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Monroy Tenorio Jesús Eduardo

Regímenes políticos

Populismo y Neopopulismo

Reporte: Populismo y Neopopulismo1

La lectura de Vilas (1998) aporta un análisis ambivalente del concepto Populismo,

el cual ha sido estudiado desde las primeras décadas del siglo pasado como una

acción estatal originada bajo un esquema ideológico popular, se ha enraizado en

el pensamiento político hasta nuestros días adquiriendo múltiples interpretaciones,

usos y funciones, tanto en el plano social y cultural, como en el plano teórico

conceptual.

Lo que Vilas (1998) rescata y desarrolla es que más allá (o acá) de los

componentes sociales, culturales de índole política-ideológica que son bien

conocidos en el estudio de la ciencia política, existe un componente que no es tan

analizado: el carácter económico del populismo. Lo cual podría desvelar algunas

luces para una definición si no más puntual, más explicativa del término. El autor

parte de la idea que el populismo despliega ciertas formas y estructuras

económicas que se adaptan, o embonan, coincidentemente a las estructuras del

capitalismo; paralelamente, se construye en el plano ideológico en respuesta a él,

como una bandera que pretende disminuir -o erradicar- las brechas originadas por

el capitalismo avasallador.

Señala que “se inscribe primero en la estructura económica de una

sociedad” (Vilas, 1998) para desplegar un proceso de acumulación de capital que,

si bien puede llegar a redistribuir los ingresos en las clases proletarias, se dirige

1
Vilas, C. (1988), El Populismo Latinoamericano: Un Enfoque Estructural. Desarrollo Económico Vol 28
N°111, DOI: 10.2307/3466951.
Patiño A., L. (2007), El neopopulismo en el contexto de la democracia latinoamericana
Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, vol. 37, núm. 106, pp. 239-261.
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Populismo y Neopopulismo

directamente a las élites (sean de clase, políticas o industriales); pues es en ellas

donde las acciones positivas del Estado son encaminadas, ya que reforman,

renuevan y reestructuran los modos o pautas de acumulación de capital,

originando, inclusive, nuevos grupos oligárquicos.

Esta perspectiva estructural del populismo hace notar cómo el capitalismo

es generador de ‘objetos de estudio populistas’, sean cuales sean. Vilas (1998)

analiza que mucho antes de la acumulación capitalista, existe una acumulación

originaria, una especie de apropiación de bienes que no necesariamente lo son en

su momento; pero que son punto de origen para el régimen capitalista, el cual

tampoco se desarrolla bajo un proceso uniforme y directo, sino todo lo contrario.

Esto hace que las relaciones de producción entre el burgués y proletario se

den de manera desigual entre la acción estatal, la construcción de lo político y lo

económico. Demostrando así que ciertos elementos como la oferta de empleo o el

aumento salarial no son necesariamente impulsados por “medidas populistas” o

“democratizadoras”, sino que responden a mecanismos de dominación política y

económica de orden capitalista que, repito, modifican primeramente las relaciones

de producción y acumulación de ciertos grupos de poder. Pero también, el autor

advierte que la aparición de una “alianza de clases” y un proyecto de acumulación

no significa una correlación directa con el populismo, puesto que la primera es un

supuesto empírico que carece de fundamento y la segunda necesita de legitimidad

institucional para concretarse.


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Populismo y Neopopulismo

Justo ahí radica parte de la respuesta a la elaboración de un concepto

amplio y puntual de populismo: la intervención del Estado es crucial para su

identificación. No por nada uno de los rasgos más distintivos del populismo es el

del líder o dirigente carismático que tiene si no la decisión pública, el peso para

orientarlas. Y es porque el Estado se separa, ideológicamente, de la acumulación

de capital y se erige como garante de las relaciones de producción. Creando

políticas de armonía o alianzas entre sectores sociales que aparecen entonces

como una medida que podría pasar como populista pero que es de necesidad

económica, reafirmando de paso las políticas capitalistas del país que se observe.

No se niega que existan reivindicaciones o acciones naturales que estén

despegadas a estos fines, pero creo que lo que propone el autor es que estos

elementos no son conscientes o visibles a priori.

Si bien, el populismo puede ser entendido como un “régimen de

compromisos, pero de compromisos para impulsar la transición estructural de una

economía agraria a una economía industrial y urbana” (Vilas, 1998), su adaptación

ha trascendido el orden económico, político y social. Su desenvolvimiento histórico

ha sido tan particular de la época como del país en que se observe. Es por eso

que, de forma contemporánea, Patiño (2007) clasifica al populismo desplegado de

finales del siglo XX a la fecha como neopopulismo, el cual se distingue del anterior

porque se extiende a través del libre mercado originado por el neoliberalismo pero

se asienta a través de éste como una postura antagónica a él, utilizando sus

mecanismos de dominación económica y política para reconfigurar el aparato


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Populismo y Neopopulismo

estatal según convenga, siempre bajo la dirigencia del líder carismático. Es

indistintamente “un proceso perpendicular oscilatorio que se va delineando a partir

de las influencias que el Estado, las clases altas, la industrial y las masas

ocasionan bajo su insumo principal, la acumulación de capital” (Vilas, 1998).

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