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La narrativa argentina actual “Nueva” novela Es posible que algtin lector que recurra a este volu- men seducido por las.resonancias genéricas de su ti- tulo —Nueva novela latinoamericana— o por las pre- cisiones del subtitulo —las mismas a que apunta esta introduccién— se sienta defraudado ante los trabajos que lo ‘integran., En todo caso, no le asistirfan razo- nes muy valederas; ni aun cuando demostrara que, mediante la lectura de esos trabajos no se avanza mucho en el sentido de esclarecer qué es lo “nuevo” en la novelistica continental, o probara que tampoco se obtiene un panorama mas 0 menos completo de la narrativa argentina contemporanea. Pero enton- ces gpor qué acudir a estos rétulos prestigiosos y con- trovertidos, confusos y arrogantes a la vez? Simplemente porque creemos que, en el desarrollo de la literatura latinoamericana, hay un momento de cambio que significa su apertura e inscripcién en el proceso de transformaciones experimentado por toda la literatura occidental (en la linea de combate: Kaf- ka, Joyce, Céline, Faulkner, Hemingway), y que, simultaneamente, representa para nosotros la adquisi- cién de una plena madurez expresiva. Al mismo tiem- Bo que se incorporan nuevas técnicas y procedimien- n tos narratitos ge va definiendo 1a dad. En otros términos: las metrépolis europeas propia pers; Ja dependencia cultural wat que no siempre’ implies ob, ; nuestros escritores, : de un siglo nunca logré sin embargo una sun Prolongada frente a sus modelos “(no on obras mayores de ese largo periole send szonas literarias no ortodoxas —tal el caso parsahen tico de la poesia gauchesea—, aunque tambice en pondieron a fenémenos no exentos de agudas cones” Gicciones —esto es claro en el modernismo yon desde tres o cuatro décadas atras se produce en ese ine Suficiente panorama un vueleo que habria deco portar el nacimiento de una actitud radiealmarte oo tinta: Pedro Péramo o Ficciones, El astillero o Ra. yuela, El siglo de las luces 6 La muerte de arvera, Cruz, Cien afios de soledad o La casa verde ya no son subsidiarias de ningun modelo consagrado sino que por el contrarlo crean sus propios espacios judi, cativos. Ahora los criterios de validez no responden 2 categorias extrapoladas sino que surgen de la le gitimidad de un proceso: auténomo, independiente No mas escritura tartamuda o dogmitica: tal la di- ménsién del cambio, lieron en Es a este fenémeno global al que apuntatos al hablar de “nueva” novela, de donde.se desprende que, ‘yendo al fondo de la cuestién, el adjetivo tal vez se tornaifa superfluo, Lo mantenemos, sin embargo, Porque indirectamente supone un reconocimiento de la produccién narrativa que va de Albérto Blest Gana © Ignacio Manuel Altamirano a Rémulo Gallegos ¥ Manuel Gdlvez. ¥. aqui“conviene hacer una aclara- cién: de ninguna manera el aceptar Ia entrada recien- te de nuestra literatura en una etapa de madurez im- plica un repudio, condena o menosprecio de todo Telato anterior a esa etapa, ni tampoco una correla- tiva actitud reverencial frente a todo lo “nuevo (‘nuevo” no tiene por qué asimilarse a “positivo”). Consecuentemente, nuestro trabajo intentaré siempre ser eritico; mas ain, el rigor analitico habré de ex- 12 ae 5 tremarse al maximo en el caso de las obras contem- pordneas. 1 En definitiva, nosotros ejecutamos con respecto a esta problemitica un movimiento critico en. tres tiempos: 1) el azar de las lecturas y un primer exa- men del desarrollo de nuestra literatura nos procu- raron algunas hipétesis plausibles; 2) la tarea siguien- te habria de consistir en el andlisis de los principales hechos coneretos —o sea de los textos— para verifi- car el espesor de realidad de aquellas hipétesis ,(los trabajos de este tomo y del anterior corresponden a este segundo paso), y 3) como corolario de esos pa- cientes andlisis realizados sobre una razonable can- tidad de textos habra que extraer una interpretacién general y la légica secuencia de anotaciones comple- mentarias, (Quizas entonces puedan suscribirse tesis tan tajantes como las de Carlos Fuentes que opone a toda la narrativa que se extiende hasta El mundo es ancho y ajeno —con su naturaleza devoradora, sus personajes deshumanizados por el maniqueismo y su sentimiento populista justificatorio— una “nueva no- vela” que supone “la conquista de esas categorias tra- dicionalmente ausentes de nuestra narrativa: mitifi- cacién, alianza de imaginacién y critica, ambigiiedad, humor y parodia, personalizacién”; para Fuentes este haz de categorias culmina “en un nuevo sentido de historicidad y de lenguaje”. Otras distinciones suelen apuntar a sefialamientos de cardcter sociolégico, so- metiéndose por lo tanto alos métodos especiticos de verificacién de esa ciencia; asi, por ejemplo, en un articulo de 1967 Mario Benedetti afirmaba ‘que el cambio sustancial producido dentro del panorama li- terario latinoamericano en el iiltimo lustro reside en que nuestros escritores van “consiguiendo audiencia”, es decir, que se ha invertido la actitud del piiblico 1 Remitimos a lo expuesto en la presentacién del primer to- mo de esta serie oNueve novela latinoamericana I, Boece Aires, Paidés, 1969— con respecto a la funcién critica, as ‘como también al informal esbozo histérico que alli se re hacia los escritores nacionales: ahora se 10s lee *c evidente interés”.) ‘i Para nosotros, la tercera etapa concluiria 1 para rveritien’ apliceda a los textos Iteraxioy, et fmovimiento més amplio deberia proyectar esas con Glusiones sobre el trasfondo de un debate socio-polt. fico, planteado en términos ideolégicos estrictos » sue contemplase sin retaceos la totalidad del proceso his, térico de América latina. (Quede claro que en nine gin momento hablamos aqui de precedencias erono. Jogicas absolutas sino de simples encuadres de tras bajo, pues,el “eje” ideol6gico no es ajeno a las hipé __tesis preliminares ni desconoce su-cardcter fundante “con respecto a todo “movimiento” critico.) Aunque sélo sea en forma parcial, creemos que estos razonamientos pueden justificar ante aquel supuesto lector desprevenido la eleccién de un titulo discutible (zacaso provisional?). No obstante, examinaremos a continuacién la hipétesis de ensamble para los once articulos agrupados en este volumen; dicho de otro modo, trataremos de rastrear la organicidad subya- _cente al proyecto, y el lector diré hasta dénde tam- ‘bid al producto que tiene entre sus manos. Antecedentes y apertura del proceso : La renovacién de las’ estructuras narrativas a que hemos aludido abarca la literatura del continente en su conjunto, pero desde luego presenta rasgos dife- renciales segtin los paises. La Argentina se nos impuso para un primer intento de anilisis circunscripto por Tazones obvias, bien que ademas el desarrollo de su literatura sea uno de los més interesantes y peculia- res de América latina. Las diversas manifestaciones del realismo finisecular pete vn del més erudo naturalismo a un costum- brismo socarrén— arraigaron firmemente a otilas lel Plata, como Jo prueban con solvencia las obras Sia 1988), Fray paceres (1843-1888), eeu iberto Payré (807 1828), ampea stas mal 04 1951), SobEP _eojsmo lineal y reivindi- meg) mas de la cuenta: Galvez, 103 iyo se Prolong ches; también dejé sents oe in disias Y SNicgratura regional del Teron © impreg: juenci inj e relegado anti injustamente relega jos arrebatos romanticos, del inj ‘iempo, Gttereee (1050-1000. At Ties cue Lugones (1874 esa redonda pompa de de don Ramiro (1908), Gmeras décadas del siglo 2% in emo con las tes Pincontestable: Horacio Qui- Solo surgio 1 youn uruguayo que se enterro en ie ag CE ereras, ‘apiendo transitado ambas vertien- fee de la literatura rioplatense, Pero ahiondando en tes en Maupassant, en Kipling y ante toce eee. ee De alli su serie de notables cuentos) aye mismné en 1926 con Los desterrados, un libro efit, culmicesorios ni resquicios, de excepcional facturh, ar aecGna experiencia humana particular aleanza 1a ~{iniversalidad concreta, En esos relatos Quiroga nes ~Participa de la situacién limite por el solo efecto de Mrostracién, revela sin apostrofar ni requerir de sus Jectores compagion u otros sentimientos piadosos; el autor es desgarrado por la situacién, pero no nos so- licita su rescate sino que ejecuta con el lenguaje un verdadero acto de restitucién, de redescubrimicnto. _ Ese mismo afio, Ricardo Giiiraldes (1886-1927), un culto estanciero, publica también su obra mayor: Don Segundo Sombra, elegia bellamente escrita, con * pasajes de un lirismo tierno, colorido e intenso, aun- que Ja evocacién’ se anoya en las trampas de una concepcién esencialista, que mediante los ‘artilugios del espiritu'intenta borrar los surcos de los enfrenta- _tnientos sociales y ‘las miserias de los trabajadores Turales, para darnos una versién cuasi idilica del ee y sus gauchos, ya en sombras, mitologia pura. a. Bs aparecieron, ademas, Zogoibi de Larreta y ingel de la sombra de Lugones (doble entierro 15 nada glorioso del modernismo), Cuentos para tng ; \* glesa: desesperada, opera prima de Eduardo wa “+ (1908),.y El juguete rabioso, la novela con qu lea / utara’ Roberto Arlt (1900-1942). Esta dltitna g¢® ~tmareé de un modo ya insoslayable el gran sajteo™ "nuestra narrativa, en tanto inaugura “definitivame: la literatura urbana con proyeccién universal, una parte, y la literatura que muestra la forma’st ser y los mitos de una clase social concreta, por otra”; su novedad reside en que “los problemas -clales que maneja no estin vistos de afucra, con, curiosidad ‘o como aberracién propia de otros, siny desde. adentéo, sin renunciar’ al riesgo que implica = ene examinar una realidad sin desentenderse personal Durante la década del veinte, el naturalismo huma- nista y socializante de los Castelnuovo y los Barletta contrasta con la chacota vanguardista de los martin- fierristas, nacidos a los grandes proyectos ismicos (versiones tardias y caseras del futurismo y del cubismo”, autocriticarf Borges) en las plicidas aguas de la epigonal prosperidad alvearista, Pero entre los chistes, el pintoresquismo arrabalero y las metéforas alambicadas emergen algunas figuras que pronto han de llegar a dominar nuestra vacilante y escualida pro- duccién literaria. No conseguiria esto Macedonio Fer- néndez (1874-1952), por muchos —protagonistas in- cluidos— consierado como el maestro o primer ade- lantado de aquellos vanguardistas bullangueros, aun- : que tal vez —salvo alguna dmistad duradera*— no ; 2 Noé Jitrk: “1028, afo decisivo para la narrativa argenti- na”;-serie de notas publicada a mediados de ‘1965 en el <-» diario El Mundo y recogida luego en El escritor argentina. Dependencia 0 Hbertad, Buenos Aires, Ediciones de! Cand. 1967. (En esas mismas notas, su:autor lamé Ia atencién so- 7 z bre esta singular coincidencia de obras narrativas en términos ~~ similares a los que aqui se.emplean, distintos cfertamente de _. PWlos utilizados por don Pedro Henriquez Urefia en sus “Apur- taciones sobre"Ia novela en “Amiérica”, de 1927.) + Raiil Scalabrini Ortiz, Oliverio Girondo, Leopoldo Mare ‘chal. Torge Luis Borges. Este ultimo, en mas de pa ocasién. de Por lp i ; los in vinculo profundo: cascara de Mote sultar- Nedota; 10 que no debe resultar” hoy au5 ‘ghifladuras” suelen ante insélita originalidad de su_pensamiento Ja Ieprzado rastreador de primiclas come i 4s “ingenioso conversa lor”). a Hama eedonio eer jos. dos Libros awe cia fines de aquella década _ eae | Bafpo de amigos (No toda oo vigili iS eferido a Macedonio $e or sobre el-elogio ¥ ningtt Nos casi F daron én la a ta un esfor7: is Harss Fernandez en términos que re- 1a afinidad intelectual, un autén- ie i ombro que el tiempo no empana. | eo detain mente desde Ie Ome | ¥ no To pevrane em momentos en awe Borsls, FAs 2 fo : oes postreros: “Yo por aquellos ‘escritura hasta estos testimonios pos i Kae imi Ja transcripcién, hasta el apasionado y ee hasta Ts TMtacedonio es Ia metafisica, es Ta | devoto PleGiuienes lo precedieron pueden resplandece!, 6” Ja historia, pero eran ‘porradores de Macedonio, versiones imperfectas y previas. No imitar ese canon hubiera sido una negligencia increible.” (1952) O: “sigo creyendo que _ su protagonista es el hombre mis extraordinario que he cono- cido. (...) Mas alld de su doctrina filoséfica y de sus x ites y delicadas observaciones estéticas, Macedonio | ofrecia, -y sigue ofreciéndonos, el espectiiculo incomparable “de un hombre que, indiferente a las vicisitudes de Ja fama, “vivia en la pasion y en Ia meditacién.” (1960) O: “en el ode un hombre como Macedonio creo que todo es scioso, ( ... ) todo lo que se refiere a Macedonio es intere- " (1968; entrevista de Germin Leopoldo Garcia). ‘este vinculo Macedonio-Borges merece un tratamiento stanciado para alejar definitivamente varios equivocos ados en exceso; desde ya que el uno no se reduce al 0, sea cual fuere cl beneficiario de esa supuesta simbiosis. nentrar en detalles, téngase presente que, luego del fervor ‘euforia juveniles, Borges emprend. un camino que jus- amente no coincide con el sendero por el que transita Ma- donio, alejado de los besamanos y las condecoraciones, en Tepudio austéro, hondo y desgarrante hacia todo oficia- fo celtual. Por'eso, mientras. Borges, en In mejor tradi- i lberal y cada vez con mayor ahinco, se dedica a exaltar onjeturales virtndes ‘del espiritu britinico, Macedonio abjertos, 1928, y Papeles de Recienvenido, 1929), n, tampoco con sus breves apuntes y sus versos queye. descos, ni menos aun con Una novela que comienzy (1941) 0 los fragmentos del Museo de la Novela de la Eterna (ya en 1929). No lo conseguiria porque isi radicalismo conceptual —“subjetivismo absbluto idealismo”, segin propia definicién— y la dificultag de integrar sus propuestas, antes que los siempre in. vocados retraimientos y enigmas de su personali- dad, no podrian’ asimilarse sin deformaciones a 1g torpeza de una literatura muelle, aunque ya entonces sacudida en sus cimientos, entre otros pocos, por Ma- cedonio Fernandez. Hacia 1930, la narrativa argentina —y no sélo ella, pignsese en los grotescos de Armando Discépolo— ha recibido el impacto de la crisis, entrando en un pro- ceso de renovacién literaria, que se recorta sobre un fondo de agudas contradicciones sociales. Por un lado, tanto el naturalismo como el modernismo, hijos =el de la “supersticién Por lo argentino”— alienta los es- fuerzos de quien mis certeramente denunciatia las defor- maciones colonialistas introducidas por el imperialismo inglés en el Rio de la Plata; Iuego, no se santigua ante los cambios politicos que devienen en el pais (léase: peronismo). Enton- es, para no parcializar nuestra visién de Macedonio, con- Viene recordar la larga y fecunda amistad que lo ligara a Raiil Scalabrini Ortiz. La “Libreta de apuntes” de El hombre que estd solo y espera comienza con esta anotacién: “El Primer metafisico de Buenos Aires y el vinico fildsofo autén- Heo es Macedonio Femindez. (...) ya est para. siempre el primero y mis grande en ta secuela de profetas”. O, et momento de resoluciones decisivas, “consulté el caso con el imis Keio esprtu que he conocido en mi vida”. O, cuando rere, un ser de excepcién, maestro admirado y amigo que- ‘ido como To fue Macedonio”. CE. Norberto, Galasso: Vida de acdlabrini Ortiz, Buenos Aires, Ediciones del Mar Dulee, fap, baticular las péginas 74-81, 168 y 460-67. ‘ode. Grisis de 1929 ha puesto fin a la prosperidad del pe- ae reconstruccién de posguerra: fa "ama estructura tf diem Como Ta argentina penetra sin encontrar defensa fe nate. (--.) Crisis del valor internacional del peso; crisis ‘uestro comercio internacional, especialmente el del ce- 18 : iberalismo positivista, ya ni siquiera so po oe Saas Re iltimos protagonistas han | breviven og més Vacidos terminan suicidéndose, otros _-muerto) [Silencio 0 escriben “memorias”, y apenas si Giisten aplicados disefpulos, de casi nulo valor _ existio; por otro lado, las figuras que, como Arlt (Los rie locos, 1929; Los lanzallamas, 1931; El amr bru- Het voy Discépolo (Babilonia, 1925; Stéfano, 1928; Pegjero, 1984), tienen en cambio voz propia, se re- eed ja crisis: al mostrar los circulos concéntri- een que se debaten las ilusiones perdidas de los igmlgrantes o las mégicas saidas de Is pequefo-bur- oe ecios industriales se mantienen mejor por Ia x Feed treeriin de la produccién). Crisis de nuestra economia productora; crisis financiera del Estado, que (en “un pais en que no existe impuesto a la renta y en el cual | ningiin gobierno cualquiera que sea el lenguaje que se com- plazea en‘usar— se ha atrevido a cobrar de veras impuestos | Sila propiedad de le tierra) recibe lo mis saneado de sus | | entradas de la recaudacién aduanera, Ello produce dificultad " para pagar sueldos y por Jo tanto incapacita al Estado para |" atender a una funcién que en la Argentina cuenta entre las | Suyas esenciales: la de proporcionar modo de vivir a todo | tn amplisimo sector de clase media.” (Tulio Halperin Don- _ shi, Argentina en el callején, Montevideo, Arca, 1964, pag. - 2,19.) Es ésta la coyuntura propicia para’ desalojar del go- | “bierno al radicalismo yrigoyenista, “un partido rodeado del _ odio tenaz de los grupos privilegiados del pais y visto con _ Alama naciente por las fuerzas econdmicas internacionales | @ue.en el pais actuaban”; no tarda entonces en producirse f t ft revolucién militar (“libertadora”, Ia define el ministro __ Matias Sinchez Sorondo) del 6 de setiembre de 1930 y, tras _ el frustrado proyecto, corporativista del general Uriburu, la | Festitucién del podei' a los grupos dirigentes. tradicionates, 5 Jegalizada bajo el gobierno del general Justo, La historia wilela década infame —como bien se amd a nuestros aiios | einta—. del” peronismo, de la restauraciin liberal oligiy- uica a “partir de 1955, del fracasado proceso desarro- ta cue intentara el frondicismo y de los vaivenes pos- mlor ‘—supuestas _revoluciones argentinas, también en. callején— constituye el trasfondo socio-politico en el qué r4‘de cobrar todo su sentido la literatura argentine de Buevo signo Los problemas del reciproco condicionamiento 19 guesia, atestiguan el fracaso de los suefios dorados —ioh ‘Argentina, eterno granero del mundo!— de la oligarquia liberal. Pero la concepcién ideolégica' de] _positivismo es también cuestionada desde su-misma _ .perspectiva, en ultima instancia espiritualista, por el idealismo absoluto de Macedonio Fernandez, cuya eritica extrema a la tradicién (anti)metatisica y li. teraria-nacionales debe, sin embargo, rescatarse por sobre otros rasgos de su propia cosmovisién. (Esta, en una historia de las ideas filoséficas en nuestro pais, quizd fuese asimilable a la prédica-corrosiva de un Coriolano Alberini o a la “jerarquizacién” de la vida espiritual propugnada por el tucumano Alberto Rou- gas, en pareja reacciéi —reaccionaria, desde luego frente al optimismo positivista de los José Ingenie- Tos y los Juan B. Justo; enfatizo el “quizd”, porque el pensamiento macedoniano iba sin duda bastante mas alla.) dialéctico entre esa superestructura cultural y la estructura histéricabisica no han sido examinados a fondo —ni mucho =. “menos— por Jo critica nacional; aunque hay atisbos de ex- cepciones, entre los que espero se cuenten algunos de’ los articulos includes em este volumen. Aqui s6lo hemos querido Hamar Ja atencién sobre un mo- mento clave qué es punto de partida de “esa larvada guerra civil que —segin Halperin— cubre el iltimo tercio de siglo de historia argentina”: la crisis del 30, Puesto que, ademis y aun.desde una perspectiva meramente Iiteraria, es obvio ue se impone un estudio detallado de ese momento, (La bibliografia general sobre el. tema es profusa, aunque no muy sélida. El mencionado libro de Halperin es uno de los Pocos que escapan a esa regla; mis allé de su tono burlén € irénico, traza un-desgarrante panorama que va desde la revolucién de Uriburu hasta el ascenso al gobierno del doctor Arturo Ilia. Del mismo autor puede consultarse, para tener tuna visién global del proceso en todo el continente, Historia Contempordnea de América lating, Madrid, Alianza, 1969, en Particular ‘pags. 356 y sigs; especificamente a “La crisis de 1930” esta dedicado el niimero 3 de la Revista de His- toria, Buenos Aires, 1958, con buen material interpretative y testimonial, amplia bibliografia y. tres notas de conjunt sobre la crisis en Chile, Uruguay y Brasil.) 20 i ~ primeras instancias at optimismo novecentista subsiste todavia en’ El | hombre que esté solo y espera (1931) —aunque ya / no en los trabajos posteriores de Rail Scalabrini Or- | tiz—, pero desaparece del todo en la obra de los en- | sayistas que, alimentando parecidas inquietudes, pu- | plican durante la década del treinta Ja literatura mas | notoria de ese momento: sea la requisitoria moralista _ de Ezequiel Martinez Estrada (Radiografia de la pam- pa, 1933), sean los planteos dicotémicos y encubri- dores de Eduardo Mallea (Historia de una pasin - argentina, 1937), que ejemplifican las “angustias” en | que se debaten nuestras clases dirigentes, 0 al menos “s sus aspirantes intelectuales. Contemporéneamente, | dos conspicuos martinfierristas tientan los caminos | de Ja narrativa, habiendo publicado antes tres libros | de poesia cada uno y varios ensayos, sobre todo el | ‘autor de Inquisiciones. En 1930, mientras reside en Paris, Leopoldo Marechal proyecta su novela Adén Buenosayres, que trabaja largamente y s6lo da a la imprenta en 1948 (se sabe, entonces sdlo recibe | una critica inteligente, la de Julio Cortazar, y nin- | guna resonancia pitblica). Jorge Luis Borges, por su | parte, elabora la versién definitiva de su primer re-. Jato, “Hombre de la esquina rosada”, que integra, "junto con un manojo de textos reescritos para el dia~ _ Ho Critica, su Historia universal de la infamia (1935), libro que precede en nueve afios a sus memorables _ Ficciones. Las individualidades’ surgidas del grupo Florida practicamente se agotan, con respecto a la | produccién narrativa, en estos dos grandes nombres. jin embargo, desde el punto de vista de las innova- ‘iones estructurales del relato, ellos aportan bastante mas que los escritores de Boedo (antes narradores que poetas, contrariamente a los martinfierristas), ‘Cuyo: subido realismo da también por entonces sus “Mejores frutos. fee hacia 1945 el panorama literario. argentino se ha vuelto bastante abigarrado: durante los\afios trein- ta, yen parte sobre la huella de los grupbs mencio- nados, habian comenza hados, habian co do a public, Ghee ‘éditos” datan de emer aseanee Cinargh Arturo Cerretani, Adolfo Bioy Ca panande Wee sampo, José Bianco, Enrique ‘Andersen Inter, dos aiieg Vand y Bernardo Kordon, entre cust oo) Liles, cuvas obras mis representati iota s décadas siguie a notoria diversidad temati¢a y de laeicn ee ae at lari y de len; plantel de arradores, al que se van agregando ie Tos grandee yerusuaye Suan Carlos Onetti (uno de iy Srandes de ta literatura latinoamericana, que pu. plica en, 1939 en Montevideo su primera novela, PE ozo, y 1a segunda, Tierra de nadie, en 1941 en Bue os Aires, chudad donde residiré durante ‘muchos Ernesto Sabato, Roger Pie Sine ee a Alisel Varela, Enrique Wernicke, Bstela Canto, Josum Go. 1 , 0, é- _fez Bas, Julio Ardiles Gray, Miguel ‘eel Spence Luisa Mercedes Levinson, Abelardo Arias y Julio Cortazar, para mencionar algunos. 7 a ¥ (sus “En esta generacién —observa Luis Gregorich. el género narrativo se consolida definitivamente, al- canza un nivel de jerarquia profesional sélo reser- vado, en el pasado, a creadores aislados, y aborda, no 5 Gregorich, en el tercer tomo de la Historia de la literatura argentina (difundida primero en forma de fascfculos como Capitulo), habla de una “generacién intermedia”, Enrique Anderson Imbert (La literatura hispanoamericana), Arturo Cambours Ocampo (El problema de las generaciones lite rarias) y Emilio Carilla (Literatura argentina, 1800-1950), entre otros (con respecto a este asunto se hallari una biblio: fa casi exhaustiva en el Apéndice, apartados 2 y 3 del Seateats libro de José Maria Monner Sans: El problema de Tas generaciones, Buenos Aires, Emecé, 1970). también ‘han aplicado, con propésitos diversos historiogrificos, autorrel- apifieativos, pedagégicos, de simple ordenamiento, de co, vinGidad expositiva, etcétera—, el método generacion 1” desarrollo de nuestra literatura. Esta tendencia, pero tomar gesarmo campo de operaciones Ja totalidad del mbito ook fuiat argentino, ‘acaba de culminar en Ja obra del ortegui Jaime Perriaux: Las generaciones argentinas (Buenos Aires, 22 s6lo en los temas y personajes de sus libros, sino también a través de la estructura cambiante de éstos, ja transformacién social y cultural que se opera en ‘al pais a partir de 1930. Con todo, no conquista to- Gavia, por si sola, la coparticipacién masiva del pi~ pico lector, que sélo después de 1955, y junto al esfuerzo de promociones mas recientes, vendraé a su- mar su aporte a la constitucién de una nueva litera- _ fara.” Pero este aporte, conviene recordarlo, ya es- taba presente en obras como La invencién de Morel, Un horizonte de cemento, Aspero intermedio, Alamos falados, Las ratas, El rio oscuro, El bruto, Los robin: ‘Bestiario, Una pequefia familia, Barrio gris, sones, EUDEBA, 1970), donde el rigor se confunde con una me ticulosidad meramente exterior y Ta presuntuosa “interpre: - theién” historica (conciliatoria, desde luego) deja paso, a fina despojada tonteria, Los escritores nacidos a fines del Siglo pasado y comienzos del presente, o alrededor del Cen- tenarfo, 0 hacia 1930, 0 unos afios después, es decir, Ia mayoria de los nombres que hemos manejado en el texto | central son encuadrados por Perriaux dentro de las genera- ciones X, XI, XII y XIII. Frente a esa asfixiante mania Glasificatoria preferimos un uso més Taxo, flexible ¢ instru- mental del método e, incluso, nos parece conveniente evitar fen lo posible una terminologia que introduce la confusién y - Gl inmovilismo, en tanto las diferencias de clases y los,enfren- - tamientos idecl6gicos se diluyen en el agua chirle del dato * cronolégico. Hegel, en una de sus critica al formalismo, escribia: “Lo ‘que se consigue con este método (...) es, coneretamente, un diagrama parecido a un esqueleto con etiquetas pegadas encima o a unas filas de tarros rotulados que se wlinean en las tiendas de los herbolarios; tan claro es lo uno como lo | otto, y si alli faltan la carne y Ia sangre y no hay mis que © huesos y aqui se hallan ocultas en los tarros Tas cosas vivas que contienen, en el método a que nos referimos se prescinde de Ta esencia’viva de In cosa o se la mantiene escondida. (...) aquella uniformidad de ‘color del esquema y de sus _ determinaciones inertes y aquella identidad absoluta, él © paso de lo uno a lo otro, todo es igualmente entendimiento ~ — muerto y conocimiento externo.” (Prologo,a Ja Fenomeno- — logta del Espiritu, TIT, 3, cito segtin Ja traduccién de Wen- ~~ ceslno Roces.) -La_casa, y, de modo sobresaliente © en: Los adioses, todas anteriores producto de una actitud “festival y una implicita confianza en el cambio los juegos se han vuelt en La vida breve a 1955. Ninguna, deportiva”, ni de fo peligrosos, cuanto gg 808, cuando no vi tos (mal que se esquive la violencia en algum, Perdida), y los cuadros piadosos sélo causan sonrinnt © indignan (por la torpe usurpacién), = Quizé sea conveniente incidencia, en el desarr ha sido evaluada en to sefialar aqui un hecho. cuya rollo de nuestra literatura no v la su magnitud: la ciudad Buenos Aires y el drea metropolitana adyacente, ce rednen a un tercio de la poblacién argentina, han ge- nerado una ‘serie de fenémenos macrocefiilicos per- ceptibles en todos los niveles de la vida nacional. Con Tespecto a la produccién literaria provoca una fuerte corriente migratoria de escritores desde el Interior hacia'la Capital y, en otro. plano, una concentracién en ésta de Ja industria editorial. (Desde luego, aqui no hacemos mas que puntualizar aspectos muy par- ciales referidos a upa ciudad de un problema que Preocupa a muchos investigadores sociales del mindo entero: el desarrollo urbano en la sociedad indus- trial-capitalista.) En cuanto a lo primero, debe tenerse en cuenta que, ‘a pesar del proceso: migratorio apuntado, en los ulti- mos afios y con intensidad creciente, 1a vida cultural se ha consolidado en ciudades como Cérdoba, Rosario, Mendoza, Tucuman o Bafa Blanca, en parte, alrede- dor de la actividad que despliegan sus respectivas universidades. Casos como Jos de Davalos en Salts, “Filloy en Rio Cuarto 0 Di Benedetto en Mendoza. si- guen siendo muy poto frecuentes, pero hoy tal vez tiendan a no constituir figuras para la galeria de las sumas excepciones. Claro que Buenos Aires contin ejerciendo poderes a los que es dificil sustraerse, ¥ aunque un escritor como Cortézar se radique en, PS" ris, otros muchos han de legar a Buenos Aires doc lugares distantes, como el polaco Witold Gombr iol Ramén Gémez de la Serna, que vivie- ee Se de un cuarto de siglo en esta ciudad. on aves da el caso de quienes hacen de la Argen- Terni pais de adopcién, como los italianos Attilio Da- __ fine Styria Poletti, ¥ sinos referimos a los narradores binky Syericanos, una enumeracién apenas memoriosa _ jetthe resultar impactante; agregarfa al nombre de - Puctti, el de su hijo Jorge, los de los uruguayos En- Que Amorim y Felisberto Herndndez, de las chilenas Maria Luisa Bombal y Margarita Aguirre, de los pa~ _}yguayos Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos (aho- {a también Juan Bautista Rivarola Matto y Lincoln -Ehiva) o del guatemalteco Miguel Angel Asturias, to- Sos los cuales permanecieron en Buenos Aires durante jargos periodos de sus vidas y publicaron en esta ciu- dad algunas de sus obras mis significativas; basta pen- gar en La amortajada (1938), El sefior presidente |" (1948), Nadie encendia las léfnparas (1947) e Hijo de Respecto del segundo punto cabe consignar que a fi- nes de los afios 30 nace’en la Argentina una indus- tria editorial propiamente dicha y que ella logra con- “ solidarse en la década siguiente: entre 1041 y 1953 “nuestro pais fue el principal productor de libros de «toda el 4rea hispanoamericana, alcanzando las expor- laciones en ese rubro su mejor volumen en el afio 947. En 1938 se funda la Editorial Losada, casi de inmediato Sudamericana y poco después Emecé (tam- bién de ese perfodo datan los primeros pasos de ‘Abril y Paidés y el desarrollo de Kapelusz y Atlin- ida, empresas que, atinque menos ligadas a la pro- ecién estrictamente literaria, contribuyen a ci- ntat la industria editorial argentina).* = : : Atentos en exceso a las manifestaciones del espiritu —bien due malos -lectores de, Hegel— los historiadores de nuestra literatura ‘soslayan en general las “materialidades” del pro- cultural, : n cuanto al aspecto editorial, ‘sefialado mis arriba, hay los: trabajos con buena base informativa: Rail H. Rottaro: “a. edicién de libros en Argentina, Buenos Aires, Troquel, ‘Algunos elementos de julcio ‘antonio Di Benedetto, Dalmiro Saenz, Beatriz Guido, Marco Denevi, David Vifias, H. A. Murena, Humberto Costantini, Alberto Vanasco, Haroldo Conti, Andrés Rivera, Marta Lynch, Alberto Rodriguez (h.), Pedro Orgambide, Rodolfo Walsh, Sara Gallardo, Elvira Orphée, Daniel Moyano, Abelardo Castillo, Néstor Sénchez, Eduardo Gudifio Kieffer, German Rozenma- cher, Manuel Puig, German Leopoldo Garcia y Juan José Saer, entre los integrantes mas conocidos de nuestras iltimas promociones literarias, concluirfan el eventual panorama de “la narrativa argentina ac- tual”, que tal vez buscase el desprevenido lector del subtitulo de este libro o de esta introduccién insufi- ciente. Insuficiente: no se trata de una disculpa retérica o de fingida modestia. A! intentar en pocas paginas un recuento tan amplio como el propuesto, necesaria- mente se esquematizan los procesos histéricos —cuan- do no sé los desvirtian—, se incurre en la omisién de autores no siempre irrelevantes —para peor, tam- poco se descarta lo contrario—, se tiende a confundir corrientes ideolégicas diversas y, en tanto los pro- ductos literarios aparecen como simples referencias, se corre el peligro de caer en una visién acritica 0 meramente postulacionista y enumerativa, De alli que, por lo menos, sean obligatorias algunas aclara- ciones, 1964, y Eustasio Antonio Garcia: Desarrollo de la, indus- tria editorial argentina, Buenos Aites, Fundacién Franklin, 1965. Para el periodo anterior véase Domingo Buonocore: Libreros, editores e impresores de Buenos Aires, Buenos Ai res, El Ateneo, 1944; del mismo autor, se vinculan con el tema “EI libro y los biblidgrafos”, pags. 277-350 del tomo VI de la Historia de la literatura argentina dirigida por Rafael Alberto Arrieta, Buenos Aires, Peuser, 1960, y sus recientes colaboraciones en el: Fichero Bibliogréfico His: panoamericano, » ; ado de la nueva oe is que se ha traz gn el rapido crod! mocimiento de cuatro mo- 2 face el FeC0! c Be sativa eros diferenciables: a) la década infa ent i la restauracin liberal y d) 1¢, b) peronisme tae ctonologicos podrian fijarse, fl presente, cue 1 6 de setiembre de 1930, el 17 de espectivamersr’ 1 16 de setiembre de 1955 y el 28 Se 1966 (también mayo del 69). (Cabe indi- ontecimientos mundiales que consti internacional correspondiente: a) $0 diay 2° oo Deal, Varges en Brasil, Cardenas th México, Guerra Civil Espafiola, Segunda Guerra “Mundial; b) Bogotazo, Repiblica Popular China, gue- Mtge Cores, invasion de Guatemala, Nasser en Egip- 1e Conferencia dé Bandung; ec) XX Congreso del CUS, levantamiento htingaro, independencia arge- ina, Revolucién Cubana, De Gaulle, Kennedy, Nehru, Lumumba, Juan XXII, intervencién norteamericana ‘en Santo Domingo; d) Vietnam, revolucién cultural "china, guerra drabe-israeli, muerte del Che Guevara “en Bolivia, movimiento de mayo en Paris, Velasco __ Alvarado en Peri, Allende en Chile.) _ Pueden encabalgarse sobre esta particién los rele- "vos generacionales u otros métodos de tipo mas o menos cronolégico; pueden inclusive privilegiarse los meeccesos e indicarse cémo conviven a un mismo tiem- Po corrientes literarias distintas (vanguardia martin- fierrista / realismo boedista, literatura arquetipica / literatura testimonial, esteticismo / compromiso, et- fee: Busden también establecerse distinciones mas | Gites, fendientes a no congelar la dinamiica histé- Bie He dallas er a estas posibilidades Mecarnaeetide arremeter contra las inferencias mente no ya'd ha sin embargo asombrarse médica- ee aber omitido, por ejemplo, a Enrique breenterainton © @ Nicolés Olivari, o de haber so- renting gc acaso entre los regionalistas?) al co- ae @ aero Pisarello, ode haber nombrado escritores contempordneos —esa diaria car algunos a _Aben: confrontacién—, sino de haber cometido “olvidos” h: to mas graves. Porque el pez no nada fuera del agi : a, Hasta ahora s6lo hemos avanzado en el te: “hipétesis plausibles”” Corresponde entonces act paso hacia los “hechos coneretos”. Remitirnos = & textos de la nueva narrativa; en definitiva, intent? Jo que intentan los trabajos de este volumen, Pers tes, habremos de apuntar dos temas suplementare Por un lado, esté la historia interna del libro, qe resuelve en la gran distancia que media entre el yecto original y este resultado, es decir, la realizacioy, en sf de la obra. En cuanto a ello, debo manifestar ave deploro haber dejado sin analizar la produccién ha. rrativa de, por lo menos, Roberto Arlt, Cerretani, Mujica Lainez, Pla, Kordon, Vifias, Moyano y Saer’ (Con respecto a los trabajos que integran el volumen me ha parecido de una elemental honestidad consig- nar al pie de cada uno de ellos las fechas en que fue~ ron entregados por sus respectivos autores.) Por otro lado, y en tanto es la tarea que suele absorber a los compiladores en sus magras introducciones, ten- dria que mostrar el enlace mas 0 menos intrinseco entre las diversas colaboraciones. Aqui aclaro que para establecer una perspectiva valida acerca de las _ mismas, me_veria precisado a examinar la historia de-esa casi inexistencia que, sin embargo, se remonta a los tiempos de Juan Maria Gutiérrez: la critica li- teraria en la Argentina, También es de suponer (0 .de esperar) que mi tarea de compilador no haya in- hibido mi capacidad critica; por ello no creo que se# éste el lugar adecuado para una critica de la critica, tinica posibilidad digna de emprender en tal sentido -(porque, como decfa Francisco Madariaga, “No quie- “ro a Costumbres, / pero si a costumbres / de suble- vacién y de desprecio”). La variedad’de presupuestos teéricos y de enfoques metodolégicos implicita (o explicita) en estos tra- bajos, si bien pone al descubierto una acentuada des 28. . i que se | cS en cuanto & Jos caminos que debe transitar Pee Ja critica literaria en latinoamérice, re- re oni mismo tiempo su estado actual en esta region oe a Sitinente. Porque el presente volumen, de igual _ del fo, junto a 0 mejor sun que el anterior se pro | mee como un espacio abierto a las manifestaciones - $ethos esclerosadas y mas estimulantes (o renovado- ey de la critica literaria nacional en todos sus as- rattos, desde derivacioncs del comentario periodistico Pesta aplicaciones del wiltimo instrumental europeo Bh el Ambito local, desde bisquedas tenazmente des- Griptivas hasta claros encuadres ideolégicos. (Defec- |. Gones y negativas, de las que no me excluyo, redu- feron a un tomo este volumen planeado en dos —de {930 a 1955 y de entonces a la fecha—, pero no han mellado esos propésitos.) Resulta muy. presuntuoso: la nueva narrativa por “Ja nueva critica. Para menguar su efecto, debemos TFeealear que entre nosotros el trabajo critico dista fain de haber alcanzado el vigor y Ja plenitud que sxhibe la novela latincamericana actual. Por eso, te- | “hemos que extraer de ella una ensefianza basica: no trasladar reverencial y mecénicamente nada. Si se *mastican téenicas y teorias ajenas, digerirlas primero -y ver luego hasta dénde nos sirven en funcién de nuestras obras. Porque, en primera y en ultima ins- tancia, somos este pais, este continente, castigado y > espléndido. Construir entonces nuestra propia critica, * “sin exclusiones a priori, pero a partir de nuestro me- \ dio'y nuestras necesidades, para definir nuestros pro- ~ pios objetivos, También en este plano, ser libres. 0, | fon mas exactitud, emprender el camino de la libera- cién, Ya mismo. f t © Norge Lattorgne

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