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Hola, buenas tardes, soy Jorge Alcudia del grupo de Licenciatura en Física y

para este proyecto narraré la vida y aportaciones de Juan Aldama, uno de los
insurgentes más importantes que participaron en la Independencia de
México.

Yo, Juan José Marcos Gaspar Antonio de Aldama y González nací en la villa de
San Miguel el Grande el 3 de enero de 1764 soy conocido por mi
participación en las conspiraciones y en la lucha del movimiento insurgente,
acompañé a Ignacio Allende y al cura Miguel Hidalgo y Costilla en el Grito de
Dolores lo que marcó el inicio de la guerra por la independencia.

Provenía de una familia acaudalada de ascendencia española, con influencia


en las ciudades de Guanajuato y Querétaro. Ingresé en el ejército, y a los 36
años ya ostentaba el grado de capitán del Regimiento de Dragones
Provinciales de la Reina en mi pueblo natal, donde también vivían mi
hermano Ignacio Aldama y el capitán Allende.

Sin embargo, la injusticia del sistema mercantilista español, que impedía el


comercio de México con cualquier otro país que no fuera España, y la
marginación de los criollos de los altos cargos de la administración colonial y
del mando del ejército, en manos exclusivamente de españoles llegados de la
península Ibérica, me convencieron de la necesidad de rebelarse.

Mi hermano Ignacio también se unió a la insurgencia, los dos estábamos


convencidos de la necesidad de una guerra, pero cuando descubrieron
nuestra conspiración contra la corona empezamos a temer las
consecuencias; sin embargo, cuando Hidalgo se levantó y dijo ‘esto se hace’,
no dudamos y lo seguimos. El 28 de septiembre los insurgentes asaltamos la
alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato. Los saqueos y la matanza de
españoles fueron inevitables, por más que se dictaron disposiciones al
respecto. Reorganizados y abastecidos, el 17 de octubre ocupamos
Valladolid, esta vez de manera pacífica, y el 22 se reunieron en Acámbaro los
principales jefes de armas.

Ante la imposibilidad de continuar el avance sobre Ciudad de México, decidí


retirarme hacia el norte, pero los españoles me hicieron prisionero en Acatita
de Baján junto con otros líderes revolucionarios, como Ignacio María de
Allende. Acusados de traición, fuimos fusilados en Chihuahua, el 26 de junio
de 1811.

Nuestras cabezas fueron trasladadas a Guanajuato, para exhibirlas en jaulas,


en las esquinas de la alhóndiga de Granaditas, donde permanecieron 10
años, hasta la consumación de la Independencia. Mis restos reposaron en un
camposanto de Chihuahua y tras el descenso de la jaula, el cráneo quedó
depositado en la iglesia de San Sebastián en Guanajuato; a partir de 1823,
fueron depositados en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, y
desde 1925 en el mausoleo de la Columna de la Independencia, lugar de
donde fueron exhumados el 30 de mayo pasado, para rendirles homenaje
junto a los restos de otros protagonistas de la Independencia.

VIVA México

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