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Figuras sin Forma

Parecía estar esperando, la cabeza entrecana, el engominado y las cejas fingiendo dolor.
Estaba cruzado de brazos, golpeando un anillo robusto de una mano contra el techo del
auto. El ritmo era nervioso, desacompasado. La frente apoyaba contra el metal, el sol
estaba golpeando. Del costado le regaba un tiro una mancha punzó.

Te vas, Augusto, te vas al diablo y se acabó. A los tiros como de pibe, con la manito
extendida y los dos dedos apuntando a la fantasía. “¿Vamos a cuidar la casa de los malos
que vienen?”. De los malos que vienen, decías. De noche no se distinguen los malos de los
buenos, Mechi; de día tampoco. Nos rompíamos contra las paredes, la casa se venía abajo
y qué con esas cosas… porque en la cabeza a un niño le crece una flor. Se venía abajo y
no supimos nada de eso. Y un día lo vi en tus dos ojos enormes, nos vi ahí tirados bajo la
mesa, desnudos, con el día blanco, y era inminente y las baldosas blancas de la cocina, con
el horno que tenía el vidrio engrasado con el reflejo. Ahora estoy roto yo y de esas cosas no
creía ni acordarme. Mamá y papá se rompieron también y con los pedazos no hicimos nada.
Mamá se va y se está yendo por la puerta ahora y allá se la lleva la hora y agosto terrible, y
nos quedamos solos, pero no sé por qué me acuerdo.

Del lado opuesto al auto seguía estático el otro con el brazo extendido, mirando, mirando,
apretando bien los dientes.
Ahora él estaba de rodillas, abrazando -con su anillo- trabajosamente su propio cuerpo.
El otro siente secársele los ojos, y luego una lágrima que no comprende. Matar es así de
fácil y el resto es detenerse a verla ocurrir, que es una cosa que no parece llegar nunca, se
sigue aplazando y de algún modo un dedo torpe que es la ínfima parte de la vida tiene algo
que ver con el cuerpo que se está olvidando ahí, y grita.

El Torino estaba detenido en el medio de la calle con la puerta del conductor abierta. No se
escuchaba nada. No se escucha nada, ni un pájaro, y él está ahí atrás, pero no está. La
muerte está adentro, no es el alma, es la muerte che, que con agujerito se abre paso. Se
mira las manos. Gritando durante quince años y los compañeros que sí, secretario, que Viva
Perón, secretario. En la punta del edificio de Azopardo se ve el río al fondo, atrás de Madero
y el olor a prostíbulo y a palazos y a bolsos con la guita fresca. Ahí no hay ideas, no hay
nada que piense las cosas de la calle. Antes sí se escuchaban cosas, en los tambores
había ruido y había quince millones de ojos detrás del humo, todos negros eran, cantando
con las gargantas cocinadas. Caían bombas antes y no había ideas tampoco. Maté unos
cuantos, los maté, los mató el teléfono y las manos enfierradas. A la noche los veo con la
boca contraída cada ojo en alguna parte del cielo y ninguno me mira, nadie me mira, están
tirados todos juntos, triturados a balazos. Es por la patria y por Perón. Con pe de de duda,
con pe de nada. Están todos muertos, uno, cuatro, seis, doce, veintidós, treinta y seis.
Hacelos callar. La unidad gremial. Por el aparato me enteraba de todo. Un cablecito unido a
los cuerpos de todos, a las casas de todos, a los hijos de puta del gobierno, llevando y
trayendo las órdenes, fumando y fumando y a esperar que por todos lados se muere gente.
Así me llegaban a veces llantos partidos, nada más, llantos de alguno rogando piedad, que
Perón somos todos, y yo de la bronca pisaba con un dedo las letras del legajo de esos
infinitos que tenía sobre el escritorio, borroneaba bien todo y me miraba el pulgar, con la
tinta todavía tibia que escupía de a litros la tipógrafa. Augusto Timoteo… Secretario
General… movilización… Sin Perón… váyanse a la mierda. A veces, eran los gritos, la
carraspera, el timbre rojo, te vas a morir, lobito, te vamos a matar a vos y a toda tu familia.
Perón me mira de frente, él me ñmira en Madrid, me ve que me muero. Las conquistas,
compañeros, la lucha salarial, acá hay uno que va a resistir, y me cortaron como a un diente
de león, sí, como a un cardo de esos del pago que se pisan con todo el perfume del mundo,
me cortaron. Este tiempo sin ninguna idea. Antes también se lloraba raspando la cabeza
contra el cemento de la pared, si no hay pendejos metidos coimeados de ideal que se les
escuchan los mocos en la nariz, la respiración pesada y el último grito contra el veterano
vendado que lo mira sin ver nada diciéndole 'cerrá el pico, pibe; no te va a doler', con
certeza de extremaunción y la vocecita aflautada del cura, y el fusilado no vive porque se
mea encima y está todo cagado cuando le dan los tres balazos entre las costillas. No hay
ideas en los paredones. Estábamos lejos de las ideas, bajo el sol, ¿te acordás? Te
quemabas de lo lindo y me mirabas cerrando un ojito. Andá al lago, Eli, hacete un chapuzón
que hace calor y hasta la laguna escondida son ocho kilómetros. Te estoy amando. Pisabas
la arena y yo con una oreja escuchaba… escuchaba los pasos, los pasos, los pasos, y la
apretaba fuerte en la palma antes de soltarla entre los dedos. Me quema la piel y te amo.
Salís con el pelo revuelto y lo echás todo para atrás. Para mirarme te ponés la mano en la
cintura, Eli, no me mires así, con las piernas en el agua. Se respira fácil lejos, que fácil ser
acá. Cuando recuerdo me revienta la emoción y no puedo hablar. Todas las imágenes de mi
vida no las veo, ni ahora. Los de la escolta del sindicato te miraban también para que
después los pusiera a cada uno en su lugar, que a mi reina no la mira un cualquiera, que no
hay democracia gremial con mi reina y la puta que los parió que no los agarre mirando. Nos
balearon toda la casa con una MAC. Rompieron el florero de tu vieja. Los agujeros estaban
pintados con un patrón que me dió risa y te dije “Mano de artista, corazón”. No me pueden
matar, te decía, al lobo no lo mata un cuatro de copas a horcajadas de una MAC, van a
tener que venir con el diablo y tal vez con Onganía mismo a ver si me encuentran estos
pendejos hijos de puta. Te fuiste al mes. Y ya no estabas, yo con toda la casa baleada y un
fardo de recuerdos que me mataba mirar, vos bien lejos. Di vuelta los marquitos de las
fotos, si me vieras, tan bravo como me decías que era, sos bravo, sos lobo vos, alcanzame
la vida. Es un punto de luz y estás solo. Ninguno, no hay nadie. No hice nada, nunca.
Quedó tirado contra el auto. Abrió bien los ojos.

El otro bajó el arma, bajo la vista, había matado. Salió corriendo. Dejó tirado el fusil. Se
corría el pelo de la cara. Miró varias veces hacia dónde correr. Hay que correr.

-Por la patria y por Perón, gorila inmundo, gritó.

Estaba llorando.

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