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FUNDACIÓN EDUCACIONAL BARNECHEA.

EL CUENTO DE LOS GATOS.

Cuento de tradición oral italiano (Tierra de Otranto).

Una mujer tenía una hija y una hijastra y a la hijastra la trataba como a un
burro de carga; un día la mandó a recoger achicoria. La muchacha busca que te
busca y, en vez de achicoria encontró una coliflor: una coliflor de buen aspecto y
gran tamaño. Tiró de la coliflor hasta que la sacó de raíz y en la tierra quedó un
pozo. Había una escalera y la muchacha bajó.

Encontró una casa llena de gatos muy atareados. Había un gato que hacía la
limpieza, un gato que sacaba agua de un pozo, un gato que cosía, un gato que
fregaba, un gato que horneaba el pan. La muchacha le pidió la escoba al gato y lo
ayudó a barrer, a otro unas ropas sucias y le ayudó a lavar, a otro le ayudó a sacar
el cubo del pozo y a otro le metió los panes en el horno.

A mediodía apareció una gata enorme, la mamá de todos los gatos y tocó la
campanilla:

- ¡Dalí, dalón! ¡Dalín, dalón! ¡El que haya trabajado que venga a almorzar, el
que no, que se quede a mirar!
- Mamá-, dijeron todos los gatos-, ¡todos hemos trabajado, pero esta
muchacha trabajó más que nosotros!
- Muy bien-, dijo la gata-, ven a comer con nosotros.
Se sentaron a la mesa y la muchacha se colocó en medio de todos los gatos y
Mamá Gata le dio carne, macarrones y un pollo asado; a sus hijos, en cambio,
sólo les dio albóndigas. Pero a la muchacha no le gustaba comer sola y al ver que
los gatos tenían hambre, compartió con ellos todo lo que le dio Mamá Gata.
Cuando terminaron la muchacha recogió la mesa, fregó los platos de los gatos,
barrió la habitación y lo puso todo en orden Después dijo a Mamá Gata:
- Gata mía, ahora tengo que irme, si no mi mamá me castigará.
- Espera, hija mía-, dijo la gata-, que quiero darte una cosa.
Ahí abajo había un cuartucho, de un lado, atiborrado de objetos de seda,
desde vestidos hasta zapatillas; del otro, colmada de objetos caseros, vestidos de

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pastora, blusones, delantales, pañuelitos de algodón, zapatos de cuero delgado.


Dijo la gata:
- Elige lo que quieras.
La pobre muchacha que andaba descalza y harapienta, dijo:
- Dame un vestido hecho en casa, un par de zapatos de cuero delgado y un
pañuelo para el cuello.
- No-, dijo la gata-, has sido buena con mis gatitos y yo quiero hacerte un
buen regalo.
Tomó el mejor de los vestidos de seda, un pañuelo de gran tamaño, un par de
zapatillas de raso, la vistió y dijo:
- Cuando salgas verás unos agujeros en la pared; introduce los dedos y mira
hacia arriba.
Cuando salió, introdujo los dedos en los orificios y sacó la mano cubierta de
anillos, un anillo más hermoso que el otro en cada dedo. Miró hacia arriba y le
cayó una estrella en la frente. Volvió a casa adornada como una novia.
- ¿Y quién te ha dado esa cosas?-, dijo la madrastra.
- Mamá, encontré unos gatitos y los ayudé a trabajar y me dieron estos
regalos.
Y le contó lo que había sucedido. La madre, al otro día, no veía la hora de
mandar a la holgazana de su hija.
- Ve, hija mía-, le dijo-, así también conseguirás todo lo que consiguió tu
hermana
- No tengo ganas-, decía ella, malcriada como era-. No tengo ganas de
caminar, hace frío, quiero quedarme junto a la estufa.
Pero la madre la hizo salir a golpes. Caminó perezosamente hasta encontrar
la coliflor, tiró de la planta y bajó a la casa de los gatos. Al primero que vio le tiró
de la cola, al segundo de las orejas, al tercero le arrancó los bigotes, al que cosía
le desenhebró la aguja, al que sacaba el agua le tiró el balde al pozo. En una
palabra, se pasó la mañana maltratándolos y los gatitos maullaban y maullaban.
A mediodía llegó la Mamá Gata con la campanilla:

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- ¡Dalín, dalón! ¡Dalín, dalón! ¡El que haya trabajado que venga a almorzar, el
que no, que se quede a mirar!
- Mamá-, dijeron los gatos-, nosotros queríamos trabajar, pero esta
muchacha nos tiró de la cola, nos trató muy mal y no nos ha dejado hacer
nada.
- Bien-, dijo la Mamá Gata-, vamos a la mesa.
A la muchacha le dio una galleta de cebada empapada en vinagre y a sus
gatitos, carne y macarrones. Pero la muchacha les robaba la comida a los gatos.
Cuando terminaron de comer, sin recoger la mesa ni nada, dijo a Mamá Gata:
- Bueno, ahora dame lo que le diste a mi hermana.
Entonces, Mamá Gata, la condujo al cuartucho y le peguntó qué deseaba.
- ¡Ese vestido, que es el más bonito! ¡Esos zapatos que tienen los tacones
tan altos!
- Entonces, dijo la gata-, desvístete y ponte eses vestido de lana roñosa y
estos zapatos de suela de vaqueta que tiene los tacones hechos una
miseria-. Le anudó al cuello un pañuelo hecho jirones y la despidió,
diciendo-: Ahora, vete y al salir mete los dedos en los agujeros y mira para
arriba.
La muchacha salió, metió los dedos en los agujeros y se le enroscaron un
montón de lombrices, y cuando más se afanaba por quitárselas de encima, más se
le enroscaban. Miró hacia arriba y le cayó una morcilla que siempre le colgaba en
la boca y ella tenía que morderla para que no la ahogara. Cuando llegó a casa tan
maltrecha, más fea que una bruja, a la madre le dio tanta rabia que se murió. Y la
muchacha de tanto comer morcilla, también murió. Mientras que la hermanastra
buena e industriosa, se casó con un joven buen mozo.

Y viven todavía contentos y felices,


Si pones la orejita, oirás lo que dicen.

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