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UNIVERSIDAD NACIONAL JORGE BASADRE GROHMANN - TACNA

FACULTAD DE EDUCACIÓN, COMUNICACIÓN Y HUMANIDADES

ESCUELA PROFESIONAL DE EDUCACIÓN

EXAMEN PROFESIONAL

TEMA:

ATAHUALPA Y LA RESISTENCIA INDÍGENA

PRESENTADO POR:

BACH. LIZBETH DUBERLY PIZARRO PAREDES

PARA OPTAR EL TÍTULO PROFESIONAL DE:


LICENCIADA EN EDUCACIÓN, EN ESPECIALIDAD EN CIENCIAS
SOCIALES Y PROMOCIÓN SOCIO-CULTURAL

TACNA - PERÚ

2018
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Índice
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Introducción 1

Capítulo 1: Acontecimientos de Atahualpa


1.1. El retrato de Atahualpa 3

1.2. Participaciones militares 4

1.3. La insurrección de Atahualpa 8

2.5. Campaña final de Atahualpa contra su medio hermano Huáscar....13

2.6. Acontecimientos previos a la captura de Atahualpa por los españoles15

2.6.1. La noche anterior a la captura de Atahualpa (15 de noviembre de 1532)


……………………………………………………………………………..17

2.6.2. El recibimiento de los españoles en Pultumarca.................................18

2.6.3. Captura de Atahualpa (16 de noviembre de 1532).............................21

2.6.4. Cuestiones sobre la captura de Atahualpa...........................................21

2.7. Prisión y muerte de Atahualpa.............................................................22

2.7.1. El rescate del inca Atahualpa................................................................22

2.7.2. Muerte del inca Atahualpa (26 de julio de 1533)................................23

Capítulo 2..............................................................................................................24

Desarticulación de la Cultura Inca.....................................................................24

2.1. Restauración del gobierno legítimo del Tawantinsuyu.........................24


2.2. Causas de la caída del incario...............................................................30

2.3. La reacción militar e ideológica............................................................32

2.3.1. Manco Inca y sus tentativa de reconquista..........................................33

2.3.2. Los incas de Vilcabamba.......................................................................34

2.3.3. El Taqui Onqoy......................................................................................37

2.4. El peruano de tradición ancestral en la colonia..................................38


v

2.4.1. La rendición cultural.............................................................................38

2.4.2. El enfoque occidental de los tres siglos de horror...............................40

2.4.3. Los tres siglos de horror........................................................................41

2.4.4. La revolución de Túpac Amaru II........................................................44

2.4.5. Túpac Amaru II: influencias de la ideología occidental.....................44

2.4.6. Los acontecimientos históricos..............................................................46

2.4.7. La sublevación de Juan Santos Atahualpa..........................................49

Capítulo III:……………………..………………………………………………53

Resistencia Indígena…………………………………………………………….53

3.1. La guerra de reconquista del Perú inca y el primer intento (1536 a 1572)
……………………………………………………………………………..53
3.2. La acción inca contra los españoles y sus aliados................................56

3.3. El ataque a la ciudad del Cusco............................................................57

3.3.1. Primeros triunfos incas en la sierra central contra las expediciones


españolas al Cusco................................................................................................66

3.4. El ataque a la ciudad de Lima y muerte del capitan Kizu Yupanki..68

3.4.1. La reacción de los españoles y sus aliados contra las fuerzas incas...70

3.4.2. La retirada estratégica inca a la región de Vilcabamba.....................72

3.4.3. Campañas incas desde el reducto de Vilcabamba...............................76

3.4.4. La épica resistencia inca a la invasión de Vilcabamba.......................77

Conclusiones…………………………………………………………………...82

Referencias Bibliográficas………………………...………………………..…103

Anexos...................................................................................................................84
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1

INTRODUCCIÓN

La investigación monográfica tiene como finalidad principal realizar una

descripción y explicación detallada y consciente de la captura y muerte de Atahualpa

y la resistencia indígena, para interpretar y registrar la información del suceso de la

reconquista ante el poder español que dejaron a través de las crónicas durante tres

siglos de dominación.

Asimismo, discernir sobre la investigación de la historia inca, ya que plantean

dos serias dificultades, una relacionado con el modo andino de recordar y transmitir

los sucesos; y la otra, con el criterio de los españoles. La importancia de este

problema por los hechos y episodios se adjudica a uno u otro soberano.

El trabajo monográfico se estructura de una manera descriptiva y está

organizada de manera tal que facilita la comprensión de la temática abordada,

precisando secuencialmente las pautas presentadas en el esquema previo a la

investigación, partiendo desde los acontecimientos de Atahualpa hasta la épica

resistencia inca cuyo esfuerzo integrador generó tensiones antagónicas como un

punto principal del tema.

En el primer capítulo, se aborda los acontecimientos de Atahualpa que dieron

paso a la invasión española, los episodios históricos para poder comprender el

presente.

En el segundo capítulo, se halla sobre la desarticulación de la cultura inca, en

que los invasores españoles se apoderaron en Cajamarca de Atahualpa, de la


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destrucción política del Incario fueron liquidados con los acontecimientos en

Cajamarca.

Y, en el tercer capítulo, se explica la resistencia de los incas, quienes fueron el

alma de la insurrección, aspirando a su propia autonomía.


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CAPÍTULO I

ACONTECIMIENTOS DE ATAHUALPA

1.1. El retrato de Atahualpa.

Hace más de quinientos años acepto ser bautizado con el nombre de Francisco

para luego ser condenado a morir ahorcado y el sitio donde se encuentran enterrados

sus restos siendo un misterio que aún conserva en jaque a investigadores ecuatorianos

y peruanos. Los científicos peruanos mencionan que sus cadáveres están en

Cajamarca y los ecuatorianos en Quito. La tumba de Atahualpa el último emperador

Inca seguirá siendo un enigma que está lejos de resolverse.

Vega (1969) menciona lo siguiente: Los más confiables cronistas escriben que

Francisco Pizarro lloró la muerte de Atahualpa, que sus súbditos se negaban a

aceptar que su emperador permitiera ser bautizado antes de morir ahorcado y que

tampoco aceptaban que fuera enterrado como cristiano porque antes de ser

tomado prisionero había lanzado con odio la Biblia de los españoles, (p. 97).

Existe la hipótesis de que los seguidores de Atahualpa decidieran raptar el cuerpo

para enterrarlo junto a sus antepasados parece ser la versión más aceptable, porque,

según la costumbre de los incas, los restos del hijo del Sol debía de ser preservado

para lograr su resurrección en el otro mundo y conservar sus poderes en este. En ese

momento, se origina el mito sobre el enigma del santuario de este hombre que,

estando ya en prisión, ordenó no solo asesinar a su hermano Huáscar, sino que

solicitó se le trajera su cráneo revestido de oro para ser usado como vasija.
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Atahualpa fue tan sanguinario y ambicioso que llegó a ser amigo de sus captores.

Siendo el último emperador Inca, su cuerpo fue embalsamado para conservar sus

poderes, pero que hasta la actualidad no ha sido encontrado. Un enigma que lleva 500

años a más.

1.2. Colaboraciones militares.

En Quito, el Inca Huayna Cápac encomendó a Atahualpa la efectuación de una

campaña guerrillero para rendir a los Punaneños (del Golfo de Guayaquil) que se

negaban a acreditar sus tributos (esto refuerza la percepción de que Atahualpa no era

de Quito, porque ¿cómo lo haría? ¿A alguno le importa angustiar las rebeliones de sus

compatriotas?).

Durante el mandato de diez años con su autor y hábiles generales como

Chalcuchímac y Quisquis, Atahualpa aprendió el arte y conducción del gobierno y

administración. Los cronistas describieron intelectualmente como alguien con "causa

estructurado y gran dirección".

Comenzó a conquistar lo que hoy es Ecuador, en 1490, el Sapa Inca Túpac

Yupanqui. Sin embargo, la finca no fue asegurada, y su sucesor, Huayna Cápac, tuvo

que organizar un ejército de 200.000 hombres alrededor de 1515 para superar las

constantes batidas en los pueblos adyacentes, que afectaban principalmente a Quito,

Tomebamba, Puna, Tumbes y Pastos. Lo acompañaron en sus campañas sus hijos,

Ninan Cuyuchi y Atahualpa, y sus mejores generales, por lo que Huascar (o Topa
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Cusi Huallpa) se quedó en Cusco con tres orejons (aristócratas), Hilaquita, Auqui

Topa Inca y Tito Atauchi, quienes fueron a acuerdo de la administración de la capital.

De este modo, los incas se dedicaron a rehusar rebeliones o ganar nuevas

tierras. En 1525, estalló una enfermedad desconocida para los incas, generalmente

identificada por historiadores posteriores como sarampión o viruela, en la que el Sapa

Inca Túpac murió en Yupanqui Quito y, antaño de morir, nombró como favorecido al

príncipe Ninan Cuyuchi, empero incluso enfermó y su papá murió sin saberlo en

Tomebamba.

Existe un conjunto de curacas que quiso ocultar la muerte del Inca que era un

secreto y su heredero puede impedir la rebelión, le comunicaron a través de la madre

de Huáscar, quien enseguida y con rapidez viajó a Cusco. La plaga mató a 2

albaricoques rectores de la capital, lo que convirtió al Príncipe de Cusco en la mejor

opción como sucesor del papá, fue seleccionado por los nobles de la ciudad. Mientras

tanto, Atahualpa se encuentra despreocupado políticamente, ya que estaba en

campaña con la tropa, que aplastó los levantamientos de manera ensangrentada para

que se extendiera a otras ciudades en lugar de rebelarse contra la autoridad de los

incas. Era el favorito de los comandantes y comandantes militares más influyentes y

talentosos, (Zapata, 2013).

Al respecto, Vega (1969) explica que: Otras fuentes indicarían que Huayna

Cápac de hecho nombró para su sucesión, en primera opción a Ninan Cuyuchi y


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en segundo lugar a Huáscar, a Atahualpa le dejaría como herencia el cargo de

curaca de Quito (p. 100).

Cusco, Conono, hermanos de Huáscar y Chuquishuaman, quisieron levantarse

para colocar a Cusi Atauchi en el trono, pero fracasó y en Huáscar creció la

preocupación y la desconfianza. Cuando la momia de Huayna Cápac llegó a Cusco,

Huáscar encolerizó porque el encargado no trajo a Atahualpa con él. Huáscar, en su

demencia, los nobles cusqueños fueron suicidados, siendo sospechosos del delito, y

con esto comenzó a ganarse la aversión de sus nobles.

Huáscar vio la mayor amenaza para su poder en Atahualpa, ya que luchó en las

campañas de su padre durante una década, y varios generales apoyaron y aceptaron el

deseo de su padre, Huayna Cápac de que Atahualpa fuera nombrado curaca de Quito,

pero con dos circunstancias: que el nuevo curaca no realice campañas militares para

expandir sus territorios y que sea reconocido como vasallo del nuevo Sapa Inka y se

le pague un impuesto, que también aceptó Atahualpa, (Zapata, 2013).

Siendo afirmativo, que la zona bajo el mando de Atahualpa era una zona muy

habitada y rica, capaz de ejecutar campañas de batalla hacia las ricas ciudades del

norte. Huáscar entendió que el medio hermano difunde tanto poder y su riqueza que

lo oprimió. El curaca del norte también tenía los principales generales más capaces en

las campañas de su padre y tropas del imperio. La paz no aguanto más de cinco años,

ninguno de ellos emprendió una campaña militar y no se dedicó al disfrute de las

riquezas heredadas. Huáscar le sirvió este turno para buscar el soporte de los Canaris,
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un vasto grupo étnico que gobernaba vastas áreas en la parte norte del imperio y

estaba enojado con Atahualpa para luchar en las acciones de su papá.

A medida que la relación con su hermano medio se deterioraba, Atahualpa viajó

a Tomepampa, en el cual propuso la construcción de varias edificaciones,

presuntamente en honor a Huáscar; a su vez lograron aumentar las intrigas y la

desconfianza del régimen cusqueño. Los huascaristas vieron en todas las acciones de

Atahualpa un signo de ingratitud, y los atahualpistas creyeron que el cusco querían la

riqueza del imperio y los beneficios para ellos mismos, con exclusión de ellos. Solo

aumentó la ira y la desconfianza. Fue entonces cuando Ullco Colla o Chapera, un

curaca de Tomepampai, mandaron mensajeros a Huáscar con la noticia de que

Atahualpa ideaba una revuelta contra el Sapa Inca, (Zapata, 2013).

En Quito, Atahualpa envió obsequios a su hermano en reconocimiento y honor

de la gloria, pero Huáscar eliminó a los emisarios y envió obsequios y un mensaje a

las mujeres en el que ordenó a Atahualpa que se fuera al Cusco. Atahualpa en Quito

fue persuadido que si iba a Cusco por sus generales, lo matarían, y serán mejores si

derrotaba a Huáscar para tomar el mando.

1.3. Levantamiento de Atahualpa.

Hacia 1529 aproximadamente, cuando Atahualpa se preparaba para la batalla en

Tomepampa, se conoce que los cañaris, leales a Huáscar, fueron capturados, o fueron

derrotados y capturados por el ejército de Cusco fue conducido por Huanca Auqui.

Lo indiscutible lo encerraron en una lechería de verdad, que fue salvado en la noche


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por los simpatizantes. Se afirma que una mamacuna le dio la vara de cobre con la que

le hizo un agujero en la pared y logró resbalar sin que los guardias lo vieran

“celebrando su triunfo”. Atahualpa se aprovechó astutamente de este episodio porque

creía con él que los Ints lo habían convertido en Amaru (serpiente) para que pudiera

escapar de tambo real a través de una rendija. Esta ficción se extendió por la

Supremacía y cambió a Atahualpa en ser fabuloso.

Huyo de Quito Atahualpa, de esa manera reorganizó y atacó con fuerzas a, Ulco

Colla, Tomepampa y Hualtopa (gobernante de la ciudad de Cuzco) la totalidad

huyeron los hombres mayores a los ejercicitos huascaristas, en seguida las mujeres y

los niños permanecieron en la localidad de la destrucción de Atahualpista, donde fue

apuñalado hasta la muerte.

En seguida en protesta de Caxabamba, Atahualpa dictaminó la matanza de

todos los pueblos y tribus aliados de Huáscar, aprovechando que era dueño de la

mayor parte del ejército inca, que su padre conducía al imperio norte. Antes de ello,

el levantamiento de Quito, el Sapa Inca, enviaron curacas de las ciudades de la región

de Tallan (Chimus, Yungas, Tumbiz, Punaeños, Cañaris y Guayacundos),

prometiendo honradez al gobernante cusqueño. El curaca de Quito logró estar en

Tumbes de manera devastadora. Lo único lo que se interponía en su camino es que la

mayoría de la localidad lo apoya, el curaca local Chili Masa o Guayacundos se

cambió en un aliado principal, instruyendo a 12.000 individuos para despojar la isla

de Puná, siendo 12.000 individuos eran proverbialmente rivales de la nación isleña.

Los leales de Huáscar y Tumbis, los 7 líderes de la isla, a saber, Tomala y Cotori

(siendo bautizado como Francisco Tomala), salió a enfrentar sus 3.000 individuos en
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las 300 balsas en más de 1.200 botes atahualpistas. La batalla naval de la época

prehispánica, los isleños fueron grandes navegantes y vencieron al ejército inca, toda

esperanza de victoria se perdió cuando Atahualpa fue herido con una flecha a sus

pies, llevado a Cajamarca para curarse en aguas termales, (Zapata, 2013).

Los Puneños ocuparon Tumbes, saquearon, redujeron a cenizas, arrestando a

600 ciudadanos de Quito y soldados locales. Atahualpa hubo que volver a Quito

nuevamente para restablecer la potencia. Cuando los atahualpistas regresaron al sur,

los puneños se retiraron a su isla y tomaron presidiarios y el botín fue grande. Sin

embargo, un poco más tarde, con el fracaso de los cusqueños, finalmente decidieron

acordar con Atahualpa.

En 1530, Huáscar constituyó una gran partida y le enviaron al ideal norte bajo

el mandato del general Atoc y su hermano; Asimismo, en Quito Atahualpa organizó

sus tropas, reunió a los generales de Calicuchima, Quizquiz, Rumiñahui y Ucumari, y

estableció la procesión. Por otro sitio, expidió espías al sur para establecer las tropas

de Atoc. El bosquejo para Cusco era esencialmente llegarse al norte para instalarse

Quito y Tomepampa. Sin letras dónde tuvo oficio el turista y cuántos fueron, la

colectividad de los historiadores indican el primer desafío tuvo ocasión en

Chillopampa, adonde ganó Atoc; Pero el cronista, Miguel Cabello Balboa, manifiesta

el primer cachete tuvo espacio en Mullihambato, y en la segunda pelea ganaron los

atahualpistas; María Rostworowski dice que Mocha o Chillobamba; Pedro Cieza de

León indica que fue solo una reto con la trofeo en el norte.

Rostworowski (1999) señala lo que: En la primera batalla vencieron los

huascaristas pero no capturaron a Atahualpa, que observaba la batalla desde una


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colina con su guardia personal y el general Atoc murió. Aunque para otras

fuentes se encontraba en Quito y al saber de la derrota marchó con las tropas

que pudo reunir hasta Latacunga para reforzar a sus soldados, ordenando al

general Calicuchima dejar de retroceder y plantear batalla al enemigo,

(Rostworowski, 1999)

A pesar de la primera derrota de los atahualpistas, la segunda batalla se

desarrolló casi de inmediato, y esta vez los generales entrenados, Quizquiz y

Chalcuchimac, que presenciaron la victoria de su equipo, estuvieron en Ambato o

Mullihambato o Chimborazo (según la fuente). Los atahualpistas se movieron

paulatinamente de norte a sur y Huáscar empezó a inquietar. Se dice que en

Huamachuco un adivino anunció un “mal final” para Atahualpa. Esto airadamente

mató al sacerdote con una porra de oro. Todos coinciden en que la operación terminó

con el duro fracaso de Huáscar, capturado y brutalmente ejecutado por el General

Atoc y Hango y Curaca Cañari Ullco Colla; ciertos existieron ofuscados e indefensos;

Dicen que les han quitado la piel para crear bombos de batalla (la historiadora le dice

que hizo que Challcuchima hiciera una vasija decorada con oro para beber chicha).

Hacia 1531, existe la frustración de la agresión de Huáscar, se produjo ciertas

victorias de Atahualpa. Según el historiador Santa Cruz Pachacuti, la razón que el

general Huáscar Huanca Auqui hizo franquezas secretas con Atahualpa para

"derrotarlo" fácilmente. Fue entonces cuando envió al hermano de Huáscar, los

oreiones Ahuapanti, el general Huanca Auqui e Inca Roca, que cuentan con una tropa

que también existen tropas de los hostiles clanes Atahualpa del norte. El Curazao de
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Quito decretó a los generales de Quizquiz y Challcuchimac enfrentarse a ellos

Ruminahui permanecía en el norte de la capital.

Los cusqueños embistieron Molleturco y Tomepampa, golpeándolos en

entrambas ocasiones. Atahualpa aliado con los bracamoros, en cuyo territorio estaban

presentes los ejércitos cusqueños, los atacó y los obligó a retirarse, por lo que ambos

ejércitos acordaron un alto el fuego (que el cusqueño necesitaba porque perdieron

más de 12000 individuos en el levantamiento bracamoros). La batalla concluyente

tuvo lugar en Cusibamba, luego de que estalló el alto el fuego, los huascaristas

lanzaron un ataque que fracasó en este desafío y posteriormente la tropa cusqueño se

retiraron, y huyeron a Hujababa, huyendo a Cajamarca, provocando el pánico. Fueron

perseguidos por Atahualpa contra las tribus de Punaeños, Tumis, Chimus, Tallan,

Yungas, Cañaris y Paltas. La operación del norte degeneró en una auténtica guerra de

destrucción: llegando a los despojos de Tumbes, estableció a los líderes huarcaristas

e hizo tambores con sus pieles. Atahualpa pasó por Solana, Huasimo y Ayabaca,

finalizando con la arruinando todo y resistencia local que se interponía en su camino.

Con 1000 de guerreros a la cabeza del Jefe Huachu Puru, él los resistió y los derrotó.

Los quiteños gozaron de mayor apoyo en el Valle de Chira, mientras que los curacas

de Chira y Amopate mostraron firmeza. Junto de Caxas, en Cochaguailla, hubo la

batalla grandiosa en la que los quiteños triunfaron y luego robaron la ciudad,

linchando a 1000 y ahorcando a sus pies a cientos de cautivos. Atahualpa dejó como

gobernador a Maica Huilca, quien fue enviado embajador cuando llegaron los

españoles, (Academic, 2000).


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Según Zapata (2013), el avance ante Quito, retrocedieron los sureños y lanzaron

una variedad de batallas en la que el primero ganó "... que los huascaristas sólo

defendieron su retirada al Cuzco". Los remanentes de la tropa cusqueña abordaron a

Cajamarca e intentaron restablecer bajo el mando del hermano de Sapa Inca, el joven

comandante, el general Tito Atauchi y Quilaco Yupanqui, unos 10000 Chachapoya,

así como muchos Tallan de Piura, Cañaris y Lambayeque. Tropas de Quizquiz

conquistaron Huancapampa y adelantaron al tropiezo del enemigo que se dio al norte

de Huambos (Chota) en Choncha-Huaila (Huancabamba - Huambo), la lucha fue muy

sangrienta y dura hasta el final de la jornada. Por la noche, ambos equipos regresaron

al campamento; en la mañana los quiteños arremetieron a los chachapoyas,

asesinando a más de la mitad de ellos, los demás escaparon, y con ellos los demás

miembros de la tropa huascarista hacia el altiplano de Bombón (Pumpu). Después de

la lucha, Atahualpa capturó Cajamarca. Huascar perdió a 7000 personas en el último

enfrentamiento. Cuando los atahualpistas llegó a la meseta, obtuvieron que pelar

durante 3 días para ocupar situaciones enemigas, y las secuelas cusqueñas formadas

por Tallan, Tumis, Chimus, Yungas siguieron defendiéndolos para defender la

retirada de la mayor parte de la tropa. Huanca Auqui general constituyó sus tropas en

Hatun Xauxa (Hatunjauja), enfrentando a los quiteños en la cercana Yanamarca. La

batalla se cobró muchas vidas, con ambos bandos luchando por el control de

Hatunmayo o el valle de Huancamayo, ya que era un punto estratégico. Por la tarde,

los cuscos se fueron al margen derecha del río, y los quitos permanecieron en la

Xauxa o Saya de Hatunjauja, que se cambió en la principal base de batallas.

Atahualpa solicitó el soporte del líder Manco Surichaqui. Unos 2000 habitantes de
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Cusco subsistieron al sur del río Angoyaco, atajando el recorrido de los quiteños

durante un mes. Por último, el general huascarista Mayta Yupanqui venció a

Challcuchimac en Tovaray, asesinando a 10000 personas. Los quitos retrocedieron

hasta que encontraron un fortalecimiento del Quizquiz. reiniciar Advance. Los

cusqueños, obligados a retirarse, son derrotados en Vilcas (Ayacucho), tras lo cual el

propio Atahualpa se une a sus tropas en el frente, (Zapata, 2013).

1.4. Última campaña de Atahualpa contra su medio hermano Huáscar.

De acuerdo , Zapata (2013), En el año 1532, los quiteños conquistaron sus tropas

en la parte media y sur del Perú. Las eternas derrotas preocupan a Huáscar, que

comenzó a quedarse sin reservas, enviando a veces curacas y sacerdotes al general, el

Sapa Inca retiraron las tropas exhaustas a Cusco, se reorganizaron en tres tropas. Bajo

su primer mando personal, Hurin evolucionó a partir de los albaricoques de Cañaris,

Cusco y Chachapoyas. El segundo, dirigido por Uampa Yupanqui, se trasladó a

Cotabambas, donde residían las potencias enemigas. El tercero de Huanca Auqui

asumía la misión de cuidar de sus adversos y cuando se le diera la facilidad,

emboscarlos. Por lo tanto, los generales norteños Challcuchimac y Quizquiz cruzaron

el río Cotambamba con sus soldados, (Zapata, 2013).

El equipo de Uampa Yupanqui se encontró por primera vez con el enemigo en

Guanacopampa (Distrito de Tambopata, Provincia de Cotabambas, Región de

Apurímac). Huáscar dictaminó a las fuerzas en su totalidad atacar también al

enemigo. En la batalla, el general Tomay Rima de Quito perdió la vida, los

atahualpistas se retiraron a un cerro durante la noche. Al ver el lugar rodeado de pasto


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seco, los cusqueños encendieron un fuego en el que murieron muchos de sus

enemigos. En la batalla se destacaron los generales huascaristas Topa Atao y Tito

Atauchi. Los enemigos supervivientes cruzan el río Cotabambas, pero Huascar, por

error, decide no perseguirlos, (Zapata, 2013).

El Sapa Inca ordena al General Topa Atao, del día siguiente que cruce el río y

persiga al discrepante, llegando a un pozo llamado Chontacajas, donde se localiza con

el ejército de Atahualpa, el general es derrotado y capturado. Challcuchimac ordenó

entonces al Quizquiz marchar en secreto y llegar a Quepaipa por detrás, detrás del

enfoque donde estaba Huáscar. Marchó con confianza hacia el puesto de Topa Atao

ocurrió un ataque de asombro. Huáscar decidió acelerar la partida hacia el norte,

Challcuchimac detuvo su camino y lo aprisionó. Por otra parte, Challcuchimac logró

nuevamente a Guanacopampa, pero se vistió igual que Huáscar. La mayor parte del

ejército de Huáscar salió a saludarlo soltando alegremente su arma, con la que las

tropas de Quito habían logrado un triunfo final ligero pero ingenioso y capturado al

general Tito Atauchi, (Zapata, 2013).

1.5. Acontecimientos previos a la ocupación española de Atahualpa

Los días anteriores al encontronazo en Cajamarca fueron en medio de análisis

muy profundos en los dos jefes militares.

Al respecto Rostworowski (1999) dice: Atahualpa había demostrado su teoría

de que los españoles no eran dioses. Sin apropiación, en vez de dejar expuesta

tal cosa, procuró que los partidarios de Huáscar (en adelante "huascaristas")
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siguieran pensando que lo eran. De tal forma, él sería el que derrotaría

capturaría y sacrificaría a los dioses, lo cual lo legitimaría totalmente como

gobernante del Imperio ante sus propios enemigos. Por otro lado, Francisco

Pizarro también desplegaba sus piezas de modo inteligente. Evitó en todo

momento que los atahualpistas conocieran el verdadero poder de las armas

españolas, de tal modo que siempre se mantuviera el elemento sorpresa. Tenía

planeado capturar al Inca en medio de la plaza aprovechando el desconcierto

general (p. 137).

Como nos dice el libro Historia y Conquista del Perú de William H. Prescott,

escrito en el siglo XIX, durante cualquier invasión española de la principal plaza de la

ciudad, intento cualquier ataque a las tropas incas que custodiaban el valle se

consideraba una muerte. La retirada tampoco era una opción, porque cualquier gesto

que pudiera interpretarse como una debilidad que redujera el poder que querían

mostrar los españoles habría llamado a la persecución y la ronquera en los puertos de

montaña controlados por los incas, (Zapata, 2013).

Por invitación de los incas, envió a su general, Hernando de Soto, aunque

posteriormente también envió a su hermano propio con una manada de caballería por

la complicada situación. Sin embargo, dejó en claro que no había forma de mostrar

los recursos militares de su equipo o la fuerza de los caballos. Pizarro observaba todo

desde la torre del fuerte que dominaba el espacio, (Zapata, 2013).

a) Ayuno religioso.
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Realizó Atahualpa un ayuno religioso en Cajamarca de la misma manera sus

generales luchaban triunfalmente contra Huáscar, (Rios, 2020).

b) Defecto de Atahualpa.

El príncipe Atahualpa se mostró indiferente ante el grupo de intrigantes

imperialistas y vestidos mal fueron a Cajamarca en 1532 del mes de noviembre.

Atahualpa realizó el imperdonable error de repeler al discrepante. Una vez encarceló

a españoles en su viaje desde la costa a las montañas. No pudo haber aprobado la

invitación de Francisco Pizarro, (Rios, 2020).

c) Atahualpa en la Plaza de Cajamarca

En 1532 del 16 de noviembre, el Inca dejó su recinto cerca del balneario y llevó

con orgullo su anda dorada a Cajamarca a la plaza principal. Detrás de él está el

Señor de Chincha, asimismo en una anda (siendo el honor extravagante). Se dice que

los compañeros de Atahualpa no contaban con sus herramientas. Otros afirman

haberlos escondido sus armas, (Rios, 2020).

1.5.1. La noche anterior a la captura de Atahualpa (15 de noviembre de 1532).

Rostworowski (1999) manifiesta lo siguiente: Estando toda la noche, como

tengo dicho, los españoles en velo, con harto temor por la mucha gente que el

indio tenía, como Soto y los que con él fueron, dijeron haber visto, y no estar

experimentados los españoles cómo estos indios peleaban, ni qué ánimo

tenían, porque hasta aquí no habían peleado con indios de guerra, sino había

sido en Tumbes y en la Puna con unos pocos, que no llegaban a seiscientos.


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Pues, después de amanecido, el Marqués don Francisco Pizarro ordenó a su

gente, partiendo en dos partes los de a caballo, dando la una a Hernando

Pizarro y la otra a Hernando de Soto y así mismo partió a la gente de a pie en

dos partes, tomando él la una y dando a su hermano Juan Pizarro la otra.

Mandó, asimismo, a Pedro de Candia con dos o tres soldados de a pie y con

trompetas se subiesen a una fortaleza que está en la plaza de Cajamarca, y allí

estuviesen con un falconete pequeño que el campo traía y que haciéndoles una

señal desde el galpón, que se le haría cuando todos los indios hubiesen entrado

en la plaza, y Atahualpa con ellos, y en estando dentro se haría la señal, y

haciéndosela soltase el tiro y tocasen las trompetas, y tocadas saldrían los de a

caballo de tropel de un galpón grande donde todos estaban metidos, donde

bien cabían mucho más que fueren.

El galpón tenía muchas puertas, todas a la plaza, grandes que podían muy bien

salir a caballo los que dentro estaban. Asimismo, galpón, a una parte para salir

tras los de a caballo. Así todos estaban dentro de este galpón, que ninguno

faltaba; ni salían a la plaza, porque no viesen de tropel. Todos echaron a sus

caballos pretales de cascabeles para poner espanto a los indios. Pues estando

así los españoles, fue la nueva a Atobaliba de indios que tenía espiando, que

los españoles estaban todos metidos en un galpón, llenos de miedo, y que

ninguno parecía por la plaza; y a la verdad el indio la decía, porque yo oí a

muchos españoles que sin sentirlo se orinaban de puro miedo (p.145).


18

1.5.2. El recibimiento de los españoles en Pultumarca.

Felipillo de Poechos (Hernando Pizarro lo realiza con Martinillo) entre otros

escoltó a Soto en Cajamarca. El reside en los balnearios de Pultumarca hubó un

espectáculo sorprendente para los imperialistas. Acostumbrados a ver tribus bárbaras

durante su estadía en Centroamérica, e incluso en las zonas actuales de la costa

colombiana, uno de ellos relata: "Y había tantas tiendas ... Podían tener una estadía

tan grandiosa, no tantas tiendas". , no tan listos; nunca se vieron en la India, lo que

nos causó mucha confusión y miedo a los españoles ...

Asimismo, Rostworowski (1999) afirma lo siguiente: Llegados al palacete

donde descansaba el Inca, Felipillo tomó la palabra y demandó la presencia de

este. Un orejón iría donde su señor con el mensaje y los españoles quedarían a

la espera de alguna respuesta. Sin embargo, transcurría el tiempo y quien sí

hizo su aparición fue un encabalgado Hernando Pizarro, que irrumpió con

rabia en el recinto. Sin bajarse del animal, se dirigió a Soto preguntándole por

el motivo de su demora, a lo que este respondió "aquí me tiene diciendo ya

sale Atahualpa... y no sale". Pizarro le ordenó muy molesto a Martinillo que

llame al Inca, pero como nadie saliera, se encolerizó aún más y dijo "¡Decidle

al perro que salga...!". 'Tras el agravio', alguien se presenta ante todos a

observar la situación y procede a llamar a Atahualpa, mencionando a Pizarro

como aquel que lo había ofendido en Maixicavilca. Es justamente tras esto

que se aparece el Atahualpa, caminando hacia el lugar y procediendo a


19

sentarse sobre un bancocolorado, siempre tras una cortina que únicamente

dejaba ver su silueta. De este modo, podía observar al enemigo sin ser visto;

con lo que estaba en una perfecta posición para estudiarlos (p. 150).

Soto se acerca rápidamente a la cortina, todavía sentado, entregando la

invitación a Atahualpa, aunque ni siquiera lo ha mirado. Sino, que volvió hacia su

tema y le murmuró varias cosas. Pizarro, que estaba tan irritado como cualquiera,

volvió a perder sus documentos e intentó a gritar la secuencia de cosas, que

finalmente llamó el esmero de los incas, quienes ordenaron que se retirara el telón. Su

mirada estaba ahora en el español ... o especialmente en el atrevido que lo llamaba

"perro". No obstante, con el más grande desprecio, aparte la mirada de él y se regresó

hacia Soto y le mencionó que conocía al líder que fuera al día siguiente a ver dónde

estaban y le pagara por todo el cuidado y la estadía en su hogar que permanecen en su

territorio de origen. Hernando Pizarro, que se sentía impotente, le comentó a

Martinillo para mencionarle a Inca que no había diferencia entre él y el Capitán Soto

ya que ambos eran oficiales de su majestad. Atahualpa siguió bebiendo de un vaso y

no se movió. Sin embargo, Soto le dijo a Inca que el gobernador era su hermano,

(Zapata, 2013).

En seguida, prestó poca atención al protagonista, pero últimamente se acercó a

él, diciendo que sabía cómo había humillado a varios caciques tirándolos de una

cadena, y que el espía le había dicho que solo había asesinado a 3 cristianos, lo cual el

responde Pizarro enojado, que el confidente era un villano, y un español solo bastaba

para asesinar a los indios, porque todos eran gallinas, y si quería, podía demostrar que

iba a la batalla con él. Sin embargo, es totalmente contrario a la regla de su hermano;
20

pero favorablemente los incas lo tomaron solo como una hazaña. Los españoles

persuadieron a los incas de traer a la reunión sólo sirvientes como un gesto de buena

voluntad y no soldados, aunque Atahualpa también trajo algunos 100 de soldados de

su escolta imperial. Atahualpa circuló con 30000-40000 sirvientes y guerreros,

escondiendo guerreros mientras los demás iban desarmados a sus órdenes (porque

planeaba capturar a los españoles como animales). Pizarro los esperaba con 180

españoles y 37 caballos, más el mismo número de auxiliares nativos americanos,

(Zapata, 2013).

1.5.3. Captura de Atahualpa

El sábado 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca, fue capturado el Inca

Atahualpa.

a) Fray Vicente Valverde y la solicitud.

El 16 de noviembre de 1532 en horas de la tarde, el número de tropas de

Atahualpa fue de su confianza de (20.000 individuos), entró a Cajamarca a la plaza

principal, donde se reunió con él Fray Vicente Valverde para indicarle el pedido a

través de un intérprete Felipillo, (Rios, 2020).

b) una excusa para iniciar un ataque.

No comprendió a Atahualpa el pedido de Fray Vicente Valverde, quien le

pidió que fuera vasallo del Rey de España y aceptó el cristianismo. Por eso, arrojó

sorprendido la Biblia, que el religioso sostenía en su mano, era una excusa para lanzar

un ataque, (Rios, 2020).

c) Inca Atahualpa es capturado.


21

La sorpresa es un factor contundente para los imperialistas, liderados por

Francisco Pizarro, fue abrumador, lo que definió el espanto del entorno nativo, que

capturó a los incas, reconoció el beneficio de los españoles por los metales preciosos,

y ofreció una habitación llena de 2 platas y de oro, su libertad, el rescate, fue aceptada

por los conquistadores, pero los incas no fueron liberados, (Rios, 2020).

1.5.4. Cuestiones sobre la captura de Atahualpa.

Sólo hubo una versión de la captura de Atahualpa de los primeros

historiadores, una versión de los triunfadores: un terror que estalla en las potencias

incas al rugir de los cañones que abren fuego contra la cabalgadura española en el

mar humano. que protegía a los incas. Luego la caballería como las armaduras de

fuego son ignoradas en la América indígena, por lo que entendemos el terror de las

fuerzas indígenas antes de que este fenómeno ocurriera antes que ellas. Algunos

historiadores no reconocen la participación de fuerzas indígenas guerreras en el

Imperio Inca que apoyan al conquistador español y que entregarían el Inca Atahualpa

a los españoles por su conocimiento del Imperio Inca y la zona de conflicto, (Zapata,

2013).

1.6. Prisión y muerte de Atahualpa

Guillen (1985) señala que: Atahualpa estuvo sumergido en una época de

depresión porque le quitaron a su coya (mujer), su riqueza y su reino. Cuenta

que lloró, no comió mucho y dormía poco (p. 34).

En prisión, Atahualpa organizó dos ejércitos a espaldas del español, uno al

poderío de Chalcuchímac para ir a Cajamarca a liberarlo y el otro a la soberanía de


22

Quisquis para tomar Cusco y destruir todos los restos del Huáscar. En la cárcel se

hizo amigo de Pizarro y admiró a Hernando Pizarro, de quien dijo que era un gran

caballero. Asimismo jugó mucho con Taptana, algunos historiadores han mezclado

con el ajedrez y un juego de mesa inca. Según las crónicas, aprendió español en

veinte días, (Zapata, 2013).

1.6.1. Prisión del inca Atahualpa.

Atahualpa en prisión, ofreció a cambio de su libertad que llenara uno de oro y

2 cuartos de plata, "mientras su mano llegara". Fue aceptado por los españoles, e

inmediatamente se ordenó a uno el Imperio Inca que enviara la mayor cantidad de

plata y oro a Cajamarca. Después de hacer su parte, los españoles fueron condenados

a muerte por idolatría, asesinato, poligamia, incesto y acusados de esconder tesoros,

(Iperu, 2016).

Se le dieron dos últimas iniciativas: fue bautizado cristiano y en seguida

colgado o quemado vivo. Al elegir la primera iniciativa, es bautizado con el nombre

de Francisco. Se cree que Francisco Pizarro lamentó su muerte (relata Pedro Pizarro

en su crónica, "Vi llorar al marqués"), (Iperu, 2016).

1.6.2. Muerte del inca Atahualpa (26 de julio de 1533).

Fue ejecutado, el 26 de julio de 1533. La crónica de su defunción provocó una

gran ilegalidad, con varios grupos étnicos dominados por los incas que se levantaron

y trataron de reconquistar su emancipación.


23

En Cajamarca, es sepultado en la iglesia, pero pocos días después su cuerpo se

desapareció en modo misterioso; posiblemente fue salvada por sus súbditos para ser

momificada y enterrada junto con sus orígenes.

Después de su fallecimiento, los muchos seguidores incas de Huáscar (Manco

Inca) se ensamblaron a los españoles para rendir a Chalcuchimaco, Quisquist y otros

seguidores de Atahualpa.
24

Capítulo II

Desarticulación de la Cultura Inca

2.1. Restauración del gobierno legítimo del Tawantinsuyu.

Casi inmediatamente después de la ejecución del infortunado Atahualpa – no

obstante que Manco Inca Yupanqui ya había sido elegido sucesor de Imperio a la

muerte de Huáscar Inca – la facción legalista que estaba en Cajamarca, precipitando

los hechos, decidió la borla o mascaypacha al awki Thupa Wallpa, quien, para

afianzar su poder y acabar con el reducto rebelde que estaba en Cusco, partió de

Cajamarca hacia esta capital del Imperio el 11 de agosto de 1533.

Cuando en el Cusco se conoció la infausta muerte de Atahualpa y de cómo los

españoles lo habían engañado tantos veces, Vila Oma – entonces sumo sacerdote del

Sol y tan respetado como el Papa entre los cristianos – como hombre de mayor

prestigio, alarmado por el atrevimiento de los extranjeros percibiendo el grave riesgo

que pasaba sobre la seguridad del Tawantinsuyu, planteó a los grupos rivales deponer

sus rencores para unirse contra la nueva gente, diciéndoles, admonitivamente; que si

estos venían desde lejos no era para cumplir, sino para disponer.

Kaufmann (2002) explica: El propia capitán Ataowallpista Quizquiz,

reconociendo este grave peligro y aceptando la opinión de Vila Oma, propuso

a Paullu – otro de los hijos de Wayna Qhapaq que como Inka de transición

asumiese el gobierno del Imperio.


25

Pero este awki no aceptó la designación, respetando el derecho de Manko Inka

Yupanki o quizás porque los dirigentes del bando legalista, seguros de su

triunfo sobre la gente de Atao Wallpa, se negaron a todo entendimiento con el

bando de los rebeldes (p. 80).

Mientras tanto, Thupa Wallpa y Francisco Pizarro llegaron al pueblo de Hatun

Jauja el 11 de octubre de este año, luego de haber cancelado a los seiscientos

soldados de Yukra Wallpa que habían querido quemar este pueblo. Unos días

después, Thupa Wallpa, que venía aquejado de la enfermedad, falleció de sus

dolencia e insidioso se inculpó de Challku Chima de haberle dado un bebedizo,

cuando en realidad, según la carta del Ayuntamiento de Jauja, no se hizo ninguna

averiguación sobre la muerte del infortunado hijo de Atahualpa – combinar en los

asuntos políticos de la proceso imperial – sugirió que se nombrará un nuevo Inca y

que incluso quiso falsificar a Challku Chima para que trajera a Thupa Atauchi, hijo de

Atahualpa, proponiéndole nombrarlo su regente si lograba que Quizquiz depusiera las

armas. Al final, nada pudo lograr, simplemente los señores del Cusco no le hicieron

caso y Challku Chima no creyó tales promesas de un hombre que había faltado a su

palabra, (Tapuy, 2013). La marcha de Jauja al Cusco fue azarosa. El ejército capitán

Yukra Wallpa, si bien no quiso darles batalla prefirió retirarse hostilizando

permanentemente a la vanguardia inca española, con algunos encuentros serios, como

en las proximidades de Vilcaswaman, hasta el cerro de Vilcaconga (Willka Kunka),

donde unido con las fuerzas de Quizquiz se parapetó en este lugar para contener el

avance de los incas y españoles.


26

Numerosos documentos reseñan este encuentro y se dice que, cuando los incas

legalistas y los españoles estuvieron a punto de ser exterminados, las fuerzas

ataowallpistas se retiraron al saber la proximidad de la pequeña caballería de

Almagro y, principalmente al conocer también la presencia de Manko Inka Yupanki,

que iba a Vilcaconga para auxiliar a la vanguardia que había sido atacada.

Corto después, el joven Inka se pactó en el valle de Sacsawana con Pizarro,

En 1533 del 14 de noviembre. Por esta alianza, el jefe de la hueste hispana reconoció

la autoridad de Manko Inka Yupanki como el legítimo gobernante del Imperio y se

comprometió a colaborar para acabar con la hueste Ataowallpista que estaba en el

Cusco. A continuación, para aclamar este infortunado acuerdo, es calcinado Challku

Chima, el valeroso y temido capitán de Atahualpa, quien falleció, consumido por el

fuego, sin maldecir de sus divinidades tutelares pidiendo a Pachacamac y Wanakaure,

el escarmiento de los nuevos aliados. Si bien Vila Oma y algunos otros capitanes se

opusieron a esta alianza, sin embargo, dadas las circunstancias políticas, aceptaron la

decisión del Inka con la seguridad de después de liquidado el bando rebelde y

consolidada la autoridad imperial, sería fácil acabar con los extranjeros si

pretendieran quedarse en la tierra, (Tapuy, 2013).

Fue así como entraron Pizarro y los españoles en la gran ciudadela del Cusco,

siendo Inka nuevo, nada más que como compañero y no como imperialista de la

ciudad, como consecutivamente intentó probar, en agravio de su antiguo socio el

mariscal Almagro. Casi inmediatamente después de la solemne recepción que los

pobladores hicieron al Inka y a su "magnífico aliado", como dice Raúl Porras, Manko

Inka Yupanki, con unos cinco mil hombres y llevando consigo a unos cincuenta
27

españoles al control del capitán Soto, partió en seguimiento de Quizquiz, a quien

dominó en la ciudad de Sapi, obligándolo a retirarse rápidamente aunque después de

haber recibido la mascapaycha imperial de acuerdo a las viejas tradiciones. Intentó

continuar la persecución de los rebeldes, pero tuvo que suspender la acción militar,

porque entonces trascendió que alguno de sus capitanes había mostrado su

descontento por la presencia de los españoles y el trato especial que el Inka les daba.

Sin embargo, el joven monarca disimuló los hechos, ya que quería utilizar la ayuda

extranjera hasta desbaratar totalmente a las fuerzas de Quizquiz.

En efecto, pasadas las lluvias, Manko Inka Yupanki y Pizarro llegaron en

1534 del mes de abril al valle de Jauja y, con un despacho aliada de Hernando de

Soto y Paullu Inka, derrotaron finalmente al general Ataowallpista en la batalla de

Maraycalla, a finales del mes mayo de este año.

Cuando entonces el joven Inka era dueño que pensó tener a su merced a los

españoles, donde entendió dramático la magnitud del político error, pues sus aliados,

siguiendo sus planes de conquista y sin que se percatara el Inka, habían deslealmente

ganando a su favor la amistad de los Wancas, que ilusionados por su futura

independencia del Tawantinsuyu no habían vacilado en plegarse a la nueva gente.

Asimismo, habían logrado estimular la ambición de los otros hijos de Wayna Ohapaq,

para que despojaran a Manko Inka Yupanki del derecho a la borla imperial. Lo que es

más, comprendió con profunda preocupación que sus aliados no eran simplemente la

mesnada aventurera ni los mercenarios que había imaginado al principio, sino la

punta de lanza del Imperio español, cuyo manifiesto propósito era apoderarse del

reino. La llegada de la gente de Alvarado a la costa ecuatoriana y, después, el arribo


28

de otros refuerzos confirmaba así que, sin pensarlo, había abierto a los extranjeros las

puertas del Imperio.

El joven Inka no asumió una actitud conformista frente a este peligro, sino

que, disimulando su disgusto y su impotencia inmediata, se propuso febrilmente

organizar todo un plan estratégico para echar del Perú a sus desleales aliados y

castigar inflexiblemente a todos aquellos que osaran apoyarlos. Esta cautela del Inka

explica ahora su aparente tolerancia a los desmanes que perpetraban los españoles, a

la institución de nuevas ciudades, de la repartición de las provincias del Imperio

como cosa suya e incluso la apropiación de las residencias reales del Cusco, porque

todo esto podría ser episódico si alcanzaba a ejecutar los planes que venía

preparando, uno de cuyos ejemplos es haber logrado por una parte dispersar a los

españoles para que fueran a ver sus "encomiendas Co- dividido al ejército español en

tres partes: Lima, Cusco y Collasuyu, con el evidente propósito de batirlos

separadamente. Así se dijo después que Paullu Inka había acompañado al mariscal

Almagro a las agrestes serranías del Collao con el propósito de matarlo en el

camino".

Cualesquiera que hayan sido los detalles de los planes del Inka, la verdad es

que no fueron tan discretos, porque a mediados de 1535, cuando aún Francisco

Pizarro estaba en el Cusco, los españoles y sus aliados de las panacas incas se

informaron de la conspiración de Manko Inka Yupanki y arteramente lo prendieron,

dándole así lo que llamamos un golpe de Estado, quedando el Inka hecho prisionero

de los extranjeros.
29

El cautiverio del Inka fue penoso; encadenado y con una collera al pescuezo

fue extorsionado, y pudo recobrar su libertad después de haber pagado un cuantioso

rescate. Pero luego, sorprendido cuando huía del Cusco -rumbo al Collasuyu fue

nuevamente puesto en prisión y sus colaboradores vilmente torturados. Los

vejámenes y afrentas que sufrió el Inka de los hermanos Pizarro y sus amigos, están

crudamente descritos por las versiones españolas y los numerosos testigos

presenciales peruanos. Pero el joven Manko Inka Yupanki, con estoicismo y valor

moral que se admira, soportó valerosamente estas iniquidades, hasta que, en febrero

de 1536, fue puesto en libertad por Hernando Pizarro, que entonces llegó a la ciudad

del Cusco. Posteriormente, con la llegada de Vila Oma, la conspiración del Inka

siguió adelante; y sigilosamente acordaron que sus capitanes salieran de la ciudad y

fueran a cada uno de los suyu a reunir la gente y concentrarla en el momento

oportuno en torno del Cusco. Mientras tanto, conociendo la codicia de Hernando

Pizarro, hábilmente se fue ganando su confianza. De este modo, en las semanas

siguientes, con simulada gratitud por haberlo dejado libre, le regaló toda su vajilla de

oro y, después, para cebar su avaricia, una buena cantidad de vigas de plata del

templo del sol (Qorikancha), botijas de oro en polvo y algunas estatuas, de tal manera

que cierto día le manifestó que si le daba permiso para salir de la ciudad, le traería

como obsequio nada menos que la propia estatua de Wayna Qhapaq, toda de oro,

incluso las tripas.

Hernando Pizarro, cegado por la ambición, cayó en el cuento y sin vacilar

autorizó al Inka para que, saliendo discretamente del Cusco, se lo trajera lo más

pronto posible. Fue así como, el 18 de abril de este año de 1536, Manko Inka
30

Yupanki dejó la ciudad del Cusco y, en cumplimiento de sus planes, se propuso

acabar con los españoles.

2.2. Causas de la caída del incario.

La caída del Incario se ha explicado tradicionalmente por diversos motivos,

como el factor sorpresa utilizado por los españoles, la presencia de animales

desconocidos como el caballo, y las divisiones que prevalecieron entre los hermanos

Huáscar y Atahualpa durante la invasión española.

La tesis de la colaboración india recibida por los invasores españoles como

causa primordial de la fácil derrota del Incario fue formulada por primera vez de

modo concreto por Juan José Vega, (Arditi, 2011). Por su parte, Valdemar Espinoza

Soriano ofreció nuevas luces sobre el tema, estudiando el caso particular del

colaboracionismo prestado a los españoles por los huancas – constatado por Riva

Agüero-, así como también el de la nación chachapoyana (Espinoza 1967), que había

ocupado su atención desde que era estudiante.

La noción que presenta la asistencia india como principio primordial del

desprendimiento del Incario se ensambla con lo amparado sobre el divisionismo entre

Atahualpa y Huáscar y sus guerras fraticidas por el poder. Fueron en el fondo estas

rencillas las que llevaron a lo que Juan José Vega (1963) con lucidez describe en la

siguiente frase: “La Conquista europea tomó forma de insurrecciones regionales

contra el Inca”.

Asimismo, Kauffmann (2002) menciona lo siguiente: La efervescencia

anticuzqueña contribuyó también el hecho de que el Incario estaba forjándose


31

a base de la incorporación de naciones coetáneas que poblaban lo que se

constituiría en el Tahuantinsuyo. Es así como se explica que la nación Chimú

recibiera amistosamente a las huestes invasoras tratándolas como “libertadores

del yugo incaico” y que también retornara “con entusiasmo a su antiguo

idioma despreciando la lengua quechua (incaica) que les recordaba a su

derrota y su periodo de avasallamiento” (p. 36).

Por su parte, las luchas dinásticas se manifiestan desde los inicios del periodo

imperial inca; en este sentido, las contiendas entre Huáscar y Atahualpa no

representan más que nuevas formas de una vieja tradición que antecedió a la

presencia de los hombres barbados en territorio inca.

Hay quienes ponen en tela de juicio el derrumbe violento del Incario,

atendiendo a que después de Cajamarca se producen levantamientos, especialmente el

de “reconquista”, encabezado por Manco Inca en 1536.

Los autores citados han rastreado minuciosamente los brotes de resistencia

durante los años que siguen a los sucesos de Cajamarca y encuentran que estos

menudean. Nadie podrá dudar de que los hubo, pero al parecer no tuvieron la

trascendencia que les atribuyen los citados historiadores; inclusive, algunas de estas

acciones solo pueden ser calificadas como actos aislados de sabotaje. Las

excepciones están constituidas por el “intento de reconquista” de Manco Inca, ya

citado, y los sucesos protagonizados por los incas de Vilcabamba hasta la muerte de

Tupac Amaru I, en lo referente al Siglo XVI. Por su parte, L. Millones y P. Duviols

estudiaron el movimiento “mesiánico” de la vuelta a los “tiempos del Inga”,


32

fundamentado en contextos religiosos y conocido como Taqui Oncoy, que se

desarrolla también durante el siglo XVI.

La reacción antiespañola en la que impera una “conciencia inca”, trasladada

en diversos movimientos, de los siglos XVI, XVII, XVIII, ha sido analizada por Jhon

H Rowe (1955) y Horacio Villanueva Urteaga (1964). Las acciones de Manco Inca,

las de los incas de Vilcabamba y la de Túpac Amaru serán analizadas oportunamente.

2.3. La reacción militar e ideológica.

Muerto Atahualpa continuará los actos de sabotaje contra los españoles,

aunque incidentales.

Después del breve gobierno ficticio de Topa Huallpa (Toparpa) se presentará

la gran sublevación protagonizada por Manco II en 1536. Luego de diversos

encuentros con los españoles, Manco II se replegó al área montañosa de Vilcabamba,

siendo el primero de la dinastía de teórico mando conocida como la de los incas de

Vilcabamba.

Varios centros arquitectónicos de importancia, unidos por caminos bien

cimentados, estaban situados en el área o sus inmediaciones (Vitcos, Espiritu Pampa,

Choquequirao, Torontoy, etc.). Estas construcciones fueron levantadas en tiempos

incaicos tardíos; algunas son de factura en algo posterior a la conquista española, pero

en su construcción se siguieron los patrones arquitectónicos incaicos.

El ambiente y la gente de tradición amazónica que moraba en la comarca de

Vilcabamba, debieron presentarse como hostiles a los diversos “soberanos” de la

dinastía inca de Vilcabamba y su séquito, De lo último, dan testimonio las escenas de

combate entre tropas incas y combatientes selváticos representados en queros. La


33

breve, pero dramática gesta de Vilcabamba, termina con el apresamiento de Túpac

Amaru I y su ejecución en 1572.

La historia de los “Incas de Vilcabamba” ha merecido copiosas

investigaciones, de las que ya hemos dado cuenta.

2.3.1. Manco Inca y su tentativa de reconquista.

Ejecutado Atahualpa en 1533, Pizarro, movido por intereses diplomáticos

según se afirma, nombró Inca a Túpac Huallpa (“Toparpa”), siendo hijo de Huayna

Cápac, por consiguiente, hermano de Atahualpa y de Huáscar. En ese momento,

Toparpa se encontraba en Cajamarca y había acompañado al Inca Atahualpa durante

su prisión. Tres meses después de recibir la mascaipacha imperial, durante la marcha

de Pizarro al Cusco, murió en Jauja, según se dice envenenado por Callcuchima,

general de Atahualpa.

Manco Inca fue el primero de los llamados “Incas de Vilcabamba”. Hijo de

Mama Runtu y Huayna Cápac, fueron esperar a Francisco Pizarro cuando este ingresó

al Cusco y se le reconoció su derecho al trono.

Con Diego de Almagro, arremetió contra los de bando quiteño, luchando

contra Quisquis, antiguo general de Atahualpa.

Al partir Almagro a la conquista de Chile, Manco Inca fue hostilizado por

Juan y Gonzalo Pizarro, quienes lo redujeron a prisión; sin embargo, cuando

Hernando Pizarro llegó al Cusco, Manco logró una autorización para salir de la

ciudad el 18 de julio de 1536, aparentemente para acarrear riquezas; pero, en realidad,

aprovechó de esta coyuntura para organizar una rebelión general contra los españoles.
34

Ocupó la fortaleza de Saqsaywaman y sitió la capital imperial. Los españoles

recuperaron la “fortaleza”, librando una batalla en que murieron Cahuide y Juan

Pizarro, protagonista incaico que eligió inmolarse a ser arrestado por los

“viracochas”.

Las tropas de Manco ingresaron hasta Lima, pero fueron batidas, debido a que

los españoles atacaron al comandante y lo apresaron herido, lo que produjo pánico

entre los combatientes nativos. El levantamiento de Manco Inca es considerado como

de reconquista, al señalarse que su meta era la expulsión de los españoles.

2.3.2. Los incas de Vilcabamba.

La gesta de Vilcabamba, protagonizada por Manco Inca y sus descendientes

Túpac Amaru, Titu Cusi Yupanqui y Sayri Túpac, se inicia en 1537 con el retiro de

Manco Inca al área de Vilcabamba.

Los refugiados en Vilcabamba debieron batir y convivir con nativos de

tradición cultural amazónica. Levantaron centros de poder y de culto, y centros

poblados como el de Espíritu Pampa. Al parecer, la capital fue Vitcos, donde todavía

se levantan imponentes ruinas de palacios y templos. Aún no ha quedado claramente

establecido el papel que desempeñaron Machu Picchu y otros centros arquitectónicos

como Huiñay Huayna en el marco de la historia de los “Incas de Vilcambamba”,

quienes se mantuvieron en su reducto sin obedecer al gobierno virreinal y

hostilizando a los españoles desde su teórico Incario Colonial hasta 1572, año en que

Túpac Amaru fue apresado y ejecutado.

A. Manco Inca.
35

Al regresar Almagro de Chile, Manco se refugió en Vilcabamba y, desde su reducto,

resolvió atacar a las posiciones españolas.

Tenía por amigos a algunos almagristas. Estos asesinaron al Inca en 1542, a dos años

de la Rebelión de Gonzalo Pizarro contra el virrey Blasco Nuñez de Vela, para

congraciarse con la autoridad llegada de España. Según una versión, los asesinos

huyeron con los caballos del Inca, pero fueron apresados por los indios, que los

decapitaron. Presentaron las cabezas a Manco Inca, quien sobrevivió tres días después

de haber sido apuñalado.

B. Sayri Tupac.

Siendo hijo de Culchima Caype y Manco. A la muerte de su padre, en 1542, fue

declarado heredero legítimo y se casó luego con su hermana Cusi Huarcay.

Se mantuvo en el reducto de Vilcabamba hasta que el virrey Hurtado de Mendoza

logró que accediese a una entrevista en Lima, que tuvo lugar en 1558. Sayri Túpac

aceptó, de buena o mala gana, las mercedes que se le ofreció para que dejara

Vilcabamba y se hizo cristiano. Murió en Yucay, pocos años después.

C. Titu Cusi Yupanqui.

Otro hijo de Manco Inca. Se encargó de la gobernación gentil de Vilcabamba cuando

su hermano Sayri Túpac se doblegó a la causa española en 1557 – 1558.

Adoptó una posición belicosa frente a los españoles, una vez muerto Sayri Túpac.

Por encargo del gobernador Lope García de Castro, el licenciado Juan de Matienzo

logró concertar una entrevista con Titu Cusi Yupanqui, la que tuvo lugar en el puente

de Choquechaca, entrada al “Incario” de Vilcabamba tributa sus aguas al Urubamba.


36

Tito Cusi terminó por hacerse cristiano y jurar alianza al rey, en 1568, y hasta

consintió la entrada de misioneros a Vilcabamba en ese año. Enfermó por entonces y,

como quiera “que los frailes no pudieron curarlo ni mucho menos resucitarlo”, los

nativos martirizaron al misionero Diego de Ortiz y volvieron a mostrarse belicoso.

D. Tupac Amaru.

Otro de los hijos de Manco Inca fue el cuarto y último de los “incas de Vilcabamba”.

Se le reconoció como tal a la defunción de Titu Cusi Yupanqui.

Por aquel entonces, el Virrey Toledo le envió mensajeros y, “convencido de que era

necesario terminar con el reducto incaico de Vilcabamba”, envió a este lugar, con

astucia, a Martín García de Loyola, emparentado más tarde al Inca por su esposa.

El capitán Loyola logró conducirlo preso al Cusco, donde fue ajusticiado por orden

del Virrey, en 1572. Esta fecha marca el fin de la resistencia de los descendientes

directos de los incas, es decir, de los llamados “incas de Vilcabamba”.

2.3.3. El Taqui Onqoy.

Además de las acciones de Manco II en pro de una reconquista del Incario y

de los movimientos de resistencia de los “incas de Vilcabamba” contra el gobierno

español, durante el siglo XVI, se generó el movimiento nativo conocido con el

nombre de Taqui Oncoy, investigado particularmente por Luis Millones, así como

también por Pierre Duviols .

Se trata de un movimiento mesiánico que persigue expulsar del país a los

invasores blancos para reimplantar las estructuras del pasado. El Taqui Oncoy
37

reclinaba su poder en el culto a las huacas. Se inició hacia 1564 y se apagó alrededor

de 1570 o 1572.

Al respecto, Rostworowski (1999) manifiesta: El Taqui Oncoy perseguía una

especie de purificación mágica, de antiguo cuño, ante las intromisiones

europeas, de las que ya no era posible liberarse por las armas. Las huacas se

tornarían poderosas y ayudarían a restablecer el viejo orden sólo mediante

plegarias y ofrendas redobladas. La ideología del Taqui Oncoy se apropió de

ideas cristianas.

El movimiento del Taqui Oncoy propugnaba la esperanza de un retorno al

pasado incaico pero no enarboló a un dios andino – como Illapa o la

Pachamama – como bandera, sino a las huacas. Acaso porque no era de

competencia de los dioses del sustento la crisis sociopolítica que enrostraba

por entonces el mundo nativo, debido a la invasión o dominio de los españoles

(p. 195).

Aunque el movimiento del Taqui Oncoy declinó a los pocos años de su

gestación, la esperanza de un retorno al pasado incaico siguió vigente, aunque de una

manera marginal, a través de mitos como el de Incarri, de dramas representados en el

folclor, y también a través de círculos intelectuales de Perú y Bolivia.

2.4. El peruano de tradición ancestral en la colonia.

George M. Foster acuñó el concepto de “conquest culture”, que aplica el

proceso de aculturación sufrida por las civilizaciones del Nuevo Mundo desde la

invasión española.
38

2.4.1 La rendición cultural.

La ocupación española del Incario no fue, ciertamente, un hecho episódico

más en la trayectoria histórica de la cultura andina, reducido a acciones bélicas o a la

imposición de un cambio dinástico; tampoco solo un adueñarse del control de la tierra

y de las fuerzas productivas; como tampoco un movimiento piadoso. La ocupación

española del Incario significó, sobre todo, la introducción de cambios profundos en el

seno de la cultura andina ancestral. Toda discusión aparte de si estos la beneficiaron o

no, la cultura andina inició desde el siglo XVI una carrera de occidentalización que,

al mismo tiempo, le significó el desprenderse de sus valores y logos propios,

trocándolos por los importados.

Kaufmann (2002) manifiesta lo siguiente: El bagaje cultural venido de España

fue, en algunos casos, también introducido a la fuerza. Tal la labor

evangelizadora, que tropezó con un mundo religioso al que el nativo sentía

especial apego. Para ser cumplida, además del convencimiento verbal

amoroso, la misión debió ser complementada con acciones firmes que incluían

castigos y la destrucción de la parafernalia andina que permitiera “extirpar”

las idolatrías. Desde el punto de vista de los españoles, ellos sólo actuaban

guiados por los designios del dios bíblico y cumplían con una obra de bien, lo

que les insuflaba tesón y valor en su empresa catequista.

Lo mismo sucedió con el modelo socioeconómico, que fue sobrepuesto al

antiguo, conservándose algunos moldes de viejo cuño andino siempre que

éstos fueran de provecho para los amos blancos (p. 125).


39

Pero en cuanto a otros aspectos culturales, las formas venidas de España

fueron apetecidas y virtualmente devoradas. Este fenómeno equivale a una especia de

rendición cultural, vista desde el ángulo de la cultura ancestral andina, El proceso de

asimilación de facetas nuevas, que van hasta la moda, no ha cesado. Solo que ahora

no proviene de España, sino principalmente de la modalidad occidental del

“American way of live”, que hace impacto en todos los estamentos que conforman la

comunidad cultura peruana y afecta más a la propia cultura española – peruana que a

la de tradición andina.

La cultura dominante, la española, se ha enriquecido sin duda al contacto con

la tradición cultural ancestral. Pero, como en lo culinario, se trata de influencias que

solo se presentan con carácter adjetivo o de tal forma que no obstante su importancia

no son debidamente contabilizables en balances culturales, tal como sucede, por

ejemplo, con el impresionante manojo de cultígenos andinos que terminó

beneficiando el modelo alimentario en escala mundial.

Es de este modo que se advierte, según algunos estudiosos, que no se puede

hablar con propiedad de un mestizaje de culturas, en la Colonia. La cultura española,

con la diversidad de tradiciones que a su vez reúne, se hizo presente como un todo,

domando y perpetuándose prácticamente impoluta a lo largo del periodo colonial y

aún después. Dicho de otro modo, aculturando lo andino, y no a la inversa. Otro es el

aspecto representado por la mezcla sanguínea o mestizaje racial.

2.4.2. El enfoque occidental de los tres siglos de horror


40

Los agravios sufridos por el indio en los “tres siglos de horror” colonial,

referidos en el himno nacional del Perú, fueron sin duda alguna extremados desde

toda perspectiva moral. Sin embargo, una compulsa ecuánime permite afirmar que

estos no se cometieron por cuanto los españoles sean por naturaleza criminales en

mayor o menor grado que otros grupos humanos, si no por las circunstancias

históricas especiales que se presentaban por entonces provocando en ellos una suerte

de fiebre de enriquecimiento que se acrecentaba a medida que crecían las

oportunidades y que no reparaba en consideraciones morales.

Sin que signifique que los sentimientos morales en el mundo andino hayan

sido totalmente distintos o acaso opuestos a lo manifestado por los españoles, las

denuncias sobre el martirologio “indio” traen, al parecer, sus raíces en el pensamiento

occidental y no en el andino. Lo dicho es aplicable a la lucha para abolir injusticias

librada por Túpac Amaru II en el campo de batalla, tanto como a las disquisiciones

morales del español Bartolomé de las Casas, del indio Felipe Guaman Poma o del

mestizo Garcilaso de la Vega, y a lo que se suman las posteriores denuncias de los

comisionados reales Jorge Juan Antonio de Ulloa , en sus informes secretos. Este

juicio podría hacerse extensivo aun el Movimiento Indigenista y a la actitud

paternalista con que es manejado el “problema del indio” en el plano doctrinario y de

los gobiernos republicanos. Tanto los portavoces españoles como indios y mestizos,

parecen actuar ciertamente en contextos de la moral cristiana cuando denuncian o

luchan contra los abusos que, innegablemente, padecían los indios en los “tres siglos

de horror”.
41

2.4.3. Los tres siglos de horror.

Aprisionados como estamos en el marco del enfoque occidental, repasemos,

también a grandes rasgos, los incuestionables y execrables atropellos que padeció el

indio en los “tres siglos de horror” colonial de los que nos habla el himno nacional;

como veremos estos podrían ser ampliados de tres a casi cinco siglos, al alcanzar el

presente. En atención a ellos, José Matos Mar distingue una primera etapa, que va de

1532 a 1821, de sometimiento colonial, y una segunda que sigue a 1821 y se extiende

hasta nuestros días que caracteriza de “dominación económica y cultural”.

La mita o tributo personal, durante el Incario, no fue desactivada. Todo lo

contrario, floreció tomando nuevos carices al ser convertida en principal instrumento

de producción en provecho de los nuevos amos, que fueron apoderándose de las

tierras, administrándolas mediante las encomiendas y en las que, ensanchadas, se

proyectaron posteriormente las haciendas republicanas.

Mediante la mita y sus modalidades, el estamento indio-campesino seguía

prestando la mano de obra barata o gratuita en el campo, en las minas que eran las

grandes fuentes de riqueza de la colonia, en el servicio personal, en las obras públicas

y, en cierta medida, también en las industrias incipientes como los obrajes donde se

producían telas que, en parte, eran vendidas a los propios productores indios. La mita,

al impulso de la minería colonial, fue ejercida de modo inhumano y terminó por

diezmar la población, como por ejemplo la de Chucuito que se despobló en un tercio

tan solo entre 1628 y 1754.


42

El tributo de productos fue otro vehículo de expoliación, aunque de manera

alguna nuevo en los Andes. Solo que ahora se tributaba para acrecentar la riqueza

particular de un individuo o de la burocracia colonial y no para alimentar a una élite,

como la del Incario, sobre la que pesaba la responsabilidad de administrar con

eficacia la producción de los alimentos para sustentar a todos, y que ordenaba colmar

los almacenes o tambos con excedentes para hacer frente a casos de emergencia

mediante su redistribución. Parte del producto del tributo colonial era destinado a las

cajas reales.

A la sombra del encomendero que tenía la misión de recaudar los tributos y

velar por la cristianización, medraba el colaborador indio, que mantenía el título de

curaca, de supervisar la recaudación tributaria.

Las afrentas de tipo personal, abusivas, infligidas a los indios por los

invasores y por los que les sucedieron, fueron infinitas y crueles. Guaman Poma ha

dibujado cuadros desgarradores al respecto. Unas veces los malhechores son

corregidores y jueces enviados desde Lima y otras miembros del clero. Guaman

Poma remite varios de estos casos a vivencias personales, como por ejemplo el de las

atrocidades que presenció en soras, en 1608.

Estos hechos, sumado principalmente a enfermedades introducidas con los

españoles como la viruela y el sarampión, más otras causas derivadas de las acciones

de la conquista, azotaron la población nativa de modo catastrófico, terminando por

reducirla a 1/3 y aún menos en tan solo pocas generaciones.

Las estimaciones más recientes sobre el dantesco descenso de la población

nativa producido el siglo XVI, son las de Noble David Cook (1981):
43

AÑOS HABITANTES
1530 9 000 000
1540 2 188 626
1550 1 801 626
1570 1 290 680
1590 968 197

Este cuadro de horror vivido por el peruano de tradición ancestral durante el

gobierno colonial es sin duda parte importante, nefasta, de su historia. Por eso, ha

polarizado el interés de los historiadores. Es así como la historia colonial del “indio”

ha devenido en una historia prácticamente limitada a sus padecimientos y a hechos

que se entroncan a ellos como los episodios protagonizados por Tupac Amarú II y por

Juan Santos Atahualpa, que se rebelan en el siglo XVIII contra la autoridad colonial.

Pero estos acontecimientos, por sí solos, no conforman con propiedad más que

una parte de la historia colonial de los peruanos de tradición nativa, que continúa

inédita salvo los intentos aislados – aunque no del todo emancipados – de enfocarla

también a través de otros aspectos, más allá de los horrores y padecimientos,

expuestos por Kubler.

2.4.4. La revolución de Túpac Amaru II.

Protagonizada la revolución, por Túpac Amaru II estremeció políticamente el

virreinato peruano, como lo demuestran los estudios que se han publicado al respecto,

entre los que son especialmente relevantes los de Bodeslao Lewin.


44

2.4.5. Túpac Amaru II: influencias de la ideología occidental.

Si nos remitimos al Incario, observamos que las rebeliones se circunscribían a

reacciones generadas en el seno de los conglomerados étnico – geográficos que, uno a

uno, terminaban siendo incorporados al Tahuantinsuyo. En otros casos, eran luchas

dinásticas las que proporcionaban la levadura, propiciando contiendas.

De lo que se da en llamar “lucha por la justicia social”, no hay noticias, aparte

de un incidente que se le acerca, protagonizado por un grupo de gente encargada de

trasladar una mole durante la construcción de Sacsahuaman: La “piedra cansada”.

No es que el hombre se encuentre por entero satisfecho de su destino, ni que el

sistema en que vive sea realmente paradisíaco, para que no se den actos de protesta.

Una eficaz y continuada propaganda encaminada a hacerlo sentir contento de su

suerte, puede contribuir a neutralizar protestas. El Incario proporciona ejemplos al

respecto: inculcó que el destino subalterno o noble era cosa determinada desde el

nacimiento mismo y algo irreversible. Esto lo propugnaba el mito de Vichama y otros

relatos.

Al mito propagandístico emanado por mandato divino, eran sumados otros

efectos que le favorecían: la austeridad en las aspiraciones prácticamente relegadas a

la ración alimenticia necesaria para subsistir y el regocijo en las festividades que se

sucedían mensualmente. Todo esto parece haber contribuido a que el nativo ancestral

prehispánico llegara a desarrollar un grado acentuado de conformismo o de

impasibilidad en cuanto a expresar protestas. Este comportamiento parece haberlo

también acompañado en los tiempos XVI, XVII Y XVIII y servido de mucho para
45

aceptar las imposiciones y vejámenes de los invasores y sus descendientes, a través

de los “tres siglos del horror” Colonial.

Consideramos, por lo hasta aquí expuesto, que la motivación revolucionaria

protagonizada por Túpac Amaru II en el siglo XVIII no pertenece al contexto de la

estructura ideológica andina. De estar en lo cierto, la motivación se gestó en el

pensamiento ético occidental; la moral ancestral peruana se volcaba sobre otras

esferas éticas en forma definida y castigando toda infracción con severidad.

2.4.6. Los acontecimientos históricos.

Tupac Amaru II se llamó originalmente José Gabriel Condorcanqui y

Noguera. Nacido en Surimana, Cusco, en 1738, se casó con Micaela Bastidas del

vecino pueblo de Pampamarca, su compañera y consejera en la contienda

revolucionaria. A los 10 años, ingresaba al colegio de caciques del Cusco, por cuanto

su familia pertenecía a la nobleza india.

José Gabriel descendía en línea directa femenina de doña Juana Pilcohuaco,

hija de Tupac Amaru I, el último de los incas de Vilcabamba, ajusticiado por orden

del Virrey Toledo en el Cusco, en 1572. Con el tiempo y debido a las circunstancias,

es que acopló a su nombre el apelativo de Túpac Amaru, que subraya su afinidad

sanguínea con los soberanos del Incario y los del reducto de Vilcabamba en

particular. Se enaltecía de ser noble y cacique de Pampamarca, Tungasuca y

Surimana; por eso se le suele llamar “cacique de Tungasuca”.

Resulta sintomático que, en 1766, reclamara el reconocimiento oficial de

cacique, del que habría sido desposeído; que se dedicara a una actividad lucrativa
46

como era el transporte de mercaderías en recuas de mulas; que ostentara “majestad en

el semblante” de acuerdo a documentos de la época y que vistiera elegantemente

cuando se encontraba en el Cusco; que, en 1778, paseara en el Cusco a su hijo

Mariano “con la Bestidura de los Ingas Gentiles, Mascapaicha y Ropa Imperial”.

Estos hechos afianzaron la imagen carismática del caudillo y, por sí solos, lo colocan

como una expresión más de la “utopía andina” explorada por Manuel Burga (1988) a

través de los siglos.

Asimismo, Kaufmann (2002) explica lo siguiente: En 1780 Túpac Amaru da

inicio a su rebelión apresando el 4 de noviembre al corregidor de Tinta, José

Antonio Arriaga, al que días después manda ejecutar en la plaza de Tungasuca

acusándolo de injusto en las exigencias tributarias. Por entonces Túpac Amaru

alerta a las provincias comarcanas, mediante bandos, sobre su protesta y llama

a seguirlo. El 16 del mismo mes de noviembre expide un bando en el que da

libertad a los esclavos negros, adelantándose a San Martín y al presidente

Ramón Castilla. En noviembre de 1780, cuando todavía no había fenecido el

mes, dio el grito de rebelión.

Túpac Amaru vence en Sangara al ejército realista de la Junta de Guerra del

Cusco. Antes de fenecer el mes de Noviembre, sale de Lima con rumbo al

Cusco el grupo armado comandado por el coronel Gabriel de Avilés. El 14 del

mismo mes de noviembre sale de Lima el ejército pacificador comandado por

José del Valle y Torres, que incorpora entre sus huestes al visitador José

Antonio Areche, quien viajaba en representación del Virrey Jáuregui, y al


47

oidor Benito de la Matalinares. Al comenzar diciembre Túpac Amaru entra

triunfante en Lampa y Azángaro.

Antes de terminar el año, Túpac Amaru emprende una expedición contra el

Cusco, centro de poder Español, ciudad que ataca el 4 de enero de 1781, por la

quebrada de Cayra y días después por el cerro Puquin y especialmente por el

lugar denominado Picchu. Pero muy pronto, el 10 de enero, levanta el sitio del

Cusco y se retira a su cuartel en Tungasuca (p. 243).

Durante los meses de febrero y marzo, la revolución tupamarista brota en

diversos lugares del sur del Perú, de Bolivia y de Chile. El 5 de marzo, Túpac Amaru

dirige la célebre carta al visitador Areche, en la que especifica sus protestas, la que es

contestada por Areche el día 12 del mismo mes. El 6 de Abril, estando en Langui,

Túpac Amaru es sorpresivamente capturado por el mestizo Francisco Santa Cruz y,

por su parte, también Micaela Bastidas cae en manos realistas.

Mateo García Pumacahua (1740 – 1815), cacique de Chinchero, contribuye a

decidir la derrota de Túpac Amaru II batiendo las posiciones rebeldes que ocupaban

Urcos y Yucay, y mediante otras acciones pro-realistas. Obtuvo prebendas y fue

coronel realista, pero con los años, en 1815, Pumacahua se plegó a los liberales

cusqueños y ocupó con sus huestes Arequipa, que hubo de evacuar luego,

replegándose a Umachiri, batalla que perdió; poco después, en 1815, fue decapitado.

Todavía después de estos acontecimientos, Andrés Túpac Amaru pone sitio a

la población de Sorata y Túpac Catari se levanta en Bolivia hasta ser apresado y

ajusticiado, seis meses después del fallecimiento de Túpac Amaru II.


48

En 1781 el 18 de mayo, tiene lugar el suplicio de Túpac Amaru, junto con su

esposa, su hijo mayor y sus principales capitanes. La familia Túpac Amaru termina

siendo desterrada. Rumbo a España, muere Mariano Túpac Amaru (hijo segundo del

caudillo); en las costas de Portugal, se ahoga su sobrino Andrés, al hundirse la nave

San Pedro de Alcántara (salva de naufragio Fernando, el hijo menor); un medio

hermano, Juan Bautista Túpac Amaru, logra retornar a América cuarenta años

después de los sucesos.

2.4.7. La sublevación de Juan Santos Atahualpa.

Cuando se evoca la revolución de Túpac Amaru, también se recuerda la

sublevación protagonizada por el mestizo Juan Santos Atahualpa, que se mantuvo

rebelde contra el gobierno colonial, entre 1742 y 1752. Pero, el levantamiento de Juan

Santos Atahualpa no trascendió, debido a que su caudillo “no hizo sino moverse

dentro de una zona todavía muy poco conocida”.

Ha sido Mario Castro Arenas, quien ha resaltado la figura histórica de Juan

Santos Atahualpa. A continuación, se realiza una síntesis basada en sus indagaciones

históricas.

La personalidad de Juan Santos Atahualpa estaba rodeada de la aureola de la

leyenda, en parte por su origen desconocido, más aún por su misteriosa desaparición.

Se cree que era originaria del Cusco y estaba al servicio de un jesuita que viajó a

España y se marchó del Cusco después de matar a su benefactor, (Aguilar, 2007).

Lo cierto es que corriendo hacia 1742, entre las tribus montañesas de los

montes Tarma y Gran Pajonal, apareció un "indio" alto y "de aspecto noble", que
49

pronto se convirtió en un poderoso cacique, (Aguilar, 2007). Además de la cabra,

hablaba con fluidez el idioma castellano de los Campas, afirmando ser descendiente

de Atahualpa y enviado por sus antepasados desde Cusco para liberar a los pueblos de

la opresión española. Se dice que Santos Atahualpa llevaba una patena dorada que

colgaba de su pecho, desde la cual los rayos del sol iluminaban para cegar o

impresionar a sus enemigos. Otros afirman que una cruz de madera de chonta negra

adornada con adornos de plata colgaba de su pecho, (Aguilar, 2007).

Juan Santos Atahualpa estableció el centro de operaciones en el Gran Pajonal.

Los indígenas de los alrededores, como Perené, Cerro de Sal y otros, se reunieron en

Quisopago, el cuartel general del caudillo, que había designado como teniente al jefe

Mateo de Asia, y a un negro llamado Antonio Gatica, era su hermano de arma láser

de infantería, (Aguilar, 2007).

Tras informar las actividades del virrey del rebelde, concretó a los

gobernantes de Tarma y Jauja que se adentraran en la montaña con pequeñas tropas

para acabar con el levantamiento. Don Benito Troncoso, gobernador de Jauja, logró

meterse en Quisopago para derrotarlo en 1743.

Al año siguiente, se hizo un nuevo intento por capturar al líder de la rebelión

que operaba en la selva de Chanchamayo. La expedición es dirigido por el alcalde de

Tarma, Ortega y Alfonso Santa, junto al gobernador Benito Troncoso. Los realistas

llegaron en octubre, a la zona y montaron una guarnición compuesta por 4 cañones y

al mando del capitán Fabricio Bartuli, acompañado de sesenta soldados.

Juan Santos Atahualpa, que controlaba los movimientos, atacó a quienes

llevaban un cargamento de alimentos enviado a la guarnición. Inmediatamente


50

después, asedió a los españoles. Logró escapar un misionero franciscano de Tarma y

luego a Lima en busca de protección. Cuando llegó la ayuda, en enero de 1744, la

guarnición fue destruida por los rebeldes, (Aguilar, 2007).

Al año siguiente, en 1745, el Conde de Superunda sustituyó al Virrey Marqués

de Villagarcía. Heredó las inquietudes del gobierno y, junto a otras rebeliones

indígenas, tuvo que afrontar la más larga: el levantamiento de Juan Santos Atahualpa.

El nuevo virrey ordenó una nueva labor contra el líder del Gran Pajonal,

encomendando a José de Llamas, Marqués de Mena Hermosa. Ingresó a la selva por

Huancabamba, ignorando las encomiendas del gobernador Troncoso, quien a su vez

integró a Quimiri. Sin embargo, las 2 excursiones fracasaron debido a la firmeza de

los revolucionarios.

Entonces se decidió regresar y establecer dos fuertes, uno en Oxapampa y otro

en Chanchamayo para evitar que los nativos de estas regiones se unieran a las huestes

de Juan Santos Atahualpa, (Aguilar, 2007).

Juan Santos Atahualpa decidió ir a la guerra de guerrillas. No se enfrentó al

enemigo, atacó con sorpresa y luego volvió a penetrar en la enmarañada jungla.

En 1750, los españoles se embarcaron en otra excursión, que hubo el mismo

desenlace catastrófico honesto a las tácticas caudillistas de agresión sorpresa y

retirada empleadas. Debido a las propias dificultades del bosque, fracasaron todos los

intentos de los españoles por reprimir a los rebeldes. Juan Santos, que día a día se

fortalecía después de derribar la Fortaleza Socomoro, cruzó la cordillera y llegó a la

ciudad de Andamarca, que saqueó y destruyó.


51

La última iniciativa del caudillo que nunca derrotó. El virrey del conde de

Superunda señala en su mención de 1761: "Desde 1756 no se ha sentido al indio

rebelde, y se ha ignorado su posición, e incluso su existencia".

Al respecto, Kaufmann (2002) afirma: La muerte de Juan Santos Atahualpa,

“el invencible” como lo calificó Francisco A. Loayza, está sumida en el

misterio y la leyenda. Lo cierto es que su rebelión fue una de las precursoras

de la liberación del poder y del abuso de las autoridades españolas durante la

Colonia. Pero por lo que puede percibirse, la rebelión de Juan Santos

Atahualpa transcurre en un marco donde el amor “patrio” y al desdén por el

gobierno colonial, se suman intereses de vanagloria personal transidos de

romanticismo (p. 280).


52

Capítulo III

Resistencia Indígena

3.1. La guerra de reconquista del Perú inca y el primer intento (1536 a

1572)

El uso de este término se funda en la evidencia que el Perú es una continuidad

histórica desde la más remota antigüedad a la fecha. Por consiguiente, la conquista y

dominación extranjera de nuestro territorio, pese a sus profundas influencias étnicas y

culturales, fue nada más que un episodio en su milenaria existencia, por la que si bien

el Perú perdió su condición de Estado Imperial y se desestructuraron sus instituciones

tutelares, no se extinguió, sino que continuó su existencia reducido a la situación de

Estado sometido a la dominación hispana.

El vocablo reconquista explica así, de manera coherente y comprensible, la

lucha permanente del Perú contra el dominio español, desde 1536 a 1824, es decir,

desde que perdió su soberanía hasta la restauración de la misma por la fuerza de las

armas.

Al respecto, Del Busto (2004) dice: De acuerdo a lo expuesto es que

llamamos primer intento de reconquista del Perú a la acción de Manko Inka

Yupanki, que en mayo de 1536 emprendió contra los españoles que

insensiblemente se habían apoderado de gran parte del Imperio. Igualmente es

atribuible este término a los intentos libertarios de Juan Santos Atao Wallpa

(1742 – 1752), de Thupa Amaru (1780 – 1781), de los hermanos Angulo y


53

Pumacahua (1814 – 1815), que culminaron después con la ayuda de los demás

Estados en los llanos de Ayacucho, en diciembre de 1824 (p. 58).

Si bien este planteamiento pudiera ser discutible, como todos los que se

formulan en el ámbito de la historia, sin embargo, creemos que es el más adecuado

para examinar los hechos de 1536 a 1824.

El primer intento de reconquista del Perú Inca, iniciado a comienzos del mes

de mayo de 1536, no fue una simple “rebelión”, como desdeñosamente se ha

pretendido afirmar, sino que fue el resultado premeditado y coherente de un plan

estratégico, anterior y cuidadosamente organizado, que por las divisiones internas

entre los linajes incas y la reacción de los pueblos dominados contra su autoridad,

unidos al poder bélico de los españoles, determinó su final trágico en 1572, la

conquista de la ciudad de Vilcabamba, la última capital del Tawantinsuyu, y la

posterior decapitación del último de nuestros monarcas, Thupa Amaru Inka.

En el desarrollo de este dramático proceso, nos referimos, sucesivamente, a

los siguientes momentos históricos:

a) A la gran ofensiva de Manko Inka Yupanki contra los españoles, que se inicia

con el asedio del Cusco en Mayo de 1536 y termina después de algunas victorias

eventuales con la retirada estratégica del Inca, a mediados de 1537, a la región de

Vitcos y Vilcabamaba.

b) A la resistencia Inca, desde el reducto de Vilcabamba y a las acciones que

emprendió contra los españoles y sus aliados, desde 1537 a 1545, en que Manco Inca

Yupanqui fue asesinado como resultado de una conjuración política.


54

c) A la política del gobierno Inca de Vilcabamba ante las presiones diplomáticas

del gobierno español, hasta la ruptura de estas relaciones en 1571, con el

encumbramiento de Túpac Amaru Inca.

Como se constatará en el desarrollo de los sucesos de este primer intento de

reconquista, aunque el infortunio agobió a las fuerzas incas, sus grandes capitanes,

como Vila Oma, Tizu Yupanki, Paukar Waman, Illa Thupa, Allin Sonqo Inka, Cayu

Thupa, Puyu Willka y Titu Kusi Wallpa, con una larga pléyade más, lucharon con

valor extraordinario en las distintas latitudes del Imperio, no solamente contra la

temeridad y la superioridad de las armas enemigas, sino también contra los millares

de aliados de los apoyaron en los momentos más difíciles y peligrosos y se

enfrentaron a los incas con el mismo encono que los aliados de Cortés pelearon

contra los heroicos mexicanos.

Resultó así la lucha en el primer intento de reconquista, más que el

enfrentamiento de los incas contra los españoles, una permanente guerra civil, en

cuyas batallas siempre se derramó más sangre peruana que extranjera.

3.2. La acción inca contra los españoles y sus aliados.

Cuando el joven Manco Inca llegó a Calca, luego de su ardidosa evasión del

Cusco con un grupo de gente leal, sus capitanes, con muchos señores principales,

ya le estaban esperando en este pueblo histórico, resueltos a emprender de

inmediato la guerra a muerte contra los españoles y contra todos aquellos que de

alguna manera los ayudasen.


55

Según un informe anónimo de Cusco en 1539, los incas dijeron a sus

capitanes: “He decidido no dejar a un cristiano vivo por toda la tierra, así que

primero quiero construir una cerca en Cusco; Quien entre ustedes piense

servirme, servir en esto, debe hacer vida por tal caso; Beba a través de este vaso

y no bajo otras condiciones, (Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008). Las

palabras del Inca fueron recibidas con unción nacionalista, y los capitanes

bebieron de aquel vaso en señal de juramento para luchar hasta el fallecimiento

contra sus aliados y los españoles.

El joven Inca, con sus aproximados 20 años de edad, alentado por la lealtad

de sus valerosos capitanes, nombró a Vila Oma, cabecilla general la tropa

imperial, y Paukar Waman con el de superior de su campo.

Mientras tanto, la noticia del alzamiento general y de los febriles

preparativos del Inca llegaron al Cusco y, de inmediato, cundió el terror entre los

españoles y sus aliados, al extremo que muchos apresuradamente se unieron a

Manco Inca Yupanqui, incluso un español, seguro, sin duda, que sería imposible

resistir al ímpetu de las legiones imperiales y que ningún español ni traidor

escaparía con vida de las represalias del Inca.

Hernando Pizarro, sintiéndose responsable de esta evasión, con una fuerza

de caballería y un gran número de aliados, marchó contra el pueblo de Calca para

sorprender al Inca, pero su tentativa fue inútil. Contrariamente, atacado por

millares de soldados incas, regresó huyendo hasta la ciudad de Cusco. Pocos días

después, Gonzalo Pizarro – su hermano – también regresó corriendo, desde el

valle de Yucay. Nuevas incursiones españolas constataron que, a la vez, a fines


56

de abril de este año, convergían los ejércitos incas de repetición uno de los suyus

sobre la ciudad del Cusco, prevenidos a pagar a los barbudos o suncasapas.

Según Titu Kusi Yupanki, (Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008)

Por el lado de Carmenga, que es hacia Chinchaysuyo, entraron Cori Atao,

Cuillas, Taypi y muchos otros que cerraron la persiana con la gente que traían.

Por el lado de Condesuyo hacia Cachicachi, entraron Huaman Quicana, Curi

Guallpa, y muchos otros, cerrando una hendidura en más de media caja de

lenguas, todas muy bien vestidas, en el orden de la guerra. Por el lado de

Collasuyo entraron Llicllic y muchos otros capitanes con muchísima gente, la

mayor cantidad encontrada en esta cerca. Por la parte del Andesuyo, entraron

Anta Allca, Rampa Yupangui y otros muchos, los cuales acabaron de cercar el

cerco que a los españoles pusieron, (Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008).

3.3. El ataque a la ciudad del Cusco.

Se ha sostenido con frecuencia que “doscientos mil” hombres del Inga

atacaron la ciudad del Cusco y “doscientos españoles” la defendieron, durante casi 10

meses de asedio, con tal éxito que los obligaron a retirarse. Esta afirmación es parte

de la leyenda negra urdida contra el valor y heroísmo de los incas. La verdad histórica

es otra. El lector debe imaginar que la ciudad como la gran metrópoli del

Tahuantinsuyo, según los testigos presenciales tenía más de “cien mil casas” y una

población aproximada que excedían a los ciento cincuenta mil habitantes entre el

núcleo urbano y sus inmediaciones. Por otra parte, se trataría de una simplicidad

increíble que el Inca reuniera de cincuenta a cien mil hombres para luchar contra
57

doscientos españoles, de quienes dice con humorismo el cronista Alonso de Guzmán

que la mitad eran “cojos y mancos sin contar los cobardes”. Lo que ocurre es que se

olvida decir que la urbe imperial fue defendida principalmente por más de treinta mil

hombres que permanecieron leales a los hermanos y parientes enemigos de Manco

Inca Yupanqui, sin contar a los centenarios de gentes originarios de otras

arbitrariedades del Tahuantinsuyo que se plegaron a los enemigos.

Por tal motivo, se puede afirmar que la irrupción a la ciudad del Cusco no solo

fue el inicio de la guerra de liberación, sino también un suceso más de la guerra civil

entre las tribus incas, pues Waypar e Inguill, hermanos del Inca, con su pariente

Pascaq, fueron entre otros los principales capitanes que defendieron valerosamente la

ciudad del Cusco. Fue así como las banderías entre las panacas fueron tan enconadas,

que, en el momento que peligraba la existencia del Imperio, los contrarios al Inca

prefirieron el triunfo de los españoles al del bando contrario.

Es también importante anotar que la caballería española, como en otras

acciones, tuvo importancia decisoria en la defensa de la ciudad del Cusco; y lo fue en

tal medida, que los caballos ganaron más fama que sus jinetes. Los testigos españoles

recuerdan a menudo que, después de Dios, en estas bestias, tenían puesta toda su

esperanza, porque, a los soldados de a pie, los incas los tenían en nada, según afirma

el cronista Pedro Pizarro.

Durante el cerco a la ciudad, el comando Inca usó todo su ingenio y

experiencia militar para contener a la violenta carga de la caballería enemiga.

Algunos cronistas afirman que, para combatirlos, hacían hoyos pequeños para que se

quebraran las cañas, zanjas disimuladas con púas de madera para que cayesen en ellas
58

y utilizaron además boleadores o ayllus, para tumbarlos como a wanacos; y que

incluso inundaban los campos y hacían albarradas para entorpecerlos; pero,

desgraciadamente, todo este esfuerzo tuvo poco efecto, porque los millares de aliados

siempre estuvieron prestos a protegerlos. En las noches, salían a tapar los hoyos y

cubrir las zanjas y acudían prestamente para cortar los ayllus que se trataban en sus

patas, etc. Sin embargo, en muchos casos, los valerosos soldados incas, abriéndose

paso, se metieron entre los caballos para desjarretarlos con sus lanzas o cuchillos.

Por otra parte, las armas incas resultaron ineficaces contra los españoles, que

entraban en batalla virtualmente invulnerables y con el gran poder destructor de sus

armas. Protegidos con morriones y coseletes o escaupiles (edredones de algodón),

estuvieron siempre a salvo de las flechas y la pedrea de las hondas, y los pocos

heridos resultaron un flechazo en la nariz o en el ojo, como ocurrió con los españoles

Gabriel de Rojas y Garci Martínez de Castañeda, o de recias pedradas cuando les

acertaban en la boca. Por otra parte, su artillería ligera, los arcabuces y las ballestas,

aparte de la carga de la caballería, causaron centenares de muertes en los escuadrones

incas, que prefirieron morir antes que retroceder ante el enemigo.

Sin embargo, pese a esta desigualdad, el ejército Inca luchó resueltamente y

con temeridad increíble, que muchas veces concitaron la admiración de los españoles

al verlos pelear hasta la muerte y suicidarse en varios casos.

Según la versión de Titu Cusi Yupanqui, cuando Vila Oma estaba dispuesto a

atacar sorpresivamente a la ciudad con todo el poder de los cuatro ejércitos, recibió la

orden del Inca de suspender la acción para que, durante este tiempo, los españoles y

sus aliados sufrieran con angustia y porque él mismo quería dirigir el ataque a la
59

capital del Imperio; demora que, según el cronista, permitió a los enemigos defender

la ciudad en mejores condiciones.

Si bien el 13 de mayo de este año, 1536, el Cusco había sido rodeado por el

ejército, fue el día 6 de este mes – después de haber tomado la fortificación de

Sacsawaman- que Vila Oma y Manco Inca Yupanqui ordenaron la agresión a la

ciudad, por siete o nueve partes según se afirma, con tanta violencia que esperaban en

pocos días acabar con los enemigos. Pero, ante la sorpresa de los capitanes incas, los

españoles y sus aliados se defendieron desesperadamente por el término de una

semana, que, en realidad, como la noche triste de Hernán Cortés, aquí fue la semana

triste para los enemigos, que, después de estos días de sangrienta lucha, los españoles

quedaron reducidos – según se afirma – a la plaza y a los edificios de su contorno.

Recordando estos hechos, el historiador Pedro Pizarro, uno de los protectores

de la ciudad, dice con gran naturalismo: Acá venía tanta gente a cubrir los campos

que durante el día parecían un vestido negro cubriéndolos en un radio de medio

metro. esta es la ciudad del Cusco; porque había tanto fuego en la noche que entendía

un cielo muy tranquilo lleno de estrellas. Fue un grito y un grito tal que sonó que

todos estábamos asombrados, (Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008).

Bueno, toda la gente que envió el Péndulo a reunir, y lo que entendieron y los

indios dijeron, doscientos mil indios de guerra vinieron a levantar esta cerca porque

juntos, un día la empezaron a poner mañana. jugaron por todas partes al Cusco, y con

este fuego conquistaron gran parte de la ciudad, hicieron plantones y pusieron


60

albañiles en las calles para que los españoles no pudieran resurgir a ellos, (Centro de

Estudios Tierra de Vida, 2008).

Los españoles se juntaron en la plaza, para las casas de al lado como

Hatuncancha, y aquí estábamos todos reunidos, en Caxana y Amarocancha y algunos

toldos, porque todos los restantes en la ciudad fue quitado por los indios y quemado;

Y en estos cuartos, donde digo que los quemamos, hicieron un truco que tomaron

unas piedras redondas y las arrojaron al fuego, hicieron brasas y las envolvieron en

algodón y las pusieron en una correa. en las casas donde no podían poner fuego con

nuestras manos, y prender fuego a nuestras casas sin entendimiento; y otras veces con

flechas encendidas, disparando a las casas que, al ser de paja, se les prendía fuego, ,

(Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008).

Sin embargo, otra versión anónima, también de un testigo ocular, dice que:

Debido a que las casas estaban completamente incendiadas, los indios podían

atravesar los muros, lo cual, porque los caballos no podían lastimarlos, era muy

seguro, por lo que de día o de noche no descansaban los cristianos ya que salían al

atardecer a demoler el muros para despejar el campo, expandir los muros de ladrillo,

cerrar los pozos y cuevas muy grandes, y derribar las zanjas por donde el enemigo

traía agua para inundar la tierra porque las yeguas no podían salir al campo; luego

volvieron a luchar desde el amanecer hasta el anochecer. Y en este momento

Hernando Pizarro, después de seis días de trabajo y peligro, en el orden de los cuales

el enemigo dominaba casi toda la ciudad, pues los españoles tenían y no tenían más
61

que espacio con pocas casas y bulevares, muchas personas ya han mostrado una gran

debilidad, (Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008).

Titu Cusi Yupanqui, quien recopiló referencias del sitio a la ciudad, sobre los

oficiales que actuaron en esta épica hazaña, dice su padre, Manco Inca Yupanqui:

También ordenó la liberación de todos los fosos de la ciudad para inundar los campos

y caminos a su alrededor y dentro, y solo en caso de que los españoles que quisieran

huir encontraran los inundados. tierra, y así, con la embestida de los caballos, tanto a

pie como en el pantano, podrían tener señores sobre sus enemigos, porque la gente

vestida se está fortificando locamente, (Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008)

Lo cual todo fue cumplido ni más ni menos que el general Vila Oma mandó.

Del Busto (2004) menciona: los españoles como se vieron cercados en todo

aprieto y que tanta gente les cercaba, sospechando entre sí que allí serían los

postrimeros días de sus vidas, no viendo de ninguna parte ningún remedio no

sabían qué hacer, porque de una parte veíanse cercados de aquella manera; por

otra veían los escarnios y befas que los indios les hacían, tirándoles muchas

piedras a los toldos y alzándoles la perneta por el poco caso que de ellos

hacían; comenzaban a quemar las casas, acometieron a ponerles fuego a la

iglesia, sino que los negros que encima estaban estorbaban, aunque con hartos

flechazos que los indios satis y antis les tiraron (p. 67).

Finalmente, Guaman Poma, quien, aunque tardíamente, recogió vestigios de la

tradición popular en el asedio de la ciudad del Cusco, burlándose del coraje de los

españoles y su posterior jactancia, dice que antes de que los incas atacaran, su número

no lo hacía. "podría contar",


62

Los ejércitos cristianos suplicaron clemencia, poniéndose de rodillas, llorando

con llantos y voces a Nuestra Señora, Sus santos, y diciendo en voz alta: “¡Santiago!

Valme Santa Maria, Santiago! Válgarrze Santa María, ¡Dios te ayude! Es lo que los

caballeros se arrodillaron en voz alta, diciendo: Santa María.

Estas sumarias relaciones españolas y peruanas, expuestas nada más que como

ejemplo de otras que existen, son suficientes para dar una idea de la lucha de los incas

contra los desesperados españoles, los primeros para ocupar la ciudad y los segundos

para defenderla.

Al finalizar esta semana triste, Hernando Pizarro, considerando que unos

querían huir de la ciudad y otros guarecerse en el recinto de liatuncancha, tomó la

temeraria decisión de recuperar la fortaleza de Sacsawaman, de donde salía toda la

fuerza para atacar a la ciudad. Para este efecto, se valió del ardid de simular la huida

de los españoles por el camino del Chinchasuyo para luego resolver contra sus

perseguidores y tomar sorpresivamente la fortaleza. Sensiblemente, los capitanes

incas no se percataron del engaño y creyendo que efectivamente huían después de una

semana de lucha, a la voz de que "A Castilla se van a Castilla se van atajadlos",

deshicieron parte del cerco para perseguidos, dando lugar a que el capitán Pascaq, con

las fuerzas contrarias al Inka, también sorpresivamente irrumpiendo por esta brecha

se aproximara a los mismos muros de la fortaleza. Vila Orna y Paujcar que estaban

luchando en la ciudad, al darse cuenta de cómo Pasca había logrado romper el cerco,

tuvieron que replegarse rápidamente a la fortaleza, a cuyos paramentos había llegado

también la caballería de los españoles.


63

Del Busto (2004) dice lo siguiente: Numerosos testimonios, los incas

defendieron la fortaleza de Sacsawaman con grande heroísmo y bravura,

porque no solamente tuvieron que pelear contra los pocos españoles, sino

principalmente contra las poderosas huestes de sus hermanos Waypar e Inguill

y de su pariente Pascaq, quienes con su colaboración decidieron al final la

suerte de esta acción. Según la versión anónima de 1539, la más importante

acción se libró en una de las puertas de la fortaleza, en cuyo acceso a una más

interior habían cavado una profunda fosa para que cayeran en ella los

enemigos que pretendieran penetrar en la fortaleza. En esta entrada la lucha

fue tan sangrienta, que la citada versión dice que el foso se llenó de cadáveres

y que solamente se suspendió el ataque cuando Juan Pizarro que peleaba sin

morrión, fue mortalmente herido con una piedra que le lanzaron. Reiniciada

después la batalla, el cronista Pedro Pizarro dice que duró tres días

consecutivos más que Sacsawaman cayó realmente, porque sus defensores sin

agua ni municiones y diezmados en la lucha no pudieron seguir sosteniéndola

pese a las muestras de valor, en la que muchos preferían morir en el fragor de

la lucha y otros arrojarse al abismo para no caer en manos de los enemigos.

Entre estos capitanes incas que había quedado en la fortaleza en lugar de Vila

Orna, estaba Titu Kusi Wallpa uno de los juramentados de Calca" y que según

la versión anónima de 1539 peleaba con tal coraje que por enfrentarse a los

enemigos no hizo caso de las saetas que le dispararon y que viendo que su

gente había sido diezmada y que los españoles por las escalas por todas partes

cada hora le apretaban más, no teniendo con que pelear, arrojó la porra que
64

tenía en las manos a los cristianos, y tomando pedazos de tierra la mordía

fregándose con ella la cara con tanta congoja y bascas que se puede decir. Y

no pudiendo sufrir ver a sus ojos entrarse la fortaleza, conociendo que entrada

era forzoso morir, según la promesa que había hecho al Inga, se echó del alto

de la fortaleza abajo por que no triunfasen (p. 72).

Conformando el heroísmo de este capitán, Pedro Pizarro refiere que le vio

pelear con "una adarga en un brazo y una pada en la mano, y una porra en la mano de

la adarga, un morrión en la cabeza", con valor que pelea como "un león". Hernando

Pizarro quedó tan admirado del coraje del Titán Titu Kusi Yupanki que realizaba esta

hazaña, que lió que lo prendiesen con vida; pero, cuando este jefe Inka que ya era

imposible defender el fuerte, "arrojando las armas", se "arrojó de cubo abajo, que

había más de cincuenta idos, y así se hizo pedazos”.

Con este trágico epílogo, concluyó la batalla de Sacsaywaman, probablemente

a fines de este mismo mes de mayo. Aunque se había prometido perdonar la vida a

los que se rindieran, los incas prefirieron defender la fortaleza hasta el último hombre

y fue así que Hernando Pizarro estableció pasar a los 1500 soldados que son héroes

que han quedado.

De los hechos expuestos, se desprende, asimismo, que en esta batalla se

enfrentaron una vez más lo más granado del ejército Inka para dirimir sus enconadas

rivalidades y mientras que sus bajas fueron por millares, las de los españoles

sorprendentemente fueron muy pocas.


65

3.3.1. Primeros triunfos incas en la sierra central contra las expediciones


españolas al Cusco.

Mientras se luchaba por el dominio de la fortaleza de Sacsaywaman, los

veloces chasquis imperiales trajeron desde Lima la noticia que Francisco Pizarro,

desesperada e imprudentemente, había enviado una expedición para ayudar a los

hostigados del Cusco, liderado por el capitán Gonzalo de Tapia, por la vía de

Wavtara, Manko Inca Yupanki, al conocer el curso de esta expedición, dispuso que su

capitán Kizu Yupanki ocupase la sierra central, con la disposición de no pasar

ningúna ayuda que los enemigos enviaran a la ciudad del Cusco.

Kizu Yupanki, haciendo honor a su prestigio de buen guerrero, entre los

meses de mayo y julio, arruinó alternativamente a las excursiones del capitán

Gonzalo de Tapia entre Waytara y los Rucanas, a Diego de Pizarro en la cuesta de

Parcos, al capitán Juan Mogrovejo de Quiñones - el cruel quemador de curacas según

se afirma - también desbaratado en Parcos y muerto después de una larga

persecución. Estas victorias espectaculares tuvieron tal efecto político y militar, que

Pizarro, temeroso de su derrota final, escribió cartas a Panamá y otros lugares para

que prestamente le enviaran auxilios para mantener la ocupación. Entre tanto, Kizu

Yupanki, en otro encontronazo posterior, rebajó a las fuerzas del capitán Alfonso de

Gaete en el pueblo de Hatun Jauja y el awki Kusi Rimachi - hermano del Inka - se

incorporó a las fuerzas incas, y al que según el cronista Oviedo, Pizarro le había dado

la borla imperial proclamándolo, Inka para contrarrestar la acción de Manko Inka

Yupanki finalmente, el jefe Inka, con solo su presencia, hizo evadirse al Francisco

Godoy, que a partir el valle de Jauja no renunció correr hacia Lima.


66

Estas victorias demostraron así que la caballería española podía ser vencida y

acabó con la petulancia de que con "sesenta jinetes" podía ir hasta Chile, "aunque

toda la tierra estuviera en guerra”. El Inca, al conocer la derrota de las expediciones

españolas en la sierra central, ordenó que Kizu Yupanki transitara sobre la ciudad de

Lima y arruinase esta ciudad y acabara con los opuestos o los echara al mar.

3.4. El ataque a la ciudad de Lima y muerte del capitán Kizu Yupanki

A mediados del año 1536, la situación de los agresores se hizo difícil. Pizarro,

después de haber pedido auxilio a las demás posesiones españolas y ordenar que el

capitán Alonso de Alvarado, que estaba conquistando los Chachapoyas, retornara a

Lima, y conociendo que toda la "tierra estaba a1zada", ante la proximidad de las

fuerzas incas, dispuso asimismo que las mujeres fuesen embarcadas y que todos

estuvieran prestos para defender la ciudad.

Quizás a fines de agosto del presente año, el capitán Kizu Yupanki, con unos

veinte mil hombres, avanzó hacia Lima —entonces llamada ciudad de los Reyes—.

Según la versión del cronista Murúa, las fuerzas incas avanzaron sobre la ciudad por

tres partes: por el camino del norte, llegaron los contingentes de Tarma, Huánuco,

Atabillos y Guayllas; por el sur, pasando por el adoratorio de Pachaca los de

Angaraes, Wancas, Yauyos y Chawircos; luego, por la parte central, avanzó el propio

jefe Inka Quizu Yupanki y todos juntos fueron a acampar en las laderas del cerro de

San Cristobal.

Pero los españoles, que sumaban entonces unos quinientos hombres, no

estaban solos, sino que avisados con anticipación de los planes del Inka por Mama
67

Candor Huacho, madre de doña Inés, la "amante de Pizarro", habían logrado el apoyo

de los señores de los valles comarcanos. Más aún, refiere Raúl Porras que la propia

Candor Huacho, a quien la llama "la suegra de Pizarro", acudió con más de cuatro mil

hombres para defender la ciudad. De manera que como en el Cusco, los españoles

contaron con el resuelto apoyo de millares de hombres de guerra, según se desprende

de numerosos documentos peruanos y españoles.

Una de las víctimas heroicas de este corto asedio a la ciudad fue Mama

Sarpay, una de las más preciosas y hermosas hijas de Wayna Qhapaq, quien

denunciada de entenderse con las fuerzas ingas, fue muerta por orden de Francisco

Pizarro.

El cerco a la ciudad de Lima duró aproximadamente entre seis a ocho días,

aunque algunos autores dicen más y otros menos. Intervinieron en este asedio,

juntamente con Kizu Yupanki, los capitantes: Paukar Warnan, Illa Thupa, Yankt

Yupanki, Puya Willka, Wallpa Roqa, Apu Xaxalla, Allin Sonqo Inka y muchos más,

para disputarse la gloria de acabar con los enemigos.

Según la Relación anónima de 1539, al sexto día de asedio, el capitán Kizu

Yupanki, después de una breve, proclama a sus fuerzas diciéndoles que lucharía hasta

la muerte. El ejército Inka, luciendo sus estandartes y su indumentaria de la más

vistosa policromía, al compás de los pututos y atambores iniciaron el ataque, yendo a

la cabeza de las tropas el mismo Kizu Yupanki, para dar ejemplo de valor y alentar a

sus hombres. Infortunadamente, cuando ya "comenzaba a entrar por las calles",

refiere la indicada versión que "salió la gente a caballo y dieron en ellos con tan

buena disposición, que como la tierra era llana en un punto los desbarataron, y allí
68

quedó muerto el capitán general, y junto con él cuarenta capitanes y personas de

cuenta, que no pareció, sino que los habían mandado a escoger, y causó que, como

venían delanteros, fueron los primeros en quien rompieron los españoles". Así, murió

heroicarnente el legendario Kizu Yupanki en el campo de batalla, cumpliendo su

palabra y dejando pala el ejército Inka una página más de su inmarcesible gloria. Si

bien se continuó la lucha, finalizando, tenemos que retroceder ante los arcabuces de

fuego y la flechada de los muelles, más por el apoyo que las fuerzas de los pueblos

comarcanos prestaban a sus aliados los españoles.

Los capitanes incas Paukar Waman e Illa Thupa, considerando que la ciudad

estaba fuertemente defendida, resolvieron alzar el cerco. El primero se retiró por el

valle Chillón y el segundo siguiendo el antiguo camino por las sierras de Huarochirí.

3.4.1. La reacción de los españoles y sus aliados contra las fuerzas incas.

Poco tiempo después que los capitanes incas alzaron el terco a la ciudad de

Lima, llegó el capitán Alonso de Alvarado de los Chachapoyas y los refuerzos de las

demás colonias hispanas, con las cuales Pizarro organizó un poderoso ejército con

gente ávida de aventuras y fortuna y con gran experiencia en la "guerra contra

indios".

Las fuerzas incas, aunque diezmadas por las luchas anteriores, resolvieron

defender de todos modos el dominio de la sierra central y evitar el avance enemigo a

la ciudad del Cusco.

Por su parte, Del Busto afirma: La contraofensiva española, apoyada por

millares de soldados de los pueblos alzados contra la autoridad imperial, se


69

inició el 8 de noviembre de este año de 1536. Según los documentos

coetáneos, esta campaña fue realmente a sangre y fuego, con tanto

ensañamiento que es increíble aceptar tanta crueldad. Centenares de

prisioneros fueron quemados vivos, mujeres cautivas a unas las mataron y a

otras las mutilaron cortándoles los senos, muchos, pueblos fueron saqueados e

incendiados y sus habitantes en gran número masacrados horriblemente o

marcados sus rostros con fierros candentes, para convertirlos en esclavos. Esta

guerra fue así como el espectro de Atila en los Andes Peruanos. Sin embargo,

como se verá después, los incas no se amilanaron con este régimen de terror y

contrariamente siempre lucharon derrochando coraje ante las armas superiores

de los enemigos.

En una carta escrita desde Lima - a fines de noviembre de este año - por un tal

Juan de Turuégano, se dice que el mariscal Alvarado partió contra los incas

con un ejército de 850 hombres "bien aderezados de la mejor gente que nunca

se ha visto en Indias", y que en la subida a la sierra tuvieron dos batallas, la

primera a unas cinco leguas de Lima, donde a los prisioneros "les cortaron a

los unos los brazos y a los otros las narices y a las mujeres las tetas" y la

segunda en la localidad de olleros, donde a los prisioneros orejones en

represalia a sus victorias anteriores los quemaron vivos con ayuda de los

Wancas (p. 85).

Los incas resistieron a los españoles y defendieron la sierra central hasta el

mes de marzo de 1537. Entre las muchas batallas que se libraron, los documentos

recuerdan principalmente la de Tarma y Chinchaycocha, la de Angoyacu o Izcuchaca,


70

la de Ayaviri, donde murió el capitán Allin Sonqo, y la del puente de Huarochirí,

donde murió heroicamente el capitán Kamakache. Posteriormente, en la batalla de

Comas, tomaron preso al capitán Paukar Poma y se dice que en la de Andamarca

mataron a otro de los capitanes incas llamado "Yami YuPanki", con lo, que fue

destruida virtualmente la resistencia Inca en la sierra central.

Sin embargo, en un nuevo y desesperado esfuerzo, los capitanes Paukar

Waman y Kusi Yupanki trataron de contener al mariscal Alvarado en el puente de

Wari o Walichaca, pero también tuvieron que retirarse ante el apoyo que prestaron a

los españoles las fuerzas Wancas capitaneados por Manko Suri Chaki, Waqra Paukar,

apu Alanya Chukillanki y otros, que fueron los autores de la victoria enemiga.

Aunque parcialmente rehechas las fuerzas incas, hostigaron al mariscal

Alvarado en Uripa, Curampa y Qocharapa, no pudieron evitar su avance hasta

Qochaqasa. Pero cuando Alvarado llegó a este lugar, el mariscal Diego de Almagro,

que había regresado del Collasuyu, ya estaba en el pueblo de Urcos disponiéndose a

tomar por su cuenta la Ciudad del Cusco - abril de 1537.

3.4.2. La retirada estratégica inca a la región de Vilcabamba.

Aunque, se desarrolla la operación de Quízu Yupanki en la ciudad de Lima y

las fuerzas incas; fueron arrasadas en la sierra central entre diciembre de 1537 y

febrero de 1538. El cerco del Cusco, después que se perdió la fortaleza de

Sacsawaman, permaneció en cierto modo estacionario, aunque después de cada "luna

nueva" tornaban al asalto; estos concurrieron cada vez de menor violencia,

principalmente después del mes de agosto, en que parte de los guerreros incas
71

tuvieron que regresar a sus tierras para colaborar en el sembrío de los campos. Sin

embargo, en los sucesivos ataques a la ciudad, lucharon con igual denuedo y valor, al

extremo que Hernando Pizarro ordenó como otra de las crueles represalias, cortar las

manos a los prisioneros y matar a las mujeres que participaban en estas acciones. El

cronista Antonio de Herrera, que conoció documentos relativos a estos sucesos, no

deja de mostrar su simpatía por el valor de los incas y su desesperada lucha contra los

españoles y sus aliados. Refiere que, en un encuentro con el capitán Gonzalo Pizarro

y después con el capitán Gabriel de Rojas, los incas, sorpresivamente, salieron a

pelear con un pequeño número de jinetes y usando los pocos arcabuces que había

logrado capturar y que los operaban con la pólvora que los cautivos españoles les

habían preparado. Infortunadamente estos hechos aislados no fueron suficientes para

contrarrestar el poder bélico de los contrarios.

En alguno de los meses finales del cerco al Cusco, según distintas versiones,

Hernando Pizarro —cuyo valor y temeridad hay que reconocer— resolvió sorprender

al Inka en su propia fortaleza de Tambo (Ollantaytambo) y marchó para este efecto

con treinta mil soldados del ejército Inka que servía a Waypao e Inguil - los traidores

hermanos de Manko Inka Yupanki -. Pero, sus planes resultaron al revés, porque

cuando vio al Inka cabalgando un caballo con la lanza en la mano y escuchó el

estampido de algunos arcabuces, después de intentar vanamente atacar el fuerte; ante

la coordinada acción del ejército Inka que amenazaba aniquilarlo, produciendo la

tenebrosidad de la noche, dejando sus tiendas de campaña precipitadamente tuvo que

huir y a uña de caballo llegó maltrecho hasta la ciudad del Cusco.


72

Aunque después Manko Inka Yupanki pretendió atacar nuevamente a la

ciudad del Cusco, tuvo que retirarse, probablemente al conocer la llegada de su

hermano Paullu Inka con el mariscal Alvarado al valle de Arequipa y el avance del

mariscal Alvarado, entre febrero y marzo de este año de 1537.

Cuando el Inka supo que el mariscal Almagro estaba ya en el pueblo de

Urcos, intentó aliarse con él para entrar juntos a la ciudad del Cusco apresaron a

Pizarro. Sin embargo, estas contrataciones fracasaron, primero porque Hernando

Pizarro, escribió advirtiéndole que Almagro lo pretendía engañar para apresar

después; y, las investigaciones de Ella Dunbar Temple, por las intrigas de Paullu

Inka, que con el apoyo del citado mariscal aspiraba a ser reconocido como Inka en

lugar de su hermano Manko Inka Yupanki. Pero, cualquiera que hayan sido las

circunstancias que mediaron, fracasó el proyectado entendimiento, que además

contaba con la oposición de los capitanes incas, que eran contrarios a todo

entendimiento con los españoles. Aunque después Almagro acudió al valle de Yucay,

interesado en aliarse con el Inka, nada pudo lograr y fue echado del lugar por las

fuerzas incas, que le llamaban a grandes voces “mentirosos”, por haber pretendido

engañar al inka.

Rotas estas negociaciones, el 8 de abril del año 1537, Almagro y Paullu,

después de una ligera escaramuza, ocuparon la ciudad del Cusco y prendieron a los

hermanos Pizarro.

Manko Inka Yupanki, que vivía a la vigilancia de los sucesos, considerando el

riesgo de continuar en la fortaleza de Tambo — hoy Ollantaytambo — dispuso

retirarse estratégicamente a la región de Vitcos y Vilcabamba para desde allí


73

continuar la guerra de reconquista, (Centro de Estudios Tierra de Vida, 2008). En

efecto, algunos meses después, el mariscal Almagro consolidó su poder con la derrota

del mariscal Alvarado en la batalla de Abancay — el 12 de julio de 1537 — y con el

encumbramiento de Paullu como el nuevo Inka, luego de lo cual ordenó al mariscal

Rodrigo de Orgoñez — el hombre de su mayor confianza — para que emprendiera la

persecución de Manko Inka Yupanki, lo matara o lo tomase preso en la campaña. Así

cumplía, pues, Almagro sus muestras de simpatía y lealtad que había expresado

anteriormente al joven Inka.

Cieza de León refiere que Manko Inka Yupanki, al conocer los preparativos

bélicos que hacían en el Cusco contra él, envió secretamente sus mensajeros para

convencer a Paullu para que se uniera a sus fuerzas y para que juntos lucharan contra

los españoles y restauraran el gobierno y poder imperial; pero, que este desleal

hermano, en lugar de aceptar el patriótico requerimiento, le mandó decir con

sarcasmo que se rindiera a los invasores y que depusiera las armas, que si antes no

había podido vencerlos, ahora que ellos eran más. Era inútil continuar la lucha y si se

sometía ellos “le harían buen tratamiento” y que él estaba dispuesto a renunciar la

borla en su favor.

El joven monarca, desengañado con esta respuesta, sin más esperanzas que en

el valor y lealtad de su pequeño ejército, se aprestó a contener a los enemigos a lo

largo del accidentado Valle de Amaybamba, para cuyo efecto destruyó los puentes,

deshizo los caminos y fortificó los malos pasos. Fue así cómo después el Inka

defendió este valle con increíble valor en cada recodo del camino, hasta que, ante el

poder de las fuerzas españolas y de sus aliados, tuvo que cruzar el puente de
74

Chukichaka y guarecerse en el palacio de Vitcos, para reorganizar sus fuerzas. Sin

embargo, no tuvo tiempo, porque Orgoñez, en marchas forzadas, lo sorprendió en

este lugar y, por suerte, al amparo de la noche, en unión de Vila Orna y alguna gente,

pudo esconderse entre los montes comarcanos. Cuando Orgoñez proseguía su

búsqueda, recibió orden del mariscal Almagro para que retornase de inmediato a la

ciudad del Cusco y lo acompañara a la costa, para dirimir con Pizarro los límites de

sus respectivas gobernaciones. En efecto, el mariscal almagrista regresó de Vitcos

con un cuantioso botín, trayendo entre los trofeos la "imagen del sol", hecha de oro, y

el cuerpo embalsamado de Wayna Qhapaq, que después fueron entregados a Paullu,

en triste compensación por haber servido los intereses hispanos".

Poco después, el 15 de setiembre de este año, Almagro, con su ejército, dejó el

Cusco, llevando como prisionero a Hernando Pizarro, confiando ilusamente en la

palabra de su antiguo socio y sin imaginar que esta imprudencia iba a ser el comienzo

de sus desgracias y de su posterior final desastrado en julio de 1538.

3.4.3. Campañas incas desde el reducto de Vilcabamba.

Aunque los documentos no son claros sobre los detalles de esta campaña,

debió desarrollarse, sin duda, entre los últimos meses de 1537 hasta junio de 1538,

durante los cuales los Wancas fueron severamente castigados por las sucesivas

incursiones del ejército Inka. Según las "memorias” 'y "probanzas" de los señores

Wagra Paukar y Kusi Chaka, la primera incursión estuvo dirigida por los capitanes

Yanki Mayta y Kisusilealla, a las que siguieron la de los capitanes Tau Yupanki —

fue muerto en la batalla de "Huacayoca", cerca de Sapallanga— y la de Kolla Thupa


75

y "Anges", los cuales se dice también que fueron muertos en la batalla de Pututu, en

las vecindades de Chupaca. Estos mismos testimonios refieren, asimismo, que

lucharon después contra los capitanes Illa Thupa en el puente de Jauja y Puyu Willka

en la localidad de Comas; más aún, afirman presuntuosamente que vencieron al

propio Manko Inka en la zona de Andamarca y, posteriormente, en el valle de Jauja,

en la batalla de "Axi" o "Cuxi" Willka, y que contuvieron estas invasiones con la

derrota del capitán Mantuyo en la batalla de Paukarpampa y otros intentos del capitan

Paukar Waman.

Titu Kusi Yupanki, refiriéndose sin duda a esta incursión al valle de Jauja,

dice que entonces su padre el Inka, para escarmentar la acción desleal de los Wancas,

desenterró el ídolo Wad Willka, del templo de su nombre, y que luego de arrastrarlo

un trecho del camino, lo mandó arrojar a las turbulentas aguas del actual río Mantaro.

Cuando posteriormente Francisco Pizarro llegó al valle el 28 de julio de 1538,

todo había pasado y Manko Inka Yupanki se hallaba, sin duda, nuevamente retirado

en el baluarte de Vilcabamba.

3.4.4. La épica resistencia inca a la invasión de Vilcabamba.

La muerte del mensajero Tilano o Atilano de Anaya en el puente de

Chuquichaca - por desobedecer la orden de los centinelas - fue el Sarajevo de la

guerra. Toledo que esperaba una oportunidad como esta para actuar contra los incas y

para no dar cumplimiento a la capitulación de Acobarnba, política-mente,

magnificando los hechos, de acuerdo con el cabildo cusqueño, proclamó la "guerra a

sangre y fuego" contra los incas de Vilcabamba.


76

Según la Relación que A.B. de Salazar preparó para el emperador español,

refiere que el virrey Toledo, resuelto a acabar con el reducto inca de Vilcabamba,

reunió la mayor in-formación que pudo sobre:

Asimismo, Del Busto (2004) dice: Las entradas y caminos para la provincia;

cuáles confinaba, qué cantidad de indios habría en ella y en las circunvecinas que

pudiesen dar favor al Inga; a qué podría huirse y esconderse, siendo desbaratado; qué

fuerzas tenían, o aspereza de los malos pasos, donde tantos desbaratos habían hecho a

los capitanes y gente que allá pretendieron entrar.

Y en base a lo que dijeron, lo que encontraron de los capitanes que iban allí, y

de otras personas que acudieron a él muchas veces, que se ocuparon de este asunto

con el ayuntamiento, y acordaron con algunos caballeros y vecinos en diferentes días,

los que pudieron haber tenido más práctica, inteligencia y fama, que dieron desde la

aspereza del camino, las malas escaleras y los cerros, donde estaba el poder de los

estandartes (piedras) arrojados a los que avanzaban. por lo que los antiguos capitanes

fueron frustrados; diciendo que les pudo haber sucedido a los péndulos que unieron

los indios andinos y Opatija, y las provincias de Manaries, Pilcozones y Opatija, y las

provincias de Pilcozones, Manaries y Momori, y los Zapacatie y Sati y otros que los

apresaron. con Péndulo comunicado (p. 90).

Con los datos y precauciones que adoptó para asegurar el éxito de la invasión

a Vilcabamba, el virrey Toledo se propuso organizar el mejor ejército español de su

tiempo, para cuyo efecto nombró por su teniente general a Martín Hurtado de Arbieto

y como a su maestre de campo general a Juan Alvarez de Maldonado - el fracasado

conquistador de los Opatari -; luego eligió un selecto número de capitanes que


77

estaban deseosos de hacer méritos para mejorar sus extenuadas encomiendas o recibir

algunos beneficios pecuniarios. Para asesorar esta milicia, llamó a los viejos

conquistadores que antes habían luchado contra esta región, entre los cuales todavía

vivían Juan Mancio Sierra de Leguísamo, Juan de Pancorbo, Alonso de Mesa y

Hernando de Solano, para que se unieran a esta campaña. Se dice, asimismo, que el

virrey, con el propósito de revivir las antiguas rivalidades entre los incas

colaboracionistas y los incas de Vilcabamba, solicitó el concurso de don Francisco

Kayu Thupa para que organizara un ejército de cusqueños y el de don Francisco

Chilichi —entonces anciano—para que, a su vez, preparara un ejército con los cañarís

que tenía a su mando y se unieran al ejército español; y que igualmente obligó de

hecho a los mestizos habidos en las hijas y parientes de Wayna Qhapap, para

participar en esta campaña contra Vilcabamba, sabiendo que alguno de ellos habían

ofrecido antes en ayudar a Titu Kusi Yupanki, con sus personas y armas, para que

lucharan contra los españoles.

Por otra parte, el virrey Toledo mandó detener a algunos de los miembros más

preclaros del linaje inca y los acusó de conspirar con los incas de Vilcabamba y

ordenó que el venal Juez Grabriel de Loarte los encausara por el delito de lesa

magestad. Fue así como fueron apresados: don Carlos, don Diego Kayu Inka, don

Agustín Kunti Mayta, don Alonso Titu Atauchi y' otros más, a quienes les hicieron un

proceso legal tan inicuo que después tuvo que ser revisado por la Real Audiencia de

Lima.

Ahora bien, el virrey, considerando que la guerra al Inca no estaría acabada si

no se le llegara a capturar, algo así como subastando a la tierna hija de Sayri Thupa,
78

la princesa doña Beatriz, la rica heredera de este infortunado auqui, ofreció darla en

matrimonio a quien apresara al Inca.

Terminados los preparativos bélicos, el citado virrey, con el ánimo de acabar

de un solo golpe con la resistencia Inca, decidió atacar el reducto de Vilcabamba por

3 partes a la vez: al capitán Luis de Toledo Pimentel le ordenó que penetrara "a la

tierra del Inga" por el puente de Osambre, al capitán Gaspar de Sotelo por el puente

de Lago - entre Qarqo y Curampa — y a su teniente general Martín Hurtado dé

Arbieto, con el grueso del ejército, entrar por el puente de Chu-quichaca sobre el río

Vilcamayu —el actualmente llamado río Urubamba.

Entre tanto, Thupa Amaru Inca - el nuevo gobernante del Tawantinsuyu con

sede en Vilcabamba— al conocer los belicosos aprestos del virrey Toledo, con

Wallpa Yupanki, gobernador de Vilcabamba y capitán general de su ejército, y los

capitanes Kolla Thupa, Qori Paucar Yauyo, Paukar Unya, Maras Inka con muchos

más emprendió la tarea de fortificar los valles de Victos (actualmente llamado valle

de Vilcabamba) y de Vilcabamba (ahora de Pampacona) para contener la agresión de

los españoles y de sus aliados, disponiendo como medida precautoria que los

capitanes Quispi Yupanki y Aukaylli, fueran a defender el paso de Chukichaka y

evitaran que allí los enemigos construyesen el puente que el capitán Juan Aleares de

Maldonado, se proponía construir.

A fines de mayo de 1572, el teniente general Martín Hurtado de Arbieto, con

los generales Francisco Kayu Thupa y Francisco Chilichi, emprendieron la gran

ofensiva contra el Inca y cruzando el puente de Chuquichaca invadieron el territorio

de Vilcabamba. Si bien los capitanes Quispi Yupanki y Aucaylli defendieron


79

valerosamente la entrada de los españoles y sus aliados, arrollados por la superioridad

numérica y el poder de las armas de los invasores, después de sangrienta batalla, se

replegaron al cercano fuerte de Condormarca. Aunque también defendieron este

baluarte con mucho heroísmo, nuevamente tuvieron que retirarse hasta el famoso

paso de Chuquillusca o Choqellusca.

En este lugar, los incas ofrecieron una tenaz resistencia y quisieron repetir la

hazaña de Manko Inka Yupanki que, en 1539, hizo caer en una celada al capitán

Gonzalo Pizarro y a su desleal hermano Paullu. Pero, los españoles, advertidos de

este peligro, flaquearon esta quebrada escabrosa y los capitanes, otra vez, tuvieron

que replegarse hasta otro paso, leguas más arriba, después de haber librado

sangrientos encuentros en los accidentados riachuelos de Quinuaraqay y Tarkimayu.


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81

Conclusiones

PRIMERA. La guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, asimismo la ausencia de un

líder después de la muerte de Huayna Cápac, generó una crisis tan

perjudicial que llevó al imperio incaico a la ruina con la llegada de los

españoles.

SEGUNDA. La llegada de los españoles en el territorio incaico trajo consigo una

crisis política, económica, social y cultural que destruyó y modificó el

imperio incaico generando una mezcla de culturas.

TERCERA. La resistencia de Vilcabamba fue la máxima expresión de la lucha de

los indígenas por su hegemonía; con la caída del movimiento religioso

Taqui Onqoy se redujeron al mínimo las esperanzas de una

reconstrucción de la unidad incaica y se pasó a un sincretismo entre

ambas culturas.
82

Referencias Bibliográficas

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https://www.monografias.com/trabajos94/atahualpa-biografia/atahualpa-

biografia.shtml
84

ANEXOS

ANEXO 1

Guerra civil de Huáscar y Atahualpa


85

ANEXO 2

Captura y muerte de Atahualpa


86

ANEXO 3

El Taqui Onqoy
87

ANEXO 4

Resistencia indígena ante los españoles


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ANEXO 5

UNIVERSIDAD NACIONAL JORGE BASADRE GROHMANN DE TACNA

Facultad de Educación, Comunicación y Humanidades

PLAN DE CLASE

1. INFORMACIÓN GENERAL

1.1. Tema: Atahualpa y la resistencia indígena

1.2. Duración: 45 min

1.3. Bachiller: Lizbeth Duberly Pizarro Paredes

1.4. Especialidad: Ciencias Sociales y Promoción Socio-Cultural

. OBJETIVOS

2.1 OBJETIVO GENERAL

Explicar y describir el proceso de la captura y muerte de Atahualpa

durante la conquista del imperio incaico y las causas de la resistencia

indígena hacia los españoles.

2.2 OBJETIVOS ESPECÍFICOS

- Describir la captura y muerte de Atahualpa.


- Determinar las consecuencias de la caída del imperio incaico tras la
muerte de Atahualpa por parte de los españoles.
- Describir los antecedentes de la resistencia indígena y sus campañas.
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. CONTENIDOS DE APRENDIZAJE

3.1. Título: Atahualpa y la resistencia indígena

3.2 Motivación: Presentación de material multimedia o diapositivas

. METODOLOGÍA

4.1 Método: Deductivo-Ínductivo

4.2 Técnica: Expositiva

. MATERIALES DIDÁCTICOS

 Proyector multimedia

 Diapositivas

 Pizarra Acrílica

 Plumones

 Mota

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