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LA HUACHITA CORDERA.
Cuento chileno recopilado por don Ramón Laval1.
Este era un hombre que vivía en el campo y había quedado viudo con dos hijos
pequeños: un niñito y una niñita. El hombre era pobre y para alimentar a sus hijos
tenía que salir a trabajar todos los días antes de que apareciera el sol, y como los
niños no eran capaces de hacer nada, se los dejaba encomendados a una vecina
que los trataba con mucho cariño, les lavaba su ropita y les daba muy bien de
comer.
Mejoró un poco la situación del hombre y se casó con la vecina. Pero ésta,
apenas salía su marido de la casa, obligaba a los niños a hacer el fuego, a que le
trajesen agua del río en baldes que eran muy pesados para ellos, a barrer y
ejecutar otros trabajos superiores a sus escasas y débiles fuerzas. Y si la leña no
estaba bien encendida, o los baldes no llegaban completamente llenos o quedaba
un poco de basura en el suelo, les pegaba cruelmente con lo primero que hallaba
a mano.
Una vez, el niño le dijo a la niña:
- Vámonos de aquí, hermanita, ¿para qué estamos sufriendo tanto?
Y al otro día temprano dejaron su lecho, abandonaron la casa en que
habían nacido y marcharon a la aventura, alimentándose de frutas y de yerbas y
durmiendo en las cuevas de las montañas o en los ranchos abandonados que
encontraban en su camino.
Después de muchos años de marcha, llegaron a una tierra desierta, sin
casas ni árboles, en que el calor del sol se hacía sentir con toda su fuerza. Los
niños morían de sed y en ninguna parte hallaban agua para aplacarla. Por fin,
llegaron a la orilla de una laguna y cuando se disponían a beber, oyeron una voz
que decía:
- “El que de esta agua bebiere, tiburón se ha de volver y devorará a su
hermano”
- Hermanita, no tomemos de esta agua- dijo el niño-, aguantemos la sed y
vámonos, puede ser que más allá encontremos agua buena.
Muy tristes se apartaron de la laguna y a cada instante estaban más
sedientos; pero luego tropezaron con un pozo y el corazón se les alegró.
Sirviéndose de una cuerda que estaba en el suelo al lado del brocal, echaron
adentro u tiesto que cerca estaba, y cuando ya lo alzaban repleto de agua, salió
del pozo una voz que decía:
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Referido a don Ramón Laval en abril de 1914 por Mercedes Albornoz, de 14 años, Villa
Alegre.
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PROYECTO HACIENDO ESCUELA.
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PROYECTO HACIENDO ESCUELA.
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PROYECTO HACIENDO ESCUELA.
En la corte no se habló el resto del día de otra cosa que de la fiesta, pero la
preocupación de todos era a bellísima joven desconocida.
Llegó el día siguiente y todo el mundo se trasladó a las carreras.
Una vez que la corderita se encontró sola, volvió al campo y al pie del espino,
pidió a la varillita que la transformara en mujer, vestida con traje de color de la luna
y las estrellas y la condujese a la fiesta en una carroza de oro, arrastrada por tres
parejas de caballos y servida por seis pajes negros. Y al punto todo se hizo como
ella había pedido. Dejó la piel de cordero colgada de una rama del espino, subió al
carruaje y se fue a las fiestas.
A su entrada, la atención de la multitud es concentró en ella, y si hermosa la
habían encontrado el día anterior, más hermosa aún la encontraron en este día. El
príncipe, todavía más enamorado, fue a colocarse inmediatamente a su lado y allí
estuvo conversando con ella hasta el momento en que la joven se levantó para
retirarse.
El otro día era el último de las carreras. La afluencia de gente fue mayor. Puede
decirse que toda la ciudad se había trasladado a presenciarlas.
A la misma hora que los días anteriores, llegó la joven en una carroza de
diamantes, arrastrada por cuatro parejas de caballos y servida por doce negros.
Su traje tenía colores de la luna, de las estrellas y del sol naciente. Si linda la
habían encontrado las otras dos veces, más linda la hallaron esta vez. Todos los
ojos estaban clavados en ella y de los labios de la muchedumbre no salían sino
alabanzas en su honor. Apenas la divisó el príncipe fue a sentarse a su al lado a
cortejarla. Cuando estaba hablándole con más entusiasmo, llegó la reina y el
príncipe tuvo que abandonar su asiento por un momento. A su regreso se
encontró con que estaba vacío el lugar que ocupaba la niña.
Se acabaron las fiestas y nadie la volvió a ver.
El príncipe se puso muy triste y languidecía rápidamente. Los médicos nada
pudieron para curar su mal y los reyes lloraban la próxima muerte de su único hijo.
Un día, cuando ya se había perdido toda esperanza de salvación, dijo la corderita
a la reina:
- Mamá, ¿quiere que vaya yo a cuidar al enfermo? ¡Quién sabe si pueda
sanarlo!
¡Qué se perdía con que fuese! La reina consintió y ella misma condujo a la
corderita a las habitaciones del enfermo. Apenas se retiró la reina, la corderita
pidió muy quedito a la varillita que la convirtiera en mujer, ataviada con el mismo
traje con que se había presentado a las carreras, y una vez transformada, se
acercó a la cama del enfermo y lo llamó dulcemente. El príncipe abrió los ojos y a
la vista de su amada sintió que le volvía la vida.
Tres horas conversaron alegremente y al terminar este tiempo tornó a convertirse
en a habitación en la huachita cordera.
El príncipe hizo llamar a los reyes y les dijo:
- Padre, la corderita me ha sanado. Me siento perfectamente bien y es
preciso que me dejen casarme con ella.
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PROYECTO HACIENDO ESCUELA.