—Y-yo... debo regresar.

Yoongi contrajo su rostro en una mueca de dolor mezclada con frustración. Por puro
instinto, atrajo al omega aún más contra su cuerpo, en algún tonto intento de su alfa
interno por mantenerlo consigo a su lado.

—¿Y que hay de nuestro jodido acuerdo? Ni siquiera paso el suficiente tiempo
—repuso Yoongi, disgustado—. No te puedes ir tan pronto.

—Pensé que podría, pero después de lo de ayer... Yoongi, yo voy a seguir cometiendo
imprudencia, pero no porque quiera portarme mal, no lo hago a propósito... es
porque soy así, y si ya con esto perdiste la paciencia, imagínate mas adelante
—expresó el omega con sensatez y suspiró, desganado—. No estoy dispuesto a sufrir
tus abusos, y tú no puedes obligarme a quedarme. Hazme el favor y no te compliques
la vida conmigo, Yoongi, no lo valgo.

El alfa lo soltó de golpe, dolido, y se levantó del suelo con la expresión mas severa
posible. Se quitó el saco, se aflojó la corbata e, ingresando a un estado de
irremediable impaciencia, se arrancó la camisa que ya había dejado de ser
presentable.

—Entonces, vete —gruñó Yoongi furioso, al tiempo que se colocaba una nueva camisa
recién sacada del closet—. Toma todo lo que quieras y lárgate.

¿Cómo había podido caer tan bajo? Un alfa de su clase rebajándose de tal forma por
un ordinario omega que tan poco valía, solo había una palabra para definir aquello:
patético. Yoongi se sentía ultrajado. Decepcionado y avergonzado de sí mismo al
haber desechado su dignidad de aquella insólita manera. Jamás se lo perdonaría. Y
desde ya, odiaba a su alfa por ser tan iluso, tan estúpido, tan vulnerable al tratarse
de Jimin.

El recién mencionado no tomó nada de todo aquello que Yoongi le había dado, salvo
unas pocas prendas con el fin de llevárselas puestas porque no pensaba salir en
pijama. El cansancio, la tristeza y la desolación lo embargaban por completo mientras
viajaba en un auto con otro chofer desconocido.

Se encontraba devastado, y la falta de horas de descanso le pesaban tanto como el


dolor que se había llevado sin querer en el alma.

Apenas amanecía cuando el vehículo, guiado por sus indicaciones, aparcó justo
enfrente de su humilde morada. Jimin suspiró con aires de melancolía y abandonó el
auto, rogándole al cielo que estuviese su madrastra para abrirle la puerta. Por
fortuna, allí estaba, recibiéndolo sin gota de alegría, con el maquillaje corrido y un
cigarro entre los dedos.

—¿Dónde has estado? —interrogó la mujer con su semblante serio, metida dentro de
una bata.

—Por ahí —contestó sin más, encaminándose directo a su habitación.

Ni siquiera se desvistió al tirarse de lleno en la pequeña cama, pues el agotamiento


no se lo permitió. Y no hizo falta más que medio minuto para sumergirse en un
profundo sueño.

Durmió alrededor de doce horas o más, cuando de pronto se vio obligado a


despertarse por las leves sacudidas de alguien. Abrió los ojos, desorientado, sin tener
la menor idea de qué hora era o en qué día estaba.

—Jimin, ¿me quieres explicar que significa esto? —exclamó la beta subiendo a la
cama una enorme maleta. Jimin se tuvo que correr con rapidez para no ser aplastado
por la misma—. Llegó un alfa trajeado entregándome esto diciendo que es tuyo. ¿Qué
diablos has hecho? ¿Con quién te has metido?

El omega de rubios enmarañados bostezó, estirándose, asimilando las palabras de su


madrastra.
—¿Qué hay dentro? —consultó, tallándose los ojos.

—Ropa, mucha ropa, un celular y una suma de dinero bastante considerable... Bueno
—carraspeó—. Ropa y un celular, el dinero ya lo he guardado yo. Tú lo gastarías en
porquerías —explicó y empezó a divagar por la habitación—. ¡Ay, haré arreglos en la
casa, me compraré ropa, un nuevo celular! Tú no te puedes quejar con todo lo que ya
tienes. ¡Y comeremos todos los días! Bueno, al menos por un tiempo. Pero
conseguirás más dinero, ¿no es verdad? Ya que yo no he tenido suerte, tú nos
sacarás de esta. ¡Muy bien, cariño, muy bien! ¡Te felicito! ¡Ya mismo iré a hacer las
compras para la cena! Debes estar hambriento.

La abrumadora situación no hizo más que marear a Jimin. Era demasiado por
procesar, y su estado de somnolencia no le permitía a su mecanismo de deducción
entenderlo todo con eficacia.

Bastaron escasos minutos para que el sonido de la puerta principal resonara, dándole
el aviso de que ya se había quedado solo en la casa. Se levanto turbado,
tambaleándose hasta el baño, intentando asimilarlo todo. Poco después, fue hacia la
cocina por un vaso de agua. Lo bebió y permaneció un instante con la mirada perdida,
sintiéndose vacío por alguna razón.

Su estomago rugió. Tenía hambre. Empezó a buscar en la lacena, luego en el


refrigerador, pero dado que no había mucho, se decidió por una simple banana, cuya
cascara arrojó al cesto de basura. Iba a regresar a la habitación, sin embargo, hubo
algo entre la basura que le llamó la atención. Se volvió a mirar de nuevo más
detenidamente, y lo que divisó lo dejó sin aliento.

Una aplastada caja de píldoras anticonceptivas.

No era posible.

¡Mierda, mierda, mierda! ¿Cómo pudo haberse olvidado de ellas? ¿Cómo pudo haber
roto la rutina de sus pastillas? ¡Dios! ¿Cuándo había sido la última vez que se había
tomado una? No lo recordaba y el pánico enloquecedor lo dominó por completo.

¡Había estado todo el maldito tiempo con el alfa sin el jodido cuidado de sus píldoras!

La presión arterial se le bajó con demasiada prisa, y Jimin tuvo que recargarse contra
la pared más cercana para no desplomarse en el suelo.

—No, no, no, no... —repitió angustiado y desesperado, enredando sus dedos entre su
cabellera, mientras se derrumbaba en un rincón de la cocina, rompiendo en un
histérico llanto.

No podía estar pasándole eso. No a él, ni mucho menos ahora.

C:
||Dieciocho||

—Todavía no logro entender cómo es que has podido olvidarte de tan importante
detalle, Jimin, si tú siempre has sido muy responsable en ese asunto —comentó Tae
todavía sumido en un gran asombro por la noticia que le había dado su mejor amigo.

—Lo sé, ni yo lo logro entender —concordó Jimin sin abandonar su estado de


angustia—. Toda mi rutina diaria se fue al demonio con ese alfa. Estaba tan metido en
otros asuntos y mi celular era el que siempre me avisaba de tomarla, al no tenerlo se
perdió todo. Y..., y ahora..., ahora n-no sé q-qué hacer —confesó con la voz quebrada
y la mirada cristalizada.

Taehyung se apresuró a rodearlo con sus brazos. Hoseok tampoco tardó en


aproximarse y brindarle su apoyo al omega devastado.

—Todavía no puedes tener la certeza de nada, Jimin —dijo el beta, tratando de


calmarlo de algún modo—. Quiero decir, puede que no...

—Estaba en mi celo, ¿entiendes? Ese es el momento en el que más necesitaba


tomarlas y no lo he hecho —masculló Jimin enojado consigo mismo, manteniendo su
rostro contraído en una mueca de enfado combinada de sufrimiento—. Además todas
las veces él me anudó... y, tendría que ser un milagro para que no...

Suspiró, sin ser capaz de siquiera decirlo.

La situación no podría ser más desesperante. Él, un omega tan irresponsable, tan
descontrolado, tan inmaduro, tan insano, no podría ser capaz de asumir tal
responsabilidad. Mucho menos estando solo, sin una pareja que lo contuviera. Y
tampoco era como si deseara tener una. Él no quería pareja, ni mucho menos quería
un hijo. Él era demasiado joven. Él quería su vida de vuelta.

Tenía tantas ganas de que aquello solo fuese un mal sueño. Una terrible pesadilla de
la cual pronto se despertaría y respiraría aliviado sabiendo que nada de eso había
pasado, y saldría al mundo como el omega descarado y atrevido que era a conquistar
un nuevo hombre, a fumarse un nuevo porro, a beberse una nueva cerveza. Pero
ojalá fuera sólo una pesadilla.

Si bien su vida nunca había sido perfecta, por lo menos, hasta hacia una semana
atrás, era feliz con lo que tenía. Vivía como quería, disfrutando de su libertad, de su
juventud y de los pequeños placeres de la vida, sin importarle lo que los demás
dijesen.

Y ahora todo se había arruinado.

—Yo concuerdo con Hobi, Minnie, no creo que el efecto de la pastilla se hubiese
desvanecido sin más los primeros días —mencionó el castaño acariciándole la
espalda—. Aguarda una o dos semanas y hazte un test para despejar dudas.

— ¿Y mientras tanto qué? —exclamó el omega rubio soltando un par de lágrimas


desconsoladas—. ¿Qué hago mientras tanto? ¿Y que mierda haré cuándo lo confirme?
Y-yo..., yo no q-quiero esto.

—No sabes si se confirmará, puede que no —se apresuró a hablar el beta en un


desesperado intento de darle consuelo—. De igual modo, deberías mantenerte alejado
de las fiestas y eso, por si acaso —sugirió temeroso—. Bueno..., quiero decir..., no sé
que pensaras hacer.

—Jimin, si el test llegase a salir positivo... ¿tú serias capaz de...? —Tae tragó saliva,
algo nervioso y entristecido—. Tú sabes que sea cual sea tu decisión yo te apoyaría,
porque es tu cuerpo, es tu vida, pero piensa que hay otras salidas...
Otras salidas. Aquellas dos palabras quedaron retumbando en su mente por un largo
tiempo. Y lo cierto era que él no tenía la menor idea de qué debía hacer. El camino
fácil resultaba atrayente y seductor, la manera más simple de deshacerse de su
problema. Pero, ¿eso era su posible cachorro? ¿un problema del cual deshacerse? ¿A
qué le recordaba eso? Oh, cuando él fue un problema para sus padres y se
deshicieron de él.

Jimin sabía que eran dos situaciones completamente diferentes, que nada tenía que
ver una con la otra. Pero aun así, no podía dejar de sentirse mal y culpable al pensar
en pretender quitarlo de su vida tal cual estorbo sin siquiera darle una mínima
oportunidad.

Pensó en Wendy, la infértil mujer que le había dado una segunda oportunidad a él,
otorgándole todo aquello que sus padres le habían quitado. Ella siempre había querido
tener bebés, eran su única debilidad. Y pensó en que la vida no podía ser más injusta,
y que él no podía ser tan egoísta cuando allí existía una mujer sin su suerte que
podría darle la misma oportunidad a su cachorro, brindándole el amor y el cuidado
que él quizás no seria capaz.

Sin embargo, ese era un camino mucho más complicado. Wendy debía encontrarse
algún trabajo estable con el cual mantenerlos, mientras que él debía verse obligado a
alejarse por completo de las drogas y el alcohol, al menos hasta que naciese. Luego
podría volver a su vida loca. Sí, esa parecía ser una buena opción... Difícil,
desesperante, atolondrada, pero al menos su alma estaría en paz.

Jimin hizo su mayor esfuerzo por no caer en la tentación durante ese par de semanas
que debió soportar con impaciencia a la espera del resultado decisivo. Trató de
permanecer calmado, distrayéndose con cualquier cosa mientras pasaban los días.
Masticar dulces ayudaba, pero a veces, simplemente no era suficiente.

La abstinencia le hacía ponerse molesto, irritable, sensible. Odiaba todo, y el vacío


que embargaba su ser se hacía cada vez más insoportable.

Había algo que le faltaba. Algo que le hacía temblar de frío aunque muriese de calor
por la nueva calefacción. Algo que lo mantenía desvelado por las noches sin permitirle
un momento de armonía. Algo que le hacía padecer de fiebre cada tanto. Una
profunda tristeza lo envolvía entre sus brazos, causándole un inevitable cuadro de
depresión. Apenas comía, apenas hablaba, apenas se levantaba, y ni siquiera salía.

Síntomas que derivaban de la falta de marihuana, atenuándose por la falta de su


compañero. Aunque él no lo supiera, su omega sufría en silencio la ausencia del alfa
que ya había identificado como el suyo.
Positivo. Habían dado positivo. Ahora lo sabía sin duda alguna; ahora no era solo él
habitando en su cuerpo. Le costó muchísimo poder aceptarlo, poder terminar de
digerirlo. La conmoción reinó en su ser cuando el omega castaño lo miró compasivo
enseñándole aquellos dos test dueños de la verdad.

Ya era un hecho, y él no podía encontrarse en peor estado.

En aquel par de semanas de cambios en su casa, no le había dicho nada a su


madrastra acerca del posible embarazo, pues, si bien casi no tenía dudas de ello,
había albergado una pequeña chispa de esperanza de que no lo estuviera, de que se
salvara de aquella pesadilla. Pero no, y ahora no sabía cómo contarle.

Los días transcurrieron, tristes y solitarios, pese al fiel acompañamiento de sus


mejores amigos. Le era imposible no dejar de sentirse solo y desairado. Lágrimas
reaparecían cada tanto, brotando de sus apagados ojos cuyo brillo había sido robado
hacia ya un tiempo.

—Oh, Jimin... —expresó la mujer de oscuros ojos enternecida y, a la vez, entristecida


con el inesperado relato del joven omega, mientras se acercaba a abrazarlo
suavemente—. Tú sabes que yo no dudaría en cuidarlo y amarlo como si fuera mío,
pero es que yo no podré encontrar un trabajo digno tan fácil. ¿Acaso no crees que lo
he intentado durante estos años? Mi reputación se fue al diablo hace tiempo, he
estado detenida en varias ocasiones, y las empresas no toman gente con un
expediente manchado. Los trabajos que consigo son de muy baja calidad y de pésima
paga... con eso solía pagar deudas y ni siquiera podía mantenernos a nosotros...

El semblante de Jimin decayó totalmente. El desanimo lo atacó sin gota de piedad, al


tiempo que su mundo volvía a derrumbarse una vez más.
—Por eso es que te insistía tanto en que volvieras con quienquiera que fuera ese alfa
para conseguir más dinero —explicó la beta suspirando tristemente, mientras
limpiaba las silenciosas lágrimas que recorrían las mejillas del rubio—. ¿Tienes idea de
quién puede ser el padre? Quiero decir... el que te embarazó.

Jimin sorbió los mocos, removiéndose un poco sobre el renovado sofá de la sala, sitio
en el que se encontraba acurrucado junto a una manta. Asintió despacio. Lo sabía sin
pizca de duda.

—De ese alfa que me dio el dinero que te apropiaste.

Wendy lo miró felizmente desconcertada.

—¡Jimin! ¿Es que eres tonto, mi cielo? ¡Ahí tienes la solución! —exclamó sonriente
con el rostro iluminado—. ¿Has hablado con él? ¿él lo sabe? Nosotros podríamos salir
adelante si él colabora. Además, por lo que me has contado, si ya te ha dado un buen
monto sin razón aparente, no creo que se niegue a darte unos más teniendo en
cuenta la situación...

El omega negó con la cabeza, desesperanzado.

—Le he dejado en claro que soy un cualquiera que se acuesta con todos, ni siquiera
me creería si le dijera que es suyo... pensaría que soy un mentiroso, un aprovechado
—sollozó—. A parte, por el modo en que lo dejé me debe odiar.

—En primer lugar, ¿puedes explicarme cómo es eso de que tú lo dejaste? Pero, ¿es
que tú no piensas, maldita sea? Si yo tuviera a un hombre millonario interesado en
mí, ni siquiera lo dudaría —espetó indignada—. En segundo lugar, si te odiara no se
hubiera molestado en hacerte llegar toda esa ropa y el dinero, que por cierto, seguro
que te lo dio por haberse enterado de las desastrosas condiciones en las que vivías,
porque creyó que lo necesitarías. Y por último, ¿cómo es que estás tan seguro de que
él es el padre?

—Yo no quería nada de él, yo sólo quería volver a casa, volver a mi vida. Yo no
pretendía venderme —murmuró Jimin cabizbajo—. Y puede que tengas razón, puede
que, quizá, no me odie... p-pero eso ya n-no importa... Y lo sé porque cometí el error
de no tomar las pastillas estando con él.

—Oh, cariño, claro que importa. Ahora con mayor razón insisto en que debes volver a
comunicarte con él. Si quieres que no le falte nada al bebé y crezca sano debes
disculparte y buscar la manera de que él confié en ti para que sepa que no le
mientes. Sé que es una mierda, Jimin, lo sé, pero debes complacerlo. Tú dile que no
hace falta que se haga cargo, para eso estaré yo, que solo necesitas el dinero
necesario y no volverás a molestarlo. Si todo sale bien, y reunimos una buena
cantidad de dinero, en nueve meses o menos ya serás libre de hacer lo que se te
plazca.

Jimin apenas esbozó una ligera sonrisa de lado al pensar en que, después de todo, su
vida podía volver a repararse en cuestión de nueve meses. Inhaló profundo,
analizando sus posibilidades. La idea de volver con Yoongi le entusiasmaba a su
omega de un modo extremadamente sorprendente para él, pues para Jimin era como
regresar al mismísimo infierno. Un lugar casi sin salida plagado de reglas, de control,
de disciplina, de castigos.

No sabía cómo iba a ser capaz de mirarlo de frente, teniendo presente el para nada
compasivo modo en el que lo había abandonado luego de que le rogara de rodillas.
Bueno, en realidad, ni siquiera sabía si Yoongi volvería a aceptarlo. Pero si esa era la
ultima opción que le quedaba para evitarse el intolerable aborto que lo torturaría por
el resto de su vida, entonces iba a intentarlo.

Esperaba que Yoongi diera segundas oportunidades.

Jimin se levantó del sofá, esperanzado y temeroso, se colocó la manta sobre sus
hombros y caminó hacia su habitación. Tomó el celular y suspiró, nervioso. Buscó el
número de Yoongi mientras los latidos de su corazón aumentaron tornando su
respiración irregular. Se sentó en el suelo, con su espalda recargada en la cama,
encogiéndose sobre sí mismo, haciéndose un ovillo al tiempo que acomodaba la
manta sobre su cuerpo.

Marcó el numero, y aguardo completamente nervioso y asustado a que atendiera.


Pero no lo hizo. Nadie contesto. Intentó de nuevo, y no hubo resultado. Su corazón se
apretujo al pensar en que, en efecto, el alfa debía odiarlo. ¿Por qué pensó que Yoongi
contestaría? ¿Por qué creyó que Yoongi lo perdonaría? Era obvio, después de la
humillación que le había hecho pasar, de seguro no deseaba saber nada de él.

Yoongi habría estado dispuesto a todo por él, y él sólo se alejó sin importarle nada. Ni
siquiera la interesó el dolor que sintió su omega interior... Un dolor que aún seguía
estando presente y se expandía cada vez más. Jimin rompió en llanto por milésima
vez, descargando toda la tristeza que guardaba su alma, pensando en que no podría
haber sido más egoísta consigo mismo y con el alfa.

De pronto, el celular vibró en su mano. El omega observó la pantalla encendida con


su mirada atiborrada de lágrimas procurando escapar. Y no lo podía creer. Su corazón
volvió a emocionarse, acelerándose sin piedad. Era Yoongi. Más lagrimas huyeron
cuando cerró su ojos con fuerza, sonriendo apenas un poco.

—Y-Yoon... —musitó en medio de un sollozo luego de atender.

—¿Por qué has llamado? —interrogó con seriedad el alfa a través de la línea—. ¿Qué
necesitas? ¿estás bien?

—T-te... te necesito —confesó siéndole imposible disimular su tono de voz


quebrado—. Lo siento —agregó, para luego soltar una nueva a tanda de lágrimas
cargadas de angustia—... No debí alejarme, lo siento tanto, Yoongi... y-yo quiero v-
volver contigo.

—¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Alguien te ha hecho daño? ¿Alguien te obligó a


llamarme? —se oyó la veloz indagación con evidente preocupación—. ¿Puedes hablar?

Las preguntas hicieron confundir a Jimin, quien dejo de llorar por un momento con el
propósito de intentar comprender la situación.

—¿Qué? No... nadie me ha hecho daño. Yo estoy en casa... ¿Por qué alguien me
obligaría a llamarte?

—Quédate tranquilo, ya hemos rastreado la llamada. Enseguida iremos —decretó


Yoongi sonando demasiado seguro.

—¿Q-qué? ¡No, no es lo que...! —se apresuró a advertir Jimin, levantándose del suelo
de un salto por un impulso de adrenalina, pero la llamada ya había sido cortada.

Un ataque de pánico lo dominó. ¿Qué mierda habia hecho?

Corrió hacia la sala desesperado en busca de la mujer que lo había alentado a


comunicarse con Yoongi.

—¡No sé que ha pasado pero el alfa caerá aquí con su gente pensando que me tienen
secuestrado o algo así! —avisó Jimin agitado y atemorizado por completo.

¿Por qué mierda Yoongi tomó como un hecho que alguien lo habia obligado a
llamarlo?
:)
||Diecinueve||

El corazón de Jimin latía a gran velocidad. Intentaba volver a comunicarse con


Yoongi, mientras aguardaba sentado en el porche de su casa a que sucediera algo, sin
embargo, nada pasaba y el alfa no contestaba.

Todavía seguía sin comprender qué era lo que había ocurrido o cómo era que habían
llegado a esa situación. Todo era tan confuso.

Y los nervios le carcomían por dentro al pensar en que Yoongi llegaría en cualquier
momento creyendo que, quizás, el corría peligro. Cuando, en realidad, el único tipo
de peligro que corría era el de atraparse una gripe por estar afuera de su casa en
pleno invierno, esperándolo. O al menos, eso aseguraba Jimin.

El omega no tenía ni la menor idea de las razones de Yoongi.

De pronto, el silencio sepulcral del desastroso barrio se vio afectado por el sonido de
un par de motores rugiendo. Jimin se paralizó, y en cuestión de segundos el rastro de
neumáticos quedó grabado en el asfalto por las bruscas maniobras de aquellos
vehículos al frenar.
Jimin quiso reírse, porque habían armado semejante escena totalmente en vano, mas
no lo hizo. No ansiaba que los tipos pensaran que había sido una broma de él y que lo
acabaran fusilando por querer hacerse el chistoso.

Así que se mantuvo serio, y sólo se puso de pie cuando diviso a Yoongi bajarse de
uno de los autos. Llevaba puesto uno de sus típicos trajes, los cuales anunciaban con
gracia a que clase social pertenecía. El alfa comenzó a acercarse a él al tiempo que
observaba con precisión a su alrededor, tal vez buscando la pieza que faltaba para
entender por qué Jimin estaba suelto allí, en vez de estar maniatado y amordazado
en contra de su voluntad.

—No hacía falta todo esto, Yoongi. No es lo que, por alguna razón, creíste —le aclaró
Jimin desde las escaleras de su porche.

El alfa lo escuchó, pero no pareció del todo convencido, pues continuó indagando con
la mirada el sitio, e hizo una señal con una de sus manos para que sus hombres
bajaran de los vehículos.

— ¿Hay alguien adentro? —preguntó.

—Mi mamá. Pero escúchame, no hay nadie que me quiera hacer daño, ni nada por el
estilo. No sé porque has armado todo esto —comunicó nervioso mientras observaba a
los matones de Yoongi acercarse.

— ¿Por qué habrías llamado entonces? —cuestionó el alfa, parándose frente a él,
mirándolo con especial atención. Le tomó las muñecas despacio para examinarlas,
advirtiendo que no había rastros de magulladuras en ellas.

Jimin se quedó sin aliento cuando Yoongi se aproximó aún más hacia a él,
olfateándolo. Su pulso volvió a descontrolarse, y sin poder evitarlo aspiró profundo,
absorbiendo el encantador aroma del alfa por instinto. Él sabía que Yoongi tan sólo lo
había olisqueado para detectar el olor de algún otro alfa impregnado en su piel, y por
primera vez en su vida Jimin agradecía no haberse acercado a ningún otro en tanto
tiempo.

—Porque lo que te he dicho es verdad —reveló, aprovechando la cercanía para


observar más en detalle su rostro.

Se sorprendió al percibir lo demacrado que se veía. Su piel lucia mucho más pálida de
lo que era, los huesos de sus pómulos se remarcaban mucho más, sus ojeras
violáceas resaltaban de un modo nada atractivo y la vida que creyó haber encontrado
dentro de sus gatunos ojos negros pareció haberse extinguido. Ya no era un negro
potente vibrante, era un negro apagado, gastado, marchito. Ese no era el Yoongi que
él había conocido.

—No tiene sentido —repuso el aludido frunciendo el ceño—. No... no entiendo.

—Si me dejaras explicarte... Yo tampoco entiendo esto, ¿por qué creíste que alguien
me había obligado?

—Entonces, ¿nadie te obligó?

—No, y no comprendo por qué alguien me obligaría, eso no tiene sentido...

—Pero... pero tú... —el alfa contrajo su rostro en una mueca de confusión—. No tiene
un puto sentido que me llames de la nada luego de semanas diciendo que me
necesitas, que quieres volver cuando realmente nunca me necesitaste y nunca
quisiste estar conmigo. Me puedes explicar qué mierda pasa contigo.

Jimin sintió una punzada directo en el pecho. Bajo la mirada, algo asustado y
apenado.

—Las cosas han cambiado —murmuró—. Tarde en darme cuenta de lo imbécil que fui
contigo, y estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti para remediarlo. Después de todo,
mi deuda ni siquiera terminó.

Se odió de inmediato. Jimin no podía creer lo que estaba diciendo, y se obligó a


recordarse que lo hacía por su cachorro.

— ¿Tú me ves cara de estúpido? Hay algo más, ¿no? Necesitas algo y por eso me
buscas, ¿no es así?

Oh, joder, ¿tan obvio era?

El rubio respiro hondo, removiéndose nervioso en su lugar.

—Oh, por supuesto —exclamó Yoongi incrédulo—. ¿Qué es lo que quieres?

No podía decirle tan pronto lo de su embarazo. No podía, ni quería, arriesgarse a que


lo tomara de mentiroso y que todo el plan se arruinara. Debía, primero, ganarse su
confianza de nuevo. Su confianza... y su compasión; la necesitaría.
—Mi madre aún debe terminar de pagar una gran deuda —mintió.

—Dinero —simplificó el alfa con aires de decepción.

—S-sí... yo no lo sabía y... y necesito ayudarla.

Yoongi asintió distraídamente, y respiró hondo, analizando las cosas en su mente.

— ¿Volverías a ser mío?

—Si, sólo tuyo —respondió con extrema rapidez—. Y esta vez no me alejare a menos
que tú me lo pidas, te lo prometo.

—Bien. Falso allarme —exclamó aquello último en dirección a sus hombres


derramando el acento italiano que llevaba en las venas. Estos se quejaron un poco
antes de regresar a los coches—. ¿Vendrás ahora conmigo?

—Oh... mh, sí. Soló espérame un momento que tengo que preparar mis cosas —le
avisó Jimin un segundo antes de empezar a subir los peldaños del porche. Sin
embargo, una mano ajena tomando la suya lo detuvo.

— ¿Puedo acompañarte?

La pregunta del alfa lo dejó estupefacto. ¿Él? ¿Dentro de su horrible casa? No era
buena idea.

—Será mejor que esperes aquí.

—Quiero acompañarte —insistió teniendo en su rostro una expresión más suavizada.

Jimin suspiró derrotado, accediendo de mala gana. Apenas ingresaron, sin ánimos de
un vergonzoso encuentro con Wendy, lo arrastró velozmente directo a su habitación.
Trató de no avergonzarse por el desorden o por la pequeñez de este, y se dirigió al
armario.

Comenzó a sacar la ropa, separando lo que se iba a llevar y lo que no, cuando de
repente sintió las manos del alfa en su cintura, apegándose a su cuerpo por detrás.
Una electrizante descarga le atravesó la espina dorsal luego de que Yoongi besara la
sensible piel de su cuello.
Jimin se estremeció completo, y ladeó su cabeza en respuesta, olvidándose
totalmente de la ropa.

—No iba a poder aguantarme hasta llegar a casa —le susurró rozando con sus labios
el lóbulo de su oreja.

El omega sonrió, percibiendo el modo en que se le erizaba la piel. Su respiración ya


se había visto afectada por la situación, al igual que otras especiales partes de su
cuerpo. Jimin necesitaba tanto tener sexo que le pareció, sin duda alguna, la mejor
decisión del mundo volver con Yoongi.

Las manos del mayor se adentraron por debajo de su ropa, obteniendo un contacto
directo con la tibia piel de su omega. Sin dejar de besarle el cuello, le acarició el
abdomen, la cadera. No tardo en infiltrarse entre sus pantalones, toqueteando sus
muslos y poco después su trasero.

Jimin ahogó un gemido, arqueándose, dejando recargada su cabeza en el hombro del


alfa, mientras este seguía tocándolo, inundándolo de deseo. Continuaron de ese
modo, hasta que Yoongi empezó a desvestirlo, iniciando por el delgado suéter de
lana, siguiendo por la camiseta y luego por el jean, el cual se lo bajó despacio al
tiempo que proporcionaba besos en sus hombros, descendiendo por su espalda.

El omega terminó de quitárselo, luego de deshacerse de sus zapatillas, y lo hizo a un


lado con uno de sus pies. Se giró, quedando de frente al alfa y, en un acto
desesperado, lo besó de un modo apasionado, saciando las ansias de sus labios. Le
ayudó a quitarse el saco, el cual cayó sin más al suelo. Sin pausar el ardiente beso, le
fue desabotonando la camisa. Pero entonces, sus dedos se toparon con algo solido y
gélido, que interfería sobre la parte inferior de la camisa. Un arma. Yoongi se la quitó
de inmediato, tirándola encima del saco, permitiendo al omega terminar de sacarle la
camisa.

Jimin lo despojó de ella impaciente y pasó sus manos al cinturón, desabrochándolo,


presionando en la entrepierna. Le bajó el pantalón, rompiendo el contacto entre sus
bocas para agacharse y besar la erección del alfa por encima del bóxer.

Yoongi contuvo un gruñido de satisfacción cuando el omega sostuvo el miembro entre


sus manos y comenzó a masajearlo. Lamió el rosado glande cual dulce gatito
lamiendo su patita. Eran rápidas y cortas lamidas en el lugar exacto haciendo
enloquecer al alfa, quien echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos, disfrutando de la
gloriosa lengua del pequeño jugando con su miembro.

Sus dedos se enredaron entre los pelos rubios de este, y Yoongi comenzó a mover su
cadera penetrándole suavemente la boca.

Tras un momento de completo placer para el alfa, casi totalmente desnudos, se


acostaron en la cama. Yoongi, posicionado encima del menor, le devoró el cuerpo
entero a besos y mordiscos, encargándose de marcar su territorio mediante
chupetones distribuidos sobre la delicada piel de su omega. Desde sus clavículas,
hasta sus caderas lo lleno de rojizas marquitas, mientras Jimin se retorcía debajo de
su cuerpo.

Le quitó la ropa interior con rapidez, arrojándola al suelo junto a las demás prendas.
Le separó las piernas, acomodándose entre ellas, para luego alinearse en su entrada
y empujar, suave, lento, profundo. Inició un exquisito vaivén apaciguado, tomándose
su tiempo para entrar y salir del interior del omega.

Quería tomárselo con calma, quería disfrutar de cada sensación sin la necesidad de
colocar apuros de por medio. Lo embestía dulcemente, al mismo tiempo que unía sus
labios en un beso que terminaría de complementar la situación.

—Oh, bebé, tú no te comparas con ningún otro —susurró el alfa sobre sus labios,
penetrándolo hasta el fondo

Jimin sonrió felizmente, volviéndolo a besar, mientras se regocijaba de encanto y de


placer, pues Yoongi se encontraba follándoselo de nuevo de aquel bonito modo que
tanto le había gustado experimentar con él. De aquel bonito modo que le inundaba el
alma de plenitud. De aquel bonito modo que hacía nacer el aleteo de mariposas en su
estómago.

Era como si la palabra follar quedara alejada de aquel escenario. Era como si sus
cuerpos fundidos crearan algo más que sólo estallidos de deseo. Era como si fuera...
algo más. Algo que Jimin no sabía cómo explicar.

Sus manos se aferraron a la espalda del alfa, mientras este daba sus últimas y
profundas estocadas. El nudo se expandió en su interior al preciso instante en el que
su orgasmo le hizo embriagarse de pura satisfacción.

—¡Oh, Yoongi! —gimió fuera de sí, teniendo al alfa derramándose dentro suyo,
llenándolo con su escancia—, necesitaba tanto esto.

—No te imaginas cuanto lo he necesitado yo —reveló Yoongi agitado, dejando


descansar su cabeza en el hombro de este, procurando mantener algo de su peso con
sus brazos para no terminar aplastándolo—. Prométeme que no te alejarás de mí de
nuevo.

—Ya te lo he prometido, Yoon —le recordó Jimin, quien se encontraba acariciándole la


espalda.

—Prométemelo de nuevo —pidió rozando la clavícula del omega con la nariz.

Jimin sonrió. Se sentía muy feliz de tener a Yoongi consigo, no podía negarlo.

—No me alejaré de ti, lo prometo.

—Que ni se te ocurra romper la promesa porque te costará caro —le advirtió—. Y no


quiero que las cosas se hagan sólo como yo quiera. También quiero complacerte a ti
haciéndolas a tu manera. Si bien, te vendrás por obligación, deseo que estés a gusto
conmigo.

Y Jimin volvió a sonreír. Ya ni siquiera se acordaba cuando había sido la última vez
que había sonreído tanto en un día.

—Eso me parece bien. Ahora, ¿me podrías explicar algo que todavía sigo sin
entender?

El alfa se levantó de encima de su cuerpo, aprovechando que el nudo ya se había


disipado.

—Dime —respondió sin más, luego de que ambos se metieran debajo de las sábanas,
apegándose lo más posible uno con el otro, pues la cama no había sido diseñada para
que entraran dos cuerpos.

—¿Por qué, más allá de que fuera sorpresiva mi llamada, diste por hecho que me
habían secuestrado o lo que fuere? —expuso su duda Jimin, acurrucándose contra su
pecho, sintiéndose completamente pleno a su lado.

—Es que hace poco han tratado de tenderme una trampa. A toda costa, buscan la
forma de que salga solo y desprevenido para atacarme. Y dado que no lo lograron con
mi omega pasado, pensé que ahora lo habían intentado contigo. Era la trampa
perfecta, y por eso me sorprendió tanto que no lo haya sido.

—¿Cómo que quieren atacarte? ¿Por qué? Espera... ¿eso quiere decir que si vuelvo
contigo también estaré en peligro? —preguntó el rubio alarmado, elevando su cabeza
con prisa con el fin de mirarlo a los ojos.
—No, no. Ya he reforzado mi seguridad. A ti nadie te tocará, eso te lo aseguro —dijo
Yoongi con convicción, atrayéndolo aún más hacia su cuerpo, si es que eso era
posible, actuando como todo alfa guardián.

La complacencia que el omega sintió en aquel momento no se comparó con nada en


lo absoluto. Era, tal vez, la primera vez que un alfa se tomaría la molestia de cuidar
de él como si fuese valioso. Y amaba la sensación de ser protegido por Yoongi.

Y entonces pensó, si el alfa desde ya pretendía ser así de guardián con él, no se
imaginaba cómo sería si se enterara que en su interior ya se alojaba su futuro
cachorro. Y fue ese el momento justo en el que se lo replanteó, ¿sería capaz de
decírselo? ¿y si era mejor guardárselo y evitar conflictos con el alfa?

El no sabía cómo se lo tomaría si se animaba a contarle. ¿Qué pensaría Yoongi? ¿Se


enojaría? ¿Lo querría? ¿Y si deseaba hacerse cargo? ¿Por qué un alfa como él se haría
cargo de un bebé que ni siquiera tenía la certeza de que fuese suyo?

Con la mentira de la supuesta deuda de su mamá seguro que podrían recaudar el


dinero necesario y no habría motivo para decirle la verdad. Después de todo, sabía
que él no era más que un omega pasajero en la vida del alfa.

Tan sólo esperaba que el tiempo que Yoongi lo quisiera como suyo no se extendiera
más de algunas semanas, un mes cuando mucho, puesto que los síntomas
comenzarían a manifestarse y más tarde se le empezaría a notar la pancita y ya no
sería un omega tan atractivo como ahora.

Jimin alejó todos aquellos pensamientos de su mente. No ansiaba deprimirse de


nuevo. Al contrario, deseaba disfrutar de la cálida compañía del alfa que tanto le
había hecho falta.

Se enfocó en relajarse, en concentrarse en los pacíficos latidos que apenas lograba


escuchar. Aún le resultaba tan alucinante el hecho de que Yoongi estuviese allí,
desnudo debajo de su cuerpo, en su cama, en su habitación, en su casa. Era el primer
alfa que con el que se acostaba en su propia cama, y la pena lo invadió al percatarse
de la realidad.

Su pequeña habitación era un asco comparada con la inmensa y majestuosa


habitación de Yoongi. No quería seguir allí. La vergüenza lo aniquilaba, por lo que
quiso levantarse, mas su compañero no se lo permitió y lo apegó de nuevo contra su
pecho.

—Un rato más —susurró—. No creo que vuelva a tener la oportunidad de estar tan
cerca de ti en un sitio que huele solo a ti, déjame disfrutarlo un poco más, ¿quieres?

Jimin soltó una ligera risita nerviosa, tratando de ocultar con sus manos el leve
sonrojo.

—Nunca he dejado que un alfa entrara en mi habitación, ¿sabes? Y el que tú seas el


primero me da pena, quiero irme y aún tengo que preparar las cosas...

—Me alegra ser el primero en algo, al menos, pero no tienes por qué sentirte
apenado.

—Oye, has sido el primero en varias cosas —le informó en modo de protesta.

—¿En qué cosas?

—Pues... muchas, más de las que te imaginas...

—Dímelas.

—No —musitó el omega, escondiéndose todavía más en su pecho.

— ¿Por qué?

—Me da vergüenza

El alfa se rio.

—Pues, tú también has sido el primero en cosas que ni te debes imaginar.

Aquello provocó que la curiosidad saltara de repente dentro del menor, quien alzó la
mirada de inmediato.

—¿Cómo que? —indagó ansioso de enterarse.

—Si no me dices tú, tampoco te diré yo.

—Oh, joder... Bueno, ninguno de los dos lo sabrá nunca —declaró Jimin bostezando,
sintiéndose algo adormilado.
Yoongi tenía muy en claro la cantidad de cosas en la que Jimin había sido el primero.
Primer omega que lo dominó, primer omega por el cual cambió sus reglas de juego,
primer "sumiso" en revelarle su verdadero nombre, primer omega en defender como
si fuera su pareja de vida, primer omega en hacerle el amor, primer omega que le
rompió el corazón.

Jimin había sido el primero en hacer nacer en su interior el deseo de compartir el


resto de sus días junto a alguien, más específicamente, junto a él.

Y su intuición le susurraba al oído que en algún momento Jimin lo sabría. Sabría todo
lo que él ocultaba. Sabría que, quizá, ya había empezado a amarlo sin entender
cómo.

Pero, ¿él también conocería lo que ocultaba Jimin?

Nose aveces creo que no les gusta esto y por eso no comentan o votan :c

se siente feo :(. Me gustaria que comentaran o votaran, estoy feliz y triste porque ya
somos mass de 300 vistas pero triste porque son como 20 comentarios en todo el Fic
:(

Asi que los invito a comentar y votar :) Es gratisss!


||Veinte||

Aquel rato más que Yoongi le había pedido que permanecieran acostados juntos, se
transformó en horas. Muchísimas horas. Se habían quedado dormidos. La cantidad de
noches de desvelo que padecieron ambos acabó dando sus efectos de extremo
cansancio. Los dos necesitaban tanto descansar, y por fin pudieron hacerlo. Sólo
bastaba con reunirse de nuevo en una misma cama para lograr sumergirse en un
profundo sueño, uno en donde no reinaran las pesadillas, uno que los dejara
descansar en paz.

Yoongi fue el primero en despertar, sintiéndose como nuevo luego de atravesar


tantas horas de sueño. Sonrió como idiota al tener el delicado cuerpo de su omega
entre sus brazos. Acarició sus adorables rizos que apenas observaba ya que siempre
veía su pelo normal, así era despertar con el hermoso omega y eso le encantaba,
aspiro profundo para inundar sus fosas nasales con su precioso aroma que ansiaba
conservar cerca de su olfato para siempre.

Le depositó un beso en la mejilla, y lo liberó de sus brazos. Salió de debajo de las


mantas tratando de ejercer los movimientos más suaves de manera que el menor no
se despertara. Permaneció un momento sentado en el extremo de la cama, tratando
de despojarse de la somnolencia que se cargaba.
Transcurrieron pocos minutos cuando finalmente se decidió por levantarse del todo,
comenzando a buscar su ropa en el suelo. Algo muy nuevo para él. Nunca se
despertaba y levantaba la ropa del suelo, mucho menos para volver a vestirse con
ella. ¡Y su arma también en el piso! No lo podía creer, e imaginaba que su celular
estaría en igual condiciones. ¿Desde cuándo era así?

Negó con la cabeza, desaprobándose a sí mismo.

Detestaba vestirse con las mismas prendas del día anterior, pero como no tenía más
opción, lo hizo, mientras contemplaba con encanto al omega dormido. Era tan
jodidamente precioso. Amaba cada centímetro de su cálida piel, de sus
enternecedores rizos, de sus tentadores labios escarlata. Era perfecto, pero no era
suyo. Jimin era como el dinero prestado, tarde o temprano debía devolverse o sino
habría consecuencias. El omega no querría quedarse con él, y lo repudiaría si lo
obligaba.

Yoongi sonrió al percatarse de que Jimin empezó tantear con su mano sobre el
colchón, buscándolo. Al no sentirlo, entreabrió los ojos y lo miró confuso.

—Oye, ¿quién te ha dado permiso de que te levantaras? —reprendió el aludido


teniendo la voz ronca.

— ¿Ahora debo seguir tus ordenes? —habló el alfa con sorna, elevando una ceja,
acabando de abotonar su camisa.

—Sí, ven aquí, maldita sea —exigió Jimin con un puchero, acomodando mejor su
cabeza sobre la almohada al tiempo que volvía a cerrar los ojos.

—No sabes el tremendo castigo que te habría dado por hablarme así, pero estas de
suerte —Yoongi sonrió de lado con el buen humor notándosele a kilómetros—. Tengo
que ir a trabajar, Jimin. Será mejor que te levantes.

—Espero seguir con esa suerte —dijo serenamente con sus ojos cerrados, enredando
sus piernas entre las mantas, abrazando una almohada como si se tratara del alfa—.
¿Qué hora es?

—Pasada de las seis —informó Yoongi, acomodándose el saco.

—Oh, es demasiado temprano... Vamos, ven a dormir un ratito más... Luego nos
levantamos, desayunamos y nos vamos.

—Ya hemos dormido demasiado, bebé. Desde ayer en la tarde. ¿Cómo es posible que
aún sigas teniendo sueño?

El alfa se puso de cuclillas en torno a la cama, justo frente al rostro calmado y


somnoliento de Jimin. Llevo una de sus manos a la maraña de rizos que se cargaba el
susodicho, acariciándolos suavemente, casi haciéndole ronronear.

—Es que... últimamente... yo no he... podido dormir —balbuceó en un estado de


completa relajación por las caricias que le brindaba Yoongi en su cabellera.

Si lo que buscaba era terminar de despertarlo, de aquel tranquilizador modo no lo


lograría nunca. Lo único que conseguiría era que acabara dormido otra vez bajo su
dulce tacto.

—Yo tampoco he podido dormir antes, y aquí estoy. Vamos, bebé, arriba. Debemos
marcharnos cuanto antes.

— ¿Y qué hay del desayuno?

—Desayunaremos en el camino, compraremos algo por ahí.

—No —se negó el omega encaprichado, haciendo un puchero con sus labios, aún con
sus ojitos cerrados—. Quiero preparártelo yo. No creo que vuelva a tener la
oportunidad de hacerlo.

Yoongi dibujó una sonrisa en su rostro. Sus caricias cesaron, y se colocó derecho, sin
dejar de observar a la preciosa criatura yacida en la cama.

—Entonces, ¿qué esperas? —alentó este.

El omega se limitó a abrir un solo ojo, intentando buscarlo con su abreviada visión. Lo
cerró, y enterró el rostro en la almohada, gruñendo con ligereza. Luego se puso boca
arriba, volviéndose a estirar perezosamente, ocupando la cama entera.

Poco después se levantó, y se vistió bajo la para nada disimulada mirada del mayor.
Una vez listo, atisbó por un resquicio de la puerta, verificando que su madre sustituta
no estuviera por allí. Al ver despejada la zona, salieron. Jimin le indicó donde se
encontraba el único cuarto de baño luego de que este le preguntara, y cuando el alfa
se encaminó hacia allí, divisó a la beta asomarse por la puerta de su habitación.
Resopló.
—Más te vale que te quedes encerrada allí —le gruñó el omega en un murmuro
apenas audible.

Ella sonrió, descarada, y alzó su dedo pulgar en signo de aprobación antes de


desvanecerse detrás de la puerta.

Con sus mejillas ardiéndole, se dirigió hacia la cocina. Todo estaba brillando, luciendo
perfectamente ordenado y limpio, lo cual era motivo para impresionarse. Hacia unas
semanas atrás no era más que una guarida de ratas y cucarachas, y ahora hasta
parecía una casa decente. Chiquita, pero decente. Extremado alivio, eso fue lo que
sintió.

Yoongi no tardó en aparecerse tras el umbral.

—Esto no será como los magníficos desayunos que debes acostumbrar, o que
supongo... porque por tu estado ni siquiera sé si desayunas bien o si comes bien, es
que, ¿has visto lo delgado que estás? De seguro ha de ser porque te la debes pasar
fumando nada más —acusó, mirándolo con determinación—. Si voy a estar contigo
más te vale que comas, porque te quiero ver bonito como antes.

Un omega de barrio bajo lo estaba reprendiendo y amenazando debido a la cierta


preocupación por su estado anímico, y le resultaba totalmente enternecedor y dulce
de su parte. Lo que no había sucedido con sus padres, quienes también lo habían
estado reprendiendo en múltiples ocasiones por lo mismo, pero no quiso siquiera
escucharlos. Pues no le resultaba nada dulce, sino fastidioso y atosigador.

Su omega lo cambiaba todo.

Y allí estaba el idiota enamorado, observando con una leve sonrisa estampada en la
cara cada movimiento que el rizado efectuaba para preparar el desayuno de ambos. Y
Yoongi no pudo evitar imaginarse como sería llevar una vida normal junto a él.

Despertando y haciendo el desayuno juntos cada mañana, conviviendo en una casa


como esa, teniendo un trabajo común y corriente, el cual no le haría correr
semejantes peligros como el de ser asesinado. Una vida en donde pudiese salir junto
a su omega a cualquier lado, sin necesidad de llevar guardaespaldas, y sin el miedo
de que pudiesen dispararles en cualquier momento. Amaría simplemente casarse y
formar una familia, la típica y ordinaria vida, él la amaría.
Sin embargo, estaba claro que ese no era su destino. Era parte de la mafia desde que
estuvo en el vientre de su madre, no podría salir de ella aunque quisiera. Y Jimin...
Jimin no era la clase de omega que ansiaba enlazarse de por vida.

Por lo que no eran más que tontas fantasías. Jamás tendría aquella vida normal, y
mucho menos con Jimin. Si algún día llegaría a casarse, de seguro sería por
obligación. Porque si no era con aquel bonito omega de ojos miel, no querría con
nadie. No estaría dispuesto a unirse a nadie más para compartir el resto de sus días.

Jimin ya había terminado de empacar todo aquello que más creía necesitar para
sobrevivir cierto tiempo con el alfa. Entre ellos, ropa, su mejor lencería, un cd con los
mejores temas para hacer bailes eróticos, un par de labiales y otras cosas.

Apenas entro en el auto, el cual creía que siquiera se habia movido desde su llegada
durante el día anterior, sus mejillas se encendieron, pues alli frente al volante se
encontraba Taeyang con su mirada oculta bajo oscuros lentes de sol, y a su izquierda,
en el asiento del acompañante habia otro monstruoso alfa que no le inspiraba nada
de confianza. Por puro instinto, se aproximo a Yoongi, quien se habia subido al
vehículo por el lado contrario. Lo abrazó por la cadera, buscando refugio, escondiendo
el rostro en su pecho, acurrucándose de lleno contra él. Acción que no le desagrado
en lo absoluto al alfa.

Yoongi sonrió débilmente, pasando su brazo por la espalda de este.

El viaje resulto ser largo e incomodo por partes, al menos para Jimin, quien en ningún
momento se apartó de la seguridad que le daba el pelinegro. A veces los escuchaba
intercambiar palabras en italiano, pero por más que intentara descifrar que decían, no
los entendía. Únicamente se preocupó, y supo que algo andaba mal, cuando le oyó a
Yoongi gruñirles palabras cargadas de enojo. Lo sintió tenso, y él se tensó también,
algo asustado.

Una discusión se inició. El pecho del alfa vibraba cada que soltaba un nuevo gruñido.
El ambiente se roció de inmediato del sofocante olor de alfas enojados. Jimin se puso
muy nervioso. Sentía que el aire había abandonado sus pulmones. Inhalaba
rápidamente, pretendiendo rebosarse de oxígeno, pero lo único que conseguía era
que el apestoso aroma se concentrara aún más en sus fosas nasales, mareándolo.

— ¡Ya pueden parar jodida mierda! ¡Me asfixian! —exclamó el omega exasperado,
brotando de impenetrable furia, utilizando el tono de voz más alto que pudo. El temor
y la vergüenza ya eran sentimientos del pasado.

Silencio, eso fue lo que obtuvo. Sonrió con autosuficiencia, acomodándose mejor
contra el cuerpo de Yoongi, mientras observaba que una de las ventanas se abría un
poco. Y solo ese poco bastó para que una gélida brisa le erizara la piel de frío. Aire
fresco, justo lo que necesitaba.

Los dos alfas, empleados de Yoongi, se dieron una mirada cómplice, para luego mirar
a su jefe con un ápice de diversión, ciertamente impresionados por no haber
presenciado una reacción violenta de este por la insólita intromisión del omega.

Al contrario, Yoongi se encargó de mimarlo, hasta que el pequeño rizado terminara de


calmarse por completo. Jimin creyó que el problema ya se había terminado, puesto
que la discusión no se había reanudado en lo que conllevó el resto del viaje, pero ese
había sido solo el principio.

Cuando llegaron todo volvió a empeorar. Yoongi se enfureció con las empleadas, y, al
mismo tiempo, se reinició una gran discusión con sus guardaespaldas.

Jimin seguía sin comprender cuál era la razón del incesante enojo. Apenas les oía
balbucear a las empleadas cosas como "enloqueció" o "no se ha querido marchar".
¿De quién estaban hablando? Había una mujer señalándose constantemente la mano
vendada, por la cual se lograba distinguir una mancha rojiza de sangre. ¿Alguien la
había lastimado?

Aturdido, el omega tironeó del saco de Yoongi con cierta desesperación en un intento
por obtener algo de su atención.

—¿Qué s-sucede? —preguntó cuando el aludido volteó a mirarlo, con el enojo


aminorándose al reencontrarse con su mirada llena de preocupación.

—Nada, debo resolver un asunto. Quédate aquí, enseguida regreso —le avisó
tratando de mantener una expresión calmada, quizá pretendiendo apaciguar la
intranquilidad que albergaba Jimin en su ser.

El alfa de ojos azabaches anunció algo en italiano hacia sus hombres, luego se
dispuso a marcharse hacia las escaleras de mármol dando una seña para que dos de
estos siguieran sus pasos.

—No —se obstinó el omega tomándole de una mano, sin deseos de dejarlo ir como si
nada sin antes recibir una explicación de los hechos—. Dime qué sucede.

El desasosiego que reflejaba la mirada de Jimin era tan evidente. La angustia lo


invadió al pensar en que podría adentrarse a un nuevo peligro, allí, en su propia casa.

—Es solo una tontería, Jimin, deja de preocuparte.

—Entonces, ¿por qué no me lo dices? —insistió sin soltarle la mano.

Yoongi suspiró, derrotado.

—Es... Es sobre el omega que era mi sumiso. Esta mañana di la orden para que lo
echaran, pero al parecer no le gustó nada. Se reveló contra mis empleadas, y se
encerró en mi habitación, supuestamente, armado. Iré a ponerlo en su sitio. Así que,
¿quieres esperarme aquí un segundo?

Jimin lo soltó, turbado ante aquella información que jamás pensó en recibir.
Realmente se esperaba cualquier cosa, menos eso. ¿Yoongi había pasado la noche
con él en su humilde casa cuando ya tenia a un omega a su completa disposición en
su lujosa mansión?

No podía creerlo. Él era el otro. Aquel por el cual Yoongi dejase abandonado al omega
despechado. El rizado sonrió con cinismo. El alfa lo prefería a él, así todo imperfecto y
descarado, y él no podía sentirse más satisfecho. La petulancia lo embargó de
inmediato, experimentando una enorme sensación de felicidad mesclada con altivez.

En ese momento, Jimin se sintió imparable. Su autoestima se elevó hasta las nubes,
provocando que se enorgulleciera por la incomparable habilidad de encantar a un alfa
con la gran sensualidad de su cuerpo. Y bueno, era Park Jimin.

— ¡Espera! —gritó y se lanzó a correr hacia las escaleras.

— ¡No! ¡Tú quédate allí! —le ordenó Yoongi desde arriba.


— ¿Estás de broma? No pienso perdérmelo amor —repuso el rizado divertido,
subiendo con rapidez los peldaños.

— ¡Abajo! —le exigió molesto mirándolo con severidad—. Ni pienses que vendrás —le
espetó, al tiempo que el omega hacía un puchero y le regalaba una mirada de
súplica—. No me compraras con eso... No... Oh, joder, de acuerdo. Solo mantente
detrás nuestro.

Jimin asintió entusiasmado, y avanzaron bastante de prisa hasta alcanzar la puerta


cerrada de la habitación del alfa. Este recargó su arma, antes de tratar de abrir la
dicha puerta. No cedió, por lo que respiró hondo antes de hablar.

—¿Puedes abrirme, Bam Bam? Soy yo, quiero que hablemos.

Pasaron varios segundos hasta que una débil voz se escuchó detrás de la puerta
musitando que no.

—Vamos, abre. Es una orden. Ya has sido un chico demasiado malo, ¿quieres seguir
acumulando castigos?

La voz de Yoongi sonaba dominante, segura, aunque a la vez suave y calmada,


queriendo demostrar que no había rabia en su interior, más bien tranquilidad.

Jimin se cruzó de brazos en su lugar, sintiéndose algo extraño. Estaba intrigado,


ansioso, medio celoso. Necesitaba un bote de palomitas de maíz con urgencia.

La puerta cedió, abriéndose despacio. Yoongi atravesó la misma velozmente con el


arma en posición. El menor trató de acercarse hacia el umbral deseando de manera
desesperada observar algo, pero uno de los tipos lo sostuvo del brazo,
impidiéndoselo.

Minutos de suspenso lo impacientaron. No conseguía escuchar con claridad la


conversación que tenían, y Jimin no podía soportar tanta tención. Con un rápido y ágil
movimiento, consiguió soltarse del agarre de aquel fornido alfa, escabulléndose a
gran velocidad por entre los cuerpos de estos directo hacia la habitación. Por alguna
razón, detestaba la idea de que Yoongi permaneciera solo con aquel omega. Ahora
Yoongi era suyo, por lo que ansiaba demostrárselo al tal Bam Bam.

Lo primero que hizo al ingresar sin permiso a la alcoba, fue centrar su curiosa mirada
en el omega desconocido.
— ¿Te crees que me importa? —le oyó decir a Yoongi con brusquedad, quien se
situaba frente al susodicho.

— ¡Teníamos un trato! —renegó Bam Bam.

—El trato acabó.

Fue en ese momento en el que sus ojos miel se conectaron con los oscuros del otro
omega, el cual lo miró con desdén, despreciándolo al instante.

Bam Bam era, quizás, un poco más alto que él, con un cuerpo deslumbrante bajo
aquellas prendas que le favorecía a su encanto nato. Su cabello era negro, su piel
pálida, su mirada asesina.

De repente, unas manos ajenas tomaron a Jimin bruscamente de los hombros,


arrastrándolo hacia atrás, haciéndole chillar de sorpresa y de espanto. Él se resistió
por puro reflejo, batallando para que lo soltaran. Yoongi exigió que lo hicieran, y el
rizado quedo en paz, saliéndose con la suya.

—¿Es por este que pretendes dejarme? —cuestionó Bam Bam, desdeñoso,
menospreciándolo con la mirada—. Ni siquiera es tan...

Jimin elevó una ceja al instante, cínico y desvergonzado.

—No pretende dejarte, ya lo hizo, mi cielo —se defendió el Omega contrario


malicioso, antes de que el alfa siquiera pudiese mencionar algo—. Lo hizo desde el
momento en el que prefirió meterse en mi cama y pasar la noche conmigo antes de
que pasarla en la suya contigo. Así que haznos el favor y retírate, que eres el único
que sobra en esta habitación.

El omega de asesina mirada se enfureció por completo, casi sacando humo de sus
oídos.

— ¡Eres un...!

—Bam Bam —el alfa habló, solemne, acallando sus palabras, advirtiéndole con la
mirada que era mejor que se mantuviera con la boca cerrada—. Ahórrate los insultos
y lárgate, porque es verdad... No quiero que salgas lastimado, vete por las buenas.

— ¡No! ¡No me pienso ir! ¡El que se tiene que ir es él! ¡No debiste traerlo! ¡Yo soy
tuyo! —exclamó Bam Bam histérico, empezando a lloriquear, corriendo a abrazarlo
como si fuese lo único que más necesitaba en la vida. Se aferró por un segundo a él,
sin siquiera ser correspondido, para luego arrebatarle rápidamente el arma que
Yoongi tenía entre su ropa y apuntarle a Jimin con una sonrisa de malicia.

Los ojos del omega rizado se abrieron totalmente, casi querido abandonar sus orbitas
de la pura estupefacción. Se quedo helado allí. Cerró fuerte sus ojos cuando este
apretó el gatillo. El espanto lo desbordó. El pánico lo aniquilo. Pero no sintió nada.

Abrió los ojos, y el aire retenido en sus pulmones fue soltado al margen del alivio. El
alfa sujetaba con firmeza la muñeca de aquel omega, quien tenía el brazo extendido
completamente hacia un costado, apretando con fuerza al arma responsable de la
bala disparada. El par de guardaespaldas apuntaban al desgraciado, mientras Yoongi
le retorcía la muñeca, haciéndole chillar. El arma finalmente se libero de entre los
dedos del omega, cayendo al suelo sin más. Yoongi la pateó lejos, antes de darle un
severo empujón a Bam Bam, el cual acabó contra el piso.

— ¡¿Qué mierda sucede contigo maldito hijo de puta?! ¡¿Cómo te atreves a intentar
herir a mi omega?! ¡Yo te lo he advertido, maldita sea! ¡¿Te quieres quedar?! ¡Bien,
quédate y sufre las malditas consecuencias! ¡Y de conste, tú te lo has buscado!
—exclamó el pelinegro enfurecido, totalmente fuera de sí, quizás rasgando su
garganta por la potencia de sus gritos.

A continuación, se volteó, encaminándose hacia donde había llegado el arma. La


levantó, lanzándosela de pronto a uno de sus empleados. Luego fue hacia Jimin,
tomándolo entre sus brazos, tal y como un niño pequeño. El omega se dejó,
enredando sus piernas en la cintura de Yoongi, mientras se sostenía de sus hombros.
Mantenía su mirada perdida, todavía conmocionado por lo que había ocurrido.

—Jimin, Bebe, escúchame, todo está bien, ¿sí? Nunca dejaría que alguien te hiciese
daño —le comunicó Yoongi después de haber abandonado el sitio, tratando de
tranquilizarlo.

Lo bajo en un lugar apartado del corredor. Lo miró directo a los ojos, acunando sus
mejillas con ambas manos, plantándole un dulce beso en los labios.

— ¿El intento dispararme? —preguntó bajito sin salir de su turbación.

—Jamás lo habría logrado, bebé —aseguró, acariciándole la mejilla suavemente—. No


dejaré que nadie te haga daño. Nadie —prometió, volviéndole a besar—. Las cosas no
se quedarán así. Quiero castigarlo, necesito castigarlo para que aprenda y necesito
que tú me ayudes en esto.
Jimin elevó ambas cejas, sorprendido.

— ¿Qué? ¿Yo? Pero... ¿c-cómo?

—Quiero que follemos... frente a él. Si prefiere quedarse, que lo haga. Que se quede
y nos vea juntos. Quiero que a la fuerza le entre en la cabeza que ahora tú eres mío.

—Oh, mierda. ¿Hablas... hablas en serio? —dijo el omega, impresionado, titubeando


ante aquella propuesta—. Yo... pues, no lo sé... Quiero decir, será porno en vivo, ¿y si
lo disfruta? Yo lo disfrutaría, es más me querría unir.

El alfa enarcó una ceja, tensando su mandíbula.

—Tú no te unirás a nada —gruñó, tomándolo de la cintura, atrayéndolo a su cuerpo


en un acto posesivo.

Jimin dejó huir una ligera carcajada, al tiempo que envolvía sus brazos en el cuello de
Yoongi.

—De acuerdo. Lo he hecho frente a otras personas, así que no creo que sea problema
para mí —confesó—. Me encantará que ese maldito imbécil sufra viéndonos, ¿quién se
cree que es?

El pelinegro sonrió con aquello último mencionado.

—Quiero que gimas mi nombre, eso le molestará aún peor, y no finjas ni un poco,
sólo disfruta de mí.

—Oh, Yoon, contigo en la cama nunca hace falta fingir nada —expresó el omega con
una sonrisa lasciva estampada en el rostro, ganándose un nuevo beso lleno de
energía por parte del mayor.

No podía cree lo que iban a hacer.

Les gustaria saber que va a pasar 7u7, ¿creen que se llegue al smut o suceda algo
malo? eso lo veremos en el proximo capitulo xdxd, parezco comercial HAHAHA.

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de paso dale Follow xd
||Veintiuno||

—Has sido un chico demasiado malo, BamBam. Demasiado —mencionó Yoongi con el
típico tono de voz medio ronco y seductor, pero a la vez suave y estimulante, que
solía utilizar con sus sumisos. Entretanto caminaba lentamente rodeando aquel
grueso asiento al que se hallaba atado con firmeza el omega —. ¿Crees que mereces
tenerme luego de lo mal que te has portado?

La noche por fin había caído. Yoongi había esperado con ansias durante todo el día a
que llegase aquel momento en el que pondría en marcha su más anhelado castigo
antes de deshacerse por completo del bastardo que había intentado lastimar a su
omega.

—Dime, ¿te lo mereces? —gruñó tironeándole del cabello con fuerza para que este
levantara la cabeza y lo mirara.

Sus ojos estaban llorosos, sus labios resecos, su semblante decaído. Había dolor en
su mirada oscura, dolor escoltado por el temor.

—Lo siento, daddy —musitó el menor, entristecido, bajando de nuevo la mirada


cuando este le soltó.
Yoongi chasqueó su lengua tres veces en signo de desaprobación.

—Daddy no te perdonará. ¿Y sabes qué sucede cuando te portas así de mal?, ¿sabes
qué sucede cuando me desobedeces e intentas atentar con la vida de mi omega?

—Yo soy tu omega —replicó bajito.

— ¡No! —Exclamó de inmediato molesto—. Tú sólo eras con quien me descargaba por
la falta que él me hacía.

Un par de lágrimas bordearon sus mejillas.

— ¿Quieres decirme en qué mierda pensabas?, ¿acaso creías que lo nuestro llegaría a
algo más que sólo la simple relación de sumiso-dominante? Yo te lo he dejado muy en
claro desde el primer día, joder, nada de involucraciones sentimentales, ni de las
demás mierdas. ¿Por qué has hecho todo eso? ¿Por qué, si sabías muy bien cómo
funciona esto?

—Es que... tú me salvaste y... yo p-pensé que t-te importaba...

La voz del menor sonaba gastada, entrecortada, rota. Sollozó un poco, sin animarse a
elevar la mirada.

—Oh, que iluso eres... Déjame decirte que te equivocas. No lo he hecho por ti. Lo hice
para demostrarles a esos tipos que yo siempre me salgo con la mía —aclaró Yoongi
sin poseer pizca de compasión.

BamBam sorbió los mocos fuertemente, deseando poder liberar sus manos de
aquellas cuerdas que lo mantenían atado tan solo para encajarle una ruidosa
cachetada. Levantó su cabeza, entregándole una mirada de odio.

—No te saliste con la tuya cuando él te abandono —contraatacó totalmente


despechado. Sí, BamBam lo sabía. Lo sabía gracias a que en la cocina se repartían
todos los chismes de la casa entre las sirvientas—. Y de seguro volverá a hacerlo en
cuanto obtenga lo que quiera, porque, vamos, si no fuera por tu dinero, ¿quién
querría quedarse contigo?

Y le había dado justo en su punto débil. A Yoongi le dolió demasiado. Sus palabras
fueron como una bala atravesando su pecho, desgarrando su corazón. Y lo peor de
todo: era verdad. La rabia que experimentó no se comparó con nada, teniendo que
realizar un esfuerzo sobrehumano para no darle un violento golpe.
Aunque muriese de ganas de hacerlo, no iba a rebajarse a lo que era su verdadero
padre: un violento y desgraciado golpeador de omegas. No iba a ser como él, en lo
absoluto. No había huido de su propia familia de 'Ndrangheta, ganándoselos como
enemigos, para convertirse en el mismo imbécil de su padre, que ni siquiera podía
llamarlo como tal.

Por lo tanto, se ahorró los golpes, y en un total estado de enfurecimiento, amordazó a


BamBam sin gota de suavidad o amabilidad.

—Ahora verás todo lo que te espera —masculló, casi escupiéndole en la cara—.


Empezando por lo siguiente... Ponte cómodo que en breve iniciaremos... Oh, y
disfrútalo —le susurró cerca del oído—... o por lo menos yo lo haré y mucho.

Dicho eso, se apartó, dando una última verificación de que los nudos de las cuerdas
fuesen lo suficientemente resistente para mantenerlo un buen tiempo allí sujeto. Una
vez hecho, abandonó su habitación, encaminándose a otra cercana en donde se
encontraba su omega alistándose.

Las palabras de BamBam quedaron retumbando en su cabeza, mortificándolo. Lo


odiaba, y odiaba que fuera tan cierto. Aquello generó que su autoestima disminuyera,
tornándose inseguro consigo mismo. Claro que era todo por el jodido dinero, claro
que ningún omega querría permanecer con él sin algo a cambio.

¿Y por qué recién ahora se le estrujaba el corazón por ese motivo cuando desde
siempre lo había sabido? Por supuesto, porque nunca antes había deseado que un
omega se quedara con él por cuenta propia. Y todo se remontaba a Jimin.

De no ser porque necesitaba plata, ni siquiera habría vuelto con él. Sin embargo,
ahora que lo tenía en sus manos, no permitiría que otra vez se le escapara. Lo
enamoraría, sí. Después de todo él era su alfa. Aseguraba que en algún momento
Jimin lo sentiría en el pecho tal como él, y sólo entonces el omega descubriría que ya
no habría manera de que pudiesen separarse.

Ingresó a la habitación sin pedir permiso, topándose al instante con un Jimin metido
dentro de una nívea bata, sentado frente a un enorme tocador de maquillaje que
poseía aquella alcoba. El Omega cantaba animadamente una canción que reproducía
su celular y se arreglaba felizmente.

—Oh, bebé, has tenido todo el día, ¿y recién ahora se te da por arreglarte? Ya eres
hermoso —Reprochó cuando ya se hubo acercado al aludido—. ¿Cuánto tardará eso?
Quiero que empecemos, ahora, ya. No puedo esperar más.

—Qué ansioso eres —Jimin rio, bajándole el volumen a la música—. Y, oh, disculpa, lo
que pasa es que se me fue el tiempo pensando en qué diablos ponerme, qué canción
elegir, idear más o menos la coreo, tenía que comprobar que el atuendo elegido
combinara con la canción, ¿te crees que es fácil ser yo?

El omega suspiró con dramatismo, dando su mejor actuación de indignación. Luego


levantó la vista y observó a Yoongi a través del espejo, regalándole una expresión
llena de diversión.

—Ya acabé, ¿te gusta? —preguntó, volteándose para verlo de frente, manteniendo la
sonrisa más deslumbradora posible.

Yoongi le devolvió la sonrisa, totalmente encantado con todo aquello que tuviera que
ver con Jimin, su precioso bebé.

—Mucho —comentó acercándose a él seductoramente, obligándolo a ponerse de pie.

Lo tomó de la cintura por encima de aquella bata, atrayéndolo a su cuerpo y estampó


sus labios contra los del otro. Jimin acomodó sus brazos alrededor del cuello del alfa y
le devolvió el beso, sonriendo en medio de este.

Jimin estaba tan feliz, tan radiante, que de sus poros ya florecía aquel aroma de la
total alegría. No sabía, ni entendía, por qué estar cerca de aquel alfa le generaba
aquella incomparable felicidad. Pero no le importaba. Él lo disfrutaría mientras durara.

Ladeó su cabeza, estremeciéndose, cuando los labios de Yoongi descendieron por su


cuello, llenándole de besos, succionando aquellas mismas partes en las que ya había
dejado marquitas amoratadas la noche anterior.

—Yoongi, detente —le dijo Jimin, soltando una leve risa—. Te recuerdo que la acción
es en la otra habitación.

El alfa emitió un sonido ronco, sin apartar la boca de la erizada piel del menor. Lo
apretó más contra su cuerpo en una clara demostración de que no pensaba
detenerse.

—No jodas, ¿ya te has excitado? ¡Ni siquiera he hecho nada! —Protestó,
carcajeándose mientras trataba de zafarse de su agarre—. Si eras más paciente,
podrías haberte excitado teniéndome a mi bailándote en lencería, pero lo haces
teniéndome en bata, ¿qué clase de alfa eres?

—Uno que no puede resistirse a tus magníficos encantos aun estando con una
ordinaria bata —murmuró el castaño, luego de apoderarse de cada centímetro de su
cuello—. Una bata que será mejor quitarla... —dicho eso le desnudo los hombros,
anhelando que la misma terminará en el suelo.

—Oh, no, claro que no —se negó el omega, apartándose con brusquedad, mientras se
acomodaba la bata—. No echarás a perder todo mi esfuerzo por tu inentendible
calentura.

—Ugh, de acuerdo —mencionó Yoongi, derrotado, tratando de despejar su mente.

—Mejor así. Escúchame... —dijo, volviéndose hacia el tocador, tomando de allí con
delicadeza el CD poseedor de aquellas provocativas canciones—... ¿Has conseguido el
equipo de música? Es la número cinco —informó, entregándole dicho objeto—.
Acuérdate también de la iluminación, debe estar tenue, ya sabes, así todo es mejor.

El alfa enarcó una ceja al recibir el CD, mirándolo con cierta interrogación. Abrió su
saco, quitando de un bolsillo interno un pequeño control, dándoselo al menor.

— ¿Tú has trabajado en algo relacionado con todo esto?

Jimin colocó de prisa la mano sobre su pecho, a la altura de su corazón, cortando con
dramatismo su aliento.

— ¿Me estás diciendo puta de cabaret? —exclamó él como si en verdad estuviese


indignado. Yoongi abrió la boca para disculparse de inmediato, pero un guiño de su
parte le hizo entender que sólo estaba jugando. A Jimin no le ofendía—. No, en
realidad no. Nunca he querido venderme, ni meterme en esas cosas turbias. Yo no
soy quien para que babosos me escojan para hacer de mi cuerpo lo que les antoje.
No, no, conmigo es al revés. Yo los elijo y hago con ellos lo que quiera... claro que sin
dinero de por medio. Todo lo hago por simple diversión. Por eso no quería quedarme.
No sólo por mi rebeldía, sabes. Aquí estaba siendo todo lo que yo nunca quise: un
vendido —suspiró con aires de tristeza—. Pero he vuelto, y ahora es lo que soy.

—No, no tiene por qué ser así. Todo lo que yo te de tómalo como un regalo, no como
una forma de pago.

El omega rio con amargura.


—Regalos a cambio de sexo, es lo mismo.

—Oh, Jimin... —Yoongi respiro hondo, luciendo algo frustrado—. No tenemos que
acostarnos si no te gusta así. Yo... yo no te quiero solo para sexo, ¿entiendes? Con tu
presencia me basta.

Él volvió a reír, esta vez con cierto ápice de diversión.

—Acabo de comprobar que, efectivamente, estás mal de la cabeza. De veras que no


dejas de sorprenderme, y a ver... ¿para qué otra cosa me querrías? —Preguntó
incrédulo—. De igual modo, ese no es el punto. Yo sí quiero tener sexo, lo adoro y
más contigo, lo que no me gusta es que me pagues o me llenes de tus lujos por eso...
Preferiría mil veces que esto sólo fuese por diversión, no por dinero.

—Eso... ¿eso quiere decir que si tú no necesitaras el dinero aun así estarías
conmigo... sin pretender nada a cambio?

Jimin hizo saber su respuesta con un débil asentimiento de cabeza. Sí, no había nada
que pensar. De haber sabido que regresar a su lado le devolvería parte de su perdida
felicidad, aunque no hubiese tenido la obligación de hacerlo por dinero, habría vuelto
con él hacía rato.

Aquella respuesta provocó que la ilusión renaciera en el alfa, dándole pequeñas


chispas de esperanzas. La alegría no tardó en asomarse en su rostro, tornándose una
genuina sonrisa en la comisura de sus labios.

—El dinero irá destinado a tu madre. En teoría, a ti no te estaría pagando nada, Jimin.

En teoría sí, le estaría pagando a él por su embarazo. Pero eso no podría saberlo.

—Tus intentos de hacerme sentir mejor funcionarían un poco más si no fuera porque
sé que la razón de que le pagues soy yo —dijo manteniéndose al margen de su
mentira—. Pero no importa, no sigamos hablando de esto... Ya estoy resignado, no te
preocupes por mí.

De pronto, un inesperado vuelco en su estómago hizo que su rostro se contrajera en


una mueca de dolor. Una de sus manos viajó hasta su vientre por mero reflejo,
percibiendo un desagradable revuelto en su interior.

— ¿Qué sucede?, ¿estás bien?, ¿te duele?


Jimin respiró profundo, tratando de relajarse, sintiendo la manera en como aquel
dolor disminuía dejando solo una molestia resentida.

—Sí, estoy bien, no pasa nada —comunicó intentando lucir lo más sereno posible.

—Si algo va mal, dime, cancelamos todo y dejo que descanses.

—No, no, de verdad estoy bien. No ha sido nada.

¿Ya tan pronto tenía jodidas nauseas? No lo podía creer. Ni siquiera recordaba
cuantas semanas llevaba, ¿tres, cuatro o cinco...? No sabía con certeza. Sin embargo,
de lo que sí estaba seguro era que no permitiría que aquella pasajera molestia le
arruinara la noche. No, por supuesto que no.

— ¿Seguro?

—Sí, sí. Tú ve a encargarte de la música y eso, que enseguida iré.

—Bueno, después quiero seguir hablando de...

—No hay nada de qué hablar, Yoongi. En serio, no te preocupes —repuso,


otorgándole una leve sonrisa compasiva—. Ve, espérame allí, en cinco voy. Y no estés
tan tenso, relájate.

Nasty Naughty Boy de Christina Aguilera resultó ser la canción por la que Jimin se
decidió. Pues, en su opinión, aquella era una de las mejores para desarrollar un
perfecto baile bañado de erotismo. La excitante melodía, combinada con la sucia letra
iba totalmente a juego con la situación, y ni hablar con su atuendo.
Jimin entró en la habitación del alfa convertido en un salvaje y atrevido ser, con la
seguridad anclada en su mirada. Todo estaba tal cual lo esperaba. La luz sutilmente
disminuida hacía de la atmosfera un lugar más sugerente y cautivador. Débiles halos
de humo flotaban en al aire. Un cigarrillo recién acababa de ser apagado. De soslayo
divisó al omega atado en uno de los extremos, mas no le dio importancia. Fingiría que
no estaba.

El alfa se encontraba sentado en el borde de la cama, bebiendo un trago de whisky de


aquel vaso que sostenía su mano derecha, ansioso de que todo empezara. El rubio no
se hizo de rogar, buscando de inmediato con la mirada el equipo de música para
apuntarle con el control y presionar play.

Apenas comenzó la introducción, tiró el control por allí, y se deshizo de la bata que
llevaba puesta. Una nívea camisa era lo único que vestía por encima de la oscura
lencería. Una camisa perteneciente del alfa, la cual había hurtado durante la tarde.
Una camisa que, esperaba, Yoongi pudiera reconocer.

Le dirigió una sonrisa traviesa, mientras le daba inicio a su extravagante función.


Empezó el erótico baile con un lento movimiento de hombros, haciendo leves círculos
en reversa, siguiendo el calmado y seductor ritmo de la singular canción, cantada con
demasía lascivia. Su cadera acompañaba, desplazándose de un lado hacia el otro
lentamente.

Sus irresistibles labios color sandia se movían despacio, articulando aquellas palabras
bordeadas de erotismo que llevaba la letra de la burda canción que sonaba a través
del estéreo. Sus dedos jugueteaban con los botones de la camisa, desabrochándola
de a poco. Permitiendo que la tatuada piel de su pecho se asomara por entre la
blanquecina tela.

Cuando hubo acabado con el último botón, se dispuso a danzar con los extremos de
la camisa sujeta entre sus manos, jugando con la misma, deslizándola por entre sus
hombros con sensualidad, hasta que quedase estancada en la zona de sus codos.

Con la elegancia envuelta entre su cuerpo, se encamino hacia el sitio en el que se


encontraba Yoongi, admirándolo con deseo. Jimin se mordió el labio inferior, al
tiempo que se tomaba el atrevimiento de sentarse sobre su regazo, restregándose
contra su entrepierna, dándole un ardiente beso atiborrado de pasión.

Pero no perduró mucho tiempo allí. El baile recién había comenzado. Por lo que se
levantó, dejándolo a Yoongi con ganas de más y se dirigió a su antiguo puesto, donde
reiteró su erótica danza. La camisa terminó siendo despojada al cabo de cortos
segundos, siendo arrojada lejos de allí.

La oscura lencería quedo al total descubierto y, mientras Jimin pasaba sus manos por
su pecho, tocándose así mismo, sus caderas se meneaban sin filtro, completamente
guiadas por la caliente melodía. Poco después, se puso de espaldas, agachándose con
exquisita lentitud hasta el suelo, para luego subir con el mismo nivel de sensualidad,
procurando sacar a relucir todo su trasero, convirtiéndose este en el nuevo
protagonista.

Sus brazos se alzaron por encima de su cabeza, flexionándose hasta tener las manos
sobre su cabello. Su cintura no cesaba con aquellos atractivos deslices que
provocaban un enorme estallido de excitación en el alfa. Sus dedos descendieron por
sus laterales, hasta alcanzar el borde de su excéntrica ropa interior. Jugueteó con la
pieza de encaje, bajándola despacio, liberando sus redondeados glúteos que Yoongi
tanto deseaba nalguear.

La oscura tela se deslizó hasta sus tobillos, y Jimin la hizo a un lado, prosiguiendo con
sus repetitivos pasos de bailes que derrochaban puro erotismo. El único sector de su
cuerpo que aún conservaba prendas eran sus piernas, cuya piel aún era cubierta por
la translucida tela negra de aquellas cautivadoras medias que alcanzaban hasta arriba
de las rodillas.

La idea de quitárselas no cruzó por su mente, por lo que continuó bailando sin reparar
en ellas. Acunó ambas manos en cada una de sus nalgas, apretándolas, separándolas,
haciendo de aquella acción una completa tortura para el alfa, el cual moría por
tocarlo, sentirlo, follarlo. Su palpitante erección dolía estando atrapada bajo su ropa,
desesperada por salir y adentrarse de lleno entre las nalgas de Jimin.

El omega se volteó, echándole una mirada coqueta y, con elegancia y sutileza, se


dirigió nuevamente hacia donde se encontraba Yoongi, plantándose frente a él. De
inmediato, recibió una exquisita tanda de besos de parte del mayor. Le besó parte del
abdomen y la cintura, mientras sus manos lo acariciaban por doquier.

Tras un momento, Jimin volvió a acomodarse en el regazo de Yoongi, dejándose


manosear por este, sintiendo perfectamente un miembro duro debajo suyo. Atraparon
sus labios en un brutal beso, incentivando la fogosa llama de pasión. El rubio-rizado
empezó a desvestirlo, iniciando por el saco. Más tarde por la camisa, y solo cuando
fue hora del pantalón se apartó de su boca y se bajó del regazo, arrodillándose en el
suelo frente a la cama, metido entre las dos piernas del alfa.

Le desabrochó el cinturón, luego el pantalón y, con una ligera ayuda de Yoongi, se


deshizo por fin de aquella prenda. Jimin se apegó aún más a la cama, acercando su
rostro a la entrepierna del mayor. Recargó las manos en los muslos del susodicho y
su lengua pasó, por encima de la grisácea ropa interior, sobre la distinguida erección
que ansiaba meter en su boca.

Sus dedos subieron hasta alcanzar el elástico de aquel bóxer, y lo bajó despacio,
mirando con entusiasmo el modo en el que de pronto saltaba frente a su cara el
cautivador miembro de Yoongi. Con una mano lo estimuló al instante, ganándose un
ronco gemido que era la gloria eterna para sus oídos. Lo sostuvo desde la base y lo
embutió dentro de su boca, saboreándolo, succionándolo, bordeándolo con su lengua.
Pronto lo sacó, volviéndolo a sumergir dentro de su cavidad bucal, repitiendo la
acción varias veces más.

Luego, con ayuda del alfa, se trepó hasta quedar encima de él. Se posicionó con las
piernas abiertas, manteniendo las rodillas a cada lado de los muslos de Yoongi, quien
continuaba sentado casi en el borde de la cama. Uno de los brazos del recién
mencionado rodeó la cintura del omega, teniéndolo firme contra su cuerpo, mientras
que con la mano disponible se alineaba en la empapada entrada del rizado.

Jimin se sostuvo de los hombros del castaño, soltando un sonoro gemido cuando su
trasero bajó de golpe, recibiendo una colosal visita, la cual impactó de lleno en su
interior. El omega comenzó a depositar pequeños besitos en el hombro de su
compañero, al preciso momento en el que elevaba su trasero y volvía a bajarlo con la
misma intensidad, escapándose de entre sus labios un nuevo gemido rebosado de
placer.

Sin embargo, durante la tercera propia embestida, Jimin supo que algo no iba del
todo bien. De pronto, se había descubierto a sí mismo sintiéndose medio débil y algo
aturdido. No se alarmó, pero le susurro a Yoongi que cambiaran de posición. Quizás
con su espalda sobre la cama su estado se normalizaría, pensó.

Solo entonces, Yoongi tomó el control de la situación. Colocó al omega contra las
frazadas, abriéndose paso entre sus piernas separadas hasta encontrarse de rodillas
frente a su entrepierna. Sus manos sujetaron con firmeza las caderas de él y, sin
esperar más, lo penetró profundo y veloz, iniciando un brusco y acelerado ritmo de
embestidas que llevó al menor a gemir descontroladamente su nombre, en un estado
de completa satisfacción.

Tal y como pensó, aquel sentimiento de aturdes se fue disipando una vez que se
encontró más relajado sobre la cama, por lo que se permitió disfrutar en lo absoluto
de aquel excitante momento.

Su espalda se arqueó, mientras un incontrolable gemido se le escapó. Sus dedos


apretaron con fuerza la frazada, buscando una forma de poder contener la explosión
de sensaciones que experimentaba al tener al alfa empujando contra su interior con
tanta agresividad. Que, de cierta forma, le excitaba aún más.

El rostro de Jimin se contraía de puro placer, cerrando sus ojos, abriendo su boca en
una grande O, regocijándose, entregándose por completo a la lujuria.

Back in Black de AC/DC sonando de fondo complementaba totalmente la ocasión.


Toda la elegancia y delicadeza que brindaba la antigua canción se había ido bien a la
mierda desde que empezó la tonalidad rocanrolera de aquella banda. Y Jimin no pudo
estar más satisfecho con eso, riéndose en medio del sexo, cuando Yoongi bajo la
velocidad de sus estocadas, tratando de recuperar algo de aliento y energía para
seguir.

Todo marchaba de maravilla. Hasta que, en un momento dado, el rubio volteó su


cabeza hacia un costado, topándose de repente con aquel omega que había estado
allí, atado y amordazado, presenciándolo todo en contra de su voluntad. Jimin,
enviando el placer a un segundo plano, lo observó con atención, advirtiendo que su
cabeza trataba de apretarse lo más posible contra uno de sus hombros, sus ojos
estaban cerrados con fuerza, sus mejillas humedecidas casi resplandecían bajo la
tenue luz de la habitación.
La desolación lo arribó al contemplarlo de aquel modo, compadeciéndose. No, no
podía seguir.

Yoongi, ajeno a sus pensamientos, continuaba penetrándolo cegado por la lujuria y el


morbo. Jimin envolvió las piernas en la cintura de este, incorporándose de golpe
sobre su cuerpo. El alfa lo sostuvo fuertemente de la cadera, acomodándolo sobre su
regazo. No titubeó en seguir con las embestidas.

—No... d-detente —le susurró Jimin cerca del oído, mas no le hizo caso—. Yoongi...
por favor, p-para... no me siento bien.

Solo entonces el movimiento en su interior cesó.

— ¿Qué... qué sucede? —Preguntó, agitado, algo preocupado, mientras conectaba sus
miradas—. ¿Otra vez te duele?

—No, no es eso —contestó y miró con tristeza en dirección al desdichado omega—.


¿No crees que ha sido suficiente? Y-yo no puedo... sácalo de aquí.

—Oh, bebé... sólo... sólo déjame acabar —le pidió el alfa, dispuesto a continuar.

—No, no, no, por favor —rogó desesperado—. No soportaré que me anudes frente a
él. Por favor, Amor, sólo será un momento y luego seguimos.

Yoongi bufó, accediendo de mala gana. Abandonó la cama refunfuñando, sacando una
navaja de un sector escondido de sus cajones, para después dirigirse con su erección
entre las piernas hacia donde estaba el jodido omega atado. Y entre maldiciones,
cortó las cuerdas rápidamente. Lo obligó a levantarse, y lo arrastro por toda la
habitación hasta llegar a la puerta. La abrió, lo empujó hacia fuera y la cerró con
fuerza.

— ¡¿Feliz?! —exclamó Yoongi por encima de la música, luciendo bastante molesto—.


Ahora haremos las cosas a mi manera —agregó, rebuscando algo en uno de sus
cajones.

—Déjame decirte que, desde aquí, tu trasero se ve como la jodida gloria. Cambiemos
roles y permíteme nalguearte —bromeó Jimin, carcajeándose al recibir una fulminante
mirada de parte del alfa, quien mascullo un par de insultos en otro idioma.

—El que te nalgueara seré yo, joder, y bien merecido que lo tienes —mencionó el
susodicho sin abandonar su cierto grado de enfado, volviéndose hacia la cama,
trayendo consigo un trozo pequeño de tela—. Muñecas juntas.

El omega lo miró interrogante, arrodillado sobre las mantas, con su trasero apoyado
sobre sus talones.

—Pon las muñecas adelante, júntalas —demandó.

—Oh, mierda, ¿ahora me atarás a mí? —dijo, al tiempo que obedecía medio dudoso.

Yoongi enrolló las muñecas de Jimin con aquel lazo de seda color crema, haciéndole
un fuerte y bonito nudo.

—Esto no es castigo —aclaró con su expresión más relajada, tomándole de la barbilla


con el fin de plantarle un suave beso—. Sólo es a mi manera. Verás que de igual
modo lo disfrutarás, pero si algo va mal, dime.

El menor tragó en seco y asintió, temeroso.

—Acuéstate boca abajo, deja las manos arriba de la cabeza —le ordenó, serio.

Respiró hondo y, torpemente, obedeció. Se dejó caer sobre la cama panza abajo,
apoyando su mejilla en una almohada, acomodando sus inseparables manos por
encima de su cabeza.

Pronto percibió el cálido tacto del alfa sobre su cadera, levantándola. Jimin tardó en
entender, pero terminó cediendo, recargando el peso sobre sus rodillas, manteniendo
su trasero elevado.
Do I Wanna Know de Arctic Monkeys era la canción que en aquel instante se
encontraba reproduciéndose. Yoongi le acarició el trasero con ambas manos,
apretándolo con deleite. Inesperadamente, le obsequio una buena nalgueada,
recibiendo como respuesta un chillido acompañado de un respingo por parte del
omega. La piel se tornó sonrosada al instante. Yoongi le azoto la otra nalga, y Jimin
volvió a sobresaltarse, soltando un quejido de dolor.

Y entonces, al ritmo de aquella canción, cuya letra le destrozaba el alma, se alineó en


la entrada del omega y empujó con fuerza hasta el fondo. Lo sujetó fijo de la cintura,
retrocediendo, y luego embistiéndolo brutalmente. Y de ese modo continuó,
penetrándolo duro, nalgueándolo, tomándose un respiro por cada entrada, tratando
de mantener una jodida sincronización con la música.

Jimin gemía sin filtro alguno. A veces de dolor, otras de placer, pero en ningún
momento quiso que parara. No cuando su cuerpo entero recibía espasmos y
vibraciones que solo indicaban la proximidad de su orgasmo. Sus nudillos se tornaron
blancos por la fuerza con la que mantenía cerrados sus puños, desesperándose por
verse imposibilitado de separar sus manos.

El alfa rozaba justo su punto más sensible, enloqueciéndolo de puro placer. Y no


bastó más que otra estocada en aquel punto para que el clímax lo alcanzara,
derramándolo de satisfacción. Yoongi gruñó al sentir sus miembro siendo aprisionado
por las paredes del menor, adelantándole de un modo embriagador el alucinante
orgasmo.

El nudo se hinchó cuando las piernas de Jimin flaquearon. Yoongi jadeó, al tiempo
que intentaba seguir sosteniéndole la cadera al omega. No pretendía desvanecerse
sobre él, por lo que, sujetándolo firmemente, buscó la forma de que su cuerpo
acabara contra la cama y el omega contra su pecho.

Aunque procuró que fuera un movimiento cuidadoso y apaciguado, el cambio de


posición estando anudados generó cierta punzada de dolor en Jimin, quien gimoteó
adolorido al caer de espalda sobre Yoongi.

El alfa le otorgó un cariñoso beso en la cien ligeramente sudada. Estiró los brazos
para alcanzar sus muñecas unidas. Desató los nudos, dejándolas en libertad, y solo
entonces pudo relajarse por completo sobre la cama, tratando de recomponerse de
semejante orgasmo.

Jimin respiró hondo, calmándose, no queriendo mover ni un solo musculo más de su


cuerpo por miedo a que el dolor resentido que le quedó de la punzada que recibió se
intensificara.
Al poco tiempo percibió las manos del alfa enlazarse sobre su vientre con algo de
delicadeza. Jimin sonrió débilmente de lado, ubicando sus propias manos encima de
las del otro.

Si tan solo lo supieras. Si tan solo supieras que allí está nuestro cachorro, Yoongi. Si
tan solo me animara a decírtelo. Si tan solo fuera un omega digno de ti...

se dieron cuenta de que puse a Jimin como rizado y antes era rubio :v

pues me ahorro trabajo de edicion en cambiar de rizado a rubio, asi que como jimin
fue rizado rubio lo deje asi uwu

Yoongi es pelinegro :v

Ya esta, vota y comenta :)


||Veintidós||
Le costó alrededor de dos días y medio poder recomponerse de la última relación
sexual que había mantenido con Yoongi. Su jodido culo le había quedado doliendo
considerablemente, resultándole molesto sentarse, teniendo que verse obligado a
tomar cierta precaución cada vez que lo hacía.

Por fortuna, el alfa no había tratado de volver a follarlo las ultimas noches,
permitiéndole a su cuerpo un mero descanso.

Yoongi tan solo se había limitado a arrullarlo cada vez que llegaba de trabajar,
mimándolo con suaves caricias, inundándolo de dulces besos, tratándolo como un
pequeño ser necesitado de cariño, hasta que cayera en los cálidos brazos del sueño.

El alfa solía quedarse despierto más tiempo, contemplando con admiración la paz que
emanaba el menor estando profundamente dormido. Aquella, sin rastros de
vacilación, era la perfecta imagen que todas las noches deseaba observar antes de
cerrar sus ojos, con la palpable seguridad de que Jimin se encontraba a su lado.

Solo de esa manera lograba conciliar el sueño.

Algo similar ocurría al despertar. Adoraba que Jimin fuese lo primero que sus ojos
veían al abrirse por la mañana. Era tan bonito sentir el calor de su cuerpo junto al
suyo, tan bonito olfatear al aroma dulce y fresco que desprendía su piel, que le
costaba demasiado abandonar la cama; alejarse de él.

Tanto que, a veces, deseaba tan sólo tomarse el día libre y permanecer junto a su
omega cuantas horas quisiera. Pero él siempre había sido muy responsable en cuanto
a su trabajo, y no podía decidir no ir porque se le antojaba. Simplemente no podía.
Era su deber atender los asuntos que demandaban su empleo poco tradicional.

Muchas cosas estaban en juego en aquel preciso instante de su vida, por lo que no
era momento para actuar como un caprichoso e irresponsable alfa inmaduro. Ni por
Jimin podía tomarse aquellos atrevimientos.

Y esa era la razón por la que el rizado amanecía cada mañana en compañía de la
silenciosa soledad y la consoladora luz matutina. Pero no se quejaba. No era como si
le entusiasmara la idea de compartir una escena melosa también por la mañana. Ya
con la dulzura que se empeñaba en darle Yoongi por la noche le bastaba.

No ansiaba sufrir sobredosis de azúcar tan pronto, mucho menos cuando, por culpa
de la bendita falta de droga, el mal humor lo embargaba de forma periódica por la
mañana. Tendía a ponerse demasiado irritable, y todo en lo absoluto le molestaba.

De ese modo continuaba, hasta después de ducharse y bajar a desayunar,


quejándose gruñonamente con la servidumbre si había algo que no estaba como el
quería. Claro que, cuando cesaba su crisis de abstinencia, regresaba a la cocina a
disculparse, sintiéndose apenado por su actitud, queriendo ayudarles en lo que fuese
con tal de tener la mente en otro sitio.

Jamás le permitieron realizar las tareas de la casa, pues Yoongi podia echarlos a
todos si se enteraba que habían dejado que su omega hiciese su trabajo. Por ende, a
esa altura, Jimin ya se habia hecho un pequeño mapa mental de como, más o menos,
era la mansión. Pues, con tanto tiempo libre, ya se había recorrido el establecimiento
entero varias veces por mero aburrimiento.

No solía haber mucho movimiento en la casa, más que el de empleados y algunos que
otros alfas que desconocía, por lo que, la mayor parte del tiempo, era un sitio
realmente apacible en el que podia andar tranquilamente.

Y así fue como se lo encontró.

En uno de sus típicos paseos, logró divisar a Jungkook desde lo lejos, el cual no tardó
en ingresar en una habitación sin siquiera haber notado su lejana presencia. Jimin
frunció el ceño, recordando que aun tenía un asunto pendiente con ese alfa.

No se había olvidado de lo que le había hecho a Tae, ni tampoco se había olvidado de


su venganza.
El omega se armó de valor. Se tronó los huesos de sus manos, queriendo hacerse el
rudo. Como si fuese posible que pudiera molerlo a golpes cuando ni siquiera mataba a
una mosca, cuando lo más probable era que Jungkook lo destrozara en un abrir y
cerrar de ojos. Pero no le importó.

Sintiéndose imparable y prepotente, tal cual alfa enfurecido, caminó a paso seguro y
apresurado hacia su destino. Abrió la puerta de un golpe, atreviéndose a entrar sin
permiso alguno, interesándole una mierda lo que estuviese haciendo.
—¡Oye, imbécil de mierda ahora vas a...! —la oración exclamada por Jimin quedó
inconclusa ni bien el fuerte olor se infiltró en sus fosas nasales, ofuscándolo
sorpresivamente.

Estaba en celo.

Oyó un potente rugido que le hizo temblar, congelándolo de puro espanto. Su


respiración se cortó en seco en cuanto quiso escapar, pero no pudo. Unas filosas
garras ya lo habían tomado, estampándolo contra una pared con brutalidad. Un
chillido desesperado huyó de entre sus labios, siendo este el llamado de ayuda por
parte de su omega interior para que su alfa fuera a rescatarlo.

Jimin batallaba angustiosamente, buscando la forma de zafarse de aquel violento


agarre que no hacía más que dañarlo. Sus manos se plantaron en el fornido pecho del
alfa, pretendiendo alejarlo. Pero era vano. No tenía la suficiente fuerza para apartarlo.

Lágrimas cargadas de dolor ya surcaban de sus mirada rota. Jungkook lo aprisionó


aún más con su cuerpo, frotándose con descaro. Lo sintió succionando la piel de su
cuello, con sus manos recorriéndole el cuerpo atrevidamente.

—¡No!... ¡Suéltame maldito imbécil! ¡No me toques! —gritó desgarradamente,


desesperado, llorando con histeria. Sin embargo el alfa parecía hacer oídos sordos.

El impenetrable olor que desprendía Jungkook por causa de su celo lo asqueaba cada
vez más, sofocándolo, aturdiéndolo, haciéndole perder de a poco la razón. La visión
empezó a nublársele ligeramente. Su estómago se revolvió por completo,
descomponiéndolo.

Ya no conseguía prestarle atención a lo que ocurría. Ni siquiera se percató cuando un


tercero se interpuso entre Jungkook y él, quitándoselo de encima. No reparó en la
brutal pelea que se desencadeno a metros suyo. Solo podía centrarse en que se
encontraba de rodillas y de manos en el suelo, vomitando.

En el momento en el que las arcadas cesaron y ya no hubo más nada que expulsar
por su garganta, Jimin retrocedió un poco gateando, sentándose contra una pared.
Seguía llorando, estando en un estado de conmoción y desorientación total. Se
abrazó las piernas, asustado, asimilando con la mirada perdida que había estado a
nada de ser abusado.
Al percibir que alguien se le acercaba, Jimin se alarmó, encogiéndose sobre sí mismo,
arrastrándose por el suelo hacia un costado, pretendiendo escapar de esa manera.

—Tranquilo, no te haré daño —mencionó una calmada voz masculina que el omega no
se vio capaz de reconocer.

—Aléjate de mi —musitó con la voz quebrada, aun con sus brazos envueltos en sus
piernas. Continuaba arrastrándose siendo guiado por la pared en la que se recargaba
su espalda.

—Solo quiero sacarte de aquí —expuso el tipo que apestaba a alfa, colocándose de
cuclillas frente a él.

Jimin se apresuró a alejarse, pero entonces su hombro choco contra otra pared
perpendicular. Su corazón se aceleró al darse cuenta que se había arrinconado solito
en una esquina.

—¡No! ¡Aléjate! —chilló, nervioso, cuando vio una mano ajena acercándose a él.

El quería a Yoongi. Necesitaba a Yoongi. Él no confiaría en nadie más que en aquel


alfa de gatunos ojos. Él no se dejaría tocar por nadie más que su alfa.

—Q-q-quiero a Yoon... Yoongi —reveló en medio de sollozos.

—Enseguida vendrá. Pero déjame ponerte a salvo —dijo el otro, volviendo a


aproximar sus manos al encogido cuerpo del menor con la intención de tomarlo.

—¡Que no quiero que me toqueeees! —Jimin dejó escapar el grito más histérico y
agudo de toda su vida, aturdiendo por completo los tímpanos del alfa.

El omega lo observó con desprecio, teniendo su mirada acuosa. Solo entonces cayó
en la cuenta de que ya había visto antes a aquel hombre. No se trataba de un simple
extraño. Era Taeyang, y por alguna razón su rostro contenía algo de sangre.

—No... no me toques —musitó con su cuerpo sufriendo de leves espasmos por el


llanto, escondiendo su cara entre sus manos.

De pronto, escuchó su nombre siendo gritado desde lo lejos. Esa voz. Alguien se
acercó corriendo hacia el rincón en el que se encontraba hecho un ovillo. Ese olor.
Jimin levantó la vista con un tembloroso puchero, topándose con unos ojos negros
inyectados de preocupación.
El omega saltó de su sitio con prisa, aterrizando entre los brazos de Yoongi, quien lo
sostuvo con fuerza y lo cargó. Jimin se aferró al cuerpo del mayor como jamás lo
había hecho. Se echó a llorar una vez más, sintiéndose verdaderamente a salvo
sabiendo que Yoongi ya estaba allí con él, sabiendo que no dejaría que nada malo le
sucediera.

Sus deditos estrujaron con inevitable fuerza el saco del alfa, sus piernas, enredadas
en la cintura del susodicho, se apretaron con firmeza. Todo con el fin de asegurarse
de que nada, ni nadie, pudiera separarlo de él.

Lograba escuchar palabras tranquilizadoras de Yoongi, a la par que caminaba lejos de


aquella asquerosa habitación, dueña de un nuevo tormentoso recuerdo.

Jimin se negó a separarse cuando el mayor quiso dejarlo sobre la cama,


desesperándose por la simple idea de quedarse solo y desprotegido. Por lo tanto,
Yoongi se vio en la obligación de sentarse en el borde de la misma, acomodando al
omega en su regazo, apartándose ligeramente con el único propósito de verificar que
el cuerpo de Jimin no tuviera ninguna herida.

—¿Te ha hecho daño? ¿se atrevió a golpearte?... ¿Llegó... llegó a tocarte?


—preguntaba al alfa afligido, preocupado, angustiado, a medida que lo examinaba
con cuidado.

El rizado utilizó el dorso de su mano derecha para limpiarse la nariz en medio de


imparables sollozos e incontrolables espasmos.

—Dime, bebé, dime que te ha hecho —pidió Yoongi usando el tono de voz mas suave
y, a la vez, mas entristecido posible, mientras se encargaba de limpiarle las lágrimas
con sus pulgares.

—E-él... el q-quiso... iba a...

—Tranquilo, cariño, respira hondo. Ya sé lo que pretendía. Solo dime si ha llegado a


hacerte algo. Necesito saber que tan lejos llego antes de que lo asesine —dijo con la
mandíbula apretada, hirviéndole la sangre de furia, costándole verdadero trabajo
creer que Jungkook fue capaz de traicionarlo de esa manera—. ¿Te golpeó?

Jimin negó débilmente con la cabeza.

—¿Metió sus jodidas manos por debajo de tu ropa?


Otra vez negó.

—M-me tocó p-por en-encima de la ropa —declaró—, s-se frotó c-contra mi y, y, y...
—Jimin se señaló el cuello hipando de forma involuntaria—... me d-dejó su olor... me
hace s-sentir sucio... q-quítamelo, Yoongi... ¡quítamelo! —gritó desesperadamente
con su voz rota, arañándose la piel, al tiempo que una nueva tanda de angustiosas
lagrimas se derramaban de sus rojizos ojos.

De inmediato, el alfa le sujetó las muñecas, sin permitir que siguiera lastimándose a
sí mismo. Se levantó de la cama, cargándolo nuevamente entre sus brazos,
apegándolo por completo a su pecho. Fue hasta el cuarto de baño y abrió la llave del
agua caliente para que la tina se llenara.

Bajo al omega despacio, dejándolo de pie en el suelo, y comenzó a desvestirlo.


Yoongi lo sentía tan frágil, tan delicado, tan endeble que hacía su mayor esfuerzo por
tratarlo con toda la suavidad de la cual era capaz, temiendo lastimarlo de alguna
manera.

Lo ayudó a meterse dentro del agua, habiéndose asegurado antes de que la misma
estuviese en una temperatura agradable. Se quitó el saco y se arremangó las mangas
de su camisa, buscando que estas no se mojaran cuando sus manos se encontraran
en contacto con el agua.

No le importó invertir tiempo de trabajo en su pequeño. Lo bañó con paciencia, con


tranquilidad, limpiando suavemente cada centímetro de su pálida piel. Deseaba darle
todo el tiempo que fuese necesario para que, al fin, pudiese tranquilizarse por
completo bajo la contención de un relajante baño que acabara con todas las
impurezas que había depositado Jungkook en él.

Solo cuando el agua comenzó a tornarse fría, Yoongi lo sacó de la extravagante tina,
colocándole una nívea toalla sobre los hombros, envolviéndolo con la misma. Lo cargó
cuidadosamente hasta la habitación, sitio en el que lo secó y lo vistió con un pijama
para que se mantuviera cómodo.

Él acabó por quitarse la camisa, la cual mojó de forma inevitable y, mandando a la


mierda las horas que le quedaban de trabajo, decidió ponerse ropa ligera y
adentrarse en la cama junto con su bebé.

Jimin se acurrucó contra su pecho, y en sintonía de las consoladoras caricias del alfa
permaneció en silencio, tratando de alejar su mente de aquellos horribles recuerdos.
El shock fue disolviéndose de a poco con el correr de las interminables horas de la
noche.

Jimin sabía que lo suyo no había sido más que un terrible susto que reanimó todos
aquellos sentimientos de su triste pasado, de cuando un alfa en celo había abusado
por primera vez de él, arrancándole la virginidad con brutalidad, sin que hubiera
alguien allí afuera que lo salvara.

Ese día, con tan solo catorce años, Jimin había quedado destruido, física y
mentalmente, y nadie hizo nada para ayudarlo. Nadie se preocupó por un pequeño y
desamparado omega de tristes ojos miel que acababa de ser violado.

Y ahora, que ni siquiera había sido tocado debajo de su ropa, que ni siquiera había
recibido violentos golpes que le hiciesen sangrar, y ahora que nada demasiado malo
le había sucedido había tenido la mayor contención que en toda su vida jamás se
imaginó recibir de un alfa.

Era la primera vez que uno de ellos lo ayudaba de tal forma, utilizando su valioso
tiempo en consolarlo entre sus brazos, sin importar nada más.

Jimin respiró hondo, sonriendo de lado. Se encontraba acostado sobre su hombro


derecho, observando en medio de las penumbras el rostro adormecido de Yoongi. Una
de sus manos viajo hasta la mejilla de este, colocándola con suavidad sobre la
rasposa zona debido a la barba de unos días. Se acercó despacio, posando sus labios
en los del otro, susurrando unas débiles gracias al separarse.

El alfa paso su brazo por el costado de Jimin, atrayéndolo a su cuerpo, volviendo a


unir sus labios en un beso más movido, en el que ambas partes correspondían de
igual modo. Las piernas de ambos se entrelazaron, acortando cualquier espacio entre
los dos cuerpos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Yoongi al haber dado por finalizado aquel ansiado
beso.

—Mejor —contestó el rizado, sonriendo apenas un poco—. De verdad, gracias.

Yoongi se limitó a dejarle un protector beso en la frente.

—Intenta dormir algo, ¿sí? Yo me quedaré aquí, contigo.


El menor asintió. Ciertamente, necesitaba descansar. Ya sus hinchados ojos le
pesaban demasiado.

—¿Me podrías cantar? —preguntó en un susurro, mientras cerraba los ojos,


ovillándose contra Yoongi.

—¿Cantar? —el desconcierto se apodero del alfa—. Yo no canto.

—Por favor... un poquito. Se que suena muy infantil, pero eso hacía mi madre cuando
me costaba dormir por culpa de... de... bueno, solo cántame.

—¿De que?

—Nada, cántame...

—Cuéntame antes.

Jimin resopló, reprendiéndose.

—Por culpa de un trauma, del cual preferiría no hablar —dijo, melancólico, y se apartó
del alfa—. Déjalo, intentaré hacerme dormir por mi cuenta.

—No, quédate —se apresuró a decir Yoongi, atrayéndolo de nuevo hacia sí—. Está
bien, no te obligaré a hablar de algo que no quieres, pero Jimin si alguien, quien
quiera que fuese, tuvo que ver con ese trauma dímelo y juro que le haré pagar por lo
que te hizo.

El omega lo miró, sonriendo de lado ante aquel tono de voz tan vengativo, y a la vez
guardián. ¿Yoongi realmente era capaz de ir en busca de aquel sujeto que le había
arrancado su inocencia? ¿Tanto le importaba aquel pasado asunto?

—Ojalá supiera su nombre —se lamentó Jimin—. Pero ya no tiene importancia. Quiero
dormir, ¿me cantarás o no?

Lo sintió respirar hondo, antes de asentir no muy convencido con la idea. Al cabo de
unos segundos comenzó a escucharlo cantar en un tono ronco pero bajito.

'I might never be your knight in shining armour

I might never be the one you take home to mother


And I might never be the one who brings you flowers

But I can be the one, be the one tonight...'

El estruendoso sonido causado por la brutalidad con la que se abrió la puerta, provocó
un respingo en el omega, quien se hallaba en completa tranquilidad dentro de la
habitación, hablando con Taehyung por teléfono.

Al instante, sus fosas nasales de rebosaron de aquel apestoso olor a alfa enojado.
Jimin frunció el ceño, confundido, echándole una interrogativa mirada a Yoongi, cuyos
negros y gatunos ojos se encontraban clavándose en él con ardiente ira.

Tragó en seco, despidiéndose de su mejor amigo, cortando la llamada abruptamente.

—¿Qué sucede? —preguntó el rizado, sosteniéndole la intensa mirada, aguantándose


la desesperación que le generaba la incertidumbre.

Yoongi se aproximó a pasos seguros, parándose justo enfrente de él. Se cruzó de


brazos, prepotente, sin dejar de aniquilarlo con su asesina mirada cargada de
enfurecimiento. Su ceño firmemente fruncido no ayudaba en nada.

—¿Me vas a decir qué mierda pasa contigo? —se impacientó el omega, poniéndose de
pie, puesto que había estado sentado sobre la cama desde que llegó.

—Tú eres quien me tiene que decir qué mierda pasa contigo —espetó solemne,
desenredando sus brazos—. ¡Es que no entiendo qué diablos te pasa, Jimin! ¡No
entiendo qué pretendes! ¡¿Dime cómo mierda quieres que cumpla con mi palabra de
que nadie te lastimará si tú mismo te metes donde no debes?!

Los potentes gritos del alfa lo intimidaron por completo, viéndose obligado a
encogerse sobre sí mismo. Atemorizado, bajó su mirada, colocando una sumisa
postura, entendiendo por donde venía el asunto.

Decidió no enfrentarse a Yoongi. Decidió no agrandar más el problema y dejarse


humillar por este, pues tenía todo el derecho de enojarse con él.

—¡Contéstame! ¡¿Qué mierda hacías en la habitación de Jungkook?! ¡¿Es que piensas


tirarte a todos los alfas de la puta casa, eh?! ¡¿Quieres dejarme en completo ridículo?!
¡¿No te bastó con Taeyang que también querías revolcarte con Jungkook, pero luego
te arrepentiste o qué?! ¡Explícame que no lo entiendo!

—No... —susurró el omega, totalmente apenado, comenzando a llorar de manera


silenciosa—. En ningún momento he querido tirarme a otro alfa, Yoongi, ni mucho
menos a Jungkook. De saber que estaba en celo jamás habría entrado.

—Entonces, ¿por qué entraste?

—Y-yo... no sé en qué pensaba realmente. Soy impulsivo. Quería vengarme, quería


que ese imbécil me escuchara.

—¿Vengarte de que? —indagó, frotándose el puente de la nariz en una clara muestra


de exasperación.

—De lo que le hizo a Tae.

El alfa elevó una ceja, uniendo todos los cabos, despejando la gran nube de confusión
que se había instalado en su mente. Negó con la cabeza cuando lo comprendió, sin
terminar de creérselo.

—Lo que paso es problema de ellos. No tuyo. No debes meterte en los asuntos que no
te conciernen —reprendió el castaño con frialdad.

Jimin frunció el ceño ante aquellas palabras que le disgustaron por completo.

—Hipócrita —escupió de repente con desdén.

—¿Cómo?

—Que eres un jodido hipócrita —dijo, alzando la voz para que lo escuchara fuerte y
claro. Levantó la mirada con firmeza, sin miedo, ni temor—. Claro, yo no puedo
vengarme por mi mejor amigo porque no es problema mío y tú si puedes meterte en
mis delicados asuntos queriendo hacer justicia por mi cuando yo no soy nada tuyo. En
ese caso, quédate tranquilo, que a ti no te concierne en lo absoluto que hayan
atentado en contra de mi voluntad, violándome en medio de un callejón,
arrancándome la virginidad de la forma mas burda y desgarradora. Nada debería
importarte, después de todo, el problema es mío. No tuyo.

Dicho eso, aparto al alfa de su camino, el cual había quedado anonadado por aquel
inesperado giro en la conversación. Jimin deseó marcharse hacia cualquier parte con
tal de estar lejos de él, pero Yoongi no se lo permitió, tomándolo suavemente del
brazo.

—Jimin, yo... Oh, mierda, ven aquí —mencionó este, entristecido, estrechándolo
contra su cuerpo en un fuerte abrazo.

—Déjame, no necesito de tu jodida lástima —repuso el omega, enojado, batallando


con el fin de romper todo contacto con el alfa.

De un ágil y preciso movimiento consiguió escabullirse de entre los brazos del otro,
apartándose lo justo y necesario para mirarlo de frente.

—Aclaremos algo, porque estoy cansado de esta maldita situación —expresó con
fastidio—. Mírame, Yoongi, mírame. Ya sabes de que clase de barrio vengo, sabes que
clase de omega soy. Sabes que no valgo ni un puto centavo y que no soy digno de
nada. ¿Por qué te molestas en preocuparte por mi? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué te
empeñas en tratarme con tanto cariño? Es que, ¿acaso así tratas a todos tus omegas
o que?

Lo vio fruncir el entrecejo y retroceder ligeramente, procesando aquellas palabras,


luciendo bastante dolido.

Jimin respiró profundo antes de seguir hablando.

—Con eso no quise decir que no me gustara que conmigo fueras de tal forma... Pero,
es que no se que esperas de mi, Yoongi. Yo no pensé que iba en serio cuando me
dijiste que no me querías solo para sexo. Y... y no sé que pretendes conmigo, no sé
por qué te intereso más que otros, pero desde ya te digo que no soy bueno para ti.
Así que te sugiero que no mal gastes tu cariño en mi y que me folles hasta que te
canses, porque lo único que yo deseo es librarme de esto cuanto antes y volver a
tener mi independencia. Volver con mi callejero grupo, volver a drogarme, volver a
los clubes, a las fiestas. Volver a mi vida.

El omega habló con decisión, exponiendo sin pizca de dubitación su opinión con
respecto al tema, esperando que el alfa finalmente comprendiera que no valía la pena
desperdiciar el tiempo en cursilerías. Cursilerías que no hacían más que confundirlo,
que ilusionar a su omega interior.

Y Jimin no debía dejar que eso sucediera. No debía dejar que su omega se
acostumbrara a los estúpidos mimos, las estúpidas caricias, el estúpido amor.

Jimin odiaba a Yoongi por tratarlo de esa especial manera. De esa misma que
enamoraba a su omega.

Lo odiaba, porque él quería seguir con su plan, seguir con su vida. No quería
estancarse allí, atrapado en un aburrido y jodido romance patético. No quería que
Yoongi lo quisiera. No quería tener alfa. No quería tener una mordida. No quería que
fueran padres.

No quería tener nada con Yoongi. O, quizás sí, pero tenía miedo, mucho miedo. Miedo
de fallar, miedo de no poder ser la pareja ideal, miedo de no poder con tanta
responsabilidad, miedo de agobiarse y abandonar al alfa y al bebé.

Por eso prefería permanecer en su zona de confort, en las calles, en las fiestas, con
su gente, donde no tenía que preocuparse más que de sí mismo. Donde el alcohol
solía ser su fiel compañía y la droga su eterna alegría. Donde no habría a quién
decepcionar, donde no habría a quien lastimar. Donde el amor no existía y las
lágrimas no caían. Es ahí donde él quería estar.

Por ende, su plan de dejarle su cachorro a su madrastra no decaería.


||Veintitrés||

Yoongi se mantenía quieto en su lugar, totalmente lastimado de modo emocional. Su


gélida mirada no se apartaba de aquellos ojos miel que no parecían ser poseedores de
piedad. En su semblante se hallaba plasmada la expresión más dura que fue capaz de
dar, llena de resentimiento, de rencor, de insensibilidad.

No podía creerlo. No, no era posible.

Mierda.

Su corazón se rompió por segunda vez. Jimin se lo arrancó del pecho y lo estrujó
hasta destrozarlo, sin mera gota de compasión. Los miles de trozos acabaron en el
suelo, distribuidos por doquier. Y Yoongi había perdido la fuerza tras el ataque,
quedándose sin ánimos, sin ganas de ir tras los trozos para unirlos todos y repararse
así mismo.
Así que decidió quedarse sin corazón. Después de todo, ¿de qué le serviría tenerlo
consigo de nuevo si podría volver a romperse con tanta facilidad?

Él no estaba para seguir soportando estupideces de un inmaduro omega que prefería


seguir arruinando su vida con jodidos narcóticos, eludiendo la realidad, en vez de
enfrentarla. Él no estaba para soportar que Jimin hiciese con él lo que le viniera en
gana. No, claro que no.

El alfa bueno, compasivo y tierno se había acabado. ¿Jimin no quería su cariño?


Perfecto. Entonces, lo trataría como a otro de sus jodidos sumisos, y ya no habría
vuelta atrás. Esta vez, no le importaría nada en lo absoluto. Yoongi lo dominaría y si
este no cumplía, encantado lo castigaría, dándole la disciplina de la que carecía.

—Bien. Si eso es lo que quieres, tomaré tu sugerencia —anunció con seriedad,


conservando sorprendentemente la calma, mientras se disponía a desabrocharse el
cinturón—. Espero y no te arrepientas de tu decisión. ¿Deseas que te trate como a los
otros? De acuerdo, serás un ordinario omega más del montón —declaró fríamente con
el cinturón en la mano.

Jimin se alarmó, tensándose por completo, al pensar en que lo golpearía con dicho
objeto sin piedad. Retrocedió asustado cuando el alfa se le acercó. Yoongi gruño,
exigiéndole las muñecas. Solo entonces supo que su intención no era lastimarlo.

Obedeció, poniendo sus manos juntas. Yoongi le ajustó sin problemas el cinturón a
las mismas, dejándolas inmóviles.

—A partir de ahora todo se hará a mi manera y si no te gusta, problema tuyo. Lo


hubieras pensando mejor antes de hablar, porque tú has decidido esto —dijo, sin
abandonar su estado de resentimiento, al tiempo que conducía al omega dentro del
baño—. Ya no me dirás Yoongi. Daddy o nada. No te pases de listo, no me faltes al
respeto, no me levantes la voz, ni me desobedezcas porque te castigaré. Y esta vez,
va en serio. Harás todo lo que te diga hasta que decida que ha sido todo, y si tienes
quejas te puedes retirar por la puerta cuando quieras. Pero te irás sin ningún centavo.

Jimin tragó en seco, digiriendo aquella información. Ahora si que estaba realmente
jodido. Pero, aunque no le gustara para nada, pensaba que aquello era lo mejor.

El alfa lo colocó con nula amabilidad de frente contra el lavado.

—¿De acuerdo? —dijo este, tomándole de la mandíbula inferior para que elevara la
cabeza y lo mirara a traves del espejo.

—Sí.

—Sí, ¿qué? —gruñó Yoongi, apretándole un poco más la mandíbula, acompañando su


pregunta con una repentina presión de cadera contra el trasero del omega, el cual le
hizo soltar un involuntario gemido.

—S-sí, daddy —contestó abochornado, con sus mejillas tiñéndose de un tenue tinte
carmesí.

Solo entonces lo soltó de su bruto agarre. Yoongi no desperdició ni un segundo en


pasar sus desvergonzadas manos por la cintura del menor, buscando el botón del
jean. Lo desabrochó, bajándole la cremallera y, de un solo movimiento, deslizó el
jean junto con el bóxer por sus piernas, hasta quitárselo.

Le obligó a levantar sus dos manos sujetas por el cinturón, pasándolas por arriba de
su cabeza, de modo que los dedos del omega quedaran a la altura del cabello del alfa.

Yoongi metió descaradamente un mano en la zona íntima del menor, haciéndole


separar un poco más las piernas para que tuviera más contacto. Jimin se arqueó,
reaccionando al instante ante el estimulante toqueteo de Yoongi, percibiendo los
labios de este contra su cuello.

El alfa llevó dos de sus dedos a la boca del omega, quien los chupó de inmediato,
lubricándolos con ímpetu. Pronto, esos dos mismo dedos se infiltraron en su interior,
dándole el comienzo a la placentera tortura.

El rizado se relamió los labios, cerrando sus ojos, tratando con dificultad de llenar por
completo sus pulmones de oxígeno en cada respiro. Un tercer dedo se sumó a la
magnifica danza que se desencadenó dentro suyo, excitándolo, endureciéndolo,
dándole la bendita sensación de que se encontraba de pie en el mismísimo paraíso.

Pero todo eso se disipó lastimeramente cuando aquellos dedos abandonaron su sitio.
Jimin formó un puchero de forma espontánea, mientras acariciaba como podía
algunos mechones del cabello castaño del alfa. Abrió los ojos, observando el reflejo
de Yoongi detrás de su cuerpo. Iba a suplicarle que hiciese algo, pero antes de
siquiera abrir la boca para soltar las palabras, la erección de Yoongi se frotó entre sus
nalgas, percibiendo como una leve corriente de electricidad le recorrió la espina
dorsal.

El mayor se alineó, sin embargo, antes de empujar dentro, dijo en tono demandante:

—Quiero que me mires a los ojos mientras te penetro.

Jimin asintió sin apartar su mirada.


Sin más, sujetándolo de la cadera, el alfa tomó impulso y lo embistió hasta el fondo
con total brusquedad, impactándolo sin rastros de suavidad. El rostro del omega se
contrajo de dolor, haciendo su cabeza hacia un costado, rompiendo con aquel
contacto visual.

—¡Mírame! —exigió Yoongi enojado, apretándole con más fuerza la cadera.

Jimin emitió un ligero quejido, mientras obedecía para nada a gusto con la situación.

Fue entonces cuando, satisfecho por la obediencia del menor, Yoongi salió de su
interior y volvió a entrar con la misma brutalidad, creando un sonoro chasquido
cuando ambas pieles colisionaron.

El omega jadeó, adolorido, intentando no apartar sus ojos de la oscurecida mirada de


su acompañante.
Yoongi prosiguió con sus duras embestidas, asegurándose en todo momento de que
Jimin no dejara de verlo. Se obligó a sí mismo a no sentir pena, ni preocupación por
el estado de este. Solo ansiaba centrarse en su propia satisfacción, ahuyentando todo
sentimiento de culpa.

El labio inferior de Jimin sufría de la semejante presión que ejercían sus dientes, en
un intento de acallar los inevitables gemidos de dolor. Era demasiado. Pero, aún así,
procuraba seguir con aquel tortuoso contacto visual, apretando entre sus dedos
mechones del pelo del alfa siendo incapaz de medir la fuerza.

Sus piernas le temblaban, debilitadas, sabiendo que no resistirían mucho más. Sus
ojos se cristalizaron. Y cuando pensó que se desvanecería, Yoongi le permitió bajar
los brazos y se apartó de su cuerpo, ordenándole que se colocara de rodillas frente él.

Totalmente exhausto y agitado, Jimin le hizo caso. Con sus piernas temblorosas se
arrodilló y levantó la mirada, encontrándose con el pene del alfa apuntando en su
dirección, siendo masturbado rápidamente por su dueño.
Y lo supo. No habría nudo en su interior esta vez.

Jimin cerró los ojos al momento exacto en el que la escancia de Yoongi se derramó
completa sobre su rostro. Y no los abrió, sino hasta que un pulgar ajeno le quitó el
semen que había aterrizado en uno de sus parpados.
Pronto, sus manos fueron liberadas y el alfa no tardó en arrojarle algo para que
terminara de limpiarse.
—Límpiate bien y cámbiate. Dentro de veinte minutos te recogerán. Irás a comprar
algunos trajes para ti. Esta noche tengo un compromiso familiar al cual me
acompañarás. Por lo que, al volver, te prepararás como se debe. Siete y media
pasaré por ti, y más te vale que estés presentable o recibirás veinte azotes en el
trasero. ¿Entendido?

—Sí —murmuró Jimin al borde de las lágrimas, aún estando en el suelo.

Terminaba de quitarse aquella espesa sustancia blanca de la cara, notando que


también había caído en su camiseta. Así que se la quitó despacio, conteniendo el
llanto, mientras escuchaba el ruido de la puerta siendo cerrada. Hizo un bollo con la
prenda y la arrojó lejos.

Se levantó con cierta dificultad, tambaleándose hasta quedar de frente al espejo. Su


imagen reflejada solo hizo que su estado empeorara. Un Jimin devastado, con el labio
inferior demasiado hinchado y algo partido, con sus vidriosos ojos rojizos y sus rizos
marchitos, le devolvía la mirada.

Sus labios temblaron y las lágrimas se derramaron. ¿Era eso lo que quería?, ¿era esa
su maldita decisión? Mierda, ¿por qué habría creído que no dolería tanto? ¿Por qué
habría creído que sería una situación fácil de manejar? No era tanto por el dolor que
le habían causado las embestidas, era algo más. Era un dolor mucho más profundo y
agudo que provenía de su pecho, de su omega. Su omega estaba sufriendo.

—¿Por qué eres tan débil? ¡Joder! —exclamó frente al espejo, hablándose a sí mismo
con enojo—. Esto es lo mejor, así que resiste, mierda, resiste.

Tal y como Yoongi le había dicho, pasaron por él para salir de estúpidas compras. Una
beta lo acompañó, asesorándole y aconsejándole acerca de que le convenía comprar.

No bastó más que dos aburridas horas en volver, trayendo en el portaequipaje del
auto tres bonitos trajes que se había probado en una misma tienda.

Jamás se imaginó que en algún momento de su descontrolada y empobrecida vida se


encontraría vistiendo de etiqueta con un traje que valía más que una fortuna. Pero ahí
estaba, con la elegancia pegada a su cuerpo.
El traje era negro, algo sencillo, camisa blanca por debajo y un adorable moño
decorando la zona su cuello. Un moño que a Jimin le hacía reír, pues creía que se veía
chistoso con el.

Yoongi pasó por él en el horario acordado. Y Jimin se sorprendió de que este no le


dijese nada acerca de su atuendo, ni de lo bonito que se había puesto. Ni siquiera
cambió su fría expresión. Solo lo vio, y nada en él cambió.
El omega suspiró, desganado, entendiendo que las cosas serían muy diferentes
ahora, que Yoongi ya no sería como antes, que todo lo lindo había acabado por su
culpa. Que, de ahora en adelante, Yoongi ya no sería el alfa que lo mime por la
noche, sino quien lo domine a su antojo, follándoselo tan duro como aquella tarde.

Su trasero nuevamente le había quedado doliendo, pero esta vez mucho peor que
antes, siéndole imposible retener un quejido de molestia cuando tomo asiento en la
parte trasera del vehículo, habiendo olvidado aquel detalle de su adolorida zona.

Viajaron en silencio, distanciados, como si fueran simples extraños compartiendo


transporte. Por fortuna, no tardaron mucho en llegar, no teniendo que soportar
demasiado tiempo la maldita tensión entre ellos.

Aún continuaban en el mismo barrio privado, poblado únicamente de ricos. Mansión


tras mansión se alzaban cada considerados números de metros. Sin embargo, ellos
habían ingresado en un sitio aún más exclusivo. Eran un par de manzanas enteras
que se dividía en varios sectores, siendo, al parecer, del mismo dueño.

La seguridad era tremenda. Había tipos rudos y armados vigilando en cada rincón.
Reflectores iluminaban todo al compas de la luna. Una gran cantidad de autos
descansaban en un improvisado aparcamiento. Había demasiado movimiento. Gente
elegante paseándose, riéndose, admirando los alrededores con tanta tranquilidad,
como si no estuvieran consciente de que bestias con metralleta se ubicaba a poca
distancia.

Ambos entraron en el establecimiento principal de aquel sitio, saludando a quienes se


les cruzaba por allí. A Jimin no le asombró saber que la mayoría era gente italiana.
Buona sera por aquí, Buona sera por allá. Ya hasta se habia aprendido aquel saludo.
Lo que sí le asombró fue el hecho de ver tantos niños revoloteando por allí, tantas
risas, tanta alegría, tanta vida sumida en aquel lugar.

Uno de los pequeños corrió contento hacia Yoongi, quien lo cargó entre sus brazos,
recibiéndolo con cariño. Jimin los observo en silencio, advirtiendo el cambio de actitud
repentino del alfa. Lo vio sonreír genuinamente, con su rostro iluminado y un singular
brillo en sus ojos. Lo vio feliz.

El risueño niño desvió su curiosa mirada hacia él, quizás preguntándose quién rayos
era.

—Lui è Jimin, bambino —mencionó Yoongi en italiano, hablándole al ser entre sus
brazos—. Este es Ernest, mi pequeño hermano —esta vez le dirigió la palabra a Jimin
y era, quizás, lo primero que le decía en toda la noche.

El omega sonrió, mirando enternecidamente como el niño escondía su carita en el


cuello del alfa. Algo se estrujó dentro suyo. Sí, en definitiva, había sido su corazón al
imaginarse esa misma escena pero con el bebé que crecía en su vientre.

Su mirada se tornó acuosa y tuvo que obligarse a mirar hacia otro lado.

El sitio se encontraba inundado de una gran mezcla de olores, pero no era


desagradable como en sus fiestas, pues no había alfas excitados, ni mucho menos
omegas en el mismo estado. Era un ambiente tranquilo, cargado de buenas vibras.

Una mano se posó en su cintura de modo inesperado. Jimin volteó, topándose con la
calmada mirada de Yoongi.

—Ven, te presentaré al resto de mi familia.

—¿Es buena idea hacerlo?

—Sería de muy mala educación no hacerlo.

Jimin cedió, nervioso, acompañándolo. La primera que estrechó al alfa entre sus
brazos con verdadero entusiasmo fue una mujer omega, su madre supuso, cuyos
brazos también lo rodearon sorpresivamente a él luego de que Yoongi lo presentara.

Ella le dijo algo en italiano que no logró comprender, pero entendió que se trataba de
algo bonito, pues no dejaba de sonreír. Así que sonrió, devolviéndole el gesto con
gentileza.

Muchos nombres vinieron después. Nombres que, sabría, los olvidaría tan pronto
como olvidaba a cada alfa con el que se acostaba. Bueno, excepto Yoongi, él no valía.

Jimin descubrió que la familia de él era verdaderamente inmensa. Estaba repleto de


hermanas y hermanos, primos y primas, tías y tíos, y le sorprendió de sobremanera
el hecho de que, entre ellos, fuesen todos tan unidos, tan amistosos, tan franeleros.

Sin embargo, había alguien que no era así. Alguien que no se prendía por completo a
aquella unión fraternal, alguien que solo obsequiaba una sonrisa al saludar y luego
tornaba su rostro impasible. Alguien serio y prudente que parecía haberse olvidado de
como reír.

Y ese era Yoongi.

De verdad, Jimin no podía creer que su supuesta pareja de aquel evento fuera el
típico personaje que aborrecía la salida entera, apartándose, reacio a todo, mientras
los demás disfrutaban.

El rizado suspiró, aburrido, pensando en que, si las cosas entre ellos no estuviesen
tan mal, habría sido capaz de insinuarle a Yoongi que tuvieran sexo en algún sitio de
ese lugar, divirtiéndose por su cuenta, totalmente ajenos al evento. Sintiendo la
increíble adrenalina de poder ser descubiertos en cualquier momento.
Habría sido un bonito y entretenido recuerdo.

Habría, porque jamás lo sería.

Y Jimin, entonces, se preguntó por qué había sido tan estúpido de arruinarlo todo.
¿Por qué había permitido que de su boca escaparan las palabras que desencadenarían
el final definitivo? ¿Por qué había lastimado al alfa de aquella manera?

Si no hubiera dicho nada de eso, ahora mismo la realidad habría sido otra. Y Jimin no
podía dejar de reprocharse a sí mismo. ¿Por qué? ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué
había asegurado que eso era lo mejor? ¿Lo mejor para quién? Por lo visto para nadie
más que su egoísmo, porque ya ni él estaba feliz con eso.

Yoongi había sido el único alfa que le había brindado cariño y protección desde que
fue abandonado por su propio padre. El único que le había hecho sentir cositas
extrañas a su omega interno. El único que, tal vez, le había hecho el amor. ¿Y Jimin
qué hizo? Lastimarlo, herirlo, repeler su felicidad con agrias palabras.
Pero no era tarde para intentar remediarlo todo. A decir verdad, no era nada tarde.
Solo habían pasado unas cuantas horas. Jimin odió ser tan impulsivo. Debió haber
pensado mejor las cosas antes de hablar, porque, es decir... ¿desde cuándo era
preferible desperdiciar su vida con drogas y alcohol, teniendo vacío y ordinario sexo
con miles de tipos diferentes, cuando ya había encontrado al posible alfa con el que
podría ser feliz y tener bonito sexo toda la vida?

Estaba seguro de que también podría divertirse con Yoongi. Podrían asistir a fiestas
juntos, ¿por qué no? Si Yoongi lo obligaba a ir a sus eventos, él también lo obligaría a
ir a los suyos propios. Sería entretenido, sí. Y el alfa no tendría por qué tener una
expresión tan fría como la que... ¿Y Yoongi?

Los pensamientos de Jimin frenaron en seco. Su aliento se cortó al darse cuenta de


que el pelinegro no estaba a su lado. Ni siquiera estaba cerca. Lo busco
desesperadamente con la mirada, recorriendo el salón completo en segundos.

No lo encontró.

Y lo que fue peor: un alfa lo estaba observando, y no era cualquier alfa. Jimin lo
reconoció al instante, recordándolo de aquella cena que hace tiempo arruinó. Lo
miraba con odio, con resentimiento, con molestia, como si anhelara aniquilarlo; como
si su presencia le estropeara por completo la noche.

Un escalofrió le recorrió la espina dorsal. ¿Por qué tenía tan mal presentimiento? ¿Por
que Yoongi había desaparecido? ¿Dónde se habría metido? ¿Por qué no le había
avisado?

Su corazón se aceleró notablemente. El despreciable alfa se le estaba acercando de


un modo para nada agradable. Jimin se quedo tieso, mirando con nerviosismo a su
alrededor, albergando la esperanza de divisar a Yoongi en algún lado. Pero no había
ni un solo rastro de él.

—Creí que Yoongi ya había acabado contigo —mencionó alguien a su derecha, cuya
voz derramaba un inigualable acento italiano. Jimin no lo miró, estaba demasiado
ocupado intentando encontrar a su alfa—. Ni siquiera te molestes. Quieren asesinarlo,
¿te lo ha dicho? Quizás esta noche lo logren.

Se le heló la sangre al escuchar eso, y volteó súbitamente a verlo.

—¿Dónde está? —cuestionó, tenso, esperando que aquello ultimo solo fuese una
broma de mal gusto.
El tipo sonrió con malicia.

—Quien sabe.
||Veinticuatro||

La preocupación lo sofocó, dejándole sin aire.

No, no era posible. El lugar estaba repleto de seguridad, ¿cómo podrían hacerle algo a
Yoongi? Y si así fuese, ¿qué tenía que ver aquel alfa en todo esto? ¿Acaso era algún
cómplice? ¿Uno de sus enemigos?

Mierda, tenía que alejarse de él. No hacía más que darle muy mala espina. Quizá,
Yoongi se encontraba bien, y ese tipo solo quería ponerlo más nervioso de lo que
estaba.

Pero, ¿y si no era así? ¿Y si Yoongi en verdad estaba en peligro? ¿Y si era cierto que
pretendían asesinarlo esa noche? ¿Y si no volvía a verlo? La angustia lo acogió entre
sus brazos con prisa.

—Via da qua, Leonzio, o giuro che ti sparo.

Jimin se volteó rápidamente, y el aire retenido en sus pulmones se liberó con gran
alivio. Lo abrazó tan deprisa como pudo, aferrándose a su cuerpo con tal fuerza y
energía que el pelinegro se sorprendió demasiado.
Escuchó una ligera risa cínica proveniente de aquel imbécil alfa que estorbaba.

—Lárgate de aquí, ¿en que otro idioma te lo digo? —gruñó Yoongi, enfadado, pasando
un brazo por la espalda del omega.

—Quizás la próxima tengamos suerte y no regreses, fratello mio —dijo este,


sonriendo malignamente, antes de alejarse y reunirse con los demás invitados.

Yoongi masculló algo que el menor no logró entender, mas no le interesó. Lo único
que le importaba era que el alfa estaba allí; estaba bien. Se separó un poco de su
cuerpo para mirarlo y, sin previo aviso, plantó sus labios sobre los de él, besándolo
con devoción, ignorando la ligera molestia que sintió por culpa de su pequeño corte
en su labio inferior. El alfa volvió a sorprenderse de la actitud de Jimin, devolviéndole
el beso con extrañeza, sin saber con exactitud a qué se debía.

—¿Dónde estabas? ¿Dónde te habías ido? No vuelvas a dejarme solo —suplicó el


rizado haciendo un pequeño puchero.

—Te había dicho que saldría a fumar. Es tu problema si no me prestas atención.

—Oh... no te escuché, lo siento —se disculpó apenado, viendo de reojo que un


camarero se acercaba—. Yo necesito que hablemos.

— ¿De qué? —quiso saber Yoongi sin mucho interés, aceptando una copa de bebida
que le ofrecía cortésmente el empleado.

El omega dedujo que era vino tinto por el peculiar tono bordo que poseía, por lo que
negó cuando el camarero le ofreció a él también.

Yoongi enarcó una ceja.

—Todo lo que beba, lo beberás tú —declaró, deteniendo al beta antes de que se


marchara con las copas.

—No me gusta —se excusó el ojimiel, teniendo presente que, por mucho que deseara,
no debía beber mientras estuviese en estado.

—No te he preguntado si te gusta o no. Tómalo —el alfa demandó con el entrecejo
fruncido.
Jimin bufó, sosteniendo entre sus dedos una copa, complaciéndolo. Más, no pensaba
beber ni un sorbo.

—Quiero que hablemos de lo que he dicho hoy —dijo el menor con calma, analizando
la expresión facial de Yoongi.

—No hay nada de qué hablar —estableció el aludido, impasible, bebiendo un pequeño
sorbo mientras le echaba una vista general al salón.

—Si, yo...

—No, Jimin, no quiero hablar.

—Pero, es que...

—He dicho que no quiero —espetó solemne, subiendo el tono de voz, clavándole una
desafiante mirada.

—P-pero, escúchame, y-yo se que...

— ¡No! ¡Basta! ¿Es que no lo entiendes? Ya está. Ya lo has dicho todo. No hay más
nada de qué hablar acerca de eso... Oh, y además te tengo buenas noticias. Tendré
que irme del país, por lo que dentro de poco te librarás completamente de mí y
volverás a tu dichosa vida.

Aquello fue un golpe inesperado.

— ¿Cómo que te irás del país? ¿A dónde? —preguntó el omega, pasmado, pensando
en cómo mierda encajaría esa nueva noticia en su plan de remediar su error.

Esa posibilidad jamás se le había cruzado por la mente. ¿Cómo iba a hacer ahora? No
podía solo confesarle sus sentimientos cuando luego se marcharía lejos. Mierda.

—Norte América.

— ¿A otro continente? —cuestionó Jimin, boquiabierto, con su aturdimiento


aumentado—. P-pero... ¿volverás?

—Dentro de unos años, cuando sea seguro, volveré —reveló con tranquilidad,
bebiendo otro sorbo de vino.

— ¿Años? Oh, mierda —Jimin ansiaba beberse la copa entera de un solo trago por la
conmoción, pero se contuvo, su cachorro no estaría de acuerdo—. Pero, pero, ¿por
qué quieren hacerte daño? ¿Por qué tienes que esperar a que sea seguro? ¿Y la
policía?

Yoongi soltó una sonora carcajada ineludible. No podía creer lo inocente e ingenuo
que lucía Jimin diciendo aquello. Bien sabido era que la mayoría de agentes de la
policía eran comprados por las mafias, por lo que no intervenían en sus asuntos como
justicieros, ni mucho menos estando en guerra.

—En primer lugar, ¿por qué tanta jodida curiosidad? No tendría por qué importarte, y
no te veo alegre. Y en segundo lugar, ¿es que no te has dado cuenta? —interrogó,
incrédulo, alzando sus brazos como queriendo hacerle ver en que clase de sitio
estaban, con que clase de gente estaban.

—¿Cuenta de qué? —preguntó Jimin, sin entender.

Yoongi sonrió, divertido. Negaba con la cabeza, sin ser capaz de creerlo. ¿Cómo le
explicaba a aquel pequeño que se encontraban metidos en la propiedad del principal
jefe de una mafia italiana?

—Sólo eres un bebe —dijo, sonriendo dulcemente, achicando sus ojitos, hasta que
unas arruguitas se formaron a la par, mientras le sostenía la barbilla con suavidad y
le daba un adorable beso.

A Jimin le gustó tanto ver aquella preciosa imagen del alfa que se olvidó de
absolutamente todo. La felicidad lo arribó por completo de un segundo a otro. Por un
momento, habia creído que jamás lo volvería a tratar de aquel amoroso modo.

Le correspondió el beso, sonriendo en medio, percibiendo con deleite el sabor del vino
entre sus labios. Le pasó un brazo por su costado, rodeándole la espalda, procurando
dejar su otra mano quieta. No quería derramar ni una gota del liquido bordo.

—No quiero dejar de verte así —murmuró Jimin sobre los labios del otro, para luego
unirlos nuevamente un beso más corto—. No quiero que estés mal, no me gusta verte
así. Si tú estás mal, yo estoy mal. No quiero que estemos mal.
—Tú eres el que lo complica todo, Jimin—repuso Yoongi, respirando hondo, mientras
regresaba a su antiguo estado de amargura.
—Lo sé, por eso quería hablar sobre lo de hoy. He sido un estúpido. Te he dicho lo
impulsivo que soy. No pienso las cosas antes de hacerlas, ni mucho menos mido las
cosas que digo. Lo siento, se que te he lastimado y se que no lo merecías para nada,
ni siquiera yo te merezco, tú te mereces a alguien tres mil veces mejor. Y-yo... soy
una mierda.
—Detesto que tengas el autoestima tan bajo para pensar de esa manera. ¿Por qué no
me mereces? ¿Por no tener dinero? ¿Por no vivir en una zona residencial? ¿Por no ser
un educado, decente y dócil omega de mi clase? Jimin, créeme, me importa una
reverenda mierda todo eso.
Jimin se remordió apenas un poco el labio inferior, mirándolo con cierto ápice de
timidez.
—¿Hablas en serio?
—¿Crees que estoy de humor para bromear? Oh, peor, ¿crees que yo siquiera
bromeo?
—Bueno, estoy seguro de que tienes tu lado divertido y bromista muy en lo profundo
—objetó Jimin, sonriendo ligeramente de lado, apoyando con cuidado su cabeza en el
hombro del alfa—. De verdad, lo siento tanto, Yoongi. Soy estúpido. No quería que
me trataras con cariño porque tenía miedo de que mi omega se acostumbrara y
cuando me alejara le hicieras falta. P-pero... he llegado demasiado tarde. Y ahora tú
me dices que te irás, y no quiero que te vayas, pero tampoco quiero que nada malo
te pase...
Yoongi lo apartó de golpe, haciendo que, accidentalmente, el vino de la copa del
menor se derrame por el brusco movimiento, manchándoles. Pero aquello no pudo
importarle menos al alfa. No cuando lo único que su mente trataba de procesar eran
las palabras dichas por el omega.
La total confusión lo embargó. No era posible que Jimin no dejara de desconcertarlo.
No era posible que ahora le saliera con semejantes ocurrencias. Estaba a punto de
perder la cabeza.
—Es que... ¿tú me estás cargando? —fue lo primero que logró salir de entre sus
labios, luego de un efímero instante de desorientación—. ¿Cuál es tu jodido problema,
maldición? ¿Adoras jugar conmigo o qué mierda te ocurre? ¡No te entiendo!
Jimin bajó la mirada, avergonzado, negando despacio con la cabeza. Notó por el
rabillo del ojo que habían llamado la atención de varios a su alrededor, lo cual lo
empeoró todo.
—Dime la verdad, ¿qué es lo que sientes, Jimin? O, por lo menos, ¿sí sientes algo o
no eres más que un jodido insensible que busca hacerme la vida imposible?
—Lo siento, aquí, en el pecho. Duele —confesó hablando bajito, sin animarse a
levantar la vista, habiendo puesto su mano libre en la zona mencionada de su
cuerpo—. Nunca me había sentido así y no sé por qué me pasa contigo, pero no
puedo evitarlo, es mi omega batallando conmigo. Él es el estúpido que se encariñó,
yo sólo quería huir a mi vida como te dije hoy. Pero desde entonces, no ha dejado de
dolerme y me di cuenta de que si tú estás mal, yo también lo estoy. Y es una mierda
porque no soporto verte mal. Y hasta he considerado la idea de estar contigo, pero
ahora me sales con que te irás del país... y... y y-yo... n-no...
No supo en qué momento había empezado a llorar estando entre los brazos del alfa.
Ni tampoco cómo acabó la copa de vidrio que sostenían sus dedos en el suelo,
estrellándose, rompiéndose, bañando el reluciente piso con su contenido liquido
bordo.
El salón entero se hundió en un sepulcral silencio. Todas las miradas persiguieron el
sonido del vidrio quebrándose, enfocando sus ojos en la pareja mas próxima al
pequeño accidente. Rápidamente, un par de empleados corrieron a levantar los trozos
y asear el suelo.

Jimin, demasiado compenetrado en su situación con Yoongi, resultó ser ajeno a todo.
El continuó derramando lágrimas contra el pecho del alfa, sin tener mente para nada
más. Hasta que, en un momento dado, alguien los guió hacia una parte alejada de
todo aquel evento. Subieron unas escaleras y caminaron por un elegante corredor,
entrando luego en lo que pareció ser una habitación.

Quedaron solos allí. Yoongi se puso de frente al omega, limpiándole las lágrimas con
sus pulgares, observándolo con una expresión de enternecimiento.

—Dime que lo que me has dicho no tiene ni una gota de engaño —suplicó este
alterado, con el impacto de sus palabras aun golpeando en su cabeza.

Jimin sorbió los mocos, animándose a elevar su mirada con algo de inhibición.

—Estoy demasiado sensible para jugar con algo como eso —admitió, teniendo como
respuesta un inmediato beso cargado de sentimiento de parte del alfa.

El rizado le correspondió del mismo modo, pasando sus brazos por el cuello de
Yoongi, profundizando aquel suave contacto entre sus bocas.

—¿De verdad tienes que irte tan lejos? —quiso corroborar Jimin con su mirada
cristalizada, segundos después de haber dado por finalizado aquel beso.

Ansiaba escuchar un no por respuesta. Ansiaba que Yoongi le dijese que tenía otra
alternativa guardada por si acaso. Que realmente no era necesario marcharse a otro
continente, a miles de millas de él.

Pero, mirándolo con tristeza, Yoongi afirmó con un débil gesto de cabeza, indicándole
que no existía una bendita segunda opción que les permitiera forjar un amor que no
fuera sino a distancia.

Jimin volvió a hundirse en un mar de lágrimas.


—Y-yo... no creo que pueda ser capaz de dejar todo esto e irme contigo... q-quiero
decir, no es que no me gustaría... p-pero aquí tengo mi vida entera y...

—Lo sé. Lo entiendo, tranquilo —se apresuró a decir Yoongi con la angustia
golpeándole en el pecho. Sus pulgares ya se situaban sobre las húmedas mejillas del
menor, quitándole aquellas gotas saladas—. Yo no quiero obligarte a nada, Jimin. No
tienes que sacrificar nada si eso no te hará feliz. Mi vida es así, peligrosa, arriesgada,
comprometida, la tuya no tiene por qué serlo... Y es por eso que quiero disfrutarte
hasta el último segundo.

Yoongi rozó sus labios, para luego besarle dulce y despacio.

—Quiero que me hagas el amor —susurró el omega, seguro de sus palabras.

El mayor lo miró a los ojos, dándose cuenta de que la sinceridad se encontraba


anclada en su verdosa mirada. Asintió con un cúmulo de felicidad reflejada en su
rostro.

—Creí que nunca me lo pedirías —admitió, sonriente, llevando su nariz al cuello del
rizado, olfateándolo con encanto—. Oh, Jimin, no tienes idea de lo bien que me haces
ahora.

Jimin también sonrió, advirtiendo como su pecho se cargaba de alivio, de


tranquilidad, de alegría, expulsando el insoportable dolor fuera de allí.

Sus bocas volvieron a encontrarse, ansiosas de apegarse y devorarse sin nada de


apuros. Se besaron como jamás lo habían hecho, con el amor enredado entre sus
lenguas, con la pasión y el encanto revoloteando entre sus labios. Fue un beso largo,
lento y apaciguado. Atiborrado de emociones, fue el contacto con mayor carga
sentimental que habían experimentado.

El aliento había huido de sus labios entumecidos al separarse de aquel celestial beso
que, tal vez, había marcado un determinante antes y un después.

Yoongi fue hasta su cuello, trasladando sus besos a aquella sensible zona, no
queriendo dejarle ninguna marquita que más tarde delatara lo que habían hecho.
Recordaba que no estaba en su casa, y que debía mantener cierta postura. Así como
también recordaba que le habían dejado ir hasta aquella habitación de huéspedes
para limpiarse y tranquilizar al omega, no para que aprovecharan el tiempo a solas
revolcándose en la cama.
Él no era de la clase de alfa irrespetuoso y morboso que se alejaba de un compromiso
solo para tener sexo a escondidas, mucho menos en la residencia de su padre. Él le
tenía mucho respeto como para hacerle algo así.

Sin embargo, aquella situación era tan diferente, tan especial, que no lo sentía como
una falta de respeto. No se iba a follar a un omega por puro morbo y satisfacción,
excitado por la idea de estar en un sitio en el que no debían. Lo que iba a hacer nada
tenía que ver con eso. Le haría el amor a su omega, siendo consciente de que ambos
se entregarían en alma y cuerpo, que aquello no sería más que un genuino acto de
amor sincero.

Sin prisa, empezaron a desvestirse el uno al otro, besándose, acariciándose,


amándose. Cada movimiento era escoltado por la dulzura, por el encanto, por la
ternura. La obscenidad no era algo que se encontrara presente, pues, al igual que la
lujuria, lo burdo y libidinoso, no había recibido invitación. Nada impúdico era
bienvenido en un momento tan íntimo y especial que solo era compartido por dos
seres, y uno en camino, en aquella habitación.

Y así fue como pasó. Yoongi le hizo el amor, dándole gracia al nombre que le
brindaron a aquel acto sexual enredado de sentimientos. Lo trató como jamás había
tratado a nadie, como jamás había querido a alguien, como si ya no le hubiera hecho
antes el amor a Jimin, como si aquella fuera su verdadera primera vez. La primera
vez que se hacían el amor mutuamente.

Lo llenó de suaves estocadas, de suaves besos, de suaves caricias. Todo tan suave
como el delicado roce del joven pétalo de una rosa. Nada podría haber sido más
perfecto que eso. Todo era tan bonito, tan primoroso, tan fascinante y maravilloso
que a Jimin le costaba creer que eso en verdad estaba pasando. Que no era un sueño
o una fantasía. Que estaban allí, en el mundo real, dándose cada gota de amor que
albergaban en su interior. Amor que había sido reservado exclusivamente para
compartirlo entre ellos. Un amor que no podría haber sido para nadie más, porque el
destino así lo había prescindido.

En ese entonces, nada más importó. El universo entero se desvaneció. Solo eran
Jimin Y Yoongi, y su cachorrito en el medio.

Aquel era un excelente momento para que los filosos dientes del alfa se enterraran en
el cuello del omega, desgarrando su piel, dejándole su mordida, enlazándolos de por
vida. Pero no fue así, porque aquella felicidad no perduraría, porque ellos se
separarían, porque el amor no florecería.
Él no podía ser tan egoísta de marcar al omega, obligándolo a depender por completo
de él, obligándolo a ser el omega que él arrastraría consigo hasta otro continente,
exponiéndolo a peligros, a atentados, a un mundo de armas, secuestros y asesinatos.

Y por esa razón, cuando el orgasmo lo alcanzó y el nudo se hinchó placenteramente


en el interior de Jimin, la amargura lo azotó al ser consciente de que ambos se
querían, pero que no podrían estar juntos.

Jimin le besó en el hombro, teniendo una de sus menos hundidas entre las hebras
oscuras de Yoongi y la otra sobre la espalda del mismo, acariciándole. El alfa tenía el
rostro metido en el hueco que formaba el cuello de Jimin, queriendo permanecer toda
su vida allí, aspirando su aroma, lamiendo la zona en la que algún día habría una
mordida.

Ambos se mantuvieron callados por un largo rato, cada quien sumido en sus propios
pensamientos. Disfrutaban del contacto entre sus pieles, mientras trataban de
asimilar el torbellino de emociones por el que acababan de atravesar.

Al deshincharse el nudo, Jimin se acomodó sobre el pecho del otro, acurrucándose


mejor. Casi ronroneó cuando los dedos del alfa se infiltraron entre sus rizos,
acariciándolos.

—No quiero que te vayas —susurró—. ¿Por qué tiene que ser por tanto tiempo?

—Porque tiene que pasar su debido tiempo para que Corea vuelva a ser segura para
mí.

—Pero, ¿y toda la seguridad que tienes?

—Por eso sigo aquí. Pero no me puedo confiar, Jimin. Soy demasiado suspicaz con
mis hombres, y dos ya me habrían traicionado de no ser porque los descubrí a
tiempo. Sin embargo, estoy seguro de que en algún momento un minúsculo detalle se
me va a escapar y ese detalle podría costarme la vida. Por eso es conveniente que me
largue y que nadie más que mi familia sepa donde esté.

El omega se quedó impresionado al oírlo decir eso. ¿Tan grave era su problema? Y
entonces, recordó al detestable alfa que se le había acercado antes con aires de
malicia. Jimin levantó la cabeza con el fin de mirarlo directo a los ojos.

—Dime que el imbécil de ese alfa con el que me encontraste no forma parte de tu
familia —exigió, preocupado.

—Quisiera que no. Lamentablemente, sí.

De pronto, Jimin se incorporó, poniéndole más seriedad al asunto.

—¿Y no sospechas que él tiene algo que ver en todo esto? Él quiere que te asesinen
—informó con inquietud.

Yoongi esbozó una sonrisa, al tiempo que se incorporaba también, recargando su


espalda en el cabecero de la cama.

—Sí, nos odiamos. Ambos queremos que el otro sea asesinado algún día. Pero de ahí
no pasa. Jamás nos traicionaríamos. Sé que no parece, pero estamos del mismo lado.
Créeme, no tienes que preocuparte por él. Lo que sea que te ha dicho no ha sido más
que para meterte miedo.

—No me da buena espina —mencionó Jiminno muy conforme, tomándose el


atrevimiento de sentarse en el regazo de Yoongi, colocando una pierna a cada lado de
su cuerpo—. No quiero que te pase nada malo.

—De verdad, no tienes que preocuparte —le dijo este, quien coloco las manos sobre
su cintura y se inclinó para besarle. Jimin le correspondió, reposando los brazos sobre
sus hombros—. Yo estaré bien en ese sentido.

Ese sentido.

—Pero en nuestro sentido no —musitó el omega, bajando la mirada, entristecido.

—Oh, bebé, no. Piensa en que me sentiré feliz de al menos saber que, después de
todo, sí sientes lo mismo. Además, trataré de hacer lo posible por regresar lo más
pronto que pueda y, apenas lo haga, créeme, te buscaré y ahí si que ya no podrás
liberarte más de mi.

Una sonrisa tímida se plasmó en el rostro de Jimin. Sus mejillas adquirieron un tinte
carmesí cuando levantó la mirada y se encontró con aquellos ojos negros que tanto
adoraba.

—¿Lo harías? ¿Tú me buscarías al volver?

—Sin dudarlo —contestó con la seguridad atascada en su mirada.


Jimin ensanchó su sonrisa, mostrando sus níveos dientes. Su felicidad no solo se
hacía notoria por su expresión, sino también por su aroma. Aquel aroma a omega
feliz que Yoongi había comenzado a amar desde hace tiempo.

—Pero tú tienes que esperarme, ¿serías capaz de hacerlo? No quiero llegar y


encontrarte con una mordida y un bebé entre tus brazos. Reserva eso para mí.

Y Jimin no supo si reír o llorar, así que rió, ocultando su nerviosismo.

—Oh, confía en mí, no creo que vuelva a encontrar a otro estúpido alfa que me haga
sentir lo mismo que tú. Y mira, si no fuera por ti, ni siquiera querría tener una tonta
mordida o un tonto alfa controlándome. Eres mi jodida excepción, ¿entiendes? Y te
odio por serlo, porque de conste que yo todavía quiero volver a mi vida.

Ok, aun había algo que resolver. ¿Qué haría con su embarazo?, ¿continuaría
ocultándoselo o se lo diría? Pero, ¿cómo se lo tomaría? ¿El alfa podría dejarlo si sabía
que estaba en estado? ¿Qué tanto le complicaría la vida a Yoongi saber que tendría
un hijo que crecería alejado de él y que lo conocería luego de años?

—Mírale el lado bueno a esta porquería, volverás a tu vida. Tendrás tu libertad,


podrás hacer lo que quieras, hasta que el tonto alfa regrese por ti a reclamar lo que
siempre le perteneció —dijo Yoongi, sonriendo con orgullo y petulancia.

Jimin elevó una ceja.

—Conque siempre te pertenecí, ¿eh?... Ahora te odio más por creerte mi dueño.

—No me creo tu dueño. Lo soy —replicó, sonriendo juguetonamente, para luego


inclinarse y atrapar los labios del menor en un corto beso—. Eres precioso.

Aquel halago inesperado hizo sonrojarlo.

—Ay... no empieces con tus cursilerías, me harás vomitar.

El alfa rió.

—Eres demasiado precioso, bebé —siguió este, a propósito, haciéndole enrojecer cada
vez más.

—Basta. Te odio. No soporto cuando te pones así, ugh —habló el omega


abochornado, pretendiendo salir de encima del cuerpo del pelinegro. Pero Yoongi no
se lo permitió, teniéndolo perfectamente sujeto con sus manos posadas en su espalda
baja.

—Amo ver como tus mejillas se enrojecen solo por mí —admitió el susodicho,
seducido por el encanto del más joven.

Jimin se cubrió dicha zona de su rostro con ambas manos en modo de protesta.

—Yo preferiría que se me enrojezcan otras mejillas, ya sabes.

El alfa elevó ambas cejas, sorprendido. Luego rió.

—¿Si? Pues, date la vuelta y te las enrojeceré con gusto también.

—Para la próxima, tal vez —dijo, cuando por fin pudo abandonar su lugar sobre el
regazo de Yoongi.

Se echó con libertad del otro lado de la cama, estirándose con pereza. Recordando
que aún no sabía qué hacer con lo de su embarazo. Y por cada segundo que pasaba,
más creía que lo mejor era seguir ocultándoselo. Porque, después de todo, quien lo
iba a criar era su madrastra y sería más como un hijo de ella que de él.

Ya podría tener un nuevo hijo con Yoongi en el futuro. Uno que sí fuera deseado, uno
del cual los dos estuviese enterados.

Pero, entonces, ¿Yoongi jamás lo sabría o se lo confesaría cuando se reencontrarían?


¿Qué diría Yoongi, años después, al enterarse que tenía un hijo? ¿Y si era mejor no
decírselo nunca? ¿El podría guardar semejante secreto? Tantas incógnitas lo
estresaban, ¿por qué era todo tan complicado?

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||Veinticinco||

—Hay que poner reglas —anunció el omega, intentando frustradamente colocarse el


bendito moño frente a un espejo de aquella habitación.

Yoongi apareció detrás suyo con aires de serenidad, tomando con cuidado la pequeña
prenda entre sus dedos, ayudándolo.

—¿Reglas para que? —cuestionó el susodicho, terminando de acomodarle el moño a


su bebé.

—Para lo que sea que tengamos ahora —dijo Jimin, volteándose para verlo de
frente—. Es decir, no quiero que nos emparejemos ahora, ¿entiendes? Porque si todo
se vuelve extremadamente lindo entre nosotros, luego nos va a costar muchísimo
más separarnos y será demasiado sentimental... No se tú, pero yo quiero ahorrarme
eso y dejar todas las boberías de pareja para cuando regreses.

—Entiendo tu punto, pero no entiendo qué clase de reglas quieres poner —comunicó
el alfa, posando sus manos en la cintura del menor.

Jimin carraspeó, viendo más de cerca aquellas salpicadas manchitas rojizas en el


atuendo del otro.
—Por ejemplo, nada de tus cursilerías, a menos que sea para halagar mi trasero
—expuso este, provocando que una risa se escapara de entre los labios de Yoongi —.
¡Oye, esto es asunto serio! —reprendió, haciendo un mohín.

Yoongi negó con un movimiento de cabeza, sin deshacer la expresión divertida que
cargaba su semblante. Se permitió a él mismo enterrar su rostro en el cuello del
omega, disfrutando con plenitud de su dulce aroma, depositándole territorialmente el
suyo propio.

—De verdad lo digo. No estoy acostumbrado a escuchar cosas lindas sobre mí,
quitando lo obsceno, y no quiero que arruines mi costumbre sabiendo que luego
volveré a lo mismo de antes. No quiero sentirme excesivamente vacío.

El alfa respiró hondo, separándose un poco de su lugar favorito en el mundo.

—De acuerdo —murmuró, derrotado, con un atisbo de tristeza marcando presencia en


sus orbes oscuros.

—Pero no te pongas triste —se apresuró a decir Jimin, llevando sus manos a las
mejillas del pelinegro—. Te prometo que cuando vuelvas y estemos juntos hasta yo
seré dulce contigo.

De nuevo, inhaló profundo, intentando resignarse. Rozó suavemente sus labios con
los del omega, para luego besarlos despacio, con la ternura desbordándose en aquel
íntimo contacto.

—Ni siquiera me he ido y ya quiero volver, joder —expresó Yoongi con frustración
cuando se hubo apartado—. Hasta hace una hora me importaba una mierda el tiempo
que pudiese permanecer en el exterior, es más hasta creía que me serviría para
despejarme y olvidarme de ti. ¡Estaba seguro de que no lo sentías! Y ahora... ahora
irme es un nuevo y jodido problema que ansío quitármelo de encima ya mismo.

Jimin se sintió fatal. Su rostro decayó en una expresión de absoluta amargura al


pensar en que aquel viaje no sería un verdadero problema para el alfa si él lo
acompañara. Cierta parte de él tenía deseos de hacerlo, de ir tras él sin importar a
donde quiera que fuese. Pero, por otro lado, tenía tanto miedo.

¿Y si las cosas entre ellos no salían bien? Jimin estaría solo en otro continente sin en
el apoyo de nadie más que de Yoongi, ¿y si peleaban? ¿y si quería separarse del alfa?
¿A dónde iría a escaparse? Al menos, si estuviesen en Corea e intentaran ser pareja,
él tenía la certeza de que podría volver con su madre o con sus amigos si algo no iba
bien. El tendría un lugar donde refugiarse si Yoongi llegase a agobiarlo.

Aparte, ¿qué pasaría con sus amistades, con sus salidas? Él no quería perder aquel
contacto por largos años. ¿Abandonaría su vida entera por un alfa? ¿Un alfa? Una risa
irónica provino de su consciencia. ¿Desde cuándo Park Jimin consideraba la idea de
marcharse lejos con un alfa que ni siquiera era su tipo? ¿Desde cuándo? Si él no era
omega de nadie.

—Tómatelo con calma. Piensa en que... uhm, cuando vuelvas me tendrás aquí. Y...
espera, ¿tampoco podremos comunicarnos por teléfono, videollamadas...?

—Me encantaría, sabes. Pero me veré en la obligación de cortar el contacto directo


con todos. Comunicarme contigo, del modo que sea, no solo podría delatar mi
ubicación, sino ponerte en riesgo a ti. Y hablando de eso, solo por precaución, dejaré
asignados a un par de hombres para que te custodien lo primeros meses.

—Oh, joder. ¿Hablas en serio? No, yo no quiero. No soporto la idea de que


constantemente controlen todo lo que hago.

—No te controlarán, tu podrás hacer lo que quieras. Ellos solo se encargarán de


cuidarte a la distancia, de que nadie sospechoso se te acerque, de que nadie intente
llevarte a la fuerza o hacerte daño. Entiende que si ellos descubren que te he dejado
indefenso, sin seguridad, correrás peligro.

El omega se pasó una mano por entre sus rizos con intranquilidad.

—¿Quiénes son ellos, Yoongi? ¿Por qué quieren asesinarte? ¿Qué has hecho para
ganarte semejantes enemigos? Todo esto es como si fueses un jodido prófugo que
esta huyendo de la ley y...

Paró en seco, analizando con sorpresa sus propias palabras. Jimin ató unos cuantos
cabos atropelladamente, quedándose tieso, creyendo que por fin lo había descubierto.

—¿Es eso? Tú... tú éstas...

Yoongi rodó los ojos.

—No, Jimin, no. No estoy escapando de ningún maldito crimen que cometí. Si piensas
que la policía es quien me persigue, estás muy equivocado. La policía está por debajo
mío. Esto es un asunto muchísimo más jodido, y si huyo es para protegerme porque
no pienso batallar contra ellos. No por ser un asustado alfa que sólo quiere refugiarse.
No lo hago por cobardía, lo hago con el fin de cuidar a los míos. Porque si llegara a
enfrentarlos, si saliera de mi neutralidad dentro de la guerra, toda mi familia, por
simple moral, tendría que ponerse a pelear conmigo y no quiero arriesgar sus vidas
por un asunto tan estúpido. Tú has visto la cantidad de pequeños que hay, no deseo
quitarles la oportunidad de crecer junto a sus dos padres. No me lo perdonaría.

Crecer junto a sus dos padres.

Su corazón se partió una vez más al oírlo decir aquello con la sinceridad casi palpable
en sus palabras. Jimin se abrazó disimuladamente el abdomen, teniendo ganas de
llorar por el solo hecho de que su bebé crecería alejado de Yoongi, quien tan sensible
y amoroso era en cuanto a los pequeños se trataba, quien, sabía, sería un gran padre
algún día.

Sus labios temblaron y sus ojos se llenaron de inevitables lágrimas que anhelaban
escapar con prisa. Miró hacia arriba, tratando de contenerlas. Pero las mismas
huyeron sin permiso, una tras otra, desbordándose por sus mejillas. Y lloró. Lloró sin
ocultarlo.

El alfa ingresó en un estado de preocupación al instante, acercándose al menor sin


titubearlo. Sus manos viajaron hasta sus mejillas y lo miró con la angustia creciendo
en su interior.

—¿Qué pasa, bebe? ¿Por qué lloras?

—Yo no... no p-puedo seguir con e-esto —se limitó a decir Jimin con su voz quebrada,
teniendo su rostro contraído por el llanto.

—¿Con qué no puedes seguir? —interrogó Yoongi, acariciándole las humedecidas


mejillas con suavidad, observándolo expectante.

—Yoongi, estoy... estoy...

Unos inesperados y aturdidores golpes en la puerta no le dejaron completar la


reveladora oración. Jimin se asustó, y el alfa lo envolvió entre sus brazos
protectoramente. Una voz gruesa y elocuente habló desde el otro lado de la puerta,
Jimin enseguida contesto utilizando su idioma natal.

—Es mi padre, será mejor que salgamos de aquí. Trata de tranquilizarte, ¿si, bebé?
Luego hablamos en casa. Ahora ve al baño a lavarte la cara y despejarte unos
segundos, no quiero que te vean así. Creerán que te he estado maltratando.

Jimin asintió en medio de un débil sollozo. Le hizo caso y se dirigió al cuarto de baño
que poseía la habitación, sitio en el que mojo su rostro con ambas manos, bañando
sus poros con agua fría. Se secó con una toalla y se miró con detenimiento en el
espejo, queriéndose cachetear por haber perdido el control, por casi haberle
confesado su estado a Yoongi.

Luego de eso, bajó enganchado al brazo del alfa hacia el salón principal, donde se
reunieron con todos nuevamente. Llegaron justo para la gran cena. Jimin nunca supo
que se celebraba, jamás preguntó. Solo supo que, a la hora del brindis, no fue capaz
de beber el vino que le fue servido en su copa, ganándose unas cuantas miradas de
desaprobación, incluyendo la de Yoongi.

Jimin se encontraba frente a un espejo de cuerpo completo. Su camiseta levantada le


permitía observar por completo su vientre, el cual ya no se veía tan plano como solía
estarlo antes. Se puso de costado, analizando con preocupación lo poquito que había
crecido su pancita.

A simple vista, casi ni se notaba, pero si te detenías a mirar atentamente se lograba


apreciar una pequeña diferencia que cualquiera lo habría hecho pasar por un simple
descuido con la comida. Y el esperaba que Yoongi pensara eso o, mejor aun, que ni
siquiera lo notara.

Bueno, ¿quién lo notaria? Apenas era un chiquitín más de panza, pues ni siquiera
llegaba a los dos meses de embarazo, según sus cálculos. Y además, Jimin estaba
consciente de que, debido a sus ansias, comía más de lo que acostumbraba. Por lo
que, de seguro, engordaba más por la comida que por el bebé.

Por dicha razón, le había pedido permiso a Yoongi para que fuese a comprar ropa.
Ropa que, secretamente, compraría un talle más grande para el futuro. En especial
los jeans.

Suspiró. Debía aprovechar sus últimas semanas de delgadez. Y lo iba a hacer, por
supuesto que sí.
Ya tenía planes para esa noche. Planes muy interesantes que amaría compartir con
Jimin a modo de experimento.

Había estado comunicándose con su grupo de amigos, y estos, sin tener idea de su
embarazo, le habían invitado a asistir a un bar esa noche.

Al principio lo rechazó, pero luego accedió al pensar en que sería entretenido ir con
Yoongi. Claro que no bebería, ni nada de eso. Solo se divertiría con la reacción del
alfa al entrar en su enfiestada vida y al conocer a sus alocadas amistades.

Por tal motivo, estaba dispuesto a convencerlo apenas llegara de trabajar. Sabía que
el pelinegro no cedería al primer intento, pero también sabía que, al ser su debilidad,
Yoongi nunca conseguía negarse por mucho tiempo a sus pedidos.

Cuando Jimin oyó el ruido de la puerta, se bajo rápidamente la camiseta y corrió a


recibirlo con una ineludible alegría. Ni bien entró el alfa a su habitación, el menor se
impulsó, saltando hacia él, tomándolo totalmente por sorpresa. Yoongi actuó por
reflejo, sosteniendo el cuerpo del omega contra el suyo para que el mismo no se
cayera.

Jimin enredó las piernas en su cintura y, situando una mano sobre su mejilla y la otra
en su nuca, lo besó con fogosidad, como si no lo hubiese visto por varias semanas,
como si hubiese estado aguardando por un largo tiempo la llegada de aquel ansiado
encuentro.

Y Yoongi pensó que no existía mejor manera de llegar del trabajo.

El rizado lo llenó de pequeños y tiernos besitos por todo su rostro, terminando sobre
sus labios de nuevo. Yoongi, entonces, lo supo. Le pediría algo. Había estado
aprendiendo a conocer al omega y, hasta ahora, las pocas veces que había sido así de
lindo con él no fue más que para convencerlo de algo. No era tonto.

La primera vez había sido cuando Jimin se encaprichó en querer ayudar en la cocina,
cuyo objetivo logró después de darle miles de besitos y hacerle una dulce escena de
cachorrito mojado. La segunda vez fue cuando Jimin le reprochó el que fumara
estando a su lado, pidiéndole con adorables besos y suaves caricias que no lo hiciera
en presencia de él.

A Yoongi le pareció absurdo, mas no encontró forma de resistirse a los jodidos


encantos del omega, limitándose a fumar en el balcón.

—¿Qué me pedirás ahora? —preguntó el aludido, esbozando una incrédula sonrisa


mientras caminaba hasta la cama.

Jimin rió contra su cuello, advirtiendo lo predecible que era.

—Se que debes estar cansado y que de seguro has tenido un día largo, pero me
gustaría salir contigo aunque sea un ratito —dijo el omega despacio y con
tranquilidad, al tiempo que Yoongi tomaba asiento en el borde del colchón,
permitiéndole al más joven acomodarse sobre su regazo.

—¿A dónde? —indagó, manteniendo una expresión neutra.

—Pues..., mi grupo se juntara en un bar esta noche, me han invitado y quiero ir


contigo. No pienso beber alcohol, ni drogarme, ni nada. Solo quiero ver a mis amigos,
presentártelos, pasar el rato y ya.

—No lo sé, yo no creo que...

—Oh, por favor, Yoon... ¡es sábado! —objetó Jimin, haciendo un puchero,
suplicándole con su mirada enternecedora.

Yoongi respiró hondo, luciendo cansado. A continuación, se relamió los labios y se


inclinó hasta esconder su cara en el cuello del menor. Acción que solía realizar con
inmoderada frecuencia. Amaba sobreexplotar su olfato con el adictivo aroma de su
bebé.

Olía a vainilla con ápices de tierra mojada, con un aire dulce y otoñal. Le recordaba a
las tardes lluviosas en medio del sendero, con las hojas secas coloreando la acera de
un luminoso anaranjado. Yoongi amaba aquella época del año. Porque la lluvia
fluyendo entre las descoloridas hojas había sido siempre su mejor medicina para
calmarse. Era ese el momento en el que su mente y su corazón se aliaban logrando
aquella particular armonía en su interior. Y ese era el mismo sentimiento que le
causaba el aroma de Jimin.

Olerlo era inhalar una profunda sensación de paz, inundar su organismo de calma, de
tranquilidad. Era sinónimo de que absolutamente todo estaba bien.

Y ahora, embriagado por su aroma, no tenía mente para nada más que para besarlo y
amarlo con cada gota de su ser. Todo asunto ajeno se había disipado, cayendo en el
abismo del olvido.

Yoongi deseaba hacerle el amor allí mismo y luego, simplemente, dormirse con el
delicado cuerpo de su omega acurrucado junto al suyo. Lo habría empezado a
desnudar, pero, de pronto, percibió el débil atisbo de un nuevo olor en el menor.
Agudizó su olfato, confundido, entendiendo que aquel no era un aroma que fuese
posible desprenderse de Jimin. ¿O sí?

El alfa se apartó de su cuello, extrañado, y lo miró de frente.

—¿Tu tomas las píldoras? —cuestionó.

Jimin se tensó, elevando sus cejas con sorpresa por la repentina pregunta. Asintió de
inmediato con movimientos lentos de cabeza, dando su mejor intento de lucir relajado
y despreocupado.

Yoongi torció el gesto, no muy conforme.

—¿Seguro? ¿No hubo ningún día que te hayas olvidado de tomarla?

—No, ¿por qué? —dijo con tramposa seguridad, soltando una ligera risa divertida
como si no entendiera a que venía aquella ridícula intervención.

Disimulaba bastante bien el estallido nervioso que se había desencadenado en su


interior.

—Es que... he sentido... no lo sé, ¿es posible...?

Y Jimin cayo en la cuenta.

El aroma.

Su jodido aroma.

Oh, mierda...

—Oh, no, no, Yoon. No es lo que piensas —se adelantó a decir el aludido, sonriendo,
pues la excusa perfecta tránsito por su mente con rapidez—. ¿Recuerdas que te he
pedido permiso para salir de compras? Bueno, en una de las tiendas, justamente en
la que más tiempo me quede, había un omega en estado, fue quien me atendió y
seguro me habrá quedado impregnado algo del buen rato que lo entretuve a mi lado.

—Oh... entiendo —la voz del alfa salió acompañada de desilusión.

Su expresión se hundió por un efímero instante en la consternada decepción, mas, sin


embargo, su animo cambió al pensar en que aquel no era el momento más indicado
para tener hijos. No, definitivamente no.

De solo pensar en que, si se enteraba la red mafiosa enemiga de la espera de un hijo


suyo, podrían ser capaces de asesinar al omega con su cachorro dentro solo para
torturarlo antes de matarlo de la manera más lenta y dolorosa, se le destruía el alma
a pedazos.

—Yoon, ¿estás bien?

La preocupada voz de Jimin lo sacó de sus atemorizantes pensamientos, ayudándole


a darse cuenta que, de modo inconsciente, lo había estado sujetando con más fuerza
de la cintura. Aflojó el agarre, disculpándose, para luego afirmar que, en efecto,
estaba bien.

Jimin se inclinó a dejarle un corto beso en sus labios.

—Entonces, ¿podemos ir?

—¿A dónde?

—Con mis amigos, al bar, como te dije antes.

Yoongi inhaló profundo.

—Sólo un rato. No más de una hora. No podemos exponernos demasiado, aparte


estoy cansado y lo único que quiero es meterme en la cama contigo. Así que, desde
ya te digo, no estoy de humor para soportar a otros inmaduros como tú. No me
interesa agradarles, ni me interesa tratarlos. Iré solo por ti. No toleraré comentarios
ofensivos, ni actos imprudentes, ni de ti, ni de terceros. Oh, y te sugiero que te
prepares, porque tendrás contigo mi lado más posesivo, en especial si hay otros alfas
cerca. No dudaré en recordarte que eres mío, y solo mío, a cada segundo.
¿Entendido?
El omega sonrió, aguantándose la risa, mientras jugueteaba con el cuello de aquella
pálida y algo arrugada camisa. La situación en la bar iba a ser tan entretenida que ya
podía sentir la diversión de solo imaginarlo.

—De acuerdo, alfa gruñón. Pero tú trata de conservar tu preciosa paciencia. No quiero
que te enojes por cualquier tontería y que me arrastres de nuevo a aquí sin haber
aprovechado hasta el último segundo.

—Contigo puede que dure mi paciencia, pero con los demás no. Con que uno
sobrepase mis limites ya es motivo suficiente para que se acabe todo y nos volvamos,
te guste o no.

—No. Yoon, no seas así. Tengo una dignidad que mantener y si tú me obligas a
obedecerte delante de ellos arruinarás mi reputación y me harás quedar como un
patético omega dominado. ¡Y no! Por lo que, si te atreves a darme ordenes durante
esa maldita hora, créeme, no regresaré contigo.

El alfa arqueó una ceja.

—Tú no me amenazas —espetó con gélida mirada.

—Yo te amenazo todo lo que quiero —replicó Jimin, desafiándolo sin pizca de temor.

Ambos se sostuvieron la intensa mirada con firmeza por interminables segundos de


tensión. Sin embargo, por muy serio que Yoongi quiso mantenerse, termino cediendo
ante el rizado. Sonrió incrédulo, tomándole de la barbilla para estampar sus labios
contra los de Jimin.

—Así me gusta. Que buen chico eres, Yoon —mencionó el de ojos miel con sorna,
burlándose de él.

—Oh, cállate, joder. Sal de mi vista antes de que decida azotarte el trasero por
imprudente y desvergonzado.
Jimin abandonó su cómodo sitio sobre el regazo del mayor, riéndose con verdadera
gracia.

—El asunto es simple, Yoongi. Yo no te avergoncé con mis comentarios inapropiados


frente a tu familia, tú no me avergüences con tus ordenes frente a mis amigos.
¿Hecho? Hecho. Me ducho y nos vamos.

Procuró refregarse muy bien la piel con la esponja en su corta ducha de diez minutos,
esperando que eso bastara para que su delatador aroma fuera camuflado por la
fragancia que le dejaba el jabón.

Ahora que las feromonas del embarazo estaban empezando a dispararse debía
bañarse con muchísima más frecuencia, en especial antes de que llegase Yoongi del
trabajo. No debía permitir que su olor estuviese a flor de piel durante la presencia del
alfa.

Y, por si el jabón fuera poco, antes de marcharse con Yoongi, se roció de su colonia
favorita; su nueva mejor aliada.

El viaje fue bastante largo. Más de lo que Jimin pensó. Pero el tiempo no pareció ser
un gran enemigo para ellos cuando consiguieron matarlo con facilidad
intercambiándose amorosos besos mezclados con sutiles caricias.

Por esa noche, por ese instante, Jimin le concedió a su alfa el deseo de que pudiesen
comportarse como una feliz y melosa pareja que no le importara demostrar su
precioso amor frente a terceros. Por lo que, entre risas estúpidas, besos románticos y
palabras empalagosas pasaron el viaje completo.

Pero todo acabó al llegar.

Jimin se carcajeó al percibir lo tenso que se había puesto Yoongi cuando se


encontraron frente a la entrada del bar, cuya música y disturbio se lograba oír aun
estando afuera. No era un lugar muy pintoresco, pero tampoco era un sitio de mala
muerte.

A Yoongi se le erizó la piel. Aquel sitio le traía vívidos recuerdos de sus gloriosos días
de rebeldía. Ya había estado ahí. Por supuesto que sí. Claro que muchos años atrás.
Él lo recordaba perfectamente. Ese bar había sido testigo de varias de sus mejores
noches de diversión y peores noches de borrachera.

En el pasado, aquel lugar había sido uno de los mejores para perder el tiempo con sus
amigos de la universidad. El billar era lo que los conectaba con ese bar. Pero todo eso
acabó cuando lo clausuraron. Yoongi jamás supo que lo habían restaurado.

Y mierda, al entrar todo se veía exactamente igual, como si los años no hubiesen
pasado, como si el tiempo se hubiese congelado. Las mesas, los sillones, la barra, los
reservados, el billar. Todo estaba allí. No tan lucidos como antes, pero allí seguían.
Lo único que habia cambiado era la música, la gente, él.

Él ya no era aquel rebelde y descontrolado veinteañero que se tomaba la vida como


un mero juego. Había crecido, había madurado. Le había tocado aprender a la fuerza
que la vida era más que embriagadoras salidas nocturnas, más que ridículas
borracheras que le incentivaban a hacer puras idioteces. Ahora él era otra persona.
Un hombre que nada tenía que ver con aquel jovencito del pasado.

¿Quién iba a decir que, siete años después, se encontraría en el mismo lugar de sus
viejos tiempos habiendo sido invitado por su omega? Jamás se imaginó tal escena, así
como tampoco se imaginó que tendría como pareja a un adolescente omega que
transitaba por aquella misma etapa de rebeldía. Era curioso.

Había sido tanta la nostalgia y la conmoción que experimentó Yoongi, que había
perdido la capacidad de prestarle atención a Jimin. La única razón por la cual no se
preocupó de perderlo fue porque este lo tenía sujeto de la mano, arrastrándolo
consigo entre medio de la gente.

Recién logró salir de su transe cuando sintió que su mano había sido liberada del
suave agarre de su omega. Jimin lo buscó de inmediato con la mirada, preocupado y
desorientado.

Estaba a punto de gritar su nombre al verlo correr lejos de él, pero entonces se
percató de que corría hacia un grupo de personas que se encontraban jugando al
billar. Sus amigos, supuso Yoongi. Y, mientras se acercaba, pudo confirmar su
pensamiento al admirar como su omega se abrazaba felizmente con cada uno de
ellos.

Sus celos se activaron de modo instintivo. Dos de aquellos tipos eran alfas. Alfas que
estaban abrazando a su bebé. Sus puños apretaron a cada lado de su cuerpo,
hirviéndole la sangre de tan solo presenciar eso.

Sin embargo, se contuvo, haciendo su mayor esfuerzo para conservar la calma y no


explotar de rabia allí mismo. Acababan de llegar, no podía perder el control tan
rápido.

Yoongi carraspeó de un modo un poco exagerado, esperando que eso bastara para
que el estúpido alfa quitara sus sucias manos del precioso cuerpo de su omega,
dejándolo en el suelo. Porque hasta se había atrevido a levantarlo del piso.

Así paso. Pero no sólo había logrado que el alfa soltara a Jimin, devolviéndolo al
suelo, sino que también se había ganado unas cuantas miradas de curiosidad,
incredulidad y evidente diversión por parte del resto del grupo.

Eran seis. Jimin los analizó con la mirada. Un beta, un par de omegas y dos... no, no
eran dos, eran tres alfas. Sin embargo, el tercero no era el, era ella. Una alfa.

—Así que es por este por quien nos has cambiado —dijo, de pronto, el tipo al cual
Yoongi le había interrumpido su abrazo.

El castaño frunció el ceño, enojándose, sintiéndose deseoso de soltarle un gruñido en


la cara. Y estuvo a punto de hacerlo, pero Jimin se le adelantó, dándole una rápida e
inesperada cachetada a su amigo.

—No lo hagas enojar, idiota —reprochó Jimin segundos después de haberle dejado su
huellita en la mejilla—. Él es Yoongi, mi alfa. Mi de mío por si no quedó claro. Así que,
manga de atrevidos, ni se les ocurra ponerle un dedito encima, ni faltarle al respeto
porque se las verán conmigo.

Y Yoongi quería sonreír como estúpido por haberle escuchado decir mi alfa. Era, tal
vez, la primera vez que lo decía, la primera vez que lo admitía en voz alta. Y lo había
pronunciado con tanta seguridad y orgullo que a Yoongi se le iluminó el rostro.

Sin embargo, no sonrió. No deseaba lucir tan tontamente enamorado solo por aquel
detalle. Al menos no frente a aquellos sujetos desconocidos para él.

—Yoon, ellos son Joy, Yezi, Jackson, Sehun, Hani y Namjoon —Jimin los presentó
señalándolos con el dedo índice por su correspondiente nombre—. Oh, esperen... ¿Y
Tae?

—Se fue hace poco —informó una de las chicas, posicionándose sobre la mesa del
billar para golpear alguna bola con el taco—. Hubo un escandalo con un alfa y no
sabes lo que te has perdido —agregó, para luego hacer su jugada—. TaeTae terminó
yéndose con un beta que habia traído.

—Era un loco. Intentó atacarnos a nosotros por defender a Tae, y casi nos echan de
aquí por el disturbio —contó el otro alfa, el que no había sido víctima de la cachetada
de Jimin, viendo con atención en que nueva posición habían quedado distribuidas las
bolas.

—Por lo que no queremos más problemas —esta vez si fue ese alfa el que habló, al
cual Yoongi ya le había tomado verdadero desprecio. Su voz fue determinante y algo
acusadora, como si le estuviese advirtiendo a Jimin que no aceptarían que su Yoongi
armara una nueva escena.
El rizado elevó una ceja.

—¿Disculpa? Tú has sido el primero en querer provocarlo con tu jodido comentario.


Cálmate un poco, Nam —mencionó Jimin, molesto, mientras se colocaba a un lado de
Yoongi, dejando que este pasara un brazo por su cintura, atrayéndolo por completo a
su cuerpo—. Aparte, ¿qué sucede contigo? ¿desde cuándo eres así? ¿últimamente no
te han dado buen sexo o qué?

Risas y abucheos se hicieron notar del resto del grupo.

—Oh, Jimin, desde que te has alejado que no tengo buen sexo. Te extraño —habló
con un fingido tono seductor, decorando su rostro con una coqueta sonrisa, al tiempo
que lo miraba con lascivia.

Jimin soltó la carcajada más grande de su vida, y a continuación le enseñó el dedo del
medio. Yoongi había estado, una vez más, a punto de explotar de ira. Pero, esta vez,
iba en serio. Muy gustoso le habría rugirle con potencia, demostrándole que aquel
bonito rizado ahora era suyo, solo suyo... Habría porque Jimin le suplicó con su
enternecida mirada que se calmara, que eso solo había sido una broma.

Pero Yoongi no sabría cuánto más podría resistir. No sabría cuánto más podría retener
aquel rugido que luchaba por conseguir escapar de su garganta.

Si ese maldito alfa seguía provocándolo, correría sangre esa noche. Y Yoongi no
jugaba. No le importaría gastar una bala.

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||Veintiséis||

Yoongi deseaba marcharse. Ahora. Ya. No soportaba absolutamente nada más. La


música le estaba haciendo doler la cabeza. El intolerante olor que se compenetraba
allí ya era sofocante. Necesitaba salir. Necesitaba un cigarrillo. Pero no quería
apartarse de su lugar junto a Jimin, en lo absoluto.

Se había pedido un trago como para poder sobrellevar mejor la situación, mas ni eso
ayudaba.
Y recién llevaban quince minutos. Quince minutos y Yoongi ya ansiaba matar alguien.
Desde el primer segundo lo detesto e, hiciese lo que hiciese, no podía quitarle su
fulminante mirada de encima a ese imbécil que se había atrevido a provocarlo. Quería
acabarlo.

—Lo que dijo el tonto de Namjoon no es verdad, despreocúpate y deja de mirarlo


como si quisieras asesinarlo —le dijo Jimin cerca del oído, con uno de sus codos
apoyados en el hombro de el, aprovechando que estaba a la misma altura puesto que
se encontraba sentado sobre una mesa, aguardando a que sus amigos terminaran la
partida del billar.

Yoongi había decidido quedarse de pie junto al omega sentado, pues debía estar
alerta de cualquier cosa que pudiese pasar.

—Es algo irritable, lo sé. Pero no es malo, es como mi hermano mayor —continuó
Jimin luego de haberse dado una pausa para beber un trago de la limonada que se
había pedido— Con su actitud de idiota depravado me ha sacado de varios apuros con
alfas que se volvían insoportables conmigo.

—De igual modo, mi instinto lo siente como una amenaza —declaró Yoongi, tensando
su mandíbula.

—Pues, dile a tu instinto que se esta equivocando, porque él no está interesado en mí


de esa forma. Para empezar, ni siquiera prefiere a los omegas varones, le gustan las
hembras.

—¿Y tú qué sabes? Quizá le gustan en secreto, quizá le gustas en secreto. ¿Por qué
otra razón me habría mirado con tanto desprecio? Mi instinto no falla.

Jimin rió, negando con la cabeza.

—Eso no podría ser posible. ¿Y sabes por qué? Porque a mi me gustaba cuando era
más chico y yo de tontito se lo dije y me tocó quedarme con mi corazoncito roto en la
no tan bonita zona de amigos —confesó riéndose de su propia anécdota— Si me
habría querido tener me habría tenido. Pero nunca pasó.

El omega suspiró con una ligera pizca de amargura.

— Además, recuerdo que para "consolarme" me había dicho que algún día conoceria a
ese alfa que amaría estar conmigo y me valoraría como me lo merecía y bla bla, la
típica cursilería barata que siempre utilizan para salir de la situación incomoda... Pero,
¿sabes? Tenía razón y estoy feliz porque ya he conocido a ese alfa... Mi alfa.

Yoongi esbozó una enorme sonrisa al oírlo decir aquello. Una muy grande sonrisa que
anunció lo contento que se había puesto. Jimin lo miraba con la felicidad marcada en
sus preciosos ojos en forma de dos lineas. El dejó su limonada en un costado de la
mesa para luego tomar con ambas manos el saco del mayor, atrayéndolo, obligándolo
a ponerse entre el espacio que formaba sus piernas abiertas.

Fue entonces cuando, envolviendo sus brazos en el cuello del otro, Jimin lo besó con
deseo, con alegría, con pasión. El alfa no dudó en devolverle aquel ansiado contacto,
dejando a tientas su trago en la mesa para situar sus manos en la cintura del más
joven.

Sin embargo, al separarse, el omega percibió cierta preocupación en los oscuros ojos
de su alfa. Llevó una de sus manos a su mejilla, acunándola.

—¿Qué pasa? —preguntó, observándolo con intranquilidad.

—¿Y si fuera posible...? ¿Y si ese alfa en lo profundo si siente algo por ti pero él
mismo se obliga a no aceptarlo? Algo no me cuadra de él, Jimin. Me has dicho que
nunca has tenido alfa, por lo que asumo que él nunca antes se tuvo que preocupar de
ti encariñándote con otro. De la nada aparezco yo y es como si ansiara espantarme
con su prepotente mirada y sus atrevidos comentarios. Está celoso y sé que, para él,
yo soy la amenaza. Sabe que puede perderte de alguna manera si te quedaras
oficialmente conmigo, ¿entiendes?

Jimin respiró profundo, acariciando su mejilla de Yoongi

—Creo que estás exagerando, Yoongi — expuso el aludido con pesadez— Como he
dicho, yo soy algo así como su pequeño hermano. El solo intenta cuidarme a su
manera. Si se comportó de ese modo es porque quiere dejarte claro que si llegaras a
pasarte de la raya conmigo él estará ahí para golpearte.

— Entonces, dime, ¿también se comporta tan "protector" con el otro omega? Porque
he visto que hay otro omega varón con ellos.

El rizado torció el gesto, pensando.

—Mh... no tanto. Pero es diferente, no lo sé, creo que tiene que ver con que yo soy el
bebé del grupo, ya sabes, el menor... Pero, ¿por qué nos complicamos la vida con
esto?

—Porque esto no me preocuparía tanto si yo no me tuviera que marchar la semana


que viene. ¿Qué sucederá si ese idiota aprovecha el que te hayas separado de mí
para llenarte la cabeza? Jimin no tienes idea del miedo que me da regresar y
encontrarte con otro en mi lugar. Sinceramente dime, ¿qué harías si él, de pronto, se
te confiesa arrepentido de no haberte correspondido en su momento?

—Ay, no seas estúpido, Yoongi —exclamó, frunciendo el ceño con enojo—. ¿Sabes
que haría? Lo mandaría a la mierda. Y sin dudarlo. ¿Te crees que soy tan débil e iluso
para caer rendido en los brazos de ese idiota por el simple hecho de que me haya
gustado en el pasado? No te imaginas lo que he sufrido por su culpa... Sé que no fue
a propósito y que él no lo hacía por maldad, pero me lastimaba mucho ver como se
enrollaba con otras sin ningún reparo en mí.

Los tristes ojos miel del omega se cristalizaron al traer al presente aquellos tortuosos
recuerdos.

—Él creía que yo era demasiado joven para entender lo que era el amor. Quizá era
verdad o quizá me subestimaba, no lo sé, pero a partir de ahí deje de creer que tal
sentimiento existía y con mi corazón lastimado empecé a comportarme como si nada
me importara, sabes...

Yoongi lo escuchaba con toda la atención que era capaz de brindarle, mirándolo con
una expresión blandecida. Había notado la floreciente angustia en sus vidriosos ojos,
lo que aumentaba sus terribles ganas de abrazarlo.

—Yo era tan tonto e inocente antes, pero su rechazo me ayudó a ser fuerte y a
formar mi carácter, por eso nunca le guarde rencor. Me hizo un favor. Un lindo favor
que me hizo terminar en una descontrolada vida llena de vicios. Esa vida que tanto
amé por el solo hecho de que no había sufrimiento alguno allí, no había
preocupaciones. Era solo yo, bebiendo, riendo, divirtiéndome, seduciendo a aquellos
que pretendía llevármelos a la cama y punto. Yo no buscaba nada más. No quería
nada más. Pero entonces llegaste tú.

Jimin sonrió al pronunciar aquellas ultimas palabras, mirándolo con un inevitable brillo
en sus ojos. Un brillo naciente de su profundo enamoramiento.

—Llegaste a desordenarme la vida entera. A arruinar mi creencia de que el amor no


es más que una ilusión. Y te odio por eso. Porque, mierda, hay una cantidad enorme
de alfas que están realmente buenos aquí y que antes habría muerto por conseguir
que alguno me folle, pero ahora me importan una total mierda, Yoon. Estoy aquí,
contigo, y no me arrepiento. No desearía estar con nadie más. No desearía que
ningún otro alfa ocupara tu lugar, ni ahora, ni nunca. Te quiero a ti, solo a ti.

Las palabras de Jimin eran sinceras. Muy sinceras. Y se notaba perfectamente en el


modo en que lo miraba. Con tanto amor, con tanto cariño, con tanta seguridad, que
Yoongi pensaba que era demasiado hermoso para ser verdad.

La expresión del alfa era de puro enternecimiento. No podía creer lo que acababa de
escuchar. Era... era todo como un esplendido sueño, uno del cual no quería despertar
nunca. Estaba realmente conmovido, como jamás lo habia estado en toda su maldita
vida. Tanto que hasta le habían surgido unas ineludibles ganas de llorar.

—Mierda, Jimin... —murmuró con sus negrunos ojos cargados de lágrimas, sin saber
qué diablos decir, sin tener una mínima idea de qué palabras serían las más
adecuadas para exponer—... Te amo.

Dos palabras. Solo aquellas dos simples palabras cargadas de un semejante cúmulo
de sentimiento fue suficiente para demostrar en pocas sílabas aquel torbellino de
emociones que se había forjado en el interior del alfa. Dos palabras y luego un beso.

Un sentimental beso que rompiera con todos sus miedos y sus preocupaciones. Un
pasional beso que les transmitieran todo aquello que ambos se veían imposibilitados
de expresar en palabras. Uno que terminara de complementar la perfecta escena de
sinceras declaraciones y revuelta de emociones.

Un increíble e interminable beso que los transformaran en dueños del mundo. Reyes
del universo.

Y en ese entonces, ya nada más importaba. Solo eran ellos dos, compartiendo el
momento más hermoso de sus vidas. Allí, en medio de un mar de gente ebria y
desenfocada, bajo las tenues luces de un sitio albergado de alcohol y de
obscenidades, entre parejas excitadas y almas entristecidas. Allí se encontraban
creando la escena más romántica y emocional de sus vidas, la cual tenía todo el
potencial para tornarse en el futuro en un recuerdo verdaderamente especial.

Pero el futuro recuerdo quedó arruinado de modo inesperado.

Un ruido fuerte y seco sonando muy cerca suyo los hizo separarse, obligándolos a
terminar abruptamente aquella encantadora escena que había sido saboteada.

Un taco de billar, de manera repentina, yacía contra la mesa, muy próximo al sitio en
el que se hallaba sentado Jimin con sus dos piernas enredadas a la cadera de Yoongi.

—Oh, lo siento por arruinar su momento —habló Namjoon con cinismo, ganándose la
inmediata mirada cargada de odio de Yoongi-. Ya hemos terminado la partida. Pero
vamos a jugar otra y necesitamos a uno más. Joy ya se marcha. ¿Qué dices, Jimin?

—Todos saben que no juego bien —declaró el omega de mala gana, al tiempo que
desenredaba sus piernas del cuerpo del mayor, liberándolo.

Se echó hacia atrás, apoyando sus palmas en la madera de la mesa, recargando su


peso en ellas. Yoongi permaneció en su sitio entre las piernas abiertas del omega, sin
ánimos de apartarse.

—No te preocupes, te ayudaré —insistió el alfa de cabello negro, centrando su mirada


solo en Jimin.

—No —espetó de repente Yoongi, teniendo el entrecejo fruncido de enfado, sabiendo


perfectamente cuales eran sus intenciones—. Si él quiere jugar, quien lo ayudara seré
yo. No tú. Ni creas que te dejaré hacerlo.

—¿Tú sabes jugar? —le preguntó el rizado, antes de que Namjoon pudiese siquiera
abrir la boca para protestar contra su alfa.

Yoongi asintió con un movimiento de cabeza, volviendo su mirada al ser más bonito
del mundo.

—¡Perfecto! Jugaré contigo —exclamó el omega feliz, impulsándose hacia el cuerpo


del pelinegro para rodearle con sus brazos y darle un nuevo beso en los labios.

Al separarse, Yoongi sonrió con victoria.

Y así fue como pasó. Así fue como Yoongi aprovechó al máximo aquella situación,
refregándole en la cara al idiota entrometido que Jimin estaba bajo su dominio.

No quitó su arrogante actitud en ningún segundo, haciéndose lucir junto a su omega


cuando era su turno de jugar. Yoongi le enseñó las técnicas mas eficaces que él solía
utilizar en el pasado. Por cada vez que le tocaba a Jimin, el alfa se apegaba a su
cuerpo por detrás indicándole con susurros desde que ángulo le convenía efectuar la
jugada, calculando el tiro en su mente.

A Jimin le resultaba tan divertida y excitante la ocasión que ni siquiera lograba captar
palabra alguna que era sutilmente murmurada en su oído. Le seducía demasiado el
coqueto modo en el que Yoongi le ayudaba a posicionarse y poco después a impulsar
el taco para golpear una de las bolas.

Le encantaba jugar de esa manera. Aunque no entendía nada del juego, amaba que
Yoongi hiciese con él lo que quisiese solo con el fin de demostrar con gracia sus
habilidades. Y lo mejor, siempre ganaban puntos. Muchos puntos que eran dignos de
un buen beso de festejo.

Sus amigos soltaron comentarios acerca de ellos durante toda la partida. Comentarios
que solían ignorar por completo porque estaban muy ocupados besándose. Y Yoongi
sonreía con satisfacción al percibir la indignación de Namjoon, quien, al no poder
concentrarse, varias veces le erró a la bola pegándole al aire. Motivo de risas y burlas
de parte de sus amigos.

Gustoso, Yoongi ya se había preparado para el enfrentamiento cuando este explotara


de enojo. Pero dado que no ocurrió, Yoongi se sintió muy orgulloso de sí mismo,
entendiendo que ese idiota no tenía el coraje necesario para atacarlo.

Ya casi era la hora de marcharse. La partida habia finalizado siendo el equipo de Jimin
el ganador del dinero que se había apostado. Ese Namjoon no había vuelto a
molestarlo. Jimin se había comportado mejor de lo que creyó. Y él no habia gastado
ninguna bala. Nada mal para ser la primera noche que pasaba con su omega en un
bar.

—Espera que quiero ir al baño antes de irnos —anunció el rizado terminando de beber
el segundo vaso de limonada.

—¿No puedes aguantar hasta llegar a casa?

—Con lo largo que es el viaje, no.

—Te acompañaré, entonces.

—Ay, Yoongi, no soy un nene de guardería. Puedo ir solo —objetó, riéndose con
diversión.

—No me importa. No voy a dejarte solo, puede pasarte algo.

—Mierda, Yoon. ¿Qué podría pasarme? Ya le has dejado claro a todo el mundo que
estoy contigo, y te aseguro que nadie querría tener problemas con un alfa como tú.
Vamos, confía en mi, será solo un minuto.

Yoongi refunfuñó.

—Si no regresas en un minuto iré a buscarte.

—Hecho.

Y no bastó más para que el omega se escabullera entre las personas, corriendo hacia
el baño, los cuales quedaban al fondo, doblando por un pasillo. Hizo lo suyo con
tranquilidad, aprovechando que el sitio estaba casi vacío, siendo poblado únicamente
por él y otras personas que intentaban ahogar sus gemidos dentro de los cubículos.

Jimin se rió al imaginarse esa situación con Yoongi al lado. Joder, la vergüenza ajena
le invadía. Y lo peor era que ya había tenido la oportunidad de experimentar eso de
follar dentro de un cubículo de esos mismos. Un asco. Todo sucio, vomitado, pero
claro que a los borrachos más tontos no le importaban.

No tardó en salir de allí, y al hacerlo se llevo la sorpresa de encontrarse a Namjoon


recargado contra una de las paredes. Este lo miró y sonrió.
—Y hasta que por fin te deja respirar un segundo —dijo— Sabes, me resulta tan raro
esto, Jimin. Explícame, ¿qué mierda se supone que haces con alguien como él? Creí
haberte escuchado decir miles de veces que jamás tendrías alfa, que no querías a
nadie que te controle, ¿y ahora, luego de desaparecerte por dos meses, vienes de la
nada con ese? Ya ni siquiera eres el mismo de antes, es como si no te conociera y me
decepciona saber que has dejado de ser tú por un tipo que no lo vale.

—Oh, cállate. Tú no tienes por qué venir a reclamarme. Es mi vida. Y te informo que
en ningún momento he dejado de ser yo. Sí, quizás ya no tenga los mismo hábitos,
pero, créeme, tengo mis motivos —se defendió el omega con enfado, decidido a
marcharse por el pasillo en busca de Yoongi para poder largarse de una vez.

Sin embargo, el otro le tomó del brazo, impidiéndoselo.

—Él no es bueno para ti —le advirtió, serio, sin soltarle—. Vamos, Jimin, recapacita.
Tú te mereces a alguien con el cual no tengas que verte obligado a cambiar para
estar con él, alguien que te acepte y te quiera tal cual eres.

—Si has notado cambios en mí, te lo aseguro, no es por él. Y déjame decirte que
Yoongi me acepta perfectamente. Así que suéltame y déjate de idioteces.

Pero no lo soltó y, de un rápido movimiento, lo colocó contra la pared,


arrinconándolo. A Jimin se le cortó el aliento, sintiéndose conmocionado por lo que
estaba ocurriendo. Puso sus manos en el pecho del otro, ansiando apartarlo.

—¡Déjame, Namjoon! ¡¿Qué mierda te pasa?!

—Quiero que entiendes que él no es para ti, Jimin. No te haré daño, sabes que no lo
haría. Pero escúchame... ¿De verdad preferirías estar con ese antipático cuando aquí
me tienes a mí?

Y Jimin no podía creerlo. No, de verdad, no podía. ¿Cómo era posible que Yoongi
tuviese razón?

—Sé que han pasado un par de años y sé que soy un estúpido por haber reaccionado
recién ahora, pero, mierda, Jimin no me hagas esto —casi suplicó procurando rozarle
el cuello con la nariz.

—¡No! ¡Apártate! ¡Eres un imbécil de mierda! ¡Jamás cambiaria a Yoongi por ti!
¡Suéltame! —chilló Jimin desesperado, tratando de zafarse como sea del agarre del
otro.
De pronto, alguien tomo a Namjoon del cuello, quitándoselo de encima
violentamente. El alivio que sintió el omega al descubrir que había sido Yoongi fue
enorme. Sin embargo, aquel alivio se desvaneció con rapidez al advertir que el
castaño había iniciado una agresiva golpiza.

Namjoon acabó en el suelo ensangrentado, pero Yoongi parecía no poseer intenciones


de dejarlo sin más.

—¡Yoongi, para! —gritó Jimin angustiado, ansiando detenerlo. Sin embargo, no quería
acercarse. Tenía tanto miedo de que Yoongi, sin querer, lo golpeara a él.

En efecto, Yoongi paró. Mas no para otorgarle piedad. Con la mirada inyectada de
furia, sacó el arma escondida entre su ropa y le apuntó, quitándole el seguro.

Los ojos del omega casi abandonaron sus orbitas al darse cuenta que estaba a punto
de dispararle, tal vez, dispuesto a matarlo.

—¡NO! ¡YOONGI! —exclamó alarmado, desgarrándose la garganta por semejante


grito y corrió hacia él en un acto de adrenalina, empujándole el brazo justo antes de
que la bala saliera hacia su destino.

Yoongi rugió realmente enojado por su bala desviada cuyo detonante disparo alteró a
todo el mundo en el bar. Pensó en intentarlo de nuevo, pues no pensaba irse sin
enterrarle una bala en el cuerpo. Sin embargo, Jimin ya se había arrodillado en el
suelo frente a la victima, estorbándole.

Estaba llorando, viendo el rostro golpeado y destrozado de Namjoon. Tomó


suavemente una de sus manos entre las suyas, diciéndole entre sollozos que todo
estaría bien. Imbécil o no, era su amigo y lo quería tanto como a un hermano.

Jimin chilló con histeria cuando Yoongi lo separó de él, tomándolo en contra de su
voluntad. El alfa lo subió a uno de sus hombros sin importarle nada, llevándoselo
velozmente de allí, ignorando por completo los desquiciados y angustiosos berrinches
del omega. Jimin no quería irse. No quería alejarse de Namjoon cuando este más
necesitaba de alguien.

Ni siquiera a sus amigos les pudo avisar para que llamasen a una ambulancia o lo
llevaran ellos mismos a un hospital.

Y se estaba marchando. Yoongi estaba obligándolo a abandonarlo, a dejarlo allí,


totalmente herido, sin nadie que le brindara algo de ayuda. Y no podía parar de
gritar, de protestar en contra de Yoongi, a quien ahora mismo odiaba con su vida.

—¡No quiero irme contigo! —chilló desesperadamente cuando el pelinegro pretendió


empujarlo dentro del auto.

Jimin se había empeñado en no meterse, ayudándose con sus pies y sus manos
apoyados con fuerza en el umbral de la puerta del vehículo para impulsarse hacia
afuera. Pero la presión del alfa era más fuerte, por lo que acabó dentro aunque no
quisiese.

—¡Déjame salir jodido imbécil! ¡Debo volver! —lloriqueó viendo a través de la ventana
del auto la entrada del bar.

Intentó abrir esa puerta, pero no pudo, por lo que se dispuso a golpear el cristal
mientras percibía como el coche aceleraba.

—¡No! ¡Te-tengo que bajar! —gritó, haciendo más fuertes sus impacientes golpes al
vidrio de la ventana.

Yoongi lo atrajo hacia su cuerpo, rodeándolo con los dos brazos en un intento de
calmarlo.

—Necesito volver... —musitó el omega, llorando contra el pecho del alfa, luego de
haberse dado por vencido al no poder escapar de los brazos del otro—. No puedo
creer que hayas sido capaz de... mierda, ¿c-cómo pudiste?

—Se lo merecía —masculló Yoongi, acariciándole con suavidad sus rizos,


permitiéndole que llorase todo lo que quisiese.

—Sí, se merecía un par de golpes, no un disparo. Te has ido a la mierda, Yoongi. No


puedo creer que hayas pretendido... —Jimin se apartó de repente, se limpió las
lágrimas y lo miró directo a los ojos—, ¿y si lo matabas? Dime, ¿habrías sido capaz de
asesinarlo? ¿Habrías sido capaz de cometer tal atrocidad?

Yoongi respiró hondo. Si tan sólo supiera lo que él era.

—Responde —exigió el omega.

-Sí, habría sido capaz. Todo aquel que se mete conmigo o con mi omega las paga.

Jimin lo miró horrorizado y, a la vez, enojado. Pero, entonces, el pánico lo abordó.


—¿Ya... y-ya has asesinado a-antes? —interrogó con un hilo de voz, asustado por la
respuesta.

—Hablaremos de esto cuando lleguemos —decretó Jimin manteniendo una fría


expresión en el rostro, pensando seriamente en que ya era hora de contarle a Jimin
acerca de su trabajo.

—¡No! ¡Dímelo ahora! ¡Yo no pienso llegar a ningún lado contigo si eres un...!

—Nos están siguiendo —espetó, de pronto, Taeyang, quien conservaba su apacible


postura en al asiento del conductor.

Aquella información volteó por completo la situación. Jimin se alarmó al percibir el


repentino cambio de actitud que tomó Yoongi luego de haber echado un vistazo por la
ventanilla trasera del auto.

Taeyang se desabrochó el cinturón de seguridad y, tras ponerlo en marcha


automática, se trasladó con prisa al asiento del acompañante, quitando una
metralleta de algún lugar, dejando a Jimin impresionadísimo. Enseguida, Yoongi pasó
con agilidad hacia adelante, acomodándose frente al volante.

—¡Abajo, Jimin! ¡Resguárdate lo más abajo que puedas! —demandó el de ojos


oscuros, alterado, subiendo su autoritario tono de voz a la par que aceleraba
notablemente.

El omega estaba asustado. Demasiado asustado. Por lo que, luciendo como todo un
sumiso, obedeció sin replicar. Ubicó su cuerpo debajo del asiento trasero, temblando
hasta la médula. Las ganas de llorar volvieron, y lo hizo. Lloró sin filtro, muriéndose
de miedo y el pánico se incrementó al escuchar el tiroteo.

Jimin quiso aferrarse a algo con fuerza, pero no había nada más que él mismo. Así
que se abrazó a sí mismo como le fue posible en tan estrecho lugar, deseando que
aquella pesadilla acabara.

Balas impactaban contra el auto, mas ningún vidrio se quebraba, ni ninguna goma se
pinchaba. Era un vehículo blindado. Por lo tanto, permanecía intacto y ellos a salvo
mientras no se estrellaran. Eso les costaría la vida a los tres -cuatro-, dado que la
única desventaja de un auto blindado era esa: un vuelco y se volvería una maquina
mortal.

Por dicha razón, Yoongi se concentraba en conducir lo más prudente que le era
posible dentro de aquella peligrosa persecución. Ejecutaba inteligentes maniobras a
alta velocidad, esquivando todo aquello que apareciese en su camino.

Entretanto, Taeyang se encargaba de contraatacarles a disparos, asomándose con


precaución por la ventana abierta. Pero los otros no solo les disparaban, sino que le
arrojaban explosivos también, las cuales explotaban cerca suyo.

Jimin cerraba los ojos con fuerza, tapándose los oídos, sintiendo su pecho siendo
comprimido por el pánico. La muerte lo estaba acechando de cerca, atormentándolo,
haciéndole creer que, tal vez, esos iban a ser sus últimos minutos de vida.

Voten y comenten.
||Veintisiete||

Jimin permaneció con sus ojos cerrados por un tiempo que le pareció eterno. Por un
momento que le resultó interminable. El miedo que le penetró sin rastros de
amabilidad hizo que colapsara todo en su interior, obsequiándole el acceso directo a
una grave crisis emocional.

Por su mente transitó la mayoría de aquellos recuerdos que le marcaron de por vida,
buenos y malos, dándole un completo resumen de sus cortos años residiendo en el
mundo. Y lloró; lloró por absolutamente todo, mientras su cuerpo se sacudía por los
bruscos movimientos del auto.

De fondo escuchaba el inquietante sonido del peligro. Disparo tras disparo en medio
de insultos en italiano. Algo impactó contra ellos desde atrás. Jimin no supo si eso
había sido producto para perder el control, pero, de pronto, sintió como si estuviese
metido dentro de una atracción de algún parque de diversiones, a punto de vomitar
por las vueltas que estaba dando.

Todo se detuvo tras segundos de la gran revuelta que sufrió su estómago. Percibía la
bilis en su garganta. Quería bajarse, quería salir. Él no tenía nada que ver allí, ¿no
podían solo abrirle la puerta y dejarle escapar por su cuenta?
El tiroteo no cesó. El auto retrocedió. Yoongi dio marcha atrás a toda velocidad,
realizando un rápido y eficaz movimiento con el volante para que el vehículo volteara
y regresara a aquella ruta en la que se habían infiltrado.

Había sido un muy grave error haber salido sin el acompañamiento de sus demás
hombres para protegerlo. No pensó que habría sido necesario tratándose de una
repentina salida nocturna que no estaba en los planes de nadie, más que del omega.

¿Cómo había sido posible que descifraran su ubicación si al abandonar la mansión se


habían tomado ciertas medidas preventivas para evitar seguimientos? ¿Por qué
presentía que mandaría a asesinar a uno de su equipo por esto? Pero, ¿a quién?
¿Quién podría haberlo traicionado si los únicos que sabían con exactitud el sitio a
donde iban eran Taeyang y Jimin.

Taeyang y Jimin.

Su mente comenzó maquinar centenares de suposiciones. Algunas más descabelladas


que otras. Pero la rabia sólo contaminó su ser cuando su imaginación lo llevó a pensar
en la idea de ellos dos, no solo uniéndose a sus espaldas para traicionarlo, sino
también siendo amantes. Y eso no fue bueno al encontrarse frente al volante,
huyendo de una peligrosa persecución.

Su concentración se vio afectada por tener su mente enfocada en aquel destructivo


pensamiento, lo cual pudo costarle la vida de no ser porque el alfa a su izquierda giró
el volante repentinamente hacia un lado, salvándolos de estrellarse de lleno contra
otro auto.

Fue entonces cuando lo miró, abatido por la situación. Allí estaba su más confiable
guardaespaldas, tomando el control que él había estado a punto de perder. Recibió
una mirada de confusión por parte de Yoongi, quien no tardó en regresar su vista al
frente, manipulando el volante con una sola mano desde su lugar.

Estaba herido. Yoongi lo supo al divisar la mano ensangrentada del alfa. Llevó su
mirada al cuerpo de Taeyang y, al instante, reparó el disparo en su hombro izquierdo.
La culpa lo arribó de inmediato. ¿Cómo había sido capaz de dudar de él cuando en
ese mismo momento estaba dando su vida por protegerlo?

Volvió a sujetar el volante con sus dos manos, diciéndole a Taeyang que no se
preocupara y que sólo se encargara de detener su hemorragia. Estaba decidido a
ocuparse por completo de la situación, al menos hasta que el resto de sus hombres
llegaran.

Y Jimin pensó que ya estaban acabados.

Definitivamente, era su fin.

Sin embargo, en un momento dado, después de quien sabe cuanto tiempo más de
tensión, el auto se detuvo. Jimin entreabrió los ojos al percibir que el mismo no volvía
a arrancar. Una de las puertas traseras se abrió y el omega se asustó.

—Ven, Jimin, rápido —escuchó la voz acelerada y firme de Yoongi, lo cual tranquilizó
por completo a su omega interior.

El susodicho lo ayudó a abandonar el auto. Lo cargó entre sus brazos, sujetándolo


con seguridad contra su cuerpo.

Rápidamente, se trasladaron a otro coche que aguardaba a un costado. Apenas


entraron en la parte trasera, el mismo aceleró sin darles siquiera tiempo para
acomodarse mejor. Mas no importó, pues ninguno de los dos pretendió separarse del
otro.

Jimin calmó sus sollozos de a poco, sintiéndose muchísimo mejor al encontrarse


protegido entre los brazos de su alfa. Su rostro se escondía en el cuello del mayor,
aspirando el sólido aroma de este. Olía a tormenta y océano, salpicado delicadamente
de tabaco con rastros de café fuerte y amargo.

La calidez lo rodeaba. Su olfato embriagado del olor de su alfa le provocaba cierta


amnesia, cierta anestesia. Ya no había dolor, ya no había recuerdos. Era solo él
flotando en alguna parte del cielo, con su alma envuelta de paz y armonía.

Cerró sus ojos y se dejó llevar por aquel sentimiento, relajándose, tornando su
respiración profunda y calmada. Y de ese modo acabó quedándose dormido.
La desorientación se infiltró en su ser al abrir pesadamente los ojos. Su somnolienta
mirada se topo con Yoongi, quien lo estaba arropando con cuidado. Fue allí cuando se
percató que estaba sobre la cama de la habitación del alfa.

—Yoon... —murmuró, su voz sonó ronca y apagada, su garganta estaba muy seca.

—Shh, tranquilo. Ya estamos bien, bebé, descansa —susurró el pelinegro, para luego
depositarle un suave beso en la frente.

Jimin se estiró debajo de las sabanas con pereza, intentando recordar qué había
pasado. Se acurrucó contra la almohada, bostezando, enfocando su mirada en el alfa,
el cual se estaba desvistiendo cerca de la cama.

Frunció el ceño al divisar manchas enrojecidas en la nívea camisa de Yoongi. Se


alarmó de inmediato al asociarlas con la sangre, por lo que se incorporó de golpe,
preocupado.

—Relájate, no es mía —aclaró el alfa, terminando de quitarse aquella prenda, la cual


no tardó en caer al suelo—. En definitiva, no saldremos más.

¿Salir? Y entonces lo recordó. La salida al bar. La persecución. Los disparos...


¡Namjoon! Oh, mierda. Tenía que hablar con sus amigos cuanto antes. Debía saber
como estaba Namjoon, ¿lo habrían llevado a un hospital? ¿y si todavía seguía tirado
allí?

Jimin saltó de la cama con intranquilidad y se dispuso a buscar su celular con


verdadera impaciencia.

—¿Qué mierda haces? —preguntó Yoongi, molesto, al verlo revolver la cosas de la


mesita de noche.

—¿Y mi celular? —cuestionó el omega con enfado, mientras se colocaba de rodillas


para mirar debajo de la cama.

—Si no sabes tú, menos sabré yo —espetó secamente, sacando del armario una
camiseta lisa y unos pantalones de pijama.

—¡Oh, mierda! ¡Ha quedado en el bar junto con mi abrigo! —recordó Jimin, ofuscado,
enterrando los dedos entre sus rizos en un acto de pura frustración.

—Mañana te compraré otro, deja de preocuparte por un aparato de mierda.

—¡Lo necesito ahora, maldición! ¡Necesito saber qué pasó con Namjoon! ¡Tu eres un
completo imbécil! ¡No debiste golpearlo tanto! ¡Ni mucho menos sacar tu maldita
arma! —gritó totalmente fuera de sí—. ¡¿En qué mierda pensabas, Yoongi?! ¡Es mi
amigo!

—¿Yo soy el imbécil cuando él fue quien intento sobrepasarse contigo? ¡Oh, vamos,
se lo merecía! —se defendió el de ojos negros tras colocarse la camiseta.

—¡Tú eres el imbécil por pretender dispararle! Oh, y eso me recuerda que nos ha
quedado una conversación pendiente. Ya mismo dime si has asesinado a alguien
antes... ¡Dímelo! —exigió Jimin, impaciente, teniendo su mirada cargada de veneno.

—¡Claro que he asesinado antes! ¡Y lo haré cuantas veces lo crea necesario! ¡Es parte
de mi trabajo, Jimin! ¡¿Dónde mierda te crees que estás metido?! ¡¿Acaso tu piensas
que me cargo el arma sólo para asustar?!

La rabia huyó al instante, siendo la misma reemplazada por el total desconcierto. El


omega perdio el aliento al escucharlo decir aquello, quedándose petrificado en su
lugar, mientras digería las impactantes palabras del alfa. El temor se reflejó con prisa
en su rostro. Jimin agachó la cabeza, abatido y algo asustado.

—¿C-cual es tu tra-trabajo? —se animó a preguntar este, hablando bajito, sin


atreverse a mirarlo de frente.

—Me encargo de atender negocios ilegales —dijo, sin más, mostrándose impasible
ante el asunto.

—¿N-negocios ilegales? —repitió el omega con la voz temblorosa, intentando


entender a qué se refería.

—Tráfico de drogas, prostitución, lavado de dinero, entre otros —reveló Yoongi


manteniendo una neutra expresión, como si no le afectara en nada confesar aquello.
Y en verdad era así.

Y Jimin sólo podía pensar en que no era posible. Le resultó muy difícil creerlo, hasta
que su mente lo llevó a pensar en todas aquellas situaciones vividas con Yoongi en las
que claramente se veía expuesto las consecuencias de su trabajo.
La noticia lo dejó sin habla. Pasmado, tomó asiento en el borde del colchón y se
quedó tieso, mirando hacia un punto fijo sin saber qué hacer. Estaba aturdido,
anonadado, ciertamente atemorizado.

—Mi familia y yo formamos parte de una organización mafiosa italiana, la Sacra


Corona Unita. No es tan complicado adivinarlo si usas sentido común. Yo pensé que lo
habías descubierto por tu cuenta hasta que te lleve a casa de mi padre. Fue cuando
reparé en que no tenías ni idea de en dónde estabas metido.

El omega pestaño, absorbiendo la información, pero no se movió. Continuó


observando aquel punto cualquiera de la recamara, con su rostro pálido y sus labios
resecos.

—Jimin, yo... —el alfa respiró hondo, sintiéndose algo afligido y apenado. Se acercó
despacio hacia el menor y, con algo de temor, se sentó a su lado—. Sé que lo que te
estoy diciendo es bastante fuerte, pero debes entender que los asesinatos que he
cometido no fueron por azar. Nunca he matado por simple maldad, siempre hubo una
razón. Todos fueron por asuntos de negocios o por defender a los míos. Jamás porque
se me diera la gana y ya... Y Jimin, tú... tú eres mi omega y si alguien te agrede, mi
instinto extremadamente sobreprotector querrá hacer de las suyas.

Yoongi quiso tomar con suavidad una de las manos del rizado, quien seguía
sumergido en su estado de profundo desconcierto, sin embargo, apenas rozó con sus
dedos la fría piel del omega este reaccionó de inmediato, apartando asustadamente
su mano.

No quería que lo tocara. No quería estar cerca de él. No quería seguir viviendo allí.
Deseaba irse, deseaba correr, deseaba escaparse del siniestro lugar en el que se
había adentrado. Pero tenía demasiado miedo.

Estaba tratando con un asesino; con un mafioso, con un tipo que podría asesinarlo en
cualquier momento. Su cuerpo entero temblaba, aterrado. Ya no confiaba en él, ya no
creía en su palabra. ¿Cómo no se lo había dicho antes? ¿Cómo se lo había ocultado
durante todo aquel tiempo?

—Jimin, por fav...

—Qui-quiero d-dormir —tartamudeó, luego de haber tragado en seco, nervioso.

En realidad, no quería dormir. Sólo quería que se hiciese de día para que el alfa se
fuera y él pudiera huir o esconderse o buscar algo con qué defenderse, lo que fuera.

Yoongi asintió, desolado, entendiendo que era mejor no insistir y otorgarle su tiempo
para que terminara de procesarlo todo.

Suspiró, melancólico, y se levantó. La idea de que Jimin ya no lo quisiese o que, peor


aún, le tuviese terror por aquella noticia, le espantaba y aseguraba que por tal motivo
no lograría conciliar el sueño esa noche.

¿Por qué sentía que todo lo que había construido con Jimin se había desmoronado por
completo? ¿Por qué sentía que Jimin ya nunca más volvería a mirarlos con los mismos
ojos? ¿Ese era su fin? Todo parecía indicar que, en efecto, así era.

El omega se metió en la cama despacio y, dándole la espalda, se hizo un ovillo muy


en el borde de la misma, ocupando, de ese modo, un mínimo espacio. Jimin procuró
estar lo más alejado posible del alfa, y esperaba que este comprendiera que no tenía
ánimos de que durmieran abrazados como solían hacerlo.

Fue un grandísimo alivio para él darse cuenta que Yoongi ni siquiera trató de
acercarse, lo cual agradeció enormemente.

Como era previsto, no consiguió dormir en toda la noche. Su mente no cesaba de


reproducir aquellas reveladoras palabras que había expresado el alfa con suma calma,
como si fuese algo tan casual, algo tan natural.

Sus pensamientos viajaron a gran velocidad, chocándose, mezclándose,


interponiéndose entre sí. Crearon una enorme bola de suposiciones que no hicieron
más que atormentarlo, confundirlo, inundarlo de dudas y de cuestiones que se le hizo
imposible resolver.

Todo este tiempo había estado durmiendo con un mafioso. Habia estado acostándose
con un tipo realmente peligroso. ¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Cómo había sido
tan estúpido para no advertirlo? Su omega amaba a un asesino; su vientre albergaba
al cachorro de un jodido asesino.

Le costó una madrugada entera asimilarlo.

Yoongi no trabajaba los domingos. Sin embargo, y a pesar de no haber obtenido


siquiera un minuto de descanso, decidió levantarse poco antes de que el sol
destronara a la luna del cielo. No se sentía bien. Los ojos le pesaban, la fuerza le
fallaba y un dolor agudo en el pecho le asfixiaba.

Fue directo al baño darse una ducha rápida. Jimin lo observó salir al rato con una
toalla envuelta en su cintura y otra más pequeña sobre sus hombros, con la que se
secaba mechones de su húmedo cabello. El omega aun seguía en la cama, casi sin
haberse movido de la posición en la que se había acostado.

Sus ojos hinchados y enrojecidos contemplaban con cierta dificultad la figura


semidesnuda de Yoongi. En silencio, lo vio vestirse con ropa ligera, pero Jimin ya no
lo veía del mismo modo que antes. No veía a Yoongi, veía a un siniestro asesino.

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando el alfa llevó su mirada hacia él.
Rápidamente, se encogió sobre sí mismo, tapándose aún más con el edredón, como si
buscara esconderse del monstruo que de niño lo acechó.

Yoongi suspiró, entristecido y abandonó la habitación, desairado. No había duda,


había arruinado su relación con Jimin a pocos días de marcharse. ¿El omega aún
querría que lo buscara al regresar a Inglaterra? De seguro que no, y lo entendería.
Del mismo modo que entendería si Jimin ya no volvía a hablarle con atrevimiento,
sino con miedo o timidez.

Jimin se sintió a salvo cuando descubrió que Yoongi se había ido. Se estiró en la
cama, colocándose libremente en otra posición. Cerró los ojos e intentó dormir, pero
los recuerdos comenzaron a taladrarle la cabeza al instante sin permitirle un segundo
de paz.

Estuvo alrededor de media hora dando vueltas en la cama, hasta que, fastidiado, se
levantó, dispuesto a analizar con calma la situación. Se encaminó al cuarto de baño
con ánimos de llenar la enorme tina de agua caliente para quedarse allí sumergido
por un largo tiempo.

Ni siquiera tenía idea de qué hora era, pero sabía que aún no se había asomado el
sol. Y allí estaba, en medio de la madrugada, tomando un relajante baño de espuma.

Una de sus manos acariciaba su vientre parcialmente plano debajo del agua, mientras
pensaba en el bebé, en Yoongi y en todo lo sucedido durante su estadía en aquella
mansión.

Recordó aquella primera cena a la cual Yoongi lo llevó. ¿Por qué en ningún momento
se percató que los alfas de la mesa tenían toda la pinta de ser mafiosos italianos?
Hasta Yoongi poseía aquel aura intimidante y peligroso digno de un alfa mafioso que
pondría de rodillas a cualquier omega.

Sin embargo, desde los dieciséis años, Jimin nunca se había dejado intimidar por
ningún alfa, y Yoongi no fue la excepción.

Aunque en escasas oportunidades se vio obligado a doblegarse ante este, Jimin le


había demostrado a la perfección que él no era omega posible de domar. Y si antes
no le había temido, ¿por qué ahora sí?
Yoongi podía ser un mafioso, un asesino, un criminal, pero era su alfa. ¿Acaso Yoongi
no le había salvado la vida varias veces? ¿Acaso Yoongi no lo había aceptado tal cual
era, con todos sus defectos e imperfecciones? ¿Acaso no lo había cuidado y llenado de
amor las últimas semanas? ¿No le había cantado para hacerle dormir cuando casi
había sido violado? ¿Qué clase de mafioso malvado le cantaría a su omega
despiadado?

Esa misma noche, horas antes, Yoongi le había confesado que lo amaba, y él no
dudaba de eso. Entonces, ¿por qué habría de tenerle miedo? ¿Es que había olvidado
que era la debilidad del alfa?

Jimin suspiró, asegurando que fue una gran estupidez el hecho de pensar que Yoongi,
por ser un jodido mafioso, le haría daño. Era realmente estúpido. Es decir, si ya no lo
había asesinado antes por su atrevida e insolente actitud, ¿por qué lo haría ahora? No
tenía rastros de sentido.

Su confianza hacia el alfa resucitó instantáneamente. Mafioso o no, su omega lo


amaba. Sabía que estaban destinado a serlo, y aunque sonara muy cursi, ya no se
imaginaba una vida sin su alfa a su lado.

El amor de Yoongi había sido lo mejor que le había pasado en su maldita vida cargada
de sufrimiento. Nunca lo había querido admitir, pero su divertida y alocada vida de
fiestas, de tragos combinados con droga, no había sido más que una capa para cubrir
el dolor de sus tantas heridas que le había dejado su pasado.

La violencia de su padre, el absoluto repudio del mismo, el desamparo en la calle, la


violación, el doloroso rechazo de su primer amor. Todo su sufrimiento había sido
causado por malditos alfas. Alfas que lo guiaron directo a una cruda realidad de la
cual escapaba por medio del alcohol y los porros.

Jimin siempre había ansiado llenar aquel vacío que contenía su interior, y no halló
alternativa diferente más que rebosarse de sexo y de aquellas sustancias dañinas.
Hasta que cayó en manos de Yoongi; en manos de su alfa, aquel bonito e increíble ser
que había sido capaz de llenar aquel hueco que habitaba en su alma.

Un mafioso y millonario alfa italiano, duro y seco por fuera, pero dulce y cariñoso por
dentro, le había hecho caso al destino y lo eligió a él para ser aquel afortunado omega
que contara con el privilegio de compartir su vida al lado de un poderoso, y a la vez
mimoso, alfa. Yoongi decidió conservarlo cuando el rizado nada tenía por ofrecerle,
cuando el mismo Jimin le habia confesado sus defectos y desgracias.

¿Por qué él no podía hacer lo mismo? Si Yoongi lo había aceptado con cada una de
sus notables imperfecciones, ¿por qué él no podía aceptar a Yoongi también, con su
horrible trabajo incluido?

Inhalo profundo, aún acariciando su muy pequeña pancita, mientras jugueteaba con
la espuma que flotaba sobre la calidez del agua que llenaba la bañera.

—¿Qué hago, bebé? No quiero separarme de tu papi —dijo, hablándole a su cachorro


con la tristeza resbalándose de entre sus labios—, y aseguro que tú tampoco... Sé
que te mereces crecer junto a los dos, pero él se irá, nos dejará, ¿qué se supone que
haremos? Yo quiero que tengas una vida linda, no como la mía, quiero que lo tengas
todo y que nunca tengas que pasar por lo que yo pasé. Con el dinero que Yoongi me
de estaremos bien, pero yo no quiero su dinero, lo quiero a él... aunque... aunque sea
un... un...

Su estómago emitió un leve ruidito, haciéndole entender que tenía hambre.

—Ugh, ¿por qué solo piensas en la comida? Te estoy hablando de algo importante,
¿comprendes? —reprocho Jimin, negando con la cabeza, para luego sonreír de lado,
divertido, pensando en lo tonto que se debía ver charlándole a la nada.

Fue entonces cuando se percató de que aquella era la primera vez que le hablaba a
su cachorro. Y por alguna razón, descubrió que se sentía realmente bien hacerlo.
Quizás porque era consoladora la idea de pensar que, aunque se encontraba solo, no
estaba solo. Había una vida más dentro de él. Un pequeño y precioso ser crecía en su
interior, acompañándolo.

Un enorme sentimiento de profundo cariño nació en él. Colocó sus dos manos en su
abdomen y miró directo hacia allí, dibujando una genuina sonrisa con la comisura de
sus labios. Quería tenerlo, quería cuidarlo, quería amarlo. Y lo haría.

—Como sea, tú ganas, iremos a robar algo de la cocina —decretó, sonriente—. Pero...
pero, ¿qué haré con Yoongi? —cuestionó afligido al recordarlo, borrando su sonrisa—.
No quiero que se marche, ahora más que nunca quiero que se quede a nuestro lado.
Pero tampoco deseo que le hagan daño. Mierda, ¿por qué quieren asesinarlo? ¿Por
qué a él? ¿Por qué no al idiota que se lleva mal con Yoongi?

Jimin soltó un resoplido. Él ansiaba obtener respuestas de sus interrogantes y estaba


dispuesto a conseguirlas. Buscaría a Yoongi luego de comer algo. Lo buscaría y
permitiría que todas sus dudas fluyeran en voz alta.

—No lo repetiré, tienes que salir del país cuanto antes —habló solemne aquel
elegante alfa, sentado en uno de los sofás del despacho de Yoongi, con un cigarrillo
encendido entre sus dedos.

—No reprogramaré mi viaje, es mi última palabra —sentenció el pelinegro tras haber


dado un largo sorbo al tercer café de la mañana.

El cansancio que cargaba su organismo se reflejaba fácilmente en su semblante. Los


ojos los tenía hinchados, sus parpados pesados. Unas marcas violáceas se
concentraban debajo de sus negrunos orbes, delatando su falta de sueño.

—Careciendo de la presencia de Taeyang estarás perdido en las calles, ¿qué harás?


¿quedarte encerrado aquí hasta el próximo jueves? Porque, te lo aseguro, si optas por
quedarte no podrás abandonar la mansión. Te tienen verdaderamente vigilado y a
estas alturas, con tus hombres más confiables heridos, no dispones de total
seguridad.

—¡Me quedaré encerrado, entonces! Sólo déjame de fastidiar...

—Ese no es el punto, Minutos Yoongi—espetó—. Tu seguridad esta debilitada, ¿cómo


te lo hago entender? Están acabando con tus mejores guardaespaldas, ¿a cuántos
más piensas perder por tu puto capricho de permanecer en el país? Vamos, joder,
¿que ha sucedido con el astuto y prudente joven Min Yoongi? ¡Ya deberias haberte
marchado hace semanas!

—El astuto y prudente joven Min Yoongi se enamoró.

—¡Oh, mierda! ¡¿Es por el estúpido omega?! Joder, hombre, ¡marcalo y llévatelo!

Yoongi le rugió, furioso, malhumorado, horriblemente fastidiado.

—¡No le digas estúpido! —gruñó—. ¡Y si claro, como si fuera tan fácil, maldita sea!

Su alfa interior quería llorar de solo recordar la atemorizada reacción que habia tenido
Jimin aquella madrugada, cuando sólo lo miró, anhelando acercarse. Sí, Yoongi era un
monstruo, mas no uno realmente malo. Solo cumplía con su trabajo.

—Te asesinarán si continuas con esa ridícula actitud. Ni siquiera guardo la certeza de
que estés del todo seguro aquí mismo. Con lo mal que está el asunto, no tardarán en
infiltrarse en la mansión.

—Eso no sucederá —refunfuñó Yoongi con el ceño fruncido.

—No te confíes. Están ofreciendo sumas grandísimas de dinero con el objetivo de que
se pasen al otro bando, sumas mucho más grandes de las que tú ofreces. Un
guardaespaldas digno lo rechazaría por respeto a su jefe, pero todos tus dignos
hombres están en hospitales o, peor, bajo tierra. ¡Morirás! ¿Y sabes? No me quedaré
aquí para verlo.

Dicho eso, aquel alfa de elegante vestimenta y dura expresión, se levantó de su sitio,
sin antes haber apagado su consumido cigarro en un cenicero, y se dispuso a
encaminarse hacia la salida.

—Nosotros hemos hecho todo lo posible por conservar tu bien estar, Yoongi, pero si
tú no colaboras de nada habrá servido nuestro empeño y no habrás sido más que una
puta perdida de tiempo y una completa deshonra. —anuncio, un momento antes de
desvanecerse tras la puerta.

Yoongi se quedo estático, sentado en su asiento de cuero. Debido a su alto estado de


cansancio su sistema funcionaba con lentitud, por lo que le costo un buen rato
procesar bien las palabras escuchadas. Sin embargo, no les dio la importancia
necesaria.

Bostezó. El sueño le aniquilaba. Iría a acostarse, ya no resistía mucho más. Con la


pereza atada a sus pies, caminó hasta su habitación. Al llegar, se encontró con que
Jimin aún yacía en la cama, al parecer, dormido.

No le prestó tanta atención, hasta que se acercó. Fue entonces cuando advirtió que
había algo raro. El omega aparentaba estar desnudo. Si bien, el edredón solo le
cubría hasta la cintura, la pálida piel de su espalda relucía bajo la luz de la mañana.

Sin embargo, eso no fue lo único que le llamo la atención. Habia algo mas. Algo
felpudo se asomaba por debajo de las mantas.

Extrañado, Yoongi lo destapó. Sus ojos se abrieron por completo al comprobar que,
efectivamente, Jimin se encontraba desnudo y no solo eso, sino que tenía insertado
en medio del trasero un dilatador anal con una larga y peluda cola de animal.

Sorpresa :3
Linda noche, tarde, día :)
[Si hay errores me avisan]
||Veintiocho||

Jimin había desayunado, había saciado el hambre que poseía. Sin embargo, su
apetito por recolectar respuestas continuaba allí, intacto, puesto que no había tenido
la suerte de toparse con Yoongi por ningún lado.

Una de las empleadas, poco después, le informó que el alfa se encontraba en su


despacho, aparentemente, ocupado. Jimin no quiso entrometerse, por lo que decidió
esperarlo en la habitación.

No creía que se tardaría mucho, pues aquella misma empleada le había mencionado
también lo cansado que este se veía, como si no hubiese dormido nada y muriese por
echarse a la cama. Así que el omega se imaginó que en cualquier segundo, guiado
por el sueño, Yoongi atravesaría la puerta para intentar dormir.

Lo esperó por un largo y aburrido rato, pero nada. Sus ojos querían cerrarse del
cansancio que habían adquirido. Estaba claro, terminaría durmiéndose si no hacía
algo entretenido hasta que, al fin, su alfa llegara.

Y, visto que no tenía nada más que hacer, se dispuso a jugar con su cuerpo. Comenzó
a tocarse sensualmente, permitiendo que sus propios dedos, atrevidos y vigorosos, se
infiltraran por debajo de su ropa. Se desnudó de a poco, imaginándose de un modo
tan vívido que se encontraba en compañía de Yoongi.

Recostó su espalda en la cama, cerró los ojos y gimió, echando su cabeza hacia atrás,
excitándose con la imaginaria imagen de Yoongi desnudo sobre su cuerpo. Su mente,
en aquel íntimo momento, solo podía ser capaz de pensar en el alfa, acomodado
entre sus piernas abiertas, arrastrando su lengua por su cuello, mordisqueándole la
sensible zona hasta dejársela marcada, luego bajando por su pecho y abdomen
regalándolo de besos y mordidas. Lo imaginó succionando la piel de sus muslos
internos, mientras le separaba más las piernas para poco después llevar su boca al
humedecido agujero de su trasero.

Jimin gimió en voz alta cuando su propio dedo rozó su entrada. En su mente, aquel
tacto había sido el de la insaciable lengua del alfa, la cual había empezado a lamerlo.
Su dedo entró apenas un poco. Jimin jadeó, arqueándose, mordiéndose el labio
inferior, sintiendo como las vibraciones de anticipación lo llenaban.

La habitación rebosaba de sus feromonas de excitación.

Su dedo entró por completo y empezó a moverlo en su interior, estimulándose. No


tardó ingresar un segundo dedo, haciendo los movimientos un poco más profundos y
acelerados. Dejó pasar a un tercero, intensificando el placer.

Sus dedos lo penetraban con fuerza, mas no era suficiente. Ni siquiera añadiendo el
cuarto fue suficiente. No alcanzaba su punto más sensible, aquel que Yoongi siempre
lograba empujar con su miembro, enloqueciéndolo, extasiándolo, llevándolo a la
mismísima gloria.

Jimin no podía satisfacerse. Y aquel fue el duro golpe que lo bajó de su nube de
ilusión. Gimoteó lastimeramente cuando, su mano cansada, ya no podía más. Quitó
sus dedos, frustrado, haciendo un puchero con sus labios al sentirse tan urgido. Su
cuerpo ansiaba más, suplicaba más.

Necesitaba a su alfa. Necesitaba tener sus apasionados besos, sus encantadores


toques, su placidas succiones. Necesitaba olfatear su potente aroma, oír sus gemidos
mezclados con gruñidos. Necesitaba sentirlo dentro suyo.

Pensó que al alfa llegaría en el momento justo. Pero allí estaba, solo, desnudo,
desilusionado, sexualmente frustrado.
Fue al baño a lavarse las manos. Al volver, rebuscó en su armario alguna prenda de
lencería que no haya utilizado antes con Yoongi. Pensaba en irse a dormir, mas no se
pondría su pijama. Se pondría solo unas de sus bragas.

Aseguraba que sería totalmente sexy que el alfa lo descubriera durmiendo en


lencería. No, por supuesto que no se daría por vencido. El quería tener sexo. Y no
habría mejor manera de despertarse que teniendo al alfa entre sus piernas.

Sin embargo, su idea se fue al demonio al encontrarse con aquel dilatador anal con la
adorable colita de animal. Alzó una ceja y sonrió de lado, pícaro.

Yoongi se quedó absorto. El asombro no caía de su rostro. Parpadeo seguidamente,


comprobando que lo que sus ojos admiraban no era simple obra de su mente. O
quizás, solo estaba alucinando. Porque no podía ser real.

Es decir, ¿acaso Jimin no le tenía miedo?, ¿no estaba completamente asustado de él?
¿Por qué ahora aparecía desnudo en su cama y con esa cosa en el trasero que había
hecho que su miembro endureciera?

Su desconcertada mirada no lograba apartarse de la delicada y preciosa silueta del


menor. Estaba maravillado. Su omega no hacía más que desbordar belleza y encanto.
Yoongi permaneció quieto, embobado, adorando cada centímetro de su pálida piel.

Un cúmulo de sensaciones le recorrió el cuerpo entero, pero ya nada tenía que ver
con el deseo. Los pensamientos depravados se marcharon, llevándose con ellos la
excitación. No lo miraba como si ansiara follarlo, lo miraba con admiración, con
ternura, con amor.

Anhelaba dejarle besitos en toda su piel, darle suaves caricias y envolverlo entre sus
brazos por el resto de su vida para que ya nadie pudiese hacerle ningún tipo de daño.

Ante sus ojos, Jimin era como un costoso y extraño cuadro de pintura, no lo entendía
por mas vueltas que le diera, pero no dejaba de ser valioso y más que precioso. Jimin
era arte puro. Y el arte no necesitaba ser comprendido, necesitaba ser sentido.

El omega se removió, algo adormilado, y el dilatador se salió de su entrada cayendo


en la cama. Abrió los ojos despacio, estirándose. Una débil sonrisa se asomó en su
somnoliento rostro al olfatear el singular aroma de su alfa.

Se incorporó perezosamente, para luego arrodillarse sobre las sábanas frente a


Yoongi, dejando su trasero reposando entre sus tobillos. Se talló los ojos, luciendo tan
tierno y adorable que el alfa creyó no ser capaz de soportar tanta dulzura junta.

Los ojos del omega lo miraron sin siquiera rastros de miedo. No había gota de temor
en su expresión adormecida, y aquella pequeña sonrisa solo le indicaba que estaba
feliz de verlo. Jimin estiró sus brazos hacia él, abriendo y cerrando sus deditos,
haciéndole entender del modo más aniñado posible que quería que se acercara y lo
envolviera entre sus brazos.

Y así lo hizo Yoongi. Enternecido hasta la médula, el alfa se aproximó despacio hacia
el bonito ser. Se subió en la cama, pasando sus brazos por los costados del menor,
rozando la desnudez de su piel con suavidad, uniendo sus bocas en un delicado beso
que Yoongi lo sintió como un verdadero sueño.

Lo besó, derramando todo aquel amor que guardaba en su interior, hasta que el
omega se reencontró con las sábanas debajo de su espalda.

—¿Qué pasa contigo, Jimin? —murmuró el pelinegro sobre los labios del otro,
teniendo su cuerpo apegado al de este.

Yoongi lo miraba desde arriba, contemplando las hermosas facciones de su omega,


cuyos ojos rebosaban de un especial brillo que, por primera vez, no anunciaban
deseo.

—Lo siento, Yoon —susurró el rizado sin despegar su mirada de los oscuros orbes del
alfa, mientras sus dedos se enredaban entre los mechones del mismo.

—Pero es que no te entiendo, bebé. Me confundes mucho, y no es la primera vez que


lo haces... ¿Por qué tu actitud suele cambiar tan drásticamente de la noche a la
mañana? ¿Tienes algún problema...? No lo sé, ¿eres bipolar o algo así?

—No —Jimin se carcajeó—. El único problema que tengo es el de ser un tonto que
tarda en darse cuenta de las cosas cuando está equivocado. Yoongi, desde que te
conocí vivo peleándome con mi omega por ver que es lo mejor. Siempre actúo por
impulso, tomando erróneas decisiones, pero luego de pensarlo bien acabo cediendo
ante mi omega, volviendo a ti otra vez. Y de verdad lo siento... Deberías odiar al
destino por haberme seleccionado a mi como tu omega.

El alfa negó con la cabeza, sonriendo con algo de diversión.

—No lo odio, al contrario. Idiota o no, no te cambiaría por ningún otro, bebé
—expresó con sinceridad, manteniendo aquella alegre sonrisa y lo besó con
entusiasmo, demostrándole cuanto lo quería.

Pronto, los labios del alfa descendieron por la mandíbula del bonito omega de ojos
miel, llegando al instante a su cuello, apoderándose de aquella zona con sus besos. Y
allí estaban, como de costumbre, las jodidas ansias que provenían de su alfa interior
de marcar al omega, enlazándolos.

Respiró hondo, aprovechando para llenar su olfato del maravilloso aroma de su bebe,
y se apartó con una pizca de frustración del cuello del otro.

—Entonces, teniendo en cuenta lo que te he dicho anoche, ¿no me detestas, ni me


tienes miedo, ni nada? —quiso saber Yoongi cuando levantó la mirada hacia los ojos
del rizado.

Jimin titubeó, sin embargo acabó contestando negativamente con un gesto de la


cabeza.

—Nunca me harías daño, ¿verdad? Por más... p-por más enojado que estés...

—Nunca —aseguró con convicción el alfa, volviendo a unir sus labios una vez más—.
Te has convertido en mi vida, ¿entiendes? En mi tesoro más preciado, aquel que
ansío resguardar de todos para que nadie siquiera intente quitármelo o lastimarlo.

Un leve sonrojo asomó por las mejillas de Jimin, quien sonrió con cierta timidez.
Yoongi amó verlo de aquella forma.

—¿Sabes? Te mentí. Si te detesto. Te detesto por ser tan malditamente cursi y hacer
encender mis mejillas —reprochó el menor intentando suprimir su tonta sonrisa—.
¿Por qué mejor no me enciendes de otra manera, eh?
Yoongi soltó una ligera carcajada, al tiempo que abandonaba su sitio sobre el cuerpo
desnudo de su chico. Sí, definitivamente, allí estaba el descarado e insolente Jimin
que tanto conocía.

—Hablo en serio, antes de que llegaras estaba totalmente urgido y te necesitaba. Mis
dedos son pésimos suplentes de tu pene, no llegan tan profundo y ¡fue tan frustrante!
—Exclamó el omega sin pudor, luego de haberse incorporado sobre la cama—. Así
que, vamos, ponte en marcha.

El alfa rió nuevamente, imaginándose la escena que Jimin le había relatado.

—Ponte en marcha tú, bebé. Quiero verte con ese coso —dijo el aludido, para luego
quitarse la camiseta y deshacerse de sus pantalones, quedándose en simples bóxers.

—Oh, uhm, ¡sí!... Deja que lo encuentre —mencionó, empezando a buscar el dilatador
anal entre las sábanas.

Cuando lo encontró, se colocó de rodillas. Levantó el trasero y, mirando por encima


de su hombro, con la ayuda de su otra mano, comenzó a meter en su entrada aquel
juguete sexual con su atractiva colita larga. Lo hizo despacio, permitiendo que su
cuerpo lo recibiera con calma.

Lo hundió por completo en su interior, dejando escapar un ineludible gemido de


satisfacción al ya sentirlo dentro. Un gemido que, sin duda, había empezado a
enloquecer a Yoongi.

El alfa lo había observado todo con atención, sin ánimos de perderse ni un segundo
de aquel espectáculo. Sus pupilas se dilataron; su mirada oscureció mucho mas de
puro deseo. Se relamió los labios, removiéndose en su lugar, mientras veía como el
omega se levantaba, posicionándose justo frente a la cama.

De espaldas a su único espectador, Jimin inició un lento y deleitable movimiento de


cadera, asegurándose de apretar con sus paredes el dilatador para que este no se
cayera. Su enorme colita de zorro se meneaba de un lado hacia otro sensualmente,
siguiendo el ritmo establecido por sus caderas.

Una leve corriente de electricidad atravesó el cuerpo del alfa, quien se encontraba
inundado del más puro sentimiento de lujuria. Mierda, cuánto lo deseaba. Su
miembro endurecía, palpitándole con fuerza, rogándole con desespero algo de
atención.

¿Acaso no había ido hasta allí para dormir? ¿Acaso no había estado totalmente
cansado al punto de no resistir ni un segundo más despierto? ¿Qué era el sueño
cuando tenía a su omega provocándolo sexualmente? Estaba claro que, después del
excelente polvo que se mandarían, dormiría mínimo tres días abrazado al amor de su
vida.

Jimin lo torturó un poco más, haciéndole soltar gruñidos de impaciencia. Hasta que en
un momento dado, el dilatador cayó y Jimin volteó, sonriéndole coqueto. Se acercó a
él con sutileza y elegancia, subiendo a la cama, trepándose a su cuerpo.

Apoyó sus nalgas en la entrepierna de Yoongi y, sosteniéndose de sus hombros,


empezó a deslizarse desde adelante hacia atrás. La fricción que creaba entre su
trasero y el endurecido pene del alfa volvía loco a Yoongi, quien ansiaba
desesperadamente liberar su erección.

Y como si le leyera la mente, Jimin no tardó en quitarse de encima y en ayudarle a


despojarse de aquel bóxer que tanto estorbaba. Finalmente, estando ambos en
absoluta desnudez, se besaron pasionalmente, frotándose sin filtro entre sí.

Tras un instante, Yoongi tomó su palpitante miembro con una mano y se arrodilló en
la cama. Con su respiración agitada, le ordenó a Jimin que se colocara de rodillas
también y que, además, se acomodara de espaldas frente a él, dándole a entender la
respectiva posición en la que pretendía que lo hicieran.

Jimin obedeció sin replicar. Se ubicó justo donde Yoongi le indicó, arrodillándose con
sus piernas separadas. Recargó su espalda en el pecho del alfa, el cual no tardó en
alinearse y adentrarse de repente en su interior. Inició un rápido ritmo de
embestidas, cuyo movimiento llenaba a ambos de inigualable placer.

El pelinegro lo mantenía firme de las caderas, mientras hundía su nariz en el cuello


del omega, escuchándolo gemir satisfactoriamente. Se enterraba en él con verdadera
ansia, deseándolo con cada célula de su cuerpo.

—¡Aah!... Mierda, sí... ¡Ah, Yooon!... Joder, eres-¡aah!... —gemía Jimin fuera de sí,
totalmente entregado al regocijo en el que se encontraba sumergido su ser.

Su cabeza se echaba hacia atrás, apoyándose sobre el hombro de Yoongi, aquel alfa
que lo había guiado directo hacia el paraíso.

El miembro de este empujaba con ferocidad, dándole en su punto sensible en cada


estocada. El placer lo extasiaba. Jimin sabía que no duraría mucho más, sabía que su
orgasmo venía volando hacia él.

Yoongi gruñía contra su cuello mientras lo penetraba con fuerza, sin cesar con aquel
tan excitante ritmo acelerado. Las paredes de omega lo aprisionaron, enloqueciéndolo
aun más de placer. Jimin había alcanzado el glorioso clímax. Pero él no, por lo que
siguió con aquellas brutas embestidas, ignorando las capas de sudor que se
presentaban por la ardiente situación.

La habitación reinada por el potente aroma de ambos seres excitados era


acompañada de descontrolados gemidos, jadeantes respiraciones y un mar repleto de
placenteras sensaciones.

El orgasmo de Yoongi estalló tan plácida y deleitosamente que lo llevó a ver las
constelaciones completas por un efímero instante. Se derramó totalmente en su
omega, a quien ya se encontraba anudando.

Con las energías agotadas y el tremendo cansancio casi palpable, Yoongi los acomodó
a ambos sobre la cama con extremo cuidado. Jimin se quejó inevitablemente, pero
acabó relajándose cuando quedaron acostados de lado entre las desprolijas sábanas.

El alfa lo abrazó por detrás, uniendo sus piernas con las suyas. Un suspiro cayó de
entre sus labios al percibir la absoluta calma. Jimin sonrió, emanando su total
felicidad por los poros. En aquel momento se sintió tan completo, tan vivo, tan pleno.

Hacer cucharita con su alfa mientras se hallaban unidos por el nudo era una de las
mejores cosas de la vida. Una que no compartiría con ningún otro.

Todo era calma y ronroneos. El alfa por fin se estaba durmiendo, pero entonces...

—¿Yoon?
—Mhm.

—¿Por qué quieren asesinarte?

—Vendetta —respondió vagamente con sus pesados parpados casi cerrados.

—¿Qué?

—Venganza.

—¿De que?

Yoongi inhaló profundo, rozando con su nariz los rizos de su bonito bebé.

—Después te cuento, ahora quiero dormir —repuso en un murmuro.

—¿No me lo puedes decir rapidito? Es que desde muy temprano estoy con esa duda y
no podré dormir hasta no saciar mi bendita curiosidad.

—Oh, bebé, ¿no puedes aguantar un poco más?

—No, no puedo. Por favor, amor.

Los ojos de Yoongi se abrieron de repente. Amor. Una enorme y tonta sonrisa se
estampó en su rostro con rapidez.

—Si tú me detestas por ser tan cursi, yo te detesto por saber como manipularme
—mencionó el susodicho, aún sonriendo, sin poder creer su tan notable debilidad.

—Estamos a mano, entonces —el omega sonrió, volteando su cabeza hacia atrás con
el fin de mirarlo de frente. Yoongi aprovecho aquello para besarlo—. Vamos, dime y
te dejaré dormir todo lo que desees.

—Bien —suspiró, notando que el nudo empezaba a deshincharse. Yoongi salió del
interior del menor, viendo como Jimin se removía, acomodándose mejor contra su
cuerpo, quizá, preparándose para el relato. Yoongi también se acomodo—. Las mafias
de Italia son varias, unas más antiguas y poderosas que otras, pero al fin y al cabo
socias entre sí. Se conectan, procurando ayudarse mutuamente. Mi padre es el jefe
de una de ellas: 'Ndrangheta. Por lo que, al ser su único hijo alfa, yo poseía un cargo
verdaderamente importante allí. Iba a ser el próximo jefe de aquella mafia. Sin
embargo, por lealtad a mis valores, lo traicioné. Me cambié de bando; me cambié al
bando de mi madre. Desde entonces, las dos familia están enfrentadas. 'Ndrangheta
rompió su conexión con la Sacra Corona Unita, declarándole la guerra. Pero claro que
solo me quieren a mí.

Jimin acabó realmente impresionado.

—Mierda, no creí que seria tan... intenso —comentó el aludido, pasmado—. A ver si
entendí, ¿tu padre quiere asesinarte porque te marchaste de su bando uniéndote a
otros, lo cual ocasionó una guerra entre ambos bandos solo por ti?

—Eh, si.

—¿Cómo es que te aceptaron en el otro bando? Es decir, ¿ellos sabían de tu padre y


los riesgos que correrían? Y espera, ¿Por qué lo traicionaste?

—Me aceptaron justamente porque conocen como es mi padre. Es un alfa tan hijo de
puta, tan malvado e inescrupuloso, que jamás tuvo respeto ni por su propia familia.
Me da tanta vergüenza llevar su sangre —los músculos de Yoongi se tensaron por la
inevitable rabia que experimentó al recordar a su progenitor—. Desde muy pequeño
mi nonno me enseño todos los valores que tiene que poseer un ejemplar hombre
italiano. Entre ellos, el respeto hacia la familia. Para nosotros, la familia es lo primero,
es lo más importante, lo que no se debe traicionar jamás. Mi padre nunca nos
respetó. A mamá la molía a golpes a diario sin importarle que mis hermanas y yo
estuviésemos presente. A mis hermanas también las golpeaba, a veces, y por
defenderlas también me golpeaba a mi.

Feromonas de enojo ya se desprendían del alfa al traer al presente todos aquellos


recuerdos que le martillaban el alma.

—En esos tiempos yo ni siquiera había tenido mi presentación, y él ya me odiaba


porque pensaba que sería un omega por mi contextura, me despreciaba y aborrecía.
Pero acabé siendo un alfa, y solo entonces él me adoró y me tuvo el respeto que
siempre merecí. Creí que las cosas mejorarían, pero todo se fue más a la mierda
cuando a él se le ocurrió volver a armar su imperio en Italia, pues la crisis allí había
cesado. Así que regresamos, pero no todos. Mamá, mis hermanas, ellas se quedaron.
Papá las había vendido a diferentes socios italianos. ¡Las vendió! ¡Vendió a parte de
su familia! ¡Joder, como lo odié!

El pecho del alfa vibró por el inminente gruñido. Jimin se removió, sensibilizado,
percibiendo a la perfección el dolor de su alfa. Se movió hacia un costado al
percatarse de que Yoongi pretendía levantarse.

—Necesito un trago —anunció seriamente, abandonando la cama. Caminó con


seguridad hasta alcanzar una mesita en un rincón, la cual poseía varias botellas
transparentes de licor.

Jimin lo observó con su semblante decaído de tristeza por lo que acababa de


escuchar.

—La mayoría de alfas son una mierda —masculló, hundiéndose en el enfado—.


Aguarda... ¿tú no me habías presentado a tu madre y a tu familia antes? —preguntó
confundido, viendo como el pelinegro se tomaba de un solo trago el licor que se
acababa de servir.

Yoongi movió la cabeza en modo afirmativo, sintiendo el tan conocido ardor en su


garganta. Dejó aquel vacío vaso en su sitio, para luego regresar a la cama junto al
omega.

—Déjame terminar de explicarte y entenderás —dijo, tras meterse debajo de la


sábana, mas no se acostó del todo. Su espalda quedó recargada en la pila de
almohadas que habitaban la cama.

El omega se limitó a asentir, sentándose a un costado de Yoongi. Lo miró con


atención y mucha curiosidad, aguardando pacientemente a que continuase hablando.

—Pase toda mi adolescencia en Italia, fingiendo seguir los pasos de mi padre. Hasta
que me fui a la universidad. Regresé a Corea con aquella excusa para encontrar a mi
madre. No me costó demasiado, tenía mis contactos. Y no sabes la felicidad que sentí
al enterarme que ella había reconstruido su vida con aquel socio al cual mi padre la
había arrojado. Ese alfa era la viva imagen de aquel ejemplar hombre italiano del cual
mi abuelo me hablo. Además, no solo se había encargado de darle a mi madre el
amor que se merecía, sino que, por pedido de ella, buscó a mis hermanas. Llevó a
esas indefensas criaturas devuelta con su madre. ¡Ese era el ejemplo que yo quería
seguir!

Suspiró, dándose una pausa para buscar en la mesita de noche su paquete de


cigarrillos. Tomó uno y lo encendió.

Jimin no objetó nada al respecto. Si bien le había dicho en repetidas ocasiones que no
quería que fumase frente a él, esta vez se lo dejó pasar. Sabía que realmente lo
necesitaba.
Aparte, el omega estaba demasiado sensibilizado. Sus ojos acuosos, sus labios
temblorosos, su corazón encogido. No quería decir nada, su voz saldría quebrada.
Sabía que se largaría a llorar en cualquier momento.

—Idolatraba tanto al nuevo alfa de mi madre que ansiaba ser uno más de sus hijos.
Porque, bueno, él también tenía sus propios hijos de su pasado matrimonio. Era
viudo. El caso es que entre todos formaban una tan bonita familia, una familia a la
cual anhelaba pertenecer —contó, y le dio una calada al cigarrillo entre sus dedos—.
Con el paso de los años, mis estudios terminaron. Debía volver a Italia a trabajar con
mi repudiable padre. Pero me quedé —volvió a colocar el cigarro entre sus labios,
dándole otra calada. Expulsó el humo hacia el lado contrario del omega—.
Habiéndome ganado la completa confianza de Don Leko Martini, el alfa de mi madre y
ahora un jefe más de la mafia europea, me bautizó como miembro de la familia e hice
mi juramente para formar parte de la Sacra Corona Unita, dejando atrás mi futuro
como jefe de 'Ndrangheta.

Tiró las cenizas en un cenicero que yacía en la mesita de noche.

—Y esa es la razón completa por la que quieren acabar conmigo —concluyó—. Soy "el
traidor".

De pronto, el omega lo abrazó por la cintura, apegando ambos cuerpos


mimosamente.

—Mierda, Yoon, me enorgullece saber que me ha tocado un alfa tan grandioso como
tú —musitó Jimin contra su pecho—. Eres todo un hombre.

El mayor sonrió, complacido, rodeando al perfecto ser entre sus brazos. Jimin le dejó
un beso en el pecho, y luego se posicionó sobre su regazo, poniendo una pierna a
cada lado de la cintura de Yoongi. Entonces, le besó en los labios con deseo.

Y así estuvieron, amándose, acariciándose, besándose, hasta que Jimin sintió que
algo andaba mal.

Su estómago empezó a revolverse. Se apartó de golpe de los labios del alfa, quien lo
miró confundido por su repentino cambio de comportamiento. De pronto, Jimin saltó
de encima del cuerpo del alfa, corriendo desesperadamente hacia el baño al tener
inesperadas arcadas.

El bebe...
||Veintinueve||

El omega cayo arrodillado frente al retrete, expulsando desde su garganta todo aquel
contenido que su organismo no parecía querer conservar. Vomitó todo su desayuno, y
hasta la limonada que se había bebido durante la noche en el bar.

Una mano ajena se posó en su desnuda espalda. Yoongi le dio aliento, mientras le
retiraba los rebeldes rizos de su rostro.

Un gran alivio se presentó en Jimin cuando, al fin, el asqueroso vomito cesó. Con algo
de papel se limpió la comisura de sus labios, sin embargo, no sintiéndose para nada
limpio, se enjuagó la boca en el lavado.

No supo en qué momento Yoongi se había marchado para traerle agua, pero allí
estaba, ofreciéndole un vaso cargado de aquel liquido transparente.

—¿Hay algo que dabas decirme? —inquirió Yoongi, tras haberle entregado el vaso.

Jimin bebió el agua, mirándolo como si no supiera nada.


—Mh, no.

—Jimin —dijo su nombre en tono de advertencia.

—¿Qué? Me habrá hecho mal algo que he comido, ¿qué quieres que te diga?

El alfa frunció los labios no muy convencido.

—¿Por qué siento que hay algo más?

Jimin elevó sus hombros, luciendo desinteresado, y regresó a la habitación, siendo


seguido por el otro.

—Jimin —el alfa le tomó de un brazo con cuidado, deteniéndole su andar—. No me


ocultes nada, ¿realmente es por algo que has comido?

—Es lo que supongo yo, Yoon, o capaz fue algo que me dieron anoche, no lo sé
—objetó, fastidiado, soltándose del agarre del mayor.

Era mentira. Por supuesto que Jimin sabía la verdadera razón de su repentino vómito,
pero no podía revelársela a Yoongi. No porque no quisiese, al contrario, le carcomían
las ganas por contarle. Pero, ¿qué ganaría con ello? Yoongi se separaría de el; se
desvanecería de su vida por años.

Jimin no quería que su alfa se encontrara en otro continente preocupado


constantemente por él y su embarazo. Sufriría mucho al verse privado de compartir
con su omega aquella bonita etapa, no pudiendo ver, ni acariciar, su hinchado
vientre, ni tampoco presenciar el nacimiento.

Se perdería la preciosa imagen de su bebe recién nacido, todo chiquito y delicadito,


con sus puñitos apretados y sus ojitos cerrados, durmiendo envuelto en una
acogedora manta entre los brazos de Jimin. También se perdería los primeros pasos,
las primeras palabras, los primeros dientes, ¿y quién sabe que más?

Jimin aseguraba que el alfa no podría vivir sabiendo que a miles de millas se hallaba
su bebe creciendo sin la presencia de su otro padre. Era demasiado para un corazón
tan noble como el de Yoongi. Por tal motivo, lo mejor era que su cachorro continuase
siendo un secreto.

Sin embargo, algo dentro de Jimin se rompió al tener en cuenta que su alfa no lo
acompañaría en su primer embarazo. Su pancita no recibiría besos, ni mimos, ni seria
tiernamente consentida por Yoongi. No tendría a su alfa para que le cumpliera sus
futuros antojos, ni para que lo consolara en sus días de sensibilidad, o lo aguantara
en sus días de fastidio. Yoongi no estaría para él, ni para su bebé, y eso le llenaba de
angustia.

—¿Me estas escuchando? —oyó, de pronto, el cuestionamiento de Yoongi.

—¿Qué?

El omega había entrado en un estado de desorientación en cuanto a la conversación.


Los pensamientos que le habían hecho sentir una enorme pesadumbre hicieron que
dejase de prestarle atención al alfa.

—Te revisará un medico —reiteró, tan serio como le fue posible.

—Oh, no hace falta. Estoy bien, sólo... sólo quiero dormir —dijo el rizado, desganado,
no logrando disimular la tristeza que ahora lo embargaba. Y aunque lo hubiese
logrado, de nada habría servido, pues su amargura ya se sentía en el aire.

—Bebé, por favor, dime qué sucede —el pedido del alfa salió envuelto de
preocupación. Este se acercó al omega compasivamente, rodeándole la cintura con
los brazos, otorgándole un reconfortante abrazo—... Dime que es lo que tienes...

Jimin no lo soportó más y se largó a llorar con su contraído rostro escondido en el


cuello del alfa.

—No q-quiero q-que te v-vallas —sollozó angustiado, mientras las pequeñas gotas
saladas huían de sus cristalizados ojos—. No q-quiero que m-me dejes, p-pero
tampoco quiero q-que arriesgues t-tu vida q-quedándote aquí.

—Oh, bebé... —Yoongi intensificó el abrazo, sensibilizado, contagiándose por


completo de la tristeza de su omega.

—Y-Yo sabía q-que no era b-buena idea que n-nos encariñemos —artículo con
dificultad, sorbiéndose los mocos, aferrándose a su alfa como si temiera perderlo en
ese preciso momento.

Y Yoongi lo creyó oportuno. Pensó que era el instante perfecto para planteárselo.
Quería irse con su omega.

—Jimin —lo llamó, apartándose un poco para mirarlo de frente. Le limpió las
lagrimas, acariciándole ambas mejillas con suavidad—. ¿No te gustaría venir
conmigo?

El menor palideció. Su llanto se pausó, turbado por aquella pregunta. Se alejo unos
pasos, desviando su mirada, sintiendo atónico ante la idea de abandonar por años su
país, su pueblo, su hogar, su vida. ¿Qué ocurriría con su madrastra?, ¿la dejaría así
no más? ¿y con sus amigos? Fue entonces cuando recordó a Namjoon, tenía que ir a
verlo. Debía saber cómo estaba. No podía dejarlo.

—N-No... n-no puedo —musitó, entristecido, reanudando su llanto.

Yoongi tornó su expresión taciturna. Bajó la mirada, asintiendo con melancolía,


desilusionado al haber conservado una última chispa de esperanza. Oficialmente, le
quedaban tres días junto a su omega.

—Lo s-siento, Yoongi... y-yo...

—Entiendo, no te preocupes —le cortó—. Solo déjame disfrutar de ti estos últimos


días que me quedan a tu lado, déjame pasar cada segundo contigo, déjame sentirte
hasta que ya no pueda, déjame amarte.

El omega lo miró con sus ojos acuosos, con sus temblorosos labios formando un leve
puchero, y asintió, deshaciéndose de aquel espacio entre ellos. Se unió a Yoongi en
un tan sentimental y húmedo beso, recargado de una generosa dosis de amor.

—Quiero hacer algo p-por ti antes de que t-te vayas —mencionó el omega muy cerca
de los labios ajenos, rozando su nariz con la del otro, mientras sus dedos jugueteaban
con los mechones de este.

Yoongi dibujó una débil sonrisa en su rostro.

—¿Qué quieres hacer por mí?

—Quiero complacerte como debí haberlo hecho desde un principio, quiero hacerlo
todo a tu manera. Después de todo, no me olvido que tengo una gran deuda contigo
que no la he pagado como fue debido —reveló, sonriendo apenas de lado

—Mm, creo que me gusta como suena eso —mencionó Yoongi, coqueto, mirándolo
con algo de lascivia—. Y dime, ¿qué implicaría?
—Implicaría que me dejaría dominar a tu antojo, con tus reglas y tus jodidos fetiches.
No me opondré a tus ordenes y haremos lo que quieras, cuando quieras, como
quieras —anunció, seguro de sí mismo—. Sólo... s-sólo por ti haría e-esto —agregó,
sonriendo con cierta timidez.

—Me halagas, bebé, pero no quiero que te sientas obligado a...

—No, no lo hago por sentirme obligado. Todo lo contrario. Lo hago porque me siento
capaz de hacerlo. Antes... y-yo... la simple idea de que un alfa me controlara como le
viniera en gana en el sexo me aterraba, por eso siempre procuraba ser yo el que
tomara el control, ese era el único modo en el que podia hacerlo sin miedo, sin el
terror de ser brutalmente lastimado de nuevo. Pero ahora, contigo, es tan diferente.
Me siento seguro a tu lado y me gustaría intentarlo. Quiero tratar de ser ese sumiso
omega que en un principio buscabas...

Yoongi lo miraba realmente conmovido, pensando que Jimin no era un ser merecedor
de toda la mierda que le hicieron.

—Ese sumiso omega que antes buscaba era única y exclusivamente para explotarlo
sexualmente. Ya no lo quiero. Y Jimin, bebé, tú no tienes nada de sumiso. Créeme,
nada. Y esta más que bien, amor, no tienes porque intentar abandonar tu escancia
—le dijo, utilizando el tono de voz mas dulce posible—. Quiero pasar los últimos días
contigo, no con algo que no eres.

Y Jimin rompió en llanto por milésima vez, afectado emocionalmente por aquellas tan
bonitas palabras que jamás pensó en recibir. Estaba tan sensible, tan quebrado, que
el hecho de asimilar que Yoongi lo amaba a él con su rebeldía incluida le provocaba
un vuelco en el corazón y aún más al saber que no quería cambiarlo.

Los brazos del alfa ya se encontraban rodeándole el cuerpo una vez más, dándole
aquella calidez que Jimin no podría sentir en ninguna otra parte más.

—Te amo, Yoon—admitió el rizado entre sollozos, produciendo una enorme sonrisa de
felicidad en el alfa, quien estaba a escasos milímetros de llorar.

—Yo te amo a ti, mi precioso bebé.

Y no bastó más para que sus labios se encontraran, colisionando entre sí,
fusionándose en un sólido y cariñoso beso atiborrado de kilos y kilos de amor.

Minutos después fueron adormirse, inseparablemente abrazados.


Las relajantes gotas que se desprendían de la ducha caía sobre el desnudo cuerpo de
Jimin, quien había sido el primero en despertar de aquellas generosas horas de
sueño.

Había estado alrededor de quince minutos observando con una tonta sonrisa
estampada en la cara el bonito rostro dormido de su alfa. Lo contempló con verdadera
felicidad, pensando que aquella, si mal no recordaba, era la primera vez que se
despertaba antes que él.

Sin embargo, tras recordar que debía suprimir su olor de alguna manera, se levantó
en silencio, corriendo sigilosamente directo hacia la ducha. Necesitaba camuflar con
prisa su delatador aroma. Qué mejor que una buena dosis de jabón y un extra de su
colonia favorita.

Utilizó la misma, minutos más tarde, para también rociar su lado de la cama con
suma precaución de no despertar al alfa, quien recibió parte de su perfume en la
espalda.

De repente, entró en un súbito panico que le cortó el aliento de inmediato. Yoongi


había estornudado. Un cúmulo de adrenalina se distribuyó en el organismo del
omega, acelerándole el corazón, cuando advirtió que el alfa se removía en la cama,
despertándose.

Rápidamente, escondió el frasco de perfume debajo de la cama.

Yoongi abrió los ojos, volteándose con pereza, olisqueando aquel olor que había
llenado sus fosas nasales. La imagen de Jimin de pie frente a su respectivo lado de la
cama fue lo primero que vio, por lo que sonrió.

—Ciao, bambino —murmuró Yoongi, dormido.


El omega ladeó su cabeza con su ceño ligeramente fruncido, tratando, en vano, de
comprender el dialecto del mayor. Aunque no le entendiera, no dudaba en decir que
amaba escuchar la voz de su alfa saliendo con aquel acento italiano.

—No sé que has dicho, pero yo no fui —dijo, encogiéndose de hombros mientras
sonreía con inocencia.

Yoongi rio, incorporándose en la cama. Se frotó los ojos, para luego volver a mirar a
Jimin con más detenimiento. Frunció su entrecejo al notar que sus rizos se
encontraban mojados.

—¿Te has duchado? —preguntó.

—Sí.

—Oh, ¿por qué no me has despertado? Hace días que quiero tomarme un baño
contigo —se quejó el alfa, casi haciendo un puchero.

Jimin sonrió ante aquella preciosa imagen.

—Lo siento, te veías muy bonito durmiendo. Además, quería dejarte descansar más
—se excusó este.

—¿Quieres decir que cuando despierto no me veo bonito? —cuestionó Yoongi, alzando
una ceja.

El omega se ruborizó de modo ineludible, mordisqueando su labio inferior. Sin


embargo, no tardó en recuperar su postura y negar con la cabeza, reprobándose por
su actitud.

—Exacto. Ahora luces horrible, hazme el favor y duérmete —le dijo con sorna, no
pudiendo ocultar su divertida sonrisa.

Yoongi se echo a reír con gracia.

—Te diría que me dormiría si vienes conmigo, pero... ¿qué hora es? ¿Cuánto hemos
dormido? ¿Sigue siendo domingo o ya es lunes? —interrogó el aludido, desorientado,
al tiempo que se inclinaba para tomar su celular de la mesita.

—Ni idea —respondió el rizado, pues estaba tan desorientado como él.
Por los grandes ventanales se percibía la escasa luz nocturna de una profunda noche
estrellada. Sin embargo, Yoongi no sabía que tan de noche era. Ni siquiera sabía si
era la noche del domingo o la madrugada del lunes.
Conectó el celular al cargador cuando advirtió que el mismo no contaba con nada de
batería.

—Yoon... —comenzó a hablar el omega, sentándose en la cama a un lado del alfa—,


eh estado pensando en la charla que tuvimos antes y... de verdad, si quiero hacer
algo por ti antes de que te vayas. No intentaré ser ningún sumiso, pero me gustaría
que, sin dejar de ser yo, hagamos todo aquello que alguna vez quisiste y nos quedo
pendiente. No sólo en lo sexual. Porque, por ejemplo, ¿recuerdas aquella cena que se
supone que habríamos tenido sólo los dos pero se transformó en una pesada reunión
de alfas en la cual uno de ellos me gruñó? Quiero tener esa estúpida cena formal, sólo
contigo.

Yoongi sonrió ampliamente, inclinándose hacia el rizado para besarlo.

—Eso me encantaría, bebé —murmuró cerca de sus labios—. Amaría tener esa cena
contigo. Mandaré a que organicen todo ya mismo. Será la cena más perfecta del
mundo, sí, contigo no podría ser de otra manera.

El omega se sonrojó, sonriendo con felicidad.

—Mira las cosas que me obligaré a soportar por ti. Te odio —refunfuñó el aludido,
procurando deshacerse de su bochornoso sonrojo—. ¡Te juro que odio que me hagas
sonrojar! ¡Odio que seas tan lindo conmigo! ¿Por qué eres así?

—Porque amo ser el que provoque ese lindo tinte rojizo en tus mejillas —dijo,
sonriéndole coqueto, al tiempo que le tomaba de la barbilla para unir sus bocas en un
beso.

—Definitivamente, te odio —decretó Jimin, luciendo molesto.

—Entonces, ¿qué hago? ¿Te trato mal?

—No... Es que... —suspiró—... me gustaría, no lo sé, que las cosas fueran algo así
como cuando recién nos conocíamos. Yo te había dicho que no quería que lo nuestro
se volviera todo jodidamente cursi y meloso. No te voy a negar que... bueno, muy en
el fondo, me gusta; mi omega lo disfruta. Pero mi omega es un tonto e iluso que no
entiende que te alejarás, no entiende que no somos pareja, no entiende que no me
morderás y que no nos uniremos hasta después de algunos años. No comprende la
gravedad de la situación y cuanto antes tiene que hacerse la idea de que estará sin tu
cariño.

Yoongi suspiró, dejando que el aire fluyera con amargura. Su rostro decayó al
instante, no gustándole en lo absoluto aquello.

—Entonces... ¿cómo quieres que nos tratemos?

—Como antes, tu solías tratarme con formalidad, seriedad, madurez. Así. Volvamos a
cuando tu eras mi daddy estricto y malhumorado y yo tu omega rebelde y descarado.

El alfa contrajo su rostro en una mueca de desagrado.

—Si será así, el malhumor ya lo tendré instalado desde ya —se quejó este.

—¡Perfecto! Así tu alfa también se acostumbra de paso —dijo, sonriendo


animadamente por unos segundos, hasta que vislumbró la completa desilusión en los
ojos del alfa—. Mierda, Yoongi, piensa que será lo mejor. ¿Para qué llenarnos de
dulzura y amor ahora cuando lo nuestro ni siquiera podrá ser hasta quien sabe cuanto
tiempo? Es mejor prepararse y guardar todo el cariño y la completa felicidad para
cuando regreses... Todo lo sentimental del bar y lo de esta mañana solo fue un
permitido. Pero ahora debemos volver a la realidad.

Yoongi respiró profundo, procesándolo frustradamente. Y aunque odiara que fuera


verdad, no podia negar que tenía razón.

—Bien. Entonces, ¿lo que quieres es volver al principio?

—Sí. Volver desde donde lo dejamos la primera vez, cuando me fui. Con esas reglas,
con esas actitudes, con mi deuda. Quiero volver a tener esos putos pensamientos de
que tu me dejaras con mi maldita libertad una vez saldada mi deuda.

El castaño frunció el ceño, tensando la mandíbula.

—Entonces, ¿le tengo que hacer creer a mi cabeza que ahora solo eres mi jodido
juguete que botaré apenas me canse?

—Exacto.
—¿Qué clase de mierda es esta? Comenzaremos a sufrir siquiera antes habernos
separado.

—Por eso mismo. Así cuando nos separemos ya no será la gran cosa el sufrimiento,
pues ya veníamos sufriendo de antes y ya estaremos familiarizados con el
sentimiento. Imagínate si nos amamos, mimamos, consentimos, teniendo los días
mas felices de nuestras vidas y luego, pum, nos separamos de repente y caemos de
golpe a la cruda realidad.

—Odio decir que tienes razón —masculló Yoongi.

—¿Lo ves? Por lo que no quiero más quejas. Ya no serás mi alfa, serás mi daddy, te
guste o no.

El mayor rodó los ojos, negando con la cabeza. Pero luego soltó una pequeña risa,
pensando en qué clase de mundo un omega le exigía a un alfa que dejara de ser su
alfa y fuera su daddy.

—De acuerdo. Entonces, mi nombre queda prohibido para ti. Ya no harás nada sin mi
previa aprobación, te vestirás como yo te diga, harás las cosas como yo las diga y si
fallas no haré nada porque quiero que falles.

Jimin resopló, cruzándose de brazos, reprobándolo.

—No pienso castigarte —replicó el alfa decidido.

—Oh, vamos, necesito alguna razón para temer en caso de que falle.

—Bien, si fallas te haré sonrojar tanto como pueda —decretó el alfa con seriedad.

Jimin llevó una mano a su corazón con dramatismo.

—Justo en mi punto débil...

—¿Aceptas o no?

—Bueno, sí.

—Sí, ¿qué?

El omega no pudo evitar sonreír. Que rápido aprendía su alfa.


—Sí, daddy.

Jimin quedó atónico. De pie en la majestuosa terraza de la mansión, veía, desde lo


lejos, todo lo que los empleados de Yoongi habían preparado para su dichosa cena.
Una elegante mesa para dos se hallaba en el centro de aquel bonito decorado.

Velas y algunas lámparas llamativas iluminaban todo bajo la oscura noche estrellada.
Las velas metidas dentro de cristales se protegían de la incesante brisa fresca que
provenía del mar, cuyas olas rompían con grandeza haciéndose notar en el fondo.

Jimin estaba tan impresionado. Vestido de traje, tal y como Yoongi le pidió, comenzó
a acercarse muy despacio, notando los pétalos de rosas en el suelo, deslizándose por
el viento.

—¿Vamos? —preguntó el alfa, colocando una mano en la espalda del menor.

—S-Sí.

Al llegar a la mesa, Yoongi le corrió la silla al omega esperando a que este tomara
asiento. Luego se sentó del lado de enfrente.

—Mierda, esto es tan bonito —expresó Jimin, atontado con la belleza que desbordaba
el sitio.

No tanto como tú, habría querido decir el mayor, pero se contuvo de dejar salir aquel
comentario.

Pronto, apareció en escena un beta empleado de Yoongi, quién traía consigo un vino
en una cubeta con hielo. Jimin se mordió el labio con nerviosismo al verlo servir la
bebida en dos copas. Otra vez el jodido vino.
—Sé que me odiarás por lo que haré a continuación —comenzó a decir Yoongi una
vez que el beta de marchó—, pero lo tenía planeado desde antes que me salieras con
esta mierda de trato. Lo siento demasiado necesario. Ya que no puedo reclamarte
mediante una mordida, quiero dejarte esto —añadió, quitando de su saco una
pequeña cajita cuadrada de terciopelo.

La dejó sobre la mesa, deslizándola hacia el omega, quien abrió sus ojos por
completo, atragantándose con su propia saliva por culpa de la conmoción.

—¡Dios mío, Yoongi! —exclamó estupefacto.

El susodicho sonrió. Había dicho su nombre. Se había ganado un castigo.

—Te amo, Jimin. No hay otro omega en el mundo con el que quisiera estar más que
contigo. Eres una de las mejores cosas que me han pasado en la vida y no quiero
perderte. No quiero que me olvides con el tiempo y me reemplaces con otro. Quiero
que nuestra promesa se mantenga, quiero que te comprometas conmigo, bebé,
¿aceptas?

Los ojos del rizado ya habían comenzado a expulsar las lágrimas que se habían
acumulado allí. Una tras otra, aquellas gotas se derramaban. Jimin se cubrió con
ambas manos la boca y asintió, emocionado, sensibilizado, atolondrado; emanando
fuertes feromonas de felicidad.

Yoongi se levantó, dirigiéndose hacia el omega. Le tendió una mano para que se
levantara y este lo hizo. Solo entonces, frente a frente, el alfa tomó la cajita,
abriéndola, exponiendo un costoso y realmente precioso anillo de compromiso. Lo
quitó de allí y, mientras Jimin sorbía los mocos, lo deslizó con delicadeza en el dedo
anular de este.

—Mierda, Yoongi. Es... es... es tan... hermoso —musitó el omega, sollozando,


poniendo su mano frente a él para mirar el esplendido anillo decorando su dedo—. Te
odio —agregó, echándose a llorar con el rostro escondido en el cuello del alfa, quien
lo abrazo con fuerza.

Tras un instante, Jimin se apartó lo justo y necesario para que los labios de ambos se
encontraran en un apasionado beso. Uno que no tardó en robarles el aliento.

—Cada vez que veas este anillo quiero que pienses en mí, que recuerdes nuestra
promesa, la cual no se romperá si de tiempo se trata. Quiero que seas fuerte. Llénate
de fe y nunca pierdas la esperanza. No importa el tiempo, volveré; volveremos a
estar juntos... Promesa —dijo Yoongi enseñando su dedo meñique, Jimin también lo
hizo y enredaron ambos meñiques, sellando aquel compromiso.

Se besaron una vez más, de manera lenta y apaciguada, antes de regresar a sus
respectivos asientos.

—Dios, acabas de irte muy a la mierda —mencionó Jimin con su vista enfocada en la
mano poseedora del anillo, todavía sin creérselo—. Eres tremendo. Aunque... uhm...
esto no significa que no podré acostarme con otros, ¿no?

El alfa enarcó una ceja, desafiante.

—Quiero decir, mientras no estés, obvio —se apresuró a aclarar el rizado.

—¿Quieres acostarte con otros?

—No, bueno, ahora no. Pero me refiero a cuando esté en mis celos, ya sabes...
Aparte se supone que volveré a mi independencia, a mi vida loca. El anillo no es
porque estamos juntos, sino porque estaremos juntos, ¿verdad? En síntesis,
seguiríamos "solteros"...

—Tranquilo, Jimin, que el significativo anillo en tu dedo no te impida abrirte de


piernas a cualquiera —espeto Yoongi con fastidio, desviando su mirada.

—¡Oh, vamos! Porque tú si vas a permanecer largos años sin siquiera tocar a otro
omega, ¿no? Por favor, no seas hipócrita.

El alfa le lanzó una mirada de desprecio.

—Dije que no pensaba castigarte, pero creo que te estás ganando unos buenos
azotes.

Jimin suspiró, desganado.

—Bien, lo siento. Pero, ¿qué quieres que haga? ¿Pretendes que me quede cruzado de
brazos en mi habitación llorando hasta que vuelvas? Lo lamento, pero no. Dejaré
pausada mi vida amorosa, pero mi vida social y sexual no... Pensé que ya tenías claro
que odio que me controlen y me obliguen a hacer lo que no quiero.

—Haz lo que quieras —dijo Yoongi con simpleza, luciendo notablemente enojado.
El menor resopló, levantándose. Caminó hasta quedar detrás de Yoongi, colocó las
manos en sus hombros, inclinándose para hablarle al odio.

—Nadie nunca se comparará contigo. Créeme, para mí eres único. Los demás
descartables. Pero es a ti a quien amo, es a ti a quien reservaré toda mi dulzura, a
quien reservaré mi cuello para ser marcado, a quien le reservaré mi vientre para que
únicamente contenga cachorros tuyos. Eso es lo que te prometo yo, mi amor.

Dicho aquello, le besó el cuello, la mandíbula y cuando Yoongi volteó su cabeza para
verlo, besó sus labios. El alfa tironeó de él, indicándole que se ubicara en su regazo.
Jimin obedeció, sentándose encima del alfa luego de pasar una pierna por el otro lado
de su cintura.

Envolvió el cuello del mayor con sus brazos, apegándose completamente a su cuerpo
y lo besó. El húmedo contacto comenzó a tornarse mas brusco y desesperado por
cada segundo que pasaba. Jimin empezó a frotar sus entrepiernas, sintiendo como el
alfa se endurecía debajo suyo.

—No, paremos —habló Yoongi, jadeante—. Enseguida vendrán con la comida.

—Bueno, en ese caso... —el omega comenzó a decir, esbozando una sonrisa pícara
mientras se salía de encima del alfa—... Si viene alguien avísame.

Dicho eso, le guiñó un ojo. Se arrodilló, adentrándose debajo de la mesa,


acomodándose justo entre las piernas del alfa, quien había quedado anonadado con
su atrevida idea.

—Jimin, no... —se apresuró a decir cuando el omega ya se encontraba sacando su


prominente erección de sus pantalones.

Jimin no vaciló en meterse el miembro ajeno en la boca, ganándose un gemido del


alfa. Se lo metió hasta el fondo, sacándolo antes de le surgiera una arcada. Comenzó
a lamer el rosado glande con deleite, mientras que con su mano lo frotaba de arriba a
abajo.

—Mierda, Jimin —gruñó el alfa con satisfacción, echando su cabeza hacia atrás,
moviendo apenas un poco su cadera siguiendo el ritmo del menor.

Sus manos tomaron los extremos de la mesa, gimiendo pesadamente cuando Jimin
inició una lenta y excitante succión por toda la longitud de su pene. Lo chupaba con
ganas, hundiéndolo hasta el fondo.
La adrenalina lo colmaba al ser consciente de que, en cualquier segundo, podía
aparecer uno de sus empleado. Pero, mierda, ya no le importaba. La mamada de
Jimin se estaba sintiendo tan bien que no deseaba que parara por nada del mundo.

Yoongi, literalmente, estaba viendo las estrellas, disfrutando de la magnifica


sensación de tener la húmeda y traviesa lengua de Jimin jugando con su miembro.

De repente, el sonido de un plato estrellándose contra el piso se hizo escuchar desde


lejos. El alfa ni siquiera miró. Se limitó a morderse el labio inferior, reteniendo una
risa al imaginarse lo que había sucedido. Con prisa, enterró una de sus manos entre
los rizos del omega, haciendo presión cuando este quiso apartarse de su erección por
culpa del ruido.

No, no permitiría que aquella intromisión arruinara su momento.

Esta vez, el ruido no los detuvo. Pero la próxima los detendrá cuando disparos serán
los que interrumpan.
||Treinta||

—¿A dónde vas? —preguntó Jimin en un gran estado de somnolencia. Acababa de


despertar, notando que estaba solo en la cama. Le llevó tres segundos vislumbrar al
alfa de pie frente a un espejo, acomodándose la corbata.

—Tengo que recibir a algunas personas —comunicó, su voz sonando medio rara, y,
luego de una breve pausa, estornudó, cubriéndose la nariz con el brazo por puro
reflejo—. Mierda —masculló al darse cuenta de lo que hizo.

La manga de su traje había sido manchada por sus mocos. Definitivamente, no le


había hecho nada bien tomar tanto frío anoche. Gruñó, comenzando desvestirse con
prisa. Buscó otro nuevo traje, el cual se lo colocó con poca paciencia.

—Estaremos en mi estudio resolviendo algunas cuestiones. En unas horas me liberaré


y cuando vuelva quiero verte estrenando algunos de mis regalos —volvió a hablar,
volteándose para señalar un cúmulo de glamurosas bolsas de marcas mundialmente
reconocidas. También había unos que otros paquetes.

Jimin pestañeó consecutivamente, admirando todos aquellos presentes que ocupaban


un mueble entero.
—¿Todo eso es para mí? —mencionó sorprendido.

—Sí... —sorbió los mocos, mientras se ajustaba el saco—. Me habría encantado


llevarte a conocer a algunos famosos diseñadores, que te probaras algunos de sus
innovadores diseños y que los desfilaras para mí. Pero dado que ya no podemos salir
me limité a esto. La mayoría son trajes exclusivos, modelos para omega varones que
se estrenarán esta temporada. Ahora son tuyos y quiero que, al volver, los desfiles
para mí.

Dicho eso, y habiendo terminado de acomodarse otra vez la corbata, se acercó al


omega sentado en la cama. Pensó en darle un beso en los labios, sin embargo, vaciló.
Si estaba a punto de enfermarse, no quería contagiarlo. Así que sólo le besó la
mejilla.

—Oh, y no solo quiero que los trajes sean desfilados, sino que también la lencería
—agregó el alfa en un tono coqueto, ocasionando un ligero tinte rojizo en los pómulos
del menor, quien sonrió y asintió.

Aquel sería un día entretenido, pensó Jimin. Muy entretenido.

Yoongi estornudó una vez más. Tomó su caja de pañuelos y sacó uno para sonarse la
nariz, la cual se encontraba levemente enrojecida. A decir verdad, no se sentía del
todo bien, sin embargo no era nada que no pudiera soportar.

—Siento que lo mejor sería que ahora descanses, Yoon —sugirió el omega—. Yo
podría cuidar de ti hasta que te sientas mejor... Podemos hacer esto después...

—No hay después. Para mañana ya tengo preparado algo más, y para pasado
también. No hay más tiempo. Además, no es nada, estoy bien. Son sólo estúpidos
mocos.

Jimin suspiró, no muy convencido. Adoraría atender a su alfa mientras se recuperaba


de su prematuro resfriado. Le prepararía una humeante taza de té y luego, quizá, se
acurrucaría a su lado dentro de la cama para ver alguna serie o película. Aquello no
sonaba nada mal.

Pero no, allí estaba, mostrándole al alfa como le quedaban aquellos bonitos y
deslumbrantes trajes Gucci. Eran todo un sueño, y le quedaban perfectos. Más de una
vez le escuchó decir a Yoongi lo hermoso que era y lo mal que se sentía por no poder
llevarlo a ningún evento para que luciera uno de esos trajes junto a él.

Yoongi habría estado tan encantado de presumir a su omega frente a sus conocidos y
no tan conocidos, que odiaba el hecho de tener que resignarse ante la idea.

—¿Y si mañana te despiertas sintiéndote peor? No, prefiero que comiences a cuidarte
ahora.

El alfa bufó.

—Bien, no más trajes. Pero quiero verte en lencería. Báilame, móntame y luego
dejaré que me cuides —decretó, dejando al omega no muy conforme. Jimin se cruzó
de brazos, cargó todo su peso en una sola pierna y elevó una ceja—. El que manda
aquí soy yo. Obedece o te castigo.

Un suspiró se resbaló de entre los labios del omega, quien, no muy convencido,
asintió.

—Lo haré, pero luego descansarás y no te moverás de la cama hasta que yo note que
estés mejor —intentó negociar este.

—¿Mejor? Pero si no es nada. Estoy bien. No tengo fiebre, ni me siento indispuesto.


Mi vida no se va a detener por una leve congestión nasal —objetó Yoongi luego de
rodar sus ojos.

—Puede que ahora no te afecte tanto, pero...

—Pero nada, bebé, complace a tu alfa.

Jimin resopló.
—Bueno...

—Así me gusta, ve a cambiarte —le ordenó Yoongi, quien se levantó de su sitio en la


cama para servirse un trago de whisky.

—¿Cambiarme? Pero si lo que quieres lo tengo aquí debajo —habló Jimin en un tono
seductor, esbozando una sonrisa coqueta, mientras sus dedos se encargaban de
despojarse de la elegante ropa.

El alfa sonrió con complacencia, vertiendo el licor de la botella en un vaso de whisky.

—¿Qué canción quieres que te baile? —preguntó el menor cuando terminó de


desvestirse, exponiendo por completo su sensual atuendo de lencería.

—Me preguntas como si yo conociera las canciones que traes —contestó, sujetando el
vaso entre sus dedos al tiempo que volvía a tomar asiento en el borde de la cama.

Jimin rió, buscando el CD entre sus cosas. Al encontrarlo lo llevó directo al


reproductor de música.

—You can leave your hat on será —dijo.

En definitiva, aquella era una de las mejores canciones para desarrollar con astucia y
sensualidad un sublime striptease. Y eso mismo se encontró haciendo el omega,
delatando toda aquella lujuria que había adquirido su ser.

Su ágil y deseable cuerpo se movía con verdadera lascivia siguiendo el ritmo sensual
de aquella deleitable melodía que resonaba en cada recóndito rincón de la inmensa y
pintoresca habitación que pertenecía al alfa que, desde la comodidad de su cama lo
observaba expectante con un vaso de whisky en una de sus manos.

Jimin ejecutaba su baile obsceno con la seguridad y la confianza estancada en su


mirada, cautivando por completo a su único espectador.

Comenzó a despojarse de cada prenda que ocultaba su blanquecina piel, haciéndolo


con elegancia, sutileza y una exquisita lentitud que producía en Yoongi aquellas
increíbles ansias que lo obligaban a soltar unos que otros gruñidos.

Lo único que ahora cubría el cuerpo del menor era la delicada pieza de encaje de
aquel verde pastel que hacía tan sólo horas su daddy le había regalado junto con
aquellas medias blancas y aquel conjunto de ropa que ya descansaba sobre el suelo.

Jimin se mantenía de espaldas a Yoongi, pues pretendía que la atención de este


permaneciera sólo en su bonito trasero, el cual lo movía de un lado hacía el otro,
meneando sus caderas al ritmo de la música.

Sus traviesos dedos empezaron a juguetear con la verdosa tela que, por cierto, no
dejaba nada a la imaginación. Y con la misma sensualidad y elegancia, comenzó a
deslizar la prenda por sus piernas, dejando la piel de sus nalgas completamente
expuesta.

Para aquel entonces, la excitación ya se reflejaba en los ojos de Yoongi, quien ni


siquiera podía apartar la mirada del penetrable trasero de su pequeño bebé. Ansió
otorgarle unas buenas nalgadas, pero prefirió contenerse y quedarse allí, en su lugar
de espectador, mientras bebía un sorbo de su vaso de whisky.

El ambiente ya era gobernado por la imponente oleada de feromonas que el alfa se


encontraba emanando. Un embriagador y fuerte aroma que le anunciaba al omega lo
excitado que éste estaba.

Jimin apartó con su pie la prenda que le dio lugar a su desnudez y continuó
meneando sus caderas tan eróticamente como podía, percibiendo el modo en el que
su húmeda entrada comenzaba a gotear. Decidió echarle una miradita a su daddy por
encima de su hombro y sonrió con altivez cuando vio lo que anhelaba ver. Un gran
bulto en sus pantalones. Un bulto duro que era merecedor de su atención.

Sin embargo, todo su esfuerzo por complacer y envolver de deseo a Yoongi se


estropeó en lo absoluto cuando, desde el exterior de aquella mansión, un resonante
tiroteo arruinó su erótica función.

El espanto dominó totalmente a Jimin, provocando que su visible erección bajara


súbitamente. No hizo falta siquiera que el alfa se lo ordenara, él corrió a vestirse sin
importarle nada.

—Mierda —masculló Yoongi enfurecido, luego de haber abandonado con una extrema
rapidez la cama, tomando firmemente un revolver que habitaba en el cajón de su
mesita de noche—. 'Ndrangheta —mencionó con desprecio cuando hubo echado un
leve vistazo a través de una de las ventanas, asegurándose de no ser descubierto tras
las cortinas.

—¿Y-Yoongi? —el omega balbuceó a la espera de indicaciones. Sus facciones


reflejaban todo aquel espanto que había adquirido por culpa de los disonantes
disparos que lo atormentaron por completo. Tenía demasiado miedo, y el alfa apenas
pudo olerlo.

—Hay que marcharnos —decretó el mayor, quien mantenía su ceño fruncido, mientras
se aproximaba a paso veloz hacia Jimin con la intención de tomarle de la mano y
llevárselo con él—. Nos pondré a salvo, pero luego deberé irme del país. Doy por
finalizada tu deuda, Jimin, volverás a ser aquel omega independiente que tanto
añorabas.

El adolescente tragó en seco, aturdido, dejándose llevar por el otro. Abandonaron


aquella gran habitación, la cual ni bien atravesaron la puerta se toparon con un
agitado, fornido y monstruoso guardaespaldas de Yoongi, quien los sacó rápidamente
de allí, conduciéndolos hacia el subsuelo con el propósito de dejar la residencia por
una salida alternativa y secreta.

El corazón de Jimin latía con fuerza. Estaba tan asustado de lo que podría pasar. El
miedo lo turbaba, sin dejarle pensar con claridad. No quería que aquel fuera el final.
No quería separarse de Yoongi tan bruscamente. No quería quedarse. No quería
volver a casa. Su omega interior se encontraba a flor de piel, implorándole que
permaneciera al lado de su alfa.

Y entonces lo supo, no podía quedarse. No podía dejar que su omega muriese


lentamente de tristeza, no podía dejar que su cachorro padeciera su sufrimiento. No
podía dejar a Yoongi.

Jimin clavó sus pies en el suelo, irrumpiendo de repente la veloz huida. El alfa volteó
a verlo, tan enojado y confundido a la vez que no supo cómo reaccionar.

—Quiero ir contigo —la expresión dura del alfa se suavizó ante aquellas palabras de
Jimin—. No importa a dónde vayas, sólo llévame... por favor.

Y por un minuto, sólo por un minuto, Yoongi olvidó absolutamente todo lo que ocurría
a su alrededor. Todo aquel peligro que corrían se deslizó a un segundo plano,
transformándose en un asunto que podía esperar. Realmente podía esperar si se
trataba de aquel omega de adorables rizos, deslumbrantes ojos y seductores labios
escarlata.

Por supuesto que un enorme clan mafioso de la 'Ndrangheta queriéndolo asesinar por
traición no era obstáculo para detenerse a contemplar con un atisbo de
enternecimiento a la criatura que tenía frente a sus ojos, costándole trabajo asimilar
lo que este mismo acababa de decirle.

—Creía que... —Yoongi comenzó a decir, luego de salir de aquel corto lapsus de
tiempo.

—Sí, te odio y no te soporto... p-pero... y-yo... —el omega titubeó, no encontrando la


valentía ni las palabras para expresar lo que en verdad sentía—... Yoon... yo... tú...

—¡Cuidado!

Jimin se alarmó ante aquel desgarrador grito del guardaespaldas, seguido de un


aturdidor disparo que no tardaría en acabar con la vida de uno de ellos.

La respiración se le cortó. Lágrimas llenaron sus ojos mientras su cuerpo entero


flaqueó, impactado, lleno del más puro sentimiento de terrible conmoción por lo que
acababa de suceder.

Un alfa cayó. Otro disparo se oyó. Oscura sangre se escurría entre las baldosas del
suelo. Y otro cuerpo más se derribó.

Desesperado por el miedo, Jimin sollozó angustiadamente, observando con espanto la


siniestra y sangrienta imagen de aquellos dos alfas tendidos en el suelo, al parecer,
sin rastros de vida.

—¡Vamos, Jimin, hay que correr! —exclamó el alfa, alterado, quien, con su revolver,
había asesinado al alfa enemigo.

Tomó de la mano al omega y lo arrastró consigo, corriendo lo más de prisa posible


hasta alcanzar el subsuelo. Ingresaron al mismo por una abertura secreta que poseía
una pared y descendieron hasta llegar a los túneles.

Después de un par de estornudos, una gran compuerta se abrió cuando Yoongi colocó
con cierta dificultad una clave de seguridad. En aquel escondido sitio parecía solo
haber autos estacionados. Autos en muy buen estado. Sin embargo, tras una presión
en el sitio indicado, una de las metalizadas paredes se deslizó hacia un lado dejando a
la vista un cuarto repleto de armas de todo tipo.

Yoongi sorbió los mocos y se adentró en este, tomando con prisa una metralleta, una
pistola calibre 22, munición para ambas armas y unas llaves de auto.

Salió de alli, acercándose al omega para tenderle la pistola. Hipando, Jimin titubeó,
dando un paso hacia atrás.
—Es solo por si acaso —le informó Yoongi—. Vamos, bebé, ahora solo somos tú y yo.
Necesito que estés armado.

—N-no sé u-usarla —tartamudeó el omega, nervioso.

—Apuntas, quitas el seguro, disparas —comunicó el alfa, mostrándole con rapidez


como era el asunto antes de dejársela en sus manos—. Vamos —agregó, luego de
darle un cálido beso en la frente.

Sin perder más tiempo, se metieron dentro de uno de los tantos autos. Yoongi dejó la
metralleta descansando en el asiento trasero junto con toda la munición. En realidad,
si todo salía bien, no habría razón para utilizarla. Pero siempre era mejor ir
preparado, pues nunca se sabía si en algún momento todo se podría llegar a
complicar.
Yoongi arrancó el auto, avisándole a su omega que debía colocarse el cinturón. Este
obedeció sin replicar, sintiéndose un poco más aliviado al saber que ya estaban
alejándose del peligro. Sin embargo, y a pesar de aquello, no pudo evitar volver a
romper en llanto una vez más.

No quería tener entre sus dedos un arma, quería tener a aquel peluche que solía
abrazar con fuerza cuando tenía miedo al estar viviendo en la calle. Percibir bajo su
tacto la frialdad y la solidez de aquella pistola le daba escalofrió, mucho más al
imaginarse con ella apuntándole alguien. No sería capaz, él lo sabía. Carecía de
atrevimiento para dispararle a alguien. No serviría para defender al alfa o defenderse
a él mismo; el miedo lo paralizaría. Sería una completa decepción para Yoongi, le
fallaría, y aquello solo hizo que su llanto se intensificara.

Yoongi, sin quitar la vista del frente, llevó una de sus manos al muslo del rizado,
comenzando a darle leves caricias con su dedo pulgar.

—Calma, bebé, todo va a estar bien. Deja el arma en la guantera, quizá, ni siquiera la
necesitaremos —dijo este, tratando de que su voz sonara lo mas tranquilizadora
posible.

Jimin asintió, sollozando, limpiándose con el dorso de una mano las lágrimas. Hizo lo
que Yoongi le dijo, sintiéndose aún más aliviado al haberse despojado de aquella
arma.

—Tengo que hacer una llamada, pero antes necesito que me digas si es verdad lo que
me has dicho antes... —dijo, deteniendo el auto al finalizar aquel estrecho e iluminado
túnel—... ¿tú... quieres venir conmigo? —preguntó temeroso, mirándolo directo a los
ojos.

El omega tragó saliva y sorbió los mocos.

—Yo... mh... s-si.

Los ojos del alfa brillaron.

—¿Estás seguro? ¿Muy seguro? ¿No te arrepentirás después? Mira que una vez
tomado el avión no hay vuelta atrás.

Jimin se mordió el labio inferior, nervioso, pensándolo una vez más. Bajó la mirada a
sus manos. Sus dedos jugueteaban con aquel especial anillo que Yoongi le había
dado. Su anillo de compromiso. Pronto su mirada viajó a su abdomen, y entonces
pensó en su cachorro. No podía quitarle a Yoongi el derecho de saber sobre su propio
hijo. Ya no quería que fuera un secreto, quería contárselo. Deseaba que su alfa lo
acompañara en su embarazo, que fueran al fin una pareja oficial y formaran una
bonita familia.

Ya no importaba en que parte del mundo sucedería.

—Quiero ir contigo.

Fin.

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Bromimiii :3
||Treinta y uno||

Tan solo aquellas tres palabras bastaron para que la completa felicidad arribara
placenteramente al alfa, cuyas facciones se iluminaron con notabilidad luego de que
aquella enorme y maravillosa sonrisa decorara con encanto su rostro.

Mierda, no podía estar más feliz. Su bebé, su omega, su Jimin, su todo lo


acompañaría. Ya no se apartaría del amor de su vida, ya no habría sufrimiento que
atravesar, ya no habría alma gemela que extrañar. Jimin iría con él. ¡Iría con él!

Quería gritar, llorar, saltar de la pura alegría que había consumido su ser. ¡Mierda!
Era todo un sueño cumplido, un milagro caído del cielo. No lo podía creer. Sentía que
explotaría de la emoción en cualquier segundo.

Y estornudó.

—Joder —murmuró, luego de sorber los mocos que parecían no querer dejarlo en paz.
Ni siquiera pañuelos tenía.

Su rostro se contrajo en una mueca de asco cuando sintió toda la mucosidad


estancada en su garganta. Tenía tantas ganas de escupir en aquel preciso momento.
Y, por muy asqueroso que fuera, no se privó de hacerlo en cuando bajó la ventanilla
del auto. Después de todo, tenía que ingresar la clave para abrir la compuerta que le
permitiría salir a la avenida.

Al abrirse esta, Yoongi aceleró, adentrándose al trafico. No tardó en volver a dibujar


aquella feliz sonrisa en su rostro. Todavía no lo creía. Comenzaría una nueva vida con
Jimin a su lado. Tendría consigo a su adorado bebé, lo tendría todo el tiempo que
quisiera. Ya no habría más despedidas definitivas. Ya no habría más espera. Su amor
florecería, se amarían, lo mordería, se casarían. ¡Siii!

Paró en un semáforo y se dedicó a mirar a Jimin, intentando asimilar de una vez por
todas que aquel no era un estúpido sueño, que eso, en realidad, estaba pasando.

Jimin le devolvió la mirada, sonriéndole apenas de lado, contagiándose por completo


de la felicidad que el alfa no cesaba de emanar. Yoongi tenía tantas ganas de fundir
sus labios en un beso, tantas ganas que habría sido capaz de ignorar totalmente la
mucosidad en su garganta. Pero se contuvo, utilizando la poca fuerza de voluntad que
le quedaba. No deseaba transmitirle el virus o las bacterias que se habían infiltrado
sin permiso en su organismo.

Por otro lado, recordó que debía hablar con el consigliori de su padre cuanto antes,
por lo que quitó su celular del bolsillo de su saco y marcó su numero. Cuando el
semáforo se puso en verde aceleró, dejando el celular en altavoz recargado en su
muslo.

—Odio decir que tenías razón, pero tenías razón —fue lo primero que dijo cuando la
llamada fue atendida—. Se infiltraron. Debes de conseguirme guardaespaldas cuanto
antes y dejarme listo el avión, estoy dirigiéndome hacia el aeropuerto.

—Enseguida te mandaré hombres para que te escolten. Me encargaré de que tengas


preparado el Jet apenas llegues. Ten cuidado y apenas corte la llamada deshazte del
celular.

Tal y como se lo ordenó, ni bien la comunicación se cortó, Yoongi bajó un poco la


ventanilla y arrojó el aparato sin importarle nada en lo absoluto.

—¿A d-dónde iremos? —preguntó Jimin con cierta timidez, sintiéndose curioso por
saber cuál sería su próximo paradero.

—Ya lo sabrás.
—¿Y q-qué... qué pasara con nuestras cosas?

—No te preocupes, bebé, allí compraremos todo lo que haga falta.

—Uhm... bueno. ¿Podré llamar a mi mamá al menos para decirle que estaré bien?

Yoongi frunció los labios.

—Mh... si, bueno tendrá que ser una llamada muy corta y desde algún teléfono
público. Cuando lleguemos al aeropuerto lo harás.

El omega asintió, conforme con las condiciones. Suspiro, relajándose, pensando que,
a partir de aquel momento, su vida cambiaría por completo.

Se iría a vivir con un alfa a otro país. Un alfa que de seguro no se demoraría en
intentar morderlo. Un alfa que era el padre de su cachorro... Dios, tendría un bebé
junto a Yoongi. Su omega interior chillaba de felicidad.

—Yoon... —el alfa lo miró de reojo—, te amo.

Yoongi sonrió, verdaderamente feliz.

—Y yo a ti, mi vida.

Habiendo llegado al aeropuerto, Jimin llamó a su madrastra ante la presencia de un


fornido alfa que le ponía los nervios de punta. Yoongi le había dicho que este lo
cuidaría mientras él arreglaba un último asunto con el piloto del Jet, pero, al contrario
de sentirse seguro, se sentía sumamente desprotegido, como si no pudiese ser capaz
de confiar en aquel alfa.
Sólo en Yoongi confiaba. Por lo que, cuando acabó su llamado y regresó con el
pelinegro, volvió a sentirse seguro otra vez.

No le había dicho mucho a su madre, sólo que no se preocupara, que había


encontrado a su alfa y que haría su vida junto a este. No respondió ninguna otra
pregunta que la beta le formuló, tan sólo se limitó a asegurarle que estaría bien y que
la vería en un par de años. Y entonces, le cortó, soltando lágrimas desde sus ojos.

Quince minutos más tarde, ya se encontraban abordando aquel Jet privado. Jimin se
quedó maravillado con la elegancia que albergaba el interior del mismo. Nunca en su
vida había volado, mucho menos en un avión tan lujoso, por lo que no podía dejar de
sentirse tan nervioso.

Lo único que lograba mantenerlo tranquilo era la presencia del alfa a su lado. Olfatear
su aroma, sentir su piel, sólo eso necesitaba para saber que todo estaría bien.

Una repentina sensación de vértigo lo dominó cuando el avión inició su despegue. Sin
darse cuenta, apretó con más fuerza la mano de Yoongi, quien, al instante, percibió el
nerviosismo de su bebé y acarició suavemente el dorso de su mano en un intento de
calmarlo con sus tiernas caricias.

El Jet se elevó por los aires, persiguiendo las nubes, y Jimin sintió que había soltado
una gran parte de él, dejándola allí abajo. Una parte que ya no necesitaba se había
quedado en aquella ciudad; su pasado, había soltado todo su pasado.

Y sólo entonces se sintió como nuevo. La carga en sus hombros se había disipado.
Ahora se sentía tan liviano, tan vacío de preocupación que era como estar flotando
junto al avión.

Iniciaría una nueva vida, construiría un nuevo presente junto a su alfa. No habrían
más mentiras, ni estúpidos tratos. Sólo serían omega y alfa, y un cachorro en espera,
yendo por el mismo camino, compartiendo la misma dirección.

Y Jimin nunca se imaginó que alejarse de su lugar de origen junto a un alfa mafioso
se sentiría tan placentero y aliviador. Jamás pensó que sería tan renovador. Pero allí
estaba, más feliz que nunca.
Tras casi nueve horas de vuelo el Jet aterrizó. El omega se había pasado gran parte
del viaje durmiendo, la otra pequeña parte comiendo mientras, acurrucado junto a su
alfa, veía muy cómodamente una película. No hubieron besos en todo el viaje, pues
Yoongi insistió en que no deseaba contagiarlo.

El alfa también había aprovechado para descansar. Varias horas de sueño le había
hecho bien a su organismo, y ya no tuvo que seguir lidiando con los estornudos. Pero
si con su nariz sumamente congestionada y su garganta picándole.

Pero al fin habían llegado, y Jimin no podía estar más ansioso de salir a explorar
aquel nuevo mundo en el que se habían metido. No tenía ni idea de en donde
estaban, pero había nieve. Mucha nieve... y montañas.

—¿Dónde estamos? —preguntó el rizado con cierta emoción, dejándose abrigar por el
mayor al tiempo que curioseaba a traves de una ventanilla del Jet.

Yoongi también se abrigó, procurando envolver bien su cuello con una bufanda. Tomo
un grisáceo beanie del bolso que le habia traído el piloto y se lo colocó al omega,
cubriéndole sus encantadores rizos, aunque dejando algunos sobresaliendo. Por
encima le puso unas orejeras tan blancas y suaves, las cuales le quedaron tan tiernas
que el corazón de Yoongi se derritió de enternecimiento. Un par de guantes para
ambos y ya estaban listos para bajar.

—En Alaska —respondió Yoongi con la voz tomada, esbozando una genuina sonrisa de
enamorado al ver a su chico con aquel beanie y aquellas orejeras que le hacían ver
tan precioso y adorable—. Aquí hace muchísimo frío, bebé. Que ni se te ocurra
quitarte algo de todo lo que te he puesto porque te enfermarás y no querrás estar
como yo, ¿de acuerdo?

Jimin asintió, entusiasmado. Amaba la nieve, amaba el frío, amaba el paisaje, aquello
no podría ser más perfecto, pensó.

Y bajaron, pisando por primera vez la tierra estadounidense. Alaska los recibió con su
helada oleada de frío que tanto le caracterizaba, dándoles la bienvenida con una leve
nevada.

Un auto aguardaba por ellos, y por tal motivo no duraron mucho tiempo afuera,
sufriendo de aquel frío al cual pronto se acostumbrarían. La calidez los rodeó
nuevamente al adentrarse en aquel vehículo. Jimin pasó todo el trayecto apegado a
Yoongi, observando la belleza que derramaba Alaska a través de las ventanas.

Jimin realmente no supo muy bien lo que se esperaba. Por su mente pasaron varias
ideas de a donde irían a parar, primero pensó que se hospedarían en algún hotel de
primera clase, pero después se le ocurrió que, quizá, Yoongi ya tenía alguna
propiedad en aquel país y se instalarían en otra mansión llena de lujos.

No fue ni lo uno, ni lo otro. Se esperó muchas cosas, menos encontrarse frente a una
preciosa casa rodeada de pinos, alejada totalmente de la ciudad. Y le encantó. Le
encantó porque era grande, pero acogedora; completamente hecha de madera lucía
muy hogareña.

—¿Te gusta? —preguntó Yoongi una vez que entraron a la misma, descubriendo que
el interior se encontraba preciosamente amueblado y decorado.

El mismo chofer que los había traído, el cual era un formal beta, fue también el
encargado de enseñarles las instalaciones, informándoles de todo aquello que creía
necesario.

La chimenea ya estaba encendida, junto con la calefacción, brindándole al interior de


la casa un agradable ambiente rodeado de calor.

—Sí, todo es tan hermoso —contestó el omega maravillado, luego de haberse quitado
todo su abrigo—. ¿Aquí nos quedaremos?

—Sí, este será nuestro hogar, bebé —confirmó Yoongi, acercándose al menor. Lo
tomó de la cintura y hundió su nariz en el cuello de este, besándole la piel de aquella
zona—. Sólo nuestro —susurró—. Joder, estoy tan feliz de que estés conmigo. No
tienes idea de cuanto te amo —agregó, rozando su nariz contra su cuello.

Si bien ya no lograba olfatear nada, debido a la congestión nasal, su alfa deseaba


marcar al omega con su olor. Porque era suyo, sólo suyo, y debía oler a él.

—Yo te amo a ti, Yoon, mucho, mucho —dijo el omega riendo por el cosquilleo que le
generaba la nariz de su alfa sobre su cuello—. Hay algo... hay algo que tengo que
decirte...

—Después me dices, ahora debo marcharme —se apresuró a decir Yoongi, mirando
de soslayo al beta que aguardaba por el en la entrada—. Tengo que encontrarme con
el socio de papá, trabajare para él y estaré bajo su protección, por lo que debo ir a
conocerlo cuanto antes. Luego vendré y hablaremos más tranquilos, ¿de acuerdo? No
salgas de la casa. Te amo.

Dicho eso, le plantó un dulce beso en la frente y, ajustándose la bufanda, se


encaminó hacia la salida. Jimin suspiró. Tenía tanta ilusión de contarle acerca de su
embarazo, ya no quería seguir esperando, sin embargo, Yoongi no le daba más
opción que hacerlo.

Ya estaba decidido: se lo diría apenas llegara. Sólo esperaba que no se enojara tanto
con él...

La casa se encontraba muy bien equipada. La espaciosa cocina rebosaba de


alimentos, y Jimin aprovechó para familiarizarse con la comida de aquel país, la cual
no era tan diferente a la inglesa.

Se sentía tan feliz de estar allí, en una casa normal, sin tener excesivos lujos, ni
personal de ningún tipo. No había gente de limpieza, ni sirvientas, ni cocineras, ni
nada. Solo iban a ser ellos dos, viviendo como una pareja normal.

La felicidad lo inundaba sin filtro. Ahora podría ser él quien le preparase el desayuno a
su alfa, llevándoselo a la cama. Ahora podrían cocinar juntos, jugueteando en la
cocina. Podrían salir a pasear, a conocer la ciudad, a recorrer Alaska en todo su
esplendor. O tan solo quedarse en casa, acurrucados junto a la chimenea, bebiendo
chocolate caliente, mientras se mimaban y veían alguna serie.
Todo sonaba tan magnifico.

Las horas pasaban, y Jimin se aburría. Realmente, no pensó que Yoongi se tardaría
tanto, pero así fue y cuando al fin llegó ya se había hecho de noche hacía rato. Yoongi
no sólo se veía cansado y fatigado, sino que bastante malhumorado y enfermo. Su
nariz en vez de mejorar, parecía empeorar.

—Lo siento por la demora, tuve que arreglar unos asuntos con el tema de la visa. Se
suponía que sólo yo tendría residencia aquí, pero me importa un bledo. Ilegal o no te
quedarás conmigo —dijo este con fastidio, mientras dejaba sobre el sofá de la sala
una tanda de bolsas y paquetes—. Oh, y he aprovechado para comprar ropa. Mañana
almorzaremos con mi nuevo jefe y su familia, por lo que ya he conseguido nuestros
atuendos. Ahora sólo... necesito... un descanso —agregó con su voz rara, echándose
en otro sillón de la sala, agotado.

—¿Mañana? Yoon tu deberías quedarte en cama hasta que mejores —opinó Jimin,
preocupado, acercándose a su alfa. Le colocó una mano sobre su frente para
comprobar su temperatura—. Estás que ardes...

—Ya he tomado algo para la fiebre —contó y no pudo evitar toser—. Estaré bien,
solo... —carraspeó—... quiero dormir, ¿me acompañas?

—Claro, amor, ve subiendo. Te prepararé un paño frío —le avisó, dándole un beso en
la mejilla antes de salir disparando hacia la cocina en busca de algo que pudiera
servir.

Sólo entonces Yoongi subió las escaleras, percibiendo la debilidad con la que se
desplazaba su cuerpo. Ciertos escalofríos lo atacaban. Si bien allí dentro estaba
calentito, el frío parecía no querer abandonarlo.

Llegó a la habitación que compartiría con su omega y comenzó a desvestirse. Había


pensado en darse un baño, pero se sentía tan débil y devastado que ahora sólo tenía
ganas de acurrucarse debajo del acolchado que poseía la cama. Y lo hizo,
acostándose solo con sus bóxers puestos.

Estaba sudando, y aún así moría de frío. La tos apareció de nuevo, dándole leves
sacudidas que no lograba controlar.

Jimin no se demoró en llegar. Al instante, le puso un húmedo trapito en la caliente


frente de su alfa. Luego se desvistió y se adentró en la cama, acomodándose muy
cerca del cuerpo de su hombre. Jimin siempre amó ser la cuchara pequeña, pero esta
vez fue él quien abrazó a Yoongi por detrás, llenándole de mimitos y besitos en su
hombro desnudo.

—Yoon, ¿recuerdas que antes quería decirte algo? —empezó a decir Jimin tras haber
puesto mejor el edredón sobre ellos, cosa que los tapara bien a ambos.

—Mhm —emitió el alfa ya teniendo sus ojos cerrados, a punto de sumirse en un


profundo sueño.

—Sé que no es el momento indicado, pero ya no puedo seguir reteniendo más esto...
y, y, y... no sé cómo decirlo. Sé que no debí haberte mentido y de seguro te enojarás
por haberte ocultado algo como esto... y... —suspiró—... Yoon, estoy... estoy
embarazado.

Jimin cerró sus ojos con fuerza, esperando con gran temor alguna reacción. Pero los
segundos transcurrieron y nada ocurrió.

—¿Yoon? —dijo, abriendo con cuidado sus ojos para llevar su mirada hacia el rostro
relajado del alfa. Fue entonces cuando descubrió que este, al parecer, ya se había
dormido.

El omega respiró profundo.

—En mi pancita está tu cachorro, Yoon... —susurró, aún sabiendo que no lo


escuchaba realmente—... espero que puedas amarlo tanto como me amas a mí... Lo
siento... por favor, no me odies... s-sólo... sólo estaba asustado...
||Treinta y dos||

Van a odiar y amar a Yoongi al mismo tiempo :3

Estaban llegando tarde. Yoongi odiaba llegar tarde. Debió haberse comprado un
jodido despertador. No podía creer que había dormido tanto. De no haber sido por el
chofer que había pasado a recogerlo y que había insistido tanto con el timbre, ni
siquiera se habría despertado.

Lo único bueno era que la fiebre y la tos ya se habían marchado. Yoongi ya se sentía
mejor que antes, sin embargo, su nariz aún estaba congestionada, limitándole el
olfato.

Se encontraba de tan malhumor que Jimin ni siquiera se atrevía a decirle palabra


alguna, tenía miedo de que le respondiera mal, o peor, le gruñera.

Yoongi no estaba enojado con él, todo lo contrario, estaba enojado con el hecho de no
poder estar un momento tranquilo junto a él. Desde que llegó no había disfrutado de
nada. Si no era por el jodido papeleo y los lazos laborales, era por su jodido resfrío.
Ni un puto beso en los labios le había podido dar a su omega.
Y por tal razón poseía aquel desfavorable humor de perro, el cual le otorgaba un aura
aún más intimidante, pero que siempre le hacía quedar como un alfa grosero.

Llegaron. Yoongi fue el primero en bajar del auto, arruinando la intención del chofer
de abrirle la puerta, por lo que el beta quiso abrírsela al omega. Sin embargo, dio un
respingo cuando recibió un voraz gruñido de parte de Yoongi, quien, luego de rodear
el auto por la parte trasera, lo fusiló con la mirada.

—Yo le abro —espetó con severidad.

El beta realizó un asentimiento de cabeza, algo apenado, y se alejó.

Cinco minutos más tarde, Yoongi y Jimin ya se encontraban dentro de la residencia


del nuevo jefe del alfa, siendo recibidos por el mayordomo de este. El lugar era tan
cálido y ostentoso. Jimin caminaba junto a su alfa, observándolo todo a su alrededor.

Una muy joven omega, rubia y despampanante, metida dentro de un ajustado vestido
plateado, se acercaba a ellos haciendo resonar sus tacos en cada paso. Con una
enorme sonrisa plasmada en su rostro maquillado se detuvo frente a ellos.

—Mucho gusto, mi nombre es Lisa —se presentó la omega con el acento americano
enroscado en su lengua, mirando con especial atención a Yoongi—. Tu debes de
Yoongi, ¿no?

—Min Yoongi —le corrigió con rapidez Jimin, lanzándole una mirada desdeñosa
mientras se apegaba a su alfa, entrelazando sus brazos. Una clara muestra de que
aquel hombre ya estaba apartado por él.

Yoongi sonrió, negando con la cabeza por la posesiva reacción de su bebé.

—Sí, mi nombre es Yoongi. Min Yoongi —aclaró el alfa—. Y este es Jimin, mi omega.

La rubia enarcó una ceja, algo cínica, su sonrisa ya se había borrado hacía rato.

—Ya veo. Lo siento —dijo, intentando sonreír de nuevo—. Mi padre te espera,


acompáñenme... Oh, y por cierto, felicidades.

Yoongi frunció el ceño. ¿Felicidades?

Y Jimin palideció, sintiendo un repentino vuelco en su estómago. Su corazón se


aceleró cuando el alfa lo miró interrogativo, expectante.

—¿Cómo que felicidades? —preguntó, confundido.

—Por el cachorro, claro —habló Lisa, extrañada ante la confusión del alfa. Pero,
entonces, lo entendió y soltó un gritito, tapándose la boca con ambas manos—.
¿Arruiné la sorpresa?

El omega capturó su labio inferior entre sus dientes, nervioso. Quería asesinarla. ¿Por
qué mierda tuvo que abrir su estúpida boca? Se suponía que se lo diría él, que se
enteraría gracias a él, no gracias a una jodida rubia tonta.
Yoongi lo miró al instante y no supo descifrar las emociones que reflejaban sus
oscuros ojos. No sabía si estaba alegremente desconcertado o furiosamente
asombrado. O quizás todo junto. Y Jimin se encogió sobre sí mismo, espantado por lo
que sea que estaba a punto de ocurrir.

—¿Nos darías un momento a solas? —le dijo Yoongi a la chica.

La misma asintió, comprensiva, y se retiró del hall de la mansión, aunque


quedándose no muy lejos de allí.
Yoongi respiró hondo, muy hondo, aspirando y retirando el aire por su boca, pues su
nariz no servía.

—Lo siento... —murmuró Jimin con temor—, he querido decírtelo desde que llegamos
pero...

—¿Desde cuándo lo sabes? —le cortó con seriedad, mirándolo fríamente—. ¡¿Desde
cuando, Jimin?!

El omega agachó la cabeza, derramando las primeras lágrimas.

—H-Hace... más o menos... un mes —confesó bajito, dispuesto a no mentirle más.

—¡¿UN MES?! ¡¿COMO QUE UN MALDITO MES?! —exclamó, realmente alterado,


deseando descargar su ira a través de duros golpes contra algo—. ¡La puta madre,
Jimin! ¡¿Cómo mierda pudiste ocultármelo por tanto tiempo? ¡Joder, yo sabía! ¡Sabía
que había algo diferente en ti! ¡Te había olfateado! ¡Y me mentiste! ¡Hubieron tantas
malditas oportunidades en las que podrías habérmelo dicho, ¿y decidiste mentirme en
cada una de ellas?! ¡¿Qué mierda pensabas, maldita sea?! ¡¿Es que me ibas a dejar ir
sin siquiera decírmelo?!... Espera, ¿siquiera es mío? Hace un mes... hace un mes no
estábamos...
—E-Es tuyo, Yoongi, e-eso te lo aseguro —se apresuró a decir el omega en medio de
sus sollozos, sin saber cómo hacer para controlar su creciente e histérico llanto.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —inquirió el alfa frunciendo aún más su entrecejo,
largando incesantes feromonas de enojo—. ¡Mierda, Jimin! ¡No puedo creerlo! ¡Es por
eso que no me lo has dicho, ¿verdad?! ¡Ni siquiera debes saber de quién mierda es!

—No... s-si es tuyo, Yoongi —musitó con su rostro contraído por el inevitable
lloriqueo—. Déjame... déjame explicártelo... por favor.

Los dedos del alfa se enterraron entre sus propios mechones, demostrando la
frustración que le invadía. Sus ojos comenzaron a picarle, su labio inferior estaba a
punto de sangrar por la fuerza con la que lo presionaba sus dientes. Tenía tanta
rabia, tanta furia acumulada.

Pronto, sus dedos bajaron y sus puños se apretaron con tanta fuerza que sus nudillos
no tardaron en tornarse blancos. Hizo ademan de golpear una pared, pero entonces
contuvo la respiración y contó hasta diez en un intento de calmar sus músculos
tensados.

—Y-Yoongi...

—¡Cállate! ¡Solo cállate, maldita sea! ¡No quiero que me expliques nada ahora!
—vociferó con potencia—. Esto lo hablaremos cuando lleguemos a la casa, ahora te
limpiarás tus malditas lágrimas, te recompondrás y utilizarás tu magnifica capacidad
de engaño para fingir que todo esta bien delante de la familia de mi jefe, ¿capisci?

Jimin sorbió los mocos y asintió, cabizbajo, luciendo sumamente sumiso. Se limpió las
lágrimas, hipando de modo incontrolable.

—Yoon, d-de verdad, e-es tuyo —repitió el omega al levantar la mirada y observarlo
de frente.

—Hablaremos después —estableció el mayor con seriedad, mirando de reojo como la


rubia volvía a aparecer en escena.

Solo entonces, con la omega acercándose con cautela, Yoongi lo envolvió entre sus
brazos, confortándolo.

—Ya, tranquilo —susurró este un tanto mas calmado, notando como el rizado se
aferraba a su cuerpo, iniciando un nuevo llanto—. Por favor, no me hagas quedar
mal, Jimin. Deja de llorar. Solo resistamos las siguientes horas. Ya tendremos tiempo
de hablar sobre esto más tarde.

—Lo s-siento, Yoon, te amo, no quiero p-perderte —admitió el omega en voz bajita,
muriendo de miedo por la simple idea de que Yoongi lo abandonara.

—Yo también te amo, pero deja de llorar, carajo.

—¿Todo bien por aquí? —una voz fémina se hizo escuchar de repente, haciendo que
el abrazo que ambos compartían se rompiera al instante.

—Sí, lamento haberte hecho esperar, esto... me tomó de improvisto —explicó el alfa
algo avergonzado—. Pero ya estamos listos para irnos... digo... a comer, claro.
Aunque, antes mi omega necesitaría pasar por el lavado, ¿podría ser?

—Claro, detrás de las escaleras, a la izquierda —indicó la rubia, señalando el sitio con
cierto desgane.
Yoongi puso una de sus manos en la espalda del menor, dándole un leve empujón
para que avanzara hacia dicho lugar. Jimin no replicó y caminó, hipando, alejándose
de su alfa.

—Dado que eres bastante joven intuyo que será tu primer hijo, ¿verdad? —mencionó
Lisa, sonriendo con entusiasmo al ver que ya se encontraban solos.

—Oh... uhm... sí —contestó Yoongi medio dudoso, todavía sin caer por completo en
que Jimin, su Jimin, se encontraba en estado.

No, definitivamente, no podría creerlo. Mucho menos podia creer que Jimin le había
mentido tan descaradamente. Qué maldito bastardo.

—Veo que no te agrada mucho la idea —comentó la omega, relamiéndose los labios,
mientras lo miraba de un modo seductor.

—No, no es eso... Es que... de verdad, me habría gustado enterarme de otra manera


—explicó, con su mirada puesta en el sitio por el que se había marchado su omega,
ignorando por completo el, para nada disimulado, coqueteo de la chica.

—Lo siento, pero he notado que no lleva tu mordida, ¿eso significa algo? —preguntó
con una sonrisa coqueta, mientras se aproximaba al alfa, acortando el poco espacio
que los separaba.
Yoongi se hizo a un lado, mirándola con una ceja enarcada.

—Significa que pronto la llevará —habló con convicción—. Escucha, no quiero


ofenderte, ni nada, pero si deseas ser la amante de un alfa emparejado por lo menos
intenta con uno que no sea gay. Por lo que te agradecería un poco de espacio,
lindura, pues no me interesa tu vagina, ni ninguna otra del mundo entero.

La omega enrojeció con violencia, apartándose unos meros pasos, bastante


sorprendida ante aquella intervención. Bajó la cabeza, apenada, no pudiendo evitar
sentirse como una completa tonta.

—Lo siento, no he querido ser tan grosero. Eres hermosa, ¿sí? Y aseguro que
cualquier otro alfa moriría por estar contigo. Sólo que yo... —Jimin apareció en su
campo visual, venía caminando desde lo lejos, y Yoongi no consiguió apartar su vista
de la zona de su abdomen. Todo este tiempo su omega había estado con un cachorro
en su vientre, y sin embargo se lo había negado tantas veces. ¿Cómo se lo podría
perdonar?—... Yo ya tengo omega y, aunque quisiera, no podría cambiarlo por
absolutamente nada.

Poco más tarde, en el comedor de la mansión, Yoongi saludó a su jefe y al resto de su


familia, disculpándose enormemente por la demora. Luego les presentó a Jimin como
su prometido y, como la noticia de su embarazo se había dispersado, comenzaron a
recibir más felicitaciones.

Jimin hacía su mayor esfuerzo por actuar una feliz sonrisa y ocultar a toda costa sus
inmensas ganas de echarse a llorar. Tan sólo deseaba que todo aquello acabara
pronto y que nadie preguntara por sus ojos hinchados, ligeramente rojizos.

El almuerzo se llevó a cabo, y el omega apenas pudo tocar su comida. No tenía


apetito, y las ganas de seguir manteniendo su falsa sonrisa se fueron agotando con el
correr de los minutos.

Su rostro se sumergía en la melancolía cada vez se topaba con los apagados ojos de
su alfa, este parecía mirarlo con decepción, desaprobación, desagrado. Y Jimin ya no
lo soportaba. Silenciosas lágrimas habían fluido por sus mejillas, las cuales procuró
quitar con rapidez para que nadie las notara.

Pero sus feromonas... esas si que no pudo ocultarlas. Emanaba, de modo


involuntario, aroma a tristeza. Porque así se sentía. Estaba triste, angustiado, y no
lograba controlar su estado.

Lo único bueno fue que ya no tuvo la necesidad de meter excusas para no beber el
jodido vino. Ya Yoongi había entendido porque tantas veces se había negado en el
pasado.

Ya era tiempo de volver. Se habían despedido media hora después de haber probado
el postre, habiendo dejado satisfecho a su jefe con su visita. Y es que Yoongi se había
desenvuelto de un modo tan increíble frente a la familia ajena, hablando con la
frescura de todo alfa despreocupado y atento, como si no hubiera estado a punto de
perder el control momentos antes con su omega. Y a Jimin le sorprendió tanto
aquello. Al parecer, Yoongi sabía fingir mejor que él.

Llegaron al auto que aguardaba por ellos, y el alfa no le abrió la puerta como solía
siempre hacer. Ni siquiera lo miró, ni le habló, sólo lo ignoró todo el camino.

Al llegar a la casa, lo primero que hizo Yoongi fue ir a la cocina a prepararse un trago
con lo primero que encontrara de alcohol. Sabía que, por su estado de resfrío, no le
convenía beber. Pero le daba igual. Necesitaba un trago. También se encendió un
cigarrillo, buscando calmar su interior.

—Bien, habla. Cuéntamelo todo sin nada de engaños —demandó el alfa al entrar en la
sala, sitio en el que se había quedado el rizado temeroso y angustiado.

Yoongi dejó su trago en una pequeña mesita, y con el cigarro entre la comisura de
sus labios, encendió el fuego de la chimenea. A continuación, tomo asiento en uno de
los sofás, quitándose el cigarrillo de los labios. Expulsó el humo hacia un costado,
sintiendo su garganta seca y rasposa, y le indicó a Jimin con un gesto de la mano que
se sentara en el sofá que se encontraba frente a él.

El omega obedeció, tragando en seco.

—Te lo repito. Ya no quiero más engaños. No quiero más mentiras. Dime


absolutamente toda la verdad. Si no es mío, házmelo saber, no me enojaré. Créeme,
será peor si me sigues mintiendo.

—De verdad, no hay engaño cuando digo que es tuyo. No tengo duda de eso
—confirmó el menor mirándolo directo a los ojos.

—¿En que te basas para afirmarlo?

—Yoongi, desde que te conocí no me he acostado con nadie más que tú. Admito que
antes de ti hubieron miles, pero todas esas veces, las que fueron por mi
consentimiento, me cuidé. Tomaba las píldoras cada día, sin excepción. Tenía la
alarma en mi celular, por lo que no había manera de olvidarme. Hasta que tú me
acogiste. Yo estaba en celo, sin celular, sin pastillas, sin nada. Y todas las veces que
me follaste aquella semana en la que recién nos conocíamos fue sin protección.

—Pero tú me habías dicho que las tomabas, sino yo... yo no te habría follado sin
cuidado —reprochó el alfa despacio, asimilando lo que acababa de escuchar.

—Pero te lo dije porque era verdad, yo las tomaba, nunca me habría imaginado que
las dejaría de tomar. Aparte estaba en celo, yo solo quería tu pene, no me importaba
nada más.

—¿Por qué no las seguiste tomando? Era tu responsabilidad, ¿entiendes? Tú podrías


haber hablado con cualquiera de mis empleadas y te habrían conseguido las píldoras
en un abrir y cerrar de ojos —reprochó una vez más, luego de haberle dado una
calada a su cigarro, el cual estaba a punto de consumirse.

—Lo sé, sé que era mi responsabilidad, pero... Entiéndeme, no tenía celular, no tenía
mi alama, y yo me olvidé por completo de aquel detalle, ¿o es que acaso piensas que
yo quería quedar embarazado? Por supuesto que no... Pero recién me di cuenta de mi
error cuando volví a casa, allí vi el paquete de las pastillas y mi mundo se fue la
mierda. Yo no quería tener hijos, la simple idea me llenaba de terror. No tienes idea
de cuanto sufrí aguardando el tiempo necesario para hacerme el estúpido test y
cuando dio positivo quería matarme. No sabía qué hacer. Lo único que sabia era que
no quería tenerlo...

Yoongi lo miraba expectante, ateniendo a cada palabra que el omega soltaba. No


comentó nada, pues esperaba a que este terminara de contar.

—... Hasta había pensado en abortarlo, pero estaba seguro de que luego no podría
seguir viviendo en paz sabiendo que me había deshecho del bebé sin siquiera darle
una oportunidad. No podía abandonarlo, no quería ser igual que mis padres que me
tiraron en la calle resolviendo así su problema. Yo... había llegado a la solución de
que tendría al cachorro, pero se lo daría a mi madrastra al nacer. Ella es estéril y
jamás pudo tener hijos, yo quería darle esa oportunidad... pero nos faltaba dinero...

—La deuda de tu madre —murmuró Yoongi, más para sí mismo que para Jimin,
estando momentáneamente perplejo. Se encontraba uniendo los cabos, asimilando
los hechos—. No había ninguna deuda...

El omega negó con la cabeza despacio, afirmándole que era tal como él decía.

—Es decir que volviste a mí con el fin de quitarme dinero para sustentar los gastos de
mi propio hijo, el cual se lo ibas a dar alguien más sin mi puto consentimiento
—expresó el alfa con verdadero enojo, frunciendo el ceño severamente—. ¡Pero que
mierda te pasaba por la cabeza, joder! ¡No sólo me ocultaste la existencia de mi
cachorro, sino que también me mentiste para resolverte la vida con mi dinero!

Jimin agachó la cabeza, demasiado apenado.

—Al principio, no creí que quisieras hacerte cargo —musitó—, y tenía miedo de que
me rechazaras si te enteraras de que estaba embarazado. No teníamos tanta
confianza y aseguraba que no me creerías si te habría dicho que era tuyo. Por eso
decidí ocultarlo. Luego nos empezamos a encariñar, pero yo no quería tener pareja,
no quería ser papá, no quería hacerme cargo del bebé. Ya sabes que yo sólo quería
volver a mi descontrolada vida, y con la idea de dárselo a mi madrastra yo habría
vuelto a ser la puta que era pasado los nueve meses. Ese era mi plan inicial.

Yoongi se inclinó para alcanzar su trago de alcohol. Bebió un sorbo y se dispuso a


encender otro cigarro.

—Luego cambió todo al darme cuenta que ya estaba realmente jodido, y cuando digo
jodido me refiero a enamorado. Pero entonces tú me saliste con que te irías del país y
todo volvió a la misma mierda. Yo no me creía capaz de viajar contigo, y esa fue la
nueva razón para seguir ocultándotelo. No quería que te fueras y estuvieras en el otro
lado del mundo preocupado por mi embarazo y por un hijo que no conocerías hasta
quién sabe cuantos años...

—¿Y qué mierda pensabas hacer? ¿Pensabas contarme todo esto cuando yo volviera?
¿O me lo ibas a seguir ocultando por el resto de mi vida? Es que no sé cómo mierda
habría reaccionado si regresaba y te me aparecías con un pequeño hijo al lado.
¡Joder, te habría odiado!

—¿Ahora no me odias? —preguntó Jimin bajito, mientras se le llenaban los ojos de


lágrimas.

—No, no te odio. Sólo estoy enojado —le dijo, tras haber dado una calda al cigarro—.
Jimin lo que has hecho fue demasiado inmaduro e irresponsable, un acto de total
inconsciencia. Y no lo digo sólo porque me habría gustado saberlo desde un principio,
lo digo por el contexto. ¿Tienes idea del peligro que hemos estado corriendo? Mierda,
Jimin, ¿y si te pasaba algo? ¿Y si le pasaba algo al bebé? Si yo hubiera sabido de tu
estado nos habría puesto muchísima más seguridad y te habría tratado con un
cuidado enorme. Y es que, joder, ahora me siento horrible por las veces que te follé
como un maldito animal.

—Lo siento... —susurró el omega entre medio de un sollozo, sin siquiera atreverse a
levantar la mirada—. Y tienes razón... si fui muy inconsciente... e inmaduro,
irresponsable, egoísta, caprichoso, insensible... Sólo era un estúpido adolescente
asustado, uno que no quería enfrentar la realidad —reveló, elevando su mirada—.
Pero ahora estoy aquí, contigo, y me siento tan diferente. Ya no tengo miedo de dar
aquel paso que antes me aterraba, ya no tengo miedo de enfrentar la vida como se
debe. Quiero hacerme cargo de mis actos y también de mis sentimientos... Yoon, te
amo como nunca antes en mi puta vida amé a un alfa y me encantaría tener este
cachorro contigo.

El alfa lo observaba detenidamente con la expresión mucho más suavizada y


enternecida. Sus ojos comenzaron a adquirir vida de nuevo, brillando con sutileza.
Tenía tanta emoción consumiéndolo en aquel momento, que no sabía cómo hacer
para que la misma no se escaparan en forma de lágrimas.

Yoongi se levantó y se acercó al omega, sentándose a su lado en aquel amplio sofá.

—¿Puedo...? —dejó la pregunta en al aire al extender su mano hacia el vientre de


Jimin, mas no lo tocó, sólo lo miró, aguardando a que este le diera el permiso.

El rizado sonrió, mientras un destello aparecía en sus orbes.

—Eres mi alfa, Yoon, la pregunta ofende —burló, esperando con verdadero


entusiasmo a que la mano de su alfa se abriera paso entre su ropa hasta quedarse
reposada sobre la piel muy ligeramente abultada de su pancita.

De aquel mismo modo Yoongi lo hizo, sonriendo como todo alfa perdidamente
enamorado de su omega embarazado. Y Jimin amó verlo de aquella hermosa manera,
así como también amó que el cálido tacto de la mano de Yoongi le generara un
repentino cosquilleo dentro de su estómago. Era como si su interior supiera con
exactitud de quien eran aquellas caricias.

—¿Puedes perdonarme? —preguntó Jimin con cierto ápice de temor, luego de haber
colocado su mano encima de la de su alfa.

El mayor respiró hondo por la boca.

—Te perdonaré sólo si me prometes que nunca, nunca, me volverás a hacer algo así,
Jimin. Jamás vuelvas a mentirme con tal magnitud, ni a ocultarme nada de verdadera
importancia —exigió con un firme todo de voz—. Júramelo, bebé, y te perdonaré.

Sin siquiera vacilarlo, Jimin asintió con frenesí.

—Te lo juro, Yoon. Nunca, nunca, nunca volveré a ser tan estúpido. Te prometo que
no habrán más mentiras —dijo este con extrema seguridad.

—Bien, ya estás perdonado —anunció Yoongi más relajado y, sin apartar la mano del
vientre del menor, se acercó al cuello de este, comenzando a depositarle dulces besos
en aquella delicada zona—. Mañana mismo te conseguiré turno con algún médico.
Quiero asegurarme de que todo este marchando bien... Oh, Jimin, no tienes idea de
cuan feliz me hace tenerte aquí a mi lado y ahora muchísimo más al saber que
esperas un cachorro mío... Mierda, bebé, no sé que habría hecho sin ti. Estoy tan
agradecido de que hayas decidido venir conmigo. Mi estadía aquí sin tu presencia
habría sido una completa mierda.

Y ciertamente, ambos no paraban de desprender puro aroma a felicidad.

—Habría sido un completo error quedarme, y lo supe cuando estabas a punto de


alejarte de mí. Yo tampoco sé qué habría hecho sin ti, Yoon. De seguro habría muerto
de tristeza... Pero estoy aquí, contigo, y por primera vez en la vida siento que estoy
donde debo estar con la persona con la que debo estar.

Yoongi sonrió contra la piel de su cuello y dejó un nuevo beso, acompañado de un


leve mordisco. El omega se estremeció, ladeando su cabeza, mientras su piel se
erizaba. Y entonces, sólo pudo pensar en una cosa.

—Y-Yoon... q-quiero que me muerdas.

—Lo haré, mi vida, pero no ahora.


—¿Por qué no ahora?

—Porque quiero enlazarte mientras te hago el amor.

—Entonces... hazme el amor.

Me da risa editar esto porque recuerdo como me ponia cuando leia y esperaba los
capitulos 7u7....

Recuerden, no todo es color de rosa... y eso lo sabes de la peor manera...

vota y comentaaaaaaaaaaaaa

Y dime si odiaste a Yoongi al principio como yo xd


||Treinta y tres||

—No tienes idea de cuanto me gustaría que hagamos el amor, bebé, pero no... No
creo que sea favorable ahora —opinó Yoongi con su voz rasposa y carraspeó,
quitando su mano del abdomen de su omega, alejándose un poco de este.

—¿Por qué no? —cuestionó Jimin haciendo un puchero, eliminando una vez más el
ligero espacio entre ellos al recargar la cabeza en su hombro.

Jimin sonrió de lado, acariciándole los rizos.

—Porque si lo hacemos no aguantaré las ganas de besarte, y si bien ya me siento


mejor del resfrío, no se me ha pasado del todo. Aún tengo la nariz tapada. No quiero
transmitírtelo.

El omega suspiró, desilusionado.

—Bueno... en ese caso, déjame cuidarte —mencionó, mirándolo a los ojos mientras
llevaba una de sus manos a la mejilla de Yoongi para acariciarla despacio.

Sonriendo, el alfa tomo aquella misma mano y comenzó dejar suaves besos en el
dorso de esta. Luego dejó que su boca se guiara hasta el pómulo del omega y plantó
otro cálido beso allí.

—Te amo —susurró Yoongi, más enamorado que nunca.

—Y yo te amo a ti, amor, más de lo que crees.

Y aquel fue el momento perfecto para unir sus labios en un dulce y sentimental beso
lleno de amor, pero, por supuesto, no pasó.

—Yoon... ¿qué te parece si estrenamos la tina del lavado de nuestra habitación? Un


relajante baño calentito en compañía de tu omega te hará bien y el vapor ayudara a
destaparte la nariz, ¿qué dices?

—Me parece una excelente idea —dijo Yoongi, sonriendo.

—Perfecto, subiré a preparar el agua —anuncio, levantándose del sofá—. Oh... y


Yoon, por favor, no sigas bebiendo y fumando, al menos hasta que mejores. Eso no
te ayudara... Tienes que beber agua. Mucha agua. No alcohol —le aconsejó,
preocupado al ver el trago de Yoongi sin terminar reposado en la mesita.

—Si, lo sé, eso sólo fue porque estaba intranquilo, lo necesitaba. Pero ahora no te
preocupes, haré todo lo posible para evitarlo. La abstinencia de tus labios es mucho
peor y quiero recuperarme.

El omega esbozó una sonrisa, complacido.

—Así se habla, porque no se cuanto más pueda resistir sin tus besos —comentó,
tomando entre sus dedos el vaso de licor con la única intención de llevárselo a la
cocina y deshacerse del resto del contenido— Oh, y mañana te quedarás todo el día
conmigo, aquí, descansando —agregó poco antes de irse a la cocina.

—Es lo que mas me gustaría, pero no puedo quedarme —repuso el alfa, luego de
levantarse y perseguir a su amado—. Estas no son vacaciones para mí, tengo trabajo.

—No me importa —objetó Jimin, impasible, arrojando el alcohol en el fregadero. Abrió


la llave del agua y se dispuso a lavar el vaso—. Te quiero conmigo. Al diablo tu
trabajo, di que te vino el celo y ya.

Yoongi rió ante el rebelde tono de su omega. Pero la risa se hizo a un lado cuando
pensó en eso; su celo.

—Mi celo... —murmuró el aludido de modo inconsciente, dejando su mirada puesta en


cualquier punto. Buscaba recordar en que fecha estaban.

—¿Qué pasa? ¿Falta poco para tu celo? —preguntó Jimin, volteándose con curiosidad,
mientras se secaba las manos con un repasador.

—No... bueno, algo.

—-¿Cuándo?

—El mes que entra.

—Oh, bueno, aquí me tendrás —dijo el omega, mirándolo con una sonrisa juguetona
plasmada en el rostro.

Sus ojos brillaron de deseo al imaginarse como sería Yoongi en su periodo de celo.
Una oleada de imágenes verdaderamente excitantes atravesó su mente. Sin
embargo, decidió parar el tránsito de sus lujuriosos pensamientos cuando sintió que
ya había empezado a humedecerse y a notársele un bulto en medio de sus
pantalones.

Una divertida risa se hizo escuchar.

—Que descarado eres. ¿Cómo te atreves a excitarte frente a un alfa que tiene la
bondad de no enterrarse en ti por miedo a besarte y contagiarte el resfrío? —Yoongi
dijo en tono burlesco y chasqueó la lengua tres veces en forma de desaprobación—
Debería castigarte por hacerme esto.

Jimin rió con cierto nerviosismo y se mordió el labio inferior, apenas un poco
sonrojado.

—Si mi olfato funcionara correctamente y hubiera olisqueado tus ardientes


feromonas, créeme, ya estaría desnudándote y colocándote contra la mesada para
darte una buena sesión de sexo, siendo la cocina el primer lugar en ser testigo de
nuestro fogoso y pasional amor.

Jimin tiró su cabeza hacia atrás, sonriendo y casi gimiendo al imaginarse aquella más
que excitante escena.

—Oh, Yoongi... quiero, quiero, quiero —el omega insistió con frenesí, como si se
tratara de un pequeño niño insistiendo por un dulce.

—No, eso no sucederá —replicó Yoongi, sonriendo con diversión y un ápice de


malicia—. Al menos, no por ahora —añadió y se dispuso a abandonar la cocina.

—Oh, ¡Yoooon! ¿Por qué diablos tenías que enfermarte? —se quejó Jimin, haciendo
un adorable berrinche al tiempo que seguía a su alfa por detrás—. Quiero hacerlo, sin
besos, pero hagámoslo... vamos, te necesito.

—¿Sexo sin besos? —cuestionó Yoongi, haciendo una mueca de desagrado al subir
por las escaleras-. Eso no suena muy entretenido.

—Oye, he visto un montón de vídeos porno en donde los chicos ni siquiera se besaban
y la pasaban genial.

Y Yoongi casi se atragantó, luego rió.

—Esos son actores, bebé, simples actores que fingen —objetó, desajustándose la
corbata.

—Da igual, quiero hacerlo.

Ambos entraron en la habitación y el alfa tomó asiento en el borde de la cama, para


después quitarse los zapatos.

—Lo haremos en otro momento, amor. Ahora ve a poner el agua, ¿sí? —le pidió
Yoongi en un tono casi suplicante.

Jimin respiró hondo y asintió. Entró en el baño y encendió el agua caliente de la


espaciosa y elegante tina para que la misma se llenara. Mientras esperaba, comenzó
a desvestirse, deshaciéndose de aquél traje que Yoongi le había comprado. Se quitó
el bóxer y se metió en el agua cuando la tina ya se encontraba llena.

Su cuerpo se relajó por completo.

Yoongi no tardó en ingresar al baño, topándose de inmediato con el vapor que


inundaba el ambiente. Se desvistió y entró en la tina, acomodándose frente al omega.

Jimin no titubeo al deslizarse en el agua hasta quedar con la espalda recargada en el


pecho del alfa, quien lo acogió enseguida, pasando las manos por sus costados hasta
alcanzar su vientre. Y dejo las manos allí, acariciando suavemente con sus pulgares la
piel de la leve pancita de su omega.

—Yoon, me gusta que seamos nosotros solos —admitió Jimin, volteando su cabeza
para mirarlo de frente.

Yoongi sonrió, enternecido.

—Tranquilo, por ahora, solo trabajaré por la mañana. Pero, quizás, más adelante
alterne. De igual modo, sabes que podrás llamarme de inmediato siempre que me
necesites. Compraré celulares para ambos, pero, escúchame bien, no podrás
comunicarte con nadie, nadie. Una simple llamada o mensaje de cualquier red social
podría complicar las cosas. Así que, por favor, bebé, si no quieres que nos asesinen, y
lo digo en serio, no llames a nadie más que a mi con el celular que te de,
¿entendiste?

Jimin asintió. Oh, cuanto extrañaría hablar con Tae, con Hobi y con el resto de sus
amigos. Y ni siquiera sabía que había pasado con Nam...

Soltó un suspiro cargado de melancolía, y fue un instante más tarde cuando Yoongi
comenzó a deslizar el jabón por cada centímetro de la piel de su cuerpo. Lo frotaba
con suavidad, mientras le proporcionaba húmedos besos en el cuello.

En un momento dado, Yoongi inhaló profundo por la nariz, sorprendiéndose


gratamente al percatarse de que su olfato parecía haber regresado; su nariz estaba
destapándose.

Sonrió con verdadera alegría e inhaló de vuelta sobre el cuello de Jimin. Su alfa
interior se removió de felicidad al sentirlo. Y alli estaba, aquel peculiar y cálido aroma
que habia percibido apenas tiempo antes. Era un olor más suave, más primaveral. Un
olor que no pertenecía sólo a Jimin, un olor que se desprendía gracias al cachorro que
habían creado entre los dos.

—Mierda, como extrañaba olfatearte... Amo como hueles, no vuelvas a utilizar ningún
jodido perfume en lo que te resta de vida porque no existe mejor aroma que el tuyo.

Jimin lo miró, esbozando una gran sonrisa.

—Me alegra que ya puedas olerme —dijo— Me hace tan bien saber que ya no deberé
ocultarlo. Estaba cansado de bañarme cada dos por tres. Uff, ahora ya no me ducharé
en semanas.
El alfa rió contra su cuello.

—Sucio —expresó con diversión—. Aún sigo sin creer que has estado a nada de
ocultarme tu embarazo. Habría sido el peor error de toda tu vida.

—Ni me lo digas... Dios, es que yo ahora me pongo a pensar y no sé que mierda me


pasaba por la cabeza. No sé porqué quería evitar esto a toda costa, es decir, no está
tan mal... ¿Qué digo? No está nada mal... Esto... se siente tan bien estar aquí
contigo.

Dicho aquello, Jimin se removió en el agua, acurrucándose más contra el cuerpo de


Yoongi, quien no cesaba de acariciar su abdomen.

—Me hace feliz que hayas cambiado de opinión. Muy feliz —admitió Yoongi sonriendo,
rozando con su nariz la mejilla del menor— Eso que has hecho se llama crecer, sabes,
y estoy tan orgulloso de hayas decidido dar ese paso.

Jimin rio con una floreciente felicidad que lo llenó por completo. Lo miró, por la
emoción de oír, tal vez por primera vez, que alguien estaba orgulloso de él.

—¿H-Hablas en s-serio?

—Completamente.

Los ojos del menor se tornaron acuosos de la pura alegría que le invadía. Sin
pensarlo, intento unir sus labios con los del alfa, pero el otro le evadió el beso.

—Oh, Yooon, quiero un beso —se quejó el omega, haciendo un puchero— A la mierda
tu resfrío, ya estás bien.

—No me arriesgaré... y, además, ya se esta poniendo fría el agua, salgamos.

El omega bufo y, rodeandolos ojos, accedió.

—Te enseñaré a disparar —anunció, de pronto, Yoongi, tras haber dado un pequeño
sorbo al té que se encontraba tomando.

—¿Qué?
Jimin lo miró, absorto, casi atragantándose con el líquido de su chocolate caliente.

Ambos se encontraban sentados en la mesa de la cocina. El omega había estado


bebiendo de su taza, totalmente embobado con los copitos de nieve que caían cerca
de las ventanas. Le encantaba la vista que le ofrecía Alaska. Los pinos bañados de
nieve le fascinaban. Ansiaba salir a explorar los alrededores, mas no quería salir sin
Yoongi, y Yoongi tenía que cuidarse por lo que no le convenía pasar frío.

Pero toda la paz que había estado adquiriendo gracias a la nieve que observaban sus
ojos, se fue a la mierda con las palabras de Yoongi.

—Lo que escuchas. Necesitas saber defenderte, saber manipular distintas armas. Así
que te enseñaré.

—Oh, Yoongi, no... yo no quiero...

—Jimin, yo no estaré todo el tiempo contigo y necesitarás estar preparado si algo


llegase a pasar en mi ausencia, ¿comprendes? Tendremos guardaespaldas, de eso no
te quepa duda, pero de igual modo, me sentiré más tranquilo si te enseño a
desarrollar tu puntería. En mi mundo es imprescindible tener aquel conocimiento.

El rizado suspiró, resignándose y asustándose un poco con la idea de que algo malo
pasara.

—Si no es por mí, al menos hazlo por nuestro cachorro. Tienes que defenderlo, no
puedes dejar que alguien intente dañarlo.

—Esta bien, esta bien, lo haré... Pero me da mucho miedo, ¿y si me paralizo con el
arma en la mano?

—Tranquilo, amor, trabajaremos en ello. Esconderé armas por toda la casa y te


explicaré que harás en caso de emergencia. Pero igual, no te preocupes, esto es sólo
por si acaso. Si todo sale bien, no nos encontrarán.
—De acuerdo —murmuró Jimin luego de tragar en seco—. Pero, ¿y si nos encuentran?
¿Qué haremos? ¿A dónde iremos?

—Aún no lo sé —respondió Yoongi y bebió otro sorbo de té—. Pero no pienses en eso,
recién llegamos. Por ahora, y por los siguientes meses, estaremos a salvo. La cosa,
quizá, se complique luego del primer año. Tal vez, nos desplacemos a otro estado.

—Bueno...

—Calma, bebé. Ahora no hay nada de que preocuparse —le aseguró Yoongi sin
rastros de vacilación en su mirada y se levantó de su asiento para darle un beso en la
frente.

Jimin respiró hondo, y con su mirada perdida, tomó entre sus manos la humeante
taza de chocolate caliente. Bebió un sorbo, pensando en todo lo que Yoongi le
acababa de decir. ¿Cómo iba a poder estar tranquilo sabiendo que el peligro no había
acabado definitivamente?

Y aunque Yoongi le dijo que no se preocupara, no pudo evitar hacerlo. ¿Por qué ahora
sentía que no durarían mucho tiempo en esa casa?
|| Treinta y cuatro||

Se pasaron, me quede en shock mrk

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Jimin escuchó un ruido en la planta alta de la casa, mas no se inmuto. Debía ser
Yoongi. Por lo que, sin preocupación, continuó lavando los platos sucios de la cena.
Sin embargo, decidió pausar su tarea al percibir un segundo ruido en seco. Apagó la
llave del agua y, secándose las manos, miró hacia arriba.

—¿Yoongi? —llamó a su alfa en un tono de voz elevado—. ¿Está todo bien?

Acarició su vientre bastante abultado, tratando de mantenerse tranquilo y no


alterarse en vano, pues a su embrazó de casi nueve meses no le haría bien. Al no
recibir respuesta del mayor, respiró hondo antes de abrir un cajón y tomar una
pistola.

—Tranquilo, mi cielo, no voy a dejar que nada malo te pase —murmuró


cariñosamente, dirigiéndose a su cachorro—. Seguro no es nada.

Una parte de sí tenía miedo por lo que podría encontrarse, pero por otra se mantenía
en calma, pensando en que, muy seguramente, solo sería una falsa alarma. Sea como
fuese, no quería entrar en pánico. No debía entrar en pánico.

Tomó coraje y subió por las escaleras con sigilo. Con sus manos temblorosas
apretaba el arma, deseando no tener que usarla. Los nervios aumentaron en cuanto
llegó al primer piso. Todo estaba tan silencioso, tan extrañamente misterioso.

Jimin pisaba con cuidado, procurando no dar en las maderas que rechinaban. Su
respiración se tornaba cada vez más dificultosa. Con su avanzado estado de gestación
se desplazó con cuidado por el corredor ligeramente iluminado.

La puerta de la habitación que compartía con Yoongi se encontraba entreabierta, por


lo que de un solo empujoncito la abrió. Asomó su cabeza. La habitación estaba en
medio de las penumbras. Una helada brisa se infiltraba por la cristalizada puerta
abierta que daba al balcón. Parecía no haber nadie.

Jimin entró, tragando en seco, sintiendo un horrible escalofrió atravesando su espina


dorsal. Pronto su visión se acostumbró a la poca iluminación, pudiendo observar todo
con más facilidad.

Por el resquicio de la puerta del baño se vislumbraba la luz encendida. Se dirigió alli,
poniendo el arma en posición con muchísimo miedo. Sus pulso le fallaba, pero no hizo
caso de ello.

Abrió la puerta del baño despacio, y lo que vio lo dejo sin aliento. Un inevitable
chillido de dolor se escabulló de entre sus labios y se echó hacia atrás, aterrorizado,
hundiéndose en un profundo y frío mar de sufrimiento. Un desgarrador grito huyó
desde su garganta, su rostro contraído del histérico llanto.

El cuerpo de su alfa estaba tendido en el suelo, inmóvil, rodeado de sangre.

Sus piernas flaquearon. Todo su sistema flaqueó. Jimin quería dejarse caer de bruces
al suelo, pero un brazo rodeando su cuello no se lo permitió. De repente, se
encontraba con su espalda pegada al pecho de otro alfa, quien casi lo estaba
ahogando con su brutal agarre.

Una risa maliciosa retumbó en sus oídos. El cañón de un arma acariciando su


gigantesca panza de embarazo. Jimin forcejeó, muerto de desesperación, suplicando
entre chillido que no le hiciesen nada a su bebé.

Pero el bebé pateó en el momento equivocado. El arma se detuvo justo allí y la bala
perforó el endurecido vientre del omega.

—¡NOOOOO! —gritó Jimin desgarradoramente, su rostro empapado de lágrimas con


el dolor expandiéndose por dentro.

Con ineludible desespero, intentó colocar sus manos sobre su enorme panza de
embarazo, pero estas, extrañamente, no sintieron aquel bulto. Sus manos no
sintieron más que su pequeñita pancita de dos meses.

Y, entonces, comprendiéndolo todo, se echó a llorar con gusto entre los brazos que
ahora estaban abrazándolo con fuerza.

—Shh, tranquilo, amor, estoy aquí —dijo en tono dulce y apaciguado Yoongi, quien lo
arrullaba despacio—. Fue sólo un mal sueño, ¿no? Tranquilízate, mi amor.

Pero, al contrario de calmarse, Jimin intensificaba su llanto concorde los segundos


avanzaban, aferrándose más y más al cálido cuerpo de su alfa. Estaba sobre su
regazo, con sus piernas enroscadas en la cintura de Yoongi, apretujándolo cual
asustado koala. Lloraba contra su pecho, olfateando con necesidad entre medio de
sus sollozos. Era menester inundar su nariz del aroma de su alfa. Sólo eso necesitaba
para saber que estaba todo bien.

—Me q-quiero ir d-de aquí, Y-Yoon, s-salgamos de aquí —articuló Jimin como pudo,
sorbiendo sus incesantes mocos.

—¿Cómo, bebé? ¿Adónde? —preguntó el alfa, confundido, sin detener las caricias en
la espalda de su omega.

—N-No lo s-sé... Ya n-no me s-siento seguro aquí —anunció, hipando.

¿Cómo podría seguir rondando por el sitio en el que en sus pensadillas se había
desarrollado la escena más traumarte de su vida? Ni con las pesadillas de su violación
había sentido tanto miedo y sufrimiento. Le dolía el alma al recordar su más reciente
sueño. Había sido tan jodidamente realista que sus ojos no paraban de soltar
lágrimas por el semejante susto que se pegó.

—Bebé, sólo han pasado días de que estamos aquí. Créeme, estamos seguros.

—Ahora, p-pero luego n-no lo estaremos. Ellos vendrán, nos encontrarán... —Jimin
levantó la vista y, con sus acuosos ojos en la parcial oscuridad, miró a Yoongi—. Tú
mismo lo dijiste, e-estaremos seguros los p-primeros meses, p-pero... ¿qué pasara
después?

Yoongi lo observó con aflicción. Llevó sus manos a las sonrosadas mejillas de este y
las acarició, percibiendo lo húmedas que se encontraban.

—Ya lo he dicho, si nos descubren, nos marcharemos de inmediato.

—P-Pero... ¿y si no alcanzamos a marcharnos? —expuso su pregunta con sus labios


temblorosos, formando un pequeño pucherito. Un pucherito que Yoongi no resistió en
besar.

Comenzó siendo un mero roce entre sus labios, pero que no tardó en transformarse
en un calmado y dulce beso, del cual ninguno de los dos quería escapar.

Jimin cerró sus ojos, entregándose por completo a la enorme paz que le trajo el besar
a su alfa. Posó una de sus manos en la apenas rasposa mejilla de Yoongi, mientras
sentía como las manos ajenas bajaban por su cuerpo hasta quedarse en su cintura.
Jimin experimentó una leve corriente atravesarle la columna vertebral, una que
apareció cuando sus lenguas colisionaron, encontrándose luego de tanto.

Oh, Jimin necesitaba tanto de aquello. No podía creer que habían estado tantos días
sin besarse, sin saborear los labios del otro, sin juguetear con la lengua del otro. Era
increíble como un beso de su alfa lo cambiaba todo.

Y continuaron besándose con afán, deleitándose con fervor por aquel húmedo
contacto entre sus bocas. Ambos se negaban a separarse, sin embargo tuvieron que
hacerlo al quedarse sin aliento, rompiendo el beso tras un chasquido.

—No quiero que te preocupes, mi vida, alcanzaremos a marcharnos lejos de aquí si


descubren mi ubicación —tranquilizó Yoongi, luego de recomponer su irregular
respiración.

—¿Cómo lo sabes? Es que el sueño que tuve ha sido muy realista, ¿y si es algo así
como una señal o una premonición?

—A ver, cuéntame.

Y Jimin le contó la pesadilla tal y como la recordaba, sin omitir ningún detalle,
poniéndose a llorar devuelta cuando llegó a la parte en la que encontró a Yoongi
muerto en el baño de esa misma habitación. Y ni hablar de cuando su cachorrito
recibió aquel disparo.

Yoongi lo contuvo entre sus brazos de nuevo, dejándole llorar sobre su pecho.

—Ya está, bebé, calma. Nada de eso pasará —aseguró este—. Si ese sueño fuese una
muestra del futuro déjame decirte que no tiene mucha concordancia. En primer lugar,
el perímetro esta monitoreado, si alguien sospechoso se acerca lo sabré con
anticipación. En segundo lugar, sabes que tendremos guardaespaldas, ¿dónde se
supone que están en tu sueño? Y, por último, si no sentiste ningún tirón en el cuello
avisándote que yo estaba en peligro quiere decir que no tenías mi mordida, ¿y tú
piensas que yo dejaría pasar tantos meses sin marcarte?

Yoongi escondió su rostro en el cuello del menor y respiró hondo, sonriendo al


olfatear el precioso aroma de su bebé, ese que tanto amaba combinado con el olor
que anunciaba un nuevo ser en su interior. Mordisqueó un poco la sensible piel del
cuello de su omega, justo donde iría la tradicional mordida.

—Muérdeme —gimoteó Jimin, ladeando su cabeza, mientras un leve espasmo le


recorría el cuerpo entero.

—Oh, claro que lo haré —mencionó Yoongi decidido, con su voz algo ronca debido al
deseo que había adquirido de pronto su ser.

Buscó unir sus labios una vez más, y en su segundo beso de la noche Yoongi
escabulló sus manos debajo de la camiseta del menor. Acarició la tibia piel de su
espalda baja, y tras romper el beso, le quitó la prenda. Jimin hizo lo mismo con él,
dejando a ambos con el torso desnudo.

Sin perder ni un segundo más, volvieron a besarse, esta vez con más intensidad, con
más pasión, con más deseo. Despacio, Yoongi colocó al omega sobre la cama,
quedando él metido entre sus piernas abiertas. Mordió su labio inferior, suave y
tentador.

Luego bajó a su cuello, depositando una buena cantidad de besos y leves mordidas,
los cuales prosiguieron por una su clavícula hasta llegar a su pecho. Él lamió y
jugueteó con los rosaditos pezones de Jimin, quien los sentía más sensibles que de
costumbre. El rizado gimió, echando su cabeza hacia atrás, hundiéndola en la
almohada.

Yoongi continuó bajando, y cuando sus labios llegaron a la pancita del omega, los
mordiscos pararon, siendo dulces besitos el único contacto. El alfa sonrió, rozando la
apenas abultada piel con su nariz. Feromonas de felicidad escapando por sus poros.
Amaba que su omega estuviese embarazado. Amaba saber que en el vientre de Jimin
ya se alojaba su cachorro. El cachorro de ambos.
—Te amo —dijo al levantar la vista y mirar a su omega—. Los amo —añadió y dejó un
nuevo besito en la pancita de este.

Jimin sonrió en un completo estado de felicidad.

—Y yo... nosotros... a ti, Yoon.

—Tan hermoso mi bebé... —halagó, luego de realizar un sendero de besos que lo


llevó hasta el hueso de la cadera, el cual ya no resaltaba tanto como antes—..., tan
precioso y mío. Sólo mío.

—Tuyo —concordó Jimin sin titubeos, elevando levemente la pelvis al momento en


que el mayor comenzó a bajarle el pantalón de pijama junto con su ropa interior.

Yoongi arrojó la ropa hacia cualquier parte de la habitación y se relamió los labios,
disfrutando al máximo la vista. El omega había abierto las piernas para él,
exponiendo su intimidad con cierto ápice de pudor. Jimin no sabía muy bien por qué,
pero sus mejillas le ardían como nunca. Por alguna razón, le dio algo de pena
mostrarse, pero no lo entendía. No era como si Yoongi nunca le hubiese visto
desnudo, pues el alfa ya se conocía muy bien su cuerpo. Pero había algo, algo que le
hacia sentirse nervioso, algo que le teñía las mejillas de un tinte rojizo, algo que le
hacía sentir unas revoltosas mariposas en su estómago.

Esa noche iba a ser diferente.

Yoongi se despojó de la ropa que le sobraba y se acomodó entre las piernas del
rizado. Se alineó en su humedecida entrada y, recargándose en sus rodillas y codos,
besó al omega dulcemente, empujando con cuidado y suavidad dentro suyo.

El menor le rodeó la espalda con sus brazos, recibiendo gustoso la delicada embestida
de su alfa. Bajo su tacto percibía el modo en el que los músculos de la espalda de
Yoongi se contraían con cada lenta estocada. Su corazón comenzó a acelerarse en
cuanto sintió los labios del otro en su cuello. Comenzó a sentirse más nervioso, más
ansioso, pues había llegado el momento.

Yoongi lo mordería.

La respiración de Jimin era profunda y pesada. Cada movimiento era tan lento,
sublime y especial. Con su cabeza ladeada, el omega aguardaba ansioso a la llegada
de aquella mordida tan significativa que los enlazaría de por vida. La idea de que eso
estaba a punto de suceder le emocionaba, pero a la vez le asustaba. No sabía cuánto
dolería, ni como era el jodido efecto de estar enlazado. Había oído muchas cosas al
respecto, mas nunca se imaginó que estaría a nada de comprobarlo en carne propia.

Yoongi, por su parte, tenía la mente sumida en lo tan enamorado que se encontraba
de su omega. Lo amaba demasiado, y se lo demostraba de aquella forma; haciéndole
el amor con el absoluto cariño envuelto en cada uno de sus movimientos. Realmente,
Yoongi se aseguraba de que sus penetraciones fuesen suaves, profundas y continúas,
mientras sus labios se adueñaban con afán de la piel del cuello de su amado pequeño.

Jimin jadeaba, impaciente, sintiéndose algo impotente al no poder hacer nada de su


parte para que el lazo se formara de una vez por todas. Las ansias lo carcomían por
dentro, y más al percibir como el alfa le mordisqueaba apenas la piel, jugando con él;
tentándolo.

—Ha-hazlo... Yoongi... —imploró Jimin, aferrándose a su espalda con uñas clavadas


en esta, percibiendo que su orgasmo ya estaba alcanzándolo.

Sólo entonces, Yoongi intensificó aún más sus embestidas, acelerando sus
movimientos, enloqueciendo terriblemente a su bebé.

—¡Ahhhh!... ¡Yoongi! —gimió fuerte el menor al sentir el enorme estallido de placer


que le ofreció el clímax.

Y tan pronto como el nudo del alfa se hinchó en su interior, unos filosos dientes
atravesaron la piel de su cuello, hundiéndose sin rastros miedo, clavándose con
decisión, dejando luego un jodida satisfacción casi insoportable. Un sorpresivo grito
se había hecho escuchar por parte del omega, quien ardió en las más fogosas llamas
al ser su piel desgarrada. Jimin perdió la noción de absolutamente todo por un
momento, uno que no supo cuánto duró. Se había perdido en alguna parte entre el
cielo y el infierno, entre la calma y la tortura.

Al volver en sí, se encontró con su alfa atrapado dentro de él, llenándolo por
completo, con su respiración pesada, jadeante, alborotada. Absorto ante la situación,
Jimin intentó tomar una buena bocanada de aire, no pudiendo detener las lágrimas
que acabaron bordeando sus mejillas.

—Oh, Jimin —gimió el alfa en un murmuro con su rostro aún escondido en el hueco
que formaba el cuello del menor.

—Yoon... —gimoteó el contrario con su voz rota, encontrándose tan destrozado, tan
debilitado, tan adolorido, pero a la vez tan feliz, tan pleno y completo.
Y después de tanto tiempo de espera, su omega interior había cumplido su meta de
vida; la genuina mordida de su alfa.
||Treinta y cinco||

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Besitos :3

El despertador sonó. A través de la ventana, el exterior se veía parcialmente oscuro.


No había amanecido aún, al menos no por completo. Ni siquiera alcanzaban a ser las
seis de la mañana, y Yoongi odiaba el jodido frío que hacía. Desde que estaba en
Alaska le era mucho más complicado abandonar la cama, abandonar el cálido espacio
que compartía con su omega, en donde se daban calor mutuamente.
Por lo que, gruñendo bajito, salió de la cama con cuidado y fue directo al baño a
ducharse. Si bien la calefacción estaba encendida salió de allí temblando ligeramente,
teniendo solo una toalla envuelta en su cintura. Se apresuró a vestirse con otro de
sus típicos trajes, y cuando estuvo a punto de terminar de arreglarse un gemido de
dolor hizo que todo su sistema se alertara.

Yoongi dejó caer la corbata al piso y casi corrió hacia la cama, preocupado, notando
que su omega había despertado, llevando en su rostro una muy clara mueca de dolor.
En sus labios se instaló un puchero al tiempo en que sus ojos se tornaron llorosos. El
alfa tomó asiento en el borde de la cama, muy cerca del rizado, e iba a preguntar que
sucedía, pero entonces lo entendió.

Sus ojos adquirieron un brillo sinigual al vislumbrar la preciosa marca en el cuello de


Jimin. Una sonrisa instantánea asomó en su rostro, mientras se emocionaba
terriblemente por aquello. El lazo. Ya estaban unidos por el lazo. De inmediato,
ambos comenzaron a experimentar los efectos del mismo, percibiendo los
sentimientos del contrario como propios.

Jimin sentía con fuerza en su pecho el deseo irrevocable que tenía Yoongi de
protegerlo. Sentía la feroz posesividad, el inmenso amor y la incomparable felicidad
que afloraba del alfa; todo como si se tratasen de sentimientos suyos. Y era
asombroso.

-¿Duele mucho? -preguntó Yoongi, admirando con sus brilloso ojos la mordida que
aún se conservaba fresca.

El omega asintió despacio, y Yoongi se inclinó para esconder el rostro en su cuello.


Comenzó a lamer la herida, produciendo una cálida satisfacción en el menor, quien
ladeó su cabeza y cerró sus ojos, respirando hondo, permitiéndose disfrutar del alivio
que le daba aquellas suaves lamidas.

-Quédate conmigo, Yoon -musitó, sintiéndose mareado, débil y cansado-, no me


dejes solo.

-Tranquilo, la herida tiene que curar -su voz salió en un murmuro-, y estaré contigo
mientras eso pase.

Se apartó de su cuello y lo miró, sonriendo. No tardó en buscar sus labios para


besarlo con suavidad.
En otra parte de ellos eran cerca de la una y media de la tarde, y el sol ni siquiera
había asomado entre las grisáceas nubes que gormaban el cielo. Taehyung estaba de
pie en el balcón del apartamento de Hoseok, observándolas. Sus codos recargados en
la barandilla del mismo y un cigarrillo encendido entre sus dedos. No llevaba camiseta
puesta, por lo que la brisa colisionaba directo contra su piel, erizándosela. Pero no le
importaba.

Estaba tan nervioso, tan ansioso, que ni siquiera el cigarro parecía ayudarlo. No tenía
ni idea de qué mierda había pasado con Jimin y aquello era algo que no le dejaba
dormir por las noches. No había dejado de sentirse intranquilo desde que recibió la
llamada de la madrastra de su amigo. ¿Por qué Jimin no se había comunicado con él?
¿Dónde mierda estaría? ¿Por qué se marcharía sin siquiera haber avisado?

Tae lo conocía demasiado bien, y no comprendía qué había ocurrido. Su mejor amigo
no era el tipo de personas que dejaría todo para largarse con un alfa, o al menos eso
creía él. Y ahora estaba tan frustrado, tan confundido. Necesitaba saber si Jimin se
encontraba bien, saber dónde diablos estaba. No podía estar tranquilo sabiendo que
su mejor amigo se hallaba en poder de un alfa tan peligroso como Min.

Una mano ajena acarició su espalda con cuidado. Volteó su cabeza y vio a Hobi de pie
a su lado. Sus ojos reflejando toda aquella preocupación que albergaba su interior.

-Verás que en cualquier momento llamará o mandará alguna señal de vida -


mencionó, intentando animar un poco al omega.

Aunque se suponía que Jimin era la principal causa de preocupación para ambos, no
lo era exactamente para Hoseok, pues para él había una más importante; Taehyung,
quien casi no comía, no dormía y se la pasaba fumando. Le hacía muy mal verlo de
aquella forma y no sabía qué más hacer para ayudarlo.
Hobi se sentía tan inútil, tan tonto, que a veces, durante la noche, mientras Tae se
hundía en la angustia y se encendía un porro en el balcón, él se echaba a llorar con
un nudo instalado en su garganta, haciéndose una bolita en la cama.

Y mientras Hobi recordaba con tristeza aquello, Tae observó desde lo alto de aquel
balcón que un auto frenó de golpe frente a su edificio.

-¿Y si no lo hace? -cuestionó, tras darle una calada a su cigarrillo, restándole


importancia al suceso recién visto.

-Lo hará -aseguró Hobi, obligándose a sí mismo a creer en su propia palabra.

Tae respiró hondo, viendo el modo en el que tres corpulentos hombres salían de aquel
auto. Frunció el ceño, no le daba buena espina la situación. Uno de ellos levantó la
vista, observando en su dirección, y Tae sintió un horrible escalofrió recorrerle la
espina dorsal.

-¿Esos...? Están entrando... ¿tú los conoces? ¿son de aquí? -se apresuró a interrogar
el pelinegro.

-¿Quiénes?

-Los hombres que acaban de bajar de aquel auto.

-Uhm... no los he visto bien -dijo Hobi asomándose.

-No sé porque tengo la sensación de que algo no va bien...

-¿Cómo? ¿Por qué? -preguntó el beta, asustándose.

-Siento como si... no lo sé -bufó-. Tal vez estoy delirando, no me hagas caso.

-Oh... Deberías dormir un poco, TaeTae, no te hace nad...

La puerta de entrada fue golpeada con fuerza, y el corazón del omega se aceleró.
Entonces, lo supo; nada estaba bien.

La chimenea encendida lograba que el ambiente se rodeara de una exquisita calidez


que tanto como Yoongi y Jimin disfrutaban por completo. Ambos se encontraban
acurrucados uno con el otro sobre el amplio sofá de la sala. Una acogedora manta los
cubría, haciéndolo todo más confortable. Una película transcurría de fondo, una que
hacía rato habían dejado de prestarle atención. Y es que Yoongi no podía aguantarse
las ganas de llenar de besos a su bonito omega, siempre terminando con sus labios
pegados a la mordida.

Jimin no paraba de sonreír. Jamás en su vida había estado tan feliz, era como si ya
más nada le faltara; lo tenía todo.

-Te amo -susurró, cuando las manos del alfa se infiltraron entre su ropa, quedándose
sobre su pancita.

-Yo te amo a ti, mi vida -dijo, sonriendo contra su cuello.

Fue en ese instante cuando el celular de Yoongi comenzó a sonar. El aludido suspiró,
no teniendo las ganas suficientes para levantarse y abandonar su acogedor nidito,
lleno de almohadones y mantas, el cual había armado con Jimin. Pero dado que el
aparato no cesaba de sonar, optó por hacer aquel sacrificio. Buscó el celular y atendió
la llamada, acomodándose nuevamente en el sofá, junto a su amado.

Jimin se acurrucó sobre su pecho, escuchando a medias la conversación de Yoongi, la


cual había dejado de entenderla ni bien el alfa empezó a hablar con dialecto italiano.
Siempre se le había hecho entretenido oírlo con aquel acento, pero entonces se
preguntó... ¿Por qué iniciar una conversación en un idioma y luego, como si nada,
pasarla a otro? ¿Por qué sentía que Yoongi lo había hecho apropósito para que él no
lograra entender hacia donde se dirigía el resto de la conversación? Y si ese era el
caso, ¿qué era lo que él no debía saber?

Yoongi le acarició la espalda con su mano disponible, como si buscara tranquilizarlo.


El menor respiró hondo, relajándose al pensar en que podían ser asuntos de trabajo,
asuntos en los que él no debía involucrarse.
Después de todo, ¿qué cosa que fuese de su interés podría ocultarle Yoongi?
-¿Quién era? -soltó la pregunta sin poder contenerse una vez que la llamada fue
finalizada.

-Del trabajo -se limitó a decir Yoongi, dejando el celular en la mesita de café.

-¿Pasó algo?

-No, bueno, al menos aquí no.

-¿Cómo aquí no?

Jimin se apartó y lo miró de frente, intentando deducir qué significaba aquello.

-Me informaron de algo que pasó en Corea, pero no tienes de que preocuparte.
Jungkook se encargará de ese asunto -comunicó, manteniéndose impasible-. En fin,
¿cómo te sientes? ¿sigue doliendo...?

-Oh... bueno. Me molesta un poco, pero estoy bien -contestó Jimin, y al instante tuvo
los labios del alfa ubicándose en la mordida sin cicatrizar de su cuello.

Sonrió. Amaba aquella sensación. Era increíble como su estado de animo cambiaba
totalmente al tener a su alfa así de cerca, besando la marca que dio lugar al lazo más
importante de su vida. Sentirlo allí, física y mentalmente, era el pasaje directo hacia
el paraíso. El húmedo contacto en su herida parecía generarle amnesia, pues ya no
recordaba nada más, solo que estaba allí, amando con cada célula de su ser a Yoongi.

El mayor se llenó de felicidad al sentir el amor de Jimin en su pecho, latente, voraz,


verdadero, y era como estar soñando. Había esperado tantos años por sentir el
genuino amor de alguien más, toda su vida aguardando aquel momento que por fin
se hallaba viviendo. Y nada podría ser mejor.

-Mira lo perfecto que eres, Jimin -mencionó el alfa, quien se encontraba detrás del
rizado, con su pecho pegado a su espalda, ambos frente a un enorme espejo que
poseía el nuevo cuarto de baño.

Jimin esbozó una sonrisa, devolviéndole la mirada a su reflejo. Pronto su vista se


desplazó hacia la preciosa marca en su cuello, la cual ya había cicatrizado por
completo.

-Perfecto y mío, completamente mío -murmuró muy cerca de su oído, mientras sus
manos se colaban debajo de su suéter y camiseta, quedándose sobre la tibia piel de
la apenas abultada pancita de su omega.

Y Jimin amaba lo que veía. Amaba verse marcado, aclamado, amado por un alfa tan
perfecto como Yoongi. Amaba estar junto a él. Amaba saber que estaba embarazado
de él. Lo amaba.

-Yo sólo soy un perfecto desastre, Yoon.

-Claro que no.

-Claro que si, no me discutas.

-Bueno, en ese caso, eres el desastre más hermoso de todos.

Jimin rió ligeramente.

-No se cómo mierda he llegado a este punto -admitió el susodicho con un negativo
movimiento de cabeza-. Siento como si hubiese sido hace tanto tiempo cuando me
encontraba preparándome para aquella fiesta, fumando marihuana en mi habitación
junto con Taehyung. No quería saber nada con uniones, ni mucho menos con tener
hijos. Y mírame ahora... enlazado, embarazado, ¡mierda, Yoon! -exclamó, riéndose-.
Mira lo que me has hecho, te odio.

Yoongi sonrió, acariciando sus rizos con la nariz, para luego mordisquear con
suavidad el lóbulo de su oreja.

-¿Me odias por hacerte feliz? Porque eso es lo único que te he hecho.

El omega lo miró a través del espejo, observando aquellos ojos con una sonrisa en su
rostro.
-Si, te odio, te odio mucho -dijo utilizando aquel tono juguetón, mientras volteaba su
cabeza, buscando ansiosamente sus labios. Yoongi se inclinó un poco más y lo besó,
apegado aun más sus cuerpos.

Luego de separarse, Jimin se dio media vuelta, quedando de frente a su alfa.

-Este baño me gusta más que el otro, sabes, gracias por cumplir mi capricho. Se me
hacía imposible ingresar a la otra habitación sin recordar mi pesadilla -habló el
menor, situando sus brazos alrededor del cuello del alfa.

Y es que si, después de algunas súplicas por parte de Jimin, ambos se trasladaron a
otra habitación de la casa. La misma se suponía que era la de huéspedes, pues era
sólo un poco más pequeña, pero ellos la ocuparon de igual modo. Jimin no podía
seguir atormentándose con su horrible sueño.

-Todo lo que quieras lo tendrás, bebé, haría cualquier cosa con tal de que te sientas a
gusto -mencionó Yoongi con sinceridad, sonriendo antes de darle un casto beso en los
labios-. Ahora, ¿vamos a entrenar?

Jimin inhaló profunda y pesadamente. No quería entrenar, mucho menos cuando se


instruiría en asuntos de armas, pero le gustara o no, debía hacerlo.

-Bien, vamos -contestó, desganado.

Se abrigaron con lo justo y necesario para resistir una tarde fuera, y se subieron al
auto, en el que ya aguardaba el chofer dentro. Irían a realizar el entrenamiento en un
sitio especializado en tiro, el cual portaba con todos los elementos necesarios para
llevar a cabo el entrenamiento.

Empezarían con lo básico.

Puesto que Yoongi era demasiado celoso y posesivo, no permitió que ninguno de los
instructores se acercara a su omega, ni siquiera a saludarlo. Sólo él se encargaría de
enseñarle. No necesitaba de nadie más, por lo que cuando alguien atrevía a
aproximarse hacia ellos, Yoongi sacaba a relucir sus colmillos, gruñendo.

Día por medio regresaban a aquel establecimiento a seguir con las practicas. Al
principio, Jimin disparaba con miedo, errándole por completo al blanco. Sin embargo,
a medida que el tiempo avanzaba, más cerca del blanco le pegaba.

No sólo fue aprendido a manipular armas de fuego, sino también armas blancas. Y
sinceramente, no era un aprendizaje del cual Jimin estuviese orgulloso. El no quería
herir a nadie, no se creía capaz de tal cosa. Pero si era asunto de vida o muerte,
entonces lo haría. No dejaría que le hiciesen daño a su cachorro.

Tres meses había cumplido de embarazo y su pancita ya comenzaba a tener un poco


más de forma. Aunque con toda aquella ropa grande que se ponía su estado pasaba
desapercibido. Y es que adoraba vestirse con camisetas o suéteres holgados, y más si
se la pasaba en casa. Como aquel día.

La música se escuchaba de fondo a un volumen medio. Jimin se encontraba en la


cocina tarareando la letra de una canción, mientras preparaba la cena. Estaba solo en
la casa, dado que Yoongi había empezado a trabajar en un horario vespertino. El
omega movía sus caderas de modo inevitable, siéndole imposible no seguir el ritmo
de la música, al tiempo que cortaba algunos vegetales.

Desde que su cuerpo comenzó a desarrollarse, y él a descubriese en el ámbito sexual,


había tomado una pequeña pasión por el baile, el cual acabó inclinado por completo
hacia lo erótico. Si bien Jimin siempre detestó la idea de vender su cuerpo en sitios
tan repugnantes como burdeles, no pensaba lo mismo de aquellos sitios en que los
omegas realizaban bailes. El juraba que, por fuerza mayor, terminaría en uno de
esos.

Pero allí estaba, en una bonita casa en Alaska, con un delantal de cocina cubriendo su
torso hasta sus muslos, preparando la cena que compartiría luego con su alfa. Algo
que nunca se imaginó que sucedería en su puta vida.

La puerta de entrada se abrió y se cerró de golpe, generando un sonoro ruido que no


tardó en llegar a los oídos del omega, quien se sobresaltó. Miró la hora en un reloj de
pared. Era demasiado temprano para que Yoongi volviera. Su corazón se aceleró. El
murmuro de unos apresurados pasos se hicieron notar por la casa, alarmando a
Jimin, el cual se quedó paralizado y asustado al percibir que aquellos pasos se dirigían
directo hacia él.

Se descubrió a sí mismo apretando con fuerza el mango del cuchillo con el que
anteriormente cortaba las verduras. Sus nudillos se tornaron blancos y, en vez de
soltarlo, lo aseguró aún más entre sus dedos. No quería voltearse, le daba miedo.

Inhaló con fuerza al advertir que alguien más ya estaba en la cocina con él. Un muy
intenso y potente aroma a excitación se disparaba del alfa que acababa de entrar.
Incontrolable feromonas se dispersaban en el aire, acalorando la atmosfera.
Jimin soltó el cuchillo, expulsando el aire que había retenido sus pulmones. El
completo alivio lo arribó al percatarse de que sólo se trataba de Yoongi... Bueno,
Yoongi en celo.

—Mierda, me has dado un buen susto, idiota —reprochó Jimin, casi gimiendo cuando
las manos del alfa se posaron en su cintura, apegándose atrevidamente a su cuerpo
por detrás—. ¡Hubieras avisado, tonto! No lo sé, un "ya llegue, amor, prepara tu
trasero" ¡o algo así, joder! ¡Un día de estos me matarás! —continuó quejándose,
sintiendo la húmeda lengua de Yoongi en su cuello y la dura erección de este
chocando contra su trasero.

—Lo siento... —su voz sonaba ronca, profunda, cargada de deseo. Gruñó, restregando
con notable desespero su entrepierna contra el cuerpo del omega—... y-yo... te
necesito, ahora.

—Si, ya me he dado cuenta —dijo, soltando una leve risa—. Déjame quitarme esto y
vayamos a la habitación.

Jimin intentó zafarse del agarre del castaño, pero este lo sostuvo aún más fuerte de
la cintura, impidiéndole totalmente el poder escaparse de entre sus manos.

—No. Aquí. Ahora —demandó el alfa con brusquedad—. No puedo esperar más.

Y para antes de que el menor pudiera decir o hacer algo, Yoongi le destrozó su
pantalón junto con su bóxer sin importarle absolutamente nada. Le acarició el ahora
desnudo trasero con atrevimiento, apretándole las nalgas, abriéndose paso entre ellas
hasta rozar su entrada con sus dedos.

Jimin ahogó un gemido, capturando su labio inferior entre sus dientes. Quería
resistirse, pero su cuerpo ya había comenzado a reaccionar ante los estímulos que le
daba el alfa. Su espalda se arqueó y su cabeza se echó hacia atrás al preciso instante
en el que Yoongi, habiéndose puesto de rodillas, hundió su rostro entre sus glúteos.
Las manos de este mantenían separadas sus nalgas, mientras su lengua jugueteaba
con la ya humedecida entrada del omega. Yoongi lamía, chupaba, saboreaba con
verdaderas ansias, filtrando su traviesa e inquita lengua en el interior del otro,
sintiendo su palpitante miembro cada vez más urgido y desesperado, enloqueciendo
dentro de sus pantalones.

Pronto liberó aquella erección y se alineó con prisa, separándole un poco las piernas a
su omega. Sin perder ni un solo segundo, empezó a embestirlo, sujetándolo fuerte de
la cadera.

—Oh, mierda, Yoongi —jadeó el rizado, sorprendido, sosteniéndose con firmeza de la


encimera—. Despacio, Yoon... me harás daño... recuerda que estoy en estado,
estúpido.

Yoongi, en medio de su total descontrol hormonal, tomó consciencia de la situación y


suavizó notablemente su agarre; aunque continuó con aquel veloz ritmo de
estocadas, hundiéndose por completo dentro de su omega, haciendo que su alfa se
regocijara de placer y que el tortuoso dolor de su celo se disipara.

—Oh, Jimin —gimió contra la piel de su cuello, entretanto le llenaba de tiernos


besitos—. Lo s-siento, jamás tendría la intención de lastimarte.

—Lo s-sé... ¡ah!... dios... será... será mejor que... que... ¡ahh, mierda! —exclamó el
menor, frustrándose al no poder hacer escuchar su punto sin ser interrumpido por los
gemidos que soltaba sin control—. Espera, Yoon... d-detente.

El alfa gruñó, realizando un esfuerzo sobrehumano para detener sus embestidas. Lo


hizo, quedándose dentro del omega, dejando sus cuerpos totalmente unidos.

—¿Qué pasa? —preguntó jadeante, recargando su mejilla en el hombro de Jimin.

—Vayamos a la habitación, arriba —propuso el omega, respirando con irregularidad.

—No, esta lejos, no quiero despegarme de ti.

—Uhm... entonces a la sala, al sofá... no estaremos cómodos aquí cuando me anudes


—explicó, ganándose un nuevo gruñido de parte del mayor—. Será solo unos
segundos, amor, por favor. Luego volveremos a estar así de unidos.

Yoongi respiró hondo, y refunfuñando se apartó de su omega. No tardó en volver a


experimentar aquel estallido de dolor físico y mental que le generaba su jodido celo.
Entre gruñidos y lastimeros gimoteos, casi arrastró a Jimin hacia la sala, donde
terminó de destrozar el resto de ropa que le quedaba y tomó asiento en el sofá más
grande, esperando angustiosamente a que Jimin lo montara.

—Vamos, bebé —suplicó, su rostro contraído de consternada desesperación.

—Si... ya voy —se apresuró a contestar el omega, quien luchaba por conseguir
desatar el nudo del delantal que todavía llevaba puesto—. Solo estoy tratando de...

—Bebé, p-por favor, ahora —casi lloriqueó, no soportando más aquella horrible
sensación.

—Si... yo... ¡agh! —expresó impacientado, quitándose a la fuerza el delantal.


Segundos después, se despojó del suéter y su camiseta, haciendo visible su
desnudez. Sólo entonces se aproximó a su alfa, subiéndose a su regazo con cuidado,
acomodando una pierna a cada lado de su cuerpo.

Yoongi tragó en seco y se relamió los labios, batallando por llenar de aire sus
pulmones. Jimin posó sus manos en el hombro de este, percibiendo bajo su tacto la
elevada temperatura que poseía su alfa. Estaba hirviendo. Su rostro sudado y
encendido, teniendo sus negros ojos brillosos y vidriosos, como si estuviese a punto
de llorar. Jimin nunca había visto algo así. Nunca había podido apreciar tan de cerca a
un alfa en celo. Y no tenía palabras para definirlo.

De pronto, advirtió que Yoongi llevó su mirada a su vientre, y ambos observaran por
un instante el pequeño bulto que sobresalía en su pancita.

—N-no... no quiero hacerte daño —la voz del alfa salió en un murmuro, rota y
quebrada, siendo acompañada de un par de lágrimas que abandonaron sus ojos.

Y algo dentro de Jimin se partió en mil pedazos. Su pecho se oprimió al ser capaz de
sentir el dolor insufrible de su compañero de vida. Dolor y miedo. Un miedo aberrante
que brotaba del alfa sin antecedentes. Jimin se abrumó con la intensidad de aquel
sentimiento, teniendo como consecuencia que su omega interior se inundara de
angustia.

Su alfa jadeando por el celo, lagrimeando, viéndose tan frágil y desesperado, tan
aturdido y asustado, por primera vez teniendo miedo de hacerle daño. Jimin no podía
con tanto.
—Oh, Yoon... —musitó con labios temblorosos, sus manos yendo directo a sus
mejillas—. No lo harás, amor, nunca me harías daño. Lo sé —hablo con la seguridad
estampada en su mirada y unió sus labios en un beso, acomodando mejor su trasero
encima del miembro del mayor.

Bajó una mano para alinear la dura erección de su alfa en su entrada. Una vez bien
posicionado, empezó a moverse de modo lento y suave, dejándose caer con libertad;
sin rastros de temor. Yoongi inhaló profundo y exhalo un ronco gemido, ejerciendo
sólo un poco de presión con sus manos sobre la cintura del menor. Echó su cabeza
hacia atrás, recargándola en el respaldo del sofá, permitiéndose relajarse y deleitarse
con el trabajo que Jimin realizaba con devoción.

Yoongi, en efecto, dejó que el omega se tomara la libertad de moverse a su antojo,


subiendo y bajando sobre su miembro con el ritmo y la velocidad que más
satisfactorio le resultase. Sin embargo, no resistió mucho tiempo sin hacer nada, por
lo que, tras un par de minutos, Yoongi contribuyó con su omega en el acto sexual
empujando sus caderas cada vez que el trasero de este descendía, colisionando
ambas pieles, uniéndose como si solo fueran uno.

El alfa se deshacía en jadeos y gruñidos, mientras aceleraba sus embestidas. Los


gemidos de su pareja acariciando sus oídos sólo hacia que aquella fogosa llama de
deseo se encendiera aun más, quemándolo por dentro. Sus manos acunaron las
nalgas del menor, acompañando cada movimiento.

—Mío. Siempre mío —estableció Yoongi en un gruñido, apunto de alcanzar el mayor


éxtasis de la vida.

—Siempre t-tuyo —afirmó Jimin, su voz saliendo por medio de gemidos que
enloquecían más y más a su alfa.

Jimin se encontraba embriagándose con el puro e intenso aroma del castaño, su


abusado olfato no se veía capaz de percibir otro olor más que aquel. Y era una
completa droga. Una que amaría consumir por el resto de su vida.

Un familiar cosquilleo se hizo notar en su vientre bajo. Jimin mantenía sus labios
entreabiertos y sus ojos cerrados, entregándose por completo al placer que le daba su
alfa. Lo sentía en todas partes. Su lengua recorría la marca en su cuello, sus dientes
mordisqueaban la piel, sus manos en su trasero, su miembro enterrándose en su
agujero, chocándole justo donde más sensible sentía.
Jimin no podía aguantar más. Y mientras el orgasmo de ambos se presentaba, Yoongi
volvió a clavar profundo sus dientes, reabriendo la mordida. El omega chilló y dejo
sus caderas quietas al sentir una punzada de dolor cuando intentó subir, mas el nudo
abriéndose paso en su interior no se lo permitió.

Totalmente exhausto y agitado, se dejó caer sobre el pecho de Yoongi, apoyando su


mejilla en su hombro. El alfa esbozó una sonrisa en medio de su cansancio, pues la
pancita de su omega se encontraba sobre su abdomen. Le hacía tan feliz sentirlo
contra su cuerpo. Su cachorro estaba allí, en medio de ellos, siendo testigo indirecto
del amoroso momento de sus padres. Amaba tanto que su omega estuviese
embarazado que ya estaba decidiendo que lo embarazaría un montón de veces más.

Serían una gran familia.

Aunque, para ello, primero debería conseguir la absoluta seguridad. No podrían seguir
teniendo hijos sabiendo que se hallaban en un período de peligro. Ahora mismo, ellos
no estaban del todo seguros. Y Yoongi temía gravemente por la vida de su cachorro,
pues apenas el imbécil de su padre se enterara que esperaba un hijo su odio se
multiplicaría y ya no solo querría acabar con él, sino también con el omega que
engendraba su descendencia.

Yoongi suspiró con cierta melancolía. Rodeó con su brazo la cintura de su bebé y
estiró el contrario para alcanzar una manta, con la que cubriría la espalda de Jimin.
No olvidaba que estaban desnudos y sudados y que pronto tendrían frío.

Había anochecido, y para entonces ya habían terminado con la tercera ronda de


maravilloso sexo. Estaban acostados en la cama, bajo las sábanas, piernas enlazadas
y cuerpos pegados. Ambos tan relajados, compartiendo un momento en el que las
palabras sobraban. Pero aquel se vio interrumpido cuando el timbre de la casa se hizo
escuchar.

Jimin se alegró. Su estómago ya rugía de hambre, y aquel timbre sólo indicaba que la
comida había llegado. Porque sí, dado que su casera cena no pudo realizarse, Yoongi
mandó a su chofer a comprar comida hecha.

El alfa gruñó cuando Jimin se apartó de entre sus brazos, abandonando la cama.

—Enseguida vendré, Yoon, tú quédate allí —le dijo al tiempo que se colocaba un
bóxer y luego pasaba por sus brazos un holgado suéter que le cubrió hasta el trasero.
Luego se apresuró a ponerse sus adorables pantuflas de perrito y salió disparando del
cuarto, ignorando las quejas de su alfa.

Bajó por las escaleras con rapidez, no soportando más el vacío en su estómago. Abrió
la puerta sin temor, recibiendo una helada brisa que le hizo temblar, y entonces toda
su emoción por la comida se esfumó. Jimin inhaló aire con sorpresa y frunció el ceño,
confundido al ver de quien se trataba. Ese no era el chofer de Yoongi... bueno, si lo
era... pero...

—¿Qué haces tú aquí? —cuestionó, sonando bastante descortés.

Él nunca se imaginó que volvería a ver a aquel alfa, al menos no tan pronto. Sus
mejillas se ruborizaron ligeramente, pues habría deseado tener un jodido pantalón
puesto. Si hubiera sido el chofer de Yoongi, el beta, no habría pasado nada, porque
no le causaba nada. No era tan joven, ni tan apuesto, ni era un tonto alfa al que él
había intentado meterle mano.

Jimin se sentía tan abochornado.

—Cumplo con mi deber —contestó Taeyang con voz clara, manteniendo una
expresión neutra en su semblante y le tendió un bolsa—. Tome y vaya, le hará mal el
frío.

—Uhm, sí, adiós —dijo, tras tomar la bolsa, y le cerró la puerta en la cara.

Se lanzó escaleras arriba, pero se detuvo en medio, sintiendo un cúmulo de


arrepentimiento molestándole. No debió ser tan hostil. Bufó, y bajó rápidamente.
Volvió a abrir la puerta, dejando que el frío volviera a ingresar. Taeyang ya estaba
yéndose por las escaleras del porche, pero se volteó al escuchar la puerta.

—Lo siento... gracias —se animó a decir, algo tímido.

El alfa sólo se limitó a darle un formal asentimiento de cabeza y continuó con su


camino. Jimin cerró la puerta con sus mejillas encendidas, odiándose por sentirse tan
avergonzado ante ese tipo. Es que, agh, ¿por qué mierda tuvo que insinuársele
cuando estuvo drogado? Jamás se lo perdonaría. ¿Y ahora tenía que soportar su
incómoda presencia de nuevo? Genial.
||Treinta y seis||

Llegó la hora de la verdad :)


Querían drama y sufrimiento, tengan :)

Jimin sujetaba con fuerza la mano de su alfa, el cual se encontraba allí, a su lado,
acompañándolo en aquel precioso momento. Su primera ecografía. Se sentía muy
nervioso, ansioso, emocionado. Ese día no sólo verían por primera vez a su cachorro
por medio de aquel monitor, sino que también conocerían el sexo del mismo.

El omega se hallaba recostado en una camilla de hospital, su camiseta levantada


hasta la altura de su pecho, dejando ver su abultado vientre de cuatro meses de
embarazo. La doctora cuya apariencia resultaba muy amigable, desparramó sobre su
piel un gélido gel que hizo que su piel se erizara y le generara ciertas cosquillas. Y a
continuación, colocó el transductor sobre su vientre, comenzando a deslizarlo de un
lado hacia el otro, teniendo la vista enfocada en el monitor.

Yoongi y Jimin también centraron su mirada en aquella pantalla, aguardando con


ápices de nerviosismo el momento en que su bebé se viera a través de la misma. Y
cuando por fin una ovalada figura apareció, Jimin apretó mas fuerte la mano de
Yoongi, emocionándose al escuchar una fémina voz diciendo "ahí está.

Una enorme sonrisa iluminó su rostro, y sus ojos se tornaron algo acuosos. Aquel
resultó ser un momento tan emotivo para él, tan especial, pues le alegraba el alma
saber que podría salir adelante junto a su bebé. Se sentía tan orgulloso de haber
cambiado de opinión, de haber deseado tenerlo y no dejarlo. La felicidad brotaba de
sus poros al ser consciente de que en aproximadamente cinco meses ya tendría a su
cachorro entre sus brazos.

Jimin desplazó su emocionada mirada hacia su alfa, quien también lo miró, sonriendo,
tan feliz y conmocionado como él.

—¿Quieren saber el sexo o prefier...?

—Si, si —se adelantó a contestar Jimin, ansioso y contento. La doctora sonrió, dando
por finalizado el uso del transductor.

En una ocasión, él había charlado con Yoongi acerca de qué preferían tener, si un
nene o una nena, y también sobre la condición del mismo, si más adelante sería un
alfa, omega o, quizás, beta. Ambos llegaron a la conclusión de que nada de eso
importaba; ellos lo o la amarían fuese lo que fuese.

Y ahora estaban allí, a punto de conocer su género.

—Es una niña —informó en un tono suave, entregándole a la pareja unos cuantos
pañuelos de papel para que quitaran el contenido que había quedado en el vientre del
omega.

—Niña —repitió Jimin, asimilándolo con una radiante sonrisa en la cara-. -Amor,
¡tendremos una niña! —exclamó felizmente, mientras se incorporaba en la camilla y
abrazaba con entusiasmo a su alfa.

—Si, mi amor, será nuestra preciosa princesa —habló Yoongi tiernamente,


depositándole un dulce beso en su frente—. Ahora espera que no he terminado de
limpiarte —agregó, separándose del omega, este asintió y se echó un poco hacia
atrás sosteniéndose con sus manos apoyadas en la camilla, dejando su hinchado
vientre expuesto.

Yoongi tomó una nueva servilleta y, rozando la piel del expandido abdomen de su
omega, retiró todo resto del producto. Jimin sonrió con cierta picardía, recordando las
veces que el alfa le había limpiado el semen de allí.

Al salir del hospital, el cual se ubicaba en el centro de la ciudad, ambos decidieron dar
un paseo antes de regresar a casa. Así que con sus brazos enlazados, recorrieron las
calles ligeramente nevadas de la ciudad. Hasta que pararon en una cálida cafetería a
tomar algo. Ambos optaron por pedir té inglés.

—¿Cómo podríamos llamarla? —preguntó Jimin, ilusionado—. ¿Qué nombres te


gustan?

—No lo sé, bebé, ¿qué nombres te gustan a ti?

—Mmh, bueno, sinceramente nunca había pensado en eso, pero... no lo sé, me


gustaría que fuera uno no tan común, sabes, no quiero ponerle un nombre como los
que llevan las perras mimadas y malcriadas de hoy en día.

—Clotilde —propuso Yoongi, más en juego que en verdad, haciendo reír al omega.

—Tampoco quiero uno de anciana, Yoongi, por fas.

Yoongi sonrió, apreciando lo hermoso que se veía su pareja allí, sentado frente a él,
con sus mejillas sonrosadas por el frío.

—Por mi parte, a mi me gustaría un nombre que contenga algún significado para


ambos —reveló Yoongi e hizo una pausa cuando la mesera apareció con sus dos
tacitas de té, las cuales dejó sobre la mesa con cuidado—. Sería bonito que, si algún
día ella pregunta por qué le pusimos tal nombre, nosotros le contemos alguna
anécdota que abarque el significado, y no simplemente decir que el nombre estaba
lindo y ya, ¿entiendes?

Jimin asintió con sus ojos puestos en él, mientras le daba el primer sorbo a su té
caliente luego de haberle soplado.

—Sería bonito, sí, pero ¿de dónde sacaremos un nombre que signifique algo para
ambos?
—Surgirá —contestó distraídamente el alfa y poso la tacita sobre su labio inferior,
sorbiendo el té.

El tiempo pasaba considerablemente rápido. Hacia ya varios meses que la feliz pareja
se refugiaba en Alaska, y Jimin ya se había acostumbrado al clima gélido de aquel
estado; aunque extrañaba demasiado las constantes lluvias de Corea.

Sea como fuese, adoraba los días en que junto a su alfa salían a recorrer los
alrededores de la casa y pasaban tiempo jugueteando con la nieve. A Jimin le
encantaba molestar a Yoongi arrojándole bolas de nieve cuando menos se lo
esperaba, le divertía mucho. Aquellos momentos eran los que más le hacían sentirse
vivo y plenamente dichoso.

No entendía cómo, en algún momento, había temido desear otro alfa distinto del
suyo. No había comparación. Él amaba a Yoongi. Era su alfa por destino y no deseaba
a ningún otro en su vida. Yoongi con su bonita sonrisa y sus arruguitas al costado de
sus oscuros ojos le iluminaba por completo la vida.

No quería otros labios que besar, otro cuerpo que tocar, otro alfa que amar.

Su pancita iba creciendo concorde las semanas avanzaba, y con ello iban aumentando
los antojos y los muchos cambios de humor; en especial cuando su alfa se marchaba.

A veces, Jimin se ponía muy triste al encontrarse solo y lo único que hacía era
quedarse dentro de aquel nido que había armado en un acogedor rincón de la sala. Lo
había hecho detrás de un sofá frente a una de las ventanas, cubriendo el suelo de
mantas y almohada, las cuales algunas olían muy fuerte a Yoongi. Jimin las abrazaba,
aspirando su olor, añorándolo con tristeza.

En ese sitio pasaba las horas acurrucado, leyendo algún libro o viendo alguna serie
con su celular o simplemente observando a traves de la ventana cuando nevaba. Sólo
cuando tenía hambre o ganas de ir al baño abandonaba su espacio, hasta que llegaba
Yoongi y todo su mundo se iluminaba.

Pero ese día, o más bien esa noche, su rayo de sol no apareció, y un intenso ardor se
instaló en un particular sitio de su cuello. Jimin hizo una mueca de dolor y rozó la
mordida con la yema de sus dedos, entrando en estado de alerta al comprender.

Yoongi...

Hola c:
Vengo a informales que el Fanfic está apunto de terminar :0
También, ya publique el Fanfic ganador "Don't run away", la verdad a mí me gustaba
el otro jeje

El negro (¿Destinados?) igual que el rojo tiene magia negra y más suspenso de
muertes y todo, pero este me gustaba más porque está confusoo y a mí me gustó
jeje
En fin, ya está publicado, pueden encontrarlo en mi otro perfil con la sinopsis c:

Strambif

Esa es la portada :)
Unaa última cosaa jeje, prepárense para lo que viene en Sublime Dominación :3
||Treinta y siete||

Estoy enferma así que les traje actualización, al rato actualizo DRA y la otra parte de
SB c:

Jimin era un completo manojo de nervios. No sabía que hacer, no sabía qué mierda
estaba ocurriendo con su alfa. ¿Ya era hora de entrar en pánico? ¿Ya los habían
descubierto? ¿Ya iban a matarlos? ¡Ni siquiera había pasado un año! ¿Y ahora que
haría? Jimin daba vueltas en la sala, impaciente, desesperado, totalmente asustado.

De pronto, su aliento fue robado cuando, de la nada, la luz se cortó en toda la casa.
El corazón de Jimin se aceleró aún más, sus pupilas dilatándose en la casi total
oscuridad y el miedo presionando en su pecho con fuerza. Se quedó paralizado con
sus ojos tornándose llorosos. Soltó un agudo grito cuando un sonido resonó dándole
un respingo. Pero sólo era su celular, una llamada siendo recibida. Temeroso, Jimin
caminó con cuidado hacia el sonido. Un inmenso alivio lo llenó completamente al ver
que era Yoongi. Así que atendió.

—Y-Yoon... —musitó al borde de las lágrimas.

—Bebé, tranquilízate, estoy bien, sólo... —un melancólico suspiro se oyó del otro lado
de la linea—. Nos han encontrado.

Jimin inhaló aire con miedo, cubriéndose la boca con su mano disponible, mientras las
gotas saladas ya adornaban sus mejillas.
—Un grupo esta dirigiéndose hacia allí, intentaran atentar contra los guardias que
vigilan la casa... Mi equipo y yo iremos por ti, te sacaré de allí, ¿de acuerdo? Tú
tranquilízate, amor. ¿Recuerdas lo que te he dicho que hagas en caso de emergencia?
Hazlo, bebé, y por favor, cuídate mucho —habló Yoongi angustiado, esforzándose por
mantener la calma.

Los sollozos del omega ya se hacían escuchar, tan histéricos y desesperados.

—Todo va a estar bien, cariño, confía en mi. Ahora necesito que seas fuerte, bebé, sé
que podrás. Toma un arma, ve a esconderte y, escúchame bien, pase lo que pase, no
salgas de allí, a menos que sea yo quien aparezca. Confía sólo en mi, bebé. Si alguien
más quiere llevarte, sea quien sea, dispara... Yo... d-debo irme. Nos veremos en un
ratito, mi vida. Te amo demasiado, nunca olvides eso.

—Oh, Yoon... y-yo... —musitó con un hilo de voz e intento decir algo más, pero
entonces la llamada fue cortada. Inhaló hondo, hipando, y aunque ya nadie lo
escuchara dijo—: También te amo.

Se secó las lágrimas de las mejillas y, dispuesto a salir con vida de aquella situación,
se dispuso a seguir las instrucciones que Yoongi le había dado. Con la luz de su
celular buscó el escondite más cercano de algunas de las calibres. Al empuñar el
arma, se dirigió con cautela a la planta alta, no sin antes tomar de su nido una manta
que oliera mucho a Yoongi, así tendría algo con que calmar su ansiedad. Así que, con
mantita y pistola, subió al primer piso y luego al ático, donde allí se escondió, justo
detrás de un mueble viejo y algo polvoriento.

En ese oscuro y frío sitio le tocó esperar la salvación o la muerte. Jimin rogaba porque
fuera la primera opción, rogaba al cielo que Yoongi llegara primero que lo malos.
Porque, sinceramente, no sabía si se animaría a disparar si alguien más apareciese.
No, no podría. ¿De que mierda había servido tanto entrenamiento si, al fin y al cabo,
aún seguía siendo un cobarde que no se atrevía a herir a nadie? Era una completa
decepción.

Jimin se sobresaltó, entrando en pánico cuando, de repente, un tiroteo se presentó


fuera de la casa. El miedo lo invadió, cortándole la respiración al sentir los disparos
tan cerca, y la inmensa angustia de Yoongi golpeando en su pecho no ayudaba en
nada.

Se descubrió a si mismo sollozando, apretujando la mantita con una de sus manos al


tiempo que empuñaba el arma con la otra. Su pulso temblaba, todo su ser temblaba.
Jimin luchaba por acallar los chillidos que su omega interior soltaba, llamando a su
alfa.

Los disparos volvieron a resonar, pero esta vez mucho más cerca. Ya habían entrado
en la casa, y eso sólo hizo que el rizado se sumergiera aún más en el terror absoluto.

Fragmentos de su terrible pesadilla lo atacaron. El vívido recuerdo de la bala


atravesando su enorme panza de embarazo lo atormentó una vez más, provocándole
un inevitable llanto. Y entonces, mirando con sus vidriosos ojos su vientre
sobresaliendo debajo de su suéter, lo decidió. No dejaría que nadie le hiciese daño a
su beba.

Soltó la manta, echándola a un lado, y se quitó las lágrimas de sus mejillas con el
dorso de su mano. Se levantó, abandonando su escondite, dejando allí todo su miedo
y angustia. Mantuvo el arma firme entre sus dedos, sintiéndose imparable.

Con mucho sigilo se aproximó a una de las pequeñas ventanas que contenía el ático.
Se resguardó muy bien de que nadie lo viera cuando se asomó, haciendo un rápido
análisis del panorama con el que se encontró. Logro ver a un desconocido hombre con
un rifle, al parecer vigilando la entrada principal de la casa.

De pronto, un ruido proveniente de la escalera que llevaba al ático hizo que Jimin se
alejara de la ventana y apuntara con manos temblorosas hacia la puerta cerrada. Su
corazón latía demasiado rápido, y una corriente de adrenalina lo abordó cuando el
pomo de la puerta se giró, cediendo. La puerta se abrió y el omega retrocedió unos
pasos, todavía apuntando con el arma en aquella dirección.

No era Yoongi. No era Yoongi. No era Yoongi.

Quitó el seguro, dispuesto a disparar.

—Calma, baje el arma —dijo Taeyang, colocando sus palmas a la altura de su pecho
para demostrar que iba en son de paz, pero Jimin no obedeció.

—¿Y Yoongi? ¿Dónde esta Yoongi? —casi escupió el omega, frunciendo el ceño,
recordando perfectamente sus palabras.

—Me ha mandado a buscarlo. No debemos perder tiempo, hay que marcharnos


—decretó con seriedad, acercándose al rizado.

—Das un paso más y te disparo —le advirtió Jimin, mirándolo con los ojos inyectados
de rabia.

—Min lo está esperando, ¿puede dejar las jodidas estupideces? —espetó el alfa,
aproximándose sin miedo al menor con intenciones de quitarle el arma de las manos.

—¡No! —chilló—. ¡Aléjate!

Y disparó.

Sin embargo, no le dio. No porque le hubiese errado, sino porque Jimin realmente no
quería lastimarlo. Sólo quería asustarlo; demostrarle que ya no tenía miedo.

El alfa respiró hondo.

—Tranquilícese, no he venido a aquí a hacerle daño. Min me ha dado estrictas


órdenes, así que o se viene conmigo ahora mismo o se irá como carnada con los
otros.

—¿Y cómo se que tú no eres de los otros?

—¡Oh, vamos! Si fuera de los otros Yoongi habría muerto la misma noche que ocurrió
el incidente en el bar.

Jimin reflexionó, percatándose de que aquello tenía algo de cierto. Y entonces se


sintió confundido, creyendo que, quizá, había exagerado un poco con su
desconfianza. ¿Y si los planes de Yoongi habían cambiado y no pudo avisarle? ¿Y si
era verdad que Taeyang estaba bajo sus órdenes?

El omega bajó el arma despacio, agachando la cabeza, apenado. Sus mejillas se


encendieron ligeramente cuando percibió que Taeyang se le acercaba.

—Aléjate de mi omega ahora mismo —demandó con severidad una tercera voz a sus
espaldas. Taeyang volteó, encontrándose a un desafiante e implacable Yoongi que le
apuntaba con su propia arma.

Jimin jadeó involuntariamente, sorprendido ante la repentina presencia de su alfa. Lo


miró con verdadero alivio y confusión, y luego miró a Taeyang otra vez, quien bajó la
mirada mientras Yoongi le apuntaba con la rabia resbalándose por sus poros.

Entonces... ¿Taeyang si era un traidor?


—Jimin, ven aquí —le ordenó el pelinegro, indicándole con un movimiento de cabeza
que se ubicara a su lado.

El omega no vacilo ni un segundo en correr hacia él, llenándosele los ojos de lágrimas
cuando por fin se encontró a su lado, abrazándolo de la cintura, aferrándose a su
cuerpo con fuerza. Se echó a llorar, escondiendo su rostro en el cuello de Yoongi y
entonces, dio un respingo en el momento exacto en el que un disparo retumbó en sus
oídos. Y luego otro, y otro. Jimin sufrió, cerrando sus ojos con fuerza, agradeciendo
no haber visto como el cuerpo de Taeyang acaba en el suelo.

—Ya está, bebé, ya pasó todo —habló el alfa con voz suave, luego de arrojar el arma
al suelo y abrazar a su omega con cuidado. Tras unos segundos, una de sus manos
fue hacia el hinchado vientre de su omega, quien ya contaba con seis meses de
embarazo, mientras sus labios se unían en un beso—. Vámonos a casa.

—¿A c-casa?

—Si, a casa, mi vida.

Y mientras se alejaban en auto hacia el aeropuerto, Jimin se preguntó a qué se refería


Yoongi cuando le dijo que se irían a casa. ¿Volverían a Corea? Jimin sonrió,
acurrucándose aún más contra el pecho de su alfa, sintiendo la mano de este
acariciando su pancita. Sea como sea, a Jimin no le importaría ir a otro país distinto
del suyo, porque, después de todo, a donde sea que vaya Yoongi siempre lo llevaba a
casa.

En efecto, el avión aterrizó en el aeropuerto de Corea. Un auto escoltado demasiado


bien por otros vehículos los llevó hacia la apartada zona residencial donde se cernían
aquellas majestuosas mansiones. Jimin pensó que regresarían a la mansión de su
alfa, pero para su extrañeza no fue así. Acabaron en la enorme residencia del padre
de Yoongi, o bueno padrastro. Jimin no entendió muy bien por qué, más se limitó a
mantenerse callado al lado de su alfa.

Al entrar en la mansión descubrieron que una considerable cantidad de personas


acudieron a su encuentro. La familia entera de Yoongi los recibió con felicidad, unos
más entusiasmados que otros. Jimin, sonriendo, observó con enternecimiento como
su suegra llenaba de besos las mejillas de Yoongi, mientras este plasmaba en su
rostro una mueca por la excesiva muestra de cariño frente a todos. Luego, Sunmi lo
abrazó a él con la misma alegría, brillándole los ojos al notar el avanzado estado de
gestación que presentaba Jimin. Y, por si fuera poco, casi se desmaya al vislumbrar la
perfecta mordida en su cuello.

Las feromonas de felicidad que Sunmi soltaba estaban que inundaban el salón entero.
Y ni hablar de las de Jimin, quien sentía en su pecho la intocable felicidad de su alfa.

Luego fue el turno de las hermanas de Yoongi de llenar a su hermano de incontables


abrazos y besos. Todas ellas terminando con su atención en la redondeada panza del
omega, preguntando miles de cosas relacionadas a su embarazo y pidiendo permiso
para poner sus manita encima. Jimin les permitió tocar su vientre, riéndose cuando
tantas manos posadas allí le genero algo de cosquillas.

Pero todo aquello acabó al momento en que Yoongi, carraspeando, lo llamó. Al


parecer, quería presentarle a alguien.

Yoongi se encontraba de pie junto a un hombre que Jimin ya había visto antes. Era un
alfa de cuarenta y tantos, casi rozando los cincuenta, que poseía una apariencia seria,
determinante, pero compasiva.

—No te lo he presentado antes formalmente —comenzó a hablar Yoongi, dirigiéndose


hacia aquel formal señor—. Él es Park Jimin, el omega que he elegido como
compañero de vida, mi prometido y futuro padre de mi beba.

El omega ya podía sentir el tinte rojizo tiñendo sus mejillas.


—Jimin —continuó Yoongi, ahora hablando hacia él—, este es Don Leko Martini, el
hombre que me bautizó dentro de esta familia y que ahora nos refugiara aquí.

—M-mucho gusto —mencionó Jimin intentando que su voz no temblara y delatara su


gran nerviosismo, mientras extendía con cierto miedo una mano hacia él.

Tan sólo esperaba que aquel hombre le estrechara su mano, evitándole un enorme
bochorno que no sabría como manejar.

Para su gran fortuna, el alfa mayor se tardó sólo unos segundos en examinarlo con la
mirada, para luego tender su mano y estrechársela con firmeza, esbozando una
pequeña sonrisa mientras daba un asentimiento de cabeza.

—El gusto es mío —concedió el aludido, sin rastros de mentira en su voz bordeada de
un inconfundible acento italiano, y le soltó—. Las cosas cambian ahora que Yoongi
formará una familia contigo. No quiero que anden allí fuera, en el exterior, expuestos
al peligro constantemente. Se quedaran aquí. Aquí estarán asegurados. Por lo tanto,
a partir de ahora, esta también es tu casa.

Jimin asintió, sonriente, acumulando una gran burbuja de emoción que pronto
explotaría. Yoongi le sonrió con orgullo y amor, acercándose para atraerlo hacia él y
besarlo.

Esa tarde, ambos recibieron infinidades de felicitaciones, de abrazos y bonitas


palabras. De todos, menos de un alfa. Un alfa que Jimin recordaba bastante bien, un
alfa que habría preferido no volver a ver en su vida. Era ni más ni menos que el
estúpido que le había casi rugido en aquella primera cena de negocios que Jimin
asistió obligadamente por Yoongi.

¿Y ahora se suponía que vivirían bajo el mismo techo? ¿Por qué sentía que su
convivencia no sería la más amistosa? Jimin ya se veía venir todos los problemas que
surgirían entre ellos, incluyendo a Yoongi.

Y entonces, pensó, ¿realmenteestarían seguros allí? Porque Jimin no confiaba


absolutamente nada en ese alfa.Y si Taeyang, que tan de confianza era, los había
traicionado, ¿por qué no eseimbécil también?

Una pregunta, ¿Les gustaría un grupo de WhatsApp o alguna dinámica para


interactuar con ustedes? :3
||Treinta y ocho||

Pd: El grupo esta loco con las confesiones y el spoiler que hice JAJ

—Si aquí es seguro, ¿por qué nos marchamos tan lejos si podrías haber venido aquí
desde un principio? —preguntó Jimin cuando hubo terminado de curiosear la nueva
habitación que compartirían. No era tan grande, pero era realmente preciosa.

Había pasado al menos una hora desde que la familia de Yoongi le había dado la
bienvenida a aquella mansión. Y un cuarto de aquella hora, Jimin tuvo que quedarse
en la sala sin su alfa, sentado en un cómodo sofá, siendo el centro de atención de
todas aquellas personas que casi ni recordaba.

El omega respondió con cierta timidez cada una de las preguntas que le hacían. Y es
que la mayoría estaba realmente interesado en saber acerca de él, pues que Yoongi
llegara de pronto con un omega marcado y embarazado era algo que sorprendió a
muchos. En especial porque Yoongi siempre se había mostrado como un alfa al cual le
asqueaban las uniones.

Y Jimin habría deseado que su alfa estuviese a su lado para salvarlo cuando la
situación se ponía incomoda para él, pero Yoongi tuvo que encargarse de un asunto
algo urgente con su hermana, por lo cual no pudo estar junto a él.
Jimin nunca preguntó qué fue lo que pasó con la hermana de Yoongi.

—Pues... es que me repudiaba la idea de vivir aquí, con toda la familia. Yo prefería
tener mi propio espacio. Y como era tan orgulloso, independiente y solitario, me era
más cómodo pasar una larga temporada en el exterior a que estancarme aquí y
asquearme de como los demás son felices con sus parejas —explicó y se acercó a su
omega para abrazarlo por detrás, deslizando sus manos con suavidad por los
costados de su hinchado vientre—. Pero como ya estoy del lado de los felices, ya no
tengo problema.

Jimin rió suavemente, sintiendo unas ligeras cosquillas al tener los labios del contrario
sobre la especial marca de su cuello.

—Ya veo —sonrió, volteándose con el único fin de besar los labios de su alfa, quien
aún continuó con sus manos sobre la panza de embarazo que se interponía
adorablemente entre ellos—. Ahora que ya estamos aquí, ¿puedo reunirme con mi
mamá y mis amigos? Muero por verlos.

Yoongi titubeó, poniéndose tenso al instante.

—Uhm... sí, bueno, aunque primero hay algo que tengo que decirte sobre tusamigos.

Jimin estaba furioso, y no intentaba siquiera disimularlo. Sus feromonas de enojo se


dispersaban por todo el espacio que presentaba aquel auto que, rodeado de
seguridad, se dirigía a la antigua mansión Min.

Su alfa le pedía con voz suave y tranquilizadora que se calmara, pues tal enojo le
afectaría al bebé, pero cada vez que Yoongi intentaba acariciarle, Jimin le gruñía,
amenazador, como si él fuese el alfa de la relación.

Ya no quería ser acariciado o mimado por Yoongi. La rabia que había invadido su ser
no se lo permitía. Tan sólo quería ver a su mejor amigo, quería saber en qué estado
se encontraba Taehyung y averiguar qué había ocurrido con Hoseok.

Al llegar a la mansión, una empleada los recibió, asustándose por la alteración y el


desespero que desarrolló Jimin al tratarla, exigiendo que le dijese la ubicación exacta
de su mejor amigo de inmediato. La beta respondió a balbuceos y Yoongi se limitó a
darle una mirada de disculpas, mientras su omega ya se lanzaba hacia las escaleras.
No tardó en alcanzarlo.

Ambos llegaron al primer piso, donde Yoongi tuvo que guiarlo para encontrar la
habitación en la que, según la empleada, se encontraba Taehyung. Jimin, tan decidido
e imparable, ni siquiera pidió permiso; abrió la puerta de un saque, sobresaltando a
un omega que, sentado con las rodillas pegadas a su pecho, se situaba sobre la
cama.
Los ojos del omega se cargaron de lágrimas al verlo, tan indefenso y lastimado, tan
pálido y delgado.

—¿J-Jimin? —la voz quebrada de Taehyung salió en un débil murmullo, como si


apenas pudiese hablar. Su sorprendida mirada se cristalizó al instante, largando
repentinas lágrimas mientras se levantaba con rapidez para fundirse entre los brazos
de su mejor amigo.

El omega menor no se demoró en percatarse de que había algo entre ellos que no le
permitía apretarse tanto a Jimin como él hubiese querido. Por lo que se apartó
ligeramente, se quitó las lágrimas de sus ojos y observó el gran vientre de su amigo.
Esbozó una pequeñita sonrisa, la cual desapareció cuando Jimin le tomó con cuidado
del mentón, analizándole el rostro.

En la zona de su ojos izquierdo se presentaba un gran hematoma que al omega


mayor le dolió muchísimo ver.

—Oh, Tae... —mencionó entristecido, abrazando de nuevo a su mejor amigo,


dejándole que este reiterara su llanto sobre su hombro—. Ya pasó todo, TaeTae, te
vendrás conmigo. Nadie más te lastimará.

De pronto, Yoongi carraspeó, llamando la atención de su omega.

—No creo que eso sea posible —repuso, ganándose una gélida mirada de enojo por
parte de Jimin—. No es que yo...
—Vendrá conmigo —espetó el aludido, gruñéndole, interrumpiéndolo sin importarle
nada—. No pienso dejarlo aquí, Yoongi. No me iré sin él.

El alfa desvió la mirada, suspirando pesadamente. En momentos así, odiaba que Jimin
fuera su completa debilidad. Odiaba que su omega pudiese dominarlo a su antojo.
Odiaba estar naturalmente rendido a sus pies. Pero lo amaba. Lo amaba con cada
fibra de su ser, y estaría dispuesto a hacer hasta lo imposible por él.

—Hablaré con Jungkook —anunció, y Taehyung se encogió sobre sí mismo al escuchar


aquel nombre, no pudiendo evitar sentir algo de temor—. Esperen abajo.

—¡¿Con que derecho te crees para pretender llevarte a mi omega?! —vociferó


JungKook irradiando furia de sus poros, luego de arrojar al suelo gran parte del
contenido de su escritorio en un acto de puro enfurecimiento—. ¡No lo harás, maldita
sea, él es mío!

El mayor respiró hondo, luchando por conservar su paciencia, buscando a su vez las
palabras correctas para expresar sus pensamientos.

—Jeon, tú tampoco tienes el derecho de mantenerlo aquí encerrado en contra de su


voluntad. ¿Te has dado cuenta lo mal que está ese omega? ¡No puedes obligarlo a
quedarse!

—¡¿Y tú quién mierda te crees para decirme lo que tengo que hacer?! ¡Sabes
perfectamente que no debes meterte en mis jodidos asuntos! ¡Además tú has hecho
lo mismo con el otro! ¡Así que no me vengas con estupideces!

Yoongi no pudo evitar soltar una amarga risa, enfureciendo aún más al alfa que
estaba a punto de sacar a relucir sus garras.
—Te equivocas, hermano. Yo en ningún momento he obligado a mi omega a que se
quedara a mi lado, ni mucho menos lo he golpeado por intentar escaparse. ¡Joder,
JungKook! ¡El nunca te querrá si lo tratas así! —reprendió ganándose un rugido en
respuesta—. Escúchame, cálmate, no pienso pelear contigo. Sólo digo que lo que
estás haciendo está mal, nunca he apoyado ese comportamiento tuyo y lo sabes. Aún
así no me metería en tus asuntos si no fuese porque de cierto modo también me
involucra.

—No... No te lo llevarás —demandó el contrario en un murmuro apenas audible, con


un tono lastimero, dolido, acongojado. La mirada de JungKook de pronto reflejó una
total angustia que cubrió el enojo que había tornado sus ojos rojos. Sus fuertes
feromonas de rabia se transformaron en feromonas de tristeza, miedo, desesperanza.
Estaba a punto de derrumbarse.

A Yoongi se le estrujó el corazón. No titubeó en acercarse a este y estrecharlo con


fuerza entre sus brazos. JungKook se quebró allí mismo.

—No quiero que lo alejes de mí —musitó el aludido, sin romper el abrazo.

—Lo sé, Jeon, pero esta no es la manera de tenerlo —habló Yoongi con calma,
acariciándole la espalda—. Él no es feliz, y nunca lo será si continúas así. Lo único que
conseguirás con todo esto es matarlo, porque ¿siquiera has notado cómo está? Ese
chico no se ve nada saludable... Escucha, si realmente lo quieres, debes dejarlo ir. Si
eres su alfa, créeme, el volverá. ¿O acaso crees que Jimin me quiso desde el inicio?
Te recuerdo que él me abandonó en una primera instancia, y lo hizo porque yo se lo
permití. Y ahora está felizmente marcado, esperando un cachorro mío, lo cual me
recuerda que ni siquiera me has felicitado.

JungKook se apartó, pasándose las manos por su rostro, quitándose asqueadamente


los restos de lágrimas de sus mejillas.

—Sí, me he dado cuenta, apestas terriblemente a omega embarazado —dijo,


frunciendo su nariz con molestia—. Jamás creí que apestarías de ese modo, iugh, no
te vuelvas a acercar a mí.

Yoongi rió.

—Bueno, en el fondo, siempre he querido ser padre. Y en cuanto advertí que Jimin
era mi omega, supe que quería ser el padre alfa de sus hijos.

—Bien por ti —habló JungKook con indiferencia, mientras se encargaba de levantar


del suelo cada cosa que había tirado—. Al menos tú si sabes que él es tu omega...
Yo... —soltó un afligido suspiro—... sé que no soy el alfa de Tae, ese es el problema.
Si lo dejo ir, el no volverá. Y yo no... no lo soportaría.

—Oh, JungKook... lo siento, pero... ¿de verdad prefieres soportar tenerloa tu lado
todo demacrado, desnutrido, golpeado, encerrado aquí como siestuviese preso o
condenado? ¿De verdad prefieres eso antes que el soportardejarlo ir? Te lo repito,
morirá si sigue así, y sé que Jimin no permitirá queeso suceda.

Taehyung aguardó a que Jimin terminara de acomodarse en el auto para acurrucarse


contra su cuerpo, dejando una mano reposada sobre la abultada panza de su mejor
amigo. Sentir el cálido aroma de Jimin le tranquilizaba. Le aliviaba demasiado el
hecho de tenerlo allí junto a él, de saber que estaba bien, que Yoongi había cuidado
bien de él.

Por lo menos, el ingrato de JungKook no le había mentido en eso.

Sin embargo, aún había algo que le seguía angustiando. Algo que aún le dolía
demasiado. Faltaba alguien más en su vida para estar completo. Faltaba Hobi, su
Hobi. Todavía le costaba trabajo creer que JungKook lo había asesinado.

Jimin lloró toda una tarde cuando se enteró. Lloró por horas, teniendo a su alfa
consolándolo a su lado. No podía creer que ya no vería nunca más en la vida aquella
cabellera roja, que no escucharía nunca más su risa, sus ruidosas carcajadas, su
dulce voz. Ya no volvería a ver su sonrisa, ni sus ojos. Ya no volvería a ver, ni
abrazar, ni a sentir, a aquel risueño chico que tanto adoraba.

Quería tomar un arma e ir a matar a JungKook. Y estaba tan alterado que lo habría
hecho de no ser porque Yoongi lo arrulló, tranquilizándolo, haciéndole entrar en razón
cuando le explicó que asesinarlo sólo los pondría en un mayor peligro, pues la familia
pretendería vengar su muerte.

En realidad, Yoongi exageró un poco. La verdad era que JungKook ya era un caso
perdido para la familia, era muy impulsivo y muy violento, perdía el control con
mucha facilidad y aquello no le favorecía en nada a un hombre de negocios. Por lo
que si era asesinado, la familia no realizaría ningún acto de venganza teniendo en
cuenta las razones de Jimin.

Pero Yoongi no quería perder a JunKook, por muchos errores que hubiera cometido,
Jeon era como su hermano. Y lo entendía completamente, el también habría matado
a uno de los amigos de Jimin de no ser porque este mismo lo detuvo. Y es que
cuando se trata del omega al que uno reclama como suyo, todo se transforma en una
constante guerra en la que se trata de acabar con todo aquel que se presenta como
rival.

A Jimn le costó cierto tiempo acostumbrarse a la idea de que Hoseok ya no volvería a


reunirse con ellos, de que ya no serían el trío de mejores amigos, sino más bien un
triste, pero inseparable, dúo.

Por lo menos, se alegraba de tener a su lado a Tae, quien, por tantas súplicas del
omega, también se alojaba en una pequeña habitación de la residencia Martini.

Para ambos, era realmente confortante tener la compañía del otro. Aún más para
Jimin, quien se hubiera sentido muy solo al estar rodeado de gente que casi no
conocía mientras su alfa trabajaba. Y con Tae allí todo era diferente.

Ahora sólo le faltaba un recuentro con su madrastra y estaría casi completo. Pero ni
Yoongi ni él podían salir muy lejos por pura precaución, y por tal razón Jimin habría
deseado que Wendy le hubiera contestado al menos una vez el teléfono.

Fuera de eso, las cosas iban marchando bien. La convivencia en la mansión era de lo
más agradable. Los pequeños revoloteando por todos lados con total libertad y alegría
le daba un toque muchísimo más hogareño, llenando de vida el lugar. Tanto que a
Jimin le costaba entender que aquella era la guarida de una familia mafiosa.

Estaba rodeado de asesinos, pero irónicamente nunca antes se había sentido tan
seguro en su vida, al punto de pensar que ese era un excelente sitio para criar a su
bebé, pues se notaba que, pese a sus turbios negocios, aquella era una muy buena
familia, grande y unida.
Sin embargo, la presencia de uno de ellos aún seguía inquietándole.Leonzio, así se
llamaba aquel alfa que no soportaba ver. No entendía porqué,pero siempre que se
hallaban en un mismo sitio se creaba una horrible tensiónentre ellos que Jimin
prefería evitar a toda costa.

Su prominente vientre resaltaba por completo bajo su holgada camiseta de pijama.


Ya había ingresado en su noveno mes de embarazo, y Jimin pensaba que no podía
estar más gordo.

—¿Te has dado cuenta que en cualquier momento puedo dar a luz a la bebé y no
hemos decidido el nombre? —mencionó el omega un momento antes de meterse en
la cama junto a su alfa.

—Lo sé, amor, pero no creas que no lo he estado pensando —aclaró Yoongi una vez
que se acostaron y se acercó a su pareja para depositarle un par de besos en su
cuello, aprovechando para posar su mano en la enorme panza de este.

Yoongi amaba acariciar el hinchado vientre de su omega. Amaba saber que allí mismo
crecía su linda beba, y el hecho de que en tan solo un par de semanas podría tenerla
entre sus brazos le emocionaba terriblemente.

—¿Y ya tienes algunos nombres en mente? —consultó Jimin, esbozando una gran
sonrisa cuando su alfa le subió la camiseta hasta el pecho y pegó sus labios a su
abultada pancita. Algo que solía hacer con frecuencia.

Todas las noches, Yoongi se tomaba un tiempo para apreciar, acariciar, mimar y
llenar de besos la panza de su bebé. Le hacía realmente bien pasar aquel íntimo
momento cada noche, en el que sólo estaban ellos dos dándole amor a su princesa
que no tardaría en nacer. Y claro, también dándose amor entre ellos.

—Tengo uno en mente, uno que pienso que será perfecto por varias razones —expuso
el alfa sonriente, subiendo su rostro para unir sus labios con los de Jimin.
—A ver, ¿cuál? —quiso saber el omega con verdadera curiosidad.

Yoongi estaba por responder, pero de repente notó que Jimin abrió sus ojos con
sorpresa y rápidamente le tomó una mano, posicionándola en un sitio particular de su
vientre.

—Está pateando —le avisó, sus ojos brillaron al decir aquello.

La mano de Jimin presionaba la de su alfa contra la endurecida zona de su abdomen,


sitio en el que se sentían perfectamente aquellas pataditas.

—Oh, Dios, amo esto —expresó Yoongi enternecido, sufriendo de un pequeño


estallido de emoción—. Ya te lo he dicho, apenas te recuperes de este embarazo, te
embarazaré de vuelta.

El rizado rió con sus mejillas ligeramente sonrojadas.

—Ay, si, porque para ti es fácil, solo me follas y ya está —se quejó en tono divertido y
le liberó la mano de Yoongi, sin embargo, esta continuó sobre su vientre.

Yoongi frunció el ceño, disgustado por lo que acababa de escuchar.

—No te follo —objetó.

—Bueno —el omega rodó sus ojos—, me haces el amor.

—Yo no te lo hago, bebé, lo hacemos juntos —corrigió Yoongi, rozando el cuello del
menor con su nariz.

—Bueno, ya. Dime el nombre que pensaste para la bebé antes que me duerma.

—Oh... si, pues... —Yoongi se apartó un poco, removiéndose sobre la cama—. He


estado pensando y nosotros oficialmente iniciamos nuestra relación en Alaska, allí me
hiciste el alfa más feliz del puto mundo al acompañarme. No sabes cuanto he
valorado el que hayas decidido dejarlo todo e irte conmigo, eso nunca, nunca lo
olvidaré, más porque ese viaje marcó un increíble antes y después entre nosotros.
Nos unió. Y fue allí donde me enteré de tu embarazo, el cual si bien no lo tomé de
una buena manera desde el principio luego fue la mejor noticia que me podrían haber
dado. Allí también se forjó nuestro lazo y podría estar la noche entera mencionándote
mas razones por las que creo que Alaska es el perfecto nombre para nuestra hija.

Jimin lo observó con una genuina sonrisa estampada en el rostro y se apresuró a


atrapar sus labios entre los suyos, besándolo con ganas, mientras sus dedos se
escabullían entre los mechones de su cabello.

—Me encanta —admitió Jimin, expulsando pura felicidad desde sus poros—. Me
encanta, me encanta, me encanta. ¡Dios! Te amo mucho, Yoon.

Y el pelinegro no pudo evitar derretirse de amor una vez más.

—Te amo muchísimo más, mi precioso bebé.

Se besaron por un largo rato, y luego se acurrucaron para dormir. El alfa no se


demoró en caer rendido por el sueño, pero Jimin no tuvo la misma suerte. Su beba
estaba demasiado inquieta y, como si fuera poco, comenzó a sentir una leve
contracción que sólo trató de ignorar, pues ya le había ocurrido eso antes y no quería
alarmar a Yoongi otra vez.

Después de todo, su doctor le había dicho que aquello era normal y no deseaba
aparecerse de nuevo en el hospital por una falsa alarma.

Pero las contracciones empeoraron cuando se adentró la madrugada.

Jadeando, Jimin se levantó de la cama cuando el reloj marcó las cuatro y comenzó a
dar vueltas por la habitación, experimentando aquellos pinchazos de dolor que se
expandían por su espalda baja. Jimin trataba de respirar profundo. Una de sus manos
en su cintura, la otra sobre su enorme panza. No quería alarmarse. No debía
alarmarse.

Pero, entonces, su ropa interior se mojó y un líquido se resbaló por entre sus piernas.
Y...

—¡YOONGI!

El sol comenzaba a asomarse en el cielo de Corea cuando el primer llanto de Alaska


resonó en aquella sala de cirugía. El cordón umbilical había sido cortado, produciendo
el ruidoso llanto de la bebe que dio lugar a su primer respiro.
Jimin estaba devastado, destruido, debilitado, pero en cuanto sus ojos vislumbraron
al ser más chiquito, moradito y delicadito, la felicidad estalló dentro de sí. Su orbes
brillaron, humedeciéndose. Ahí estaba su pequeña, su bebita, el segundo amor de su
vida.

Apretó fuerte la mano de Yoongi, quien en todo momento se mantuvo a su lado


dándole apoyo. Las lágrimas ya resbalaban por las mejillas del omega cuando una
enfermera le tendió a su bebé, mostrándosela de cerca antes de llevársela para que
terminen de limpiarla y vestirla.

Y no lo podía creer. No podía creer que acababa de ser papá. Era como un precioso
sueño. Ya no podía faltarle más nada; no podía pedir más nada. Tenía el completo
amor de su alfa, y ahora tenía una dulce bebita de él.

Estaba siendo uno de los mejores días de su vida.

Pero pronto se transformaría en el peor.

Tras terminar de realizar los puntos, dando por finalizada la operación, Jimin fue
trasladado a la habitación que le habían asignado en aquella clínica. Allí se mantuvo
en constante reposo, aguardando con algo de ansias a la llegada de su bebé.

Sin embargo, ella no apareció.


Y todo era tan confuso y desesperante. Yoongi tampoco aparecía y nadie se animaba
a decirle nada al respecto. Sólo se limitaban a decirle que se tranquilizara, que todo
iba a estar bien y que descansara, porque debía recuperar fuerzas.

Pero, ¿cómo mierda podía descansar luego de sentir un tirón en la marca de su


cuello? ¿Cómo podía tranquilizarse si la desesperación de Yoongi la sentía con fuerza
en su pecho y en su mente?

Jimin se la pasó llorando. No sólo porque le dolía la herida de su cuerpo, sino porque
entendía que algo muy malo estaba ocurriendo.

Fue horas más tarde cuando se enteró. Yoongi apareció en su habitación emanando
un profundo aroma a angustia mezclado con temor. Sus ojos estaban hinchados,
lagrimosos, irritados.

—Yoon... —musitó el omega, sollozando, aliviándose un poco al ver que su alfa


estaba entero—... d-dime qué p-paso, ¿d-dónde esta la bebe?

Yoongi tomó asiento en la silla que se encontraba a un lado de la camilla, luego sujetó
una de las manos de su omega entre las suyas y agachó la cabeza.

—Lo siento, y-yo... no pude... —su voz salió débil, entrecortada, el nudo que se
instalaba en la garganta no le permitió hablar de otra forma. Inhaló profundo y
levantó la mirada—. Se la llevaron, esos hijos de puta la robaron —anunció con una
melancólica expresión en el rostro y Jimin rompió en un angustioso llanto que no
supo, ni quiso, controlar—. Pero la recuperaremos, amor, eso te lo aseguro. Batallaré
por ella, no dejaré que se salgan con la suya. Ya está todo arreglado, mi familia me
respaldará. Les daré la guerra que querían.

Con una de sus manos apartó algunos rebeldes rizos del rostro del menor y le limpió
las lágrimas.

—La única manera de acabar con esta jodida mierda es destruyendo a mi padre. Eso
haré. Iré hasta Italia si es necesario con tal de acabar con ese miserable —articuló
Yoongi con el odio enroscado entre sus dientes—. Varios de mis hermanos y primos
están colaborando para hallar a los intermediarios que se llevaron a la bebé. Si me
entrego, dejaron explícitamente expresado que la devolverán, pero sé que mi padre
carece de corazón como para dejar libre a su nieta cuando más bien podría...
Y se detuvo. Su mirada estaba perdida, sus ojos cristalizados, sus labios resecos y
algo lastimados. Por su mente pasaron escenas tan mórbidas, repulsivas y
desesperantes, que prefirió no decirlo en voz alta. Ya bastante sufrimiento estaba
atravesando Jimin como para sumarle aquellas traumantes imágenes que infestaron
la mente de Yoongi, torturándolo.

En medio del silencioso llanto, el omega soltó un adolorido jadeo cuando tomó fuerza
de donde no tenía y se incorporó en la camilla, queriendo abrazar a su alfa y llorar
angustiosamente sobre su pecho. Pero Yoongi reaccionó rápido, levantándose de su
asiento y empujando con muchísima delicadeza el cuerpo de su amado, dejándolo
recostado nuevamente.

—No hagas malos esfuerzos, bebé, tienes que cuidarte —dijo con su mirada nublada
de preocupación—. Tienes que recuperarte, amor —agregó, limpiándole las mejillas, y
luego le proporcionó un dulce beso en la frente.

Jimin hizo un puchero, soltando más lágrimas cargadas de sufrimiento que adornaron
con prisa sus mejillas. En aquel momento se sintió tan impotente. Él no quería seguir
postrado en aquella camilla, el quería levantarse y salir a ayudar en lo que fuera.

—No quiero estar aquí si mi bebé está en peligro —objetó—. Necesito...

De nuevo intentó levantarse, torciendo su rostro en un gesto de dolor al hacerlo, pero


Yoongi volvió a arrullarlo, acomodándolo contra la almohada.

—Por favor, amor, entiende que acabas de ser operado y tienes que hacer reposo —le
explicó su alfa, acariciándole con suavidad sus rizos desordenados.

—Pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada —protestó, sollozando—, no puedo
estar aquí sin ti, sin mi bebé. ¡¿Por qué tuvieron que llevársela, Yoongi?! ¡¿Por qué
tuvieron que arrebatárnosla de ese modo?! ¡Es una bebé recién nacida, maldita sea,
me necesita! ¡Nos necesita, Yoongi! ¡Es su primer maldito día en el mundo y quien
mierda sabe en qué condiciones debe estar! ¡Dios! ¡¿Por qué carajos se tienen que
meter con una criatura tan indefensa y pequeñita?! ¡Y-yo... ni siquiera p-pude tenerla
en mis b-brazos! ¡No... no p-pude...!

Para ese entonces, Yoongi ya se encontraba abrazando con extremo cuidado a su


omega, a quien su garganta había comenzado a arder por soltar tales gritos
desgarradores. Yoongi se había quebrado por completo al oírlo, rompiendo en un
silencioso, pero doloroso, llanto que le exprimía hasta las ganas de vivir.

Jimin se aferró con fuerza al cuerpo de su alfa, importándole una completa mierda el
dolor físico que le causaba aquella posición media inclinada. Y lloró devastadoramente
hasta alcanzar la última lágrima.

La habitación ya se hallaba sumida en el deprimente aroma que ambos seres no


cesaban de emanar. Ambos estaban igual de rotos, igual de destruidos. Tanto que
Yoongi luchaba consigo mismo por no perder aquella fuerza que necesitaba para no
caer en la total agonía.

Al dar por finalizado aquel confortante abrazo, unieron sus frentes, dejando que la
última ronda de lagrimas que compartían cayera, perdiéndose en al aire. Yoongi,
quien ahora estaba sentado sobre la camilla a un costado de Jimin, posó sus manos
en las mojadas mejillas de su omega, conectando sus marchitas miradas.

—Todo va a estar bien, mi amor. Ella regresará con nosotros, te lo prometo. Ese hijo
de puta pagará —le dijo y no hubo rastros de duda en su voz—. Confío en mis
hermanos, ellos la traerán de regreso y ni bien la rescaten, ella estará bajo la
absoluta protección de mi mejor guardaespaldas. Y escucha bien esto, es un hombre
que ya conoces y que te perturbará si lo llegas a ver, pero tú tranquilo que mi
hermana te lo explicará todo en su momento, ¿de acuerdo? Yo debo armar un plan de
ataque para asesinar al bastardo de mi padre, que aseguro está en Italia, por lo que
no sé cuanto podrá llevarme, pero aquí estarás con mamá, ¿sí? Ella te servirá en lo
que necesites mientras no estoy. También he pedido que se comuniquen con tu
madre, sabes, se que has querido verla todo este tiempo.

Jimin asintió, abrumado, no pudiendo digerir bien toda aquella información, y sorbió
los mocos, pensando distraídamente en su madre.

Su madre...

—Espera... ¿mi madre? ¿Cuál madre?

Yoongi elevó una ceja, extrañado.

—¿Cómo que madre? ¿Tienes dos madres?

—No... bueno, algo... algo así —respondió Jimin cabizbajo.

—¿Quieres hablarme de eso, bebé?

—No sé... es que yo... mi padre me abandonó en la calle cuando era más chico, no he
visto a mi madre desde entonces y dudo que ella quiera saber algo de mí. A quien
quiero es a otra mujer, a mi madre sustituta, se llama Wendy.

—Oh, joder, ¿te dejaron en la calle? ¿Por qué nunca me lo has contado? —cuestionó
el alfa totalmente sensibilizado y enojado a la vez, mas su enojo nada tenía que ver
con Jimin, sino con el hijo de puta de su padre—. Mierda, bebé, te juro que haré
pagar a todos los malditos mal nacidos que jodieron tu vida.

Y Jimin volvió a romper en llanto al combinar su triste pasado con su triste presente,
no tardando en ser envuelto entre los brazos del pelinegro, quien lo sujetó con
delicadeza contra su cuerpo.

—No lo vale, Yoon, s-solo... concentrémonos en los problemas d-de ahora y no en los
del p-pasado.

—Apenas solucione esta mierda, me encargaré de eso, te lo aseguro —dijo Yoongi


decidido, realmente furioso por la mierda de padres que le había tocado a ambos—.
Yo tendré que marcharme, Jimin, no debo perder más tiempo...

—S-si... yo... cuídate mucho, Yoon, de verdad —expresó con un enorme cúmulo de
tristeza y miedo combinado—, no soportaría estar sin ti. Por favor, prométeme que
regresarás, promete que tendrás mucho cuidado... Si a ti te pasa algo... y-yo...
moriré...

—Tranquilo, mi vida, prometo que volveré. Prometo que en un par de días todo estará
solucionado y para entonces ya estaré aquí, contigo y nuestra bebe. Pero tú tienes
que cuidarte también, Jimin, tienes que recuperar fuerzas. Por favor, no intentes nada
que pueda perjudicarte, mi amor. Necesito que tú me prometas eso.

Jimin asintió débilmente con la cabeza.

—Lo prometo, Yoon —dijo en un tono bajo, hundido en la melancolía—, pero si tú


rompes tus promesas, y-yo... romperé la mía —agregó, y su voz se escucho rota,
pero decidida.

—Oh, bebé, eso no pasará —se apresuró a asegurar Yoongi, alterándose levemente
por aquello que escapó de entre los labios de su omega—. Yo no rompo mis
promesas.

El rizado hizo un nuevo puchero y en sus ojos se acumularon aún más lágrimas que
no se tardaron en derramar. Fue entonces cuando, ignorando otra vez su dolor
abdominal, se inclinó hacia su alfa y lo abrazó.
—Te amo, Yoon, te amo demasiado —musitó lastimeramente, escondiendo su rostro
en el pecho del mayor.

—Y yo te amo a ti, mi bebé —mencionó el alfa, dejándole un tierno beso entre sus
alborotados rizos—. Ahora deja de llorar, ¿si? Todo estará bien, cariño.

Jimin se apartó un poco y buscó los labios del contrario al instante. Un suave y
apaciguado beso se formó en cuanto sus labios apenas colisionaron, creando aquel
contacto que los rodeaba de calidez.

Pero aquel fue un beso tan diferente para ambos. Si bien era un pequeño roce lento e
inocente, ceñido de suavidad, la dulzura parecía faltar, pues la amargura entre sus
labios era casi palpable. Era un reseco beso con lágrimas de por medio y un labio
partido, cuyo rastro de sangre coagulada se hacía notar.

Todo en aquel beso les hacía recordar que nada estaba bien. Y entonces, más
lágrimas cayeron por las mejillas del omega al pensar en que, quizá, ese podría ser
su último beso.

El beso más amargo de su vida


||Treinta y nueve||

Permanecer en un cuarto de hospital, casi inmovilizado, mientras su hija recién nacida


se encontraba en manos de unos hijos de puta y su alfa se hallaba volando hacia otro
país, era el mismísimo infierno para Jimin.

Todo su ser dolía, tanto física como emocionalmente. Estaba devastado como nunca
antes en su vida lo había estado. Le habían dado justo en sus puntos más débiles,
casi asesinándolo. Sin su beba y sin su alfa, Jimin no quería seguir viviendo. Sin
embargo, confiaba en Yoongi, confiaba en que ambos regresarían a su lado.

Pero, ¿cuánto tiempo más tendría que soportar? Porque sentía como si lentamente
estuviese agonizando. Y lo estaba. Jimin se encontraba sumergido en un estado de
completa tristeza, debilitado a más no poder, apenas pudiendo respirar.

No quería comer, no quería hablar, no quería moverse. No quería nada. Ni siquiera la


presencia de Taehyung le animaba, quien no se había movido de su lado desde que
Yoongi se había marchado. El rizado apenas le hablaba a su amigo para pedirle ayuda
cuando sentía ya muchas ganas de ir al baño. Y sólo eso.

Luego regresaba a la camilla con su ayuda, se acomodaba, abrazaba una almohada


que le había pedido a Yoongi que marcara con su olor y volvía a su rutina de llorar
hasta caer rendido por el sueño.

Pero todo empeoró al día siguiente.

Jimin se despertó de golpe, sintiendo un gran escozor en la marca de su cuello. Todo


su sistema se alertó, y al instante se desesperó.

Yoongi.

El omega cerró sus ojos con fuerza, permitiendo que los sentimientos de su alfa lo
dominaran completamente.

Miedo. Angustia. Impotencia. Dolor.

Jimin rompió en llanto, sufriendo por una interminable hora aquellos sentimientos que
no le pertenecían. Tuvo la certeza de que nada estaba saliendo como Yoongi lo había
planificado. Jimin sentía en su pecho que el plan había fallado y su alfa estaba
sufriendo las consecuencias.

Y luego, de repente, dejó de sentir.

En su ser ya no habitaba ningún sentimiento ajeno; ningún sentimiento de su alfa.


Era como si hubiese perdido la conexión con Yoongi, como si el lazo hubiese perdido
su poder.

El frío lo invadió de pronto, y Jimin soltó el grito más desgarrador de su vida, llorando
muy ruidosa y desesperadamente. Apenas sentía la presencia de Tae y de varias
enfermeras, mientras el sufrimiento lo azotaba sin piedad, aniquilando con su última
chispa de esperanza.

En medio de sus incontrolables alaridos, Jimin sintió un pinchazo en su brazo. Y al


mirar con temor aquellos preocupados ojos de su mejor amigo, entendió que lo
habían sedado.

Su dolor haría una pausa.

Jimin cayó dormido,deshecho en lágrimas, luego de susurrar hasta el último segundo


el nombre de sualfa. Un alfa que, tal parecía, ya había iniciado su partida.
Y despertó sudando, inhalando aire con fuerza por la exaltación que le había dado
aquella pesadilla. Temblando de frío y respirando con irregularidad, Jimin se incorporó
en las penumbras, ahogando un gemido cuando sintió una punzada de dolor en su
abdomen bajo. El desespero lo atacó al percatarse de que su enorme panza ya no
estaba, y lo que fue peor, aquella no era la habitación que compartía con su alfa.

Tardó sólo segundos en comprender que su pesadilla no había sido una pesadilla. Las
lágrimas no demoraron en marcar presencia de nuevo. Su bebé no estaba, su alfa no
estaba, ¿qué más quedaba?

Se levantó de la camilla, jadeando, y, debilitado, se tambaleó hacia el baño de


aquella habitación, encerrándose dentro. Allí rompió en un lastimero llanto, con sus
dedos enterrándose entre sus rizos, sujetándolos con fuerza, pretendiendo
arrancárselos, mientras sus espalda se recargaba en la puerta cerrada.

No podía creerlo. No podía creer que Yoongi... su Yoongi... había roto sus promesas.
¡¿Por qué mierda había hecho promesas que luego sabía no podría cumplir?! ¡¿Por
qué le había dado esperanzas?! ¡Era un mentiroso! ¡Y lo odiaba! ¡Lo odiaba por
haberle dejado! ¡Lo odiaba por haberse marchado! ¡Lo odiaba por haber dejado que
toda su confianza se depositara en él!

Jimin comenzó a lamentar absolutamente todo. Lamentaba haberse enamorado,


lamentaba haberse dejado marcar, lamentaba haber permitido que su embarazo
siguiera, lamentaba haberse ido a Alaska con Yoongi, lamentaba haber dejado su
antigua vida atrás, lamentaba haberlo conocido, lamentaba haber asistido a esa
fiesta. Incluso lamentó haber nacido.

Porque ahora todo dolía mucho. Ahora el dolor era más insoportable que nunca.
Ahora el sufrimiento se expandía cada vez más. Y Jimin no podía resisitir tanto.

Era demasiada la tristeza, demasiado el dolor, demasiado el desaire que padecía su


alma.
Y deseó nunca haber encontrado a su alfa. Deseó nunca haberse topado con aquella
negra mirada que siempre le transmitió tanto. Deseó que sus vidas no se hubiesen
cruzado. Que sus mundos no hubiesen colisionado, que sus almas no se hubiesen
enlazado.

Deseó que nada de los últimos nueve meses hubiese pasado. Quería remontarse a
aquel tiempo, quería sentirse libre de nuevo, quería volver a ser aquel tonto e
inmaduro adolescente que bebía, se drogaba y follaba con quien quisiese, sin recibir
quejas ni reproches de nadie.

Ansiaba volver a esa vida de mierda, donde el dolor no era tan jodidamente
insufrible, donde todo se resolvía con una buena cogida y un porro de por medio.

Prefería mil veces aquella porquería, a que estar sufriendo la gran presión en su
pecho que casi no le dejaba respirar.

Pero era un punto sin retorno, siendo demasiado tarde para volver a atrás. Ya no
podía regresar a lo que era. Ya no podía hacer más nada, porque no quería vivir la
vida que eligió junto a su alfa, sin su alfa.

Y es que ambos habían construido todo tan alto, y ahora estaba cayendo.

Si Jimin le hubiesen dicho diez meses atrás que su destino sería suicidarse por culpa
de un alfa, y de un hijo técnicamente perdido, se habría echado a reír con ganas,
soltando ruidosas carcajadas que luego le habrían hecho doler el estómago. Después
se calmaría, tomaría aire, y se echaría a reír de vuelta, yéndole a contar el chiste a
sus amigos para que se rieran con el.

Y fue entonces cuando el omega advirtió del gran impacto que causó Yoongi en su
vida en menos de un año. Porque allí estaba, tomando valor para cometer el suicidio.

Dejó de llorar y se miró en el espejo, viendo la vida que se escapaba de sus rojizos y
apagados ojos. Ya estaba muerto antes de matarse. Cerró su puño, canalizó su ira, y
sin titubear golpeó el mismo con toda la fuerza que fue capaz de dar, logrando de ese
modo destrozar el vidrio en varias partes que algunas cayeron al lavado.

Tomó un filoso trozo, apoyó la punta en su antebrazo izquierdo y, sin siquiera


pensarlo, lo atravesó brutalmente sobre su piel. Jadeó, contrayendo su rostro de
dolor, mordiéndose el labio inferior para evitar que los chillidos saliera. Y mientras la
sangre de una de sus arterias cortadas comenzó a fluir, repitió el proceso en aquel
mismo antebrazo, gimiendo e iniciando una nueva ronda de angustioso llanto.
Yoongi había roto sus promesas, así que el rompió la suya.

Observar la sangre resbalando por todo su antebrazo, goteando hasta alcanzar el


suelo, le bastó para dejarse caer totalmente debilitado y turbado. Su cuerpo
temblaba, recibiendo leves espasmos, y se quedó allí, en el suelo, desangrándose
hasta que todo se volvió oscuro para él.

Jimin no consiguió lo que anhelaba. No supo qué fue lo que ocurrió luego de
desvanecerse en el baño.
||Cuarenta||

Estaba consciente, acostado en alguna parte, aunque no había abierto los ojos. Pero
si oía voces y un maldito ruido que hacía beep beep cada un segundo.

—¿Por qué no me haces caso, amor? —se oyó una voz femenina hablando en tono
bajito—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que será mejor que te vayas? Estamos
bien aquí, ¿qué nos puede pasar? Además, yo soy una excelente niñera y lo sabes.

—Te reitero que estoy en servicio ahora mismo y no son tus ordenes las que sigo,
nena —contestó una voz grave correspondiente a un hombre.

—Y yo te reitero que Jimin puede despertar en cualquier momento, ¿y sabes que


pasará si te llega a ver, bobo? Ya ha sufrido muchos ataques, no quiero que le de otro
más por tu culpa.

—Cuando veas posibles signos de que despertará, me avisas y me marcho. De lo


contrario, no me iré. Que Yoongi ya no esté aquí, no significa que no seguiré sus
ordenes ya asignadas.

—Sabes que amo cuando te pones en modo guardaespaldas impersuasible, pero


volvamos al Taeyang informal que le hace caso a su omega, ¿de acuerdo? Así que,
vamos, vete, shu, shu.

—Y tú sabes que odio cuanto le intentas quitar la seriedad a mi trabajo. No me iré,


punto.

—¿Lo quieres a tu manera? Genial. La nueva jefa soy yo, y te ordeno que te marches
ahora mismo, guardaespaldas inútil.

Un leve gruñido se hizo oír.

Y en ese momento, Jimin comenzó a abrir de a poco sus ojos.

—Tú no eres mi jefa, al menos aquí no, así que abstente de darme ordenes cuando no
te incumbe.

Una fémina risita lleno el vacío que aquella última oración dejó. Jimin parpadeó
seguidas veces, intentando acostumbrar su vista a la luminosidad que presentaba la
habitación.

—Adoro que hayas agregado ese "al menos aquí no", por esas cosas es que te amo.

El omega logró enfocar la vista en su antebrazo izquierdo, descubriendo que este se


encontraba vendado. Frunció el ceño, y levantó la mirada despacio, entendiendo que
estaba en un hospital.

—Bien.

—¿Cómo bien? Esa no es manera de responder a un te amo.

—Estoy trabajando, ¿qué parte no entiendes? Ni siquiera debería estar hablando


contigo.

—Pues, entonces vete afuera y vigila la puerta en silencio, maldito insensible. O peor,
ignórame, vamos atrévete a ignorar a tu omega.

—Min Hyo Rin, ya sabes como son las cosas. No lo hagas más complicado, nena
—habló el hombre al que Jimin apenas pudo identificar como un alfa.

Éste estaba de pie, en un extremo del cuarto, cerca de la puerta. Vestía de traje
negro, impecable. Su postura era firme, su apariencia intimidante. Y Jimin lo conocía,
mas no sabía de dónde. Sus recuerdos aún no despertaban del todo.
Fue poco después cuando desplazó su vista a la chica, era una omega que también se
le hacía demasiado conocida.

—... Eres igual de terca que tu hermano.

—Somos Min, ¿qué esperas?

Min.

Min.

Min.

¡Yoongi!

Todos los recuerdos aparecieron de golpe, abrumándolo, impactándolo. Su corazón se


aceleró al comprender que aquel alfa que había lograron reconocer era el chofer de
Yoongi, el intimidante Taeyang que Yoongi había asesinado por traición.

¿Cómo...?

En el momento en que la velocidad de sus latidos lo delataron, haciéndose oír por


aquel aparato, Hyo Rin reaccionó, empujado atropelladamente al alfa, quien no opuso
resistencia y abandonó la habitación.

—Tranquilo, Jimin, tranquilo —decía ella mientras se acercaba con la alegría oculta de
verlo despierto—. Todo está bien, él no te hará nada, no nos hará nada. Estamos
seguros.

Jimin intentó calmarse, notando aquel destello de sinceridad y confianza que


expresaba los ojos de la omega. Y le creyó, decidiendo que había cosas peores en que
preocuparse ahora mismo.

—Agua —su voz ronca salió en un murmullo apenas audible. Su garganta nunca había
estado tan seca.

—Sí, sí, enseguida te traigo. ¡Les avisaré a todos que has despertado! ¡Oh, y mira
quien está allí! —exclamó con una sonrisa, señalando con su dedo índice el lado
contrario de la camilla de donde ella estaba.
El rizado torció su cuello despacio, siguiendo aquella indicación, y se llevó la sorpresa
de encontrarse con una pequeñita cuna trasladable que no había visto antes. Allí,
envuelta en una manta, había una bebé muy chiquitita durmiendo plácidamente con
sus puñitos cerrados.

—Alaska, ¿no? —quiso confirmar Hyo Rin, tras rodear la camilla y empujar la cuna
con cuidado para que quede más cerca de Jimin—. Yoongi me dijo que le pondrían
así.

El aludido asintió en un estado de atontes, no logrando asimilar que su bebita estaba


allí, sana y salva, libre de peligros. Las lágrimas se acumularon en sus ojos de pura
conmoción.

Pero entonces...

—¿Y Yoongi? —preguntó, mirándola con miedo, asustándole demasiado la respuesta.

—Oh, él esta bien. Bueno, recuperándose. Está en un hospital de Italia, casi lo matan
a balazos, y de hecho perdió la vida por un momento pero los médicos lo
recuperaron. Estuvo en terapia intensiva, esta mañana despertó y solo faltaba que
despertaras tú y, ay... ¡iré a decirle a todos! —exclamó con la felicidad escapándose
por sus poros y se fue velozmente de la habitación.

Y Jimin soltó un tremendo suspiro de alivio, sintiendo que el alma le regresaba al


cuerpo con aquella noticia. Su omega interior chillaba de alegría al saber que su alfa
estaba vivo. Todo su ser estallaba de emoción. Su beba estaba allí, su Yoon estaba
vivo, y Jimin lloró de felicidad, agradeciéndole al cielo que su fallido intento de
suicidio fuera eso; sólo un fallido intento.

Oyó el sonido de la puerta y con algo de rapidez se quitó las lágrimas de sus mejillas
con su mano derecha. Min Hyo Rin apareció con un vaso de agua junto a una doctora,
quien le hizo una rápida revisión luego de que Jimin se acomodara en aquella camilla,
inclinándola con un botón, y bebiera el agua.

Según le habían dicho había estado casi todo un día inconsciente y que había recibido
una infusión de sangre por todo lo que había perdido. La doctora le propuso que
hablara con algún especialista en psiquiatría, pero él se negó, avergonzado de lo que
había ocurrido con su antebrazo izquierdo. Algo que no debió ocurrir.

—¿Y Tae? —preguntó el omega en un momento dado, tras estar por un indefinido
tiempo mirando con dulzura a su bebé, deseando recuperar sus fuerzas para
sostenerla entre sus brazos.

—Él está viniendo. Hacía ya tres días que estaba aquí cuidándote junto con mi madre,
y se fueron a casa a descansar un poco y ducharse —explicó Hyo Rin, sonriendo, y
luego carraspeó, removiéndose en su asiento—. Escucha, Jimin, hay unos familiares
tuyos que quieren verte, solo podrán pasar con tu aprobación, pero si pasan si o si
tendrá que estar Taeyang aquí, vigilando. ¿Podrás estar bien con eso? Sé que debe
ser demasiado confuso para ti, pero te aseguro que lo único que hace es seguir
ordenes de Yoongi.

Jimin se sintió abrumado. Y no solo por el desconcertante asunto de Taeyang, sino


también por haber escuchado la palabra familiares.

—¿Qué familiares? —consultó, extrañado.

—Pues... uhm, hay un cierto conflicto porque hemos traído a tu madre, pero luego
apareció otra mujer diciendo que era tu verdadera madre, y bueno se han quedado
las dos. Y luego hay una chica, tu hermana. Pero sólo pasará quien tu quieras, Jimin,
sólo dime.

—¿Han... venido mi madre y mi hermana? —habló el omega atónico, costándole


verdadero trabajo creer lo que oía. Sus ojos se le llenaron de lágrimas nuevamente—.
Y-yo... ay, n-no lo s-sé...

—Así es, ¿a quien te gustaría ver?

Jimin tragó en seco, dejando que las gotas fluyeran por sus pómulos. Habían venido.
Liny y Sunny estaban allí, se habían tomado la jodida molestia de viajar sólo para
verlo. Después de todo, quizá, si les importaba.

—A las tres —dijo con un hilo de voz, percibiendo el nerviosismo que lo dominaba.

—Bueno, pero antes quiero saber, ¿estarás bien con Taeyang aquí? Recuerda que es
por precaución.

Él asintió con vacilación.

Y fue poco después cuando la puerta se abrio, revelando a tres mujeres. Dos omegas
y una beta. Y detrás de ellas se situaba el alfa, quien se aseguró de cerrar la puerta
una vez entraron, pretendiendo quedarse allí, custodiando.
Jimin ni siquiera le prestó atención a Taeyang, no podía, no cuando frente a sus ojos
estaban de pie dos de las mujeres que jamás creyó volver a ver en su vida.

Pero fue al divisar a Wendy que rompió en llanto, estirando su brazo no herido,
dándole a entender que quería que se acercara y lo abrazara. Y la beta, con sus ojos
hinchados y rojizos, no dudo en correr hacia él, estrechándolo con mucho cuidado
entre sus brazos.

—Te he llamado miles de veces, Weeendy —sollozó el omega, sin romper el abrazo—.
¿Do-dónde estabas?

—Lo siento tanto, Jimiiiin —murmuró ella, lagrimeando—. No lo he hecho a propósito,


moría por tener noticias tuyas, cariño. Pero he... he estado detenida. Pagaron mi
fianza y aquí estoy, lo siento.

—Oh... tú y t-tus estafas, y yo p-pensando que ya n-no me querías —mencionó Jimin


con un leve tono burlesco.

Ella se apartó, riendo bajito, y lo miró con una media sonrisa. Le despeinó los rizos
alborotados y con sus dos manos limpió todo rastro de lágrimas de las mejillas de su
pequeño.

—Nunca te dejaría de querer, cariño... No sabes cuánto me alegra que estés bien
—dicho eso lo volvió a abrazar.

Jimin le correspondió, y fue entonces que llevó su mirada hacia la mujer que le había
dado la vida. Se tensó, y Wendy comprendió la situación, así que se hizo a un lado,
haciéndoles entender que les dejaba el pase libre. Pero tanto Sunny como Liny
dudaron. Jimin sólo las observaba desde su lugar en la camilla, notándolas tan
nerviosas, angustiadas y temerosas. Y descubrió que no había ni un granito de
desprecio en sus miradas, sólo dolor.

Sus labios comenzaron a temblar e hizo un puchero, soltando más lágrimas cuando
estiró ambos brazos hacia ellas, suplicándole con su mirada que lo abrazaran.

Ambas omegas se quebraron en ese mismo segundo y se apresuraron a ir a su


encuentro. Jimin las envolvió como pudo con sus dos brazos, ignorando la venda que
llevaba en uno, teniendo a su madre y a su hermana a cada lado de sus hombros,
devolviéndole aquel especial abrazo lleno de sentimiento.
Jimin recibió sinceras palabras de lamentos, de disculpas y bonitas palabras
acompañadas de una infinidad de mimos por parte de ambas, quienes, al parecer,
siempre habían estado preocupadas por el, sufriendo su ausencia.

Luego, cuando las explicaciones y las lagrimas cesaron, Jimin les presento con una
feliz sonrisa a su bebita. Las tres se acercaron a conocerla, y Sunny lloró otro rato
más al saber que esa preciosura era su nieta.

Jimin no tardó en hablarles de Yoongi y de lo tan enamorado que estaba de ese alfa
que casi había conseguido que él se matara. Pero no había dicho eso. Jimin omitió el
asunto del suicidio en todo momento, pues se sentía demasiado avergonzado de ello,
tanto que procuraba mantener oculto su brazo vendado.

Poco más tarde llegaron Tae y Joy con el resto de las hermanas de Yoongi, quienes al
instante abrazaron a Jimin con muchísima emoción y cuidado.

Aquella fue una tarde cargada de confortantes abrazos, de emotivos reencuentros, de


interminables lágrimas de felicidad y agradable tiempo de calidad rodeado de
personas que eran una completa caricia al alma.

Jimin pudo cargar a su hija por fin entre sus brazos y al conectar sus miradas por
primera vez, él pudo sentir aquella increíble conexión que los unía.
Inconfundiblemente, aquella bonita criatura era la cachorrita que había llevado por
nueve meses en su vientre.

Sólo faltaba Yoongi para que todo fuera perfecto.

Bueno,Yoongi y Hobi.

La noche rozaba la madrugada. El horario de visita ya había terminado hacía rato, por
lo que la mayoría ya se había tenido que marchar de la habitación. Sólo Taehyung y
Min Hyo Rin se quedaron, y claro Taeyang.
Jimin sabía que era hora de amamantar a su bebé, pues estaba demasiado molesta,
pero le daba cierta pena hacerlo frente al alfa. Para su fortuna, la hermana de Yoongi
captó sus indirectas y ni bien comprendió, echó a Taeyang.

Sólo entonces se sintió más cómodo y pudo desnudar su torso tranquilo, acomodando
a su beba para alimentarla.

—Y hasta que por fin lo sacas, Hyo, es agobiante. —Fue Tae quien habló, dejando
expuesta su opinión sin temor.

Este se encontraba sentado cómodamente en el sofá de la habitación.

—Ugh, lo sé, pero Yoongi sólo confía en él —contestó ella, tomando asiento a su lado.

En ese momento, Jimin levantó la vista.

—¿Cómo es posible que él esté aquí y encima trabajando para Yoongi? —preguntó
confundido—. Yo estuve cuando Yoongi le disparó, lo había matad...

—No, no lo mató —interrumpió Hyo Rin y se aclaró la garganta para proseguir—, sólo
fingió hacerlo. Fue un operativo armado para actuar su muerte. Tenían que creerlo
muerto para que lo dejaran en paz, para que nos dejaran en paz.

—¿Cómo que fue armado? ¿Quiénes tenían que dejarlo en paz? —interrogó Jimin
frunciendo el ceño.

—'Ndrangheta. Es que Taeyang estaba bajo amenaza de ellos, lo amenazaban


conmigo. Si él no averiguaba dónde estaba Yoongi cuando se marchó del país, me
asesinaban.

—Pero, no entiendo, ¿tú que tienes que ver con Taeyang?

—Yo, pues... soy... soy su omega —reveló ella con una gota de timidez—. Somos
pareja.

Las cejas del rizado se elevaron en un acto de sorpresa y, al instante, enrojeció.


Avergonzado, desvió la mirada, enfocándose en su bebé, notando sus propias mejillas
ardiendo. Tragó en seco, tranquilizándose por completo al ver aquellos ojitos
grisáceos de su bebita que le devolvía la mirada mientras succionaba la leche de su
tetilla. Y sonrió, totalmente embobado por su encanto.

Luego, acomodó a Alaska del otro lado para que continuase succionando del pezón
contrario. La sensación que le producía amamantar era tan extraña, pero le
encantaba, la conexión que adquiría con su hija era hermosa.

—Y... ¿Yoongi sabe? —preguntó, tras varios minutos de silencio, levantando la vista
con algo de pena—. Quiero decir, ¿Yoongi estaba enterado de su relación?

No podía creer que había intentado manosear al alfa de su cuñada. No podía creer
que, en algún momento del pasado, había deseado acostarse con el alfa de Hyo Rin.
Joder, estaba muriéndose de vergüenza. ¿Ella lo sabría? ¿Taeyang se lo habría
contado? Tan solo esperaba que no.

—Mh... antes no teníamos ninguna relación, pero si pasaba algo entre nosotros, algo
que Yoongi ignoraba. Pero ahora si lo sabe, quiero decir, fue el quien, luego de darnos
una larga charla, nos permitió estar juntos.

—Oh, entonces... ¿antes no estaban juntos?

—No, es que lo mío con Taeyang no era más que un amor imposible. Por años el se
rehusó a tener algo conmigo por lealtad a Yoongi, porque no creía que fuese
adecuado y yo lo entendía, pero la conexión ahí seguía y yo sabía que él también lo
sentía, porque a pesar de su excesivo rechazo y sus ansias de que me olvidara de él,
curiosamente, siempre aparecía para salvarme cuando estaba en peligro, aunque ni
siquiera fuese su trabajo...

Jimin pudo percibir un especial brillo en los bonitos ojos claros de Hyo Rin, un brillo
que solo apareció al hablar sobre Taeyang. El sonrió de lado, dándole demasiada
ternura aquello.

—... Y no sé cómo, pero la mafia enemiga supo aquel dato. Y como Taeyang no se
vendió como los demás, me secuestraron para extorsionarlo. Fue de ese modo que se
vio obligado a trabajar para ellos como un informante.

—Entonces... ¿por eso nos traicionó? —preguntó Jimin, asombrado, tratando de


comprender la situación.

Para aquel entonces, su beba ya había terminado de alimentarse, por lo que la


acomodó con suavidad cerca de su hombro para darle unas cuidadosas palmaditas en
la espalda, tal y como le había enseñado una enfermera, así la beba hacía
provechito.
—No, no, no los traicionó, Jimin —contestó Hyo Rin apresuradamente—Taeyang se las
ingenió para informarle a Yoongi todo lo que había pasado, explicándole mi situación,
advirtiéndole que ustedes ya no estaban seguros con el porque 'Ndrangheta lo tenía
bajo amenaza. Y fue entonces cuando mi hermano ideó una estrategia para borrar
momentáneamente a Taeyang del mapa.

—Joder, ¿y por qué Yoongi no me dijo nada de eso? ¿Por qué no me lo contó? Yo
estuve todo este tiempo creyendo que Taeyang estaba muerto.

—Es que esa era la idea, Jimin, hacerle creer a todos, en especial a 'Ndrangheta, que
Taeyang había sido asesinado a mano de Yoongi por traición. De ese modo, tanto
como él y yo estaríamos a salvo. Y por esa razón, luego de ponerse de acuerdo con
papá para que ustedes regresaran a Corea sin problema, mi hermano armó todo
aquel operativo. Permitió que el enemigo se infiltrara en la propiedad seguidos por
Taeyang, para luego hacerles una emboscada y actuar a la perfección el asesinato de
este.

—¿Me estás diciendo que Yoongi me hizo pasar por toda esa mierda sólo para fingir el
asesinato de Taeyang? ¡Casi me hago pipí! ¡Oigan, yo también merecía saberlo! ¡O
sea, yo también soy buen actor!

Tae no pudo evitar soltar una risa que, al instante, trato de reprimir, ocultando su
boca con una mano, pues no creía que era un momento oportuno para reírse. Mucho
menos con el serio asunto que se estaba tratando.

A él le resultaba tan interesante todo aquel tema de las mafias que escuchaba todo
con especial atención, manteniéndose en silencio.

—Shh, no grites —silenció Hyo Rin, viendo que la bebé se había asustado ligeramente
por la repentina subida de voz de su padre. El rizado la meció dulcemente entre sus
brazos, susurrando un "lo siento, amor", mientras la miraba con una leve sonrisa—.
Tienes que entender, Jimin, mientras menos personas lo supieran mejor sería. Y lo
siento, yo... fue todo por mi culpa, yo le rogué a Yoongi que hiciera algo para... para
proteger a Taeyang —agregó con la cabeza agacha, con un tono que reflejaba toda
aquella culpabilidad que ahora sentía.

Jimin la miró con cierta tristeza, comprendiendo su angustia.

—Esta bien, ya no importa, fue algo que ya pasó... y la verdad, me ayudó a ser más
fuerte, a enfrentar mis miedo, por lo tanto creo que de algo sirvió...

La omega levantó la mirada con algo de pena y esbozó una débil sonrisa.

—Tienes que saber que, de igual modo, allí en ningún momento estuviste en real
peligro. Yoongi nunca habría permitido que algo malo te pasase, ni a ti, ni a su
cachorro. Que ahora es esa bebita tan preciosa —dijo aquello último con un tono más
agudo, sonriendo con ternura, mientras se acercaba hacia la camilla para ver más de
cerca a su sobrina.

—¿Quieres cargarla? Ya se me están cansando los brazos —admitió Jimin, esbozando


una media sonrisa.

Min Hyo Rin asintió, y con entusiasmo recibió a Alaska entre sus brazos, derritiéndose
por lo chiquitita y adorable que era. Había tenido demasiado suerte porque, por lo
menos, los intermediarios que se la robaron no le hicieron nada malo mientras la
tuvieron en su poder. Al menos si respetaron a una bebe recién nacida.

—Me dijeron que quizá mañana me den el alta, pero, ¿que pasará con Yoongi?
¿Cuánto tiempo tendrá que estar internado en Italia? Yo no soportaré estar alejado de
él por mucho tiempo —expuso el rizado con un aire de tristeza.

—Por lo que escuché, estará internado unas semanas más y luego, cuando esté en
mejor condición, lo trasladarán a aquí, a Corea, pero tendrá que seguir haciendo
reposo —informó Hyo Rin, al tiempo que mecía con suavidad a la bebé, haciéndola
dormir.

—Pero, ¿él esta seguro allí? Quiero decir, ¿no intentarán matarlo de nuevo?

—No te preocupes, Jimin, las cosas ya están en calma. Mi hermano si logró matar al
bastardo de su padre, por eso fue que el resto de su clan atentó contra Yoongi sin
piedad. Pero, como viste, no pudieron matarlo, y los hombres que acompañaban a
Yoon acabaron con la gran mayoría de ellos, debilitando por completo el clan. Por lo
tanto, con su jefe asesinado y sin descendencia que pueda ocupar su puesto, digamos
que la guerra acabó.

Jimin soltó una exhalación llena de alivio.

—Dios, menos mal... Entonces, ¿ya podremos vivir en paz?

—Sip, al menos por los siguientes años, porque recuerda que ya estás dentro de una
mafia... y nuestra vida no todo el tiempo es tranquila. Siempre se ganan enemigos
nuevos, problemas nuevos, pero lo bueno es que estamos todos juntos en esto y
unidos somos invencibles. Recuerda, sea o no de sangre, la familia antes que todo.
Famiglia prima di tutto.
||Final||

He vuelto.

Llego la recta final.

Gracias por todos sus mensajitos y disfruten C:

Ahora estaba viajando entre las nubes. Su pequeñita bebé descansaba en su regazo,
cubierta por una cobija azul casi celeste que tenia mucho significado para él y su
bebita, una manta cualquiera le daba muchos sentimientos.

Yoongi siempre había sido su manta, su cobija, su refugio, porque envuelto entre sus
brazos el frío se alejaba, la calma lo inundaba y él se acurrucaba entre la suavidad de
su tacto.

Yoongi era la perfecta manta, aquella que Jimin no supo apreciar desde el principio,
aquella que el omega maltrató creyendo que no era merecedor de su acogedor calor,
prefiriendo quedarse con el frío al que ya se había acostumbrado. Y aún así,
maltratada y adolorida, su manta volvía a él para abrazarlo una vez más, para
calmarlo de todo dolor, para abrigarlo y darle la sensación de que regresaba a casa.
Y Jimin quería que su bebé también tuviera su propia manta, aquella que la hiciese
sentir a gusto con la suavidad de su roce como si estuviese en una tarde tranquila en
casa y no en su primer vuelo de avión. Aunque en aquel caso era literal, y no
metafórico como lo era con Yoongi.

En fin, le gustaba.

Y allí estaba, atravesando aires europeos, arribando hacia Italia solo para ver al
jodidamente hermoso amor de su vida.

Los planes habían sido cambiados. Se suponía que a Yoongi lo trasladarían a Corea en
cuanto fuese posible y allí sería su reencuentro con todos, pero, debido a las ansias
de Jimin, decidieron trasladarse ellos a Italia para acompañarlo en su recuperación.

Y Jimin estaba emocionado, aunque temeroso. No sabía en que condiciones se


encontraba Yoongi ahora mismo, no sabía que tan lastimado estaba externamente.
Solo sabía que apenas lo vería se echaría a llorar.

Tras aterrizar en Roma, Jimin y su bebé, junto a Tae y una pequeña porción de la
familia de Yoongi, se dirigieron en autos escoltados por guardaespaldas hacia el hotel
en el que se hospedarían durante su estadía allí.

Jimin ni siquiera sintió ganas de curiosear su cuarto de hotel, ni de detenerse a


contemplar los increíbles lujos de este, ni la maravillosa vista. Sólo tenía mente para
Yoongi. Por lo que, apenas cambió el pañal de su pequeña y la alimentó, la dejó al
cuidado de Tae, listo para partir hacia el hospital, el cual, al parecer, no quedaba muy
lejos de allí.

Fue una alegría para Jimin saber que el hospital sólo estaba a pocas cuadras, por lo
que podría visitarlo sin problema cada día y regresar para estar con su hija.

Jimin ya estaba allí, a escasos minutos de ingresar a la habitación en la que se


recuperaba Yoongi. El corazón del omega latía desbocado, sus manos sudaban un
poco por el nerviosismo, por la incertidumbre, por el desespero.

Se encontraban atravesando un corredor de ambiente frío y aséptico, escuchando las


palabras de un médico que los guiaba. Pero Jimin no entendía su dialecto, mas no
importó, nada importó un segundo después, cuando sus pies ya pisaban el cuarto de
Yoongi y sus ojos vislumbraban la figura de su alfa tendido en aquella camilla,
rodeado de monitores, conectado a cables y a tubos repartidos por su cuerpo.
Su corazón se oprimió al instante, y sus ojos se cristalizaron.

—Yoon... —murmuró con su voz quebrada, dejando que las lágrimas resbalaran por
sus mejillas mientras se acercaba con cautela.

Los negros ojos de Yoongi brillaron y una débil sonrisa asomó en su pálido rostro, el
cual para sorpresa de Jimin no llevaba ningun rasguño.

—Amor... —apenas consiguió decir Yoongi con su voz rasposa, moviendo ligeramente
una de sus manos que descansaban sobre la sábana.

Jimin sollozó, tomando con extrema delicadeza aquella misma mano, envolviéndola
entre las suyas, cuidando de que no se saliera el aparatito que controlaba su pulso
desde uno de sus dedos.

—Oh, Yoongi... n-no tie-tienes idea de... d-de...

—Sh... Tranquilo, bebé —interrumpió el alfa en voz baja, y carraspeó—. Todo esta
bien ahora, ¿no... no te lo prometí?

El omega asintió sin dejar de derramar lágrimas. Habría deseado decirle que en
ningún momento desconfió de su palabra, que siempre creyó fielmente en él, pero era
mentira. Y la prueba estaba en su antebrazo aún vendado, cubierto bajo la manga de
su suéter.

—Mio figlio —se oyó de pronto Sunmi, quien se había acercado del lado contrario,
luciendo verdaderamente dichosa de volver a ver a su hijo.

—Má —el alfa le dedicó una sonrisa, mientras la observaba—. E bello vedervi.

Jimin notó que los ojos de su suegra también se llenaban de lágrimas, pero sabía que
eran gotas de felicidad.

—¿Nuestra bebé? —preguntó el pelinegro, mirando a su omega con curiosidad.

—Está bien, está en el hotel —contestó Jimin, sorbiendo los mocos—. Me hubiese
gustado traerla para que la veas, pero ya sabes... no lo permiten.

—Muero por verla en tus brazos —dijo, centrando la vista en su mano siendo
sostenida por las de Jimin.
Frunció levemente el ceño al descubrir que debajo de la manga del suéter de su
omega apenas sobresalía una especie de tela blanca cuyo borde comenzaban a
deshilacharse.

—¿Qué tienes ahí? —quiso saber.

—Oh, n-nada... s-solo... nada —respondió temeroso, llenándose de nervios mientras


arreglaba su manga luego de soltar la mano de Yoongi. Y con su mirada le suplicó a
Sunmi que no le dijera nada. No estaba preparado para hablar de eso.

Pero Yoongi ya se había hecho una idea, rogando que no fuese aquello que se
imaginaba. No insistió con el tema, pues si había pasado lo que él suponía, esperaba
que Jimin se lo dijera por su cuenta.

Y de pronto, sus ojos se tornaron acuosos de solo pensar en su pequeño omega


sufriendo por su culpa, sintiendo que ya no había otra salida más que el suicidio.
¿Jimin habría sido capaz de quitarse la vida por él? Le costaba poder creerlo.

Pero así era. Mientras él era capaz de matar por Jimin, Jimin era capaz de matarse
por él.

Su omega, sus hermanas y su madre se turnaban para ir visitarlo cada día, y Yoongi
adoraba pasar algo de su aburrido tiempo en el hospital con sus seres más cercanos.
Era feliz con su familia allí, aunque aún más lo sería si su beba también estuviese con
él. Pero entendía que, por el momento, no era posible.

Tras una semana, Sunmi junto a sus hijas tuvieron que regresar a casa, siendo Jimin
y Taehyung —y claro, Alaska— los únicos que continuaron permaneciendo en Italia,
con todos los gastos pagados y seguridad asegurada.
Jimin siguió yendo sin falta al hospital, iluminándole el día a su alfa con su sola
presencia. Yoongi amaba verlo, ver su sonrisa, sus ojos miel tan lindos. Amaba
escuchar su voz cuando le contaba las nuevas noticias o recientes anécdotas
ocurridas en su estadía en Roma. Siempre le sacaba una risa, una risa que terminaba
en un quejido de dolor y miles de disculpas de Jimin porque olvidaba que reírse le
hacía dar una tremenda punzada de dolor.

Fue luego de varios días que Yoongi le pidió que lo besara. El omega titubeó, pero lo
hizo, inclinándose con cuidado hasta alcanzar sus labios. Ese día fue un beso
inocente. El siguiente fue un poco más intenso. Y así iban avanzando, hasta que un
día los besos rebasaron todo nivel, teniendo que parar repentinamente porque ambos
estaban comenzando a excitarse.

Abochornado, Jimin tuvo que abrir un poco la ventana para que el apestoso olor que
liberaron se largara antes de que alguna enfermera entrara.

—Lo primero que haré al salir de aquí será hacerte al amor —mencionó débilmente en
un murmuro—. No, lo segundo... Primero quiero estar con nuestra bebé.

Jimin rió por lo bajo, sonrojándose un poco, mientras tomaba asiento en un borde de
la camilla.

—Mi cuerpo, uhm, no luce tan bien como antes —admitió el omega apenado, bajando
la mirada—. Debí cuidarme más en el embarazo, ahora me han quedado muchas
estrías y ni siquiera he vuelto a mi peso normal.

—Oh, amor... eso no cambiará nada. Tú siempre serás perfecto para mi —aseguró,
obsequiándole una pequeña sonrisa—. Además, ¿quieres ver como quedé yo?
Tengo... ugh, feas cicatrices en mi abdomen y pecho, y no se si en la espalda
también... Así que creo que me llenaré de tatuajes.

Jimin sonrió apenas de lado, animándose a mirarlo.

—Prefiero mil veces tenerte con cicatrices a que no tenerte —expresó con
sinceridad—. Y si te haces tatuajes, yo también quiero.

—¿Tú también quieres camuflar cicatrices? —preguntó Yoongi refiriéndose


indirectamente a aquello que Jimin jamás le contó. El rizado volvió a bajar la mirada,
entristecido y avergonzado—. ¿Cuándo me hablarás sobre eso, Jimin?

—Preferiría no hacerlo —susurró.


—¿Por qué?

—Porque me da pena. No debí hacerlo.

—¿Lo hiciste por mí?

Jimin asintió despacio, sin quitar la mirada de sus manos sobre su regazo.

—El lazo se rompió y creí... creí que habías muerto —contó este, dejando que las
lágrimas fluyeran—. Yo n-no quería seguir viviendo s-sin ti.

—Oh, mi amor, ven aquí —habló Yoongi con su expresión hundida en la tristeza,
mientras extendía débilmente uno de sus brazos, reprimiendo una jodida mueca de
dolor al removerse unos castos centímetros hacia un costado.

El omega se acurrucó con cuidado a un lado de su alfa, tratando de no tocarle


demasiado, dejándose envolver por uno de sus brazos. Y allí continuó llorando, al
tiempo que Yoongi le acariciaba sus rizos suavemente, aguantándose el dolor
punzante de sus músculos resentidos que trataba de tensar.

—Te amo, Yoon, te amo mucho más de lo que crees —habló Jimin entre medio de
sollozos.

—Yo te amo a ti, mi amor, con cada fibra de mi ser —dijo, depositándole un pequeño
beso en la frente—. He estado pensando y... y quiero... cuando salga de aquí... me
gustaría... ugh... Jimin, cásate conmigo.

(Supongamos que Yoongi cumple años en diciembre)


Navidad se acercaba a gran velocidad. Y Jimin se tomaba en broma que en Noche
Buena también fuera el cumpleaños de su alfa. Hasta que le revisó el documento de
identidad, dándose cuenta de que así era. Sólo entonces se alteró y comenzó a
presionar a al médico para que le dieran el alta a Yoongi, pues este ya se encontraba
mejor de sus operaciones y tan sólo le quedaba el reposo, el cual lo podría hacer
tranquilamente fuera del hospital, según Jimin.

El omega no iba a permitir que Yoongi pasara su cumpleaños y Navidad metido allí,
con la única compañía de las enfermeras, cuando podría pasarlo junto a él y a su
bonita bebé en el hotel.

Sin embargo, el médico le repetía lo mismo, que aquel reposo necesitaba de un


seguimiento especial. Y Jimin, sin estar satisfecho, reprochó que aquel seguimiento
podría hacerse en el hotel con algún médico contratado, y si hacía falta alguna
enfermera también, que si todo era por cuestión de dinero que no se preocuparan,
pues tendría todo el que deseara.

Además, le hizo entender, por medio de un amenaza, que si no lo hacía por las
buenas (aceptando el dinero que le proponía), Min Yoongi se encargaría de hacerlo
por las malas, y que por lo tanto le convenía colaborar con él, un omega que no le
haría nada, y evitarse la confrontación contra los hombres de Yoongi, aquellos que,
según las noticias, asesinaron a toda una familia de mafiosos en Calabria, creando
una bestial masacre.

El rizado logró meterle miedo a aquel beta que, instintivamente, pensó en su familia,
sabiendo que las amenazas de la mafia no eran amenazas, eran advertencias, y a él
no le convenía tener conflictos con el crimen organizado.

Jimin ganó la batalla, y una sonrisa de autosuficiencia reinaba en su rostro, aún más
cuando Yoongi le expresó lo orgulloso que estaba de él, quejándose juguetonamente
con que le habia robado la idea. Pues, Yoongi también ansiaba salir de allí y pasar la
primera Navidad de Alaska junto a ella, por lo que había pensado en sobornar a su
equipo médico para que le habilitaran la salida. Y le sorprendió tanto que Jimin se le
hubiese adelantado, mas adoró que fuese así.

—Has hecho tu primer negocio ilegal, bebé, y sin necesidad de poner un arma en su
cabeza. —Asimiló Yoongi, impresionado, y luego, en tono burlón, agregó—: Como
creces, joder, ya eres todo un mafioso.

Dicho eso, fingió quitarse una imaginaria lágrima de emoción.

El omega se rió, bajando su mirada tímidamente, costándole trabajo creer lo que


había hecho. Ni siquiera sabía cómo se había atrevido.

—¿Que tan ilegal es? ¿Yo... lo he metido en muchos problemas? —consultó Jimin con
preocupación, temiendo que aquel hombre perdiera su empleo por su culpa.

Yoongi sonrió, enternecido.

—No, bebé, nadie se meterá en problemas. Lo que hacemos nosotros como


organización son favores por favores. El médico nos hace este favor y nosotros
estaremos en deuda con él. Por lo que, si llegan a descubrirlo y le hacen juicio, yo
moveré mis contactos políticos y haré que no lo encarcelen. Y si luego de todo el
escandalo, ningún hospital de Italia lo acepta, le buscaré uno en Corea. Ahora si no lo
descubren, él podrá pedirle un favor a la mafia y, sea lo que sea, lo tendrá.

—Oh... bueno, no... no son tan malos como creí, quiero decir... ustedes —comentó el
omega, rascándose la nuca con nerviosismo.

—No, de hecho, las mafias italianas se crearon para estar del lado de la gente, del
pueblo, y en contra del gobierno. Un jefe de mafia no permitía que en su pueblo
hubiese hambre o desempleo. Por eso la gente pedía favores, ya sea por dinero,
trabajo o lo que sea, y la mafia lo ayudaba a cambio de otro favor. Hasta que llego el
narcotráfico y... todo se fue a la mierda.

—¿Por qué? ¿Qué paso? —preguntó, interesado e intrigado.

—Porque los nuevos jefes ya no eran tan buenos y considerados. Permitieron que
parte de su gente se intoxicara con esas porquerías, volviéndolos dependientes al
negocio de narcóticos, quienes luego se llenaban de deudas y pedían grandes sumas
de dinero para salvarse. Dinero que después no podían devolver, y como la mafia
jamás debe ser traicionada, eran asesinados. Y eso sigue pasando hoy en día. Pero en
fin, lo positivo es que aún quedan jefes con buenos valores, y eso aspiro a ser yo.
Un enfermero llevó a Yoongi en una silla de ruedas hasta la entrada de aquel hospital,
donde lo recogerían para llevarlo al hotel. El alfa había esperado por tanto tiempo la
llegada de aquel ansiado momento que, apenas sus ojos divisaron a la pequeña
Alaska entre los brazos de su omega, su ser se inundó de estallidos de emoción, de
ternura, de amor. La inmensa felicidad lo abrazaba. Y ni siquiera trató de detener las
lágrimas.

No podía creer que allí estaba la bebita que Jimin había albergado en su vientre desde
la primer semana en que se conocieron. Tan chiquita, preciosa y delicada. Ahora la
tenía entre sus brazos con mucho cuidado y temor por provocarle el más mínimo
daño. Y Yoongi lamentó demasiado el haberse perdido las primeras semanas de vida
de su hija, pero prefirió mil veces aquello a que perderse la vida entera de su
princesa.

Y fue entonces que se sintió rotundamente feliz de estar vivo, de haber sobrevivido a
la muerte. Agradeció al universo entero por tener la oportunidad de experimentar la
bellísima sensación de ser padre.

Con la ayuda de una enfermera, quien se quedaría al servicio de Yoongi en el hotel


hasta que el médico autorizara su real alta, instalaron a este en la comodidad de
aquella lujosa, enorme y extravagante cama, y Yoongi se sintió en el completo
paraíso al estar allí junto a sus dos amores.

No dejaba de sonreír, estando totalmente encantado con su bebé, quien descansaba


relajadamente entre sus brazos, cubierta por aquella mantita.

Y Jimin amaba verlos juntos. No se cansaba de admirar con enternecimiento lo


cariñoso y juguetón que se volvía Yoongi cuando su retoño se encontraba despierta.

Ver la preciosa sonrisa que el rostro de su alfa no abandonaba mientras le hablaba a


la bebé, jugueteando con ella, llenándole de adorables besitos, era lo mejor de lo
mejor para el omega. Y más porque Alaska no dejaba de mirar a Yoongi directo a los
ojos, como si los negros de estos la hipnotizaran, como si estuviese creando aquella
misma conexión que había formado con Jimin.
Faltaban pocas horas para que el veinticuatro de diciembre se presentara y su alfa
cumpliera un año más. Toda la familia de Yoongi viajaría hacia allí, llegando por la
mañana. Se reencontrarían, y a la noche todos juntos festejarían a lo grande en uno
de los salones de eventos del hotel, recibiendo la Navidad a su vez.

Jimin salió del cuarto de baño tras darse una relajante ducha y, al entrar en la
habitación, se encontró a Yoongi completamente dormido en un costado de la
gigantesca y majestuosa cama, teniendo a su lado a la bebé también dormida con un
almohadón del lado contrario. Jimin sonrió, enamorándose una vez más de aquella
preciosa imagen.

Con cautela, el omega buscó ropa en el armario y se vistió haciendo el menor ruido
posible. Luego, se acercó a la cama y, siendo cuidadoso, cubrió mejor a su alfa con el
edredón, verificando que no tapara por completo a la bebé. Una vez hecho, depositó
un dulce beso en la frente de Yoongi y se marchó a la sala.

Taehyung se encontraba frente a un espejo, retocándose el pelo con sus manos,


buscando que quedara presentable.

—¿Sales? —preguntó Jimin, alzando una ceja al advertir lo elegante que iba su mejor
amigo, mientras sacaba del mini bar un refresco.

—Sí, quiero disfrutar de mis últimos momentos. Además también quería dejarlos
solos —acotó el pelinegro, arreglándose el cuello de la camisa—. No pretendo
quedarme aquí y traumarme con sonidos raros.

Una risa se fugó de entre los rosados labios del rizado, atragantándose por culpa de
un previo sorbo de bebida que había ingerido. Tosió un poco y se aclaró la garganta.

—Aquí no pasará nada esta noche; Yoongi ya se durmió. De igual modo, yo no lo


habría permitido. Sigue siendo demasiado pronto para mí.

—Bueno, después no quiero verte caminar chueco —dijo, guiñándole un ojo a su


amigo.

—¿Perdón? A mi no me dicen Kim Taehyung —burló Jimin manteniendo una divertida


expresión en el rostro.

—Shh —siseó—. Ya debo irme. Nos vemos mañana.

—De acuerdo, cuídate.

Jimin suspiró al quedarse solo, sintiendo una muy extraña sensación al oír nada más
que el sonido del silencio. Todo por fin estaba en calma y era tan raro, como si no
pudiese creérselo ni él mismo que todo estuviese tan bien.

No tardó en pedir su cena a través del servicio a la habitación, y luego de hacerlo


permaneció un buen rato en el balcón principal, admirando desde la altura lo bello
que se veía Roma bajo la luz de la luna. La brisa fresca chocaba contra su piel,
erizándosela, causándole unos que otros escalofríos. Pero no se quejaba. De algún
modo, le relajaba el frío viento contra su rostro.

—Tu comida ha llegado, amor.

Jimin volteó, sobresaltado, topándose de pronto con la preciosa figura del amor de su
vida. Sonrió.

—Pensé que dormías —dijo, mientras Yoongi se acercaba a él, posando las manos en
su cintura. Los brazos del omega fueron directo a los hombros del otro, rodeando su
cuello, y se besaron sin más.

—Sí, pero faltaba mi otro bebé en la cama —mencionó el alfa al romper el beso,
rozando con su nariz la suave piel de su omega, olisqueándolo, haciendo que este
soltara una risita—. ¿Taehyung se fue? —consultó, llevando sus labios al cuello del
contrario, besando justo donde antes resplandecía la marca que ahora no era más
que una apagada cicatriz.

—Sí... s-se ha ido —respondió Jimin, sintiendo como todo su organismo reaccionaba
ante el estímulo de su alfa.

—Perfecto —murmuró, mordisqueando levemente la piel de su cuello al tiempo que


sus manos apretaban con firmeza los glúteos del menor, sacándole un jadeo al
instante.
—No, amor... p-para... no debemos —decía el omega en un débil intento de detener
lo indetenible.

—Sh... Ambos lo necesitamos, bebé, y lo sabes —aseguró, metiendo sus traviesas


manos debajo del pantalón de Jimin, quien tal parecía no llevaba ropa interior.

Jimin colocó sus palmas en el pecho del alfa, empujándolo con la poca fuerza que le
quedaba.

—No, Yoon, tú estás...

—... muriendo por tenerte —completó la frase con la pasión desbordándose en su


tono tan determinado, y se apegó a él, besándolo desesperadamente. Jimin se dejó,
seducido por sus actos, acabando con la última pizca de voluntad que le quedaba.

Ingresaron a la sala de estar sin despegar sus labios, regando el ambiente del intenso
aroma que ambos emanaban sin filtro alguno. La atmósfera se recargó de deseo, de
lujuria, de excitación. La temperatura estaba al limite, casi quemándoles.

Acabaron en el amplio y cómodo sofá. Jimin sobre el regazo de Yoongi, inclinando su


pelvis una y otra vez, rozando sus duras entrepiernas que latían con fuerza por
debajo de su ropa.

El alfa se deshizo del suéter del otro, despojándolo también de su camiseta. Su


oscurecida mirada se centró en el desnudo torso de su omega, admirando cada
centímetro de aquella zona, logrando notar las pequeñas secuelas del pasado
embarazo. Y entonces, añoró tanto verlo con su enorme vientre.

Jimin bajó la cabeza con timidez, incómodo ante la minuciosa mirada de su alfa. El
omega sabía que ya no se veía tan atractivo como antes, y eso no hacía más que
volverlo totalmente inseguro.

—Te dije que mi cuerpo no... —comenzó a decir en un murmullo apenas audible, pero
no pudo acabar la oración.

—Tranquilo, bebé, sigues siendo totalmente hermoso para mí —expresó Yoongi con
sinceridad, acariciando con la yema de sus dedos la zona de la cadera.

El omega esbozó una débil sonrisa, una que se disipó de repente apenas el alfa tomó
su antebrazo izquierdo, analizándolo. Sus cicatrices resaltaban sobre su piel, siendo
demasiado evidente que por allí había pasado algo filoso. Suavemente, Yoongi las
acarició entristecido, estrujándosele el corazón de solo imaginarse como habría sido el
intento de suicidio de su bebé.

Sus labios se presionaron con dulzura sobre aquellas marcas, dejándole un camino de
besitos. Jimin tragó en seco teniendo su mirada vidriosa. El alfa hizo lo mismo con sus
estrías; las besó, llenándolas de amor, luego de que cambiaran de posición, siendo
Jimin quien se recostaba en el sofá con Yoongi encima, inundando su imperfecto
abdomen de dulces besitos y leves mordidas.

El omega acabó llorando en silencio, sintiéndose incapaz de creer que le había tocado
el alfa más tierno del puto mundo.

Yoongi le limpió las lágrimas, repartiendo más besos sobre sus mejillas, su nariz, sus
párpados, volviendo a besar sus labios una vez más.

Ya no había desespero en sus actos, ni tampoco apuro. Sólo amor. El alfa terminó de
desvestirlos, y entonces comenzó a hacerle el amor al padre omega de su hija. Lo
penetró despacio, siendo dulce y delicado en sus movimientos, pues ansiaba no
hacerle ningun daño.

Su rostro se escondía en el cuello del omega, ubicando sus dientes en el mismo lugar
en el que se hallaba la marchita marca. Ni siquiera lo pensó cuando volvió a hundir
sus colmillos, enterrándolos, mordiéndolo una vez más.

Jimin ahogó un gemido, aferrándose a la espalda de su alfa, mientras recibía las


lentas, pero profundas, embestidas que lo cargaban de placer.

Y entonces, incentivado por la nueva mordida que le quemaba hasta las entrañas,
pidió más. Jimin quería más. Necesitaba más. Y Yoongi lo complació, aumentando el
ritmo, aumentando la potencia, aumentando la dosis de éxtasis que los embargaba.

Jimin comenzó a morder el hombro del contrario, buscando no gemir en voz alta. No
olvidaba que su bebé estaba durmiendo en la habitación y no deseaba que despertara
por sus ruiditos de satisfacción.

Sin embargo, Yoongi no pudo contener su gruñido cuando el orgasmo ya estaba


alcanzándolo. Aceleró aún más sus duras embestidas, chocando de lleno una y otra
vez con aquel punto dulce que a Jimin tanto le enloquecía.

El aludido se corrió al instante, liberando un ineludible gemido en el que exclamaba el


nombre de su alfa. Yoongi no resistió mucho más, llenando de su escancia el interior
del omega, mientras el nudo se hinchaba.

La sala se sumió en un parcial silencio, pues lo único que se oía era la agitada
respiración de ambos. Todo se encontraba envuelto en la tranquilidad, hasta que de
pronto Jimin empezó a preocuparse.

—¿Qué sucede, bebé? —preguntó Yoongi en un tono bajo, cansado, casi adormilado.

—No estoy tomando pastillas —reveló Jimin con cierta pizca de temor.

El alfa lo miró desde arriba con una sonrisa.

—Mejor.

—No, Yoon —hizo un puchero—, no quiero. Es demasiado pronto.

Jimin lo oyó respirar hondo, removiéndose un poco para acomodarse mejor sobre su
cuerpo, lo que le hizo emitir un leve quejido, pues aún seguían unidos por el nudo.

—De acuerdo —accedió en un murmuro con su rostro escondido en el hueco de su


cuello, aprovechando para lamer la herida—. Mañana compraremos tontas pastillas.

El rizado se remordió el labio inferior, suspirando al percibir la lengua de su alfa sobre


la mordida.

—Al menos será por estos meses. Te prometo que tendremos todos los cachorros que
quieras, pero hay que ir con calma, amor.

—Lo sé, es que... sabes que tú eres mi completa debilidad, Jimin, pero con una
pancita de embarazo te conviertes en mi debilidad multiplicada por mil. Es como una
debilidad extra que me es inevitable no desear —explicó el alfa, mientras ascendía
por la mandíbula del menor, dejándole besos a su paso.

Jimin sonrió, recorriendo con sus manos la espalda de Yoongi, percatándose de que
en ciertas partes su piel resaltaban ciertas elevaciones que se sentían más suaves,
más delicadas; sus cicatrices.

—Dame un poco de tiempo, ¿si? Enfoquémonos en Alaska primero.


El alfa asintió y al instante unieron sus labios en un beso.

Luego de aquello, y aprovechando que su bebé seguía durmiendo, se dieron el lujo de


darse una segunda ronda de sexo. Jimin después se compraría esas píldoras de
emergencia.

Totalmente exhaustos, permanecieron acurrucados el uno con el otro sobre aquel


confortante sofá por un tiempo indefinido. Hasta que, en un momento dado, Jimin
miró la hora en un reloj de pared y sonrió.

—Feliz cumpleaños, amor.

Luego de cenar, ambos fueron a la habitación con la intención de acostarse. Jimin


tomó cuidadosamente en brazos a su pequeña y la ubicó en su cuna, una que el hotel
había tenido la cortesía de conseguir sólo para ella. Al instante, acomodó al lado de su
bebé una almohada que rebosaba de su olor antes de que esta comenzara a llorar al
no sentir el aroma de su papá junto a ella.

Yoongi esbozó una sonrisa, abrazando por detrás a su omega, viendo juntos a su
preciosa creación durmiendo.

—Te aviso que a eso de las dos de la mañana se despertará y tendré que
amamantarla. Así que, amor, espero que ya te hayas acostumbrado a dormir para la
mierda —le dijo Jimin en tono bajito, divertido.

—¿Qué tan enfermo es que sienta ganas de probar tu leche? —preguntó el alfa,
besando su cuello.

Jimin contuvo una carcajada.

—La leche de mi pene vas a probar —dijo burlonamente al voltearse para mirarlo de
frente.

El pelinegro enarcó una ceja, viéndolo con una expresión incrédula y divertida.

—Joder, Jimin. En definitiva, contigo fracasé rotundamente como dominante. Diez


meses y ni siquiera pude imponer mi primera regla en ti. Que imprudente y descarado
eres.

Jimin rió, para luego mirarlo seductoramente con su labio siendo remordido con
sensualidad, fingiendo actuar con timidez e inocencia.
—Y así me amas —afirmó con sus dedos enredándose entre los cortos mechones de
Yoongi.

—Mierda, sí —gruñó bajo, apegándolo totalmente a su cuerpo—. Me vuelves loco.

—¿No crees que debes castigarme, Daddy?

Los oscuros ojos de Yoongi se oscurecieron. Su aliento fue robado por aquel instante
solo por aquella palabra que hizo que todo se detuviera un efímero lapso de tiempo.
Jimin lo miraba con su mejor sonrisa lasciva, siendo consciente de lo que había
provocado.

—Dilo de nuevo —pidió el alfa rozando la desesperación.

El omega se atrevió a jugar con su lengua, relamiéndose los labios, luego pasándola
por debajo de sus dientes superiores en modo provocativo, teniendo a su merced a
aquel alfa cegado por sus actos.

—Daddy —articuló con una exquisita lentitud bajo un susurro cautivador.

Aquello terminó de hechizar a Yoongi. Todo su ser se deleitó al escuchar aquella voz
que derramó erotismo al pronunciar esa palabra. El deseo y la lujuria lo consumieron
por completo.

—¿Qué harás cuando Alaska te llame así? ¿Te imaginas?

Y entonces, la expresión del alfa cambio totalmente al haberse roto el hechizo del
modo más burdo. Jimin se cubrió la boca con una mano, acallando la carcajada.

—Joder, Jimin, ¿qué necesidad tienes de arruinar el momento? —protestó, no


pudiendo creer lo que le había hecho—. Ya verás, estúpido omega desubicado que
sólo juega con su alfa —agregó con sobreactuado enojo, y al segundo siguiente ya
había levantado a Jimin del suelo, llevándolo directo a la cama.

El omega sólo reía bajito, encantándole la situación.

—¿Te has dado cuenta de lo que has hecho? —dijo Yoongi, mientras se colocaba por
encima del cuerpo del menor, decidido a atacar su cuello—. Siempre haciendo lo que
quieres conmigo —besó la mordida y mordisqueó sus alrededores—. Siempre
teniéndome a tu merced, siempre aprovechándote de mí —bajó por su clavícula,
llenándole de mordiscos—. Sabes perfectamente como controlarme, como
persuadirme —destrozó la prendas que le separaban de la piel de su bebé y comenzó
a besar su pecho, haciendo a un lado los trozos de telas—. No te pude dominar
porque tú me dominaste primero. Siempre me has dominado, Jimin. Tú tienes el
poder. Tú mandas. Tú llevas el control de lo nuestro —Yoongi había detenido sus
besos sólo para elevar la mirada y observarlo a los ojos mientras decía aquello—. Tú,
Jimin. Siempre tú... Y me alegra profundamente estar rendido a los pies de un omega
tan valiente, tan rebelde, tan determinado, tan tú... Eras todo lo que menos buscaba
pero que más necesitaba tener. Y ahora te amo tanto, mi vida.

Jimin lo miraba perplejamente conmovido. Su omega interior se removió de felicidad,


derritiéndose por aquellas palabras que ablandaban por completo su corazón. Esbozó
una deslumbradora sonrisa, y al instante se inclinó para buscar los labios de su alfa.

—Entonces... ¿el dominante fue dominado? —mencionó el rizado, sonriendo con sorna
al tiempo que volvía a recostar su cabeza sobre la cama.

—Enamoradamente dominado, diría yo —repuso el alfa con expresión divertida,


recargando su peso sobre sus codos, hundiendo su rostro en el hueco de su cuello.

Jimin hizo su cabeza para atrás, dejando descubierta aquella especial zona que a su
pareja tanto le gustaba. Largó un suspiro, disfrutando de sus lamidas.

—En los últimos años, siempre que estaba con alguien, prefería rotundamente tener
el control —comenzó a contar el omega—. Era la única forma de sentirme seguro, de
tener sexo sin miedo. Por eso si un tipo quería controlarme trataba de escabullirme
como fuese de sus garras, y si no podía Namjoon me ayudaba. Me asustaba mucho la
idea de que volvieran a tomarme, usando mi cuerpo a su antojo, lastimándome al ser
tan jodidamente agresivos. Y yo no confiaba en los alfas, no podía, no cuando uno
había atentado contra mi cuerpo al ser yo más chico.

Yoongi lo miró desde arriba con la desolación reflejada en su negros ojos. De un


cuidadoso movimiento, volteó en la cama, llevándose al omega consigo, quien sin
quejarse se acomodó mejor sobre el cuerpo de su alfa.

—Voy a asesinar a ese hijo de puta —masculló este con el entrecejo fruncido,
abrazando a su bebé dulcemente.

—No, Yoon, no desperdicies tu tiempo en cosas del pasado. Además, no sería el único
alfa que abuso de mí.

—Oh, mierda, ¿han... han... abusado más hombres de ti?


—Si, no siempre estaba Nam para salvarme —explicó Jimin con algo de amargura,
recordando que no había sabido nada de Namjoon desde aquella noche en el bar—.
Pero ya no importa.

Dicho aquello, se sentó a horcajadas sobre el mayor. Tomó el borde del suéter de
este y comenzó a subirlo. Yoongi despegó su espalda de la cama para que la prenda
fuera quitada sin problema. Pensó que también le sacaría la camiseta, pero no fue
así, y le sorprendió ver que Jimin acabó metiéndose dentro del suéter, cubriendo su
torso.

—Pensé que... Oh, ¿tenías frio?

—Si, tienes que dejar de romper la ropa, Yoon, en especial si nos vamos a tardar un
poco en calentarnos —dijo, riendo—. Y para antes de que te enciendas, quiero decirte
que no he terminado de hablar. Así que escúchame, ¿de acuerdo?

—Siempre te escucho —repuso, recargando su peso en sus codos apoyados sobre la


cama.

—Bueno, a lo que iba con todo eso... yo quería contarte ese aspecto de mi pasado
para que entiendas lo importante que era para mí el hecho de tener el control en el
sexo y porque odiaba que quisiesen dominarme, tal como tú al principio. Pero estando
contigo dejé de sentir aquel miedo, dejé de sentir la necesidad de querer de tener si o
si el control en la cama. Contigo ya no me importa quien manda porque a tu lado me
siento seguro, porque se que tú nunca me lastimarías, porque si hay un alfa en el que
confiar ese eres tú y solo tú, amor.

Yoongi sonrió, encantado ante la declaración de su omega.

—Y te equivocas, Yoon, porque yo no soy el único que manda. Tú también me


dominas, tú también me persuades. Yo no quería que tuviéramos relaciones y te lo
dije, te dije que no, pero en centésimas de segundos pudiste conmigo, lograste
controlarme y hacerme todo aquello que querías, complaciéndome a la vez.

—Pero... pero en el fondo si querías, quiero decir, tú también me necesitabas


—puntualizó.

—Si, pero tenía mi fuerza de voluntad, la cual destruiste enseguida, ¿comprendes?


Por lo que ambos nos dominamos mutuamente y eso es lo especial entre nosotros,
esa es nuestra magia, porque aún siendo tan diferentes congeniamos a la perfección.

Yoongi sonrió ampliamente, e iba a decir algo, pero el llanto de un bebé lo


interrumpió.

—Oh, mierda —masculló Taehyung por lo bajo, viendo entre la multitud al alfa que
más detestaba. Sin pensarlo, hizo fondo blanco, tragándose el vino de su copa de
una—. Me había olvidado de Jungkook.

El salón de eventos se sumía en un gran bullicio. Estaba repleto de gente, y todos


italianos a excepción de ellos dos.

Jimin arrullaba a su bebé en brazos, mientras buscaba a Yoongi con la mirada.

—Mierda, mierda, mierda, ¡se está acercando! ¡Dame al bebé! No me hará daño si
tengo un bebé —decía alterado, pero el rizado se negó a entregarle a su hija como
escudo.

—Tranquilízate, no pasará nada —mencionó Jimin con cierto desinterés, más centrado
en encontrar alguna señal de su alfa.

La mirada del rizado se desplazaba por todo el salón que rebosaba de elegantes
mesas y personas bien vestidas que charlaban entre si, aguardando la gran cena.
Hasta que sus ojos se toparon con la presencia de Jungkook, quien se había plantado
frente a él. Jimin advirtió que Taehyung ya se escondía a sus espaldas, liberando
feromonas de temor.

—No he venido a causar problemas —aclaró Jungkook ante la reacia mirada del
omega rizado—. Se que he sido un completo idiota, un jodido maniático obsesionado,
y... Tae, quería ofrecerte mis mas sinceras disculpas por todo el daño que te causé.
Sé que esto no arreglará nada, sé que no volverías conmigo ni aunque te pidiera
perdón de rodillas y lo entiendo. Sólo quiero redimirme. Y para ello me he encargado
de buscar a alguien —agregó, y le hizo una seña a uno de los guardaespaldas que se
mantenían al margen del evento.

El uniformado hizo un asentimiento de cabeza y abandonó su puesto, regresando a


los pocos minutos en compañía de alguien más. Jimin y Tae quedaron sin aliento,
boquiabiertos y con sus ojos casi saliendo de sus órbitas. No podían creer lo que
veían. Se paralizaron por completo, presos del desconcierto que les invadía.

Hoseok venía caminando temerosamente junto al guardaespaldas, mirando a su


alrededor sin entender nada. Hasta que los vio, parando en seco por la sorpresa. Una
enorme sonrisa no tardó en aparecer en su rostro iluminado.
Los ojos de los omega se llenaron de lágrimas de forma inmediata, y Tae fue el
primero en salir corriendo a su encuentro. Jimin quiso hacerlo, pero tenía presente
que llevaba a su bebé en brazos y no saldría corriendo como loco con ella.

Un mano fue posada en su cintura de modo inesperado, y el rizado volteó ligeramente


asustado. Unos preciosos ojos negros lo observaron, y entonces se relajó. Yoongi le
otorgó una cálida sonrisa y con un gesto de sus brazos le hizo entender que el se
encargaría de la bebé.

—Ve —le dijo, tras darle un beso en la mejilla, mientras Alaska pasaba a sus brazos
con cuidado.

Jimin sonrió, lagrimeando, y no se demoró en correr hacia sus mejores amigos,


fusionándose en el abrazo que estos tenían. Un abrazo que Jimin pensó ya nunca
jamás volver a tener.

—Bien hecho, hermano —habló Yoongi, dirigiéndose al castaño de ojos marrones con
aprobación, al tiempo que observaba desde la lejanía la bonita escena que su omega
estaba montando con sus amigos—. No hay como emotivos reencuentros en Noche
Buena.

—Gracias por tus consejos, sabes que lamento demasiado no haber venido a verte
antes. Pero no habría podido controlarme sabiendo que Taehyung estaba también
aquí. Necesitaba conseguir algo de autocontrol y creo que lo estoy haciendo bien,
¿no?

—Demasiado bien, hasta pareces un alfa equilibrado —contestó Yoongi, burlándose


un poco, mientras mecía suavemente a su bebita para antes de que llorara.
—Cállate, Yoongo.

—¿Serás el padrino de mi boda? —preguntó, mirándolo con una sonrisa, una que se
desvaneció al divisar, por encima del hombro de Hoseok, a Leonzio, el cual le dirigía
una fulminante mirada desdeñosa.

—Lo seré, y no te preocupes por el imbécil, sólo está resentido porque no moriste.
Cuando estábamos haciendo la búsqueda de Alaska y recibimos la noticia de que al
parecer no sobrevivirías, yo escuché sin querer una conversación de él, no sé con
quien hablaba, pero decía que planearía hacerle de padre alfa a Alaska, ya que él la
rescataría, y que además mordería a Jimin para "salvarlo" del sufrimiento que le
habrías dejado y así el quedaría como todo un héroe ante el jefe.

Yoongi procesó aquellas palabras con su peor cara de enfurecimiento.

—Qué hijo de puta. Claro, como no tiene una vida, quiere que yo muera para
apropiarse de la mía. Jodida mierda.

—Sólo te tiene envidia, sabe que tú llegarás a ser jefe primero, aún si ser hijo propio
del Don. Es como un pequeño crío celoso de su hermano mayor.

Yoongi le dio un besito en la frente a su bebé, agradeciendo una vez más estar vivo
para ser él quien criase y cuidase a su pequeñita en compañía del amor de su vida.

—Tienes razón.... ¿Y sabes? Ahora me da pena, tiene tanto odio y enojo guardado, tal
como yo antes de conocer a Jimin. Él sólo quiere sentirse reconocido por algo, quiere
la atención que siempre le he quitado sin darme cuenta. ¿Y has notado que yo nunca
me detuve a charlar con él? Nunca le pregunté porqué me detestaba tanto, sólo dejé
que nuestra enemistad continuara, porque yo también necesitaba descargar mi odio
en alguien más. Pero ahora estoy en paz conmigo mismo, ya no necesito absurdos
enfrentamientos, y para demostrarle esto acabo de decidir que Leonzio será el
padrino de Alaska, ¿qué tal, eh? Lo anunciaré en el brindis, y es más, le dedicaré
algunas palabras. Haré que se sienta bien.

Jungkook rió, negando con la cabeza ante aquella locura, y le palmeó el hombro
despacio.

—Quiero ver su cara cuando se lo digas —dijo con gracia—. ¿Tú dices que aceptará?

—No lo sé, pero estoy seguro de que Jimin querrá matarme —respondió también
riendo.

Once meses después todo estaba listo para la boda. La ceremonia se llevaría a cabo
en el bellísimo y espacioso jardín de la residencia Martini, en Corea.

Los invitados de a poco comenzaban a marcar presencia con sus elegantes ropas y
lujosos autos, siendo la mayoría conocidos de Yoongi o socios de su padrastro. Sin
embargo, también estaba allí la familia de Jimin y todo su grupo de amigos, con
quienes se había reencontrado hacía tiempo.

El alfa de ojos negros se encontraba de pie frente a un espejo de una de las tantas
habitaciones de la mansión, dándole los últimos arreglos a su impecable traje negro.
Luego suspiró, sonriéndole a su perfecto reflejo.

Estaba tan jodidamente feliz. Por fin había llegado aquel día. Su día. El día que se
uniría a Jimin de la última forma posible. El día que pasarían a ser esposos, y se
hallaba muriéndose de los nervios, de la emoción, del encanto.

No había visto a Jimin desde la noche anterior, y las ansias le carcomían. Necesitaba
con urgencia sentir su olor, sentir su presencia, sentir sus labios. Pero debía
aguantarse hasta la ceremonia, donde su bebito caminaría hacia él en el altar.

Realmente estaba emocionado. Quería que el tiempo pasara rápido, que ya mismo
terminara todo y ambos viajaran a su luna de miel.

Jimin le había dicho con una juguetona sonrisa que ya no tomaba pastillas, por lo que
estaba ansioso de procrear a su segundo cachorro, si es que ya no lo habían hecho.
Ahora mismo necesitaba tener a su omega con su pancita de embarazo.

Pero, de pronto, supo que algo no andaba bien. Su aliento se cortó repentinamente
tras experimentar una fuerte punzada de dolor en el pecho. Colocó una de sus manos
en aquella zona, presionando entre sus dedos la fina tela de su traje de etiqueta,
desarreglándolo. Soltó el aire retenido, contrayendo su rostro al sentir la punzada de
nuevo.

Decidió sentarse en una silla cercana, tratando de inhalar hondo y exhalar con calma,
buscando entender cuál era el problema. Jamás le había dolido de esa manera.

Pensó en Jimin, y buscó encontrar algún sentimiento suyo que le hiciese entender qué
pasaba. Pero fue en vano, pues Jimin no estaba experimentando ningún sentimiento
fuerte que le pudiera transmitir. No sentía nada de su parte, sólo un dejo de su propio
dolor pasado.

Al tranquilizarse, fue hacia la cocina, pidiendo a una de las empleadas un vaso de


agua. No se sentía muy bien, su presión había bajado un poco y su pecho aún se
molestaba por cada respiro que daba.

No logró entender la razón de su estado, sino hasta unos minutos después, cuando
Taeyang entró en la habitación donde él estaba y lo miró con una extrema
melancolía. Yoongi le escuchó decir con la voz medio rota, casi a punto de llorar de
impotencia, varios "Lo siento" entrecortados, acompañados de "No sé qué paso", y
luego "Jimin desapareció".

Fin.

Final
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Editado
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Hemos terminado con esta hermosa adaptación, agradezco mucho el apoyo de la


última vez y todo el apoyo en el transcurso de la obra, son personas muy lindas que
agradezco tener.

Feliz año nuevo de donde sea que me leas, te deseo las mejores vibras para este
2019 y que todas las metas que te propongas se cumplan. Sé feliz y disfruta de todo.

Hoy te hablo como Fabi y quiero que estés alegre y feliz siempre, lucha por tus
sueños y no te derrumbas, eres fuerte.

Gracias por todos sus mensajes de apoyo, me dieron mucha fuerza por eso estoy con
todo, este año fue muy malo para mi pero estoy decidida a qué el que viene será
mejor, si quieres quedarte conmigo para los demás años que vengan, no me quejo,
tengo muchos proyectos para ustedes, adaptaciones, historias propias, dinámicas,
etc.

Ustedes son personas muy lindas y se merecen muchas cosas, en fin, Feliz Año
Nuevo.

Pd: Sublime Dominación ha acabado :)


Falta el epílogo, pero yo veré cuando subirlo *depende de los comentarios, cof cof*
Epilogo

Capitulo dedicado a Sunnixs porque ella quería el capítulo después de las 6, saludos
bebé.

Para que no se confundan, faltan los extras, ya veré cuando los publico, los
comentarios hablan.

En silencio, Yoongi observaba a su pequeña hija durmiendo plácidamente en su cuna,


abrazando aquella almohadita en la que aún quedaban ápices del aroma de Jimin. Ella
se veía tan bonita y serena, como un dulce angelito que descansaba en armonía.
Yoongi sonrió con algo de amargura, y acarició suavemente su mejillita.

-Bebé, es hora de levantarse -susurró, dándole una nueva caricia-. Ali... arriba, bebé
-canturreó, comenzando a quitarle aquella almohadita que abrazaba.

Al sacársela, Alaska empezó a removerse con molestia, tanteando con sus manitos en
busca de su objeto más preciado. Poco tardo en darse cuanta que ya no lo tenía, así
que abrió sus ojos y formó un pucherito antes de echarse a llorar.

Yoongi la tomó entre sus brazos tras dejar la almohada sobre las sábanas de la cuna.
Alaska rodeó su cuello con sus bracitos, escondiendo su rostro en el hueco que
formaba este, tranquilizándose un poco al sentir el aroma de su papá alfa.

Un besito fue plantado entre sus finos ricitos, mientras Yoongi caminaba hacia la
cama. Allí dejó con cuidado a su hija de veintiún meses para luego quitarle su
pijamita, cambiarle el pañal, y vestirla con un conjunto nuevo que su tía Hyo Rin le
había regalado hacía poco.

Apenas acabó de vestirla, esta gateó sobre la cama con rapidez, yendo directo del
lado que solía ser de Jimin. Se trepó hasta la almohada grande, tirándose encima,
abrazándola y aspirando hondo.

-Pa -dijo cerrando sus ojitos.

Yoongi apretó los labios, reprimiendo las ganas de llorar que le daban siempre que su
bebé hacía cositas como esas. Se tragó el nudo que subió por su garganta, y se
acercó a aquel lado de la cama, tomando asiento en el borde.

-¿Recuerdas que estuvimos practicando algunos nombres, bebé? -le preguntó Yoongi,
sonriéndole mientras le acariciaba un pequeño rizo de su cabello.

-Ti -contestó, y luego rió cuando su padre le hizo cosquillitas en su cuello.

-¿De quién es el olor que tanto olfateas? ¿lo recuerdas? Papá...

-Mimiiin.

Yoongi rió, revolviéndole el pelo cariñosamente, no pudiendo evitar detener un par de


lágrimas que se le escaparon, las cuales se limpió tras sorber sus mocos.

-Jimin -pronunció lento y despacio.

Su bebé abrió y cerró la boca un par de veces, tratando de copiar el movimiento de


labios de Yoongi.

-Mimin... uhm... M-mimin... Y-yimin... ¡Mimin! -gritó con entusiasmo, dando un


saltito de emoción sobre la cama como si lo hubiese logrado. Luego miró con
curiosidad a Yoongi, quien la observaba con una feliz sonrisa de padre orgulloso-.
¿One ta papá Mimin?

Aquella sonrisa que iluminaba el rostro del alfa se fue desvaneciendo. Respiró hondo,
no dejando que su amargura lo dominara, y se puso la mano izquierda en el pecho, a
la altura de su corazón.

-Aquí... y aquí -señaló también el pecho de su hija-. Siempre en nuestros corazones.

Siempre en mi corazón, Park Jimin, tuyo sinceramente, Yoongi. Aquello fue lo que
escribió en un papel que formó parte del homenaje que le hizo seis meses después de
su desaparición. Cuando bajó los brazos, deteniendo su implacable búsqueda,
entendiendo que ya no había modo de encontrarlo.

O al menos eso fue lo que él creyó.

-¿Qué haces? -cuestionó en un susurro uno de los jóvenes omegas que descansaban
dentro de aquella fría y parcialmente oscura habitación, frunciendo el entrecejo al
percibir movimiento en la cama de al lado.

Jimin terminaba de ajustarse los borcegos. Se puso de pie y recargó el arma que le
había hurtado al asqueroso alfa que se hacía llamar su dueño.

-¿Lo intentarás de nuevo? -preguntó el pequeño Teddy, asombrado, y se talló los


ojos, destapándose al instante para luego sentarse en el borde de la cama, asustado-.
P-pero... la últ-última vez te c-castigaron muy feo.

-Tranquilo, esta vez no cometeré los mismos errores. Ya entendí como se mueven -
declaró el omega rizado, seguro de sí mismo, ocultando la pistola bajo su ropa.

-¿Y... y me d-dejarás aquí? -musitó el menor, llenándose sus ojos de lágrimas, pues
no se imaginaba estar allí sin el acompañamiento de Jimin, el omega que lo protegía
en aquel infierno, quien lo tranquilizaba cuando las cosas se tornaban feas, quien le
arrullaba y le sanaba las heridas que dejaba la violencia de los alfas, quien le
consolaba y animaba en las noches más duras, quien le daba de su comida cuando a
veces se quedaba con hambre, quien le permitía pasarse con él en la cama cuando el
miedo no le dejaba dormir.

-Claro que no, pequeño -murmuró Jimin tranquilizador, poniéndose de cuclillas frente
a él. Posó una mano en su rodilla y le sonrió-. Te prometí que nos escaparíamos
juntos, ¿recuerdas? Los tres...

Teddy esbozó una sonrisita, mientras las lágrimas bordeaban sus mejillas, las cuales
se limpió con rapidez.

-¿Me muestras tu pancita? -le preguntó Jimin de pronto.

Él asintió, obedeciendo sin rechistar, no tardando en levantarse su sucia y vieja


camiseta, la cual ocultaba su apenas abultado vientre donde allí crecía un prematuro
cachorrito producto de una de sus tantas violaciones.

Jimin se arrodilló y apoyó con suavidad una de sus manos sobre la tibia piel,
inclinándose para obsequiarle un dulce beso a la pancita.

Cuando él supo de aquel embarazo, la tristeza lo inundó profundamente. Lloró toda


una noche, pensando en porqué mierda tenía que sucederle todo aquello a un
inocente omega de doce años. Y su llanto aumentó al imaginarse la cantidad de casos
como el de Teddy que habría en todo el planeta.

Jimin detestó la mierda de mundo en el que vivía, prometiéndose a sí mismo que en


cuanto se reencontrara con Yoongi le pediría que hiciese algo al respecto contra el
trafico de omegas. Porque no podía quedarse de brazos cruzados luego de sufrirlo en
carne propia.

-Escúchame -susurró el rizado, bajándole la camiseta. Luego se sentó a su lado sobre


la cama-, tú te quedarás aquí y no saldrás hasta que yo pase a buscarte, ¿si? Primero
debo encargarme de despejar la salida, de deshacerme de los alfas, por eso no te he
despertado. No te pondré en riesgo a ti, Teddy. Te prometo que cuando esté todo
seguro volveré por ti y nos iremos lejos, muy lejos.

-Estás loco -mencionó una tercera voz, colándose a la conversación. Era Lucy, la chica
que dormía una cama arriba de Jimin-. Dime, ricitos, si es que logran escapar, ¿qué
harán una vez afuera? ¿Siquiera tienes una idea de en dónde nos encontramos?
¿Hacia dónde irán sin dinero? No durarían ni un día, ¿y sabes que pasará? Los
encontrarán y no sólo tu espalda recibirá unos veinte latigazos por hora, sino la de
Teddy también y será por tu culpa. Oh, y olvídate de ese bebé. Ni siquiera hará falta
que lo aborten, matarán al feto a golpes. Vólkov ya no tendrá compasión de nadie,
Jimin.

Tan pronto como la omega acabó de decir aquellas crudas realidades, Teddy se
apresuró a aferrarse al cuerpo del rizado, abrazándolo con el miedo aflorando en su
interior.

-Oh, cierra la maldita boca, jodida estúpida -escupió Jimin con rabia, frunciendo el
ceño, mientras envolvía protectoramente entre sus brazos al menor-. Eso no
sucederá, porque... ¿Sabes que haré? Mataré a Vólkov, tomaré una parte del dinero
que ese hijo de puta se hace con todos nosotros y me largaré con Teddy a Reino
Unido. Y no dudaré en asesinar a quien sea que se me cruce en el camino. No se tú,
pero yo tengo un alfa y una hija que me necesita. No pararé hasta salir de aquí.

-¿Lo m-matarás? P-Pero... gracias a él sobrevives, q-quiero decir... tu lazo -habló


Teddy, tartamudeando nerviosamente, cargando de pánico su mirada por lo que
planeaba hacer Jimin.

-No me importa mi lazo con él. Podré soportarlo, no te preocupes, cariño. Mi alfa me
sanará con su mordida después.

-¿Jimin? -Lucy asomó su cabeza desde arriba, mirando al ojimiel tímidamente-. ¿M-
Me llevas contigo... p-por favor?

El susodicho elevó una ceja, devolviéndole la mirada, y sonrió de lado.

-¿No que yo no duraría ni un día afuera antes de que me encuentren y me azoten a


mí y a quien me acompaña?

-Latigazos dije, no azotes -corrigió ella, rodando los ojos-. Es que... bueno... tu plan
parece bueno... y yo no quiero quedarme aquí, es decir, ¿quién querría? Es una
completa mierda esto.

-Lo sé, y está bien, te llevo conmigo.

-¿Y que pasará con los demás? -quiso saber Teddy, quien todavía continuaba apegado
al cuerpo de Jimin, con sus dos brazos enlazados alrededor de este.

El aludido suspiró pesadamente, tomándose su tiempo para pensar. Si fuera por él,
los sacaría a todos de allí, porque nadie se merecía vivir la mierda que estaban
pasando.
Todos habían quedado atrapados en el mismo negocio ilegal. A todos les tocó convivir
apretujados en aquel clandestino sitio. Omegas de distintas nacionalidades, vendidos,
entregados o secuestrados, fueron trasladado a un solo país, a una sola propiedad,
donde allí fueron esclavizados, teniendo que brindar su cuerpo para la explotación
sexual.

Sin embargo, Jimin siempre lo tuvo todo un poco más fácil. Era el único omega
mordido. El único omega que pertenecía totalmente a Vólkov, el jefe, a quien Jimin
tanto aborrecía. Y ser marcado por el jefe tenía sus privilegios.

Jimin se salvó de pertenecer al grupo de omegas que tenían como tarea andar semi-
desnudos por el resto de la siniestra y gélida propiedad, siendo tomados por el primer
alfa que se interesaba en alguno de ellos.

Por tal, en vez de entregar su cuerpo, Jimin daba bailes eróticos en bares atiborrado
de hombres lujuriosos. Pues, Vólkov no dejaba que otro, además de él, lo follara.
Permitía que lo vieran, lo desearan, lo adularan, mas no que lo tocaran. Porque era
suyo, y él disfrutaba violándolo en su habitación, castigándolo ferozmente cada vez
que este hacía de las suyas.

Al principio, Jimin había intentado escapar incontables veces, fallando y siendo


castigado en cada oportunidad. Hasta que un día se rindió y se hundió en la
amargura. Dejó de escapar, dejó de luchar, dejó de gritar. Sólo lloraba en silencio,
resignado, mientras era besado, tocado, penetrado por otro alfa que no era el suyo,
teniendo que drogarse para hacer los bailes porque sino, no podía.

Pero entonces, llegó un nuevo omega, uno pequeño, muy asustado y temeroso, el
cual no hacía ningún berrinche, sólo sollozaba sentado en un rincón, abrazando sus
rodillas, temblando más de miedo que de frío. Era Teddy, y su llegada lo cambió todo
para Jimin. Algo en su interior se activó, y en él nació unas terribles ganas de
protegerlo.

Jimin encontró en Teddy una razón para seguir luchando.

Sin embargo, ya no lucharía con fuerza, lo haría con inteligencia. Su nueva táctica:
ganarse la confianza de Vólkov, fingiendo ser un buen chico que ya había aprendido a
comportarse despues de tantos castigos.

Y le funcionó bastante bien. Al punto de tener a Vólkov casi comiendo de su mano, y


más cuando Jimin le sorprendía con bailes privados, tomando todo el control en la
cama.

Fue de ese modo que el rizado conseguía las cosas. Si mantenía de buen humor a
Vólkov a todos les iba mejor. Los omegas tenían más comida, más horas de
descanso, y hasta atención médica si la necesitaban. Así fue también como, luego de
enterarse del embarazo de Teddy, convenció al alfa de que ya no siguieran abusando
de este, ni golpeándolo.

Jimin también habría estado a favor de que abortara. Pero al momento en que le
explicó a Teddy que todas aquellas nauseas y mareos era porque había un cachorrito
chiquitito dentro de su pancita, su rostro se iluminó de alegría, una alegría que
desapareció luego de que Jimin dijera que era mejor sacarlo. Teddy negó, asustado,
colocando sus brazos en torno a su vientre, sin siquiera poder entender porqué no era
bueno tenerlo.

Teddy nunca entendió la gravedad de todo lo que ocurría a su alrededor. Su alma era
tan pura e inocente que se sentía realmente feliz de tener consigo a un cachorrito,
aún sin siquiera saber cómo fue que había llegado a su vientre, sin entender de toda
la responsabilidad que conllevaba tener un hijo y sin tener en cuenta de las
condiciones en las que estaba.

Y sin embargo, Jimin respetó su decisión, completamente conmovido. Pero quien no


lo hizo fue Vólkov, este no podía permitir que aquel embarazo siguiera, y por tal
razón le otorgó a Jimin hasta un cierto tiempo para deshacerse del feto.

El omega no pensaba quitarle su bebé a Teddy, al contrario, pensaba quitarle la vida


a Vólkov para huir con Teddy.

En realidad, Jimin deseaba huir con todos los omegas, pero ¿cómo haría? Él era el
único de la camada que tenía conocimiento en armas y sabía defenderse. Por su
cuenta se escabulliría fácilmente, pero con veinte omegas siguiéndole los pasos lo
veía muy difícil. Él no llegaría a proteger a todos.

-Con Vólkov muerto, podrán escapar solos -soltó el rizado-, pero de ahí en mas no lo
sé.

-Oh, Yoongi, deja de preocuparte. Ella estará bien -intentó tranquilizar Jungkook,
viendo lo inseguro que este se encontraba, y se echó en uno de los cómodos asientos
del jet privado.

Era la primera vez, desde que había nacido su hija, que Yoongi saldría del país en un
viaje de negocios y no se sentía nada bien al respecto.

-Odio esto, no quiero alejarme de ella. ¿Entiendes que Alaska ya sufre por la ausencia
de Jimin? Imagínate como estará al notar que ninguno de sus padres está.

-Ella sabe que volverás. Además, serán solo tres días, Yoongi. Arreglamos el asunto
con los rusos y ya está. Verás que en un abrir y cerrar de ojos ya te reencontrarás
con tu bebé.

Yoongi suspiró, derrotado, y miró por la ventanilla, pensando en qué estaría haciendo
su princesa ahora mismo. ¿Lo estaría extrañando? ¿Estaría llorando? ¿Y si lo
necesitaba? ¿Y si tenía miedo por algo y él no estaba ahí para arrullarla?

Mierda, no podía estar tranquilo pensando en que iba a estar varios días sin ella.
Yoongi la necesitaba tanto. Era lo único que lo mantenía en pie, la única razón por la
cual decidió seguir con su vida y no dejarse asesinar por la tristeza de un lazo roto.
Porque desde que le arrebataron a Jimin de su vida, Yoongi se volvió sumamente
dependiente de su hija.

Alaska era lo único que le quedaba de Jimin, aparte de su inolvidable recuerdo. En


ella veía a su omega en una mini versión femenina. En sus grandes ojitos veía una
razón por la cual soportar el terrible dolor que le atormentaba.

La amaba demasiado como para dejarla también. Nunca había importado cuantas
ganas tuviera de pegarse un tiro en la cabeza, no lo hacía porque ahí estaba ella con
su sanadora risa para salvarlo. Verla sonreír hacía que todo aquel sufrimiento valiera
la pena.

Había transcurrido su primer día en Moscú y antes de acostarse a dormir, llamó a su


hermana para ver que tal habían ido las cosas con Alaska. Habló cinco minutos con
ella, descubriendo que nada de otro mundo había ocurrido, y al cortar se dispuso a
dormir, sintiéndose más tranquilo.

Nunca se habría imaginado que, dos horas después, cuando la medianoche se


avecinaba, Jungkook interrumpiría en su habitación de hotel, exclamando su nombre
una y otra vez.

La luz fue encendida, y Yoongi se despertó malhumorado, frunciendo el ceño y


entrecerrando sus ojos por el brillo, sin entender nada.

-¡¿Qué mierda quieres?! -vociferó al ver que Jungkook lo destapaba, diciéndole que
se tenía que vestir.

-¿Recuerdas que me habían dicho que aquí había unos clubes nocturnos que... uff?
¡Pues, he ido a uno y tienes que venir! ¡No tienes idea de lo que son esos omegas! ¡Y
tú más que nadie necesita un polvo urgentemente! -decía exaltado, intentando que
Yoongi se despabilara del sueño.

-No necesito un polvo, quiero dormir -mencionó fastidiado, somnoliento, dejando caer
su cabeza en la almohada-, así que te agradecería que...

Jungkook lo cortó, sacándolo de la cama de un solo tirón. Un ruido en seco se oyó


cuando Yoongi aterrizó de golpe en el suelo.

-¡Tienes que venir! ¡Te juro que lo valdrá y me lo terminarás agradeciendo! -aseguró
este, abriendo el guardarropas para sacar de allí las primeras prendas que se le
presentaban, echándoselas a Yoongi en la cara, mientras este rezongaba en el suelo.

-¡No quiero follar! -gritó, quitándose las prendas de encima con enojo.

-Bueno, no hace falta que folles, ¡pero ven! ¡Dan espectáculos! ¡Bailes eróticos!
-No me interesa -refunfuñó, levantándose del suelo para echarse en la cama,
cubriéndose con el edredón hasta la cabeza-. Vete y déjame dormir, maldita sea.

Una malévola y despiadada risa huyo de entre los labios de Vólkov, aquel insensible y
temible alfa que dirigía el tráfico de omegas en aquella región de Rusia.

-¿En serio creíste que podrías burlarte de mi? -expresó con una cínica sonrisa en su
duro rostro, arrastrando el acento ruso en su habla-. Como me subestimas, bebé, no
puedo creerlo. ¿Acaso pensabas que pasaría desapercibido la desaparición de una de
mis armas? No seas iluso, Jimin. Tú no te irás de mis manos.

El omega se encontraba arrodillado en el suelo, atado de manos y tobillos. Cabizbajo,


trataba de que las lágrimas no se hicieran presentes. Había fallado. Le había fallado a
su pequeño una vez más.

-Te molería a golpes ya mismo por tu impertinencia. Sin embargo... -Se colocó de
cuclillas, y le acarició una mejilla con suavidad-, tienes que verte muy bonito para el
show de esta noche, bebé -completó la frase con una maliciosa sonrisa y le tomó de
la mandíbula con fuerza, levantándole la mirada abruptamente-. Así que te duchas, te
vistes y sales a dar tu maldito baile. Luego me encargaré de darte tu merecido. Oh, y
olvídate por completo de Teddy. Lo venderé a un tipo que tiene como fetiche torturar
a omegas embarazados, ¿qué te parece? Es un buen negocio, ¿no?

-¡¡HIJO DE PUTA!! -gritó Jimin desgarradoramente, soltando toda la furia que se


concentraba en su interior, e intentó liberarse de sus ataduras para lanzarse a
atacarlo con sus propias manos. Pero no pudo, consiguiendo sólo caerse contra el
suelo, llorando sin consuelo con su mejilla pegada a la baldosa.

No quiso ducharse, ni cambiarse, ni nada. Solo quería ver a Teddy, decirle que todo
iba a estar bien y que de alguna u otra manera iban a salir de allí. Pero no le dejaron
verlo. Le vendaron los ojos, lo metieron dentro de un auto y en el camino le
inyectaron el brazo.

Yoongi bufó. No sólo no podía creer que había accedido a la insistencia de Jungkook,
sino que también seguía sin entender el afán de este de llevarlo allí. No tenía nada de
especial aquel sitio tan vulgar. Era despreciable. No le gustaba para nada el
ambiente, y ni siquiera sentía la necesidad de mirar por más de un segundo a las y
los omegas que bailaban o circulaban por allí al borde de la total desnudez.

El lugar contaba con un escenario central que venía con pasarela y varios caños de
baile. También había algunas mesas que tenían un mismo caño en el centro para
bailes más exclusivos. Sin embargo, Yoongi y Junkook ocupaban un sitio más
apartado en la zona vip, el cual se situaba en un medio piso y tenía vista perfecta al
escenario desde un costado.

Pero Yoongi estaba tan incómodo y aburrido. Lo único que le ayudaba a sobrellevar la
situación era el trago que tenía entre sus dedos. Jungkook, por su parte, no cesaba
de mirar de un lado a otro, como si estuviese buscando a alguien con ansias.

-¿A quién se supone que buscas? -preguntó Yoongi desinteresado, terminando su


bebida de un solo trago.

-A un omega que te volverá loco -contestó, haciendo reír al otro-. Estoy seguro de
que debe andar por alguna parte. Pero en fin, ya lo visualizaré.

-Déjate de estupideces, el único omega capaz de volverme loco ha sido Jimin y ya.

-Créeme, te volverá loco -aseguró Kook, esbozando una disimulada sonrisa ganadora,
mientras seguía buscando con su mirada a Jimin. Porque sí, lo había visto antes.
Demasiado drogado para ser el Jimin que él alguna vez conoció, pero era él.
Yoongi rodó los ojos, suspirando. El alfa de ojos marrones detuvo su búsqueda y
centro su mirada Yoongi. Se inclinó sobre la pequeña mesita que acompañaba los
sofás, y en dialecto italiano comenzó a decir:

-Escúchame, aquí hay demasiada seguridad. Tendrá que ser muy preciso lo que
hagamos. Si no te lo estoy diciendo claro es para que no te alteres. Al menor indicio
de atentado abrirán fuego. Los rusos son tan jodidos.

-¿Qué mierda dices? ¿De qué atentado hablas?

-Me amarás, hermano, me jodidamente amarás. Armé un plan de ataque, rescate y


fuga. Te traje a ti y al resto de guardaespaldas porque solo no iba a poder. Aparte, no
me corresponde a mi. Tendría que ser tu operativo, pero me he adelantado porque tú
habrías cometido una locura sin planificarla antes y habrías acabado muerto.

-¿De qué hablas? ¿Ataque? ¿Rescate? ¿Qué mierda has tomado, Jungkook?

-Rescataremos a un omega.

-Joder, ¿es en serio? Si quieres a un omega, negocia por él. No hace falta armar
semejante escándalo.

-¿Te crees que no lo he intentado ya? No está en venta. ¡Te juro que me habría
encantado llevártelo con un moño en la cabeza!

Yoongi resopló, no pudiendo creer lo que escuchaba.

-Si es por mi, ni te molestes. Te habría arrojado al omega por la ventana si me lo


llevabas, sea quien sea.

Jungkook se carcajeó.

-No sabes lo que dices. -Hizo una pausa para beber un sorbo de su trago-. Cuestión,
afuera Taeyang y Surco se están encargando de los gorilas de seguridad que vigilan
todas las puertas de entrada y salida. Los demás están infiltrados aquí adentro. Y si
notas, hay dos alfas uniformados bien protegidos que controlan todo. Son los dueños
del sitio, y al parecer uno de ellos es el alfa del omega que, entre comillas, nos
robaremos. Así que, escucha bien que esta es la parte más emocionante, ni bien
Surco me de la señal, abriremos fuego contra ellos. Tu corres directo hacia el objetivo
y una vez lo tengas huiremos. Taeyang nos estará esperando con el auto en marcha.

-¿Realmente hablas en serio? ¿Y por qué yo sería quien tiene que salir corriendo por
el "objetivo"? -cuestionó Yoongi, abatido, y se puso de pie-. No quiero correr, es más,
no quiero tener nada que ver con todo esto. Estoy muy cansado y desanimado. Lo
siento, Kook, pero yo no...

Las luces se apagaron de repente. Los reflectores iluminaron con su cegadora luz el
escenario vacío, que pronto fue pisado por aquel omega de rizada cabellera y pupilas
dilatadas al tiempo que la introducción de You can leave your hat on comenzaba a
sonar en todo el sitio.

Yoongi volteó, y todo se detuvo en aquel segundo.

-Jimin...

Bebés ahí tienen el epílogo, muchas gracias por el apoyo, esta obra está a nada de
concluir, sigan aquí y tengan paciencia, todo a su tiempo.

Tengo otra historia arriba, esa es mía, pero vine a darles un ofertón y ¿Quien no
quiere ofertones? Xd
Escojan una y más adelante les diré cómo va esto.

Esta:
O esta:

Muy bien hermosas personitas, les diré, en el grupo dije que iba subir más historias,
una ya la tengo arriba que es Don't Run Away, vayan a leerla XD. Dije que subiría
otras dos historias más, otra mía y otra adaptación, el problema es que yo actualizo
muy lento por el factor tiempo, pero tienen una ventaja, si yo subo dos historias o
tres contando DON'T RUN AWAY, en mayo (si es que no repruebo y paso todas las
materias) les daré capítulos muy rápido. Yo salgo en Mayo y tengo de vacaciones 3
meses, entonces estaría muy activa por aquí, escribiendo, adaptando, editando, etc,
etc.

Entonces, ustedes tienen que elegir uno de esas dos obras y la más mencionada
ganará, la otra adaptación será una sorpresa mía c:

Y ya, gracias por todo, ya sabes que hacer.

Pd: si quieres estar en el grupo te dejo el link en mi perfil, en los comentarios y por
aquí, lxs amo.

https://chat.whatsapp.com/Ervrz6Qy4kMHI8Q2uSSlyv
||Extra 1||

El horizonte se tornaba anaranjado con la lenta huida del sol. Jimin miraba el bonito
atardecer a través de la ventana del espacioso y confortable vehículo en el que se
encontraba viajando en compañía de su preciosa familia. Aquella que había formado
con Yoongi, su alfa, su mas que preciado amor de su vida, quien ahora mismo se
encontraba conduciendo la flamante Vans hacia la zona costera de Los Ángeles,
California.

Dos autos con algunos de sus hombres de seguridad los acompañaban de cerca en
aquella trayectoria, no sólo para brindarles protección rutinaria sino para cooperar en
el operativo armado que se realizaría durante el anochecer del día siguiente.

Sería una misión tan básica, pero a la vez tan importante, la que se llevaría a cabo. El
futuro de uno de sus hijos se definiría con ésta, y por ello toda la familia Park y Min se
involucraría en modo de apoyo.

Desde su lugar en el asiento del acompañante, Jimin miró hacia la parte trasera del
auto, posando su mirada en su hija menor, Venecia, la cual estaba sentada al fondo
junto a uno de sus hermanos mayores.

-Ya estamos por ingresar a la autopista, así que... ultima oportunidad para
arrepentirte, Vee -avisó Jimin en un tono suave y calmado, sonriendo ligeramente.

Venecia levantó la vista de la pantalla holográmica de su dispositivo móvil, haciéndola


desaparecer luego de escuchar su nombre. Extrañada, notó que la mirada de toda su
familia estaba puesta en ella. Hasta su padre Yoongi la miraba por el espejo
retrovisor, expectante.

Se encogió un poco sobre sí misma, intimidada.

-Ya sabes que no nos enojaremos, ni nada por el estilo, amor. -Le recordó su padre
alfa, haciendo resaltar la dulzura y la comprensión que albergaba en su ser a través
de su tono, poco después de regresar la vista a la carretera-. Aún puedo dar la vuelta
y dejarte en casa.

-No, sí q-quiero ir c-con ustedes -respondió la menor, titubeante, nerviosa,


procurando no lucir tan temerosa-. Ya no quiero ser la única de la familia que falte -
agregó tímida, casi en voz baja.

En realidad, deseaba estar presente para alentar al alfa al cual amaba. Pero eso no
iba a decirlo; era su secreto.

-¡Esa es mi chica! -exclamó Alaska con orgullo y emoción, y a continuación estiró uno
de sus brazos hacia atrás para que su hermanita le chocara los cinco. Ella sonrió y lo
hizo.

Venecia Min, de profundos ojos negros, suave piel lechosa y alisado cabello oscuro,
apenas acababa de cumplir diecisiete años. Diecisiete y aquella no sólo sería la
primera misión en la que se involucraría en persona, sino que también sería la
primera vez que vería a uno de sus hermanos convertirse en asesino.

Si bien Venecia aborrecía la situación, aterrándole demasiado el hecho de presenciar


algo así, estaba decidida a afrontarlo.

Todo lo hacía por él; por su alfa.

Porque ella sabía que él la necesitaba en aquel momento, porque, aunque su


presencia no fuese fundamental, ansiaba estar allí para calmar sus nervios y ver con
sus propios ojos que todo saliera bien. Además, en Venecia asomaba un ápice de
deseo por averiguar por su cuenta como se sentía la acción fuera de las pantallas.
Porque sí, a su corta edad, Vee ya era casi toda una experta en el área de la
tecnología y la computación, resultando ser una increíble hacker. Había colaborado
varias veces con su padre Yoongi, ayudándole en misiones donde se requería hackear
sitios o sistemas.

Venecia siempre había destacado por su inteligencia y su habilidad detrás de la


pantalla que fuera. Por tal razón, jamás le interesó las armas, ni los enfrentamientos,
ni nada que tuviese que ver con poner el cuerpo en la escena en la que habría un
crimen.

Ella no era como sus demás hermanos. No era tan entusiasta y atrevida como Alaska,
no era tan valiente y persuasivo como Jin, ni tan ágil y veloz como Teddy. No se
parecía ni un poquito a ninguno de ellos, y sin embargo los admiraba demasiado.
Porque, dios, sus hermanos eran tan increíbles.

Alaska, una impertinente e imponente alfa, tan directa y descarada como su padre
omega, manipulaba todo tipo de armas con vigor, jamás fallándole al blanco; Jin, otro
imponente alfa, tan cínico y frío por fuera, pero tan dulce y apasionado por dentro,
persuadía a quien sea sin necesidad de un arma de por medio; Teddy, un precioso
omega especialmente sensitivo, arisco y delicado, sabía defenderse con astucia y
rapidez a mano desarmada.

Y Venecia... ella sólo era buena en el mundo virtual, fuera de el se sentía una omega
tan indefensa y ordinaria. Una omega que necesitaba de sus papis para sobrevivir o,
en su defecto, de su supuesto hermano. Ese al que tanto amaba como a algo más
que un hermano.

-De acuerdo, cariño, sólo espero que lo hagas porque realmente quieres y no porque
te sientas obligada -habló Jimin, mirándola a través del espejo retrovisor con sus
tranquilizadores orbes. Venecia asintió, pareciendo no albergar intenciones de
retroceder en su decisión-. Bien, quiero pensar que cada uno ya se tiene bien
aprendida su posición. Mañana temprano realizaremos una simulación y les
indicaremos un plan B en caso de que...

-¿Plan B? Oh, genial, gracias por pensar en que mi misión fallará y se necesitará de
un plan B... Joder, Min Jimin, que gran motivador eres -soltó Jin con el sarcasmo
resbalándose de entre sus labios, al tiempo que miraba distraídamente por una de las
ventanas, sin saber que su comentario alteraría al alfa jefe de la familia.

Yoongi soltó un repentino gruñido de puro instinto, sintiendo a su alfa interno


removerse de disgusto, ansiando defender a su omega de aquel ataque, aunque sólo
se tratase de uno de sus muchachos y sólo era inofensivo sarcasmo.
Min Seok Jin, hijo no biológico de la pareja, con veinte años ya aseguraba que estaba
listo para cometer su primera misión de verdadera importancia. Yoongi también lo
creía. Y sin embargo, Jin no podía dejar de sentirse algo agobiado y nervioso,
cargando una presión en su hombros que procuraba esconder a toda costa.

Jin nunca se había sentido del todo seguro ocupando un rol importante dentro de la
familia Park y Min. De algún u otro modo, jamás se creyó suficiente al no ser un
autentico hijo de Jimin y Yoongi.

Sólo era un sobrino de Yoongi, un huérfano hijo de la difunta omega Min hyo Rin y el
difunto alfa Taeyang. Personas que Jin ni siquiera lograba recordar, apenas sabiendo
de ellos por las anécdotas que Yoongi y Jimin solían contarle, pues éstos jamás le
ocultaron su verdadera procedencia.

Realmente le habría gustado mucho conocer de grande a sus verdaderos padres.


Estaba orgulloso de saber que habían sido honradas personas que hasta el último
momento dieron todo por la familia. Aún así, no se quejaba para nada de haber
crecido junto a sus tíos, a los que en realidad consideraba como unos padres de
corazón por el inmenso amor que les tenía.

Pero, quizá, habría tenido menos presión si sólo se quedaba en el puesto de un hijo
de guardaespaldas. Porque estar en el puesto de un hijo de un jefe no siendo un hijo,
era algo difícil.

En plena pubertad, Jin llegó a sentirse poca cosa como para ser considerado un hijo
del enigmático Min Yoongi. Asunto por el cual durante toda su adolescencia vivió
esforzándose por ganarse el lugar, por ser el orgullo de su padrino Yoongi, por ocupar
con dignidad el puesto de ser aquel destacado hijo alfa que nunca pudo tener.

Realmente se esforzó, adoctrinándose a la perfección de acuerdo a las expectativas


de su padrino. Por lo tanto, Jin se formó de tal modo que a sus cortos veinte años ya
era lo suficientemente maduro, prudente y responsable, tan leal e inteligente, como
para transformarse pronto en la mano derecha de Yoongi.

Pero a veces el miedo a fallar lo arremetía. Jin no quería fallarle a su padrino, no


quería cometer un error y decepcionarlo, obteniendo más que su orgullo su completo
rechazo.

Y fue por tal motivo que a pesar de sentirse enfermizamente atraído y más que
enamorado de la pequeña e indefensa Venecia, la omega por la cual su alfa interno
rugía de veneración, no existió instante en el que se atreviera a tratarla como algo
más que su hermana menor.

Jin siempre estuvo consciente de lo peligroso que habría sido involucrarse de un


modo más sexualmente íntimo con ella. Por lo que, pese al gran deseo que le tenía,
jamás lo hizo. Ni en sus peores y mas insufribles celos. Pues la lealtad ante Yoongi
era primero, y Jin le tenia demasiado respeto como para burlar su confianza de
aquella atrevida e imperdonable manera.

Del mismo modo en que no le fallo con su hija menor, Jin no iba a fallarle en aquella
misión. O eso rogaba.

-No podemos descartar la posibilidad de que falles, ¿comprendes? -escupió Yoongi


con el ceño fruncido, apretando el volante con fuerza mientras se adentraba al
autopista, tomando más velocidad. Luego respiró hondo al ver y sentir la mano de su
esposo con sus respectivos anillos adornando sus preciosos dedos posada sobre su
muslo, claro indicio de que debía calmarse. Así que lo hizo. Relajó sus músculos
tensados y suavizó su endurecida expresión, controlando a su alfa interno-, lo cual no
estará mal -continuó al recuperar la tranquilidad-. No será el fin del mundo si fallas,
hijo. Ni siquiera lo será si tampoco te atreves a disparar. Yo lo entenderé. Así como
entenderé si cualquiera de ustedes no está dispuesto a trabajar conmigo y con Jimin
de este lado. Del lado crudo y sin censura, del lado que no todos ven y prefieren
ignorar, del lado que va en contra de la ley, de esa absurda hipocresía sobrellevada
por los gobiernos cuya grandeza no es mas que porquería maquillada. Esta es la
realidad; nuestra realidad. El mundo es como es, y nosotros somos lo que somos.

El silencio que dejó Yoongi tras acabar con su improvisado discurso fue quebrado por
los fuertes e inmediatos aplausos espontáneos que dio Alaska en un gesto puro de
diversión, fingiendo con dramatismo e inmadurez que aquellas palabras le habían
llegado al corazón.

Jimin esbozó una sonrisa y se remordió el labio inferior, reimprimiendo las ganas de
reír. Oh, cuánto amaba a su nena.

-Apropósito, si Jin no se atreve a disparar, ¿puedo hacer yo el trabajo? -La hija mayor
de la pareja sonrió con sorna, observando de soslayo a su hermano alfa, saciando su
sed de provocación.

Jin frunció su entrecejo y su puño cerrado viajó directo hacia el hombro de la alfa,
golpeándola.
-Sí me atreveré -gruñó el aludido muy seguro de sus palabras-. Ya verán que no
fallaré y ni se necesitará de un plan B.

Muy al contrario de quejarse del golpe que recibió, Alaska cerró también su puño y le
devolvió a su hermano el impactó con más fuerza, iniciando así una pelea, lo cual ya
era costumbre entre ellos. Llevaban peleándose desde que eran unos niños.

Jimin evocó aquel recuerdo con nostalgia, añorando de pronto aquellos años de
juventud.

-Niños, dejen de golpearse -habló Jimin con voz firme, autoritaria, mas su nostálgica
media sonrisa rompía con la seriedad.

-¿Niños? ¿Cómo niños? -protestó Alaska, haciendo a un lado la pelea con su


hermano-. Habla por él, yo ya tengo veintidós años y...

Jimin soltó una gran risa, sin dejarle seguir.

-¿Escuchaste, Yoongi? Veintidós años dice que tiene nuestra bebé -le dijo a su alfa
con una divertida tonada, y apenas su esposo lo miró, sonrió sin más remedio y negó
con la cabeza.

-¿Cómo que veintidós? Cinco años tienes, Alaska, cinco -le corrigió Yoongi en modo
burlón, viéndola por el espejo retrovisor con la sonrisa que no despegaba de su
rostro.

Y en momento como ese era cuando se daba cuenta de todo lo que había crecido su
princesa, su beba, su primera hija ya hecha toda una mujer. Luego miró a su sobrino
y ahijado, a Jin, quien estaba a punto de tener su primera misión con un arma de
fuego, Yoongi no podía creer como el jodido tiempo había pasado. ¿Cuándo fue que
sus niños cambiaron sus juguetes por las armas?

Antes de regresar su vista al frente, le echó un vistazo a sus bebés del fondo,
descubriendo que Venecia ya había vuelto al mundo virtual, mientras que Teddy se
encontraba limándose las uñitas ligeramente larguitas con las que a diario rasguñaba
a medio mundo cual arisco gatito.

-¿Y que hay de ti, Teddy? ¿Estás seguro de querer venir? -pregunto Yoongi al subir
las revoluciones-. Mira que aún puedo dar la vuelta y dejarte en casa, no es
obligación que...
Dejó la oración en el aire al no lograr contener la risa que Jimin le contagió.

-¿Qué? -Teddy lo miró con una ceja elevada, fingiendo ofensa-. ¿Dejarme en casa? ¿A
mí? Que chistoso eres, pa.

Min Teddy, de marrones ojos, finos rasgos y cabello castaño, contaba con diecinueve
años, y si bien había sido criado junto a los Min, no llevaba la sangre de la familia en
sus venas.

Teddy tampoco era hijo de la feliz pareja. Más bien era el hijo de aquel pequeño
omega de doce años del cual Jimin se había encariñado cuando estuvo secuestrado en
Rusia.

El inocente e inofensivo Teddy no había sobrevivido al parto de aquel embarazo no


deseado. Su cachorrito nació en perfecto estado, pero él ya no estaba en el mundo
como para llorar de felicidad. Quien estuvo allí fue Jimin, llorando de angustia con su
vientre levemente hinchadito por su segundo embarazo, aquel embarazo que poco
después perdería por culpa del hermano de Vólkov, el cual, en su venganza, al
fracasar y no poder ejecutar a Jimin y a su alfa, su último recurso antes de morir en
manos de Yoongi fue dejar estéril al rizado omega.

Porque sabía que un omega esterilizado perdía por completo toda su magia,
transformándose en un ser apagado y marchito, uno que ya ningún alfa desearía
tener a su lado. Y en eso mismo se convirtió Jimin a sus joviales veintiún años. Pero
lo que jamás llegó a saber el hermano de Vólkov, era que Jimin contaba con un fiel
alfa que jamás lo abandonaría, ni aún con el peor de los defectos.

Fue gracias al amor de su alfa y de su preciosa hija que Jimin salió a flote cuando se
hundió en la desgarradora tristeza. Sólo entonces, ya con sus fuerzas renovadas, no
dudó en hacerse cargo del bebé de su pequeño Teddy, llamándolo de igual forma en
honor a él. Yoongi tampoco había titubeado en responsabilizarse por aquella huérfana
criatura.

Ambos lo cuidaron y lo amaron como si fuese un cachorrito propio, como si fuese su


cachorrito, aquel que perdieron. Por lo tanto, Teddy siempre fue un hijo más para
ellos.

Al igual que Jin, el también solía sentirse insuficiente por no ser un hijo biológico de la
pareja a la cual tanto apreciaba y admiraba. Pero tampoco se quejaba. Jimin y Yoongi
eran unos padres geniales, tan liberales y confiables, que él nunca se sintió incomodo
por haberse presentado como un omega hombre.

Jimin fue quien se encargó de que el autoestima de su Teddy no se bajara por no ser
un alfa, inculcándoles a todos sus hijos que el ser omega no significada ser menos,
que valían tanto como los alfas y que merecían el mismo trato y respeto. De aquel
modo buscó quebrar con la estereotipada sociedad que de a poco se abría más hacia
la igualdad.

Gracias a la educación y al buen trato que recibió de sus padres, Teddy jamás se
menospreció por ser como era, teniendo una buena base de confianza y seguridad
con la que se desenvolvía en el mundo, ignorando los pensamientos retrógradas de
los mente cerrada.

Y Yoongi estaba tan orgulloso de él, así como estaba orgulloso de su pequeña
Venecia, su hacker preferida, la última bebé que criaron como suya. Porque la secreta
realidad era esa. Venecia no lo sabía, pero tampoco era una legítima hija de sangre.

La única a la que Jimin llevó en su vientre fue a Alaska. Miles de noches el omega
lloró por no lograr darle más bebés a su alfa y por haber perdido al único que había
concebido antes de quedar estéril. Jimin ansiaba tanto volver a estar en estado, pero
hiciese el tratamiento que hiciese, ya no podía concebir un nuevo cachorro de Yoongi.

Por lo que, después de largos años llenos de desilusiones, dejaron de intentarlo,


comprendiendo que si la vida les había dado bebés de otra forma fue por algo.

Jimin no había podido volver a quedar embarazado, y por eso con su alfa terminaron
de formar su familia con bebés huérfanos, envueltos en desgracia, a los que la vida
compensó con una segunda oportunidad al caer en brazos de dos ángeles sin alas.

El anochecer raspaba el horizonte sonrosado casi abandonado por el sol. La familia


Min y sus agentes de seguridad ya se encontraban instalándose en la bonita y
ostentosa casa de verano que fue seleccionada para ser habitada hasta después de
que la misión se concretara.

La familiar casa poseía una maravillosa vista al mar y un precioso patio hecho de un
pulcro piso de madera que desembocaba directo hacia la playa de Malibú. Balcones
con barandillas de cristal decoraban todo el primer piso.

La cena no se demoró en ser hecha, por lo que pronto ya todos se encontraban


degustando de la especialidad de los Min: pasta con un buen vino para acompañar.
Comieron en familia, manteniendo el silencio apartado al no dejar de conversar desde
lo más profundo hasta lo más trivial.

Luego, dado que aún era algo temprano como para ir a dormir, los jóvenes optaron
por montar una pequeña fogata en la playa, llevándose con ellos algunas latas de
cerveza y unas que otras mantas, mientras que Jimin y Yoongi decidieron iniciar una
partida de billar.

La pareja adoraba enfrentarse juguetonamente en la actividad que sea, y más si


aquella actividad acababa en sexo duro. Pero esa noche no estaba en sus mentes
tener intimidad por obvias razones. Aunque a Yoongi le encantara hacer suyo a su
omega sobre mesas de juego, ese no era el momento, ni el lugar.

-Tu turno, amor, a ver si ya la metes -dijo Yoongi con un aire burlesco, al darse
cuenta de lo distraído que andaba su esposo.

Jimin se rió, inclinándose sobre la mesa, buscando la posición adecuada para pegarle
a la bola seleccionada en su mente. Pero antes de dar el golpe, miró a su alfa y sonrió
de lado, coqueto, marcando su eyesmile.

-La metería si me dejaras -argumentó, haciendo notorio su doble sentido con un


guiño de ojo, y sin más golpeó con el taco la bola lisa que se impulsó con velocidad
por la mesa, chocando contra un extremo y yendo directo hacia una esquina, mas por
una falla de milímetros no entró-. ¿Qué dices? ¿Me dejas? -agregó Jimin, sonriendo
con cierta insolencia.

Yoongi lo miraba directo a los ojos con una ceja alzada, esbozando una media sonrisa
juguetona.

-Cuando seas un alfa te dejaré -sentenció en forma de broma y caminó hacia el lado
opuesto de la mesa, para luego inclinarse sobre ésta, poniendo en posición el taco de
billar.

-¿Me harás esperar hasta una próxima vida en la que me presente como alfa para
meterla?

El mayor dio su golpe a la bola. La misma se desplazó a gran velocidad hasta caer en
uno de los huecos de las esquinas. Sonrió, victorioso y altanero.

-Lo siento, amor, así funcionan las cosas. Quéjate con la vida, no conmigo.

Jimin bufó.

-Bien, cuando sea alfa te buscaré y más te vale que sigas siendo un alfa porque me
excita imaginar la agresividad y la brutalidad tremenda que tendríamos ambos en la
cama, todo sudados, gruñéndonos, destrozándonos la ropa mientras nos peleamos
por tener el control. Y claro, ganaría yo y te haría mío. Luego, como soy bueno, en la
siguiente jugada te dejaría follarme.

Yoongi soltó una ligera risa incrédula.

-Deja de soñar, cariño mío, jamás ganarías contra mi.

-¿Quieres apostar? -Jimin sonrió con picardía, arrojando el palo del billar contra la
mesa, importándole una mierda que las bolas que quedaban en juego se dispersaran
por su culpa-. Hasta siendo omega podría ganarte si me lo propondría.

El alfa lo miró con detenimiento, poseyendo en su oscura mirada un destello de


diversión y un mísero rastro de lujuria.

Gozaba demasiado cuando su esposo se ponía de aquel modo.

Y sin embargo, toda aquella lujuriosa diversión se desvaneció de un segundo a otro


en cuanto el semblante de Jimin se tornó pálido y sin expresión al colocar una mano
sobre su estómago.

-¿Estás bien, amor? ¿Volvieron las nauseas? -Yoongi soltó el taco de billar,
preocupado.

-Sí... -El omega suspiró amargamente-. Iré por un vaso de agua -anunció antes de
retirarse hacia la cocina.

Sin embargo, jamás llegó a la cocina. Unas repentinas arcadas le obligaron a


desviarse instintivamente hacia el baño más cercano. Acabó de rodillas frente al
escusado, vomitando la cena entera que tal parecía su estómago no había podido
retener.

Al terminar, tocó el botón para que el agua se llevara toda aquella asquerosidad y se
puso de pie, para luego limpiarse la boca con agua y quitarse las lágrimas de su
rostro.

Con amargura se miró a través del espejo y trató de recordar cuantas veces había
tenido nauseas y se había mareado aquella última semana.

La puerta del baño fue golpeada suavemente, y Jimin ni siquiera tuvo que abrir para
saber que su alfa era el que se encontraba del otro lado. En efecto, Yoongi fue quien
entró y regó el aire con una oleada de aroma a alfa preocupado y entristecido. Jimin
no dudó en tirarse a sus brazos y llorar, preso de una angustia incontenible.

Yoongi lo sostuvo con fuerza, aferrándose a él al sentir en su cuerpo y en su mente


todo lo que éste le estaba transmitiendo.

-No llores, amor -susurró el alfa con una tonada tranquilizadora, mientras arrullaba a
su esposo con suaves caricias-. Hay que mantenernos fuertes, cariño, no te
angusties.

-Pensé que ya lo había superado, pensé que ya no volvería a caer en lo mismo... ¿Por
qué mi mente vuelve a jugar conmigo de esta manera?... E-Es tan duro.

-Lo sé, amor, lo sé...

-Los mareos, las náuseas y ahora el vómito... Mierda, Yoon, no soportaré que me
envíen de nuevo a terapia por otro jodido y estúpido embarazo psicológico -expuso
entre débiles sollozos al tiempo que se aferraba aún más al cuerpo de su alfa.

-Tranquilo, mi cielo, no te precipites. Puede que sea cualquier otra cosa -Hizo una
breve pausa en la que rompió con aquel abrazo que mantenían y miró a los ojos a su
omega, limpiándole las lágrimas con un suave roce de sus pulgares-. Cuando
regresemos a casa hablaremos con nuestro médico, ¿de acuerdo? Y si llega a ser el
caso, si es otro embarazo psicológico, ya diste un enorme paso al darte cuenta de que
sólo es un truco de tu mente. Ya has ganado tú al no dejarte convencer. Y sé que
duele, amor, sé que no deja de ser un puto recordatorio de que no hubo ni habrá un
nuevo cachorro en tu vientre, pero hay que mantenernos fuertes y mirar hacia
adelante. Es una realidad que venimos enfrentando desde hace mucho, así que no te
eches hacia atrás, mi vida. Aquí me tienes a mí, aquí tienes a todos, ¿quieres que te
recuerde que tenemos cuatro maravillosos hijos y que pronto uno nos hará abuelos?
¿Permitirás que la tristeza de una realidad ya aceptada te nuble la bonita vida que
llevamos?

Deshecho en un mar de angustiosas lágrimas, Jimin esbozó una ligera sonrisa.

-Abuelos -repitió luego de sorber los mocos y pasarse las palmas de las manos por
sus mejillas para secarse las lágrimas-. Me hace sentir tan viejo -admitió, riéndose
por lo bajo.

Las comisuras de los labios de Yoongi se elevaron en una genuina sonrisa al ver que
la alegría renacía en el amor de su vida.

-Ya somos viejos -repuso este.

-Cállate, yo sigo siendo joven -replicó el omega teniendo de regreso su terca y


juguetona actitud, luego abrazó con prisa a su esposo, aferrándose de golpe a él-.
Gracias por no dejarme caer, Yoongi, gracias por siempre tener las palabras justas
para levantarme el ánimo. Sé lo mucho que te esfuerzas por mantenerte sólido para
mí y gracias, mi amor, gracias por no dejar de ser tan fuerte.

-Oh, Jimin... tú me haces fuerte.

Dicho eso, el alfa buscó los labios de su esposo, encontrándolos con facilidad para
fundirse en un húmedo y reconfortante beso.

-Bebé, escúchame, si mañana te sigues sintiendo mal, será mejor que te quedes aquí
a descansar, ¿de acuerdo? No quiero que te expongas sabiendo tu estado.

Jimin suspiró, desganado, no muy conforme con la idea de perderse la misión. Mas,
sin embargo, aceptó. Sabía que con ello se ganaría la tranquilidad de su alfa.

-Esto me ha puesto tan sensible que ahora lo único que quiero es estar acurrucado
junto a ti bajo una manta, que me mimes con tus suavecitas caricias y me arrulles
con tu bonito canto así como cuando éramos mas jóvenes, ¿lo recuerdas, Yoon? Y-
Yo... Necesito eso...

Una pequeña sonrisa decoró el rostro del alfa, quien se enterneció demasiado con
aquella declaración de su omega.
-Podrán pasar todos los años que sean, podrás haber crecido y madurado todo lo que
quieras, podrás ser tan sin vergüenza y atrevido como deseas, pero me encanta saber
que al final del día tu continuarás siendo mi adorable y sensible bebito que necesita
de mis mimitos y canciones para dormir.

Jimin torció el gesto, disgustado, y le dio un leve empujón.

-Joder, te odio, ya no quiero nada -dijo, medianamente humillado, con sus mejillas
apenas encendidas.

Yoongi se carcajeó, y para antes de que su omega se le escapara lo atrajo hacia su


cuerpo y lo besó.

-Dile al Jimin terco y orgulloso que se vaya que quiero a mi bebé sensible de vuelta.

El omega se sonrojó aún más, ocultando su rostro en el cuello de su esposo por pura
pena.

-No me gusta que te aproveches de mis momentos de debilidad -susurró-, ya sé que


en el fondo sólo sigo siendo un estúpido omega infantil, sensible y vulnerable. Me
avergüenza serlo y lo sabes, me duele que te burles...

-Oh, cariño, pero... pero si sabes que no lo hago con mala intención, ¿por qué te
pones a la defensiva? A mi me encanta como eres por dentro, Jimin, y no tienes
porqué sentir vergüenza. Siempre te menciono que adoro mimarte y arrullarte, para
eso he nacido. Así que no debes avergonzarte, bebé, sabes que eres perfecto para mí
y que te amo en cada una de tus etapas.

Jimin ya estaba llorando de nuevo.

-Tú eres un alfa tan perfecto, Yoon, y... y-yo... yo soy tan...

-No, Jimin, no sigas. No te autodestruyas. Mierda, bebé, ¿otra vez pasaremos por
esto?

La brisa veraniega de una cálida noche de luna llena acariciaba el rostro de los cuatro
jóvenes que en medio de la playa, con mantas, música, latas de cerveza y un
cigarrillo electrónico con un filtro de cannabis, pasaban el rato bajo la luz del fuego.
-Venecia, bonita, ¿puedes dejar ya de estar metida en tu maldito mundo virtual? -
reprochó Alaska luego de haberle dado una pitada al cigarro antes de pasárselo a
Teddy-. Sé que ni siquiera prefieres estar aquí, que ni siquiera te gusta nuestra onda,
pero has un esfuerzo, hermana, no te aísles en ti misma. Piensa que esta podría ser
la última noche que estemos todos juntos y no la desperdicies, disfrútala con
nosotros.

La omega se estremeció ante aquello, haciendo de inmediato a un lado su portal


virtual.

-Joder, Alaska -Jin soltó una ligera risa segundos después haber bebido un buen
sorbo de cerveza-, ¿podrías no ser tan dramática?

-Oh, ¿que ocurre pequeño Jin? ¿Te asusto con mi dramatismo? ¿Quieres que llame a
uno de nuestros papis para que te arrulle y te calme así no tienes tanto mied...? -
Alaska detuvo súbitamente su habla al recibir de golpe un frío y líquido chorro contra
su rostro, torciendo el gesto por reflejo y sorpresa. Pronto comprendió que su
hermano le había arrojado cerveza, por lo que relajó su expresión y se relamió los
labios-. Gracias, amor, tenía sed -dijo con una sonrisa y al instante le tiró un puñado
de arena, el cual su hermano no dudó en devolver, iniciando así otras de sus
infantiles paleas diarias.

-¡Hey, paren! Van a apagar el fuego, idiotas -intervino Teddy tras retirar de su boca
el humo del cigarro al que acababa de darle una calada-. A la que asustas es a
Venecia, ¿que no ves, Alaska? -añadió cuando los otros dos se calmaron, reprimiendo
con dificultad la risa que de su boca quería escapar mientras se acercaba a su
hermanita menor. Al llegar a ella, la envolvió entre sus brazos de manera protectora y
le acarició el cabello, cuidando de no perder el cigarro que aún sostenían sus dedos-.
Ya pasó, bebé, ya pasó. No escuches a la perra dramática.

Venecia se dejó, riéndose por lo bajo con pizcas de pena. Hizo un gran esfuerzo en
calmar su excesivo terror ante la idea. Porque, dramática o no, Alaska tenía toda la
razón. Aquella tranquilamente podría ser la última noche que estuviesen todos juntos,
y Venecia no podía sentirse más atemorizada por tal motivo.

-Basta de decirme dramática. No soy dramática, soy realista, chiquis. Aquí cualquier
día puede ser nuestro último día, por lo que si vamos a vivirlo, vamos a vivirlo bien -
expresó Alaska con divertida determinación y tomó su lata de cerveza para alzarla en
el aire.
Jin y Teddy no se demoraron en imitarla y, entre risas, los tres chocaron sus latas,
salpicando la arena de cerveza.

Y así eran ellos. Alaska, Jim y Teddy vivían la buena vida, tomándoselo todo a la
ligera, mientras que Venecia era su perfecto antónimo. Algo que a ella no le
agradaba. Porque mientras sus hermanos se divertían bebiendo, saliendo y follando,
ella prefería quedarse en casa siendo feliz en su mundo virtual, aquel único mundo en
el que se sentía por completo segura.2

Ella no bebía alcohol, no fumaba ningún tipo de cigarros, no salía de fiestas, ni mucho
menos follaba. Venecia era tan pura que ni siquiera su primer beso había dado y se
sonrojaba cada vez que alguien decía la palabra sexo. Era tan frustrante, porque ella
de verdad deseaba integrarse al grupo de sus hermanos, pero por culpa de sus tan
notorias diferencia no lo lograba. 1

Alaska, Teddy y Jin tenían una misma onda, iban al mismo ritmo y compartían las
mismas locuras. Mientras que Venecia iba cuatro pasos por detrás, lo que causaba
que fuese más difícil adaptarse a la vida que llevaban sus hermanos.

No era compatible con ellos, pero aun así esa noche había elegido formar parte del
estilo de vida de la familia y en su interior le agradaba estar allí, pasando tiempo con
ellos.

-Agh, tengo toda la ropa pegajosa -se quejo la alfa al tiempo que creaba una mueca
en su rostro, sosteniendo con asco apenas una puntita de su blusa humedecida de
cerveza.

-Quítatela -le sugirió Teddy con una burlona sonrisa lasciva para luego darle una
calada al cigarro.

Jin bebió un trago de cerveza, mirando con escaso disimulo a la omega de bellos ojos
negros, aquella que lo embobaba con su simple aroma a fresa. Era tan inocente y
delicada que de sólo pensar en ella brotaban dentro de él aquellas inmensas ganas de
resguardarla entre sus brazos para que nadie le hiciese daño.

Sabía que podría estar por horas observándola y no se cansaría de admirarla, porque
era realmente preciosa y merecía toda su atención. Por lo que si Alaska llegase a
desnudarse, ni siquiera le importaría, pues sus ojos ya eran fieles victimas del
encanto de Venecia.

Unas uñitas se deslizaron por su brazo, dándole un horrible escalofrió que le erizó la
piel. Su vista se aparto al instante de la pequeña omega, dirigiéndola hacia uno de
sus costados, encontrándose a Teddy a su lado. No le sorprendió. Esas afiladas uñitas
no podrían ser de nadie más.

-¿No era que ya nada pasaba? -La pregunta de Teddy salió en forma de un murmullo
que apenas Jin oyó.

El alfa respiró hondo, aceptando el cigarro que le ofrecía su hermanastro omega. Mas
que hermanastro, su más fiel compañero.

-Dime, ¿cuándo pasó algo? -murmuró Jin luego de darse el lujo de una profunda
calada al cigarrillo, recién notando que la ropa de Alaska estaba sobre la arena y que
ella ya estaba metida entre las olas del mar-. Es una completa mierda, ¿por qué me
tiene que atraer ella y no tú? Todo sería mucho más jodidamente fácil -Se quejó a
regañadientes, asegurándose de que sólo Teddy lo escuchara.

El omega se carcajeó y apoyó su mejilla en el hombro del alfa.

-¿Fácil? ¿Realmente crees que todo sería más fácil conmigo?

En ese momento, Alaska pegó un grito desde el agua, pidiéndole a Venecia que le
buscara una toalla. La menor obedeció sin replicar, levantándose de su lugar para
abrirse camino hacia la casa.

Jin la observó marcharse. Le dio una calada al cigarro y expulsó el humo restante,
pensando en cuanto deseaba poder ser el alfa de Venecia, morderla y cuidarla por el
resto de su vida. Todo eso sin ganarse el rechazo de Yoongi.

-Por lo menos no sería tan enfermizo lo nuestro y podría estar contigo sin problema -
puntualizó.

-Bueno, sí, pero sería un desastre lo nuestro -opinó el omega, el cual continuaba con
su rostro pegado al hombro de Jin. Sus dedos comenzaron a juguetear con la arena y
suspiró, percibiendo en su ser la tristeza y la frustración que el alfa experimentaba al
verse imposibilitado a enlazarse con su omega-. Es decir, nosotros no
congeniaríamos. Porque tú cuando la ves a ella sientes esas irremediables ganas de
protegerla y llenarla de ese especial cariño que solo tú o deseas brindarle, y si así me
miraras a mí te mandaría a la mierda porque no necesito de ningún alfa para que me
cuide y me trate como su estúpido tesoro. Yo no necesito ninguna de esas mierdas. Y
créeme, si tú fueras mi alfa no te lo haría nada fácil. Nada.
-Es que... igual creo que si tú fueras mi omega, yo no sentiría ganas de protegerte y
todo el rollo, creo que más bien me darían ganas de pasárnosla con la adrenalina al
máximo, viviendo experiencias peligrosas y echándonos buenos polvos donde sea y
cuando sea.

El omega se apartó para reírse con ganas.

-Mierda, de ser así, entonces creo que si te la haría fácil.

Esta vez fue turno del alfa de reírse.

-Lástima que no eres mi omega.

-Lástima...

People always

Trying to escape it

Move on to stop their heart breaking

But there's nothing I'm running from

You make me strong...

Yoongi acarició con suaves roces el cabello de su omega medianamente adormilado


sobre su pecho. Ambos se encontraban metidos bajo las sábanas de la que sería su
cama durante esa noche. La calidez los rodeaba, inundándolos de una preciosa
tranquilidad casi palpable.

La respiración de Jimin era profunda y serena, y el ronroneaba de mera relajación.


Sus párpados le pesaban, por lo que los mantenía los ojos cerrados, pero su intención
no era dormirse, al menos no tan pronto. Aún deseaba seguir deleitándose con el
suave canto de su alfa, lo cual era una completa caricia a su alma. Pero al reparar en
que ya no había voz aguda que escuchar abrió un ojo y gruñó ligeramente contra el
pecho de su esposo, quejándose por la carencia de su arrullo.

Jimin se rió por lo bajo, depositándole un mimoso y dulce beso en la frente.

-¿Ya te sientes mejor, bebé? -preguntó.

El omega se removió un poco, acomodando mejor su pierna entrelazada con las del
otro.

-Ahora no porque has dejado de cantar, sigue.

-Recuerdo que antes a la primera canción te dormías, ¿qué paso? ¿Ya perdí mi toque?

Jimin apenas sonrió, aspirando profundo para sobreexplotar su olfato del sólido aroma
de su alfa.

-No, estoy haciendo fuerza para no dormirme. Hace mucho tiempo que no te
escuchaba cantar y, joder, me había olvidado de lo bien que me hacía.

El alfa esbozó una sonrisa de complacencia y hundió sus dedos entre los mechones
del cabello de Jimin. Pero aquella sonrisa se fue disipando al traer al presente todos
aquellos momentos del pasado en que había tenido que utilizar su canto como
método tranquilizante, alejando todo doloroso tormento que hacía llorar a Jimin por
las noches.

Lo había utilizado muchísimos cuando Jimin había regresado a su vida luego de haber
sido esclavizado en Rusia. Las primeras noches habían sido las más difíciles.

A Jimin le aterraba la idea de dormirse, pues le daba pánico despertarse y descubrir


que todo aquello no era más que un muy bonito sueño, uno que al despertar se
desvanecería. Tenía miedo de dormirse y perder a Yoongi de nuevo. Tenía miedo de
cerrar los ojos y al abrirlos encontrarse una vez más en aquella oscura y fría
habitación repleta de omegas.

Esa pesadilla lo torturó por varios meses. Más de cien noches Jimin se despertó
chillando, deshecho en lágrimas, luego de haber vivido en sus sueños las experiencias
más traumáticas que Rusia le había dejado.

Las secuelas tardaron su tiempo en desaparecer, y cuando por fin Jimin pudo superar
aquel pasado, apareció otro ruso a hundirlo de nuevo en la desgracia. Un ruso que
Yoongi recordaba, pero Jimin no.

-... Hay dos alfas uniformados bien protegidos que controlan todo. Son los dueños del
sitio, y al parecer uno de ellos es el alfa del omega que, entre comillas, nos
robaremos. Así que, escucha bien que esta es la parte más emocionante, ni bien
Vincent me de la señal, abriremos fuego contra ellos. Tú corres directo hacia el
objetivo y una vez lo tengas huiremos. Taeyang nos estará esperando con el auto en
marcha.

-¿Realmente hablas en serio? ¿Y por qué yo sería quien tiene que salir corriendo por
el "objetivo"? -cuestionó Yoongi, abatido, y se puso de pie-. No quiero correr, es más,
no quiero tener nada que ver con todo esto. Estoy muy cansado y desanimado. Lo
siento, Jungkook, pero yo no...

Las luces se apagaron de repente. Los reflectores iluminaron con su cegadora luz el
escenario vacío, que pronto fue pisado por aquel omega de rizada cabellera y pupilas
dilatadas al tiempo que la introducción de You can leave your hat on comenzaba a
sonar en todo el sitio.

Yoongi volteó, y todo se detuvo en aquel segundo.

-Jimin...

Fue un súbito impulso que brotó instantáneamente de su interior lo que le hizo salir
corriendo hacia su omega.

El tiroteo había iniciado, pero el ni siquiera era consciente de ello. Solo corría
atropelladamente, siendo golpeado por un choque de adrenalina que ya penetraba
sus venas. Sus dilatadas pupilas no quitaban la vista del omega que le estaba
robando el aliento.

No podía creerlo. Su Jimin estaba ahí, su bebé estaba vivo. Pero ni siquiera hubo
tiempo para lágrimas, ni para festejos. Tenía que sacarlo de allí. Tenía que llevárselo
consigo. Tenía que ponerlo a salvo. Y claro, no morir en el intento.

El bar estallaba en un revuelo. Los detonantes disparos se mezclaban con los alaridos
de las personas, formando la perfecta melodía del completo caos.
Yoongi pasó por encima de todo sin importarle nada, desgarrándose la garganta al
gritar una y otra vez el nombre de su omega, viendo claramente como se lo llevaban
a la fuerza hacia la parte trasera del escenario. Yoongi los siguio a grandes zancadas,
empuñando su arma, dispuesto a matar a quien sea que le dificultara el rescatar a su
bebé.

En el pasillo de los camerinos, Yoongi disparó, acertando el tiro en la cabeza de uno


de los hijos de puta que arrastraba al omega rizado en contra de su voluntad. El
cuerpo cayó, pero el otro continuó el veloz recorrido, llevándose al omega en su
hombro.

Yoongi apuntó a sus pies, y cuando estaba a punto de disparar un brazo rodeó su
cuello, apretándole con fuerza, consiguiendo robarle todo el aire al instante. Yoongi
gimió, y de un rápido movimiento disparo al apoyar el cañón del arma en la cintura
del hombre que le ahogaba con su fornido brazo.

Su cuello fue liberado y no bastó más nada para salir corriendo nuevamente detrás
del alfa que se llevaba a su omega. Lo había perdido de vista y sus nervios
aumentaron en el segundo exacto en el que se un disparo resonó seguido de otro.
Yoongi aumentó su desesperada corrida, temiendo con lágrimas en los ojos lo peor.

Fue al doblar en una esquina del corredor cuando todo su sistema se alivió.

El alfa yacía en el suelo junto a una oscura mancha de sangre, y Jimin estaba allí, de
bruces, con la sangre ajena tiñendo partes de su pálida piel. Un arma se situaba en
su mano, siendo la clara evidencia de que había sido el asesino del alfa. Yoongi no
desperdició ni un segundo y corrió hacia él tan desesperado como nunca,
guardándose el arma para luego quitarse con rapidez el saco con el fin de cubrir la
casi total desnudez de su bebé y llevárselo consigo.

Sin embargo, no fue tan fácil como creyó.

Yoongi se asustó al detectarlo y de inmediato se puso a la defensiva, echándose


velozmente hacia un costado, apartándose con un golpe de adrenalina al tiempo que
colocaba el arma en posición para atacar. Tenía la visión borrosa y distorsionada, por
lo que tuvo que hacer un gran esfuerzo por apuntar con precisión hacia el borrón que
parecía ser una persona.

Yoongi retrocedió un paso por la sorpresa de ver a su omega apuntándole con la


seguridad anclada en su mirada enrojecida y dilatada.
-Jimin, mi amor... Tranquilo... S-Soy yo -dijo Yoongi, temeroso, esforzándose por no
tirarse encima de Jimin para abrazarlo. Temía asustarlo todavía mas-. Bebé, soy
Yoongi... -continuó diciendo al tiempo que comenzaba a arrodillarse, acercándose
muy lentamente.

-¿Y-Yoon? -El omega bajó el arma despacio, agudizando su olfato con frenesí al verse
imposibilitado de enfocar su vista para mirarlo.

-Sí, mi amor, a-aquí... aquí estoy -confirmó el alfa con su voz rota y su mirada
inundada de lágrimas.

-¡Yoon! -Jimin rompió en llanto, recibiendo el impacto de su presencia con fuerza.


Dejó caer el arma y gateó hacia él, echándose a sus brazos con prisa, aferrándose a
él como si su vida dependiera de ello.

Repitió el nombre de su alfa una y otra vez, frotando con desespero e impaciencia su
mejilla contra el cuello del aludido, queriendo con ansias marcarse con su olor.

-Lo siento por no haber podido encontrarte antes, lo siento por haberme dado por
vencido, lo siento, lo siento, lo siento, nunca debí haber bajado los brazos. Mierda, no
puedo creer que estés vivo -le decía Yoongi en un hilo de voz, llorando a la par de su
omega, no pudiendo creer que Jimin se encontraba entre sus brazos de nuevo. Su
adorado bebé... lo había encontrado.

El rizado sólo se apartó de su cuello para buscar sus labios, y entre medio de lágrimas
y sollozos se besaron, tan fogosa y pasionalmente que ambos volvieron a sentirse
vivos después de lo que había sido como una maldita eternidad, tan lenta y dolorosa.

Jimin se embriagó con el sabor de sus labios. Unos labios que había necesitado tanto,
unos labios que no había dejado de extrañar, unos labios que había estado ansioso de
volver a besar.

Sus lenguas se entrelazaban efusivamente al tiempo que Jimin ladeaba su cabeza


para profundizar aún más aquel húmedo contacto. Sus dedos se enterraban entre las
castañas hebras de su alfa, mientras sentía la estimulante presión de las manos de
este sobre la piel desnuda de su cintura. Yoongi lo apegaba con deseo contra su
cuerpo.

Sin embargo, la intensidad de aquel primitivo beso cargado de desespero les robó el
aliento, por lo que Yoongi rompió el contacto y al instante unió sus frentes,
consiguiendo que sus irregulares respiraciones colisionasen.

En ese momento, Jimin sintió un tirón en su cuello y supo entonces que Vólkov se
había dado cuenta de todo.

Y ahora venía por él.

-Yoon... m-muérdeme, q-quítame... quítame e-esto -pidió él, enseñándole el cuello a


su alfa.

Yoongi observó la mordida con el enojo aflorando en su ser. Su expresión se tornó


fría y severa, su alfa interno rugía de furia y consternación. Y allí nació su potente
deseo de aniquilar al maldito hijo de puta que se había atrevido a marcar lo suyo.

Envuelto entre los brazos de la rabia, Yoongi sacó a relucir sus colmillos y, con sus
ojos enrojecidos, mordió a su omega, penetrándole la piel sobreexplotada de
mordidas.

Un gemido de dolor se deslizó por entre los labios del omega, quien se retorció
felizmente adolorido por haber sido enlazado otra vez al primer y único amor de su
vida.

El alfa suavizó su expresión y empezó a lamer suavemente la herida, sonriendo como


un bobo al volver a experimentar los efecto del lazo. Jimin también sonrió,
sintiéndose todavía más atontado y desorientado, pero feliz por percibir en su mente
la felicidad de su alfa.

-Te amo, mi bebé, te amo mucho -le dijo Yoongi antes de besarlo fugazmente y
echarse a llorar mientras lo hacía.

-Y-Yo... t-te amo... a ti -le contestó Jimin con sus mejillas humedecidas por las
lágrimas.

-Ven, hay que salir de aquí.

Yoongi se levantó primero y ayudó a su omega a ponerse de pie, el cual al hacerlo se


mareó, por lo que Yoongi tuvo que sostenerlo. Luego le ayudó a colocarse el saco,
cubriendo con el mismo una parte de la casi total desnudez de su omega. Yoongi
tomó del suelo aquella pistola que Jimin había usado y se la entregó, así los dos
estarían armados. Le dio un último besito en los labios y, con sus manos unidas,
emprendieron camino hacia la búsqueda de la salida.
Pero Yoongi desconocía por completo aquel lugar. No sabía para donde quedaban las
salidas secundarias, por lo que se vio en absoluta desventaja.

Intentó regresar por donde había venido, mas al hacerlo se topó inesperadamente
con uno de los alfas uniformados que le había mencionado Jungkook momentos
antes. Aquél iba bien acompañado por dos hombres con rifles en sus manos. Rifles
que apuntaban directo en su dirección.

Yoongi retrocedió un paso, resguardando a su bebé detrás suyo. Tomó rápidamente


su arma y le apuntó al uniformado, como si eso bastara para acabar a los tres.

-¿Qué te crees que haces con mi omega? -espetó Vólkov cuyo semblante lucía más
severo que de costumbre.

El pelinegro frunció el ceño, comprendiendo que aquel era el jodido hijo de puta que
había mordido a su bebé. La furia lo dominó y su pecho vibró por el potente rugido
que dejó escapar.

Una incrédula y maliciosa risa se hizo escuchar en modo de respuesta.

-Oh, como me divertiré esta noche -mencionó el ruso, esbozando una malévola
sonrisa al vislumbrar al omega escondido-. Jimin, que decepción resultaste ser al
permitir que un mediocre italiano rompiera nuestro lazo. Pensé que eras más
inteligente, pero por lo visto te gusta caer bajo -agregó, cínico y arrogante,
menospreciando al pelinegro con la mirada.

Jimin trató de enfocar su mirada en el arma que llevaba en la mano, la sostuvo del
cañón y se la extendió a su alfa desde uno de sus costados. Yoongi la tomó con la
mano izquierda, y ahora en vez de apuntarle al mugroso alfa altanero, apuntó a los
dos tipos con sus rifles ubicados a cada lado de su jefe.

-Min, Min, Min Yoongi, que ingrato que lleves un apellido que no te mereces. Que
ingrato que aún lo conserves después de haber acabado con tu familia. Podrías haber
sido un excelente sucesor de mi difunto gran socio, podrías haber tenido buenas
conexiones con la actual mafia más poderosa de Europa, pero en vez de eso optaste
por ser un mediocre y despreciable traidor.

»La muerte de Min debía de ser vengada, por lo que me tomé la molestia de deliberar
tu condena. No quería simplemente matarte, porque me parecía poca cosa, por lo que
torturarte en vida me resultó lo mejor. Pensé en las torturas más burdas, pero luego
se me hizo una exageración, pues Min, tu padre, me importaba, pero no tanto.
Además, tenía entendido que a los italianitos como tu, tan tradicionales y
sentimentales para con sus seres queridos, se les es muy fácil torturarlos. Y dado que
lucías tan feliz junto a tu omega y su pequeño engendro, iba a ser todo un placer
para mi arrancártelos si aquello significaría tu sufrimiento. No logré quitarte a tu hija,
claro está, pero si logré quedarme con tu omega y con eso me bastó. Jimin ahora es
mío, y no pienso renunciar a él bajo ninguna circunstancia, por lo que será un honor
deshacerme de ti finalmente.

Vólkov empuño su pistola y apuntó a Yoongi de frente. Iba a disparar, pero Jimin
actuó con rapidez y de un ágil movimiento liderado por la adrenalina, le arrebató las
dos armas a su alfa y se posicionó delante de éste, resguardándolo.

Le apuntó al asqueroso ruso que tanto repudiaba, demostrándole con su mirada


rabiosa lo mucho que deseaba aniquilarlo. Jimin ni siquiera había recuperado la
claridad en su visión, siendo la misma aún desenfocada. Pero lo sentía, lo olía,
escuchaba su pesada respiración, y de ese modo sabía que estaba apuntando en la
dirección correcta.

Yoongi sonrió y deposito un pequeño y cariñoso besito en el hombro de Jimin,


percibiendo de fondo el enfurecido gruñido del ruso.

Quizá para otro alfa habría sido un completo insulto que su omega se pusiera en su
lugar, defendiéndolo y cuidándolo del peligro, haciéndole ver como un inútil alfa que
necesita de su omega para que le proteja. Y sin embargo, Yoongi sólo podía sentirse
complacido de que su bebé fuera dueño de un gran puñado de valentía. Estaba
orgulloso. Pero, aún así, su alfa interno se removió de preocupación ante la muy
expuesta posición que adquirió su omega de golpe.

Por lo tanto, estiró uno de sus brazos, tomando una de las armas que Jimin sostenía y
se posicionó a un costado del mismo.

-Veo que te conoces toda mi vida, y deberás disculpar mi falta de cortesía, pero ¿y tú
quién mierda se supone que eres? Alguien insignificante en el mundo de los negocios,
de eso estoy más seguro porque de lo contrario sabría al menos tu nombre. Te
agradezco todo el tiempo que te has gastado pensando en mí, me imagino que
habrán sido meses y meses sintiendo envidia de la gran vida de triunfo que llevaba. Y
sí, me he ganado la guerra contra el imperio Min, y no te preocupes por mi apellido
que yo sí le daré un buen uso. Y dime, ¿tú que has logrado en tu vida? Mas que tener
un clubcito de mierda. Oh, ¿y te crees que no tengo buenas conexiones con la red
rusa? ¿Qué te piensas que hago aquí? Lo que sucede es que yo armo contratos con
negociadores serios, de mi clase, y no con idiotas como tú, tan bajos y
desagradables. Déjame decirte que te equivocaste en grande al haberte metido con
mi omega y en mis lares los imperdonables errores se pagan con sangre, no hay otra
manera. Despídete, porque es tu fin.

Antes de abrir fuego, Yoongi desplazó a Jimin detrás de sí al tiempo que le quitaba el
seguro a su pistola, dispuesto a matar. Los dos guardias amenazaron con fusilarlo allí
mismo con sus rifles, pero entonces una tanda de balas de metralleta perforaron sus
cuerpos, arrebatándoles la vida en cuestión de segundos.

Taeyang los había acribillado por detrás, tomando por sorpresa a Vólkov, quien
absorto volteó para verlo. Fue en ese mismo segundo que Yoongi disparó contra él,
aprovechando su distracción. Jimin no quiso quedarse atrás, por lo que se unió a su
alfa y entre los dos dispararon sin pizcas de piedad, asesinando a tiros a aquel
bastardo.

Tras la última bala despedida, Jimin y Yoongi bajaron las armas y se miraron. El alfa
sonrió, tan encantado y orgulloso de lo que acababa de suceder. El omega también
sonrió, aunque un poco mas tímido e inhibido, sin saber si lo que había hecho había
estado del todo bien para su alfa. Obtuvo su respuesta en cuanto Yoongi lo atrajo
hacia sí y lo besó, transmitiéndole toda su felicidad a través del lazo.

Un carraspeo les interrumpió.

-Lo siento, pero debemos salir lo más pronto de aquí -avisó al instante Taeyang-. Han
herido a varios de los nuestros, incluido a Jungkook, y la policía se nos viene encima.

Yoongi abrió grande sus ojos, llenándose de preocupación.

-¿Kook?... Oh, mierda... ¿qué tan grave es? -consultó con la angustia golpeándole en
el pecho, mientras tomaba de la mano a Jimin y comenzaban a emprender camino a
paso veloz.

-Le han dado en el pecho y en el estómago. Las cosas no iban nada bien cuando
entré, lo cual me esperaba. Se suponía que sería una fuga rápida de cinco minutos,
ya han pasado veinte y ni siquiera hemos dado la retirada. Jungkook no es muy
bueno planificando a las apuradas, y él lo sabía, sabía que esto dejaría consecuencias,
su plan no estaba hecho para que todos saliéramos con vida...

Yoongi dejó de escuchar en ese precioso segundo en el que comenzó a llorar en


silencio, recién cayendo en la cuenta de lo que había hecho Jungkook por él. Si ahora
estaba sosteniendo la mano de Jimin había sido totalmente gracias a él, y asimilar
que la idea de recuperar a su omega a costo de la vida de su mejor amigo era lo que
podría ocurrir fue lo justo y necesarios para que su corazón recién reparado se
volviera a destrozar.

No quería perder a Kook.

El sufrimiento de Yoongi no se demoró en afectar a Jimin, a quien su corazón se le


encogió dolorosamente por la angustia ajena. Jimin sabía que aquel no era el
momento indicado para agregarle más problemas a su alfa, pero Teddy se había
presentado en sus pensamientos y aquello bastó para que un cúmulo de nerviosismo
le atacara, pues no desconocía el modo de decirle a Yoongi que no podía marcharse
así sin más.

Fue al llegar al auto que el alfa advirtió que algo no andaba bien con su omega, pues
este clavo sus pies en el suelo y se negó a subir.

-T-Teddy -balbuceó Jimin con su mirada apenada, tratando de soltarse del agarre del
mayor. Pero Yoongi no lo soltó.

-¿Cómo?... ¿Qué sucede, Bebé?

-Tengo que ir por Teddy... n-no puedo irme s-sin él.

-¿Quién es?

-Es un pequeñito que me necesita... Sé que tú estás muy preocupado por Kook y no
quiero que por mi culpa te pierdas de verlo o estar con él, sé también que lo último
que querrías es que me alejara de ti ahora, pero necesito ir a buscar a mi pequeño.
Y-Yo... le prometí que lo sacaría de allí, no puedo abandonarlo. Déjame ir p-por el,
Yoon...

Su mirada suplicante y cristalizada en contraste con su voz rota y sus labios


temblorosos era la justa combinación a la que Yoongi jamás lograría resistirse.

-¿En dónde esta él? -preguntó, evaluando sus posibilidades.

-En un sitio en el que nos alojaban a todos los omegas, lo único que sé es la calle en
donde queda... Si me dieras algo de dinero podría arreglármelas y...
-Iré contigo.

-Oh, no, Yoon, de verdad no quiero que...

-No pienso perderte otra vez, Jimin -espetó Yoongi con severidad-. No puedes
pedirme que me aleje de ti cuando lo único que más necesito es tenerte conmigo. No
te dejaré solo, no me arriesgaré a perderte de nuevo.

El omega formó un tembloroso puchero y se apresuró a envolver a Yoongi entre sus


brazos.

-Tranquilo, amor, no volverás a perderme -le aseguró, haciendo un esfuerzo por


retener las lágrimas-. Esta bien, no me alejaré de ti.

Al finalizar el abrazo, Yoongi tomó suavemente de la barbilla a su omega y unió sus


labios en un corto y dulce beso. Luego se subieron al auto y se mantuvieron
acurrucados entre sí todo el veloz recorrido que los llevó hacia la dirección dicha por
Jimin.

Por la forma en la que Jimin se lo describió, Yoongi realmente esperaba encontrarse a


un niño chiquito, jamás se imaginó que se trataba de un pequeño omega
embarazado, tan dulce e inocente que dolía de sólo verlo. El corazón se le estrujó
terriblemente al observarlo con su ropita sucia y gastada, abrazado a Jimin con
fuerza, asustado por su presencia y la de Taeyang.

Taeyang se había tomado la molestia de desarmar y acabar con cada alfa o beta que
salía a defenderse dentro de aquel horrendo sitio.

Los pocos omegas que habían estaban en agonía, golpeados en el suelo, u otros ya ni
siquiera tenían vida. Yoongi observaba aquel lugar con un nudo atascado en la
garganta, sufriendo al vislumbrar con sus propios ojos las terribles condiciones en las
que habían tenido que estar aquellos omegas, incluido el suyo.

Y no era como si Yoongi nunca hubiese escuchado de aquel negocio. El sabía de su


existencia, sabía muy bien de que iba el tráfico de omegas, pero jamás pensó que le
dolería tanto estar dentro de un sitio plegado de evidencias de aquel negocio, en
especial cuando su omega había sido parte del mismo. Le afectó a tal punto de tener
que recargarse en una pared por lo extremadamente abrumado que se sentía.

Habían encontrado a Teddy hecho un ovillo bajo las mantas de una cama que Jimin
supo identificar como la suya. El pequeño temblaba, asustado por el disturbio de
balas que había escuchado minutos atrás. Sin embargo, sólo bastó ver a Jimin para
que su miedo se disipara y saltara sin rastros de temor a sus brazos.

El rizado le obsequió un dulce y ruidoso beso en la mejilla y lo alzo a upa, diciéndole


con una radiante sonrisa que se irían al fin junto a Yoongi, aquel alfa del cual tanto le
había hablado.

Teddy miró al alfa con curiosidad, pero al instante escondió su rostro en el cuello de
Jimin en un acto de timidez. Jimin rió y lo dejó en el suelo, yendo de inmediato a
buscarse algo de ropa para ponerse.

Un momento más tarde, habiendo ya entrado en el auto, Jimin pidió hacer una
llamada a emergencias con el fin de que aquellos omegas que quedaron en el sitio
recibieran asistencia, teniendo al menos una oportunidad para ser salvados. Así lo
hizo, con el auto ya en marcha hacia el hotel en el que se había estado hospedando
Yoongi.

Teddy se quedó impresionado por todos y cada uno de los lujos que presentaba aquel
prestigioso sitio, quedándose embobado frente a un ventanal con una bonita vista
panorámica. El jamás había visto algo tan increíble.

-Escúchame, amor, me encargaré de conseguir a un médico para que les haga una
revisión -comenzó a decir Yoongi a su omega, el cual sonreía al observar al pequeño
fascinado con la vista-. Ustedes pueden darse un baño si quieren o si tienen hambre
pueden pedir lo que deseen. Yo estaré manteniéndome al pendiente de Kook, ¿si?
Pero si me necesitas ya sabes que aquí me tendrás lo más rápido que pueda, ¿de
acuerdo?

Jimin asintió, mirándolo con una leve sonrisa. Luego se aproximó a él para enlazar
sus brazos alrededor de su cuello y besarlo.

-Gracias, Amor, aquí estaremos bien, no te preocupes. Espero que todo vaya bien con
Jungkook.

Un beso más, y Jimin tuvo que irse. Jimin aprovechó aquel tiempo para darle a su
pequeño un muy merecido y calentito baño de espuma.

A Jimin le encantaba mimar a Teddy, así como le encantaba verlo jugar con las
burbujas mientras él le levaba el cabello. Y aunque se derritiese de ternura, le
entristecía saber que su Teddy sólo era un dulce bebé en un mundo enfermo y
podrido. Un bebé que esperaba otro bebé. Nada le rompía más el corazón que
aquello.

Al terminar el baño, Jimin lo ayudó a secarse y le colocó una de las camisas que había
encontrado en el guardarropa. Pensó en pedir algo de comida para Teddy, pero este
no tardó en quedarse dormido luego de meterse en la cama y disfrutar de aquella
exquisita comodidad nunca antes tenida.

Un besito de buenas noches fue dejado en su frente tras haber sido arropado, fue
entonces cuando Jimin decidió que era su turno de darse un buen baño. Lleno la tina
de nuevo y, al meterse, el agua se fue tiñendo de un tinte rojizo al despegarse la
sangre ajena de la piel de Jimin.

Se vistió con ropa de su alfa y se quedó en la sala, aguardando con ansias la llegada
de este.

El alivio volvió a ser parte de Yoongi al enterarse de que su mejor amigo ya había
salido de peligro. Habían pasado sólo unas horas, las suficientes para que el sueño le
persiguiera de cerca. Fue por tal razón que, apenas lo echaron de la habitación en la
que estaba Jungkook, Yoongi se fue directo a su hotel, alegre de saber que Jungkook
estaba bien.

Pero al salir del hospital, un segundo antes de subirse al auto, divisó a una persona
del otro lado de la calle. Un hombre trajeado lo miraba fijo, mas el mismo se esfumó
apenas una camioneta paso. Yoongi sacudió su cabeza y bostezó, pensando que no
había sido más que su imaginación luego de haberle preguntado a Yoongi si había
visto a un tipo del otro lado y este le negó.

Yoongi jamás se habría imaginado que aquel hombre sería el causante de la


esterilidad que su omega sufriría meses después.

No importaba que fuesen alrededor de las cuatro de la madrugada, Jimin continuaba


despierto, sentado en el suelo al lado de la puerta, esperando ya con desespero a que
su alfa regresara.

Cuando Yoongi apareció, todo su ser se llenó de felicidad y se apresuró a levantarse


para abrazarlo y besarlo. Y no pararon de besarse hasta que ambos acabaron sin
prenda alguna sobre un sofá, cubiertos de sudor, formando un solo cuerpo al
quedarse unidos por el nudo.

-Ali... ¿Cómo está, Ali? -preguntó Jimin en un murmuro con su mejilla apoyada en el
pecho de su alfa-. Muero por verla, por abrazarla... no tienes idea de cuanto los he
extrañado...

-Ella no ha dejado de extrañarte, créeme que se volverá loca cuando te vea y te


sienta. Estoy seguro de que correrá a tus brazos y no se despagara de ti en años, así
como yo.

Jimin rió bajito, lagrimeando de sólo imaginarse el reencuentro con su pequeña


Alaska.

-Por ti y por Ali fue que intenté escaparme una y otra vez, no tienes ni una idea de
todo lo que me tocó pasar, los de castigos que me han dado por tratar de huir. Y... y,
y ese asqueroso alfa no p-paraba de golpearme y, y... v-violarme...

El omega comenzó a sollozar, sufriendo de soló recordar todo lo que había vivido en
manos de aquel alfa inhumano. Yoongi lo arrulló, percibiendo su dolor, quebrándosele
el corazón por completo. Un nudo se instaló en su garganta y se aferró a su omega
angustiosamente, deseando desde lo más profundo de su ser guardarlo entre sus
brazos para siempre, de modo que ya nadie nunca pudiese hacerle mas daño.

Con cuidado, Yoongi abandonó la cama cuando se aseguró de que su esposo se


hubiera dormido. Se fue a la cocina a beber un vaso de agua y poco después ya se
encontraba saliendo de la casa por el patio trasero, caminando sobre la arena hasta
alcanzar la fogata que sus hijos habían hecho.

Tomó asiento a un lado de Alaska, quien se encontraba recién salida del agua, con
sus rizos deshechos por el agua y su cuerpo humedecido bajo una toalla. Al verla
temblar, Yoongi alargó un brazo y la refugió debajo de este. Al contrario de recibir
queja alguna, Alaska se acurrucó, totalmente complacida.

-Escuchen, habrán cambios de último momento para mañana -comenzó a informar


Yoongi, teniendo la completa atención de los cuatro jóvenes-. Su papi no se siente
muy bien, ha sufrido una crisis repentina y lo mejor para él será que mañana no
forme parte de la misión. A su vez, y dado que él me necesitara consigo, me temo
que yo tampoco formare parte.

Alaska se rio.

-Vamos, pa, no estamos para bromas.

-Me gustaría que fuese una broma.

-¿Cómo? Espera, ¿hablas en serio? -preguntó Jin asimilándolo.


-¿Papá está bien? ¿Una crisis de qué le ha dado? -consultó Teddy por su parte.

-Espera, espera, ¿es verdad? ¿Papá se siente mal? -intervino Alaska preocupada.

-Si, es verdad, pero no es nada grave, no se preocupen. Mi decisión es más que nada
por precaución, no quiero exponer a Jimin. Y no se alarmen, ustedes tienen los
conocimientos necesarios para poder afrontar la misión sin nosotros. Por lo tanto,
olvídense de sus puestos, Alaska ahora tú ocuparas mi lugar, ¿correcto? Teddy tú
ocuparás el lugar de Jimin... y Jin, la misión seguirá siendo tuya así que esperamos
que puedas concretarla. Por ultimo, Vee, cariño, voy a necesitar que les instales
micrófonos y micro cámaras y que lo sincronices en simultáneo para que yo pueda
monitorearlos en vivo, ¿si? Todo el material lo conseguiremos mañana.

Venecia asintió, más preocupada que nunca.

No tenía un buen presentimiento. Sin sus padres en la misión, ¿todo saldría como se
lo planeó?

"Esta podría ser la última noche que estemos todos juntos..."

Muchas personas me estuvieron matando con el epilogo, me odiaron y me castraron


tanto, incluso me mentaron la madre, oigan no, yo siempre pido respeto, siempre he
dicho que esta es una adaptación y que la autora escribe, yo ame la historia por eso
la quise adaptar pero no es justo ser irrespetuosas.

Sean respetuosas y no digan cosas que no son, por favor.

El 2do extra no se cuando se subirá, esperenlo.


||Extra 2||

Hey, hey, ¿como están?

Pues yo aquí reportandome con el segundo extra de esta maravillosa adaptación, ¿ya
quieren empezar a leer? jjijijij,¡ perO ESPEREN!; TRANQUILXS.

Les tengo una muy buena noticia /llora brillitos.

Pues... SUBLIME DOMINACIÓN LLEGÓ A 500K, AYYAYAYAYAYAYAYAYAY NO SABEN


LO FELIZ QUE ME PUSEEEE, ES TAN HERMOSO TODO, MUCHÍSIMAS GRACIAS POR
APOYAR LA ADAPTACIÓN Y ESTOY INFINITAMENTE AGRADECIDA CON LA AUTORA
POR HABERME DEJADO ADAPTAR SU ARTE /Vuelve a llorar brillitos xD.

ENSERIO, ¡GRACIAS! ¡LOS AMO!, A TODOS LOS LECTORES DE TODAS MIS


ADAPTACIONES, ¡LOS AMOOOOO!, ¡GRACIASSSSSSS!

Y UFFFFFFF, DEJEeen me calamo, ya xD... nETA, muCHAs grACIas <3

Ahora si, puedes continuar tu lectura, te amo, bai :3.

La salina brisa de una fresca madrugada en la playa acariciaba el rostro del joven
omega que aún presenciaba aquella deteriorada fogata cuyo fuego apenas se
mantenía. Las olas rompían de fondo, y todo parecía estar en tranquilidad.

Sin embargo, no todo lo estaba.

Teddy lograba percibir rastros de una titilante preocupación que procuraba ser
enterrada. Una preocupación inestable a la que, en vano, se trataba de ocultar. Ese
sentimiento provenía de Alaska; Teddy lo sentía pese a su escasa intensidad. Sentía
ese pequeño miedo, esa leve incertidumbre que revoloteaba en su hermanastra
mayor.
Porque así era él.

Él percibía cosas más allá de lo que el resto normalmente lograba captar. Teddy
detectaba sentimientos escondidos, deseos reprimidos, personalidades ocultas y
hasta ciertas condiciones en omegas o alfas. Y todo porque era un ser altamente
sensitivo.

—Hay algo que comenzó a preocuparte —señaló—, ¿quieres hablar?

Alaska estaba echada sobre una manta que cubría una pequeña porción de arena.
Miraba el estrellado cielo nocturno con sus manos enlazadas por debajo de la cabeza,
mientras reflexionaba un poco sobre su vida al estar el ambiente tan calmado y
silencioso.

SeokJin y Venecia ya se habían marchado hacia la casa, por lo que sólo quedaron
ellos dos, compartiendo la tranquilidad de una noche de verano en aquella playa.

—Todavía no me creo que Yu Qi y yo seremos mamás —dijo—. La odiosa leona está


esperando un bebé mío, ¿comprendes? ¡Tendré un bebé de Yu Qi! —exclamó
incrédula y se echó a reír. Teddy sonrió y sacudió la cabeza con diversión—. Ay,
¿quién lo diría? Tantos años odiándonos, llevándonos como perros y gatos,
arrancándonos los pelos siempre que podíamos, y míranos ahora, esperando un bebé
juntas. Ay, tan lindo todo. Pero se me hace tan irreal, hermano, tan... tan... Ay, no
sé, me da unas tremendas cosquillitas en la pancita cada vez que lo pienso. Y tú
sabes que me emociona el que ella esté embarazada. Claro que me emociona, pero
luego, no lo sé, me pongo a pensar en... Bueno, tú sabes que yo amo llevar esta
clase de vida, de tomarnos todo a la ligera... nuestras salidas... nuestras escapadas,
nuestras travesuras... Siempre hemos sido tan unidos nosotros y, no sé, me da un
poco de miedo que todo eso se acabe... de perderme de ustedes... bueno, de ti, Jin
ya me da igual. A ese zopenco ya lo perdimos de hace rato por la culpa de Venecia.
Teddy, abrazado a sus piernas flexionadas a la altura de su pecho, dejó huir una
ligera risa por el último comentario.

—Ay, tan tierna mi alfa favorita. Tan linda... Me das náuseas, Alaska, náuseas. Mira si
te vas a preocupar por esa bobada. Las cosas van a cambiar naturalmente con la
llegada de tu cachorro o cachorra, pero te aseguro que pase lo que nos pase, siempre
seguiremos encontrando la manera de hacer de las nuestras. No te preocupes, y
tampoco seas tan dura con el mequetrefe de Jin. Yo, la verdad, prefiero que se quede
leyéndole cuentitos a Venecia en vez de tenerlo sufriendo con nosotros.

Alaska se deshizo en una carcajada.

—Me dices que no sea tan dura con Jin, pero tú eres igual con Venecia. Está bien que
ella no sea como nosotros, pero tampoco la trates de nenita chiquita. O sea, ya esta
hecha toda una mujercita mi nena.

—Y bueno, si Jin me dijo que suele quedarse con ella hasta hacerla dormir. Yo me lo
imagino leyéndole cuentitos, ¿qué quieres que te diga? —dijo Teddy, encogiéndose de
hombros con cierta gracia en su sonrisa.

—Con lo grandecitos que están, yo creo que ya van por otro lado, cariño.

—No seas estúpida. Jin no se atrevería a tocarla.

—Ay, Teddy, sólo estoy bromeando. Dios mío. Relájate... ¿o es que acaso estás
celoso? —Alaska burló, recargándose sobre sus codos mientras se volvía hacia Teddy,
echándole una mirada socarrona.

—¿Celoso? ¿Yo? —Teddy hizo aspaviento de una ruidosa carcajada, tirando su cabeza
hacia atrás—. Por favor, Alaska, es como si me preguntaras si estoy celoso de que
esperas un cachorro que no está aquí en mi pancita.

—Oh, mi vida, ¿quieres un cachorro en tu pancita, Teddy? Te lo hago, mi cielo. No


hay problema.

Teddy la miró con una juguetona expresión estampada en el rostro, compartiendo


una sonrisa de complicidad con la alfa.

—Inténtalo si quieres, vida mía, pero no lo lograrás. Eso tenlo por seguro.

Alaska suspiró y volvió a poner sus brazos detrás de la cabeza, entrelazando sus
dedos sobre su nuca al recostarse sobre la manta otra vez. Su mirada quedó puesta
nuevamente en la profundidad de un cielo oscuro sin estrellas.

—Siento que en el futuro te vas a arrepentir de haberte operado. O sea, entiendo que
no quieras tener hijos ahora, pero...

—Mira, tú métete en tus asuntos. Lo que haga con mi cuerpo es cosa mía, así que no
te entrometas que ni he pedido tu opinión.

—Bueno, hey, tranquilo. Dios mío. ¿Qué te sucede, Teddy? Estas muy... Oh, es por
papá, ¿no? —Alaska se enderezó y miró a su hermanastro con su semblante serio—.
¿Tú le has sentido algo? ¿Sabes algo? Si es así, tienes que decirme, Teddy. ¿Qué le
ha ocurrido?

La piel de Teddy se erizó. Abrazó aún más sus piernas, ciertamente incómodo con el
tema.

No le gustaba pensar en las crisis de Jimin.

Sin embargo, no tuvo que pensar mucho su respuesta. Era un claro y obvio no. Si él
hubiese percibido algo con respecto a la crisis de su padre, él no estaría allí tan
tranquilo con Alaska. Estaría en una esquina de alguna habitación llorando,
embriagándose con tragos fuertes, tratando en vano de no pensar, de no sentir, de
no recordar aquel tan enorme sufrimiento ajeno.

Porque era inevitable. Si Jimin recaía, y Teddy estaba cerca para sentirlo, él recaía
junto con su padre.

Teddy lo comprendió desde pequeño.

Fue cuando tenía ocho años. Jimin cruzaba la peor de sus crisis depresivas y Teddy
sólo quiso consolarlo. No le gustaba ver a uno de sus papás casi sin vida, tendido en
su cama, sin salir de allí durante días, semanas, meses. Así que se metió con él en la
cama y lo abrazó; el peor error que pudo haber cometido. Todo el dolor de su padre
omega se pasó a su cuerpo al instante y fue demasiado sufrimiento para un ser tan
pequeño. Teddy se apartó chillando y lloró y gritó y no salió de un estado nervioso
sino hasta varios días después.

A partir de aquel momento, Teddy tuvo que asistir a terapia infantil para sobrellevar
un dolor que no le pertenecía. Le costó algunos años volver a acercarse con total
confianza a su padre omega, pues le había guardado cierto miedo por lo que le había
causado.

Un asunto que logro destrozar aún más a Jimin, quien tras reaccionar a lo que había
provocado, se esforzó en recuperarse. En salir de aquel estado depresivo en el que
había ingresado luego de experimentar su primer embarazo psicológico. No sufriendo
solo por ello, sino por cada cúmulo de dolor que había ido reuniendo a lo largo de
toda su vida.

Y sin embargo, nada de eso se comparó al dolor que le provocó el rechazo de uno de
sus pequeños. Eso fue mucho peor. Que los marroncitos ojitos de Teddy le miraran
con terror le mató, pero fue el factor que le hizo volver a la vida.

Jimin se recuperó. Volvió a encontrar la felicidad en su alfa y en sus pequeños. Había


dejado atrás su tormento, y sólo entonces Teddy volvió a abrazarlo sin miedo, cuatro
años después.

Y aunque Jimin prometió no volver a caer en el abismo, las recaídas no faltaron. Mas
siempre que ocurrían, Jimin procuraba alejarse, sólo permitiendo que Yoongi le
acompañara.

—No, no le he sentido nada y no sé nada —respondió Teddy poco antes de levantarse


y sacudirse la arena del trasero—. Pero, sea lo que sea, créeme, no quiero
averiguarlo por mi cuenta.

Venecia no podía dormir.

Había dado alrededor de diez vueltas en aquella cómoda cama cuyas limpias sábanas
desprendían un suave olor a suavizante de ropa, pero ninguna postura resultaba.

Extrañaba tanto su cama, su habitación, su alfa.


Suspiró, dándose por vencida, y encendió una lámpara para luego tomar su celular.
La pantalla apareció tras reconocer la huella de su dedo. Decidió mandarle un
mensaje a Jin, preguntándole si aún seguía despierto e informándole acerca de su
problema para conciliar el sueño.

Jin tardó sólo medio minuto en responderle el mensaje con un «¿Quieres que vaya un
ratito contigo?», y a Venecia le brillaron los ojos mientras le respondía
afirmativamente.

Su corazón se aceleró al tiempo que un conocido cosquilleo se abrió paso en su


estómago. Esperó con cierto nerviosismo a que su alfa llegara, acomodando las
almohadas, retocándose el cabello, alisando su pijama.

Jin ni siquiera tocó. Simplemente abrió la puerta despacio y se adentró en silencio,


procurando hacer el menor ruido con sus movimientos cautelosos.

Venecia, sentada en la cama contra los cojines, se remordió el labio inferior al verlo
bajo la tenue luz de aquella única lámpara que les separaba de la oscuridad.

—Perdón si te desperté —dijo en voz baja, sin quitarle la mirada de encima.

—No me despertaste. De hecho, no podía dormir pensando en por qué no me


llamabas —Jin se despojó de sus pantuflas y se metió en la cama—. Creía que ya te
habías dormido sin mí y me estaba deprimiendo.

—Lo siento, es que... bueno... como no lo habíamos hablado y... eso... yo... uhm...
no quería molestarte —se explicó ella titubeante.

—Pero si tú nunca me molestas, todo lo contrario.

La omega batió sus pestañas y, con su característica timidez, se acurrucó sobre el


pecho del otro, quien, de modo instantáneo, la rodeó con un brazo.

Jin la sintió ronronear, y su alfa interno se inundó de felicidad, de alivio y de una


increíble paz que jamás habría podido encontrar en ningún otro lado. La omega
experimentó lo mismo, sintiéndose tan plena y segura a su lado. Tan amada y
acobijada.

Ambos respiraron hondo, disfrutando de la bendita tranquilidad que les generaba


estar junto al otro; una tranquilidad que no se asemejaba a nada más.
—Te necesitaba tanto —admitió la menor, cerrando los ojos al deleitarse
completamente con aquel tan ansiado contacto directo con su alfa.

Estar así, acurrucada cómodamente contra el pecho de Jin, bastaba para que le
rodeara una calidez casi palpable.

—Y yo a ti —El alfa había llevado una de sus manos al liso y suave cabello oscuro de
su omega, acariciándoselo dulcemente—. Sabes lo bien que me hace sentirte cerca...
pero, ¿en que estabas pensando, Venecia? ¿Por qué has venido? ¿Sabes siquiera lo
peligroso que puede llegar a ser todo?

La burbuja de calidez en la que flotaba Venecia se pinchó de pronto, y se sintió al


instante como una pequeña, torpe e inmadura omega incapaz de tomar una decisión
propia.

Con cierta pena, se apartó del cuerpo del alfa y se acomodó sobre su costado junto a
este.

Tenía ganas de llorar.

Jin también se colocó de costado, quedando frente a frente con la omega.

—¿Te crees que no sé lo peligroso que es? —dijo ella al borde del llanto—. No tienes
ni idea de cuanto miedo me da que algo malo te pase. No tienes idea de lo que me
aterra perderte. No sabes como sufro al saber a lo que te expones... t-tú... tú no...

Para aquel entonces, Jin ya la había envuelto protectoramente entre sus brazos. La
omega había comenzado a llorar contra su pecho, liberando la tristeza a través de su
aroma.

—Tranquila. No llores. No tienes que preocuparte, todo saldrá bien. Sabes que no
estoy solo en esto y que tengo el apoyo de los demás. Pero creo que no entiendes lo
mucho que tú me preocupas, Vee. Mi tarea es protegerte y que hayas decidido
acompañarnos en esto no hace más que ponerme nervioso porque ni siquiera estas
preparada y, Dios, sólo eres una bebé y la idea de que algo malo pueda pasarte me
mata.

No exageraba cuando decía que su tarea era protegerla. Lo había decidido muchos
meses atrás: ser su protector personal.

Fue cuando Yoongi y Jimin pensaron en aumentar la seguridad de su hija más


pequeña y brindarle un guardaespaldas que fuese exclusivo para ella. Porque, luego
de sufrir un intento de violación por parte de uno de sus compañeros de escuela
durante la salida, ellos no iban a estar tranquilos hasta no asegurarse de la completa
seguridad de su pequeña.

Venecia sólo se salvó de que le arrancaran asquerosamente la virginidad por la justa


aparición de Jin, quien, apenas percibió el terror de Venecia en sus venas, salió
velozmente corriendo de su casa en un arranque de absoluta desesperación. El alfa
nada más tuvo que rastrear el olor de la omega para dar con ella. La encontró
aprisionada contra un muro, lloriqueando, la falda de su uniforme subida, la camisa
abierta con botones desgarrados, su sostén arrancado, sucias manos ultrajando.

Enfurecido hasta la médula, Jin se lo quitó de encima y lo enfrentó a mano


desarmada, iniciando una bruta pelea que no se detuvo sino hasta que uno de los dos
quedó inconsciente. Jin se apartó de él y corrió de inmediato hacia Venecia,
abrigándola entre sus brazos con un cariño que nunca antes había usado, dejándola
sollozar contra su pecho, mientras se aferraba a él de un modo que jamás habría
hecho si no fuera por la situación.

Ese hecho marcó un importante antes y después en sus vidas. Fue a partir de aquel
momento que ambos comprendieron lo bien que les hacía estar así de juntos. Nunca
antes se habían atrevido a apegarse tanto. Solían más bien ignorarse mutuamente.
En lo posible, no se hablaban, no se acercaban, no compartían nada y sufrían cada
uno por su lado, ambos buscando consuelo en sus otros hermanos.

Nada más bastó aquel abrazo para que ambos anhelaran no alejarse nunca más uno
del otro.

Jin, en ese entonces, habló con su padrino —luego de que este se hubiera encargado
de dar la cara por su hija y enfrentar a los padres del chico—, y le dijo acerca de su
deseo de ser quien cuidara de Venecia —claramente hablando desde el puesto de un
simple hermano mayor—, eludiendo su anhelo interno. Yoongi se lo concedió,
muchísimo más tranquilo de que fuera su muchacho quien se encargara de la
seguridad de ella y no cualquier otro.

Y desde entonces Jin comenzó a pasar mucho más tiempo con Venecia, quien había
decidido cambiarse de escuela a una pública, pues no quería saber nada con
uniformes.

—Tú eres quien se expondrá al peligro, ¿y aún así temes por mí? Dios, yo soy la que
está aterrada por ti, Jin, y el hecho de tener un muy mal presentimiento no me ayuda
en nada y... y...

—Shh, calma, Vee. Créeme, todo saldrá bien. Nadie podrá hacerme daño. Estaré bien
cuidado —la tranquilizó, ayudándose de dulce caricias que navegaban por su
cabello—. Pero tú no vas a ir, ¿me escuchas? Te quedarás aquí. Tú no estás
preparada para esto. Además, Yoongi te necesitará con él y yo te necesitaré a salvo
—agregó, tragando saliva al experimentar una ráfaga de miedo y angustia.

En medio de un débil sollozo, Venecia asintió levemente, siéndole obediente a su alfa.

—Por favor, cuídate mucho —dijo ella.

—Lo haré. Ahora duerme —contestó, dejándole un suave y tibio beso en la frente.

Ambos se acomodaron mejor debajo de las sábanas. Venecia volvió a acurrucarse


sobre el pecho del alfa, y allí permaneció, serena y silenciosa, percibiendo en su oído
izquierdo el rítmico latido del corazón de Jin.

No se demoró en sentirse de nuevo sobre las nubes, flotando en al aire, dejándose


llevar por una agradable corriente de calidez. Los dedos de su alfa jugueteando
delicadamente con su pelo ayudaba en demasía a que todo su ser se relajara.

Respiró profundo.

Estaba lista para dormirse.

Pero no. No quería dormirse aún. No quería que su alfa se fuera. Porque, en efecto,
cuando ella se dormía, en silencio, Jin se iba. Nunca dormían juntos. Así que se
esforzó en no ceder ante el sueño. Deseaba disfrutar más de su alfa.

Sólo un poco más.

Levantó la mirada y se dispuso a admirar los bonitos rasgos del otro. Era un alfa
hermoso. Ella no lo sabía pero era idéntico a su padre. Aquel alfa poseedor de tal
belleza que a Jimin tanto había abochornado en su adolescencia.

—No me quiero dormir —soltó cuando los oscuros ojos de Jin se cruzaron con los de
ella.

El alfa esbozó una sonrisa que delataba diversión.


—¿Y a que me has hecho venir, entonces? —cuestionó burlonamente.

Venecia se remordió ligeramente el labio inferior.

—A que estés conmigo.

—Ya estoy contigo.

—Y quiero que sigas estándolo. No quiero que te vayas.

—Sabes que debo hacerlo.

—Lo sé, pero... me gustaría que te quedaras, que durmieras conmigo, ¿no podrías
poner una alarma muy temprano y... y, ya sabes... nos separamos ahí?

Una ligera sonrisa asomó en el rostro enternecido de Jin. Pero pronto esa sonrisa se
borró, y el alfa negó con la cabeza, suspirando tristemente.

—¿Y si no me despierto?, ¿y si apago la alarma y en vez de marcharme me acomodo


de vuelta a tu lado? Sabes que me encantaría quedarme, pero no puedo arriesgarme
a tanto. Si alguno de tus padres nos ven se habrá acabado todo para mí.

La omega asintió despacio, comprendiendo. No se molestó en disimular su desilusión


acompañada de una tristeza más que conocida.

—¿Hasta cuando vamos a estar así? —preguntó afligida, recargando de nuevo la


mejilla en el pecho de su alfa.

Otro suspiro.

—No lo sé.

—Quiero besarte.

Jin echó su cabeza hacia atrás sobre la almohada y cerró los ojos con fuerza,
buscando que la calma no lo abandonara. Al abrirlos, llenó sus pulmones de aire y
exhaló.

—No lo hagas más difícil para mí. Solo duérmete, Venecia.


—¿Tú no quieres besarme?

—Venecia...

—Sé que está mal, pero no puedo evitarlo, Jinie. Lo siento en el pecho y duele
demasiado el no poder estar contigo y no sé cuánto tiempo más pueda aguantar.
Yo... te necesito...

—Lo sé, pero ¿qué quieres que haga? No podemos simplemente olvidarnos del
contexto. No puedo. Aunque lo desee con fuerza, no puedo permitírmelo. Es que... ¿a
ti te da igual que llevemos la misma sangre? Mierda, Venecia, soy tu primo, tu
hermano, ¿no te hace sentir mal desearme?

—Yo... es que... no lo sé, creo que me haría sentir mal si realmente tú en algún
momento me hubieses tratado y querido como a una hermana... pero, vamos, tú
nunca me trataste como a los demás. Nunca fuiste verdaderamente cercano conmigo.
No me tenías confianza, ni yo a ti. Siempre fuimos como extraños con hermanos en
común, ¿o no? De niños jamás formamos un lazo de hermandad, ni siquiera de
amistad. Con Alaska y Teddy sí, pero entre nosotros nunca hubo nada... hasta que,
bueno, crecimos.

—No niego que es verdad, pero eso no quita que llevemos la misma sangre —suspiró
abatido, frustrado—. Yo no puedo hacer más que sentirme un enfermo por todo esto.
Además, tú sabes que no puedo fallarle a mi padrino de esta manera. Lo siento, pero
no puedo corresponder a los trastornados deseos de mi alfa. Tú eres mi prima y ya
está, no quiero que sigas esperándome. Que sigas esperando algo que no va a pasar.
Te amo, pero no estoy dispuesto a esto.

Jin tuvo la intención de levantarse de la cama, pero la omega lo detuvo.

—No te vayas... está bien, so-sólo... sólo me dormiré —balbuceó Venecia, asustada
ante la idea de ya nunca más dormirse sobre el pecho del alfa. Para su fortuna, Jin
asintió y le permitió regresar a la posición inicial de ella acurrucada plácidamente
contra su pecho.

Otra vez el silencio reinó entre ambos. Un silencio que no duró demasiado.

—¿Jinie?

—¿Mhm?

—Yo también te amo.


El alfa esbozó una ligera sonrisa.

—Duerme.

Quince minutos después, Jin abandonó la cama con un cuidado enorme. Silencioso
como una pluma se marchó de la habitación, no demorándose en atravesar el
corredor para entrar en la suya.

Se despojó de su camiseta y se echó en la cama, acercando la prenda a su nariz,


olfateando con deleite el aroma impregnado que quedó de su omega. Oh, su dulce y
suave aroma. Suspiró, frustrado, un nudo trepanándose por su garganta. Ahogó un
gruñido, estrujando aquella camiseta y, furioso con la vida y consigo mismo, la arrojó
con fuerza muy lejos de él.

Su alfa interno aullaba adolorido, mientras él apretaba su mandíbula y contenía las


lágrimas.

No pudo dormir.

Venecia tampoco.

Jin no estaba teniendo un buen día, en lo absoluto.

Tras no poder pegar un ojo, se había levantado de la cama a la cinco y pico de la


mañana sólo para ponerse ropa deportiva y salir a correr a orillas del mar bajo la
trémula luz de un temprano amanecer.

Corrió hasta que su cuerpo le exigió un descanso. Malhumorado, cansado, irritado y


sudoroso, volvió a la casa, a la habitación. Se duchó y cayó rendido en la cama,
durmiéndose cuando el sol ya comenzaba a presentarse.

Sintió el llamado de su padrino en algún momento de la mañana, mas no pudo


hacerle caso. Luego escuchó el leve rumor de la demandante voz de Alaska, pero
tampoco reaccionó. Unas filosas uñas fueron deslizadas en su espalda desnuda y él
gruñó, molesto y adormilado. Teddy le dijo que se levantara, y él sólo tomó las
sábanas y se dio la vuelta, soltando un "déjame en paz".

Nadie volvió a molestarlo, hasta que el almuerzo estuvo hecho. Fue Venecia quien lo
despertó con toquecitos en su espalda, advirtiéndole con algo de timidez que sería
mejor que se levantara antes de que su padre Yoongi se enfadara más de la cuenta.

Entonces se levantó. Se vistió con lo primero que encontró en su bolso y, más


dormido que despierto, se reunió con el resto de la familia en la mesa del comedor.

Necesitaba café, no un plato de pollo con verduras. Pero aun así se lo comió, y luego
se preparo su oscuro y amargo café.

No dijo nada durante al almuerzo y no se molestó en prestar atención a la charla que


se había llevado a cabo. Todos se dieron cuenta de que Jin aún continuaba muy
dormido y, por su tan dura y fantasmal expresión, se notaba a leguas que no era de
sus mejores días. Nadie le reprochó nada hasta entonces.

Sentado en un sofá de la sala con su humeante taza de café en la mano, todavía


estando en un modo mas zombie que humano, apenas se daba cuenta que todos, o al
menos la mayoría, iban de aquí para allá, preparándolo todo para el suceso que le
esperaba esta noche.

Un suceso que casi había olvidado.

Casi.

Alaska manejaba el vestuario y el maquillaje, peleándose con Teddy porque este no


deseaba utilizar joyería. Venecia estaba con Yoongi frente a la improvisada sala de
control que armaron, haciendo frente a las pantallas Jin no sabía qué cosa.

Y todo esto ocurría mientras Jimin, escondido en el baño de su habitación, vomitaba


todo el almuerzo y volvía a su refugio debajo de una manta que tenía el olorcito de su
alfa.
—Bien, niños, basta de peleas —Yoongi se levantó de su silla frente a las pantallas—.
Teddy, aunque sea los anillos te tienes que poner. Alaska deja de molestarlo con
querer pintarle las uñas. Si no quiere, no quiere. Y tú, Jin, más vale que al terminar
ese café estés en todos tus sentidos porque estoy pensando seriamente en
suplantarte con uno de mis hombres. No puede ser posible que me vengas con esta
inaudita actitud justo el día de hoy. ¡Les dije que no se acostaran tan tarde! ¡Y en
especial tú! No, si es evidente que aún no estás listo.

Jin alzó una ceja y se puso en alerta, irguiéndose de pronto, para luego tragarse el
café de un solo sorbo.

—No —espetó con su garganta ardiéndole por el largo trago caliente—. Esa misión es
mía y nadie más que yo la hará. Puedes estar seguro de que estoy más que listo y no
dejaré que me quites mi oportunidad de demostrártelo.

Yoongi sonrió.

—Ese es mimuchacho.

Alaska se encontraba metida dentro de un elegante y escotado traje azul. Un azul


oscuro, espeso, profundo. No llevaba sostén; no lo necesitaba. Sus pechos nada
voluptuosos se mantenían firmes por su cuenta, siendo apenas cubiertos por el traje.
Su pálido color de piel contrastaba con la zona de sus senos. Su ondulada melena
recogida en un pulcro moño resaltaba la triangular forma de su rostro, un rostro
perfectamente maquillado, dueño de cincelados rasgos. Dos pequeños zafiros
decoraban sus orejas y en su cuello descansaba un precioso collar de diamantes.

A un lado suyo, sentado en el interior de aquel vehículo de amplio interior y asientos


enfrentados, estaba Teddy enfundado en un formal traje de etiqueta.

A diferencia de su hermana, no llevaba tanta preparación encima, más que su belleza


propia y un poco de colonia. Sus dedos siendo víctimas de media docena de anillos le
molestaba. No entendía cómo hacía su padre omega para cargarse tantos anillos en
los dedos. No era algo cómodo, o al menos eso sentía él, pues no estaba
acostumbrado.

—Papá, ¿cómo puedes llevar tantos anillos sin que te molesten? —rezongó el omega,
no pudiendo mantener sus dedos quietos mientras observaba sus incómodas manos.

—No lo sé, a mi no me molestan —la voz de Jimin se escuchó a través del auricular
que se escondía en uno de sus oídos—. Es como si yo te preguntara a ti cómo puedes
llevar las uñas largas y filosas sin que te jodan la vida —agregó, y se oyó que soltó
una leve risa por lo bajo.

A pesar de que Yoongi le había insistido en que se quedara en cama por el resto del
día, Jimin, sin ninguna intención de perdérselo, decidió acompañarlo en la supervisión
de la misión. Por lo que allí estaba, en el sofá con una mantita, viéndolo todo junto a
su alfa y Venecia.

—Pero al menos mis uñas me sirven para dar arañazos y lastimar, no son simple
estética —replicó Teddy, olvidándose por un momento de los anillos y enfocándose en
sus bien cuidadas uñitas, admirándolas con una sonrisa orgullosa.

—Dios mío, Teddy, ¿cómo puedes decir que mis anillos son simple estética? No lo
son, querido, no lo son. Me horroriza que pienses así. Significan mucho más. Además,
¿qué te crees, que no sirven como arma también? No quieres saber como queda la
cara de alguien luego de uno de mis puñetazos.

—Oh, Dios —Teddy casi se atragantó, luego rió—. Vaya, y yo que pensaba que papá
Yoongi era el violento. Nunca había pensado en eso, wow, qué buen punto.

—No soy violento, golpeo con amor —contestó Jimin, oyéndose claramente su risilla.

Teddy sacudió la cabeza, divertido, y cerró sus puños, contemplando los anillos,
imaginándose golpeado a alguien con ellos.

—Atentos, pichones, ya están por llegar a destino —avisó Yoongi por el auricular de
ambos.

Alaska se asomó de inmediato a una de las ventanas, observando el exterior con


curiosidad. Teddy hizo lo mismo. El auto se desplazaba por una sencilla calle de los
suburbios de la ciudad, pero dado que el anochecer había caído no se lograba
contemplar mucho más que desconocidas casas y arboleadas.

En sincronía, los dos inhalaron una buena bocanada de aire y la soltaron, relajándose.

Alaska llevó su mirada a unos bolsos que descansaban a un lado de ella. Aquellos
bolsos estaban repletos de dinero. Los acomodó mejor y luego retocó su atuendo,
adquiriendo una forma más erguida allí sentada.

El vehículo no tardó en aparcar. Afuera, bajo la oscuridad de una estrellada noche de


verano, no había más que palmeras, arbustos y la entrada de acceso a una bonita
casa.

Alaska respiró profundo una última vez.

«Soy la jefa. Yo mando. Yo tengo el poder», repetía mentalmente mientras


aguardaba.

Pronto, la puerta que daba a la vereda se abrió y abordaron dos personas: una beta y
un alfa. La mujer era de unos cuarenta y tantos años. Coqueta, refinada y de
desafiante mirada. Por otro lado, el alfa de intimidante presencia apenas pudo caber
en el auto debido a su impresionante musculatura. Alaska y Teddy lo conocían, él era
parte de la misión, así que no se preocuparon por él. La victima era ella.

— Sun hae, un placer conocerla, Min Alaska —Extendió su mano con decisión. La beta
se la estrechó sin titubeos—. Veo que ha traído compañía —dijo, deslizando su mirada
al grandulón.

El auto arrancó.

—Sí, venir sola habría sido un suicidio, señorita Min, sepa entender —contestó Sun
Hae adoptando una postura firme, imperturbable.

—Oh, por supuesto que entiendo, querida. Eres precavida, eso me gusta —sonrió
coqueta—. Oh, y este de aquí es Min Teddy, mi adorado y caprichoso hermano.

Teddy ni siquiera se molestó en lucir amigable. No le habló, ni le extendió la mano.


Sólo se quedo allí, quieto, mirándola con desdén, mientras cruzaba sus dedos repletos
de anillos sobre su regazo.

—Sé que usted esperaba ver a mis padres, pero se han tenido que encargar de otro
asunto y aquí estamos nosotros para reemplazarlos con gusto —comunicó Alaska,
cruzando sus piernas con elegancia—. Bien, Sun Hae, aquí en estos bolsos se
encuentra el dinero, muéstrenos el anillo y si es el auténtico podrá regresar usted a
casa ilesa y con sus millones encima. De usted depende salir de aquí con vida, y
créame cuando le digo que ni usted ni el matón este nos intimida, así que espero que
haya tomado una buena decisión.

Sun hae no se inmutó. A ella tampoco le intimidaban aquellos pubertos. Es más,


sonreía con una gracia maliciosa al pensar en cómo el matrimonio Min pudo ser capaz
de enviarle a estos renacuajos disfrazados de expertos. Pero daba igual, prefería
enfrentarse a esos jóvenes que a los mismísimo Min Yoongi y Min Jimin.

De un bolsillo interno de su blazer negro, sacó una bellísima cajita contenedora de


aquel tan valioso anillo.

Sun Hae era una vendedora de joyas robadas, pero últimamente se había dedicado a
estafar a sus compradores menos conocedores. Había adquirido, gracias a un robo
que hicieron sus muchachos a un museo, una preciada pieza; un anillo de oro puro
originario del antiguo Egipto.

Al principio pensó en venderlo y hacerse millones. Pero luego se le ocurrió una idea
mejor. Falsificarlo, crear varios de ellos y venderlos en diferentes partes del mundo
como si fueran auténticos. Nadie se dio cuenta, o al menos no que ella supiera. Sin
embargo, un íntimo amigo de los Min descubrió su falsedad.

La quería a ella muerta y quería el anillo verdadero.

Los Min le hacían el favor.

Alaska tomó aquella delicada cajita con cuidado. La abrió y la preciosa joya
resplandeció. Sin embargo, ella no podía saber si esa era la original. Se la enseñó a
Teddy.

El omega quitó el anillo de su recipiente y fingió analizarlo de cerca. Él no sabía nada


de anillos, ni le importaba, por lo cual no tenía ni idea de cómo identificar si era falso
o no. Se lo devolvió a su hermana y enfocó su mirada en Sun Hae.

—Deme su mano —exigió. Ella alzó una ceja, algo horrorizada con aquella petición—.
Que me de su maldita mano. Ahora — Ella se disgustó, pero extendió su mano
derecha, atenta a lo que haría a quien ella creía como un insolente. Teddy la envolvió
entre las suyas y respiró hondo, concentrándose. Podía sentir la tranquilidad de su
alma y la fuerte ambición que le rodeaba—. Míreme a los ojos, ¿ese anillo es el real?
—Así es —Sun Hae contestó, mofándose ante aquel absurdo comportamiento.

Pese a la burla, Teddy se enfocó en hallar rastros de engaño. Se fijó en su pulso, en


sus ojos, en sus sentimientos.

—¿Miente? —preguntó Alaska a su hermano, ignorando la incrédula y burlona actitud


de la estafadora.

—No, esta diciendo la verdad —concluyó, y su hermana asintió.

—Muy bien, toma tu dinero y lárgate —le dijo Alaska con descortesía.

El auto la dejó de regreso en casa. Al bajar, Sun Hae soltó una cínica risa, no
pudiendo creer lo que acababa de vivir. Su guardaespaldas la ayudó a cargar los
bolsos con el dinero y, dichosa y emocionada, entró en su casa lo más de prisa
posible.

Al ingresar a la residencia, encendió las luces y arrojó con una exclamación de victoria
los bolsos en la sala. Comenzó a abrir uno de ellos y admiró los fajos de billetes con
una deslumbrante sonrisa.

Pero entonces, advirtió que algo no andaba bien. Había un aroma diferente; un aroma
a alfa que no pertenecía a su guardaespaldas. Y entonces se puso en alerta al verlo.

Sentado cómodamente en uno de los sofás, Min SeokJin la miraba, frio, impasible,
sereno. Un arma con silenciador era sujetada entre sus dedos.

Enfadada, Sun Hae miró a su guardaespaldas, esperando que éste lo acabara en un


pestañeo, pero el fortachón ni siquiera se inmutó. Entonces lo supo. Era una trampa.
Una vil emboscada.

Jin se puso de pie. Y ella, sin aceptar aquel trágico destino, intentó empuñar su arma,
aquella que llevaba encima por si acaso. Pero Jin no se lo permitió. No lo pensó, no
titubeó. Efectuó el disparo. Sólo uno bastó para arrebatarle la vida. Uno directo en la
frente. Sin embargo, y por las dudas, apenas el cuerpo cayó al suelo, la barrió a tiros.

Yoongi soltó el aire que llevaba reteniendo desde hacía tiempo. Ya estaba. La misión
se había cumplido. Jimin le sonrió y se acercó para darle un dulce beso en los labios.
—Iré a buscar a Vee, le avisaré que ya terminaron —dijo.

Venecia había estado con ellos, chequeando los diferentes ángulos de las cámaras del
auto y aquellas que cada uno de sus hermanos llevaba encima, pero en un momento
dado, presa de su nerviosismo y su terrible presentimiento, dijo que saldría al patio a
tomar un poco de aire. Y no había regresado.

—De acuerdo, amor —respondió Yoongi al aviso de su esposo y, mientras este se


alejaba, él se comunicó con Alaska y Teddy para avisarles del éxito de la misión.

Jin recargó y guardó el arma, tranquilo, despreocupado, como si no hubiese acabado


de cometer su primer asesinato, como si no hubiera un cadáver allí a plena vista.
Pensó que sentiría algo. Orgullo, pena, conmoción, tristeza. Mas no sintió nada.
Sólo... vacío. Era algo bueno, creía. Al menos, algo bueno conforme al mundo en el
que crecía.

Pasó por al lado del cuerpo sin vida de aquella mujer, procurando no pisar la sangre,
y se dispuso a tomar los bolsos con el dinero, colgándoselos al hombro. Eran
demasiados para él, por lo que el falso guardaespaldas de la difunta lo ayudaría a
cargar con ellos y abandonar lo más de prisa la residencia.

Pero el ayudante no movió un dedo para cooperar. En cambio, desenfundó su arma y


le apuntó a Jin, quien abrió los ojos muy grandes y se quedó estático, confundido.

—¿Qué mierda haces?

Yoongi se desesperó al ver la imagen en la pantalla. Un estallido de adrenalina le


recorrió todo el cuerpo y su corazón quiso salir de su sitio desbocado. Advirtió a sus
otros dos hombres de la situación, demandándoles que corrieran a proteger a su hijo.
Pero aquellos dos estaban en el auto en el que iban Alaska y Teddy, y se habían
alejado de aquella cuadra para no levantar alguna sospecha a la víctima.

—¡Baja esa maldita arma de inmediato o juro que te haré trizas pedazo a pedazo,
despreciable traidor, cómo puedes faltarme al respeto de esta manera! —vociferó
Yoongi con la furia a flor de piel, inundando la sala de feromonas de ira.

—¡Yoongi... —Jimin apareció corriendo, agitado, preocupado, con el miedo reflejado


en su rostro y abriéndose paso por sus poros. Sus fuertes feromonas se mezclaron
con la de su alfa—... Venecia no está y mi arma y el...! ¡Dios, ¿qué paso?!

—Lo siento, jefe, pero es demasiado dinero y ustedes ya tienen mucho —el tipo
habló, y Yoongi pudo escuchar los disparos.
—¡SeokJin! —aulló Yoongi con sus ojos cargados de lágrimas.

La imagen del video cayó junto a Jin y el desespero y la impotencia dominaron al alfa
junto a una terrible punzada de un agudo e insoportable dolor que ardió en su pecho.

Una tanda de tiros mas se oyó, uno tras otro.

La espalda de Jimin golpeó una pared. No, no podía estarles pasando eso. No, no
podía ser cierto.

Jin...

La culpa le sofocó al instante. Todo es mi culpa. Sus piernas comenzaron a flaquear.


Todo es mi culpa. Despacio, se dejó caer sobre la pared. Mi maldita culpa. En el
suelo, ocultó su rostro entre sus manos. Si hubiéramos estado... Y lloró.

Yoongi había caído de rodillas al piso. Se quitó el auricular de la oreja y se sujetó el


pelo con una mano, contrayendo su rostro en una mueca de insufrible dolor al romper
en llanto.

Mientras Jimin se culpaba, él se castigaba con ferocidad porque ahora mismo sentía
que le había fallado a Taeyang. Le había fallado a quien dio la vida por su seguridad.
¿Cómo? ¿Cómo no pudo proteger a Jin? ¿Cómo no pudo mantener su juramento?
¿Cómo no lo había jodidamente previsto?

Tras un instante, se quitó las lágrimas y se puso de pie, con la sangre hirviéndole de
furia otra vez.

—No dejen que se escape. Atrápenlo y tráiganmelo con vida. Repito, lo quiero con
vida —ordenó a los dos hombres que le quedaban.

Yoongi iba a cumplir su reciente juramento.

Lo destrozaría.

Jin arrojó los bolsos al suelo y levantó las manos, dejándolas en el aire a la altura de
su cabeza. Miró a su traicionero ayudante con dureza. Estaba decepcionado. Por otro
lado, pensó en su arma. La tenía sujetada con el borde del jean en su espalda. Si era
lo suficientemente hábil y veloz podría tomarla, pensó, dar vuelta la situación y
desarmarlo con un tiro en la mano.

No, señor, no acabaran conmigo tan rápido.

—Lo siento, jefe, pero es demasiado dinero y ustedes ya tienen mucho.

Ese era el momento. Jin bajó con súbita rapidez una de sus manos hasta alcanzar su
espalda baja. Empuñó el arma, pero antes de siquiera poder apuntar, una bala le
atravesó el hombro y al instante apareció otra en su pecho y otra más. Su mano
perdió fuerza y la pistola cayó al suelo sin más.

Aturdido, perdido, conmocionado, se puso la mano en el pecho mientras se


tambaleaba hacia atrás. Sus ojos nublados divisaron sus dedos cubiertos de su propia
sangre y no bastó más nada para que sus piernas flaquearan y él se desplomara en el
suelo mientras oía el lejano sonido de más tiros disparados. Tiros que no fueron hacia
él.

Apenas el traidor había abierto fuego contra Jin, Venecia apareció en escena por
detrás y con su ser inyectado de furia, alzó el arma que le robó a Jimin y acribilló al
tipo que se había atrevido a herir a su alfa.

Tras asesinar a aquel hombre, Venecia soltó el arma al instante, asustada e


impactada consigo misma por lo que había hecho. No podía creerlo. Sin embargo, su
shock fue tan efímero que no duro ni dos segundo. Todo se desvaneció en cuanto vio
a Jin en el suelo.

Aún seguía con vida, pero estaba sangrando y su cuerpo se estremecía.

—¡Jin! —la omega corrió a su encuentro y se dejó caer de bruces a su lado. Lloraba,
sin saber qué hacer. Despacio, Jin movió un poco su cabeza y la miró a los ojos,
esbozando una débil sonrisa. Ella puso una de sus temblorosas manos en el pecho de
su alfa. Su camiseta ya se había manchado generosamente de rojo—. Por favor, no
me dejes, por favor... n-no... no puedes dejarme. Resiste, Jin, por favor, no te
mueras —decía entre el histérico llanto, sollozando sin control, con sus labios
haciendo pucheros.

Jin levantó levemente su cabeza y ella entendió.

Sus labios se encontraron enseguida en un tan ansiado y esperado beso. Un beso


húmedo, salado, profundo, sentimental. Tan suave, pero tan pasional. Ambos se
besaron como si ya no hubiera un mañana para él, y era literal.

Jin dejó todo en aquel primer beso con su omega, no importándole nada más que ese
momento tan íntimo, tan preciado. La amaba con fuerza, y pensaba que si no tuviera
pedazos de plomo quemándole el pecho, le hubiera hecho el amor ahí mismo.

—Te amo —dijo, esforzándose en sacar las palabras de su boca.

—Yo a ti, mi amor —musitó—. Vas a estar bien, te lo prometo. Por favor, resiste.

Y en ese instante, ingresaron a gran velocidad los hombres de Yoongi apuntando con
sus armas. Por detrás, venían Alaska y Teddy desesperados y aturdidos. Las armas se
bajaron al entender la situación.

Advirtiendo que su hermano seguía con vida, aunque no sabían si por mucho, Alaska
reaccionó con prisa y corrió a socorrerlo.

—¡Venecia, mierda, ¿qué no sabes primeros auxilios?! ¡Hay que detener la


hemorragia! —exclamó al tiempo que destrozaba la camiseta de Jin con la intención
de encontrar los sitios exactos por los que ingresaron las balas. Al instante, se rasgó
un trozo de manga de su traje y lo utilizó para hacer presión en uno de las
perforaciones del pecho. Venecia usó la misma tela de la camiseta para cubrir y
presionar la otra herida del pecho. Teddy se encargó de controlarle el pulso, mientras
contenía el balazo del hombro.

—Papa, ¿me escuchas? ¡Está vivo! ¡Jin aún está con vida! Pero esta muy grave.
¡Necesitamos ya mismo que nos consigas una ambulancia! —Fue la voz de Alaska la
que hizo que el alma le volviera al cuerpo. Yoongi respiró solo con un poco más de
alivio y derramó un par de lágrimas pensando en que aún quedaban esperanzas.

De inmediato, localizó el hospital más cercano de aquella zona y exigió una


ambulancia, demandando extrema discreción. Hizo resaltar su apellido y no pasó
inadvertido una sutil amenaza de muerte.

Jimin aún seguía en el suelo, culpándose de todo, martillándose la cabeza con


lamentos. Yoongi fue hacia él y lo abrazó con fuerza, diciéndole con una voz dulce y
tranquilizadora que todo iba a estar bien, que Jin estaba vivo, que nada era su culpa.
Le dijo que había que darse prisa, que sus hijos no se demorarían en llegar al hospital
y que allí debían estar con ellos.

El omega se calmó de a poco, se limpió los jodidos mocos y asintió, recibiendo aquella
fuerza que Yoongi hacía brotar en su interior. Su alfa lo ayudó a ponerse de pie, se
abrazaron una última vez y corrieron al hospital.

Venecia no cesaba de llorar. Pero ya no era un llanto ruidoso y atolondrado. Era


silencioso, casi desapercibido. Sólo gotas deslizándose por sus mejillas sin ningún tipo
de control. El cuerpo de su alfa descansaba sobre la camilla de aquella ambulancia,
varios paramédicos encargándose de el.

Jin se encontraba en un estado de desorientación; perdido, nublado. Estaba débil, sus


ojos pesaban demasiado y ya casi no podía mantenerlos abiertos. Escuchaba la voz
lejana de Venecia, diciéndole que por favor se quedara con ella, que resistiera, que lo
necesitaba, que lo amaba. Hacía todo lo posible por mantenerse consciente.

Le dolía cada respiro, cada sacudida, cada segundo. Pero se mantenía en calma,
sintiéndose a gusto al olfatear tan de cerca el aroma de su omega.

El alfa utilizó la última gota de fuerza que le quedaba para mover su mano y ponerla
encima de la mano de Venecia. La misma estaba fría, tosca, cubierta da su sangre. La
cubrió con la suya y elevó su mirada hasta dar con los llorosos y rojizos ojos de ella.
Ya no le salía hablar, por lo que se esforzó para mentalmente pedirle que lo besara.
Porque si llegaba a morir, al menos quería que fuera entre la suavidad de los labios
de su omega.

Venecia lo oyó en su mente, derramó un par de lágrimas más, con su mano libre le
acaricio el cabello y se inclinó, atrapando los labios de su alfa en un casto y amargo
beso.

Lo hizo con el tiempo justo, porque un par de segundos después la consciencia de Jin
ya se había marchado, entrando su cuerpo en un estado de shock.

Jimin y Yoongi alcanzaron el hospital tan rápido como pudieron. Velozmente,


atravesaron la entrada principal, pidieron información en recepción y, siguiendo las
indicaciones, corrieron hasta la zona de emergencias.

Alaska fue la primera en verlos y Yoongi corrió a abrazarla, mientras que Jimin fue
derecho hacia Venecia, quien estaba arrinconada en el suelo contra la pared,
deshecha en un tormento de lágrimas. Se reunió con ella, sentándose a su lado, y la
abrazó, sintiéndola llorar con más fuerza entre sus brazos. Jimin se rompió.

Yoongi apareció por el lado contrario y la abrazó, abrazando a su omega también.


Alaska, devastada, no tardó en unírseles. Se sentó al lado de Jimin, y su papá omega
le hizo un espacio en el abrazo.

Teddy no estaba. Teddy no soportaba los hospitales, y menos la zona de urgencias.


Tanto sufrimiento ajeno reunido de aquellas personas que aguardaban por sus seres
queridos le ahogaba. Ya bastante tenía con su dolor y el de su familia, como para
soportar también el de desconocidos. Así que se quedo afuera, apoyado contra el
auto, fumando, aguardando con un tic nervioso que su hermano pudiera sobrevivir.
Alaska le había prometido que lo mantendría informado.

Adentro, en la sala de espera, entre sollozos y lamentos, Venecia les contó a sus
padres como fue que sucedió todo, que se había largado con el auto porque su
instinto le gritaba a todo pulmón que algo malo iba a suceder. Pidió perdón por el
arma robada y por irse sin avisar y luego continuó llorando y repitiendo lo mismo.

—Yo s-sabía q-que algo malo i-iba a p-pasarle —decía sobre el pecho de su padre
omega, mientras su padre alfa le acariciaba el cabello—, lo p-presentía... y él... él no
quiso hacerme caso... si él muere y-yo no p-podré resistirlo... no p-puedo...

Alaska iba y venía, dando cortos pasos en la misma zona. Estaba demasiado nerviosa,
demasiado asustada.
Apretaba un húmedo pañuelo usado entre sus dedos. Estaba segura de que su
hermana menor lo contaría todo. Confesaría su amor por Jin, pero ya no le
importaba. La vida de su hermano, de su compañero de peleas, de su cómplice de
travesuras, de su aliado, su enemigo, su odiado y amado primo, estaba en juego y
solo podía pensar en lo triste y apagada que se volvería su vida sin Jin.

Sus padres habían logrado estabilizar un poco a Venecia. Ya no se oían sus lloriqueos.
Apenas se la oía sollozando, extenuada entre los brazos de Jimin, casi adormecida por
las suaves caricias de Yoongi.

Alaska se cansó de dar vueltas y tomó asiento. Se quitó los tacos que hasta el
momento los llevaba intactos y las desnudas plantas de sus pies experimentaron la
frialdad del pulido suelo de aquella clínica. Apoyó los codos en sus muslos y hundió
sus dedos en su cabello aun sujeto en un desarreglado moño. En aquella posición
lloró por primera vez. Silenciosa y desapercibida, liberó toda la tristeza contenida
hasta aquel instante, sintiendo la preocupación de su omega en forma de punzada en
el pecho.

Yu Qi... Oh, su pequeña leona estaba sufriendo, preocupada por ella sin tener idea de
lo que había ocurrido. Se limpió las lágrimas y buscó su celular para llamarla.

Ninguno supo muy bien cuánto tiempo había pasado. Todo había estado en una
dolorosa calma, una en donde las lagrimas se habían tomado su merecido descanso y
en donde ellos sólo habían estado aguardando en una angustiosa pausa a recibir
noticias.

Hasta que, de pronto, todo se alteró a gran escala en cuanto advirtieron que una
tanda de profesionales corrieron al recibir el llamado de una alarma. Exclamaron
códigos que sólo ellos entendían, creando una atmósfera de pánico y desespero entre
ellos mismos.

Venecia sufrió un arrebato de adrenalina y se puso de pie de un solo salto. Con su


corazón desbocado y el temor y la ansiedad golpeándole en el pecho, siguió el fuerte
impulso de correr hacia donde se dirigían los médicos, zona solo permitida para el
personal. Pero a ella nada le importo. Su instinto lo sabia, lo intuía; se trataba de Jin.

Alaska la frenó a tiempo y la sujetó entre sus brazos. La menor chilló y pataleó,
histérica y descontrolada. Le propinó un fuerte pisotón en uno de sus descalzados
pies y le mordió el brazo descubierto por el traje roto. Alaska gruñó de dolor por sus
deditos cruelmente aplastados y perdió fuerza.
Venecia se alejó corriendo, traspasó la puerta y trato de alcanzar a aquellos
profesionales que había visto, pero unos brazos la atraparon y la sacaron a la fuerza
de allí.

Yoongi la abrazó firmemente y la retuvo contra su pecho, mientras ella volvía a chillar
y revolverse con histeria, intentando zafarse una vez más.

—¡Necesito verlo, papá! ¡Suéltame! ¡Tengo que estar con él! ¡No pueden mantenerme
alejada de él! ¡No pueden! ¡Lo necesito! ¡Me necesita! ¡No puede morir!

—Tranquila, mi vida, tranquila...

—¡Si muere, moriré! ¡No puede dejarme! ¡No puede...! Yo... t-tengo q-que estar c-
con él... p-por favor... y-yo... lo amo...

Yoongi no cedió. En cambio, miró a Jimin ciertamente desconcertado por el tan


salvaje comportamiento de su hija menor y más aún por sus sentimientos tan
apegados a Jin.

Jimin le devolvió la mirada de igual forma, no entendiendo muy bien en qué momento
se había creado un lazo de tanta afinidad entre Venecia y Jin.

¿Cómo se les había escapado aquel detalle?

Fue muy confuso para ambos. Si bien recordaban que Jin era quien cuidaba de ella,
en ningún momento Jin y Venecia habían actuado, al menos ante sus ojos, de un
modo apegado y cariñoso, ni siquiera de un modo juguetón y burlesco como era la
relación de Jin, Alaska y Teddy, tan unidos y odiosos entre ellos. Pero Venecia no
tenía la misma relación con ellos. Si bien se llevaba bien con los tres, con quien
menos se la veía hablando era con Jin. Y que de repente mostrara aquella actitud en
el posible lecho de muerte del alfa no encajaba.

Pero al matrimonio Min no le bastó más que un minuto para atar cabos.

Ninguno habló, no hizo falta. Se dijeron todo con la mirada.

Yoongi no soltó a su adolescente hija hasta que se estabilizó. La acompañó a los


asientos de nuevo y Jimin se encargó de traerle un vaso con agua. Ella se sentó junto
a sus padres y dio un pequeño sorbo de agua al tiempo que trataba de controlar sus
involuntarios espasmos por el reciente llanto.
Ninguno de los dos supo bien por donde abordar el asunto, por lo que ambos
buscaron cada uno por su cuenta las palabras correctas en su mente. Ninguno estaba
seguro. Vacilaban, sus pensamientos transitaban con rapidez. Tenían muchas
preguntas, dudas, miedos. Estaban pasmados, anonadados. Si las cosas eran como
creían, entonces tendrían que contarle la verdad a su pequeña y eso les llenaba de
temor y vergüenza.

¿Qué pensaría Venecia de ellos?

Jimin intentó deshacer el nudo que en su garganta comenzaba a formarse. Sus ojos
se tornaron acuosos. Tenía tanto miedo de que su hija cambiara sus pensamientos
con respecto a ellos, que los mirara con odio en vez de con amor.

Sabía que se pondría a llorar, así que pensó en alejarse, ir al baño o salir afuera un
rato, pero entonces Venecia habló y él, al igual que su esposo, apartó todos sus
pensamientos y le prestó toda su atención.

—Necesito saber que él se pondrá bien —fue lo que ella musitó.

—Lo hará, hija. Hay que confiar —dijo Yoongi, dándole caricias en la espalda.

—¿Y si no lo hace? —preguntó con la voz rota, a punto de llorar por enésima vez en la
noche—. No sobreviviré sin él...

—Él estará bien, amor —prometió por su parte Jimin, tragándose el nudo de su
garganta, mientras le ponía una mano en la rodilla y le acariciaba con dulzura—. Él es
fuerte y terco, te aseguro que no se dejará morir, te aseguro que luchara hasta el
último segundo, que volveremos a tenerlo con nosotros... Pero, ahora... Vee, ¿quieres
hablarnos de tú y Jin?

Venecia se cubrió la cara con ambas manos y, de nuevo, empezó el ciclo del llanto.

—Venecia, ¿mantienes una relación con él? —Esta vez Yoongi habló con voz firme y
clara, realmente ansioso de resolver la duda de su interrogante.

—No, p-pero... es... e-es mi alfa... pero juro que... q-que no hicimos nada. No p-pasó
nada... s-solo nos dimos un beso hoy y, y... y eso es todo —confesó articulando como
podía en medio de su nerviosismo y alteración—. Por favor... enójense conmigo, pero
con él no... él fue quien hizo todo lo posible por mantenernos alejados... él s-sólo me
cuidó y... y a pesar de todo, él nunca se sobrepasó como yo hubiese querido que lo
hiciera...

La omega se limpió las lágrimas con un pañuelo de papel que Jimin le ofreció y
respiró hondo, permaneciendo con la mirada agacha. No se atrevía a mirar a sus
padres.

—Yo quería estar con él... a mi no me importaba que fuéramos primos... b-bueno, si
me importaba, obvio que si... pero los sentimientos de mi omega eran más fuertes y
no podía evitarlo. Desde que me presenté sentí esa conexión horrible y asfixiante, y
al principio sólo la ignoré, pero ya no pude seguir viendo a Jin de la misma manera. Él
también lo ignoró, pero le pasó lo mismo que a mi. Ya no éramos los mismos y ambos
lo sabíamos pero nos hacíamos los tontos. Y como ninguno se atrevió a acercarse, los
dos sufríamos la falta del otro por separado... hasta que pasó lo de... lo d-de mi
abuso... y entonces Jin se volvió mi protector y desde ahí empezamos a pasar tiempo
juntos y ser más cercanos, pero como les dije nunca llegamos a nada... él no quería,
él siempre marcó la distancia porque no quería defraudarlos a ustedes, en especial a
ti, papá —Por primera vez, Venecia levantó la mirada y sus ojos se encontraron con
los negros de Yoongi —. Jin no quería decepcionarte y ser la deshonra de la familia, el
quería hacer las cosas bien, quería que tu estuvieras orgulloso de él y por eso jamás
se atrevió a hacerle caso a su alfa y unirse a mi.

Venecia acabó su relato y su mirada regresó al suelo, apenada. Sobre su regazo


descansaban sus manos jugueteando con el húmedo pañuelo.

—Mi vida... — Jimin murmuró, soltando lágrimas cargadas de una mezcla de emoción
y tristeza, y al instante la atrajo hacia sí y la abrazó con todo el amor del mundo.
Venecia se dejó gustosa y descansó su mejilla sobre el pecho de su padre omega con
alivio.

—Dios, esto es como un déjà vu, pero literalmente pasando de verdad —expresó
Yoongi, impresionado, asimilándolo todo con especial asombro.

—¿Déjà vu? —Su esposo lo miró extrañado.

—Taeyang y mi hermana, pasó exactamente lo mismo —se explicó, recordando a la


perfección el preciso momento en el que su hermana, Hyorin, le confesó su
sufrimiento por verse imposibilitada a unirse al alfa al que amaba: Taeyang, quien la
había mantenido apartada por lealtad a él.

No podía creer que Jin conservaba la misma lealtad de fierro que había presentado
Taeyang. Y de pronto, un singular y majestuoso orgullo creció en él al darse cuenta
del tremendo sacrificio que había hecho su ahijado solo para mantener su confianza,
su respeto y su honor intacto.

Yoongi habría estado realmente orgulloso de decir que ese era su chico. Pero, ese era
el chico de Taeyang, el chico de su hermana. Y Yoongi sabía que desde donde sea que
ellos estuviera, Taeyang y Hyorin estarían igual de orgullosos de su hijo.

—¿Cómo que paso lo mismo? —replicó Venecia tras apartarse de su padre omega y
voltear hacia Yoongi con curiosidad—. ¿Ellos también llevaban la misma sangre?

—Oh, no, Dios, no —se apresuró a contestar Yoongi con un dejo de gracia,
turbándose de sólo imaginarse la simple idea—. Me refiero a que, en un principio,
Taeyang y Hyorin también dieron por sentado que su amor era imposible, ¿recuerdas
la historia, no? Ambos sufrieron mucho por separado y sólo después de llegar a un
punto extremo en el que tuvieron que confesármelo, pudieron al fin estar juntos
sabiendo que yo no se los impediría.

A Venecia le brillaron los ojos.

—Entonces... ¿cómo? ¿a nosotros tampoco nos lo... no nos lo...? Uhm, ¿no nos los
imped...? Ugh, eso.

Yoongi sonrió con ternura.

—No, no se los impediré tampoco —afirmó, y Jimin le dedicó una amplia sonrisa,
totalmente de acuerdo con su decisión.

Venecia estaba a punto de explotar de emoción. Una radiante sonrisa decoraba su


enrojecido e hinchado rostro. No podía creerlo. No, no, no, no podía. No era posible.
No, no lo era.

Detuvo en seco su emoción.

Era absurdo.

Me sedaron y seguro es todo un maldito sueño, pensó.

—Estoy soñando, ¿no? —preguntó más seria que nunca.

—Soñando vas a quedar luego de que te parta mi taco en la cabeza, enana de cuarta,
¡mira como me has dejado mi piecito! —Alaska apareció, cojeando por el pasillo.
Seguía estando descalza con los tacones en la mano. Uno de sus pies tenía varios
deditos vendados. Las vendas se las había dado un enfermero que le brindó ayuda
tras quedar adolorida con sus dedos ensangrentados—. ¡Casi me has roto un dedo,
maldita endemoniada! —expresó con consternación y tomó asiento frente a su
familia—. En fin, ya me calmé... Ah, y ustedes, padres geniales de otro mundo,
gracias por preocuparse por mi, eh, a ver si de vez en cuando se acuerdan que tienen
otra hija más. O sea, que sea alfa no significa que no necesito aunque sea un mero
apapacho, saben. Bueno, ahora si ya me calmé, mil disculpas... ¡no, esperen! Las
disculpas me le tiene que dar ustedes, ¿por qué las estoy dand...? Pasó algo, ¿no?
¿Hay noticias de Jin? ¿Él está bien? ¿Llamaron a Teddy?

—No, no tenemos noticias aún —contestó Jimin, levantándose de su asiento para


acomodarse junto a su beba y fundirse con ella en un abrazo—. Lo siento, cariño,
sabes que Yoongi y yo estamos para ti si nos necesitas...

—Lo sé, sólo estaba bromeando. Puedo cuidarme sola —aclaró, y se alejó de su padre
apenas percibiendo un aroma diferente en él. Frunció el ceño e iba a agudizar su
olfato y enterrarle la nariz en el cuello, pero la voz de su hermana la detuvo.

—Les conté todo.

Alaska la miró con ojos de lechuza.

—¿Todo, todo?

—Un segundo, ¿Alaska y Teddy lo saben? —consultó Yoongi, y su hija menor asintió
para ambos.

—¡Dios! —exclamó Alaska—. ¿Ya lo saben? ¿Y qué... cómo... cómo se lo tomaron?


¿Qué sucederá? ¿Enviarán a Jin a un internado en Suecia?

—Yo... uhm, ¿de verdad me dejarán estar con él? —preguntó Venecia a sus padres,
avergonzada.

—¿Los dejarán estar juntos? Oh, Dios, debo pasarle el chisme a Teddy —mencionó
Alaska, rebosando de emoción—. Aguarden, ¿y que hay de Jin? Nos veo muy felices
siendo que ni siquiera sabemos si esta bien. Ahora me siento mal. ¡Dios, mas le vale
a ese zorro que sobreviva porque lo reviviré y lo mataré yo misma! Ahora con mas
razón debe recuperarse, o sea... ¡lo lindo que será cuando se entere que podrá estar
con Venecia! ¡Ay, tan lindo el amor! Dios, me siento como en una telenovela.
Yoongi y Jimin no pudieron ocultar una sonrisa de gracia, hasta Venecia se ilusionó y
sonrió como tonta al pensar en su futuro con Jin.

Alaska tenía aquel poder; llenaba el ambiente de vida con su forma de ser.

—Es que... Vee, hay algo que debemos decirte —habló Jimin, mirándola de frente con
cierta pena—. Bueno, hay algo que tienen que saber de mí...

—Mi amor, no tienes que...

—No, estoy bien, quiero... quiero hacerlo —Se adelantó a contestar el omega de ojos
verdes, seguro de sí mismo—. Merecen saber la verdad.

—¿Qué verdad? ¿De qué hablas, papá? —Alaska miró confundida a su padre omega.

—Mi verdad; la verdad de Venecia... Alie, hija, tú conoces tu historia tan bien que
hasta sabes que pasó contigo el día en que naciste. Pero Venecia no, Vee no sabe que
ocurrió con ella el día en que nació. Con Yoongi habíamos preferido mantenerlo en
secreto porque teníamos miedo de lo que pensaran. Aún lo tenemos. Pero ya no
quiero seguir ocultándoles una realidad que hasta el día de hoy me sigue jodiendo la
vida. Y amor, espero que estés de acuerdo conmigo en contarles.

Yoongi asintió sin dudarlo.

—Comienza, y si te trabas seguiré yo.

—Bueno — Jimin carraspeó, juntando sus manos y frotando sus palmas en un acto de
nerviosismo—. Ustedes saben que, cuando eran más chicas, nosotros nos la
pasábamos contándoles historias de nuestras vidas, hablándoles de quienes ya no
están, de los buenos momentos y de las tragedias. Pero hay un hecho que siempre lo
ocultamos, bueno más de un hecho —suspiró—. Es algo que, desde joven, me hizo
sufrir mucho. Fue poco después de que Teddy naciera, yo... bueno... me... uhm,
esterilizaron en contra de mi voluntad... p-perdí un cachorro y... y-yo... no pude...
uhm... volver a... volver, uhm... yo... no, no... —Viendo que no llegaba a ningún lado,
se detuvo y respiro profundo, tomándose su tiempo. Lo medito un segundo y se
preparo para soltar las palabras:—. No pude volver a tener hijos... a la única en la
que tuve en mi vientre fue a ti, Alie...

La expresión de Alaska se encontraba hundida en una sorpresiva melancolía. No tardo


en aferrarse al cuerpo de su padre omega con tristeza.
Ahora comenzaba a entender porque ella no podía recordar a su padre embarazado
de Venecia. No había habido ningún embarazo. Los verdosos ojos de Alaska se
humedecieron al imaginar cuan dolorosa había sido realmente la vida de sus padres y
lloró en silencio sobre el pecho de Jimin.

—Es por esa razón que no te impediremos que te emparejes con Jin, mi vida
—prosiguió Yoongi, mirando a Venecia—. Jimin y yo nos hemos encargado de ti desde
que eras una bebé recién nacida, pero lo cierto es que no llevas nuestra sangre, lo
cual no significa que no seas nuestra hija. Lo eres, mi amor. Eres nuestra hija...

Venecia quedó estática. Su mirada sin expresión se perdió en un punto sin


importancia. Parpadeó seguidas veces, asimilando con efusivo desconcierto aquella
impactante noticia.

No soy una Min, ni una Park. No soy una Min, ni una Park. Oh, Dios. ¿Quién soy,
entonces?

—Entonces... y-yo... ¿quiénes son mis verdaderos padres?

Jimin y Yoongi intercambiaron una mirada. El omega dio un leve asentimiento de


cabeza, diciéndole con aquel gesto que lo contara. Yoongi respiró hondo.

—Eran... bueno, tu madre era una alfa enemiga, una integrante más de
N'drangheta...

Venecia experimentó un repentino pinchazo en su corazón, el cual se encogió


adolorido.

—¿La m-mataron?

—Tuvimos que hacerlo —contestó Yoongi con su pecho presionado por el dolor—. Lo
siento muchísimo, mi vida, pero ella se metió con Alaska, con Teddy, quiso
secuestrarlos para extorsionarme, para tenerme a mí, para matarme. Ella quería,
como muchos, vengar el asesinato de mi padre biológico, y al no poder con mis
pequeños, se metió entonces con mi hermana, con Taeyang... por ella fue que... que
murieron. Yo tuve que vengarlos.

Venecia no podía reaccionar. ¿Los padres de su alfa habían sido asesinados por culpa
de su madre?
—Pero, créeme, nosotros no teníamos ni idea de que ella, tu madre, tenía un omega
en estado. Lo tenía escondido en un increíble sótano de su propiedad —agregó Yoongi
—. Cuando arrancó la inevitable guerra entre nosotros dos, empecé a idear planes,
estrategias y una misión. Jimin ya había comenzado a cooperar conmigo, por lo que
actuó junto a mi.

»Creíamos que lo sabíamos todo, tanto de ella, como de su vida, como de sus
negocios. Sin embargo, cuando llevamos a cabo la misión, nos dimos cuenta que se
nos había escapado el detalle de que ella sería madre. Encontramos al omega,
literalmente, a punto de dar a luz. De inmediato, le brindamos apoyo, lo llevamos al
hospital más cercano. Nos mantuvimos con él en todo momento. Él ni siquiera nos
conocía y nosotros mucho menos a él, pero confió en nosotros y nos permitió darle
consuelo a la hora del parto.

»Y... naciste... Recuerdo que te dejaron sobre el pecho de tu padre y él sonrió con
sus últimas fuerzas al verte. Y yo solo pude recordar a Jimin en esa misma situación,
con una Alaska bebé en su pecho y una agotada y feliz sonrisa en su cara. Y
entonces, completamente conmovido, abracé a Jimin y le prometí con toda la
seguridad del mundo que nosotros volveríamos a tener un bebé propio cueste lo que
cueste —suspiró con amargura y apretó los labios—. Es la única promesa que no he
podido cumplir... —miró a Jimin con lamento y tristeza, como disculpándose otra vez
por no haber podido cumplir con su palabra. Jimin lagrimeaba en silencio, pero negó
con la cabeza, rechazando su disculpa con una débil sonrisa.

Yoongi miró hacia arriba y contuvo las lágrimas que se habían congregado en sus
ojos. Respiró hondo y se tomó un minuto para estabilizarse.

—Bueno... hasta ese momento iba todo bien. Una enfermera te llevó para limpiarte y
cambiarte, y él aprovechó para darnos su agradecimiento. Poco después, perdió el
conocimiento y para cuando intentaron reanimarlo ya era tarde. Nos destrozó. En
especial a Jimin... Jimin quedó deshecho. Y luego pensamos en la bebé, en qué iba a
pasar con la bebé. Te vimos allí, tan chiquitita y desamparada y fue un impulso de
ambos. Nosotros habíamos perdido a un bebé, queríamos uno y allí vimos nuestra
oportunidad. Sin el permiso de nadie y totalmente ilegal, te sacamos de allí y yo hice
el juramento de que te protegería con mi vida. Se lo hice a él, a tu padre, para que,
desde donde fuese que esté, él supiera que su hija iba a estar en buenas manos. Fue
una decisión muy osada, muy impulsiva y en el fondo siempre nos sentimos
culpables... y a medida que pasaba el tiempo más vergüenza nos daba ponernos a
pensar en lo que habíamos hecho. Y por eso no te dijimos la verdad, Vee. Nos daba
miedo que tú nos odiaras, que vieras en nosotros a unos asesinos y ladrones, más
que a unos padres... No tienes idea de cuanto lo sentimos, mi vida... debíamos
habértelo dicho... p-pero...
Venecia lo abrazó de golpe, sollozando con un gran nudo estancado en la garganta.

Un cúmulo de alivio se expandió sin freno en el interior del alfa al sostener a la


pequeña omega entre sus brazos. Ya no pudo contener las lágrimas.

—Nunca los odiaría cuando me han amado y cuidado toda la vida —dijo con
sinceridad, devastada. Yoongi se aproximó a ellos y Venecia no titubeó en pasarse a
sus brazos.

Yoongi se unió a las lágrimas, y hasta Alaska se encontró presa de conmoción.

Un carraspeo ajeno quebró la emotiva situación.

—¿Familiares del paciente Min SeokJin?

Debajo de una tibia noche estrellada, Teddy se encontraba sentado en los escalones
de entrada de aquella clínica privada. Su pulcra camisa blanca estaba desarreglada,
sus mangas desprolijamente arremangadas. Llevaba los primeros botones sueltos y
su corbata había quedado perdida en algún sitio, mas no le importaba.

Jimin apareció detrás de él y se sentó a su lado, dándole una suave caricia en la


espalda. Teddy lo miró sin inmutarse.

—¿Hay noticias?

—Está en terapia intensiva ahora. Le hicieron una cirugía pulmonar. Sufrió una
perforación de pulmón, algunas costillas rotas y perdió bastante sangre. Tuvieron que
hacerle una transfusión y está conectado a un respirador, sigue inconsciente, pero
mejorará, de eso no hay duda. Tuvo suerte de que ninguna bala alcanzó a tocarle el
corazón. No fue disparado a matar.

Teddy exhaló profundo y asintió con su ser más relajado. De reojo, notó que su padre
esbozaba una débil pero alegre sonrisa mientras observaba hacia el frente.

—Me he perdido de todo, ¿no? —insinuó con gracia.

Su padre amplió su sonrisa y asintió, casi riendo.

—Tú estabas al tanto de Venecia y Jin, ¿no?

Teddy se encogió de hombros.

—Pues, claro, ¿quién te crees que se tuvo que aguantar los lloriqueos de Jin cuando
se embriagaba en las salidas? ¡Ni un rapidito se podía disfrutar con ese tipo
desconsolado! Aparte, papi querido, a mí no se me escapa nada.

Jimin se rió levemente por el comentario hacia Jin, sacudiendo la cabeza al recibir tal
información que sólo Teddy podía darle sin que el pudor le asaltara.

—Aguarda, entendí mal o... ¿lo has hecho con él?

—Depende, ¿me vas a regañar? Si es así... pff, no, por favor, padre, ¿cómo podría yo
hacerlo con mi hermanastro? ¡Es de la familia! Ay, perdón, pá, soy un desastre. Pero
sí, pasó varias veces, no puedes culparnos. El año pasado coincidieron nuestros celos,
ustedes estaban de viaje...y ¡hasta en celo me lo tuve que aguantar llorando por ella
y fue un horror! ¡El peor celo de mi vida! ¡Ni una ronda duró sin anudarme entre
lagrimitas y sufrimiento! Lo que me debe ese tipo, Jesús. No hay peor acompañante
en la cama que el que no te quiere a ti y sufre por otra persona y se descarga
contigo. Yo no salí bien de ahí, puedes imaginártelo. Bueno... ya, me fui a la mierda
creo —Teddy se carcajeó—. ¡Oh, pero y con Alaska! ¡Con ella si que...! —acalló y miró
a su padre con diversión—. Ahora si estoy jugando... o quizás no, o sí, no lo sé. ¿Me
vas a regañar? Igual Alie sólo me ayudaba con un trabajo de investigación de...
¿cómo era? Oh, sí, anatomía femenina y aparato reproductor, sí, cosas de cuando iba
a la escuela, ya sabes.

Jimin miraba al omega menor sin creérselo, remordiéndose el labio inferior mientras
sonreía con impresión, sabiendo que perfectamente podría ser verdad, como podría
ser sólo un chiste.
—Dios mío, ¿nunca es demasiada información para ti, no? —dijo—. Lo peor es que no
sé si me estás hablando en serio o no, y te odio por eso. Me acabas de llenar la
mente de imágenes que no deseo tener. ¡Dios mío, Teddy! Sea mentira o verdad, ya
me has turbado.

El menor rió ante la reacción de su padre.

—Bueno, ya sabes como soy. Una vez que empiezo a hablar no me sale parar. Pero
ya, igual no te preocupes, pá, son cosas del pasado.

—Dios, Teddy, y yo que pensaba que me contabas todo. Ahora ya no sé a que


atenerme —dijo con gracia, sacudiendo la cabeza—. En otro momento hablaremos
más seriamente de esto, ¿estamos?

—Ay, no. Y seguro se lo dirás a papá Yoongi y papá Yoongi me enviará a un internado
en Suecia por libertino, ¿no? Bueno, igual, mejor, así por lo menos conozco más
gente. ¿Serán lindos los suecos?

—Ay... — Jimin rió y con una mano tomó el mentón del menor, apretándole las
mejillas con los dedos para luego acercar su rostro al suyo para darle un ruidoso beso
en el cachete. Teddy torció el gesto en una mueca de asco—. Te amo. ¿Por qué
Suecia? Alaska dijo lo mismo.

—Es que con los chicos siempre bromeábamos que si ustedes nos descubrían, como
castigo iría uno a un internado y no sé por qué en Suecia, sólo quedó —se encogió de
hombros—. En fin... Oh, y casi me olvido, ¿papá y tú le han dicho a Venecia la
verdad?

—Oh, sí, sí, se lo hemos dicho. Reaccionó mejor de lo que esperábamos. Tenía... no
lo sé, tanto miedo de que nos odiara.

—Pero si ya te he dicho antes que es imposible odiarlos a ustedes.

Jimin se encogió un poco de hombros, esbozando una débil sonrisa, mientras sus ojos
comenzaban a picarle. Se sentía tan a la defensiva.

—Gracias por haber mantenido el secreto, Teddy. Gracias por haberlo hecho aun
sabiendo que los dos sufrían. Imagino lo difícil que habrá sido para ti lidiar con esa
situación.

—Hubiera sido un completo error que yo se los dijera, papá. No me correspondía.


Puedo ser de todo, menos un buchón, lo sabes. Sé con que cosas callarme.
El omega adulto asintió y miró hacia arriba, intentando tragarse el nudo que, sin una
clara razón, comenzó a treparle. Tenía tantas ganas de llorar.

—Oh, papá, no me digas que...

—Si, lo sé, me iré antes de que...

Pero acalló sorpresivamente ni bien el adolescente omega se abrió paso entre sus
brazos, acurrucándose contra él sin miedo. Jimin se dejó, complacido hasta la médula
por aquel contacto que rara vez le daba su pequeño.

Teddy pensó que ya no habría nada que perder si lo abrazaba. Su estabilidad


emocional ya se había echado a perder por Jin, ¿qué sería sufrir un poco más por
Jimin? Además, le gustaba sacrificarse de vez en cuando por su padre omega. Sabía
que sus castos abrazos eran una caricia al alma para él.

Y así fue. Una acogedora manta de calidez cubrió a Jimin, abrigándole de alivio. Pero,
sin embargo, todo aquello se disipó bruscamente cuando, de repente, Teddy se
apartó y lo miró con una incrédula expresión.

—Oh, Dios. Por eso es que papá Yoongi no quiso exponerte, ¿no? —Los ojos del
menor brillaron y una sonrisa emocionada se estampó en su cara—. ¡Jesusito cristo,
papá, felicidades!

Jimin frunció el ceño y lo miró, confundido, extrañado.

—¿De qué hablas?

—Ay, no te hagas el tonto conmigo, es obvio —dijo y llevó una de sus manos al
vientre de Jimin —. ¿Cuándo nos lo iban a...?

—¿Te parece divertido hacerme esto? — Jimin espetó con su alma sumergida en el
profundo enojo. Su expresión se había endurecido, haciendo visible su enfado. Quitó
la mano de Teddy reaciamente y se puso de pie—. ¿Cómo puedes jugar conmigo de
esta manera?

Teddy palideció y el aliento se le esfumó. Toda emoción y alegría había desaparecido


de su cara, dejando solo un total desconcierto que le abofeteó en ambas mejillas.
—¿Qué? Pero... pero si no he... n-no, no estoy jugando contigo, papá —habló al borde
de las lágrimas, poniéndose también de pie, deseando en su interior que esto solo
fuese una tonta broma de Jimin.

Su padre había comenzado a alejarse sin mirar a atrás, subiendo con decisión los
peldaños para ingresar de nuevo a la clínica. Teddy lo siguió.

—Papá, por favor, lo siento. No jugaba contigo, de verdad. Por favor, espera, papá,
detente, por favor, ¿cómo puedes creer que yo sería capaz de bromear con algo así?
Papá...

Teddy se detuvo, angustiado y perdido, justo antes de cruzar la puerta de entrada del
hospital. Su padre avanzaba, y no tardó en perderse de vista entre las personas. Y
Teddy se quedó allí, con su labio inferior tembloroso y sus ojos acuosos, sin animarse
a dar un paso más.

El omega había vuelto a su lugar en las escaleras. Sentado allí, se había hecho una
bolita con sus piernas pegadas a su pecho. Había quedado muy mal luego del
doloroso episodio que tuvo con su padre. Le dolía tanto, no podía creer que su padre
lo había tratado de aquella forma tan cruel. ¿Él cómo iba a saber que Jimin aún no
era consciente de su estado?

Un sólido aroma a alfa enfadado descendió desde arriba hasta dar con su olfato.
Teddy se levantó de un salto y volteó solo para comprobar lo que se imaginaba.

Y si, ahí estaba; Yoongi.

Un Yoongi furioso.

Su primer impulso fue correr. Escaparse. Alejarse de lo que sea que le esperase. Sin
embargo, él no hacía caso al impulso de su miedoso omega interno. Por lo tanto se
quedó allí con la frente en alto, dispuesto a defender su palabra.

Además era su padre, y a él nunca le habían levantado la mano, así que confiaba en
que nada malo iba a pasarle. De igual modo, él sabía cómo defenderse.

La idea de defenderse de uno de sus seres más queridos le estrujó el corazón.

—¿Quieres explicarme qué mierda te sucede? ¿Cómo se te ocurre jugar con Jimin de
esa manera? Sabes lo jodidamente sensible que es, sabes que por mierdas como esa
recae, ¡maldita sea, Teddy! ¡Tú sabes mejor que nadie que Jimin no puede tener
hijos! ¿Cómo...? ¿Cómo pudiste atreverte?

Teddy tragó en seco. Su corazón latía demasiado veloz. Sus manos sudaban y su
piernas temblaban.

—Papá, de verdad... lo siento, lo siento mucho. Pero no estaba jugando. Yo lo sentí y


creí que ustedes ya lo sabían. Mierda, yo jamás jugaría con eso y me duele
demasiado que me estén tratando así...

—¿Qué mierda fue lo que sentiste?

—Lo mismo que sentí cuando descubrí que Yu Qi esta embarazada... No sé cómo
describirlo, pero es como si de alguna manera percibiera una vida mas allí o yo que
sé. Yo no pedí ser así de raro, ¿qué quieres que te diga?

—¿Puedes parar ya con tus estupideces? Ya has llegado demasiado lejos con esto, Min
Teddy.

—Ay, no me hagas esto. Te lo juro por la memoria de mi verdadero padre que no


estoy jugando. Mierda, yo no soy tan insensible como para hacerle algo así a papá
Jimin. Dios, con lo que sufro por su culpa, ¿y tú dices que lo haría sufrir más? Sé
están equivocando muy gravemente conmigo.

—Es que... es imposible lo que me dices, Teddy, ni siquiera existe probabilidad de que
Jimin pueda concebir, ¿comprendes? Tienes que estar equivocado.

—Sería la primera vez en mi vida que me estaría equivocando... Papá, juro que lo he
sentido, está allí. Además, ¿ Jimin hace unos días no andaba con náuseas? Y la crisis
de ayer, ¿me dirás que no fue por algún síntoma? Vamos, estamos en un maldito
hospital, con tu influencia hacer un análisis y ver los resultados no costara más que
cinco minutos. Si no hay ningún cachorro les doy el permiso para que me maten, ya
ni siquiera Suecia me parece aceptable como castigo, pero si lo hay... Oh, juro que
les daré una increíble paliza a cada uno por hacerme sentir como la misma mierda.

Yoongi no quería ilusionarse. No lo iba a hacer. Pero no pudo evitar que un destello
de esperanza se abriera paso en su ser. Un destello que Yoongi reprimió al instante.

—No hay cachorro. Jimin sólo está teniendo síntomas por otro embarazo psicológico,
¿sabes lo que es eso? Él lo estaba llevando bien, maldita sea, lo estaba llevando bien
hasta que le saliste con esta mierda.

—¡Si fuera solo un maldito embarazo psicológico yo no habría sentido nada! ¡Pero lo
sentí! ¡Jesús, ¿tanto te cuesta hacerle un jodido análisis?! ¡Si igualmente se lo
tendrán que hacer tarde o temprano!

Yoongi gruñó, mirándolo a la defensiva.

Pero tenía razón.

—Se hará análisis, pero no ahora. No en éste hospital. Y escúchame bien una cosa, si
el resultado llega a dar negativo, quedarás castigado tres años por haberle hecho eso
a Jimin. No saldrás de casa, no más entrenamientos, no más misiones, no más
fiestas, y me entregas cada una de tus tarjetas, ¿estamos? Y no me importa que no
haya sido tu intención lastimarlo. No puedes simplemente sacar ese delicado tema
tan a la ligera.

—¿Y si... mejor quedamos en que me matan? Menos sufrimiento —propuso con pizcas
de humor. Yoongi lo miró desafiante—. Ugh, está bien. Peeero si sale positivo, me
pedirán perdón de rodillas, jamás volverán a dudar de mi, y me van a dejar esa casa
en la playa para hacer todas las fiestas que me de la gana. Es más, la quiero a mi
nombre.

Yoongi rodó sus ojos.

—¿Es en serio?

— Jimin me hizo llorar, me ignoró y me dejó abandonado aquí, sufriendo, y tú viniste


a atacarme y a seguir tratándome como una bazofia. Me lo merezco.

No bastó más para que Yoongi acortara la distancia entre ellos y le obsequiara un
dulce y protector abrazo.
Teddy, ciertamente reacio, sólo se limitó a apoyar sus manos en el pecho del alfa y
esperar con una mueca a que éste le soltara.

—Lo siento tanto, mi pequeño, pero sabes que es un tema que nos altera bastante.
Debiste haber abordado el asunto con un poco más de tacto y no tan a la ligera, en
especial con Jimin. Lo he encontrado en el baño, sabes, hecho trizas en un rincón. Él
ya venía muy sensible desde anoche, y si; la crisis que tuvo fue porque las náuseas
volvieron, estuvo con vómitos y aseguraba que era por otro embarazo psicológico y
es eso lo que pienso. No puede ser un embarazo real, él sabe que no puede...
—Y si, ¿sí? ¿Nunca has escuchado hablar de eso que cuando se deja de intentar es
cuando llega?

El alfa rió sin gracia.

—Hace diez años dejamos de intentar, ¿por qué ahora?

Teddy se encogió de hombros.

—No lo sé, quizás hace diez años dejaste de intentarlo tú, pero... ¿y Jimin? Estoy
seguro de que él continuó persistiendo, pero... mm... bueno quizá, es sólo lo que me
imagino, perdió toda esperanza en cuanto supo que Alaska será mama y, por tanto,
él abuelo. Imagino que en su cabeza se habrá hecho un clic en el que comprendió que
ya es más factible ser abuelo que ser padre y pum, cerró el ciclo, y pum embarazo.
Eh, ¿qué tal mi teoría? Ya soy todo un experto, ¿a que no?

—Ah, si, ¿entonces me estás diciendo que su esterilidad, la que no pudimos vencer
con ningún tipo de tratamiento, se acabó simplemente porque, oh vaya, qué cosa,
seremos abuelos? Me ves cara de tonto, ¿no?

—Oye, ¿por qué dicho de tu boca suena tan estúpida mi teoría?

—Porque me concentro en los hechos y no en teorías locas sin fundamentos.

—Já, ya te digo, que nos muestren los resultados y veamos quien tiene la verdad.

—Esto no es un juego.

—Claro que no es un juego. Pero ya apostamos, ¿no? Si voy a tener un hermanito o


hermanita, me dejas la casa de la playa a mi nombre, y sino me castigas por dos
años.

—Eran tres.

—Bien —Teddy rodó los ojos—. Tres años.

—Ahora serán cuatro por querer descartarte uno.

—Hey, no.
—Pero, corazón mío, ¿no que estás tan seguro de tu teoría? No tendrías por que
temerle al castigo si, según tu, Jimin está efectivamente en estado.

Teddy esbozó una sonrisa ladina.

—Bien, padre, que sean cinco.

—Trato.

Teddy se escupió en la palma de la mano, divertido, y se la extendió con el propósito


de cerrar aquel trato. Yoongi enarcó una ceja y una media sonrisa se hizo presente en
su rostro, haciendo un gesto de desaprobación al negar con la cabeza.

—Dios, eres igual a Jimin de joven. Te lo enseñó él, ¿no? Par de asquerosos.

Y Teddy se carcajeó.

—Y así nos quieres, ¿no?

El alfa sonrió.

—Los amo.

Yoongi divisó a su esposo sentado junto a sus dos hijas, una de cada lado. Los brazos
de Venecia le rodeaban y se apoyaba sobre su pecho, mientras que la mejilla de
Alaska se recargaba en uno de sus hombros.

Jimin reposaba la cabeza en la pared, ambos brazos sobre sus hijas. Tenía sus
hinchados ojos cerrados. Los abrió despacio al sentir en el aire el característico aroma
de su alfa. Se enderezó, mientras Yoongi avanzaba hacia ellos. Las niñas se apartaron
despacio al verlo también.
—Amores, me robaré a su padre un segundo —avisó el alfa al plantarse frente a ellos,
extendiéndole la mano a su omega. Jimin la tomó y lo miró con una extraña
curiosidad al ponerse de pie—. Enseguida regresamos. Oh, y Alie, apenas volvamos,
te irás para la casa con Teddy. Sin peros.

—¿Qué sucede? —preguntó Jimin mientras se alejaban.

Yoongi lo guió hacia una zona más apartada, donde pudieran hablar tranquilos un
momento.

—Fui con Teddy —comenzó despacio, sin soltarle la mano a su esposo, mirándolo con
especial cariño—. Él me juró que no estaba jugando, que realmente sintió algo en ti...

—P-Pero, pero si... Oh, Dios, ¿t-tú crees que...?

—No lo sé, amor, no lo sé. Si te soy sincero Teddy ya me ha hecho dudar. Por eso he
estado pensando que, en cuanto volvamos a casa, con la supervisión de nuestro
médico, hagamos una prueba, ¿estás de acuerdo? — Jimin asintió frenéticamente con
las lágrimas ya bordeando sus mejillas. Su espíritu se inundó de esperanza, su rostro
se iluminó de ilusión—. Pero escúchame bien, Jimin, tú sabes que las probabilidades
son nulas. Por favor, mantente fuerte y no esperes un resultado positivo. Ten en
cuenta que es mucho más probable que de negativo.

Jimin instintivamente miró la zona de su vientre, apretó sus labios en una escondida
sonrisa y sus manos se posaron en su abdomen por encima de la ropa.

Yoongi gruñó y le apartó las manos rápidamente.

—No me estás escuchando, maldita sea.

—¡Es Teddy, Yoongi, es Teddy! Oh, Dios, cómo pude desconfiar de él, cómo pude...

—Mi amor, por favor, escúchame. Sé sensato, maldita sea. Aún y con lo de Teddy,
puede que no haya ningún cachorro.

—¡Pero puede que si! ¡Estoy seguro que si!

—Dios, yo sabía que esto iba a pasar, yo sabía que te ibas a ilusionar como loco, yo...
—Escúchame, estoy bien, Yoongi, estoy bien. Pero ahora lo sé, mi omega lo sabe. Lo
siento en el pecho, mi instinto lo siente. Estoy verdaderamente en estado y no
necesito una prueba para asegurarlo.

— Jimin...

—No, Yoongi, confía en mi, lo sé —le tomó de ambas manos—. Si Teddy lo sintió en
mi sólo puede significar una cosa, amor...

—Mi amor, no hay otra cosa que más quiera en el mundo que tenerte a ti
embarazado, pero por favor, Jimin, no cantes victoria antes de tiempo.

—Bien, bien, haremos la prueba, cantaremos victoria y luego... luego me harás el


amor y, ¡ay, nos casaremos de vuelta!

Yoongi bajó la mirada y apretó los labios, contendiendo las ganas de llorar.

—No quiero que te deprimas... ¿sabes... sabes lo duro que es mantenerme fuerte por
los dos? No, no lo sabes, ¡porque tú nunca has tenido que lidiar con el dolor propio y
el dolor de tu pareja depresiva! ¡Nunca has tenido que hacerte cargo tú solo de una
familia entera! ¡Nunca has tenido que ver como tus hijos sufrían pensando que su
padre ya nunca se recuperaría! ¡Tú no sabes todo lo que yo he tenido que soportar y
aún así jamás te lo reproché porque sabía mejor que nadie que no era tu culpa!...
Jimin yo... no podré soportarlo de nuevo... ya no puedo... n-no... no puedo lidiar con
esto... — Yoongi se desmoronó sobre una de las paredes de aquel apartado sector,
acabó en el suelo arrinconado, con sus manos hundidas en su cabello y su cara
escondida entre sus piernas, rebosada de lágrimas.

Destruido en mil pedazos, Jimin se arrodilló frente a su esposo. Tragó en seco,


percibiendo aquel tan conocido nudo en la garganta, y buscó la manera de
acurrucarse entre los brazos de su alfa.

—Sólo una cosa te pido... una cosa... y es que no te ilusiones, carajo, porque después
todo recae en mí y yo... yo no podré seguir sin ti... te necesito, Jimin, te necesito
dirigiendo la vida a mi lado y no en un cuarto encerrado.

—Lo siento mucho, Yoongi, de verdad lo siento... Siempre tuve presente todo lo que
tú hiciste y haces por mi, y siempre te agradeceré con la vida por cada día que tú
tuviste que hacerte cargo de todo. Por favor, perdóname. Prometo... prometo que
esta vez será diferente, seré diferente. Tú has logrado hacerme más fuerte, amor, y
si no hay cachorro lo superaré, como siempre he logrado superarlo todo... No te
dejaré solo otra vez. Estaré contigo, estaremos juntos y avanzaremos juntos... —
Yoongi lo miró, contenido, amado, enamorado. Ambos juntaron sus frentes y no
tardaron en unirse tiernamente en un beso lleno de contención—... Yo te prometo
eso, Yoongi, pero tu prométeme que, si no hay cachorro, haremos lo que sea para
poder adoptar uno legalmente.

El alfa asintió sin siquiera pensarlo, dispuesto a darle a Jimin todo aquello que más
quisiese sin importar que tan difícil fuese.

—Te amo, Jimin, te amo tanto que duele...

Jimin no respondió, solo buscó besarlo y no soltarlo nunca más.

Merezco mimitos, ¿a que si?

Entonces porque no me van a seguir a Strambif :3

Jejejeje, otra vez, a la espera, yyyyy, gracias por los comentarios de todos los fics,
los amo.

Pd: lean mis demás adaptaciones y mis historias, si no las leen voy a llorar :c.

¡CUALQUIER ERROR ME DICEN!


||Extra 3||

Aqui esta.

Nada mas no lloren, jeje.

La luz de un nuevo día entraba por aquel gran ventanal que formaba parte de una de
las tantas habitaciones de la clínica. Los rayos se apaciguaban por el vidrio
polarizado, pero pese a ello Venecia deslizó la cortina, cubriendo sólo una parte del
ventanal. Lo justo y necesario para que la luminosidad del sol no le pegara a su alfa,
quien se encontraba tendido en una cómoda camilla, sonriéndole débilmente.

SeokJin había estado un buen tiempo inconsciente, utilizando un respirador para


llenar de oxígeno su ser. Venecia había estado allí, aguardando con ansias, sentada
en un banquito a su lado, a que despertara o moviera un dedito o algo, llenando el
sitio con su voz.

Fue una explosión de alegría cuando despertó. Venecia lloró y se mantuvo aún más
apegada a él, expresándole sin retención una y otra vez cuanto lo amaba y
reprendiéndole por no haberle hecho caso.

El resto de la familia también estuvo presente, tan felices como nunca por verlo.
SeokJin continuó con el respirador por algún tiempo más, inmovilizado en aquella
camilla. Sin habla y sin fuerza para casi nada, escuchó cada una de las palabras de su
omega. Escuchó la verdadera historia de Yoongi y Jimin. Escuchó a su omega
diciéndole con una emoción casi palpable que podían estar juntos; que estarían
juntos. Que ya no tendrían que esconderse, ni rechazarse, ni tomar distancias. Podían
estar tan unidos como ambos querían.

El respirador escondió la débil sonrisa que el alfa esbozaba, mientras las lágrimas se
deslizaban por sus mejillas.

Le costó demasiado creerlo, asegurando que debía haber caído en coma y solo estaba
soñando.

Porque no podía ser verdad.

Apenas logró respirar por cuenta propia, Venecia le regó dulces besitos por todo su
rostro. Le besó los labios, esos labios marchitos y resecos que aún no habían tenido
posibilidad de dejarle paso a las palabras. SeokJin sólo elevó sus comisuras en
aquella misma sonrisa débil que era capaz de dar.

Venecia se acostó más de una vez a su lado, asegurándose de no hacerle daño. Pasó
cada día junto a él, cuidándolo, mimándolo, entreteniéndolo, llenándole de amor, de
vida, de felicidad.

Su hermana y sus padres también aportaron. Se turnaron para estar allí. Fue Yoongi
quien le ayudó a levantarse por primera vez y quien le sostuvo con fuerza mientras él
intentaba caminar. Fue Alaska quien también lo sostuvo cuando él no podía
mantenerse por su cuenta. Jimin le ayudó a mantenerse limpio y bien alimentado.
Teddy, a pesar de no estar en carne y hueso, le hablaba a través de video-llamadas,
pasándole sus buenas vibras desde la distancia.

SeokJin se sintió todo el tiempo como un bebé, lo cual odió, excepto cuando estaba
con Venecia. Ahí si amaba ser un bebé mimado y consentido.

Jimin y Yoongi habían mantenido una charla con ambos, confirmándole a SeokJin que
no había ningún coma y esa era la realidad pura. Aún así, SeokJin tenía miedo de
despertar. Ese mismo día, usó la poca fuerza que había adquirido para abrazarlos. En
especial a Jimin.
Por mucho que le había alegrado la noticia de que Venecia no llevaba su misma
sangre, no impidió que sintiera una tremenda tristeza por todo lo que había tenido
que pasar Jimin, y terminó sollozando con su rostro apoyado en el hombro del
omega.

También lloró, sin siquiera tratar de evitarlo, cuando Yoongi le habló de su verdadero
padre, de lo tan similares que eran en cuanto a su irrompible temperamento de
lealtad y de lo tan orgulloso que Taeyang habría estado de él. Tan orgulloso como
Yoongi lo estaba también.

La historia de sus padres fue traída una vez más desde el pasado, y SeokJin adoró
escucharla, suspirando con su ser enamorado, encantadamente aliviado de saber que
él también podría vivir su propia historia de amor.

Sin embargo, hubo un suceso que no supo cómo tomarlo. Según lo que había
escuchado, la madre biológica de Venecia había sido la responsable del asesinato de
sus padres. Él había quedado huérfano por esa mujer. La madre de su omega le había
arrebatado a sus padres hacía tanto tiempo que casi no podía recordarlos. ¿Cómo
debía sentirse al respecto?

Una parte de su ser exigió sentir rencor, deseando poder viajar en el tiempo para
acabarla con sus propias manos antes que pudiera siquiera enterarse de la existencia
de y Taeyang, de modo que él hubiese podido tener un vida junto a sus padres por
muchísimo más tiempo. Sin embargo, por otro lado, su ser le imploraba clemencia
ante aquella mujer, pues después de todo, sin ella Venecia no hubiera podido existir.
Y sin nada de lo que pasó, sin aquella guerra, sin aquellas venganzas, Venecia jamás
hubiera llegado a la vida de Yoongi y Jimin, y por ende, tampoco a la suya.

Por lo tanto desistió del tema, centrándose solo en el presente. Después de todo, sus
padres siempre vivirían en su corazón. Su luz se mantendría avivada por sus
historias, su recuerdo y el inmenso amor que les tenían.

Finalmente, tras tanto tiempo encerrado en aquella habitación de la clínica, la darían


de alta ese mismo día. Un día en el que sol resplandecía feliz en el cielo californiano.

-Bueno, entonces, ya sabes, SeokJin ... -comenzó Venecia y se acercó a su alfa, tras
cerrar la cortina.

-Lo sé, nunca más contradeciré tus malos presentimientos, ni te subestimaré, ni


pensaré en ti como una omega chiquita e indefensa que debe quedarse en casa -
completó con su voz recuperada, sonriendo, su mirada puesta en su omega.
Venecia esbozó una sonrisa de complacencia y asintió, aprobándolo. Se sentó a un
lado, reposó una mano en la rasposa mejilla del alfa y se inclinó para dejarle un beso
sobre los labios.

-Nunca más -estableció.

-Nunca más, mi amor.

Sentado de lado en el regazo de su esposo, Jimin disfrutaba del sabor de un cálido


beso en su boca. Yoongi rodeaba la cintura de su amado con uno de sus brazos,
mientras su mano derecha, escabullida entre la desabrochada camisa, acariciaba
suavemente el hinchado vientre del mismo.

Para la enorme sorpresa de su médico y la infinita euforia y felicidad del matrimonio


Min-Park, las pruebas habían arrojado resultados positivos y una ecografía de prueba
mostró que Jimin realmente se encontraba atravesando un genuino embarazo. De no
solo uno, sino dos cachorros.

Su medicó de confianza había quedado tan impresionado con el caso que quiso
someter a Jimin a más estudios con el propósito de identificar el causante de aquella
concepción que había sido tan imposible por tantos años.

Sin embargo, Jimin se negó por completo.

A él no le importaba cómo. No, realmente no le importaba.

Estaba embarazado. Un par de cachorritos se alojaban en su vientre. Su pancita


crecía. Dos bebés llegarían a sus vidas. Serían papás una vez más. No podía pedir
nada más en la vida. Él ya estaba realizado.

Al diablo los estudios, las investigaciones. Él tenía dos cachorritos de Yoongi en su


vientre, y sólo eso importaba.

Y ... sin bien desbordaba de dicha, también lo hacía de terror. Terror porque cada vez
que era así de feliz, ocurría algo malo a la brevedad. Rogaba al cielo que nada malo
sucediera durante el tiempo de gestación. Rogaba al cielo que ambos bebés nacieran
vivos y saludable y que ninguna otra tragedia irrumpiera en su vida. Rogaba que sus
pecados sólo se pagaran en el infierno; pedía que ya no le castigaran con sus seres
queridos una vez más.
Por favor, déjame ser feliz, por favor...

Tanto había sufrido que ahora le costaba en demasía poder creer que todo estaría
bien.

Desconfiaba de la vida, tanto como desconfiaba de su mundo. Por ende, tomó la


decisión de proteger a los suyos como si fueran la mismísima realeza de Corea,
incluyéndose. Bueno, realeza armada y preparada para combatir.

La última en ser entrenada fue Venecia, quien, impulsada por el miedo de que
volvieran a encontrarse en peligro, se atrevió a desafiar a su temerosa omega interna
y meterse en aquel burdo mundo de armas y confrontamientos. Por lo que, mientras
SeokJin se recuperaba en la casa, ella estuvo allí afuera siendo instruida por Alaska
en el ámbito de las armas y por Teddy en cuanto a técnicas de combate.

Y Venecia dejó de ser aquella chiquita omega con miedo.

Jimin se removió un poco sobre el regazo de su esposo y se recargó sobre su pecho


con una esplendida sonrisa pegada al rostro. El alfa respiró hondo, feliz, con una
tranquilidad hermosa que deseaba preservar hasta el final de sus días.

Se encontraban en su precioso y acogedor hogar, más precisamente dentro del


despacho que ambos habían estado compartiendo por años.

Yoongi ocupaba uno de los confortables asientos forrados en cuero que se situaban
frente al escritorio, mientras Jimin se recargaba sobre sus piernas, soltando risitas y
dándole besos cada tanto, distrayéndolo de aquella supervisión que Yoongi se
encontraba haciendo del recibo de cuentas que le había entregado Alaska, y él, como
si fueran simples jóvenes adolescentes y no adultos responsables, se dejaba distraer
y volvía a enamorarse una y otra vez de la resplandeciente sonrisa de su omega, del
brillo de sus ojos, con su vívida ternura y su encanto natural, bebiendo besos de sus
labios ya algo hinchaditos.

Oh, era como si el tiempo hubiese retrocedido para ambos. Como si los años no
hubieran pasado y se remontaran a aquellas épocas en las que apenas iniciaban su
relación. Se sentían jóvenes de vuelta, y no era mentira que el embarazo había
rejuvenecido a Jimin por completo.

Yoongi ansiaba conservar a su omega así de radiante y feliz por el resto de sus días.

-Te amo tanto, mi amor.


-Dímelo en italiano -pidió el omega, ocultando su rostro en el hueco del cuello de su
compañero de vida con sus mejillas levemente sonrosadas-. Sabes lo que me derrite
escucharte en ese idioma.

Yoongi rió suavemente.

-Ti amo cosi tanto, amore mio -complació el alfa utilizando aquel acento que a Jimin
le erizaba la piel-. Tu sei la luce della mia vita... il mio bellissimo omega.

-Ay, te amo. Deja el papeleo y hagamos el amor.

Yoongi sonrió. Habría estado por completo gustoso de complacer a su omega, pero
unos golpes en la puerta los hizo caer de su burbuja de pasión. Jimin abandonó el
regazo de su alfa y suspiró, abotonando rápidamente su camisa. Solo después de
ocultar la piel estirada de su vientre hinchadito, dio el permiso para entrar.

La puerta se abrió y detrás de la misma se asomó su mayordomo.


-Disculpen la interrupción, mis señores. Se han presentado visitas -anunció cordial y
formalmente.

Yoongi frunció el ceño.

-No esperamos visitas, Shuno, que se retiren.

-¿Quiénes son? -preguntó Jimin, no dejando tiempo siquiera para que Shuno
procesara la orden de Yoongi.

-Me dijeron que no revelara su identidad, señor, pero les aseguro, si me permiten
hacerlo, que son personas de las que se alegraran de ver. Es una sorpresa, me
dijeron, y me parece prudente no arruinarla.

El omega esbozó una sonrisa, imaginándoselo, y sus ojos volvieron a brillar.

El mayordomo le dejó el paso libre cuando este se dispuso a salir a veloces pasos
hacia el recibidor. Atropelladamente, Yoongi tomó su arma de la gaveta y abandonó
su asiento, siguiéndolo con rapidez por detrás, más preocupado que curioso.

Su alfa interno ya gruñía en estado de alerta, para nada contento con aquella visita
inesperada que tranquilamente podía ser una trampa.
Con su arma empuñada, pretendió detener a Jimin, alertándolo del posible peligro.
Pero el omega, al contrario de hacerle caso a su alfa, se lanzó a correr.

Apenas los vio, Jimin amplió su destellante sonrisa y se cubrió la boca con una mano
en un acto de incontenible emoción. Fue directo a abrazarlos, y Tae y Hobi le
devolvieron el abrazo con igual emoción, no demorándose en mostrar su tremenda
alegría al verlo en pleno embarazo.

Ya lo habían felicitado antes por llamada, pero lo volvieron a hacer en aquel


conmovedor reencuentro.

Hacía demasiado tiempo que los tres no se reunían, demasiado tiempo sin estar los
tres en un mismo país, en una misma casa, una misma habitación.

Demasiado había pasado, pero era como si nada hubiera cambiado; el tiempo se
había llevado los años mas no la amistad.

Por otro lado, Yoongi se había detenido en el umbral de la sala apenas llegó y soltó el
aire que retuvo por la tensión. Guardó el arma, no dejando que nadie le viera, y se
cruzó de brazos, adoptando una seria postura al mirar con una ceja elevada a
Jungkook.

-¿No pudieron haber avisado, pares de desgraciados? -reprochó-. ¡Cómo se les ocurre
aparecerse así! Malditos sean, no tienen piedad de mi paranoia.

-Nunca cambias, ¿eh? -rió Jungkook, acercándose felizmente a su primo-. Oh, ven
aquí.

Yoongi cedió, uniéndose en un fuerte abrazo con aquel alfa. Oh, cuánto lo había
extrañado.

Jungkook mencionó un «Felicidades, hermano» y él estuvo a nada de quebrarse justo


allí, en medio de aquel entrañable abrazo. Porque todo estaba bien, todos sus hijos
estaban bien, Jimin estaba mejor que nunca, iban a ser padres de vuelta, Jungkook
estaba allí, los amigos de Jimin estaban allí. No le faltaba nada más.

No, no pudo evitar soltar esas lágrimas y aferrarse a Jungkook como nunca antes lo
había hecho.

Por favor, no me quites nada de esto, por favor...

Taehyung y Hoseok no habían ido solos: Chung-ho y Jung Dong-sun los habían
acompañado. Ambos hijos de Taehyung, siendo el primero un bonito, tímido e
introvertido adolescente omega de dieciocho años, cuyo apellido había sido heredado
de su padre omega dado que su padre alfa -un coreano que había cautivado a
Taehyung desde el primer momento y que al principio pareció no tener gota de
maldad-, fue un ebrio y abusivo hombre que no tuvo respeto ni por su omega ni por
su hijo.

Fue Jungkook quien ayudó a sacar a Taehyung de aquella tóxica situación. Fue él
quien defendió a Taehyung y a su pequeño hijito de aquella bestia infernal. Fue él
quien los protegió y los acogió bajo su ala cuando más lo necesitaban. Taehyung le
estuvo verdaderamente muy agradecido, pero hasta ahí llegó todo, al menos los
primeros años.

Taehyung no olvidaba la agresión que alguna vez Jungkook usó contra él, por lo que
no podía permitirse volver a confiar en él. No importaba lo mucho que Jungkook había
cambiado para mejor, el miedo fue más fuerte.

Jungkook lo entendió, realmente lo hizo. Lo había entendido desde un inicio, y si él


había irrumpido en la vida de Taehyung para rescatarlo no fue para ganarse su amor,
ni para quedar como un héroe. Ni siquiera lo había planeado él. Lo hizo por un
llamado de auxilio por parte de Yoongi, quien a su vez era vocero de Jimin, quien se
había enterado por Hoseok.

En esos tiempos, Yoongi y Jimin ya residían en Estados Unidos, Hobi estaba en China
y Taehyung vivía en Corea. Pero fue el beta quien, a través de una video-llamada,
advirtió que algo malo estaba pasando con Taehyung al verlo tan intranquilo,
nervioso y con varios moretones mal disimulados con capas de maquillaje.

Hoseok, alarmado, le preguntó si necesitaba ayuda, y Taehyung enmudeció, sus ojos


se llenaron de pánico, miró a hacia un costado y cortó la llamada. No bastó más para
que Hoseok llamara con urgencia a Jimin, sabiendo que Yoongi podría hacer algo al
respecto. Y Yoongi llamó a Leonzio, pidiéndole que enviara un par de hombres a
Corea para poner a salvo a un omega.

Leonzio, sin siquiera recordar a Taehyung, mandó a Jungkook y a otro más.

Jungkook ni siquiera sabía que se trataba de Taehyung, ni que la llamada había sido
de Yoongi. Por lo que, si lo salvó fue por completo un acto del inequívoco destino, o
una simple casualidad.
Sea como fuese, Jungkook redimió su alma con todos y cada uno de los actos que
hizo, de puro corazón, para mantener la seguridad y el bien estar de Taehyung y su
hijo. No le importaba si el omega no lo amaba, no le importaba si no volvían nunca
más a estar juntos, no le importaba poseerlo. Solo quería verlo bien, verlo saludable,
verlo ser feliz con la felicidad de su pequeño.

Jungkook se dio cuenta de que si Taehyung era feliz, él también lo era, y entonces
comprendió finalmente lo que era el amor.

Antes no lo había amado, solo lo había deseado. No pensó en su felicidad, solo pensó
en su cuerpo, en el placer, en el sexo.

Jungkook repudio su pasado, no entendiendo cómo era que había sido tan imbécil,
tan hijo de puta.
En ese entonces todo era diferente para él. Amaba a Taehyung como nunca antes
había amado alguien, pero Taehyung aún conservaba rastros de miedo en su mirada
y él, tristemente, lo entendió.

Pero estaba bien, no importaba. Jungkook se conformaba con la amistad que


Taehyung había aceptado forjar luego de las diarias visitas que Jungkook le hacía en
su nueva y modesta casa, en donde el alfa pasaba para verificar que todo estuviese
bien, que no les faltara nada. Solía quedarse a tomar el té y siempre terminaba
jugando animadamente con el pequeño, quien lo adoraba.

Tuvieron que pasar algunos años para que el miedo se esfumara por completo de la
dulce mirada de Taehyung. Ya no habitaba gota de desconfianza en el omega.
Miraba a Jungkook y ya no veía a ese alfa insensible que llegó a golpearle y
mantenerle encerrado. Lo miraba y veía a un alfa totalmente diferente, un alfa
atento, tierno y juguetón que su hijo amaba. Veía a alguien en quien confiar, a
alguien a quien apreciar, a alguien que ya no le haría daño nunca más.

Pero a alguien a quien sólo conservaría como a un buen amigo.

Además, Taehyung ya le había dado la oportunidad a Hoseok de hacerle feliz con su


compañía.

Hoseok siempre había estado para él, siempre le había apoyado tanto en las buenas
como en las malas, siempre había estado ahí, esperando por él, y Taehyung nunca
antes le había otorgado el reconocimiento que se merecía.
Había estado tan ciego; ciego por alfas que no supieron tratarlo ni amarlo, que no se
había dado cuenta que el hombre que necesitaba siempre había estado a su lado.

La amistad de Jungkook no se perdió por su relación con el beta. Al contrario, él fue


el primero en felicitarles sin pecar de falsa modestia, genuinamente alegre de saber
que, al menos, el compañero de Taehyung jamás le haría daño como alguna vez él lo
había hecho. No obstante, en su fuero interno su alfa lloraba en silencio, no pudiendo
evitar sentir cierta tristeza. Tristeza que trató de no darle crédito, pues mejor que
nadie sabía que Taehyung se merecía ser feliz sin importar si él no era el causante de
aquella felicidad.

Su alfa sufrió en silencio por un buen tiempo, hasta que se acostumbró finalmente. Y
cuando menos lo esperaba, encontró a alguien nuevo a quien anhelar: un alfa que
trabajaba para él como su chófer. Un hombre solo unos años más joven que él, que
siempre lo cuidaba cada vez que él se embriagaba en un bar, que velaba por él si se
enfermaba o sufría de alguna herida, que le conocía mejor que nadie. Un alfa que le
amaba secretamente. Y con quien acabó acostándose para romper la tensión que
entre ellos persistía.

Y Jungkook descubrió que aquello curiosamente le había gustado. Podía ser tan bruto
como de naturaleza era y no recibir más que una excitante brutalidad como
respuesta.

Jungkook lo amó.

Finalmente había encontrado su lugar entre los fornidos brazos de otro alfa.

Yugyeom era su nombre, y a pesar de que Jungkook procuró mantener su relación en


secreto, no fue sino cuestión de algunos años para que los rumores sobre ellos
colmaran. El nombre de Jungkook fue manchado y el respeto para con él se fue
perdiendo entre sus socios. Pero a él nada le importó, y hasta decidió casarse y hacer
oficial su relación.

Y por tal, ese día en casa de Yoongi y Jimin, en vez de permanecer en el auto hasta
que las obligaciones de Jungkook finalizaran, Yugyeom estaba marcando presencia a
su lado, y no como su irrelevante chófer, sino como su compañero de vida; su
esposo.

Tanto Yoongi, como Taehyung, fueron de los primeros en quienes Jungkook confió
para contarle sobre su relación.

Taehyung había estado transitando su segundo embarazo cuando Jungkook se animó


a contárselo y Taehyung no pudo más que alegrarse, sintiendo, inclusive, una oleada
de calma al saber que Jungkook estaba siguiendo adelante con su vida amorosa.
Hasta Hoseok se sintió más tranquilo, pero el recelo para con el alfa continuó. No se
olvidaba, ni jamás se olvidaría, de lo que aquel despreciable alfa le había hecho pasar
a Taehyung y a él.

Pero ya poco se preocupaba Hoseok por Jungkook. No podía sino mantener su mente
en aquel presente, en lo feliz que ahora era Taehyung con él y en lo emocionado que
estaba por la llegada de su bebé.

Jung Dong-sun contaba ahora con trece años, y aun no se había presentado. Era una
preciosa jovencita de temperamento intrépido y extrovertido. Una pequeña inquieta
que adoraba curiosear y encontrar nuevas cosas que hacer, algo en lo que se
diferenciaba con su medio hermano.

Chung-ho, mayormente perdido entre las virtuales páginas de una novela, era un
chico tranquilo, callado y para nada inquieto. Si no estaba leyendo, estaba
mordisqueándose las uñas con su mente sumergida en los recuerdos de la historia
que leía, imaginándose su continuación, teniendo verdaderas ansias de volver a leer.
Y si estaba demasiado aburrido o nervioso, llegaba a hacerse lastimaduras en sus
dedos sin darse cuenta.

Más de una vez le ocurrió el mirar hacia sus dedos distraídamente y abrir sus ojos con
sorpresa al advertir que la sangre ya pretendía huir por la herida de alguno de sus
dedos -por no decir más de uno-; usualmente era el pulgar o el índice, aunque todos
sufrían casi por igual.

Y ese día en casa de sus tíos no fue la excepción.

Su padre Taehyung le había prohibido leer en presencia de sus tíos y primos, dado
que podía resultar una falta de respeto el no darles atención. Él no quería quedar
como un irrespetuoso, así que le hizo caso. Por lo que ahora sus dedos se
encontraban agonizando.

Chung-ho estaba nervioso. Sin embargo, por el momento lo disimulaba con éxito,
pero sabía que en cuanto apareciera Teddy ya no tendría posibilidad de controlar tan
bien su nerviosismo. Menos sabiendo que la última vez que se vieron las cosas no
terminaron nada bien entre ellos. Chung-ho, aunque se deshiciera en nerviosismo,
pensaba que aquella era una buena oportunidad para arreglar las cosas con Teddy.
Pero estaba tan asustado.
No importaba cuántas veces había practicado su saludo frente al espejo, él sabía que
cuando tuviera a Teddy enfrente se congelaría y toda su preparación se habría ido a
volar.

Por lo menos tenía la certeza de que sus feromonas no delatarían sus emociones,
pues tomaba supresores para ahorrarse el bochorno de su olor.

Chung-ho saludó a sus tíos con una temblorosa sonrisa, recibiendo un fuerte abrazo
de ambos.

-Dios mío, lo enorme que estás -observó Jimin impresionado-. ¡Y dios, eres igual a
Taehyung cuando tenía tu edad! Tan bonito. Eres muy bonito.

El aludido se sonrojó levemente y sonrió con cierta pena, agradeciendo aquel


cumplido.

Jimin también se impresionó con lo grande que estaba su hermana, Sun, diciéndole
también lo hermosa que era. Su hermana no se sonrojó, ni nada. Ella aceptó el
cumplido con una orgullosa sonrisa y hasta le respondió al tío Jimin que estaba
segura de que sus bebés serían súper hermosos como él y Yoongi.
Ahora Chung se sentía muy mal por no haber dicho nada sobre los mellizos que
esperaban sus tíos. Y en vez de aprovechar y rematar con algún otro comentario y
dar felicitaciones, se llenó de vergüenza y quiso desaparecer de allí.

No era posible que su hermana cinco años menor fuera más atenta y más osada que
él. Se odió. Odiaba ser tan tímido. Odiaba no poder hacer una sola cosa bien. Recién
había llegado y ya sentía que había arruinado todo. Quería irse. Quería estar de
vuelta en su casa, en su habitación, donde nadie podía verlo pasar vergüenza tras
vergüenza.

-¿Qué hay de sus retoños? Muero por verlos, deben estar terriblemente grandes -
alegó Taehyung, luego de que Jimin les invitara a tomar asiento en los mullidos sofás
de la sala, mientras le encargaba a su mayordomo traer refrescos para los invitados.

-Lo están, y Dios, no me lo recuerdes -habló Jimin mientras todos se acomodaban-.


En menos de dos meses, Alaska ya será mama, y uff... Pueden imaginárselo. Ahora
está viviendo con Yu Qi en la que antes era la casa de huéspedes, pasando el jardín.
Enseguida las mandaré a llamar.

-¿Quién iba a decir que Alaska terminaría siendo mamá de un cachorro de Yu Qi? -
dijo un sonriente Jungkook al sacudir la cabeza con diversión-. Leonzio espera poder
estar aquí para antes del nacimiento.
Jimin refunfuñó.

-Pues, más le vale, porque la pobre de Yu Qi de hace rato quiere verlo -dijo.

-Lo sabe, él también quiere verla. Verlos a todos.

-Bueno, bueno, y yo quiero ver a mis sobrinos -interrumpió Taehyung con una
impaciencia humorística para desviar el tema-. ¿Dónde está el resto de su manada,
queridos? Tengo asuntos pendientes que arreglar con Teddy.

Ho se estremeció.

-Pues... - Yoongi le echó un vistazo a su reloj digital de muñeca para comprobar la


hora-. Creo que estás de suerte. El único que debe estar en casa es Teddy, porque
Venecia sigue en la escuela y SeokJin luego de la universidad va a esperarla. Teddy
suele venir directo para casa. Aunque es viernes. Bueno, ya no estoy seguro. Le
mandaré un mensaje.

-¿Mensaje? Esto es más rápido. ¡¡Teddy!!

Y a los segundos se oyó un:

-¡¿Qué?!

Jimin sonrió y le echó una mirada de suficiencia a su alfa.

En su recamara, Teddy no se decidía con quién hablar. Tenía una larga lista de
personas que estaban interesadas en él. Su casilla de mensajes rebosaba de ellos.
Pero Teddy ya estaba tan aburrido de lo mismo. Suspiró y optó por responderle a un
compañero de la universidad. Era un alfa, uno con el cual ya había tenido varios
encuentros casuales.

Teddy ni siquiera se acordaba de cuál era su nombre. Lo tenía agendado como «alfa
rubio de la clase 008». Le habló y no bastó más que algunos minutos para que
comenzaran a mantener una conversación subida de tono a través de vídeo-llamada.

Él realmente estaba tratando de excitarse. Realmente lo intentaba. Su mano se


deslizó por debajo de su ropa interior e intentó ayudarse. Pero nada.
No podía creer que ese momento había llegado. No podía creer que estaba frustrado
sexualmente.

Y entonces, lo escuchó. Su nombre siendo gritado por su padre omega. Teddy suspiró
y quitó su mano, arrojando lejos su celular. Se acercó a la puerta y la abrió.

-¡¿Qué?!

-¡Baja!

-¡Yo no fui! ¡Juro que yo no he tenido nada que ver!

-¡Ven aquí!

Con un resoplido pasó primero por el baño y se lavó las manos, antes de lanzarse
escaleras abajo tras abandonar su habitación, dejando totalmente olvidado a aquel
alfa.

Estaba listo para lo que sea, menos para encontrarse con la presencia de sus tíos, y
por consiguiente, con la presencia de Chung-ho. Se quedó sin aire, estático allí,
viendo con ojos atónitos a aquel omega del cual llevaba años enamorado.

Reaccionó al instante, volviendo a recuperar el aliento mientras dibujaba una radiante


sonrisa en su rostro.

-¡Tíos! ¡Por fin se dignan a venir! -exclamó sonriente al tiempo que se adentraba en
la sala-. Espero que estén en su mejor momento porque no quiero abrazarlos y
llevarme conmigo lo peor.

-Vienes con suerte, solo te llevarás toda mi felicidad. Pero, devuélvemela, ¿eh? -dijo
Jungkook con un buen sentido del humor mientras se ponía de pie.

Teddy rió y corrió a echarse entre los brazos del alfa, quien lo recibió gustoso,
levantándolo del suelo como si nada, completamente feliz de verlo.

-¡Hace cuanto no te veía! Mira, ya estás hecho todo un hombrecito. Aunque algo me
dice que aun no se te han ido tus mañas de ser un pequeño diablillo, ¿no?

-¿Cómo se te ocurre, tío? Si yo siempre he sido un fiel angelito del señor, por favor.

-Si, bueno, ven aquí, angelito del señor y abrázame que me lo debes -se entrometió
Taehyung, y Teddy se lo concedió al instante-. Oh, cuánto te he extrañado, pichón.
No has venido nunca más a visitarnos, ¿sabes lo enojado que estoy? ¡Adoraba tenerte
en casa los veranos!

-¡Es verdad! Nos has dejado totalmente olvidados, osito Teddy -secundó de inmediato
Sun, cruzándose de brazos al llevar todo su peso a una sola pierna, mirándolo
inquisitivamente con una ceja alzada-. ¡No he tenido con quien pelear! Y pelear con
Chung no es divertido.

Teddy no pudo hacer su sonrisa más ancha.

-Oh, pero miren a quien tenemos aquí -Teddy se acercó a ella para apretarla en un
fuerte abrazo no correspondido-, a la niñita más insoportable de todas. Ay, ya
extrañaba oír tus gritos y ver tu odiosa cara de enojada.

Jugando, le apretó las mejillas y ella, en vez de enfurruñarse más, esbozó una
enorme sonrisa sin poder evitarlo y lo abrazó de golpe, tirándole los brazos al cuello.

-Bueno, bueno, ¿y para el tío Hoseok no hay abrazo?

Teddy le dirigió una mirada al beta y, sonriendo, fue hacia él para unirse en un abrazo
con el adulto.

-A ver cuándo vienes a visitarnos de vuelta, ¿eh? Que hasta los vecinos te extrañan.

-Aw, me harán vomitar -Teddy rió y dio un vistazo general a la sala para ver quien le
faltaba saludar-. ¡Oh, Chung-ho! -Fue directo a éste para tirarse a sus brazos-. No te
creas que me he olvidado de que me dijiste que me ibas a sacar a pasear por ahí.

-Nunca más pasó porque nunca más te he visto, Ted, ¿quién te manda a
desaparecerte de esa forma?

-Ay, me lastiman. Pues, en mi defensa, adorados tíos, me han tenido cautivo aquí, de
este lado del hemisferio. He sido reclutado por esta gente despiadada que se hace
llamar padres.

-Cautivo dice -interrumpió Yoongi riendo con gracia-. Si no ha ido a visitarlo fue
porque no quiso. Aquí de hace rato no le prohibimos nada a este sinvergüenza.

Teddy estaba a punto de saltar como leche hervida para reprender a su padre alfa por
no cubrirle y mandarle al muere tan fríamente, pero Jimin se adelanto:
-No, no, ¿es que no te acuerdas, Yoongi? Yo lo había castigado hace ya un tiempo,
antes de que se graduara, cuando lo expulsaron por tercera vez y le prohibí los
viajes.

Yoongi miró a su esposo con cierta extrañeza.

¿Por tercera vez? Pero si los castigos de Teddy eran justamente pasar los veranos en
casa de sus tíos, alejado de la ciudad, de sus amigos, de las fiestas, de todo lo que a
Teddy le entretenía, pensó Yoongi, confundido.

Además, no recordaba que le hubieran expulsado una tercera vez. Pero, entonces,
tras un disimulado golpe de Jimin entendió.

-Oh, bueno, si tú lo dices.

-¿Ya vieron, tíos? Échenle la culpa a papi Jimin -expresó Teddy aliviado, pensando
que ahora le debía una explicación a su padre omega.

Los demás comenzaron a hablar entre sí, reprochándole al susodicho, riendo,


comenzando a hacer bullicio.

Y sin embargo, Teddy no volvió a hablar, enfocado en el último invitado que le


quedaba por saludar: Chung-ho.

Teddy sentía su nerviosismo desde la lejanía. Lo sentía con una fuerza tremenda.
Sabía que el chico estaba extremadamente incómodo. Teddy ansiaba calmarlo,
aunque no estaba seguro de qué modo; temía que Ho no quisiera saber nada con él.

Por lo que, tras mirarlo por unos cuantos segundos, ajeno a todo lo demás, fue hacia
él con cuidado, esperando recibir alguna señal que indicara que podía abrazarlo.

Teddy realmente esperaba que le dejara abrazarlo.

El omega, hijo de Taehyung, lo miró a los ojos, casi sin aliento. Su corazón galopando
salvajemente en su pecho, ardiendo en flamantes llamas que se esparcían por el
resto de su cuerpo.

Oh, cuánto deseaba que Teddy le abrazara. Pero si lo hacía, él se daría cuenta del
revuelo de sentimientos que tenía encima. Él lo recordaba: «Cuando toco o abrazo a
los demás es cuando más puedo conocer de esa persona. O simplemente con pasar
mucho tiempo con alguien ya es suficiente», le dijo una vez Teddy. Por lo tanto, no
podía permitir que le abrazara tan pronto.

Él aun estaba enamorado y no podía dejar que Teddy lo advirtiera tan rápido.

Es decir, ¿y si Teddy lo usaba en su contra para ridiculizarlo y humillarlo? ¿Y si Teddy


había quedado resentido y deseaba vengarse? Él no podía exponerse de tal forma sin
conocer las intenciones de Teddy primero. Él quería ir más despacio. Quería averiguar
si su enamoramiento aun era mutuo.

No, no podían abrazarse aun.


Oh, qué maldita gran desventaja. ¿Por qué el no podía conocer los sentimientos de
Teddy también? Ho anhelaba sentirlo del mismo modo. Quería conocerlo más allá de
las palabras. Quería entrar en su alma. Percibir hasta sus sentimientos más
escondidos. Ver todo aquello que los ojos no alcanzaban a observar. Tal y como
Teddy podía hacer con todos ellos.

Pero era absurdo.

El no albergaba aquel don en su ser. Y si él no podía conocer los sentimientos de


Teddy, no permitiría que Teddy conociera los suyos tan pronto.

Retrocedió un paso, bajando su mirada con pena, mientras la uña de su dedo índice
se enterraba en la pielcita lastimada del dedo gordo. ¡Dile algo! ¡Dile hola! ¡No te
quedes ahí como un estúpido! ¡Vamos, salúdalo! ¡Chung-ho, haz algo!

Silencio, gotas de sangre y otro paso para atrás.

Teddy suspiró con aires de amargura y se alejó.

-Bueno, eh... Tíos, fue un gustazo volver a verlos. Siempre es lindo tener visitas que
valgan la pena, pero... este, estaba en medio de algo importante y, si me disculpan,
volveré a mi habitación -anunció Teddy, y para antes de que sus padres objetaran
algo salió disparando escaleras arriba con su corazón roto por segunda vez.

Tras dejarle el papeleo a su padre para que certificara que todo estuviera en orden,
Alaska atravesó el vistoso jardín trasero iluminado por el sol de una cálida tarde para
ir a su acogedora casa y reunirse con su omega.

Aquel día, dado que era viernes, había aprovechado para escaparse temprano de la
oficina.
Había estado desde muy temprano allí, y ahora lo único que quería era prepararse un
té y acurrucarse junto a su omega en el sofá para seguir viendo aquella serie que
habían enganchado juntas.

Entró a su casa y, tras dejar su cartera y quitarse el blazer, vislumbró la figura de su


omega sobre el sofá. Estaba echada, completamente dormida. Su abultada panza
resaltaba por debajo de una manta que la cubría, y su mordida perfectamente
cicatrizada en su cuello resplandecía bajo la cálida luz del ambiente. Alaska sonrió.

-Oh, mi pequeña leona -murmuró con su ser sumergido en el enternecimiento, y le


dejó un suave besito en la frente antes de dirigirse hacia la cocina a prepararse el té.

Pequeña leona. Aquello era lo que significaba el nombre de la omega, y Alaska lo


había adoptado como su cursi apodo.

Yu Qi era su nombre, y era ni más ni menos que la hija del padrino de Alaska;
Leonzio. Por lo que ambas se conocían de toda la vida. Y sin embargo, jamás se
habían llevado bien en el pasado.
Desde niñas, mantuvieron una enemistad que llegó a convertirse en un profundo odio
mutuo que perduró hasta el año anterior. Y todo porque Alaska siempre fue la ahijada
consentida de Leonzio. Alaska solía fastidiarla con eso cuando eran chicas, poniéndola
celosa, haciéndole creer que su padre la quería más que a ella.

Alaska solo lo hacía en broma, pero a Yu Qi realmente le afectaba. En especial porque


siempre estuvo celosa de ella. Alaska era la consentida de todo el mundo. El alma de
cada reunión. Y ni siquiera vivía allí con ellos. Alaska llegaba a Corea y todo
cambiaba. Alaska la destronaba, y ella agonizaba en las mareas de los celos.

Yu Qi se tomaba muy en serio la competencia por su padre, cuando a Alaska


realmente no le importaba. Por ende, Yu Qi siempre buscaba la manera de jugarle
sucio, demostrándole que aquel era su territorio y ella mandaba.
Alaska no podía simplemente aparecerse en Corea y creerse la reina. No, no. Yu Qi
tenía que darle su merecido. Pero las cosas no eran como ella creía. Alaska no se
creía ninguna reina. Solo jugaba, se divertía con su falso egocentrismo, pero detrás
de eso ella siempre tenía los pies bien puestos sobre la tierra. Algo que Yu Qi no
captaba, cegada por la rabia de sus celos.

Hasta ese entonces, Alaska no la odiaba, ni caía en su infantil juego de competir entre
ellas. Hasta que Yu Qi descubrió su punto más débil y, sin dudarlo, le golpeó donde
más le dolía. Yu Qi se había atrevido a utilizar como tema de burla el estado
depresivo de su padre; de Jimin.
Alaska podía soportar cualquier cosa, menos que se metieran con su familia; en
especial con su padre omega. Ella lo protegería de lo que fuera. Alaska la dejó en el
piso tras rugirle como nunca antes lo había hecho. Creía que con eso había bastado,
que la omega se quedaría en el piso durante horas hasta recomponerse, pero no fue
así. Alaska ni siquiera había terminado de relajar a su alfa interna deseosa de acabar
con todo, cuando Yu Qi la atacó por detrás, iniciando la primera de tantas peleas a
mano desarmada que tendrían.

Y a partir de ahí, siempre que Alaska volvía a pisar las tierras de su padrino, iba
preparada para lanzar odio y combatir una vez más con su soberbia enemiga.

No importaba cuánto tiempo pasara, ninguna de las dos dejaba atrás sus pasados
conflictos, trayéndolos al presente cada vez que se veían. Se insultaban, se
enfrentaban, se trataban con cinismo, desprecio. No se soportaban.

Hasta que en un enfrentamiento, Alaska logró arrinconarla contra un muro,


sosteniéndole fuertemente las manos encima de la cabeza, inmovilizándola con su
propio cuerpo. Estaban demasiado cerca. Sus agitados respiros colisionaban. Sus
cuerpos se tocaban. La fuerza de Alaska trastabilló. El pronunciado aroma de la
omega opacó su razón.

Cómo era posible que su olor fuera tan jodidamente hermoso y cálido, pero a la vez
tan seductor y ardiente.

Su alfa reaccionó a las fuertes feromonas que emanaba de pronto de la omega. Una
omega que había comenzado a debilitarse contra su cuerpo, relajándose y soltando
leves suspiros, mientras su ser se encendía y su cuerpo se humedecía.

Alaska tardó solo un momento en comprender que Yu Qi había entrado en celo. Tragó
en seco y le liberó las manos, aun sin apartarse de ella. Su alfa ahora la deseaba.
Quería tenerla. Quería hacerla suya. Ella estaba tan entregada. Tan cegada por su
celo. Sería muy fácil meterla en su cama.

Pero no lo hizo. Alaska se alejó del ardiente cuerpo de la omega y se dedicó a pensar
en cualquier otra cosa mientras la ayudaba a irse a su habitación. La dejó en la cama
y luego corrió por una empleada para encargar una píldora y un vaso con agua.

Alaska se fue a dormir esa noche con su mente tranquila, sabiendo que había actuado
bien. Se durmió pensando en ella, olfateando en su piel rastros de su olor.

Por primera vez sintió ganas de dormir a su lado, de abrazarla, de protegerla.


Cuando el celo de Yu Qi pasó, Alaska ya estaba empacando todo para regresar a su
casa. La omega ingresó con cautela en la habitación de huéspedes que ocupaba
Alaska. Carraspeó para anunciarse y cuando la alfa volteó a mirarla, ella le dio las
gracias con cierta seques combinada con timidez y se marchó fugazmente.

Ambas no dejaron de pensar en la otra, comenzando a sentir cosas que jamás se


hubieran imaginado. Y para cuando Alaska regresó algún tiempo después, el asunto
entre ellas ya había cambiado. Las peleas habían quedado finalmente en el pasado.
Yu Qi pudo reconocer sus errores y se disculpó, al igual que Alaska también lo hizo. Y
de ese modo iniciaron un nuevo ciclo entre ellas, en el que si se sujetaban del pelo o
se rasguñaban era solo por hacer el amor.

-¿Ya has llegado? -Alaska levantó la vista de su humeante tacita de te recién


preparada. Sonrió al divisar a su más que preciosa omega. Ella estaba de pie en el
umbral de la cocina, tallándose un ojo, luciendo su pronunciado embarazo en todo su
esplendor.

-¿Te das cuenta de lo estúpida que es esa pregunta, mi vida? Si estoy aquí es por
que, efectivamente, he llegado.

Yu Qi sonrió en su estado de somnolencia, mientras Alaska se le acercaba. La alfa


puso sus palmas sobre el vientre de su amada y se inclinó para besarla. Luego se
colocó de cuclillas y reposó sus labios sobre aquella piel que la separaba de su bebé.

-Mi leoncita bebé -dijo cariñosamente mientras acariciaba el vientre con su nariz-.
Hay que llamarla Leoncita, a mi no me fastidies.

-¿En serio quieres ponerle Leoncita a tu hija? ¿En serio?

-¿Por qué no? Tú te llamas pequeña leona -replicó, poniéndose de pie.

-No, así es como tú me llamas.

-Discúlpame, querida, Yu Qi significa eso.

-Pero no lo es literal, tonta. Yu Qi es un nombre, Leoncita no. Además, ¿Min Leoncita?


Por Dios, Alaska, tratemos de que no se rían de ella.

-Bueno, Leona Yu Min , ¿qué tal ahí? ¡Ay, me encanta! Suena tan poderoso. ¡Por
favor, mi amor! ¡Por favor, por favor, por favor! ¡No te puedes negar! ¡Encima que es
en honor a ti! Yo me sentiría más que complacida si fuera tú.

Yu Qi rio por lo bajo y sacudió la cabeza.

-Bueno, siendo Leona cambia. Pero a mi me dices Leona -ella hizo un puchero.

-Y te lo seguiré diciendo, amor. Tú eres mi pequeña leona y nuestra hija será mi


leoncita -dijo Alaska y luego se carcajeó-. Dios, si Teddy me escuchara diciendo esto
vomitaría del asco. Mierda, no puedo ser más asquerosamente cursi.

-Y así, justo así, te amo -Yu Qi sonrió con coquetería y pasó sus brazos alrededor del
cuello de la alfa para luego inclinarse y besarla. Alaska le correspondió el beso aun
con sus manos puestas sobre el vientre hinchado de su omega.

Poco después la puerta fue golpeada.

Shuno se anuncio parallamarlas.

Luego de desinfectar su herida y envolverla con una curita, Chung-ho tuvo que
soportar la animada charla que tenían sus padres junto a sus tíos y a su prima,
Alaska, quien iba en compañía de su embarazada omega -Dado que no aportaba casi
nada a la conversación, envió al cesto de la basura el pedido de su padre acerca de
que no leyera frente a los tíos y sacó su ebook del bolcillo.

Se puso a leer, o al menos eso intentó.

Estuvo un buen rato tratando de concentrarse en la lectura, pero su mente no hacía


otra cosa más que traer al presente la imagen de Teddy siendo rechazado y herido
por él.

Se sentía tan jodidamente mal.


No podía hacer simplemente como si nada pasara. No podía estar en la casa de
Teddy, su Teddy, y solo quedarse allí, sentado, leyendo, como si nada más importara.

Oh, mierda. Estaba tan cerca de él. Tan malditamente cerca. Todavía podía sentir el
deje de su aroma en el aire.

Dos años habían pasado de la última vez que Teddy los había ido a visitar a America,
donde vivían después de irse de corea. Dos años de aquel beso que se había dado con
Teddy y de que todo se arruinara por su culpa.
Chung-ho recordaba a la perfección aquel día. Después de tantos veranos de visita,
Teddy le había dicho que él también sentía lo mismo. Él, confundido, no entendió a
que se refirió.

-¿Cómo que sientes lo mismo? ¿lo mismo de que?

-Lo mismo que tú sientes por mí, Ho. Me gustas y sé que tú también gustas de mí.

-¿Q-Qué? No -el se rió nerviosamente-, ¿quién te ha dicho eso?

-Pues, tú, tonto. Me lo dijeron tus sentimientos. Yo apenas lo percibía, ¿sabes? Pero
no estaba del todo seguro y además tu actitud me confundía un poco y no quería,
bueno... exponerme y quedar en ridículo ante ti. Pero el otro día, cuando te hice la
broma de que me ahogué en el lago y tú reaccionaste tan... ay, no sé, casi te mueres
por mí, tus sentimientos quedaron a flor de piel y lo supe, lo sentí de ti con una
fuerza tremenda. Sé que quisiste matarme luego, pero, Jesús, me alegro tanto de
haberte hecho esa broma. Ahora mejor que nunca sé que me quieres, pero que solo
te sentías confundido con tus propios sentimientos y por eso me tratas medio mal,
¿no? Porque, uhm, no quieres quererme pero aun así me quieres, pero yo también te
quiero y ya no quiero que te sigas peleando contigo mismo por mí.

Chung-ho quedó paralizado, con un violento rubor expandido por su rostro caliente.
Su pulso enloquecido y la inmensa vergüenza asaltándole.

Sentía como si de pronto estuviera completamente desnudo ante Teddy. Bueno, su


alma estaba desnuda.

Sus dedos inconscientemente comenzaron a hacerse daño, enterrando la uña en la


cutícula, rasgando, raspando, arrancando la piel.

Pero Teddy le detuvo, tomándole de sus manos con cuidado.

-Tranquilo, no te pongas nervioso, ni te avergüences. Te he dicho que siento lo


mismo, tontito. Dios, sí, me encantas. Eres tan precioso.

Chung-ho se sonrojó hasta las orejas. Se mordió el labio inferior y tímidamente elevó
su mirada hacia el omega un años mayor que era algo así como su primo, mas no de
sangre.

-¿De verdad te gusto?


Teddy sonrió y asintió, muy seguro de sí mismo.

-P-Pero... somos omegas...

-¿Y qué importa? -replicó, encogiéndose de hombros tan despreocupadamente como


sólo Teddy podía hacerlo-. Me gustas desde hace mucho también y ahora solo pienso
en estar contigo. No me digas que tú no piensas lo mismo porque sé que no es
verdad. Dios, muero por besarte...

Chung-ho se paralizó una vez más, sintiendo un estallido de adrenalina en su interior.


Se le cortó el aliento y palideció. No estaba preparado para tal confesión. Pero,
mierda, una parte de él también quería besarlo, mas todo de sí le decía que aquello
no era lo indicado debido a su situación, debido a su problema de ansiedad...

Pero, oh, cuánto deseaba probarlo. Aunque sea un poquito.


Así que se relamió los labios y aguardó a que Teddy se acercara y diera el paso. Así lo
hizo. Teddy presionó sus labios sobre los de él y sus feromonas enloquecieron de
excitación. Cerró sus ojos, sintiendo como las manos de este se posaban en su
cintura y lo apegaban hacia su cuerpo. Pero en cuanto el omega quiso separarles los
labios para introducirle la lengua, Chung-ho lo apartó de golpe, empujándolo con las
dos manos sobre su pecho, enviándolo lejos de él.

Teddy tropezó y su trasero acabó chocando contra el suelo.

-No vuelvas a acercarte a mí -murmuró con voz trémula y ojos llorosos-. Que creas
saber lo que siento no te da derecho a tocarme. ¡N-no vuelvas a hacerlo! ¡Y ya deja
de molestarme! ¡Si te trato mal es porque no te quiero en mi vida! ¿No lo entiendes?
¡Ni siquiera entiendo por qué sigues viniendo cada verano! ¡Vete! ¡No te quiero en mi
casa! ¡No te quiero cerca mío! ¡No te quiero!

La mirada de Teddy. Esa mirada de sorpresa mezclada con una fuerte dosis de dolor y
humillación. Esa misma mirada ahora, dos años después, lo estaba matando otra vez.

Chung-ho jamás fue capaz de quitar aquella escena de su cabeza. La recordaba con
dolor, con vergüenza, con remordimiento. Había sido muy duro con Teddy. Y lo peor:
lo había hecho adrede. Pues, por más enamorado que estaba, la ansiedad que sentía
de solo pensar en tener una relación con otro omega le mataba por dentro y no supo
qué otra cosa hacer más que apartar a Teddy de su vida.

Pensó que aquello sería lo mejor para él, quien sólo deseaba tener una vida tranquila.
Pasar desapercibido. Ser invisible ante el mundo. Ser solo alguien más. Pues, él había
visto con ojos propios como injuriaban a sus tíos solo por ser dos alfas unidos en
matrimonio, como hablaban mal de ellos, como otros alfas le burlaban o les atacaban
sólo por amarse. Y él no soportaría tener una vida así. No soportaría los murmullos,
las miradas, el rechazo, las burlas. No, él no podría lidiar con una situación así.

Ya bastante vergüenza le daba que le vieran tomado de la mano con un alfa, ¿y que
le esperaría con otro omega? Oh, no, acabaría sufriendo un verdadero ataque de
ansiedad.

Y sin embargo, el vacío que le dejó la ausencia de Teddy le afectó aún peor. No podía
dormir pensando en Teddy. No podía concentrarse. No podía dejar de atormentarse
con el daño que le había hecho y lloraba cada vez que se acordaba de la última vez
que se vieron. Y pensaba: ¿valía la pena? ¿Valía la pena todo el dolor?

Si, tenía una vida tranquila aparentando ser un chico normal. Sin compañeros de
clase que le molestaran. Sin burlas. Sin miradas de asco. Ni siquiera miradas. Sin
murmullos sobre él. Sin nada de chismes. Nadie le tomaba en cuenta. Era invisible,
tal y como él quería. Y sin embargo, sufría tanto por dentro que llegaba a asfixiarse
en su propia burbuja de contención en la que él mismo se encerró para mantenerse
seguro. Llegaba a sentirse tan vacío, tan aburrido de su rutina que el agobio y las
ganas de terminar con su vida marcaba presencia cada tanto.

Y no importaba cuánto se esforzara en olvidarse de Teddy, no podía. Ni siquiera


siguiendo adelante con su vida gracias a la terapia. Ni siquiera al lado de aquel
amoroso alfa que podía ofrecerle esa vida tranquila y segura que tanto anhelaba.

Hiciese lo que hiciese, su deseo reprimido seguía allí.

Y entonces veía a Jungkook y Yugyeom, y se preguntaba cómo hacían para


soportarlo. Y un día, tras debatirlo y debatirlo consigo mismo, se los preguntó.
«Simple: nos tenemos el uno al otro, y con eso basta», dijo Jungkook con
resplandeciente sonrisa.

El uno al otro.

Y entonces pensaba, ¿de que valía tener una vida tranquila si no era feliz? ¿de que
valía sacrificar su felicidad para no sufrir crisis nerviosas si las crisis nerviosas se
presentaban igual pero con diferente razón? ¿De que servía quedarse en su tierna y
cálida zona de confort cuando el vacío le sacaba las ganas de vivir?

No tenía sentido. Él quería cambiar. Salir de su zona y ser feliz junto a Teddy. Pero
aunque quiso, no lo hizo. La comodidad y el miedo pudo con él.

Chung-ho tenía un nudo en la garganta y quería llorar. Porque aún amaba a Teddy y
lo amaba aún más de lo que le amaba antes. Pero seguía con miedo; miedo de que
Teddy ya no sintiera lo mismo. Miedo de que Teddy hubiera enterrado aquel
sentimiento muy en lo profundo. Miedo de que ya no existiera alguna posibilidad de
que ambos estuvieran juntos.

Si se había negado a aquel abrazo había sido porque le atemorizaba desnudar su


alma ante un Teddy que ya no conocía como solía conocerlo.

Necesitaba disculparse, necesitaba volver a hablar con el; lo necesitaba como nunca
antes había necesitado a alguien.

Pensó que seguir allí, sentado en la sala, sin hacer más nada que leer el mismo
renglón de la novela una y otra vez porque se perdía en sus pensamientos, mientras
el amor de su vida estaba a tan poca distancia de él, le pareció absurdo.

Por lo tanto, guardó su ebook y se levantó, pidiendo permiso para ir al baño.

Su plan fracasó cuando Yoongi le indicó en donde quedaba el baño de la planta baja.
Qué tonto. Era obvio que habría un baño allí cerca. ¿Y ahora con que excusa subiría?

La escalera estaba muy expuesta como para subirla sin que nadie se diera cuenta. Por
lo que, derrotado, fue hacia el baño indicado y luego, en vez de regresar a la sala, se
dispuso a ir hacia el fondo de la residencia para ver si encontraba alguna otra
escalera secundaria. Pero, al parecer, no la había.

Suspiró y se acercó a un gran ventanal que daba al esplendoroso patio trasero. Era
amplio, majestuoso, y tras este se cernía una acogedora casita entre los arboles, sitio
en el que vivía su prima Alaska, supuso.

De pronto, sus ojos se abrieron con sorpresa al divisar a alguien allí afuera. Su pulso
se aceleró al distinguirlo. Oh, Dios, allí estaba. Esa era su oportunidad.

Sentado en una rústica mecedora de jardín, Teddy fumaba un cigarrillo


distraídamente.

Chung-ho titubeó, pero juntó valor. Contó hasta cinco y salió a su encuentro tras dar
una buena bocanada de aire.
Estaba listo para enfrentarse a aquello a lo que le había temido por tanto tiempo.

¿Teddy aún sentiría lo mismo? ¿aún lo amaría después de todo aquel rechazo? ¿lo
odiaría?
Caminó hacia él, tímido y temeroso.

Cruzado de piernas, sosteniendo aquel encendido cigarro en el aire con una sutil
delicadeza, Teddy advirtió su presencia. Lo miró con incredulidad, alzando una ceja.

Chung-ho se detuvo a pocos metros de él.

-¿Puedo sentarme? -preguntó bajito con voz trémula, los nervios aumentando sin
frenos dentro de él.

Teddy le dio una calada al cigarro, y luego de exhalar el humo restante asintió
ciertamente indiferente. Aunque demasiado curioso en el fondo.

Las piezas de su corazón roto amenazaban con unirse.

Chung-ho tomó asiento y respiró hondo, tratando de sobrellevar con calma el hecho
de que se encontraba hombro a hombro con el omega más maravilloso del mundo.
Aquel por el cual tanto había sufrido todo aquel tiempo que pasaron alejados por el
océano. O más bien, alejados por él.

Qué culpa tenía el océano.

Él había decidido apartarlo, y qué idiota había sido. Por su culpa era que Teddy ya no
viajaba más para visitarlos, de eso estaba seguro.

-¿Cómo has llegado hasta aquí? -fue lo primero que de su boca salió.

-Por la ventana -Teddy señaló una ventana abierta del primer piso-. Ese que esta ahí
es mi cuarto. Quería tomar aire, pero no quería pasar por la sala otra vez.

-Lo siento -dijo, y se animó a mirarlo.

El rostro de Chung-ho cargaba pesadumbre, desdicha. Teddy lograba ver y sentir


toda aquella melancolía; no solo sus ojos de cachorrito triste y arrepentido se lo
confirmaba.

-¿Qué sientes? -Teddy lo estudió con la mirada. Llevó el cigarrillo a sus labios y fumó.
-Todo... s-soy... soy un tonto -dijo, apenado, jugueteando nerviosamente con un
bordecito de la curita de su dedo lastimado-. Lo que te dije esa última vez... no fue
verdad. Bueno... creo que eso ya lo sabes de sobra, pero... solo, lo siento. Me pusiste
muy nervioso y... la idea de estar junto a otro omega me afectaba a un nivel que ni
siquiera te lo imaginas y no porque me asquearas, ni nada por el estilo... pero es que
yo siempre he visto lo dura que a veces es la vida de los tíos, y de solo pensar en
vivir algo parecido se me cerraba el pecho y me ahogaba. No me sentía capaz de
lidiar con tanto... y s-solo quería vivir una vida tranquila y no supe que otra cosa
hacer más que alejarte. Y no sabes como he esperado este momento para
disculparme contigo. De verdad, lo siento tanto...

-Oh, Ho... Tú no has sido un tonto. El tonto he sido yo. Y no tienes que disculparte. Es
al revés, yo te pido disculpas. He sido un atrevido y te agobié. No sabes como yo lo
he lamentado. Fui tan imbécil. Me lo merecía.

-No, Teddy, no te lo merecías. Sé que no tenías mala intención. Mientras que yo... yo
solo hice todo lo posible por lastimarte pensando que era lo mejor para mí. Solo
pensaba en mí y no... no estuve bien.

-¡Y si que me lastimaste, maldito hijo de perra! -escupió, aunque la ligera sonrisa
formada por sus labios hacían notar que no estaba enojado-. Después de eso decidí
que no volvería a abrirme a nadie mas, te lo juro. Pero no te preocupes, cariño, todo
un placer haber sido herido por ti.

-Lo siento...

-No, ya deja eso. No ha sido tu culpa -Teddy le dio una última calada a su cigarro
consumido y lo apagó-. Ya te he dicho que he sido yo el rápido y atrevido. Sin tan
solo me hubiera tomado las cosas con calma y te hubiera dado tu tiempo y espacio
para procesar las cosas y luego charlarlas bien y dejar en claro el asunto. Pero no.
¿Qué hice? Fui y te besé dos segundos después de arrojarte la bomba. ¡Y Claro!
¿Cómo no iba a espantarte? Si soy más estúpido yo también.

Chung-ho aun con su mirada agacha, esbozó una leve sonrisa mientras que sus dedos
inconscientemente se atacaban en silencio entre sí. Teddy lo advirtió y, sin pensarlo,
le separó las manos, tomándole una para observarle los dedos.

-Veo que aun sigues haciéndote daño.


-No puedo evitarlo.

Teddy acercó la fría mano del contrario a su rostro y reposó con cuidado sus cálidos
labios entre los primeros nudillos del chico cuyo aliento fue robado por aquel
inesperado contacto que no hizo más que sonrosarlo y enamorarlo aun más.

Sonrió tímido cuando Teddy levantó su mirada y apartó sus labios. El mayor le
devolvió la sonrisa.

-¿Qué tal lo he hecho? Ya soy todo un caballero de otro siglo, ¿o no? ¿Sabes cómo lo
aprendí? Te sentirás muy orgulloso de mi, lo sé. Escucha, escucha. Leyendo una
novela del siglo de la marmota, ¿quién lo diría? Min Teddy leyendo. ¡Y fue por ti! Sé
que a ti te gustaban mucho las novelas de la época de no sé que reina, pero mi papá
Yoongi tenía una y me recordaba mucho a ti y era como tener un pedacito de ti
conmigo. Y sufrí mucho leyendo, pero me encantó la historia. Fue tan linda. No sé
porque los tipos besaban la mano, pero me pareció un gesto muy... no lo sé, pero
sólo contigo lo hubiera intentado. No me aguanté las ganas, lo siento. Dios, ¡es que
sigo siendo el mismo tonto! ¿No te espanté, no? No quiero que...

-Tranquilo, está bien. No me lo esperaba, p-pero me gustó y más aún sabiendo que...
Ay... Ni siquiera sabía que supieras leer.
Teddy rió y lo empujó levemente.

-Cállate, bobo -Aunque no quiso hacerlo, Teddy se sonrojó un poco. Solo un poco.
Hacía tanto tiempo que no se sonrojaba que ya había olvidado como se sentía. Solo
Chung-ho podía recordárselo-. Ay, pero si te he extrañado tanto, estúpido... Creí que
me odiabas. Nunca me había sentido tan mal de que me rechazaran un abrazo. ¡A mí,
siendo que soy la persona que menos abrazos da en el mundo, por lo que tienes que
ser muy privilegiado para que quiera ab...!

Chung-ho lo hizo callar al abrazarlo de golpe. Se metió entre sus brazos sin permiso
alguno, recargándose sobre su pecho, aferrándose a su tacto, a su aroma, a su
presencia, sintiéndose como en casa otra vez.

Teddy se mordió el labio inferior, enternecido. Tardó solo dos segundos en


corresponderle, abrigándolo con dulzura entre sus brazos.

Qué poco orgullo tenía siendo que aquel omega le había desgarrado el corazón,
lastimándole como nadie. Tendría que haber sido un poco más frío con él, que supiera
lo que era ser rechazado y apartado. Pero no, no podía. No podía ser cruel con su
bebé, y mucho menos cuando podía sentir con aquel abrazo que el amor que Chung-
ho le tenía seguía totalmente intacto.
Sonriendo, Teddy le dejó un beso entre los mechones de su oscuro cabello, poco
antes de que se separaran.

-No te abracé antes porque... bueno, tenía miedo de que hubieses quedado resentido
conmigo. No sabía, bueno, no sé, si aún sigues sintiendo lo mismo...

-Eres el único por el que alguna vez llegué a sentir algo y, créeme, nada cambió en
mis sentimientos. Me lastimaste mucho, sí, pero nunca hubiera sido capaz de
guardarte rencor... Sabía, o más bien intuía, que tú sufrirías por igual por lo que me
hiciste, porque se que te dolió mucho hacerlo, y no me llevó mucho tiempo entender
tus razones. Así que nunca te culpé realmente. En mi interior, muy en el fondo, tenía
la esperanza de que esto suceda, ¿sabes? -Teddy lo miró con una sonrisa-. Que algún
día vendrías y me hablarías con sinceridad. Por eso, al verte, me llené de emoción,
pero cuando me rechazaste el saludo se me vino el mundo abajo. Creí que tú no
habías cambiado y que todo seguiría igual entre nosotros. Se me fueron todas las
esperanzas a la mierda y hasta ya estaba pensando en empacarme algo de ropa y
largarme por el resto de la semana a mi otra casa. No iba a resistir contigo aquí. Pero
ahora estas aquí conmigo y puedes imaginarte tranquilamente como me tienes ahora
-rio-. Estoy por las nubes, así que, por favor, no me bajes de un golpe porque ahora
si que no dudaré en odiarte y echarte de mi casa como tú me echast...

Teddy fue callado por segunda vez en el día. Esta vez no fueron unos brazos
colándose por sus costados. Esta vez fueron unos labios ajenos presionando contra
los suyos. Teddy se inundó de sorpresa, pero al instante le correspondió,
intensificando aquel beso con el húmedo encuentro entre sus lenguas.

No podía creer que Chung-ho le estuviera besando. No podía creer que el omega
menos atrevido que conocía le robara un beso. No, este debía ser el mejor sueño de
toda su vida.

Teddy ya no estaba en las nubes, ahora estaba justo al lado de las estrellas, flotando
en la inmensidad de una galaxia.

Sin aliento, Chung-ho volteó hacia la casa apenas se apartaron. Largo aire con alivio
al comprobar que no había nadie por allí que pudiera haberlos visto.

Aunque...

-¿Tú le has dicho a alguien de lo que pasó entre nosotros? ¿Tus hermanos lo saben? -
Las mejillas de Chung-ho ardieron al pensar en la idea de que sus primos lo supieran.

Teddy ni siquiera había podido recuperarse de la emoción que le dejó aquel beso.
Sonreía embobado, no teniendo cabeza para pensar en nada más que en besarse otra
vez. Quería sentirlo de nuevo. Quería que no pararan más.

Chung-ho no pudo evitar sonreír con cierta diversión al verlo.

-Teddy, te estoy hablando.

-Eh... No, mis hermanos solo saben que un omega me hizo mierda, pero nunca les
dije que fuiste tú.

Chung-ho asintió, relajándose. Respiró hondo, apoyando las palmas de sus manos en
la madera del banco y siguió respirando profundo por unos segundos más, intentando
mantener todo en calma.

-Bueno, uhm, ¿cómo haremos? -preguntó, dirigiendo sus ojitos miel a la aún
embobada mirada de Teddy.

-Mierda, Ho, preocupémonos de eso más tarde. Ahora solo quiero volver a besarte.
Besémonos otra vez, por favor. No sabes como he esperado por esto.

El menor sonrió con cierta timidez contenida y asintió, concediéndoselo.

Teddy, entonces, no se demoró ni un segundo en acortar el espacio entre ellos. Unió


sus labios mientras una de sus manos se posaba en su mejilla. Lo besó con el cariño y
la pasión con que no había besado a nadie más. Lo amaba. Lo amaba tanto que no
quiso detenerse. Y siguió besándolo. Y Chung-ho en ningún momento quiso detenerlo.
Acabaron besándose hasta que sus labios pidieron un descanso y hasta que su aliento
quiso ser recuperado. Y como era de esperarse, con cierta humedad irrumpiendo
entre sus piernas.
Algo que abochornó a Chung-ho, el cual se tensó y apretó sus muslos.

Por otro lado, las feromonas de Teddy ardían con intensidad en el aire, siendo
arrastradas por el viento de una tarde soleada, mientras que las de Chung-ho casi ni
se notaban por la píldora supresora.

Teddy se rió al notar su propio estado de tal excitación.

-Mierda, Chung-ho -jadeó, tratando de recuperar su aliento-. Mira que he estado con
varios alfas, betas y hasta omegas, pero, Jesús, nada se compara contigo. Lo que me
haces sentir es tan... no lo sé, único. No te hubiera podido superar nunca. Así que no
vuelvas a alejarme de ti porque te clavaré las uñas en el pecho y te arrancaré el
corazón. -Acompañó sus palabras haciendo la mímica con una de sus manos.

Chung-ho respiraba hondo, buscando calmar su necesitado cuerpo. Sus mejillas


acaloradas no cesaban de arderle mientras sufría la humillación de haber humedecido
su ropa interior.

-N-No lo haré -dijo, más preocupado por su embarazosa excitación que por la brutal
idea de que su corazón fuera arrancado de su pecho por Teddy si lo alejaba otra vez.

Le oyó reírse, y le miró a punto de avergonzarse un poco más.

-Ven, hay que tirarnos al agua. Nos bajará el tono y podrás relajarte. Cualquier cosa
si alguien después pregunta déjamelo a mi que yo lo resuelvo de un chasquido, ¿de
acuerdo? Ay, vamos que ahora muero por besarte bajo el agua.

La felicidad de Teddy no pudo pasar desapercibida durante la cena. Estaba más


radiante que nunca, y aunque él aseguraba que no había motivo alguno por su dicha,
Jimin y Yoongi sospechaban lo contrario. Sin embargo, no insistieron con el asunto -
insistirían más tarde, cuando las visitas se hubieran ido a dormir-, y se permitieron
disfrutar de aquella bonita cena que se preparó especialmente en honor a sus visitas.

Todos sus hijos estaban presentes, y Teddy no era el único que irradiaba felicidad por
los poros. Alaska estaba hecha toda una babosa con el embarazo de su omega,
soltando leves grititos cada vez que Yu Qi le tomaba la mano para que sintiera las
patadas de su leoncita. Venecia y SeokJin, si bien eran la pareja más tranquila y
discreta, ambos compartían a cada ratito una mirada cómplice acompañada de una
sonrisa que transmitía todo aquello que nadie más que ellos sabían.

Venecia había dejado atrás su virginidad. Luego de tantos años amando y deseando
en secreto a su alfa; sufriendo en silencio el no poder tocarlo, el no poder besarlo, el
no poder estar a su lado. Luego de todo eso, lo había logrado. Se había unido a él en
cuerpo y alma. Y lo amaba.

Hacía semanas que ella deseaba concretar el hecho. SeokJin ya la había mordido para
reclamarla tiempo atrás, pero no le había hecho el amor. No tenía fuerzas, ni deseos
de que sucediera tan deprisa. Venecia lo entendió, y hasta se lo agradeció porque
estaba un poco asustada con el tema. Hasta llegó a pedirle consejos a Alaska y Teddy
durante sus entrenamientos.
Teddy se rio.

-Yo llego a darte uno solo de mis consejos y SeokJin me matará -dijo con gracia-.
Créeme que no querrás llenarte la cabeza con mis palabras. No, Vee, tu estas bien
así. No necesitas consejos. Él te ama así tal cual eres. Sería un completo error que
tomaras nota de mí. De hecho, eso es lo que te aconsejo. No te guíes por mi. Yo solo
soy un atrevido.

-Si, no lo escuches a él. Escúchame a mi -dijo Alaska, interponiéndose entre ambos,


echando a Teddy hacia un lado-. Solo se tú misma y no te calles nada. Estoy segura
de él te hará sentir lo suficientemente cómoda, pero si no es así, si llega el momento
y siente que todavía no estás del todo lista, no tengas miedo de decírselo. No lo
hagas solo por querer complacerlo. Es algo de a dos, y la comunicación es lo más
importante siempre.

-¡Oh, espera! -saltó Teddy desde detrás, haciéndose espacio entre ellas-. Si tengo
algo que aconsejarte de mi parte. Puede salvar la vida de muchos, en especial la mía.
Cuídate, por favor, consíguete anticonceptivos porque demasiados críos juntos me
harán mal.

Venecia enrojeció.

Ella ya había pensado en eso. De hecho era un tema del cual llevaba preocupándose
desde que inició su relación con SeokJin.

Venecia, eventualmente, no quería engendrar un cachorro.

La sola idea de quedar embarazada le asustaba. Aun era muy joven para eso. Ni
siquiera la escuela había terminado. Por tal, y con toda la pena del mundo, había
hablado hacía un tiempito con su padre omega para ver la posibilidad de que
comenzara a tomar anticonceptivos.

Venecia ya estaba cuidándose desde antes de que SeokJin siquiera fuera dado de alta
en el hospital. Pero habían pasado meses de eso, y si bien ella había estado un poco
asustada de que el momento de intimar llegara, creyendo que SeokJin no se tardaría
en intentarlo, ahora ya estaba más que impaciente de que SeokJin accionara cuando
él simplemente deseaba tomarse las cosas con calma. Mucha calma.

Venecia ya no podía esperar más. Amaba que SeokJin no fuera como esos alfa
atrevidos que solo pensaban en sexo, pero Dios, realmente necesitaba sentirlo;
necesitaba tenerlo. Y un día simplemente lo encaró de camino casa, teniendo la
esperanza de que SeokJin aparcara el auto en algún sitio desolado, echara a los
guardaespaldas que le perseguían, y le hiciera suya en los asientos traseros.

Sin embargo, SeokJin era un tipo muy romántico como para limitarse a vivir aquella
preciosa primer experiencia en unos patéticos asientos traseros de un auto. No,
SeokJin, de hecho, ya había pensado en el lugar ideal para que aquello sucediera.
SeokJin había hablado con Teddy en una ocasión, pidiéndole permiso para poder
pasar un fin de semana en la casa de la playa que Yoongi y Jimin le habían dado al
omega. Le explicó lo que planeaba hacer, esperando certeramente que Teddy le
prestara la casa.

Teddy no se negó. Le importaba poco y nada lo que SeokJin hiciese en la casa. Que
llevase a Venecia tranquilo, que la llevase todas las veces que quisiese. Él también
utilizaba la casa para follar, así que verdaderamente no le importaba.

Pero tuvieron que pasar varios fines de semanas para que SeokJin concretara el
hecho. Teddy siempre se olvidaba de que debía reservar la casa para su hermanastro
y organizaba fiestas que luego ya eran muy tarde para cancelarlas.

SeokJin llegó a pensar que el omega se lo hacía a propósito y se enojó tanto con él,
acusándole de estar celoso de su relación con Venecia. Teddy se le rio en la cara.
Pero no una risa fingida. Fue una genuina risa que le salió del alma. No podía creer
que SeokJin pensara que él estaba celoso.

-¿Celoso yo? Vamos, SeokJin, no te sientas tan importante. Por mí, tú puedes hacer
lo que quieras. A mi no me importa. Créeme, tú has sido mi peor polvo, mi vida -le
dijo Teddy y le dio unas amistosas palmaditas en el hombro.

Pero SeokJin estaba furioso y que hiriera su ego le enfureció aún más. Por lo que,
cuando el omega quiso alejar su mano tras darle dichas palmadas, SeokJin le tomó
con una fuerza tremenda del brazo y el puño cerrado de su otra mano viajó con serias
intenciones de encajarle un duro golpe en medio de la cara.

Pero Teddy lo advirtió a tiempo. Su rostro se llenó de sorpresa al darse cuenta de la


situación. Sus ojos se abrieron de par en par y su expresión se ensombreció. Actuó
con rapidez, esquivando el golpe que se le aproximó con velocidad. Con un hábil
movimiento se zafó del duro agarre del alfa y lo apartó con un severo empujón.

-¿Qué mierda te sucede, imbécil? -Teddy escupió con su ceño fruncido, viendo como,
de repente, SeokJin comenzaba a reaccionar. La furia parecía marchitarse de su ser,
dejándole lugar al arrepentimiento. Lo miró como si él mismo no pudiese creer lo que
había hecho-. ¿A mí me quieres golpear? ¿A mí? -La voz de Teddy se quebró; sus
ojos tornándose acuosos-. Me he tenido que defender de muchos alfas en mi maldita
vida, pero jamás creí que tú serías uno. Mierda, me vuelves a intentar poner un solo
dedo encima y te romperé la cara.

-Lo siento, Teddy... Lo siento tanto.

SeokJin estaba a punto de quebrarse. Pero no lo hizo sino hasta que se sentó en el
suelo con su espalda recargada en la pared y hundió sus dedos en su cabello. Se puso
a llorar sin poder evitarlo.

Teddy suspiró y decidió acercarse. Se sentó a su lado.


Estaban en el salón de entrenamiento completamente solos.

-Eres un idiota -dijo.

-Lo soy. Lo siento... Es... es que a veces me haces sentir que me lo haces a
propósito. Como si te estuvieses vengando. Me pone tan incómodo. Mierda, no
debimos estar juntos.

-Oh, Dios, deja de hacerte malditos líos en la cabeza. Pensé que estaba más que claro
que tú no me gustas. Mierda, SeokJin, no te confundas. Somos nosotros. No lo
arruines ahora. No te sientas incómodo, maldita sea. Yo no siento nada por ti. Me
importas un bledo en ese sentido, ¿comprendes? Y estoy más que feliz de que estés
con Venecia. O sea, ¡maldita sea, hermano! Yo estaba súper feliz porque pensé que
ya no te tendría que aguantar llorando por ella, ¿y ahora que? ¿Te tengo que soportar
llorando por mí? -Teddy se carcajeó-. Ay, Dios, lo sé, me extrañas mucho, ¿verdad?
Lo sé, lo sé. No hay otro omega como yo, te comprendo. Deja a Venecia y
fuguémonos juntos.

SeokJin le dio un leve codazo, mientras una leve sonrisa se asomaba en su rostro
humedecido por las lágrimas.

-Estúpido.

-Bueno, este fin de semana la casa es tuya. Ya estoy cansado de mis fiestas, ¿puedes
creerlo? Estoy tan aburrido. Dios, antes era divertido porque los tenía a ustedes.
Salíamos siempre juntos. Tú, Alaska y yo, ¿recuerdas? Qué buenos tiempos. Ahora
soy el único mosquetero que sobrevivió a esa cosa asquerosa del amor.
-Ya te tocará.

-Ugh, no.

Y tal y como lo dijo Teddy, aquel fin de semana por fin la casa estuvo a entera
disposición de SeokJin y Venecia.

El plan era que se quedasen allí hasta el domingo, y sin embargo, aquel mismo
viernes se vieron obligados a abandonar su fin de semana juntos en la playa después
de que sus padres les dieran el aviso de que debían ir a cenar dado que había
importantes visitas.

Por suerte, el llamado fue tiempo después de que Venecia tuviera su ansiada y
soñada primera vez.

La cena fue muy animada. Taehyung, Hoseok y Jungkook, curiosos como todos tíos
que eran, llenaron de preguntas a cada uno de sus sobrinos acerca de sus vidas, sus
relaciones, y demás, obteniendo como respuestas relatos preciosos, trágicos, y hasta
chistosos.

Cuando Jimin dio vuelta el asunto y le preguntó a Chung-ho si había alguien especial
en su vida, éste se tensó, retuvo el aliento y miró a Teddy nerviosamente sólo por un
instante. Luego tragó en seco, sintiendo todas las miradas de los presentes encima
suyo. Su respiración se alteró, y para salir rápido de aquella amenazante situación,
negó con la cabeza, sonrojado.

Dong-Sun, entonces, saltó de su silla y dijo con una enorme sonrisa orgullosa que ella
sí tenía novio.

Hoseok rió y sacudió la cabeza.

-Es un chico adorable -comentó, sonriente.

Taehyung lo miró con una sonrisa, orgulloso de tenerlo como padre de su hija.

La habitación de huéspedes, que no era ni más ni menos que la antigua habitación de


Alaska, ya había sido preparada para ser ocupada por Hoseok y Taehyung. Sus hijos,
por otro lado, fueron instalados en la desarreglada recamara de SeokJin, dado que el
alfa ahora compartía cama con Venecia. Y pronto compartirían habitación.

El cuarto de SeokJin ya estaba pensado para ser ocupado por los gemelos que Yoongi
y Jimin esperaban, por lo que, ni bien el alfa terminara de trasladar sus pertenencias
a la habitación de Venecia, la cual era un poco más amplia que la suya, remodelarían
el cuarto para los bebés.

Por tal motivo se hallaba un tanto desprolijo. Pero ni Dong-Sun, ni Chung-ho se


quejaron. La cama de dos plazas se veía realmente cómoda, perfecta para
acurrucarse entre la suavidad de aquellas almohadas de pluma recubiertas de satén
de seda y quedarse debajo de las mantas para siempre.

Jungkook y Yugyeom, por otro lado, ya tenían reservado un cuarto en uno de los
hoteles más privilegiados de la ciudad. Pues, no sólo habían venido de visita, sino
también por asuntos de trabajo y en aquel hotel le esperaba a Jungkook una
importante reunión.

En el ala contrario de la casa en donde se ubicaban Chung-ho y Dong-Sun, Teddy


trataba de deshacerse de la presencia de su padre omega, quien estaba echado en su
cama, irrumpiendo en su habitación, esperando respuestas con una sonrisa jocosa.

-¿No tienes nada más interesante que hacer? -recriminó Teddy con fastidio, mientras
acomodaba su cuarto como excusa para mostrarse ocupado-. ¿Dónde está tu esposo
cuando se lo necesita?

Jimin rió y se acomodó aun más sobre la cama de su hijo.

-Está con Jungkook y Yugyeom en el estudio. Seguro se tomarán unos tragos y


charlarán hasta tarde. Así que, querido mío, me complace informarte que tengo toda
la noche libre para interrogarte.

-Oh, vaya, ¿los tres? ¿y seguro que sólo charlarán? Yo que tú, querido padre, iría a
chequear por las dudas.

-Ay, Teddy - Jimin se carcajeó con fuerza-. Sólo tu puedes tener semejantes
ocurrencias. Dios, ahora ya no podré verlos con normalidad. Gracias por corromper
más mi mente.

-Todo un placer, padre.

-Bien, pero aún estoy aquí y exijo respuestas.

-¿Y que hay del tío Taehyung y el tío Hoseok? ¿No deberías hacer tu propia noche de
copas con ellos?
-Lo haremos, no te preocupes. Pero no esta noche. Ambos estaban muy cansado por
el viaje.

-¿Y tú no estás cansado, pá? ¿No era que los embarazados duermen más de lo
normal? Sé un embarazado normal y vete a dormir, caramba.

Jimin volvió a reír, poniendo sus dos manos sobre su vientre hinchado.

-No me iré a dormir hasta que no me respondas.

-Bueno, quédate, me iré con papá Yoongi y los tíos a ver si me convidan un trago.

-Pero, ¿por qué tanto misterio, Teddy? ¿Por qué me evades de esta forma? No
entiendo, hijo, ¿desde cuándo te cuesta hablar conmigo? Siempre me lo has contado
todo, ¿qué pasa ahora?

Teddy respiró hondo y detuvo su tarea. Le envió a su padre una mirada de


compasión.

-Papá, sé que lo intuyes, sé que me conoces y sé que lo sabes. ¿Por qué, entonces,
tienes que preguntarme? Sí, estoy jodidamente enamorado. Sí, Teddy Min Park se
enamoró y le corresponden y vivirá por fin la estúpida historia de amor de su vida. Ya
puedes saltar de alegría de que mi precioso plan de pasar el resto de mi vida siendo
una persona libre de copular con quien sea se haya arruinado.

Jimin se levantó y miró con dulzura a su pequeño. Le puso las manos sobre los
hombros y luego lo abrazó, sonriendo con una enrome felicidad.

-Yo tenía el mismo plan, sabes, pero bueno, cuando aparece tu alfa ya no hay vuelta
atrás.

Tu alfa.

El rostro de Teddy decayó.

-¿De quién se trata? ¿Lo conocemos? ¿Cuándo lo traerás? -interrogó su padre ansioso
por suprimirle información.

-En algún momento te lo contaré todo, te lo prometo, pero ahora vete. Quiero estar
solo, papá.
Rozaba la madrugada cuando Teddy, aún sin irse a dormir, le envió un mensaje a
Chung-ho preguntándole si aún se conservaba despierto. Cuando la respuesta fue
afirmativa, Teddy le invitó a reunirse en ese preciso momento en su habitación.
Ansiaba pasar la noche con él.

Aguardó afuera de su recamara, aprovechando para asegurarse de que nadie rondara


por el corredor. Oyó los cuidadosos pasos de su amado y apenas lo alcanzó, ambos se
metieron dentro.

Teddy cerró la puerta despacito y luego volteó hacia Chung-ho, dedicándole una
preciosa sonrisa que fue devuelta al instante. Pasó sus dos manos por los costados
del menor, envolviéndolas en su cintura para atraerlo y besarlo con necesidad.
Chung-ho se dejó, trasladando torpemente sus brazos alrededor del cuello de Teddy,
mientras la lengua del mismo exploraba sin vergüenza la húmeda cavidad de su boca.

No dijeron nada. Las palabras sobraban. Simplemente dejaron que sus cuerpos se
comunicaran guiados por el instinto y el cegador deseo.

La respiración de ambos pronto se tornó irregular. La excitación subía. Su aroma se


intensificaba. Sus labios no se apartaban, sus lenguas se reconocían, su aliento se
perdía.

Rompieron el beso sólo para tomar aire. Pero al instante, Teddy descendió con sus
labios por el cuello del otro, besando, mordisqueando, succionando, enloqueciendo.

El omega de cabello negro ladeó su cabeza y cerró los ojos, estremeciéndose de


placer. Sus labios entumecidos se mantenían entreabiertos recuperando el aire
perdido con dificultad. El omega contrario lo guió hasta la cama. Se dejó caer en ella,
sintiendo a Teddy encima suyo, presionándose contra él.

Un cosquilleo le invadió apenas Teddy metió sus manos debajo de su camiseta de


dormir, acariciándole la suave piel erizada de su cintura y abdomen. La prenda quiso
ser sacada, pero él lo detuvo, nervioso y temeroso, recién cayendo en la cuenta de
todo lo que estaba sucediendo.

-Espera... no, y-yo... no sé si... si... sólo para. Detente.

Teddy obedeció. Preocupado, se apartó despacio y lo miró.


-Lo siento si he... Dios, me estoy apresurando demasiado. Lo siento.

-Es... es sólo que... uhm, esto es muy nuevo para mí y... uhg, estoy sonando como
un virgen, y no es que lo sea, eh, o sea no lo soy, y no es que esté mintiendo sólo
para... ugh, ahora si parece que estoy mintiendo... ay, como sea... lo que quiero decir
es que nunca estuve con otro omega y... no lo sé, me encantas y quiero seguir...
pero estoy muy nervioso y... y... ni siquiera sé que resultara de esto... y creo que
moriré...

Teddy sonrió con ternura.

-Tranquilo, Ho, respira hondo y relájate. Piensas mucho las cosas cuando no hay
mucho que pensar. Pero no te preocupes, te comprendo... No hay que ir tan rápido si
sientes que no es el momento. Tenemos toda la vida por delante. Esta noche
podemos sólo dormir juntitos y ya está. No hay apuro.

Chung-ho se remordió el labio inferior.

-¿Dormir? No sé si sea buena idea que me quede a dormir contigo.

-Ay, Jesús. ¿Y a que has venido, tonto? ¿A darme el besito de buenas noches e irte de
nuevo a esa cama que está tan lejos de mí?

-Mh, algo así.

-Oh, Chung-ho ... por favor, quédate conmigo. Te prometo que nos levantaremos
temprano y nadie sospechará nada.

-Pero, ¿qué hay de mi hermana? Ella se dará cuenta de que no he dormido allí.

-¿Y qué? ¿no te puede cubrir esa enana? Para eso están las hermanas, ¿no?

-Las tuyas, quizás, la mía no.

-Ay, Jesús bendito. Tienes que hacer de tus hermanos tus aliados, no tus enemigos.
Es que... uff, bien, no lo sé, puedes decirle que no podías dormir y... no lo sé, te
fuiste a leer a la sala y te quedaste dormido en el sofá.

Chung-ho suspiró, no muy convencido.

-Por favor, Chung-ho ... quédate conmigo -suplicó.


-Oh, está bien.

Teddy sonrió ampliamente. Se levantó de la cama y corrió el acolchado junto con la


sabana. Ambos se metieron dentro y se cubrieron. Acomodados de costado, los dos
se miraron. Teddy acortó el espacio entre ellos, pasando una de sus manos por la
cintura del otro, mientras entrelazaba sus piernas y lo besaba.

-Quiero hacerlo -murmuró Chung-ho en plena mitad de aquel beso.

-¿Seguro?

-Sí... s-sólo, uhm, no sé cómo... no sé qué hacer...

-Déjamelo a mi -dijo Teddy sonriendo seductoramente.

La espalda de Chung-ho quedó apoyada contra el colchón en cuanto Teddy mostró


intenciones se subírsele encima. A horcajadas sobre él, continuó besándolo. Bajó por
su cuello, dándole pequeños besos, deleitándose con la suavidad de su piel cual
pétalos de rosas. Sus manos se metieron por debajo de la camiseta, Teddy exploró su
abdomen lenta y sensualmente.

Chung-ho despegó sólo por un momento la espalda del colchón, haciendo posible que
su amado le quitara la camiseta. La boca de Teddy continuó bajando por su cuerpo.
Pasó de su cuello a su pecho, besando y mordisqueando su tibia piel erizada.
Descendió hasta su abdomen, dejando una hilera de besos que estremecían al
contrario, quien involuntariamente arqueaba su espalda y suspiraba y temblaba de
anticipación.

Los besos cesaron de pronto, y Teddy se propuso comenzar a bajar con calma el
pantalón de pijama que traía puesto Chung-ho. El susodicho tragó en seco,
apoyándose en sus codos para ver lo que tanta vergüenza la deba. Sus mejillas
ardían. Todo su cuerpo ardía. Y sin embargo, por mucha pena que le diera, el
deseaba que Teddy lo viera.

Recordó, entonces, aquellas veces en las que había mantenido relaciones sexuales
con un alfa. Oh, cuánta diferencia había. Los alfas solían desesperarse, gruñir,
impacientarse y desgarrar la ropa como si no fuera nada. Pero Teddy... Oh, Teddy
con sus delicadas y aterciopeladas manos hacia cada movimiento con un especial
cuidado, despojándole de su ropa lenta y relajadamente, asegurándose de no darle
ningún rasguño. No era un animal salvaje cegado por el deseo, no era una
impacientada bestia haciéndole un poco de daño con sus bruscos movimientos, era
todo lo contrario.

Oh, Teddy era una delicada criatura, suave y cuidadosa, cuyos toques no eran más
que dulces mimos que llegaban hasta su alma.

Teddy terminó de desvestirlo y lo admiró con una perfecta sonrisa en el rostro.

-Eres tan hermoso -dijo, metiéndose entre las delgadas piernas del otro, a quien le
costó un poco abrirlas para Teddy.

El omega de castañas hebras comenzó besando los muslos internos del menor,
ascendiendo hasta alcanzar la despierta longitud del mismo. Teddy dejó beso tras
beso hasta llegar a la punta. Sólo entonces sacó su lengua y lamió el miembro desde
la base y se lo metió en la boca.
Chung-ho se dejó caer, echó su cabeza hacia atrás, cerró sus ojos y gimió despacio,
disfrutando a pleno de aquel tan íntimo y placentero contacto.

Teddy no siguió por mucho más tiempo. Se levantó y se despojo de su camiseta,


tirándola a cualquier lado, continuó con el resto de sus prendas, dejando al
descubierto su propia desnudez.

Chung-ho casi no tuvo tiempo de mirarlo. Teddy le hizo voltear sobre la cama y él no
replicó. Hundió su cara en una almohada y ahogó un gemido apenas algo rozó su más
que humedecida y apretada entrada. Teddy se encontraba lamiéndolo, probándolo,
llenándose con deleite de la lubricante escancia de aquel omega.

Su lengua acariciaba aquel punto que tanto enloquecía al menor. Le encantaba.


Amaba tener a Chung-ho de aquella manera. Y sin embargo, el mismo podía sentir
como su propia entrada necesitaba esa misma atención.

Dio una última lamida y se alejó. Sus labios siguieron el camino de la columna
vertebral del omega. Teddy se acomodó sobre él, alineando su miembro. Rozó su
nariz contra la nuca de omega y, en voz baja, dijo:

-¿Estás listo?

Chung-ho asintió con la cabeza, sujetándose por puros nervios a una almohada.

Teddy se adentró en él despacio. La boca de Chung-ho formó una O mientras lo


recibía. Teddy buscó las manos del otro y las entrelazó con las suyas, apretándolas, al
tiempo que salía y volvía a entrar, dándole inicio a un lento y cuidadoso y más que
deleitoso vaivén.

Con su mejilla recargada sobre una almohada que olía sólo a Teddy, Chung-ho hacía
todo lo posible por no gemir tan alto, controlando el sonido de su respiración mientras
era dulcemente embestido por el mayor. Sus manos entrelazadas y apretadas le
daban apoyo, consuelo, y lo amaba. Su piel se erizaba con los suavecitos gemidos de
Teddy cayendo cerca de uno de sus oídos. Su cuerpo vibraba; su ser inundándose de
placer.

Allí, ardiendo en las fogosas llamas de pasión, no sabía si estaba en el completo


paraíso o en el mismísimo infierno.

Chung-ho acabó primero, sin poder contenerse ni un segundo más.


Teddy realmente disfrutó de tener su virilidad entre las contrayentes paredes del
omega. Estaba a punto, por lo que aceleró sus movimientos. Soltó un gemido cuando
el clímax le hizo estallar. Se derramó dentro de Chung-ho y allí se quedó, mientras su
cuerpo entero flaqueó y cayó encima del otro.

Sólo entonces Teddy tuvo el repentino deseo de ser un alfa.

Oh, cuánto deseó ser un maldito alfa por aquel instante.

-Dios... desearía tanto poder anudarte y tener una excusa para no salir de ti.

-No necesitas una excusa -respondió Chung-ho, jadeante-. Quédate todo lo que
quieras. Los nudos duelen, Teddy, tú no.

Teddy sonrío y plantó un beso en su desnudo y caliente hombro.

-¿Es muy pronto para decir que te amo? -murmuró al acariciarle el cuello con la nariz-
. Porque te amo, Chung-ho. Te amo desde antes de que supiéramos que seríamos
omegas. Desde antes de que la vida nos uniera. Desde antes de que los dinosaurios
existieran. Ya soy todo un romántico empedernido, ¿has visto? En realidad no es
verdad, obviamente, pf, pero sonaba lindo, ya sabes -El omega de oscuras hebras
situado justo debajo de él se rio suavemente, elevando su cabeza volteada hacia un
lado para poder sentir en el rostro su cálido roce-. El punto es que te amo, si.

Con la nariz, Teddy le acaricio la mejilla y luego se inclino un poco mas hacia adelante
y ladeo su cabeza para besarle en los labio.
-Yo te amo a ti, Teddy. Mucho.
Por mucho que hubiese deseado quedarse enterrado en él, salió y se echó a un lado
sobre la cama, liberando a Chung-ho de su peso. Ambos se sonrieron y el menor no
se demoró en acurrucarse junto a él.

Pasaron un buen rato en silencio, cada uno sumergido dentro del mismo mar de
sentimientos. La felicidad de ambos flotaba en el aire. No podían sentirse más
relajados, más felices y afortunados.

-Gracias -murmuró Chung-ho, recargando su barbilla en el pecho del contrario para


mirarlo.

-¿Por darte la mejor noche de tu vida que ningún alfa podría haberte dado jamás?

El menor rió por lo bajo.

-No iba a decir eso, pero básicamente sí.

Teddy sonrió y se inclinó para besarlo. Fue un beso tierno y corto que llevó a otro
más largo y fogoso. Aún había chispas de deseo en su interior, y Teddy no iba a
quedarse con ganas.

Iba a montarlo.

Teddy se acomodó sobre el cuerpo denudo del contrario dejando sus rodillas a cada
lado de la cintura del omega. Siguió besándolo, presionando sus intimidades,
avivando más y más el fuego que había comenzado a arder en ellos otra vez.

Teddy enseguida se humedeció. Abandonó los labios de Chung-ho y se levantó por


encima del mismo, sosteniendo su peso en sus rodillas. Con cuidado, tomó la
palpitante longitud del omega y la alineó a su empapada entrada. Teddy se dejó caer
encima de Chung-ho y gimió placenteramente al cerrar los ojos y entregarse por
completo al deseo, quedándose literalmente sentado sobre el menor con su miembro
hundido en su interior.

Con su espalda arqueada, comenzó a montarlo sin reparo, moviéndose rítmica y


sensualmente.

Los dilatados ojos de Chung-ho brillaban sorpresivamente de deleite. Dejó caer su


cabeza en la almohada y gimió, sintiendo aquella nueva sensación que le llenaba de
placer. Su miembro jamás había sido aprisionado de esa manera y, oh Dios, se sentía
tan bien. Era algo que un alfa jamás le hubiera dejado hacer.
Chung-ho ya había conocido antes la penetración, por lo que, cuando Teddy lo
penetró, lo que sintió fue un placer ya conocido; un placer hermoso que Teddy lo
intensificó por ser el bendito omega de su vida. Pero ahora él era quien penetraba,
era su miembro el que ingresaba en Teddy, haciéndole gemir, y era una sensación
totalmente nueva.

No sólo se encontraba disfrutando como nunca de aquella nueva y satisfactoria


experiencia, sino que gozaba a grandes rasgos al ver a un desnudo Teddy,
montándolo sin gota de vergüenza.

Chung-ho llevó sus manos a la pequeña cintura del mayor. Flexionó las piernas y
comenzó a moverse él también, siguiendo el exquisito ritmo del omega contrario.

Teddy abrió los ojos y lo miró, su labio inferior atrapado entre sus dientes. Sonrió
juguetonamente y, con su espalda aún arqueada, recargó sus manos en las rodillas
levantadas de Chung-ho y echó la cabeza hacia atrás, aumentando la velocidad de
sus movimientos.
Sus pieles chocaban dejando un chasquido. Y Teddy ahogó un gemido apenas el
orgasmo lo alcanzó. Su escancia cayó sobre el pecho del pelinegro. Pero a él nada le
importó, pues su propia granada de placer estalló y la satisfacción lo golpeó como
nunca. Llenó a Teddy con su semilla del mismo modo en que Teddy lo había hecho
antes con él.

Lo sintió caer sobre él, totalmente exhausto. Y entonces, Chung-ho entendió aquel
deseo de Teddy por anudarlo. Ahora él albergaba el mismo deseo. Porque ahora no
quería salirse del omega. Quería seguir unido a él. Ansiaba que el nudo estuviera allí
presente para no separarlos.

Pero eran omegas, por lo que ningún nudo, ni ninguna mordida, ni ningún embarazo
podría darse naturalmente entre ellos.

Chung-ho suspiró. Acarició la desnuda y sudorosa espalda de Teddy, ansiando tenerlo


de aquel modo para siempre. Se dio cuenta que un sentimiento nuevo había nacido
dentro de él. En su pecho se instaló un irrevocable deseo por ser el guardián del
omega que tenía sobre él.

Porque ese omega era suyo.


Mierda, sí, Teddy era suyo y ahora quería protegerlo de lo que fuera. O al menos,
tenía la intención. Porque él ni siquiera sabía defenderse por su cuenta.
-¿Hasta cuando se quedarán? -preguntó Teddy, casi adormecido sobre el pecho del
otro omega.
-Hasta el próximo finde.

-Y, ¿qué harás? ¿Qué haremos? No quiero que volvamos a alejarnos. Quiero estar
contigo. ¿Puedo irme con ustedes? Sé que los tíos no tendrán problema en
aceptarme. Seguiré mis estudios allí. Sabes que no tengo ningún problema. Porque,
bueno, dudo mucho que tú te sientas cómodo quedándote aquí conmigo.

Chung-ho deslizó los dedos de su mano izquierda por entre los mechones del otro,
sintiéndolo casi ronronear sobre su pecho.

Adoraba tener a Teddy de ese modo. Oh, cuánto lo amaba.

-¿Realmente serías capaz de dejar todo por irte conmigo?

-Por Dios, Ho, eso no se pregunta. Claro que si, con tal de estar contigo. Veré como
me acomodo. Pero, dime si tú te sientes cómodo con la idea. O sea, no quiero
agobiarte. ¿Es muy precipitado esto? Odio la distancia, pero si piensas que quizás
para empezar sería mejor tener lo nuestro a la distancia hasta que te sientas listo
para que convivamos lo respetaré. Yo me adapto a lo que te sea mejor, Ho. Dime qué
piensas.

El pelinegro respiró hondo, pensándolo. Miró a su alrededor, observando con más


atención la habitación de Teddy.

Lo conocía prácticamente de toda la vida, pero jamás había conocido su habitación;


su casa. Jamás había ido a visitarlo. De hecho, jamás había pisado aquel país.
Mientras que Teddy conocía a la perfección su pueblo, su casa, su habitación, y el no
conocía nada.

Cuántas veces Teddy había viajado hasta America para quedarse veranos enteros en
aquel pueblito. Cuántas veces...

Oh, no. No podía permitir que Teddy lo sacrificara todo cuando él siempre había
estado sacrificado algo en el pasado.
Sacrificaba sus veranos. Sus increíbles veranos los decidía pasar con él. Y él nunca lo
había valorado.

Chung-ho quería, necesitaba, ser él quien ahora se sacrificara. Tomó un profundo


respiro, llenándose del más que precioso y relajante aroma de Teddy. Su olor. Su olor
estaba por todos lados. La habitación de Teddy era la mismísima gloria. Necesitaba
pasar una buena temporada allí. Oh, sí.

Chung-ho tenía presente de que sería una decisión difícil de afrontar. No le sería nada
fácil poder adaptarse a una casa que no era la suya, sin sus padres, sin su hermana,
sin su zona de confort, sin su psicóloga. Oh, su psicóloga. No, no. Él necesitaba su
psicóloga. Pero qué demonios. Podría hablar con ella por transmisiones. No era hora
de poner excusas.

Si, lo haría por Teddy.

¿Tenía miedo? Tenía miedo, pero también tenía a Teddy. Con Teddy a su lado todo
sería más fácil. Se aferraría a él.

-¿Puedo... uhm, quedarme y-yo contigo? -dijo-. Que-quedarme aquí, digo.

Teddy levantó la cabeza al instante y le dedicó una mirada incrédula antes de soltar
una risa.

-Si, dale. De paso traigamos a un alfa a nuestra relación y seamos un trío.

Chung-ho rio y le dio un empujón, incorporándose junto a él.

Ahora ambos se encontraban sentados sobre la cama, rodeados de las desprolijas


sábanas que apenas les cubría parte del cuerpo.

-Hablo en serio, tonto. Sé que será difícil para mí, pero quiero intentarlo -dijo Chung-
ho -. Quiero quedarme por ti. Quedarme contigo. Tú siempre te has ido a mi casa. Yo
nunca antes he venido. Quiero pasar al menos un tiempo aquí.

-Espera, espera, ¿hablas completamente en serio? O sea, ¿en serio, en serio? ¡Dios,
Ho! ¡Justo que tengo mi oportunidad de huir de esta casa que pronto se transformará
en una guardería y tú me sales con esto! No, querido mío, yo me voy contigo. Es
más, ya mismo iré a hacer mis maletas.

Teddy hizo ademán de salirse de la cama, y Chung-ho rio por lo bajo antes de
acercarse a él para besarlo. Teddy le correspondió tan gustoso como con cada beso
que se daban.

Luego, tras romper el contacto entre sus labios, el castaño omega se inclinó hacia su
mesita de luz para tomar unos cuantos pañuelos de papel para que ambos se
limpiaran de cualquier resto de semen.

-Quiero quedarme, Teddy -reiteró Chung-ho luego de asearse-. Necesito superar mis
estúpidos miedos. Necesito salir de mi zona. Necesito esto... Por eso vine, por ti, por
mí. Porque ya no soportaba más mi estúpida vida, mi estúpida zona de confort. No
hice más que sufrir allí. No dejé de sentirme vacío y recién ahora comienzo a
sentirme vivo. N-no... no quiero volver.

-Oh, Chung-ho -Teddy llevó una de sus manos a la mejilla del contrario con el fin de
otorgarle unas suaves caricias-. Esta bien, bebito. Si eso te hace sentir bien entonces
no hay nada más que hablar. Prometo poner lo mejor de mí para que puedas sentirte
lo más cómodo posible aquí, ¿de acuerdo?

Chung-ho asintió con una sonrisa.


Ambos volvieron a tumbarse en la cama, quedándose boca arriba, hombro a hombro.
Cada uno respiró profundo, sonriendo internamente porque era imposible que
pudiesen estar solo un poco más feliz.

-Mierda, Chung-ho ... he soñado tantas malditas veces con esto, con tenerte aquí, en
mi cama, con besarte, con amarte, con amarnos, pero lo creía tan imposible. Creía
que tú nunca me dejarías ser tuyo, creía... creía que yo te daba asco, y estaba seguro
de que pasaría el resto de mi jodida vida en camas ajenas, sin tener la intención de
tener nada serio con nadie, menos con un tonto alfa... Desde un principio lo supe,
supe que era diferente a los demás omegas. Nunca me sentí atraído a la idea de que
un alfa me destrozara la piel del cuello, mucho menos con cargar a sus cachorros. Ni
siquiera sé qué le ven de lindo. Yo no estoy para eso... No nací para ser marcado, no
nací para darle hijos a alguien, yo nací... -Se detuvo y contrajo su rostro en una
mueca de asco al darse cuenta de que lo que iba a decir era asquerosamente cursi
para él y no, iugh. Náuseas.

-... para amarme -completó Chung-ho sonriendo, a nada de soltar una risita.

-Si, eso, como sea -carraspeó sin quitar la mirada puesta en el techo mientras se
removía ligeramente con sus brazos flexionados debajo de la cabeza.

El menor se acercó a él, acurrucándose contra su pecho.

-Tú nunca me diste asco, Teddy... yo sólo... bueno, ya te he dicho. Y yo... bueno,
creo que a mi directamente no me atraen los alfas. He estado sólo con uno y me
bastó para entender que no son lo mío... Pero tú... Oh, Teddy, tú si eres lo mío... Ni
siquiera llevamos un día de reencontrarnos y hasta ya sería capaz de fugarme y
casarme contigo en Las Vegas si me lo propusieras.

Teddy rió, llevando uno de sus brazos a la cálida espalda de su omega.

-Nada mal, eh, ¿te casas conmigo en Las Vegas, amor mío?

Chung-ho también rió y levantó la cabeza para mirarlo.

-Si.

-Bien -Teddy se levantó y le tendió la mano-. Entonces, vamos.

-No hablas en serio.

-Hablo muy en serio.

-Ay, deja de bromear y ven aquí.

-No estoy bromeando.

-¡Teddy! Era una forma de decir. No me casare contigo en Las Vegas.

-¡Dijiste que sí, mentiroso de mierda! Vamos, Ho, te amo. Eres el amor de mi jodida
vida. El omega que deseo tener a mi lado por el resto de mis días. El omega que amo
desde lo mas profundo de mi alma. El omega por el que daría la vida. Por el que daría
todo con tal de hacerle feliz. Por favor, por favor, por favor, fuguémonos, mi amor.
Vamos, solo tú y yo, y a la mierda el mundo.

Chung-ho lo miró con sus ojitos brillosos por las lágrimas acumuladas y una
temblorosa sonrisa de conmoción. Y asintió, cubriéndose la boca con una mano para
luego saltar de la cama y unirse en un apretado abrazo con Teddy.

Jimin se despertó cuando la luz del sol se entrometió en su habitación. Estaba


enredado entre los brazos y piernas de su alfa. Un alfa que emanaba una cierta
pestilencia a alcohol y tabaco. Un alfa que, aseguraba, no se levantaría de la cama
hasta el mediodía por haberse quedado hasta tan tarde con los otros dos alfa.

Jimin negó con la cabeza, recordando lo que Teddy le había insinuado la noche
anterior y se río ante la ocurrencia.

Con verdadera dificultad se desenredó de su alfa. Yoongi balbuceaba dormido y sus


brazos se aferraban a él, no queriéndole dejar escapar. Jimin habría cedido ante él,
quedándose en la cama junto a su esposo, aunque sea para admirarlo dormido y
darle besitos en su rostro sumido en el sueño. Sin embargo, tenía muchas ganas de
orinar y, además, tenía hambre.

Así que abandonó la cama y corrió al baño, sin antes acomodarle su almohada junto a
Yoongi para que este la abrazara y sus quejidos se acallaran.

Una almohada con su olor; infalible. Había funcionado con todos sus hijos de bebés, y
también con su adorado marido bebé alfa.

Jimin se duchó y bajó para desayunar, descubriendo que sus dos mejores amigos y su
hija estaban ya despiertos. Feromonas de nerviosismo acapararon su olfato.
Taehyung estaba dando vueltas con su celular en la mano, mientras Hoseok intentaba
calmarlo.

-¿Qué paso? ¿Qué sucede? ¿Está todo bien?

-Es Chung-ho, no está -explicó Hoseok -, y Sun nos dijo que ni siquiera durmió allí
con ella.
-No me responde. No sé dónde está. No sé dónde pudo haber ido -dijo Taehyung al
borde del colapso.

-Tranquilo - Jimin se acercó a él y puso sus manos sobre los hombros del mismo,
dándole un poco de aliento-. Él debe estar bien, te lo aseguro, y créeme que no me
sorprendería si subo y descubro que Teddy tampoco está. Tenemos otra casa en la
playa, deben haber ido allí a enfiestarse un poco. Sabes como son los adolescentes.

-No, Chung-ho no es así... Él no se iría sin avisar y mucho menos para enfiestarse. No
le gustan las fiestas y... Dios, no puede estar pasándome esto... Oh Dios, llega a
pasarle algo y...

Jimin lo abrazó.

-Shh, tranquilo, Taehyung. Él debe estar bien. No tienes idea de lo persuasivo que
puede llegar a ser Teddy. Estoy seguro de que Chung-ho está con él. No te preocupes
-Le acarició la espalda, confortándolo, y se apartó de él despacio-. Escúchame, iré a
fijarme arriba y llamaré a Teddy. No te angusties. Cualquier cosa, rastreamos el
número, tranquilo.
Teddy estaba harto de escuchar el maldito sonido que taladraba su cabeza. Estiró el
brazo y, más dormido que despierto, tomó su celular y apagó la alarma. Volvió a
acurrucarse junto al desnudo y calentito cuerpo de su omega, dispuesto a seguir
durmiendo. Pues sólo llevaban una hora durmiendo.

Habían pasado toda aquella noche despiertos, viajando, riendo, disfrutando,


recorriendo Las Vegas, bebiendo, bailando, casándose y haciendo el amor en la
increíble suite de un hotel.

El celular volvió a sonar y Teddy gimió de agonía. Pero se dio cuenta de que no era la
alarma, era el sonido de una llamada. Abrió sus pesados párpados. Sus ojos le
ardieron, mas se esforzó por mantenerlos abiertos. Estiró el brazo otra vez y se obligó
a ver la pantalla una vez esta apareció tras dejarle su huella. Su padre lo llamaba.

Atendió.

-¿Puedes dejarme dormir? Gracias.

Cortó.

El celular volvió a sonar.

Atendió.

-Papá, te lo suplico...

-Teddy, no me cortes. Solo dime que Chung-ho está contigo.

-Sí, está conmigo. Dios, ¿no has leído la nota?

-¿Cuál nota?

-Te he dejado una bendita nota en la mesita de mi cuarto.

-No le he visto, lo siento. Están en la otra casa, ¿no? ¿Sabes lo mucho que tus tíos se
han preocupado?

-Discúlpame con los tíos, no era nuestra intención... No estamos en, perdón, ¿cómo
has dicho? ¿la otra casa? Lo siento, pero esa es mi casa. Mía. Y no, no estamos allí...
Estamos... pues, estamos bien -Teddy rio, y volvió a acurrucarse junto a Chung-ho,
dándole un besito en el hombro.
-¿En donde están, entonces?

-Si te digo, ¿prometes no reprenderme?

-Teddy.

-En nuestra defensa, los dos somos mayores de edad, o al menos técnicamente, y no
necesitamos el permiso de nadie para vivir nuestra juventud, sabes.

-Si, ve y díselo a Taehyung. Como sea, solo dime qué tan lejos están. Si no me lo
dices por las buenas, ya sabes lo que pasará.

-Bueno... pues, estamos bien.

-Teddy.

-No, lejitos, en las... vegas.

-Oh, Dios, Teddy...

-Y como dice el dicho, lo que pasa en Las Vegas...

-Te mataré.

-No, era "queda en Las Vegas", tonto, perdiste.

-Me puedes explicar cómo se te ocurre...

-Ay, papá, por favor.

- Taehyung se ha puesto muy nervioso, ¿comprendes? Yo estoy acostumbrado a tus


escapadas, pero él no. Yo te permito esa libertad porque sé que te sabes defender
perfectamente y que le romperías los dedos a alguien antes de que siquiera te toque.
Pero Taehyung no tiene esa seguridad porque Chung-ho no es nada como tú y
levantarse y ver que no hay señales de su hijo estando en un país diferente del suyo
le asustó como no tienes idea y no lo culpo.

Acostado boca arriba, Teddy se pasó la mano por el pelo y respiró hondo, sintiéndose
mal porque no había pensado en aquel punto.
-¿Puedes pasarme con los tíos? Quiero disculparme, déjalo en alta voz...

Pasó un instante antes de que la voz de su padre Jimin volviera a oírse.

-Bien, te escuchan.

-Tíos... lo siento mucho, de verdad... no tengo palabras, fue sólo... no lo sé, un


impulso y no me detuve a pensar en más nada. Por favor, no se enojen. Nuestra
intención en ningún momento fue preocuparlos... y les aseguro que Ho está bien. Yo
lo protejo y lo protegeré de lo que sea. Ahora está dormido y creo que no se
despertará en medio año, pero les aseguro que está bien... Por favor, no se enojen.
Se que ha sido una locura, pero vamos, ustedes también debieron haberse mandado
sus propias locuras cuando eran jóvenes, ¿o no? Como sea, perdónenme, he sido un
desconsiderado, pero les juro que solo queríamos pasarla bien y divertirnos... y sólo,
sólo... lo siento. Amo a Chung-ho como no se imaginan, literalmente, y les juro que lo
he cuidado en todo momento y no hicimos más que pasarla juntos y bueno. Prometo
que llevare de regreso a Chung-ho vivito y coleando esta misma tarde, pero ahora
necesito dormir... por favor, quédense tranquilos, estamos bien... sólo quiero dormir.

-Dios, Teddy, ¿tú quieres que me muera del susto, no? ¡Ni un mísero mensaje fueron
capaces de dejar! Dios, pero que bien que estén bien. Por favor, dile a Chung-ho que
me llamé apenas despierte.

-Si, si, lo haré. Y otra vez, lo siento.

-Escúchame, hijo, vuélvanse en un vuelo. No tienes que conducir de vuelta desde


Nevada. Luego enviaré a alguien por tu auto.

-Ay, papá, tampoco estamos en la otra punta del país. Vinimos en auto, volveremos
en auto. Los vuelos arruinan la magia de la aventura. Y no es tan lejos. Estaremos
bien.

-Volverán en un vuelo y es mi última palabra.

-Ugh, está bien.

-Sigo sin creerlo -comentó Taehyung, sentado en un mullido silloncito del patio,
mientras vigilaba junto a Hoseok a su pequeña que nadaba en la piscina-. Ojalá
nosotros, en nuestra juventud, hubiéramos podido escaparnos a Las Vegas. Las
Vegas, comprenden. Dios mío. Nuestros hijos se van a Las Vegas así de fácil y rápido,
y nosotros con colarnos en esas pobretonas fiestas ya nos creíamos lo más. Mierda,
ojalá nosotros hubiéramos tenido esas mismas posibilidades. Qué ganas de ser mi
hijo.

Jimin se rio, mientras que Hoseok negaba con la cabeza con diversión.

-Si ya era difícil cuidarlos a ustedes en esas fiestas, no me imagino lo que habría sido
si yo hubiera tenido que estar detrás de ustedes en Las Vegas. No, no, gracias -
mencionó el beta con una media sonrisa en el rostro.

Taehyung sonrió con gracia y le dio un leve empujoncito, para luego acercarse y darle
un beso en los labios.

-Si ya éramos un desastre en esas fiestitas, imagínense en Las Vegas - Jimin rio-. No,
es que no hubiéramos salido vivos de ahí.

-Quizás cuando éramos adolescentes no, pero ¿y ahora? - Taehyung los miró con una
sonrisa socarrona.

Jimin enarcó una ceja.

-No iré a Las Vegas en mi estado.

-¡Oh, vamos! Por favor, Jimin. Apenas cargas con cinco meses, no es nada. Y no
hablo de ir a beber o meternos en un jodido casino. Yo simplemente quiero conocer,
turistear. ¡Vamos, no puedes ser que mi hijo este allí y yo no! ¡Por favor, Jimin!

- Taehyung, tú no entiendes. Yoongi no me dejará ir así como así, no mientras cargue


con los cachorros.

-Y que venga con nosotros. Vamos, yo no me iré hasta no haber pisado Las Vegas
antes.

-Amor, quizás sea mejor dejarlo para la próxima vez que vengamos. Si Jimin dice
que...

-La próxima vez que vengamos Jimin va a estar demasiado ocupado encargándose de
sus gemelos y dudo mucho que quiera separarse de ellos para acompañarnos -
puntualizó Taehyung -. Por favor, Jimin. ¿Cuándo fue la última vez que salimos los
tres juntos sin ningún hijo? ¿Cuándo fue la última vez que viajaste solo por darte un
respiro con tus amigos? Y mira, aceptaré que venga Yoongi y todo.
El omega de brillosos ojos verdes se lo pensó tras dar un suspiro.

-Hablaré con Yoongi. Pero ya se como es él, así que le diré que ustedes quieren ir por
Chung-ho. Que están preocupados porque piensan que quizás algo le pasó y que,
como me siento responsable porque fue por Teddy, quiero ir con ustedes. Dios,
Taehyung, mira lo que me harás hacer.

El pelinegro rio.

-Te amo.

Chung-ho despertó poco después del mediodía. Volteó en la cama, colocándose boca
arriba y se estiró, bostezando. Se frotó sus adormecidos ojos, y sólo entonces advirtió
la presencia de un dorado anillo envolviendo su anular dedo.

Parpadeó seguidas veces y lo miró con destellantes ojos. Una muy amplia sonrisa se
formó instantáneamente en su rostro. Todos los recuerdos de la noche anterior
apareciendo de pronto en su mente.

Dios mío, ahora estoy casado.

Miró al omega desnudo que descansaba pacíficamente a su lado. Aquel ya no era un


simple omega bonito que ansiaba volver a besar. Ya no era simplemente Teddy. Era
su esposo.

Su joven rostro enamorado se iluminó de emoción.

No se demoro en llenar a Teddy de tiernos besitos para despertarlo. Sin embargo,


este, soltando leves gruñidos, murmuró un "déjame dormir" y se dio la vuelta,
dándole la espalda.

Chung-ho frunció el ceño.

-Hey, no le gruñas así a tu esposo -reprochó, mientras le abrazaba por detrás.

Solo entonces Teddy abrió los ojos y, con sorpresa, miró sobre su hombro, viendo la
perfecta imagen de un precioso ser abrazado a su espalda.

-¡ Chung-ho! -exclamó con alegría y volvió a darse la vuelta.

-¿Y quién más iba a ser? -rió Chung-ho, mientras Teddy se le subía encima y lo
besaba.
-Oh, Dios, estás aquí, estamos aquí y estamos... -Teddy miró su mano, verificando
que un anillo decorara su dedo anular-... casados, ¡estamos casados! ¡no fue un
sueño! Mierda, Chung-ho, te amo.

El susodicho rió otra vez, enamorado de aquella reacción.

-Yo te amo a ti, Teddy -respondió jovialmente, envolviendo sus piernas en la cintura
del otro, para luego besarse y hacer renacer aquella adicta llama de pasión.

-Dios... ya lo hemos hecho tantas veces y aún me sigues matando -Teddy gimió,
escondiendo su rostro en el hueco que formaba el cuello de su amado. Le mordisqueo
la piel, besando y succionado. Y se apartó-. Me acordé, tu padre me dijo que luego lo
llames.

La exquisita excitación de Chung-ho reclinó.

-¿Has hablado con mi padre?


Teddy asintió y regresó a besar el cuello del menor.

-Espera, no, para, ¿qué le has dicho? ¿Le has dicho que estoy contigo? ¿Qué hemos
pasado la noche aquí? Mierda, ¿por qué no me despertaste? -reprendió mientras se
quitaba de encima al omega, y de inmediato se puso a buscar su celular.

-Tranquilo, hey, no le he dicho nada que pueda comprometerte. Joder, ¿por quien me
tomas? Si te he dejado claro que yo no diría nada con respecto a lo nuestro -se
defendió, ofendido y molesto-. Mira, me iré a dormir, chiquito, cuando te calmes y me
pidas perdón de rodillas, hablamos -agregó, cubriéndose con la sábana mientras se
daba la vuelta y se acomodaba.

Cerró los ojos e intentó dormirse con la suave voz de su omega de fondo hablando
por teléfono con su padre. No le prestó verdadera atención a la llamada. Se centró en
sus propios pensamientos y para antes de darse cuenta, Chung-ho ya estaba metido
con él debajo de la sábana, dándole besos en su hombro y pidiéndole disculpas,
mientras le abrazaba.

Teddy sonrió sin abrir los ojos y entrelazó su mano con la de Chung-ho, las dos
manos con los dos anillos.

Quedaba solo un día para que la familia Jung- Kim se marchara de regreso a casa, y
Chung-ho había decidido que ya era hora de contarle a sus padres y a su hermana
acerca de su secreta relación.

Primero llamó a Dong-Sun para decirle que se reunirían juntos con sus padres en la
habitación de estos, pues tenía algo que decirles. Su hermana accedió sin problemas,
totalmente interesada. Fueron, así, hasta el cuarto de huéspedes, mientras que en la
planta baja Teddy se encargaba de reunir a cada miembro de su familia para darles
también la noticia.

Era de noche, todos ya habían cenado, por lo que no fue sorpresa para Chung-ho ver
que sus padres se preparaban para dormir. Taehyung ya estaba metido en la cama,
recostado contra las almohadas, mientras Hoseok separaba la ropa que se pondría
mañana y guardaba el resto en su maleta.

-¡Padres, escuchen! Ho nos quiere decir algo -exclamó Dong-Sun ni bien entró en el
cuarto, apresurándose para tirarse en la cama y acomodarse junto a su padre omega,
preparada para escuchar lo que sea que su hermano diría.

-¿Qué sucede, hijo? ¿Vienes a presentar quejas con respecto a nuestra partida y a
exigir que nos quedemos más días porque la estás pasando genial en la casa de los
tíos y no extrañas para nada el frío invernal de Inglaterra y la comodidad de tu
cuarto? -dijo Hoseok burlonamente al cerrar su maleta-. Lo sé, hijo, lo sé, yo también
desearía quedarme. ¡Pleno invierno y sigue haciendo calor! ¡Una maravilla!

Taehyung rió, y le arrojo un cojín a su esposo, antes de dirigirse a Chung-ho con una
cálida sonrisa.

-Ven aquí, hijo, ¿qué pasa?

-De hecho, yo... uhm, si venía para eso... pero no quedarnos todos... quedarme yo.

Hoseok tomó asiento en el borde de la cama y miró al adolescente omega con


extrañeza.

-¿Quedarte? ¿Aquí? ¿Tú solo? -El beta ladeó su cabeza sin entender.

-¿Cómo que quieres quedarte, amor? - Taehyung frunció el ceño y se sentó más
derecho, intentando comprender.

-¿Para esto me has traído? -se quejó Dong-Sun rodando los ojos-. Yo pensé que
dirías algo picante, ugh, me voy.
Tuvo la intención de abandonar la cama para retirarse, pero Chung-ho rápidamente la
detuvo, explicando que aún no había dicho todo lo que quería. Entonces, ella regresó
a su sitio, mientras sus padres se reacomodaban sobre la cama, decididos a prestarle
toda su atención.

Chung-ho suspiró, sus dedos comenzando a lastimarse entre sí.

Tragó en seco y respiró hondo.

-No sé ni por donde empezar... pero, uhm... yo, bueno... hace un tiempo... pues...
uhm... ay, no... no puedo, me voy.

-Tranquilo, cariño - Taehyung se levantó de la cama y fue hacia el para frotarle los
brazos y darle un poco de aliento-. Respira profundo. No te lo guardes, ¿si? Suéltalo
como puedas.

Chung-ho le hizo caso, y respiró profundo, muy profundo.

Su padre tomó asiento en el borde de la cama.

-Hace años llevo enamorado de alguien que... bueno, uhm, socialmente no es


aceptable.

Dong-Sun estuvo a nada de saltar con sus intrépidas palabras, pero Taehyung la
detuvo antes de que dijera nada, cubriéndole la boca con una mano.

-Déjalo hablar -le ordenó en un susurro. Luego llevó su mirada su hijo-. Continua, mi
cielo.

-Bueno... uhm, yo... mh, no quería saber nada con esa persona porque no quería que
me pasara lo mismo que al tío Jungkook. Me daba mucha ansiedad pensar en la
simple idea de estar con alguien de mi mismo rango... porque si, uhm... me enamore
de otro omega.

Hoseok, acariciando su crecidita barba, le echó un vistazo a su esposo, quien le


devolvió la mirada al instante.

Dado el contexto, no les costó llegar a ambos a una mutua deducción. Estaba claro.
Su hijo queriéndose quedar en una casa ajena siendo que era el más hogareño de
todos, diciendo luego que se había enamorado de otro omega -y siendo que en la
casa de los Min no había más que un omega soltero, con el cual, curiosamente, se
había escapado hacía poco a Las Vegas-, dos más dos es cuatro.

Aún así, dejaron que Chung-ho prosiguiera.

Deseaban oírlo de su boca.

-Bueno... uhm, por mucho tiempo quise reprimir mis sentimientos, asustado de lo
que pudiese pasar si yo cedía ante ellos...

-Jesús, Alaska, vives a cincuenta metros, no a cincuenta cuadras, ¿por qué te


tardaste tanto? -rezongó Teddy tras aguardar media hora a que llegara su querida
hermana mayor-, ¿y Yu Qi? Bueno, no importa, después se lo dirás tú. Ya perdí un
montón de tiempo contigo.

Jimin estaba emocionado. Era el único que tenía una clara idea de la razón por la que
Teddy los había reunido a todos en la sala y apenas podía contenerse.

En lo que concernía a los demás, Yoongi estaba intrigado, no perdonándole a su


omega el que no quisiera adelantarle nada. SeokJin estaba aburrido, más que
desinteresado, únicamente ansioso por marcharse con Venecia hacia la cama.
Venecia, por su parte, ansiaba escuchar lo que Teddy tenía que decir. Y Alaska estaba
irritada, no pudiendo creer que su hermanito le sacara de la cama para Dios sabrá
que tontería.

-Sera rápido... Oh, y desde ya les digo que no necesito palabras lindas, ni abracitos,
ni nada de sentimentalismo. Ya sé que me quieren y que me aceptan con todas mis
rarezas, así que no necesito que me lo hagan saber otra vez, ¿estamos? -Teddy le
dedicó una insípida mirada a cada uno de los presentes-. Bien, me casé con Chung-ho
en Las Vegas, no por error, ni por un acto de inconsciencia, sino porque nos amamos
y quisimos fugarnos. Bueno, quizás si fuimos unos inconscientes de mierda, pero me
da igual. Oh, y se quedará aquí conmigo a vivir por algún tiempo hasta que nos
vayamos. Me mudaré allí más adelante. Bueno, eso ha sido todo, ya pueden
marcharse. Gracias por su atención. Que descansen.

Teddy hizo ademán de marcharse, riéndose internamente.

-¡¿Para esto me has hecho venir?! ¡Dios mío, Teddy! -Alaska gruñó, poniéndose de
pie al instante-. ¡Ay, mentira, mi vida! ¡No lo puedo creer! ¡Casado! ¡Dios mío, Teddy!
¡Eres el último que me imaginé que se casaría de nosotros! ¡Y con Chung-ho! ¡Dios,
qué tierno! ¡Lloraré! ¡Qué me importa que no quieras un abrazo! ¡Ven aquí, carajo!
Alaska se abalanzó hacia el omega, abrazándolo. Teddy rodó los ojos e intentó
zafarse de mala gana.

Venecia fue la siguiente en levantarse de su sitio y dirigirse hacia él después de que


Alaska lo liberara. Le obsequió una preciosa sonrisa y, sin miedo, se metió entre sus
brazos, felicitándolo con alegría. Teddy suspiró, comenzando a resignarse a los
inevitables abrazos.

-¿Con que Chung-ho, eh? - SeokJin sonrió con algo de picardía al tiempo en que se le
acercaba-. Te lo tenias bien guardado, ¿cómo no me has dicho nada antes? Me siento
traicionado, sabes, pensé que no había secretos entre nosotros.

-Qué ingenuo eres. Yo sé los secretos de todos, nadie sabe los míos. Así es como
funciona.

SeokJin iba a replicar algo, pero Yoongi apareció para abrazar a su pequeño,
felicitándole de corazón, no pudiendo creer que era el primero de sus hijos en
contraer matrimonio. No importaba si era un omega, beta o alfa, estaba contento de
saber que, por fin, su pichón más reacio había encontrado a ese alguien para ser feliz
a su lado. Oh, y que feliz estaba de que Chung-ho ahora más que un sobrino sería un
hijo más.

Teddy soportó el apretado abrazo de su padre alfa, al soltarlo pudo respirar. Solo
quedaba Jimin.

Jimin aun no sabía cómo reaccionar. Estaba allí de pie, tan conmocionado, sintiéndose
tan mal de haber dado por hecho que era un alfa de quien su amado Teddy estaba
enamorado. ¡Como había metido la pata!

Teddy lo miró y fue él quien se acercó.

-Descuida, papá, está bien.

-Lo siento por...

-No, ya está, no te preocupes.

-¡Oh, Teddy! - Jimin comenzó a llorar inevitablemente, envolviendo a al omega entre


sus brazos-. ¡Cómo has podido casarte en Las Vegas! ¡No puedo creerlo! ¡Uno de mis
hijos se casa y yo no estoy presente en su boda! ¡Te odio por hacerme esto! ¡Pero te
amo tanto y estoy tan feliz por ti, mi amor! ¡Dios mío! ¿Quién lo iba a decir? Min
Teddy casado, ¡y con Chung-ho! ¡Ay, Dios, ¿Taehyung y Hoseok ya lo sabe?!
¡Necesito chismosear con ellos urgentemente!

-Si, bueno, Chung-ho se loestá contando a los tíos ahora y con las vueltas que dará,
calcúlale que dentrode una o dos horas ya podrás hablar con los tíos. ¡O quizás ni se
anime adecírselo ese tonto! Así que, por favor, pido un mínimo de discreción.

-Oh, de acuerdo, aguardaré... ¡Pero dios, ahora tienes que contármelo todo! Medebes
muchos detalles, jovencito.

-Y b-bueno... es... uhm, Teddy - Chung-ho finalmente lo soltó, sus mejillas ardiendo,
su mirada en el suelo, sus dedos sufriendo-. P-pero eso no es todo... y-yo... nosotros,
bueno... -Nerviosamente, metió una de sus manos en uno de los bolcillos traseros de
su jean y sacó un anillo.

La sorpresa no se vio vislumbrada en la mirada de sus padres al mencionar el nombre


del omega al que amaba, mas, sin embargo, lo hizo con excesiva notoriedad al
revelar el anillo, el cual resplandeció al deslizárselo en su dedo anular.

Taehyung no daba crédito a lo que veía, Hoseok tampoco.

Ni siquiera era como si su hijo les estuviese anunciando un compromiso a futuro con
su pareja. No, no se trataba de ningún anillo de compromiso. Era una alianza. Su hijo
ya estaba casado. ¡Casado!

Hasta Dong-Sun se había quedado sin palabras por la conmoción.

-Por eso nos fuimos a Las Vegas... Por favor, no se molesten, se que fue algo
sumamente precipitado, pero no me arrepiento. Lo amo y quiero quedarme junto a él.

-Oh, no. Ahora si queagarraré a Teddy de los pelos -avisó Taehyung mientras se
levantaba de la camacon decisión-. No puedo creerlo, Chung-ho, ¿cómo has sido
capaz de casarte asíde la nada? ¡¿Cómo no pudieron esperar a que yo llegara?! ¡O
peor! ¿¡Como nopudieron despertarme esa noche y llevarme con ustedes?! No puede
ser posible.¡Ay, mi precioso hijito! ¡Casado con Teddy! -expresó tan alegre y
sentimental,mientras se fundía en un abrazo con el omega, lagrimeando sin poder
evitarlo-.¡Dios! ¡Te felicito tanto! ¡Ay, tengo que hablar de esto con Jimin!

Un cálido atardecer en la playa. Una fogata sobre la arena. Una salada brisa que
acariciaba el rostro de aquellos jóvenes reunidos. Una guitarra. Unas cuantas mantas,
y nada más podía faltar. Estaban completos. Plenos. Felices.

Jimin los observaba desde el jardín trasero de aquella casa que Teddy se había
ganado tras apostarla. Sonreía, tan contento de ver a cada uno de sus hijos
felizmente emparejado. Los veía reírse, jugueteando, peleando, cantando, charlando,
no permitiendo que ninguno se sintiera apartado, y su pecho se hinchaba de una
felicidad incomparable. Porque estaban todos juntos. Porque eran felices. Porque ya
eran todos una sola familia. Una que pronto se agrandaría aun más.

Divisó a Yu Qi con su enorme panza de embarazo, recostada sobre una manta con la
cabeza apoyada en el regazo de Alaska, y volvió a sonreír.

No le quedaba nada para ser abuelo.

Sería abuelo, y sería padre de nuevo.

El omega reposó sus manos en su propio vientre abultado. Aun le resultaba tan
increíble que allí tuviera dos cachorritos de Yoongi. No uno, sino dos. Dos bebés. Dos
preciosos gemelos. Y los amaba. Los amaba tanto.

Oh, cuánto deseaba tenerlos ya en sus brazos.

Sin borrar la sonrisa de su rostro iluminado por los bastos rayos del ocaso, Jimin
respiró profundo, soltando el aire con una formidable felicidad.

Yoongi no se tardó en aparecerse con un par de refrescos en la mano. Tomó asiento a


un lado de su esposo en una de las tantas reposeras de madera, y le ofreció una de
las bebidas.

-Creo que ya se como llamarlos -anunció Jimin, aceptándole el refresco.

-Te escucho, mi amor.

-De acuerdo. Ahí va. Escucha bien, eh. Mino Yoon y Milo Jimin.

Yoongi soltó una sonora risa.

-Uff, amor, cuídate de que no se te explote el cerebro por pensar mucho.

-Hey, cállate que me ha tomado un buen tiempo pensarlo -se defendió el omega
procurando poner su cara de ofendido, pero fallando en el intento al reírse de sí
mismo-. Es que, no lo sé, Yoongi. No hay nombres de varón que ahora mismo me
gusten mas que los nuestros. Además, la mayoría de nombres que son lindos ya
están muy usados y otros nombres que también son lindos los llevan hombres que no
quiero recordar. Aparte, Mino y Milo son tan bonitos diminutivos. Ya me los imagino
llamándoles para comer. Ay, no me pinches el globo, Yoongi.

-Nunca te lo pincharía, mi amor - Yoongi sonrió y se acercó a su omega para dejarle


un suave beso en los labios-. Me gustan -añadió y reposo una de sus manos en el
vientre del mismo-. Mino y Milo. Oh, Dios. Los amo. Te amo.

Jimin rio por lo bajo con un claro destello en su verdosa mirada.

-Y nosotros te amamos a ti, Yoongi.

-Oh, mis bebés. Muero por conocerlos. Ya hemos preparado todo para que puedas
tener el parto en casa.

Jimin asintió con una oleada de alivio.

Si, después de haber sufrido aquella traumática tragedia con su primer parto, Jimin
ya no quería saber nada con parir en un hospital.

-¿Quedamos en Mino y Milo?

-Mino Yoongi y Milo Jimin.

Ahora si, el fin definitivo, gracias por leer, siganme para mas recetas,
jeje.

Neta si, denme mimos, lo merezco (siganme en ig @faabi.ac ,cofcof).


Gracias por apoyar la adaptacion, lxs amooo. <3

Noten que no se como terminar las historias, mepeeerrrr?

Bueee, gracias por leer, hasta la procsimaaaaaaaaaaa.

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