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¿PODEMOS HABLAR?
Escuchamos la voz de Dios con más claridad cuando nos
escuchamos unos a otros.
MIS NOTAS
01 DE JUNIO DE 2019

POR C. CHRISTOPHER SMITH


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DESTACADOS
Amados tal como

N
somos
uestros cuerpos humanos son maravillosas sinfonías de diversas partes.
Una oreja no se parece en nada a un dedo del pie, y una pestaña no se
A su tiempo
parece en nada a un bazo; sin embargo, todas estas partes y miles más
están estrechamente ligadas y funcionan en armonía para la salud y la
Bienaventurados
estabilidad de todo el cuerpo. ¿Cómo es posible esto? La ciencia moderna confirma
los que consuelan
que, en todos los niveles de nuestro ser, desde las proteínas hasta los genes, pasando
por las neuronas y los huesos, existimos como una conversación compleja y de
múltiples capas de miles de partes muy diferentes.

Cuando nuestros cuerpos son muy


jóvenes e inmaduros, algunos de
nuestros miembros no conversan ni Somos creados a
funcionan bien juntos. Un bebé sano
llegará pronto a una etapa de su vida en
imagen del Dios
la que se dará cuenta de que sus manos y
trino, que existe
como una
sus pies pertenecen al resto de su cuerpo,
y que pueden ponerse en movimiento

conversación eterna
como lo desee. Luego, a medida que su
cuerpo madure y practique el
movimiento con regularidad, el niño
podrá realizar acciones cada vez más y atenta entre tres
diestras y precisas: gatear, andar, y quizás
desarrollar las facultades físicas personas.
necesarias para practicar un deporte o
tocar bien un instrumento musical.

En el otro extremo de la vida, la enfermedad y la muerte se caracterizan por trastornos


en la conversación corporal: perdemos la capacidad de hacer ciertas cosas con la
misma gracia que antes. Nuestro sistema linfático, que nos protege contra agentes
patógenos dañinos, pierde poco a poco su capacidad de protegernos y, para algunos,
las células cancerosas permanecen indiferentes a los mensajes del cuerpo para que
dejen de dividirse.

MADURAR COMO EL CUERPO DE CRISTO


Nuestros cuerpos son unidades complejas de la obra de Dios; sin embargo, ¿qué
pueden enseñarnos acerca de nuestro llamado a madurar en nuestra identidad como
el Cuerpo de Cristo? Esta metáfora bíblica para la Iglesia nos es familiar, pero ¿con qué
frecuencia consideramos en serio lo que significa para la manera en que vivimos
nuestra fe? Aunque el apóstol Pablo no tuvo acceso a todo lo que la ciencia moderna
sabe sobre el cuerpo humano, escribió de manera convincente sobre las maneras en
que los cristianos nos hemos integrado unos con otros en Cristo:

El cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque


no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere
la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del
cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo
fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los
miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso. Porque si
todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora
son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo (1 Corintios
12.14-20).

Somos creados a imagen del Dios trino, que existe como una conversación eterna y
atenta entre tres personas. La vida abundante a la que hemos sido invitados en Cristo
(Juan 10.10) es precisamente esta vida conversacional de la Trinidad. Vivir en esta vida
abundante, sin embargo, no es una tarea sencilla. Desde que Adán y Eva cortaron su
comunión con Dios en el huerto del Edén, la división ha sido una fuerza muy
destructiva. Caín se volvió contra Abel. Jacob se aprovechó de Esaú y se alejó de él.
Bernabé y Pablo no estuvieron de acuerdo y se separaron. La iglesia de Corinto
discutía y estaba dividida en cuanto a los líderes que favorecían (1 Corintios 1). En el
siglo XXI, parece que esta fragmentación se ha ampliado: la división política, la
división económica, la división racial y étnica y la división generacional se
superponen, lo que nos aleja aun más de la vida para la cual fuimos creados.

Hace casi veinticinco años, mi iglesia, al


igual que muchas otras congregaciones
evangélicas de esa época, tenía un servicio
de adoración los domingos por la noche,
que se estaba extinguiendo con rapidez.
El politólogo Robert D. Putnam sostiene en su famoso libro Bowling Alone, [Jugando
solos a los bolos], que muchos grupos sociales —desde los equipos de bolos hasta las
iglesias y las organizaciones cívicas— se separaron de forma gradual durante la
segunda mitad del siglo XX, llevando consigo el conocimiento de cómo hablar y
trabajar unos con otros. Con el auge de las redes sociales en el siglo XXI, esa
fragmentación no ha hecho más que aumentar. Pero no estamos sin esperanza.

APRENDER A HABLAR JUNTOS


Hace casi veinticinco años, mi iglesia, al igual que muchas otras congregaciones
evangélicas de esa época, tenía un servicio de adoración los domingos por la noche,
que se estaba extinguiendo con rapidez. Aunque sabíamos que nuestro servicio
vespertino terminaría inevitablemente en algún momento, nuestra iglesia no quería
dejar de congregarse los domingos por la noche. Alguien tuvo la idea de que
deberíamos formar un círculo con algunas sillas en una de nuestras salas de usos
múltiples, y solo tener un tiempo para conversar. Una de las primeras preguntas que
exploramos juntos, que había surgido de un sermón, de una clase de la escuela
dominical o de otra parte de nuestra vida compartida, era: “¿Qué es el evangelio?”. En
retrospectiva, esta pregunta podría no haber sido un gran tema inicial, ya que afectaba
al corazón de nuestra identidad como evangélicos y era un tema sobre el que casi
todos tenían convicciones sólidas. Mientras luchábamos con preguntas como esta,
pasamos muchas semanas explorando cada tema desde una variedad de ángulos, y
descubrimos rápidamente que no sabíamos cómo hablar bien juntos. Nuestras
primeras conversaciones fueron muy volátiles; las personas a veces se gritaban unas a
otras o, con mayor frecuencia, se agredían con sarcasmos. Los conflictos que fueron
desenterrados llevaron a algunas personas a abandonar la iglesia, y otras a evitar
nuestras conversaciones del domingo por la noche.

Pero semana tras semana, mes tras mes, año tras año, persistimos en la conversación
y, como todo lo que se practica con regularidad, empezamos a mejorar en la
conversación. Los gritos y el sarcasmo finalmente se desvanecieron. De hecho,
estábamos aprendiendo a escuchar más atentamente y a aceptarnos con todas
nuestras esperanzas y temores, nuestras preguntas y nuestras convicciones
inquebrantables, nuestros sueños y nuestra falta de imaginación. Estábamos siendo
cambiados, pero no siempre de la manera en que se podría adivinar. Pocas mentes, o
ninguna, fueron alteradas drásticamente, pero el cambio radical se produjo en nuestra
capacidad de conocernos y confiar unos en otros, incluso cuando no estábamos de
acuerdo.

Nuestras conversaciones, debo enfatizar,

Pocas mentes, o no son palabrería ociosa. Ellas nos han


permitido actuar de manera más

ninguna, fueron profunda y con más gracia en nuestro


vecindario. La confianza que cultivamos

alteradas en nuestra práctica semanal de

drásticamente, pero
conversación nos ha permitido hacer
muchas cosas para las cuales las iglesias

el cambio radical se
a menudo carecen de imaginación.
Cuando los miembros de la iglesia, como

produjo en nuestra si fueran nuestra propia familia, quieren


vivir en el vecindario y compartir la vida

capacidad de diaria con la iglesia aquí, les ayudamos a


comprar una casa o a conseguir una

conocernos y vivienda de alquiler. Hemos puesto en


marcha unas cuantas actividades, y estas

confiar unos en han florecido gracias a nuestra capacidad

otros, incluso
cada vez mayor de conversación (que,
entre muchas otras cosas, nos ayuda a

cuando no
desenvolvernos en situaciones de
tensión).

estábamos de La conversación y la acción se han

acuerdo. entrelazado para nosotros, pero nuestras


conversaciones no solo han sido sobre
cómo hacer cosas. De hecho, hemos
dicho deliberadamente que nuestras
noches de domingo no son una reunión de trabajo — no vamos a tomar decisiones
sobre recursos u otras partes de nuestra vida juntos. En gran medida, hablamos de las
Sagradas Escrituras, de manera directa o indirecta. A veces, nos enfocamos en un
pasaje específico, tal vez el que se predicó ese día, y tratamos de entender su
significado. Otras veces, se hace referencia a las Sagradas Escrituras a medida que
exploramos un tema o una pregunta más amplia.

SABER MANEJAR CUESTIONES DIVISIVAS


Hablar juntos — en serio, hablar de verdad — puede ayudar a las iglesias a resolver
problemas difíciles que amenazan con dividirnos, pero no es prudente meterse en un
asunto que puede causar división sin ninguna práctica previa. La iglesia Grandview
Calvary Baptist Church, una congregación bautista canadiense en Vancouver,
Columbia Británica, ha descubierto que la conversación es útil para manejar preguntas
sobre la sexualidad. Grandview, una congregación urbana cuyos miembros tienen una
amplia gama de convicciones sobre la atracción y las relaciones entre personas del
mismo sexo, envió una vez a algunos de sus miembros más maduros a un retiro juntos
— un tiempo para orar, escuchar y hablar sobre sus diferencias. El Espíritu Santo se
movió con poder entre los participantes del retiro, acercándolos más. El temor y la
ansiedad generalizados que el grupo trajo al retiro se habían disipado. “Podemos estar
en desacuerdo”, dijo un participante, “pero puedo ir a las reuniones de la iglesia y saber
que todos ustedes me apoyan”. La experiencia de este grupo continúa ayudando a la
iglesia a hablar y tomar decisiones sobre temas de sexualidad.

 
Sin embargo, este retiro podría no haber tenido los mismos efectos transformadores si
Grandview no hubiera tenido unas prácticas de larga data que comparten como
comunidad. Una de estas prácticas es orar y escuchar, la cual han utilizado en muchas
situaciones, incluso con regularidad en su reunión congregacional anual. Para
Grandview, orar y escuchar implica tomar una pregunta específica relacionada con la
vida de la iglesia, y en grupos de unas pocas personas escuchar en silencio lo que Dios
podría estar diciéndoles acerca de esta pregunta; y luego, al final, compartir y discutir
lo que creen que Dios dijo —primero en los grupos más pequeños, y luego como
congregación. Orar y escuchar es una manera de estar en conversación con Dios y
atentos a los caminos que Él desee guiarnos. También permite que diferentes personas
escuchen a Dios de diferentes maneras, y disciernan en la conversación lo que eso
pudiera significar para la congregación.

IMAGINARNOS EL FUTURO DE NUESTRO CUERPO


La conversación también puede ayudarnos a imaginarnos cómo sería nuestra vida en
el futuro. La Indagación Apreciativa (IA)) es un método conversacional que se creó en
el mundo de los negocios, pero que ha sido utilizado por muchas iglesias. El proceso
de la IA guía a una organización a través de la reflexión y la conversación sobre su
pasado, destacando las partes más energizantes de su historia. La organización se
enfrena al reto de aprovechar estas historias energizantes para impulsar a los
miembros hacia el futuro que esperan. Mark Lau Branson ha escrito un excelente libro
sobre la IA para las iglesias: Memorias, esperanzas y conversaciones. En él, describe
cómo su congregación, la Primera Iglesia Presbiteriana de Altadena, California, utilizó
la IA para reconocer su rica herencia japonesa-americana. También les ayudó a
discernir un curso futuro que implicaría cuidar bien a los ancianos japoneses-
americanos que se habían dedicado a esa iglesia durante muchas décadas. Las
conversaciones de IA de la Primera Iglesia Presbiteriana les fija una meta hacia una
identidad más profunda como comunidad, y una conexión más fuerte entre sí como
miembros de ese cuerpo.

Si nuestras iglesias esperan estar sanas y madurar hacia la plenitud de Cristo (Efesios
4.13), entonces tenemos que conocernos en verdad unos a otros —nuestras
convicciones, fortalezas y debilidades— para que podamos trabajar juntos con mayor
armonía. Es esencial que nos esforcemos por extender la gracia y el perdón, porque
con toda seguridad nos heriremos unos a otros en el proceso. Aquí no hay atajos, no
hay forma de acelerar el convertirse en lo que Dios quiere que seamos, pero el
resultado vale la pena el esfuerzo. A través de todo esto, nos preparamos para dar
testimonio de la práctica de la conversación no solo en nuestras iglesias, sino también
en nuestros hogares, vecindarios, lugares de trabajo y en todas las comunidades a las
que pertenecemos. Nuestro mundo tan fragmentado necesita la presencia sanadora
del Cuerpo de Cristo, pero ¿estamos preparados para recibir esa sanación y todo lo que
viene con ella?

 
Ilustraciones por Mark Weaver

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