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¿PODEMOS HABLAR?
Escuchamos la voz de Dios con más claridad cuando nos
escuchamos unos a otros.
MIS NOTAS
01 DE JUNIO DE 2019
N
somos
uestros cuerpos humanos son maravillosas sinfonías de diversas partes.
Una oreja no se parece en nada a un dedo del pie, y una pestaña no se
A su tiempo
parece en nada a un bazo; sin embargo, todas estas partes y miles más
están estrechamente ligadas y funcionan en armonía para la salud y la
Bienaventurados
estabilidad de todo el cuerpo. ¿Cómo es posible esto? La ciencia moderna confirma
los que consuelan
que, en todos los niveles de nuestro ser, desde las proteínas hasta los genes, pasando
por las neuronas y los huesos, existimos como una conversación compleja y de
múltiples capas de miles de partes muy diferentes.
conversación eterna
como lo desee. Luego, a medida que su
cuerpo madure y practique el
movimiento con regularidad, el niño
podrá realizar acciones cada vez más y atenta entre tres
diestras y precisas: gatear, andar, y quizás
desarrollar las facultades físicas personas.
necesarias para practicar un deporte o
tocar bien un instrumento musical.
Somos creados a imagen del Dios trino, que existe como una conversación eterna y
atenta entre tres personas. La vida abundante a la que hemos sido invitados en Cristo
(Juan 10.10) es precisamente esta vida conversacional de la Trinidad. Vivir en esta vida
abundante, sin embargo, no es una tarea sencilla. Desde que Adán y Eva cortaron su
comunión con Dios en el huerto del Edén, la división ha sido una fuerza muy
destructiva. Caín se volvió contra Abel. Jacob se aprovechó de Esaú y se alejó de él.
Bernabé y Pablo no estuvieron de acuerdo y se separaron. La iglesia de Corinto
discutía y estaba dividida en cuanto a los líderes que favorecían (1 Corintios 1). En el
siglo XXI, parece que esta fragmentación se ha ampliado: la división política, la
división económica, la división racial y étnica y la división generacional se
superponen, lo que nos aleja aun más de la vida para la cual fuimos creados.
Pero semana tras semana, mes tras mes, año tras año, persistimos en la conversación
y, como todo lo que se practica con regularidad, empezamos a mejorar en la
conversación. Los gritos y el sarcasmo finalmente se desvanecieron. De hecho,
estábamos aprendiendo a escuchar más atentamente y a aceptarnos con todas
nuestras esperanzas y temores, nuestras preguntas y nuestras convicciones
inquebrantables, nuestros sueños y nuestra falta de imaginación. Estábamos siendo
cambiados, pero no siempre de la manera en que se podría adivinar. Pocas mentes, o
ninguna, fueron alteradas drásticamente, pero el cambio radical se produjo en nuestra
capacidad de conocernos y confiar unos en otros, incluso cuando no estábamos de
acuerdo.
drásticamente, pero
conversación nos ha permitido hacer
muchas cosas para las cuales las iglesias
el cambio radical se
a menudo carecen de imaginación.
Cuando los miembros de la iglesia, como
otros, incluso
cada vez mayor de conversación (que,
entre muchas otras cosas, nos ayuda a
cuando no
desenvolvernos en situaciones de
tensión).
Sin embargo, este retiro podría no haber tenido los mismos efectos transformadores si
Grandview no hubiera tenido unas prácticas de larga data que comparten como
comunidad. Una de estas prácticas es orar y escuchar, la cual han utilizado en muchas
situaciones, incluso con regularidad en su reunión congregacional anual. Para
Grandview, orar y escuchar implica tomar una pregunta específica relacionada con la
vida de la iglesia, y en grupos de unas pocas personas escuchar en silencio lo que Dios
podría estar diciéndoles acerca de esta pregunta; y luego, al final, compartir y discutir
lo que creen que Dios dijo —primero en los grupos más pequeños, y luego como
congregación. Orar y escuchar es una manera de estar en conversación con Dios y
atentos a los caminos que Él desee guiarnos. También permite que diferentes personas
escuchen a Dios de diferentes maneras, y disciernan en la conversación lo que eso
pudiera significar para la congregación.
Si nuestras iglesias esperan estar sanas y madurar hacia la plenitud de Cristo (Efesios
4.13), entonces tenemos que conocernos en verdad unos a otros —nuestras
convicciones, fortalezas y debilidades— para que podamos trabajar juntos con mayor
armonía. Es esencial que nos esforcemos por extender la gracia y el perdón, porque
con toda seguridad nos heriremos unos a otros en el proceso. Aquí no hay atajos, no
hay forma de acelerar el convertirse en lo que Dios quiere que seamos, pero el
resultado vale la pena el esfuerzo. A través de todo esto, nos preparamos para dar
testimonio de la práctica de la conversación no solo en nuestras iglesias, sino también
en nuestros hogares, vecindarios, lugares de trabajo y en todas las comunidades a las
que pertenecemos. Nuestro mundo tan fragmentado necesita la presencia sanadora
del Cuerpo de Cristo, pero ¿estamos preparados para recibir esa sanación y todo lo que
viene con ella?
Ilustraciones por Mark Weaver
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