Está en la página 1de 105

i.

ARGO RECORRi00, 36 lli8mol8Eltlt


JAMASEI FUNGO
NUNCA

EOITORIAI PERIFÉRICA
PRiMERA EDICIÓN: mayo de zoiz Jamás elfaego manca
lugó menor su rot de frio mnerto.
CASAR VAU.EJO

© Diamela Eltit, zoo7) 201z


© de estaedición,Editorial Periférica,zolz
Apartado de Correos 293 Cáceresioool
info@editorialperiferica.com
www.editorialperiferica.com

ISBN:978 84 9z865-574
DEPÓSITO LEGAL.: CC 387-Zoiz
IMPRESO EN ESPADA - PRINTED IN SPAIN

EI editor autoriza la reproducción de estelibra, total o


parcialmente, por cualquier media, actual o futuro, siempre
y cuando seapara uso personal y no con fines comerciales.
A Rubi Caweão

Agradecimientos en et tiempo de estelib o:


A Situüna Bawoso, a Francisco Ribas, a Randotpb Pape
Estamos echados en la cama, entregados a la legiti
midad de un descanso que nos merecemos. Esta-
mos, sí, echados en la noche, compartiendo. Siento
tu cuerpo doblado contra mi espalda doblada. Per-
feitos. La curva es la forma que menor nos acomo-
da porque podemos armonizar y deshacer nues-
tras diferenciasl Mi estatura y la tuya, el peso, la
distribución de los huesos, las bocas. La almohada
sostiene equilibradamente nuestras cabezas, sepa-
ra las respiraciones.Toso. Levanto la cabezade la
almohada y apoyo el codo en la cama para toser
tranquila.Te modestay hastacierto punto te preo-
cupa mi tos. Siempre. Te mueves para seãalarme
que estásahí y que me he excedido. Pero chora
duermes mientras yo mantengo ritualmente mi vi-
gília y mi ahogo. Tendré que decirte, magana,sí,
maganamismo que habréde racionar tus cigarri-
llos, llevarlos al mínimo o definitivamente dejar de

11
comprados. No nos alcanza.Apretarás las mandí- aún tengo la costilla y acepto, sí, me entrego a tu
bulas y cerrarás los ocos cuando me escuchesy no codo y me avengo con mi costilla.
me vas a contestar, lo sé. Permanecerás impávido Me doy vuelta, pongo mi mano sobre tu cadera
como si mis palabras no tuvieran el menor asidero y te muevo una y otra vez, rápido, ostensible. Cuán-
y siguieraallí íntegra la cajetilla que compro fiel- do murió Franco, te pregunto, en qué aõo. éQué?,
mente para ti- équé?,dices.Cuándo murió, te digo, Franco, en qué
ve gusta, te importa, necesitasfumar, lo sé,pero aíío. Con un solo impulso te sientas en la cama, ve-
ya no puedes,no puedo, no quiero. Ya no. Pensa- loz, atravesadopor una furta muscular que ya nun-
rás, lo sé, en cuánto te has sostenido en los cigarri- ca ejercesy que me sorprende. Apoyas la cabezaen
llos que sistematicamente consumes. Ha sido así, la pared, pero de inmediato vuelves a deslizarte en-
l)ero va no es necesario. tre las sábanaspara ponerte de espaldas a mí.
N'o. éCuándo?, te pregunta, écuándo?
N o consigo dormir y entre los minutos, a través Con la respiración demasiado agitada, llegas al
de los segundosque no alcanzo a precisar, se borde de la cama, no sé, me contestas, cállate, duer-
entromete una inquietud absurda pero que se im- me, date vuelta. Un día preciso de un aão preciso
pone como decisiva, la muerte, sí, la muerte de pero que no forma parte de un orden. Una escena
Franco. No consigo recordar cuándo murió Fran- desprendida, ya inarticulada en la que fumábamos
co. Cuándo fue, en qué aõo, en qué mes, bojo cuáles concentrados, entregados a nuestra primera célula,
circunstancias, me dijiste; murió Franco, finalmen- mientras tú, precozmente sábio, con la plenitud que
te semurió echadocomo un perro. Pero fumabas pueden alcanzar las habilidades, sosteníasunas pa'
y yo también en ese momento. Fumabas cuando labras legítimas y consistentes que no se podían
hablabas de la muerte y yo fumaba, y mientras aten- soslayar y te mirábamos extasiados --tus argumen
dia a tu rostro adolescente, abiertamente resentido tos -- cuando explicabas la muerte de Franco y yo,
y lúcido y en cierta forma deslumbrante, apagué el cautivada por la rigurosidad de tus palabras, apa-
cigarrillo entendiendo que era el último, que nunca gabael cigarrillo poseídapor un ascofinal y obser-
más iba a hacerlo, que irmãs hubo de gustarme as- vaba el papel destrozado contra el filtro, lo miraba
pirar esehumo y tragarme la quemazón del papel. en el cenicero y pensaba, nunca más, es el último,
Siento tu codo apoyado en mi costilla, pienso que se acabó, pensaba y pensaba que por qué habría

12 l3
fumado tanto eseaão si no me gustaba,en reali- quiero y hube de vislumbrar en tu mirada un atis-
dad, el humo. Visualizo el cenicero, el cigarrillo bo de inquietud mezclado con una clara decepción.
apagadocon las escusas briznas de tabaco desar- Una primera, incipiente, inexcusable mirada de
madas en su centro. Lo tengo. Tengo también la abandono o de un rencor material. Pero, dome,cuán-

muerte de Franco, pero no el aõo, ni el mes ni, me- do. Cállate. Me hacescallar Justo en los momentos
nos, el día. Dime, dime, te pregunto. No empieces, en que la sábana desastrosa se ha enredado, una
no figas, duérmete, me contestam.Pero no puedo, vez más, en mis piernas y en mis brazos, siéntate,
no sécómo dormir si no recupero el gramoperdi- muévete, mientras ordeno la sábana, furiosa, sin
do, si no sorteo el hueco nefasto del tiempo que entender si es en contra de mí o en contra de ti, sin
requiero atraer.EI final del cigarrillo aplastadocon- convencerme. Cómo pude olvidarme del aão, de
tra el cenicero, mis dedos, la secuencia de tus pala- un aõo que tú sí recuerdas y no me lo dicas, lo sé,
bras convincentes,echadocomo un perro, en su para impedir que yo zanje el tema del cigarrillo.
cama,el asesino,o quizás dijiste: el homicida, y mi Estalinista, me digo Martín, después,muchos
asco definitivo a la bocanada de humo, la última. aços más adelante, en el tiempo en que ya no éra
La muerte pública de Franco, echado en la cama, mos (Martín ahora mismo se adelanta, está parado
muriéndose de todo, prácticamente sin órganos, a los pies de nuestra cama, desencajado, negando
dijiste, el tirano, decías, muerto de viejo o de ancia- mis palabras, reiterando en está signo sus mentiras).
no, rodeado por su séquito, decías, de franquistas, ÉI me digo estalinista y tú, que escuchabassu ex-
los médicos. En la noche, tarde, al borde de un presión, que la oías, volviste la cabeza,impasible
amanecer exhaustivo, proseguían las discusiones, como si no. Quién fue el que me dijo estalinista, cá-
los argumentos, y entre todas las palabras posibles, llate. Quién fue, te insisto, mientras muevo tu cade-
claro, las tubas sonaban más expertas o más certe- ra. Ah, me doces,necesito dormir, ya, duerme, por
ras, mientras yo fumaba a lo largo de esanoche que favor duerme, déjame tranquilo. Has levantado la
nunca vaciló hasta que, de pronto, me senti verda- voz, me hablas en un tono delirante. Agresivo.
deramenteácida,mis pulmones, y hube de apaga- Me arden los ojos de un sueco que pareceun
do, el cigarrillo, para nunca más. mero sintoma. No puedo dormir cállate. Estalinis-
Después me ofreciste uno, équieres un cigarri- ta, me lo espetó abiertamente, mientras yo te mira
llo?,ya amanecía,
no, no quiero.No, te dize,no ba buscando en ti un resguardo y tú, instalado ya en

i4
la indiferencia, seguias aceno, mientras yo escuchaba devolvíamos de la que iba a ser la última reunión
unas palabras que giraban locamente sin entender del de esacélula. SÍ. Te comportassecomo si yo me
todo de cuál ira provenían. Me dijo, estalinista. Lo mereciera todas las deferencias, como si fuera po-
repitió. Sé quién lo digo, Martín (desde los bordes sible pensar que nada había sucedido. Pero era el
de la cama él se toca la cabeza, alardea, exhibe su último encuentro de un aõo intransigente en que
contorno ostensiblementeirregular menoscabado). ninguna de las palabras que manejabas ya podían
Tengo en mi retina sus ocosy los matices de su ex- contener.

presión, pero ahora espero que seis tú el que diga Te porta$çç.ÊglDQ-uJI.pç!!Q:


quién fue, para así escucharde tus lábios, de los Ya te habías conve$jdo en un perro, pienso ado-
tuyos, por qué no dijiste nada,en qué punto de ra. Lo pienso .g$eptras mi brazo entregado a la vi:
deserción estabas, imperturbable, lo recuerdo. gibame tortura por su ineyitable roce co!.la paTd
No importa, me doces,duerme, no sigas,olvídate. monolítica que nos cerca.
En medio de una discusión que parecia irriso
ria, cuando todo ya se había confundido, tú habías
llegado sólo para escuchar de manera ambígua,
marcando tu distancia y tu ironia y yo no pude, no
logré mantenerme en silencio, no lo consegui y dize,
pero cómo, y dize,me resulta injusto o improce'
dente, pude decir ambas cosaso puede ser, puede
ser que haya expresado, con una molestia sosega-
da, lo sé,que no era posible dialogar en esostérmi-
nos y entonces detonó la condena definitiva, enla-
zada a una respuesta lapidaria: estalinista. Mueve
la pierna, me molesta, me raspael pantalón, por qué
tienes que dormir con el pantalón puesto Cállate.
Pero chora nuevamenteva a amanecer.Sé que
despuésno comentámos lo sucedido y esgrimimos
una cortesia desmesurada. Lo hicimos mientras nos

l6 i7
trolar cualquier indicio de rancor para formar parte
de estapaz que nos hemos concedido. Estamos en
un estado de paz cercano a la armonía, tú ovillado
en la cama, cubierto por la manta, con los ojos ce-
rrados o entreabiertos, yo en la sigla,ordenando con
parsimonia y lucidez los números que nos sostie-
nen. Una columna de números que recogen la dieta
estricta a la que estamossometidos, una ahmenta-
ción rutinaria y eficaz que va directo a cumplir la
demanda de cada uno de los órganos que nos rigen.
Hace.mé.s
de ciçQ..aã(2s
quemurió Franco.EI tira- Comemos absolutamente justos. Concisos.
n(; Profundamente histórico, Franco saqueó,ocu- EI arroz se emparenta con el pan, ambos cum-
pó, controlo. Fue, cómo no, coherentecon el rol plen su función de proporcionarnos el sueco y el
que hubo de representar. Uno de los menores acto- alivio. Comemospan y arroz. Preparo el arroz
res para pensar la época. Anciano. Militar. Conde- siemprede la misma manera.EI arroz, su forma
corado por las instituciones. N o brillante, no, nun- común, la cocción necesariaque requiere de una
ca, sino eficaz, obstinado, neutro. Necio, dices, era relativa concentración, maio, maio el arroz, cuan-
necio. Ya ha transcurrido un siglo. No, no, me di- do resulta recocido o casacrudo, sus repelentes
ces, no un siglo, mucho más, más. SÍ, te contesto, granos que más de una vez te han atorado. SÍ, toses
todo circula de un cierto determinadomodo, im- y los granos de arroz salen de tu boca hasta rodar
preciso, nunca literal, jamás. Estamos hablando des- caóticos sobre la manta, impulsados por tu garganta
pués de un siglo --más de un siglo--, nos decimos obturada, que te ahogas, que te puedes morir que
serenamente
palabrasamistosas
y compasivas:Jb esdolorosa esta tos arrocera y la saliva que escu-
nemos que cuidamos del grito que jamás nos permi- pesJunto a los granos me perturba. No quiero mi-
timos, nunca, porque podríamos herirnos y romper' rar la saliva mezclada con el arroz, semejandoun
nos. TÚ no me grites ni ocupas expresiones dema- ligero vómito o una sustancia aquosa, un enredo
siado desdeãosas,las omites y delas que circulen alimentício imposible que mancha y se esparce por
adentro de tu cabeza.Mi empeno se centra en con- k cama que ocupas?mi cama.
l 8 i9
Fumas y comes. estrategias, la burocracia inextricable que consiguió
Por eso te atoras o te ahogaso te mueres.Fu- establecer.
mas y comes con la misma ansiedad. Prefiero no Mantiene una correlación sorprendente con el
decirte en este siglo: no lumes. Renuncio a decirte: fascismo, te digo. Lo hace por su voluntad velada-
no lumes mientras comes, o decirte, despacio, des- mente unilateral, por la precisión iconográfica, por
pacio para que no te ahogues, o decirte, no comas su soledad sin la menor muestra de extravio. Por su
porque te vas a atorar, o decirte, no tosas porque muerte pragmática y universal. Por las orlas de sus
me da asco esatos y me da asco el pequeno atisbo desfiles, las tropas, la repartición de poder la trai-
de vómito, o decirte, qué te pesa, pero qué te pesa ción a sus colaboradores, la búsqueda insaciable
con el arroz, parecesun niõo desdentado o pareces de legitimidad, por sus gestos aviesos, por el rictus
un Ferro enfermo. No digo nada para preservar la de su boca, por su estatura esmirriada, por sus es-
languidez que este sigla noib'toigãjtina dádiva a trategias y los errores de comprensión ante la his-
la que no se puede renunciar por eso Franco nos toria, por su apego enfermizo a su família, la pose
servepara atenuar: su fascismo. No, dices, un nazi. absurda de su esposa y la fiebre ávida de sus hinos.
Bueno, bueno, te contesto. No es lo mismo, me éTuvo hinos?, écuántos? No te desvíes, me doces,
dices, la confusión en los conceptos traí trágicas no busques refugiarte en los detalles. SÍ, es cierto,
consecuencias, éno te das cuenta? TÚ docesfascis- debemos ser exactos e íntegros.
ta con una liviandad que tenemos que reconsiderar. Ha transcurrido más de un siglo, éte das cuen-
SÍ, te contesto, usando un dono que pretende con- ta?, te digo, un signoentero y quebrado, mil aços,
ciliar, algunas veces me confundo. No te confun- una época que termina prácticamente sin ecos, como
des, no, no es eso, es que tú no distingues a un si no hubiese sucedido, éte das cuenta? Sin final y
fascista de un nazi. Vermos, me dices, qué era ya es memoria. Sé que podría inquietarte mi afir-
Franco, en qué corriente lo ubicas, cómo lo cata- mación o aburrirte por su estela de obviedad, en-
logas, desde qué parâmetros podrías clasificarlo, tonces, me levanto de la silla, voy a la cocina y mien-
cuál era la realidad de su estructura, como se po- tras escarbo en la olha, experimento una especie de
dría establecer una jerarquía para contabilizar sus vértigo, la sefíal de un mareo que no alcanza a preo'
actos, qué elementos determinan su filiación, cuál cuparmeporque lo adjudico al arroz, a la multipli-
fue el paradigma que lo movilizó, sus políticas, sus cación de los granos que dan vueltas y vueltas mien-

20 2 1
trás se consolida un precipitado y confuso recalen- table, éQué comíamos?, me presunto chora, antes
tamiento. Saltan, se mezclan, sepegan los granos, el del arroz, antes de exercerla mania por los granos.
arroz que nos mantiene y nos fortalece. Saco una Temas, lo sé, cierta consolidada aversión por los
porción y la extiendo sobre el plato. Vuelvo a la lácteos; la leche y sus derivados. Me reí mientras
pieza y, con un tono de voz excesivamente entu- sostenías el pedazo de queso, allí estabas titubean-
siasta,te advierto que estamos en la hora, que tie- do, pensando si era adecuado o, quizás, si era im-
nesque alimentarte. Te alcanzo el arroz, te levantas prescindible. Permanecíasabsorto. Mirabas exta-
parcialmente, cansado, con una severidad que me siado o aterrado el pedazo de queso que sostenías
preocupa. Comes sentado a medias sobre la cama. entre tus dedos. Tus dedos afilados, protegidos pór
Te observo distraída ante una ceremonia ya natu- la corrección de tus huesos y tus umas cortas, pul-
ralizada. Recuerdo cómo en el siglo que en ciçrtg cras y el queso y el instante en que lo apretaste en-
modo nos pertenecía, yo observaba con asombro tre tus dedosy lo horadastecon tus umas.Vimos
tus sentenciasante el acto alimentício. No había cómo el queso se deshacía,su forma, y toda la cé-
pensadoen el hambre como un hecho peligroso que lula, los nueve que la conformábamos, no pudemos
requeria de una solapada estrategia que lo amino- evitar unas miradas asombradas, aunque pudoro-
rase, hasta que me lo dijiste, seãalasteque te pare- sas, que se impresionaron ante tu manera terrible
cia demasiado personal, esafue la fórmula exacta de apretar.
que utilizaste. «EI acto de comer es personal»y No el queso, no los lácteos.
por ese motivo me pediste, con una cautela que Podíamos sólo consumir lo necesario para nues-
pretendia no ser lesiva, que no te mirara mientras tros finos. No correspondia, asílo dijiste, entregar-
comías. Aãadiste, con un tono afable y circunstan- se a la comida, hacer de ella una sedeque termina-
cial, que si persistia, te alejarías, que preferias estar ba por ocultar el impacto del hambre. EI hambre,
solo: prefiero estar solo, aisladocon la comida. lo sé,tema para ti una función. EI hambre, lo pre-
Nunca me mirabas, escierto, cuando yo esotam- gonaste,era un estadoque profundizaba el rigor y
bién me lo seãalaste-- engullía. Usaste esapalabra. nos permitia un trabajo concreto y sostenido. Pero
nunca, nunca la saciedad, eso no, lo asegurabas,. J
Engullía, dijiste, y lo insaciable que contenía esa
expresión me hizo despreciarla palabra. Entendi porque de esa manera se encauzabauna modorra
que mi manera de cursar el hambre te era insopor- que nos obligaba a posponer el objetivo. Odiabas

22 23
[a modorra, preferias,aun en ]a incomodidad, e] cama. Pero aun así, pese a que entiendo el contexto
hambre. Yo misma hube de comprobarlo, lo hice en el que se cursatu plato de arroz, no consigo
quandome entreguéa la glorificación de los ali- evadir lo insoportable. Está allí, explosiva la sensa-
mentos, a su excesograso.TÚ la odiabas, la Brasa, ción de presenciar una escena que está lucra de mi
el cuerpo graso y su brilho. Un cuerpo redondea- imaginación y de mis posibilidades. No me mires,
do por capasde una grasalicuada que producía dices, da vuelta la cabeza. Lo hago. Observo el piso
esalanguidez que postergaba la agilidad, esaagili- y luego el cuaderno. Tomo el lápiz y estribo los
dad que tú pedias para la célula y que si no se ajus- últimos números, no los últimos, en realidad, sino
taba a tu deseo, debíamos rehacer con otros cuer- los contingentes, aquellos números en los que nos
pos disponibles, hambdentos y energéticos. Te miro ordenámos. Espero. Estoy esperando que termines
en la cama, te veo empecinado en desalojar el ham- tu plato, mientrasdibujo el número,lo remarco,y
bre, la primera, la obvio que te invade. Comes sin cuando escucho que toses y siento el pesado humo
censura, de una manera que no puede sino resul- del tabaco que inunda la pieza, me levanto para reti-
tarme incómoda. Dirias, si te quedara un resto de rar el plato, recogerlos granosy tender el cobertor.
fortaleza, que el hambre jamás podría ser saciada Vuelvo a la mesa y a mi silla. Olvido, sí, intento
con el arroz porque sólo cumples con una deman olvidar mis dedos sobre el arroz, recogiendo los
da simple del organismo, del tuyo, de tu particular granos húmedos, me limpio los dedos en la falda y
organismo, pero no le concedesla Brasaque es, a entonces, en un gesto decidido, cierro el cuaderno.
tu juicio, la única sustancia que coima y satisface. Voy hastala cama,me siento en la orilla. Espero ini
Te entiendo. dar contigo un intercâmbio pacífico que me per-
Sé que tu argumentación resulta impecable, co- mita ordenar algunas de las imágenes que me rondan,
herente, pero aun así me atormenta tu manera de unas imágenesobsoletas que provienen de un siglo
comer inclinado sobre el plato, tomando con el te- cuyo término aún resuena pero no conmueve.
nedor sin ninguna precaución, los grados que sal- Retrocedo.
tan desde tu boca a la cama o se escurren por tu face más de un siglo, te digo, mil mãos a lo me-
lábio o caensobrelos bordos del plato o sedesli- nos, que me ronda la discordância de una frase, la
zan por tus dedos. Es el tenedor, pienso, su forma mioma que anoté entonces subyugadapor la per-
metálica y rala, intensificada por la posición en la feccí(5nde su trazado. Sin embargo, continúo, por-

z4 25
babauna ambigüedad,cuál, me dites, qué ambi- didos que me borran de mí misma. Es enganosa,te
güedad,escuchacon atención, te digo: «Los obre- digo, la frase, permite demasiadasinterpretaciones,
ros no tienen pátria. No se les puede arrebatar lo utiliza la palabra pátria y eso abre una crista peli-
que no poseen».Ah, me dices, ya no, ya no, me grosamente sentimental, tramposa, en la medida que
dites, hasta cuándo, murmuras y levantas la voz sela reconoce, a la pátria, te digo.
para decir, por qué no me traes una vazade té, ten- Ah, me doces,ah.
go sed, quiero té, una taza, me pides. Pero estees un día de un siglo distinto, de una
Voy a la cocina. Espero con paciencia el hervor época carente de marcas, un siglo que no nos per-
de la tetera. Sé que esta noche va a llover, el cielo tenece y que, sin embargo, estamos obligados a
demasiado cargado, lo estuvo anticipando. Hará experimentar y en este siglo parece todo irreal o
frio magana, cuando salgaa la calle, cuando llegue prescindible, sí, prescindible. No es así, me doces,
al paradero, cuando tome el bus, cuando me due- no, lo sabes, lo analizamos, estuvimos abocados a

lan las piernas por las cuadras que habré de cami- dimensionar el erecto de cada una de las palabras,
nar. SÍ, hará frio cuando me devuelva y rehaga el lo hicimos exhaustivamentehastaque la célula com-
recorrido. Y todavia estaréhelada cuando entre a prendió, sehizo experta,intachable, orgânica. éCuál
la habitación y te vea acostado en la cama y vaya a célula?, te presunto confundida, écuál de todas las
la cocina a prepararme una vaza de té, el mismo té células? Abres los ocos. Estás con los ocos abiertos
que te llevo a la preza y te deão encima del velador. y con la espalda peligrosamente curvada, te duele,
Va a llover, te digo. te pregunto, la espalda,todavia. SÍ, me duele. Qué
No hay ninguna ambigüedad, me doces.La fra más te duele, dímelo. Las rodillas, uno de los co
se es directa, real, comprensible, certera. Es enga- dos, el estômago. éLos intestinos ?, te pregunto. No,
fíosa, te digo. Explica. No quiero; el trayecto a la no, la vesícula. No sabia,no me lo habías dicho.
cocina, la posibilidad de la lluvia, el vapor del té, Me hiere. No me preocupan tus huesos, finalmente
me causanuna sorprendente laxitud, deseoten- estánde antemano condenados,me importan, lo
derme en mi pedazo de cama, trepar y ponerme de sabes bien, tus órganos, expuestos, acuciosos, te-
costado y sentir que tengo un cuerpo, que todavia mibles. Dijiste vesícula sólo para castigarme, por-
gravitan en mí las piernas y los brazos y no soy que tú sabestanto como yo que la sentencia apa-
sólo unos riãones adoloridos o cansados o expan- rentemente perfecta se prestaba para caer en lo que

z7
tanto tememos,en un reformismo que podia ani-
quilar los presagiosde un siglo que terminó sin pena
ni gloria, sin gloria, especialmente así, cautivo en su
propio conformismo, incluso tú, que pareciasin-
corruptible, hubiste de ceder, lo sabes,cediste, te
entregastea las alucinaciones que iba produciendo
el siglo para horadarse a sí mesmo.Lo hiciste y rom-
piste la armonía de la célula más perfecta y eficaz
que conseguimos. No te lo digo, lo pienso. Franco
era fascista, éverdad? SÍ, lo era. opor qué? Por su
inclinación a los actos de mesasy su vocación es- Frentista, estalinista, asesinaloco. Una palabra de
cenográfica. Por sus prácticas sostenidas que seguían trás de otra, un conjunto de palabras elaboradas en
y seguían agudizándose hasta bordear el paroxis- una ecuación implacable. Sílabas sonoras, perfec-
mo. fera nazi o no era nazi?Cualquier respuesta tas,que iban organizando una cadenaarmónica que
es posible chora que el siglo, los mil aííos, ha con resonabaigual que una recurrente letanía. Pero algo
cluido, setrata de una mera especulación,un cú- en esesingular engranaje me cautivó o me distrajo
mulo previsible de inútiles conjeturas.Me voy a y es posible que mi cara haya permanecido procli-
acostar, te digo. ve o atenta a esas palabras, puede ser, sí, que nada
No, me contestas.Todavia no, insistes. Aún no en mi rostro haya acusado el agravio. Y no resulta
eshora. extraõo que esaexpresión precisa, la mía, me haya
otorgado una distancia impresionante. Lo pienso
chora, incierta, insegura y quisiera preguntarte si
acaso,en medio del caos, mi expresión hubiese con-
seguido la más insólita exoneración. Puede que lo
haya imaginado, pensado en esastardes, horas, dias
inciertos en que el temor ante una voz rotunda, sí,
rotunda, me pudiera interceptar para espetarmeuna
suma de palabras que podían o no significar y que,

28 z9
sin embargo, eran capacesde destruir. O era yo la de apoyarte en una densidad con la que dramatiza-
que me preparaba para eseinstante, yo misma la que bascada una de tus intervenciones. Por fin me ple
me repetia aquello que iban a decir, que se adivina gué al grupo que buscaba el fin de una tirania sin
ba a diestra y siniestra. Lo que enjuiciaba. Eso que objeto. Un grupo lúcido que había comprendido
tú no queriasoír. Ya no sentias.Esposible, los he: hasta qué punho formábamos una célula que pare-
chos se aglomeran y me confunden. cia construída para ti. Sé que aunque no fue reco-
Me cuesta, sí, tanto. nocida, mi intervención resultó fundamental. Ha-
Frentista, estalinista, asesina loco. blé de acciones directas aunque no quise especifi
La reunión habíasido difícil aunqueno inútil. car, no era necesario. De esamanera interrump! el
Perdeste,sí, perdiste el control que habían alcanza- caudal de ideas reformistas con las que pretendías
do tus posiciones, te echaron abalo los argumentos mantenernos cautivos. Hay que finalizar, dijiste,
de tus adversários. Yo estaba de acuerdo con el gru- finalizar. Sin necesidad de explicitado, me opuse a
po dominante, me había coludido con las razones tu propuesta, me incliné por la acción directa. Ya
que tú no compartías porque eran, así lo dijiste, me había calmado cuando consegui posesionarme
inconducentes. Me íijé en esapalabra, te la había oído de la expresión «acción directa».
demasiadasveces, «inconducente», y supe que era Comprendí que entraba al terreno de una simple
una trampa, un término que proponías con el mero oposición y que allí tú podias derrotarme con inusi-
objetivo de inhibir. Entendi que tema que oponer' tada faci[idad. No ]o hiciste, sin embargo. No qui-
me. Lo hice quizás con excesivavehemencia,con siste exponerme o no quisiste exponerte, no lo sé, en
un deão,en cierto modo, histérico o apresuradoo realidad aún no lo sé. Qué importa. Pero esefue el
deseosoque aun a mí me perturbó. Lo que me mo- día,la hora, el instante en que se escribió tu derrota,
lestó fue el tono, no mi decisión de derribar esa el fin de tu imperio, un castillo leve que habías le-
palabra. Tema que anularia, su autoridad, la forza- vantadopara tu propia honra, un castillo, algo así
dalegitimidad que le imprimías. Una palabra más- como una especie de mazo de naipes tendido en
cara que intimidaba. Desde luego no podia enfren- medio del peligro y posiblemente el horror. Pude,
tarme directamente a tus pleçupuestos; SaWuemis despuésde que te negastea intervenir, imprimir un
propias conclusionesegKêfçfré.ê.!g$términos más sello al transcurso de la reunión, lo foice,a pesar de
que la voz de tu alado, el másincondicional que
séiíãllõi;;;;iii;il;iciarme de tu hllj?jlg:.Ja mania
3o 3l
temas,uno de los tuyos, me digo,guiado por una SÍ, esanoche precisa marcó el rumbo de lo que
escandalosadecepción, estalinista y me dijo también, iba a ser nuestra propia vida, la de los dos. La vida
en un arranque demasiadoprevisible, frentista. Aun exactadespuésde que nos desprendimosde esa
célula. Pero a pesar de que el tiempo no lesa de trans-
en médio de las palabras que pretendían instalar el
oprobio y la división, la célula estuvo de acuerdo currir nunca, vivamos como militantes, austeros,
conmigo. Provista de una cuidadosa estrategia, me concentrados en nuestros princípios. Pensamos
escabullí de las discusiones finales, nunca te miré en como militantes? Estamos convencidos de que nues-
el curso de las discusiones finales, me mantuve en un tra ética ei la única pertinente. Lo sabemos, lo cons-
más que discreto segundo o tercer plano, ningún tatamos a cada instante. Entendemos que no nos
plano en reahdad, me repleguécomo si no estuviese, podemos dejar avasallar por sentimientos comunes,
como si nunca hubiese intervenido. Quedé aparen' sabemosque la historia terminará por damos la ra-
temente afuera quando se selló tu destino. zón. No necesitamos de ninguna confirmación, ni
Era necesario, absolutamente. siquiera discutido en el interior de la célula en la
Absolutamente necesario descabezarte porque que nos hemos convertido. Somosuna célula, una
tus ideas no, no, no significaban más que una mera sola célula clandestina enclaustrada en la pieza, con
burocracia en medio de una situación que parecia tina'falida controlada y cuidadosa a la cocina o al
inconmovible. Nos habíamosconvertido en una baço. TÚ seguesa la cabeza, tú diriges. Yo procuro
célula sin destino, perdidos, desconectados,con- obedecer.Me esfuerzo por alcanzar la lealtad ple-
ducidos laxamente por un conjunto de palabras na. Lo hago convencida de que tu liderazgo ahora
selectas y convincentes pero despojadas de reali- sí esprofundo y es certero. Pudiste polir tu lideraz-
dad. Séque esedía significó una tragedia para tus go luego de medir con rigurosidad el uso de cada
cómodasexpectativas,
pero no podia o no debía una de tus pa]abras. Dejaste de ]qdo los términos
ser de otra manera. TÚ ya no eras. Te habías con- ampulosos. Cuándo lo haste, en qué minuto aban-
vertido en la pieza más útil para consolidar una ca- donaste esaspalabras pretenciosas! écuándç!$ç ?
tástrofe. No me perdonas, te digo en medio de la Diríamos al unísono, estoy segura, que ocurrió
noche, te lo he repetido en algunasde las noches después de que ese caudal incontrolable de pala-
más desesperantes, no me perdonas, éverdad ? Hasta bras entró en estado de sosiego, cuando se desen-
cuándo, me contestas, déjame dormir. cadenó ese momento profundamente celular ínfi-

3z 33

U,c
mo. EI silencio, el tuyo, el nuestro, un'silencio mesmote impones Me tapo la cabezacon la almo-
larvario que espera,que espera,que se entrega fiel- hada. No quiero oír una sola palabra, ni una más.
mente al tiempo, porque ahora somos cuerpos p$=. Ha terminado mi trabajo, no tengo que escucharte,
A labra$ !uerpos, sí, palabrai.'Podríamos claudicar no quiero saber. No debo. Son palabras íntimas de
poro no queremos o no sabemosya cómo claudi- las que no puedo formar parte, me pondo la almo-
car cómo hacerlo,a quién rendirnos o qué rendir hada sobre la cabeza y no alcanza a molestarme el
de nosotros, a quiénes entregar nuestro arsenal de cierto vago ahogo que me provoca. Está debilita-
experiencias y de prácticas largamente cultivadas. da, gastada, vieja, eso es, está viela la almohada y
Cuál seria el castigo o el premio que nos corres deberé comprar obra. Una para mí y la obra para ti.
pondería por nuestras acciones. N.o sabemos ya Eso es lo justo, lo que corresponde.Me topo la
cómo claudicar.
cabezapara conseguir dormir, pero, claro, no es
Francamenteno lo sé.TÚ tampoco posible, en realidad, no es físico. Necesito, tarde o
Me mientes. A menudo. Es una mecânica dema-
temprano, el gire. Me saco la almohada de la cara y
siado conocida, una técnica desorientadora que veo, con una lógica disparatada, cómo fuimos aban
requerimos. Tenemos que desplazar ampliar este donando la sala. Poco a poco empezó a bajar la
tiempo de la misma manera que tu pierna se extien- intensidad de la reunión hasta producir la comple-
de en la cama, dolorida, rígida, cercada por los erec- ta incomodidad, la másabsoluta.
tos ineludibles de la artritis. Te duele, te pregunto, Poblete se preparó para actuar en mi contra, lo
mucho la pierna. No, me dices, qué te importa. Pero hizo de manera experta. Tema, claro, la capacidad
dime, dime, te duele, qué te importa a ti, es asunto necesaria.Era extraordinariamente sutil, un prolil o
mío, mío, el dolor, mi pierna. Exacto. artesano refugiado en el borde de una palabra, en
SÍ.Exacto. Estáscadamomento máspreciso aun- el umbral de una expresión sin contenido, simple-
que la noche es decisiva para nuestros fines. Mur- mente una acotación que cortaba los flujos, el mío,
muras en la noche. Lo sabes,te lo he dicho: «hablas y que sistematicamente empezó a exercersin darme
en la noche». Lo haces porque no puedes domi tregua. Más adelante, como era lógico, empezaron
norte, no sabesen definitiva callar. Cállate, te digo. sus ataques frontales, hortos, decisivos. Poblete, y
Y te callas.Por un tremo razonable de tiempo, pero asílo ha comprobado la historia, era másque hábil,
recomienzas impulsado por ciertas órdenes que tú un maestro en el oficio de visibilizarse sin mayores

34 35
aspavientos. Ves, te digo, lo que está haciendo
Poblete, siempre. No, no, no, me dices, pelo qué
te importa, a mí no me importa, no me importa nada,
lo dicas en medio de un quejido.
Quieres que te sobe la pierna, te digo, te la sebo,
sácate el pantalón, no, no, no, me dices, tráeme agua,
es que tengo sed, pero no enciendas la luz, me do-
ces.Por favor no la enciendas, me repites.

En un instante concreto de la noche la senti conta


minada por tu peso. Me pesaba ese instante de la
coche y supe que eras tú, que era tu peso desplo-
mándose encima de la coche. Caíste. Te desin-
tegrasteen mil pedazos. Lo entendi, comprendí que
estabasde sólida, que pretendías que yo los sostu-
viera, a la noche y a ti. No te importó nada mi es-
fuerzo. Nada. Ya lo habías decidido. Lo decidiste
mucho antesde entregartea la costumbre de los
monosílabos.
Está bien, era necesario.
No, no eranecesario,setrataba de un simple sub-
terfugio, el mío, el tuyo. Estamos quedando ciegos,
quiero decirte, casi ciegos. La vista. .iQué?, équé?,
no hables más, quédate callada. SÍ, es cierto, tienes
toda, pero toda la razón del mundo, habremos de
callarnos, tenemos que seguir la senda rígida en la
que nos comprometimos. No importa que luego

36 37
vaya a amanecer ocurrirá de todas maneras, es un lante cada día más frio, éno? SÍ, sí, contestas. Ago-
acto demasiadoprevisible y autónomo, extraordi- tado por mis palabras, apenas murmuras, sí, sí. Por
nariamente universal, tanto que ya no conmueve. qué me refiero al clima. Es estúpido. No salessolo
Eres, dijiste, poco fabril, tu conciencia. éCómo?, te a la calle, nunca, a no ser que sea estricta, pero es-
contesté, équé dicas?, édebería serio?, édebería ser- trictamente necesario. Así fue estipulándose. No
io?, te lo pregunté porque necesitabaque me orien- salgas,te dize, no es necesario, acuéstate. Tápate
taras, que me condujeras hacia eseexacto derrotero. que hacefrio. :Continuamos, en gran medida, clan-
Ayúdame a ser fabril, quise pedirte, ayúdame, pero destinos, nos situamos afuera, radicalmente. No
no pude, sí, deberías,me contestaste,poro no lo eres. contamos con nombres civiles, seguimos prendidos
Ya no lo fuiste. Cómo, quise decirte, pero de qué a nuestra última chapa, ya nos acostumbramos o
estáshablando,tú tampoco eresindustrial. SÍ, lo soy, nos posesionamos, no lo sé. Poro si alguien dijera
me contestaste, mi cerebro. En ecos aços adolescen- mi nombre civil, no voltearía la cara. Para qué. TÚ
tesno podia rebatir) algo en mí lo impedia, en reali- podrías estar en la mira, con seguridad, serias tú.
dad era una forma de indiferencia, una manera qui- No salgas, no salgas.
zás de aislarme o de precaverme. Comprendiste, ese Yo peso desapercibida, mi estudiada insignifi-
día preciso, el día de la acusación fabril, que yQ no cância, eso puede salvarnos, no, no, nunca salvar-
\ te escuchaba realmente, a nadie, nunca, nunca escu- nos, m siquiera nos resguardo mi profunda opa-
chaba mientras.me 3cusabanÜquiero decir, no me cidad.la luz entra demanerachuta,unaluz com-
conmovía cuando estaba ocurriendo, literalmente, pletamente obturada. Se acercala hora. SÍ, recuerdo
después sí, por horas, dias, aços, se mantenían los que te lo dize. Debemos tomar una decisión. Yo
sonidos, las imágenes, sus conceptos eimplicaciones lloraba porque estaba aterrorizada, sabia lo que
en el contorno cíclico de mis pensamientos, como si iba a suceder.Tenemos que apurarnos, llevarlo al
me pertenecieran las palabras y las escenaso fueran hospital. O lo llevas tú o lo llevo yo. No, no, no, es
enteramente mias, mi creación única. imposible, imposible. Pronto voy a salir a la calle
A perpetuidad, imprecándome incesante a mí y estará nublado, con esegris que achata el paisa-
imsma. je, lo pone en un nível de un realismo incómodo,
Ya va a amanecer te aviso, falta poco. SÍ, dites o un paisaje que no vale la pena. No significa nada.
creo que dices. Será un día frio, de chora en ade- EI gris.

38 39
Me queda,écuánto?,una hora, quizásun poco ban desordenados. Tenemos que olvidar el horror
más,antes de levantarme, tomar una taza de té, ir al de esa noche. éQué habría pasado?, te pregunto
baço, vestirme, salir subir al bus, laminar dos o ires chora que ya va a amanecer.No termino la frase,
cuadras,incluso cuatro. Entrar en la casa,realizar nunca,porque tú te enfureceso te tapaslos oídos
prolijamente mi trabajo, cobrar mi paga,volver, sí, o, si estás en condiciones, si los músculos te lo per-
volver entre una bruma leve a repetir la caule,el bus, miten, te levantas y te encierras en el baço. O bien
su bamboleo, el siempre difícil descanso, las cuadras en medio de la noche o en su inicio, en una de las
hasta llegar a la pieza y encontrarte tal como estás vueltas obligatorias en la cama, cuando nos encon-
ahora, doblado, ni enteramentedormido ni despier- tramos frente a frente, sin vemos, presintiéndonos
to, entregado..êe$tç,sopo11.êtentg
que te transporta en la noche, te digo, por qué no lo sacamos,te lo
de manera ecuánime desde]a vigi]ia a] sueco. ])asa- presunto, pero cómo no lo llevamos al hospital.
ré horas afuera, las de los ;lajes, las del interior pre- Ah, ah,musitas.
ciso de la casa,sin embargo cuando regrese a la pie- Y no estoy segura si es un quejido o un lamento
za, quando te vea en la cama parecerá, lo sé, una lo que sele de tu boca y te das vuelta tan rápido
escenainconmovible y ya no seráposible paramí como el cuerpo te lo permite y te mueves con vio-
entender dónde estácon exactitud la línea que ride lenciaobligándome a reacomodarmeen el estrecho
el tiempo. Habité, sí, en medio de un finísimo tras- colchón arruinado que nos maltrata los huesos. Un
torno perceptivo. De maneraincreíble, muy poco fino poro conocido trastorno perceptivo, un signo
expresab[e,slflí esa4pulêción-4e] çiçlnpo. En un básicode cansando o un ínfimo ataque a mi forta-
día de otro signo, de otros signos,un tiempo en el lezamental asociado a mi extenuación. Un estado
que caminaba y caminaba, pero no era capaz de que sepuso en evidencia bruscamente mientras ca-
avanzar. No avanzaba un milímetro porque siem- minaba demolida pensando, de manera indeleble,
pre quedaba estancada en un idéntico perímetro de en las escenasfinales, su carita de dos aços y sus
la cuadra. Terminó por invadirme una confusión angustiosos rictus de muerte. De pronto, la imagen
inexpresable de tiempo, mientras tú yacías plena- fue interceptada por una impresión insólita. No
mente seguro en la pieza, acostado en la cama, pro- avanzaba.La realidad física de csacalheen la ciudad
tegido por la manta gastada.Yo era la que salía, sehabía detenido. Sólo yo me movia en un escena-
segúnhabíamos acordado, poro mis sentidos esta- rio único que no desaba:1le!uceder. Sencillamente

4o 4l
Ü
r'
estabaocurriendo másalia de que yo entendiera masiado, las piernas, las rodillas, los tobillos y las
que no era posible y, sin embargo, lo concreto de caderas,dices, me duelen, te duelen los huesos, lo
la situación me lo imponía. Cerré los ojos, intento sé,mucho más de lo que aceptas confesar. Lo noto
detenerme o respirar o apoyarme en la pared. EI en el modo en que te desplazas, cada vez más enxu-
tiempo seabalanzaba,todo el tiempo posible esta- to, enroscado sobre ti mesmo, esa crispación cau
ba allí, material e intransferible. Yo no contaba, era sedapor el dolor. Pero los analgésicoste sirven,
apenas un cuerpo atrapado en un espacio que a su aún consiguen atenuar. Tómate, te digo, dos pasti-
vez estaba controlado por el tiempo. Más adelante lhas,sólo dos, porque más te van a estropear el es-
pude comprender que sólo era una mala experiên- tômago, éme oíste?, te digo. Te mueves en la cama
cia, una trampa abierta por la furia de los sentidos. intentando escabullir. Contesta, te insisto, sólo dos.
No supedistinguir si era un privilegio o el bordo Y no desvuelta al té encima de las sábanas,no se te
de una pesadilla. Caminaba pero no avanzaba, no olvide apagar el fuego si vas a la cocina, no vayas a
conseguia avanzar, te digo. No me contestas. Ocu- dejar el fuego prendido, escúchame,el fuego, lo
rrió algo físico, científico, te digo, porque el tiem- apagas,quédate en cama, te digo, no te levantesque
po y el espacio,alcanzo a decir antesde que te mue- hacefrio, tómate el té, no lo vuelques, no manches
vasy yo entiendaque no quieresoír porque te has la sábana,no moles la frazada, te dejo aqui el cha-
tapado la cabezacon la almohada, y la almohada quetón, sobre la silla, êlo ves?,para cuando vayas
sobre tu cara es tan consistente que me invade no la al bafio, te digo, ponte el chaquetón, no te vayas a
furta, no, sino la resignación, esaque tan bien me resfriar. Dos pastillas, éme escuchaste?, sólo dos.
conozco y que, de algún modo, termina por ser Me detengo en el umbral de la puerta. Te veo tu-
eficaz. mefacto en la cama. éQué veo? Un bulto acurruca-
La resignación. do, el tuyo, desalojando el cuerpo que temas para
êA qué? Sólo me resigno. Debo esperaruna permitir el ingreso del que chora se ha apropiado
hora. La luz empieza a mostrarse fugazmente. En de ti. Veo el bulto que te contiene, el mismo que te
una hora atravesaréel catre cuidando de no caer- apremia y constato de qué manera me he acostum
me, no puído, no puedo caerme ni tampoco quie brado a su forma, ya estáimpreso en mi retina, me
ro aplastarte las piernas mientras me deslizo cama perteneceese.bulto, el tuyouWme resultadifícil,
abajo. No puedo hacerlo porque te duelen, sí, de- prácticamente imposible retroceder encontrarte de

4z 43
r'
pie, enhiesto, con los ocosdemasiado encendidos o mos: nunca encima de nosotros, jamás rigiéndo-
vivaces, esos ocosque te caracterizaban o tu figura nos con sus monstruosos presupuestos, estába-
ya perdida. Temas un cuerpo que si bien nunca fue mos esperando la llegada ineludible de la historia.
vigoroso portaba un halo de singularidad. Si cie- Había cara y cuerpo, expresiones en la cara, y los
rro lo ojos podría verte, tu cuerpo, pero quizás se huesos estaban allí, relegados a su mera existen-
trate de un invento o de una figura falsa que nunca cia, sin jerarquía los huesos, prácticamente sin lu-
alcanzó a pertenecerte. Parado a contraluz, con la gar, unos huesos elásticos, hasta flexibles, que te
voz entorpecida por la angustia,con todo tu cuer- permitían unas increíbles inclinaciones hastatocar
po joven atendo de dolor, me dijiste que había caí- el piso. Te gustabadoblarte como un contorsio-
do completala dirección del partido. La mejor que nista. No te gustaba,se trataba de un mero ejerci-
tuvimos. AI atardecer. Estabas enmarcado en los
cio o una prueba, un juego seguramente en el que
efectos teatrales de la penumbra brillante que irra obligatoriamente hube de seguirte.También, con-
diabo la ventana. No, te dize, no. éTodos?, te pre- seguia, inclinada, poner las manos, las palmas, digo,
gunté. SÍ, todos. O bien leis, sí, lees,con una con- sobre el sueco.Quedarme en esaposición por unos
centración admirable que me cautiva, lees en me- momentos. Mochos. No séqué nos inducía hacia
dio de la dificultad que te ocasiona el tamaíío insu- asasformas infantiles. Ahora muevo la cabezay
ficiente de las letras. Lhes sin ver. éCómo era tu me reprocho.
cara?Intento rehacerlapero sólo puído observar éCómo pudimos habernos entregado a esos ac-
el bulto enredado entre las frazadas mal dispuestas tos sin sentido?
y los pedazos de sábanasque salen por sus bordes, O cómo devamos que el tiempo transcurriera
una cara en blanco, no, no. Podría reconstruir la sugando a los naipes, lugar a ganarnos el uno al otro,
cara que tenhamos,porque teníamos una cara y tam desde las estrategias que nos proponían las reglas
bién cuerpos, sí. Los dos, siempre. íbamos quiz& del juego. Cómo reconocer sin avergonzarnos, que
con una cuota exagerada de energia pesando.ca: nos gustaba jurar a las cartas, que lo hacíamos en
lias, buscando nuestra célula temprana, buscando asashoras muertas, sí, lugar una y obravez, entre-
la porque nos habíamos convencido de que çra lo gados compulsivamente a un fervor tan, pero tan
único posible, aquillo que nos podia contener çn banal. Tus manos ágiles blandiendo el abanico de
la historia, una historia, decíamos, activa, y decía- naipes, mezclándolos, esperando con un ânsia des
44 4j
proporcionada la suerte que nos iba a deparar el abrazarse en medio de un baile, si se abrazaron
mazo, tu desventura cuando perdias. bailando, si disfrutaste bailando con ella. Si baila
Perdias y no podias disimular tu disgusto. ron. Tendo que hacerlo, es una pregunta pendiente
O quizáserami orgullo desmesurado
de gana- que debo resolver y tú esta vez vas a contestarme,
dora el que terminaba por afligirte, la riso ante tu aunque seas un bulto en la cama, tendrás que de
pérdida, los punhos se te volvían en contra y termi- firme qué hicieron, cuál fue la calidad de la diver-
nabas hosco. Veo claramente cómo en esos momen sión, en qué punto se desencadenaron las risas, esa
tos que ya pareceminmemoriales te era imposible terrible complicidad que ocasiona la carcajada,
reconocer que estabasmolesto, apesadumbrado por porque te reías,te vi, sé,como la testigo máscon-
haberperdido,herido. fiable, que lo hiciste, sólo que ahora no puedo con-
Estúpidos juegos de salón, inofensivos pero seguir vislumbrar el brillo de tus dientes, ni siquie-
absolutamenteretardatários. Te lo dije. No pode ra la expresión encantada,subyugada, que acom-
mos ni debemos. Así te dije, no podemos lugar no paõaba a tu risa, menos recuerdo la cara de ella en
debemos, ya no más. Acataste. En câmbio, quizás eseinstante, la misma que me permitió adivinar que
como una forma de revancha, te rehusaste a bailar. yo estaba afuera y que tema, era mi deber, que en-
Me gustaba, debo reconocerlo, esa especie de feli- tenderlo, aceptar una decisión de la que no forma
cidad o de energia autónoma trenzada entre la mú- ba parte. Te voy a hacer una serie de preguntas en-
sica y el baile. Ese aspecto enteramente corporal cadenadas y precisas, si bailaste, cuánto lo hicie-
que en cierto modo expresaba la puntuación de un ron, dónde y te preguntaré cómo se cursó la deci-
cuerpo sin más rictus que sí mesmo. Pero si lo ha- sión,cuálesfueron los argumentosy qué hiciste con
cía, si cedia a la música, si aceptaba el baile, tu mi- tus culpas. No aceptaré tu negativa, no lo voy a
rada descontenta me impedia concentrarme, me permitir. Te miro desdeel borde dela camay dudo.
bacia perder la necesariaarmonía que debía con- No, no, no. Ni siquiera un perro se lo merece,pien
servarcon mi compaãero. Me volüía torpe, absur- se, para que.
da. Conseguiste que no bailara. Ninguno de los SÍ. Después de mil aços, apara qué?
dos. Poro hoy quiero preguntarte --lo haré en la
noche-- qué sentiste cuando bailaste con .ella: Si lo
hicieron alguns vez, si tuvieron la oportunidad de

46 47
r'
tos: negativos,intensosy sufrientes. Tanto que yo
no cabiaalH,mi conciencia,hastaconvertirme en algo
parecido a un haz que me expulsaba de mí misma y
paralelamente me retenía en una arestairreal a punto
de ser sobrepasada, estrellada contra una soledad
humillante y radical, empujada a lá experiencia de
un proceso demasiado interior e inclasificable don-
de el odio parecia material, incrustado en la imposi-
bilidad de darle un curso, una sabida,un orifício para
desmantelar el odio, un resquício viral para disemi-
narlo y desdojarlo, la enfermedad,el odio, digo, el
No mío que ni yo misma conocía, su fuerza en mí.
Conversaban y se reían. Séque fui invadida por Odio puro.
una profunda desazón, sé también que avancéde apor qué penséque bailaban?, no bailabas,no,
maneraimpulsiva, que me interpuse, era imperati- no, conversabande un modo extraordinariamente
vo, interponerme:tenemosque irnos. Claramente íntimo, asílo pienso ahora, sí, ambos cuerposocu-
estabaenfrentándome a ti, ya es hora. No, me con- paban laspalabras como un simple subterfugio. Allí
testaste,todavia no. SÍ, insisti, en lo que en estepre- estabas,aceno,cayéndote a pedazos, un hombre
ciso instante me parece una actitud absurda. No. Lo común. Frágil y común. Percibo tu palidez. Co-
dijiste con un tono demasiadodefinitivo. Contun- miste, te digo, te comeste el arroz que te dejé. SÍ, sí.
dente. Me restaba sólo salir irme, atravesando la pie- Quisiera estar allí, que volviesen a transcurrir esas
za repleta de cuerpos, mientras me exponía a las mi- horas con toda su desmesura, sí, retornar exacta-
radas para después desaparecer, perderme de ellos, mente al mismo punto, mi mirada, la noche, idénti-
de ustedes. Sedesencadenaba incontrolable una emo- co espacio, el desprecio y la humillación a los que
ción progresiva. SÍ,la emoción. Sentia con un énfasis me sometiste, quisiera ver, oler, padecer esasitua-
impresionante. Estaba corroída de manera ascendente ción para extraviarme de mí. Fueron horas de una
por una costra adversa,pero, a la vez, extraordiná- maravilhosa plenitud, el desgarro, el mío. éTe duele
ria de sentimientos. Me asombraron mis sentimien- la cabeza?, te pregunto. Lo infiero, lo supongo por

48 49
la manera en que te llevas las manos a las sienes.La al borde de abandonar la línea y entrar en el compli-
jaqueca que ocasionalmente te invalida. Observo cado territorio de las negociaciones. lbas directo a
tu cara jaquecosa y sombria, los aços de nuestros la disolución, al abandono y al fracaso más abismal.
rostros. Lo hemos perdido, el rostro, el tiempo nos Buscabasuna sólida td como si te hubiesesconver-
ha convertido en formas humanas radicalmente tido en un topo. Déjame pensar, déjame pensar.
seriadas, multitudinarias, pero dotados de un ri- Me reí.
gor, esa serie opaca y disciplinada en la que se re- Algo afuera ya se había disgregado, pensé en la
conoce un militante, Ún verdadero militante,) tal disgregación, en sus causas, en sus erectos, en toda
como nosotros que seguimosfielmente el trazado la extensamonotonia que nos iba a circundar. De
de nuestros princípios. La gloriosa parquedad ne- maneraveloz se proyectó en mi cabezauna suce-
cesaria y resistente, la analítica que nos pertenece, sión de fragmentos alterados a punho de explotar:
los términos gastados pero necesarios, abarrotados la correlación de fuerzas, el tiempo de trabajo, el
de un deseo inexcusable: esperar que la historia se valor de uso, el valor de câmbio. Intuí el desplaza-
manifieste. Seguimos linealmente conviviendo con miento fortuito y veloz de una red tecnológica des-
una época que nojhogêorresponde, cadavez más lizándose por un falso letrero digital: «La burguesia
enxutos,severos, manteniendo un silencio elocuen- ha despojado de su aureola a todas las profesiones
te~antetodo aquello que estáfuera de nuestras con- que hasta entonces setenían por venerables y dignas
vicciones. SÍ, porque, más alia de los movimientos de piedoso respeto. .N médico, al jurisconsulto, al
vacuos aunque previsibles que nos rigen, está la sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha con-
certeza, la nuestra, incrustada en el rincón militante vertido en sus servidores asalariados»
donde se aloja lo perenne de nuestros cerebros. Un fragmento acucioso que se extendía proyec
Tus ideas reformistas fueron controladas y di- tendo una obra no sólo urra tecnológica sino cier-
seminadas. Entendiste. Entiendes, te dije, que no tamente de una contemporaneidad insospechada,
esposible que tú, precisamentetú, cangasen la tram- una ópera desgarradaque mostraba su violencia.
pa, qué trampa, de qué hablas, por qué me inte- La misma violencia que ahora te ocasiona tu baque
rrumpes, déjame pensar. La temerachora no hierve, ca, el recorrido arbitrário y persistente del males-
no hierve, el estúpido gas.Querias, ese día, tu día târ el lancetazo ominoso. Quiero tocarte la cabe-
más reformista pensar, équé ibas a pensar? Estabas za, ayudarte con el dolor, pasearlo por tu cráneo

SO
para desalojarlo, atravesar el cerebro, recorrer sus Siempre cambian, te dize, las condiciones pro-
pliegues, sacado por el ojo, expulsado hacia las ductivas,poro no la posición, no, sólo las condi-
paredesde la pieza hastadisolverlo y aniquilado. ciones productivas, enmascaradas, tortuosas, tram-

Acuéstate. Cierra los ocos, te voy a dar un té. Por posas- Cómo vas a cambiar la posición. Si cambias
qué no te callas, tú, tú me provocas el dolor, tú. la posición, te dize, entonces estaríamos de salida,
Titubeas iracundo con laspalabras,pero entonces, huyendo hacia el territorio común, legible, al te-
quando estabas por dimitir y emprender otro ca rreno nuevo de la ideologia voraz, incendiaria y
mano, el tuyo, permaneciste en silencio, concentra- entoncesaté, al pie de la letra: «La gran industria
ha crendo el mercado mundial, ya preparado por
do, inmerso en el último cuerpo que entonceste
pertenecía y que ya estaba en una franca retirada. el descubrimiento de América». Ah, me dijiste, ah,
Ensimismado de [a cabeza a ]os pies, atrapado en ]a decepcionado o irresuelto o buscando un acuerdo
tensión, en la tuya. Estabas, lo sé, a punto de deci- conmigo. Querias, así lo entendi, encontrar en mí
dir. Qué te podia ofrecer, me miraste, pienso aho- una aliada, querias que te acompaõara a una nueva
ra, con la extraõeza de una agresiva e incierta resig reunión de la célula, esperabasdudoso, ansioso, que
nación. Sabias,cómo no, que estábamosen una me hiciera parte. Poro no.
La salade reunión, la última sala,aquellaen la
disyuntiva. La célula pendia de un halo, si te hacías
parte, si volvías para recoger los pedazos, te inter- que se iba a consolidar tu derrota, parecia incon-
narías en una decisión irrevocable, irias directo al fortable, pero, a la vez, perfectamente segura. Allí
centro de la célula a convencer, llegarías, después estábamos, écuántos?, ocho o diez sentados en esas
de la urgencia del llamado, a una reunión clandesti siglasdiezmadas por el uso, clandestinos (los ocho

na e impostergable a buscar un acuerdo, tu acuer- continúan sentados en la esquina de la pieza, sus


rostros o más bien los contornos de sus caras ex-
do, el tuyo en el que se resolveria una posición, sí,
«posición», me habías dicho en las horas anterio- perimentan los erectos de un prolongado mutismo;
res, cambiar la posición, hay que ingresar, dijiste, la petrificación de sus bocas y unos dientes abso-
de otro modo, porque las condicionesproducti- lutamente maltratados). Puedo rememorar sólo la l
vassehan modificado y esoimplica, dijiste, adqui- salade los últimos mesesporque temíamosque cam-

rir una nueva posición, éme entiendes? biar los espacios, evadir las direcciones, repensar
SÍ, te entendi. los bardos, las cuadras, las esquinas, la composi-

S3
ción de las casas,desplazarnos con una cautela ra- lavras mortajas, elementales,primitivas ante la im-
cional. Lo hacíamos para evitar asíel posible ficha potencia de la asfixia que ocurría a centímetros de
je, el arrasamiento de nuestra célula, operábamos en unas caras que desde esemomento se iban a vaciar
esos dias bafo el modelo de la colmena, la figura de las nuestras, asasque cargaríamos y que nos acusa
la abeja.Las paredes,el techo estabanallí para re' rían por el acto incomprensible de sobrevivir.
cordarnos hasta qué punto el espacio era provisorio. Más adelante,cuando empezó la masificación de
Maré con atención el tecto, recorri las paredes, me nuestros rostros, tomamos el acuerdo de no leme.
deteve en las expresiones, me íijé en el manejo de los morar. Decidimos suspender todo juicio sobre el
piesde los concurrentes,susmovimientos. Me vol- pesado.Quién lo decidió, cómo seformuló nues-
qué a escudriãar. La última reunión se había des- tro pacto, fue acaso implícito, me pregunto chora.
encadenado. Las sillas diezmadas, los pies inquie- Nos sumergimos en la preza,la nuestra, la misma
tos, los rostros que anhelabanla neutralidad, ya lo de los últimos mãos,cuántos altos, veinte, treinta,
dize: las paredes, el tenho, el café, la falta imperdo- cuarenta, serán cien o más,qué importa. Puntuales
nable de azúcar y su remanente de acidez, el termo, en la pieza, manteniendo empecinados la validez de
los vasos plásticos, los sorbos tibios. La espera. Tu nuestras rotinas. Te alcanzo la taza de té, no me
aliado, yo misma, la pugna inminente, los matices de quedodel frio que hube de soportar en la cocina,
los argumentos, el cansando hostil que ya había in- pongo el azúcar agito el líquido con la cuchara, te
vadido legalmente a nuestra célula. acerco la taza, te inclinas, bebes, lo haces con el dolor

Me detuve en las piernas de los concurrentes. Sus impreso en tu rostro, el deão, las mejillas y espe
movimientos nerviosos delataban la agitación, pero cialmente la mandíbula ferozmente aplastada, la
especialmente me devolví al horror de esanoche y al tuya, la viela ferida, resistiendo y, claro, los ocos,
pecho colapsado por una respiración que se volvia la mirada cansada o anotada o hastiada por el do
aceleraday progresivamente imposible, tenemos que lor de cabeza,la mirada sí, la tuya, decididamente
llevar al niõo al hospital, mientras el estertor impla- alterada por la jaqueca. O no. Una mirada que pre-
cable ponía a mi reclamo, a mi urgência, a mi deses- tende que yo no estoy allí, que no extiendo mi bra-
peración en el centro de la nada, porque las palabras zo para proporcionarte el té, que no he ido a la
estabanallí para recubrir su muerte, para acompa' cocina y luego he regresado con mi peso furtivo,
ãarla y quizás precipitada con palabras inútiles, pa- mis zapatillas de esponja, las observo, su forma, el

54
engranaje de esaprecisa y desgastada y frágil y hasta No puedo, me contestas,chora no.
pueril esponja en mis pies, pero debería decir, nues- Seguimoscon distancia e incluso, con una os-
tras zapatillas, las únicas que tenemos. Mis pies, en tensible frialdad, el acontecer en que se organiza el
cierto modo, desconocidos,unos pies capturados siempre colapsado presente. Cada vez que leemos
en recorridos rígidos, funcionales, cubiertos leve el periódico, nos ahorramos los comentários, deli-
mente por unas zapatillas espantosas, las mero, miro beradamente no manifestámos extraãeza ni menos
las zapatillas,sentadaen el borde de la camay mi estupor ante la desmesurade los titulares. Sólo
pupila alcanza el perímetro de las tablas del piso, intercambiamos fugaces sonrisas cuando algún ex-
Justo en el instante en que seproduce en mis ocosun cesobordei lo patético. Sonreímosy posiblemen-
inevitable parpadeo, veloz, esa velocidad mecânica te hasta movemos la cabeza para confirmar el gra-
del cuerpo, la misma que me permite levantarme, do que ha alcanzado el escandalo. Conocemos a la
tomar la vazaya vacíay sostenerlacon una relativa perfección la alienación grotesca de los titulares
firmeza, erguirme desde mis absurdaszapatillas y como también el ejercicio de síntesis que requiere
mirarte y volver a parpadear e intentar intentar pre una leitura profesionalizada, el sondeo agudo que
guntarte por qué no lo llevamos, por qué, te digo, precisala noticia. Despuésde todo, fuimos analistas
no lo llevamos y no termino, como siempre, la frase. quizás por un tiempo demasiado prolongado.
Y tú sabesque no voy a completar la pregunta, pero Aprendemos a manejar cada una de las variables,
entiendesqueno la voy a olvidar y vamosa quedar no sólo a sopesarlassino a establecersusintrinca-
suspendidos en ella, en una pregunta clave que no das relaciones. Analistas. Nos desvelamos, perma-
tiene respuesta y que sólo funciona como eso, como necimos absortos; descifrando. Actuamos cum
pregunta, no ociosa, no, nunca, sino más bien la pliendo nuestra labor de militantes. Los errores que
forma inequívoca en la que me resguardo para re' pudemos cometer al inicio de nuestras funciones
cordar y recordarte a cuánto tenemos que some- conseguimos corregirlos gradas a nuestr8 pasión
ternos, hasta qué punto estamos comprometidos exhaustiva.,/A.nahstas
de titulares, de párrafos, de sec
desdela raiz más insólita de nuestros huesos. danes cruzadas, de sincronismos y diferencias, de
Los tuyos, los míos, pienso, mientras sigo mi- matizes, de suspensos, la insaciable repetición de una
rando mis pies y su apretadae innumerable dispo- noticia, la burda manipulación. A la manera de un
sición ósea, quieres, te digo, leer el diário. rompecabezaso de un mapainarticulado, restable-

56 57
cíamos el territorio. No quieres leer el diário, no
puedes por el dolor de cabeza, No, me has dicho,
lo repites mientras mueves despectivamentetu
mano. Te acuerdas,te presunto, y siento que pe-
netra en mí un hálito de vida que me recorre, pero
tú interrumpes mis palabras.
No, no me acuerdo, me dices.

Me desplazo por el pasillo mientras me afirmo su-


cesivamente en los metales. Mi cuerpo no dela de
sacudirse.Sólo cuando el bus se detienepor com-
pleto, desciendo y pongo con cautela mis pies en la
acera. Nadie más que yo se ha babadohoy en este
paradero. Llevo en la mente el número de calões
que debo atravesar cinco. SÍ, cinco, pienso, a la vez
que imprimo un ritmo pareçoa cadauno de mis
pesos. Rápido. Hoy me acosa el viento helado de
la magana.Tendré que soportar estefrio prematu
ro para alegarhastala casadonde me esperan.
Justo en el número Jog me detendo y pulso el
timbre. Me hace pesar la sirvienta. La saludo par-
camente y camino directo hasta la preza. En cuanto
ingreso, cierro la puerta detrás de mí. Noto la cale-
facción benigna que protege el cuarto. Deslizo una
parte de las cortinas cuidando de que no se escape

58 59
totalmente la luz. De inmediato me desvisto: el abri- Cuando estamos de pie, se afirma en mi hombro
go, el vestido, las medias, los zapatos. Siento que con una fuerza que no dela de sorprenderme. An-
ella me observa desde su cama cuando, desde el in tes de dar el primer peso, cuido de que sus pies no
tenor de mi bolsa,sacocon rapidez el delantalde seenreden con el borde de su camisa.
plástico y me lo pongo Luego doblo mi ropa y la Caminemos despacio. Despacito, le digo.
deposito encima de la única silla que hay en la pieza, Está enojaday leo en sus ojos una mezcla de
la silla ubicada exactamenteal lado de su cama.Fro terror y de desprecio.Desvio mi mirada, la oculto.
to mis manos con energia y me inclino hacia ella: Llegamos hasta la puerta del baço, la abro y de in-
Hoy tenemos que baãarnos, le digo. mediato la acerbo a la pared y pongo sus manos so-
Me observa pasivamente con sus ocos desmesu- bre los metales para que se sostenga. Permanece con
rados y acuosos. Cuando le peso la mano por la cara, la cabezainclinada, esperando.Aguarda que yo le
percibo su piel ásperay veo que su boca está de levante los brazos y le saque cautelosamente la ca-
marcada por una línea de grumos blancos. Busco en misa. Tiembla. Abro la ducha y con mis manos selec-

el cajón del velador y con el pafíuelo de papel unta- ciono la temperatura. Me vuelvo hacia ella y le froto
los brazos. En ese momento, me inclino y le saco el
do de cremele limpio los grumosde la boca.Lo
bago con un movimiento veloz aunque cuidadoso. calzón y el papal. Tomo el calzón mojado y lo deão
Levantémonos, le digo. Adora vamos a levan- Junto a la camisa. Envuelvo el papal en un plástico
tamos. y lo lanzo en el cesto para la basura.
En el mondode sus ocosse dibuja una profunda
Elolornosinvade.
desazón. Pero ya la tengo cubierta por el agua y cuido de
Mueve la cabeza, negándose. Pero yo trepo en que su cabeza no quede expuesta al golpe del cho
cima de la cama, la presiono de los hombros y con- rro. Desvio el curso del agua e impregno de jabón
sigo sentaria. Sé cómo sentaria y también cómo la esponja, la misma que yo personalmente com-
babar sus piernas. Para hacerlo, la sostengo desde pré, la menor y la deslizo con energia por su entre-
la espalda, empujo sus caderas y, con un movimien- pierna. Aunque no miro su rostro, sé que perma-
to expedito, salão de la camay la levanto impulsán- nececon los ocoscerrados.Siempre.Exprimo y
dola con suspropios brazos.Lo hago suavemente exprimo la esponja, con la que he limpiado su en-
porque sé cuánto le duelen sus articulaciones. trepierna, hasta que me cercioro de cómo se escu-

do 61
rre, por el desagüe,en medio de un agua circular, Los cierra e inclina la cabeza. Ya tendo el sham-
el último resto de caca que aún permanecia en sus poo en la palma de mi mano para dar inicio a un
genitales. Vuelvo a pasarle la esponja, esta vez sin difícil france. Mantengo su cabeza alejada del cho-
jabón, para dejarla pulcra. rro y empiezo a lavaria el pelo.
EI olor va perdiendo su consistencia.Sólo per- No vaya a abrir los ocos, le digo. No 1os abra
manece el pesado halo a orines que ya ha invadido porque se nos pueden irritar. Cerremos los ojitos,
definitivamente la pieza y el baço. Como si se hu- le repito.
biese parapetado en las paredes, el olor a orina, Con las yemas de mis dedos froto su cráneo hasta
constante,rebelde, inconfundible. que su pelo se ablanda y desaparece bojo la copiosa
Adora vamos a damos vuelta, le digo. Nos da- espuma.Todavia tiene pelo, pienso, debe de haber
mos vuelta, despacho,no nos vayamos a resbalar. tenido mucho, en exceso,pienso, mientras veo que el
Eso le custa. Que le pesela esponja por la es- agua empieza a resbalar y le retiro la espuma que
palda, que se la deslice gradas a la extraordinária estáa punto de babardesde su frente. Le acomodo
calidad del jabón que yo misma recomendé. Está la cabeza bojo la duche y le enjuago el pelo. Desde
escamosa su espalda. Me agacho y sigo atenta la for- su cabeza inclinada, la espuma se desborda direc-
ma de sus piernas. Siento cómo el agua de la duche tamente sobre su pecho y en esemomento empie
me mola el pelo. Olvidé traer el gorro de plástico. zo a pasarle la esponja y recorro el cúmulo de man-
Lo supe en cuanto abri la bolsa. No tengo el go- chasoscuras e irregulares que surcan su estômago.
rro, pensé, a sabiendas que la falla ya era irrepara' Con la esponja, muevo lo poco que queda de
ble. Cuando termino con sus piernas, me yergo y sus pechos y veo sus pezones rugosos y oscureci-
seco mi cabeza con una de las toallas blancas. Hay dos. Le froto los pezones. Con el bordo de mi uãa
dos. Lo pedi expresamente.Dos toallas. desprendo las adherencias negras que ya había per-
Démonos vuelta otra vez, le digo. cebido.Ella continúa con los ocoscerrados,apre
La sostengo por los hombros y la pongo de fren Lados, al punto que una mueca le deforma la cara.
te a mí. Nuestros ojos se encuentran y me preocu' Abrimos los olitos, le digo.
po de descargarmi mirada, de mirada tal como si Me inclino con la esponja sobre la parte delan-
no existieramos. tera de sus piernas y nuevamente el agua moja to-
Cerremos los ocos,le digo. talmente mi cabeza. Termino en sus tobillos, me le.

6z 63
vento y tomo la toalla para secarmeotra vez el pelo. Seha estado rasgando, le digo. No tenemos que
rascarnos.
Después cierro el grifo y la envuelvo con la toalla.
Busco en el mueble el secador y, gradas al calor, su EI estado crítico de su piel me indica que está al
pelo vuelve a adquirir una forma. Luego me seco lorde de desencadenarse una herida que me resulta
la cabeza. peligrosa. La piel parece a punto de romperse y por
La tomo de los hombros, la elevo envuelta en la eso me esmero en cubrir especialmente esazona con
toalla blanca y caminamos con lentitud hacia la pieza. una considerable y quizás excesiva cantidad de cre-
Sentémonos,le digo. me. Va a pesar de todas maneras, pienso, la herida.
La siento en el borde de la cama y cuido de que Le duele. Lo sé porque se queda tenue. Si levantara
estécubierta por la toalla. Después voy hacia el ar- mi cabezapodría ver el rictus de dolor en su cara.
mário y encuentro, en el cajón asignado,una camisa Pero no lo hago porque noto que se está enfriando
limpia. EI algodón celesteestádestemidoy las flores y todavia falta que le aplique el aceite. Dejo el pote
que la adornan ya no se distinguen prácticamente. de creme en la cubierta del velador y tomo el aceite.
Busco en la parte superior del armário un papal. Allí Me encuclillo y procedo sobre sus pies. Le se
están las enormes bolsas apretadas en un espacio que paro uno a uno los dedosde los pies y los cubro
parece insuficiente. Sacoun papal y lo acomodo. de aceite.Debería cortarle lasumas,pero lo poster-
Le retiro la toalla y la tiendo de espaldas.Sus go. No chora, pienso. Entonces la acuesto sobre la
piernas cuelgan del borde de la cama. Con la manta cama,la pongo boca abalo y la cubro con la manta
que está encima de la colcha, la cubro hasta la cin- desde la cadera hasta los pies. Noto que la piel de
tura. Abro el cajón del velador saco la creme y el su espalda está engranujada.
aceite y lo pongo sobre la cubierta. éTienefrio?, le pregunto.
Abrimos las piernecitas, le digo . Esparzo el aceite a través de su cuello y luego
No quiere hacerlo y me obliga a separadas, a se- recorro milimétricamente su espalda. Está tan seca
pararle yo mesmasus piernas. Unto de creme mi la piel que no me importa el gasto de aceite. Luego
mano derechay distribuyo verticalmente, a lo largo pongo la manta en su espalday procedo a lubricar
de su entrepierna, la creme reparadora. Veo a través sus muslos. Noto la vulnerabilidad de la piel en su
de los escusospelos que le quedan cómo se extiende cadera. Muy pronto se van a desencadenar las es-

y creceuna vasta superfície de piel irritada. caras,pienso.Le doy vuelta y la cubro hastala cin-

64 65
fura mientras el aceite ahora avanza sobre la pelvis acomodo las almohadas bafo su cabeza.Se ve salu-
y la parte superior de sus piernas. dable, en cierto modo renovada, chora que sus
Tomo el papal y la levanto desdela cintura con mejillas están levemente coloreadas.
una fuerza veloz y se lo acomodo. Me cercioro de Seve bien, le digo. Seve muy bien, le insisto.
que esté perfectamente adaptado apretando las jun- Guardo la trema, el aceitey el cepillo en el ca-
turas con mis manos,una y otra vez, para que no jón del velador. Tomo mi ropa: mis zapatos,la car-
se despegue.Inmediatamente le pongo el calzón, tera, ]a toa]]a y voy a] baço. Me visto y con e] seca-
después bafo la manta y me encargo de lubricar el dor recorro cada pliegue del delantal. Cuando el
pecho y estômago.Voy rápido con el aceitey sé plástico estáseco,lo doblo y lo pongo en mi carte-
que se aproxima el momento más difícil entre no- ra. Ordeno los cables del secador y deão la camisa,
sotras. La cara. EI aceite en su cara. el calzón y las dos toallas moradas en el cesto de la
No tengo alternativa. ropa sucia. Me cercioro de que esté todo en su lu-
Pongo el aceite en mi mano y mis dedos empie- gar.Reviso las llaves de agua, ajusto la tapa del cubo
zan a explorar su rostro. Me esquiva abiertamente de la basura que contiene el paííal sucio, apagola
torciendo la cabeza.Como siempre, obstinada, ter- luz y cierro la puerta.
ca. Ella. Voy hasta la camay una simple mirada me per-
No movemos la cabeza, le digo. mite constatar una especiede serenidady de or-
Su gesto me obliga a tomar su mandíbula con la den. Esta vez no seha movido ni ha lanzado al sue-

mano izquierda para inmovilizarla mientras le cu- lo las almohadas ni ha desordenado las sábanas.
bro las mejillas con el aceite. Abre los ocos y me Abro las cortinas y atravieso la preza.
mira con un rencor penetrante. Hasta luego, le digo.
Maricona, me dice. Salgo hasta el pasillo y me invade el silencio que
Ahora vamos a ponernos la camisa. Siéntese,le rodei la casa.
digo. Ya terminé, exclamo con un grito moderado. Me
La enderezo, le pongo la camisa. Abro el vela- detendo en el pasillo hasta que aparecela sirvienta
dor y sacoel pequenocepillo. La peino cuidando con el sobre en la mano. Lo tomo y lo guardo en la
de desenredar suavemente las hebras, luego la cartera. Nos desplazamos juntas hasta la calle. Pa-
acuesto, ajusto las sábanas, aliso el cubrecama y rada en la puerta, me dize:

66 67
Hace frio.
SÍ, le digo, face frio.
éViene el próximo manes?, me pregunta
SÍ. Claro que sí, le contesto.

Pensamos de manera obsesiva en los ojos, los míos,


los tuyos, nuestros ocos. Recorremos el atlas hu-
mano, el más compacto, pero, en realidad, nuestra
atención se centra en la disgregación de sus partes,
la ampliación desmesurada y artificiosa de cadauno
de los órganos y allí, por supuesto, eseenorme olo
con susintrincadas relaciones.Es espantosoel ojo,
monstruoso y ramificado. Cómo podemos sopor-
tarlo, cómo pudimos vivir con unos ojos que se
iban a agotar hasta atacar progresivamente la deci-
sión y la dirección de la mirada. Mero tu ojo. Te
abro al máximo el olo con mis dedos.
Déjame mirarte el olo.
apara qué?, dicas. Para verlo, para comprobar
el olo. Está bien, está bien, me contestasy permites
que mis dedos se esmeren, lo abran, ridiculizando
tu párpado, para relevar así tu horrible globo ocu-
lar al ponto que parece fuera de sí mismo. Tengo
68 69
Un líquido frio y tenue,cristalino.Digo: crista-
tu olo abierto entre misdedos.Un olo vivo, móvil,
lino. Mueves la cabeza, no puedes, quieres parpa
seguro, poro fallece, lo sé,el ojo. Acerco más y más
dear, deseasque retire mis dedos que sostienen un
la pequena limpara, pera no le basta a mi propio
ojo, estanotoria debilidad ocular. Si tuviera una párpado absurdo y de esamanera recuperar tu olo.
lanterna,un microscopio, la potencia de una luz más Me gustaríadecirte,a quién le importa tu olo, a
quién le importan los seis segundos que soportan
que halógena. EI párpado se contrae, te digo, cada
tus párpados. En câmbio, de manera robótica, me
seis segundos. Cada seis segundos se produce un
refiero al humor vítreo y al humor acuoso.En la
parpadeo. Trato de ingresar intento entender el OJO
parte posterior el vítreo y en la exterior el acuoso.
que nos está derrubando.
Por eso tengo la posibilidad de pesar suavemente
éCada seis segundos?, me doces.
Exactamente. la yema de uno de mis dedos por tu globo ocular y
Te ríes a tu manera, contenida, racional, carente tener la certeza de que ese robe no te va a danar,

de realismo. Experimento un deseoincreíble de porque lo que en realidadpalpo esel humor acuoso


decirte: que está ahí para proteger. Eso es lo que hago. Paro
No te rias, o decirte: de qué te ríes, o decirte: por no serve.No consigo entender la naturaleza de tu
olo ni el mío y pólo presumo la mirada. En su máxi-
qué te nes.
ma plenitud o en su decadencia allí está la mirada:
EI ojo no ve nada, te digo, no, nunca, es el cere-
bro, te digo, se trata de una orden. Intento darle un acuosay vítrea, pero cerebral, una mirada cerebral,
la tuya o la nuestra,una mirada de raiz nerviosa
sesgoespeciala la palabra orden, enfatizada y, como
aunque dominada enteramente por un cerebro que
siempre me sucede, a mi pesar, repito la palabra y
nos acostumbramos a administrar. Una mirada, así
agrego:le entregauna orden al nervio óptico- Es-
lo decidimos, oportuna, ç!$!ç1lna..Una !p113çb#t.eQ::.
toy segura de que es así y sin embargo me deão
ta y consolidada en la historia. No podemos, me 'yK
invadir por la duda que me asaltaante la realidad
del contubernio entre el cerebro y el nervio ópti- dijiste, crer en los sentimentalismos que nos depara
co. Exploro con la yema de uno de mis dedos, el el costado más previsible de nuestra época.
de la mano izquierda, tu globo ocular. SÍ, contesté:estoy de acuerdo.
Lotoco. Debemos, así lo dijiste, cuidamos de los desvia-
Es acuoso. cionismos que nos acechan. SÍ, te contesté, por to-

7o 71
das partes nos acechan.Por esemotivo, te dije, tie dos de tu párpado. Cierras el olo, los dos ojos. Los
nesque recordar que: «Todaslas relaciones de pro- apnetas-
SÍ, me dices, me acuerdo.
piedad han sufrido constantes câmbios históricos,
continuas transformaciones históricas» . Entonces, te digo, écómo? Ah, ah, me contestas,
Mientras escribía esas palavras, pensé en que abiertamente molesto. Me levanto del borde de la
cama en donde mantenía tu ojo bojo mi mirada y
no podia equivocarme. Una sílabamal escrita o una
falla ortográfica empaãaríanel prestigio de la afir- me acerco hasta la mesa. Me siento en la silla y es-
mación. Si lo hacía entraba en el territorio del des- tudio mentalmente el olo. Lo extraigo de su con-
viacionismo, iba a intervenir perversamente un silo texto y repaso sus partes. Veloz. De esa manera
gismo excepcional que estaba allí para convencer. SI pongo a prueba el cerebro que me queda y entien-
trataba de entender y luego de copiar. Era una tarea do más el olo. Sé que copié con exactitud las pala-
bras, las sílabas y pude certificar mi propio cargo.
estratégica.Había sido elegidopara realizar la mi-
l;i(5;'que la célula me había encomendado. La pri- Sé que después, quando ya avanzaban los meses,
mera célula, aquella que establecimos y que aún no me equivoqué vagamente. Estaba divagando, pen-
había experimentado la división, la primera de cada sada en cómo acceder a un nuevo escalafón. Que-
una de las sucesivasatomizaciones que los mãosiban ria participar desdeun lugar menos opaco o some-
a precipitar. tido. Lo que buscaba era ocupar un espacio, aquel
Una estudiosa copista, la encargada de seleccio- que yo misma diseõara.
nar las enseõanzas imperiosas. H.abía sido escogida Setrataba de un deseo legítimo. Ascender hacia

como delegada para encauzar sabiamente el moles- la superfície de la célula. Eso me condujo a un error,
tar. Insistisse: hay que despejar los sentimentalismos la única casi imperceptible falla que cometi. Lo hice

porque de otra manera nuestra célula se converti- porque repasabael organigrama para conseguir un
ría en un reducto demasiado volátil. Aprobé, sí, tu nuevo cargo en el que pudiera sentir. Es que ya no

perspectiva.Ya no recuerdo cómo me eligieron sentia mientras copiaba una a una las palabras que
delegada, cómo se produto la votación, si yo mes- yo mesmahabía seleccionado. De pronto empeza-
ma me ofrecí o fui sencillamente empujada a cum- ban a perder su propósito o sencillamente se aleja-
ron de mi mano. Obvié una palabra que trastocó la
prir esatarei. Te acuerdas,te pregunto, cómo lle
frase. Esa palabra rompió el orden del tiempo, el
gué a ser delegada. Con tus manos, quites mis de-

7z 73
d

verbo que regia el recorrido más intenso de la le- havíamospor amor a nuestra célula madre, pero
tra. Sólo ocurrió. Después era demasiado tarde. Mi yo, esedía, corroída por un malestarque era inca-
copia imperfecta, descuidada, dio vueltas locamente paz de localizar pregunté con un tono altanero,
cambiando el sentido del silogismo. que hoy reconozco como inaceptable, por la nece-
Me avergoncé. Doblemente. sidad de ligamos a las bases.
Mi silenciosetransformoenvergüenzay el fe- SÍ, esedía, el día en que una sensación inexpre
cho de que nadie reconociera mi error la acrecen sable me poseía, funcionabas de manera impecable
tó. Esa impunidad me permitió entender que ya era como secretario y comprobé que todo estaba en
#
una experts y que no tema competencia. Pero aun orden, que cada quien lograba entregar una cuenta
así,a pesar de la soberbia primitiva que me invadió, rigurosa de sus actividades. Ninguno de nosotros
me resistia a continuar con mi deber de copista. podría haber questionado la eficácia de tu direc-
No renegaba del oficio que me fue encomenda- ción, pero no era tu dirección lo que me provoca-
do ni menos del tiempo que dedicaba a escoger da el recorrido de una sensacióncercanaa la an-
aquellas afirmaciones que podían iluminar. Preci- gustia,era la suma estrechade cuerpos que se re-
samente había resultado elegido por lo que se re- petían monótonos a lo largo de másde un aão. Los
conocía como una aptitud. H.oy puído pensar que mesmos, semanales,puntillosos, senos, respondien-
eso era lo que compartíamos, ciertas aptitudes que do. Yo era una de las que formaba la serie monóto-
nos permitían converger.Salvo esedía en el que na, un componente que ya no sorprendía.
seguramente me invadió el hastío y rompi brusca- éDiez?, ééramos diez?, te presunto, desde la sida.
mente la normativa. La célula, la primera, esa en SÍ, me respondes distraído. No confio en tu res-
que nos habíamos otorgado funciones, nuestra cé puesta. Observo el ovillo en que te contienes a ti
lula, pequena, pequena, pero dedicada, perfecta- mismo y comprendo cómo te estropeas los huesos
mente engranada en sus partes, una célula armóni- por la posición nefastaque te refugia en la cama.
ca regida por los mãosmás Juveniles que tuvimos y Tus piernas, tus hombros, la columna, el cepo apre
que nos doba confianza en nosotros mesmos y en Lado,los brazos retorcidos, los dedos.Cómo so-
nuestra enorme capacidadde discreción, justo en brevivirás, me presunto, cómo vas a sobreviver en-
los momentos en que podríamos haber sido más cogido en la cama. Qué seráde tus huesos, me pre-
locuacesy habernos desprendido, poro no, no lo sunto, cuál su destino si es que queda alguno, digo,

74 7j
a

un rezagode destino.En quénível sevan a desen cante». Fue un golpe de erecto. Para conseguido,
cadenar los dolores más agudos, constantes, atra- utilicé una de las últimas copias a las que me había
vesando el contorno de tu ovillo. Dónde exacta- volcado, quizás no la más exacta,pero era la que
mente se localizará el dolor de qué manera se va a en ese momento se me vino entera a la cabeza. .Jun-
desplazar y cómo conseguirás mover tu rodilla o to con el tono de voz, me preocupé de mantener
el codo, en qué espacio del cuerpo te quedara una una expresión facial dotada de un grado modera-
zona lebre que no te torNre con su implacable lan- do de neutralidad, controlé aquellos movimientos
cetazo ya inscrito en la médula averbadade tus hue- de mis pies que podrían delatarme, procuré mante-
sos. Cómo serán tus horas, me pregunto, mientras te ner las manos en estado de calma. Me preocupé in-
fundes y te fundei al ovillo en que te conviertes cluso de la dirección de la mirada, nadie en parti
frente a mis ojos, estosojos acuosos,capturados cular, nadie en el objetivo del olo. Una mirada ge-
por un nervio óptico que es manejadocomo un neral, pero a la vez ciega. Una mirada sin mirada.
títere por el cerebro, el mío, pólo para observar tu Quedo un hueco, se instaló la desazón. Los ocho
figura en la cama, la nuestra, y presentir cuánto miembros de la célula fueron recorridos por el es-
avanzael consistente dado óseo que te infliges y panto y la incredulidad ante una voz que disentía.
que te pertenece.Tus huesos,son tuyos, pienso, Seproduto brevemente una crisis celular la célula
tuyos, pero no tendo mnguna conviccion, proyec- misma entraba en estado de tensión porque mis
tada como un ovillo duplicado al lado tuyo, sí, he- palabras, motivadas por razones contradictorias
chos un ovillo en la cama. Pero adora te veo desde que ni yo misma comprendía a cabalidad, irrumpían
mi villa y también veo mi manera súbita de irrumpir. cruelmente para envenenar y posiblemente desha-
Las bases, dize, dónde están las bases, cuál es el Cernuestra meteria.
trabajo con las bases.Luego de un instante de si- Podría decir chora qu< una razón orgânica'lne
lencio, un silencio dramático, producido, teatral, impulso. Portaba en mi cuerpo un molestar bioló-
continué: es necesario (me vi obligada a corregir), gico que me incitó a promover la primera crises.
se hace necesario para nosotros, para el buen rum- No recuerdomi dolor no séquéórgano,cuálpun-
bo de nuestra célula, comprometer a las bases por- hodel cuerpo. Más tarde, cuando la reunión había
que: «Lasideas dominantes en cualquier épocano concluído, caí en un estado de estupor. Pero tú, el
han sido nunca más que las ideas de la clase domi secretario, el más habilitado de nosotros, no expre

76 77
sasteni un átomo de disgusto, contestaste serena- conservasun ápice de interioridad. éEn qué estás
mente y conseguiste, en cierto modo, restablecer el pensando?, te pregunto, pero antes de que me res-
equílibrio. Aços más tarde, cuando ya se habían pondas sé de antemano lo que vas a decir: en nada.
derrubadolas incógnitas entre nosotros, entendi que En nada, me dices, y por esta vez te creo. Prensas
había actuadocomo una parte tuya, que eras tú en nada. Pensamos lo mesmo. En nada. Siempre.
quien me había empujado de una manera misterio-
sa a generar el disturbio, ese que tanto necesitabas
para validar tu precisión. No pretendi exculparme
cuandolo comprendí porque yo necesitabade esas
actuaciones, las mias, las tuyas, esas actuaciones
siempre perfectas que hubimos de repetir en cada
una de las células que conformamos.
.ICómo pudimos conseguido? Te observo. Te
veo difusamenteporque la luz o el poder de mis
ojos, no lo sé, ya empieza a decaer. Quisiera llegar
hasta ]a cama y tenderme y mirar hacia la caule. Poro
no existe una ventana y la calhenos resulta un jero-
glífico.
Siempre.
Entregados a la disciplina que requiere un mili-
tante cumplimos puntillosamente lasórdenes.Ca-
minábamos siguiendo nuestros propios pasos. Todo
el tiempo teníamos que cominar detrás de nosotros
mismos, observando nuestras espaldas. Así nos
convertimos en nuestros custodios. Así te fuiste
agitando, así te velasse, así te deshiciste, así desa-
pareciste. Así te veo chora mismo entregado a ex-
plorar tu propio interior. Lo tienes,me presunto,

78 79
roedoresen perpetuafuga. Sin embargo,sin em-
bargo, te dize enfatizando la repetición, así se cons-
truye la historia. Senti, mientras lo decía, el peso de
una grandilocuencia imperdonable y no pude sino
evadirla, arrepentirme por usar una expresión tan
cómoda o tan despojada. Hablaba sola, claro, sola
en la pieza porque tú te hacías el dormido o el en-
fermo mientras respirabas en la cama evitando al
máximo delatar que inhalabas, que exhalabas,para
escamotear asíla existencia de tu cuerpo en la cama,
Ya han transcurrido, de cierta manera, cinco dece- en la nuestra, de mi cuerpo en la cama. Quizás lo
nios (no, no, no, mil altos). Cinco decénios que se más sensato seria decir de una vez por todas: nues-
han deslizado sin dar más que una cuenta urra tro cuerpo, para asumir que estamosfundidos en
precária del tiempo, del mío, nuestro tiempo En- una mesma célula, en la célula que somos y que nos
trampados en los últimos cinco decenios que nos dispara ya hacia la crisis, una crises celular o un de-
hubieron de contener. Podría, lo sé, auscultar los teriorado estadocelular sí,convertidos en una ver-
decenios, de diez en diez, descomponer los aços y daderarepública de células que nos ratifica como
sus énfasis, establecer un prolongado sitio a cada orgânicos, demasiado orgânicos o congénitos, no
uno de los acontecimientos, llegar a consolidar una me toques, no me toques con tu pie, te digo, mi
versión posible y, más aún, verídica. Pero noso tobillo, no lo hagas, mueve tu pie, sácalo de la cama.
troa, me digo, y no puedo continuar porque me Sácateel pie si es preciso, córtatelo, muérete.
doy cuenta de que me hago una pregunta inútil. Se está muriendo, se está muriendo, pensé. Lo
Así es,ya que adentro, en la miseria de cadauna de pensamos juntos, lo dijimos al unísono, se nos mue-
las décadas o en sus fugaces lusos e incluso en sus re. Vi o vimos, ya no sécómo serjusta, la fragilidad
áreasmás amorfas radicamos tan, poro tan escusos de la máquina humana o bien observamos lo hu-
que resultamos inescrutables. En verdad hemos sor- mano como una deleznable organización, común,
teado la realidad de cada uno de los decenios, sólo mecânica, una forma primitiva e incesante, genera-
pudemosparticipar de su perímetro como ínfimos dora de la peor clasede explotación, una produc-

8o 8l
ción meramente orgânica que estaba allí sólo para afirma como espera y que sólo parece capaz de
servir a su propia especie,la especiehumana. SÍ, acumular decenios (milenios) de desgastey de rui-
una maquinaria seriada, multitudinaria que existia na, de células muertas, de decadencia en almohadas
para colonizarse a sí misma, a la espécie humana, o en las sábanasabsolutamente descoloridas, más
digo, lo dijimos, en un procedimiento ni siquiera aún que la frazada rala que pierde progresivamen-
completo sino abusivo por lo que escondia.éQué te su fuente de calor, su forma, su peso, su limite
escondia?,lo que se elide, que el cuerpo, los innu- geométrico, un rectângulo tenue que alguns vez fue
merablesorganismos estabanpara servir a otros luminoso y exacto. Observé la máquina de muerte
organismos en una cadenade producción que por- exterminando a la máquina celular. De allí en ade-
taba un componente alienante, imperdonable e in lante nos convertimos en merascélulas, sólo eso.
justo. La división de los cuerpos, el desgastede los Corre el pie, te digo, y lo haces.
órganos, êquién lo digo?, .êquién? Pero la muerte Libero así un pequeno espacio para mi pierna,
llegaba hasta nosotros y fue entonces, lo pienso o lucho contigo para establecer la competencia en
lo pensamos, ya no lo sé, quando se desencadenó torno al ínfimo territorio queposeemos,el litígio
un momento lúcido y estremecedorque nos per' por el sitio en el que se disponen los pies, los nues-
mitió comprender que éramos unas maquinarias- tros, empecinados en no mezclarse. Por eso te digo:
Allí se produto lo que se podría entender como corre el pie, para separar el mío del tuyo. Aún pre-
una epifanía o un instante comprensivo, encima de tendo que el pie es mío y que tus huesos te perte-
la cama, mientras pensábamos en cómo haceb cómo necen, que no es tuya mi cedera ni mi dolor en los
llevarlo al hospital, cómo ingresarlo al hospital y riâones. Corre el pie, insisto, a pesar de saber que
obtener para el niõo, el mío, mi niõo, una camatéc- lo moviste, lo hago para salvar mi pierna de una
nica,decentey eficazy conseguiroxígenoy medi- terrible e implacable confusión. Quiero pensarque
camentos y suero y un médico, un equipo médico tu pie te pertenece, que es tuyo, por la repugnan
que, al menos, intentara. Eso pensé o lo pensamos, cia que me provoca su roce, el roce con tu pie cu-
como salvado,cómo evitar que se muriera encima bierto por el calcetín,porque nunca la piel entre
de la cama, de la nuestra, de la única que teníamos, nosotros, nunca, pero aun así tengo que entender
la que aún conservamos, estacamaque consumó la que este pie cubierto por un calcetín que no se
muerte y que nos condena a una espera que se re- puede tolerar, no es mío, aterrada ante la posibili-

82 83
dad de compartir la misma pierna, el riesgo, la in- hacíamos, si trasladábamos su agonia, si la despla-
certidumbre que me obligó a preguntarte si la pier- zábamos de la cama, poníamos en riesgo la totali-
na era mía o era tuya, porque me molestaba,me dad de las célulasporque caeríanuestra célula y
molestaba,estuya, me dijiste, la pierna. éMía?,dize, una estela destructiva iria exterminando el amena

êmía?,traspasadapor el estupor y enlacé mis de- zado, disminuido campo militante. Aunque cono-
dos a mis dedos para cerciorarme, pelo ni siquiera cíamos las instrucciones, no sabíamos qué hacer con
entonces estuve segura por esavaga, mcesante re- su muerte, dónde llevaríamos su muerte, cómo la
pugnância,por eseescozorlíquido y ácido que me legalizaríamos, ni sabíamos tampoco cómo salir de
recorria, me recorre ahora mismo, y mientras mue- la inexistencia civil para ingresar con su cuerpo
ves tu pie siento que el mío huye de mi cuerpo para muerto a una sepultura en un cortejo funerário que
salir disparado a tu lado, el que ocupas en la cama. nospodría desatar.
Debería pensar en nuestro pie y seria más posi- No existe misterio alguno entre la noche y el
ble la cama, más amena y pondría fin a un disturbio cuerpo, entre el cansando y la noche, entre el sue
que ya resulta insostenible. Nuestro pie. Pero re- íío incontrolable y la noche. Sé que dormiré de to-
surge el asco, una sensación física imposible de eva- dos modos, sé que atravesaremos el insomnio y, en
dir el asco a tu pie que abarcatu cedera y la cara el despoblado inmanejable de nuestros cuerpos
que posees y que me resulta inmanejable. Me doy dormidos, podremos dar curso a los miembros que
vuelta disciplinadamente hacia la pared y espero- tenemos, entiendo que nos rozaremos de una ma-
Somos, así lo pactamos, una célula. nera inoportuna, comprendo y, más aún, avizoro
Lo hicimos después de que se hubo de consu- tu pie aplastandoel mío o tu brazo encimade mi
mar la muerte, no te muevas, ni la cabeza ni menos cedera o el contacto de nuestros hombros o nues-

los brazos, no adora,porque era una muerte que tras cabezas demasiado cercanas respirando en una
nos competia y nos desgarraba.No 1o llevamos al sincronia monótona. SÍ, respiramos uno al lado del
hospital, no parecia posible. Mis súplicas, lo sé, eran otro o uno detrás del otro o cada uno de espaldas
una mera retórica, una forma de disculpa o de eva- al oiro. Respiramos.Lo hacemos.Prácticamenteno
sión. No podíamos acudir con su cuerpo merma- respira, no respira y recuerdo cómo llorábamos
do y agónico, acezantey agónico, macilento y agó- Juntos, las lágrimas caían sin pudor o sin control y
nico, amadoy agónico,al hospital, porque si lo especialmentesin un átomo de vergüenza, llorába-

84 8S
mos mientras yo repetia, tenemos que llevarlo al por favor mientras la bílis caía encima de la cama
hospital y tú, mientras llorabas, movías la cabeza, dejando la frazada arrasada,más aún, y entonces
negando e intentabas, buscabas,con tu mano, con saliste esa noche a la caule,esaúnica noche que te
la que temas en esetiempo, cuando todavia tu mano atreviste a salir a la calle, con tus pesosposible-
era real y te pertenecía, tocar su cara, pesar tu mano mente apesadumbrados recorriendo una vereda
por su cara con una suavidad,una entereza y una inhóspita, el cemento peligroso de la intemperie en
congoja que no te conocía. Tocabas su cara, la re- la que te refugiaste o buscasse, te expusiste para
pasabas, la querias retener en las líneas de tu mano, huir de la arcada, de la bílis, de la nube abrumado-
pero tus lágrimas asegurabanque no, que no era ra de una cara que ya estábamosolvidando.
posible, que finalmente abasaperder tu mano cuan- Los dos.
do se acabarasu cara, la memoria de tu propia mano. Pero lo que nunca podríamos olvidar era su in-
Una cara que estaba de salida y que chora lucho manencia y por eso la bílis y el fracaso de tu sabida
por reconstituir. Te acuerdas,te digo, cómo era su y la vuelta plagada de rencor y de silencio.
cara,lo digo con mi propio rostro de frente a la Percibo cómo ahora te levantas de la cama, te
pared y siento que te mueves, que batallas, que no portes mis zapatillas y salasde la pieza. Pero no vas
quieres.Y porque no quieres es que entierrastu al baço, no lo haces,y mi asombro crece cuando
codo en mis costillas a sabiendasde que no resisto entiendo que te encaminas a la cocina, que luego
tu codo en mis costillas ni, menos, que intentes con- de manipular el interruptor, después de que consi-
ciliar mediante tu mano en mi cabeza, el espanto- gues la luz austera o mezquina de la ampolleta de 2j
Eso fue lo que inventaste, poner tu mano en mi ca- vatios, enciendes el fuego, tomas la temerade alumi
beza la primera vez que te pregunté si aún retenías nio y la pones sobre la flama, y mientras esperas el
su caray experimenté el estallido feroz de una ar- hervor, entumido, te aprietaslas sienescon los de-
cada,la bílis que me estabacorroyendo, una arca- dos. Séque aunque estás de pie mantienes tus hom
da que llegaba incontrarrestable y sonora y agresi- bros asombrosamente encogidos y cuando te ba-
va, una respuesta biliar que se abria peso desde el lanceas,piensas en el sarro que contiene el mondo
reclamo de un hígado demasiado mortificado que de la tetera, la cantidad alarmante de sarro acumu-
seestacamanifestando para decir no, no a una mano lada, pero abandonas esa imagen contaminante,
en la cabeza, en la mía, tu mano. Dije no, no, no, desenhas el atisbo de preocupación y vuelves a tu

86 87
consolidada indiferencia. Retornas con la taza de pareció solemne, conseguiste un lugar, un espacio,
té a la pieza y la acomodas en el lugar más seguro un reconocimiento que te llegaba dias antes o des-
del velador. Lo hacesen plena oscuridad, guiado pués de haber cumprido dieciséisaços. Mjlitába-
por la sabiduría que le otorga el tiempo al conoci- mosjuntos enla célula, la primera, esaextraordina-
miento de los espacios.Estásde lado en la cama riamente estudiantil a la que nos habíamos filiado.
apoyado en uno de tus codos y sorbes. No sorbas, Después de que hubimos de cursar algunas caóticas
te digo, no lo hagas, por qué te levantaste, por qué reuniones, pidieron o pedimos dotarnos de una me+
te dio por tomar té a estahora y moverte y desper- jor forma de organización,de una, asílo dijeron,
tarme y obligarme a tus sonidos, qué te pasa,qué te orgânica.íTe convertiste en el primer secretario de
crees, como si fueras el único, sí, el único en la pie- esa célula. Cuando se establecieron los resultados,
za, cállate, cómo que cállate si ares tú quien me des- no pude evitar un impulso provocador y te dize:
pertó y entre las palabras aparece la imagen del té. burócrata. Sonreíste, pero sin embargo despuésde
Apacible, con la calma que pueden irradiar cier- que nos despedimos no supe de ti sino hasta la se
tos paisajeso el diseão cuidadoso de una habita- mana siguiente, la semana en que ya actuabas como
ción destinada al descanso,pienso en el té y en tu secretario y te abocabas a las actas e intervenías con
prematura filiación a su líquido. Era una costum- propuestas activas para vitalizar nuestra célula.
bre que te pertenecía,un detalle curioso, una anéc- Recuerdo la taza de té y tu mirada buscándome
dota que te caracterizaba. SÍ.Junto a tu nombre se en la reunión. Allí, en público, entre el puxado de
alzaba a modo de una pequena leyenda tu afición adolescentesque nos congregábamos, me recrimi-
por el té. Ni el vino, ni la certeza, ni siquiera el nastepor el olvido de uno de los documentos.Me
pisco. Pero el té no consiguió disminuirte o ridicu- disculpé con serenidad e incluso con aplomo, re-
lizarte, sencillamente seinscribió como un hábito si conocí mi impericia con el documento y prometi
no respetable, posible, una costumbre que todos reparar. Así se gestó el hilo en el que nos íbamos a
aceptaban y que no obstaculizaba. Me detuve, lo tecer,tu secretariadopuntilloso y preeminente,un
recuerdo, en el té. lugar inestable que yo debía defender. Se extendió
Ese momento inesperado, cuando en la reunión, así el hilo de un tecido que hoy nos ha fundido en
aquella en la que te designaron secretario, median- una mesmahebra que ya parece imposible de des-
te una votación demasiado ingenua pero que nos enredar. Mía, te digo, la pierna, es mía, la rodilla, su

88 89
hueso y el tobillo que concluye en el inicio del pie,
la sensaciónde tener una pierna cadavez que se
produce un movimiento, la certeza de yacer con la
pierna en la cama.
No, me dicas, es la mía y me dites con un dono
que bordei la súplica,dela mi cuerpo tranquilo,
estoy tan cansado, dame paz, al menos déjame esta
pierna mía que todavia me pertenece.

Estás acurrucado como acostumbras, ocupando el


pedazo de cama que mi cuerpo persigue. Pero no
puedes, no puedo, me dices, te escucho, te creo, te
entiendo. Te dejo la cama para ti solo, te la entrego.
Hoy estás tan, pero tan acurrucado. No sé cómo
te las arreglas para quedarte así de inmóvil, perfec
Lamente
inmóvil,déjametranquilo.Y los ocosno
los cierras del todo y la luz te entra por un ojo. Me
alivia la luz en tu ojo, me proporciona una consis-
tente seguridad que te deje el ojo y la luz y la pe
queda abertura, chica, china, entre tu pestana que
apenas se mueve, sí, aunque oscila levemente mien-
tras la luz la porte de manifiesto, digo, el hilo ralo
de tu pestanay un poquito de ojo. Nos vamosa
morir dites o quizás dices: estamos muertos o nos
mataron, dites. Ya no sé qué creerte y te mero como
si no hubiesevisto nuncaantesun ojo, un pedazo
sutilmente entreabierto, absurdo, un olo acurruca-

9o 9t
do en la cama que tanto deseo, con furta la deseola na impenitente. Ya no te quedas.Nunca. Ni de la
cama,chora mismo. Pero tú la merecesmásque yo, sábanani de la cama.Sólo quieres estar entre ellas
sí, mereces poner tu ojo en la cama y quedarte en- por un espaciode tiempo que no eras capazde
tregado al movimiento imperceptible de tu pestana determinar. Te acuestasvestido. Debajo de la man-
en.estedía siglo que sólo parece estar dispuesto a ta adivino el pantalón. Siempreel mismo. No te
repartir una cuota parcial de luz. quedas.Nunca. Nunca del piquete del pantalón que
Te mueves, te dejo, me alejo de la cama. Huyo roza asperamente tu tobillo hasta provocarte una
del resto de cuerpo que te queda. Déjame dormir. sutil, tangencial erupción. Porque aunque te mue-
No puedes dormir, dices, pero duermes y duer- ves de manera cuidadosa y lenta, el pantalón y su
mes como si el mundo ya sehubiera acabadoy no piquete se localizan justo en un sector vulnerable
guardaráscon él ningún compromiso. Te entiendo, del tobillo. Todo parecerepetirse.Ambíguo. Tu
te entiendo. Existe algo pegajoso aunque no irri- camisa.Te pido, lo sabes,que la limpies en los pu-
tante que sele de mí igual que la saliva que con una los y en el cuello, porque se nota, se nota. Con
lentitud parsimoniosa seescurredesdetu lábio hasta uno de los bordes de la camisa te tocas la boca cada
la sábana.Un hálito. La sábanano es. Hace demo vez que intentos levantarte de la cama. Siempre lo
siado tiempo que no es. Ya no te quedas.Nunca. mismo: sacastu mano, la levantas y te llevas una
No necesito ver cómo tu hilo de saliva baia por un punha de la camisa lentamente a la boca, la pisas
prazo específico que le propicia la mejilla, digo lá- dos vecessobre la comisura y luego te secas,con el
bio y mejilla. EI lábio presagiasu interior mojado, mesmopulo, siempre el derecho, el pedazo de me-
irrigado, poro couto y digno, sí. Y en un instante jilla húmeda. Y sólo entonces te acomodas sobre el
decisivo la mejilla parece una sola línea a la que se codo. Afirmas todo el peso del cuerpo en el codo,
une la pestana y el ojo entreabierto de saliva que la retiras la manta y balas las piernas hasta que te sien-
luz incomoda. tas en el borde de la cama. Te agachas,te doblas el
O no incomoda. Comprando cuánto se necesi- borde del pantalón para observar tu pierna y pol-
tan el olo y la luz, la oscuridady la luz. La luz pas el tobillo apenasenrojecido. Después me mi-
cansa.Te cansa también retener la saliva y la delas ras. Acuéstate, te digo. Assentes, mueves con man-
crer rodar, como si no te hiciera falta y quisieras sedumbre la cabeza y podría asegurar que sonríes.
mantenerte líquido, acuoso, generoso con la sába- No, eso no lo puedo asegurar, más bien me parece

9z 93
que sonríes. Espiras uno de los brazos y dejas crer Justo en el momento menos afortunado, cuan
el peso de tu cuerpo sobre él. Y vas soltando el do te habíasentregadoa uno de tus agudosletar-
brazo y entoncesvuelves a acurrucarte, a acurru- gos contigo mismo, en el momento en que habías
carte en esaposición que tân bien parecesconocer, conseguido estirar tus piernas y voltear la cara ha
la que tanto te alivia. De costado, con un olo ocul- cia el techo de la pieza. No te gusta mirar el techo.
to y el otro dispuesto a mirarme mientras te vuel- Intentos esquivarlo. Prefieres la pared. Lo sé. La
ves a tapar con la manta. Poro antes de dejar tu pared, crio, marca un limite. A mí también me gus-
mirada en un punto muerto, me ves a mí, sólo a mí ta mucho, mucho másla pared que el fecho, me
para que yo entienda el valor que se encarna en encanta la pared y sus múltiples irregularidades.
esaespecie de sonrisa. Sé que accedo sólo a la mi- Verias una a una, descubrirlas una a una, sorpren-
tad de tu sonrisa por la posición en que te tiendes derse con ellas, pesar un dedo por la pintura des-
en la cama. cascarada, descascararla más aún. No importa. Te
Nunca te acuestasde espaldas. lo hube de decir te lo dizede espaldasa ti mientras
Nunca. SÍ, en realidad te acuestas de espaldas. la yema de uno de mis dedosse deslizabapor la
Lo hacessólo después de un rato, sólo algunas vi- pared. Te sentia detrás, presionando para conse-
ces. Entonces, por eso, aunque te diviso la mitad guir más espacio en la cama. Entonces murmuré:
de la boca, la mitad de tu sonrisa,te respondo. pareces un perro
Quédate acossado,te repito. Y de inmediato veo Me enfermó, me gustó, me costó decido.
cómo, con una expresadificultad, te extiendesy En medio de un silencio decisivo, me quedé,
ocupas más, más lugarl un espacio inaudito, hasta permaneci mirando a la pared, sugando con el dedo
que prácticamente toda la cama desaparece bajo tu en la pintura y las rodillas dobladaspara que tú
cuerpo- Pareces, no sé, un perro. Dócil, desgasta- pudieras poner las tuyas justo detrás de mis pier-
do, austero,tiãoso. Parecesun perro- Me acerbo. nasy encajáramoscomo dos figuras de paio arti-
Te toco la frente, pondo la palma de mi mano en tu culadas o como dos bisagras condenadas a pactar
frente y mueves la cabeza. Te molesta mi mano, lo una miserable superfície. Las palabras se diluyeron
percibo. No sé por qué lo hice, por qué te puse la y"se fundieron a la cama, se enredaron en la manta
palma en la frente, déjame tranquilo. hasta desaparecer camufladas en los bordos. Esos
opor qué tuve que poner mi mano en tu frente? bordes ya abiertamente deshilachados.-Pero no te

94 9J
quejas. Nunca. Ni me docesque te modestael ruído do en la cama, observas cuánto le sobran tus pies a
de mi dedo en la pared. EI ruído de la uõa escarban- mis zapatillas y sólo entonces, después de una pro-
do la pintura para probar su frágil resistencia. longada mirada atenta, te levantas. Sé que caminas
Retiro veloz mi mano de tu frente y comprendo con pesos cortos y cansados por la pieza con el
que no debo mirarte, que tengo que estar como si único imperativo propósito de desentumecertus
no estuvieraporque necesitasun respiro: que la piernas. Sé que te detienes, las sobas y te aprietas
pieza, la pared, la cama seinunden con tu respira- las pantorrillas. Después,te acercasa la bolsa,la
ción, con las emanaciones de tu cuerpo, sin mí. Lo abres, te sientas en la cama y te comes el pan. Eso
comprando, entiendo tu necesidad de amplificarte eslo que más te gusta, el pan, y lo engulles con una
en la pieza, es humano, sí, que busques cerrar o prêsaanárquica que podría, incluso, conmover. Tie-
abrir los ojos, mover o no mover un pie, soltar la nes hambre. Y sales al pasillo a buscar el baço, ca-
mano a menudo empuõada o que te rasquessin que minas, en cierto modo, titubeante, con los talones
tu codo se entierre en mis costillasy te detengas fuera de las zapatillas. Llevas en la mano un peda-
modesto,abiertamente intimidado por el roce de zo de diário y lo recorres de manera superficial y
nuestros huesos. despuéste limpias el culo con el papel.Te da un
No me molestes, murmuras de manera casi inin cierto asco tolerable la caca, su olor, el tuyo. Siem-
teligible. Séque te molesto sólo por estar.No nece- pre. Te afecta el papel, todo te irrita la piel. Y vuel-
sito poner mi mano en tu frente para que tus cejasse ves a la pieza e intentos, intensas, mientras se desen-
junten expresandola impaciência que atraviesatu cadenaen ti un momento extremo y pernicioso,
cedo. Pero sé, con idéntico convencimiento, qué sien- cominar por encima de las tablas, pero no sólo te
tesy cómo sientes cuando salgo y te posesionas de agotas sino que te duelen los talones y los musgos,
la pieza.Conozco tu alivio. Respirasprofundamen- pero especialmente te enloquecen los crujidos que
te disfrutando el ritual de tu propio estudiado provienen de la severa irregularidad del piso, lo sé.
aliento. Sé que te sientasen el borde de la cama, Y entonces, trepas y te sumerges en la cama, aisla-
estiras tu columna vertebral y con las dos manos te do, esperando que yo regrese. Te quedas, me es-
tomas la parte posterior de tu cintura para poner peras tendido en la cama. Cuentas de un modo in-
en orden tus riãones, te duelen. Sé que encajaslen comprensible el tiempo que falta para mi llegada.
Lamentetus pies en mis zapatillas y, todavia senta- Piensas en blanco, en blanco, en blanco hasta que

96 97
escuchas mis pasos. Los reconoces, sé que los ad- ramente sobre una de mis piernas, después lo dejo
viertes a una distancia considerable, que mides crer sobre la obra.EI agua hierve a tiempo. Vuelvo
cómo avanzo y avanzo hastala pieza mucho antes a la pieza y en la bandeja de siempre, la única, pon-
de que abra la puerta. SÍ, mis pisadas. do las dos tazascon las bolsasde té y el resto de
Ya estásGelado, te digo en cuanto entro a la pieza. azucar.
Ya estásechado.Pestaõeasinmutable. No con- Siéntate.
testas. Camino hacia la pared y toco la bolsa colga- Te sientas y te alcanzo la taza, le agrego una
da del clavo. Con mi mano en la tela, digo, te co- cucharadita de azúcar. Revuelves el té con el azú
miste el pan, te comeste todos los panes No te mero car. Sentada en la orilla de la cama, deão en el suelo
mientras sacola bolsa del clavo y pongo en su inte- la bandeja y sostengomi vaza.Advierto cuánto te
rior uno a uno los panos que acabo de comprar y, molesta el ruído de mi cuchara. Te perturba cuan-
después, sin contemplaciones, me abalanzo sobre do yo lo hago. Te mueves hacia la pared para de-
la camay limpio las migasque han quedado enci- Jarme más espacio, pero en realidad lo faces para
ma. Levanto la manta con movimientos enérgicos e ruir del sonido del metal. Intento no sorber, pero
inevitablemente te sacudoentero. TÚ no reclames. esinevitable que algún ruído se escape.TÚ tam-
Más bien cierras los ocos para evitar la visión de bién sorbes. éY?, te digo, éy? En vez de contestar
mis manos y de mis doentescolmillos que castaãe me devuelvesla taza mostrando una seãal indes
meande rabis porque te comestetodo el pan que mentible de disgusto.Y te quedassentadocon la
había en la bolsa. Precavido en la distancia que te cabeza apoyada en el muro. Observo el contorno
permite el solo acto de cerrar los ojos, pretendes que adquiere tu cabeza y recorro acuciosamente
ahuyentar el odio alojado en mis colmill.os por la tu cara. Algunas veces me sucede: mirarte como si
cantidad de migas desperdigadas encima de la cama. no te hubiese visto nunca. Y me resulta sorpren:
Entonces salgo al pasillo y camino hasta la coci- dente porque tu cara pierde la monotonia y resurge
na. Llevo la tetera en la mano, abro el grifo y la ante mí con una fuerza imprevista. Un rostro que
pleno de agua. Enciendo el fuego azul, sí. Me de- carecede antecedentes. Te miro y sé que notas mi
tengo brevemente en eseazul contradictorio hasta asombro.
que me repongo de su efeito y lo cubro con la te- Me aterroriza que exista en ti una cara que te
mera.Mientras espero, deão que mi peso cangaente- pertenezca. Me asusta tu nariz, la boca y la hendi-

98 99
dura imperturbable que conserva tu mandíbula. Me mino los númerosbafo la luz de la ampolleta.En-
impresiona eserostro, el tuyo, contra la pared. N oto tonces,despuésde una última revisión, cierro el
que es tu mandíbula, tu nariz y el contorno ina- cuaderno.
lienable de tu cabeza recortada contra el muro. Se Apaga la luz y ven a acostarte.Ya es tarde, su-
abre peso en mi mente una sensación de burla o de surras.
estafa que me agota aún más. Sabescómo llego de
cansada.Siempre. Intento alegarla impaciencia que
me invade porque le temo, sí, a mis propias reac-
cioóes. A la ferocidad:con la que podría intentar
destruir la autonomia de tu cabeza.
Me levanto del bonde de la cama y voy hasta la
pequefía mesay me siento en la silla, de espaldasa
la cama, a ti. Noto cuánto me impacientan las man-
chas sobre la modera. Hoy, sí, las manchas, las mi
gas, tu cara, el pan, alteran más aún mi inestable
animo. Sacode mi carterael cuaderno,el lápiz, los
lentes. Me inclino sobre la hoje, la aliso con los mo-
vimientos precisos de mis dedos antes de emprender
la costumbre de los números. Sumo, anoto, distri-
buyo ordenadamente en el papel los gastos. Es
cucho atrás, desdela cama, tu voz, tus primeras pa-
labras de la tarde, prende la luz. Te obedezco.Me
levanto y prendo la luz. No mc había percatado de
cuánto se había oscurecido la preza ni del efeito de
la penumbra en mi mano, en el cuaderno y en mi
letra casi desvanecida en la hoje contaminada. SÍ,
contaminada por un idéntico desvanecimiento en
las columnas de apretados números oscilantes.Exa-

100 101
rutinaria posible evitando deseócajarnos. Convivi
mos y afinamos más aún nuestra convivencia, aun-
que sermos una célula consolidada y demasiado
agotada, una célula muerta. Pero, sin riesgo o con
riesgo, eso no lo podemos augurar, persistimos.
Existeun peligro, lo sé.
Antes proliferábamos de diez en diez, siempre
idénticos. Diez. EI número formaba parte de una
orgânica,de un procedimiento celular. Diez. Ni uno
másni uno menos.Las veo. Veo cadauna de nues-
Resultaimperativo controlar el tiempo y el espa- tras células, caudas,ordenadas, completas. Vislum-
cio. EI nuestro, nuestro tiempo y nuestro espacio. bro la célula más brilhante y ejecutiva que ouvimos,
Llevar una pormenorizada cuenta de cada movi- esaen que se consolidaba nuestra preciada auto
miento. Prácticamenteno te mueves.Ya no. Pero nomía. Pertenecíamos y no pertenecíamos. Éramos
aun así, aunque decidiste entregarte a la cama, so- una célula deambulando entre obras,lo sabíamos,
meterte a las sábanas,doblarte, enterrar la cabeza obras células igualmente autónomas y amenazadas.

enel colchón deespuma,mantener hastael paroxis- Conocíamos el riesgo celular podría decir que éra-
mo el mismo pantalón, aplacar la circulación de la mos unos expertos, sabíamoscómo funcionaban,
sangre,reducir los latidos de tu corazón, pensar cómo secomportaban. Decaían,en cierto modo se
sin ningún correlato, te cuidas. Cuidas tu tiempo y podría decir que seenfermaban. Seenfermó nues-
tu espacio, me cuidas y, aún más, me vigilas. Man tra célulapor el excesode soberbiay de outono
tienes el control de mi permanencia en la pieza. Es- mía.TÚ actuabasen tu rol de matriz o de madre.
peras confiado, aunque traspasado por una angus- como sequiera definir.
tia leve, siempre, que entre a la cama y así puedas Nuestra orgânica. Los diez cuerpos batallába-
medir las pausasde mi respiración o constatar el mos frente a las dificultades, sabíamos que está-
exacto momento en que ingreso al sueco. Para qué bamos rodeados por otras células, perseguidos, in-
vigilarme o vigilarte o vigilarnos. Sencillamenteper- volucrados en nuestras chapas. La mía, la tuya. Mi
manecemos en nuestro espacio de la manera más chapa. No puedo cagar, me dices, éno puedes ? Ha-

102 io3
ce três dias, ires ya. éTres dias? Un laxante, te voy te, no es tu asunto, no, claro que no, pero me inco-
a comprar un laxante. No sé,me dicas, éun laxan- moda, sí, los ruídos, tu cara ligeramente enrojeci-
te? Exacto, te puedes enfermar. Sé que estásal bor- da, tóxica, estítica,porque te incomoda, éno? Has-
de de enfermarte por nuestra retina y si te enfer- ta que en un espacio consistente y real dejó de
mas équé? Tendríamos, claro, que ir al hospital, incumbirme. Te vi tal como eras, igual a ti mesmo.
esperar en las banquetas, presentar nuestras identi- Te observo desde la mesa en los dias en que yo sa-
dades adulteradas, aguardar el llamado, caminar cada unas cuentas frenéticas, aterrada de cometer
lentamente hacia la sala de urgencias, saludar o no un error con los númerosy, mientraste miraba,
saludar al médico, entregamos a los caprichos del entendi, con la violencia y la certeza de una ilumi-
personal, a su trato descuidado, responder por ti, nación, que se trataba simplemente de una mania
describir tus sintomas, ingresar a la zona de exáme- excesivamente realista, demasiado humana, ya con
nes,ver desdeel monitor el estado tecnológico de signada en múltiples libros anatómicos. Lo sabia.
tus organos Te irritaban mis prolongados estudios, sentiasque
Callar, observar,conceder. mi curiosidad me alejaba del conocimiento fabril al
Esêuchar con distancia el diagnóstico, esperar que te habías entregado. Estabas empecinado en
que te internen, mientras te adjudican una cama, definir el comportamiento industrial y sus varia-
ansiar tu muerte en el hospital. Que te mueras. SÍ, bles. Querias acotar los sintomas y los males de la
muérete de una vez. Pero no. Tus intestinos te jue- producción. Más que una célula semejábamosun
gan una mala pesada. Siempre. Estítico. Odias la grupo amorfo de investigación.Te lo dije. Me atrevi
caca,el olor, la textura, su miseria. Te aguentasy te a expresarlo porque lo había oído, entendi que se
aguentas al punto de aproximarte al umbral de la había desencadenadouna crítica a tus actitudes que
paralización y después de unos dias, en una hora fue recebida, así lo seõalaron, como un desviacio-
indeterminada, te encierras en el baço para volver a nismo de tu parte. En esosdias tensos,cuando ya
la pieza agotado o agobiado o maltrecho por el se habían derrumbado la mayoría de las células,
esfuerzointestinal y entoncesduermes.Es parte de acosadas, invadidas, infiltrados, cuando caían o
un rito, três dias de estitiquez, ires dias de sonajera morían una trás otra, quando fallaban y fallaban en
para así reiniciar el ciclo. Setrata de una deuda que susobjetivos,tú te dabasel trabajoo el lujo de
mantienes contigo mismo. No te importa, me dijis- iniciar una acometida en la ya agotadaproducción

io4 ioS
industrial. Me obligaste a repisar mis apuntes, me cabia una salida y la célula podia presagiarla..Te
encargasteun extenso y estéril protocolo que re- involucraste en una retórica sin sentido que ponía
cogiera las variables. Quise negarme. Incluso lo in en cuestión la realidad más tangible de la historia.
tenté porque me parecia un tema ya insaciablemen- Hoy puedo constatar que el aislamiento y la fuerte
te explorado. Te lo dije: lo sabemos, lo estudia compartimentación celular nos expuso a un espa
mos, lo analizamos, sacamos conclusiones, hicimos cio demasiado vacío, donde las referencias termi-
cursos especializados, nos amanecimos, reventamos naron por desaparecer. Si se involucran en esta teo
la tercera célula. ría desafinadava a haber muertos, dijiste. Ya hay
Ah, esatercera célula, diez magníficos cuerpos muertos, te contesté. Fue definitivo. La tercera cé-
sincronizados que anhelaban. Diez deseos.Yo cum- lula que conformamos entró en un estado de proli-
plía mis.funciones, cada uno de nosotros. Realiza- feración radical. ouvimos que escaparde esacélula
mos una exploración científica de los modos de y elmos,los ocho restantes, ante la estrepitosa caída
producción, advertimos la fuga fabril y su recon- fabril, se volcaron a la ejecución de prácticas ver-
versión en una impresionante crisis. Nos agotamos. daderamente anárquicas que dejaron trás de sí una
Escribí sin pausaun informe que no terminaba de cuantiosa pérdida humana. Esa célula fue infectada
convencerte porque, lo dijiste, tema falencias en su o infiltrada y estuvimos a punto de crer. Nosotros
estructura. dos. Ocasionó un desperdício. La estela de sangre,
Me burlé. sushuellas tangibles y tétricas. Esa célula, la terce-
Esa reunión se extendió por más de ocho horas. ra, entrampada en los dias más álgidos y confusos
Expuse mis resultados y me ceõí al informe y al se transformó en un modelo de extermínio y de
cúmulo de referenciasen las que me fundaba. La máxima e incompresible destrucción. (Están aqui,
célula, la tercera, empezó a desplomarse. Porque, casi deshechos en el sueco y a pesar de su estado
despuésde todo, équién podría haber resistido una catastrófico intentan meterse a la cama conmigo,
presión tan monumental como la que ejerciste?Ese la tercera célula aún no me ha perdonado)..:!ara
empeno delirante en acotar los modos de produc- qué hablar, qué sentido tiene chora contabilizar
ción y la paradoja de negarte a aceptar los resulta laspérdidas o reconstruir la derrota, sucesiva,in-
dos. No 1os aceptabas porque estaban en contra confundible, la derrota, me dicas.Pero éhubo triun-
de tus princípios. Después de mi exposición sólo fos?, te pregunto, éal menos una victoria?, écuál
io6 io7
célula fue exitosa o sana?, éen qué espacio conse- estetiempo. No 1oharemos sin embargo, no lo da-
guimos contribuir? remos. Pero si habláramos, lo sabes,podríamos
Así es la historia, lo sabes,lenta, cruel, aglome- desordenar. Sonríes. Comprendo que ]a mera po-
rada, dites o creo que doces. sibilidad te ocasiona un átomo de vitalidad. Sacas
Hoy estás dispuesto o disponible en este día la mano de debajo de la manta. Me duele la muõe-
especial.Nada nos incomoda y podemos, con una ca, me dices, y mueves tu mano para relatar o des-
actitud verdaderamenteproclive, rehacer ciertos comprimir no lo sé, la articulación. éTe duele?, te
acontecimientos. Pero debemos ser cuidadosos, digo, es el frio o la humedad o la traición de los hue-
omitir censurar, para así garantizar nuestra sobre- sos o un ciclo estúpido e insoslayable de la muãeca,
vivencia. Tenemos que mantener clandestinos nues- la muõeca, écuál muãeca?, qué palabra más irrisoria,
tros propios actos, aun frente a nosotros mesmos. no van a convertirme, dije, en una muãeca, eso no.
Ese fue el acuerdo, esala práctica a la que nos entre- De ninguna manera. Aunque no podíamos y no de-
gamos. No decir nunca nombrar aquellos hechos víamos ser personales, me obligué a mantener una
que podrían terminar por incriminarnos o delatar- discusión contigo, una conversación que podría ser
nos o empularnos a un escrutínio que no desçamos. considerada personal, de espaldas a la célula, sen-
EI silencio, el nuestro, forma parte de los secretos tados estratégicamenteen la pieza que ocupába-
en los que se dirime la historia. Aún no nos descu- mos entonces. (12uéte crees o qué se creen, 1leguéa
bren las sucesivas, vielas células que sobrevivieron, decir, luego de haber percibido la ironia que se
porque si lo hicieran, se delatarían a ellas mesmas. desató mientras desarrollaba mi intervención. Una
Existen rumores, dichos, comentários. Tu nombre ironia, no lo niegues,no lo hagas,hiriente e inmere
circula en conversaciones privadas, nostálgicas o cida. Esa misma ironia que se enredó a la palabra
acusadoras, y el mío, no, mi nombre no, nuestras muõeca. Me dijo muííeca, para desestabilizarme y
chapas. disminuir así un aporte innegable.
Ah, si habláramos, te digo, si dijéramos, te das Lo hizo tu aliado de turno, el manco Juan.
cuenta, te digo, lo que pasaría ante nuestras afir- Ocupó su espaciocon vigor, poro, claro, sin
maciones,frente a los documentos a los que pode- contenersey sin la menor posibilidad de ocultar.
mos apelar te dascuenta en cuánto podríamos obs- Yo estabajusto en el borde o en el instante, no sé,
truir o destruir, no lo sé,la laxitud complaciente de de ser escogida como jefa celular de un cuerpo que

io8 io9
podría convertirse en leyenda. Cuando el manco porque nos iba a ferir con su técnica,dijiste no a
Juan dijo, esta muãeca, pudo decir, incluso, muõe- cualquier técnica y yo, claro, comprendí la exten
quita, percibí cómo naufragaban mis esperanzasy sión que alcanzaba tu negativa o cómo tu negativa
no pude sino resignarme. Pero más tarde, en la pie- a la calculadora se convertia en una palabra que
za, sentada frente a ti, consegui dar curso a mis im- llegabapara redimir, a nosotros dos.
presiones. (Ahora mismo el manco Juan está con su Pude quizás compadecerte, lo hice, me compa-
mirada irónica, apoyado en la pared frente a nues- decí y olvidé. Rechacé el televisor renunciamos. No
tra cama, está manchada la pared y el manco tiene quisimos ser atrapados por su tendencia y su fluxo.
su cara hundida, imposible, borrosa). éCuántos ?, écuántos aços ? (mil aços): más de un
êTeduele la muãeca?, {cuánto?, écuánto te due- siglo,desdeluego.
le?,écómo te duele?,describepormenorizadamente Tomas cansadamente el diário discontinuado,
tus sintomas, el eje del dolor la manera de despla- leemos con distancia sus páginas. Sabemos cómo
zarse, sí, el dolor, qué hueso exacto, cuál ligamen- se construyen los carismas y las fumas. Observa-
to de la mano, qué rotación eres capaz de realizar, mos ciertas fotos y los nombres que están allí para
puedes, acaso, girar la muãeca, en cuánto están afec- ratificar. Reconocemos esosnombres y sus filiacio-
tados tus dedos. Responde en orden. Pestaõeas nes.Alguns vez moviste tu cabezaconmocionado
como si con el parpadeo pudieras memorizar o si por la sorpresa y el desconcierto. Miraste la foto en
cn tu ojo descansara la posibilidad de retener. Mue- el diário, leíste la página y te hundiste aún más. Pero
ves la cabeza y te hundes en la almohada. Tu brazo ya no. No nos sorprendemos, y miramos impávidos
hadesaparecido
oculto por la manta.Ya no quie- cómo usos rostros se posesionan. Están impresos
res. Vuelves a ser el bulto que mejor te acomoda. en las páginas y ausentes de cualquier célula. Allí
Tendo, lo sé, que volver a confrontar los números están.Pero yo chora miro la fotogral:ía que guardo
dispuestos sobre la hoje. Presiento que se vuelven entre las hojas del cuaderno. Estamos posando se-
hostiles, los números, que me persiguen implaca- guros ante la câmara de espaldasal mar que se ad
bles para revelar su suma. Ah, los números y su vierte como trasfondo. Yo sostengoal niõo entre
alarde infinito, su estúpida ciencia o su arte abs mis brazos mientras tú le acariciasla cabeza. Pe-
tracto, caligráfico. Podría obtener una calculado- quefío, beIJo,una sutil criatura. Un mar maravilho-
ra, pero te opones Dijiste no a la calculadora, no, so se extiende a nuestras espaldas,un mar que está

110 ll l
ahí para ratificar la potencia del océano.Estamos los
ires, tú, yo y el niõo ajenosa cualquier interferencia.
Fue el único viaje al mar que hicimos con el dão,
asustados, temerosos ante un acto irreflexivo. Ah, si
nos hubiésemos ahogado en esasaguas. (Comentan
que nos hundimos entre las aguas,que no devamos
huella alguna). De espaldasal mar, el dão, tú y yo,
los ires en la foto demasiado obsoleta.
Una foto, la única, que lo confirma, al niõo.
Me levanto con la foto en la mano, quiero mos-
trarte la foto, la que tanto conocemos,la imagen a Experimento una inconfundible sensación de bie-
la que acudimos cuando la realidad pierde su con- nestar muy cercana al olvido o al deseo de perma-
sistencia o bien en los momentos más intensos de necer suspendido en un férreo, inamovible presen-
nostalgia o en la ira o en los estrechos márgenes de te. Observo cómo tú, en câmbio, de inmediato, te
lástima que nos autorizamos. Me siento con la foto pierdes en ti. Podrías, en realidad, sí, caminar solo,
en el borde más estrecho de la cama. Busco tu mano con esamanera alevosa de arrastrar los pies, de es-
debajo de la manta para ponerla sobre la foto. Tus parcir la huella del dolor que te ocasionala situa-
dedos recorren el papel. ción calamitosa de tus piernas, la costumbre de ba-
éTe duele?, te pregunto, éte duele la muõeca? barla cabezapara imprimir una pronunciada cur-
SÍ, me contestas con la voz distorsionada por el vatura en tu espalda. Estás sólo entregado a una
afogo que te ocasiona tu cabeza oculta por la manta. forma de ausenciaimpenetrable que transita a tra-
SÍ, me repetes, todavia me duele. vés de la obstinación neutral de tu cara. Hacemos
el mismo recorrido, el de siempre. ínfimo, preciso.
En medio del atardecer doblamos la esquina,lue-
go caminamos las dos cuadras hasta alegara la pla-
za. La cruzamos. Tu mirada no se detiene en los
cuerpos ya recortados por las sombras, irreales, ni
te filas en detalhesinesperados como la súbita aper-

1 12 1 13
Lura de un nuevo almacén, pequeno, tanto que casi tastrófica termine, sin apurar los pesospara que no
no cabe en el interior de sí mismo. No !o ves o lo te des cuenta cómo y cuánto me perturba esadeci-
observas de manera tangencial o no quieres que yo sión tuya de impedir. La vereda estáimposible
advierta que lo ves puas cualquier gesto podría obli- como si sólo la sumatoria abstracta de un día la es-
garte a compartir un irrelevante asombro y no lo tropeara más aún. A la manera del desencadena-
haces,no, porque estásentregado a la autonomia de miento de un minúsculo ataque nuclear, su arcaica
la distancia, esadistancia'hueforma parte de la lenta superfícieya ha terminado por colapsar.Noto que
caminata mensual, de la tuya, de la nuestra, siempre: hundes másaún tus dedos en mi brazo y me invade
Cruzamos, devamosatrás la plaza, para entrar una sensación que me disgusta porque al apretar-
en línea recta a la última calle que nos corresponde, mepores en evidenciaante mí, mi brazo, entero, sí,
la mesma,esta caulemarcada por la inestabilidad de un prazo en el que no quiero detenermey al que,
las baldosas que nos obliga a acechar las grietas para sin embargo, camino encadenadacomo un lastre.
no tropezarnos. No quieres tropezarte y tu mira- Después enfilamos hacia nuestra calhe,dejas mi
da atenta se centra en las fallas del cemento y, de brazo. Nos quedan apenasunos minutos, cuántos,
inmediato, tomas mi brazo, muy cercadel codo, el ires, cinco, tal vez. Tres o cinco minutos de abre,
derecho, y siento cómo, en cierto modo, lo aprie- los suficientes como para que te exasperesy desees
tas en exceso, evitando así que sea yo la que trás que seprecipite la llegada, lo sé, porque tus pesos
tabille. No quieres, proteges, ahuyentas, mediante se agudizan, suben lentamente su ritmo y tu cara
la presión de tu mano, que pierda el equílibrio y adquiere una expresión inquieta hasta consolidar-
me apoye en ti de manera caótica. No 1o resistes, se la urgencia que te atraviesa las líneas de los ocos.
no te gusta que te toque sorpresivamente, nadie, lo Aunque lateralmente, te veo.
has dicho, lo actúas, te proteges. Siento tus dedos Entiendo que quieres entrar de una vez en la
muy cercade mi Godoy mepareceque mi brazo se pieza para terminar así con un ritual que ya te pesa
expandiera hastaya no pertenecerme o bien me re de modo increíble, que no significa nada. Pero no
dujera a lo único que me determina, un brazo. Me cedo. Plena, no câmbio el ritmo de mis pesos, me
gustaría decirte, suéltame el brazo o no soporto mantendo impávida, lejos de tus ânsias, porque
que me toques el brazo o sacatu mano de mi bra- quiero que pasen íntegramente los minutos, cada
zo, pero no digo nada esperandoque estacalle ca- uno de elmos,sin esquivarlos, sin renuncia posible.

il4
Aceptas y te entregas al último tremo. Balas tus lo que me corresponde: la cocina, la tetera, las va-
pesos,los acortas.Es un tiempo fugaz, lo has en: zas,el azúcar nuestros cuerpos frente a frente en la
tendido, tan corto que cedesy me dejas disfrutar. mesa, pequena, pequena.
Siento, cómo no, el aire frio en mi cara, en mis pier- Tomas el chocolate y lo divides equitativo. Nos
nas. unicamente en mi cara y en mis piernas por- custa mucho el chocolate, a mí más, más, su sabor,
que mi abrigo, el de siempre, el de lona oscura, me eselento acucioso deambular por las encías,por el
protege. Me invade el deseo irrefrenable de pre- côncavo paladar, nunca lo muerdo, nunca, más bien
guntarte si tienes frio, étienes frio?, te pregunto a lo deshago en la boca hasta que mi saliva se im-
mi pesar. SÍ. Lo suponía, pero es benigno, benigno, pregna y dilato el momento en que se desliza gar-
nadapodría chora estropearel deslizamiento lineal ganta adentro. En câmbio, tú vas rápido con el tro-
de los minutos, nada. Saliste, claro, desabrigado, zo de chocolate, tienes hambre y enseguida tomas
siemprelo haces,como si quisierasponer a prueba una de las galletas que crude ante el embate de tus
tu propia resistencia o quizás explorar en tu cuer- dientes. Desvio la vista, no quiero interferir en tus
po los signos de una leve adversidad. Pero chora sonidos ampulosos y por eso mero el piso y noto,
este tiempo final me pertenece, es mío y sé que ha de inmediato, que habría que encerar las tablas, que
concluído porque ya estamos entrando a la casa, ya ha llegado el momento, que tienes que encera-
abriendo la puerta de la pieza y te vas directo a la dasporque cuánto hace desdela última vez que
estufa y la enciendes. Te veo agachado ante la estu- pasastela virutilla, la más gruesaque encontré, lo
fa, escuchoel sonido ásperoy eficaz del fósforo, hiciste malhumorado, cargando todo tu peso so-
percibo el olor a parafina, inconfundible, que ne- bre la virutilla para extraer de las tablas las des-
cesariamente me produce un vago aunque persis- agradables adherencias que terminaron por conver-
tente dolor de cabeza, pero de mãnera inevitable tirse en una considerable suciedad aglomerada.
ligue ahí, expandiéndose, el olor. Te yergues hasta Entonces, te derrumbaste, parecias sensiblemente
quedar de pie frente a la estufa, te frotas las manos disminuido, tuviste que tenderte exhaustoen la
para conseguir más calor más. Guardo mi abrigo cama. Pensé que no ibas a ser capaz de seguir con
en el pequeno armário, lo cuelgo del gancho. Saco la cera, pero lo hiciste. Luego yo me encargué del
las galletasy una barra de chocolate. Pongo el cho- brillo, al oiro día, pero esanoche fue difícil, dormi
colate y las galletas encima de la mesa, ya sé qué es de modo intermitente traspasada por el olor a cera

ii6 117
que nos cercaba y te lo dije en la magana, el odor, te prendo de antemano que no hay nada nuevo en las
hablé de mi inquietud tóxica. Entonces me miraste hajas porque las cuentasestán en orden, poro es
con un destello irónico, burlesco, yo sabia que con que tengo que simular que realizo una labor para
tus lábios oscilando entre la mueca y la mordaci- esquivar así la sensación del ridículo pleno de ira
dad de una sonrisa, expresabasque era mi culpa, la que me invade.No distingo con claridad los nú-
cera, el olor, tu desgaste.Me decías,mediante esa meros en el cuaderno, debo forzar los ojos para
mueca sonnsa, que tú eras la verdadera víctima de verificar los dias de trabajo, las horas exactas,ne-
una decisión idiota y de esamanera remarcabas tu cesito cambiar los anteõjos, lo requiero de manera
absoluta indiferencia ante el estado decadente de imperativa y tú también. Tus ocosya no te respon-
]astablas. den, lo he notado cuando lees, te sacaslos lentes y te
Elevo la mirada del suelo. aprietaslos párpados cada cierto tiempo o acerbaso
Vas a tener que encerar, te digo, muy pronto, sí. alejaslas horas o terminal por abandonar decepcio-
Por un instante, tu boca se congela, dejas de nado, la lectura. Experimenté un súbito pudor cuan
morder la galleta,cierras los ojos, respirasinvadi- do me pediste que te leyera las indicaciones del medi-
do por el estupor y te levantas de la mesa. Sales camento, se dejó caer entre nosotros el peso de un
brevemente al baço y retornas. Permaneces atrás, sentimiento, algo semejantea la humildad o a una
merodeando la pieza, te apoyas contra la pared y extensacompasión. Es que no distinguías lasletras.
luego te acercas a la cama y te sientas, como siem- De manera torpe, pero absolutamente necesaria,me
pre, con la cabeza entre tus manos. No te miro, lo reí. Ya no ves nada, te dize, tienes que cambiar los
presumo. Continuo como si aún estuvieras ahí, finjo lentes. SÍ, sí, susurraste, sí, sólo para apaciguar. En-
que no ha pesado nada, que vas a volver a sentarte tendias, sí, que estábamos afectados, que teníamos
en cualquier momento, pero empieza a incubarse la obligación de compartir.
un cierto molesto sentimiento de abandono o de Sentadaante la mesa, chora quisiera anular la
hostilidad o de vergüenza que me impide comer la torpeza de la cera, retroceder enteramente y vol-
galleta, esaque ya había sacado del paquete. Dejo ver a tomar la galleta, pero es tarde porque tú no
la galleta en el plato, me levanto y saco la cartera me vas a perdonar que te haya empujado a un es-
del clavo, me siento otra vez frente a la mesa,me pacio que odias, el que, en realidad, aborreces de
pongo los lentesy busco mi cuaderno. Pero com- mí. Te veo chora mismo tendido en la cama, pronto

118 l i9
te meterasentre las sábanaspara emprender el peso se ordena ]a pieza. Tango en ]os ojos cerrados la
haciala noche. prezaencerahiriéndome con su perturbadora niti-
Me levanto, voy hacia la camay te entrego el pa- dez, comprendo que esuna alteración visual, un
quete de galletas.Come, te digo. Tomas el paquete simplejuego de luz y que muy pronto sedifumi-
y su papel metálico resuena.Cómetelas todas, te digo. nará.Me retiro de mis propios ojos y permito que
Me siento en la orilla de la camay repeso la revista, transcurran los instantes necesariospara que ani-
la que ya conozco, sólo deãopesar el tiempo dando quilen el modesto erecto.
vueltas a unas hojas que carecen de importância. Sé Lentamente me voy podendo de espaldas y te
que mientras comes, me observas, que te alivia, des- empujo, te empujo para que tú te pongas en el li-
puésde todo, que estéahí, que seacapaz de dar mite más radical de tu costado, córrete, te digo, y
vueltas a las hojas en silencio, siento que te dilatas en lo haces. Así puído dejar descansar mi columna en
la cama, que te muevesseguro y, en cierta forma, una posición más humana. Me modesta la columna,
reconfortado simplemente porque todavia existimos. me duelen sincronizadamente los huesos en una
'#

Después de un tiempo que no puedo determinar cadenasimétricaque no lesa, idéntico el dolor al


percibo que ya es hora, que definitivamente habre- trazido perfecto de las junturas, un quejido invo-
mos de entregamos juntos a la noche. luntário se me escapay tú intentos reducirte más
Camino hasta el armário, doblo la ropa sobre la aún. No sé si lo haces porque te irrita el querido o
silla y me pongo la camisa. En ese momento, apago por conmiseración. Pero te retrotraes con la sumi-
la estufa, la luz y entro en la cama. Trepo en la cama sión que te conozco y la que tanto me perturba, un
hastaubicarme en el rincón, al lado de la pared y animal doméstico, asustado, obediente, servil, un
luego de unos torpes movimientos, me acomodo perro- Sabesde mi espalda, sé cuánto te cuesta lle
hasta calzar con tu cuerpo- Siento que estoy sumi- gar al sueco, cómo permanecesrígido, esperando.
da en una falsa oscuridad puas aún podría definir Es difícil siempre la noche, implacable siempre
cadauno de los rincones, como si la habitación eS- la cama.
tuviera plagada de luz o como si los objetos nunca Me doy vuelta y soy yo chora la que prefiere el
cesaranporque quedaron impresos en el reverso costado, el trabajo mogno de los huesos. Entonces,
de mis párpados. Lucho por alegarlas imágenes, te mueves sutil siguiéndome, tal como si fuésemos
por dejar fuera de mi cabeza la precisión en la que los protagonistasde una prolongada danzahori

120 12 1
zontal, los elegidos para la realización de un baile una completa oscuridad para dormir. Es queexpe
extraviado. rimento una creciente aversión sensible a la luz. Te
Siempre monótonas; la noche y la cama. das vuelta y quedas con tu cabeza muy cerca de la
Nuestras piernas obligatoriamente requieren mía, siento tu aliento en el cuello filtrándose a tra-
ajustarse en una forma de diálogo imperativo y ar- vés de mi pelo. Tus rodillas y mis rodillas, tus pies
monioso. Siento el roca de tu pantalón áspero en y mis pies. Mi espalday tu pecho. Siento también
mis piernas y con un movimiento rápido me gajo la que estoy de sólida, que el sueco deseado empieza
camisapara evitado. Querría dejarme crer, crer a concretarse,sé que no quieres que me duerma,
hacia el sueco, chora mismo. Poro obra vez necesi- que preferirías que te acompaííara en tu vigília, pero
to moverme. Cuánto tiempo ha pesadoentre un no depende de mí, ni siquiera yo dependo ya de mí
movimiento y el siguiente, seráuna hora, me pre- misma porque desde un lugar impreciso aunque
sunto, mientras siento el calor de tu pie, demasia- definitivo, nuestros cuerpos empiezan a borrarse,
do apegado al mío, a mi pie desnudo que, por el aborrarse. Y en la postrera brumosa conciencia que
encuentro con el tuyo, empieza a convertirse en un me resta, percibo cómo la cama se retira hasta que
centro óseo tanto o másactivo que mi columna finalmente dela de sostenernos.
antes, y justo en el instante en que empiezo a gira-
do desde la planta me preguntas si vi el pequeno
almacén, lo viste, me dites, el que acaban de abrir,
el almacén nuevo. No, te contesto con la cara tan
cerca de la pared que prácticamente la siento adosada
a mi boca, no lo vi. Y me parece que tus palabras
circularan por el espaciosin tener el impedimento
odioso de la pared, más libres, más, no sé, amplas,
mientrasnoto cómo empiezasa ponerte de espal-
das,en una posición que no,.no, no, que es mía.
Date vuelta.
No hay sombras ni recortes. Nos gusta. Nunca
dejamos la ventana abierta porque necesitamos de

122 l z3
Estamoslistos, le digo, entremos al agua.
No quiero, dice.
Acuérdese de que hoy nos baõamos, le contes-
to. Baãémonos, le insisto.
No, no, no, me dice.
Está llorando. Como cada jueves ha empezado
a liorar y su cara se desdibuja entre la masiva mue-
ca que la comprime. Tomo uno de los paõuelos de
papel y le seco las lágrimas. Solloza abiertamente,
de pie, desnudo, con los brazos caídos a su costa-
Después de que le cubro la espaldacon la manta, do. Ante el temor de que tambaleey se canga,lo
lo traslado pausadamentehasta el baço. Ya sólo es tomo por los hombros.
capaz de efectuar un apretado deslizamiento con Nos vamos a babar rápido, rapidito, le digo.
sus pies casi pegados en el piso. Decido no .irritar- No, no, dize.
me por la lentitud. Lo apoyo contra el muro. Cuan- Pero veo cómo cede y permite que lo ayude con
do compruebo que es suficiente la claridad que se sus piernas. Primero una, luego la otra. Verifico la
filtro por la ventana,abro la ducha.Le retiro la temperatura del agua. Lo siento en su silla de baço,
manta y la dobro sobre la silla. Busco el shampoo, dispuestapara su aseo.EI aguaestátíbia, pródiga.
el jabón y la esponja. Consigo sacarle la camisa del Empapo la esponja con el jabón y procedo a desli-
pijama con facilidad, aunque entiendo que el gran zarla por su pecho. Noto cuánto ha adelgazado
escollo va a radicar en el pantalón y en su negativa pues sus costillas se dibujan nítidas sobre la piel,
a alzar los pies. Lo conozco. Poro sé cómo conse- presagiando la exacta dimensión de su esqueleto.
guir que levante las piernas. Le bafo el calzón de Jabono su sexo y no puedo evitar que mi mirada se
plástico, abro los broches y hurgando entre sus detenha en sus piernas que prácticamente están de
piernas, saco e] papal empapado de orines. Envuel- bando de ser para abrir aceleradamente peso havia
vo el papal y lo llevo al cesto de la basura, luego unaperniciosa desnutrición.
deposito el pijama y el calzón en el canasto de la Me encuclillo para llegar con la esponja hasta
ropa sucia. suspies. EI agua se dispersa cuando choca contra

iz4 1 25
el gorro y el plástico del delantal que me cubre. Y De maneraincierta, me levanto. Temo que el
es en eseinstante cuando levanta su pierna. Su ro- dolor reaparezca,que se trate de una falsa tregua.
dilla me da de lleno en la cara. Un rodillazo de tal Me seco con suavidad la cara congestionada con la
magnitud que experimento una sensaciónuniver- toalla y voy hastael espero.Perciboque seha pro-
sal y explosiva en el hueso de mi nariz. Caigo. Pe- ducido una notoria hinchazón en la curva de mi
nosamente me siento en el piso del baço. En el sue- nariz. Siempre frente al espejo, me acomodo el go-
lo me aprieto la nariz con las dos manos en médio rro y vuelvo al agua. Ya me siento en condiciones
de un dolor indescriptible.Me ovillo. EI dolor tre- de sortear el dolor. Me inclino sobre el piso hasta
pa hasta apoderarse de mi cabeza y me cierra o me que puedo recoger el jabón y la esponja.Me yergo
chegamientras me balancetepara atenuado, para y] evitando enfrentar su mirada, lo levanto, le froto
desalojar el odio que transcurre paralelo al despla- la espalda y sus nalgas casi inexistentes. Mi nariz
zamiento del dolor por toda la cabeza, la cara y la ligue palpitando a un ritmo pardo como si el eco
base del cuello. A una distancia considerable del del dolor hubiera impuesto una memoria a través
dolor escucho el ruído del agua, cómo cae copio- de una cronologia científica. Lo vuelvo a sentaren
samente sobre la silla mientras me entrego al horror la silla. Tomo el shampoo. Le inclino la cabezay
físico en el suelo del bafio. Permanezco sentada, noto cuánto ha avanzado la alergia que se mani-
apoyada en la pared de azulejos, instantes o mi- fiesta en sucesivas protuberâncias blandas que prác-
nutos esperando, entregado a miles o millones de ticamente cubren todo su cráneo. Soriasis, pienso.
dardos punzantes, rogando que disminuya el do- Lo está consumiendo, pienso. La misma soriasis
lor, apretando mi nariz. Circula, se expande, re que invade implacable sus genitales y que no le da
crudece en algunas zonas. Me quedo así, sentada paz alguns, arrastrándolo a un insomnio prolonga-
en el piso, reducida a un fragmento sufriente de do. Veo el insomnio en su cara devastada ahora que
huesos hasta que percibo cómo la condensación estamos frente a frente y le seco sus líneas con la
del dolor empieza a escabullirse,sí, va babandosu toalha.Subo la toalha hasta su cabeza y la froto. EI
potencia mientras se eleva ante mí la realidad caó- movimiento alivia su picazón constante y por eso
tica del agua. levanta sus manos y toma la toalha. Le permito que
Mi nariz palpita. Entonces, retiro mis manos de la manipule brevemente, luego le retiro las manos
la cara y me reencuentro. de la cabeza y seco apresuradamente su cuerpo.

iz6 127
Lo ayudo con los pies, le pongo la bata y le cubro bilitado, inexpresivo. Lo siento en la silla de me-
la espalda con la manta y lo conduzco hasta su pie- dasy voy nuevamenteal baço y tomo unapeineta.
za, a pesar de las agudas limitaciones de sus pesos Vuelvo a la pieza y lo peino. Sus manos tiemblan
Mi nariz ligue latiendo de manera espaciada de manera ineludible. Suspiernas tiemblan. Sin
como un simple recordatorio. Me toco la zona hin- embargo, su expresión ausente remite a una forma
chada y temo que en unas horas mis ocos estén curiosa de plenitud. Pero no me engana,luego de
amoratados. Le saco la bata y la manta. Lo acues- caber cometido un error inexcusable, chora sé que
to de espaldassobre la cama, le abro las piernas, debo mantenerme alerta porque en cualquier ins-
tomo la creme y la esparzo sobre sus genitales. La tante podría atacarme y entonces su mirada alcan-
alergia ha invadido incluso la parte baja de su es- zaría ese matiz de rechazo que conozco, emer
tômago y los bordes de sus caderas. Escucho que giendo desdeun lugar aún íntegro, preparado para
murmura palabrasinconexasmientras intenta ras- la destrucción. Ahora se rasca la cabeza, de manera
carse,pero selo impido paraque la cremepene- torpe, irregular, arrumando el peinado. Me doy
tre a través de la piel y lo alivie. Saco el papal del cuenta que no le puse la creme. Tomo el pote, saco
cajón del mueble y se lo ajusto, despuésprocedo la creme y con los dedos la distribuyo en su cabe-
con el calzón de plástico limpio que ya había de- za, afectada por la irregularidad de las erupciones
jado sobre la cama.Lo tomo de los brazos y lo que se exticnden desde el final de su frente hasta el
levanto de la cama. bordo posterior de su cuello. Luego tomo la pei-
Ahora vamos a vestimos, le digo. neta y vuelvo a ordenar los rezamosde pelo que
No colabora y me obliga a dar vueltas a sus bra- asoman tan disminuidos desde su cráneo. Me incli-
zos para encajarlos con las mangas de la camisa. no para ponerle los calcetines y los zapatos. Le aco-
Luego emprendo la tarea de ponerle el pantalón modo la camisa, le ordeno la línea del pantalón. Lo
mientras buchocon sus pies y la obstinada resisten- deãosentado en la silla mientras voy al baço. Allí,
cia que me ofrece. guardo la peineta en el cajón, me saco el delantal y
Levantemosun poquito los pies. Un poquito, el gorro. Examino mi cara ante el espejo. Tango, sí,
le digo. la nariz hinchada. Prefiero abandonar el espero.Me
Despuésde múltiples y difíciles movimientos he pongo el vestido, las medias, el abrigo. Guardo el
terminado de vestido. Está de pie, demasiado de- gorro y el delantal en mi bolso y vuelvo a la pieza.
12 8 129
Uno de sus pies cuelga de la silla de medas. Me
encuclillo para acomodado en su pedestal. Con una
certera maniobra, esquivo el vago manotazo que
me lanza a la cabeza.Ya lo había presagiado.Me
yergo. Lo observo.
Seestá muriendo, pienso.

En medio de un sueco completamente intervenido


por los sonidos de las balas y unos extraordinários
fuegos artificiales que estallan al unísono, bala y
artifício, resuena amplificada, como en una letanía,
la frase inacabada: «Una revolución continua en la
producción, una incesante conmoción de todas las
condiciones sociales,una inquietud y un movimien-
to constantes...». EI sueco cruzado por imágenes
fragmentárias, contradictorias e incoherentes: reta-
zos de cuerpos, órganos insustituibles, carasdis-
tantes aunque consistentemente queridas, avalan-
chasóseasen franco estado de guerra. Un sueco que
no alcanza a transformase en pesadilla y que, sin
embargo, inquieta. Un dão de pie completamente
expuesto.Despierto sólo para intentar compren-
der las imágenes. Despierto, esta vez, con una mi-
sión que consiste en desalojar el caos para retomar
una estruclura igualmente ruinosa pero, al menos,
máscomprensible. En realidad despierto para aco-

i3o l 3l
modarme en la camay salir de un sueco que, ya sé, Estás respirando, vivo, acostado en la cama, en
jamás podría resolverse porque corresponde a una la noche en que despierto, chora mismo, tullida en
esfera enigmática que no cesade persistir. He sala el pedazo del colchón irregular que me hace mal,
do del suecopara encontrarme dolorosa y abierta- mal en toda la maldita e indispensable columna y
mente agarrotada.Presiento el deão de mi mano que ha terminado, el colchón, por atentar contra
por la posición inadmisible en la cama. Mi mano. mi mano dobrada, me duele la mano, no puedo es-
Necesito mi mano, me sirve y, sin embargo, podría tirar la mano, te digo, ayúdame, te podo, qué, qué
lesionarsey dejar de circular. Es la circulación, la mano, me dicas, la derecha, la derecha, me quedo.
sangre obturada por la posición en la cama. La san- Te sientas en la cama e intentos estirarme la mano.
gre podría interrumpir su fluxo y su vértigo sólo No, no, no me toques, no te atrevas, estírame la
para invalidarme, dejarme inactiva con la mano mano o córtame la mano o no quiero m] mano o
muerta, sin sangre,acabadami mano, lo que tanto basta,basta de tanto molestar, el mío o el tuyo, en
tememos, la caída en una vida improductiva. Una esta cama interminable o de pacotilla o de espuma
mano sin signos vitales, como tú, como tú. Pareces plástica, hundida, perversa la espuma, maldita la
un muerto en la cama, pesado, acuoso, cercado por cama, su colchón reciclado por una extensa basura
la rigidez. Pero respiras de un modo concluyente. industrial. No hables, no sigas con el tema de la
No estás muerto, qué pienso, estás dormido como industria y su vertiginosa caída, équé pretendes?,
si estuvieses muerto o estás vivo como si estuvleses buscas acaso destruir. No. te contesté, no, se trata
muerto o estásvivo como si te hubiesen asesinado de una acción política, de una reformulación pro-
en una de esascalles custodiadas por ojos técnicos ductiva, de generar te dije, un escenario actualiza-
alertados por el crecimiento indiscriminado de las do, de volver a leer, de pensar se trata, te dije, de
células imposibles de estabilizar. Asesinado en la tomar una decisión, de intervenir en los tiempos.
vía pública o en una de las piezas de emergencia, De matar me dijiste, estalinista, porque tú lo que
muerto enteramente, sangrante y visceral, las pier- buscas es un estallido imposible de ejecutar. Están
nas quebradas y con los intestinos bamboleando, muriendo como moscas. Cuando dize moscas, supe
colgados en la calle más intervenida y un olo tuyo que había ocupado una expresión estúpida o esté-
volando hacia la acera, el olo nervioso en el cemen- ril, una mala conjunción, un, claro, como no, es-
to agrietado,muerto. pantoso lugar común que iba a resultar adverso.

l 32 l 33
Te reíste. imperdonable que me empujó ainterrogarme acerca
Temasuna cara, en esemomento, absolutamente de la posibilidad de la existencia de un Dios.
notable, los dientes, la boca, la nariz, la extensa fren- Mi desviacionismo se debió a tu cara, a la mate
te. Una cara, de verdad, material, ineludible que ponía ria más visible de la organización humana, el ros-
de relieve la artesaníahumana. Estaba divagando en tro, digo, como secaindestructible, como singula
torno a tu caray por eso,por la fuerzade mi diva- ridad, no la tuya, no tu cara específica,sino el sig-
gación, no me detuve en el agravio contenido en tu no artesanal de la cara, del rastro siempre irrepeti-
riso, no repasé el término ya conocido de estalinista, ble. Por usos pensamientos que chora reconozco
permaneci atenta sólo al engranaje de tu cara y a un como estúpidos, dejé de lado la monserga, la tuya,
átomo místico que me invadia al pensar en la arte- que me calificaba como estalinista, una definición
sanía humana mientras observaba la vigencia total de que llegaba en los momentos en que iban a cegar las
tu cara en el tiempo en que te reías y te reías porque célulasy entre ellas,la nuestra ya invadida e infil-
ya sabias o entendias o presagiabas que estábamos trada por el penso Maureira, el penso que colabo-
perdidos, que nuestra célula, la última, estaca por raba con los grupos reformistas, el mismo penso
naufragar ante los imperativos de lo que tanto te- que después asomaría su rostro en la fotografia del
míamos, la historia. Nos quedaba una célula, la final, diário y ambos cerramos los ocos conmocionados
cuando nuestro tiempo se estabadesmoronando y o aterrados de ver a Maureira sin su chapa, recon-
tú precisamente elegias reírte, te reías en los momen- vertido ahora enJavier Montes, sí, legal, orgulloso
tos en que habíacaído completa la postrera direc- de exhibir su nombre en el periódico, el penso que
ción del partido, te reías cuando la infiltración era se cambió de lado, er- el momento justo, cuando
incontrarrestable, te reías como si no fueras un mili- todavia era posible y debilitó nuestra célula sin
tante y yo, debo reconocerlo, me fijaba en tu cara, dudar para conseguir su permanencia en una histo-
no en tu risa, en la forma alucinante de tu cara, la ria que, lo vemos, lo vivimos, lo padecemos,no iba
precisión escultórica de tus rasgos,y me permitia, sí, a alegar a ninguna parte o se iba a andar justo en el
me permitia algunas reflexiones indebidas que bor- estádio productivo que alguno de nosotros había
deabanel peor sentimentalismo humano, porque en presagiado.
esaocasión, poseída por una sensación absurda, lle- Y tú, claro, equivocado, te equivocaste, éno?,
gué al borde, me ubiqué en un abismo molesto e te digo, mientras intento mover levementemi mano

l34 l 35
para desentumecerla, me decías a mí estalinista ha- los dos, el dão y yo, y te íbamos a dejar en la preza
ciéndote parte de un error que chora nos tiene tum- muerto como un perro, pero nosotros, el niõo y
bados en estecolchón ínfimo, entre una espuma yo, sobreviviríamos,saldríamosdel infierno de tu
tóxica, tan tóxica como la parafina o la historia, tan cara y del infierno que pensarássin trégua que el
tóxica como la muerte inmlnente del dão en la cama, niõo era producto del horror de la locura, que el
tenemos que sacado, llevarlo al hospital, cállate, me dão erauna falla, mi falla, mi empecinamiento, una
dices, no sinas,no sagas,mientras yo, sentada en la malévola comprensión de la historia que echaba por
cama, me mezco como si fuera una guagua, sí, un berra el deber de nuestra militância.
niõo carente, en esos dias inexpresables en que los apor qué no te moriste?
hospitales no daban abasto para detener la infec- Cállate, me dices.
ción, el dão progresivamenteafiebrado, con los Ah, si te hubieras muerto, no, el dão no, y mi
bronquios oprimidos y confusos, acezando, bus- debilidad impresionante, irresponsable, a cuántas
cando un hueco en su cuerpo para respirar y ali- cuadras estaba el hospital, en qué perímetro, cómo
viarse. Lo sentia, eseruído intolerable, gutural, in- eramsus dependencias, qué personal estaba de tur-
confundible y tú, lo sé,entendiaslo mismo que yo, no esanoche, cuál era la actualización de su tecno-
que teníamos que llevarlo al hospital, camuflarnos logia, cuántas camas debieron implementarse ante
para conseguir una atención. Irmos en la noche, sa la urgencia, cuál la calidad precisa y el alcance ob-
lir a la caulecon el dão en brazos, buscar en qué jetivo de los respiradores,qué pasabacon el oxí-
movilizarnos, arriesgarnosy llegar con el dão en geno, émurieron mãos esa coche?, la urgencia, los
prazos al hospital y conseguir una atención que turnos, los balones de oxígeno. Una cama de hospi-
pudiera deshacerlos sonidos letales que día a día, a tal, metálica, pequena, pequeíia, inmensa la sala,ári-
lo largo de esasemanaatroz, seprofundizaban y daslascamas,obturadaslasrespiraciones,moribun-
no respondían a mis cuidados, lo tapaba, lo arru- dos los niõos esanoche, pero no el mío, nunca en la
llaba, lo besaba,lo miraba, le doba uno a uno sus cama de hospital, alegado del oxígeno, del suero
remedios, media rigurosa y cientificamente el cur- intravenoso, de los indispensables y malolientes
so de su fiebre, te odiaba, queria que tú te murie- antibióticos, de los delantalesy detodo el impresio-
ras, no el niõo, el niõo no, tú tienes que morirte y nante proceso de esterilización. La parafina, fue la
entoncesyo podrí4 irme con el niõo, desaparecer parafina, éno crees?,te pregunto. Cállate. Poro qué

l 36 i3 7
hacer ante el frio absoluto, pude agua y yerbas so- que se retorcia en los albores de lo que iba a ser la
bre la superfíciede la estufa,esperéel vaho que muerte, la nuestra, nuestra muerte irreversible. Mi
aliviara el espantoso, alarmante olor a parafina, ese mano me enloquece, torcida y acalambrada,dor-
olor que lo agravada,le iba destrozando primero mida, muerta.
los bronquios, no tosas, no tosas, déjame dormir, Mi mano.
hasta cuándo fumas en la pieza, te digo, siempre, No siento la mano, me dites. Ahora ares tú y tu
medio enloquecida por la interrupción del sueco, mano. Pásamela,te contesto, pásame la mano. No
tomescomo lo haría un tuberculoso de otros siglos, puedo, no puído moveria. Estás acalambrado,te
sí, una parafina que progresivamente le iba aniqui- digo, es culpa del azúcar,esel azúcar,sabes,lo leí,
lando los dos pulmones, ambos, la acumulación to- lo sé, estoy segura, no más azúcar te digo, se aca-
tal de la flema en los pulmones hasta llevar a su fin bó, no másazúcar te insisto. Mi man.o,no la sien-
los latidos imprescindibles de su pequeíío, amado, to. Estás aterrado en la noche y por eso me des-
corazon. piertas para que certifique la presencia de tu mano.
Apagué la estufa, lo arriesguéal frio porque la Que la tienes, que aún no la has perdido. No 1a
fiebre ya se había apoderado de su cuerpo, aden- sientes,te digo, porque dormisse en una mala posi-
tro y afuerala fiebre, ardia,te lo juro que estáar- ción, no te ajustes, no te asustes,ya va a pesar te lo
diendo y te pedi, entonces, los paços mojados, mola digo mientras fricciono tu mano, empiezo a devol-
la toalla y tráela, apúrate, corre, te dize, mójala en- vértela y te relajas y suspiras y sientes que quizás
cera y la estrujas en el baço. Lo envolvimos con la deberías haberjo hecho tú, tú mismo, caber conse-
toalla morada, nos temblaban las manos, habíamos guido la reanimación de tu mano. No quiero to-
tocado el momento más crucial del terror el espan mar tu mano en la noche, nunca. No puedo sentir
to de esatoalla morada, su riesgo, poner sobre un tus dedos ni menos unir nuestras palmas y tú tam-
niõo pequeno, pequeno, de dos aços, afiebrado, poco lo soportas, lo sé, no lo resistes y por eso,
una toalha morada, ponerla en las horas más cruciales cuando logros mover vagamente tus dedos, retiros
de su muerte inevitable, desnudar al dão, envol- tu mano y me das la espalha de manera ignominio
verlo en una toalla usada, morada, quizás traspasa' say francamente despreciativa y yo me vuelvo, cla-
da por la contaminación, en un niõo que se incen- ro, haciala pared, la pared que estáallí inamovible,
diaba por la fiebre, que tosía por el olor a parafina, rígida, confiable. Esas manos, pienso, el absurdo

l 38 l 39
de unas manos unidas mientras parcialmente triun- fila deprimente arriba de ese escenarioimposible,
fantes, nos tomábamos de la mano ante el sonido aglutinados, indiferenciados, parecían simples mi-
de Z,a /nlernúcíon,z/, su música, su letra elocuente litantes, nunca dirigentes, esono, en câmbio tú bri-
o convincente, una fila mítica de cuerpos exultantes }labasen el canto y brillaba el gordo López y Xi-
y jóvenes, tan Jóvenesy ya encadenados a Z,a /?z- menay quizás incluso yo brillaba (el gordo López,
[em.zcíona/mientras sellábamosun imperioso com justo desde una esquina de la preza, chora mega
promiso con la historia y tú cantabasy yo luchaba toda esaescenamoviendo la cabeza,pálido, furio-
por mijarla letra de la canción, no queria equivocar- so, pero ya no me importa, tan pálido que estáel
me, era peligroso, sí, cambiar una palabra o una gordo mientras Ximena me habla, insiste en mi ase-
sílabaen el interior de esaletra magnay rutilante y sinato, acostada al lado mío, me lo susurra al oído,
converter. la canción, nada menu)s que Z''z /2zternú ensecreto).No, yo no bri1laba,no lo creo,no era
doze.zZ,
en un lustre, en un completo desastre. asípor mi concentracióny mi pânicoal equívoco,
Allí estaban los líderes históricos, podia verlos en medio de unas luces mezquinas que habían con-
alheados en la extensión de un escenario no dema vertido a los dirigentes en simples y comunas seres
soado sugerente. Me molestó la factura del escena- humanos, en hombres que podias encontrar ala vuel-
rio. Se lo dizedespués,les mencioné que era nece- ta de la esquina, de esasesquinas que despuésseiban
sario generar una escenografía que estuviera acor- a convertir en trompas mortales o fatales, para ratas,
de con el prestigio de Z,a / z ernacion.:t/.Lo seãalé no, no, para perros, para perros.
de una manera que podría ser considerada como Quiero dormir, es tarde.
irresponsable.Sencillamentese trató de una opi- Apoyo mi mano dormida en la paredy no sien-
nión o de un comentário tangencial. Pero tú y par- to nada. Ya no siento absolutamente nada.

te del grupo de los que después iban a conformar


la segundacélula,respondieronde un modo de-
masiado enfático. Aristocratizante, me dijeron, o
burguesa, no lo sé, no estoy segura, no puedo de-
finir chora la palabra. Pero había una plataforma
árida, los cuerpos dirigentes, la melodia, las manos,
el canto.La dirección del partido formando una

i4o i41
Y Asentías, concedías, te mostrabas casaexcesivamente
sumiso, tanto que alarmabas.Pero adentro, en la
pieza, en esaque habitábamos en estesdias, estabas
desarrollando, yo lo sé, lo sé bien, un severo está
dio que apuntabaa reformular las matrices.Nos
sabíamos convertido en profesionales de la clan
destinidad, sabíamoscómo movermos,en qué ru-
tas disimularnos, cómo merodear por los espacios,
evadir, evadir la ciudad y atenuar el impacto de
nuestros cuerpos en las caules.Te secundaba, te apo-
Ya habías pesado por dos, tres, cuatro escuelas de yaba, me inspirabas desconfianza.
cuadros, hasta convertirte en un cuadro, uno de Pero te protegia.
los menores.Esanoticia circulaba y, a pesarde la Me había convertido en una no, no, nunca ofi
clandestinidad, se sabia o sabíamos que tu rendi- cializada lugarteniente. Acotaba tus análises,por-
miento te iba a reportar considerablesexpectati- que después de todo yo tema mi propio arsenal,
vas. Se abrían las condiciones de relacionarte de mi peso indiscutible y memorable por cada una de
manera directa con los dirigentes, únicamente tú lasescuelasde cuadros, mi prestigio como analista,
abandonabas la célula para mantener ciertas priva- toda una experiencia prolongada y aguda en la rama
das o privilegiadas reuniones con miembros de la de la lingüística y mi preparación científica en el
dirección del partido. Ante ellos disimulabas un estudio de la historia. Te lo dize, te lo dize, éno? Ah,
aspectoque, bojo la forma del rumor o de un no me contestas y no sé por qué me dela satisfecha tu
demasiadosutil intento de difamación, se hacíasentir exclamación. Estoy sentada a la mesa, divagando,
de célula en célula: la acusación de actuar impulsa- antes de entregarme a saldar el estado de los núme
do por el voluntarismo. La dirección del partido, ros, nuestras cuentas, las columnas impecables de
una de las que más adelante iban a ser exterminados los gastos,todos, cadauno de elmos.
TÚ me das la
(sepasean malhumorados, tensos, nos observan con espaldapara demostrarasítu indiferencia o tu in-
irritación), buscabaponer a pruebatu filiación ab- dolencia ante mi tarei cotidiana. Los gastos. Re-
soluta a sus líneas, a sus acuerdos, a sus pactos. cuerdo que salí a la calle en un acto completamente

i4z i43
desatinado,quebrando cualquier lógica de seguri- tensión de su tiempo inconmensurable,hubo de
dad. Salí a la calle, caminé por las veredas expo' volcarse siempre a aniquilar. Lo asumimos, toma-
niendo mi figura ya abiertamentedeformada. Y de mos la dirección inamovible de una parquedad real-
mente militante, austera, los dos, tu austeridad, mi
pronto experimenté el impacto ante esevestido que,
austeridad.
aunque me negué a reconocerlo, ocupó enteramen-
Salvo ese día.
te mi deseo y se apoderó de mi mente en oleadas
anhelantesy secretas.EI vestido que detuvo mis éQué había pasado esedía?, équé me pasó o nos

pesos en la calle y me enfrentó a la vitrina y, sùbita- pasó para encadenarme a la alienación de una vitri-
mente, lo quase,lo quise, lo amé, me apasionéde na cosmética y reprobable?, équé sucedió en mí
inmediato. Su tela, su caída, su diseõo y la urgente, para detenerme y entregarme a un deseo infame que
enloquecida necesidad de comprar el vestido, ves- rompió la calidad más pétreade mis huesos?La
tirme, exhibirlo en mí, comerme el vestido, devo- imagen del vestido los debilitó y, en cierto modo,
rado enteramente, gastar en la tela, en el diseíio, en los despreció; mis huesos a mis huesos. Mi mirada
la caída,entregarmesin pudor, ajena a cualquier ávida, un deseo que estalló imprevisible, que rom-
átomo de culpa, a un placer bacanal y absoluto con pió limites, cada una de las estrategias que hube o
la exterioridad, la superfície más daõina en la que hubimos de construir y que posibilitó unos huesos
rodando hechos trizas hacia la más increíble aliena-
podia regalar mi cuerpo. Renunciar a la renuncia
que hicimos en los primeros aços en que nos refu- ción. SÍ, yo misma, especializada en linguística y
giámos de una vez y para siempre detrás de un con- absolutamente consciente del rechazo como pro-
sistente desprecio. cedimientoimperativo y liberador, me vi ante una
Luché por sacarme los pantalones desorbitados, vitrina que me convocaba havia un vestido tortuo
la blusa amorfa, el chaleco, quemarlos, aniquilados se, diseãado para seducir y huir de los avataresde
en la potencia devastadora de una hoguera y acu- una historia, un vestido que me iba a liberar de la
dir ciega o virginalmente hacia el vestido para rena- infâmia, que me iba a distraer de un poder que fi-
cer o resurgir o evitar un destino marcado por el nalmente me había perforado hasta la médula de
excesototal de cuerpo, por la ausenciade contor- los huesos. SÍ, un poder que había ofendido la úni-
nos, un cuerpo que había experimentado la histo- ca consistencia del cuerpo que, sabíamos, era pri-
ria desnudao real, una historia que en toda la ex- mordialmente óleo.

i44 i45
V
Lo es, porque porta unos huesos, duros, du- cíao que mis huesos recitaban sin dudar, sin pausa,
ros, que están ahí para sostenerlo ante las crises,una sin el menor titubeo: «Mediante la explotación del
trás otra, las células iban cayendo, sí, una a una hasta mercado mundial, la burguesia ha dado un carác-
que caí yo, la primera, y caístetú, más adelante, ter cosmopolita a la producción y al consumo de
claro, y ambos nos vimos enfrentados a la más sal- todos los países».
vaje e intensa de las experiencias con la que se pue- éCómo osé abandonar los huesos en esavitrina?
de poner a prueba la resistencia militante. éQué pasó?, équé pasó?, te pregunto.
Pero équé pasó esedía?, el día en que flaquea- éCuándo?, écuándo?, me contestas.
ron mis huesos ante algo tan irrisorio o miserable EI vestido, pues, el vestido.
como una tela y un diseão que despuésde todo éQué vestido?, me doces.
acechaba en cada una de las vitrinas frente a las cuales Me lo docesde espaldas,vuelto havia la pared, mi
no, no, nunca nos deteníamos porque conocíamos pared, la que me pertenece por la posición que ocu-
su estructura y el poder del cual emanaban,la trans- po en la cama, una pared defectuosa poro que marca
parencia del vidrio, y que en un minuto incompren un limite, un muro que pone dreno a la fragilidad de
sible abrieron en mí el horizonte de un deseo que la carne, una pared que convoca a mis huesos pro'
habíamosproscrito porque entendíamoso enten- vocándome el histórico dolor en la columna, un
dia, con el convencimiento propio de una analista dolor ên el que me refugio y que me haceadmirar
calificada,que detrás de cadauna de las vitrinas la contextura hiriente e implacable de los huesos,
yacía el fantasma expansivo de una dominación que los tuyos. Me duelen, me duelen, dites o delas de
calaba incluso la fortaleza de los huesos, que hacía decir y me alegra que todavia te duelan los huesos,
polvo los huesospara permitir el triunfo de una que los sientas y se hagan presentes cada día o cada
carne ávida, insaciable en las vitrinas, contingente noche, cadahora, en todos los minutos, porque tú
la carne, cautiva y alienada y disponible para darle prácticamente no te levantas de la cama, de mi cama,
la espalda a la historia y al materialismo extraordi- y entiendes, tienes que hacerlo, que ùnicamente es-
nário y majestuoso de los huesos. éQué pasó?, me tás vivo por el poder de tus huesosque alardeansu
presunto, te presunto, en ese instante, ese día exac- dolor, este engranaje tan consistente que tenemos y
tamente, cómo pude olvidar la frase, la leyenda, el somos huesos, esqueleto puro, éno crees? No em-
lema, la iluminación de un concepto que yo cono- piecescon el tema del vestido, no lo hagas,no si-

i46 i47
gas, sacatus cuentas, entrégate a las cuentas, deja el una pesadilla, inventaste leer el diário, te escabullis-
vestido y la vitrina, me dices refugiado en mi pared. te hacia el baço para pesar las hojas tranquilo, no
Lo haces porque te da pena o temor. pudiste, te traicionó el tamaão de las letras, no veias,
Pero esasensaciónes másleve, menor a que re- no podias leer.
cuerde mi captura finos mesesantesde la tuya. Caís- Te venció la letra.

te después que yo, brevemente, saliste rápido y te- Volviste a la pieza. Tomaste por error mi brazo
mos, sí, temes que sentada ante las cuentas, frente a pensando que era el tuyo. Suéltame, no me toques,
las columnas de números, recuerde, empiece a re- déjame dormir pestaãeaste y después oprimiste tus
cordar el erectode mi caída.Poro eso no debemos párpados con tus dedos, bostezaste,engulliste el
permitido, no podemos, el estadoque rodeó mi só- pedazo de pan que habías guardado debajo de la
lida y cómo y cuánto nos iba a perseguir, mi captu- almohada y cuando pensabas que era una noche
ra. No 1atuya, la mía. Una caídaque marcó mi cuer- verdaderamenteinfernal, te dormiste, lo hiciste sin
po y exculpó a mis huesos.La mía, no la tuya, no, abandonar los saltos ni el espacio alterno de los mur-
nunca, porque la tuya era la caída previsible del mi- mullos y ciertos vagos queridos. (Las células, aga
litante asediado,cercadopor considerablesinfiltra zapadas, se taparon los oídos). Dormiste por un
clones,uno más,pero yo no, yo no. Fui apresada espacioacotado de tiempo. Te moviste en la cama,
como una militante, como la militante que había in- me despertaste o nos despertamos vagamente, ven-
tegrado varias células, una lingüista con un grado cidos por un sueco común, un cansando comparti-
máximo, una militante considerada como la más ave- do y junto a la necesidadpor eseparticular vestido,
zada en análisis y estrategias,un cuadro, y sin em el deseo más primitivo del que guardo memoria,
burgo, no sigas, por favor no sigas, me dites. Estás pensé que con esevestido, precisamente por su di-
de espaldasen la cama, extendido o extenso, cómo- seão, necesitaba pintarme los lábios y se volvió im-
do, pero no menos adolorido, porque atravesaste prescindible un rojo furioso, bermellón, brilhante,
una noche que podría ser considerada insoportable. provocativo. Un rojo estelarjunto a los zapatos
Hablaste en la coche, murmuraste en la noche, másaltos que podría encontrar.Una búsquedafre-
roncaste.Te levantasteal baço, te pusiste mis za- nética a través de las vitrinas, de zapatos negros y
patillas, te tomaste tres vazasde té, fumaste media aguzados, un calzado impropio, unos zapatos que
cajetilla de cigarrillos en la noche, tuviste al menos bordeaban el escandalo, con mis lábios demasiado

i48 i49
rolos y el vestido. Hasta que toda la magnitud de comunas por una calle que se torna irreconocible
la crisis se presentó ante el esperoque no cesó de día a día, pequenos emporios, servidos tecnológi
reflejar una imagen alucinante, feroz, la panza, la cos, ventas de repuestos. Preferirías lo más aborre-
panza,una imagen de mí que nos aterrorizó, éte cible, la calhe,esaque te recuerda cómo la historia
acuerdas?, éte acuerdas?, y tú no sabias qué decir continha, situe su curso filtrada en las maltrechas
o qué haver o hacia dónde escaparte, mientras baldosas, en los nuevos locales que se sostienen en
Ximena intentaba disimular y yo misma no estaba la más frágil de las esperanzas, los locales, los empo-
segura, no estaca segura de nada ante eseespero en' rios, los servidos, los repuestos rapidamente dis-
rojecido y letal que mostraba una imagen de pesadi- continuados.No quieresver o no puedesver y yo,
lJa.No, yo la había elegido, yo había deambulado que te entiendo, te entiendo, tanto que hube de sus-
grávida por las vitrinas, busqué el rojo, el más in- pender los pasmosinnecesarios, el día del mes que
tenso,y busquélos zapatos,pero el vestido me habíamos acordado para dar una vuelta por la cua-
asaltó,fue lo único espontâneo,el vestido, mío, mi dra y en un gesto que no pudo sino ser conmiserativo,

pesar por el rojo y la vergüenza de ursos zapatos te lo dije, y noté tu alivio. No salgamos,no, y vi
que no, no correspondían. Nos miramos en el es- cómo sonreías,a mí, con una confianza antigua.
pero o a través del espejo, no lo sé. Los três. Ximena, SÍ, me dijiste, sí, apara qué salir?
tú y yo. Ahora observoel cuaderno,la rigidez de Está bien, te contesté, no es necesario, poro vas
las columnas, el orden de los números, mido cuán- a cominar por la pieza unos veinte minutos, tienes
to valemos, cuánto. que cominar, sí, sí. Pero no lo haces. Sólo vas de la
Gastamos poco, valemos poco, te digo. camaal baço o a la cocina, no cumples tus tratos,
SÍ, sí, me contestas. no los cumples. éCaminaste hoy ?,te pregunto ape
Me lo dicas a]iviado. Prefieres, ]o sé, entrar en e] nas entro a la pieza, élo hiciste? No caminaste, no
siempre inconfortable tema del dinero, antesde re- lo haces, duermes a deshora y después équién paga
hacer el episodio del vestido, sus causas,sus efec- las consecuencias?, poro no me escuchas porque
tos. Prefierescualquier cosa,el silencio o un cú- estásmirando la bolsa. Dome un pan, me dices, y
mulo de palabras,escogesir al baço o a la cocina y me gustaría negártelo porque después de todo no
hasta podrías, no lo sé, no estoy segura, salir a la cumples. Aseguras y no cumples, no te merecesni
calle,cruzar la vereda,laminar con tus pesosmás un pedazo de pan. Poro te lo pesoy te lo comes

i5o
tratando de que no vea tus doentesralos sobre la
mesani las migasque recogesy te las echasa la
boca y sé que tienes los doentessueltos, dos menos.
También mis doentesestán sueltos, se te están sol-
tando todos los dientes, éno es cierto? Te duelen,
sí. me duelen las mudas, las anciãs, los dientes, se
me quebraron ires mudas y dos doentes,pero nun-
ca un dentista, no. Te has resignado.Ya te entre-
gastea los vaivenes que nos propone la biologia,
aunque quizás aún esperamosdemasiado de nues-
tros huesos. Confiamos que nos acompaííen todo Yo ya había caído, atrapada como un animal salva-

el tiempo que seanecesario, pues équé más tene Jeo un animal de circo, en plena vía pública, cerca-
mos? Nada, te digo, no tenemos nada y gastamos da y capturada. Después ibas a crer tú. Una suma
implacable, la célula completa: los diez. Sobrevive-
poco, este mes menos que nunca.
mos siete. Tres muertos. (Los tres muertos están
amenos?, me doces.
SÍ. te contesto, hemos entrado en una etapa de aqui, enhiestos, decorativos, rutilan en la oscuri-
dad). Antes de mi sólida, caíste.Cuatro mesesni
bafo cosmo,por esote compré cigarrillos, de los que
vivo ni muerto. Finalmente hubimos de reencon-
te gustaban, de los que fumabas antes, éte acuer-
tramos. Lo hicimos entrampados en una aguda per-
das?éDe los que fumaça antes?,me dices con una
marcada vivacidad, sí. plejidad.Mi estadote obligó a suspendertu dolor
Ah, sí, me dicas, los mesmos de antes. tu agravio, la suma de humillaciones. EI terror.
Titubeas, te confundes, te encogesen la cama, te No, dijiste, no.
demueles.Pelo écómo serán?,me doces,écómo se- Me miraste y sentado en la silla, en la pieza que
rán esos cigarrillos antiguos?, no, no, no puedo, había conseguido, esta pieza, la misma, te tomaste
la cabeza con las manos para esconderte o evadir la
me docesy tiras la cajetilla al cesto.
Abatida por mi fracaso, te alcanzo un pan más, gravidez de mi figura. Pareciasarrasado por un
cataclismo. SÍ, te hablaba toda mi inclemente natu-
uno de esos panos que sé cuánto necesitas y como
nos mantienen. raleza de espaldas a cualquier razón. Pero qué po-

l 53
l 5z
día hacer. éQué puedo hacer?, te dize. No tema, com- entiendo. Los procesos históricos se acentúan o se
prendes, ni una sola alternativa. Estaba, sí, furiosa, difuminan, ocurren en una tensión que sólo puede
dolida, furiosa. Derrumbada y furiosa, estupefacta ser fugazmente aminorada. Yo soy o fui un cua-
y furiosa, aterrada. Todos, cada uno de los senti- dro. Me formé serenamentepero con una comple:
mientos me pertenecían, erammíos y tú llegabas ta decisión, lo hice con una actitud marcada por la
demolido despuésde un tiempo que no podia ser tenacidady ordenada en la lucidez y en una com-
contabilizado por la cronologia a poner tu pena se prensión nunca ingçnuide la.historia. Allí estaban
bre la mía, tu rencor encima de mi impresionante ren- disponibles para nosotros o para mí las principales r
cor un asombro que pretendia disminuir el mío. Lle- fiÉüias a antiguas, asasfiguras frias pero no, no,
gabasmédio vivo o medio muerto, volvías provisto obsoletas ni, menos, equivocadas.
de una distancia impenetrable ante mi desdicha. Eso no.
«Las cosasson como son». Devoré el halo de las figuras que chora no, no,
Así lo dizeante tu intento deapropiación. Séque no, no se pueden nombrar. Heladas y lúcidas y aún
consegui, desdeun espacio insospechado, un resto supremas en sus errores, pero écuáleserrores? Es
de fuerza y de ira. Sé también que estaba a punto acasoun eü(ir afirmar que: «Las relaciones burgue-
de gritar o de llorar pero aun así, más alia de mis sasresultan demasiado estrechaspara contener las
sentimientos legítimos, estoy segura que si hubie- riquezas creadas en su seno. éCómo vence esta cri
sesavanzado un ápice en tus acusacioneste habría sis la burguesia?De una parte, por la destrucción
matado. Todo sucediacomo en un mal sueco. Poro obligada de una mesa de fuerzas productivas; de
chora tengo que dormir o tengo que morirme. o otra, por la conquista de nuevos mercados y la ex-
tehgõqüe es(iaparniêl Pero édónde?, .édónde?, u!!. plotación más intensa de los antiguos.éDe qué
vez que el siglo nos ha desalojado. Cien aços ya y modo lo hace pues? Preparando crisis más exten-
pesea saber que todo fue consumado en un pasa' sasy más violentas y disminuyendo los medios de
do remoto, en otro siglo y, másaún, en otro milenio, prevenidas».Una lucidez ensimismada,.unapuesta
mil mãosen realidad, allí estáel reciente siglo entero en escenairrebatible, un trazido que contiene mil
o los mil aços decrépitos, insidiosos, que se ríen mãos,cien de historia. SÍ, éno?, pero nunca, nunca
con un horrible gesto para ostentar su estela de pensé en el funcionamieãilõãütónõüo de4@üerp&
desgracia.Lo sé, lo entiendo, cómo no. Lo séy lo ;ü'éít11iãasorpresa y su catástrofe. Nunca en~h-cara

i54
asombrada o asqueada,la tuya, en las horas de un pa, que viajaba desde Rancagua, severo y triste,
reencuentro trágico, mi trágica aunque fugaz so- formal y triste, puntual y triste con su cara másle-
brevivencia. Três muertos: el loco Jiménez, Pedro gítima, una cara que no era clandestina. Lucho
Cevallos y Luis o Lucho, como le decíamos. (Los no se raia y volvia en bus a Rancagua, justo en el
ires muertos paseansu terrible contaminación por instante que la reunión terminaba y no tomaba si-
la pieza. Adoptan una actitud cínica o irónica). quiera un sorbo de café, sólo un vaso de agua.
Lucho, bafo, compuesto, solemne. Agua para Lucho, agua de la clave.
Lucho que viajaba desdeRancaguapara alegar EI cismo Lucho que no quiso,no pudo,no
a la hora exacta, nunca atrasado, jamás. A la hora aceptó su captura ni los golpes y cada uno de los
precisapara la reunión de la célula, un militante agraviosprogramados y científicos y tomando una
clandestino, querido y serio, compuesto y solem- decisión histórica, alegadade cualquier personalis-
ne, que jamás, en ninguna oportunidad, soltó una mo, Lucho, con su parquedad minera y rancagüina,
carcajada. Lucho que se impacientaba pero ocul- la de él, recubierto en la parsimonia que cultivaba,
taba su impaciencia ante algún comentário que re- seahorcó como un militante. Lo planificó serio y
sultara ajeno a la reunión. Nada, nada externo. Por- triste, ocupando rigurosamente los trapos con los
que así era él. No aceptaba rumores ni menos una que contaba.
alusión a lo que podría ser considerado como per- En câmbio, el loco Jiménezy Pedro Cevallos
sonal. Odiaba eso, esolo odiaba, senegaba a las pre- fueron derribados de la misma manera en que iban
guntas, jamás emitia una opinión acenaa los temas de muriendo los numerosos integrantes de las células,
la célula. Lucho no se roía ni preguntaba y evadía de esascélulas que caían y morían y, entre tantas
cualquier personalización. Era así.Era así.Más bien chapas,Jiménez y Cevallos, los dos, no lograron,
bojo y moreno y serio, tanto que causabaun vago no, no, pervivir. Un azar,dijiste, esazarosoy com-
rechazo o infundia un respeto cruzado por la mo- prensible, parte del proceso, pude ser yo, cualquie
lestia porque nos recordaba sin tregua que éramos ra, olvídalo, dijiste, me cansas,me canso, basta.
una célula, sólo eso, que entre nosotros no había Caímos y moramos después que la célula ya había
nada personal o, peor aún, íntimo, que no tenía- experimentado la crisis y se produto la ruptura,
mos derecho a reírnos o a besarnoso a odiamos quando todo había terminado. Pero caímos tal como
más alia del marco celular. Lucho, el nombre cha lo hubiese hecho una célula activa, nuestros orga

i56 l S7
nismos sumidos alrededor deun único objetivo: la cificaciones .o-aunque la mirada que le pertenece al
célula, la célula. nervio óptico no consiga la correcta contextura de
Han pasado mil aços. las imágenes, aún somos una célula, lo sabemos,
Ya todos formamos la anónima superfície de los desactivados y larvarios o casi ciegos, imperfeitos,
cuadros muertos de oiro siglo, entregados a los mil pero sólidos, éno? Lucho era, me dices, en último
aços que transcurren en los periódicos que leemos término, en su sentido másconcreto, un reaccioná-
o devamosde leer, en los buses que me llevan y me rio, un socialista clerical. Se amparó en un acto his-
traen, en las tiendas, los locales, las oficinas siempre triónico provisto de un falso valor, un burgués que
fugaces o sutiles que tú detestas más, más, mucho actuó bajo la forma de un ascetismo cristiano. Eso
más que yo. No me digas, no quiero saber, no me fue. Lo dices de manera contundente y en un pun-
jnteresa, .l.trajiste mis cigarros?, éme los trajiste?, ho, lo sé,tu análiseses certero; sin embargo, te dis-
éno? SÍ, aqui están.Te entrego la cajetilla de ciga- cuto y alzo la voz molesta: la improvisada cuerda
rros, guardo en la bolsa otra, la que inevitablemen que puso alrededorde su cuello, esetrapo que
te te vas a fumar, dos cajetillas que incorporo a la pudo rescatar en medio de un ambiente increíble y
columna de números que analizaréestatarde. Me adverso, no puede ser reducido a un simple his-
voy a poner los lentes, los últimos que compré en trionismo o a un factor odiosamente religioso. Fue
la vía pública, y qué ofrecían arrumbados sobre la untrabal
vereda. Me agaché, me los puse, miré los letreros sameãte lograda, que lo conduto al éxito final. Es-
para tener la certeza de que mis cuentas están bien tás, te digo, utilizando un pensamiento demasiado
y que sostienen nuestra célula, una célula de otro simple, obviando partes de los elementos, los más
siglo o de otro milenio, empecinada chora en con- contundentes, aquellos que yacen detrás de las sim-
seguirel té, el arroz, una cantidad razonable de acei- ples apariencias, de cualquier fantasmagoria.
te, una bolsa de azúcar. Una célula rezagada que se N os callamos, meditamos.
mantiene en estado larvariõ;apàrentementé degaõ Mientras pongo mi mano en la pared, adentro
tivada, una aparienciã enÉaãosa,porque sabemos de mi cabezame ronda tu mención irónica a un so-
lo que sabemos! que teriemos;'sí, ciertas importan- cialismo clerical agravadopor la calificación insi-
tes habilidades, pese a que los huesos,'Los ãuê!!EQs- diosa e igualmente irónica contenida en tu mención
milenarios, seanpresionados por desagradables.çal- a un acto revestido por los ecos de un ascetismo

l 58 l 59
cristiano. Nos damos vueltas en la cama sopesando imperativo.cursar. Tenemos que hablar de Lucho,
los argumentos. Comprendo, con extrema claridad, como le decíamos,tenemos que acordar quién era
que no puedes dormir ante mi puntualización o exactamente y a qué esfera correspondió su acto,
precisión acercadel trabajo materialista con la cuer- qué hizo en realidad y cómo, desde su acción, po-
da o los trapos o el pedazo de pantalón qué forma - demos entender su rol en la célula que habitamos.
roiparte de su plan para conseguir un fiq No duer- Volver a finalizar a Lucro, serio, bafo, minero ex-
mesporque construí un argumento que hacetam- tremadamente formal. No detenernos, poner cada
balear tu analítica, la horada y la interviene. Nos uno su argumento, descomponer los argumentos,
cuesta dormir entre la dificultad de los huesos tam- exacerbados, llevarlos al limite, hasta que podamos
bién intervenidos por la molestia de las calcifica- trazer un mapa de la situación y yo logre reverter
çiones, unas calcificaciones que están ahí y que no tu rechazopor el suicida,tu despreciopor él. Tu
necesitamos de exámenes que las certifiquen. So- punto de vista inconmovible ante la soga o el trapo
mos una célula, estamosatentos a nosotros mismos o los pedazos de pantalón.
como la célula que somos.Podemos incluso diag- Estamos de espaldas en la cama, pensando.
nosticarnos. No necesitamos de tecnologia alguns Pero en el reencuentro, hace tantos mãos,en el
ni llegar hasta las câmaras médicas urra sofisticadas, siglo pesado, aqui en esta mesma pieza, en la pieza
de las que no, no quieres enterarte ni menos com- abstracta que aún pervive en este signo, entonces
prender para asegurar que tenemos calcificaciones no hablamos de Lucho. Sabíamos de su acto, pero
en los huesos, que los huesos están dafíados y que la situación nos volvió sobre nosotros mismos o,
te duele la espalda y la cedera está quebrantada por más exactamente,sobre mí. Me mirabas primero
la artrosis y aunque sabemos que podríamos acce- estupefacto y después diria que francamente incó-
der a una caderao a una rodilhade un plástico de modo y despuésdejaste entrever una profunda
última generación, engarzadas microscópicamente aversión. Los matices de tu mirada eramsucesivos
a casi ilegibles hilos de metal, no lo haremos, elpç- y veloces. Yo me senté en la silla, tú hiciste lo mis-
ramos demasiado de puestros huesos, apostamos mo en la que estaba al frente, sostuviste tu cara en-
por ellos, por la historia más ósea quê'iõmê'r' tre tus manos, después, lentamente, con un gire tea-
interferido o intervenidli y tuyo gasto es parte de tral, fuiste retirando tus dedos. Inventaste,séque
un proceso materialista que esnecesario y, m4s aún, lo hiciste, buscar las palabras más sensatas y, hasta

i6o
cierto punho, afectuosas. Sin embargo, no conse espacio, una manera inédita de convivir sorteando

guiste mantenerlas y vino la acusación, la que, cla- la violencia de la noche. «Por qué no te lo sacaste»,

ro, yo esperaba,la presagiabaa lo largo de los cua- dijiste en medio de tu razia y de tu asco,pero cómo,
tro mesesen que no estabasni vivo ni muerto o ya cómo iba a hacerlo, yo era una célula capturada
estabasmuerto y yo. Pensé,a lo largo de quatro que no estabani viva ni muerta, un simple cuerpo
meses, que me abasa decir lo que me diJiste porque que cayó sometido a demasiados e innombrables
tu razón no iba a resistir y te abas.aentregara la agravios,agredido en su biologia, la mía. Una bio-
fuerza anárquica de tus sentimientos. logia que funcionava y que respondia. Cuando te
Pero, aunque estaba cierta que lo abasa decir, despertaste, aún la luz alumbraba la pieza. Te diste

no penséen la elección o en la dirección de tu frase, vuelta e intentaste poner tu mano en mi cabeza.Un


brutal, mezquina: «Por qué no te lo sacaste».Una falso intento demasiado artificial que no me atrevi
fraseinmereciday soezque no podia sino enten- a rechazar quizás porque necesitabatu mano en mi
derse como un insulto. «Las cosasson como son». cabeza, y necesitaba también que estuvieras allí,
Me palpitaba el corazón, me temblaban las manos Justo allí, a pesar de la miséria del espacio y de los
de ira, si decías una palabra aniquiladora más, esta- llantos del niõo o la riso del niõo o de los sonidos
indeterminadas del niõo o del silencio del niõo que
ba dispuesta a matarte. Como fuera. Me levanto de
la silla para abrir la puerta y expulsarte sin violen- másadelante iba a llegar y que te obligó a dormir
cia de la pieza. Quise hacerlo y lo advertiste. No en el suelo, sobre una frazada, al lado nuestro, por-
tengo adóndeir me diliste, no hay ningún lugar que no, no cabíamoslos ires en la cama.Desper-
seguro, no puedo irme. Tus palabras eran sencillas taste, pusiste mi mano en la cabeza, una mano men-
y en su tono rondaba la humildad. tirosa. éTienes pan?, me dijiste. SÍ, te contesté. Pero
Quédate, te dize, quédate. hubo un instante decente y hasta poético, un ins-
Y asífue como caminastehasta la cama, te ten- tante, uno, porque cuando te levantastey me ex
diste, te quejaste, te dormiste. Estabas cansado. tendiste el brazo para ayudarme a babarde la cama,
Trepé hasta el rincón de la cama, de mi cama, y me lo hiciste de manera amabley verídica. SÍ, estabas
acomodé al trecho que quedaba libre. Me di cuen- traspasado de una amabilidad completamente real
ta, mientras dormias, de que se iniciaba para mí un y verídica.
nuevo suplício, para los dos, un combate por el
i6z i63
escogido,lo había hecho Ximena, cuando me digo:
te encontré un lugar, pero no tienes que salir, no,
por ningún motivo vas a salir, éme entiendes?No
todavia, no por chora, lo haces más adelante, des-
pués de que nazca el dão. Te peso el azúcar toma,
aqui tienes tu cuchara. Mientras te hablaba del azú-
car pensabaque estábamosvivos, que a pesar de
todo aún contábamos con nuestros rostros demo
fiado familiares que se conocían desde la incipiente
adolescência. Permanecíamos, de cierta manera, vi-
EI día del reencuentro fui a la cocina a preparar vos (no, no), tomando una vazade té, inmersos en
nuestrastazasde té. Mientras esperabael hervor una adversidadlimite que jamás pudimos haber
de la temerame dediqué a esparcir la mantequilla imaginado. Qué vas a hacer, me preguntaste. No,
sobre el pan. Ya lo teníâ previsto: el té, la mante- lo que me dijiste fue: équé vamos a hacer? Ximena,
quilla, el pan, la bandeja. Cuando caminaba hacia te contesté, ella se va a encargar de todo hasta que
la colina, me dijiste: «Yo lo hago». No, te contesté, seanecesario, ya lo ha hecho, va y viene, se ocupa,
todavia puedo. Mis palabras contenían un deãoiró- aunque, claro, está haciendo lo que puede, tú sa-
nico. Parco poro irónico y, pese a la apabullante bes. Ah, sí, Ximena. Silenciosos, traspasados cada
tensión, conseguiste sonreír. Pusiste las dos sillas, uno por imágenes que, aun en sus diferencias, nos
la mía y la tuya, alrededor de la mesa. Las sensa- contenían. No sabíamos cómo hablarnos o qué
ciones contrapuestas estaban entre nosotros, revo- decir, pero entendíamos también que debíamos
loteando encima del pan, humeando sobre las tazas empezar,que era imperioso miciar una organiza
de té, rondando nuestros rostros. Nos sentíamos, ción. Teníamos que organizamos y presentarle el
lo sé,en un punto, aliviadoso reconfortadospor- plan definitivo a Ximena, un trazado coherente y
que después de meses nos reencontrábamos en la preciso. Yo, en esosmeses,dependia de una Ximena
pieza,vivos o casivivos sepodría decir (muertos, que iba y venía, obsesionada,come, come, mien
ya estábamos muertos). Protegidos por unas pare' trás yo intentaba mascar,consumir, obedecer.
des que yo había escogido. No, yo no las había Come, tienes que comer. Come.

i64 t6S
Poro el hambre se había retirado, aunque lo in- porque te vas a morirJ en verdad que te vas a morir,
tentaba, lo hacía porque ella estaba tan obsesionada como si la palabramuerte tuviera para mí alguns
por la comida, la mía, le importaba, era lo único que relevância.
le importaba. Come. Y tema que hacerlo, comer, Come.
aunque no tuviera o no supiera qué era el hambre, Come. En esos dias sin hambre, entregado a la
pero allí estabaXimena que entraba y salíade la pie- prolijidad de Ximena que intentaba evitar la compa-
za, en horas nunca idénticas, a cualquier hora, las sión que ocasionalmente la invadia, Ximena que lu
más sorprendentes, siguiendo rigurosamente el es- chaba por mantenerse dentro del convencimiento o
quema básico o primário de las medidas de seguri- de la labor de una militante, despojadade emocio
dad que tan bien conocíamos y que, sin embargo, nes, entregada a su tarei política de sostener a los
fallaban, fallaban y el único momento en que su sobrevivientes, encargarsede la seguridad, arriesgar-
preocupación cesabaera cuando la cuchara entra- se por los sobrevivientes, salir a la calle, Ximena,
ba en mi boca y ella iba registrando cómo tragaba, asustada,con el corazón aceleradoante autos que
cómo iba vaciándose el plato y entonces, mientras bruscamente se detenían o frente a rostros dema-
miraba el plano casavacío, no puedo más, no pue- siado definidos que la miraban o podían mirada. O
do, respiraba o suspiraba, satisfecha porque yo cuerpos sólidos que la iban a tomar por la espalda
había comido, lo había hecho para velar por el obje- hasta hacerle trizas su columna vertebral o la subi-

tivo de Ximena, no tengo hambre, no tengo hambre rían a un auto o la matarían de un certero tiro en la
y su agobiadora monserga, come, come y cuando cabeza.Ximena, caminando o bajándose de las
salía de la pieza, cumplida ya la abnegación mili micros en pos de los sobrevivientes para que vol-
cante,empezaban los vómitos o el asco o la sensa- vieran a ser lo que eran, que renunciaran a sus ca-
ción extrema de una saciedadrepugnante, realmente ras torvas o a sus desdichas o a sus recuerdos o a
sucia, un atentado biológico impuesto ante una falta sus caprichos, come, come, recogiendo pedazos de
radical de hambre y, sin embargo, sin hambre, sin célulasdiezmadas,cumpliendo así su tarei, una ta-
ninguna necesidad,por un mero sentido común, rei incierta manejada por cuadros clandestinos que
comprensible, básico pero paradójicamente inhu- también caían y caían, come, no salgas, no encien
mano, había que comer por obligación, por una das la luz, aguenta, aguanta uno o dos meses, te
obligación que se había autoimpuesto Ximena, falta poco, cadavez menos los mesesque te restan.

i66 i67
Tomamos té, sentados a la mesa. Comprendí que mi orden, quizás demasiado vio-
éTeparece confiable Ximena?, me preguntaste. lenta, era necesariapara desalojar tus obsesionesy
Te miré asombrada,équé estásdiciendo? Ya no se centrarnos en nosotros mismos. éQué vamos a ha
sabe, dijiste, hay reversiones, traiciones, entregas cer?, me dijiste. SÍ, te contesté, êqué vamos a hacer?
programadas.Pero no, te dije, Ximena, ella no. Atardecía. La pieza no era capaz de contener ni me-
destas segura? SÍ, estoy segura, convencida, segu- nos configurar esatarde que se vislumbraba lumi-
ra. Mientras lo decía,una sombra de duda, inevita- nosa y apacible, augurando una naturaleza benigna
ble o impensable, me asaltó. Después de todo, quién capaz de producir una belleza imposible de ignorar.
era Ximena, a qué cuadro había pertenecido, en Aunque estabaen la pieza, sentada alrededor de la
cuántas células había militado, cuáles habían sido mesa, más alia de las vazas de té ya vacías, sabia que
çus aportes, de dónde emanaba su í:unción. Ximena, afuera, en esa tarde precisa, estaba desplegándose
alta. Su estatura la complicaba, la enardecía, la de- un espectáculosolarlimpio y consistente.Penséen
tallaba, pero estabaallí, su altura y su militância. el maB también penséde manera incontrolable en la
Luché por visualizar a Ximena, alta y precisa,una plenitud de los cerros intensificadospor una luz
Ximena que había participado en la segunda célula que caía y pensé que estabas ahí. Y porque estabas
que conformamos y que nos parecia dispuesta, ahí, sentado alrededor de la mesa, iban a ordenarse
quizás excesivamente impregnada de una abnega- los engranajes y podría empezar a comer sin an-
ción que algunasvecesnos confundia. Poro Xi- gustia porque la naturaleza era empecinadamente
mena, más alia de sus gestos, respondia y actuaba cíclica y habríamos de comprenderla y no, no, úni-
siguiendo cada uno de los procedimientos. No, 1o camente despreciarla. Eso quise decirte, hablarte
que insinúas esimposible. Nada es imposible aho del sol y hasta del mar, a pesar de haber experimen-
ra,tú lo sabeso no sabes,
parocréeme,
las infil- tado tu indiferencia ante la naturaleza, tu franco
traciones, allanamientos, seguimientos, reversiones, desdén, como esatarde en que fuimos por primera
las sucesivascapturas, los quiebres, la incertidum- vez juntos a la playa, lo hicimos aprovechando los
bre. Te miré y vi cómo se encendía tu mirada hasta dias festivos. No es que esosdias, los del feriado,
un punho crítico que me resultaba demasiado per- estuvieran especialmente hermosos, no era eso, lo
turbador. que me cautivaba era el espectáculo del espacio
Cállate, te dize. abierto, del franco dilema del horizonte, la percep-

i68 i69
ción de un horizonte cortado por el aguaque se turaleza que no habitaba o que no me pertenecía y
transformaba sólo en una línea y resolvia geomé- que mi emoción era, en cierto modo, previsible y
tricamente la siempre tensa figura del encuentro. con seguridad, fugaz o más aún podría ser consi-
Vimos el mar, lo observamos con la concentración derada banal, me posesioné. Te contesté de manera
ingenua que caracteriza al turista. Nos sentamos automática, sí, sí, te dije, pero seguia absorta ante
en uno de los escaõosdel paseo y nos quedamos el oleaje, de espaldas a la célula y a tus deseos de
quietos, silenciosos. Penséque estábamoscompar- aprobar sin cuestionamientos los acuerdos. Pero,
tiendo un instante único y, de cierta manera, decisi- mientras tomábamos té, en las horas del reencuentro,
vo; sin embargo, pronto hube de desistir. volvi a sentir un impacto semejante.Auguraba un
Túno.Túno. sol que se evadía ocupando al máximo su potencia,
Pensabasen la próxima reunión, eso me dijiste esaposibilidad me distraio o me separó de la obli-
sentado en uno de los escaãos de metal, me hablas- gación de enfrentar la realidad en la que se iban a
te de tu plan para conseguir que se aprobaran, de cursar nuestras vidas. EI sol poniéndose me obligó
manera expedita, los acuerdos. Me lo dijiste frente también a desentenderme de Ximena y su proximi-
al mar, mirando la geometria precisa de la línea y la dad peligrosa. Y me obligó especialmentea com-
impactanteprolijidad del horizonte. Comprendí prender que yo estaba atada a una naturaleza, la
que estabastodavia en el centro de la célula, que mía, que ya había terminado de anudar sus signos.
permanecíasallí y que no habría ningún paisajeo Ximena va a realizar el apoyo logístico, te dize.
acontecimiento de la naturalezaque te pudiera se- êCómo ?, preguntaste en un tono asombrado o asus-
parar. No habías visto nada, nada del espacio exte- tado. SÍ, ella ya se estápreparando, lo acordamos, el
rior, sólo funcionaban las imágenes que se desen- tema del parto ya está zangado.Te dissecuenta de
cadenaban en el interior de tu cabeza. que no temasninguna alternativa.No podíamos acu-
Me conmocionó tu indiferencia o tu impresio- dir al hospital, no lo haríamos porque adentro, en
nante insensibilidad. Pero, de manera simultânea, sus piezas hostiles, sólo encontraria o encontraría-
senti que era mío esemar capaz de dibujar un hori- mos la posibilidad más concreta de una muerte se-
zonte. Me pertenecíael mar y la magnitud de un gura. No iré al hospital, te dize,lo entiendes,éno? SÍ,
espacioinsospechado. Éramos urbanos, lo éramos, me contestaste.Y entoncesme atrevi a informarte
y aunque entendia que estabacautiva por una na- del plan completo, tú lo vas a hacer te dize,tú mis-

i7o i7i
F

mo, pero Ximena te va a entregar las pautas, los pe- cero, tu cara feroz, tu rabia, la abierta decisión de
sos correctos, ella te va a indicar cada una de las que muriéramos, el niõo y yo, nuestras muertes sal-
maniobras necesarias. Y. además, te dize, ella está con- vares,tu boca temblorosa,el odio de esashoras,
feccionado un manual para que lo ejercites, lo apren- largas, extensas,esperando, esperando que conclu-
das, memorices, entiendas, te sientas seguro. yera el proceso, inseguros ante su magnitud, tú ate-
No, no puedo, dijiste. Eso no. rrado, despreciándomey despreciándotesin tré-
Estabaslívido, a punto de colapsar. Tu negativa gua, asegurandoque era mi culpa, la mía, y allí,
era enérgica y era sincera, pero inútil. Pensé en cuán- precisamente, se anclaba el desprecio por ti mismo,
to me había apresurado, pensé que había sido tor- tu incapacidad de arte, renunciar a lê.célula ert-la
pe al informarte del plan, pensé también que mis que nos íbamos a convergir salir a la caule,pactar
palabras contenían una forma de venganza.Des- un nuevo sitio,rene. ,ar de una unión sin asidero.
pués de todo tú volvías después de haber sorteado Salir a la calle a buscar un clero que te permitiera
el tiempo máscatastrófico que podia experimentar sobrevivir. Lo podias hacer, podias salir a la cauley
tu cuerpo, pero lo extremo de mi situación te des- buscar a Gómez que entonces todavia estaba asis-
alojaba de ti, volvías para enfrentarte a mi drama y, tiendo y luchando por recuperar y activar células.
en la pieza, justo en medio de la tarde, se exhibía (Gómez está sentado a la orilla de nuestra cama y
nuestra aplastante decadencia. Bueno, bueno, este muestra su brazo quebrado como si fuera un tro-
esuno de los resultadosdel tiempo histórico, las feo, las células estánfuriosas por su personalismo).
secasde estetiempo, lo sabíamos,te dije. Es así, Podias contactarte con Gómez.
siempre, insisti. Lo -estudiamos o lo estudié, aãadí. Explicarle a Gómez los motivos de tu huida, él
Es parte de un programa que se repite y se repite. lo iba a comprender te iba a apoyar,erasun cua-
De esamaneja busqué diluir el efeito del plan que. dro vivo y urgentemente necesario.Ir donde Gómez
habíamos trazido. Yo lo tracé. Lo foicedespués de a decide, no pude, no, no. Escapartey, en medio
meditar y sopesarlas opciones. Poro, más alia de de unos horribles dolores y del fugaz afecto del
lasvisiones y ensoõacionesque inevitablemente me éter en medio de mi másimplacable naturaleza, ante
asaltaban,nunca, nunca fui capaz de presagiar cómo tu rencor imposible de escamotear, no podia dejar
seiba a manifestar el umbral del dolor y de la san- de repetir con cabia, con salta, con odio, ándate don
gre. Tus manos sangrientas de cirujano o de carni- de Gómez, él te va a asistir, con seguridad lo va a

i7z i73
hacer Gómez es confiable, confiable, puedes creer-
le a Gómez, es completamente inmune ante las in-
filtraciones, el soplonaje, las entregas programadas
y murmurar con los dientes apretados y pilosos,
ándate porque me quieres matar, sí, eso es lo que
quieres, me estás matando, me estoy muriendo,
ayúdame, dome más éter apúrate porque me voy a
morir. Pero cuando volviste, el día del reencuentro,
en estapieza, la mesma, restaãábamos aún nuestras
heridas recientes y por eso, quando te dije, tú lo Hoy no ha comido, me dize, no quiere comer.
vzs a haver,.contestaste sin dudar, con la certeza, el éNo come? éY por qué no come?, le pregunto.
arrojo y la valentia del mejor y másdisciplinado Porque no quiere. Por eso no come.
militante, sí,yo lo hago,lo voy a haverporque no Tenemos que comer. Tenemos que alimentamos.
podemos ir al hospital. Yo me haré cargo. Y aãa- Selo digo mientras me inclino hacia ella y retiro
diste: dama el manual de Ximena, entrégame de una lassábanasque la cubren. Empiezo a desabotonar-
vez cada una de las instrucciones. le la camisa.
Observo lo que tanto conozco, su ausenciadefi-
nitiva; el color gris que la define, las manos agarrota-
das y torcidas encima de la colcha. Las terribles
escarasque la destruyen. Veo también la mirada an-
siosa y desesperada de la hermana, su única herma-
na, sentada en la villa de la preza, vigilante. La her-
mana que mc esperay que me teme, que lamenta
no ser ya capaz de lavaria o sentaria en la cama. La
hermana que se proyecta a sí misma en el desastre
del cuerpo que vela y al que alimenta, entregadoa
la comprensión de la enfermedad, cautiva de los sín
tomas y las secas.

i74 i71
êLa ayudo?, me dice.
No, 1econtesto, no es necesario.
Está ida, indiferente, me dice. Ya no me hace el
menor caso.
Está muy enferma, le contesto.
SÍ, me dice, es verdad, pero ella siempre ha sido
porfiada, terca.
La atraviesoen la cama,encuentrola postura
que me permita sacarle el calzón, y el papal moja-
do, luego los dejo en el cesto que está al lado de la
cama.Tomo el lavatorio con aguatíbia que está Y nada, nada, nada con los vecinos, inclinas la ca-
preparado sobre el velador y con una esponja sua- beza y cruzas algunas palabras sólo si fuese nece-
ve limpio su entrepierna. sario, neutras, cautelosas,cotidianas. Ximena no
lapela, me docela hermana, seva a resfriar titubeaba, hablaba desde el centro del manual. Así
Espéreseun poquito, le contesto, ya la tapo. lo hice o lo hicimos. Pudemosprescindir de la cu-
No, no, no, me dice, tápela chora mesmo.Está riosidad de los vecinos, los sorteamos. No fue difí-
azul, acaso no ve que se estápodendo azul. cil, contábamoscon una dilatada experiencia,sa-
Pero entonces no puído !impiarla. bíamos cómo escamotear. Nos transformamos en
No, no la limpie hoy, no lo haga, déjela que des- sombras o reduzimos a sombras a los vecinos. éTe
canse.Váyase,váyase a su casa.Poro yo le voy a acuerdas?, éte acuerdas? Pero chora es tarde. Todo
pagar, tome, tome. Desde luego que le voy a pa- se ha precipitado. Ya no estamos exactamente vi-
gar.Vuelva la próxima semana.Por favor, déjenos vos (muertos, sí, muertos) despuésde los cien, de
solas. los mil aços que hubimos de sobrellevar. Exhaus-
Bueno, le contesto, estábien, como usted quiera. tos, con los huesos desencajados, arruinados los
rostros que teníamos, éte acuerdas?O quizás no
los tuvimos nunca,jamás hubo rostros, no lo sé
Pero cuando salí de la reclusión, allí estabaXimena.
AI verme cuidó incluso la dirección, el matiz, el

i76 i77
énfasis de su mirada. Nunca se permitió manifestar Yo erauna analista.
ni la menor emoción ante lo que yo friamente ya le Yo era una analista. Estaba preparada para so-
había comunicado. Más bien sevolcó a expresar su pesar todas y cadauna de las condiciones y al niõo
satisfacción porque una militante salíaen parte viva, en mí. EI cautiverio, el dão y yo. Un dão hermoso
yo salía a la calhey ella me esperaba para trasladar- o glorioso, que ya caminabay empezabaa emitir
me hasta el lugar que había conseguido, un espa- sus primeras palabras, unas mínimas y estrechas
cio, un espacio.Un lugar seguro, me digo. palabras, el mío, que después de dos mãos,entre
SÍ,le contesté.Gradas, le dije. unos impresionantes estertoresno, no iba apervivir.
Gradas, murmuré en medio de una ausência No puedo decir nada,no debo decir. Luego de un
aplastante.Selo dije porque, despuésde todo, me siglo te observo chora dormido o despierto, pen-
habíaformado en ]a cortesia,lo dizesólo por decir sando sin ningún horizonte, tendido en la cama. La
por hábito. Gradas, y mientras pronunciaba cada camay tú, eseesel pacto,las sábanasy mi almoha-
uno de los sonidos, odié la palabra, me había reti- da, el siglo entero, los mil aços desplomados. Allí
rado de esapalabra, sabia que no había nada, ab quedas,en la pieza, recogido, con tu cráneo (tu ca-
solutamente nada que yo tuviese que agradecemal lavera) entre la almohada y la sábana, acossado, mien-
revés, la pesadilla era el signo, yo misma era la evi- tras yo sargo a la calle y camino sin dudar por la
dencia viva de un desorden absoluto, el desenca recta vereda, me detengo en el paradero y) cuando
denamiento del mal, el erecto de un atroz resultado corresponde, subo perentoriamente a la micro,
o una broma o una evidencia espantosamente melo- seriada, común, agazapada en un bus que debe cum-
dramática. Cuando supe que venía el dão, pude plir su extenso recorrido al que yo tengo que ple
haber reído o llorado o pude reíugiarme en una germe para llegar sin tardanza a la casa,al trabajo, a
previsible autocompasión. N o lo hice. Pero recuer- la mujer y cadauno de susinfinitos pormenores.
do que me puse en el lugar de un agudo desprecio. AI lado de mi ventanaresuenael ulular de las
Aunque detrás del desprecio,un retazo o un pe- sirenes. Comprendo que, más alia, en el bardo ad
dazo de mí sabia que iba a resistir porque el dão, yacente, se ha consumado una balacera, el asalto al
el mío, era irreversible e inocente o nada. Nada más banco. Una de las balas dio directo en el guardiã,
que un nifío al que no cabia culpar. O al que podia un hombre de unos treinta mãos,vestido con su
culpar aunque ya era mnecesano. uniforme azul, moreno, aunque no esbelto, no. Un

i78 i79
guardiã que antes del balazo tuvo una presencia. bien obriga a la náusea.EI espectáculo público de
SÍ,la tuvo porque era un hombre armado, silencio- esamujer de unos écuántos? cuarenta, cuarenta y
soy diligente.Observadorsilenciosoy diligente. cinco aços, qué importa, una executivauniforma-
Armado. Poro chora el guardiã caeal suelo, de cos- da, nerviosa ante un asalto, que no supo o no pudo
tado, fetal, acurrucado, herido de muerte. La muer- replegarse o no quiso restarse al robo ni menos re
te, la suya, alojada en la miseria de uno de sus pul- nunció al grito y no seprivó, tampoco, del insulto
mones y por el hueco, debido a la exactitud del y no ocultó, no lo hizo, su desprecioaltaneropor
balazo, por la gravedad irreversible de la herida, se los asaltantes, hasta que las dos o tres balas la de-
precipita la sangre,una sangrecomún y corriente, rribaron, los ocos en branco, las convulsiones, las
aunque entorpecida por los infatigables coágulos piernas móviles y finales, el absurdo de un cuerpo
que arruinan la prestancia más acuosa que siempre regido por su propia neurologia, el funcionamien-
ha caracterizado al rojo. En médio de una agonia to sorprendente del cuerpo. Se muere la mujer más
leve o casi irrisoria o anodina está muriendo el guar- rápido o másestrepitosamente que el guardiã, mue-
diã y muere también la mujer, la mata su estúpido ren los dos atravesadospor signosdistintos. Más
afán de protagonismo. Muere irreversible, lenta- púdico el guardiã, más convencido o recatado o
mente tirada en el suelo, está muriendo de dos, três ausenteen los minutos de su muerte, tan diferente
certeros balazos en su cabeza.Muere y muere como a las balas de la mujer convulsiva, con unas neuronas
si fuera la única criatura en todo el universo. abstractas, dispersas sobre un suelo que ya no pue'
Muere interna, confusa. de ser considerado impecable.
Agoniza atravesadapor convulsiones. Ay, cómo nos asustanlas serenasagobiantes.
Salta tendida sobre el piso porque las balas en la Las ambulâncias parecen conectados a los carros
cabezala obligan a esosmovimientos absurdos, velozes de la policia. Todos los cuerpos: los médi-
descontrolados y, allí, la mesa encefálica, parte im- cos y las siluetas represivas de una policia frígida,
portante de sus sesos,se deslizan sobre el suelo del estatal, pisan las materias orgânicas, arruinan los
banco para ensuciar su piso prolixo. Lo ensucia y estertoresde la mujer descerebraday no sedetie
lo envilece esa meteria espesa e impura que se es- nen ante esesuelo abyecto y contaminado, no, no
curre de la cabezaagónica de la mujer que muere y lo hacen, ni se compadecen del guardiã que aún no
muere en un acto salvaje que no horroriza sino más termina de morar, que se aferra a sí mismo, aunque

l 8o l 8l

J
ya estámuerto, lo está,asílo certificará el médico y la que se vio envuelto. EI ingeniero industrial (un
toda su vasta minuciosa indiferencia. Ambos lívi- varón de cincuenta mãos)yace ahora a medio comi
dos, asombrosamentepálidos, sólo animados por no entre la lucidez y la inconsciencia, sometido a la
los notables regueros de sangre que los ornamen- sangre, una sangre que lo espanta, lo despierta y,
tan. Ay, el banco invadido por las fuerzas policía- simultaneamente, lo duerme, mientras con todo el
casy los equipos médicos y la massencefálica de la ímpetu de su brazo, el joven abre la puerta del auto,
mujer y la urgencia activa de los equipos que se rápido, rápido para registrar los bolsillos del hom-
mueven estimulados o enérgicos ante una sangre bre que sangra, sacasu billetera (el dinero, su che-
que los emociona y los valida. quera, las tarjetas del ingeniero, sus fotos familia-
Las serenas,las sirenas atraviesan e intervienen el res estereotipadas,tan comunes sus fotografias), pero
recorrido del transito, dotan a la ciudad del aullido el asalto, pese a su fugacidad, ya fue advertido. Lo
que necesita, mientras, más adelante, dos cuadras o ven los peatones, los automovilistas, lo temen.
cinco, podrían ser cinco, el joven repetido y mo- Lo temen y no actúan.
nótono irá directo, sin dudar, sin el menor atisbo Un silencio dramático atraviesa la cuadra, nadie
de fraqueza, con una precisión asombrosa, a esta- asisteni interviene. Se restan. EI hombre herido por
llar el parabrisasdel automóvil. Lo hará con toda la piedra se tapa la cara con las manos. Me voy a
la potencia de su musculatura puesta en la piedra, morar. Me voy a morar y se entrega al dolor. EI lo-
una piedra que sostiene con el vigor que le otorga ven se pierde en una correra perfecta y eficaz. Apa
su asentado resentimiento. La piedra con la que va tece el primer automobilista. Coincide con el pea
a herir sin contemplacionesal hombre. Derribará tón y ambos permanecen absortos, mirando al con-
de costado al chofer del auto, un sujeto con un os- ductor caído sobre el asiento, cautivos enteramen-
tensible sobrepeso, cincuenta aços, ingeniero. Un te por la imagen del hombre con la mandíbula que-
ingeniero industrial que va a terminar con la cara brada. Los huesos de su cara van a ser intervenidos

imposible, la mandíbula quebrada, el olo danado, en una urgente y precipitada cirugía, pero no va a
danado, un profesional (ingeniero) que no alcanza recuperar nunca, lamas, el rostro que tema, no será
a entender del todo la piedra, la mano que atacó el posible. Igual que tú, igual que tú. Tu pómulo frac-
vidrio ni menos la embestida del cuerpo del joven. turado, te dieron con un fierro en la cara, el metal
N o la entenderá debido a la aguda precipitación en te dejó una reconocible huella. No quise hablarte

l 8z l 83

l
de tu cara, no lo hice el día del reencuentro. En pasan a la distancia pero son tantas, tantas. Están
cuanto llegaste, supe que te habían quebrado el asaltando prácticamente todos los bancos, los cen-
pómulo izquierdo porque temasuna hendidura no tros comerciales estallan sin tregua con sus merca-
dramática, no, sino más bien digna poro consisten- derías diseminadas por los pasillos diseãados por
te. opor qué pienso en tu pómulo? Abro la cartera un procedimiento serial, están vaciando las arcas,
y busco el gorro que me protege del agua, estáave- mueren guardiãs, policias, clientes, muere uno de
rbado.Deberé comprar uno suevo, écuánto resis- los asaltantes, muere un niõo. Están apedreando
te?, dos o tres meses a lo sumo. Un gorro cada ires cientos o malesde autos, vuelan las billeteras, un
meses,un delantal plástico cada mes. EI bus, su hombre sepone histérico, grita y grita enloquecien-
vaivén releva nuevamente a tu pómulo, una hendi- do una de las cuadrasde la ciudad, grita, aúlla,
dura que estabaallí y que no quasecomentar. No mientras en las casas lujosas se desencadena un te
lo hicimos. No dijimos nada de tu cara, no entra- rror no exento de culpa.
mos en detalles.Era así,debía ser así porque cual- Desvalijan, desvalijan, desvalijan.
quier pregunta, cualquier relato nos iba a llevar a Van pasando una a una las calles, uno a uno los
un territorio que teníamos que evitar. Decidi que paraderos, la sangre, las balas, los jóvenes y sus pie-
temas la cara de siempre, que no existia la menor dras, las sedes bancárias impasibles y transparen
diferencia, que tus rasgos eramconstantes. tes.Todo semueveaun ritmo enardecido.Poro así
Borra tu cara. es la ciudad, éno? Alocada y febril. Animada y es-
Pero noté de inmediato que temas una asimetría trepitosa, un verdadero espectáculo.
nueva en tu rostro, pero tú no fuiste capaz de ha- Poro chora todo se ha normalizado. Parece,por
cer lo mesmo,no pudiste mantener el rigor de la un instante, una ciudad de otro siglo o de otro
mirada ni menos retener la frase oprobiosa: «Por milenio; muda y opaca. Pero justo en la calle opues'
qué no te lo sacaste».Más alia, entre los movimien ta al recorrido del bus, en una casaalegadaque po
tos del bus, diviso las vitrinas. Una y otra, una y dría ser consideradaincluso periférica, la mujer
otra, vagas,ligeramente desarmadas,en cierto modo embarazada no logra resistir el primer paio en la
descuidadas las vitrinas y, detrás de las vitrinas, una cabeza y cae sobre el suelo de la cocina. EI paio en
serie de sonidos que no pueden sino ser adjudica- la cabezala mares: su fuerza y el sonido seco,óseo.
dos a las balas, secas,reconocibles, umasbalas que Comprende que debe erguirse, levantarse sobre sus

i84 l 85

J
dos pies e intentar huir hacerlo ya, pararse, pero hueso maltratado, entraste y te sentasseen la silla.
simultaneamente entiende que el paio volvera a crer Después de meses.Yo también me senté. La mesa,
una y otra vez, de manera desordenadasobre su la misma que tenemos ahora, se extendía entre no-
cuerpo, la cabeza, las costillas, la pierna, un pie y el sotros. Después te acostaste en mi cama y te dor-
prazo. miste. Ahora, mientras en la ciudad resuenanlos
Le quebró las dos manos. balazos, estaráshundido en la cama, la de siempre,
Esta vez sí la va a matar, un crimen pasional, uno justo cuando ya me bafo del bus, cuando camino
más, el mío, exactamente en estedía y quando pa lo másenhiestaposible, cuando simulo que no, no
sen no más de siete minutos estará exánime en el me duele la espalda ni la rodilha derecha, ni uno de
duelo de la colina. Ella lo sabe. Siente que tiene mis hombros, mientras intento aparentar en medio
minutos de vida porque el paio en la cabezao, ha- de una caminatavulgar que soy alguien que co-
bría que decir, los paios en la cabezafueron real- nozco y que controlo. Pero dudo. Dudo y vacilo
mente letales. Va a morir de una determinada ma- ante el asombro que me provoca la posibilidad de
nera, los noticiários nocturnos darán cuenta de su ser una mujer a la que conozco y a la que controlo.
conexión a una máquina que no la reanimará, sólo
estará allí para consolidar su fin, su cérebro muer-
to. Con una censurao un pudor parcial, las nota
clãs mostrarán sólo una parte ínfima de las heridas,
prohibirán su cabeza,y el pelo empapadoen san-
gre, un pelo pegajoso. Lo último, verdaderamente
lo último que alcanzóapensarla mujer (quizásfuera
sólo una palabra) correspondia a una orden, pára-
te, párate. Después nada. Todo dejó de significar
no estuvo. Su cara no desfigurada, no, poro sí muy
alterada o tumefacta, histórica. Como tu mejilla, el
pómulo fracturado.Como yo. Un huesoque se
pudo reconstituir hasta dejar una hendidura que
marcó para siempre tu ausencia. Llegaste con tu

l 86 i87

l
Anónimos ciudadanos capturados en una locomo-
ción interferido por un transito abarrotado que nos
mantiene tensos en nuestros asientos, a la esperaque
cose el rojo de los semáforos y avance el oiro bus,
el que nos antecede. Estamos casi detenidos o cir-
culando a una velocidad francamente exasperante
mientras no me decido si mirar por la ventana o
bien detenerme en el chofer y en los pedazos de
pasajeros-Miro hacia adentro y hacia fuera. Me
distrae la calle y me distrae el pasillo. En realidad,
EI bus avanzalentamente. Me vuelco con una re- más alia de mis propios deseos, no puedo alegar mi
signación burocrática bacia la ventana. A través del mirada de la calheo del interior del bus, en una su-
vidrio sólo resulta un paisaje gris intervenido por cesión simétrica: la calhe,el interior, como si fuera
cuerpos frios que caminan a una velocidad previsi- una vigia o una informante obligada a consignar.
ble y humana.Está todo en orden o bafo la apa- La calle, demasiado poblada (después de todo
riencia de un orden meticuloso. Pero chora miro al viajamos por una vía importante en la ruta neurál-
chofer. Observo cómo cumple su función. Lo face gica de la ciudad), me empuja a observar las tacha
programado en una vasta paciencia. Veo su espal- das o los jardines o los árboles o la seriede cuer-
da o vislumbro su perfil. Advierto sus manos y la pos que caminan a un velocidad no demasiado di-
relación diestra con el metal. Soy una pasajeramás, ferente al bus que no avanzaporque estáobstruí-
una víctima de la demora, un mero componente do por otro que, a su vez, esono lo podemosase-
urbano. Consegui un assento y eso me permite un gurar, se encuentra entrampado ante un semáforo
pequeno control sobre una acotada superfície. Los descompuesto o por un accidente o un atropello o
otros pasajerosse convierten, ante la posición de un asalto o un trastorno vial imposible de definir.
mi mirada, en meros fragmentos, pedazos de espal Podría bajarme.
das, cabezas, un súbito perfil, la precipitación de la En el próximo paradero.
mano en el metal ante la visión del paradero. So- Bajarme y caminar las cuántas, quizás veinte cua
mos pocos, muy parecidos los unos a los otros. dras que me separan de la casa.No, quince cuadras.

l 88 i89

]
Tal vez seis paraderos, sí, seis, más las dos cuadras que no se puede precisar, cuarenta mãos,aunque si
que obligatoriamente debo recorrer los miércoles se observa bien, no más de treinta y cinco, abrien-
y despuésde reconocer la casa,de detenerme ante la do la puerta, con una desconfianzaque la obliga a
roja, traspasarla,presionar el timbre, un timbre que mirar hacia la izquierda y hacia la derecha, asusta
algumas vedes está avariado, de experimentar la tensa da de la calheo resfriada, tosiendo, équé puedo to-
esperaantes de que me abran la puerta, que me abra mar?, me duele la garganta, éno es enfermera?, ah,
la puerta la mujer enjuta que trabaja, así me lo ha no, entonces usted no es enfermera, y yo que esta-
dicho, hace diez afíos en la casa, esperar que me ba convencida que era enfermera, pero aun así,équé
abra la puerta, a sabiendas de que se demora, que me recomienda para este resfrío?, mientras controla
odia abrir la puerta, que luego de escuchar el tim- sin disimulo su relol, esa es su tarda, vigilar mi hora,
bre çamina por el pasillo de la casa,discorre la cor- mi posible atraso o una irreverente precipitación.
tina y mira por la ventana para cerciorarse de quién Usted sabe bien que el hino de la seõora, el que
viene, de quién está afuera, lo face antes de aso- manda la casa,el que la controla, el que la surte, el
marse por la puerta y cuando me reconoce, con que elevala cuenta de cuánto gasto serealiza, el que
una actitud condescendiente, me invita a pasar a la a menudo estámo]esto por ]os precios, e] hino de ]a
casa,la casadel miércoles en la magana, como dijo seõora, le digo que a las once, entre once y doce,
el hino, con claridad y energia, no demasiado tem- pero hoy la seãora no estámal, no estámal, usted la
prano, a una hora que no incomode, no a primera va a ver afortunadamente ya llegó, porque yo no
hora ni menos en la tarde, ella duerme hasta las diez consigo levantaria, puede caerse,puede caersey qué
y en la tarde no tiene fuerzas ni animo, justo a me hago yoentonces,no,no.
dia magana, esaesla menorhora para ella, más aun, la Cominar esasdos cuadras que tan bien conozco.
única hora posible, y en eso debo ser enfático, tiene Bajarme en el paradero que me corresponde y
que llegar aqui a las once o a más tardar a las doce, luego de cominar las dos cuadras, detenerme en la
éme entiende? Presionar el timbre que algunas ve- puerta y esperarque sí estavez funcione el timbre
cesestáavariado, no escuchaba,si no abro, por fa- para entrar rápido en la casa y sortear las palabras
vor me grita, porque todavia no lo han arreglado, de la mujer enluta de treinta y cinco aííos,un metro
no conseguimosquien nos solucione el problema sesentade estatura, de unos cincuenta kilos de peso,
del timbre, y esperar a la mujer enluta de una edad con un lunar oscuro en la mejilla. Lábios delgados

i9o i91

]
y frente estrecha,cubierta por un delantal azul a ingresarlo al espacio más crítico del hospital. EI si-
cuadros, siempre el mismo, limpio. Pelo negro, li- tio del accidente,atestadopor la curiosidad cauda
geramente ensortijado, sus manos despojadas de dana, la presencia de un juez y sus asistentes, los
anillos, ocoscafé oscuro, umascortas, manos delga- bomberos, la policia, las ambulâncias que van a
das, zapatos bafos, grises, medias transparentes que dejar una estelade ruídos en todo el extenso perí-
envuelven sus piernas delgadas, de piel morena, metro de un viaje histérico, teatral, el eco masivo
pálida. Escuchar cómo se aproximan sus pesos a la de las ambulâncias, las patrullas y los carros de
puerta, cómo abre la puerta de la casay ver enton- bomberos, alertando. Y la policia actuando con su
ces a la mujer morena, asomada desde la puerta, con habitual distancia para demostrar el profesionalismo
su delantal azul a cuadros, cuadros blancos, un uni- que necesitan.
forme común, tradicional. Comprobar su miedo al Adiestrados.
timbre, a la caule,un miedo inscrito en su expresión Caninos.
nerviosa o desconfiada, pese,pase, una mul er more- Llegaré antes de que se acabeel tiempo, llegaré
na de treinta y cinco aços, pase, mientras mira su cuando falten minutos para las doce y me va a abrir
reloj y comprueba, como cadamiércoles,que he la puerta la mujer enluta que trabaja hace diez aços
llegado a la hora, ocupando acertadamente cada fielmente en la misma casay que renueva, alo largo
uno de los minutos de los que dispongo. de diez aços, el delantal a cuadros, azul y blanco,
Séque cuando el tráfico se normalice me voy a el azul es oscuro, merino. Me va a abrir la puerta
abocar a contar ]os paraderos. Lo haré porque es con la expresión asustadade siempre, desconfiada,
un método que uso para soportar los dias en que sus zapatos bafos y las medias incolores y su pelo
por obligación recorro la ciudad. Pero hoy esmiér- ondulado y compuesto que enmarca sus lábios del-
colesy el bus se mueve a una velocidad miserable, gados y el lunar que tiene en su mejilla. Va a mirar la
entorpecido por el lastre de un choque que se ha hora en su reloj pequeno, de esfera redonda, con los
producido dos paraderos más adelante y que re- números desvanecidos y la gastada corremde cue-
cién empiezan a despejar. Dos muertos y un herido ro negro rodeando su muõeca. Lo va a hacer de
en ese accidente matutino. Pero pronto retirarán manera automática, mirada y reloj, sin el menor
los muertos y el herido será trasladado, un hombre gesto de agravio, va a mirar la hora mientras me
Joven,en medio de un infernal ulular de sirenaspara informa de que la seãora, como le dize a la anciana,

i9z i93
estáen buen estado, que, aunque no duerme bien, porción de esa sangre en los zapatos, y más aun,
nunca lo hace, segue viva y me espera, no, no me algunos se inclinan para exercerla audácia o el de-
espera, necesita de manera urgente un asco profun- recho de poner la mano en el sueco hasta empa-
do porque hiede, huele y cadaacumulación del olor parse de la sangre que estilo por la calle, mientras
contamina más, más la casa, el olor la perturba, por- los bomberos seretiran y permanecen los camilleros,
que es ella la que debe coexistir con eseodor y sólo asistidospor los médicos y, bafo la mirada riguro-
yo soy capaz de eliminado por unas horas, sólo por sade los policias y sus ademaneshoscos con los
unas horas porque ya maganajueves, la casaserá la que dispersan a los curiosos, suben al ferido a la
misma, traspasada por una esteja con la que cada camilla, lo ingresan a la ambulância, lo conectan a
vez resulta másdifícil convivir. un suero indispensable, lo miden, auscultan su fun-
Si el bus retoma la velocidad que le correspon- cionamiento biológico y, entonces, si se consolida
de, llegaré de manera cómoda a una hora amable y el trabajo del juiz que levanta el acta que consig-
pertinente. Si sacan rápido a los muertos desde el na a los muertos, pólo en eseinstante esposible que
interior de los autos realmente pulverizados, si les se disperse la avidez del grupo de curiosos que
cierranlos ocosdesmesurados
o aterradosy des- impide que se reanude la velocidad correcta del
pués de acomodar con precipitación sus fracturas transito.
y mutilaciones, un muerto, uno de ellos, el conta- Yo podría llegar a la casaluego de cominarlas
dor de una empresa,no sólo resultó con la cabeza dos cuadras, dos cuadras no demasiado largas, en
reventada sino también experimentó la mutilación un día gris, frio, cominar con pesos más rápidos de
de una de sus piernas, su pierna cortada por el im- los acostumbrados para cumplir con el frágil con-
pacto y el feroz poder de los metales estallados. Si trato que establecí con el fin de despejar de un olor
los envuelven en las bolsas negras de rigor, si los insoportable la casa, así lo docecada semana la mu
cubren con el plástico negro para protegermosde Jer que abre la puerta, después de mirar por la ven-
las miradas ávidas que los observan sin trégua ni tava para asegurarse de quién esla persona que toca
pudor porque quieren mirarlos de cerca, más cer- el timbre o de si está descompuesto, como ha suce-
ca aún, realmente encima de los muertos, a milíme- dido más de una vez, luego de descorrer la cortina,
tros de sus cuerpos exánimes, desean tocar a los alertada por mis golpes en la madera, me duele la
muertos, pararse encima de la sangre,arrastrar una mano, rolos los nudillos de tanto golpear con ellos

i94 i9 5
para que me abra la puerta y conseguir que por un los uniformes de la policia queden rolos, mancha-
día se retire el olor que progresivamente se expan- dos, ahítos de sangre, después que los médicos cer-
de a cada una de las habitaciones, un olor que se tifiquen las muertes certeras,cuando restituyan la
cuela por todos los resquícios e impide disfrutar la pierna mutilada al cuerpo del muerto incompleto,
comida porque la cocina estáirrespirable y ella no certifiquen sus corazones paralizados, desprovis-
puede, no puedo, no, no, limpiar a la seííora, esaes tos de cualquier atisbo de respiración, luego que
tarda de una enfermera como usted, como usted. consigan que la ambulância se aleje chillando con el
pero usted no es enfermera, aunque no importa, herido en suinterior, entonces,estebus va a reto-
no esimportante que no seaenfermera,sólo viene mar su velocidad, no más de cuarenta kilómetros
acá después de cominar las dos cuadras para des- por hora, más bien treinta kilómetros por hora,
alojar por un día, un día en que se normaliza la casa, porque conviene esavelocidad exactapara atestar
el olor, adejarel olor baãarla, babar a la seõora, como la ciudad, para conseguir una ciudad verdadera
e1lale dice, esta seãora que no sé por qué ni cómo mente moderna y colapsada, no más de treinta en
ligue viva o sigueviva sólo porque ha perdido la realidad,para mostrar así el éxito de una ciudad
visión y el olfato, pero yo no, yo no. que pretende formar parte de una historia consis-
Los bomberos aún no consiguen rescatar a los tente. Si tomamos una velocidad de treinta kilóme-
muertos atrapados entre los metales retorcidos de tros por hora conseguirébajarme en el paradero
los autos.Los dos muertos.EI herido graveo crí- que está a dos cuadras de la casa.y podré cominar
tico, respira levementesumergido en su inconscien- rápido pero seguralos cinco minutos o cuatro mi-
cia. Ya se han presentado el juez y sus asistentes, nutos que tardaré, cuatro, cuatro minutos, ni uno
también las ambulâncias con los médicos y los más, para llegar con una puntualidad que inspira
paramédicos. Los bomberos y sus impresionantes toda la confianza del mundo, una puntualidad que
carromatos, la policia ha sólido precipitadamente permite que la mujer enluta me abra la puerta con
de sus coches, y lucha junto a los bomberos por una sonrisa en los lábios porque no la defraudo y
sacarlos dos muertosdel interior de los autos.Lo pongo en su horizonte, abiertamentedesesperado,
van a conseguir de un momento a otro y cuando un tiempo, unas horas, veinticuatro con suerte, para
los extiendan encima de la vereda y el pavimento se descargarla casa del olor que la enloquecey la
cubra con la sangrede los muertos y las manos y mantiene en una náusea continua.

i96 i97

]
'1
Entrar a la casadescuidada o incómoda, ir hasta ruído, deãoque el ruído sigasu curso mientras vuel-
la pieza de la seõora, como la llama la mujer enluta, vo a la pieza y destapo a la sefíora, como ella la
e ingresar al centro de un verdadero olor catastró llama, y que no sé, no puedo distinguir si estádor-
fico. Estoy adentro. Saco las sábanas, acomodo a mida o despierta, nadie lo podría asegurar, e inclu-
la sefíora, como ella le doce,encima del colchón, la so aunque estécon los ojos abiertos, podría no ver
rapo con una frazada, mientras enjuago en la tina nada,no reconocera nadie ni distinguir los volú-
de bafio las sábanas,unas sábanasque no podrían menes,no ve, m reconoce, ni duerme enteramente,
ser descritas y con la mano despeço la caca de una ni está despierta, ni sabe cuándo sale la caca de su
semana, una semana de caca que se va endurecien- esfínter) ni menos en los momentos en que se moja
do hastaformar una costra,en cierto modo ino- encerapor la fuerza incontrarrestable del caudal de
cente, mezclada a la orina, no sé cómo no se resfría orines que obligatoriamente debe expulsar.
o se muere esta seãora, mojada la semanaentera, y Me acerco a la sefiora y, provista de cada uno
qué puedo hacer yo, no estoy preparada, no fui de los materiales que he comprado, los más efica-
contratada para isto, no tengo fuerza porque pesa, ces para realizar su limpieza encima de la cama, se
pesa, éusted me entiende?, yo no, no puído mien- bre ese colchón manchado por aços de suciedad,
tras con la mano despego las costras de caca, las por superposicionesde materiasy líquidos,un col-
despego con los dedos porque ya no es posible chón que podría parecer increíble o indestructible,
sacadasde otra maneray después,con dificultad un buen colchón que resiste y resiste los embates
por el peso de las sábanasque estilan agua profu del cuerpo de la seõora y que soporta el jabón seco
semente, las lanzo al interior de la lavadora con to- con el que voy aliviando la piel, la piel de un cuer-
das las fuerzas que tendo y entonces me saco los po que no expresa cuando la doy vueltas, ni cuan-
guantes de plástico, los más gruesos que he conse- do muevo su cabezapara despegarsus pelos hú-
guido, los guantesque uso cada miércoles y que medos de orina y le pondo el shampoo que no re
me pongo apenas entro a la casa, a partir de las onde quiere de agua y ella no acusa ninguna molestia
o doce del día, esos guantes que hube de comprar cuando le coloco el inútil papal en la entrepierna y
especialmente para las sábanas, para conseguir sa- en una ausencia sorprendente, su cara con los ojos
car las costras de caca y después lanzarlas a la lava- abiertos y vacíos, no realiza un gesto cuando peso
dora. Y pongo en marcha la lavadora, escucho su la creme por su cara, primero la de limpieza por-

i98 i99
'1
que tiene la cara estragada, sucia su cara, y así le pre- y para sellar el día miércoles, esparzo unas gotas
paro el rostro para la obracreme, la siguiente, esa de colonia barata encimade la cama,una colonia
que le va a permitir una humedad transitoria, fugaz comprada en la farmácia cercana,la más económica
a un rostro que ya carecede principio y de fin. Y que encontró la mujer enjuta, una colonia que al-
busco la camisa en el cajón, muevo o escarbo las pren- canza para dos o tres dias, porque ella, la mujer
das de ropa de la seãora hasta que encuentro la ca- enluta, el jueves, el viernes y quizás el sábado, la
misa y se la pongo y le cierro los botones uno a uno vuelca en exceso en la cama o en el piso de la pieza,
y me preparo para el tremo más difícil, arreglar las sin cuidar el gasto, encima de la cama, desesperada
sábanaslimpias con la seãoraencima del colchón, para ocultar el olor que habita allí como un allega-
realizar un verdaderomilagro sola,porque yo no do crónico. Enjuago los guantes,los empapo con
puído hacer fuerzas, únicamente me comprometí con el detergente,los froto y los secocon la toalla. A
el hinoque mantiene estacasa,que me paga religio- pesar de la protección que me brindan los guantes,
samente el sueldo, que reclama por todo, que dica me lavo las manos con el trozo de jabón que en-
que los gastos deben disminuir a esehino le juré que cuentro, me lavo y me lavo las manos con una acti-
le iba a dar la comida dos vices al día, una papilla tud maníaca, y después de secármelas,me pongo mi
que mudo en la máquina, una especial,muy rápida, relol, el que tiene una correa de metal y veo satisfe-
porque la seãora no tiene fuerzas en la mandíbula y cha que no he tardado más de una hora, sesenta
casi no abre la boca y yo, en medio del olor que minutos completos para resolver lo que podría ser
usted ya conoce, tengo que darle su papilla dos ve considerado como una empresadifícil, y cuando me
ces al día, a la una y a las seis, lo tengo que hacer a asomo al pasillo, la mujer enluta, cubierta por su
pesar de las arcadas o el franco vómito porque si no delantal a quadros y sus medias incolores, me pesa
lo hago la seõora se nos muere de hambre. el sobre mientras murmura un encadenamiento de
Logro poner las sábanaslimpias en la cama de frasesque me niego a escuchar y, antes de salir a la
una manera consistente. Queda bien, muy bien he- calle,doblo el sobre y lo guardo con cuidado en el
cha la cama. Y aunque me duelen los brazos, el mondode mi cartera. Siempre sentada en el interior
codo, uno de mis hombros, me complace mi traba- de un bus lento, que no avanza, no avanza, espe
lo impecable y agradezco, en parte, la ausencia abis- rondo llegar a la hora. Una hora urgente que no
mal de la seõora que no opone la menor resistencia, debe sino ser desesperadamente exacta. Siempre.

200 201
]
babando, sacando al dão, tirando su cabeza, suave,
êentiendes? Después de todo se trata de un proce'
se primitivo,
común, es un hecho casi intrascenden-
te, las manos moviendo en círculos la cabeza,el
cuello, los hombros del niõo y tenemos el éter. Acu-
des al éter únicamente cuando se esté muriendo de
dolor. Apenas unas gotas en los momentos que sal-
ga la cabeza, justo en el instante en que se precipi-
ten los hombros, cuando pienses que puede gritar,
me refiero a un verdadero alarido, éme entiendes?
pólo en ese momento, mientras se esté desmayando
En estacama,en estemismo colchón, claro, si es o hundiendo atravesadapor un dolor que te pa-
que todavia se puede nombrar de esta manera, el rezca real y concreto, unas gotas de éter. Todo per-
colchón: tú, yo y el éter. EI éter estaba allí para fectamente escrito a máquina, nunca a mano, nun-
resistir los momentos inhumanos. Ximena, Ximena ca. Leias concentrado la minuta. Setransformó en
lo consiguió, una bote1la,digo,una pequenabote- tu minuta. éQué pensabas? Ya es inútil intentar adi-
lla de éter dijo y dijo: sí, lo sé,el éter ya no eslo vinar o no esinútil porque yo sé,lo séy Ximenalo
que fue, resulta irrisorio e incluso peligroso, aun- sabe que ustedes tenían un plan adicional, una no
que no, no peligroso, no me parece,pero qué va- minuta, una palavra secretaasociadaa un teléfono
mos a hacer,qué vamos a hacer,lo administramos, de emergencia.Lo habían previsto. Era necesario
así lo escribió, en exactas y pausadas doses. Te acer- y era justo. SÍ, un plan de emergencia para desha-
basla esponja con el éter a la nariz, lo aspiras como cersede los muertos, el dão y yo, si moríamos.
una adicta y te vas a ir o te vas a dormir o a desva- Lo tenían, sí, el plan. ,
necerunos instantes,un poco, éno? Seráinsuficiente Quiero qüe chora mismo te levantes, salgasde
pero ayudará, lo va a hacer. Después te miró y digo: la cama y nos sentemos alrededor de la mesa, nece-
abres la botella, empapasla esponja con umasgotas sito que me mares directo a los ojos y me informes
de éter y se la pisas. Ella misma tiene que poner la de cómo iban a funcionar nuestrasmuertes,qué des-
esponja en su nariz porque tú estásabajo, éno? tra- tino tendrían nuestros cuerpos, quiénes trabajarían
202 zo3

l
de ayudistas, dónde nos perderíamos. Podríamos éNo es verdad, Ximena?
haber muerto, te digo, el dão y yo. Pelo no lo digo, SÍ, es verdad, me contesta, es verdad, pero no te
sólo pienso que lo digo. Recorro cuidadosamente equivoques porque presagiamos. Presagiamos las
las escenas,intento ponerlas en orden para exami- muertes,lo hicimos. Pero qué importa, ya no exis
nadas, pero se precipitan, se confunden. Dos si- te nada, ni una sola célula, se murieron.
glos o más. Aços de mãoso afíos sobre mãosque se (Las células, disciplinadas, asienten mientras des-
aglutinan para modelar los contornos más comu- filan sin gloria por la pieza, desfilan para consumar
nes de la calavera. Cómo sepodría evocar el dolor un hábito: sus vueltas completamente circulares).
el asombro confuso del dolor con qué imágenes éSemurieron todas las células, Ximena?
podría rehacerel .ascensode una violencia que era SÍ, me contesta, todas.
concreta poro, a la vez, se desdibujaba entre una éCon quién hablas?,éCon quiénes hablas?,me
impresionante abstracción. Estuvimos allí, los dos, dites con una voz insólita. Una voz extraía, aluci-
absortos en un parto que no, no nos sorprendía. nante porque tienes la cabeza enterrada en la almo-
Fue así: hada, en la nuestra, en la única que tenemos.
Se inició un proceso frio, el mismo proceso que Déjame dormir, dites.
había sido presagiado por Ximena. Un proceso Pero no duermes,setrata de un burdo intento
cubierto por una distancia en la que se alojaba una para silenciarnos a Ximena y a mí. Quieres paz,
cuota de simulación. Seinició sin aspavientosun silencio. Dirias que te los merecesa ambos, a la
molestarindeterminado. paz y al silencio, piensas que te corresponden des-
Te dize: pués que entregaste tus huesos y tu sangre a un
Algo pesa o algo me pesa.Algo orgânico, auto- signoque te depredó, un siglo en el que ingenua-
mático, asíme pareció, aceno.Yo iba recibiendo los mente creímos y que nos lanzó en picada hacia
efeitos programados de un ataque que no podia una absurda esperanza. EI siglo pena. Aún habla
repeler.Todo lo que sentia o pude sentir estaba o murmura a diestra y siniestra. Arrastra sus tétri
relacionado con un cuerpo que me resultaba ex- cas e infantiles cadenas, se ríe de sí mismo con unas
traão y desapegado.íbamos a morar, el dão y yo. carcajadas destempladas y patéticas. Lo escucho
No estábamos preparados, no lo estábamos, falló y me apena.
la célula. No fue capaz de presagiar. Morimos en medio de un parto atroz.

zo4 zoJ
No alcancéadar aluz elsigloquevenía.EI niõo, Estoy, me doces,cansado.
el mío, nació muerto despuésde mi muerte. Un Estás muerto, te contesto.
parto estéril. La cama y el éter, la sangre y el éter, mis piernas
Fue completamente inútil, Ximena. y el éter. No 1o sé. No puedo asegurar nada. EI
Selo digo con un total convencimiento. niõo nació muerto o murió a los dos aços.
SÍ, estoy de acuerdo. Todo resultó demasiado O no nació.O no nació.
inútil, me contesta. EI tiempo serepliegaensu propio tiempo. Quién
éCon quién hablas?, écon quién hablas? Hablo lo iba a decir: chora tenemostodo el tiempo del
con Ximena, con ella. Hablamos de las muertes, la mundo. Eso esliteral, lo ouvimosjusto despuésque
del niõo y la mía. Me diste, lo sé, una cantidad in- se nos acabó el tiempo. Es confuso y es atroz. Es
creíble de éter así nos mataste, con el éter. Esa fue inexplicable. No es material ni menos dialéctico: es
tu tarei, tu misión, eseel encargo de la última par- un maldito jeroglífico. Ximena, me dices,fue la pri-
tícula de célula que quedaba. Temíamosque morir. mera, sela tragó el tiempo que le quedaba.
SÍ,exactamente.lba o íbamosa morir porque asílo Quieres mentir. Ximena cayó una magana,la
decidieron tú y Ximena, éno es verdad? Tomaron sorprendieron, la amenazaron y se la llevaron. No,
el acuerdo después de finalizar un considerable me dice Ximena, no, no fue de esamanera,ni si-
número de factores, quisieron protegerse a uste- quiera implicó una sorpresa, me seguían, sólo que
des mismos y proteger a los átomos de células que no pude o no encontrédónde refugiarmey prácti-
aún eran capacesde sostenerse.Séque no hubo camente me entregué, en un estado de éxtasis o de
nada personal en esadecisión, que setrataba de una gozo pues se ponía fin a esos dias, se acababa el
simple pero urgente medida de seguridad. dão y tú, el ir y venir, la palpitación irregular de
No, no, me dices, no fue así. lascélulas.Morí, escierto, doceXimena con el con-
Y entonceséquéocurrió? vencimiento de que él te iba a matar. Te iba a matar
éCuándo?, me dices. Y pienso que estáscansa- de todas maneras, no, no me digas que tú lo igno-
do, cansado de la noche, de los pequenos ruídos que rabas. Un militante asesino, un asesinato que no fue
secuelanpor lasparedes,ursossonidos incompren- consignado en ningún juzgado, un crimen en el que
sibles que vienen de afuera, de una ciudad que para nadie reparó, una muerte impune, te mató y se
ti ya escompletamente desconocida. Estás cansado. aprovechó de la clandestinidad, de su agónica mi-

zo6 zo7
litancia. Pero yo lo supe antes de mi muerte, lo leí dad moral de todas las células. No sé cómo reírme
en su cabeza, porque nunca, ni una sola célula lo de su ingenio. A menudo Ximena recuerda chistes
gró mi total adhesión.Yo temaque desconfiar.ÉI o historias nunca sencillas que terminan por dilatar
te iba a cobrar lo del dão. Permanece callada, en acontecimientos que te resultan reprobables. Pero
silencio porque tú te mueves en la cama manifes- Ximena esasí, es así,demasiadoexpresiva,alta y
tando así una abierta seãal de reprobación. expresiva.Me acosté,me doceXimena, con toda
Ximena se ovilla. A veces nos cuesta entender esacélula, la del manco, éte acuerdas?,lo hice en
esta cama, su dificultad exasperante. todas las poses, a cualquier hora. También me acosté
Descansamos de lado en la cama, los tres. Sólo con un dirigente, con un miembro del comité cen-
soporto que Ximena seacuestecon nosotros o en- tral, no, no, le corrijo, con todo el comité. éY tú?,
tre nosotros, en câmbio tú eras indiferente y per- me dice, éy tú? Estás furioso, tiemblas, querrías ma
misivo, dejarías que todas las células se apropiaran tarnos, a Ximena y a mí. Ahora permanecemos so-
de nuestra cama. Ximena piensa que debe levantar- los los tres por unas horas, después irán emergiendo
sey salir,aún luchapor encontrarun milímetro de los jirones celularesparloteando sus lemasy las
célula activa. TÚ, en câmbio, no tienes nada, ningu- quejas de costumbre. Por chora asascélulas se han
na causa, sólo un cuerpo que te obriga, el tuyo, tu quedado dormidas, paradas, a la manera de ciertos
cuerpo y su artritis y el vaivén del hígado o el robe animales. Estamos los ires en la cama, la cama que
ácido de tus bronquios enervados por la tos y pien- compartí con el nifío, cuidando de no aplastarlo,
sasen elmos,en tus bronquios, lo hacesmientras no aplastarlo, para que no se me fuera a morir.
duermo. Pero yo no duermo enteramente,sólo lo êDe quién es?
simulo. Ya no dormimos ni estamos despiertos, Zno Me lo preguntaste en la noche, lo hiciste para
es cierto, Ximena? SÍ, me contesta. Más alia, en los que yo no viera la intención de tu cara, hablaste en
interstícios de la puerta, justo en un borde micros la oscuridad y entendi que no necesitabasuna res-
tópico se parapeta una de las células, está dormida puestaporque lo que te resultaba imperativo era
o está muerta, son siete manchas, siete perforacio- hacerme la pregunta y que mi respuesta terminara
nes que forman o formaron una célula. Siete. por permitirte abandonar la pieza y salir a la calhe.
Ximena seríe, me cuentaun chiste obsceno, un chás éDe quién es?(.2uépregunta másestúpida,quiero
te macabro y obsceno que compromete la integri- contestarte, de cualquiera, de todos pues, qué im-

zo8 209
porta. Pero no te contesto nada, ni una palabra, es exigido demasiado éter un éter que no pudo o no
una pregunta recurrente, siempre. Estabas allí ob- supo cómo controlar. Gómez quiso creerlepor-
servando mi comportamiento celular el movimien- que no sabia qué hacer, pero en realidad Gómez
to de mis manos. Ximena simula que se escandalo no le creyó una palabra. ÉI sabia que te mató a pa-
za. Como si ella no, como si ella no. ios. Pero no iba a delatar a un militante clandesti-
Y aqui vienen todas las células, en grupos que no, esonunca, Gómez no. Ximena me lo dice y lo
parecen excesivos o interminables, llegan acuciosos repite siempre para sembrar una terrible cizaõa en-
justo cuando yo estoy demasiado cansada, vienen tre noêotros. Llegan las vielas células, ateridas o
a apoderarse de nuestros cuerpos y a auscultar los despavoridas o severamente averiadas. Llegan to
dolores que tenemos.Nos duele todo. Todo. Nos dos y ya casano los reconozco, pero no tengo por
dueJen los huesos y la infección purulenta que ema- qué acordarme de cada uno, éno? La cama, la nues-
na de algunos de los órganos. Las células nos mue- tra, la de siempre, semeiauna hospedería subpro-
ven y nos dan vuelta, dicen que estamossucios, letaria de oiro siglo, de otro, una cama repleta de
enfermos, paralizados, que tienen que baõarnos, células. Salgan de mi cama, todos, chora mesmo,
que relegados a la trastienda de cada una de las ca- salgan, les digo. Despierta, me dicas, cállate. Quie-
sasque aún existen en la ciudad (se refieren, claro, res convencerme que tengo una pesadilla, es mejob
a las viejas construcciones) las contaminamos con es menor. Ximena está a los pies de la cama y no te
nuestros odoresimposibles. Las células nos remecen permite estirar las piernas. Nunca máspudiste esti-
de una manera agresiva y alarmante, quieren sacar- rar las piernas, tus piernas quebradas y que chora
me al dão y buscar mi postrera confesión. EI dão te duelen tanto, mucho, porque ni puedes darte el
y yo formamos parte de un tecido celular somos Bustode poner tus piernas como se te antoja,un
idénticos, un perfecto genoma humano. No huma- siglo o dos con las piernas quebradas,quién lo iba
no)no,nunca,. a decir.
Ahora lo sabes,me dice Ximena: te mató de un Tango que levantarme de la cama, ir a la cocina,
tremendo paio en la cabezaque te destrozó el crá- preparar el arroz, poner en el plano dos panes, sólo
neo, despuéste quebró las manos. No pudiste le- dos. Tengo que volver a la pieza y pasarme la pei-
vantarte porque ya no obedecías ni a tus propias neta por la cabeza rota, apaleada, tengo que inven-
órdenes.ÉI le mintió a Gómez, le dijo que habías tarme unas manos porque no debo salir así a la ca-

210 211
lle, no quiero delatarte, no es oportuno ni necesa
rio. Me pongo el abrigo. Mero el montón de célu-
las que ya están en un avanzado deterioro, me de-
tengo en tus células tiõosas y me dan unas ganas
infinitas de decirte: levántate, o decirte: resucita de
una vez por todas y salgamosa la calhecon el dão,
el mío, el de dos afíos,mi amadoniõo y llevémoslo
al hospital. Debemos llevarlo porque, despuésde
todo, ya no tenemos nada que perder.

212

También podría gustarte