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Una mujer tenía una hija y una hijastra y a la hijastra la trataba como a un
burro de carga; un día la mandó a recoger achicoria. La muchacha busca que te
busca y, en vez de achicoria encontró una coliflor: una coliflor de buen aspecto y
gran tamaño. Tiró de la coliflor hasta que la sacó de raíz y en la tierra quedó un
pozo. Había una escalera y la muchacha bajó.
Encontró una casa llena de gatos muy atareados. Había un gato que hacía la
limpieza, un gato que sacaba agua de un pozo, un gato que cosía, un gato que
fregaba, un gato que horneaba el pan. La muchacha le pidió la escoba al gato y lo
ayudó a barrer, a otro unas ropas sucias y le ayudó a lavar, a otro le ayudó a sacar
el cubo del pozo y a otro le metió los panes en el horno.
A mediodía apareció una gata enorme, la mamá de todos los gatos y tocó la
campanilla:
- ¡Dalí, dalón! ¡Dalín, dalón! ¡El que haya trabajado que venga a almorzar, el
que no, que se quede a mirar!
- Mamá-, dijeron todos los gatos-, ¡todos hemos trabajado, pero esta
muchacha trabajó más que nosotros!
- Muy bien-, dijo la gata-, ven a comer con nosotros.
Se sentaron a la mesa y la muchacha se colocó en medio de todos los gatos y
Mamá Gata le dio carne, macarrones y un pollo asado; a sus hijos, en cambio,
sólo les dio albóndigas. Pero a la muchacha no le gustaba comer sola y al ver que
los gatos tenían hambre, compartió con ellos todo lo que le dio Mamá Gata.
Cuando terminaron la muchacha recogió la mesa, fregó los platos de los gatos,
barrió la habitación y lo puso todo en orden Después dijo a Mamá Gata:
- Gata mía, ahora tengo que irme, si no mi mamá me castigará.
- Espera, hija mía-, dijo la gata-, que quiero darte una cosa.
Ahí abajo había un cuartucho, de un lado, atiborrado de objetos de seda,
desde vestidos hasta zapatillas; del otro, colmada de objetos caseros, vestidos de
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FUNDACIÓN EDUCACIONAL BARNECHEA.
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FUNDACIÓN EDUCACIONAL BARNECHEA.
- ¡Dalín, dalón! ¡Dalín, dalón! ¡El que haya trabajado que venga a almorzar, el
que no, que se quede a mirar!
- Mamá-, dijeron los gatos-, nosotros queríamos trabajar, pero esta
muchacha nos tiró de la cola, nos trató muy mal y no nos ha dejado hacer
nada.
- Bien-, dijo la Mamá Gata-, vamos a la mesa.
A la muchacha le dio una galleta de cebada empapada en vinagre y a sus
gatitos, carne y macarrones. Pero la muchacha les robaba la comida a los gatos.
Cuando terminaron de comer, sin recoger la mesa ni nada, dijo a Mamá Gata:
- Bueno, ahora dame lo que le diste a mi hermana.
Entonces, Mamá Gata, la condujo al cuartucho y le peguntó qué deseaba.
- ¡Ese vestido, que es el más bonito! ¡Esos zapatos que tienen los tacones
tan altos!
- Entonces, dijo la gata-, desvístete y ponte eses vestido de lana roñosa y
estos zapatos de suela de vaqueta que tiene los tacones hechos una
miseria-. Le anudó al cuello un pañuelo hecho jirones y la despidió,
diciendo-: Ahora, vete y al salir mete los dedos en los agujeros y mira para
arriba.
La muchacha salió, metió los dedos en los agujeros y se le enroscaron un
montón de lombrices, y cuando más se afanaba por quitárselas de encima, más se
le enroscaban. Miró hacia arriba y le cayó una morcilla que siempre le colgaba en
la boca y ella tenía que morderla para que no la ahogara. Cuando llegó a casa tan
maltrecha, más fea que una bruja, a la madre le dio tanta rabia que se murió. Y la
muchacha de tanto comer morcilla, también murió. Mientras que la hermanastra
buena e industriosa, se casó con un joven buen mozo.