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Algunos aspectos del derecho a la doble instancia

por MARÍA ANDREA PIESCO


2001
REVISTA www.saij.jus.gov.ar pág. 1
Id SAIJ: DACF010025

1.Introducción.

A través del presente trabajo se analizará el alcance del derecho a la doble instancia judicial, comenzando por
una breve referencia respecto a la actividad recursiva y a su concepción en el dilema:

control o garantía. Luego me abocaré al análisis de este derecho en la Constitución Nacional con anterioridad a
la reforma de 1994, y a su posterior recepción por vía de los Tratados Internacionales, deteniéndome en uno de
sus aspectos, cual es el referido a la legitimación procesal para recurrir, el que será analizado a través de la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la Cámara Nacional de Casación Penal, y su
tratamiento en el ámbito del derecho contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

2. La actividad recursiva. ¿Contralor o garantía? Según el Diccionario de la Lengua, recurso es la "vuelta o


retorno de una cosa al lugar de donde salió". Conforme lo señala Couture, recurso es un "re-correr, correr de
nuevo el camino ya hecho. Señala el autor que, jurídicamente, la palabra apunta tanto al recorrido que se hace
nuevamente mediante otra instancia, como al medio de impugnación en virtud del cual se re-corre el proceso
(conf.

Couture, J. E. "Fundamentos del derecho procesal civil- Bs. As., 1972, Edit. Depalma-, pag. 340). Siguiendo en
la materia a Clariá Olmedo el instituto en examen constituye el " medio impugnativo por el cual la parte que se
considera agraviada por una resolución judicial que estima injusta o ilegal, la ataca para provocar su eliminación
o un nuevo examen de la cuestión resuelta y obtener otro pronunciamiento que le sea favorable" (conf. Clariá
Olmedo, "Tratado de Derecho Procesal Penal "- Vol. 5, pág. 442, Edit. Ediar, 1967).

De acuerdo a sus antecedentes históricos la actividad decisoria sujeta a control posterior por parte del mismo
tribunal que dictó la resolución, o por otros tribunales de jerarquía superior, tal como la vemos plasmada en
nuestros días a través de los códigos de procedimiento, no existió en cuanto tal.

Es decir, los recursos han cumplido una función de control jerárquico, ya que a través de éstos se
cumplimentaban instancias de control burocrático. En este sentido y tal como lo señala Julio B.

Maier ("Fundamentos de Derecho Procesal Penal. I. Fundamentos pags.

705/707, Ed. Del Puerto S.R.L, 1999) el recurso así concebido, era propio de la organización política imperante.
Ello, pues ante la concentración del poder central en el Monarca o en el Papa, los jueces o inquisidores
actuaban como delegados del Rey, quienes estaban obligados a respetar las reglas dictadas por éste, y
devolver la jurisdicción delegada. Esta devolución se practicaba conforme a una organización judicial vertical en
forma escalonada, así hasta llegar al Monarca, que se ubicaba en la cúspide del poder político.

Esa complejidad del sistema recursivo, se apreciaba claramente en el sistema vigente en nuestro derecho
hispano. Por otra parte existía una obligación por parte de los propios jueces- de instancia inferior - de someter
de oficio el reexamen del caso ante un tribunal superior, a manera de "consulta", sin que exista recurso alguno.
Estas notas nos están dando la pauta de que el recurso ha cumplido una función neta de control, el que era
ejercido por los tribunales superiores sobre el grado de adecuación de los tribunales inferiores a la ley del
Estado.

Ahora bien, veremos a continuación si este instituto procesal ha funcionado siempre como mecanismo de
contralor, tal como aparecía consagrado en los comienzos históricos de la actividad recursiva, o si éste ha
experimentado cierta evolución y modificación en su fisonomía.

En tal sentido, es de destacar la incidencia que han tenido dos Convenciones sobre Derechos Humanos,
ratificadas por la República Argentina e incorporadas a la Constitución Nacional por vía de la reforma
constitucional de 1994 ( art. 75 inc. 22 C. N.), toda vez que, y siguiendo al citado autor, dichos instrumentos han
modificado la base político-criminal del concepto de recurso en el derecho procesal penal argentino.

Estas son la "Convención Americana sobre Derechos Humanos" ("Pacto de San José de Costa Rica") que
consagra el "derecho de recurrir el fallo ante el juez o tribunal superior" ( art. 8 Nro. 2, h) y el "Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos" (art. 14 Nro.

5) que establece: "Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la
pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal superior, conforme a lo prescripto por la ley".

Conforme a esta tesitura, el recurso ha dejado de concebirse como mecanismo de contralor estatal en una
estructura judicial de tipo vertical, para conformar una garantía procesal del condenado.

Antes de entrar a analizar si esta nueva fisonomía del recurso resulta pacíficamente sostenida por la doctrina
nos referiremos a la evolución experimentada por la garantía constitucional de la "doble instancia ", para luego
referirme al alcance de la misma.

3. La Doble instancia: Su consagración en la Constitución Nacional.

La Constitución Argentina de 1853-60, nada establecía respecto del número de instancias judiciales por las que
debía o no transitar un proceso, dejando pues en manos del legislador ordinario la reglamentación de estos
aspectos. En este sentido, sólo con referencia a la competencia de la Corte, el texto constitucional establece en
qué casos entenderá en "instancia originaria y exclusiva" (anterior art. 101 y actual 117 segunda parte de la C.N.
), en tanto que en los casos que corresponda entender por vía de apelación lo hará según "las reglas y
excepciones que prescriba el Congreso" ( anterior art. 101 y actual 117 primera parte de la C.

N.).

Entienden algunos doctrinarios que la programación de las instancias responde a modalidades, urgencias y
requerimientos que son cambiantes, a las cuales cabe otorgar soluciones flexibles, y ello se logra a través de la
delegación de estos aspectos en cabeza del legislador, en lugar de acudir a fórmulas constitucionales que en
general presentan vocación de permanencia.

En el derecho comparado, existen algunas constituciones que sí contemplan el tema de las instancias judiciales,
como la de Portugal de 1976 en cuyo art. 212 prescribe la existencia de tribunales judiciales de primera
instancia, de segunda instancia y de un Tribunal Supremo de Justicia. La Constitución de Perú de 1979 que
siguió al Pacto de San José de Costa Rica ( art. 233 inc. 18) asegura el derecho a la "instancia plural".

Ahora bien, debemos referirnos a la incidencia que han tenido en esta materia los instrumentos Internacionales
precedentemente citados: "Convención Americana sobre Derechos Humanos, o Pacto de San José de Costa
Rica ( ADLA XLIV-B, 1250; art. 8, Nro. 2 inc. h) suscripta en San José de Costa Rica (1969), y el "Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos" (art. 14, Nro. 5), adoptado y abierto a la firma, ratificación y
adhesión por la Asamblea General en 1966.

Las dos convenciones consagran, aunque con diferencia de texto, la garantía de la "doble instancia" para el
ámbito penal- ello, sin perjuicio de que el legislador local lo proyecte también respecto de otros fueros-, a
manera de una regulación de mínima y no de máxima, toda vez que el legislador podría establecer más de dos
instancias en su caso.

En el análisis de los fundamentos de la consagración de esta garantía para el ámbito penal, Néstor P. Sagüés
señala que los mismos estriban en la necesidad de afianzar los valores justicia y seguridad ("La instancia judicial
plural penal en la Constitución Argentina y en el Pacto de San José de Costa Rica" J.A. pág.

156/165) en función de un "debido proceso", que parecería estar mejor tutelado con el reanálisis de lo decidido
en primera instancia.

Esta pluralidad de instancias motiva que el expediente sea considerado por distintas personas y desde
perspectivas jurídicas variadas, disminuyendo así los riesgos de arbitrariedad judicial o de insuficiencia de
análisis.

Cabe preguntarse cuál es el alcance que cabe atribuirle a la revisión en una instancia superior, ya que el
"derecho de recurrir el fallo ante juez o tribunal superior", no especifica si el recurso debe ser ordinario o
extraordinario. A criterio de algunos tratadistas, así para Bidart Campos, el Pacto de San José de Costa Rica
enfoca una vía amplía de apelación, sobre los hechos y el derecho, a través de la cual cabe renovar el
tratamiento integral de la decisión del inferior (conf. ob. citada).

Una interpretación literal, y podríamos señalar, restrictiva de la cláusula inserta en el Pacto, fue la sustentada
por la Corte al resolver la causa "Jauregui" (Fallos 311-276 (1988), J.A.

1988-III-447), oportunidad en la cual estableció que "el requisito previsto en el art. 8 ap. 2 inc. h de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos... que establece el derecho de toda persona inculpada por
delito de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior, sólo debe ser considerado en los supuestos de la
sentencia definitiva de la causa u otra resolución asimilable a ella,...

aquella exigencia se halla por otra parte satisfecha por la existencia del recurso extraordinario ante la Corte".

4.. La incidencia de la jurisprudencia del caso "Giroldi" en la configuración de este derecho.

La Corte ha sostenido en forma reiterada que la doble instancia en el proceso, o sea, el derecho a recurrir a un
tribunal superior una determinada decisión, no integraba la garantía del debido proceso legal ni constituía un
requisito constitucional que permitiera revisar un fallo de una instancia inferior (Fallos 187-79 (JA 73-272);
211-1534, 212-105; 216-41; 223-430; 224-810; 231-125;

231-432, entre otros).

Esta doctrina jurisprudencial resulta diametralmente modificada a través del caso "Giroldi" (CS, 7/4/95), en cuya
oportunidad la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió que "la forma más adecuada para asegurar la
garantía de la doble instancia en materia penal prevista en la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(art. 8 inc. 2, ap. h), es declarar la invalidez constitucional de la limitación establecida en el art. 459, inc. 2 del
Código Procesal de la Nación, en cuanto veda la admisibilidad del recurso de casación contra las sentencias de
los tribunales en lo criminal en razón del monto de la pena" (cons. 10).

Debemos tener en cuenta que a la época en que tuvo lugar este pronunciamiento ya se había operado la
reforma constitucional, a través de la cual se otorgó jerarquía constitucional a las Convenciones Internacionales
sobre Derechos Humanos citadas precedentemente (art. 75 inc. 22).

De este pronunciamiento es válido destacar el reconocimiento expreso realizada por la Corte respecto de la
"jerarquía constitucional" de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establecida por voluntad del
constituyente, y la aplicación jurisprudencial por los tribunales internacionales competentes para su
interpretación. Pues, en este sentido, nuestro derecho judicial está haciendo hincapié en la jurisprudencia de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, ya que así lo estatuyó: "... la Corte Interamericana precisó el
alcance del art. 1 de la Convención sobre Derechos Humanos, en cuanto a que "garantizar" implica el deber del
Estado de tomar las medidas para remover los obstáculos que puedan existir para que los individuos puedan
disfrutar de los derechos que la Convención reconoce" (cons.

12). Si bien esta última interpretación no resulta nueva, toda vez que la misma había sido señalada en el caso
"Ekmekdjian c. Sofovich" (C.S., 7/7/92) .

De acuerdo a esta doctrina, y a la circunstancia operada en cuanto a la modificación del ordenamiento judicial
penal y la creación de la Cámara de Casación Penal destinada a conocer por vía de los recursos de casación e
inconstitucionalidad de las sentencias que se dicten, tanto respecto de los tribunales orales como de los
juzgados correccionales, la Cámara de Casación aparece configurada como un "tribunal intermedio" - según
terminología de la propia Corte (cons.

9) - , el cual no estaba previsto al momento en que se resolvió la causa "Jauregui" (1988).

Por otra parte y otro aspecto a considerar, y que ha tenido incidencia para la modificación de la doctrina del caso
anteriormente citado, es que por vía de la ley 23.774 (1990), se ha otorgado a la Corte facultades discrecionales
para rechazar recursos extraordinarios en base a la falta de agravio federal suficiente, o cuando la cuestión
planteada fuera insustancial o carente de trascendencia. Esta reforma que se consagró por vía de la
incorporación del art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, ha tenido por finalidad
descomprimir trabajo a la Corte, creándose así una "jurisdicción discrecional".

Pues con esta modificación, se advierte que no se podía aplicar la doctrina de "Jauregui", en cuanto a que el
recurso extraordinario abastecía suficientemente el requisito de la doble instancia, toda vez que la Corte
haciendo uso de su "jurisdicción discrecional" podía rechazar el tratamiento de asuntos que encuadraran en los
supuestos del art. 280 del CPCC. La doctrina del caso "Giroldi" fue reiterada en el caso "Nardelli" (Corte Sup.,
5/11/96; F: 319:2557), respecto a la influencia de los tratados internacionales, - aún cuando en este supuesto,
se invocaba la protección de otras garantías: "derecho a ser oído", "derecho a hallarse presente en el proceso"-
y a la incidencia de la jurisprudencia de los órganos instituidos en el ámbito internacional.

En este sentido no se puede dejar de mencionar lo dictaminado por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, en su informe Nro.

24/92 "Costa Rica", Derecho de revisión de fallo penal. Casos 9328 Noé Emilio Villalobos Calvo; 9329 "Oliver
Ugalde Miranda"; 9742 "Mireya Castillo Espinosa"; 9884 "Niels Claus Zuñiga; 10.131 "Roberto Araya Falcon";
10.193 Juan José Odio Páez; 10.230 "Ram Rajpal"; 10.429 "Olga Sauma Uribe"; 10.469 "Marco Tulio Naranjo
Carvajal" ("Los límites del Recurso de Casación según la gravedad de la Sentencia Penal Condenatoria",
Marcelo Sancinetti, Marcelo Ferrante, Ed. Ad- Hoc, 1995). La Comisión había recibido entre 1984 y 1989
denuncias que alegaban que las disposiciones del Código de Procedimientos Penales de Costa Rica impedían
la plena vigencia del art. 8.2.h. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, toda vez que restringía
a través de parte de su articulado la revisión de condenas penales menores a ciertos montos. Tras la
recomendación emitida por la Comisión, el gobierno de Costa Rica informa respecto de la creación de la Sala
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, y a través de un pronunciamiento jurisprudencial establece la
efectiva vigencia de las garantías legales para el cumplimiento del derecho reconocido por el art. 8.2.h. de la
Convención, declarando "erga omnes" la inconstitucionalidad de las limitaciones establecidas en las normas
procesales. Es de destacar en este caso, el valor y la repercusión que ha tenido la recomendación de la
Comisión.

5. Un aspecto de la doble instancia: La legitimación para recurrir.

5.1. Análisis a través de la doctrina.

Al referirnos a la evolución experimentada por la actividad recursiva, y específicamente a sus funciones y


finalidades, hemos señalado que del recurso como "mecanismo de control" se pasó a la concepción del recurso
como "garantía procesal ", habiendo incidido en ello los tratados internacionales arriba mencionados (punto 2).

En esta concepción, y siguiendo al profesor Maier en la obra citada, el recurso contra la sentencia de los
tribunales de juicio se debe elaborar como una garantía procesal, pero del condenado, que tiene su derecho a
que la sentencia sea revisada por un tribunal superior, por lo cual quedan descartados los otros intervinientes en
el procedimiento.

Esta visión del recurso hará perder el carácter de bilateralidad, para convertirse en ese derecho exclusivo del
condenado de requerir lo que denomina Maier la "doble conformidad" con la condena.

Esta interpretación es la que más se ajusta a las cláusulas insertas en los tratados internacionales ya sea al
Pacto de San José de Costa Rica y Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, a los que hay que
agregar el texto de la Convención Universal (Pacto Internacional de la ONU) que trata de las Reglas mínimas de
las Nacional Unidas para el procedimiento penal, concluidas por la comisión de expertos reunida en Palma de
Mallorca, durante los años 1990, 1991 y 1992.

Es ésta la interpretación que sustentan algunos constitucionalistas como Bidart Campos quien en un análisis
sistemático del Pacto de San José de Costa Rica, establece que el art. 8 en su apart. 2 menciona a "toda
persona inculpada de delito", y muchos de los incisos del mismo apart. 2 se refieren al "inculpado", dando la
impresión de que es a él a quien se aspira proteger.

Este argumento se refuerza en la entelequia que al consagrar el inc.

h) "el derecho de recurrir del fallo", si bien la norma no establece a favor de quién se articula la vía recursiva, sin
embargo la tónica general del apart. 2 del art. 8 (como los ap. 3 y 4) conduce a interpretar que corresponde a
"toda persona" durante el proceso. Por lo cual cabe deducir que el derecho de recurrir queda circunscripto
solamente cuando el apelante es el inculpado objeto de condena penal.

Sin embargo esta postura no resulta sostenida en forma unánime por la doctrina, en el entendimiento que si se
restringe la legitimación a la doble instancia respecto de los demás sujetos del proceso, implicaría crear una
desigualdad procesal sin razón. Así autores como Pablo Palazzi en: "El caso Giroldi, el Derecho a la Doble
Instancia y el Recurso de Casación en el Proceso Penal" (Doctrina Penal, 1998) ha sustentado tal postura,
quebrantándose lo previsto en el art. 16 de la CN. En el mismo sentido se ha pronunciado el procesalista
Francisco D´Allbora, quien alude al principio de igualdad de las partes en el proceso para sostener que los
acusadores no deben ser excluidos del acceso a la Casación Penal ("Actualidad en la jurisprudencia penal", LL
1996-B-1265).

Si se concibe el "derecho al recurso" como facultad exclusiva del acusado, éste se desenvuelve como un
mecanismo para poner en marcha la instancia de revisión, y requerir así la verificación de la doble conformidad.
En términos de Maier; " dos veces el mismo resultado = gran probabilidad de acierto en la solución "-, y, en caso
contrario, privaría de efectos a la sentencia originaria.

Los argumentos esgrimidos para descartar al acusador público del recurso contra la sentencia originaria, se
relacionan con: a) coartar una nueva instancia de persecución y evitar así un "regressus in infinitum", ya que con
la concepción de la bilateralidad del recurso resulta siempre probable que el acusador obtenga una condena
ante el tribunal de última instancia, b) la garantía del "ne bis in idem"; prohibición del "double jeopardy", toda vez
que conforme a la historia del juicio por jurados, la única oportunidad persecutoria se agotaba en el juicio ante el
tribunal de jurados, y c) la garantía que representa para el condenado.

El derecho a impugnar la condena representa para Maier el derecho del condenado a un "nuevo juicio", si
demuestra irregularidades en el primero, a los fines de lograr la correcta aplicación de la ley penal y ese nuevo
juicio solamente puede ser instado por el acusado, porque de lo contrario implicaría someter al imputado a un
nuevo riesgo de condena.

Ahora bien ese recurso, o derecho al nuevo juicio, en su caso, va a presentar el límite máximo de la
confirmación de la sentencia, y no la agravación de la situación del condenado.

5.2. Análisis a través de la jurisprudencia de la Cámara de Casación Penal y de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación.

Las decisiones judiciales de la Cámara de Casación se han pronunciado en forma negativa respecto de la
posibilidad del fiscal de recurrir sobre los límites legales. Así en la causa "Ramos" (C.

Nac. Casación Penal, Sala I, C. 593, reg. 688, 28/9/95, J.A.

1996-III-471), se ha estatuido que: " a los fines del derecho de recurrir un fallo ante un tribunal superior, resulta
absolutamente imposible asimilar al Ministerio Público a la "persona individuo" que la Convención Americana
sobre Derechos Humanos ha definido como principal sujeto de la protección a que los Estados signatarios se
han comprometido y por la que resultan responsables ante la Comisión y la Corte Americana de Derechos
Humanos... no corresponde extender a favor el Ministerio Fiscal la doctrina de la Corte Suprema resuelta en el
caso "Giroldi".

A través de esta sentencia, la Sala de la Cámara de Casación Penal establece la relevancia que reviste para
nuestro derecho judicial la interpretación jurisprudencial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
toda vez que cita la interpretación que corresponde darle al término "persona", limitándola a las personas
naturales, con exclusión de las jurídicas (conf. Inf. Nro. 10/91, caso 10.169 ( Perú) del 22.2.91, ED 144-583). A
su vez se destaca que conforme se desprende del propio Preámbulo de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en cuanto se refiere a la obligación de preservar los derechos esenciales del hombre, es el
ser humano el destinatario de la garantía. Así con cita de la doctrina constitucional, establece que estas
convenciones internacionales en cuanto reconocen derechos al hombre como persona física, sólo como
excepción se refieren a entidades colectivas, pero siempre relacionadas con situaciones subjetivas solamente
protagonizadas por seres humanos que detentan derechos frente al Estado (conf. Bidart Campos, "Principios de
Derechos Humanos y Garantías", Bs., As., 1991, pag. 269 y sig. ). En sentido similar se cita la postura de
Mónica Pinto ( "La Denuncia ante la Comisión Interamericana de Derecho Humanos", Ed. Del Puerto, 1993), en
la interpretación que la titularidad de los derechos humanos corresponde a toda persona física que el Estado
debe respetar y garantizar.

La jurisprudencia que se desprende de la presente causa ha sido reiterada por las demás salas de la Cámara de
Casación, así la Sala 3 (causa "Silva Pérez, Gustavo s. Rec. De casación).

La Corte a través del caso "Arce" (Corte Sup., 14/10/97), ha confirmado esta teoría. Pues, tomando la
interpretación que cabe asignarle a la voz "persona" enunciada en la Convención Americana sobre los Derechos
Humanos, y recurriendo al Preámbulo y al art. 1 del citado ordenamiento, se concluye que la misma significa:
todo ser humano. Alude asimismo a la jurisprudencia de la Corte Interamericana en cuanto ha de ser tenida en
cuenta como guía de nuestra jurisprudencia nacional, por haber sido reconocida la competencia de dicho
Tribunal por vía de la suscripción del Convenio (cons. 6). Se refiere en su fundamentación al Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (art. 14 inc. 5), y deduce que los tratados con jerarquía constitucional deben
entenderse como un bloque único de legalidad cuyo objeto es la protección de los derechos fundamentales de
los seres humanos (cons. 7).

Resulta interesante por otra parte, para justificar la limitación establecida por el art. 458 del CPPN, y desvirtuar
el planteo de inconstitucionalidad formulado por el Ministerio Público Fiscal en cuanto restringe su legitimación
para recurrir, que el Estado puede autolimitar el "ius persequendi" en los casos que considere que no revisten
suficiente relevancia como para justificar su actuación, y en dichos casos el fiscal debe ejercer su pretensión en
los términos que la ley procesal se la concede.

De esto se deduce que el legislador al reglamentar el procedimiento en su caso, puede o no otorgarle


legitimación procesal, toda vez que éste es un aspecto de neta política criminal.

En cuanto hace a las argumentaciones vertidas por el Ministerio Fiscal respecto a la configuración de la
violación al principio de igualdad ante la ley (art. 16 CN), la Corte determina que "las partes en el proceso penal
no persiguen intereses iguales. En efecto, lo que caracteriza al proceso penal es la ausencia de un permanente
antagonismo, propio del proceso civil. Ello deriva del carácter público de la pretensión que persigue el Ministerio
Público, la cual muchas veces puede coincidir con el interés particular del imputado, pues su función es la
reconstrucción del orden jurídico alterado. Así lo ha entendido el representante de la República Argentina, doctor
José María Ruda, en la discusión del Pacto Internacional de Derechos Civiles Políticos, la "ley debe conceder
idénticas garantías a todos los que se encuentran en la misma situación ante los tribunales en materia criminal,
los derechos del Procurador General no son iguales que los del acusado.

Todos los individuos deben ser objeto de igual protección, pero no son iguales ante los tribunales, ya que las
circunstancias varían en cada caso (conf. Trabajos preparatorios del Pacto de Derechos Civiles y Políticos,
Naciones Unidas, Asamblea General, tercera comisión, decimocuarta período de sesiones, art. 14 de proyecto,
24 de noviembre de 1959)." 5.3. Un enfoque a través del procedimiento contravencional y su aplicación por la
jurisprudencia en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Pasaré a continuación a desarrollar cómo aparece consagrada esta garantía en el ámbito del procedimiento
contravencional prescripto para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, sancionada en 1996 ha consagrado en forma expresa en el art.
13 inc. 3 de la CCBA el principio de la doble instancia judicial, a diferencia de la Constitución Nacional que,
como ya lo hemos expuesto, no se previó en el art. 18, y su incorporación se operó por vía de los tratados
internacionales (art. 75 inc. 22).

Ahora bien, una vez constituidas las autoridades en el ámbito de la Ciudad, la Legislatura por mandato
constitucional (art. 81) ha sancionado el Código Contravencional - ley 10, en marzo de 1998 -con su respectiva
Ley de Procedimientos en Materia Contravencional- ley 12. La ley 12 en sus arts. 50 a 52 reglamenta los
recursos por ante la Cámara Contravencional, legitimando tanto al inculpado como al Ministerio Fiscal (recursos
de apelación- arts. 50 y 51- y de inaplicabilidad de ley- art. 52).

Respecto del recurso por ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad - recurso extraordinario a nivel local -
el art. 53 legitima exclusivamente al "contraventor/a", descartando así al Ministerio Público Fiscal. Ello ha
motivado que este último planteara la inconstitucionalidad de la norma en causas que han tenido resolución por
ante la Cámara Contravencional y por ante el Tribunal Superior.

Así en la causa Nro. 112 "H.M.J. S. ART. 71 CC", la Cámara Contravencional, Sala II resolvió que la redacción
del art. 53 de la LPC, veda a la Fiscalía la posibilidad de interponer recursos contra la sentencia de segunda
instancia. "... Con tal redacción resulta prístino que el legislador, por razones de política criminal, quiso
expresamente imposibilitar que el Estado, a través de su órgano pertinente, continuara en su intento de obtener
una sanción.

Que por lo demás, al así legislarse, se adaptó la normativa local (art. 10 CCBA) a las prescripciones de los
tratados internacionales de los que esta República es signataria- Convención Americana sobre los Derechos
Humanos y Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos- que ostenta jerarquía supralegal conforme el
art. 75 inc.

22 CN; dichos tratados reconocen el derecho de toda persona a recurrir contra resoluciones judiciales adversas
a sus derechos, siendo evidente que, por una parte, se refieren a personas físicas, y no a las de otro carácter, y,
por la otra, que la garantía funciona en favor del individuo y no en beneficio del Estado. Que la misma
interpretación cabe hacer en relación con la garantía de la doble instancia en el art. 13 inc. 3 de la Constitución
local, si reparamos en la declaración liminar de dicho artículo, en la que se garantiza la libertad de los habitantes
de la Ciudad, describiéndose como una de las garantías justamente la de la doble instancia; claro queda
entonces que cualquier organismo estatal- en este caso la Fiscalía de Cámara- no pueda invocar a su favor lo
que ha sido establecido para proteger a los ciudadanos". En lo que respecta al planteo de inconstitucionalidad
formulado por la Fiscalía, en lo atinente a las normas constitucionales que regulan la institución del Ministerio
Público ( art. 125 CCBA) y las normas de la ley 21 que prescriben las funciones del mismo, la Cámara entendió
que el control de legalidad no se encuentra afectado, toda vez que la limitación recursiva fue establecida en
función de disposiciones constitucionales." Idénticos fundamentos fueron los sustentados en la causa Nro.

029-CC/99 "R. y B. S. art. 78 C.C." por el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad para desestimar la queja
interpuesta por el Ministerio Público Fiscal.

Sin ánimo de analizar en esta instancia las características del proceso contravencional en el ámbito de la Ciudad
de Buenos Aires, es de destacar que se ha consagrado un sistema acusatorio y se ha dotado a los actos
procesales de los principios de oralidad, publicidad e inmediación. Ahora bien a través de este proceso se
dilucida la investigación de las conductas contravencionales llevadas a cabo en franca violación a los bienes
jurídicos tutelados en el código de fondo. Que por otra parte cabe señalar la diferente entidad de las cuestiones
que se ventilan en este proceso respecto de las que atañen al proceso penal, y la finalidad del procedimiento
contravencional en cuanto a que se resuelva con la mayor celeridad posible la situación del justiciable - duración
razonable del proceso conforme el mandato constitucional (art. 10 CCBA, arts. 8 CADH; 14 ap. 3 inc. c,
PIDCP)-.
6. Conclusiones.

A través de este trabajo se ha analizado la evolución experimentada por la garantía de la "doble instancia" a
través de su vigencia en los Tratados Internacionales (Pacto de San José de Costa Rica y Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos), su posterior consagración a partir de la reforma constitucional de 1994, y su
convalidación a través de la doctrina del caso "Giroldi".

Se ha podido deducir que la interpretación que mejor se acuña a las previsiones normativas de los Tratados
Internacionales es la que concibe a esta garantía como la que rige sólo para el proceso penal y a favor del
inculpado.

La problemática constitucional que podría acarrear la restricción de la legitimación para el Ministerio Fiscal por
verse vedada la "doble instancia" para recurrir en los ordenamientos procesales, entendemos que encuentra su
solución en el alcance interpretativo que le han dado la Comisión y la Corte Interamericana al vocablo "persona"
que se desprende de los Tratados Internacionales. Por otra parte, y teniendo en cuenta que tal como lo sostuvo
la Corte en el caso "Arce", esto constituye un tema de estricta política legislativa, ya que el Estado puede limitar
el "ius persequendi" dada la naturaleza y relevancia de las cuestiones en juego.

Pues, este último extremo -me refiero a la relevancia de las cuestiones en juego-, pudo haber sido el argumento
que llevó al legislador local de la Ciudad a restringir la legitimación del Ministerio Público Fiscal en materia
contravencional respecto del recurso extraordinario local, a los fines de limitar la potestad persecutoria en aras
del resguardo de una rápida definición de la situación del ciudadano y de la seguridad jurídica, evitando así el
peso permanente de la pretensión punitiva estatal.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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"Límites del Recurso de Casación según la Gravedad de la sentencia penal condenatoria", Sancinetti,
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