Guía del Discipulado «Creciendo en la Vida Cristiana»
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LECCIÓN 1
Ser como Jesús
«El discípulo no es superior a su maestro;  mas todo el que fuere
perfeccionado, será como su maestro» Lucas 6:40. Esta breve
declaración resume el propósito de la vida cristiana. El objetivo de
cada genuino discípulo es ser como Jesús.
Cuando Jesús llamo a sus discípulos les dijo: «Síganme». No los atrajo
diciendo: «Sigan mis enseñanzas»; sino que los invito al decir:
«Síganme». No podemos seguir sus instrucciones si estamos separados
de él. Un repaso del ministerio terrenal de Jesús muestra que sus
discípulos lo acompañaban a cada lugar. Ellos aprendieron a orar
mientras escuchaban a Jesús. Aprendieron de la importancia de las
Escrituras al ver la forma en que Jesús dependía de ellas. Aprendieron
a amar, viendo el amor en acción en la vida y el ministerio de Jesús.
Jesús dijo: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis
amor los unos por los otros» (Juan 13: 35). En otras palabras:
«Cuando la gente los vea actuar de la misma manera que yo, sabrá que
ustedes son mis discípulos».
El discipulado consiste en el proceso de asemejarse a Jesús al pasar
tiempo con él. No bastará con tomar un curso de instrucción respecto
al discipulado. Tampoco bastará observar determinados rituales
religiosos. La relación personal entre el discípulo y el Maestro
constituye el corazón del discipulado.
El costo del discipulado
Aunque nuestra relación con Jesús nos aporte un gran gozo, algunas de
1as declaraciones de Cristo enfatizan el costo que representa seguirlo y
ser su discípulo. «Si alguien quiere venir en pos de mí. Niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su
vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la
hallará» (Mat. 16: 24-25). «Así, pues, cualquiera de vosotros que no
renuncie a todo 1o que posee, no puede ser mi discípulo» (Luc.
33).
De acuerdo con Jesús, el discipulado requiere de negación propia y
sacrificio. No es para aquellos que procuran ser populares obtener
logros egoístas. Jesús dijo que para aquellos que lo siguen la puerta es
angosta y difícil el camino (Mat. 7: 14). Él nos recuerda: «Si el mundo
os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros» (Juan 15:
18). El verdadero discípulo enfrentará la oposición que conlleva
sobresalir entre la multitud.
Un amor que atrae
Con ese costo en mente, ¿por qué desearíamos seguir a Jesús?
Sencillamente, ¡porque lo amamos! Lo entregamos todo para seguir a
Jesús debido a que hemos encontrado la «perla preciosa» (Mat. 13:46)
Nuestros corazones han sido cambiados por el amor incondicional del
Salvador crucificado. «El amor de Cristo nos constriñe» (2 Cor. 5:14)
«Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19)
El libro El camino a Cristo nos recuerda que cuando «el amor brota de
nuestro corazón», hace que toda carga sea ligera. «Nuestros deberes
resultan un deleite, y los sacrificios, placenteros» (El Camino a Cristo.
Cap.7, Pág. 89) Los cristianos genuinos siguen a Cristo de forma
voluntaria y Gozosa, en lugar de hacerlo por temor a perder algo, o por
desear alguna ganancia. Asimismo lo hacen por amor a aquel que,
según Pablo, «me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gál. 2: 20).
Ese gran amor sobrepasa por mucho cualquier atractivo que el mundo
ofrezca.
Cuando Jesús preguntó si el costo del discipulado era demasiado alto,
Pedro contestó por los demás discípulos a través de las edades, al
decir: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna»
(Juan 6: 68). Y él las tiene. Él ha prometido que «no hay nadie que
haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o
mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no
reciba cien veces más ahora en este tiempo [ ... ] y en el siglo
venidero la vida eterna» (Mar. 10: 29- 30). Las ventajas de seguir a
Jesús sobrepasan por mucho el costo, no tan solo debido a las calles de
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oro o a los cuerpos inmortales; sino, debido a la inefable paz y el gozo
que se encuentran en la comunión con Cristo. Lo que Dios le aseguró a
Abraham, nos lo asegura a nosotros también: «Yo soy tu escudo, y tu
recompensa será muy grande» (Gen. 15: 1).
Protegidos por el Espíritu
Jesús enseñó que e1 «primer gran mandamiento» de la ley se encuentra
en Deuteronomio 6: 5. «Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu
corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas». Luego de esa
enseñanza, encontran1os en Deuteronomio el secreto para una vida
cristiana victoriosa: «Estas palabras que yo te mando hoy, estarán
sobre tu corazón. Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas
estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te
levantes. Las atarás como una señal en tu mano, y estarán como
frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de tu casa y en tus
puertas» (Deut. 6: 6-9). No bastaba con evitar la idolatría y la
mundanalidad de las naciones vecinas. El pueblo de Dios había
también de guardar sus corazones al resguardarse mediante la ley de
Dios.
Seguir a Jesús en un genuino discipulado requiere algo más que
eliminar aquello que es pecaminoso. También debe incluir añadirle a
nuestras vidas el elemento espiritual. «El ocuparse de la carne es
muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Rom. 8: 6).
«Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col.
3:2). Jamás podremos ser como Jesús si dedicamos tiempo a
enfocarnos en las cosas del mundo. Así como los discípulos
acompañaban a Jesús prácticamente en todo momento, de igual
manera debemos rodearnos de lo espiritual y no de influencias
terrenales. Hemos de incorporar a nuestras vidas actividades
espirituales no negociables que ayuden a fijar nuestras mentes «en las
cosas de lo alto». Debido a que nuestra naturaleza pecaminosa es
demasiado débil, como discípulos de Cristo haremos lo anterior por
medio de la fe, aun cuando no nos guste. Cultivar esos hábitos
espirituales constructivos es un secreto vital para disfrutar de poder
espiritual.
Aplicaciones prácticas
A continuación presentamos ocho hábitos espirituales que son básicos
para todo discípulo de Cristo:
1. Orar todos los días
2. Estudiar la Biblia a diario
3. Realizar el culto familiar matutino y vespertino
4. Asistir semanalmente a la Escuela Sabática
5. Asistir semanalmente a la iglesia
6. Asistir a las reuniones de oración a mediados de semana o a los
estudios bíblicos en grupos pequeños
7. Testificar regularmente en forma personal
8. Participar en el ministerio de la congregación local.
«Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón» (Luc. 12: 34). Si ustedes dedican tiempo para estar con Jesús
y en su obra, sus corazones estarán entretejidos con el de él. Luego, y
únicamente entonces, podrán comenzar a alcanzar el blanco del
discipulado: ser como Jesús.
Al continuar con la instrucción de la presente guía de estudios,
aprenderán sobre muchos temas importantes respecto a la vida
cristiana. Pero, por encima de todo, formarán hábitos espirituales
básicos que transformarán sus vidas y resguardarán sus almas.
¿QUIERES SER COMO JESÚS?
Dedique tiempo a evaluar la lista anterior.
 ¿Qué obstáculos enfrentan en la formación de esos hábitos?
 ¿Qué reorganización necesitarán hacer en sus horarios?
 ¿Qué necesitan eliminar de sus vidas con el fin de integrar
esos componentes espirituales de oración estudio,
confraternidad y ministerio que caracterizaron la vida de
Jesús?
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