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Resumen
Este ensayo tiene como eje central la propuesta de un campo de investigación para los
Estudios Culturales en Colombia, a saber, el estudio de la cultura derivada del narcotráfico
y sus efectos sobre la sociedad colombiana, en un caso particular, el narcoturismo. En el
texto se tiene en cuenta a los Estudios Culturales como formación inter- y trans-disciplinar
y a partir del uso de los enfoques teóricos de algunos clásicos en el tema. No obstante, al
ser una formulación de un tema y unas hipótesis de un trabajo incipiente, el estatus de lo
que se entiende como canónico en los estudios culturales, así como la extensión del ensayo,
harán que la revisión de los conceptos y la descripción del campo sea un esbozo amplio a
profundizar con un trabajo de investigación.
Antes de abordar el caso de estudio deben precisarse algunas distinciones con respecto
a lo que se entiende por narcoturismo. Por un lado, consiste en un tipo de turismo
relacionado con una cultura de la droga, en tanto, consumidores atraídos por la exotización
de un lugar y la existencia de un mercado de la droga. De otra parte, también se entiende
narcoturismo, la peregrinación a lugares de memoria del narcotráfico promovidos por
empresas y turistas, avivados por las representaciones del mundo narco en medios de
comunicación y por el recuerdo latente de los acontecimientos y lugares característicos de
una pasado reciente de violencia asociada al narcotráfico. En Colombia el narcoturismo se
concentra en la ciudad de Medellín y sus alrededores. Este fenómeno también se presenta
en los estados de Sonora y Sinaloa en México, con la figura del “Chapo” Guzmán y los
imaginarios propios del narcotráfico mexicano.
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Desde hace una década, son ofrecidos con destino a nacionales y extranjeros, recorridos
por la ciudad de Medellín y visitas a la Hacienda Nápoles (y en algunos casos Bogotá)
realizados por distintas agencias turísticas1, con el fin de conocer y reconstruir la vida de
Pablo Escobar y del Cartel de Medellín, avivados por el éxito de producciones televisivas y
fílmicas. El itinerario en la ciudad de Medellín incluye la visita a lugares como las
propiedades de Pablo Escobar (los edificios Mónaco y Dallas), el barrio “Pablo Escobar”,
la casa donde fue abatido y el cementerio Monte Sacro donde está sepultado, así como una
casa museo dedicada a su memoria. La otra parte del recorrido se concentra en la Hacienda
Nápoles (ubicada en el municipio de Puerto Triunfo, Antioquia), adquirida por Pablo
Escobar en 1978 y reabierta al público en 2007 como parque de diversiones, ofreciendo la
posibilidad no solo de conocer sus propiedades y el zoológico, sino también de un ambiente
para el entretenimiento de tipo familiar.
La idea surge de la siguiente hipótesis: la relación que tienen las sustancias ilegales con
las dinámicas del capitalismo contemporáneo, en particular la producción de subjetividades
a partir de los cuerpos y un mercado legal e ilegal de producción y tráfico de sustancias,
pero haciendo énfasis y acento particular en la cultura. El narcotráfico es un fenómeno
social y cultural, así como un hecho material, importante para entender los cambios del país
en las últimas décadas, en aspectos como la globalización y las relaciones internacionales,
subjetividades liminales o en frontera, manifestaciones estéticas y de consumo en todas las
clases sociales, así como los espacios y demás resquicios donde el narcotráfico ha
conseguido infiltrarse, preguntas que pueden formularse e intentar resolverse mediante una
investigación en estudios culturales capaz de integrar parte de estos contenidos.
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Algunas páginas de agencias con “narcotours” son: http://www.pabloescobartour.co/ y
http://paisaroad.com/tour-pablo-escobar
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La manera en que se publicitan los “narcotours” en Medellín, y en particular el caso de
la Hacienda y sus cambios para su apertura al público, son la materia principal en la
formulación de un proyecto preocupado tanto por el turismo como por una práctica de
consumo cultural en lugares de memoria narco, y su relación con las representaciones de la
historia y los sujetos del narcotráfico, en especial Pablo Escobar y el Cartel de Medellín.
Una de las razones por las que se debe estudiar el tema es que expresa el cambio
cultural. En este caso, con respecto a la memoria y las prácticas culturales que involucran
las representaciones de la historia del narcotráfico, el consumo derivado de estas
representaciones (en televisión y cine) y la percepción e imaginarios sobre Colombia dentro
y fuera del país relacionados con la cultura de la droga, o al menos una parte de su pasado,
y su exotización.
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Para estudiar al narcoturismo: bases desde los Estudios Culturales
Una investigación sobre el tema propuesto se enmarca no sólo dentro de los estudios
culturales sino también en la crítica cultural. Esta última entendida a partir de la
preocupación por el cambio social,
“(…), el funcionamiento del poder y las instituciones; el lugar del subalterno, la relación
entre centro y periferia, alta cultura y cultura popular; la naturaleza de las prácticas sociales;
y un cuestionamiento del concepto de lo canónico. Para profundizar estos problemas, la
crítica cultural recurre a una amplia gama de metodologías (análisis textual, encuestas,
entrevistas, indagación histórica, etc.) y aboga por una salida de la rígida
compartimentación de las disciplinas académicas” ( Szurmuk, M. y McKee, R. I.,
2009:60).
Desde esta perspectiva, el desafío de la crítica cultura sería estar dentro y fuera de la
cultura a un mismo tiempo. Adorno considera que una crítica exitosa es aquella que “no
resuelve las contradicciones objetivas en una armonía, sino una que expresa la idea de la
armonía negativamente al capturar las contradicciones, puras y no comprometidas, dentro
de su estructura más íntima” (Adorno en Szurmuk, M. y McKee, R. I., 2009:61). No
obstante, este modelo preserva una diferencia y jerarquización entre la cultura de las élites
y la cultura popular.
Raymond Williams propone una definición más amplia de cultura, que da cuenta de
su complejidad, en tanto:
“una descripción de una forma particular de vivir, y que expresa ciertos significados y
valores no sólo en el arte y la educación pero también en las instituciones y en el
comportamiento ordinario; el análisis de la cultura es la clarificación de los significados y
valores implícitos y explícitos en una forma de vida particular, en una cultura específica”.
(Williams, R. 2003).
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En lo que refiere a la exotización de los lugares de memoria del narcotráfico, es
pertinente traer en relación algunas de las precisiones derivadas de “Orientalismo” de
Edward Said. Para este autor, uno de los significados de la noción de “orientalismo”,
refieren a Oriente y a Occidente como una idea que tiene una historia, una tradición de
pensamiento, unas imágenes y un vocabulario, que han tenido una presencia en y para
Occidente, dado que son “dos entidades geográficas que se apoyan, y hasta cierto punto se
reflejan la una a la otra” (Said, 2002: 24). Este tipo de relación es una relación de poder en
la Occidente ha ejercido distintos grados de hegemonía sobre Oriente. Para Said, las ideas,
culturas e historias no se pueden estudiar sin sus configuraciones de poder. De acuerdo con
esto, se trata de un dispositivo (Deleuze, 1990) que convirtió culturas y territorios en
objetos de conquista, colonización y consumo para Occidente. La estereotipación y
exotización de lugares de memoria narco, si bien requiere ser ahondando en el análisis,
pueden partir de este punto.
El modelo para estudiar el campo de las representaciones desde los estudios culturales, se
encuentra en el libro de Stuart Hall, Representation: Cultural Representations and Signifying
Practices (1997). Las representaciones conectan significado y lenguaje con la cultura, siendo parte
esencial del proceso en el que el significado es producido e intercambiado entre los miembros de
una cultura, involucrando el uso del lenguaje, los signos e imágenes (Hall, 1997: 15). Las
representaciones expresan el vínculo entre los conceptos y el lenguaje, siendo lo que hace posible
referirse a un mundo “real” de objetos, personas o eventos, o bien a mundos imaginados objetos,
personas y eventos ficticios. Sin embargo, estas están involucradas con sistemas de representación,
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siendo maneras de organizar, agrupar, acomodar y clasificar conceptos, y de establecer relaciones
complejas entre ellos (Hall, 1997:17). El significado depende de la relación entre las cosas en el
mundo –personas, objetos y eventos, reales o ficticios- y el sistema conceptual, el cual opera como
representaciones mentales de ellos.
Para el caso que traigo a colación, una comprensión más amplia de cultura, se
encuentra limitada hasta cierto punto dentro de los límites del Estado-nación, lo que implica
pensar a Colombia desde las instituciones pero también en los sentidos y significados
otorgados por los actores. Considero que hay lecturas más amplias de entender la “cultura”
desde la nación, que no han sido abordadas todavía, porque escapan a la memoria oficial,
sea por fines políticos o por otras lógicas que se intersectan, pero también por la
legitimación en algunos aspectos, como el narcotráfico y sus efectos sociales, en la cultura
del país, poco tratados por cuestiones de índole moral, siendo marginalizados o condenados
a una existencia subterránea.
Desde los años ochenta, década que coincide con el ascenso e impacto del narcotráfico en
Colombia, existen investigadores y trabajos que abordan este tema. En cierto sentido, se
trata de la existencia de una tradición, y en el cual cualquier trabajo que se realice -desde mi
punto de vista- necesariamente tendrá una relación con estas investigaciones. Desde la
sociología, es significativa la obra de Camacho Guizado (1981 y 1988) y Betancourt
(1994). En ambos casos se trató de esfuerzos que abrieron el panorama para que el
narcotráfico dejara de ser un fenómeno marginal y se entroncara con otras tradiciones de las
ciencias sociales en el país, en particular el estudio del conflicto armado y la violencia.
Camacho Guizado (1988) estableció las bases y el marco teórico para el estudio
sociológico del narcotráfico:
“No parece aventurado afirmar que los procesos ligados a la producción, distribución y
consumo de marihuana y cocaína se erigen como elementos centrales en la caracterización
de la historia reciente en Colombia. El monto de las transacciones realizadas y sus múltiples
efectos en la economía nacional, las políticas con que el Estado y la clase dominante
colombiana han enfrentado la situación, las transformaciones necesarias en la estructura de
clases y en la estratificación social, son algunos de los terrenos en que con más fuerza se
denotan los efectos del crecimiento de la actividad ligada a la droga. Pero más allá de estos
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efectos el estudio de la situación obliga a abocar un conjunto de temas que realmente
definen una situación más global, más profunda y duradera, y que no se ligan directamente
a la coyuntura histórica, sino, con más propiedad a la estructura social”. (Camacho
Guizado, 1988: 14)
Es importante mencionar otro aporte de este autor: la droga como un fenómeno de interés
sociológico y cultural no debido a sus efectos físicos, sino a su socialización: población
involucrada, economía generada, política (Camacho Guizado, 1988: 15). Dicho aspecto es
que diferencia a la sociología de los juicios morales, al tiempo, que una justificación para la
aproximación al narcotráfico desde la cultura. Así mismo, tiene en cuenta la relación entre
Estado y droga, considerando las transformación de Estado a partir del narcotráfico, y en
especial, la interacción entre el mundo de la ilegalidad y de la legalidad tradicional del
orden dominante (Íbid, 31).
El único trabajo sobre narcotráfico desde los Estudios Culturales en Colombia, Gómez
Cerón (2012), cuyo foco son las representaciones y mediaciones asociadas al fenómeno en
el país, centrándose en la televisión, y en especial, las narconovelas. Su análisis está ligado
a su trabajo en la serie televisiva El Cartel (2008-2009), y a su vida personal en Cali,
estudiando las representaciones en la televisión como razones para explicar su éxito en el
público, haciendo énfasis en la narrativa televisiva.
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Los estudios sobre el turismo son el campo que ofrece más afinidad en la elaboración de un
marco teórico sobre el narcoturismo. La relación se encuentra en el tipo de turismo que se ocupa de
visitar zonas de desastre y lugares con una memoria en torno a la violencia, denominado “dark
tourism” o turismo negro (Fowley y Lennon, 2000), y en el cual, se podrían clasificar algunos
elementos del turismo en escenarios ligados a la historia del narcotráfico.
Para Fowley y Lennon (2000), el “turismo negro” es tanto un resultado de las circunstancias
del mundo de la modernidad tardía, como una influencia significativa sobre estas circunstancias.
Más aún las políticas, las economías, las sociologías y las tecnologías del mundo contemporáneo
son factores importantes a considerar, si se piensa que el turismo negro está focalizado en la
selección e interpretación de los sitios de memoria y eventos traumáticos convertidos en productos
del turismo (Foley y Lennon, 2000: 3). Estos dos investigadores emprendieron un trabajo de campo
alrededor del globo con el fin de estudiar los lugares etiquetados como “turismo negro”, como una
manera de entender el modo en que la muerte, el desastre y la atrocidad son empleados por quienes
ofrecen estos productos turísticos.
Las características críticas aparentes en este fenómeno son: primero, las tecnologías de
comunicación global juegan una buena parte en la creación del interés inicial (especialmente en
explorar las relaciones entre lo global y lo local). Segundo, los objetos del turismo negro aparentan
introducir ansiedad y duda sobre el proyecto de la modernidad. Tercero, los elementos pedagógicos
de los lugares están acompañados por elementos de mercantilización y ética comercial (sea
explícita o implícita) porque aceptan la visita (sea intencional o incidental) como una oportunidad
para desarrollar un producto turístico. (Fowley y Lennon, 2000: 11)
Entre los rasgos no mencionados anteriormente que caracterizan esta práctica cultural se
hallan: 1. Se enfrenta a una idea que asocia turismo con lo bello. 2. La relación con las dinámicas
propias del capitalismo tardío y su cultura. 3. Las similitudes entre este turismo y el peregrinaje
religioso, dado el vínculo del último con rituales, significados religiosos o místicos que a menudo
incluyen una experiencia psicológica para los participantes. 4. Un cierto tipo de actividad
pedagógica en el turismo negro, sujeto al grado de autenticidad que puedan generar estos lugares.
Con referencia al origen de esta práctica, se cree que en la modernidad tardía, lejos de
corregir los problemas que llevaron al desastre, se reciclan espacios cerrados o anulados para
introducir nuevos negocios a partir de las facilidades de infraestructura para conseguir ingresos
derivados del turismo. De hecho, se trataría de una industria resiliente donde la muerte es el
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principal recurso de atracción. Una de las funciones del turismo negro consiste en situar la muerte
con la comprensión humana del pasado, presente y futuro (Korstanje, 2015b; 4-5).
Sin embargo, los autores dedicados al turismo negro suelen tener en cuenta tres factores de
análisis: 1. La relación de los lugares de memoria frente a la muerte o sucesos luctuosos. 2. Las
lógicas y prácticas de consumo de este tipo de turismo: quiénes producen y cómo lo hacen, el
carácter de lo económicas en relación a otros actores (el Estado, quienes habitan dichos lugares) y
dinámicas. 3. Las motivaciones internas y las narrativas propias de quienes visitan estos lugares.
(Korstanje, 2015b).
Por ejemplo, para P. Stone y R. Sharpley, un análisis del turismo negro no puede estar
completo sin una consideración del por qué los turistas pueden ser conducidos hacia sitios o
experiencias asociadas con muerte y sufrimiento. Más aún, es importante la comprensión de las
motivaciones de los individuos, aspecto que no ha sido interrogado y estudiado sistemáticamente, y
por ende, poco revelado La propuesta de estos investigadores consiste en sentar bases teóricas a
partir de la teoría sociología relacionada con la muerte y el dolor en sociedades modernas, para
explorar el consumo de experiencias de turismo negro. Este tipo de formulación va en la misma
dirección, que trata de relacionar el turismo negro como un modo de confrontar la muerte (Stone y
R. Sharpley, 2008: 576)
Para algunos autores este tipo de prácticas se conectan con la memoria, en el sentido que
“deben ser recordadas de alguna manera que permitan transmitir un mensaje claro a la sociedad
(…)”. Se ha considerado que el turismo negro como una “forma de comprensión de la muerte a
través del otro”, que implica una negociación entre la memoria y las narrativas sociales, los actores
y los paisajes (en Korstanje, 2015a: 759). De otra parte, los estudios de memoria han sido una
constante en las ciencias sociales en las últimas décadas. Su emergencia en la región está vinculada
con los acontecimientos políticos traumáticos ocurridos en América Latina en los años setenta y los
procesos de descolonización en el tercer mundo (Palacios, 2010: 269).
Un estudio como el de Palacios (2010), aborda la relación entre memoria y turismo, con el
fin de centrarse en los procesos comunicaciones que intervienen en la construcción de la memoria
del Estado. Sin embargo, su artículo parte del caso argentino, en el que el Estado ha sido el
encargado de la implementación de políticas de memoria como atractivos turísticos. Cabe decir que
esta autora define un lugar de memoria, en tanto, “puede ser descrito esquemáticamente como un
“topos” o núcleo que condensa diferentes representaciones sobre su estudio y su análisis supone la
tarea de “desentrañar su verdad simbólica más allá de su realidad histórica”. (Palacios, 2010: 270).
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Uno de los temas a tratar, y al tiempo, poner en cuestión es el del narcoturismo frente a los
lugares de memoria. No sin antes, dejar un elemento en el tintero: la pregunta por la relación del
Estado con este tipo de lugares de memoria, y si es el caso, ¿cuál es la política de memoria para el
caso colombiano?
Desde el punto de vista de esta autora, los lugares de memoria convertidos en objetos
turísticos no agotan el análisis. Para ella, la mercantilización de la memoria es posible en razón de
que las virtudes de las condiciones de mercantilización de los objetos culturales estaban dadas desde
antes, sumado al hecho de que pocos fenómenos sociales escapan del sistema de intercambio
económico. Más importante aún, el problema reside no en la condenación de los lugares de memora
como atracciones turísticas, sino la reflexión: “en torno a qué sentidos se abren a partir de esta de
esta coyuntura, (…)”. (Palacios, 2010).
Bibliografía
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Escobar con Pasaporte Express [Archivo de video]. Recuperado de:
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“La edificación tuvo que sostenerse de manera permanente por cerchas y tacos, ya que su
deterioro era irreversible, sobre todo porque la misma construcción dejaba serias dudas
sobre su calidad y firmeza”.
La misiva detalla que el poco hierro en la estructura, sin vigas de amarre, mal cálculo de los
pesos y un diseño poco estructurado fueron el comienzo de graves patologías que luego se
encargaron de complementar el abandono, el agua, los saqueadores y guaqueros y el paso
ineluctable del tiempo.
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También asegura que desde que la propiedad de Escobar pasó a manos del Estado
colombiano, y este a su vez lo entregó mediante contrato a la empresa Atecsa y a la
Corporación Cultura Ambiental, quedó claro que la casa de Escobar nunca sería
reconstruida, pues para nadie tiene valor ni histórico, ni arquitectónico, ni patrimonial.
“Los escombros serán recogidos para garantizar la seguridad y el tránsito de los visitantes
al parque temático y en su lugar el equipo de trabajo de la entidad trabaja para realizar allí
una amplia exhibición al aire libre de toda la historia del lugar", concluyen las directivas.
La Hacienda Nápoles es uno de los destinos turísticos más frecuentados de los últimos
años.
MEDELLÍN
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