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Sinopsis
Soy Dahlia Rossi, extraordinaria entrenadora de citas. Sé cómo
conseguirte el hombre de tus sueños. Sigue mis reglas, y conocerás al amor
de tu vida y tendrás una hermosa boda en la Polinesia Francesa. De acuerdo,
eso último sucedió solo una vez. Pero mis reglas funcionan todo el tiempo.
Lo garantizo.
1. El hombre hace el primer movimiento. ¿Parece injusto? La vida es
injusta.
2. Nunca tengas sexo en la primera cita. No, ni siquiera oral. Y las
manos sobre la mesa, por favor.
3. Juega duro a ganar, pero no lo hagas demasiado duro.
Reglas sólidas, ¿verdad? Pensé que lo eran. Pero luego conocí a Jack
Carraway, un increíblemente sexy multimillonario frustrantemente
impredecible, y las rompí todas. Por todos lados. En un ascensor. En un
balcón. Debajo de una glorieta, de todos los lugares.
Ya sea que me guste o no (alerta de spoiler: ¡me gusta!), Jack me está
llevando a una aventura loca y estamos escribiendo un nuevo conjunto de
reglas. Por ejemplo, siempre reserva tus trajes de Harry Potter a juego con
una semana de anticipación; luchar contra cisnes no es tan fácil como parece;
y a veces, el hombre de tus sueños aparece en el lugar más improbable y tiene
un gran… bote.
Después de años de ver a las parejas encontrar el amor, puede que sea
mi turno. ¿Pero este playboy espontáneo será real, o simplemente un desvío
divertido en torno a mi vida predecible? Todo este tiempo he estado
siguiendo mis propias reglas y yendo a dormir sola, sin nada más que mi
segundo trozo de pastel de princesa para hacerme compañía.
Pero cuanto más tiempo paso con Jack, más aprendo que las reglas…
están destinadas a romperse.
Índice
Sinopsis
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
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Créditos
Notas
1
Dahlia
Traducido por Masi
Corregido por Vickyra

Los libros son sexys. Puedes lanzarme todas las cenas de champán, los
paseos en limusina y los trajes de Armani bien cortados y ceñidos que te
gusten, y me gustaría que fuéramos claros, pero nada ofrece los mismos
placeres táctiles que los libros. ¿Crees que estoy bromeando? De ninguna
manera. Elije un libro, hojea las páginas y respira ese perfume innegable,
maravilloso y de empollón. Quítale la sobrecubierta y tendrás un volumen
muy travieso y desnudo al alcance de tu mano. Pero como cualquier buen
compañero, lo que está dentro es lo que cuenta. ¿Un buen libro? Lo mismo
que un buen hombre: nunca lo pierdas de vista y no dejes que tus amigos lo
tomen prestado a menos que quieras que las páginas vuelvan todas arrugadas
y que el perro las haya mordisqueado.
Esa metáfora se me escapó, pero mi punto se mantiene.
Entonces, cuando te digo que estoy sentada en la biblioteca pública,
esperando a mi cliente nueva con una taza humeante de té de hibisco y cereza
junto a mí y mi planificador de cuero negro extendido ante mí, soy una chica
feliz. Y cuando descubro que mi cliente nueva, una joven dulce con las
mejillas sonrosadas de treinta y dos años con unas gafas de Warby Parker y el
esmalte desconchado en las uñas, ¿es una bibliotecaria? Bueno, tengo que
ayudar a esta chica a encontrar la felicidad, en nombre de los amantes de los
libros de cualquier parte del mundo.
Eso es lo que hago. Soy experta profesional en citas, ayudando a
encontrar los felices para siempre durante los últimos diez años. Comencé en
Vassar durante mi último año, ya que conseguí que Dwayne Rees y Becky
Collins se juntaran en una romántica terraza afuera del jardín de rosas.
—¿Señorita Rossi? —pregunta la bibliotecaria, mientras se sienta
frente a mí, con las manos en su regazo. Está bien, es tímida. No hay
problema.
—Por favor, llámame Dahlia —le doy una sonrisa cálida, y se relaja de
inmediato. Es (reviso mis notas) Amy Jacobs, y estoy a punto de hacerla muy
feliz. Eso me hace feliz.
—Guau, ese es un nombre muy bonito. —Es totalmente sincera, lo que
derrite mi corazón de tipo A.
—Es lo que sucede cuando tienes un padre italiano-estadounidense y
una dama del sur por madre. —Es cierto. De mi padre, conseguí una cabeza
con una mata espesa de cabello negro y una disposición terca. De mamá, el
nombre y la fe inquebrantable en el amor eterno. Una combinación mortal,
eso seguro. Me alegra todos los días que mi padre se las arreglara para
disuadir a mamá del nombre de Magnolia cuando estuvo nueve horas en
trabajo de parto conmigo. Las drogas probablemente ayudaron a su caso.
Dahlia Rossi suena como una dama profesional; Magnolia Rossi suena como
un Martini.
Por supuesto, el inconveniente de una bella madre de Atlanta es que,
ahora que tengo más de treinta años, me está molestando mucho más sobre
mis felices para siempre. “Dahlia, ¿no sabes cuánto deseo ver a mis nietos?”,
puedo escucharla decir con un suave suspiro decoroso. Después me la
imagino parada en un porche antes de la guerra y agitando un pañuelo de
encaje en la brisa.
Mamá me dijo bruscamente que dejara de romantizar “Lo que el Viento
se llevó” a una edad temprana, pero las viejas costumbres son duras de
perder.
Bueno, volvamos a la realidad y a Amy Jacobs.
—Entonces, ¿cómo puedo ayudarte? —La observo girar una pulsera de
cuencas de color turquesa alrededor de su muñeca. Es una persona inquieta,
lo que significa que va a necesitar a alguien que la haga relajarse.
—Nunca antes he hecho algo así. —Se sonroja y saco mi alijo de
emergencia de arándanos cubiertos de chocolate, ofreciéndole uno. Algo en la
suave invitación del chocolate tiende a hacer que las mujeres se abran. Este
truco nunca falla. Amy toma un par felizmente, poniendo los ojos en blanco
ante su sabor. Me gusta una mujer que aprecia las cosas más finas y
azucaradas de la vida.
—Está bien. Cada vez que las personas acuden a mí, es porque todo lo
que han intentado hasta ahora no ha funcionado. Después de un poco de
tiempo conmigo, nunca tienen que volver al mundo de las citas. —No es que
las citas no sean o no puedan ser muy divertidas, pero personas diferentes
necesitan cosas diferentes. Llega un momento en que lo que la gente quiere
es establecerse. Los humanos necesitan estabilidad y previsibilidad para
sentirse seguros, y eso se extiende al romance.
Todavía no he llegado a ese punto, pero lo reconozco en otros.
Amy asiente, termina su chocolate y dice:
—Hay un chico que viene a la biblioteca. Por lo general, suelo estar
escondida dentro, pero un día salí para ayudarlo. Él está… bien. —Sus ojos
brillan. Esta es una mujer totalmente fascinada. Por muy divertido que sea,
una desea asegurarse que haya compatibilidad. Un romance torbellino con un
modelo de ropa interior no es malo, pero si eres Amy Jacobs y quieres algo
estable, es posible que no esté en las cartas.
—¿Cómo es? ¿Hablaste con él?
Ella asiente.
—Es un estudiante de doctorado en Columbia. Quiere ser psicólogo
clínico. —Suspira como si hubiera dicho la cosa más soñadora del mundo.
Entonces, ¿el equivalente intelectual de un modelo de ropa interior? Para
Amy, podemos trabajar con esto—. También es muy agradable. No esperaba
que fuera tan amable. Y la siguiente vez que vino por un libro, me preguntó
mi nombre. Ya que antes había sido muy gentil, supongo —dice esa última
línea y baja la mirada, su energía derrumbándose con ella. Recibo una lectura
al instante: al chico parece gustarle, ya que hizo todo lo posible por
preguntarle algo, pero Amy tiene mala autoestima. Piensa que la única razón
por la que un hombre podría estar interesado en ella sería para obtener algo.
Hay muchas mujeres gentiles que están acostumbradas a pensar así, y
eso me enoja. Bueno, vamos a arreglar las cosas, ahora mismo. Llámame La
Solucionadora de Problemas, solo que estoy bastante segura que ya era un
programa de televisión.
—Suena bien para mí. Parece que llamaste su atención. —La forma en
que su rostro se ilumina me hace sonreír.
—¿En serio? —La inquietud disminuye. Confianza, cariño. Solo
necesitas un poco.
—En serio. Entonces, esto es lo que vamos a hacer. —Deslizo hacia
ella un papel que he estado escribiendo mientras hablamos. Tiene algunas
reglas escritas—. Lo primero que vas a hacer es ir a comprarte una bonita
bomba de baño. Enciende algunas velas en casa, disfruta de un baño sensual
y siéntete cómoda en tu propia piel.
Amy se ríe. Dios, en realidad se ríe. Esta mujer es dulzura pura.
—Lo digo en serio. Sentirse bien consigo misma, con nuestra
feminidad y sentirnos sexy, hace toda la diferencia. Lo siguiente, ¿sabes
cuándo volverá?
—Él, es decir, Dan, siempre viene los sábados durante un par de horas.
Usa una de nuestras salas de lectura privadas. —Casi suspira cuando lo dice.
Sábado por la mañana. Perfecto. No tendrá tiempo para analizar y hacer
una segunda suposición y, en general, prepararse psicológicamente.
—Mañana cuando vengas a trabajar, ponte algo que sea apropiado pero
que te haga sentir hermosa. Arréglate el cabello. Ponte tu mejor maquillaje.
Si no te molestan, usa sandalias con tacón o algo así. Una blusa bonita y una
falda. Con lo que mejor te veas. El punto no es ser lo que él quiere sino hacer
que te veas deseable. —Cuando las mujeres se sienten seguras, lo proyectan
externamente. He visto a hombres que nunca darían ni una segunda mirada a
una chica determinada, y de repente, vuelven a mirar con los ojos muy
abiertos, para verla pasar después de una transformación mínima. La belleza
está en la mente tanto como en el cuerpo.
Amy está tomando notas, ¡Dios la bendiga!
—De acuerdo. ¿Y después?
—Cuando entre, entabla una conversación con él sobre lo que está
estudiando. Habla de ello. Aquí está la parte más importante: intenta que sea
él quien te invite a salir. —Esto es parte de mis Mandamientos para las Citas,
que es algo así como los Diez Mandamientos, excepto que está fotocopiado y
no está escrito en piedra. Además, en lugar de diez, son solo cuatro. Al
mismo tiempo, Dios no me los dio; de hecho, es probable que esté en algún
lugar tomando notas. Doy muy buenos consejos, ¿qué puedo decir?
Regla de cita número 1: El hombre hace el primer movimiento.
Admitiré que no estoy emocionada de que sea mi primer consejo, pero
es uno probado y verídico. Definitivamente, he visto a mujeres invitando a
hombres a salir y terminar acabando perfectamente bien, pero hay algo en el
método “tradicional” (con comillas muy marcadas) que tiende a funcionar
más a menudo. Reconozco los patrones de comportamiento de las personas
muy rápido, y la evidencia se acumula cuando se presta atención. Mamá
siempre dijo que era demasiado intuitiva para mi propio bien, normalmente
después de un par de chupitos de menta y escuchar los grandes éxitos de
Barry Manilow durante una hora.
No tengo idea del porqué de Barry Manilow, pero era otro patrón.
—¿Cómo consigo que él haga el primer movimiento? —Amy se
muerde el labio.
—Si está interesado en ti, y parece que lo está, lo hará. Si te ve lucir y
sentirte atractiva, y si estás interesada en él y disfrutas de la conversación,
querrá pasar más tiempo contigo. Menciona lo mucho que te gusta un bar
nuevo o restaurante, o cómo después te pasarás y te tomarás un café en tu
descanso y que hay una gran cafetería nueva que quieres probar. —En
general, las mujeres pueden salirse con la suya siendo un poco menos que
sutiles, especialmente si el chico es también un amante de los libros.
—Muy bien, y si Dan me invita a salir, ¿qué hago entonces?
—Bueno, ¿qué diría Jane Austen? —Siento que una pequeña charla
sobre un libro solo puede ser buena para una dama en su línea de trabajo. Y,
además, ¿a quién no le gusta un poco de romance de la Regencia en el día a
día?
—¿La Austen del principio o la del final? —Amy frunce el ceño, de
repente consumida por la tarea—. ¿Algo más a las lecciones aprendidas por
los personajes arquetípicos en Orgullo y Prejuicio o Sentido y Sensibilidad?
Quiero decir, ¿superar la falla de un personaje clave para convertirte en una
persona completa? ¿O en la línea de Persuasión, donde el viaje es aprender
de los errores del pasado?
Honestamente, estaba pensando más en Colin Firth saltando a un
estanque a modo infantil. Pero, bueno, es por eso que es la bibliotecaria y yo
llevo frutas cubiertas de chocolate conmigo a todos los sitios que voy.
—Lo que mejor te funcione. El punto es que Jane probablemente te
invitaría a tomar el té y te daría esta misma lista con las cuatro reglas de oro.
Regla de citas número 2: Asegúrate que el hombre pague en la primera
cita.
Regla de citas número 3: Nunca tengas relaciones sexuales en la
primera cita.
Regla de citas número 4: Hazte la difícil, pero no demasiado.
Lo sé, lo sé, algunas de estas parecen un poco anticuadas. Demándame,
pero funciona. Como dije, estoy hecha para ver patrones. Soy como una
vidente… de mini… patrones… en ese sentido. Pero a la gente le gusta jugar
según las reglas, así que en primer lugar es importante saber cuáles son las
reglas.
Tengo que reprimir un escalofrío, a medida que recuerdo haber vivido
la vida antes de tener un millón de reglas forjadas en hierro. Era un desastre,
literal y figurativamente. Cuando era más joven, el mundo y sus posibilidades
infinitas me emocionaban. Quería hacer de todo, estar en todas partes. Pero
ese entusiasmo desenfrenado, ese ¡SÍ! tatuado en mi frente (hablando en
sentido figurado, aunque una vez estuve muy cerca de hacerme un tatuaje
literal) tuvo algunas consecuencias desagradables. Mamá solía estar dentro y
fuera de la oficina del director, preocupada por mis calificaciones, mi
casillero desordenado, mi incapacidad para concentrarme. Me recetaron un
millón de píldoras diferentes, preocupados de que hubiera algo en realidad
malo en mí. Con la madurez y las suficientes lecciones difíciles en mi pasado,
tomé el asunto en mis propios tentáculos, me hice con un planificador diario
y me obligué a seguir las reglas en mi vida.
Ha funcionado desde entonces.
Amy les echa un vistazo a las notas, se muerde el labio y se vuelve a
mostrar inquieta. Oh, oh, esto es una pequeña sobrecarga de información. Le
ofrezco los arándanos, que funcionan.
—Mira, estas son cosas que debes tener en mente cuando estás en tu
primera cita. Tomándolas en cuenta, hay una amplia gama de cosas que
puedes hacer. —Como tomarse de las manos y besarse, pero nada de sexo
oral. Eso es bueno para cuando lleguen a las dos citas y media, como indica
mi libro. Además, si les gustan las mismas series de Marvel, puedes ahorrarte
esa media cita. Lo más probable es que si le gusta Jessica Jones, deberías
casarte con él y dar a luz a sus hijos.
Entonces mi teléfono comienza a zumbar, tocando la “muy” sutil
canción que mi amiga Chelsea programó, Raining Men. ¿Justo en el clavo?
Puedes apostarlo, pero a Chelsea realmente le gusta joderme. Es una de las
razones por las que la amo. Soy una jodida masoquista.
Además, hornea unos excelentes bollos de arándanos. No tendría “La
Tarde de Té con la Mejor Amiga” con nadie más.
Mierda, Raining Men es mi alarma, lo que significa que tenía que estar
en mi apartamento maquillándome y cambiándome hace cinco minutos.
Tengo un evento con otro cliente esta noche y llegar tarde establece un mal
precedente.
—¿Cómo te pago? —pregunta Amy cuando empiezo a guardar mis
libros y papeles en mi bolso, verdaderamente, inmenso. Estoy bastante segura
que podría meter un bebé y un Golden retriever en el interior si alguna vez
quisiera intentarlo. Si me convierto en mamá, lo tendré en cuenta.
—La primera consulta es siempre gratuita. Empiezas a pagarme una
vez que él te pide que salgan. —Le guiño un ojo mientras coloco el asa de mi
bolso al hombro—. Podemos arreglar eso mañana.
—¿En serio crees que me lo pedirá mañana? —El pánico se extiende
por su rostro—. ¿Y si no lo hace?
—Eso te dará una semana para perfeccionar tu baño sensual y tu
fabulosa rutina de conjuntos. —Conozco al tipo de Amy, y he trabajado con
eso antes. Piensa que, porque las cosas no han funcionado hasta ahora, nunca
lo harán. Por lo tanto, cualquier paso adelante es solo otro recordatorio de
cómo lo arruinará. Esta parte del proceso se trata tanto de volver a hacer que
se sienta segura como de conseguir que él diga y haga todas las cosas
correctas.
Y hablando de las cosas correctas, lo correcto para mí en este momento
incluirá conseguir un Uber y hundirme en la parte posterior mientras despega
a gran velocidad. Finalmente, tengo la oportunidad de vivir todos mis sueños
de películas de serie B de una persecución de autos. Hay unos cinco de ellos.
Me despido y le deseo buena suerte a Amy, luego salgo corriendo de la
biblioteca. El Centro Anderson para el Desarrollo Infantil va a dar una
llamativa cena esta noche, y mi cliente necesita, bueno, llamar la atención.
Lo que hará. Después de todo , tengo todos los pasos planeados.
2
Jack
Traducido por Brisamar58
Corregido por Vickyra

Adivina esto: si un hombre practica windsurf en Los Ángeles, y tiene


que estar en Nueva York en cinco horas para conseguir un beneficio, ¿qué tan
rápido debería regresar su trasero a tierra firme y meterse en un esmoquin?
Respuesta: Cuando le plazca, ya que tiene un jet privado que podría
hacer que el tiempo de vuelo transatlántico del Concorde parezca
conservador. El avión es un prototipo, por supuesto, la primera incursión de
mi empresa en el transporte aéreo. Vuela como un sueño. El objetivo es
conseguir que todo el mundo navegue por el gran cielo azul en Carraway Jet
Airways, para que puedan llegar de Nueva York a Seúl en menos de dos
horas. Por un tiempo, quise llamarlo Carrairway, pero decirlo en voz alta
sonaba como estar borracho. Lo cual, si trabajas en viajes aéreos, es una mala
idea. Mis aviones abrirán la vida de las personas, y no solo los súper ricos;
pronto, incluso la gente de clase económica podrá encontrar viajes rápidos,
convenientes y económicos. Elon Musk está desesperado por mi tecnología.
Consideraré dejarlo entrar en la planta baja si promete que puedo ser el
primer hombre en Marte. Hasta ahora, todavía estoy esperando escuchar eso,
pero creo que está tentado.
Me apoyo en el viento mientras mi vela se mueve hacia afuera. El sol
de la tarde sigue estando alto, y las olas son de color azul cerúleo y blancas
por arriba. El paraíso del rocío del océano en la parte posterior de mis
pantorrillas, cuando me doy la vuelta y vuelvo hacia la casa. Maldita sea,
pero me encantaría pasar el resto del día aquí, el sol en mi espalda y una
manada de delfines siendo idiotas adorables junto a mi tabla. Pero le prometí
al Anderson Center que aparecería, y como me están otorgando un premio
por financiar estudios sobre el autismo en la primera infancia, sería una
jugada de mierda no presentarse.
Podría hacer una broma acerca de que soy un idiota adorable para la
junta de Anderson, pero no soy adorable. Los delfines lo son, pero los
delfines son malos multimillonarios. Triste pero cierto.
Vuelvo hacia la playa, las olas rompiendo en la orilla y formando
espuma alrededor de mis tobillos mientras uno de mis muchachos corre para
llevarse el equipo. Aunque me encanta oler como el océano, tengo la
sensación de que Nueva York es menos tolerante a la combinación de
salmuera y ropa formal que LA. Además, no les gusta cuando encuentran
arena en sus eventos de gala. Otra razón por la que la costa este es demasiado
tensa para mí.
Significa que sería mejor ducharme antes del jet. Además, será mejor
que me ponga la ropa en algún lugar entre esos dos pasos.
La puerta se abre con un silbido cuando entro en la sala de estar. Tengo
un poco de tecnología de ciencia ficción como Iron Man en la casa de
Malibú, y estoy muy orgulloso de ello. La mayoría de los niños nerds con una
gran cantidad de cómics de Marvel no terminan en la lista de Forbes Más
Poderosos Menores de 35, pero cuando lo hacen, se aprovechan de ello. Todo
el muro occidental no es más que ventanas, el océano se extendía ante mí en
una extensión azul brillante. El piso de madera se siente frío bajo mis pies
mientras me desplazo hacia adentro, secándome el cabello. Y Liv Okamoto,
quien dirige mi oficina de Santa Mónica, está parada en el centro de la sala de
estar. Es una mujer del tipo sin tonterías, con una impecable melena corta de
cabello negro y una expresión helada. Con Liv, es frío o congelante; frío
significa que le gustas
Es bueno que le gustes a alguien, sobre todo a los mejores. Y Liv es la
mejor. Pago buen dinero por eso.
—¿No se supone que debes estar de permiso? ¿Karen todavía no ha
tenido los bebés? —La esposa de Liv estuvo a punto de entrar en labor de
parto con gemelos por aparentemente desde hace una eternidad. Se ha vuelto
tan enorme que las lunas comienzan a orbitarla. Liv solo me entrega una
funda de papeles mientras me dirijo a las escaleras sinuosas.
—Está molesta. Me estoy perdiendo las clases de Lamaze para atar
todos tus cabos sueltos. —Arquea una ceja—. Así que mejor te agradezco
que me des una excusa. Odio esas malditas clases.
—El gusto es mío. ¿Este es mi discurso sincero? —Todavía no lo había
visto hasta ahora. Es tan limpio y educado como puede serlo. Cuando se trata
de fundaciones y organizaciones benéficas de la vieja escuela de Nueva York,
quieren que suene un poco vacío y profesional. Puedo hacer esto último con
creces; nunca me acostumbré a lo primero.
—Lo entregarás con una sobriedad conmovedora —señala Liv—.
Estoy segura que será un placer para todos los que lo escuchen.
Se escapa con el descaro porque es la mejor que tengo, y porque ha
estado conmigo desde que salí del MIT y buscaba un asistente ejecutivo en
Craigslist. Dato curioso: originalmente respondió porque confundió sus
anuncios y pensó que estaba vendiendo un sofá.
Mientras miro mi discurso, mi teléfono vibra sobre la mesa. Lo tomo, y
sonrío cuando veo el FaceTime entrante.
—¿Otra chica? —chasquea Liv—. Por favor, dime que esta no es muy
joven.
—Muy joven, pero esta es especial. —Apreté a aceptar y me encuentro
cara a cara con una niña radiante de ocho años—. Ahí está. Hola, Gabby.
—¡Tío Jaaaaack! —Todo es entusiasmo prolongado con esta niña.
Lleva puesto un sombrero de hechicero púrpura puntiagudo, unas enormes
gafas de montura negra y está agitando una varita como si estuviera
intentando quitarle la vista a alguien. Y viendo que su hermano menor,
Georgy, me sonríe desde la derecha, tal vez no esté tan lejos—.
¡Expelliarmus! —grita a Georgy, que gorgotea en respuesta.
—¿Todavía intentas hacerlo desaparecer? —Me acomodo en el borde
de la mesa de café de madera. Sé que estoy ensuciándome, pero esto vale la
pena.
—No, expelliarmus es lanzarlo al otro lado de la habitación. —Lo
intenta de nuevo. Amor de hermanos, amigos. No se puede vencer. Gabby se
metió de lleno en los libros de Harry Potter la Navidad pasada, y desde
entonces, han sido los juguetes, juegos y disfraces de Hogwarts y Gryffindor
sin parar.
—¿Dónde está tu papá? —Mi hermano, Pete, tiene a los niños este fin
de semana. Finalmente logró quitárselos durante unos días a Evelyn, su futura
ex. Honestamente, me sorprende que tengan tiempo para llamarme.
Demonios, se supone que están en Disneyland…
La cara y la varita de Gabby caen.
—Papá no pudo venir —dice.
Ahora sé por un maldito hecho que es una mentira. Pete literalmente
subiría a gatas un volcán para tener un fin de semana completo con sus hijos.
—¿Está mamá? —Necesito mantener un tono civilizado. Y luego,
boom, hablando del diablo que lleva Chanel, alguien levanta el teléfono y me
mira.
—Jack. —Evelyn ha terminado bastante bien. Probablemente
preparándose para una noche con el imbécil por el que dejó a mi hermano. Lo
creas o no, no la estoy juzgando… quiero decir, lo estoy, pero no por las
razones que piensas. Ningún extraño sabe lo que sucede en un matrimonio
entre dos personas, después de todo. ¿Pero dejarlo al margen de los niños?
Eso es algo que sé a ciencia cierta qué Pete no se merece.
—¿Dónde está Pete? —No refunfuñé esa parte. Bueno para mí.
—No viene, y no es tu problema. Adiós. —Luego cuelga la llamada
antes de que tenga la oportunidad de despedirme de los niños. Coloqué el
teléfono, resistiendo a duras penas la tentación de volver al océano y golpear
a un tiburón en la cara.
—¿Quieres que llame al abogado? —Liv suena suave, lo cual no es
natural. Solo puedo asentir, y subir las escaleras. Primero, necesito ponerme
en contacto con Pete. Luego, necesito esa maldita ducha y un cambio de ropa.
Incluso con el jet hipersónico, ahora no tengo mucho margen. Si no tuviera
que dar ese discurso, ni siquiera iría.
Al menos puedo ayudar a Pete con el abogado. Pero incluso con miles
de millones, apesta darse cuenta que hay algunas cosas que el dinero no
puede arreglar.
No estoy de muy buen humor cuando por fin llego a la gala,
enderezando mis puños e intentando sonreír cuando las luces se enfocan en
mi cara en la alfombra roja. Muchas de las viejas fortunas de Nueva York
aparecen en estas cosas; las mujeres que usan tantos diamantes pueden
cegarte si entran en la luz en el ángulo correcto. Los miembros de la junta son
todos mayores de sesenta y cinco años en este punto. Si quieren que el
espíritu filantrópico sobreviva, necesitan gente como yo. La verdad es que
estoy feliz de intervenir y ayudar.
Luego estamos dentro, aunque me retiran del escenario rápidamente.
Está el presidente de la junta en el podio, agradeciendo a todos por
presentarse y comprar una placa de diez mil dólares. Maldita sea, la lubina
chilena debería ser excepcional.
Repaso el discurso otra vez.
—Es con profundo honor y humildad que acepto este premio esta
noche. El futuro pertenece a nuestros hijos, y ese futuro se hace más brillante
por los generosos clientes del Centro Anderson.
Maldita sea, puedo sentir que me quedo dormido mientras leo. Pero el
aplauso comienza, lo que significa que es hora de dejarme el trasero. El
presidente, un hombre de no más de noventa años, me saluda mientras las
luces están calientes y los rostros ante mí son invisibles. Es extraño que una
luz brillante haga que toda la oscuridad parezca mucho más presente.
Ahora estoy en el podio, golpeteando mi discurso contra él. La multitud
se tranquiliza, y empiezo con mi discurso. Puedo sentirlos a todos
acomodándose en una especie de aburrimiento cortés. Guapo joven (por
omisión), multimillonario, con un traje de Armani con un premio por ayudar
a niños con necesidades especiales. Podría subir allí, no decir nada durante
cinco minutos, dirigirme al bar y me dirían que fue un discurso fenomenal.
Así que me detengo. Puse frenos a la tontería sin sentido, complaciente,
y deslizo el discurso de nuevo en mi bolsillo. Lo siento, Liv. Sé que están
transmitiendo esto en vivo, así que estoy seguro que estás a punto de cagar un
ladrillo. Espero que hagan una clase de Lamaze para eso.
—Miren, señoras y señores, no estoy hecho para hablar en público. Los
imbéciles tecnológicos, no estamos hechos para eso. Si no se puede desarmar,
volver a armar y explotar, no vale la pena. —Un pequeño murmullo de risa
en esa. Oye, tal vez mi encanto a lo Tony Stark está funcionando—. Pero sí
sé una cosa: las familias también pueden explotar. —Intento no pensar en los
niños y en Pete—. Cuando una familia tiene un hijo con necesidades
especiales, esa familia puede convertirse en una bomba de tiempo. El noventa
por ciento de los matrimonios con niños con necesidades especiales terminan
en divorcio, porque no hay ayuda o, a menudo, esperanza para ellos.
»Gracias al Centro Anderson, ese ya no es el caso. He sido
un donante principal, financiando la nueva investigación sobre
los patrones de desarrollo de los niños en el espectro.
Honestamente puedo decir que es el trabajo más satisfactorio
en el que he participado, y estoy triste porque soy el tipo que
escribe los cheques. —Frunzo el ceño; a la mierda, estoy
llegando a sentir una emoción honesta—. Soy el imbécil que
escribe los cheques, pero de alguna manera soy el que ha sido
honrado esta noche. ¿Por qué? Porque tengo el dinero y las
conexiones, y me dicen que tengo unos pómulos excelentes.
Demonios, cualquier superficie reflectante puede decirme eso.
Me veo bien en el boletín.
Pequeño murmullo de risa. Mierda, hablo en serio.
—Pero no soy yo quien trabaja horas extras en el hospital, tratando con
familias, explorando nuevas vías de investigación. No soy yo quien se hizo
cargo de una reducción salarial masiva y dejó una práctica cómoda para
mejorar la vida de los niños que se lo merecen. No soy el que dedica el
tiempo. —Levanto el premio junto a mí, que es una mancha de cristal amorfo
montada en una plataforma. Sin embargo, brilla bien—. Por lo tanto, aceptaré
este premio, pero solo en nombre de los médicos Amar Bharara y Stella
Bukowski, quienes están a la vanguardia de esta investigación. Están en la
audiencia esta noche y parece que quieren matarme ahora mismo.
Eso no es del todo cierto, pero Bharara y Bukowski están sentados en la
mesa justo frente a mí, cada uno con la apariencia de que se han tragado un
caracol. Pero, cuando el aplauso resuena y se levantan para hacer una
reverencia muy superficial, sus caras se relajan. Los presidentes y las mujeres
frente a mí tienen los labios tan fruncidos como sus culos deben estar ahora,
pero ¿y qué? Y, además, la multitud me ama. Mis ojos se han adaptado a las
duras luces del escenario, y miro un mar de caras encantadas. Incluso se
ponen de pie, animando a los médicos.
Todos están vitoreando, todos menos una cara en particular.
La veo mientras mis ojos exploran la habitación, y me congelo. Cabello
negro en un desordenado moño, zarcillos cayendo alrededor de su cara; ojos
oscuros; una boca suntuosa, con labios rojos, las esquinas se tensan con lo
que parece ser desaprobación.
Sus brazos están cruzados sobre lo que puedo decir son un par de
pechos de nocaut.
¿Estoy dando un discurso frente a la alta sociedad de Nueva York en el
maldito hotel Carlyle en este momento? Tengo la sensación de que debería
comportarme, pero quiero salir de este escenario e ir a hablar con esta mujer
entre la multitud. Hablar con ella, conocerla, luego, si todo va bien, llevarla
arriba y conocerla aún mejor.
Mi polla, damas y caballeros. Dejen que guíe el camino.
3
Dahlia
Traducido por Smile.8 y Olivia Vitale
Corregido por Disv

Bueno eso seguro que no era lo que cabría esperar de un discurso


filantrópico. No es que no estuviera contenta de que el billonario McGee allí
honrase a los médicos, honestamente, esa parte fue una de las mejores cosas
que había visto alguna vez. Sin embargo, se podía ver la frustración y la
sorpresa en los rostros de la junta. Ese discurso no seguía las reglas del juego,
y los dejó viéndose superficiales y desagradecidos.
Así que. Ventaja y desventaja. No puedo evitar fruncir el ceño.
Entonces el tipo, Jack Carraway, quien tengo que admitir se ve muy
delicioso, captura mi mirada mientras deja el escenario con su trofeo de
cristal. Después un sonrojo de… bueno, alguna cosa se apodera de mí. Sus
ojos son de un brillante azul; me encuentro conteniendo la respiración hasta
que finalmente sale del escenario. Parpadeando, me froto los ojos. Mierda,
espero que no me haya frotado el maquillaje. Eso es lo último que necesito
ahora.
—¡Dahlia! ¿Qué hago? —sisea mi cliente en mi oído.
Y de esa manera, vuelvo a la elegante sala de recepción del hotel
Carlyle, y al plato de cangrejo de diez mil dólares frente a mí. Ese debe ser el
cangrejo más caro de todos los tiempos, y es una muy buena cosa que mi
cliente esté pagando por él.
—¡Dahlia! ¿Cuándo voy a enrollarme con él? —sisea de nuevo. Su
cita, Gerald, entra en la conversación.
—Estoy… justo aquí —dice, sonando apropiadamente confundido.
Edith Montgomery, mi cliente, empuja el rostro de Gerald lejos con una
mano impecablemente cuidada. Edith es la heredera de una fortuna de la alta
sociedad. Piensa en un ático cerca de Gramercy Park y una casa para
vacacionar en los Hamptons que tiene capacidad para veinte personas. Por
desgracia, todo el dinero del mundo no puede comprar el amor,
especialmente cuando creciste como una hija única muy malcriada. Edith era
del tipo que no solo quería paseos en pony para su quinto cumpleaños, quería
montar un tigre de Bengala.
Y lo hizo. Hizo falta que murieran un par de entrenadores de animales,
pero lo hizo.
Al menos ella quiere encontrar una relación amorosa sólida ahora.
Gerald es un especialista en primates en el Zoológico del Bronx. Se
conocieron cuando Edith se metió en un incidente con un mono aullador,
Edith aparentemente no se dio cuenta que soplar besos al aire es el código en
lenguaje de mono para “tu mamá1” y el mono le empezó a tirar del cabello.
Después, el mono cogió un costoso collar de diamantes, herencia familiar y
otras cosas, y Edith se metió en el pozo para perseguir al bastardo. En
realidad, terminó bien. Edith adoptó a la pequeña criatura, y Gerald consiguió
su número de teléfono, tanto si quería como si no.
Estoy empezando a darme cuenta que Edith tiene demasiado interés en
zoología exótica, pero oye. Me pagan, y estoy comiendo cangrejo. Haremos
que sus excentricidades funcionen.
—¿Cuándo nos enrollaremos? Necesito planificar el futuro. No he visto
mi diafragma en mucho tiempo —dice Edith mucho más fuerte de lo que
debería
—¿Disculpa? —Gerald deja su rollito. Acerco a Edith hacia mí,
formando un grupo de solo chicas.
—La segunda cita es cuando te puede besar. Esa es la siguiente. Esta
noche, habla con él sobre su trabajo. Hazle preguntas. Tal vez dale otra
bebida.
Gerald está rápidamente bebiéndose un whisky, solo. Se ve bastante
nervioso. Demonios. Sé que Edith es sexy y todo eso, pero este pobre tipo va
a necesitar cierta seguridad de que las cosas son normales.
Entonces un mono sale de debajo de la mesa. Edith solo fue capaz de
conseguir un asiento para sir Reginald Buttersworth, sí, el mono aullador, que
le quitó el diamante de su tatarabuela, compró dos platos extras de diez mil
dólares para él. Uno para comer, otro para defecar. No me lo estoy
inventando. Ésta es mi vida.
Por supuesto, Gerald en realidad está feliz de ver a Reggie. El pequeño
trepa sobre el hombro del humano, y Gerald empieza a entregarle pedazos de
pan. Le doy un codazo a Edith.
—¿Mira eso? Ambos aman a los monos.
Su rostro se ilumina al verlos juntos. Oooh.
—Sí, lo hacemos.
—¡Genial! Pide unas bananas Foster y hablen. Recuerda, conversación
ligera y fácil en una primera cita. —Le doy una palmadita en su hombro y
doy un paso atrás cuando empieza a caminar hacia Gerald. Edith toma un
trozo de pan ofrecido por el zoólogo, y se lo da al mono. Ambos se ríen
mientras Reggie se lo come. Entonces… ahí está. Se sonríen el uno al otro, y
es la sonrisa cálida y genuina de dos personas que se lo están pasando bien.
Sir Reginald también sonríe, pero por lo general significa que está a
punto de atacar. Voy hacia la barra para darles un poco de espacio… y salir
de la zona de mordedura.
Dejo el salón de principal y me dirijo al vestíbulo alfombrado, donde el
camarero está trabajando a toda velocidad. La pared es un espejo pulido, con
velas encendidas a lo largo de la brillante barra de caoba. Ah, nada mejor que
el canto de sirena de una coctelera. Me lleva directo al tequila de mamá y a
las noches de tango. Cuanto más bebían, más ruidoso bailaban. Una vez, un
vecino llamó a la policía. De verdad, esos son los momentos que atesoras.
Deslizándome en un taburete, llamo al camarero.
—Un Martini sucio con vodka, por favor.
—¿Una mujer a la que le gustan las cosas sucias? Puedo apreciar eso
—dice un hombre mientras se acerca furtivamente a mi lado en el bar. Su voz
es baja, deliciosa, e inmediatamente reconocible. Acabo de escucharla en un
discurso que todavía tiene a la audiencia zumbando.
Eh, ¿una frase sucia? Dos pueden jugar a ese juego.
—Bueno, si me gustan las cosas —digo, girando en mi taburete para
enfrentarme a él. Entonces todo mi cuerpo se siente flojo, y juro que mi boca
se abre y mi lengua está a medio segundo de salirse.
He visto fotos de Jack Carraway antes. Está en un montón de revistas,
dado que es joven, atractivo, y ahora mismo, dueño de la mitad de Silicon
Valley. Además, de tener al menos al sesenta por ciento de la lista de chicas
jóvenes y esbeltas de Hollywood del brazo en varios puntos te pone de
buenas con la revista People. Así que sí, ya sé qué aspecto tiene.
No sabía lo bien que se veía hasta que estuve a dos metros de él.
Como he mencionado antes, sus ojos son de color azul pálido. Su
cabello rubio oscuro peinado hacia atrás está ingeniosamente un poco
revuelto. Solo lo suficiente para dar la impresión de que se dio una ducha
rápida en un avión privado y no le importa mucho que se vea así. Su traje
oscuro parece haber sido moldeado perfectamente a su cuerpo. Primero, qué
cuerpo. Segundo, sacarlo de ese traje debe ser jodidamente divertido. Todo
un reto…
Estoy babeando. Puedo sentirlo. Oh Dios, date la vuelta.
—¿Cosas? —pregunta mientras me giro, secándome con una servilleta
de papel, y luego mirándolo de nuevo, como si los últimos treinta segundos
no hubiesen sucedido.
—Cosas —declaro triunfalmente, poniendo mi monedero de satén
negro en la barra mientras llega mi bebida—. Me gustan las cosas —digo con
sensual confianza.
—He aprendido mucho de ti en un tiempo tan corto —dice con fresca
arrogancia. Me enojaría, excepto que me perdí con la palabra polla. Estoy
reiniciándome ahora, por favor espera.
—Y he aprendido mucho acerca de ti. Ese discurso fue muy revelador.
—Tomo un sorbo de mi Martini, y me las arreglo para no echármelo encima.
Estoy a tope esta noche.
—¿Oh? ¿Cuán magnánimo soy? ¿Cuán modesto? Qué amable de tu
parte.
De acuerdo, sexy-pero-arrogante-pero-sexy. Espera.
—¿Cuán grandilocuente? ¿Cuánto claramente te gusta apretar los
botones de la gente?
No sonríe, ni frunce el ceño, ni tiene ninguna reacción. Es frío,
tranquilo y enfocado. Mi piel se calienta con su mirada.
—¿Crees que esos doctores no se merecían ningún tipo de
reconocimiento?
—Por supuesto que sí. Esa parte fue impresionante. —Lo digo en serio,
y él lo sabe—. Pero como que tiraste a la junta bajo el autobús, ¿no?
Me fijo en mi bebida mientras él está en silencio. Ahí está. Lo he
enfadado, y ahora se irá y me dejará con mi glorioso alcohol. Justo como me
gusta. Síp. Estoy feliz con eso.
—Nunca tomo el autobús. De lo contrario, vería tu punto. —Sonríe
como un tiburón abrasadoramente sexy. Voy a necesitar más vodka para salir
de esto sin quemarme. Llamo con la mano al camarero—. Por favor. Yo me
encargo —dice Jack, desestimándome. Oh, ¿así que la mujer simplemente
debería echar su cabeza atrás y desmayarse ante la promesa de una bebida
gratuita? Creo que no, amigo.
—En realidad, yo me encargo. Puede que no tenga miles de millones,
pero puedo manejarlo. —Poniendo la barbilla en mi mano, sonrío—. ¿Qué
vas a tomar?
—Muy a cargo. —No logro saber en qué está pensando. Luego, la
pequeña, irresistible sonrisa—. Me gusta el desafío. Whisky escocés, puro.
—Confía en mí, soy muy desafiante. —Nadie sale con vida cuando es
la noche de Trivial Pursuit en mi casa. Le doy la orden al camarero, luego,
digo con bravuconería—: Póngalo en mi cuenta.
—Tú, eh, todavía no me has dado una tarjeta, y las bebidas son
cortesía. —El encargado del bar me hace un guiño pícaro, luego sigue
haciendo la bebida mientras mi rostro se calienta. Me refiero a hacer eso.
Totalmente. Además, ¿qué demonios estaba pensando? La segunda regla
establece muy claramente que el hombre paga en la primera cita.
Lo que, por supuesto es absurdo, porque esto no es una cita. Esto es una
no-cita. Y él ni siquiera es un hombre. Quiero decir, bueno, lo es.
Definitivamente, ciertamente, desde luego lo es… estoy babeando de nuevo.
El punto es, no es mi tipo de hombre. Nunca he encontrado al correcto, pero
sé exactamente cómo es: metro ochenta, cabello oscuro, probablemente
trabaje en administración o bienes raíces, lo suficientemente tradicionalista
para cumplir con todas mis pautas, pero también lo suficiente moderno para
aceptar que amo mi carrera. Querrá dos niños, un niño y una niña, tres perros,
y también querrá mudarse a Long Island para estar cerca de mi familia. Su
familia probablemente tendrá también que ser de Long Island.
Lo completé con gráficos y todo. No hay sorpresas aquí, damas y sexys
caballeros multimillonarios.
Además, los hombres como Jack Carraway no acuden a las mujeres en
los bares de los hoteles porque busquen asentarse. Probablemente me vea
como una aventura, una noche de sexo ardiente y caliente entrelazados en
sedosas sábanas de hotel, nuestros cuerpos brillando de sudor mientras nos
montamos al borde del éxtasis…
—No tienes familia en Long Island, ¿verdad? —le pregunto a
Carraway. Solo por curiosidad, por supuesto.
—No, pero si eso es un factor no negociable, puedo reubicar a la tía
Gertrude. De todos modos, se está cansando de Boca Raton.
Ja. Gracioso. Factor no negociable. Como si estuviéramos haciendo
algún tipo de trato aquí. El alcohol es la razón por la que estoy excitada,
motivo por el que necesito cruzar mis rodillas debido a la línea de calor que
se extiende por mi cuerpo hacia el "punto dulce", por así decirlo.
—¿Siempre trasladas a los parientes ancianos para obtener el número
de una mujer? —Tomo mi martini, observándolo por encima del borde de mi
copa. Toma un sorbo de su propio whisky, también mirándome. Es un
bebedor.
—¿Ahora las personas intercambian números? La tía Gertrude lo
llamaría pintoresco.
—Apuesto a que eres la desesperación de toda la familia.
—En realidad, no. Solo a los que he trasladado.
—Sabes a qué me refiero. Hombre de treinta y tantos insinuándose a
mujer sola en una recaudación de fondos. Incluso si eres rico, ese no es el
camino a algo duradero. —¿Por qué regaño a este hombre cuando una parte
de mí quiere comenzar a desnudarlo en vista de la subasta silenciosa? Tal vez
es porque quiero eso, tal vez por eso estoy intentando alejarlo. ¿No lo
sabrías? Parece que estoy fallando.
—La mayoría de las mujeres están felices de que me les insinúe, en una
recaudación de fondos u otra cosa. —Sus ojos parecen brillar. Es como
Daniel Craig en un encantador auto deportivo.
—No estás negando que te hayas insinuado a cualquier cosa en un
vestido de cóctel.
—Y no niegas que eres feliz por eso.
Su voz parece profundizarse con cada palabra, cada sílaba. Es el tipo de
voz que anuncia automóviles de lujo o algún tipo de colonia macho alfa.
Naked Sex®, perfecto para el hombre que vuela en Jet y le da un puñetazo al
que guste de su mujer como a él le gustan su martinis: agitado y lleno de
vodka.
Yo… necesito dejar de beber. Con ese pensamiento sabio, aparto mi
copa a medio terminar. Jack se inclina más cerca, pero no me toca. Conozco
esa postura: quiere que sepa que está interesado, pero no quiere tocarme sin
algún tipo de señal. También estoy interesada en algún tipo de señal. Esta
sería la oportunidad perfecta para levantarme y caminar de regreso para ver a
Edith, su cita y su mono.
En cambio, me giro en mi asiento para enfrentarlo y deslizo mi pie por
el costado de su pierna. Nada demasiado evidente, solo un pequeño toque y
listo. Pero esa es la señal, la que él había estado esperando y no puedo creer
que se la haya dado. Responde de inmediato, su mano derecha se mueve
hacia abajo para recorrer mi rodilla expuesta. Su toque es eléctrico, un rastro
de calor que se dispara de regreso a mi punto dulce anteriormente
mencionado. Mi lugar, que, por cierto, comienza a anunciar que tiene
necesidades. Necesidades que deben ser satisfechas esta noche, por este
hombre o el vibrador en casa. Y uno de estos sería mucho más divertido que
el otro.
—Mencionaste números antes. Ya que vivimos en una era tan moderna,
¿por qué no te doy los míos? —Me da esa sonrisa diabólica, su dedo aún
traza círculos sobre mi rodilla—. 782. La vista es asesina desde arriba.
Probablemente tiene una suite de lujo toda para él solo, y
probablemente odia que lo molesten. Mi ello se está volviendo loca, gritando
sobre sexo, sexo ahora, por favor. Mientras tanto, mi superyó presiona cada
botón de pánico que pueda encontrar, porque no es así como lo hacemos. Es
mi propia pequeña y extraña pareja freudiana haciendo vacilar a sus
malvados compañeros de habitación. Esta no soy yo. No tengo sexo
ocasional. No duermo con nadie en la primera cita, mucho menos con un
hombre que acabo de conocer, y especialmente no con un hombre que acabo
de conocer después de dejar a una mujer sola con un mono en la mesa.
Debería ver a Edith. En realidad, debería hacerlo.
En serio, no quiero.
Además, no he sido sincera conmigo misma sobre esto, pero… a veces
me siento un poco sola. Cuando vuelvo a mi apartamento algunas noches, me
quedo despierta y desearía tener a alguien a mi lado. Alguien con grandes
abdominales y destellantes ojos azules, preferiblemente, pero una mujer toma
lo que puede conseguir.
En este momento, podría conseguir mucho. Potencialmente. Tal vez.
Definitivamente.
—Has estado en silencio durante un minuto —susurra Jack. Hay un
pequeño pliegue de preocupación entre sus ojos. Oh, mierda. Me registré en
Fantasilandia. Lo hago a veces, y vuelvo armada con buenas ideas y un par
de hadas imaginarias. Dependiendo de cuán borracha y nerviosa esté, por
supuesto.
Lentamente, me pongo de pie. Jack se levanta también, quitando su
mano de mi rodilla. ¿Cree que estoy a punto de irme? ¿Debería? Creo que
debería.
Creo que "debería" puede permanecer abajo y pasar un rato con sir
Reginald Buttersworth por un tiempo. Tal vez limpiar su plato de caca de
diez mil dólares. Sí, esa es una verdadera oración, pensé.
—La vista es agradable, ¿no? —Doy lo que espero que sea una sonrisa
tímida, no una ebria descuidada. Por la forma en que su rostro se ilumina,
supongo que es la primera.
—Vista perfecta del río por la noche.
—¿Estamos cerca del río?
—¿Importa?
Me presiono contra él un poco, nuestras bocas están a unos centímetros
de distancia. Lentamente, su mano serpentea alrededor de mi cuerpo para
tocar mi cintura, y luego tal vez bajar a mi trasero. Me alejo, dándole una
probadita difícil de conseguir.
Por la forma en que cuadra su mandíbula, puedo decir que estoy
afectando al señor Carraway.
Entusiasmarme con Carraway sería una canción divertida para cantar
ebria en este momento, pero en aras de mantener la atracción sexual, voy a
omitirla.
—Dame cinco minutos. Necesito ver a una mujer sobre un mono. —
Cuando me voy, le oigo hacer un sonido inquisitivo. Bueno, no es nada del
otro mundo después de todo. Solo voy arriba para admirar la vista. Nada más
va a pasar.
Nada en absoluto.
4
Jack
Traducido por Brisamar58
Corregido por Disv

Nunca antes había besado a una mujer con labios tan llenos y sensuales.
Y esto es antes de que estemos en mi maldita habitación de hotel. Mientras
busco a tientas la llave de la habitación, me presiono contra ella mientras está
apoyada en la puerta. Cristo, sus tetas son perfectas. Tan pronto como la vi al
otro lado de la habitación, con ese brillo perverso en sus ojos, supe que sería
salvaje. Pero gime cuando paso una mano sobre sus tetas llenas, gime y mete
su lengua en mi boca. Dios, esta mujer es volcánica. Ella es simplemente…
ella…
Nunca conseguí su nombre, ¿verdad?
—¿Cuál es tu nombre? —le susurro al oído cuando mi tarjeta de acceso
finalmente se desliza correctamente sobre el asa y la luz verde se enciende.
—Dahl-yaaaaa —dice, con los ojos muy abiertos cuando la puerta se
abre y cae, aterrizando en la alfombra del vestíbulo. Mierda. Esto es lo que
sucede cuando presionas a una dama contra una puerta. Todo lo que se cierra
debe abrirse tarde o temprano.
Ingeniería, hombre. Así es como funcionan las cosas.
—Lo siento. —La levanto, como un maldito caballero. Incluso la ayudo
a limpiar su ropa, sacudirla… arrastro mis manos por ese espectacular
trasero. Dahlia, con una sonrisa, lanza sus brazos alrededor de mi cuello
mientras pateo la puerta para cerrarla.
—Me gusta un hombre que viene al rescate. Esa es la regla veintisiete:
solo salir con caballeros.
Parece tener muchas reglas. Normalmente eso me quita las ganas, pero
esta noche es la cosa más erótica que he escuchado. Dime tus reglas, nena.
Luego déjame romperlas, todas ellas. A menos que haya una regla acerca de
nunca involucrarse en el juego, porque estoy contigo en eso, en un mil por
ciento: solo di no.
—¿Hay alguna regla sobre los caballeros desnudos? —le susurro al
oído mientras desabrocho la parte de atrás de su vestido. Suspira un poco
mientras paso mis manos por su espalda, Dios, su piel es suave como el
terciopelo, y empiezo a jugar con el cierre de su sostén. Arquea su cuello,
inclinándose para susurrar en mi oído.
—Deberían, si es posible, ser sumamente atractivos.
—Puedo hacer mi propio argumento de venta, pero tú serás la jueza —
digo, finalmente, desenganchando el maldito sostén. Es negro y de encaje,
con un lazo blanco satinado en el centro. Sexy pero lindo: la definición de
Dahlia, diría yo. Cuando está de pie delante de mí, desnuda, excepto por sus
bragas y tacones, me pongo tan duro que podría explotar. Eso sería un gran
lío para limpiar.
Deja caer su cabello negro, alrededor de su rostro, sacudiéndolo de los
hombros. Sus tetas están llenas y perfectamente redondas, llenando mis
manos mientras la acaricio, le beso el cuello desnudo. Hace pequeños ruidos
jadeantes que me tienen a un segundo de arrancar mis malditas ropas a
medida, inclinándola sobre el escritorio y viviendo las fantasías más
primitivas que un hombre puede tener en una lujosa habitación de hotel. Eso
implica el servicio de habitaciones en algún momento, y el jabón de cortesía.
—Nunca actúo así —gime, mordisqueando mi oreja. Gruñendo, la
levanto y la llevo a la habitación a oscuras. La única luz ahora son las luces
de neón de la ciudad entrando por las ventanas. Está bañada por ellas, su
forma casi desnuda perfectamente delineada. Se quita los zapatos mientras se
sienta, tirando de mi cinturón. Me quito la chaqueta rápidamente, tirándola al
suelo.
—¿Nunca? Aprendes rápido. —Me saco la jodida corbata y la arrojo
también. Los dedos ágiles de Dahlia me han desabrochado el cinturón, y lo
quita. Luego, se sienta en la cama y comienza a desabotonar mi camisa. La
detengo allí, tomando sus muñecas y acercándola a mí. Sabe a vodka y
cerezas, y gime lo suficientemente bajo como para que tenga que estar dentro
de ella, ahora mismo.
—No me acuesto con hombres que acabo de conocer. —Muerde mi
labio, haciendo que mis instintos animales se eleven. Me dan ganas de
meterla en la cama, escucharla gemir de placer cuando me hunda en ella.
Dejarla que me sienta, dejarla jadeante mientras empiezo a montarla.
—Me alegra romper esa tradición. —Me quito la camisa y sus ojos se
abren. Sí, las sentadillas dieron sus frutos. Mi entrenador personal estaría
satisfecho en este momento… y tal vez grabando esto, porque es un
pervertido. Mientras Dahlia traza un camino de besos por mi pecho y pasa su
lengua por mi tetilla, Cristo, no puedo ponerme más duro de lo que ya estoy;
deslizo una mano por su cuerpo para sentir la humedad de sus bragas de seda.
Mierda, ya está mojada para mí. La toco contra la seda, sintiendo sus caderas
empujadas sutilmente hacia mí. Empujo la tela a un lado y paso mi dedo por
la costura húmeda de su vagina, y se mueve contra mí, un gemido bajo se
escapa de sus labios. Eso solo me está excitando más.
Creo que le gusta eso. Sé lo que hago.
Deslizo un dedo dentro de ella, sintiéndola apretarse. Dahlia apoya su
frente en mi hombro, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello mientras
encuentro un ritmo lento y constante. No quiero ir demasiado rápido. Sus
dientes rozan mi hombro mientras mi dedo se desliza dentro y fuera, dentro y
fuera. Mierda, me está mordiendo. Esta mujer es un animal, y estoy a punto
de pasar el punto de no retorno. Necesito follarla, ahora.
Con un movimiento rápido, la acuesto de nuevo en la cama y deslizo
sus bragas hacia abajo. Ahora está desnuda, completamente lista para mí. Se
levanta sobre sus codos, mirándome con esos ojos oscuros y líquidos. Solía
tener algo por las rubias, pero ahora mismo todo lo que puedo pensar es en lo
atractivas que son las morenas. Tal vez nunca vuelva a las de ese tipo.
—Me siento un poco más expuesta que tú. —Pasa su mirada hacia
abajo por mi cuerpo, aterrizando en mis pantalones, que todavía están con el
cierre arriba.
—Ser paciente es una cualidad sexy en una mujer. —Me inclino sobre
ella, atrapando sus labios en un beso. Su lengua golpea contra el interior de
mi boca.
—Ser complaciente es una cualidad maravillosa en un hombre. —
Levanta una ceja y sonríe. Mierda, ¿alguien dijo algo positivo acerca de la
paciencia? Estoy a punto de arrancarme los jodidos pantalones. Pero no.
Genial y sereno hijo de puta: así es como lo haremos.
—Voy a hacerte rogar por mí. —Tomo su teta llena, y provoco su
pezón con mi lengua, hasta que se pone duro y alcanza su punto máximo.
Dahlia se retuerce debajo de mí, jadeando cuando la muerdo, chupándole la
teta. Mientras cambio mi atención de uno al otro, deslizo mi mano hacia
abajo y vuelvo a tocar su clítoris. Me muevo en círculos lentos y lánguidos,
disfrutando cada vez que gime, mientras más fuerte empieza a gritar mi
nombre. Agarra la colcha, clavando sus uñas en ella.
—¿Qué quieres? —susurro mientras deslizo un dedo dentro de ella y
bombeo. Se empuja contra mi mano, desesperada por más.
—Quiero que me folles. Por favor. —Ahí está, mojada y suplicándome.
Justo como la quiero. Sus gemidos se vuelven más urgentes, y siento su
cuerpo tenso bajo mis manos y boca. Está al borde del clímax. Me deslizo
fuera de ella, me levanto y me desabrocho los pantalones. Se muerde el labio,
parece nerviosa por primera vez.
—Tú, eh, ¿tienes protección?
—Desde mis días como Boy scout. —Siempre preparado,
especialmente cuando tienes a una hermosa mujer desnuda en tu habitación
de un hotel cinco estrellas. Si eso fuera una insignia, el mundo estaría
rebosante de Eagle Scouts. Abro el cajón de la mesita de noche y saco un
condón. Es un requisito para cada vez que me hospedo en un hotel; conseguir
que el conserje introduzca unos cuantos. No es que tenga sexo con alguien
nuevo cada noche, a pesar de que lo parece, pero tengo más acción que el
hombre promedio. Es bueno dominar la situación.
O que alguien te domine. Preferiblemente desnudo. Vamos a llegar a
eso.
—Permíteme. —Dahlia se sienta mientras me quito el resto de la ropa,
mi erección muy contenta de conocerla. Rasgando el papel de aluminio, me
mira, esa luz oscura y provocadora en sus ojos. Antes de que saque el
condón, me lame, metiendo la punta en su pequeña boca caliente. Enrolla su
lengua alrededor de la cabeza, y toma todo el autocontrol que tengo para no
agarrar su cabello y comenzar a follar su boca. Es como terciopelo. El hecho
de que no me haya corrido en ese momento es un jodido milagro. Luego,
desenvuelve hábilmente el condón sobre mi eje, revistiéndome. Ya era hora,
porque no puedo soportar mucho más de esto. Necesito follar a esta mujer,
enterrarme dentro de ella cuando se corra gritando mi nombre.
Tengo un plan y me gusta atenerme a mis planes.
Dahlia jadea cuando la empujo de vuelta a la cama, mordiendo su labio
mientras sus ojos se abren de placer. Abre sus piernas, su mano bombeando
mi polla. Tomo sus manos y las coloco sobre su cabeza. Sonríe.
Por si acaso, presiono mi pulgar contra su clítoris. Su boca se abre de
par en par y empieza a temblar bajo mi mano. Cuando quito la presión justo
en el punto de inflexión, prácticamente sisea.
—Estoy tan cerca.
—Sé que lo estás. Pero planeo hacer que dure —le digo, colocándome
encima de ella. Lentamente, con la intención de hacerla rogar, deslizo mi
miembro arriba y abajo, a punto de hundirme en ella. Está tan mojada que mi
polla se desliza fácilmente. La atormento, casi, casi deslizándome dentro.
Dahlia me besa, su boca dura contra la mía. Me está haciendo saber que la
estoy haciendo enojar y a ella le encanta.
Entonces, por sorpresa, me entierro dentro de ella, llenándola
completamente. Jadea sorprendida, clavando sus uñas en mi espalda desnuda.
Mierda, nunca antes he encajado tan bien dentro de una mujer. Dahlia gime
cuando me hundo en toda mi longitud. Su coño se aprieta cuando me deslizo
lentamente, mientras trata de retenerme dentro. Empujo, y empujo de nuevo,
cada vez más fuerte, dejándome ir tan lejos como pueda. Mierda, ya puedo
sentir esa profunda y primitiva agitación, la necesidad de dejarme ir y entrar
dentro de ella. Aún no. Pronto, amigo. Ve despacio.
Dahlia envuelve sus piernas a mi alrededor, apretando su coño tanto
como puede. Jesús, nunca he sentido algo así. Su coño está resbaladizo, mi
miembro se desliza hacia adentro y hacia afuera mientras empujo más rápido,
y girando más profundo dentro de ella. Pasa sus dedos por mi espalda, mi piel
es tan sensible a su toque que se siente jodidamente orgásmico. La beso con
fuerza, mi lengua explorándola. Cierra los ojos, su frente arrugándose cuando
me alejo y la follo, la cabalgo. Sus tetas rebotan cuando bombeo tan rápido
como puedo, y me encuentra en cada embestida, moviendo sus caderas para
coincidir con mi ritmo. Mi aliento viene en jadeos cortos. Estoy a punto de
llegar al clímax.
No quiero que termine, pero tengo que correrme. Necesito ver a Dahlia
correrse, gritando mi nombre. Nada más me satisfará.
—Grita para mí —digo entre dientes, perdiéndome en la sensación. Sus
caderas se balancean, y desliza una mano por su cuerpo, tocándose donde nos
unimos.
—Jack —susurra, repitiendo mi nombre una y otra vez—. Mierda. No
te detengas. Voy a correrme.
Bajo la mano y sustituyo su mano por la mía, tocando ligeramente su
palpitante clítoris a ritmo de mis embestidas. Ese es el truco, porque jadea y
arquea la espalda, gimiendo bajito cuando me muevo más rápido. Entonces,
su vagina me aprieta fuertemente; sé que está a punto de explotar.
Dahlia se viene, todo su cuerpo temblando mientras el orgasmo la cubre
por completo. Es como mirar poesía en maldito movimiento. Tiene una mano
sosteniéndola firmemente en la cabecera, y su otra mano está pellizcando mi
tetilla, volviéndome loco. La presión se acumula en mi polla y detrás de mis
ojos, y mis caderas se sacuden cuando me corro dentro de ella. Gimo,
presionando mi rostro contra la colcha mientras salgo, finalmente
deteniéndome encima de ella. Así yacemos juntos, nuestros cuerpos húmedos
y brillando con sudor. Besa mi cuello, suspirando, su aliento un beso contra
mi piel. La miro, veo como se le cierran los párpados. Está cansada, agotada.
Mierda, creo que podría correrme de nuevo simplemente mirándola. La
beso de nuevo, luego me doy vuelta para recostarme junto a ella, mirando al
techo. Pone una mano sobre sus ojos.
—¿Cuál es la suma total de las reglas rotas esta noche? —pregunto. Se
ríe, poniendo una mano en su boca para cubrir el sonido. No sé por qué. Nada
es más sexy que la risa de una mujer.
—Aproximadamente cinco. Sin embargo, para ser justos, agregamos
una nueva. —Me mira, retirando un mechón de cabello negro de sus ojos—.
Regla cincuenta y siete: ten el mejor orgasmo de tu vida.
Cuando me inclino para besarla, para pasar mi mano sobre sus
increíbles tetas otra vez, no puedo sacar sus reglas de mi cabeza. También sé
que no podré olvidar sus ojos destellantes, su boca respondona, su risa, la
forma en que se sintió su mano sobre mi polla, la forma en que me sentí
dentro de ella.
Maldición. Esta mujer es un poco demasiado sensacional para verla
solo una vez.
5
Dahlia
Traducido por âmenoire y Smile.8
Corregido por ~Ángel'Grey

Cuando rompes todas las reglas en el libro, te sientes como una


hipócrita diciéndole a alguien más que se apegue a las reglas. Especialmente
cuando ese alguien es Amy Jacobs y, para empezar, está un poco nerviosa.
¿Qué se supone que le diga? “Sigue mi consejo para conseguir al hombre de
tus sueños, pero si no lo sigues podrías terminar con el mejor sexo de tu vida.
Sueña hasta que tus sueños te hagan venir”.
Siento como que susurraría algo sobre Chaucer y que no sabría qué
hacer consigo misma. La esposa de Bath, chicos. Era súper obscena. Muy
aplicable a esta situación.
Estoy de vuelta en la biblioteca, porque mis instintos asombrosos tenían
razón: Amy se arregló, coqueteó un poco con Dan y tienen una cita para esta
noche. En el nuevo, moderno gastropub en el East Village. Poseen todos los
embutidos y mezclas orgánicas y la cerveza artesanal que tu pequeño corazón
hípster pueda soportar. Amy revolotea de un lado a otro entre flotar en el aire
y desplomarse al temor existencial.
—¿Y si es aquí en donde se da cuenta que no hay nada lindo en mí?
¿Qué pasa si la cantidad de fracaso que soy se hace evidente? ¿Qué pasa si
estoy condenada para pasar el resto de mi vida con un gato?
—Consíguete un perro. —¡Cristo, eso salió mal de mi boca!—. Quiero
decir, los perros son mejor para la compañía y querrás tener uno. Un perro.
Para esa casa de Brooklyn con el pequeño y lindo patio que vas a tener
cuando te cases con Dan y juntos tengan hijos maravillosos. —¡La
positividad es buena! ¡Permanece positiva para tu cliente! ¡Tuve sexo salvaje
y con gritos en la primera no-cita! ¿Qué está pasando conmigo?
—Me gustan los corgis. —Amy brilla ante este tema de conversación.
Correcto. Bala esquivada.
—Y a ellos les encantarás. Así que. La primera cita. —Le muestro mi
planificador de piel negra, con prolijas viñetas en mi perfecta letra cursiva.
Siempre me he sentido orgullosa de mi escritura. Especialmente después de
que dejé de poner el punto de las i’s en forma de pequeños corazones—.
Recuerda, Dan paga. Si no lo hace, esa es una enorme bandera roja.
—¿Qué pasa si no paga, pero solo porque cree que es insultantemente
machista hacerlo? ¿Debería decirle que eso es lo que quiero? —Parpadea y
ajusta sus anteojos—. ¿Pagar por cosas es machista? Tumblr dice que sí, pero
Reddit dice que no.
Oh, Dios, ha estado en Internet. La peor idea de la vida. Nadie sabe lo
que está haciendo, pero seguro que aman hablar sobre ello.
—Si es el tipo correcto para ti, simplemente debería saberlo. —
Simplemente debería saber cómo hacer que te vengas lo más fuerte que has
hecho en tu vida, ¿por qué mi cerebro está haciendo esto?
—¿Eso no es pedirle que se convierta en un lector mental?
¿Esa sería la forma de hacerlo? Quiero decir, luego entenderá todas tus
fantasías sexuales, tus fetiches, tu número de seguridad social, tus tarjetas de
crédito…
Cuando tenga tiempo para alejarme de mi enloquecido monólogo
interno, podría buscar escribir una serie de espionaje romántico sobre
telépatas. Creo que saldría bien.
—Solo le estás pidiendo que sea un hombre responsable y humanitario.
Uno que también es súper atractivo y claramente ha tenido práctica.
Demasiada práctica. —Mi mente comienza a volar de nuevo. Ningún hombre
puede ser tan jodidamente bueno en el sexo sin conocer por completo a
demasiadas mujeres. Si revisaras la regla cuarenta y siete, claramente
establece que cualquier hombre que haya tenido más de diez compañeras
sexuales es alguien con quien hay que tener cuidado. Incluso incluí una
ecuación: si el número de conquistas sexuales del hombre es más que un
tercio de su edad, tienes a un mujeriego en tus manos. ¿Y quién quiere eso?
¿Quién quiere a alguien que conoce cada lugar que dé placer en el cuerpo de
una mujer?—. ¿Quién quiere eso? —Tomo a Amy de los hombros y la
sacudo.
—Entonces… otra vez ¿qué debería hacer en la cita? —dice con voz
estridente.
Dios, estoy dejando que esta neurosis se filtre por mi vida diaria. Con
mi estómago revolviéndose, me recuerdo que así es como siempre empezaba
todo cuando era una niña: la espontaneidad, los pensamientos dispersos, las
ideas incontrolables. Ese era un lugar aterrador para estar y al que no quería
regresar. Le pasé mi nueva hoja de papel. Tenía tres (benditas y maravillosas)
reglas nuevas en ella, ahora que tiene las Cuatro de Oro.
Regla 18: Si llega más de cinco minutos tarde, es un idiota, pero si llega
más de diez minutos antes, está demasiado nervioso y no puede planear bien.
Regla 20: Habla más de él de lo que tú hablas de ti misma. Esto hará
que esté más interesado en ti más adelante.
Regla 31: Spanx2.
Regla 49: Tú eliges el restaurante, pero deja que él ordene por ti en la
primera cita.
—¿Qué pasa si tengo alergia a algún alimento de los que elija? —
Arruga su nariz. Tal vez no le gusta la sugerencia del spanx. No es nada
personal. Le lanzo eso a cada mujer. Es importante.
—Sé honesta sobre eso. La honestidad es importante. —El romance es
todo acerca de la honestidad, mientras que te mantengas apegada a un
montón de directrices y nunca jamás duermas con alguien en la primera cita,
porque entonces te sentirás toda engañada más tarde.
Algunas veces me pregunto qué tan bueno realmente es mi consejo.
Amy está mordiendo su labio y jugueteando con su brazalete de cuentas de
madera. Cuentas de madera. Trajo las ligas mayores de cosas para juguetear.
—¿No podemos sentarnos y hablar y relajarnos y llegarnos a conocer el
uno al otro? —Su rostro se sonroja—. No quiero ser alguien que no soy.
Eso tira de mi corazón. Amy no debería tener que sentirse como si
tuviera que ser alguien nuevo para encontrar el amor… pero tiene que estar
preparada para cualquier cosa y la única manera de estar preparada es, lo
adivinaste, seguir las reglas. Aunque tal vez no las necesite a todas.
Rápidamente, tacho spanx fuera de la lista.
—Mira, seguiste mi consejo antes, ¿cierto? Te pidió salir, ¿cierto?
Amy me mira, solemne detrás de sus anteojos.
—Supongo que me sentía como una buena versión de mí entonces.
Ahora, estas me hacen sentir como que tengo que ser alguien completamente
diferente. ¿Cómo puedo gustarle a Dan si no conoce a mi verdadera yo?
Buena pregunta. ¿Cómo puede gustarle cualquiera de nosotras a Dan
cuando duermo con un multimillonario?
¿Qué estoy diciendo? Con un suspiro, tomo el papel, lo doblo y lo
guardo en mi bolso.
—Te diré algo. Intenta apegarte a las directrices esta noche, pero
improvisa conforme a la situación. Después de eso, veremos cómo te sentiste
y discutiremos como seguir adelante.
Amy se relaja visiblemente, incluso sonríe.
—Está bien. Puedo hacer eso.
De nuevo, mi corazón se contrae. Todo lo que quiero es que la gente
solitaria encuentre la felicidad. Seguro que eso paga las facturas, pero ¿no era
todo el objetivo de este negocio crear amor exitoso y duradero? ¿Para otras
personas? ¿No para mí misma? No con Jack Carraway, quien quiera que
escuchara algo tan absurdo, ¿por qué me estoy excitando junto a la sección de
no-ficción en este momento? Todo esto es desastrosamente incorrecto.
—¿Un consejo? Intenta un nuevo peinado. Es una señal visual para los
hombres. Dice que pusiste un esfuerzo adicional en tu apariencia, solo para
ellos.
Asiente.
—Eso tiene sentido.
Le pido que me envíe un mensaje de texto después de la cita, luego me
escabullo rápidamente fuera de la biblioteca, hacia el fresco día de verano en
Nueva York. Con eso me refiera a una ola de vapor de hot dog y fumarolas
de auto y humedad que me llega de golpe cuando salgo. Sudor
instantáneamente baja por mi espalda. Cierto. Solo hay una cosa por hacer en
momentos como este. Ir a mi panadería italiana favorita y tomarme una copa
de moscato mientras estoy ahí.
Entro en la perfecta tienda en Little Italy, mis zapatos repiqueteando en
las baldosas negras y blancas y el aroma de pan recién horneado y azúcar
cristalizada me envuelve. El señor Damico, el dueño, ondea su mano hacia mí
y me sonríe cuando me siento en una mesa junto a la ventana. No necesito
ordenar, saben lo que me gusta aquí. Una rebanada de pastel princesa tan
grande como mi cabeza, metida bajo un mazapán verde con algo de azúcar
espolvoreada en la parte superior, una copa de moscato y al menos cinco
minutos de la señora Damico diciéndome que estoy demasiado delgada. Me
encanta venir aquí porque se siente como si estuviera pasando el rato con la
familia de mi papá durante una hora o dos. Aunque los amo, algunas veces
poco se hace mucho tiempo.
Y sí, sé que el pastel princesa es algo sueco, pero la señora Damico
solía ser la señora Blomquist. Nueva York es una fabulosa olla de mezclas.
Mientras acomodan el tapete de encaje de papel blanco y me pasan mi
copa, siento mi teléfono vibrar en mi bolso. Ah, mamá y papá, me buscan por
FaceTime en el momento preciso. Contesto con una sonrisa y el rostro de
papá aparece en la pantalla de mi teléfono. Está sosteniendo la cámara
demasiado cerca y en el ángulo equivocado, como siempre, así que tengo una
profunda perspectiva del bosque de vello en su nariz. Una visión bastante
apetitosa antes de mi pastel.
—¡Bueno, hola, Dolly! —Papá está haciendo su mejor interpretación
de Louie Armstrong. Finalmente levanta su teléfono así puedo ver a mamá
parada detrás de él, saludando con su mano—. Es tu papá, Dolly.
A veces me pregunto si mi destino como asesora de citas fue sellada
cuando papá decidió que “Hello Dolly” fuera mi canción. Ese musical y yo
somos una pareja hecha en el cielo de los emparejamientos.
—Hola, nena —dice mamá, frotándose la frente—. Por favor, haz que
papá deje de cantar.
—¿Cómo está mi principessa bella? —pregunta papá. Agarra el control
remoto de televisión y señala hacia ella, silenciando lo que suena como un
partido de béisbol.
—Comer un poco de tarta princesa. —Sonrío al camarero mientras éste
me deja un plato de pastelería que pesa tanto como yo. Hombre, me
encantaría meter mi cara en esta belleza. Creciendo medio italiana, todas las
emociones se expresan mejor a través de los alimentos. Papá se ríe.
—¿No recibiste los cannoli? ¿Qué clase de niña eduqué? —Su voz se
eleva, lo que hace que se oiga a papá por todas partes. Finalmente se retiró de
su propio bufete de abogados, donde fue el bastardo más avispado en Long
Island durante treinta años. Es un tipo descarado y cínico que no tiene miedo
de maldecir o retar a una pelea en el estacionamiento. Por otro lado, también
mantiene mi habitación y las de mis hermanas como santuarios para nosotras,
y gritó cuando lady Sybil murió en Downton Abbey.
—Consiguió el buen gusto de mi lado, querido. —Suspira mamá,
finalmente, sacándole el teléfono a mi papá—. Dahlia. ¿Cómo están las
cosas?
—Fuerte y constante. Acabo de terminar la reunión con una clienta. —
Agarró un bocado de pastel y lo meto en mi boca. Obsérvame, madre.
Observa más de treinta años de perfección y azúcar.
—¿Y cómo va tu vida personal? ¿Va mejor? —Eleva esa ceja
perfectamente depilada. Mamá se ha empezado a preocupar más y más desde
que cumplí veinticinco y todavía estoy soltera. No es que piensa que no
puedo vivir mi vida sin un hombre, ella lleva su propio negocio fijo, así que
está bien con que las mujeres trabajen. Pero me recuerda, gentilmente,
siempre gentilmente, que el trabajo no es tan importante como la familia.
Lo que sí sé. Pero no puedo conformarme con algo que no es correcto,
¿no? especialmente cuando tuve el sexo más alucinante con… estás hablando
por teléfono con tus padres, Dahlia.
—Yo, eh, bueno, mi moscatel no se va a beber solo. —Tomo un sorbo
grande. Estoy segura que todo esto se ve muy saludable cercano al mediodía.
A veces necesito disfrutar. Todos lo necesitamos.
—Es solo que no quiero que seas infeliz. —Mamá está preparándose
para el discurso cuando yo tenía tu edad te tuve, y mientras que me gustaría
hablar sobre el reloj biológico y la implacable mano del destino y la soledad,
no tengo ganas en este momento en particular.
—Nunca estoy infeliz cuando como tarta.
—¿Qué tal sobre un pastel de boda?
—Vaya, ¿en serio has atacado con eso? estoy impresionada. Has
perdido dos puntos por la torpe entrega, pero aquí en la familia Rossi te
damos un sólido ocho por tu alcance. Fue muy impresionante.
—No seas tonta, Dolly. Mamá se merece un nueve por lo menos. —
Papá ha vuelto a encender el partido de béisbol, y ahora está jurando a
alguien, cualquiera. Ésa es su afición, gritar a los profesionales del deporte.
Todo el mundo necesita algo para llenar sus días. Mamá me da su mirada “te
amo, pero estoy preocupada” de nuevo. Bueno, lo siento mamá. No tuve el
encuentro lindo y fortuito que tuvieron ella y papá cuando él te dio con el
auto y tú le atacaste con un martillo. Tan divertido como es de representar en
las reuniones familiares, no creo en el destino. Creo en hacer que las cosas
sucedan.
Como ahora, cuando recibo un recordatorio en mi calendario digital
que dice que mi cita con Jack Carraway todavía está programada para
mañana a las quééééé.
—¿Nena que está mal? Has hecho un ruido. —Mamá se ve sorprendida
—. Como si alguien te hubiera sacado el aire.
—Voy a, ah, luego te llamo —digo.
—Si puedes esperar hasta la siguiente entrada, eso sería perfecto —
grita papá. Cuelgo y miro a esa notificación. Yo. Y Carraway. En una cita.
Cita. La palabra parpadea ante mí, como una cosa brillante de mil
millones de dólares y buen cabello.
¿Cuándo pasó eso? ¿Cómo?
Luego, en una neblina de remolino de martinis y endorfinas, lo vuelvo a
ver en mi cabeza. Nosotros, ah, simplemente nos desenredamos el uno del
otro. Estábamos acostados allí, todavía tomando aliento, y yo…
Yo. Le. Pedí. Para. Salir.
Pues eso. Jodí la regla de “nunca tengas sexo justo al conocer a
alguien”. Eché por la borda la regla de “haz que sea él quien te pida una cita”.
¿Por qué está Carraway haciendo esto, de todos modos? Obtuvo lo que quiso.
Jesús, quizás estaba intentando salvar mis sentimientos. Probablemente ni
siquiera tenga su número. Compruebo mi teléfono, y no. Nada de Carraway.
Nada de Jack. Justo cuando me estoy relajando. Siento un nudo formándose
en mi estómago. Compruebo mis registros una vez más, y sí. Ahí está.
McGee, multimillonario
Tentativamente, presiono “llamar” y escucho. Un tono. Dos. No lo va a
tomar. Esto parece demasiado desesperado.
—Señorita Rossi. ¿Cómo estás? —Suena cálido, encantador y relajado.
Rápido, cuelga, quema el teléfono, y nunca hables con él de nuevo. Plan
infalible.
—¿Todavía está en pie lo de mañana? Hola, por cierto. —Perfecto y
suave, Dahlia.
—Hola. Sí. —Hace una pausa. Entonces—. Quieres saber a dónde
vamos, ¿verdad?
—No mantuve registros meticulosos. Como he dicho, yo…
—Nunca haces este tipo de cosas, lo sé. —Entonces, su voz se volvió
incluso más baja y su tono más divertido—. Es una de las cosas que más me
gustó de ti.
Oh, ¿una de las cosas? ¿Y no todas esas cosas son mis tetas y yo
desnudándome en menos de veinte minutos? Ésa es una de las cosas más
agradables y extrañas que he oído nunca.
Me lo quedo.
—Bueno, me gusta eso de mí, también. Y de ti. Igualmente. ¿Dónde
dije que íbamos?
—¿Qué tal si yo te sorprendo? —No se ha alejado corriendo todavía, lo
que significa que o es remarcablemente persistente o alguien que le gusta
mucho el castigo—. De esa forma, es como si yo hubiera sugerido la cita. Sé
que está en tu lista de reglas.
—No te di una copia en impresal, ¿verdad?
—Está en mi escritorio mientras hablamos.
—¿No es bonito el papel Carlyle? —Me siento como entrar en la
cocina y pedirle a Damicos que termine misericordiosamente mi vida
horneándome dentro de su siguiente pastel.
—Es una cosa extraña de apreciar, pero sí. ¿El papel es muy, er,
cremoso?
—Mi madre tiene un negocio de papelería. Ella… no importa. Mañana.
¿Cena? —Me encuentro nerviosa mordiéndome los nudillos. No puede ser
que quiera ver a este hombre de nuevo, no después de saltarme todas mis
reglas y claramente mostrarle cuán poco dentro de las reglas está él. Eso no
es para nada sexy. Oh no. Todavía hace calor aquí, ¿o es el moscatel quien
habla?
—Haré que mi auto te recoja a las ocho.
—¿Necesitas mi dirección, o ya la tienes? No te di los estados de mis
cuentas bancarias, mientras estábamos desnudos, ¿verdad? —Las cosas que
preguntarías cuando no sales con multimillonarios.
—Podrías haber usado esta oportunidad para poner a prueba el nuevo
sistema de espionaje con drones que estoy desarrollando para el gobierno de
los Estados Unidos, pero claro. Darme tu dirección, también sirve.
Me rio un poco, después paro.
—Dado que vamos a hacer esto, lo que sea, hacia atrás, ¿te importa si
hago una pregunta? ¿Una honesta?
—Mientras que prefiero las deshonestas, haré una excepción en este
caso. —Ah, me está tomando el pelo, el bastardo. Empujo mis hombros hacia
atrás y empujo mis tetas adelante. Dos pueden jugar al juego del descarado,
señor.
—No pareces el tipo de hombre que vuelve a la escena del crimen.
—No considero salir con mujeres hermosas como ilegal, pero veo tu
punto. ¿Por qué iba, un multimillonario encantador y un poco excéntrico,
querer ver a una mujer después de…?
—Experimentar la “pequeña muerte” con ella, ya que estamos hablando
en la jerga del crimen. Sí, me lo pregunto. —Tomo un poco de moscatel,
porque así es cómo los adultos hacen este tipo de conversaciones.
—Bueno. —Para, y parece que está sonriendo—. Quizás porque no
puedo disfrutar de este tipo de conversaciones telefónicas tan a menudo. Me
divierte.
Oh, ¿te divierto? ¿Como un payaso? Prepárate para la entrada del
estereotipo estadounidense-italiano de Joe Pesci volviéndose loco en
Goodfellas3, excepto que esta vez él está sobre sus talones. Deja que esa
imagen horrible entre. De nada.
—Es agradable ser divertido, sobre todo en la cama. —Pongo mis ojos
en blanco, y Jack se pone nervioso.
—No hubo nada divertido en eso. —Su voz se vuelve torpe y sexy.
Apuesto a que sus ojos son de un azul ardiente, este es el tipo de voz para ese
tipo de mirada—. De hecho, me tomo esa parte muy en serio. —Mientras mi
cerebro se esfuerza por reiniciarse en búsqueda de una réplica ingeniosa,
especialmente dado que estoy seriamente encendida y poniéndome aún más,
él se ríe—. Hasta mañana, señorita Rossi.
—Adiós, Jack. —Ninguna formalidad aquí, amigo. Eso le hace reír, y
colgar. Empiezo a meter el pastel de princesa en mi boca, mi corazón se
acelera. Quizás tenga que ver con todo el azúcar que acabo de consumir, pero
suficiente sobre eso.
Tengo una cita con un multimillonario mañana por la noche, y me
preocupa estar tan excitada al respecto.
6
Dahlia
Traducido por Lyla
Corregido por ~Ángel'Grey

No hay nadie en el planeta Tierra que se adapte a las compras de


vestidos románticos que mi mejor amiga, Chelsea. Pero habíamos prometido
almorzar juntas, y entre las mariposas en mi estómago y la tonelada métrica
de pastel que empujé en mi garganta, no creo que esté en un gran lugar para
almorzar ahora mismo. Con lo que resulta que Chelsea está perfectamente
bien.
—He comenzado un tratamiento de herbología —me cuenta Chelsea
mientras nos dirigimos a Bloomingdale’s. Se ve tan apropiada en una tienda
departamental como Edward Scissorhands4 podría verse en un paisaje onírico
de Lisa Frank. A pesar de que son horas de oficina y ella está vestida para el
trabajo, aún se las arregla para salir con el esmalte de uñas de color púrpura
oscuro, el delineador de ojos extenso y las sandalias que un hombre santo
tibetano puede usar para escalar montañas. Chelsea en sus fines de semana es
algo más para contemplar. Le encantan los ponchos.
—Herbología, ¿eh? —Escaneo los estantes de ventas, buscando algo
elegante. Algo casual. Algo ajustado. Algo lindo. Así que, como, cinco
vestidos en uno. No es que esté pensando o preocupándome de reunirme con
el señor Jack Carraway para la cena, oh no. No, de ninguna manera. Quiero
entrar en el restaurante y mostrarle cuánto pensé no ponerme esto, con
zapatos a juego y tal vez un bolso y quizás un chal, porque podría hacer frío.
Podría hacer frío en esta cita que no me importa.
—Sí. —Chelsea saca una pesadilla de lunares con un treinta por ciento
de descuento—. Se supone que debo plantar remolacha en una pequeña
maceta de tierra y dejarla junto a mi ventana, donde el sol es más fuerte.
Entonces no como nada hasta que empiece a alucinar. Luego, desentierro un
poco de la raíz y la como, y pongo un poco de la tierra en mi agua para beber.
—Eso suena… completamente horrible. —Empiezo a sacar opciones
del estante: un vestido de cóctel negro sin tirantes, un modelo blanco de
encaje, uno amarillo con una falda esponjosa que probablemente me haga ver
como un ama de casa de los años cincuenta, pero ¿por qué no? Chelsea
también agarra opciones para mí, como la pesadilla de lunares, un vestido
cruzado con estampado de cebra y lo que podría ser una camisa muy larga
que no pretende ser un vestido en absoluto. Chelsea tiene un gusto fascinante,
pero no voy a herir sus sentimientos. Tendré que meterme en el de cebra para
que se sienta mejor. Después de todo, se está saltando su almuerzo… er, su
hora de remolacha en maceta para ayudarme. Eso es amor.
—Comer remolacha sucia es completamente horrible, pero es la forma
natural de lograr una vida más saludable —dice. Una señora de ventas se
acerca y observa nuestras selecciones muy diferentes con una sonrisa bien
practicada.
—Damas. ¿Puedo abrir un par de vestuarios para ustedes?
—Sólo uno —digo—. Soy la compradora. ¿A menos que quieras
probarte algo, Chels?
—Hmmm. —Entrecierra los ojos—. Supongo que no necesito hacer
ninguna compra. Y si cambio de opinión, no me importa verte desnuda.
Podemos compartir.
Bueno, ahí va, amigos. Mis padres expresaron mucha sorpresa cuando
volví de la universidad y les presenté a mi nueva mejor amiga, Chelsea
Adderson, la persona más extrovertida de Vassar. Y si conoces Vassar, eso en
realidad dice algo. Y sí, es posible que te preguntes cómo una chica muy
chapada a la antigua, con buenas calificaciones como yo, terminó siendo
amiga de una mujer con cabello con semi-rastas, dietas veganas y una carrera
en publicidad. La respuesta corta es: porque Chelsea cultivaba una especie de
marihuana muy potente en la universidad. La respuesta larga: los opuestos se
atraen. Ella es el yin crujiente de mi perra básica yang.
—Entonces que sea un probador, una posibilidad de verme sin ropa y
muchas gracias —le digo a la vendedora cada vez más desconcertada. Toma
nuestras selecciones muy diferentes y las lleva al área de probadores mientras
Chelsea y yo investigamos el lado del calzado. Tacones anchos, tacones
bajos, tacones aguja, ¿qué debe hacer una mujer en un momento como este?
¿Además de agotar su tarjeta de crédito al comprarlos todos?
—Este hombre te debe gustar mucho —reflexiona Chelsea mientras
trato de decidir entre unos zapatos de tacones anchos negros y unas sandalias
de cuero—. Nunca te había visto seleccionar impulsivamente un nuevo
atuendo así. Si decides depilarte mañana por la mañana, sabré que hablas en
serio.
Dilo un poco más fuerte, Chels. No creo que las dos mujeres de setenta
años sentadas enfrente te oyeran con suficiente claridad.
—¡No puedes decir eso tan fuerte! —digo, aunque tengo que evitar
reírme.
—¿Por qué? La industria de eliminar el vello corporal no deseado está
aumentando al mismo ritmo que el crecimiento del vello púbico natural está
disminuyendo. —Asiente sabiamente, casi para sí misma—. Hay una
correlación allí. Sí, la hay.
Les digo lo mucho que lo siento a las ancianas cuando se levantan y se
alejan, resoplando entre ellas. Poniendo los ojos en blanco, me coloco los
zapatos y me dirijo a las áreas de probadores. No puedo decidir sobre el
calzado hasta que sepa qué vestido me pondré. Si me voy a poner un vestido
en absoluto. Si Jack Carraway incluso garantiza ese tipo de planificación de
mi parte.
Lo cual creo que él hace, pero estoy intentando ser indiferente sobre
eso. Intentando y fallando.
—Para responder a tu tipo de pregunta, supongo que me gusta este
chico. Quiero decir, no es suficiente para comenzar a dejarme llevar —me
apresuro a agregar. No lo suficiente como para haber tenido sexo salvaje y
escandaloso, aunque un poco intoxicado. ¡Ja! Imagina vivir en un mundo en
el que no había hecho algo que se opusiera notablemente a mis propias
reglas. Qué situación tan desordenada sería esa.
—¿Vas a probarte el de cebra primero? —pregunta Chelsea cuando
llegamos a mi probador. Sus ojos consiguen que la chica se vea emocionada.
Está haciendo su mejor esfuerzo para ayudar. Mis entrañas se agitan, pero
sonrío y asiento.
—Claro que sí. Veamos cómo queda. —Tomo la cosa espumosa de
gasa rayada y me encierro en el vestuario. Mientras me quito la falda y la
blusa, maldigo en silencio a cualquier demonio que instala luces de tipo
industrial en los vestuarios. Honestamente, cualquier mujer que se enfrente a
esos espejos implacables con una iluminación tan poco favorecedora y salga
ilesa o es sobrehumana o es esa dama que interpreta a la Mujer Maravilla.
Primero es el de cebra, y sí, es una pesadilla total. Tengo muy, er,
amplios recursos en el departamento de pechos, y cualquier cosa como un
patrón tiende a hacerlos volar visualmente al doble de su tamaño habitual.
Podría estar pensando “oh, vamos, todos los hombres aman más las cosas
buenas”, pero en este caso, hace que una mujer comience a parecer “robusta”
en la forma en que la tía abuela Cathy de alguien es robusta. Lo que lo
descarta totalmente.
—¿Y bien? —Chelsea suena ansiosamente expectante, así que necesito
mostrarle. Afortunadamente, mis dos amigas están desbordándose, estirando
el material demasiado tenso. Sin embargo, la decepción en sus ojos es real—.
Estoy segura que hay un tamaño más grande —dice, ansiosa de nuevo. Oh,
Dios mío, no.
—Solo, ah, déjame probar algunos de los otros primero —digo, todavía
dándole mi mejor sonrisa de “Te amo a pesar de este vestido”. Así que eso es
lo que hacemos. Me pruebo el modelo pequeño de color negro sin tirantes
(demasiado apretado en la espalda), el conjunto blanco de encaje (aplasta las
tetas) y el que parece una carpa de circo hecha de fibras orgánicas, otra
contribución de Chelsea (solo… no).
En el medio de probarme vestido tras vestido y mirando las etiquetas de
precios y preguntándome por qué estoy haciendo algo de esto, recibo un
mensaje de texto de Amy.
¿Cuándo está bien tener relaciones sexuales?
Oh, por el amor de Dios. Haz lo que te digo, Amy, no seas como yo.
Con un brazo sobresaliendo de un traje rosa melocotón, rápidamente le
respondo el mensaje de texto.
Espera hasta la cita 5 al menos. De lo contrario serás demasiado
rápida.
Ahí. Enviado. Y, además, sé a ciencia cierta que Jack Carraway y yo no
debemos ser serios, ¿por qué debería preocuparme? ¿Por qué debería
importarme lo que él piensa de mí? ¿Por qué debería gastar cientos de dólares
en un vestido que podría usar solo una vez? No hay respuesta, digo, y no hay
lógica en este mundo.
Ahí. ¿Ves, Amy? No te vuelvas una lunática como yo. Efectivamente,
poco después de enviar el mensaje, recibo otro:
Pero, ¿y si él piensa que no estoy interesada?
De acuerdo, cuando llegue a casa necesito programar algunos talleres
de tensión sexual para Amy. Nada demasiado extremo, solo un poco de
entrenamiento útil para recordarle las maneras de mantener el interés de un
hombre sin moverse horizontalmente demasiado rápido. Mantener las rodillas
cerradas, pero un poco de muslo. Un toque ligero en su brazo es una manera
de mantenerlo excitado sin hacerle creer que quieres ir todo el camino. Ya
sabes, las pequeñas cosas que hacen o rompen una cita exitosa.
Además, besos. Un buen beso es muy importante, siempre y cuando no
empieces a meterle la lengua en la garganta y no le hagas pensar que el sexo
definitivamente está en pie.
—Tienes tantas reglas —dice Chelsea, ahora sentada con las piernas
cruzadas en el piso del vestidor y enviando estos mensajes a Amy por mí.
Estoy un poco ocupada en algo… concretamente, uno de esos vestidos de
cuello halter con varios moños en el lateral. Es una pesadilla meterme en él.
—Cuando estás en la búsqueda de algo duradero, necesitas reglas
básicas. ¿Recuerdas? ¿Nuestras clases de Jane Austen en la universidad?
—Siempre pensé que los estratos sociales de Austen estaban
confinados por formas opresivas y omnipresentes de vigilancia y dominación.
—Chelsea ahora se desplaza por mis correos electrónicos, buscando clientes
para responder. Lo juro por Dios, ¿soy la única mujer del siglo XXI que no
tiene una nueva versión posmoderna del señor Darcy?—. Sin embargo,
aprecio que la moda de la Regencia fue la única instancia en el siglo XIX
cuando las mujeres no tenían que usar corsés, pero los hombres sí.
—Espera. ¿Ellos sí? —La idea de que el señor Darcy se ponga un corsé
es… extrañamente excitante. Aunque si dichos corsés fueran similares a este
maldito vestido, me alegro de haberlos eliminado a todos. Finalmente,
liberándome del tafetán, miro las pilas de la masacre de colores llamativos a
mi alrededor, coloco mis manos en mis caderas y suspiro. Tal vez debería
simplemente dejarlo, guardar mi tarjeta de crédito y hacer algo sencillo para
mañana por la noche. Después de todo, no quiero que Jack piense que hice un
gran esfuerzo. Eso no es sexy en absoluto.
O tal vez es demasiado sexy, y eso es lo que temo.
—Déjame intentarlo una vez más. Luego tenemos que ir a buscar mi
remolacha. —Chelsea me devuelve el teléfono y sale corriendo de la
habitación antes de que pueda decir “espera, por favor, no quiero nada
forrado con corteza de árbol y/o lana de origen local”.
Boom. El teléfono vibra en mi mano, y veo que he recibido un mensaje
de Jack Carraway. Mi piel se calienta cuando veo la nota:
El conductor irá a las 7:30. Estate lista. J
Me muerdo el labio, me alegro de no llevar tacones, así no me tambaleo
y me inclino sobre un mar de tela. No me gusta que este hombre me haga
atravesar los estantes de Bloomingdale, buscando algo que usar que lo
atraiga; es demasiado como estar en la escuela secundaria de nuevo. Estos
nervios me recuerdan a la secundaria. Faltar a clases para “accidentalmente”
encontrarme con mi último enamoramiento. A bordo de un autobús de
Greyhound a Pensilvania para sorprender a mi novio mayor, de la
universidad. (La sorpresa es para ti, Dahlia, él se ha ido con una hermana de
hermandad rubia, y, por cierto, estás castigada durante un mes). Todo era
imprudente. Girando. Fuera de control. Lo juro, si encuentro un grano en mi
frente mañana por la mañana, cancelaré mis clases, volveré a la cama y
escucharé ese álbum de Hoobastank una y otra vez.
No. No, no volvamos tan lejos. Los comienzos de la década del 2000
fueron un momento oscuro para cualquiera que no estuviera muy enamorado
del rock emo y el new metal.
—¿Qué tal esto? —Chelsea irrumpe sin llamar. Estoy practicando mi
“es tan lindo, pero no creo que me quede bien” cuando… lo veo. Lo veo y me
enamoro perdidamente de él.
—Chels. —Suspiro, levantando el vestido de sus manos. Mi mandíbula
está a punto de golpear el suelo—. ¿Cómo supiste?
—Me pregunté a mí misma cuál podría ser el extremo opuesto a mi
propio gusto. —Sonríe con picardía, como el gato de Cheshire de venta al por
menor—. Me alegra que lo apruebes. Ahora. Tiempo de remolacha.
Lo que ella quiera, lo consigue. Porque Chelsea me acaba de regalar un
vestido espectacular. Bueno, señor Carraway, veamos cuánto le gusta este
modelo.
7
Jack
Traducido por Naomi Mora
Corregido por ~Ángel'Grey

Maldita sea, Dahlia tenía razón. Esta papelería de Carlyle está


excepcionalmente bien hecha. No piensas en el papel con tanta frecuencia, a
menos que estés en una segunda cita con una mujer increíblemente sexy.
Después puedes llegar al restaurante exactamente cinco minutos antes, para
no estar "demasiado desesperado" en sus propias palabras escritas con
elegancia.
Incluso colocó algunas “i” con corazones. Pequeños corazones
borrachos.
Estoy duro.
Mierda, mientras pienso en mi sumisión, no puedo evitar anticipar
volver a verla. No hay manera de que ella todavía pueda tener este tipo de
efecto en mí. Como ella dijo, este no es un comportamiento estándar para mí.
No soy un prostituto, aunque cuando lo agrego, caigo en la ecuación
establecida de Dahlia de prostituto en términos de parejas sexuales para el
número de edad. Maldita sea, esta mujer tiene un sistema para todo, parece.
Por qué la idea de ella organizando un sistema debería hacerme querer
empujarla contra una pared y violarla junto al lago Central Park, a la vista de
todos los cisnes pervertidos y gansos canadienses, no tengo idea. Me gustan
mis mujeres divertidas y relajadas y libres, y toda la otra aliteración que
puedo asignar a esto… lo que sea. Siempre me han gustado las rubias que se
olvidan de sus bragas, las pelirrojas que se sumergen en una playa privada.
Supongo que nunca es demasiado tarde para probar algo nuevo después
de todo.
La música de jazz de la vieja escuela toca en lo alto en el cobertizo
Loeb Central Park. El sol finalmente se ha puesto después de un caluroso día
de verano, y la luz de la luna ondea en las aguas negras del lago. El lugar está
completamente tranquilo, solo yo y algunos camareros muy atentos.
Obviamente, el restaurante estaría ocupado en una noche de verano en
cualquier otro momento, pero si se le paga a la gente lo suficiente, pueden
hacer que se adapte a cualquier deseo.
Reviso mi teléfono. 7:59. ¿Está llegando tarde? ¿Está bien que la mujer
lo haga, pero no el hombre? ¿Es ese tipo de sexista? ¿Me importa mucho,
siempre y cuando ella aparezca en lo que espero que sea un vestido de
maravilla, dándome otra mirada ventajosa a sus tetas de clase mundial?
¿Es eso algo sexista? Solo si pensaba que ella no era más que un par de
tetas. No, la mujer como un todo me intriga. Las tetas son solo una ventaja.
Una muy, muy amplia ventaja.
—Está tranquilo aquí esta noche —dice Dahlia. Me pongo de pie para
saludarla, tal vez estrecharle la mano, todo ese material colegial y
despreocupado que hace que el sexo moderno se parta la cabeza. Cuando
estoy de pie, casi vuelvo a caer. El vestido no es solo un nocaut; ella es un
nocaut
La dama vestía de rojo, y yo lo apruebo. Parece haberse volcado en el
vestido, que se aferra a las curvas de su cuerpo. Cuando se sienta, arrojando
su cabello oscuro sobre un hombro, tengo la impresión de que lo hizo
deliberadamente. Está intentando sacarme de mi juego.
Bueno, esa era la regla número cuatro, ¿verdad? Esfuérzate para
obtenerlo. Quiere ver cuál de nosotros va a caer esta noche.
Dejando la insinuación sexual obvia a un lado y luego reconociendo
que voy a ganar. Soy tan competitivo como eso. Pero ella no va a ser una
oponente fácil.
Eso es jodidamente sexy.
—Pensarías que esto sería la hora de la cena. —Dahlia revisa su reflejo
en un espejo de mano. Se ve fenomenal, y lo sabe. Esta es una forma de
parecer aburrida con la conversación. Tengo que ganarme su interés.
Esta es la razón por la que no le das a tu oponente tu útil lista de 67
reglas. Hace que sea muy fácil anticipar cada movimiento.
—Compré el lugar. —Me encogí de hombros, sonriendo cuando sus
ojos se volvieron a mí. Atención al fin. No esperaba que yo fuera tan abierto.
—¿Por qué?
—Porque tengo dos puntos siete mil millones de dólares, y el nuevo
Xbox no se lanza hasta el próximo mes.
—¿Aún eres un jugador? —Baja el espejo y se tapa la barbilla con la
mano. Ah, está afectada por el aburrimiento de nuevo.
—No te metes en la tecnología sin gastar una buena cantidad de tiempo
respondiendo al Call of Duty. Pero tengo un pedido permanente para enviar
módulos de juegos nuevos en el mercado a hospitales de niños y hogares de
acogida en todo el país. Eso y dinero para ayudar a mejorar los programas de
alimentos, patrocinios escolares y becas deportivas. Es bueno devolver.
—Un humanitario. —Dahlia está claramente buscando otra púa para
lanzarme, pero es difícil cuando admites que amas a los desfavorecidos.
Cualquier insulto a eso te hace ver como un imbécil directamente de Charles
Dickens—. Bueno, puedo apreciar eso. Hago mi parte para ayudar, en
realidad.
—¿Escribiendo listas para niños adoptados?
Levanta una ceja.
—Ja. Ayudo a las personas a desarrollar relaciones sanas y amorosas.
Los llevan a familias estables. Las familias estables crían niños estables.
—Pero ¿qué pasa con los que caen a través de las grietas? ¿Cómo se
supone que deben encontrar su camino hacia un felices por siempre? —Eso
es lo que dice al final de su lista: Feliz para siempre, con dos signos de
exclamación. Dahlia abre la boca, lista para decir algo que probablemente sea
ardiente e interesante… luego se detiene. Puedo verla reevaluarme, pensando
las cosas. Esa era la regla, ¿qué era, 42? No te metas en temas de
conversación pesados hasta la quinta cita. Supongo que hasta entonces, las
personas deben clasificar sus episodios favoritos de Battlestar Gallactica en
orden ascendente.
Lo cual yo podría hacer. Lee Adama es un tipo rudo, y no voy a
escuchar lo contrario.
—Creo que necesitamos un par de cócteles antes de responder esa
pregunta. —Sonríe cuando un camarero se nos acerca y ordena otro martini
seco. Yo tomo un Old Fashioned, luego somos nosotros otra vez. Solos,
excepto por los camareros, la noche y ese cisne que sigue caminando por la
ventana mirándome. Te veo, pájaro. Te veo. Nunca me llevaras vivo—.
Mientras esperamos el alcohol, cuéntame algo sobre ti.
—Estoy más interesado en ti —le digo. A eso, ella simplemente
despliega su servilleta de lino y la coloca en su regazo.
—Bueno, una dama no da todos sus secretos en la primera cita.
—Oh vamos. No retuviste nada en la cita cero —le digo. Es un poco
fuera de lugar, te lo concedo, pero tiene un propósito. La mirada de Dahlia se
levanta, sostiene la mirada y comienza a odiar jodidamente la vida en ella.
Ahora eso es lo que quiero ver: una respuesta auténtica.
—Y ciertamente tienes bolas para intimidarme arrojando un montón de
dinero. Bueno, no funciona. ¿Nombrar tu saldo bancario exacto? Eso es algo
que un hombre seguro no tiene que hacer.
—¿Confidente? Eso es educado. Yo diría que era un poco engreído,
con una pizca de idiota. Solo para mantener las cosas frescas, por supuesto.
—Sonrío y la pasión de Long Island de sangre caliente comienza a
oscurecerse en sus ojos. Tuerce la boca hacia un lado; está intentando no
reírse
—En realidad, no te entiendo.
—Esa es la reacción más honesta que he recibido esta noche. —Agito
su pedazo de papel con las reglas y el corazoncito. Lo mira, haciendo una
mueca—. ¿Qué tal si jugamos con mis reglas para esta noche?
—Si involucran mazmorras sexuales o bailes folklóricos polacos, voy a
decir que no. Eso tiene que esperar hasta la cita doce, por lo menos —dice
arrastrando las palabras, recostándose en su asiento mientras llegan nuestras
bebidas. El camarero parece muy intrigado por la mención de mazmorras. O
el baile. Uno o el otro.
—Voy a añadir eso a la lista. Esta noche, solo vamos por una regla. Mi
primera regla.
—¿Cuál es? —Toma un sorbo, dejando una marca de labios rojos en el
borde de su vaso. Maldición, solo con ver eso me dan ganas de…—. Estás
pensando en el sexo en este momento, ¿verdad?
—Sí. Y justo ahí, eso es lo que quiero. Mi primera y única regla: la
honestidad total.
—Está bien. —Dobla sus manos sobre sus tetas e inclina su cabeza
hacia un lado—. ¿Cuántas fantasías has tenido sobre mí desde que me
acerqué a la mesa?
—Cinco. No. —Recalculo—. Cuatro. Una de ellos era sobre el cisne de
afuera. Quiero entrar en un combate a muerte con ese bastardo.
—Qué heroico. —Toma otro trago y mira al camarero. Él va a buscar
otro del barman sin tener que decírselo. Esta es la cena más intuitiva de todos
los tiempos. Todos recibirán una propina de mil dólares esta noche.
—Mi turno. ¿Estas reglas tuyas? —Le devuelvo la hoja—. ¿Cuál es la
historia detrás de ellas?
—¿Qué te hace pensar que hay una historia? —Dahlia pierde la sonrisa
muy rápido.
—Eres una mujer hermosa que se especializa en citas, pero aún no estás
casada. Hermosa, inteligente, exitosa, conocedora de las relaciones, ¿pero
soltera? Algo no está bien. —Sé cómo separar un problema, aislar los
elementos clave y encontrar la solución. Dahlia Rossi no tiene ningún apego
importante, tiene poco sentido para mi mente calculadora. Pero, de nuevo, si
ella hubiera estado con alguien, nunca habría tenido la oportunidad de
alquilar todo el Boat House por la noche, ¿y dónde estaría la diversión?
—¿Tal vez por la misma razón por la que tú no tienes nada estable
todavía? —Toma su rostro con la mano y levanta una ceja—. Guapo,
inteligente, mega exitoso, devastadoramente bueno en la cama, ¿pero soltero?
¿Por qué está claro que tiene que haber algo mal conmigo, pero no contigo?
—Sus ojos se mueven nerviosos sobre la mesa; no entiendo la historia
completa, pero sé que tiene razón.
—Bien. Me tienes ahí. —¿Las chicas doble moral no son terriblemente
ardientes, pero son devastadoramente buenas en la cama? En la cama. Mi
apéndice favorito se agita ante la idea de otra ronda. Tal vez afuera, debajo de
las estrellas, después de matar a ese horrible cisne que ahora está pavoneando
de nuevo por la ventana y silbándome.
Te veo, hijo de puta. Pero en este momento, esta mujer me hace olvidar
todas mis inclinaciones homicidas de Cygnus.
—Y no tuve una ruptura terrible ni nada de eso para enviarme por el
camino de la señora Corazón solitario. —Dahlia toma otro sorbo de martini y
mira el menú de la cena. Si va por las ostras, es mi tipo de mujer—. En
realidad, nunca encontré la pareja correcta. Eso es todo. Pero lo conoceré
cuando lo vea.
—Y no soy él, ¿supongo?
Da una pequeña sonrisa tímida, pero no es difícil de interpretar como
"sabes que me quieres". Lo que sí hago.
—Lo sabré al instante. Cuando te encuentras con la persona adecuada,
es una conexión. Como. —Chasquea los dedos—. Boom. Hecho. Cada pareja
exitosa con la que he hablado dice lo mismo.
—Pensé que teníamos una conexión bastante fuerte y enérgica en el
Carlyle. —Tomo otro trago, sin apartar mis ojos de los de ella. Dahlia no se
da por vencida. No se deja intimidar. De hecho, siento que su pie se desliza
hacia arriba por el costado de mi pierna, debajo de la mesa. Ahora estoy en
pleno mástil, damas y caballeros. Cuando el camarero vuelve, tengo que
inclinarme y fingir que me gusta leer el menú cuando está en mi regazo.
Después de que tomaron nuestro pedido (quería ostras) volvemos a lo
más importante: el coqueteo y mi erección rabiosa.
—Tuvimos una conexión muy fuerte. Muy agresiva. —Se encoge de
hombros, arrugando la nariz—. Pero eso es solo lujuria.
—¿La lujuria no puede ser un poco divertida? —Deslizo mi mano a lo
largo de su pierna lisa, subiendo un poco la falda. Dahlia se mueve un poco,
pero no levanta mi mano de su rodilla. Bueno. Le gusta el lugar donde se
encuentra. Muy cómodo. Tal vez compre una casa en este lugar exacto y
obtenga una hipoteca.
Esto va un poco lejos, así que me detendré.
—Bueno, estoy aquí, ¿verdad? —Sus ojos oscuros brillan a la luz de las
velas. Aprieto un poco mi agarre, y ella responde con un jadeo, con los labios
separados.
¿Es grosero tener sexo encima de tu cena? Mi madre solía tener un
libro de la guía de modales de Emily Post, que advertía contra ese tipo de
cosas. Por otra parte, papá mantuvo una gran cantidad de Playboys en el
garaje, así que siento que mezclar los dos es un homenaje a cómo me criaron.
Las ostras se colocan frente a nosotros, el hielo brilla, las rodajas de
limón. No me pongo poético sobre la comida. No es mi estilo. Pero al ver a
Dahlia agregar un poco de salsa y un chorrito de cítricos antes de tragar dicha
ostra, sus ojos se cerraron mientras se deleita… sobre eso podría ponerme
poético.
Me convertiré en el Alfred, lord Tennyson de ver comer a Dahlia Rossi,
solo sin el título y la barba estúpida.
—Las ostras son un afrodisíaco —digo, ayudándome a mí mismo.
Dahlia persigue a los suyos con otro sorbo de martini.
—¿En serio necesitas la ayuda? —Golpea sus pestañas mientras me
inclino hacia adelante y paso mis dedos a lo largo de su pierna. Trazo la
extensión de su muslo, y sus ojos se abren como platos. Cuidado, Jack. No
quieres ir demasiado rápido. Excepto que lo haces, pero prefieres no ser
demandado.
—¿Necesito la ayuda? —pregunto, manteniendo mi voz baja. Se
muerde el labio inferior— ¿O la ayuda te necesita? —Parpadea—. Sí, debería
esperar otro martini antes de comer más carne. Comida. Comida que pueden
ser a base de carne o no. Hago lo que quiero.
—Estoy segura que sí. —La combinación de looks sensuales y boca
rápida es una combinación mortal en esta mujer. Me muevo un poco hacia
atrás, y vuelvo a mi bebida. Dahlia mira por la ventana y frunce el ceño—.
¿Ese cisne… nos está mirando?
—Olvídalo —casi gruñí. Todo lo que sé es que quiero a esta mujer más
de lo que puedo recordar querer a alguien o algo. Nadie, ningún hombre,
mujer o pájaro se interpondrán en mi camino esta noche.
8
Dahlia
Traducido por Olivia Vitale y Florff
Corregido por ~Ángel'Grey

—Quédate quieto. Esto podría arder un poco. —Saco las toallitas


antisépticas de mi práctico botiquín de primeros auxilios, rasgo el papel de
aluminio y lavo los cortes en la mano de Jack. Toma una bocanada de aire y
hace un gesto de dolor, pero está siendo un buen soldado—. Nunca había
visto algo tan asombroso. —Estoy sinceramente asombrada de este hombre,
incluso cuando se inclina contra el mostrador de mi baño con su cabello
despeinado, algunas plumas blancas sobresaliendo—. Probablemente salvaste
mi vida.
—El guardabosques dijo que nunca vio a un cisne renegado —dice
Jack sombríamente—. El bastardo podría habernos ahogado a los dos.
Si nunca has visto a un multimillonario dar un golpe en la cara a un
cisne agresivo, entonces nunca has vivido mi vida. Puede que estés en
mejores circunstancias, cierto, aun así. Imagínanos, con un par de cócteles y
copas de vino cada uno, saliendo del cobertizo de botes del Central Park con
una luna llena arriba y una excitación cada vez mayor abajo. Nos unimos
junto al lago, Jack acercándome, mis brazos se deslizaron alrededor de su
cuello, nuestros labios encontrándose, y luego… la hora del cisne.
Después de que Jack ahuyentara al bastardo y nos encontramos con los
guardabosques, subimos al auto de Jack y volvimos rápidamente a mi casa.
No creo que Jack haya estado en Astoria desde los primeros días de vida.
Oye, no hay mejor lugar para una parada nocturna que la cafetería Neptune.
Y mi departamento es adorable, soy yo quien lo dice.
Ahora atiendo las heridas del multimillonario mientras sigo
tambaleándome en mis tacones. No estoy derribada, arruinada por la bebida,
pero estoy agradablemente entonada. Lo que solo hace que las plumas de
cisne en su cabello sean aún más excitantes. Es como si fuera un apuesto
cisne.
Por otro lado, tal vez ese es un romance paranormal que sea mejor
dejarlo a los demás.
—¿Eso duele? —pregunto, finalmente agregando una curita o dos. Jack
se pone de pie, presionándome contra la pared. Al instante, mis hormonas se
ponen en alerta máxima y quiero empezar a treparlo. Pero no. Ten clase.
Espera para iniciar el sexo una vez fuera del baño. Sé una dama.
—Si duele, ¿cómo me lo compensas? —Una sonrisa se dibuja en sus
labios, y me tira contra él. Oh, mi Dios, el caballero se encuentra listo para
empezar. Me inclino, solo rozando mis labios contra los suyos, haciéndolo
gruñir. Ese es un sonido encantador. Luego, lo empujo ligeramente y me
dirijo hacia la cocina. Sí, tengo las caderas construidas para pavonearme. Uso
lo que tengo, amigos.
—¿Té de manzanilla? Eso es justo para el trauma. Te pondrá a dormir
inmediatamente. —Lleno la tetera, la que tiene forma de un gallo, sí, y lo
llamo Roosevelt, así que no juzgues. Mientras Roosevelt hierve, saco un par
de tazas y las bolsas de té. Jack se sienta en la mesa de mi cocina, que no es
el mueble más elegante de todos los tiempos. Es una mesa de juego, cierto,
pero la he usado para algunas estupendas noches en Texas Hold 'Em.
Jack toma un sorbo una vez que le he servido. Asiente.
—No está mal. Podría usar un poco de miel.
—¿Miel de obrero regular, o miel de gente rica?
—Oh, de los más ricos. Insisto en criar a las abejas a mano y luego
exprimir sus traseros individuales por cada gota sobrevalorada.
—Estoy bastante segura que la miel viene de la boca de la abeja, no por
detrás. Lo recuerdo de la clase de abejas en la universidad. —De hecho, me
gustaban las ciencias naturales en Vassar. Pero tratar con seres humanos era
simplemente muy divertido para ser ignorado.
—Sabes más sobre las abejas que cualquier mujer con la que haya
salido. Eso es estimulante. —Jack guiña un ojo mientras toma otro sorbo de
su té. Ahora está siendo un perfecto caballero, pero puedo ver una parte del
travieso y atrevido chico malo asomándose por debajo de la superficie. No sé
cuándo el elemento peligroso y salvaje entrará en juego. Por primera vez en
mucho tiempo, es divertido no saber algo—. Mientras nos sedamos con té de
hierbas, cuéntame más sobre tu negocio. ¿En serio envías cada mañana
actualizaciones por correo electrónico a tus clientes?
Está bien, sé que suena raro, pero en realidad no lo es. Al menos, no
creo que lo sea. Una vez que una persona se convierte en cliente, parte del
paquete es que me comunique con ellos todos los días. ¿Cuándo fue la última
cita? ¿Cómo te fue? ¿Qué señales te estaba dando? ¿Has seguido la lista de
comprobación? También les pido que registren el progreso en un diario en
línea y también les envío mis pequeños y útiles “consejos diarios”. Se
adaptan individualmente a cada cliente y tienen hasta tres pequeñas ideas
sobre qué hacer y cómo hacerlo. “Asegúrate de usar tu cabello del modo en
que dijo que le gustaba”, “No olvides investigar sus pasatiempos”, etc. Ese
tipo de cosas.
No puedes conseguir un felices por siempre sin trabajar en ello todos
los días.
—Los correos electrónicos diarios son parte del paquete de lujo. —
Miro fijamente mi taza, deseando no haber sacado mi vieja taza de Garfield
con “Odio los lunes” en ella. Al menos le di a Jack mi taza de Calvin y
Hobbes. No hay nada como un niño filosófico de diez años y su tigre de
peluche antropomorfizado para que un hombre sepa que eres tanto intelectual
como divertida.
Creo que necesito más pasatiempos. De todos modos.
—¿Qué pasa si no envías los correos electrónicos? —Se inclina hacia
delante, su mirada me recorre de la cabeza a los pies, evaluándome—.
Tómate un día de descanso. Envía a cada cliente un correo electrónico que
solo diga algo como "Haz hoy lo que quieras que sea”.
Casi me rio en su cara.
—¿Porque esa es una manera hippie de buscar el amor?
—¿No funcionó para los hippies? Pensé que su época era todo sobre el
amor. —Jack sonríe.
—Y las tasas de divorcio se han disparado. Hay una receta para el amor
que la gente debería seguir. Conozco la receta. —Cruzo mis brazos muy
delicadamente, si puedo decirlo. De nuevo, la idea del desorden, el caos, me
congela un poco. Afortunadamente, Jack deja el tema.
—Bueno, me gusta una mujer que sabe lo que piensa. —Jack termina
su taza, la coloca en el fregadero y me tiende una mano—. Creo que tampoco
funcionó el té. Estoy más despierto que nunca.
—¿Oh? —Me pongo de pie con su ayuda (porque todavía estoy un
poco tambaleante) y me rozo contra él mientras me ocupo de los platos. Está
puesto directamente detrás de mí, frotándose contra mí de una manera que
envía una profunda emoción a través de mi cuerpo. Me empujo contra él,
ganando un pequeño sonido de deseo. Pone sus labios en mi oído.
—Dicen que la manzanilla es…
—¿Un afrodisíaco? —¿Qué no es un afrodisíaco esta noche?
—… útil para la psoriasis, pero afrodisíaco suena más sexy. —Presiona
sus labios contra mi cuello mientras sus manos suben por mi cuerpo, trazando
la hinchazón de mis tetas. Me muevo contra él otra vez, encontrándolo duro y
expectante. Jadeo cuando su mano se desliza por el frente de mi vestido,
pasando debajo de mi sujetador de encaje para encontrar mi teta. Acaricia mi
pezón, que crece duro y alcanza su punto máximo bajo su toque—. No tuve
el recorrido completo del apartamento. —Sus dientes rozan el lóbulo de mi
oreja, haciéndome morder mi labio. No quiero hacerle saber que ya estoy
increíblemente excitada. Crecerá su ego.
Y no querríamos eso, ¿cierto?
—Bueno, has visto el baño y la cocina. ¿Qué otra cosa podría
interesarte? —Me doy vuelta, besándolo, probando la extraña combinación
de té de manzanilla y masculino… masculinidad. Nunca dije ser una
escritora. Soy una cachonda. Aprieta mi culo, arrastrando sus dedos por mi
muslo. Levanto mi pierna alrededor de su cintura, presionándolo contra mí…
y enviándome contra los cajones, ¿pero a quién le importa? Si hacemos el
amor apasionado en el linóleo, mucho mejor.
—¿Querer ver la habitación no es lo suficientemente aventurero para ti?
—Eso es un poco demasiado seguro. El techo es un poco demasiado.
Entra en mi salón. —Dijo la araña al multimillonario. Me alejo, haciéndole
agarrar el borde de la encimera. Su cabello se encuentra más revuelto que de
costumbre, frustración y deseo escritos en sus ojos. Me acecha, sí, estoy
usando acechar deliberadamente. Es como un puma con traje.
Mi sala de estar es una pequeña rama de la cocina, con una pared de
ladrillos a la vista que decoré con cordeles de luces navideñas y placas
vintage. Papá es un fanático de los autos, y son buenos iniciadores de
conversaciones. Solo que ahora, estamos un poco más allá de hablar. Cuando
Jack me agarra, casi comienzo a treparlo. Su boca está caliente sobre la mía,
sus manos errantes y ansiosas. Nos tiró sobre el futón, que se dobla un poco.
Por un poco, quiero decir que casi atravesamos el centro, y hay un fuerte
chasquido de madera. Jack se detiene encima de mí, mis dedos en su cabello,
mi falda levantada alrededor de mis caderas.
—¿Estamos bien? —susurro.
—Mientras eso no fuera mi polla rompiéndose, estamos perfectos. —
Jack nos incorpora a ambos, y se aleja del futón—. Mejor no poner
demasiado peso en él. —Sus ojos brillan, y una sonrisa muy malvada y muy
deliciosa se extiende por su cara. Esto mientras separa mis ansiosas piernas,
señalando que debería permanecer justo como estoy. Bien por mí, señor.
Estoy sin aliento mientras engancha un dedo bajo mis bragas y las
desliza más y más abajo. Ayudo dándoles una patada, y por poco no alcanzo
a Jack en la cara. Él agarra mis piernas, manteniéndome inmóvil, y besa mi
rodilla, subiendo por mi muslo, todo el camino hacia arriba por mi muslo…
Jadeo mientras Jack tira de mí más cerca del borde del futón, y me
mira. Sus ojos son fuego azul, y cada músculo bajo mi cintura se tensa con
excitación. He tenido a muchos hombres mirándome con lujuria en sus ojos,
pero nunca esto, consumidor, lleno de pasión. Me besa, su lengua chocando
contra la mía, mientras agarra mi cabello en un puño, tirando de mi cabeza
hacia atrás. Nos saboreamos el uno al otro, y su mano se desliza para hacer
círculos alrededor de mi clítoris. Gimo, estremeciéndome, muy cerca del
borde.
—¿Qué quieres? —susurra, con cada palabra un beso en mis labios.
—Quiero tu boca sobre mí.
Muerde mi labio inferior, de forma provocativa, después se arrodilla.
De nuevo, traza un sendero de besos en mi muslo, mi piel sensible y eléctrica.
Recorro su cabello con las manos, mientras siento su aliento, caliente contra
mi sexo. Jadeando, contoneo las caderas, desesperada por tener su lengua
sobre mí, pero me detiene otra vez y me mantiene en el sitio.
Me lame una vez, haciendo una línea caliente y dulce hacia mi coño
antes de sorber juguetonamente mi clítoris. Me convulsiono, justo en el
borde. Parece que lo sabe y se detiene, trazando su lengua hacia abajo a mi
apertura y empujando dentro una vez, luego dos. Más y más profundo.
Oh mierda, santo infierno, es increíble.
Me vuelve a lamer el clítoris, y desliza un dedo dentro de mí con
facilidad, bombeando con un ritmo lento y regular. Gimoteando me muevo
contra su dedo, contra su lengua. Mi coño se aprieta con fuerza sobre sus
dedos mientras él inserta otro más, acelera sus movimientos. Me chupa el
clítoris, envolviendo sus labios alrededor y apretando. Me doblo, hundiendo
mis dedos en sus hombros. Se sobresalta un poco por la sorpresa, pero no se
detiene. Levanta la vista y me atrapa observándole.
—Sabes increíble —dice, ronco. Mi cuerpo entero está eléctrico,
mientras saca sus dedos y empuja su lengua dentro de mi otra vez, tan
profundo como puede, antes de trazar círculos lentos y juguetones alrededor
de mi clítoris. Creo que esto es lo que se siente al explotar. Estoy casi allí.
—Jack. —Jadeo, mi voz es alta y sin aliento—, por favor no pares.
Se detiene, el bastardo, como si supiera que este es el momento crucial.
Casi me hace gritar, cada nervio está en llamas por placer. Mi cuerpo entero
vibra mientras él da un lengüetazo una vez más, sus manos agarrando mis
muslos.
Se detiene una vez más, alzando la mirada hacia mí.
—Eres jodidamente magnífica.
—Por favor. Por favor haz que me venga. —Mi voz está temblando.
Me complace, empujando sus dedos dentro de mí, haciendo círculos en
mi clítoris con su lengua, encontrando el ritmo perfecto, el punto perfecto. Mi
estómago se tensa, todos los músculos de mis piernas se ponen rígidos. Me
explora, me sostiene con fuerza, y la presión aumenta y aumenta dentro de
mí.
Me vengo, echando la cabeza hacia atrás y gritando, mis manos
empuñando su cabello, el mundo desaparece en una bruma hasta que
lentamente vuelvo a concentrarme. Jack envuelve sus brazos alrededor de mi
cintura y me besa, dejándome saborearme en sus labios. Tira de mí hacia
delante, así que me deslizo del sofá y caigo en su regazo. Me retuerzo contra
él, frotándome contra él. Se está tensando contra mí, duro y listo para la
acción.
—Esto va a mostrar algunas grandes habilidades. —Saca un condón de
su bolsillo, rompe el envoltorio con los dientes, todo mientras sus manos
tantean por su cinturón. No importa que yo acabe de tener un orgasmo
perfecto; necesito a este hombre dentro de mí. Estoy mojada y dolorida por
él. Un momento después y él está en mi mano, caliente y palpitante. Lo
provocó, recorriendo con mi mano su longitud y retrocediendo, apretando la
punta de su polla. Sisea en mi oído, levantándome para enfundarse. Después
me hundo lentamente, bajándolo por la raja de mi coño. Gruñe, intentando
obligarme a bajar sobre él, pero me tomo mi tiempo. Me hizo esperar, ¿no?
Una pequeña tortura se merece algo de reciprocidad.
—Eres un demonio —dice, sonriendo. Sabe lo que estoy haciendo.
—Ya sabes, no me pongo el vestido rojo para nada. —Lentamente, me
hundo, moviendo las caderas hacia atrás y hacia delante. Se coloca justo
debajo de mí, y empuja un poco mis caderas, empezando a llevarlo dentro
antes de que lo aleje de nuevo. Jack gruñe, tirando del hombro de mi vestido.
Desabrocha la espalda, después tira de las correas de mi sujetador también.
Besa mis tetas mientras me agacho para bombearlo otra vez, pasando su
lengua por mi pezón izquierdo, luego por el derecho. Toma mi teta en su
boca, luego me acerca más para rozar sus dientes a lo largo de mi hombro
desnudo. Mierda, mi piel está tan sensible que mis nervios prácticamente
cantan.
Ya estoy entrando en calor por otro clímax cuando lo coloco
correctamente y lo deslizo dentro de mí. Jack besa mi cuello y entierra su
cabeza entre mis tetas. Nuestras respiraciones salen al unísono, empiezo a
montarlo, lentamente. Mi coño lo aprieta, queriendo mantenerlo dentro. Aun
así, me tomo mi tiempo, aunque sus manos en mis hombros me instan a
hundirme. Dos pueden jugar este juego, señor Millonario McGee. Sus dedos
están clavándose en mis omoplatos, y no se siente mal en absoluto. Tomo tan
solo los primeros cinco centímetros dentro de mí, y después vuelvo a
levantarme. Una y otra vez, insoportablemente lento. Sabiendo que le tengo
justo donde le quiero, esto está tomando cada pizca de su autocontrol para no
empujar hacia arriba dentro de mí y hacerse cargo, es casi tan bueno como su
polla dentro de mí. Un segundo lugar cercano.
Después de haberlo molestado y torturado demasiado, me muevo más
rápido, y finalmente le llevo dentro, sentándome firmemente en su regazo
ahora. Echo mi cabeza hacia atrás, disfrutando de lo perfectamente que él
encaja.
—Así es. —Jack se succiona mi pezón otra vez, lo pone entre sus
dientes—. Fóllame.
Lo hago, sintiendo la sensación tensa y arrolladora del orgasmo
construyéndose dentro de mí otra vez. No puedo creer que esté preparada,
pero lo estoy otra vez, nunca he experimentado algo como esto antes. Tengo
que empujar la mesa de café porque estoy aterrada de cabalgar a Jack tan
fuerte que se romperá. Se ríe entre dientes, apretando mi cintura mientras
empieza a empujar dentro de mí.
—Muy sensato.
—Así soy yo —resuello, cerrando los ojos mientras el orgasmo
aumenta a medida que me folla. Está tan dentro de mí como puede, y siento
cada centímetro de él, lo adoro, me agarra del cabello y baja mi boca para
encontrarse con la suya. Mantiene mi cara cerca de la suya mientras me folla,
más rápido y más fuerte, alternando entre gruñidos y diciéndome lo bien que
me siento. Le beso mientras el orgasmo llega a la cima, y gimoteo. Mientras
más excitada me pongo, menos me deja ir. Susurro su nombre contra sus
labios una y otra vez, y sus ojos se cierran apretados. Grita mi nombre
mientras se viene, mi nombre se pierde en un gemido de placer. Sus caderas
se contonean mientras se vierte dentro de mí, y después mi propio orgasmo
llega rápido tras el suyo. Mi cuerpo entero tiembla mientras caemos de
espaldas al suelo con las extremidades entrelazadas.
La última vez fue buena. Esta vez fue sensacional. ¿Cómo puede ser
que sea mejor que esto? ¿No me encantaría descubrirlo?
—Tengo otra regla —susurra Jack, una vez que nuestros corazones
dejan de latir al unísono con frenesí. Me acurruco en su pecho, trazando hacia
abajo con la mano sus esculpidos pectorales, duros abdominales, ser un
millonario aparentemente te consigue acceso a entrenadores personales
geniales.
—¿Mmm? ¿Cuál es?
—Vamos a olvidarnos de tus reglas. Al menos, durante el fin de
semana. —Levanta la vista, con una ceja levantada desafiándome— ¿Crees
que puedes vivir así?
¿Una vida sin reglas? Durante un momento, me congelo con pánico. Ya
he roto muchas de esas reglas… si rompo muchas más, podría enloquecer.
Sería como en los viejos tiempos de nuevo.
Pero… no puedo recordar tener tanta diversión.
No es la manera de hacer las cosas. Pero si hubiese hecho las cosas de
la forma que se supone que tenía que hacer, esto no habría sucedido ahora
mismo. Pero aun así… mis reglas son, bueno, son yo. Ya no soy una
muchachita; puedo controlarme si las cosas se salen de control. ¿Puedo? Me
muerdo el labio. Debería pensar en esto como en un experimento para
programar algo. Necesitas verificar algunas características, para asegurarte de
que te deshaces de todos los errores.
O algo así. Hablo el lenguaje informático como puedes ver.
—De acuerdo. Adelante.
¿He sido alguna vez tan feliz antes? No creo que lo haya sido. No
puedo decir lo mucho que me entusiasma… y lo mucho que me preocupa.
9
Jack
Traducido por Florff y Naomi Mora
Corregido por Disv

No me había despertado en un distrito de Nueva York que no fuese


Manhattan en ocho años. Cuando finalmente floto a la consciencia, la luz del
sol está entrando a raudales por la ventana. Pestañeo, después sonrío cuando
el aroma del café vuela hasta mí. Además de una mamada, ¿hay alguna forma
mejor de despertarse?
Y ahora que pienso en ello, me pregunto si dicha mamada podría estar
en las cartas. Ya, mi vecino favorito de abajo también se está despertando,
solo con pensar en Dahlia. Su cremosa piel, su grueso y suave cabello, sus
labios, su….
—Debería advertirte, no creo que verte desnudo sea una buena idea —
dice una voz femenina que no pertenece a Dahlia. Dejo caer de vuelta
rápidamente las sábanas sobre mí, me siento, y me encuentro cara a cara con
una pequeña mujer rubia sosteniendo una taza de café humeante. Inclina su
cabeza hacia un lado, casi como un pájaro. Un pájaro rubio con un montón de
delineador a quien le gusta mantenerse con cafeína, y también deberíamos
presentarnos, porque me está asustando.
—¿Estás representando el papel de Dahlia esta mañana? —Jódeme, no
puedo pensar en nada más que decir. La rubia pequeñita suspira y sacude la
cabeza.
—Tristemente no. No hay sustitutos en la vida. —Toma un sorbo de
café, y se da una palmada en los labios—. Mmmm. Asqueroso. Dahlia tiene
un gusto terrible para el café, pero es una cocinera genial. —Suspirando, se
gira sobre sus talones, está descalza, y sale suavemente de la habitación.
Pesco mis pantalones, los abrocho, descubro que mi camisa está
desaparecida, y sigo a la mujer hasta la cocina.
Dahlia está de pie junto a la estufa, friendo algo que huele como
mantequilla y cielo. Viste mi parte de arriba, las mangas se tragan sus
muñecas lo suficiente como para enrollarlas. Las mangas, quiero decir. Las
muñecas enrolladas suena doloroso.
Dios, sobre la mesa de la cocina hay una montaña de comida
esperando. Crepes ahogadas en mantequilla bajo un mascarpone, y arándanos
por encima. Bacon, fritos a la perfección hasta estar crujiente, justo al lado de
unas papas asadas como Dios manda.
O bien he dormido mucho más de lo que creía, o esta mujer cocina
como una ninja.
La pequeña rubia sorbe su café, gruñendo aún sobre lo asqueroso que
está. Me sonríe.
—Desayuno sin camisa es lo que solemos hacer en Hawái.
—¡Oh! —Dahlia se gira casi hacia mí, sosteniendo un sartén
chisporroteante. Parecen cebollas caramelizadas y otras maravillas—. Lo
siento, iba a despertarte cuanto estuviese todo listo.
—Esto es bastante para alimentar a todo Queens, y quizás a la mitad del
Bronx ya que estamos. —Arranco una pieza de beicon, y como. Creo que
estoy a punto de construir un templo a las bondades del beicon, porque
maldita sea, esto es bueno. Esta mujer folla como una diosa y cocina como
una chef celestial de los dioses. ¿Qué hace Dahlia Rossi que no sea
jodidamente perfecto?
—Creo que estás teniendo sexo mental ahora mismo —dice la pequeña
rubia con un sabio asentimiento—. Si lo hubiese sabido, no habría
interrumpido las vibraciones.
—Soy Jack. ¿Y tú eres? —pregunto a la chica voyerista. Dahlia baja el
sartén y se frota los ojos; creo que va a acompañar las crepes con un
analgésico.
—Perdón, esta es Chelsea. Olvidé que era el día del almuerzo de
mejores amigas. Debería haberte enviado un mensaje de texto, Chels. Lo
siento.
—No hay necesidad de disculpas. La estufa me dice que esta fue un
área de mucho regocijo coital la noche pasada. La estufa nunca miente. —
Otro sorbo—. Mmm. Asqueroso todavía.
Nunca he estado tan excitado y confuso al mismo tiempo.
—¿Eres una, eh, especie de chamán? —Vamos a intentar reencaminar
el tren de esta conversación. Probablemente continuará explotando en un
fuego industrial, pero lo intentaré.
—No. —Sonríe como el gato de Cheshire—. Soy editora de libros
infantiles en Harper Collins.
No puedo decir si eso hace que tenga más sentido o estoy aterrado.
—Acabo de leer un manuscrito para un libro ilustrado. Es sobre un
árbol solitario en el bosque, triste porque todos sus amigos han sido cortados.
Un día, un niño pequeño planta una semilla a su lado. El árbol sabe que
pasarán décadas antes de que la semilla crezca por completo y se convierta en
un árbol para apaciguar su soledad. Pero esperará. Esperará atravesando la
soledad y el hastío. —Sonríe otra vez, con los ojos entornados—. Es
exquisito.
No hay nada que decir a esto. Todo lo que puedo hacer es comer algo
de desayuno y dejar que las pesadillas me engullan por completo.
—Chels, voy a cambiarme y devolverle a Jack su camisa. Espera aquí
un segundo —dice Dahlia, intentando no reírse. Chelsea come un arándano.
—No hay ningún sitio del que colgarse físicamente, pero de todos
modos esperaré. —Asiente—. Lo haré.
—¿Esa es tu mejor amiga? —le pregunto a Dahlia cuando regresamos a
la habitación. Ella desabotona y se quita la camisa rápidamente, quedándose
allí de pie completamente desnuda salvo por unas bragas de encaje. Dios,
entre la espeluznante historia del árbol, el beicon, y un par de fabulosas tetas
desnudas destellando ante mi rostro, esta es la segunda mañana más extraña
que haya tenido nunca. La primera fue en mi primer año, durante la iniciación
en el Club del Ajedrez y Queso.
No hablemos del Club del Ajedrez y Queso.
—Chelsea y yo nos conocimos cuando intentaba juntarla con alguien en
la Facultad. Él regresó de la cita diciéndome que se mudaba al Tíbet. He
dejado de intentar arreglarla, pero es mi ser humano favorito. —Dahlia se
abrocha un sujetador, se pone una camiseta y una falda mientras yo termino
de vestirme—. Lo siento. Olvidé lo del almuerzo. ¿Ahora es demasiado raro?
La jalo hacia mí y la beso. Responde con un ligero gemido, y responde
con entusiasmo. Su lengua se mueve contra la mía. Sabe a sirope y
arándanos. De esta manera es como un wafle sexy.
Mala imagen, pero buen beso. Cuando nos separamos, aparto su cabello
hacia atrás y susurro en su oreja:
—Después de que terminemos el almuerzo con Chelsea, déjame
llevarte a un sitio.
—¿En qué lugar estás pensando? —Mueve las pestañas, enlazando las
manos detrás de mi cuello—. ¿París? ¿San Tropez?
—Al río Hudson.
—Eso es… no es lo que esperaba, pero está bien. —Agarra su teléfono
de la cama y empieza a leer los mensajes rápidamente. Su ceja asciende—.
Pero primero necesito enviar la lista de verificación diaria a mis clientes. Uno
de ellos, esa bibliotecaria verdaderamente dulce, tenía una cita la noche
pasada, y….
—¿Qué pasa si no envías la lista de verificación hoy?
Puedo decir que esto es comparable a decirle al papa “¿qué pasaría si
no fuésemos católicos?”. Dahlia se sorprende. Se presiona contra mí, como si
se estuviese desmayando con la idea. Siendo egoísta, esto me da oportunidad
de sentir sus tetas contra mí. Soy solo humano después de todo.
—Bien. ¿Es otra cosa de esas de “dejemos de vivir de acuerdo con mis
reglas”? —Parece burlona—. Eso será difícil para mí.
—Pero lo vale. Necesitas explorar un poco más. —Agarro el teléfono y
lo lanzo de regreso a la cama—. Déjalos que se arriesguen también.
Se muerde el labio inferior. Estoy tentándola. Bien, bien. Ven al lado
del sexo y los buenos momentos y no te preocupes por mañana. Al menos, no
te preocupes demasiado.
—Espero que no estén teniendo un polvo ahí dentro cuando hay todo
este desayuno que necesita ser comido —dice Chelsea. Eso va a tomar algún
tiempo para acostumbrarme, pero creo que puedo manejarlo. Dahlia se
muerde el pulgar levemente… después asiente.
—De acuerdo. Vamos a jugar según tus reglas para variar. —Me lanza
una mirada sexy y furtiva y regresamos al comedor.
Este va a ser el almuerzo más genial de mi vida. Me voy por la
categoría de cosas que nunca pensé decir, Alex.

***

—Eres una mujer de muchos talentos —le digo a Dahlia cuando salgo
del auto. El conductor asiente y se aleja, dejándonos caminar juntos por el
borde del muelle—. Eres una chef nata.
—Un estereotipo de papá italiano en muchas formas. Todo lo que él
quería era una esposa que pudiese cocinar como su madre. —Dahlia levanta
sus manos con una pequeña sonrisa—. En lugar de eso, consiguió una dama
que puede mezclar un coctel increíblemente pero que apenas podía hervir
agua para la pasta. Así que tuvo que pasarle las grandes tradiciones familiares
a su hija. Yo no cocino ni de lejos tan bien como mi hermana Rose. De hecho
ella es chef en uno de los hoteles más grandes de Chicago.
—Las chicas Rossi son impresionantes. —Entonces parpadeo—. ¿El
nombre de tu hermana es Rose Rossi?
—Mamá estaba perpetuamente llena de flores y especialmente drogada
con analgésicos en el momento del nacimiento de Rosie —dice Dahlia. Ella
nota la sorpresa que nos espera al final del muelle, y parpadea—. Estás
preparado para una mañana de aventura, ¿verdad?
—¿Nunca has viajado en kayak antes? —Siento que sus dedos se
entrelazan con los míos, solo por un segundo. Cristo, solamente eso es
electricidad, lo suficientemente suave y sexy para ponerme duro. Me jala
junto a ella, con una sonrisa tirando de su boca. Mi asistente, esperando junto
al kayak con remos y chalecos salvavidas de color naranja neón, está mirando
esto con diversión.
—Una vez, cuando estaba en el campamento, Lexi Gallagher volcó el
bote y quedé atrapada bajo el agua durante un minuto antes de poder
liberarme. —Se estremece un poco. Oh, mierda. Tal vez esta no sea una gran
idea—. Pero siempre digo que necesitas volver a subirte al caballo. O al
kayak. O al caballo en forma de kayak. —Se desliza dentro del chaleco y, con
mi ayuda, se desliza hacia abajo en el kayak—. De acuerdo, tiempo de remar.
—Levanta uno, expectante.
Esta mujer es sensacional. Me coloco en el frente, y comenzamos a
remar, dejando atrás a mi asistente. Es raro ver el horizonte de Nueva York
desde un ángulo tan bajo. Me gusta, y creo que Dahlia también lo disfruta.
Eso es una vez que se acostumbra al bote.
—¿Vamos a ir alrededor de toda la isla? —me pregunta, salpicándome
un poco con el remo—. Porque esa es una forma de desarrollar músculos en
mis brazos.
—Solo tenemos que remar hasta ese bote. —Sonrío, apuntando hacia
un yate en el horizonte.
Sí. Ese es mi yate. Como he dicho, a veces no me duele ser yo. Dahlia
se queda boquiabierta y luego arruga la nariz. Puede adivinar que estoy
haciendo todo esto para impresionarla. Es como en los viejos tiempos de los
hombres de las cavernas, donde el hombre mata a un mamut lanudo, lo lleva
de vuelta al campamento, luego tiene a la mujer apreciándolo mientras
contrata a un chef privado para que cocine el mamut en el grado correcto de
cocción.
Mi comprensión de la antropología es impecable.
El viento silba sobre el río mientras nos dirigimos en kayak hacia la
escalera del yate. Dos de mis empleados están esperando para ayudarnos a
subir cuando llegamos. Dahlia va primero mientras yo ayudo a mantener
estable el bote, y la sigo. Las damas primero, después de todo. Además, tengo
la oportunidad de tener un vistazo de su fantástico trasero mientras la ayudan
a subir los peldaños.
Solo un multimillonario humilde y humano, amigos. Recuérdenlo.
—¿A dónde vamos? —Dahlia se ríe cuando estamos a bordo de forma
segura. El viento del verano se filtra por su cabello, y el sol se escapa de
detrás de una nube. Su cabello tiene un brillo lustroso, azul sobre negro. Subo
detrás de ella, mirando por encima de la barandilla con ella. Me guiña un ojo;
maldita sea, eso es sexy. Me dan ganas de tomarla resueltamente a la vista de
todos, pero no quiero alarmar a los empleados ni acabar en una infracción de
recursos humanos.
Las pequeñas cosas importan.
—La mitad de la diversión del viaje por mar es no saber dónde
terminarás. Podríamos ir a la deriva durante días —digo cuando un camarero
llega con dos copas de champán. Dahlia prácticamente tiene un orgasmos
mientras toma un sorbo, inclinando su cabeza hacia atrás para atrapar los
rayos del sol.
—Tengo que volver al trabajo, ya sabes. —Me mira con malicia—.
Estoy segura que tú también.
—Solo cuando no hay cosas importantes que hacer, como caros viajes
de último minuto con mujeres hermosas.
—¿Usas esa frase a menudo?
—Eres la primera en disfrutar de esa frase en particular. —Tomo un
sorbo de champaña mientras ella se inclina contra mí. Sabe bien.
—Muy bien. Vamos a ver a dónde va esto —dice, chocando la copa
conmigo.
Navegamos por el río, en el valle de Hudson. La ciudad da paso a
bosques de verde y oro a ambos lados, y acantilados escarpados. El aire tiene
un sabor fresco aquí, completamente depurado de cualquier humo de la
ciudad. Pasamos un par de botes más pequeños, y saludamos a los ocupantes.
Dahlia se da cuenta de nuestro destino cuando el yate comienza a listar a
estribor y sus ojos se abren.
—¿Es eso… tuyo? —pregunta cuando la propiedad se desliza a la vista.
—No, es propiedad privada. Después de que entremos, planeo
comprarlo. Dejar un saco lleno de billetes de un dólar en el camino de entrada
y relajarme. —Me encanta que le tome un minuto completo para darse cuenta
si hablo en serio o no. Siempre ser impredecible. Ese es el camino al corazón
de una mujer. Y a sus pantalones.
Con Dahlia Rossi, es interesante que los pantalones vinieran en
segundo lugar.
¿Qué me está haciendo esta mujer?

***

Ahora no sé mucho sobre arquitectura o estética, pero me dijeron que


mi propiedad al norte de Nueva York es el epítome de la perfección francesa
pre-revolucionaria. El edificio está diseñado como un mini Versalles, con
marcos dorados y ventanas amplias y brillantes. Los terrenos son exuberantes
y amplios, con algunos de esos árboles de figuras que te asustaban cuando
eras un niño cuando mirabas El Resplandor. Si te dijera que el fanático de
Stephen King en mí consiguió este lugar específicamente por los árboles de
figuras, ¿eso disminuiría tu apreciación de mí?
Por supuesto que no lo haría. Secretamente piensas que es increíble, tú,
la persona invisible con la que estoy pensando-hablando ahora mismo.
Después de llevar a Dahlia a través de un rápido recorrido por el primer
piso, pisos de madera pulida, muebles escasos y contemporáneos, arte
moderno en las paredes que parecen una serie de pruebas de Rorschach,
salimos por las puertas dobles francesas hacia la cancha de tenis y la piscina
más allá. La piscina en particular es mi favorita. Ella hace un sonido de
admiración, arrodillándose y pasando los dedos por el agua.
—¿Te apetece nadar? —pregunto.
—Me encantaría, pero no traje un traje de baño. Si solo alguien me
hubiera dicho que estaríamos navegando en un castillo aislado. —Me arroja
un poco de agua. La arpía.
Muy bien. Llegó la hora.
—¿Qué estás haciendo? —dice, riendo a medias mientras me quito la
chaqueta y me saco la camisa sobre la cabeza. Entonces noto que hace una
mirada apreciativa por mi cuerpo mientras me desabrocho los pantalones.
Cross Fit, nena.
—Pensando que deberías unirte a mí. —Se van los pantalones y me
quito los zapatos. Dahlia arruga su nariz.
—De ninguna manera.
—Puedes meterte en el agua con tu sostén y prenda interior, o puedes ir
completamente vestida. —Me encojo de hombros y levanto mis manos —.
Tu elección.
—Tú, bastardo. —Se está riendo demasiado para que me preocupe que
lo diga en serio—. Bien. Si esas son mis únicas opciones. —Comienza a
desvestirse a un ritmo rápido, lo cual siempre es una visión agradable para
mí. Mira hacia la puerta por encima de mí—. ¿Hay alguien cerca? —susurra.
—Llamé antes. El lugar es nuestro.
—Bien. En ese caso. —Se quita el sostén, ale-jodido-luya. Mete un
dedo en el agua mientras yo me acerco por detrás de ella. Soy como un tigre
en ese sentido; un tigre semidesnudo listo para saltar a una piscina. Tiene
sentido para mí. Cuando pongo mis manos alrededor de su cintura desnuda y
perfecta, se gira hacia mí, arrastrando sus labios a lo largo del borde de mi
mandíbula con cada vez más barba—. Me gustan mis hombres un poco
afeitados —ronronea.
Adiós, rasuradora, hija de puta insensible. Dahlia traza sus dedos a lo
largo de mi pecho, mi estómago, yendo directamente hacia mi…
Entonces me tira hacia adelante y los dos caemos en la piscina. El
mundo está repentinamente frío y húmedo, y sube por mi maldita nariz. Me
empujo a la superficie, quitándome el cabello de los ojos mientras Dahlia se
ríe a carcajadas cerca, chapoteando y alejándose de mí. Esa mujer es
peligrosa. Una amenaza para la sociedad.
Claramente, es mi trabajo derribarla.
—Como Dolph Lundgren le dijo a Sylvester Stallone en esa única
película de Rocky, ahora debo romperte. —La empujo y la agarro,
estrechándola contra mí mientras ella golpea y ríe. Sin aliento, flota en mis
brazos.
—¿Qué película fue esa? ¿La primera? —pregunta.
Chasqueo la lengua.
—¿Una mujer con conocimientos limitados de Stallone? Finalmente,
descubro un defecto.
—¿Eso en serio es un defecto tan grande? —Se frota contra mí, sus
atributos muy desnudos haciéndome estar muy, muy excitado de ser parte de
esto.
—No. No importa mucho. —Beso sus labios, saboreando la dulzura del
verano en ella.
Luego la hundo por un buen rato, porque lo justo es justo. Además, sé
que ella va a tener su propia revancha.
Es una de las cosas que me gustan de ella.
10
Dahlia
Traducido por Naomi Mora
Corregido por Disv

Tal vez los planes están sobrevalorados. Después de todo, he tenido


planes toda mi vida, y siempre giraron en torno a encontrar parejas
aceptables, elegir la casa adecuada y administrar una diversa cartera de
acciones que sea lo suficientemente conservadora mientras al mismo tiempo
se toman algunos riesgos selectos. Pero la vida no hace planes. La vida a
veces arroja a alguien hermoso y alucinantemente bueno para el sexo, luego
te lleva en una escapada romántica en una casa de un cuento de hadas
francés. La vida no se preocupa por tus reglas.
La vida es así, una hermosa bastarda.
Estoy sentada en una terraza, mirando el jardín oriental con todos esos
pequeños arbustos de figuras que podrías haber visto en El Resplandor.
Honestamente, habría comprado esta casa solo por los jardines de figuras.
Probablemente no debería decirle eso a Jack. Pensaría que soy una
terrible fanática de Stephen King.
De todos modos, estoy sentada en una terraza en una bata de algodón
que quizás esté hecha de buenos sueños y pedos de ángel, eso es por lo suave
que es. Estoy revisando los correos electrónicos en mi teléfono, todavía estoy
secándome junto a la piscina y esperando a que Jack salga de la ducha para
que podamos ir a la cocina juntos. Así como la excursión acuática me puso
muy caliente, con el hermoso pecho del hombre mostrándose y todo eso, mi
hambre de buenas comidas en el momento compite con mi hambre de…
bueno, otro tipo de buenas comidas.
Soy madura.
Y oye, ¿qué es esto? Un correo electrónico de Amy Jacobs, con ¡¡¡TAN
EMOCIONADA!!!! en el asunto. Sonriendo, lo leo.

Hola, Dahlia
Casi nunca uso una puntuación excesiva, pero en este caso siento
que no puedo evitarlo. Aquí va:
¡¡¡DAN Y YO TUVIMOS SEXO!!!

Oh, querida. Oh, no. Frunzo el ceño, calculando el número de cita. Esta
solo era la primera cita. Mis reglas establecen explícitamente que ni siquiera
debes pensar en el Evento Horizontal (¿lo entiendes? ¿Porque estás
horizontal y es un gran evento? ¿Ja ja?) antes de la cita tres. Incluso entonces,
es mejor hacerlo esperar hasta la cita cinco, pero no mucho más allá de eso,
porque de lo contrario se pondrá ansioso y frustrado. Ciencia, amigos. Todo
esto es ciencia.
Dan va a pensar que ella va demasiado rápido. Va a pensar que estaba
equivocado acerca de ella como la futura madre de sus hijos. Cielos, sé que
no deberías juzgar un libro por su portada (broma de bibliotecaria, es
gracioso) pero no creí que Amy se dejara arrastrar de esta manera.
Luego sigo leyendo y parpadeo para asegurarme de que no aluciné. Ella
dice:

Estaba pensando en tus reglas y en cómo no debería hacerlo, pero


no pude evitarlo. Lo invité a tomar unos cócteles orgánicos, y estaba muy
impresionado por mi primera edición de Tennessee Williams y mi
coctelera de Avengers. Dijo que amaba a las mujeres que eran nerds pero
con buen gusto. ¡Me hizo desmayar! Entonces empezamos a besarnos, y
fui yo quien quiso llevarlo más lejos. Dijo que no quería hacerme sentir
incómoda, ¡pero lo quería! No lo de estar incómoda, por supuesto, sino
tener sexo.
¡Lo cual hicimos! ¡¡Dos veces!!
Esta mañana, me hizo el desayuno y me dijo cuánto le había
gustado, pero que había tenido tanto miedo de que no me gustara. Dijo
que casi no quería tener una segunda cita, ya que había sido tan tímida
esa noche y no me podía leer. ¡Pero decidí ir con todo, y ahora él dice que
quiere verme otra vez todas las noches!
¡¡Puedes imaginarlo!!
¡Otro doble signo de exclamación! ¡Solo para ti!

Las palabras que están ardiendo en mis ojos son "yo había sido tan
tímida esa noche y él no me podía leer". ¿Dan casi cancela una cita y le
rompe el corazón a Amy porque no podía leer sus señales? ¿Las señales con
las que la había entrenado?
El resto del correo electrónico es Amy agradeciéndome una y otra vez,
aún más elocuentemente con cada nuevo párrafo. Ciertamente escribe mucho,
pero una vez más, trabaja en una biblioteca. Y calienta mi corazón, lo derrite,
incluso, para ver cuán delirantemente feliz está en el correo electrónico. Amy
Jacobs es probable que esté en camino de ser feliz para siempre.
Un feliz para siempre que mi consejo podría haber evitado.
Intento no tener una crisis existencial en una terraza con vista a un
encantador laberinto de figuras, pero no estoy teniendo el mayor éxito.
Mordiendo mi meñique, pienso. Si Amy y Dan lo hicieron a pesar de mi
consejo, no a causa de él, eso significa que mi consejo no es para todos. Lo
que significa que podría estar haciendo daño a las personas además de
ayudarles.
Lo que también significa que quizás puedas tener sentimientos
duraderos y verdaderamente románticos por una persona con la que tú
simplemente te acuesto después de una cita rápida.
Algo alarmante se está construyendo en el fondo de mi mente:
—Dahlia. ¿Lista para la cena? —Jack se para frente a mí, vestido con
vaqueros pero sin camisa y secándose el cabello. Huele a pensamientos
sexuales y a loción para después de afeitarse. Dios, es tan hermoso…
Oh Dios mío. ¿Qué me está pasando?
—No lo tomes a mal, pero de hecho, puedes abrir tu boca en un grado
impresionante —dice, extendiendo la mano y cerrando mi mandíbula abierta.
Aparentemente lo estoy mirando demasiado para su comodidad. No puedo
culparlo por ello.
—Espero que te guste el fettuccini —le digo, poniéndome de pie y
cerrando mi bata hasta la garganta. De repente, me siento muy expuesta a su
alrededor.
—Todo lo que sea italiano me sabe bien. —Me guiña un ojo y mis
mejillas arden. Solo quiso decir eso de una manera sexy, no de una manera
seria. Una manera maravillosamente sexy.
Dios, ¿por qué Amy tuvo que enviar ese correo electrónico? ¿Qué está
mal conmigo?
Regresamos a la cocina, el lugar donde todos mis cuidados diarios y
calorías planeadas van directamente a la ventana a donde pertenecen. Cuando
empiezo a hervir el agua, cortar verduras y preparar unas salchichas de
aspecto espectacular (quienquiera que compre para este hombre merece una
estrella dorada), dejo que mi mente vague. Soy solo yo y la comida, y el
multimillonario. No, no, yo y la comida. Esa es la manera de mantenerlo. Yo
y la comida, el fettuccini y el ajo y las salchichas largas, palpitantes y rígidas,
las santas salchichas fueron una mala idea, pero no puedo regresarlas ahora.
—Pareces un poco tensa. —Jack está apoyado en la isla de granito en el
centro de la cocina. Sus cejas se fruncen en preocupación—. ¿Algo va mal?
—Nada. Bueno. —Con las verduras picadas y el agua no lista para la
pasta, no hay nada más que hacer más que hablar. Deslizando mi cabello
fuera de mi rostro, suspiro—. Recibí un correo electrónico de un cliente.
—¿Se encuentra bien?
—Muy bien. Ese es el problema. —Su mirada de leve desconcierto
exige una explicación—. Lo hizo bien en su cita porque no siguió mi consejo.
Piensa sobre eso un minuto.
—No es que le pueda importar a un encantador demonio aquí, pero ¿es
eso algo malo? No todo funciona todo el tiempo para todos. O algo así. No lo
sé; yo trato con robots. Mucho más fácil obligarlos a tener relaciones
sexuales entre ellos, aunque por razones de cordura insto a evitar eso.
Me muerdo la mejilla para no sonreír.
—Me preocupa haber estado dando malos consejos a todos. No lo sé.
Me siento… a la deriva.
—Elegante elección de palabras. —Se aleja de la barra, se acerca y
toma mi mano entre las suyas. Su pulgar recorre círculos deliciosos sobre mi
piel, haciendo que el calor y la electricidad vibren a través de mí—. Piensa en
todas las parejas felices que has ayudado. Así que una persona no encajó en
el molde. ¿Tu consejo la ayudó a ir a la cita en primer lugar?
Lo hizo, en realidad.
—Sí.
—Entonces le diste lo que necesitaba, y ella partió de allí. Las personas
no son muñecos, sabes. No puedes hacer que hagan lo que quieras cuando
quieras.
Espera, señor Sexo Billonario. Saco mi mano de la suya.
—No estoy obligando a la gente a hacer cosas. En general les estoy
diciendo qué funciona y qué no.
—Y esta vez ese consejo no funcionó. ¿Y? —Se pasa una mano por su
cabello todavía despeinado y glorioso—. ¿Por qué eso te molesta tanto?
—No. Me. Está. Molestando. —Puede que farfullara un poco esas
palabras, porque mi mente está trabajando horas extras. ¿Tiene razón Jack?
¿Amy teniendo relaciones sexuales en la primera cita y encontrando lo que
parece una buena conexión me molesta personalmente? ¿Por qué debería? Si
ella es feliz, es feliz, y yo debería alegrarme por ella. Pero es difícil pensar en
la idea de que Amy Jacobs, que parece ser la más seguidora de todas las
reglas, rompió uno de los mandamientos sagrados de las citas y lo hizo
funcionar.
¿He perdido varias conexiones en mi propia vida debido a mis reglas?
¿Es por eso que todavía sigo rebotando sola a los treinta y dos, mientras que
decenas de personas a las que hago de mentora se van a casar?
—Tal vez… tal vez me moleste un poco —lo admito en voz baja. Jack
no dice nada; ahora solo queda el chisporroteo de las salchichas. Creo que
está esperando a que continúe. Cerrando los ojos, lo hago—. Cuando era
niña, no podía organizar mis pensamientos. No podía quedarme quieta, no
podía concentrarme, no podía recordar nada. Quería hacer cinco cosas a la
vez, y era difícil lidiar con eso en la escuela.
—Suena como TDAH5 —dice sin ninguna preocupación. Asiento.
—Bingo. Hoy en día, hubiese estado bien. Pero en ese momento, la
gente todavía estaba aprendiendo sobre eso. Pensaron que era perezosa, luego
enferma, luego pensaron que podría tener un grave trastorno mental. Me
dieron muchas pastillas locas que me mareaban, y mamá y papá estaban
molestos todo el tiempo. —No voy a llorar, maldita sea. Respiro hondo—.
Decidí que tenía que pararlo yo misma; así que me acostumbré a organizar
todo, hasta el último minuto. Cuando me despertaba, qué ropa me pondría,
cuándo hacer la tarea, cuándo almorzar. Fue duro, pero me obligué a hacerlo.
Las cosas mejoraron. Luego, para colmo, descubrieron cuál era mi problema
y me pusieron la medicación correcta. —Envolviendo mis brazos a mi
alrededor, suspiro—. Mis reglas me hicieron sentir como si no estuviera loca.
Por eso odio que no funcionen.
Cielos, eso se volvió dramático muy rápido. Jack viene detrás de mí,
coloca sus brazos alrededor de mi cintura. Me sostiene contra él, me mece
suavemente de un lado a otro mientras besa ligeramente mi sien.
—Pensé que eras una mujer increíble en el momento en que te conocí.
No tenía idea de qué tan increíble —murmura. Maldición, mis ojos se llenan
de lágrimas, y tengo que parpadear para deshacerme de ellas. Besa mi
mejilla, con toda ternura, y me siento relajada en su abrazo.
No puedo dejar de pensar que si Amy prueba que mis reglas podrían
estar equivocadas… ¿quizás lo qué está pasando con Jack es correcto? No
solo en el sexy multimillonario teniendo sexo sexy. En el “Me encanta la
forma en que se ríe, me encanta la diversión que tenemos provocándonos el
uno al otro”.
—Jack. —Me muerdo el labio, intentando averiguar qué estoy
sintiendo, en todo caso, y cómo hablar de ello—. Yo…
—¿… estoy a punto de quemar las salchichas? Sí. —Me suelta y quita
las salchichas definitivamente crujientes en la sartén. El chisporroteo, el
estallido de la llama de la cocina, me quita de la mente lo que fuera que
estaba hace dos segundos. Me hago cargo por Jack, agradecida de tener algo
que hacer con mis manos. Honestamente, probablemente me estaba
volviendo loca por nada. Todos mis sentimientos están relacionados con lo
bueno que es mi modelo de negocio; eso es todo. Todavía tengo una idea de
la situación. Todavía estoy en control. Ese es el lugar donde me gusta estar.
O eso pensé.
El teléfono de Jack vibra en el mostrador de la cocina. Lo recoge
mientras agrego la pasta al agua.
—Oye, amigo. ¿Te importa si te devuelvo la llamada? Tengo… —Se
detiene en seco, escuchando atentamente a quien está en la otra línea.
Lentamente, la sonrisa se desliza de su rostro, y sus ojos se vuelven fríos.
Con los ojos azul hielo de Daniel Craig, eso es algo aterrador.
—¿Está todo bien? —Me quito los granos de sal de los dedos y Jack
vuelve a la realidad.
—Está bien. Necesito tomar esto. Dame cinco minutos. —Sale de la
cocina, hablando en una voz baja y algo peligrosa. ¿Qué pasó? ¿Una
adquisición hostil por parte de la competencia de una de sus empresas?
¿Espionaje? ¿Escándalo sexual?
Estoy apoyando el espionaje corporativo sobre el escándalo sexual.
¿Por qué? Porque soy una bola de sentimientos mezclados, por eso. Revuelvo
la salsa mientras trato de escuchar la conversación. ¿Era una mujer en el otro
extremo de esa llamada?
Luego me pego mentalmente en mi pie imaginario con tacones de aguja
fantasma, que es una imagen extraña. No seas egocéntrica, Dahlia. ¿Y qué si
era otra mujer al otro lado de la línea? No eres la oficial, en absoluto. Y está
bien por él que tenga citas por ahí. Vamos, no quieres ser seria con esto,
¿verdad?
Bien. ¿Lo quieres?
Mi propia falta de respuesta mental me alarma.
11
Jack
Traducido por AnnaTheBrave
Corregido por Mime

Cuando recibí la llamada de mi hermano, asumí que iba a ser él con


ganas de hablar de mierda por un rato. Y cuando estaba cocinando medio
desnudo con una mujer hermosa, no estaba de humor para el tiempo en
familia.
Eso fue hasta que escuché su voz.
—Jack. Hola.
Pete tiene esta cualidad en su voz que mientras más deprimido y
horrorizado está, más tranquilo y sombrío suena. Tiene su voz de Abraham
Lincoln, como me gusta llamarlo. Parece que está a punto de darte un
discurso sobre las masas empobrecidas y lo que tú personalmente puedes
hacer para ayudarlos.
Cuanto más presidencial suena, en más agonía está.
—Está bien. Necesito contestar esto —le digo a Dahlia, y salgo de la
cocina. Por mucho que me guste ella, y Dios mío, lo hace, no creo que
estemos en el nivel en el que pueda escuchar a mi hermanito perder su mente
por teléfono. Me apresuro hacia el estudio, cerrando la puerta detrás de mí. El
sol se pone mientras miro hacia el jardín, cuadrados de luz solar descolorida
se extienden sobre el piso alfombrado—. Hermano, ¿qué está mal?
—Evelyn se llevó a los niños —dice Pete, ahora tan presidencial que
podría ser elegido en maldito noviembre. Sólo una respiración profunda y
temblorosa traiciona su frialdad—. Sé que los llevó a casa de su madre,
pero…
Puede que esto no parezca correcto, ya que desprendo esa actitud de
multimillonario con la sonrisa de gano muchísima mierda y nada me importa
un demonio, pero cuando crecí, Pete era encantador, afable y despreocupado.
Aprendí a cultivar esa imagen a través de años de arduo trabajo, comenzando
después de que gané mi primer millón. Cuando era niño, yo era el que estaba
en el garaje trabajando en un nuevo proyecto geek y maldiciendo a todos los
idiotas de la escuela que se burlaban de mí. Era un nerd con un temperamento
ardiente. Pete era el niño dorado, el rey del regreso a casa, el que tenía el
cumplido para las damas. A pesar de que era mi hermano menor, me enseñó a
decir todas las cosas correctas, a prestar atención a las señales de una mujer.
Por supuesto, él nunca fue el mujeriego en que yo me convertí. Una vez que
conoció a Evelyn en la universidad, eso fue todo.
Mi hermano es un buen hombre. Sensible. Inteligente. Todo lo que
siempre quiso era ser profesor de inglés en la escuela secundaria, y en eso se
convirtió. Evelyn parecía estar bien con esa vida… hasta que fui de
"empresario exitoso" a "una de las personas menores de cuarenta años más
ricas del planeta". Hasta que vio cuán mejor podrían estar viviendo Pete, ella
y los niños si se uniera a mi compañía, incluso aunque eso no era lo que él
quería. Hasta que comenzó a "vagabundear" en mi círculo social y comenzó
una aventura con un imbécil rico.
No soy el mayor admirador de Evelyn, en caso de que no te des cuenta
de eso.
Este es el punto: mientras se lleva a cabo el divorcio, se supone que
Pete tiene sólidos derechos de visita a esos niños. Los derechos que Evelyn
parece feliz de orinar y pisotear con sus Jimmy Choos.
—¿Llamaste al abogado? ¿Qué dijo él? —Me siento en el brazo del
sofá y trato de no patear nada.
—Todavía están en el estado de California. No es legalmente
vinculante. Los tribunales son más comprensivos con las madres. Lo de
siempre. —Pete deja escapar otro suspiro tembloroso—. Jack. Odio hacer
esto, pero… la escuela está cerrado por el verano. No tengo nada que hacer.
No puedo sentarme aquí solo.
No. Él no puede. Ese es un boleto de ida al tipo de pensamientos del
que no regresa.
—Quédate allí. Liv tendrá un auto para ti en veinte minutos. Vas a
venir por unos días, ¿de acuerdo? Mientras resolvemos esto.
—Lo siento. —Pete está perdiendo la fachada genial ahora—. Odio ser
tan débil.
—No eres débil, idiota. Eres fuerte y superarás esto. —Lo digo con
afecto. Él siempre fue "idiota", yo siempre fui "imbécil". Hermanos, hombre.
No hay mayor vínculo.
Colgamos y salgo de la habitación. A Pete le tomará una hora llegar al
aeropuerto, otra hora en mi avión y luego otra hora para llegar aquí. Eso
significa que necesito consultar con el ama de llaves las habitaciones que
están totalmente arregladas, y…
Dahlia. Santa mierda. En mi celo familiar, me olvidé de ella. Cristo,
probablemente no querrá quedarse con un hombre masivamente deprimido
por un par de días. Ella vino aquí para disfrutar del brillante momento de
Príncipe Azul que todas las mujeres quieren cuando están engañando a un
multimillonario. Tendré que conseguir transporte para que regrese a la
ciudad. Navegar por el río por la noche suena medio romántico y medio "el
escenario ideal para que comience una película de terror".
Me está esperando cuando regreso, dando los últimos toques a la cena.
Mi estómago se ondula; maldición, eso huele increíble. Ella muerde su labio
inferior.
—¿Está todo bien?
—Mi hermano viene por unos días. Se está divorciando. Necesita algo
de espacio. —No quiero arrastrarla demasiado en esto. Ella asiente.
—Bueno. ¿Hay algo que pueda hacer?
Señoras y señores, la dama me vuelve a sorprender. Parpadeo.
—Ah. ¿Te iba a conseguir un auto?
¿Por qué le hice una pregunta? Con las mejillas en llamas, vuelve a la
pasta.
—Oh. Claro. No debería estar aquí. Por supuesto.
—¿A menos que quieras quedarte? —Preguntas, hombre. Soy peor que
una niña de octavo grado invitando a salir al campeón de lacrosse de la
escuela.
—No quiero entrometerme. —Pero lanza hacia mí, me atrevo a decir,
una mirada esperanzadora.
—Honestamente, Pete probablemente podría usar una cara bonita y una
conversación brillante. Quiero decir, belleza e ingenio con los que no está
relacionado. —Solo puedo ser tan humilde. Dahlia se ríe.
—Bueno. Oye, ¿podemos conseguir suministros rápido aquí?
Todo en mi vida está a una llamada telefónica.
—¿Qué tienes en mente?
—¿A tu hermano le gusta el tiramisú? Papá nos enseñó a hacer uno
genial.
Le hará un pastel a mi hermano. Cuando llamo para asegurarme de que
tengo todos los ingredientes necesarios, le echo un vistazo mientras sube las
escaleras para cambiarse. Un culo perfecto y tetas de grado A son buenos.
¿Una cara encantadora, cabello liso, labios carnosos? Increíble. Pero ¿un
buen corazón? Esa es mi cosa favorita para ver en una mujer.
Quiero decir, no, literalmente, ver. Necesitaría una visión de rayos X o
una intención homicida para eso.
Hay una razón por la que no le digo a la gente cada pensamiento en mi
cabeza.
Una vez más, Dahlia Rossi me sorprende e impresiona.
12
Dahlia
Traducido por Ale Grigori
Corregido por AnnaTheBrave

Es un poco tarde para hacer una videollamada con mi hermana en


Chicago, pero ella aún está en el trabajo. Dios mío, los horarios de la cocina
en el hotel Drake parecen ser ininterrumpidos. Contesta mientras limpia su
cara con una servilleta, estar de pie frente a muchas estufas calientes durante
horas y horas te hará eso.
—Dolly, ¿qué pasa? —Sus cejas se fruncen—. ¿Es papá? ¿Se peleó con
el vecino otra vez?
Papá y su vecino, un psicoterapeuta, no se llevan muy bien. Todo
comenzó durante el Apocalipsis de los Gnomos de Jardín de 2014, y ha
estado en curso desde entonces. Sacudo la cabeza.
—Rosie, ¿tienes esa receta de tiramisú en la cabeza?
Parpadea.
—¿Es por eso que estás llamando? ¿Es una emergencia de dulce por la
noche? —Infla las mejillas y mete un rizo de cabello detrás de su oreja,
mostrando su anillo de compromiso mientras lo hace. Sí, junté a Rosie y a su
futuro esposo cuando estábamos en casa para Navidad hace tres años. Soy
una buena hermana mayor. Lo que significa que ella tiene que ayudarme con
este pastel. Es el código de la hermandad.
—Lo estoy haciendo para alguien que está viniendo.
—¿Estás horneando por un ligue? —Sus cejas se alzan—. No parecías
ser del tipo de chica que lo hiciera.
—No es eso. Bueno, no completamente. —Mierda. Mi cara se calienta
cuando la boca de mi hermana se redondea en una perfecta y pequeña O.
—¿Así que sí hay alguien en la foto? Mamá se alegrará de saber que
sus rituales de sacrificios han valido la pena —dice mi hermana con una
sonrisa burlona. No me importa si estamos en nuestros treintas, la próxima
vez que la vea será el momento de arrancarle el cabello. Somos tan maduras.
—Rosie, he pasado todo el día con un multimillonario y su hermano
deprimido viene en un jet privado y necesito hacer este pastel para ayudarlo a
sentirse mejor —Ahí. Toda la verdad, y nada más que la verdad. Mi hermana
frunce el ceño.
—Mira, si no quieres decirme lo que en realidad está pasando, está
bien. Aquí está la receta. ¿Tienes un bolígrafo?
No sé por qué más personas no solo dicen la verdad. Nadie te cree, de
todos modos. Escribo la receta en una hoja de papel del escritorio de Jack (y
me recuerdo mostrárselo a mamá como un ejemplo para su negocio, porque
maldición está muy pulido) y vuelvo a la cocina. Jack tiene toda su ropa
puesta por fin, por desgracia. Preparo el café, mezclo la masa para el
bizcocho, muelo el mascarpone y, en general, trato de disfrutar la sensación
de mi estómago anudándose tres veces su tamaño. ¿Qué va a suceder cuando
conozca a este hermano? ¿En serio seré la tercera rueda aquí? Quizás Jack
quería sacarme de la casa y estúpidamente me quedé con una promesa de
pastel. Porque, ¿qué hombre con una gota de sangre roja en sus venas puede
ignorar la seducción de los productos horneados?
No un hombre que quiera conocer bíblicamente, eso es jodidamente
seguro.
—¿Tú y tu hermano son cercanos? —Por esa estúpida pregunta quiero
golpearme en la cara con este tazón. No, Dahlia, está volando a su hermano
aquí por el impulso del momento porque le es muy indiferente.
—Sí. Él es el más joven. Sabes, hay un sentimiento de protegerlo y
cosas así. Algo así como los leopardos en la jungla, o los tigres.
—¿No son los leopardos y los tigres criaturas muy antisociales?
—Somos leopardos que estamos hartos de que la sociedad nos diga qué
hacer y cómo debemos ser. —Se inclina contra el mostrador y me ve romper
huevos en el tazón—. ¿Otra de las recetas de tu papá?
—De mi hermana, en realidad. Ella hace este postre en particular para
el hotel Drake todo el tiempo. Ha hecho de esto algo muy famoso en
Chicago.
—¿Hermana mayor o menor?
—Umm, menor. —Mierda, no voy a mentir. Seré honesta, cuando tu
negocio es el emparejamiento y las citas y eres a) mayor de treinta, b) sigues
soltera, y c) tienes una hermana menor que está comprometida, la gente
tiende a mirarte como si hubieras hecho algo mal. Pero nuevamente, no veo
ninguna razón para no ser selectiva. Uno quiere una relación que resista la
prueba del tiempo, después de todo. Al igual que mi relación con este pastel,
al que le estoy prestando toda mi atención, porque la mirada de Jack se ha
puesto de nuevo en mí y no sé qué hacer conmigo misma.
—Hermanas. ¿Son cercanas?
—Sí. —Suspiro—. Cuando Rose tomó el trabajo en Chicago, fue difícil
para todo el clan Rossi. Primero, a papá le preocupaba que fuera secuestrada
por contrabandistas. Luego, cuando logramos convencerlo de que había visto
Los Intocables demasiadas veces, maldijo a los Chicago Bears y huyó al
garaje para tratar de cortar una tabla de madera por la mitad. Falló
miserablemente. Ha intentado entrar a la carpintería desde su retiro; no está
funcionando tan bien.
Jack se ríe con fuerza, echando la cabeza hacia atrás y colocando una
mano sobre su estómago. Maldita sea, incluso su risa es sexy-derrite-bragas.
—¿Estás muy centrada en tu familia? —dice al fin, volviendo su
atención a la masa mientras la meto al horno.
—Oh sí. Tanto los Rossi como los Beauregard se juntan para Navidad.
El lado materno de la familia —digo como explicación—. Es todo sobre el
gin, los martinis y pavo italiano hasta donde alcanza la vista.
—Maldición, envidio eso —dice Jack en voz baja. Sus ojos toman un
enfoque suave—. Pete y yo realmente no tenemos toneladas en el camino de
la familia. Mamá murió justo después de que terminé la universidad, y papá
murió hace dos años.
Mi corazón se contrae solo de pensar en eso. No sé lo que haría.
—Pero él al menos tiene a los niños.
—Sí. Si podemos asegurarnos de que Evelyn le conceda la custodia
compartida —se queja Jack. Sacudiendo la cabeza, probablemente para
deshacerse de los pensamientos infelices, toma una cuchara de madera y la
sumerge en el mascarpone—. Ahora dime, ¿cuánto de esto puedo comer sin
arruinar el efecto?
—¿Esa cucharada? —Se la quito de la mano, la sacudo en el tazón para
mezclar y se la devuelvo—. Déjate llevar por el contenido de tu corazón.
Jack se ríe, y se pone a degustar. Excelente. Me gusta un hombre que
pueda seguir órdenes en la cocina. Así es como se va el tiempo, yo horneando
la masa, cortándola en capas finas, distribuyendo el café y el mascarpone,
poniéndole capas, inquietándome, comiendo un poco de mascarpone cuando
Jack no está mirando. Es un proceso lleno de ansiedad y azúcar.
El azúcar lo hace mejor, por supuesto.
Y luego, ahí está. El timbre de la puerta suena y Jack va a contestarlo
justo cuando termino de esparcir chocolate en polvo encima. Oh Dios. Aquí
viene. Poniendo el pastel en un plato de vidrio y colocándolo en el centro de
la mesa de la cocina, escucho cuando Jack abre la puerta. Dice algo, se ríe
una vez, luego comienza a llevar a su hermano a la cocina.
Cuando Pete llega, puedo decir dos cosas: se parece mucho a su
hermano, y también luce como si el sistema legal vampírico le hubiese
drenado la mayor parte de la sangre. Sus hombros están caídos, su cabello
claro arrugado en la parte de atrás como si hubiera dormido en una posición
extraña. Hay bolsas debajo de sus ojos, y se está hundiendo gradualmente
mientras camina, como si Jack no tuviera cuidado, su hermano se zambulliría
de cara contra el linóleo.
He visto suficiente angustia en mi vida para saber cuándo cruza la
puerta para reunirse conmigo. Al instante, quiero darle algo de comida a este
hombre, luego tal vez un poco de café, luego un abrazo, luego una larga y
estimulante charla, luego una ducha caliente y luego un poco más de pastel
antes de acostarse. Sé cómo hacer estas cosas. Mi familia me ha entrenado en
dos grandes áreas: comer tus sentimientos y abrazar a las personas que lo
necesitan.
—Pete, esta es Dahlia. Dahlia, conoce al mejor hermano de la familia.
—Jack le da una palmada en el hombro a Pete, pero el tono de valentía
normal de su voz es inestable. Está mirando a Pete como si supiera que el
mejor hermano está al borde del colapso.
—Encantado de conocerte. —Pete no ha olvidado sus modales, algo
que siempre me gusta ver. Se sienta en la mesa de la cocina como si fuera un
globo que alguien comenzó a desinflar. Sin embargo, nota el tiramisú—.
Vaya. Eso se ve increíble. —Una chispa de vida vuelve a sus ojos. El milagro
de la comida.
—Eso es bueno, porque comeremos una porción —digo, intentando
sonar optimista. Pete frunce el ceño un poco. Oh no. No está interesado. Tal
vez ¿no es fan de comer algo dulce tan tarde en la noche? O tal vez lo es, es
solo que no está de humor para el tiramisú. Así que ahora estoy
incómodamente sentada aquí, empujándolo bajo su garganta mientras él
desea poder estar en cualquier otro lugar y luego, ¡entonces! Jack se dará
cuenta de cómo funciono en realidad, de mi pastel y de mi necesidad de que
todos coman dicho pastel. Pero él lo sabía, ¿verdad? Sabía que yo estaba
horneando el pastel, ¡y lo permitió! Si se hubiera dado cuenta que su hermano
odiaba tanto este postre, ¡podría habérmelo dicho! Ambos nos hundiremos,
juntos, en las llamas de mi locura.
—Me encanta el tiramisú —dice Pete por fin.
¡Crisis evitada! Todos vuelven a ser normales mientras yo sigo aquí
parada enviándome a convulsiones de rarezas.
—¡Genial! ¡Déjame traerte un plato! —Me dirijo a la cocina y abro
aproximadamente doce puertas de los gabinetes mientras busco
desesperadamente los platos. Dios mío, ¿por qué necesita un multimillonario
tanto cristal y tantos tazones de caldo? Debe tener muchas cenas lujosas, del
tipo que colocas un billete de veinte dólares en tu regazo como servilleta.
Jack finalmente, amablemente me muestra los platos, guiña un ojo y
recoge la maleta de Pete.
—Voy a llevar esto a la habitación de huéspedes. Ustedes dos
comiencen sin mí.
Así que ahora soy yo y este hombre encantador e increíblemente triste
que está mirando un trozo de tiramisú, con todo y los ojos brumosos. ¿Podría
Jack haber planeado esto? ¿Es una prueba para ver qué tan bien respondo a la
presión? ¿Recibiré a un polígrafo después, para ver si estoy mintiendo sobre
el hecho de que la receta viene de mi familia?
—Lo siento. —Pete agarra una servilleta de papel y se limpia los ojos
—. Es el cumpleaños de mi hija pronto. Ver la torta me hace llorar un poco,
supongo.
Mi corazón se destruye, ¿cómo no? Este pobre hombre.
—Así que. ¿Hace cuánto que conoces a Jack? —pregunto, tomando
asiento. Me golpea lo tonta que es la pregunta mientras Pete parpadea y
responde con suavidad.
—Uhmm. ¿Toda mi vida? Ya sabes —dice.
—Hermanos —concuerdo. Lo decimos al unísono. Tal vez si abro la
ventana y salgo, puedo dar un salto hacia el Hudson y hacerle un favor al
universo. Pero la boca de Pete se contrae; diablos, creo que está sonriendo.
—¿Estás un poco nerviosa? —Parece que eso le gusta mucho.
—Ugh, muy nerviosa. ¡Oh, no por ti! —me apresuro a añadir. Agito
mis manos en el aire—. Eres increíble. Solo me preocupa estar colándome en
el tiempo de familia de Jack.
—No lo estés. Si no estuvieras aquí, Jack probablemente me habría
encontrado en la puerta con una botella de whisky y una fuerte canción
irlandesa para beber. No estoy de humor para alejar mis sentimientos. —
Toma un tenedor lleno de pastel—. Aunque podría sentir eso mañana,
dependiendo. —Lo prueba y sus ojos se abren. Se desploma, mierda,
¿accidentalmente puse arsénico en la mezcla? ¡Pensé que era azúcar! ¡Jack no
debería mantener sus venenos mortales tan a la mano!—. Esto —dice Pete,
tragando y apuntando el tenedor al pastel—, es la perfección.
Me sonrojo.
—Ese cumplido pondría la cabeza de una niña a girar. Pero me gusta
oírlo.
Él se ríe, luego toma otro bocado. Ya, hay algo de vida volviendo a sus
ojos. Buena señal.
—¿Cuándo conociste a Jack? —pregunta.
—Hace un par de días. —Me avergüenzo. Si eso no me hace sonar
rápida, desde la presentación hasta hornear en su cocina de Nueva York en
cuarenta y ocho horas, no sé qué es lo que hace.
—Wow. Dos días, ¿y ya estás aquí? —Pete baja el tenedor; suena
tranquilamente sorprendido—. Debes gustarle.
Bueno, teniendo en cuenta que hemos tenido sexo salvaje con gritos y
todo dos veces, espero que hayamos pasado el “¿Te gusto?” Marque esta
casilla para "sí".
Se escuchan pasos, y Jack vuelve a la cocina.
—¿Cómo lo están llevando? —pregunta mientras agarra un plato y
toma una rebanada gigante de pastel—. Dahlia, esto se ve increíble.
—Estamos bien. Dahlia es muy divertida —dice Pete, sonriéndole a su
hermano. Jack arrastra su mano por mi espalda distraídamente, pero incluso
ese pequeño toque es suficiente para hacerme sonrojar, y mi piel se estremece
por todas partes.
—Esa soy yo. Diversión para toda la familia. —Me detengo, porque
espero que nadie se lo tome como una invitación a un trío. Porque
definitivamente no me muevo tan lejos. Pero no creo que me tenga que
preocupar. Jack se ríe, se sienta a mi lado en el comedor y todos nos
concentramos en nuestro tiramisú. Los hermanos no hablan sobre mucho,
béisbol, negocios, los niños, y yo me pongo al día y los acompaño con
facilidad. Mientras comemos, la mano de Jack vuelve a mi espalda y
desciende un poco más. No lo suficientemente bajo como para ser indecente
mientras su hermano está aquí; solo lo suficientemente como para sentirse
cómodo y cálido.
Me siento como una del equipo en este momento. Me gusta sentir eso.
13
Jack
Traducido por âmenoire
Corregido por AnnaTheBrave

—¡No temas! Mantén tus ojos abiertos —llama Pete a Dahlia cuando
está a punto de volar por los aires. Tiene puesto su chaleco salvavidas y está
siendo una buena chica respecto a eso. El paracaídas no va a matarla.
Probablemente. Seguramente. Si lo hace, oye: estoy asegurado.
Intenté esa línea con ella más temprano, para ver si se relajaba un poco.
Si por “relajarse un poco” significa que “intentó matarme con una lata de
Coors” entonces sí. Estaba tan relajada como veré a una mujer alguna vez.
—¿Alguna vez has hecho esto? —grita, el viento llevándose sus
palabras. Conduzco el bote de motor con elegancia por el río, el sol cayendo
fuertemente y resplandeciendo en el agua, haciéndome sentir como un tipo
malo. Inclino mi cuello para un rápido guiño, que no puede ver porque tengo
puestos los lentes de sol. Pero está ahí, nena. Está ahí para que puedas
encontrarlo.
—Jack nació siendo navegante —grita Pete. Lo siento empujar mi
hombro—. Real cabrón.
—Me gusta cuando hablas sucio —le grito de vuelta. Esto es bueno. La
voz de Abraham Lincoln se ha ido y ha sido reemplazada por un hermano
menor alegre e insolente. Ahora estamos en la zona fuera de peligro. Con un
chillido, escucho a Dahlia desplegarse y patear en el aire. Me giro de nuevo,
muy rápido, para observarla elevarse más y más hacia el veraniego cielo azul.
Pete se acomoda en el asiento junto a mí y observamos el río por delante.
Nunca sabemos cuando un alce o algo puede llegar galopando y meterse en
nuestro camino. O un cocodrilo. Los cocodrilos viven en el Hudson, ¿cierto?
¿Cocodrilos y alces, lado a lado, trabajando en armonía para conseguir un
objetivo en común?
De nuevo, sé de tecnología, no de biología.
—Gracias, hombre. —Pete me golpea en el hombro, luego saca un
cerveza. Cuando apareció anoche, tenía miedo de tener que llamar a un
profesional para que viniera a revisarlo. Él es una versión de mí ligeramente
más baja, de cabello más claro y un poco menos musculoso. Lo último, la
parte musculosa es solo porque soy admisiblemente religioso con mi rutina
de Cross Fit. El punto es que parecía como si estuviera a punto de
desmayarse sobre su equipaje.
Luego Dahlia apareció, con un plato de tiramisú en la mano y todo
cambió. Obtuvo un poco de azúcar y café y un montón de atención. Cristo,
nunca pensé que podría tener tanta diversión con una mujer sin, tú sabes,
diversión sexy involucrada. No cuestionó a Pete sobre el divorcio o los niños.
Tuvimos una agradable, ligera y fácil conversación, una que creo que él
necesitaba. Para el momento en que todos nos quedamos dormido escaleras
abajo, a las dos de la mañana, había sacado a Pete de la parte más peligrosa
del espectro de la depresión.
—Me alegra que te estés sintiendo mejor. —Estoy tentado a golpearlo
en el pecho, pero estoy conduciendo. De otra manera, totalmente lo golpearía
en el pecho o tal vez en el brazo. Afecto. Así es como los hermanos lo
demuestran.
—Oye. Acerca de ella. —Pete apunta a la mujer haciendo paravelismo
—. No pude preguntarte anoche. ¿En dónde la conociste? No parece la típica
chica tras la que vas.
—¿Oh? ¿Tiene educación universitaria? ¿Es dueña de un negocio
exitoso? —Disminuyo un poco la velocidad; tiempo de traer a Dahlia de
regreso a la tierra. O al agua.
—Es morena. —Pete toma un trago de cerveza y guiña un ojo—. Y sí,
tiene todas esas maravillosas cualidades de mujer adulta que mencionaste.
Puede que no quieras escuchar esto, pero me gusta. Parece que es buena para
ti.
Normalmente cuando mi hermano pequeño empieza a decir esto con
cualquiera de mis chicas, lo que ciertamente no sucede tan a menudo, tengo
la urgencia de cortar lazos con ellas. ¿Quién quiere tener treinta y cuatro,
valer billones de dólares y estar atado? ¿Qué sucede si no funciona y ella
intenta quitarte la mitad de lo que tienes? La vida es demasiado caótica y
misteriosa para eso.
Pero cuando Pete dice que le gusta Dahlia, hay un momento de…
alivio. Quería que le gustara.
Quería que le gustara tanto como a mí.
Bueno, no tanto. Porque entonces tendríamos que tener un duelo a
muerte al amanecer.
Pero mientras Dahlia es jalada de vuelta al bote, con las mejillas rojas
por el viento y riéndose sin aliente, me imagino verla de esta forma todos los
días. No en el sentido de “llevarla a volar”, sino en el de “siendo parte de mi
familia, parte de mi vida”.
Es desconcertante lo mucho que me gusta esa idea. Al menos, lo es
para mí. Como dije, soy un tipo que tiene cada tipo de confort que una
criatura quisiera tener y puedo tener todo eso sin el desordenado embrollo de
una relación seria. Ese debería ser el sueño del hombre alfa millonario,
¿cierto?
Normalmente, diría que sí. Pero ahora lo estoy dudando… y no sé
cómo sentirme al respecto.
—Así que. ¿Ahora qué otras travesuras vamos a hacer? —pregunta
Dahlia, acomodándose a lo largo del costado del bote. Pete le entrega una
cerveza, que acepta felizmente.
—Siempre podríamos ir a probar ese restaurante nuevo en Copenhagen
—sugiero mientras doy vuelta al bote.
—¿Te refieres al verdadero Copenhagen o a la ciudad de Copenhagen
en New Jersey? —Dahlia arquea una ceja. Resoplo, poniendo una mano en
mi corazón.
—Madame, estás con uno de los hombres más ricos de Estados Unidos.
Por supuesto que me refiero a la pequeña ciudad en New Jersey. Estoy
orgulloso de mi país.
—Entonces pasaré. Suena demasiado costoso para mi sangre —dice.
Pete se ríe y los dos chocan sus latas de cerveza. Mientras hablan entre ellos
y guio el bote de regreso por el río, pienso en la idea una y otra vez en mi
mente: Dahlia aquí, todos los días. Conmigo.
Lo que más me asusta en que no me asusta en absoluto.
14
Dahlia
Traducido por Smile.8 y Moreline
Corregido por Mime

¿Por qué tengo que volver a la ciudad? ¿Por qué no puedo permanecer
aquí, en el castillo de cuento de hadas francés, y pasar los días follando a Jack
y viviendo en el paraíso? Aunque para ser justos, no follamos ayer en
absoluto. La llegada de Pete como que puso fin a los chanchullos carnales,
dado que Jack tuvo que dedicar tiempo a su hermano. Dios, el pobre Pete está
realmente siendo puesto a través del corredor con ese divorcio. Pero Jack,
dejando todo lo demás en un segundo plano para cuidar de su hermano, fue
una de las mejores cosas que he visto nunca.
Hemos pasado un tiempo ridículamente divertido los tres. Si no íbamos
en bote o jugábamos a tenis borracho, estaba mirando los episodios favoritos
de Mystery Science Theater de los hermanos en la pantalla plana. Están en
una batalla constante sobre cuál es mejor, Pod People o The Final Sacrifice.
Al parecer, esto dio lugar a un conflicto sangriento literal cuando eran niños.
Sí, los chicos Carraway son enormes nerds. Diablos, ¿quién lo hubiera
imaginado?
La diversión fue obstaculizada un par de veces por Pete teniendo que
hacer llamadas a los abogados en California sobre los niños, pero de nuevo,
Jack estaba siempre a mano para ayudar. Es un buen hombre. Infiernos, es
maravilloso.
¿Por qué tengo que dejar esta maravilla? Bueno, porque tengo una vida,
por ejemplo. Mis clientes han reservado las citas que no puedo descuidar, sin
importar cuánto Jack quiere que su filosofía de “vive libre y no te mueras
enfadado” se quede en mí. En particular, Edith Montgomery, ha estado
soplando en mi teléfono desde que me desperté esta mañana. Necesita una
llamada de emergencia en casa.
Bueno, con eso cobro el doble de las horas facturables, así que hacia
Gramercy Park voy.
—Qué pena que te tengas que ir. —Jack aparece en la puerta, con el
cabello enmarañado por el sudor, el gris oscuro de la camiseta que viste con
una V de sudor en la parte delantera. El ejercicio es importante para mantener
un cuerpo con tan buen aspecto. Me lo imagino levantando ladrillos macizos
de oro o sumergiéndose en un mar de monedas a la Scrooge McDuck. Sólo
que con menos plumas. Pero sí, grandes y sudorosos bíceps me ponen un
poco débil en las rodillas. Suspiro.
—Ha sido muy divertido. —Me gustaría ser más ingeniosa y más
inteligente en este momento, pero no estoy segura de cuál es mi posición. ¿Es
este el final de la línea? ¿Debo volver a Nueva York con una despedida, o…?
—¿Crees que tendrás mucho trabajo en la ciudad? —Se cruza de
brazos. ¿Suena interesado en esa respuesta? Mi yo está gritando y saltando,
sacudiendo su cabeza hacia mi superyó y murmurando acerca de cómo vamos
a morir solos, juntos, los tres. Tengo que llamar a Freud para que saque a
esos bastardos de mi cabeza.
—Depende de cuántas personas se comprometan o rompan en las
siguientes cuarenta y ocho horas. —Me encojo. Empújalo, Dahlia. Empújalo
bien. A ver qué pasa—. ¿Puede que esté libre de nuevo el jueves? —Lo hago
en pregunta, pero si se queda en un incómodo silencio entonces puedo añadir:
Pero por supuesto tengo una gran fiesta de vino y ganchillo esa noche, así que
no la quiero perder. Oh, es lo que tiene ser una chica soltera y sin trabas en
Nueva York.
—Jueves. ¿Crees que querrías hacerme una nueva visita? Pete necesita
otro socio para el bádminton borracho. —Asiente sombríamente—. Es mucho
más peligroso que el tenis borracho. Podría parecer que no, pero lo es.
Mi yo le está dando ahora una paliza a mi superyó al tiempo que grita
alegremente, y mi superyó está admitiendo a regañadientes que quizás esto
puede funcionar.
—Puedo hacer que eso suceda. —Nota mental: lleva ropa interior extra
y el vestido más sexy. Usarlo cuando Pete se quede dormido. Tal vez poner
sedantes en la bebida de Pete, por si acaso.
—Haré que mi auto te recoja. Avísame. —Cruza la habitación,
sudoroso de pies a cabeza, viril y como todo un macho. Me besa, su mano
pasando por mi espalda para hundirse en mi cabello. Mi boca se abre,
dándole la bienvenida al beso y devolviéndoselo tan bien como me lo da. Su
lengua toca la mía, y lo devuelvo. Un gruñido bajo emana de su pecho
mientras se frota conmigo, sosteniéndome cerca. Quiere que vuelva, quiero
volver. Qué combinación tan fortuita.
Mmm, algo está vibrando bajo las escaleras. Algo está latiendo, y listo
para… oh, es mi teléfono. Tengo que romper el beso para sacar de mi
teléfono de mi bolsillo, y comprobar el identificador. Oh querida. Edith
Montgomery. Otra vez. Algo más.
—Diviértete con eso —dice Jack, mirando el teléfono y dándome un
guiño. Me libera del abrazo, lo cual no me gusta. Eh bueno. El deber llama.
Me pongo la chaqueta y voy por el pasillo hacia la parte delante, donde el
auto me está esperando.
—¡Edith! ¿Qué pasa? Estoy en mi camino a… —Me paro cuando la
escucho empezar a gritar. Entonces—. ¿Qué quieres decir que Gerald te dejó
con la cebra? —Paro—. ¿Tienes una cebra?
Necesitaré un Advil antes de esta sesión, creo.

***

—¡Hice todo lo que dijiste! —Edith se retuerce las manos y camina


alrededor y alrededor de su apartamento con suelo de mármol de valor
incalculable y decorado con Art Deco con un mono en un hombro y una
cacatúa posada sobre su cabeza—. No beses a Gerald hasta la segunda cita.
No lo traje a mi casa hasta el quinto día. ¡Pensé que íbamos a tener sexo esta
noche! Incluso insonoricé las paredes de la habitación para no tener que
escuchar a Reginald y al guepardo gritándose el uno al otro toda la noche.
Sir Reginald Buttersworth de hecho no está mirando con cariño al
guepardo, que se ha reclinado en una pequeña silla de seda azul. Creo que
Edith hizo que fabricaran la silla específicamente para el gato grande. Tiene
un collar de color rosa con el nombre “Petunia” en una etiqueta de oro en
forma de corazón. Petunia bosteza, exponiendo esos dientes afilados suyos, y
Reginald salta sobre mi hombro. Me mantengo quieta mientras él hunde sus
diminutas patas de mono en mi cabello. No te cagues. Por favor, por favor,
no te cagues.
—¿Así que trajiste a Gerald de vuelta para sexo, y él vio la colección
de animales salvajes y se fue?
—Él estaba bien con Petunia y Connor y Reggie y Baloo…
—¿Baloo? —Conozco El Libro de la selva. Si es un oso, me largo de
esta locura.
—Mi pez dorado.
—Por supuesto.
—De todas formas. Estaba bien con todos ellos, hasta que le conté
sobre Ziggy Stardust en la azotea. —Edith está al borde de las lágrimas
ahora. Tiene que limpiarse con delicadeza su ahora derramado rímel Chanel,
teniendo cuidado con sus cuidadosamente pintadas uñas de color rosa
brillantes. Edith se sienta en el sofá de dos plazas, lloriqueando mientras una
tortuga sale de debajo de sus pies. Su nombre está tachonado en diamantes de
imitación en su concha: Tiburón.
¿Necesito tanto el dinero?
—¿Así que Ziggy es la cebra?
—¡Tenemos un jardín en la azotea! Es muy verde, bueno para el medio
ambiente. —Edith lloriquea un poco más—. Ziggy podía comer todos los
árboles frutales que quería. ¡Tenía un permiso! ¡Más o menos!
—¿Así que un tipo de permiso no fue lo suficientemente bueno para
Gerald?
—¡Se enfadó tanto por eso! Afirmó que yo quería tener un zoológico,
pero no quería pensar en lo difícil que sería cuidar de él. Luego dijo que
quería añadirle a él al zoológico. Que solo quería un novio para cuidar de
todos mis animales, y, como, poseerle. ¡Y no es así! ¡Simplemente quiero
alguien a quien amar! ¡Y que sepa cómo tratar con tres perezosos! —Los
hombros de Edith tiemblan, y comienza a llorar. Mi corazón se ablanda, y me
acerco a ella. Es mucho más fácil cuando Connor la cacatúa sale de su cabeza
para ir colgarse sobre la lámpara de araña.
Una de mis reglas es no confortar nunca a los clientes, ni abrazarlos ni
nada. Pero Edith parece como una niña de muchas maneras. No vive en el
planeta tierra con el resto de nosotros, pero lo intenta. Tal vez está intentando
una manera un poco loca, pero lo intenta.
—Mira. ¿Por qué no llamas a Gerald y le dices lo que me has dicho? —
Le acaricio el hombro, y me sorprendo cuando lanza sus brazos alrededor de
mí. Le devuelvo el abrazo.
—Pero dijiste que la regla dieciocho es “trata de no hacerle ver que
llega a ti hasta que estás en una relación”. De lo contrario él tendría el poder.
¿No es así?
Oh, muchacho, es hora de “Dahlia, estás jodiendo la vida de la gente en
HD”. Quizás estoy equivocada en todo. Quizás debería decirle a la gente
“¡haz lo que sea que te funcione!”. ¡Y después estaré completamente fuera
del trabajo! ¡Hurra!
—Mira. Tal vez, dado que tienes veintisiete animales en un ático en
Manhattan…
—Veintiocho. Ernold el perezoso acaba de llegar. Está en el
dormitorio.
—Bueno. Perezoso agregado. Cuando tienes una situación tan extraña,
tal vez requiera una solución extraña. Cuando Gerald llegó, vio a una mujer
con mucho dinero y muchos animales salvajes corriendo alrededor. —¿Eso es
una iguana en mi hombro? Por supuesto que lo es—. Pero no vio la cosa
debajo de todo: eres una mujer que tiene mucho amor que dar y que quiere
darlo. —Se está haciendo un poco personal aquí, pero intentémoslo—.
Quizás no sepa cómo hacerlo, bueno, de una manera normal.
Edith asiente, dos gordas lágrimas cayendo sobre su regazo.
—Tal vez soy demasiado rara para una relación normal.
—No. No lo eres. Conozco a una mujer que tiene fetiches con
luchadores de sumo felizmente casada. No eres más rara que eso. —La agarro
por los hombros—. Tú eres una buena persona. Quieres darles a todos estos
animales un hogar lleno de amor. Si Gerald puede ver a esa persona, la
amorosa y generosa, no a la caprichosa heredera, regresará. Lo prometo.
—¿Entonces solo necesito llamarlo y decirle cómo me siento? —
Reginald le da a Edith un pañuelo que acepta con gratitud—. Eso da un poco
de miedo.
Chica, no tienes ni idea. Da miedo darse cuenta que te gustaba alguien
más de lo que pensabas, y pasaste un fin de semana maravilloso preparando
el postre y coqueteando, e intentando con su triste y querido hermano. Da
miedo entender que desarrollar sentimientos por alguien no se parece en nada
a lo que pensabas que sería. Pensaste que sería instantáneo, y absolutamente
correcto. Una pizca de lujuria, un calor que irradia gradualmente, un arrebato
de amor. El cóctel perfecto para la relación perfecta. Y con un hombre que
cumple con los criterios en los que has confiado durante la mayor parte de tu
vida adulta.
Pero los sentimientos no funcionan así. El amor no funciona así.
Acabo de pensar en una cierta palabra de cuatro letras que está más
prohibida que cualquier otra; O al menos, lo ha estado para mí. Mis brazos
estallan en piel de gallina. Y un ganso real también se pasea por la tumbona,
dirigiéndose hacia el guepardo.
Para asombrosas revelaciones emocionales, el apartamento tipo
zoológico de Edith es un lugar muy inusual.
—Aquí. —Le paso a Edith su celular mientras Reginald acaricia su
mejilla—. Llámalo ahora mismo. Háblale.
Edith se levanta y camina alrededor del sofá, nerviosa, mientras marca
y espera. Ella es la personificación de la alta sociedad de Nueva York en
muchos aspectos, con una elegante falda y blusa Gucci en blanco y negro,
altísimos Louboutins y el cabello expertamente estilizado. ¿Eso, más todo el
dinero, más el zoológico? No es de extrañar que Gerald no pudiera
manejarlo.
Cuando tratas con alguien cuya experiencia está lejos de la tuya, es
fácil cerrarse. Fingir que todo es una fantasía. Pero no puedes vivir tu vida
dividiendo a las personas en categorías de esa forma. Te perderás mucho
cuando lo hagas.
—¿No es así? —le susurro al jabalí sentado en un cojín a mi derecha.
Su nombre es Trufas, y Edith tenía las puntas de sus colmillos cubiertas con
una lámina de oro. Él resopla, luego se tira pedos.
—¿Gerald? —El labio de Edith se tambalea mientras suena como si él
hubiera levantado el teléfono. Una mano vuela a su garganta para jugar con
un collar de diamantes—. Soy. Es decir. Soy.
Luego palidece y se queda en silencio, mientras parece que un montón
de conversación le está llegando a través del cable. Los ojos de Edith se
mueven hacia mí; ella no sabe qué hacer. El tipo le está dando una buena y
larga charla, así que normalmente diría que lo tomara con calma. Escúchalo,
descubre todas las pequeñas cosas que te está telegrafiando que quiere, y
luego dáselas. Engánchalo y atráelo, hasta más tarde, cuando puedas hacerlo
bailar a tu gusto, porque ahora conoces todos sus botones y disparadores. Ya
sabes de qué manera empujar para manipularlo.
Ahora que lo pienso, eso suena como una receta segura para nunca
tener una relación íntima y feliz.
—Desde el corazón —pronuncio, entregando mi propio corazón como
ilustración. Edith se ve desconcertada, luego hace un movimiento de apuñalar
su propio pecho. No, no. No para el corazón. Desde6. Lo intento de nuevo,
articulando mejor, y ella entiende. Aclarando su garganta, Edith empuja sus
lágrimas.
—Por favor. Escúchame. Puede que sea una loca de los animales que
vive en un ático y que tiene que dar regalos caros a la oficina del alcalde cada
Navidad para mantener su permiso de guepardo. Pero lo hago porque amo a
estos animales. Sé que te parece caprichoso, pero he pasado mucho tiempo
leyendo sobre sus hábitos, su alimentación y su aseo. ¡He estado pensando en
volver a la universidad para obtener un título en zoología! No quería salir
contigo porque necesitaba a alguien que cuidara de mi zoológico. Pensé que
teníamos mucho en común, y también que eras gracioso, agradable y
realmente sexy. Así que, si no quieres involucrarte conmigo, está bien. Pero
quería que supieras que creo que podría estar loca por ti, y estar sin ti es
difícil. Muy difícil. En realidad, muy duro. —Se atraganta con esas últimas
palabras, las lágrimas se derraman por su rostro arrastrando líneas negras de
rímel.
El silencio reina en el otro lado del teléfono. Oh demonios. Colgó.
Entonces, escucho su voz de nuevo. Suena más tenue, aunque no puedo
distinguir las palabras. La cara de Edith se ilumina a medida que habla, y para
el final está casi balanceándose de un lado a otro. Teniendo en cuenta la
altura de esos tacones, tal vez no sea la mejor idea, pero ¿a quién le importa?
Ella está emocionada.
Está yendo bien.
—¡Te veré luego! ¡Adiós! —Edith cuelga y lanza el teléfono al aire con
alegría. Temería que la cosa se rompiera, pero Connor, la cacatúa, se cae de
la percha de la araña y atrapa el teléfono en sus pequeñas garras de pajarito.
Él parece tan acostumbrado a eso, que me pregunto si esto no es algo que
tenga que hacer de manera regular.
—¿Es bueno? —Sonrío cuando Edith casi me golpea con un abrazo.
—¡Está viniendo ahora mismo! Dijo que estaba tan dolido porque en
realidad le gustaba y no quería sentirse usado. Si no le hubiera dicho lo que
estaba sintiendo, ¡él podría haber seguido creyendo eso! Dahlia, das los
mejores consejos. —Me aprieta tan fuerte que podría haberme aplastado
algunas costillas. Edith Montgomery es sorprendentemente fuerte.
—Gracias. Asegúrate de agregar mi bono para la feliz reunión —le
digo en broma.
—Oh por supuesto. ¿Diez mil serían apropiados?
Er, sí. Sí lo serían. No aceptaré nada menos. Mientras Edith trata de
volver a meter al guepardo en su jaula y obliga al jabalí a dejar de intimidar a
la iguana, le echo un vistazo a mi teléfono. Todavía no hay mensajes de Jack,
lo que hace que mi estómago se agrie un poco. Pero de nuevo, dijo que su
auto me llevaría de regreso al paraíso el jueves. Pasado mañana.
Dijo que quería verme otra vez.
Tal vez necesito tomar la pequeña iniciativa de Edith en mi propia vida.
Tal vez necesito decirle a Jack, bueno, no es que esté loca o algo así, pero…
¿decirle que me hace más feliz que cualquier otro hombre que haya
conocido? ¿Eso es una locura? ¿Es el tipo correcto de locura?
Nada grande en la vida sucede sin un poco de riesgo. Eso es lo que
papá siempre decía después de cinco copas de Chianti antes de intentar
ponerse los calcetines.
No me voy de inmediato, porque Edith necesita mi ayuda para llevar a
todos de vuelta a sus corrales. Sir Reginald Buttersworth se ha convertido en
un verdadero caprichoso de mi cabello, y se necesita algún tirón y unos
cuantos mechones perdidos antes de que finalmente vuelva a su árbol falso de
plástico. Edith sigue preparándose para su cita mientras me muerdo el puño y
maldigo a todos los monos que hayan vivido.
Finalmente, el portero zumba para decir que Gerald llegó. Aquí es
donde me retiro. Edith está revoloteando, nerviosa y exaltada como el
infierno, y le doy un último abrazo.
—Gracias por todo —dice.
Cuando hago bien mi trabajo, no hay mejor sensación en el mundo.
Cuando me dirijo por el pasillo del parquet a la puerta, Gerald entra. Sus
mejillas están enrojecidas de emoción, y él asiente hacia mí mientras se
apresura hacia la sala de estar.
Ambos están muy emocionados. Quiero saber cómo se siente eso.
Tal vez es hora de tomar el asunto en mis propios tentáculos.
Me acerco al perchero por mi chaqueta y descubro que no está. Pero un
perezoso sonriente cuelga allí, mi chaqueta de mezclilla sujeta entre sus
pequeños y adormecidos dedos. Tomo mi chaqueta, y saludo al perezoso.
—Gracias, Ernold. —Y luego, con esa locura detrás de mí, me voy.
15
Jack
Traducido por AnnaTheBrave
Corregido por Vickyra

No debería extrañar a esta mujer tanto como lo hago. Pete está en una
llamada con Gabby y Georgy, que los abogados lograron arreglar. Está
caminando de un lado a otro junto a la ventana, sonriendo, riendo y viéndose
más relajado que en los últimos días. Maldita sea, pero adora a esos niños.
Ahora que finalmente los ha conseguido, ya no parece un fantasma
desquiciado. Mientras él habla, me alejo. Debería estar recostado aquí,
disfrutando de un whisky por la tarde y contemplando… no lo sé. La vida.
Qué tan buena es la vida. Qué bien la hago ver. Mierda egoísta estándar.
Pero todo en lo que puedo pensar es en Dahlia Rossi. Todo lo que
puedo pensar es en cómo no puedo esperar hasta el jueves para verla.
No me gusta este sentimiento de dependencia. Desde que era una
pequeña mierda recién salido de la universidad y con grandes planes para el
mundo, he tratado de evitar enredarme en algo tan íntimo. Atarse durante la
intimidad es una cosa, ¿pero enredarse? Mala idea, niños.
Todavía estoy meditando sobre mi dilema cuando Pete cuelga la
llamada.
—¿Todo bien? —le pregunto. Sostengo una pelota de tenis y una
raqueta, porque puedo, y golpeo suave una en su dirección. Él agarra la
pelota y asiente.
—Los niños volverán a casa de Evelyn mañana. Los abogados lograron
que ella viniera a casa pronto, y ya no se le permite salir de la ciudad sin
consultarme primero. Es bueno. —Se sienta frente a mí, toma una cerveza y
comienza a beber. Tose, ya que no está tan acostumbrado a beber de manera
espontánea como yo, y se limpia la boca. No animaría a mi hermano a
convertirse en alcohólico para resolver sus problemas, con los niños y todo
eso, pero usar el alcohol para ayudar a calmarse puede ser una maravilla. Es
como un tónico, pero con ginebra.
Añadir ginebra es lo que siempre digo. Vive un poco.
Con un suspiro, dice:
—Creo que debería ir a casa hoy. Quiero estar en casa de Evelyn tan
pronto como ella entre. —Quiere estar allí para mostrarle que no va a echarse
atrás ni estar menos atento que esto. Buen hombre.
—Diez cuatro, hermano pequeño. —Tomo el resto de mi cerveza y
aplasto la lata con mis manos. Soy un bastardo con clase—. Tendré el jet
preparado en una hora.
—¿Quieres venir conmigo, ver a los niños? —Pete tiene esa sonrisa
maliciosa y de mierda—. O quieres esperar a que llame Dahlia.
Maldición, ve a través de mí, el monstruo. Él sabe la parte secreta de mí
que no puede soportar estar lejos de ella por tanto tiempo. La verdad es que
no me voy a sentir del todo tranquilo hasta que sepa que Dahlia está en la
parte trasera de mi auto, serpenteando por el largo y sinuoso camino hacia la
finca. Pero no quiero sentirme demasiado cómodo con este arreglo. Después
de todo, si las mujeres saben que te tienen atrapado, pueden hacer cualquier
tipo de juego que quieran.
Yo debería saberlo. Dahlia escribió esa regla ella misma.
Bueno, tal vez vaya a Los Ángeles por veinticuatro horas. Tal vez me
quede hasta el jueves. ¿Mi auto la recogerá cuando quiera, y si no estoy en
casa para cuando llegue? Volveré pronto. Es decir, mientras no me detenga
algo demasiado importante. Probablemente sea bueno para ella estar
esperándome, solo para que no tenga ideas.
Sé que estos no son los pensamientos amorosos de un amante tierno,
pero estoy cachondo, nervioso y entrando al vecindario de la ebriedad. En
este momento, estoy haciendo lo mejor que puedo para mantenerme despierto
y un paso por delante de todo.
—Prepararé un vuelo para dos, veré a los niños y luego volveré
enseguida. —Me encogí de hombros y saqué mi teléfono—. No es gran cosa.
Pero tienes que hacer algo por mí, Pete.
—¿Qué es? —Frunce el ceño, preocupado.
—Hay una botella de Macallan en el gabinete de licores, añeja y nunca
abierta. Necesitamos terminarla entre la costa este y oeste, y solo tendremos
una hora para hacerlo. Espero que hayas entrenado para esto.
***
¿Sabes qué genio soy? ¿Lo sabes? ¿Saber qué? Soy tan genio que ni
siquiera puedo recordar mi nombre.
El Macallan fue un error. Y por error, quiero decir que me dio una paja
debido a lo increíble que soy. Pete está dormido ahora. Está tirado en el sofá
de su casa, como una cosa que se parece a mi hermano. No estoy dormido.
Demonios, no. Soy el rey.
Al rey le gustaría hacer algo salvaje y demencial en este momento, para
solidificar su estatus de rey. ¿Pero qué puedo hacer? Pobre Pete. Está
acostado de espaldas y babeando por un lado de su boca. No merece todo el
dolor que tuvo este último año. Evelyn es la razón, por supuesto. Ella es una
razón de la temporada. La temporada de mierda.
No puedo esperar hasta que lleguemos mañana, Pete está listo para ver
a los niños y yo para encargarme de una resaca del tamaño de Montana.
Debería comprar Montana solo para molestarla. No me preguntes cómo
funciona eso. ¡No lo sé!
Mientras estoy parado en la cocina y comiendo mantequilla de maní del
frasco, se me ocurre una idea brillante: Harry Potter. No, no quiero decir que
voy a inventarlo. Ese tren ya pasó. Pero Gabby ama Harry Potter; ella vive
Harry Potter, ella es Harry Potter, pero en femenino y americana. ¿Por qué no
debería ser toda su casa Pigwarts, o como se llame el castillo? ¿Por qué no
me aseguro que eso suceda para ella como una sorpresa?
Estoy lo suficientemente borracho para hacer que esto funcione.
Esta noche. Necesito hacerlo esta noche, mientras Pete todavía está
roncando en el sofá y antes de que se despierte con una resaca masiva por la
mañana. Porque ese es el tipo de hermano y tío que soy. Entraré a la casa de
otra persona para que mi pequeña Gabby tenga un feliz cumpleaños.
Tira tus precauciones al viento, cariño. Tíralas. Como Yoda, eso fue.
Así será el cumpleaños de Georgy: él ya ama Star Wars. Voy a
convertir toda la casa en el sistema Dagobah. La tierra del pantano, cariño.
Tape todos los lavabos, abra el chorro de agua y deje que la casa se inunde.
Pero eso es para después. En este momento, no me tropiezo en absoluto
para alcanzar mi teléfono. Pete se gira en el sofá, haciendo un ruido inquieto.
Dulces sueños, hermanito. Me voy a hacer la cosa que solo los tíos
estúpidamente ricos pueden hacer: convertir todo en un hermoso caos.
Llamo al teléfono cuando salgo por la puerta principal y me paro en el
césped a la luz de la luna. Hombre, todo nada a mi alrededor. El whisky
escocés es una cosa hermosa.
—¿Liv? Soy yo. ¿Qué quieres decir con que son las cuatro de la
mañana? ¿Qué quieres decir con que no te pago lo suficiente para esto?
¿Colgaste? —parpadeo ante el teléfono. Bueno, sé quién no va a recibir una
taza para el Mejor Empleado del Mundo esta Navidad.
Quejándome, encuentro el número de mi planificador de eventos y
llamo a la línea de su casa. Solo tengo que volver a llamar un par de veces
antes de que aúlle ciegamente al teléfono, y escucho que algo se rompe en el
otro extremo de la llamada. Probablemente haya derribado un jarrón. Sucede.
—¿Esteban? Estoy teniendo un derrame cerebral —digo, asintiendo
con la cabeza a mí mismo—. No, no, no es un derrame real. Un derrame… de
genio. —Sonrío, luego frunzo el ceño—. ¿Qué quieres decir con que
desearías que fuera real?
En cualquier caso, hago que Esteban acepte mi idea. Él comienza a
lidiar con la situación y llamo a mi conductor (quien, por cierto, también
estaba dormido. Es como si la gente durmiera por la noche o algo así).
Muy pronto, estoy acelerando hacia el condado de Ventura, sonriendo
como un loco. Cuando llego, todos los hombres están esperando afuera para
dejarme entrar. Tengo el código de acceso, por lo que no debemos
preocuparnos por activar las alarmas cuando dejo que todos entren. Este es el
punto donde una pequeña parte de mi cerebro comienza a sonar con
preocupación. Después de todo, no tenemos el permiso de Evelyn, y es su
casa.
Pero cuando llevan el castillo inflable de Hogpimple al patio trasero y
comienzan a instalarlo, mi corazón se hincha. No se trata de Evelyn. Se trata
de Gabby, y de Pete, y todos se lo pasan bien juntos. De la forma en que la
naturaleza lo pretende. Con magos británicos.
Convertimos la cocina en una especie de santuario de brujas, con
calderos burbujeantes y frascos humeantes de ojos de rana con gelatina o algo
así. Todo mientras hago algo de magia por mi cuenta en un café negro fuerte
y bebo mientras el castillo crece a mi alrededor. El café está empezando a
hablarme, y suena como la voz de Dahlia. Mmm. Nada como una taza de
cafeína caliente y fuerte para hacerte pensar en sexo.
Pero la voz de café Dahlia no suena muy contenta conmigo. De hecho,
me está molestando bastante. "Has entrado en la casa de alguien" y "Vas a
meterte en problemas" y "Ponme crema, cariño, oh sí, justo ahí" revolotea en
mi mente. Maldita sea. No puedo ponerme caliente y preocuparme al mismo
tiempo.
Pero estoy preocupado, porque mi cerebro tiene sentido en este
momento y no quiero eso. Esto es lo que Dahlia todavía no entiende
completamente: necesitas vivir la vida en el ahora y en el aquí. O el aquí y
ahora. Si esperas por el permiso toda tu vida, ¿a dónde te lleva eso? Una caja
de pino o una urna, tus restos finales sentados allí haciendo solo la mitad de
lo que eran capaces. ¿Hay alguna definición mayor del infierno? Quiero
decir, ¿además de la resaca que comienza a zumbar justo detrás de mis ojos?
Más café sexo.
Además, no debería estar pensando tanto en Dahlia, no cuando tengo
que subir las escaleras y ayudar personalmente a colgar a algunos mortífagos
mortíferos con batas negras de crepé. No debería estar pensando en lo que
ella pensaría acerca de todo esto, o en cómo probablemente reaccionaría
como loca. Un hombre no puede ser atado por una mujer hermosa cuando
tiene algo poco práctico y estúpido que atender. Un hombre tiene que
arreglarse.
Un hombre tiene que decidir si decorar o no la habitación de una niña
con los colores de Gryffindor o de Ravenclaw. Estoy bastante seguro que
Gabby dijo que ella era un león, por lo que Gryffindor. Otra hora, justo
cuando el sol está mirando por encima del borde del horizonte, y hemos
terminado. Los hombres se van, refunfuñando el uno con el otro, pero
aceptando con gratitud una generosa bonificación en efectivo. Me quedé en la
tranquilidad de la casa de Evelyn, saboreando la paz de la mañana que solo se
ve interrumpida por el tictac del reloj de la cocina.
Tengo que ser honesto conmigo mismo, ahora que todo está preparado
y los cuervos y los murciélagos están colgados y el castillo está listo para
saltar en el patio: ¿por qué hice esto?
Fue para Gabby, claro, y quizás para Pete de una manera indirecta. Pero
también fue para Dahlia, tal vez. O más bien, fue una respuesta a Dahlia.
No quiero sentirme como si estuvieras persuadiéndome, señorita Rossi.
Todavía quiero ser mi propio hombre independiente.
Así que decoré todo con Harry Potter como respuesta.
Cristo. Tal vez necesito a Dahlia en mi vida. Tal vez ella es la única
que puede detener a la bestia furiosa cuando tiene una idea loca en su cabeza.
Tal vez es por eso, que todavía estoy aquí, en la escena del crimen
caprichoso, en lugar de sacar el culo del esquivo. Quiero decirle a Dahlia que
no la necesito tanto, porque admitir que sí… bueno, eso es lo más aterrador
que puedo admitir.
Eso es todo. Enjuago mi taza, tomo mi chaqueta del respaldo de una
silla de la cocina y salgo por la puerta principal… directamente hacia un par
de policías con uniformes azules almidonados.
Oh. Oh, no.
—¿Señor? Recibimos una llamada de un vecino que vio a varios
camiones y camionetas llegar y salir de esta residencia, junto con grupos de
hombres sospechosos. ¿Es usted el dueño? —me pregunta el primer policía.
Todo lo que tengo que hacer es decir que sí, pero como un genio resacoso,
respondo:
—Bien. Es la casa de la ex esposa de mi hermano. ¿Eso cuenta?
Tan pronto como entrego esa brillante línea, un duende animatrónico se
asoma entre los arbustos, hace un gesto con los ojos y luego se agacha.
Gracias por añadir a la conversación, amigo. Los policías se miran, luego me
miran.
—Señor. Va a tener que venir con nosotros.
Allanamiento de morada. Aparentemente hay una ley contra eso en
California. Aquí, y casi en cualquier otro lugar del planeta.
En conclusión, ¿si alguna vez tomas media botella de whisky en un
avión privado? Quédate en casa y duerme. Tengo mucho tiempo para
recordármelo mientras bajo por la colina en el asiento trasero del auto del
policía.
16
Jack
Traducido por Ale grigori
Corregido por Vickyra

Ahí está, la última persona que alguna vez quise que me viera sentado
en la celda pública de la estación de policía. Bueno, tal vez la segunda al
menos. O la tercera.
—Debería haberme quedado en línea contigo a las cuatro de la mañana
—se queja Liv, con los brazos cruzados sobre su pecho—. Entonces podría
haberte dicho lo estúpido que era lo que fuese que estabas planeando en
realidad. —Se las arregló para alisar su cabello y aplicarse lápiz labial con
una precisión glacial para ser tan temprano. La mujer es un eficiente
monstruo—. ¿Qué hiciste, exactamente?
—Convertí la casa de Evelyn en Hogwarts para la fiesta de cumpleaños
de Gabby. —Entorné los ojos; el mundo todavía está un poco borroso
alrededor de los hechos—. Tengo ese derecho, ¿no? Hogwarts? ¿No es
Hogwiggle?
—Tu conocimiento de cómo hablan los niños en estos días es perfecto
—dice sin expresión, acercándose a las barras—. Buenas noticias. Con una
importante y generosa donación a las viudas y al fondo de huérfanos, te
dejarán salir de esto con una anotación. —Liv suspira, golpeando su pie
mientras un oficial pesadamente lento, abre lentamente la jaula y me deja
salir. Salgo despacio y me froto la frente con el talón de la mano. Las resacas,
hombre. No hay descanso para los malvados—. Entonces, después de que les
pagues, y después de que me pagues por traer mi trasero a Ventura
simplemente para rescatarte, vas a llamar a Evelyn y disculparte —gruñe Liv
mientras caminamos hacia la luz brillante y ácida del sur de California. Siseo,
lanzando mi brazo sobre mis ojos. Eso es como una puñalada directa al
cerebro ahora mismo—. ¿Qué? ¿Ahora eres un vampiro?
—Estoy pensando que eso aumentaría mi atractivo —gimo mientras me
zambullo en el asiento trasero de la limosina—. A las mujeres les gustan
vampiros y multimillonarios, ¿verdad? Combinación mortal. —Las suaves,
suaves ventanas polarizadas se deslizan hacia arriba cuando cierro los ojos.
Tal vez podamos detenernos en McDonald's, darles un frasco de
píldoras y hacer que hagan un Excedrin7 Flurry. Según Dahlia, el helado
alivia lo peor que la vida puede lanzarte. Liv resopla mientras se desliza a mi
lado, y suena como si estuviera tecleando algo en su teléfono. Probablemente
un mensaje de texto a su esposa, preguntando por qué diablos accedió a
trabajar conmigo. Bueno, además de los matadores 401 mil dólares, los
suntuosos beneficios y el hecho de que me ama en secreto como el hermano
idiota que nunca tuvo, de hecho, no tengo idea. Lo sé, lo sé. A veces soy
demasiado para manejar. Pero me gusta pensar que hago que valga su tiempo.
—Necesitarás disculparte con Evelyn. Me llamó y casi explotó por
teléfono —dice Liv. La segunda vez en cinco minutos que me dicen que debo
arrastrarme ante los zapatos de cuero italiano increíblemente caros de la arpía
de mi cuñada. Esto no está haciendo nada para mejorar mi estado de ánimo.
—Tal vez Evelyn pueda comenzar por disculparse con mi hermano por
destruir su vida —le contesto. Sentándome, lucho por mi cinturón de
seguridad. La seguridad primero—. ¿Supongo que no apreciaba la estética
del castillo? —Aw, pobre de ella. Probablemente a ella y a Dominic no les
gustó, Dominic es el presumido tonto de Fortune 5008 por el que dejó a Pete.
Es su casa, después de todo.
—Bueno, Gabby se volvió loca por eso. Tan loca que al parecer Evelyn
se llevó todo el crédito. Tienes suerte de que todo tu trabajo duro te mantenga
vivo. —Liv me da un codazo. Abro los ojos y la encuentro mirándome, sus
labios fruncidos en una línea delgada—. Pero necesitas disculparte. No puedo
enfatizar lo suficientemente importante que es.
—¿Porque necesito probar lo realmente tímido que soy debajo de todo
esto? —Agarro una botella de agua y mi reserva de emergencia de Advil del
compartimiento a mi lado, y hago lo que puedo para matar el vicio invisible
que está cincelado alrededor de mi cabeza—. ¿Porque tengo que dejar que
esa mujer y el idiota con el que se está tirando me neutralicen?
—No. Porque de lo contrario, será terrible para Pete. —Liv entorna los
ojos—. Lo juro por Dios, ¿por qué no pensaste esto?
Cada músculo en mi cuerpo se siente como plomo, y mi sangre se
enfría. Jódeme. Jódeme el canal auditivo con una motosierra. Me olvidé por
completo de Pete en todo esto. Estaba preparado para aceptar algunas críticas
de Evelyn en mi nombre, pero… ¿Pete?
—Él no tuvo nada que ver con esto. Estaba dormido. En el sofá.
¡Borracho! —Me doy cuenta que eso podría no sonar bien en el contexto de
“Pete es un adulto responsable que puede cuidar de sus hijos”, por lo que
modifico la declaración—. No tan borracho como yo, sin embargo.
—Me alegra oír eso —dice Liv lentamente. Se pellizca el puente de la
nariz y suspira—. Debes convencer a Evelyn de que este fue un plan
totalmente tuyo y debes hacerlo con el mayor entusiasmo.
Si jodí la oportunidad de mi hermano de custodia compartida,
personalmente me volaré al maldito sol. Dahlia podría haberte dicho que
esto era una idea estúpida, me susurra la voz en mi cabeza. ¿Qué se supone
que debo hacer, aplastar a ese bastardo? Tiene razón. No pensé. Maldita sea,
nunca pienso en cosas como esta. ¿Negocios? Soy como un láser con un
cabello genial cuando se trata de esa mierda. Pero en el segundo momento en
que abordamos el lado personal de las cosas, soy como un chimpancé
borracho con la tarjeta de crédito de su padre.
Llama a Dahlia. Pídele un consejo. Es buena con este tipo de cosas.
Puede ayudar.
Esa es una gran idea, cerebro, pero aquí está el problema: no quiero que
sepa lo mucho que la cagué. Es una cuestión de orgullo, entiendes. La
diferencia entre el cerebro y las bolas no puede ser exagerada. Es la distinción
entre el doctor Jekyll y el señor Hard-On.
—Mientras tanto —dice Liv, sacando algunos papeles de su elegante
maletín de cuero—, aquí están los documentos que debes consultar para el
fondo de viudas y huérfanos.
Eh, no me importa donar a una causa realmente valiosa, así que firmo
bastante rápido y pulcramente. Entonces, el momento que he estado
temiendo. Con Bluetooth en mi oído, me siento con los ojos cerrados y llamo
a Evelyn. Tal vez no sea tan malo. Tal vez acepte que yo era un poco, mmm,
alegre, y la casa está bien, y Gabby está encantada, y todos podemos reír y
entender…
—Tú, hijo de puta —contesta, música como clavos en una pizarra en el
nivel más bajo del infierno.
—Te lo dije, solo mis amigos más cercanos pueden llamarme así.
Liv pone los ojos en blanco y me da una patada en el tobillo. Ay.
Manera de patear a un hombre cuando está definitivamente equivocado y
necesita una buena patada, Liv. Suspirando, murmuro:
—Lo siento. Volé a casa de Pete desde mi casa en Nueva York. Él se
quedó dormido, me tomé unas copas, pensé que me había topado con una
idea brillante, y luego convertí tu casa en la última aventura mágica mundial.
Contrataré a los muchachos para que vinieran directamente después de la
fiesta para acabar con todo. Pero lo siento. De verdad.
Ahí. ¿Podrías pedir una disculpa más genuina?
—Tú, hijo de puta —gruñe.
Bueno, supongo que podrías pedir una disculpa más genuina. Imbécil.
—Mira, dije que lo sentía, estoy dispuesto a pagar para limpiarlo, pasé
un par de horas en la cárcel del condado, y las viudas y los huérfanos van a
ser un poco más atendidos de ahora en adelante. ¿Qué más quieres?
Liv inhala rápidamente por la nariz. Conozco ese sonido; ese es el
sonido de mí cagándola de nuevo en una situación ya jodida. Honestamente,
no sé por qué me deja hacer algo. Debería sentarme en una habitación, comer
galletas y trabajar. Eso es todo lo que puedo manejar por mi cuenta sin dar un
paso en la mierda.
—Oh, te diré lo que quiero. —Evelyn tiene ese tono de Gran Dama en
su voz ahora. Debería ir acompañado de la apertura aguda de un abanico y un
toque de música dramática, para que recuerdes que es la villana del cuento—.
O lo que no quiero. No quiero verte a ti ni al perdedor de tu hermano en la
fiesta de cumpleaños de mi hija. ¿Entiendes eso?
Ahora mis sienes están palpitando, y estoy moliendo el segundo Advil
en polvo entre mis dientes.
—Evelyn. Pete no tuvo nada que ver con esto, ¿de acuerdo? Puedes
hacerme lo que quieras, pero no tienes ningún motivo para sospechar de Pete.
—No creo que Pete quiera estar atado a romper e ingresar, ni a
acusaciones de acoso, ¿verdad? —dice con esa voz dulce y venenosa. Respiro
hondo y aprieto la mandíbula, la única forma de evitar gritarle. Gritar en una
negociación significa que has perdido, y todavía no he perdido. Aún no.
—Como dije, Pete no tuvo nada que ver con eso, y no puedes probar
nada.
—Pero puedo hacer las cosas más difíciles para él con este divorcio, y
no tengo miedo de hacerlo —dice. Lo juro, debe estar pintándose las uñas de
rojo con la sangre de inocentes mientras está en esta llamada. Eso, y comer
un tazón de pequeños cachorros como merienda—. Te estoy poniendo una
orden de restricción, pero si Pete se presenta a esta fiesta, voy a armar un
escándalo. Ya he llamado a mis abogados, y en realidad creen que será mejor
para los niños no tener una escena en la fiesta. Después de todo, Pete dice que
se preocupa por los niños más que cualquier otra cosa. Esta es su oportunidad
de probarlo.
Me toma un minuto controlar mi ira, que es algo así como luchar
emocionalmente con un búfalo en celo en el suelo. Finalmente, estoy lo
suficientemente calmado para hablar.
—¿Qué te hizo alguna vez, Evelyn? ¿Por qué le haces daño así?
Hay un muy largo silencio al otro extremo, por lo que estoy bastante
seguro que ha colgado. Luego, dice:
—Todo es tu culpa, sabes. Todo lo que tenías que hacer era darle una
posición que fuera todo título, no trabajo. Podría haber ganado más dinero,
y…
—Sabes que Pete podría haber tenido un trabajo conmigo en cualquier
momento que quisiera y con cualquier salario. También sabes que, si alguna
vez quisiste tener una casa más grande o unas vacaciones lujosas o un auto
más bonito, podría haber sido tuyo. Sin restricciones. Sin interés. Pero Pete
no quería esa vida, ¿entiendes? Quería una vida agradable y tranquila con su
familia y su trabajo. Quería respetarse a sí mismo. ¿Es ese un maldito crimen
para ti?
—¿Qué hay de lo que yo quería? —está casi gritando ahora.
—¡Puedes hacer lo que quieras! ¡Puedes golpear a quien quieras! ¡No
me importa una mierda! Si la vida de clase media no es para ti, no voy a
juzgar. Pero estás castigando a Pete por no haberse convertido en otra
persona, ¡y eso te hace una estúpida! —Ahora estoy gritando; a la mierda con
las buenas tácticas de negociación, ya he tenido suficiente de esto.
Liv pone un dedo en sus labios, sus ojos bien abiertos. Oh, mierda. Lo
hice ahora. El silencio en el otro extremo es frío como el hielo. Finalmente,
Evelyn habla tan suavemente que casi está susurrando.
—Si te veo aquí otra vez, llamaré a la policía. Dile a Pete que se
mantenga alejado. —Luego, finalmente, cuelga la llamada. Sacando el
bluetooth de mi oreja, me froto los ojos. Bien. Gran trabajo, genio.
—Entonces. —Liv toca algo más en su teléfono, probablemente una
nota para recordarse que el tipo para el que trabaja es una herramienta
furiosa.
—La cagué. Lo sé.
—Bueno, no voy a fingir que no he murmurado qué clase de perra es
Evelyn cada vez que cuelgo una llamada con ella, por lo que no puedo decirte
mayor cosa. —Destapa una lata de Coca Cola y bebe; limpiar mis tonterías
debe ser un trabajo sediento—. Así que. No puedes ir allí o serás arrestado.
¿Verdad?
—Pero Pete, Liv. Está intentando sacarlo de la vida de los niños. ¡No
puedo dejar que ella haga eso!
—El tribunal de divorcio de California todavía favorece mucho a la
madre. Esta siempre va a ser una batalla cuesta arriba, así que no la
empeores. —Tiene su voz de “lesbiana ruda matriarcal” y maldita sea si no
hace maravillas—. ¿Qué vas a hacer, como un buen niño rico?
—No ir a la casa, lo sé.
—Iba a decir “dejar de cagarla”, pero eso también funciona. —Me
palmea el brazo y luego lo aprieta. Para Liv, eso equivale a un abrazo
completo con un “¿estás bien, hermano?” al final. Los milagros ocurren—.
Déjame llevarte a casa.
—No. Solo detente en la casa de Santa Mónica el tiempo suficiente
para que me bañe, me afeite y me cambie. —Todos deberían tener
apartamentos dentro y a los alrededores de Los Ángeles, si pueden costearlo.
Uno al oeste y otro al este de la 405—. Luego, tienes que llevarme de vuelta
al aeropuerto. Tengo que tomar un jet.
—Buena idea. Sal de la ciudad por un tiempo. Resiste la tentación de
lanzar huevos al auto de Evelyn. Muy maduro, con clase, cosas para adultos
—concuerda.
—No dije nada sobre los huevos.
—Bueno, ya lo he pensado. —Salta de nuevo a su teléfono y envía
mensajes de texto con destreza y velocidad. Estoy pensando profundamente,
porque tengo que encontrar una manera de convencer a Dahlia de que vuelva
a California conmigo. Solo por unos días, lo suficiente como para que pueda
ver los lugares de interés, relajarse, disfrutar de las mimosas en un balcón con
vistas al Pacífico. Ya sabes. Cosas clásicas de un joven multimillonario.
Entonces necesito ponerla en un traje de colegiala. No, no con fines
sexuales. Quiero decir, no solo para fines sexuales. Necesita el atuendo, una
varita, algunas túnicas y el cabello muy rizado.
Evelyn no dicta cuando mi hermano ve a sus hijos. Haré lo que sea
necesario para llevarlo a esa fiesta.
Primero, sin embargo, necesito pasar por una tienda de disfraces. Me
pregunto qué tan difícil es respirar bajo una máscara.
17
Dahlia
Traducido por Moreline y AnnaTheBrave
Corregido por LizC

—Cuando me dijiste que esto iba a ser una fiesta divertida, no es lo que
tenía en mente. —Me rio mientras los tres nos paramos frente a la puerta de
Evelyn y Dominic. Mi túnica de Gryffindor me pica en los hombros, y no
solo porque me clasificaron en Hufflepuff (obviamente) y es una traición a mi
casa. Tuvimos que revolver mi cabello hasta casi su muerte para tenerlo listo
a lo Hermione Granger, pero hicimos un trabajo fantástico. Luzco como si
Cyndi Lauper cerca del 87 y Harry Potter hubiesen tenido un bebé.
—Recuerda las reglas —murmura Jack en mi oído. Dios, incluso
vestido como Voldemort es sexy. Se está escondiendo debajo de una
excelente máscara, aunque debe estar caliente, y su túnica está expertamente
entallada. Incluso tiene una réplica perfecta de la Varita de Saúco. No se
escatimaron gastos en nuestro fanatismo.
—Lo sé, lo sé. Tenemos que fingir estar con los animadores. —Pongo
los ojos en blanco—. ¿Cuándo le avisamos a Gabby?
Desde mis pocos días junto a los hermanos Carraway, fácilmente me di
cuenta que Evelyn, bueno, no es la persona más fácil de tratar. Por lo que me
dijo Jack, se ha mantenido alejada con los niños, así que están participando
de un espionaje muy ligero. Nada drástico, solo deslizarse en la fiesta bajo la
nariz de Evelyn. Si Pete le hubiera dicho que venía, ella podría haber
encontrado alguna razón estúpida para no tenerlo aquí, así que una pequeña
sorpresa va muy lejos. Parecía un poco raro, si soy sincera, pero oye. No soy
el alma de la normalidad, y es algo divertido de una manera ridícula. Y no
hay nada ilegal en ello, así que, ¿por qué preocuparse?
—¿Jack? —Le doy un codazo a Voldemort cuando se queda en silencio
—. ¿Cuándo abandonamos el acto?
—Sigue mi ejemplo —dice Jack, encogiéndose de hombros y haciendo
una pose mientras la puerta comienza a abrirse. Sostiene la varita como si
estuviera a punto de hacerle un hechizo desarmador a quien esté adentro. Pete
está a mi otro lado, completamente irreconocible en su traje de Hagrid. Entre
la masiva barba espesa, la peluca floja, el relleno y el abrigo (que huele a
bolas de naftalina y la década de 1970) nunca habrías adivinado que era él.
—¡Hermione! ¡Y Voldemort! ¡Y Hagrid! —La niña que abre la puerta
comienza a saltar arriba y abajo, chillando y gritando de alegría. Esta tiene
que ser Gabby, con el Sombrero Seleccionador en la cabeza y su prístina
pequeña túnica de Gryffindor. Los ojos de Pete brillan cuando la ve, y cae de
rodillas con los brazos abiertos.
—Bueno, ¡si es mi brujita favorita! —dice. No estoy segura de cuánto
se supone que Hagrid debe sonar como un pirata, pero no creo que importe.
Gabby se escurre y se apresura a sus brazos para un gran abrazo de oso.
Hombre, incluso Voldemort se está poniendo emocional por esto; Me doy
cuenta que Jack tiene que alcanzar debajo de su máscara para limpiarse el
ojo.
¿Por qué no solo se la quita? Ah, cierto, parte de la sorpresa.
—¡Hermione! ¡Eres tan vieja! —dice Gabby con asombro en su voz.
Bueno. Ahí está. La pequeña ternura me agarra la mano y me tira dentro de la
casa—. Vamos. Estamos jugando al Quidditch en el patio trasero, ¡y yo soy
la buscadora! —Me arrastra detrás de ella, y rodeamos a niños y niñas
vestidos con túnicas mágicas mientras corretean alegremente, llenando sus
rostros con ranas de chocolate. Mozos disfrazados de fantasmas y trolls pasan
caminando, llevando bandejas de más, digamos, bebidas para adultos. Mmm.
Podría necesitar una jarra de cerveza de mantequilla más tarde. Busco a
Voldemort y Hagrid, pero Jack desapareció y Pete está rebotando a un niño
vestido como una calabaza. Por la mirada de adoración en sus ojos, puedo
decir que el pequeño es su hijo, Georgy.
Eso hace que mi mágica ira suba. Es difícil creer que una mujer pudiera
ser tan insensible, que su ex esposo tuviera que colarse en la fiesta de
cumpleaños de su propio hijo, solo para evitar que su ex causara una escena.
Escaneando la habitación en busca de Evelyn, me preparo para la gran
revelación. Honestamente, tengo la mitad de la mente en marcha para
despedirla cuando la encuentre.
Pero eso tendrá que esperar. Después de desfilar por la enorme cocina
que está atestada de duendes entregando monedas de oro (chocolate) y
burbujeantes calderos en la estufa, salimos al patio trasero. Demonios, estos
ricachones seguro que tienen una gran cantidad de bienes raíces. Sé lo
suficiente sobre los precios de California para tener en cuenta que estos diez
acres valen una pequeña fortuna. Un grupo de niños corren, o mejor dicho,
saltan con palos de escoba empujados entre sus piernas.
Una mujer con túnica púrpura hace sonar un silbato y trata de que los
pequeños pastelitos sigan las reglas del juego, que parecen estar corriendo
con bolas de goma rojas hacia un aro, y también lanzando una pelota de oro
más pequeña de un lado a otro. Cuando J.K Rowling soñó con el Quidditch,
una parte de mí se pregunta si se tomó un par de pintas de cerveza, escuchó
un desafío para decidir el juego más extraño de todos los tiempos, fue con el
“desafío aceptado” y luego comenzó a dibujar figuras de palo en una
servilleta.
—¿Dónde está mi escoba? —Gabby suelta mi mano y mira hacia atrás
y adelante, sus ojos expandidos con pena. Le echó un vistazo a algo apoyado
contra la pared, junto a una menos que mágica manguera de jardinería. A
menos que la manguera soliera ser una serpiente, y se transformó en
manguera. ¡Qué mágico!
Creo que voy a dejar que esta fiesta me llegue.
—¡Aquí tienes! Vuela derecho —le digo a Gabby, entregándole la
escoba. Me sonríe descaradamente, luego se aleja y se acerca a la manada de
toscos alumnos de segundo grado.
—¿Crees que podrías traerme una bebida? —dice una mujer,
apareciendo a mi lado. Tiene el maquillaje perfectamente contorneado,
claramente diseñado para que se vea una década más joven de lo que es, lo
cual es extraño, teniendo en cuenta que debe tener mi edad. No exactamente
sobre la colina todavía.
—Yo. Er. —Estoy en mi mejor expresión verbal esta noche, amigos.
Ella pone los ojos en blanco.
—Lo siento, probablemente seas parte del entretenimiento infantil.
Pensé que eras una camarera. —Entonces entorna los ojos y huele. En
realidad olfatea presumiblemente—. Aunque si no estás participando en el
Quartermass o lo que sea esto, ¿quizás podrías ser útil?
Usando mis impecables habilidades de razonamiento deductivo, junto
la evidencia que A) es la única mujer adulta que no lleva disfraz, B) está
actuando como si fuera la dueña del lugar, y C) Gabby definitivamente tiene
sus ojos, tengo que concluir que esta es Evelyn. La Evelyn. La cosa es que es
una mujer muy bonita… excepto por la parte en la que comenzó el camino de
intentar seguir el estilo de vida, por así decirlo. Sabes a lo que me refiero.
Cabello teñido de rubio, con solo el más leve rastro de raíces oscuras;
maquillaje impecable por el cual probablemente contrato a alguien para que
se lo pusiera; un vestido Chanel blanco e impoluto, y tacones de diecisiete
centímetros, incluso durante la fiesta de cumpleaños de un niño.
Mira, estoy lejos de juzgar a otra mujer por su apariencia, y sobre todo,
de juzgar el tipo de relación que una mujer elige establecer. Sin embargo, si
básicamente tienes que convertirte en un diez perfecto, no importa qué
comodidad tengas que sacrificar por ello, es posible que quieras preguntarte
por qué. ¿Por qué el chico con el que estás espera eso? ¿Y qué pasa si te caes
en el trabajo?
Además, esta solo podría ser yo teniendo pensamientos amargos, con la
forma en que dejó a Pete y todo.
—Quidditch —le digo, radiante. Ella parpadea.
—¿Disculpa?
—Es Quidditch, no Quartermass. —Enciendo mi varita, luego hago una
breve reverencia—. Hermione Granger. Sé absolutamente todo sobre el
mundo mágico.
Oye, cuando tengas un papel que desempeñar, juega hasta la
empuñadura. Evelyn pone los ojos en blanco y gime.
—Esto es por lo que no quiero que Gabby lea esos libros ridículos.
Podría convertirse en una mujer que no tiene un pie en la realidad en
absoluto.
Pues gracias, mujer insultándome directamente en la cara. Qué lindo de
tu parte.
—También le dieron a mi creadora mil millones de dólares, así que está
bien —le respondo con una sonrisa. Evelyn levanta una ceja, claramente no
impresionada. Bueno, Rowling hizo el dinero, no se casó con él, así que
supongo que no es una "buena" manera de ganar una fortuna.
Sí, ya sé que estoy siendo muy poco caritativa en este momento. ¿Pero
honestamente? ¿Qué tipo de persona camina por ahí actuando así?
—Espera. ¿Cuál es tu trabajo aquí, exactamente?
Bueno, mierda. La cara de Evelyn se está aflojando; debe haberse dado
cuenta que nunca me contrató. Supongo que es hora de encontrar a Voldy y
Hagrid y confesarnos. Hombre, no puedo esperar a ver caer la cara de esta
mujer, al menos, todo lo que pueda. Tengo la clara impresión de que ya está
en el vagón del Botox.
Hombre, necesito tomar una poción de multijugos o algo para que deje
de tener estos pensamientos antagónicos. O, como, convertirme en un gato o
algo así. Lo que sea que venga primero.
—En realidad —digo, preparándome para dejar de lado el acto. Eso es,
por supuesto, hasta que lord Voldemort sale balanceándose de la multitud y
se pone a mi lado.
—Somos el enfrentamiento —dice Jack, blandiendo su túnica con un
brío que es lo suficientemente teatral sin ser totalmente exagerado. Maldita
sea, también está haciendo una experta impresión de Voldemort. De ninguna
manera Evelyn puede reconocer al hombre parado frente a ella. De hecho,
está muy claro que no lo hace, y está un poco impresionada y desilusionada
por la forma en que este tipo está dispuesto a ponerse “en personaje”—. La
pequeña bruja cree que puede superarme con su conocimiento de…
hechizar… cosas. —Jack apunta una varita acusadora en mi cara, y no lo digo
de una manera sucia.
Me hubiera gustado decir eso de una manera sucia, pero creo que es
para un tipo diferente de película de Harry Potter. Harry Potter XXX y la
Cámara de Estudiantes Calientes.
Perdóname, Rowling, porque he pecado en mis pensamientos.
—Oh. No me di cuenta. ¿Es hora de que empiece el espectáculo? —
Evelyn nos mira a los dos, mientras yo miro fijamente los agujeros de los
ojos de la máscara Voldemort de Jack y siento que cada músculo de mi
cuerpo se contrae. Y no de esa manera divertida, sexy.
—Er, por supuesto —digo en mi mejor mal acento británico—. ¿Estás
listo, viejo troll baboso?
—No hables con tu padre de esa manera —entona Jack con voz grave.
Me estremezco
—Oh, tonto. Sabes que eso es Star Wars, no esta franquicia —digo en
esa forma abierta de no bromear. Voldemort se detiene; tengo la sensación de
que Jack está maldiciendo suavemente detrás de la máscara.
—Por supuesto. ¡La bruja evadió mi truco una vez más!
Evelyn asiente, sin prestar atención a nuestras travesuras. Bien. Luego
va a reunir a los niños, dirigiéndose a la casa y aplaudiendo. Agarro a Jack
por el codo.
—Oye, ¿esto no va un poco lejos? Todavía no le hemos dicho a Gabby.
Voldemort me empuja hacia un lado de la casa y desliza su brazo
alrededor de mi cintura. Oh Dios. Me siento derritiéndome en mi túnica justo
cuando Jack alinea su cuerpo contra el mío. Sí, creo que su otra varita se está
levantando en mi dirección.
Si alguna vez me hubieras dicho que viviría el fanfic de
Voldemort/Hermione más ilícito de mi octavo grado (titulado En Los Brazos
de la Serpiente, pero que bien podría haber sido llamado Hermione Granger,
Recientemente Legal e Insanamente Curiosa) me hubiera reído en su cara.
Entonces habría llamado a la policía. Entonces me habría sentido caliente,
molesta y confundida.
—Deja que Pete y yo lo manejemos, en nuestro tiempo. Nunca antes
había hecho un papel así —susurra Jack, levantándose la máscara para pasar
sus labios por mi mejilla. Una línea de calor profunda y deliciosa recorre mi
cuerpo cuando lo siento tenso contra mí. Dios, a este ritmo no podremos
actuar frente a los niños hasta que se calme. Nadie quiere explicar esta, eh,
exuberancia en la corte—. Recuerda: esto es todo sobre nuevas experiencias.
Intentando lo que nunca te has atrevido. Empujar las cosas hasta donde
puedas llevarlas.
—Sí, pero pensé que era para cosas como mazmorras sexuales y
esquiar en Black Diamond Hills y probar un lugar de barbacoa coreana que
tiene una mala crítica en Yelp —respondo, sin aliento en mi garganta. Los
labios de Jack rozan los míos. ¿Estoy más encendida debido a los trajes?
Tengo muchas preguntas que formularme, en la oscuridad de la noche con mi
vibrador funcionando a plena capacidad.
—¿No fue la cita doce la de las mazmorras sexuales? —pregunta.
Luego, con voz gutural—. ¿Junto con el baile popular polaco?
—Tú, bestia —bromeé, mordiéndole el labio inferior.
Alguien se aclara la garganta junto a nosotros, y Jack y yo nos
separamos. Se apresura a ponerse su máscara correctamente mientras Hagrid
se queda allí, juzgándonos, todavía con el pequeño Georgy en la cadera.
—Si ustedes dos no se detienen, seremos expulsados de Hogwarts —
dice, con la voz llena de advertencia.
Cuando escriba mis memorias, este será un capítulo extraño.
—¡Todo el mundo! Es hora de que ella, Her-my-own y Moldy-vort,
luchen hasta la muerte —llama Evelyn, llamando a todas las brujas y magos
entusiasmados para que se sienten en la hierba. Oh. Claro. Tenemos que
hacer el duelo. Bueno, bien podría darles un espectáculo.
—Sé que esto me hará menos hombre a tus ojos, pero no sé nada acerca
de Harry Potter —murmura Jack mientras Pete va a sentarse con los niños.
Asiento.
—En verdad, tendrás que compensarme por eso. Por ahora, el único
hechizo que necesitas saber es avada kedavra. Ese es el hechizo asesino.
Seguiré desviándolo —le digo amablemente. Puedo sentir a Jack fruncir el
ceño bajo esa máscara.
—¿Obama Kenobi?
Mientras lo pongo rápidamente al día con el hechizo, esperamos que el
campo de Quidditch se despeje. Entonces, es hora de actuar. Mi corazón está
martillando, la sangre zumbando en mis oídos. ¿Quién sabía que un grupo de
niños nerds sería la audiencia más exigente que hubiera tenido?
No era así como se suponía que debías pasar el día. Iba a ser agradable,
relajante, un poco de diversión mezclada con tiempo en familia. Esas son
todas las cosas muy sensibles que mi cerebro me está diciendo.
Pero también me estoy divirtiendo. Eso es algo de lo que no he tenido
mucho últimamente, si lo admito. Tal vez vivir la vida con el código de Jack
Carraway no sea una receta para el desastre total. Jack ajusta su túnica,
mueve la cabeza hacia atrás y adelante como si se estuviera preparando para
un combate de boxeo y levanta su varita.
No de la forma pervertida.
—Vamos, señorita Gardener.
—Granger.
—Ella también.
Caminamos hacia el centro del césped, y ya me estoy mordiendo la
lengua para tratar de no reírme. Los niños están mirando con gran atención
mientras tomamos nuestras posiciones uno frente al otro.
—¿Estás listo, desgraciado sinvergüenza? —lo llamo.
—¿Dónde está Harry? —grita una de las niñas en la primera fila,
mirando alrededor confundida—. ¿Por qué está luchando Hermione?
—Las chicas pueden pelear igual de bien —vuelvo a gritar con
confianza. Además, todos saben que Harry se habría perdido sin Hermione.
Ron, eh, tómalo o déjalo.
Bien, ahora que mi credibilidad de nerd ha sido establecida
dolorosamente, continuemos.
La "lucha" no dura demasiado tiempo, simplemente Jack y yo gritamos
insultos en latín ridículo el uno al otro. Continuamos "desviando" los
hechizos del otro, hasta que él vuelve con la última maldición, avada kedavra.
—¡Avocado cadáver! —grita, lanzando su varita hacia mí.
Bueno, estaba cerca. Los niños jadean, y un niño incluso cubre sus ojos.
Afortunadamente, esquivo el hechizo y termino desarmando a Voldemort de
su varita. Él cae de espaldas a la hierba, silbando cuando me paro sobre él, la
varita junto a su nariz.
—¿Qué dices ahora? —pregunto triunfalmente, sonriendo a los niños.
—Manejas esa varita con tanta habilidad. —Puedo decir que, detrás de
la máscara de látex, las cejas de Jack se menean. Mmm, hay algo de manejo
de varita en su futuro, buen señor. Reteniendo una carcajada, lo pico en el
estómago.
—Di que lamentas haber intentado estropear a esta simpática fiesta. —
Miro hacia arriba para encontrar a Gabby aplaudiendo con entusiasmo, con
su pequeño sombrero de bruja cayendo sobre un ojo.
—Lo siento —dice Voldemort, y los niños aplauden. Ayudo a Jack a
pararse, y hacemos una pequeña reverencia. Luego su mano me roza el culo,
y le doy unos golpecitos en el muslo por si acaso. Hay niños mirando, oh
Señor Oscuro.
—Creo que será mejor que salgamos de aquí. Evelyn me está prestando
demasiada atención —murmura Jack. Él tiene razón. Evelyn nos está
mirando con una expresión en algún lugar entre el asombro y la confusión.
Incluso la encuentro revisando su iPhone, tal vez buscando una lista de
contactos, o la lista de empleados. Bueno, si Jack siente que es demasiado
extraño para una revelación familiar ahora, no voy a decirle qué hacer.
—¿Deberíamos volver a tomar el avión? —pregunto mientras nos
alejamos hacia los bordes de la fiesta. Frunzo el ceño mientras veo a Pete,
quiero decir, Hagrid, haciendo saltar a Gabby en el aire mientras ella patea
las piernas alegremente—. Creo que Pete debería hablar con Evelyn.
—Por supuesto. Él se quedará atrás. Vamos a darles un poco de
privacidad. —Jack me guía fuera de la fiesta, por el patio trasero y hacia la
salida—. Me alegro de que pudiéramos escapar sin tocamientos.
—¿De verdad? —Bato las pestañas—. ¿No quieres tocar nada?
—Ponte algo apropiado para tu edad, y enmendaré esa respuesta —
dice, deslizando su brazo alrededor de mí, enganchándome contra él. Acerco
mis labios a la máscara.
—Quítate la cara y es un trato
—Esta es la relación más extraña de mi vida —murmura—. Y me
gusta.
18
Jack
Traducido por Masi
Corregido por LizC

—¿Crees que debería mantener la bata? —pregunta Dahlia una vez que
estamos a bordo del avión y el champán está fluyendo. Cuando subimos a
bordo y despegamos, se metió en la ducha por un minuto para limpiarse, pero
luego se dio cuenta que habíamos cometido un error con su guardarropa. El
cambio de ropa que trajimos todavía está en la casa de Pete. No aquí. Con el
fin de no usar las prendas usadas de Hermione Granger, ahora lleva puesta
una bata de seda blanca.
No voy a quejarme.
—Definitivamente. Podemos hacer que nos traigan una muda al
aeródromo cuando aterricemos, en caso de que no quieras jugar a los
disfraces durante todo el camino a casa.
Choco la copa con ella cuando ella se acurruca más cerca, lo cual está
bien para mí. Su piel cremosa parece brillar contra la seda de la bata. Está
abierta por el cuello, lo que permite un ligero atisbo del canalillo. Un atisbo
elegante, por supuesto. Todo es elegante aquí.
Pienso en sacarla de esa bata. Pero primero, será mejor que salga de la
mía.
—Creo que al piloto le divirtió tu apariencia. —Se ríe Dahlia mientras
saco mi bata de mago sobre mi cabeza y la descarto en un montón en el suelo
—. No me puedo creer que no te hayas quitado la máscara hasta que
estuvimos a bordo.
—Siempre hay que mantenerse en el personaje. —Ya desvestido, ahora
regresamos al tiempo del champán. Dahlia está acurrucada con sus pies
debajo de ella, relajándose contra un lujoso banco de cuero. Los asientos en
este avión estaban diseñados para ser tan suntuosos que prácticamente te
podrían hundir en ellos, y han hecho su trabajo. Me siento a su lado, bebiendo
mientras trazó un camino con mi mano por su pierna. Comienza por el
tobillo, sube por la curva sedosa de la pantorrilla, luego un poco más alto…
un poco más alto…
—Creo que estás intentando seducirme —dice Dahlia detrás de su capa,
levantando una ceja. Me está echando una mirada que dice que me ha
atrapado. Bueno. La quiero sobre mí. Ahora mismo.
—Creo que está funcionando. —Tomo las copas y las dejo en la mesa,
mientras ella actúa sorprendida.
—Estoy sedienta después de ese ejercicio extenuante —dice ella. En
efecto. ¿Quién sabía que el duelo mágico tomaba tanto de una persona? Me
inclino hacia delante y la beso una vez, rápidamente, lo suficiente como para
hacerla gemir suavemente cuando me detengo. Suficiente para hacer que ella
se mueva un centímetro hacia adelante, con ganas de más. Pronto. Muy
pronto.
Inserta cualquier chiste de “haz que ocurra la magia” que te gustaría
aquí y luego sal amablemente de ahí. La señora y yo necesitamos estar solos.
—Pete parecía feliz —dice ella. Sus ojos brillan con diversión—.
Espero que a los niños les haya gustado su sorpresa.
—Mmm. —No quiero quedarme demasiado tiempo en ese tema,
obviamente. Después de todo, Dahlia no necesita saberlo todo… pero me
gustaría que lo hiciera. Ese es un momento sorprendente para mí. Dios,
quiero que esta mujer esté al tanto de todos mis esquemas medio locos y
tremendamente increíbles. ¿Por qué? Porque ella lo equilibra todo. Tiene
suficiente diversión, pero también me empuja. Me refrena de buena manera
—. Nunca he tenido tanta, bueno, diversión antes —le digo. Ella arruga la
nariz, sonriendo.
—¿Soy mejor distracción que apostar en Monte Carlo o navegar por el
Mediterráneo?
—Sí, porque Monte Carlo y el Mediterráneo no tienen unas tetas tan
impecables —digo. Ella pone los ojos en blanco, todavía riendo, pero me
maldigo internamente. Eso no es lo que quería decirle. No es lo que quería
que ella escuchara—. Y no hicieron tanto para ayudar a mi hermano. —
Acaricio con mi mano su brazo, trazando un camino hacia arriba,
deleitándome con la sensación de sentirla. Esta vez, no estoy apuntando a
ninguna zona erógena; se trata de estar presente con ella, conectados de
alguna manera.
Todos los pensamientos por lo que habría dado mi testículo izquierdo
para evitar, pero ahora que estoy aquí… me gusta. Me gusta mucho.
—Pete es un buen chico. Me alegro de haber podido ayudar. —Ella
sonríe gentilmente, su frente arrugándose con lo que parece ser preocupación
—. No sabía cuánto podía hacer un tiramisú, pero me alegra que haya
funcionado.
—No es solo el pastel. Eres tú. Le diste un poco de esperanza, un lugar
para aliviar el estrés. Un lugar para sentirse seguro. —Porque eso es parte de
lo que es, tal vez. Pete y yo hemos estado solos, sin otra familia, desde hace
un tiempo. Dahlia Rossi entró como un tornado en mi vida con una boca
escandalosa, sí, y con tetas sensacionales, ¡Oh, sí!, y una lista de reglas tan
largas como mi brazo. Pero también llegó sabiendo cómo ser parte de una
familia, y me mostró lo que me había estado perdiendo.
Lo he echado de menos durante tanto tiempo que ni siquiera estoy
seguro de poder encontrar mi camino de regreso.
Pero demonios, podría estar dispuesto a intentarlo.
—¿Qué hay de ti? —Su voz es entrecortada, tal vez incluso un poco
temblorosa. Me mira con atención, como si estuviera a punto de convertirme
en una serpiente encantadora y bien equipada, y morderla. ¿Tal vez tiene más
miedo de las relaciones de lo que deja ver? O tal vez… tal vez le guste más
de lo que se ha querido admitir a sí misma.
Demonios, qué gran coincidencia sería esa.
—¿Sinceramente? No puedo recordar la última vez —digo, acercándola
a mí, mis labios rozando los de ella—, que me sentí tan bien.
Su mano se desliza por mi pierna, haciendo un buen cambio de papeles,
por lo general es al revés. Algo bueno, porque mi miembro más preciado se
está animando a medida que ella descansa su mano sobre eso. Aprieta, solo
una vez, y ahora es mi turno de gemir. Mierda, todo lo que hace esta mujer
me excita.
—Entonces, ¿cómo te gustaría sentirte aún mejor? —susurra,
besándome, sus labios se separan. La presiono contra mí, agarrando con mi
mano su cabello, tirando su cabeza hacia atrás. Sonríe, me muerde el labio y
me provoca con sus dientes mientras yo empiezo a liberar el cinturón de su
bata. Lo suelto por completo y separo las partes de la bata, dándome otra
visión de su cuerpo perfecto. Dahlia se mueve rápido y se monta a horcajadas
sobre mí para que pueda ver todo lo que exhibe. La beso entre sus tetas, luego
muevo mi lengua sobre su pezón izquierdo hasta que se pone duro, en su
punto máximo y perfecto. Ella gime, retorciéndose contra mí mientras deslizo
una mano entre sus piernas, encontrándola húmeda y esperándome. Deslizo
un dedo en su delicioso coño, sintiendo su apretón alrededor de mí cuando
comienzo a bombear.
—Todavía no —susurra, alejando mi mano. Me siento mareado,
desconcertado y luchando contra mis malditos pantalones. Se arrodilla
delante de mí, jalándome para que la deje continuar. Entonces sus manos
hábilmente encuentran mi hebilla de cinturón, y comienza a desabrocharme
los pantalones. Oh, maldición, sí.
En poco tiempo, libera mi polla, que palpita en su pequeña mano
caliente. Mierda, se siente tan bien mientras me acaricia, luego se inclina y
besa la punta. Gimiendo, me agarro del asiento; eso fue casi suficiente para
enviarme al punto de correrme. Intentando mantener el control, cierro los
ojos mientras siento que sus labios se cierran sobre mi punta, su lengua
moviéndose en círculos en un ritmo perfecto y delicioso. Joder, creo que
estoy a punto de explotar cuando ella me traga más profundo, su mano
apretando la base de mi polla. Se mueve perfectamente, el ritmo es
persistente, su cabeza se balancea hacia adelante y hacia atrás.
Joder, podría correrme ahora mismo.
—Eso es correcto. —Me oigo susurrar, aunque creo que estoy a punto
de tener una experiencia extracorpórea—. Eso es. Dios, no te detengas ahora.
Ya, cada músculo de mi cuerpo se tensa, saboreando la exquisita tortura
de su lengua, su boca, su mano. Me libera por un momento, mirándome con
una mirada seria de auto satisfacción. Le encanta verme de esta manera; le
encanta saber cuánto necesito lo que está haciendo. Nunca he querido estar a
merced de alguien más en mi vida.
Me lame, larga y lentamente, desde la base hasta la punta, antes de
llevarme de vuelta a su boca. Comienza de nuevo, con el ritmo perfecto, y
todo lo que puedo hacer es tragar, cerrar los ojos y volver a tener el control.
Mi respiración se detiene, pero no estoy listo para el final. Aún no. Aún no.
—Detente —digo, mi voz ronca y áspera. Dahlia se detiene, se aparta y
me mira con los ojos muy abiertos y preocupados—. No quiero correrme
hasta que esté muy dentro de ti —susurro, levantándola sobre sus pies. Ella
gime mientras la beso, pasando mi mano por su cuerpo, el contorno de su
pecho, el suave valle de su estómago, todo el camino para deslizarme entre
sus piernas. Rodeo su clítoris con mi dedo, y ella se arquea contra mí. Con un
movimiento fácil, la tengo acostada en el banco, desnuda y jadeando, con la
cara enrojecida mientras me levanta la mirada hacia mí.
Entonces presiono el botón “No molestar”, lo que debería haber hecho
antes de esto. Me gustaría que hubiera un botón “No molestar a causa de
sexo”, pero eso podría ser un poco demasiado específico para las
sensibilidades de los asistentes de vuelo.
Con las manos temblando, busco el condón, rasgo el envoltorio y se lo
pongo a la bastarda mientras Dahlia lucha por levantarme la camisa. Un
segundo después y eso también ha desaparecido, y sus manos me agarran la
espalda mientras me tumbo sobre ella. La agarro por la cintura y levanto un
poco sus caderas, mientras ella me ayuda. Lentamente, deliberadamente,
tomo mi polla y la deslizo hacia arriba y hacia abajo por la unión húmeda de
su coño, escuchando su excitación y sintiendo como se presiona contra mí.
—Jack. Por favor —murmura, su cuerpo poniéndose tenso debajo de
mí. Cristo, creo que ya está al borde del orgasmo.
—Lento, nena. Lento —susurro contra su garganta, besándola mientras
me deslizo dentro de ella hasta la punta, maldición, incluso no estoy segura
de poder controlarme por mucho más tiempo. Me cuesta todo lo que tengo
salir, y comenzar ese movimiento exasperantemente maravilloso, arriba y
abajo, sin entrar. Dahlia me clava las uñas en la espalda. Joder, mucho más
duro y dejará una marca.
Creo que quiero eso. Quiero que su cuerpo aún sienta mi presencia
cuando termine, para saber que estuve allí. Que ella era mía.
Dahlia es impaciente y envuelve sus piernas a mi alrededor. Quiere
atraerme hacia abajo, muy dentro de ella. Me resisto, apoyándome en mis
brazos sobre ella. Sus ojos están amplios y conmovedores, sus labios
separados por la necesidad.
—Te necesito —susurra—. Fóllame. Ahora.
Soy un hombre paciente, y tengo autocontrol. Pero solo tengo un tanto.
Lentamente, tomándome mi tiempo, la penetro poco a poco. Dahlia
gime, todavía intentando tirarme hacia abajo, todavía intentando llevarme
todo el camino. No dejo que se apresure en esto, tomándome mi tiempo
deliberadamente, hasta que finalmente estoy enterrado dentro de ella tan
profundamente como puedo ir. Todo su cuerpo tiembla, su coño apretándose
contra mi polla. Joder, ella es exquisita.
—Jack —gime mi nombre una y otra vez, levantando sus caderas,
apretándome con fuerza entre sus piernas—. Por favor —susurra esta última
palabra en mi oído, mordiéndome delicadamente el lóbulo de mi oreja
mientras lo hace. Me pongo rígido; necesito de toda mi concentración para no
correrme ahora mismo.
Empiezo a moverme, empujando dentro de ella tan profundamente
cómo puedo ir. Tan profundo como me sea posible ir. Me pasa sus dedos por
mi cabello, gimiendo mientras me besa. Me alejo, levantándome sobre mis
codos, para mirarla a la cara. Su pierna se desliza arriba y abajo por mi
espalda, y se arquea cuando la embisto. Cada vez que trata de apurarse, me
inclino hacia delante para besarla y morderle el cuello y los senos, para
frenarla. Dahlia jadea, sus ojos cerrándose mientras desliza una mano entre
nosotros para frotar su clítoris al mismo tiempo que mis embistes. Eso lo
hace. Su cuerpo entero se pone rígido otra vez, y su rostro se sonrosa de un
profundo rojo.
Esta lista. Está en el borde.
La penetro de nuevo, montándola más fuerte.
—Córrete para mí. Ahora —gruñí en su oído. Su coño me aprieta aún
más fuerte, intentando mantenerme dentro. Su respiración se acelera, con
pequeños jadeos, sus tetas rebotando con cada empuje.
Dahlia gime, arqueando la espalda otra vez… y luego grita mientras
bajó una mano y acaricio su clítoris una vez más. Todo su cuerpo se pone
rígido, y la escucho gritar mi nombre, envolviendo sus brazos alrededor de
mi cuello mientras se estremece por el orgasmo. El mundo se vuelve blanco
ante mis ojos, y me corro justo detrás de ella, vertiéndome dentro de ella.
Ahora, mientras ambos recuperamos el aliento, estoy acostado encima de
ella, respirando su aroma, todo jabón y sexo. ¿Quién sabía que era una
combinación tan potente?
Podría tener un nuevo producto para vender.
Sé exactamente con quién quiero probar el prototipo.
—¿Técnicamente acabamos de tener sexo de altura? —pregunta
Dahlia, mientras nos separamos, y la sostengo contra mí—. Quiero decir, no
lo hicimos en el baño.
—Es una especie de trampa cuando eres dueño del avión —admito.
Entonces me encojo de hombros—. Pero creo que podemos considerarlo
como tal.
—Antes de que te conociera, nunca hice trampas con nada —se burla,
besando mi pecho y cerrando los ojos. Mi mano acaricia su espalda desnuda.
—Antes de que te conociera —digo, presionando mis labios sobre su
hombro—, nunca me di cuenta de lo divertidas que podrían ser las reglas.
19
Dahlia
Traducido por Moreline y Florff
Corregido por Mime

—¿Seguro que habrá algo de ropa de adultos esperando cuando


aterricemos? —le pregunto a Jack, riendo mientras me subo mis estúpidas
medias de Gryffindor. No podía usar una bata de baño en la pista, después de
todo. En este momento, mi ropa de nerd y mi estado despeinado postcoital
hace que parezca que Jack tuvo suerte con una cosplayer entusiasta en una
convención. No es el look más favorecedor del mundo, pero lo lleva bien. Él
sonríe mientras nos atamos a nuestros asientos, preparándonos para aterrizar.
El asistente de vuelo regresa, una vez que se apaga la luz de "No molestar",
por supuesto. Maldita buena cosa que no hayamos alcanzado la turbulencia a
mitad del coito.
Quiero decir, hubiera sido hilarante, pero no en ese momento. Gran
historia para fiestas, sin embargo.
—En el interés de no ser un viejo pervertido, es mejor que la haya. —
Se inclina hacia atrás en el asiento y cierra los ojos cuando el avión comienza
a descender. Por descenso, me refiero a que se desliza tan fácilmente que
apenas noto nada; si no estuviera mirando por la ventana, juraría que todavía
estábamos volando alto en el aire. La tecnología de Jack lo convierte en el
Howard Hughes de hoy. Pero incluso mejor porque, a diferencia de Howard,
no creo que Jack vaya a terminar viviendo en una habitación en Las Vegas
con una barba peluda y frascos de orina a su alrededor.
Estoy a favor de celebrar estilos de vida alternativos, pero eso es
demasiado.
Cuando aterrizamos, miro a Jack, aún en su modo zen de ojos cerrados.
Maldita sea, pero no puedo dejar de comérmelo con los ojos tanto como
quisiera. Es un bronceado, perfectamente esculpido espectáculo de virilidad.
Pero es más que la mandíbula cincelada, los maravillosos abdominales, el
cabello perfecto o la generosa "dotación" si sabes a qué me refiero, o…
perdón, me perdí en la dotación.
Bien. Estoy de vuelta.
Es la pasión que tiene por la vida, por su familia, por su negocio. Nunca
he conocido a nadie que esté tan en llamas como este tipo, tan hambriento de
nuevas experiencias. Esta es la última cosa en la que pensé que me gustaría
involucrarme. Después de todo, he establecido la hora de irme a la cama,
establecido rutinas, diablos, hago horarios para hacer más horarios. La
persona en la que me he convertido en estos últimos días no es, bueno, yo.
Tal vez… solo tal vez… está bien. Después de todo, no voy a ir por la
borda y tirar todo sobre mí al viento. Incluso si quisiera hacerlo ahora. Pasar
todo este tiempo con Jack no ha hecho lo que pensé que podría hacer,
mostrarnos nuestras diferencias, molestarnos el uno al otro. Nos ha acercado
más.
Creo que estoy captando sentimientos por este hombre. Atrapándolos
con fuerza.
Y me doy cuenta, con una especie de calidez que se despliega en mi
centro, que no me importa en absoluto.
Mejor habla con él, Dahlia. Mejor pregúntale si cree que podría sentir
lo mismo. No, no, eso es demasiado fuerte. Recuerda, se supone que él debe
dar el primer paso cuando se trata de discusiones de relaciones. ¿Cómo lo
empujo para que admita eso? Hmm. ¿Tal vez desmayarte tan pronto como el
avión aterrice? ¿Culpar a la presión del aire? Luego, obligarlo a que me dé
respiración boca a boca, mientras se lamenta de cómo no puede vivir sin mí
y después, una vez que me reviva con brandy, ¿abrazarnos y que me lleve a
la Riviera?
Eso es un poco demasiado novela romántica de 1980, pero me voy a
felicitar por pensar en ello con tanto detalle.
Gracias, yo.
De nada, cerebro.
El avión aterriza, suave como la seda, mientras que las palabras se
agrupan en la parte posterior de mi boca y comienzan a empujarse entre sí.
Mi lengua se está enredando justo cuando estoy pensando en lo que voy a
decir. Mantén la calma, Dahlia. Sabes qué hacer. Sabes qué decir.
—Bueno. Ese fue un buen vuelo —dice Jack casualmente,
desabrochándose. Aquí vamos, bonito y fácil…
—Yo a mi gustar tú, Florence. —Me las arreglo, antes de preguntarme
si tal vez debería tumbarme en la pista justo delante de las ruedas y pedirle al
piloto que guíe el avión a unos pocos metros de distancia.
Jack parpadea.
—Nadie me ha llamado Florence desde que era un niño —dice sin
expresión.
¿Florence? ¿De dónde diablos vino Florence? Oh, cierto, mientras
intentaba formular las palabras correctas, una imagen de Jack y yo teniendo
sexo en Florencia con una vista asesina del río Arno en la distancia inundó mi
mente. Algo así como esa película A Room with a View, pero la versión porno
con clase.
Fui a la universidad para esto, amigos.
—Er, tacha esa parte. De hecho, tacha todo. Eso no fue lo que quise
decir. Yo a mi gustar tú, psah. Gramática, ¿verdad? No, me refería a
Florencia. Yo, er, bueno, amo Florencia. La ciudad de Florencia. No
Florence, una persona. Cualquier mujer llamada Florence probablemente
tendría al menos ochenta años de edad en este momento, y me temo que es
demasiado vieja para mí. Ja. Ya sabes. Estableciéndose. No es que no quiera
establecerme, oh no. Quiero decir, no con una mujer anciana en un asilo de
abuelos. —Oh, Dios mío, todavía sigue, ¿cómo hago que se detenga?
—Dahlia. —Jack me da su mano para ayudarme a salir de mi asiento.
Ahora estoy parada frente a él, nerviosa y probablemente roja por todas
partes, cuando él hace mi cabello a un lado y susurra en mi oído—. Yo a mi
gustar tú, también.
Nunca hubo palabras más hermosas pronunciadas en circunstancias
más extrañas.
—Oh. —Mi lengua se siente cinco tamaños demasiado grande para mi
boca. Esto claramente terminará bien—. ¿A ti también… te gusta Florence?
—Solo como amiga —susurra, atrapando mi boca. La chispa
instantánea entre nosotros, el delicioso chisporroteo en mi sangre, es todo lo
que necesito para ser barrida. Solo mi uniforme de Hogwarts me mantiene en
tierra, mientras envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, y su lengua
acaricia el interior de mi boca. Recuerda, necesito actuar como una buena
estudiante de honor en este momento. No hay sexo hasta después de que
hayamos salido del avión.
Tenemos que separarnos cuando el bolsillo de Jack vibra. No, no es una
erección de emergencia. Saca su teléfono, y su cara se ilumina.
—Gabby. Espera, necesito tomar esto. —En efecto. Nunca me
interpongo en el camino de una adorable niña de nueve años. Algunas cosas
tienen prioridad.
Jack pulsa el botón de aceptar en FaceTime y la pequeña radiante
aparece. Saluda con entusiasmo, aún con su capa y su puntiagudo sombrero
de bruja. Hombre, ella está muy apegada a ese look. No es que tenga ningún
derecho a juzgar, con mis infames chanclas de Hello Kitty que insistí en usar
todo el jardín de infantes. La escuela, la cama, lo que sea, me las ponía. La
hora del baño era incómoda.
—¡Gracias por mi regalo, tío Jack! —Sonríe Gabby—. ¡Él es el más
bonito!
—¿Él? —digo a Jack, quien se encoge de hombros.
—Toda niña pequeña quiere un pony. Algunas niñas realmente
consiguen uno. —Guiña un ojo. Oh querido.
—¡Mami dijo que se quedó sin palabras!
Sí, apuesto a que sí. Estoy segura que cuidar de un pony es un dolor de
cabeza por derecho propio, y debería ser comprensiva, pero me resulta un
poco difícil compadecer a Evelyn.
Pony. Ja. Soy malvada.
—Dile a mami que se tome un Valium extra —dice Jack con gran
dulzura. Gabby asiente.
—Aunque desearía que papá y tu hubieran estado aquí. —Gabby está
haciendo pucheros, su pequeño sombrero de bruja un poco caído. Bien, esto
es extraño. ¿Pete ni siquiera abandonó su personaje? Quiero decir, sé que
representar a Hadrig es muy exigente artísticamente, pero pensarías que por
su propia hija lo dejaría escapar.
—Yo también dulzura. —Jack se aclara la garganta y traga, claramente
incómodo. ¿El infierno? ¿Por qué no pudo simplemente llamar a Gabby?
—¿Qué tal? —digo, echando un vistazo por encima del hombro a Jack
y sonriendo al teléfono. La boca de Gabby cae abierta y sus ojos se asustan al
verme—. Tu tío está….
—¡Tío Jack! ¿Conoces a Hermione? —Gabby empieza a chillar,
saltando arriba y abajo y dando palmadas con regocijo. Ella no es la única
Carraway en pegar saltos, Jack se lanza al aire, retorciéndose y asegurándose
de mantenerme fuera del encuadre. Desconcertada, intento mantenerme más
cerca, pero el levanta la mano. Aparentemente, Hermione tiene que
permanecer en su caja.
—Er, Gabby, mantén este secreto con mami, ¿sí? Ella podría sumar dos
más dos. Piensa en el poni, Gabby. —Suena desesperado, y un poco histérico.
Jack incluso me lanza una mirada, en plan yo soy la única que hizo algo mal.
¿Por qué no puede decirle Gabby a su madre? ¿Por qué…?
¿Por qué de repente tengo un mal presentimiento sobre esto, de la
manera más Han Solo posible?
—Gabby, tengo que irme. Expelliarmus —dice Jack distraídamente, así
es como el mago tradicional cierra la sesión.
—¿Conoces a Harry Potter? —grita Gabby, y la llamada termina. Jack
se pasa una mano por el cabello, mirándome con recelo. Quizás se esté
preguntando si soy lo bastante lista para darme cuenta que ahora mismo algo
va mal. Oh, soy lo bastante lista, buen señor.
—¿Por qué no puede saber Gabby que estuvimos en su fiesta de
cumpleaños? —Cruzo los brazos, y cuando trata de dar un paso hacia mí, un
paso sexy, confiado, es verdad, pero un paso no obstante, levanto la mano.
Oh no. Mis hormonas pueden alborotarse últimamente, pero eso no va a
distraerme. Soy una mujer más fuerte que eso.
—Es Evelyn. La conociste, ya sabes como es. Siempre está buscando
problemas —dice con su voz reconfortante y rica. El único problema es que
sé cómo han interactuado ellos en el pasado. Jack tiene cero problemas en
empujar los botones de Evelyn, y ella está más que feliz de devolverle el
favor. Tener miedo de Evelyn es nuevo, lo que significa que algo ha
cambiado.
—Jack. —Este es mi mejor tono de nada de tonterías—. Dime lo que
está mal.
Él deja de sonreír, y endereza los hombros. Está recobrando la
compostura para hacer una declaración al más puro estilo Poder Macho Alfa.
Está intentando mantener la situación bajo control.
—Pete y yo volamos a casa para ver a los niños. Tomé un par de
bebidas, y quería hacer algo especial para el cumpleaños de Gabby. Fui a la
casa para decorar, pero Evelyn no apreció eso. Así que se suponía que
debíamos permanecer alejados.
—Espera. Fuiste a la casa a decorar… ¿mientras ellos estaban dentro?
Jack se detiene. Sus labios se presionan en una línea.
—Regresaban al día siguiente. Gabby lo amó —dice, como si eso le
sacase de la casilla de la cárcel.
—Pero esa es la casa de Evelyn. Mira, yo no estoy mucho de su parte
en nada de esto, pero irrumpir en su casa y… y… ¡convertirla en un castillo!
—Ciertamente eso no suena mal, pero en contexto, es terrible—. ¿Qué pasa
con Peter? ¿Qué dijo Evelyn?
—Pete no tiene ningún problema —responde con rapidez. Después se
detiene, pero parece tomar la decisión de continuar, porque en este punto va a
salir todo a la luz de una manera o de otra—. Tengo una orden de restricción,
pero….
—¿Que tienes qué? —Cada músculo de mi cuerpo parece congelarse,
como Han Solo en el bloque de carbonita. Dios sabrá por qué la Guerra de
las Galaxias es de repente todo en lo que puedo pensar, además del hecho de
que este ha sido el día más extraño de toda mi maldita vida—. Tenías una
orden de restricción, y ¿fuiste allí de todos modos? ¿Qué sucedería si te
descubriesen? Jesús, ¿qué le sucedería a Pete?
—Estoy intentando ayudarle, ¿de acuerdo? Evelyn le está bloqueando
en cada oportunidad en el divorcio, y ¡ella fue la que le abandonó! ¿Por qué
tiene que ser arrancado de la vida de los niños porque ella quería a alguien
más? —Su voz sube, masculina y rimbombante. Se está poniendo santurrón
ahora, pero dos definitivamente pueden jugar ese juego.
—¡Estoy de acuerdo! ¡Pero emborracharse y tomar decisiones estúpidas
solo pone a la familia de Pete en peligro! No les ayudas si decides que no
puedes soportar a Evelyn, y ¡haces un inmenso lío de mierda de las cosas!
¿Qué demonios he estado haciendo? ¿Qué estoy vistiendo? Me he
dejado llevar por este hombre y su entusiasmo, no me he detenido a
considerar el mundo real. Hay un mundo allá afuera donde las personas no se
visten como magos, no vuelan en jets supersónicos o tienen relaciones
sexuales en dichos jets. Hay un mundo donde las acciones tienen
consecuencias, pero no en el mundo de Jack Carraway. No, a él le dan una
amonestación y algunas multas por pagar. Mientras tanto, Pete podría perder
toda su vida… todo debido a la impulsividad de Jack.
Es como si hubiera estado hipnotizada durante días, y solo ahora he
empezado a despertarme. Me froto los ojos, gimiendo.
—¿Dahlia? ¿Qué está mal? —Jack me toca, intenta tomarme en sus
brazos, pero me alejo.
—¿Qué estoy haciendo contigo? Esto no es quien soy. —Sacudiendo la
cabeza, me quito la bata, él incluso me hizo una Gryffindor, por amor de
Dios, y me dirijo a la puerta. La asistente de vuelo está de pie allí, los ojos
enterrados en el suelo y sin decir nada. Dice adiós con sumisión mientras
pongo un pie afuera en las escaleras bajando.
—¡Espera! —dice Jack. Me giro para encontrarle en la puerta, sus
manos agarrando cada lado. El viento de la noche le alborota el cabello—.
Eso fue algo que se salió de control, pero sucede algunas veces. Puedo
arreglarlo. —Sus violentos ojos azules parecen hielo—. Si no puedes
perdonar a la gente cuando la fastidia, ¿cómo se supone que vives? —Agita
la cabeza—. Eres demasiado moralista, Dahlia.
¿Yo soy el tipo malo aquí? Quizás tiene un punto; se emborrachó y la
jodió, y se siente mal, y debería aceptar eso. Pero no quiero una vida donde
tengo miedo constantemente de que algo salvaje vaya a suceder. No hice
planes para eso. Y me gustan mis planes.
—Gracias por la fantasía, pero necesito regresar a la vida real —le
digo. Mi voz flaquea y mi visión se nubla, pero maldición no voy a darme por
vencida. Me apuro escaleras abajo, Jack grita mi nombre. Me apresuro más
rápido, porque estoy bastante segura que me perseguirá y no quiero que lo
haga.
Si él se disculpa, podría no tener la fuerza para alejarme. Y sé qué debo
hacerlo.
Cuando salgo corriendo fuera del aeródromo y me meto en un taxi, me
doy cuenta que no me cambié de ropa. El chico se da vuelta y me mira,
levantando ambas cejas.
—Vaya. Señora, usted debe haber estado en una fiesta infernal —dice,
ajustando el espejo retrovisor y dirigiéndose hacia el tráfico. Me envuelvo en
mi túnica, intentando no sollozar.
—Sí. Fue una especie de fiesta —murmuro, mirando por la ventana a
medida que las luces pasan.
Eso es lo peor de las fiestas: siempre tienen que terminar.
20
Dahlia
Traducido por Izabeth
Corregido por Mime

Regla 1: Nunca salgas con nadie. Nunca.


Regla 2: Escribe un recital de poesía sobre cuánto odias a tu exnovio, e
interprétalo en una noche de micrófono abierto en la universidad. Haz que los
estudiantes se sientan incómodos.
Regla 3: Aprende crochet.
Tomo mi pluma y recorro todas las reglas varias veces, garabateando
tan fuerte que me duele la muñeca. Púdranse, reglas. No son lo
suficientemente específicas. No me protegieron
O tal vez yo no me protegí. ¿Pero a quién le importa? El punto es que
no puedo seguir buscando reglas simples por más tiempo. Me permito
relajarme con demasiada frecuencia y mira dónde terminé. Sentada aquí, en
el dormitorio de mi infancia en Long Island, con montones de papelería de mi
madre a mi disposición y un póster de un barbudo de Aragorn que me
observaba desde la puerta de mi dormitorio, juzgando con determinación y
alma.
Viggo Mortensen fue importante para mi despertar sexual en la
adolescencia, y no escucharé nada malo sobre esa declaración.
No, no es suficiente eliminar estas reglas estúpidas. Necesito comenzar
completamente otra vez. Gruñendo como una bestia salvaje que odia el papel,
destruyo la lista en trozos cada vez más pequeños antes de rociarla en la
papelera de desechos junto a mí, una nevada de vergüenza. Poesía. No soy
nada si no soy poética.
Luego deslizo un pedazo de papel nuevo hacia mí, este tiene una marca
de agua, muy elegante, y empiezo una nueva lista.
Regla 1: Conquistar el mundo.
Regla 2: Prohibir que alguien nombre a su hijo Jack.
Estas son buenas reglas.
—¡Dahlia!
Mi cabeza se levanta de mi escritorio; mamá abrió la puerta mientras
estaba ocupada construyendo mi plan del día del juicio final estilo Pinky y
Cerebro. Tiene un plato en una mano, sándwich caprese, por su olor,
probablemente cortesía de mi padre. Lo pone sobre el escritorio, quitando un
poco de papel del camino, y mira horrorizada el pequeño montón de caos
triturado en la canasta a mi lado.
—Dahlia, esas fueron algunas de mis mejores muestras. —Niega con la
cabeza, esas frágiles líneas del ceño fruncido se arrugan en su frente. Mamá
tiene la piel y el cabello impecables, apenas parece tener cuarenta y tantos
años, casi dos décadas más joven de lo que es en realidad. Espero tener sus
genes para el envejecimiento, pero probablemente estoy condenada a ser
como papá: corpulento, de cabello plateado y constantemente discutiendo con
los vendedores por teléfono.
—Lo siento —murmuro, haciendo una impresión exacta de mi yo
adolescente imbécil. Es irreal lo rápido que me deshice cuando llegué a casa
el fin de semana, necesitando un lugar para curar mi corazón roto. También
necesitaba estar en un espacio donde Jack y yo no habíamos tenido relaciones
sexuales alucinantes, y nada amortigua más ese tipo de deseos conmovedores
que un fin de semana en que mi papá me pregunta cómo se ve su vello en la
nariz ahora que lo ha recortado.
Mamá pone sus manos en sus caderas e hincha sus mejillas. Luego se
inclina y me besa en la mejilla, haciéndome sentir como una niña. El
dormitorio ya parece a como cuando estaba en la escuela secundaria: el
edredón rosa arrugado, las almohadas de color rosa están en el suelo. La
puerta de mi armario está abierta y todos mis anuarios están extendidos sobre
la alfombra blanca. Me he pasado el día mirando fotos de viejos amigos de la
escuela, marcando cuáles están casados, la mayoría de ellos, y cuáles no han
tenido momentos de fracaso. Casi todos.
Estoy siendo una mimada en este momento. Puedo sentirlo, mi cuerpo
lo sabe, lo sé. Pero no puedo evitarlo. Necesitaba setenta y dos horas sin
pensar en Jack. Soñando con él. Odiándolo. Extrañándolo.
—Bebé, ¿por qué no me dices lo que está mal? —Mamá resopla y se
sienta en mi cama, tirando a mi tigre de peluche a un lado. ¡Oye, deja a
Hobbes fuera de esto!—. No comes nada, apenas has hablado con papá y
conmigo, y estoy segura que escuché algo de ese álbum de Mauve Five
tocando. Ya sabes, el que te gustaba en la universidad.
—Maroon Five, —corrijo—. “Songs for Jane” me ayudaron a superar
la separación de 03. ¿Recuerdas, mamá? ¿Steve Doyle? ¿Me tiró por el río
después de hacerme pagar por la cerveza?
Regla 3: Nunca pagues por la cerveza de un hombre.
—¿Es eso lo que es esto? ¿Una ruptura? —Mamá alisa mi cabello de
mi cara, y sé lo que viene. Aprieto los ojos para evitarlo, pero aquí está—. Sé
que estás preocupada de estar sola, especialmente a medida…
—¿A medida que envejezco? —Me siento como si me estuviera
convirtiendo en una de esas Jane Austen que sienten la pena de todos, lo cual
es ridículo, porque soy mi propia mujer, maldita sea. Me gusta tener mi
propio negocio, dirigir mi propia vida. Pero eso no significa que quiera
hacerlo sola—. Mira, es inútil, mamá. Mi cerebro es solo… soy solo
demasiado rara.
Ahí está: dos lágrimas gordas y estúpidas caen por mis mejillas, y mi
barbilla se tambalea. Soy una mujer de unos treinta años, y no voy a llorar y
hacer que mi madre tenga que consolarme. Estoy más allá de eso.
—Bebé, eso no es cierto. —Mamá acaricia mi cabello; está bien,
necesito un poco de eso, lo admito—. Sé que pasaste un mal momento
mientras estabas creciendo…
No es mi intención resoplar, pero vamos. Era la persona más
desorganizada del mundo en la escuela, la que tenía una risa extraña, el
casillero desordenado, las ideas que hacían que todos me miraran de reojo y
me llevaran al caos.
Tal vez todas esas miradas extrañas llegaron a mí a un nivel más
profundo del que sabía. Cuando veo parejas felices juntas, es como si
estuviera captando una hermosa mirada de las fantásticas vacaciones de otra
persona. Son perfectos juntos porque son perfectos. Nunca tendré eso, porque
no soy perfecta.
—Este hombre que estabas viendo. ¿Te hizo dudar de ti misma? —
Mamá suena enojada. Sacudo la cabeza
—No. Quería que me relajara. Sentirme libre, ¿supongo? —Sollozo.
Así es, mi yo adulta.
—Bueno, eso no suena tan mal. —Mamá suena sorprendida—. Muy
diferente a los apretados con los que normalmente sales. ¡Oh! —Pone una
mano sobre su boca, sorpresa sureña con un efecto encantador—. Disculpa
mi francés.
Teniendo en cuenta que se casó con un hombre al que una vez llamó
“sublime, hijo de puta”, esto es muy gracioso.
—Pero él era demasiado relajado. Demasiado salvaje. Me hizo sentir
como antes, no lo sé, en la escuela. —Suspiro y me froto los ojos—. Sin
amarre, sin saber qué iba a venir después. Ya no quiero sentirme así.
—Si no te importa que lo diga, si él no te engañó ni te golpeó, y te
gusta, bueno… —Mamá se encoge de hombros y se pone de pie, acercando
mi plato al codo—. ¿Tal vez puedas resolverlo?
—¿Así que puedo casarme y no fallarles a ti y a papá? —murmuro,
poco caritativa como el infierno. No me gusta ya que sale de mi boca, pero
los pensamientos oscuros son así de perras. Afortunadamente, mamá no
muerde el anzuelo. Solo pone una mano en mi hombro.
—Bebé, sé que me preocupo por ti. Tal vez no debería decirte mucho.
Pero no estaría tan descontenta con tu vida personal si tú no estuvieras tan
infeliz al respecto. —Apretándome el hombro, agrega—: Papá y yo siempre
estamos orgullosos de ti. Ojalá pudieras estar más orgullosa de ti misma.
Me gustaría decir algo a eso, pero mi boca está llena de delicioso
tomate y mozzarella, y mamá se va. Tragando, miro todo el papel que mutilé
en nombre del amor angustiado. No, no, no fue amor, Dahlia. Fue el
enamoramiento. Sexo, y nada más.
Sexo increíble, y nada más.
Sexo emocional, apasionado, y Harry Potter, y nada más.
Necesito un vaso de agua.
Bajando las escaleras hacia la cocina, encuentro a mi papá que acaba de
llegar del garaje. Se ha dejado llevar desde que se retiró, su cabello plateado
sobresaliendo por toda su cabeza y necesitando un corte desesperadamente,
su estómago siempre se expande sobre su cinturón. Pero hombre, ¿parece
feliz? Sus ojos se iluminan cuando me ve, y me da un gran abrazo de oso.
—Hola, Dolly —canta por octava milésima vez en mi vida, pero nunca
me molesta. Su Louis Armstrong está en ese lugar—. ¿Quieres ayudarme a
lavar los autos?
¿Por qué no? Fue una de las tareas de mi infancia, y siempre se siente
bien volver a lo básico.
Mientras regamos el Range Rover en el camino de entrada, puedo sentir
mis pensamientos deslizándose, llevándome a un millón de kilómetros de
donde estoy. Jack estaba tan preocupado por esos niños. Él ama tanto a esos
niños y a su hermano.
Pero pudo haber arruinado las posibilidades de Pete de una custodia
compartida. Por lo que sé, de hecho lo hizo. Luego, Pete viviría como un
hombre destrozado, sin ver a sus hijos, y Jack está en el próximo proyecto. La
próxima aventura. Me hace sentir salvaje, desinhibida y apasionada, pero es
realmente algo bueno cuando también me hace sentir inestable.
Justo como solía ser. Por el amor de Dios, he desayunado pastel todos
los días de esta semana. Pastel.
Estoy volviendo a caer en viejos malos hábitos.
—¡Oye! —Papá me rocía en la cara con la manguera, lo que me deja
balbuceando y volviendo a la realidad. Él se ríe mientras yo me aparto el
cabello—. Vamos, chica. No quiero verte tan decaída. Las cosas mejorarán.
Eso es papá en pocas palabras: las cosas mejorarán, come algo. Tu vida
amorosa mejorará, come algo. Lavemos el auto, luchemos contra el crimen y
luego comamos algo.
—El sándwich estuvo realmente bueno —digo cuando por fin hemos
secado el auto—. Gracias, papá.
Me da un gran abrazo, del tipo que hace que tus ojos se abran y las
lágrimas salgan de la esquina. Los italianos se abrazan en serio.
—Si este tipo te ha estado causando demasiados problemas, dímelo y
enviaré a Leo a golpearlo. —Papá me da una palmada en la mejilla cuando
regresamos al garaje.
—Papá, haces que parezca que Leo es un mafioso o algo así —me
quejo, presionando el botón y cerrando la puerta del garaje. Papá da un
puchero indignado.
—¡Él es la siguiente mejor cosa!
—¡Es dueño de un emporio de azulejos!
—Sí, pero algunos de los tipos con los que trabaja allí pueden hacer una
banca de mármol —argumenta papá, yendo a la nevera para tomar una Coca
Dietética. Es probable que tenga algunos juegos importantes que ver, así que
le beso la mejilla y vuelvo a mi habitación para revivir toda mi angustia
adolescente.
Cuando llego allí, me parece que mamá ha recuperado su papelería y no
puedo culparla. No soy amable con el papel. Suspirando, me siento en mi
cama, pongo a Hobbes en mi regazo y me quedo mirando la alfombra. Está
bien. Todo está bien. Puedo superar esto. Soy lo suficientemente fuerte para
seguir adelante. Lo sé.
Me gustaría poder creerlo.
21
Jack
Traducido por âmenoire
Corregido por AnnaTheBrave

Dahlia tenía razón. Lo había jodido todo para mí, para mi hermano, sus
hijos y todos los demás dentro de un radio de ocho kilómetros alrededor de
mi oficina.
Bueno, tal vez eso último no sea del todo cierto. La esposa de Liv
finalmente va a tener a los bebés y Liv irrumpe en mi oficina para decirme
eso. Su rostro está blanco, sus ojos brillantes. Su peinado normalmente
perfecto está desordenando, como su hubiera estado pasando sus manos por
él. Cristo, creo que está a punto de derrumbarse. Si conoces a Liv, sabes que
esto es como ver a un unicornio bailando tap. Es algo que ninguna persona
sana pensó que alguna vez veríamos. Luce positivamente atolondrada.
—Ya vienen. ¡Finalmente! Estaba empezando a dudar si alguna vez
llegarían —dice, sin aire y rebotando sobre los dedos de sus pies—. Hospital
St. John. Quiero decir, ahí es donde está Monica. Puedo ir ahí y regresar justo
después de…
He estado sentado detrás de mi escritorio en mi oficina de Santa
Monica. Casi nunca estoy aquí, pero es algo bueno que lo esté hoy. Me
levanto, voy hacia Liv y la tomo de los hombros.
—Vas a irte, estar con tu esposa y será mejor que no te vea en seis
semanas —digo, completamente serio—. Vas a tener todos tus beneficios y
paga y si quieres más tiempo, hablaremos al respecto. Si te veo por aquí,
personalmente te acompañaré a la salida. Luego tendré a una monja con una
campana siguiéndote por todos lados gritando “vergüenza” cada vez que
intentes regresar a la oficina.
—Deja de ver Juego de Tronos, monstruo. —Liv sonríe, luego hace
algo muy poco característico de ella, pero bastante apreciado: me abraza—.
¿Qué hay sobre la cosa con Evelyn? —murmura.
Sí. La cosa con Evelyn. Regresaremos a eso, pero en el momento
prefiero celebrar algo bueno. No parece haber mucho de lo bueno en mi vida
en estos días. Gentilmente comienzo a sacar a Liv de la habitación.
—Lidiaré con eso. De todas formas, es mi responsabilidad.
Eso provoca que ella arqueé una ceja.
—No sé qué te sucedió, Jack. Ahora eres tan… adulto.
—¿Te gustan los cambios?
Frunce su nariz.
—Extrañaré las salidas espontaneas al paintball.
—Oh, a la mierda. Esas están aquí para quedarse. Ahora, sal de aquí,
porque si no lo haces no te traeré una caja de cigarros cubanos más tarde.
Los ojos de Liv se agrandan.
—No te atrevas. He estado esperando ansiosamente por eso.
Finalmente, consigo meterla al ascensor y fuera hacia su familia. Luego
me dirijo de regreso a mi oficina, cierro la puerta y me siento en mi escritorio
a pensar. El momento con Liv me permitió un poco de tiempo alejado de este
problema en particular que estoy teniendo. Y chico, si es un gran problema.
Evelyn descubrió quién era Voldemort. Revisó el listado de empleados,
sumó uno más uno y también supo que Pete era Hagrid. Ahora he violado la
orden de restricción, que por suerte será pasado por alto con una donación
adicional a la fundación para viudas y huérfanos. Aunque lo que no será
pasado por alto es el problema de Pete con su exesposa. Evelyn tiene todas
las municiones que necesita para incluso quitarle las visitas a Pete.
Cuando recibí la llamada y se lo dije, se quedó callado. Luego se
levantó y se fue de la casa. No tomó sus llaves o su teléfono con él,
simplemente se fue. Y me quedé ahí sentado, sintiéndome como el idiota más
grande del mundo, lo que bien podría ser.
De nuevo, Dahlia tenía razón. No pensaba las cosas con detenimiento.
Puse mi propia necesidad de hacer pagar a Evelyn sobre la necesidad de mi
hermano de estar con sus hijos. Además de todo eso, me enemisté con una
mujer sobre la que no puedo dejar de pensar. Todos a quienes conozco y por
quienes me preocupo están en problemas en este momento, por mi culpo.
Bueno, excepto Liv, pero si olvido esos cigarros va a tener mis bolas en una
mordaza.
Incluso esa imagen no es divertida en este momento. Bueno, no que
fuera tan divertida desde el principio.
Voy y me paro junto a la ventana, mirando hacia la clara extensión azul
del Pacifico. Y sé, justo en ese momento, lo que necesito hacer. Va a doler.
Demonios, va a ser como cubrir mis bolas con miel y acostarme en un nido
de hormigas de fuego. Pero tiene que hacerse si quiero mi maldita vida de
vuelta.
Cuando llamo a Evelyn, ni siquiera estoy seguro que vaya a contestar.
Después de todo, justo ahora los abogados me han aconsejado que cualquier
tipo de contacto no es la idea más inteligente del mundo. Por eso me refiero a
que mi abogado me tomo por las solapas y me dijo: “¡Jesucristo, deja de
joder esto de sobremanera!” antes de tomar un antiácido. Sí, tengo la
tendencia a ir en contra de las figuras de autoridad. Es lo que hace que un
quisquilloso chico nerd se convierta en un billonario. Pero esta vez, no estoy
intentando ganarle algo a mi excuñada. Esta vez, no se trata de mí.
Por la primera maldita vez, no va a ser sobre mí.
—No puedo creer que seas tú. —Es el saludo de Evelyn. Ja, ¿está
sorprendida por mi demencia? ¿No sabe que es un suministro ilimitado, con
más de ello almacenado?
—No estoy llamando para pelear. —Siempre es una buena manera de
comenzar. Evelyn resopla.
—Entonces tal vez deberíamos colgar.
Mierda, estamos a dos segundo de que mi número sea bloqueado, lo sé.
—Lo eché todo a perder. Complemente. Totalmente.
Incondicionalmente. Muéstrame cualquier mejora, donde sea y la eché a
perder. Feamente.
La colorida demostración de verborrea me gana otro minuto en el
teléfono. El silencio de Evelyn es pensativo.
—Estoy consciente de ello —dice sin emoción.
Ves, esto es por lo que mi sangre comienza a hervir y quiero decirle
todas las brutales verdades sobre ella: que es una infiel, no es una buena
madre, es manipuladora y vengativa, que nunca habría conocido a Dominic si
no hubiera sido por mí, que no es y nunca será la mitad de buena persona de
lo que es Pete. Todas esas cosas merecen ser dichas y un día, preferiblemente
en la corte o ante un juez o al menos en las redes sociales, diré esas cosas.
Pero hoy no se trata de mí. Se trata de Pete y los niños.
—Pete, sin embargo, no lo echó a perder. Es un buen hombre. Es
mucho mejor hombre que yo —digo. Estoy listo para que castigue
verbalmente a mi hermano, pero permanece en pensativo silencio. Tan
pensativo, que de hecho, presiono un poco—. Eso lo sabes, por supuesto.
—Pete no es… —La escucho suspirar—. No lo dejé porque fuera un
mal hombre.
Ese es todo un paso hacia adelante que casi tengo miedo de decir otra
palabra.
—Es un buen padre, Evelyn. Tus hijos lo aman y él los ama a ellos.
Silencio puro. Luego:
—Lo sé. —Suena tranquila cuando no estamos gritándonos uno al otro
sobre quién es el idiota más grande. Como que podría acostumbrarme a esto.
—Yo soy quien rompió las reglas. Soy quien puso en juego la relación
de Pete con los niños. Lo que sea que quieras hacer como castigo, estoy más
que dispuesto a tomarlo. Solo no lastimes a Pete por mi culpa. Creo que es
algo justo para pedirte.
Sentado en mi escritorio, espero. Los segundos pasan mientras ella
evalúa. Cierro mis ojos fuertemente y espero. Me imagino a Dahlia junto a
mí, una mano en mi espalda para darme apoyo moral. Puedo oler su perfume,
sentir su cabello rozar mi mejilla mientras se agacha. Cuando pienso en ella,
siento que mis pies se plantan en el suelo. Es el ancla más sexy que un
hombre pudiera esperar tener.
Y la perdí.
—Pete nunca ha sido el problema —dice Evelyn por fin. Su tono se
vuelve brusco—. Tú lo eres.
—¿Yo? —¿Este humilde servidor, el tío más genial del mundo? Estoy a
punto de pasar por lista de todas las cosas geniales que he hecho con los
niños, incluidas montar ponis salvajes, salto de bungee junior, conducir autos
de carreras…
Bueno, tal vez tenga un punto. Un punto pequeño, eso sí.
—Desde que me separé de Pete, has estado intentado convencer a los
niños de que soy un tipo de monstruo. —El hecho de que dejó a su padre
espera justo en la punta de mi lengua, pero otra vez… esto no se trata de mí.
Aunque estoy aferrando el brazo de mi silla con suficiente fuerza para doblar
el metal—. Y les das todos estos regalos salvajes y extravagantes y viajes y
entonces, cuando llegan a casa yo soy la aburrida. Asocian a su tío Jack con
su papá, así que todas las cosas divertidas suceden contigo y todas las cosas
malvadas y aburridas suceden conmigo.
Por muy idiota que sea Evelyn, y lo es, en eso estamos claros, está
teniendo algo de razón en este momento, por mucho que odie admitirlo. No
he hecho nada malo al no ser su más grande fan, pero probablemente soy
culpable de intentar comprar a los niños para que estén del lado de Pete. Él
no ha hecho nada malo, pero yo sí.
—Está bien —digo, mi voz uniforme. Evelyn hace un ruido de
sorpresa. Puedo imaginarla casi tropezándose en sus tacones altos Gucci.
—¿Está bien?
—Necesito dejar de meterme en tu vida y en la de los niños. De ahora
en adelante, seré el tío Jack. El genial tío Jack. El atractivo tío Jack.
Naturalmente, el tío Jack con el increíble estilo de vida y el cabello perfecto.
Pero los llevaré por un helado, no entraré como un ninja a tu casa en la mitad
de la noche y que la conviertan en una fortaleza de helado. —Suspirando,
asiento—. Seré menos duro contigo.
—Yo… gracias —dice por fin. Algo del hielo en la conversación se
derrite.
—Lo único que pido es que tú también lo seas con Pete.
Evelyn suspira.
—No quiero sacarlo de sus vidas.
—Solo está pidiendo la custodia compartida. Eso no es mucho. —
Tamborileo mis dedos en el escritorio, esperando. Está vacilando; puedo
sentirlo—. Como dije. Lo eché todo a perder. Siento mucho eso.
—Bueno. No he hecho de esto la transición más fácil del mundo —dice
por fin.
Santa mierda, Evelyn admitió que no es completamente perfecta.
Desearía como el infierno estar grabando esto, así podría hacerlo un remix y
me ejercitaría con ese ritmo.
—Entonces vamos todos a relajarnos un poco. ¿Qué dices? —Tiene
que saber lo que en realidad estoy diciendo: dale a Pete un descanso.
—Creo que eso puede arreglarse —dice, todavía un poco distante, pero
no irracional. Justo ahora, eso es todo lo que necesito escuchar—. Haré que
mis abogados llamen a los de Pete y les digan que podemos seguir adelante
con la custodia compartida… mientras que no haya más exacerbaciones
dramáticas, Jack.
Siento una exacerbación dramática haciéndose más fuerte cuando dice
eso. ¿Yo soy el que tiene las exacerbaciones dramáticas? No soy quien dejó a
Pete en el limbo durante seis meses debido a…
Casi puedo sentir la mano de Dahlia presionando en mi hombro de
nuevo. Mantente tranquilo. Hazlo por Pete. Piensa con claridad. Es como si
fuera este sexy ángel de buen corazón susurrando en mi oído.
También hay una versión sexy y demoniaca de ella en un corsé push up
y cuernos de plástico rojos que está mordisqueando mi otra oreja. Maldición,
eso es un distractor.
—Suena bien. —Me encuentro diciendo. Traga un poco de tu orgullo,
Jack. Por el bien de los niños y de Pete. Evelyn suspira en el otro lado
—Entonces los llamaré de inmediato. ¿Jack? —Por primera vez en
mucho tiempo, escucho a su mellado tono glacial derretirse un poco—.
Gracias por llamar.
—Gracias por hablar —respondo, luego cuelgo. Mi sangre está
zumbando en mis oídos, la energía fluyendo por mi cuerpo. Es mi instinto
golpear a un problema hasta la sumisión, pero logro manejar esto con solo un
poco de compromiso y buen juicio. Dahlia estaría orgullosa de ello.
¿Le gustaría escuchar al respecto? Tal vez. Demonios, eso espero.
Levanto el teléfono de nuevo y paso mi pulgar por su nombre. Rossi, Dahlia.
Lo miro fijamente durante un segundo, intentando convencerme de no
hacerlo. No responderá, idiota. Ya no quiere verte más.
A la mierda. Solo puedo ser así de sensible en el curso de un solo día.
Presiono “llamar” y espero. Un tono. Dos tonos. Tres tonos.
Siempre responde antes del tercer tono. Es así de predecible.
Cuando pasa al buzón de voz, cuelgo y miro de nuevo hacia el océano.
A la mierda, aprendí una maldita buena lección de Dahlia Rossi. Un par de
ellas, de hecho. Primero, aprendí a mantener mi calma, a no gritar a todo
pulmón por el entusiasmo.
Segundo y más importante, he aprendido lo que se siente darse cuenta
que todo el dinero y paciencia y lecciones aprendidas en el mundo no pueden
arreglar lo que está roto entre dos personas.
Esa lección, damas y caballeros, es una terrible perra.
22
Dahlia
Traducido por Lyla
Corregido por LizC

Tengo el teléfono en la mano antes de que termine el segundo timbre, y


miro fijamente el nombre, mi pulso se agita.
McGee, Multimillonario
De hecho, debería haber puesto el nombre real de Jack allí, pero oye.
Ya no hay necesidad de hacer eso, porque no voy a atender esta llamada. No
porque odie a Jack, después de todo, no fue como si me hubiera golpeado o
fuera un alcohólico desenfrenado o que le gustara Barry Manilow sin ironía.
Si hablo con él ahora, sé que tendré la tentación de volver a verlo. Regresar a
ese avión supersónico y volar en la puesta de sol, follando exquisitamente
todo el camino. Y como mi cuerpo ya está temblando de anticipación,
haciendo su mejor Tim Curry en Rocky Horror Picture Show solo sin redes,
sé que la tentación sería demasiada. Saltaría de vuelta a la silla de montar, o
en un jet, o lo que fuera, y luego me divertiría mucho, y permitiría que esa
diversión me llevara lejos, y…
Como dije, no puedo hacer eso otra vez. Así que hago la cosa
inteligente, cuelgo la llamada y luego voy a atacar el baño.
La abuela siempre dijo que, cuando tu mente está inquieta, lo mejor que
puedes hacer es limpiar algo. Aparentemente ella tenía mucha ansiedad,
porque literalmente se podía comer en cualquier piso de su casa, incluso en el
baño. Trató que Rose y yo lo intentáramos una vez, como prueba. Puse unas
chuletas de cerdo y todo, junto con unas cucharadas de ensalada de papas.
Le preguntamos a mamá si alguna vez tuvo que hacer algo así cuando
era una niña, y a mamá se le pusieron los ojos vidriosos y no nos contestó.
De todos modos, volviendo a algo un poco menos loco. Limpiar el baño
es, de hecho, el antídoto perfecto para el estrés. Cuanto más duro limpie los
espejos, menos probable es que piense en las manos de Jack rozando mis
muslos, sus labios en mis pechos, mi cuello, mi boca, su lengua trazando una
línea habilidosa por mi cuerpo, hasta mi …
Limpiacristales. Me encanta limpiar este espejo con tanta fuerza que
casi paso una mano a través de él. Dios, seguro que no me estoy poniendo
caliente y molesta solo de pensar en ese hombre y su increíble lengua. De
ninguna manera. Jack Carraway no es un dios del sexo de ninguna manera
concebible. ¿Por qué alguna vez pensaría eso?
Además del hecho de que es la pura verdad, quiero decir.
Dejo de limpiar por unos segundos y me miro en el espejo, mi cabello
encrespado, mi máscara de pestañas corrida de cuando estuve llorando un
poco antes. Mi fin de semana con mis padres me ayudó un poco, al menos me
ayudó a alejarme de todo. Pero no soy nada si no soy obsesiva, y he repasado
una y otra vez la conversación en el avión, buscando cualquier forma en que
pudiera haber terminado de manera diferente. Porque por mucho que odie
admitirlo, nunca me ha gustado nadie como Jack Carraway.
No es el avión, ni la inmensa propiedad, o esa vez que luchó contra un
cisne por mi honor. Aunque todas esas cosas fueron geniales, no me
confundas. Ni siquiera es tan bueno como lo es en el sexo, las cosas sexys y
los momentos sexys, y todas las cosas que caen bajo el alcance de sexy. El
departamento de travesuras sexys le ha dado una calificación A para que
cuelgue en la ventana con orgullo.
No, ni siquiera es el sexo. Es él. Mi corazón se hunde en mi estómago,
pienso nuevamente en todas las parejas a las que he ayudado a lograr
relaciones exitosas y felices. Todos me dijeron, ya sea después del
compromiso o la boda o el nacimiento de su primer hijo que sentían que el
otro era el correcto en el momento en que se conocieron. Que supieron
enseguida que compartían una intimidad y una conexión que nada podía
romper. Claro, lograron profundizar su relación con el tiempo, pero lo
importante era que tuvieron esa chispa.
Decir que Jack y yo compartimos una chispa es una subestimación
masiva. Fue más como una explosión instantánea, o un incendio eléctrico que
se vuelve loco y borra media cuadra de la ciudad. Es el tipo de chispa que se
enciende en las noticias de la hora de mayor audiencia, con entrevistas a
vecinos y una nueva reportera de cara fresca que comenta al respecto y se
asegura a sí misma que un día, un día, ella subirá las filas corporativas y será
la presentadora.
Eso se salió de las manos. El punto es, compartimos mucho calor. No
hay nada que puedas hacer que te prepare para algo así, nada que puedas
hacer para detenerlo. Lo sientes y te calienta… y luego te rostiza de adentro
hacia afuera.
Regreso a mi cocina para conseguir más esponjas, pasando mi disfraz
de Hermione. Todavía está colgado sobre la silla de mi cocina, arrojado allí
después de que llegué a casa y ya no pude usarlo más. Su visión me llena de
un estallido de anhelo. Ve a hablar con él, Dahlia, parece decir. No todos los
hombres que se disfrazarían con tanto entusiasmo.
Eso no suena tan bien como creo que el disfraz de Hermione quiere.
Claro que, es un disfraz. Y los disfraces no pueden hablar, obviamente.
Bien, me alegro de haber resuelto todas las cosas importantes.
Mi teléfono vuelve a sonar, y me congelo. Mi identificador está
gritando ¡sí, ve, ve a buscarlo! y el superyó está tirando de mi brazo y
diciendo ¡no, no seas idiota!
En este caso particular, mi identificador y mi superyó están siendo
representados por Jack Carraway. Como el superyó, él está todo vestido de
una delicia nerd, con una camisa blanca de botones que abraza hermosamente
su amplio pecho y sus hombros esculpidos. Superyó Jack está usando un par
de lentes sin montura, y está sosteniendo mi brazo con tanta ternura. Tan
caballerosamente.
Mientras tanto, identificador Jack no lleva nada más que un traje de
baño ajustados y está frotándose contra mí con entusiasmo. Sé que no debería
desearlo, pero maldita sea, está súper construido y, en este escenario en
particular, brilla con aceite de coco extendido por todo su varonil…
Me pregunto si Jack me objetiva en su imaginación de esta manera.
Espero que lo haga. De esa manera, no seré la única extraña.
Finalmente, el teléfono deja de sonar, así que aprovecho la oportunidad
para sentarme en mi futón y mirar fijamente al suelo. Excepto que este futón
es donde Jack y yo tuvimos sexo, así que me siento en el piso frente a él.
Donde Jack y yo también follamos.
¿En qué parte de este apartamento no tuvimos relaciones sexuales?
Cierto, había un lugar… un solo lugar…
Mientras voy a sentarme en el inodoro por el resto de mi vida, escucho
el timbre de la puerta de mi casa. Oh, no. Mis ojos se abren de par en par, y
se me cierra la garganta. De ninguna manera vino hasta aquí. Tal vez las
llamadas eran para ver si estaba en casa; tal vez está esperando afuera con un
ramo de rosas y su camisa desabotonada de la manera que me gusta. Si piensa
por un momento que puede atraerme con un vistazo de pectorales esculpidos
y algunas flores, no me conoce.
Sin embargo, probablemente sea mejor que hable con él para que sepa
que no soy ese tipo de chica. Incluso podría bajar las escaleras y decírselo a
la cara. Demonios, incluso podría tener que besarme con él una o dos veces,
solo para pasar a través de su grueso cráneo que ya se ha terminado.
Estoy tan emocionada de mostrarle lo mucho que no me importa que
estoy prácticamente saltando al intercomunicador.
—¿Sí? —digo mientras respondo, tomando la correcta postura
indiferente. Perfecto.
—¿Dahlia? —Esa es la voz de Edith, y suena perpleja—. ¿Soy solo yo,
o suenas cachonda?
Bueno, tal vez no esté haciendo un trabajo tan bueno en el “no me
importa en absoluto” como pensaba. Maldiciendo por lo bajo, presiono el
botón “hablar”.
—¿Edith? ¿Qué estás haciendo aquí?
—Te envié tres correos electrónicos y nunca respondiste, así que pensé
en pasar. Además, parece que hay una hippie esperándote. ¿Supongo que
quiere algo de comida? ¿Necesitas quinoa, querida? —pregunta Edith. Luego
Chelsea se pone en la línea.
—Dahlia, estoy de pie junto a una mujer que lleva un perezoso.
Apruebo esta nueva tendencia de moda. ¿Puedo subir?
Hombre, estoy tan aliviada de que este no fuera Jack. No tienes idea de
lo aliviada que estoy. A veces, cuando estoy tan aliviada, siento una gran
decepción. Pero esto no lo es. Es un alivio.
—¿Estás hablando con nosotras o contigo misma? —pregunta Edith.
Puedo escuchar la preocupación en su voz. Mierda, ¿estaba diciendo todo eso
en voz alta? Gimiendo, pulso el portero para dejarlas entrar por la puerta,
luego presiono mi frente contra la pared. Voy a ser genial. Sé cómo ser
genial. Nada de qué preocuparse aquí.
—¿Dahlia? —pregunta Chelsea cuando entra, Edith ingresa detrás de
ella, con Ernold el perezoso colgando de su espalda—. No golpees tu cabeza
contra la pared. No está tan mal.
Oh, ahí es de donde viene el dolor de cabeza. Obviamente.
—Estoy bien —digo mientras froto el punto sensible en el medio de mi
frente. Chelsea va instantáneamente a la cocina, probablemente para
prepararme una taza de té hecha con auténticas ramitas chinas. Al menos no
va a poner nada de esa tierra de remolacha en él; no cuando le rogué que
parara esa última vez. Edith coloca a Ernold en una silla de la cocina, me
toma de la mano y me arrastra a la sala de estar, sentándome en el futón
sexual. Como no puedo pedirle que tenga esta conversación en el piso sin ser
excesivamente rara, me resigno a sentarme en los restos de tiempos más
felices. Se sienta frente a mí, con las piernas cruzadas, un pie con un costoso
estilete de cuero italiano se balancea.
—Corrígeme si me equivoco —dice, inclinándose con aire de
conspiración—, pero… no estás realmente feliz, ¿verdad?
Creo que “no me digas, Sherlock” sería una cosa innecesariamente
grosera de decir en este momento, así que me obligo a parecer que esta idea
aún no ha pasado por mi mente.
—Puede que tengas razón —le digo. Edith pone los hombros hacia
atrás, orgullosa de sí misma por haber resuelto el caso.
—La cocina me ha informado —dice Chelsea, apresurándose con una
taza de hierbas preparada—, que el entusiasmo de los coitales de este espacio
se ha evaporado. Debes haber roto con ese hombre atractivo y, a menudo,
desnudo.
Los ojos de Edith se iluminan.
—Sabía que había una razón por la que no devolvías mis correos
electrónicos. Eso es lo que le dije a esta hippie cuando la encontré abajo. —
Hace un gesto de indiferencia hacia Chelsea, que nunca pierde su expresión
serena—. ¿Qué puedo hacer para ayudar, Dahlia? ¿Necesitas que programe
una paliza? Eso realmente me anima cuando estoy en un lugar oscuro —dice
con un gesto de asentimiento.
Hay un chiste que se puede hacer aquí sobre los culos pálidos y lugares
oscuros, pero no estoy en el espacio mental ahora mismo para captarlo.
—No creo que eso sea lo que necesito en este momento. Lo siento si
soy un poco lenta para responder, Edith. Si necesitas ayuda, podemos
programarlo para ahora. —Después de todo, incluso cuando mi vida se está
desmoronando, debo seguir siendo profesional.
Las cejas de Edith se fruncen.
—Oh. No necesito ninguna ayuda. Gerald y yo nos llevamos muy bien,
muy bien. ¡Él ama a todos mis animales! —Sonríe, luciendo absolutamente
enamorada, para tomar prestada una frase de Bambi… que estoy segura que
es una película con la que Edith tuvo una obsesión enfermiza cuando era niña
—. Quería ver si tú, ah, ¿alguna vez querrías almorzar? ¿Ir de compras?
¿Interacciones sociales normales y saludables? —Pone ambos pies en el piso,
coloca sus manos en su regazo. Edith me mira con timidez, como si estuviera
lista para echarse atrás si digo que no.
¿Edith quiere ser mi amiga? Parpadeo; nunca pienso en tener clientes
como amigos, estoy segura que después de ayudarlos a ordenar sus vidas,
pasarán a la felicidad y a su propio círculo privado de seres queridos. Pero…
en serio disfruto a Edith, en una manera de “no puedo creer que existas”.
Quiero decir, ella es salvaje y apasionada y está luchando por hacer el bien en
el mundo, es difícil no dejarse arrastrar por ese entusiasmo.
—Creo que podríamos tener lugar en nuestros almuerzos de amigas —
dice Chelsea, sonriendo adormilada a Edith, que se queda sin aliento por la
emoción.
—¡Nunca tengo amigas! Todas las que conozco están en mi tramo
fiscal, ¡y todas me odian! —canta, agitando las manos—. ¡Dicen que soy
demasiado rara!
Bueno, la rareza está en el ojo del espectador. Después de algunos de
los chiflados locos en los que he estado involucrada en estos últimos días,
¿quién soy yo para juzgar? De hecho, la emoción de Edith y la aceptación
relajada de Chelsea son el tónico que necesitaba después del fiasco de Jack.
Simplemente no me di cuenta hasta ahora.
—Puedo cocinar el almuerzo para todas nosotras. Tengo los
ingredientes de una buena ensalada de pasta —digo, y apenas sale la última
palabra antes de que Edith tenga sus brazos alrededor de mí, arrastrándome a
mis pies y sacando el aire de mis pulmones. Sonrío y le devuelvo el abrazo.
Si no hay otra opción, tener buenos amigos compensa una gran cantidad de
cosas extrañas que la vida te arroja.
—Y yo bendeciré la comida —dice Chelsea alegremente—. Podemos
conmemorarlo a esta diosa de las serpientes babilónica que aprendí en
Wikipedia.
—¿Serpientes? —dice Edith, interesada con la mención de animales.
Mis amigas son raras, pero son buenas.

***

—Tengo una idea —dice Edith, cuando hemos terminado con el


almuerzo y nuestra segunda copa de vino—. ¿Por qué no hago una fiesta?
Eso es lo que hacen los amigos para animarse unos a otros, ¿verdad?
—Siempre y cuando no implique un incendio provocado de algún tipo,
estoy dentro —bromeo. Me preocupa un poco cuando la expresión de Edith
se torna preocupada y tiene que escribirse un mensaje a sí misma en su
teléfono: sin incendio.
—Puedo ponerte en contacto con todos mis ami-enemigos billonarios
más sexys —dice con orgullo.
—¿Que amable de tu parte?
Cuando lo dice, mi estómago se atasca en nudos. No lindos y pequeños
arcos, oh no, nudosos nudos gordos de tensión y conflicto. ¿Ella no podría
invitar a… Jack? ¿Debo preguntarle sobre eso? No, pensándolo bien, es una
mala idea. Si conoce a Jack, tendrá toda la información que necesitará para
un error involuntario de algunos de sus conocidos más bien conectados. Si
eso sucede, Jack podría descubrir que estuve hablando de él. En absoluto. A
cualquiera. Y no quiero que sepa que estoy pensando en él.
Porque eso sería embarazoso. Y porque estoy pensando en él. Todo el
tiempo. Constantemente. Incluso cuando Chelsea dice la bendición sobre mi
ensalada de pasta, él está a la vanguardia de mi mente.
Tengo que superar esto, por lo que una fiesta podría ser la manera de
hacerlo.
—¿Qué tal esta noche? —Edith casi titila alegremente—. Sé que es
poco tiempo de aviso, pero puedo enviar una ráfaga de invitaciones. De todos
modos, nadie que conozco tiene empleos regulares, por lo que no tienen que
preocuparse por el trabajo mañana. ¡Y tengo el lugar perfecto!
Si Edith está entusiasmada con esto, estoy oficialmente preocupada.
Pero claro que, la idea aquí es bailar y beber toda la noche, sin
preocupaciones. Libre de pensamientos de Jack Carraway.
Porque después de todo, él está en Los Ángeles ahora. Sé eso. No hay
razón para preocuparme de encontrármelo esta noche. No hay ninguna razón
en absoluto.
23
Jack
Traducido por LizC
Corregido por Indiehope

Estoy haciendo todo lo jodidamente posible para encontrarme con


Dahlia, pero aparentemente Nueva York es una ciudad grande. Me pasé por
su apartamento casualmente, pero ella no estaba. Ahora estoy dando un paso
que está un nivel por encima del acecho de mala muerte, y me dirijo a todos
los lugares en los que hemos estado juntos, o ella mencionó que ama. La
biblioteca pública, con los dos leones guardianes de piedra en el frente. Los
Campos de Fresas en Central Park. El bar de vinos en Astoria. La cafetería
Neptuno. Ray Pizza, la que dice es la mejor de la ciudad, porque las probó
todas. Y ahora, la panadería de Damico en la Pequeña Italia.
Al parecer, a Dahlia le gusta la comida.
Una mujer de mediana edad de elegante cabello rubio y con una cálida
sonrisa me saluda cuando me acerco al mostrador. Una serie de dulces se
extiende delante de mí debajo del vidrio curvo, tartas, bollos y pasteles, todos
colocados en pequeños tapetes de papel de encaje. Tal vez puedo comprar
una caja de profiteroles y extenderlos en fila hasta su apartamento. Luego,
cuando ella aparezca, reuniendo pasteles a medida que avanza, me
encontrará, esperando con el último profiterol en mis manos. Valientemente,
puedo decirle que esta bocanada de crema representa mi corazón, y si ella
quiere comerla, puede hacerlo.
Pensándolo bien, soy más como un tipo de hombre “dilo con flores”.
—¿Puedo ayudarle? —pregunta la mujer. Levanto mi teléfono, con la
foto de Dahlia sentada en la parte delantera de la lancha motora, sonriendo
con una lata de cerveza en la mano. Incluso pensar en esos días perfectos en
el norte del estado duele.
—¿Has visto a esta mujer recientemente? —pregunto.
Los ojos de la dama se ensanchan con horror.
—Oh, Dios mío. ¿Está muerta? —Se gira y comienza a gritar por
alguien—. ¡Joe! ¡Joe! ¡Dahlia está muerta!
Se oye el ruido de algo resonando en la parte de atrás: parece que diez
mil ollas y sartenes simplemente golpean el piso. La mujer se gira de nuevo,
con lágrimas en los ojos.
—¡Era tan joven! Tan dulce. Siempre venía y decía…
—Espera, lo siento, ha habido un error. Nadie murió. —La mujer y yo
nos miramos un segundo—. Solo la estoy buscando. Me dijo que le gusta este
lugar y me preguntaba si la habrías visto.
—Oh, gracias a Dios. ¡Joe, Dahlia no está muerta! Será mejor que
recojas la cocina —vuelve a gritar por encima del hombro y me sonríe—. Lo
siento. Parecías uno de esos hombres en esos programas, ya sabes, que vienen
y dicen que alguien está muerto. Llevas puesto un traje muy conservador. Mi
error. —Parpadea—. ¿Alguna vez has visto las repeticiones de Law and
Order? Te pareces a esa clase de chicos.
¿Todos en Nueva York están locos, o son solo las personas con las que
me encuentro?
—Entonces, sí. ¿Dahlia? ¿La has visto?
—Hmmm. —La mujer arruga un poco el rostro, juzgándome—. Sabes,
ha estado viniendo aquí puntual como un reloj en los últimos días. Hemos
tenido que hacer que su rebanada de pastel de princesa sea una orden
permanente. —Luego entrecierra los ojos—. Las mujeres siempre pueden
decir cuando otras mujeres están utilizando los pasteles para hacer frente a un
corazón roto. Es parte de la hermandad tácita.
Estoy lejos de interponerme en el camino del pastel y la espiritualidad.
—Tuvimos una pelea —admito por fin, porque creo que esta mujer está
a un segundo de meterme un tenedor en la cabeza, y preferiría no tener que
explicárselo a mi médico—. Estoy intentando enmendar las cosas.
—Las tartas de mermelada siempre ayudan mucho a calmar un alma
rota —dice, con la perspicacia comercial de un tiburón en una panadería
submarina. O algo así.
—Entonces tal vez debería comprar una docena. —No estoy por
encima de un soborno poco informal, y resulta que tampoco ella, la señora
Damico, descubro eventualmente mientras pago las tartas y ella envuelve la
orden. Colocando los pasteles en una pequeña caja de cartón rosa, ata todo
con un arco y me los entrega, sonriendo con orgullo—. Gracias —le digo—.
¿Alguna idea de a qué hora debería llegar Dahlia aquí?
—Suele venir antes del mediodía. —La señora Damico me da una
mirada paciente, no desagradable—. Aunque, hoy no vino. Tal vez está
superando el corazón roto que obviamente debes haberle causado, con tu
apariencia diabólicamente atractiva. Eres una criatura terrible.
Oye, compré tus tartas, señora. Pero eso no duele tanto ni tan profundo
como la idea de que Dahlia ya se está levantando y sintiéndose mejor. Tal vez
ya se dio cuenta que no somos compatibles y fue bueno que rompiéramos.
Tal vez ya encontró a alguien nuevo, alguien con cabello oscuro e interés en
los bienes raíces, alguien que pueda mudarla a Long Island con su extensa
familia a su alrededor. Entonces podrá contarles a sus adorables hijitos
de cabello oscuro sobre la única vez que se ligó a un terrible multimillonario,
y la suerte que tiene de haber conocido a papá en su lugar.
En momentos como estos me pregunto dos cosas: ¿cuándo empecé a
usar la palabra ligar en serio, y cómo puedo evitar que esa pesadilla que
acabo de imaginar se convierta en realidad?
Cuando salgo de la panadería, pienso en pararme afuera del
apartamento de Dahlia, esperando que ella vuelva a casa. No de una manera
espeluznante, al menos, no de una manera tan espeluznante como suena, sino
más bien como una manera de Digan lo que quieran. Puedo pararme fuera de
su ventana, con una caja de tartas sobre mi cabeza en lugar de un radio.
Llamaré a las tartas Peter Gabriel, y ella me dejará entrar. Luego nos
dedicaremos a hacer el amor apasionadamente sobre una caja rosada
aplastada, el relleno de mermelada de frambuesa debajo de nosotros.
Al menos, creo que son de frambuesa.
A medida que me detengo en la esquina, el húmedo día de verano vivo
a mi alrededor, me doy cuenta que probablemente no la voy a ver. No esta
vez. Jesús, ¿cómo podría una mujer haber superado mis tan encantadoras
pero estúpidas defensas tan fácilmente? ¿Cómo podría sentirme tan
desesperado por volver a ver a alguien?
Hay una respuesta a esa pregunta, una que me asusta muchísimo.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. Dejo la caja en una de las mesas al
aire libre y atiendo la llamada.
—¿Jack? —Es una voz femenina que no reconozco. Maldita sea,
generalmente verifico el identificador de llamadas—. Es Jack Carraway,
¿verdad?
—Si esta es una gran oportunidad de conseguir paneles solares, ya los
he instalado en mi compañía de la costa oeste —le digo, listo para colgar—.
En la costa este no hay suficiente sol para…
—No, no, no trabajo —dice la mujer, como si la idea de ser proletario
fuera asquerosamente repugnante—. Tengo un fondo fiduciario.
Cristo, si esta era la mujer elegante del Upper West Side con la que
tuve un verano particularmente divertido hace dos años, no voy a salir de esta
conversación fácilmente. No es dinero lo que busca; tal vez necesita una cita
para una próxima gala. Me aclaro la garganta.
—Empecemos por los nombres y las fechas. ¿Cuándo fue la última vez
que salí contigo?
El sonido de “asco” que atraviesa el teléfono no debería hacer que me
agrade, pero en cierto modo lo hace. Tal vez porque ahora solo tengo ojos
para una mujer medio italiana, de labios llenos y bocazas, y esta no es ella. La
misteriosa mujer acaba de simplificar las cosas para mí.
—Nunca hemos salido. De todos modos, tengo el novio más
maravilloso del mundo —dice airosamente—. Es Edith. ¿Montgomery? ¿Nos
conocimos en la beneficencia de Anderson Center en el hotel Carlyle?
Todo mi cuerpo se tensa; diablos, como si alguna vez pudiese olvidar
esa noche. Al instante, me transporto de vuelta a Dahlia bebiendo ese martini,
Dahlia debajo de mí en la cama del hotel, Dahlia gimiendo y jadeando
mientras yo…
—¿Acabas de gemir? —Edith suena horrorizada.
—Recuerdo el evento —digo finalmente.
Chasquea la lengua.
—Bueno, estoy intentando organizar una fiesta para una amiga que,
ahora mismo, está muy deprimida. Es de último minuto, esta noche, y será en
el zoológico de Central Park.
Parpadeo, porque debo haber oído eso mal.
—¿Cobertizo?
—Zoológico —dice ella, obviamente irritada. Prácticamente puedo
verla levantando sus manos con exasperación—. Honestamente, los hombres
ricos nunca escuchan. Es por eso que mi Gerald es tan especial. Es tan serio,
atento, y le encanta dar placer durante el sexo. No puedo decirte la última vez
que tuve tantos orgasmos…
—¿Tu amiga está deprimida? —Esto se está volviendo insoportable.
—Vamos a patinar sobre hielo con los pingüinos —dice Edith con
delicadeza.
—De acuerdo. ¿Eso es… legal?
Hace una pausa demasiado larga para mi comodidad.
—Bueno, como sea, les pagué el dinero suficiente para que esto suceda.
El momento es perfecto: verás, su único oso polar murió, y el tanque está
vacío hasta que consiguen otro. Así que van a congelarlo y liberar a los
pingüinos.
Todos en la ciudad de Nueva York están jodidamente locos.
—¿Gracias por pensar en mí? —Lo digo como una pregunta, porque no
estoy seguro de cómo tomar esto.
—Necesitaba personas con las que me he encontrado socialmente,
porque creo que mi amiga necesita conocer a varios jóvenes elegibles. Está
atravesando una terrible ruptura en este momento.
Apenas me interesa a estas alturas; mis sienes están empezando a
palpitar.
—Voy a ver si puedo ir.
Esa es una línea de mierda, pero parece funcionar. Ella chilla de júbilo.
—Te enviaré un mensaje de texto con la información. ¡Esto es justo
como cuando estaba en la secundaria! Excepto que papi tuvo que pagar a
todos mis amigos —dice en tono de conversación—. Adiosito.
Edith, afortunadamente, cuelga, y tomo mi caja de tartas, mi corazón
magullado, mi ego apaleado y camino por la calle. Mi teléfono vuelve a sonar
con la información de la fiesta, y admito que la observo por un momento,
considerándolo. Quizás un grupo de ebrias personas ricas en el hielo es justo
el tónico que necesito para ayudarme atravesar todo esto.
Pero deslizo el teléfono de vuelta en mi bolsillo. Esto no termina hasta
que encuentre a Dahlia y le diga lo mucho que lo siento. Hasta que ella
vuelva a mis brazos.
¿Dónde diablos está?
24
Dahlia
Traducido por Izabeth
Corregido por Indiehope

Déjame planear la fiesta, dijo Edith.


Será divertido, dijo.
Ahora hay un pingüino frotando su trasero contra mi pierna mientras
trato de tambalearme en patines de hielo sobre el tanque congelado de un oso
polar muerto.
¿Ocurre este tipo de cosas en todo el mundo? ¿Es algo particular de
Nueva York? ¿Simplemente atraigo gente rica excéntrica y aves acuáticas del
Ártico donde quiera que vaya?
¿O son antárticas? Edith se mostró muy estridente con respecto a hacer
las distinciones correctas cuando llegamos, y mientras se ponía un abrigo de
seda con orejeras blancas y esponjosas. Gerald, quien parece haber aceptado
que la mujer que ama es peculiar, por decirlo con amabilidad, incluso ayudó a
enrollar su bufanda a rayas alrededor de su cuello antes de ayudarla a subir
las escaleras y entrar al tanque.
Mientras me quedo en el borde de la fiesta, agarrando la pared para no
terminar patinando por encima la multitud en mi trasero, contemplo a la gente
que Edith trajo para conocerme. Mi corazón se suaviza, incluso cuando estoy
desesperadamente confundida por la situación. En realidad se preocupa por
mí. Ha reunido a tantos jóvenes atractivos como pudo encontrar en su
fichero. Hay abogados corporativos, médicos de Park Avenue, Rockefeller
lejanos e hijos de hermanos de estrellas de cine. Todos son delgados y
atractivos, ricos y bien fornidos, una mezcla heterogénea de los hombres más
poderosos de la ciudad.
Pero no puedo evitar buscar a un hombre en específico, el que tiene la
sonrisa aguda y el ingenio más agudo. El que tiene la mirada de derrite bragas
y el toque de combustible. No importa el tamaño de la cuenta bancaria de un
hombre o el brillo de su cabello, todos aquí tienen un defecto gigantesco: no
son Jack Carraway.
De hecho, el pingüino ha sido el interés romántico más agresivo de la
noche. El pequeño sigue moviendo su trasero, husmeando, luego acelerando
sobre su vientre. Parece un frailecillo. Mientras tanto, los pingüinos
Emperador se están relajando en las rocas de arriba sin importarles
absolutamente nada.
—¿Qué piensas? —dice Edith sin aliento, patinando hacia mí. Sus
mejillas están rosadas, aunque eso podría ser debido a que el calor del verano,
incluso en una pista de hielo, todavía está a veinte grados con el sol puesto.
Pero sonrío, porque ¿qué más deberías hacer en una situación como esta?
Definitivamente es la fiesta más memorable de mi vida. Bueno, excepto tal
vez por mi primer año de preparatoria, cuando mi hermana organizó una
fiesta sorpresa para mí en Cold Stone, y el congelador se rompió, lo que
significó que el pastel helado se derritió. Esa fue una noche salvaje. Caos en
pleno desarrollo.
—Gracias, Edith. Me encanta.
Prácticamente chilla, y me abraza.
—¡No puedo esperar a que planees mi despedida de soltera y luego mi
baby shower! Y luego la despedida de soltera de mi hija. Y la de su hija.
—Yo, er, podría estar retirada para ese entonces. —Me rio—. O
muerta.
—Oh no. —Edith está muy seria y no sonríe—. Voy a investigar sobre
la terapia génica. Te mantendré viva y fresca.
De todas las cosas extrañas que la gente me ha dicho, eso está cerca de
la parte superior de la lista. Después de tartamudear mi agradecimiento, Edith
se va flotando hacia Gerald, una línea de pingüinos bebé corren tras ella.
¿Hay algo más adorable en este planeta que una línea de pingüinos?
Bueno, tal vez una línea de pingüinos en pequeños y bonitos trajes.
—Pareces preocupada —dice Chelsea mientras se desliza hacia mí. De
todas las personas, es sorprendente que Chelsea sea una maga en el hielo. Se
balancea hacia adelante y hacia atrás con suavidad, mientras un pingüino
sacude su pequeño y esponjoso trasero—. Tal vez fuiste devorada en la costa
de la Antártida en otra vida, atrapada por pequeñas aves en esmoquin.
—No puedo evitar pensar en Jack. —Finalmente, lista para comenzar la
vergüenza, me alejo de la pared y me tambaleo sobre el hielo. Chelsea patina
a mi lado, serena e imperturbable. No puedo decir lo mismo de los
pingüinos… dejen de arruinar mi equilibrio, pequeños y gorditos pájaros.
—¿Crees que podría aparecer? —pregunta Chelsea, sonando bastante
coherente. Incluso me da un apretón en el codo, me reconforta y me ofrece
equilibrio. Nada como un mejor amigo—. Después de todo, hay varios
solteros para elegir aquí, muchos que huelen a colonia silvestre y trabajos
bien remunerados. No es imposible que él también asistiera.
—No creo que Edith lo conozca. Incluso si lo hiciera, ¿por qué diría
que sí? Probablemente tiene algo fantásticamente estúpido que hacer, y es
probable que encuentre a una mujer más joven y más sexy con quien hacerlo.
—Eso —dice Chelsea con los ojos entrecerrados—, suena derrotista y
de mente pequeña.
—¿No puedo minar mi mente de vez en cuando?
—No. Lo que deberías hacer es llamarlo —dice, soltando mi codo
inesperadamente. Jesús, mi equilibrio se vuelve loco rápidamente. Haciendo
girar los brazos para mantenerme en posición vertical, me detengo en medio
del tanque. Chelsea patina hacia atrás, lejos de mí—. Eso es lo que mi gurú
aconseja —dice, antes de darse la vuelta y dirigirse a un grupo de
compañeros patinadores.
Maldita sea. Odio cuando tiene razón. Empiezo a patinar de nuevo, con
los brazos extendidos como un avión, apretando los dientes. Con tanta
concentración en evitar a los pingüinos y no morir, mi mente vuelve
fácilmente hacia Jack. A la manera en que lo dejé.
A cuáles son mis grandes temores, y la mayoría de ellos no son culpa
de Jack Carraway.
No quería perder el control de mí misma. Bien, no hay nada de malo en
eso, pero tal vez estuve demasiado atrapada en mis propias reglas. Como dije
antes, Jack es un hombre que se preocupa por su familia y amigos. Es raro
ver a una persona con tanto amor genuino por las personas en su vida. Claro,
cometió errores. Sí, pueda que haya jodido las cosas para Pete… pero si hay
algo que sé sobre Jack, es que lo arreglará. Encuentra la manera de hacer las
cosas más temerarias, bellas, irresponsables y amorosas, y las hace con un
entusiasmo contagioso.
Una persona con tanta generosidad y tanta pasión, quien también es,
seamos sinceros, tan sexy, y lo rechazo, lo aplasto, ¿porque ha sobrepasado
su marca?
Tenía razón al estar enojada con él por lo que le hizo a Pete, pero me
equivoqué al dejarlo como lo hice. Ignorar sus llamadas. No darle la
oportunidad de explicarse. Las lágrimas nublan mi visión mientras pienso lo
mismo una y otra vez, y me doy cuenta: lo arruiné.
Y luego, en cámara lenta como una película de terror muy aburrida, un
pingüino sale de la nada. La pequeña criatura está sobre su vientre y se
detiene justo en medio de mi camino. Con un gruñido, trato de alejarme del
ave, pero mis patines se pegan entre ellos cuando lo hago. Esta vez, no hay
Chelsea ni pared para agarrarme y salvarme: me caigo hacia atrás, esperando
el doloroso impacto del hielo. Por favor, Dios, no me dejes caer sobre un
pingüino.
Pero alguien me atrapa por detrás, una de las posibles bellezas de Park
Avenue de Edith. Suspiro de alivio cuando él me vuelve a colocar sobre mis
pies, manteniendo una mano firme en mi codo para asegurarse de que estoy
bien.
—Muchas gracias —digo, mirando por encima de mi hombro. Mi
sonrisa se desvanece.
—Cuando quieras —dice Jack.
Cada músculo de mi cuerpo se congela, algo que no tiene nada que ver
con el hielo o los pingüinos. Jack Carraway me tiene en sus brazos otra vez.
Necesito actuar con tranquilidad; necesito hacerle saber que lo he echado de
menos, pero no lo suficiente como para parecer patética. Dahlia Rossi, reina
de la recatada pero interesada sonrisa. ¿Cuáles son mis reglas para reunirme
con un hombre al que dejaste pero quieres volver? Sonríe, compromételo,
parece tierna e interesada pero también respetuosa de tu propio espacio; dile
cuánto ha cambiado, de manera positiva, como…
—Un pingüino se metió en mi camino —chillo, girándome en sus
brazos para mirarlo fijamente.
Con calma, Dahlia. Pero me doy cuenta que no me importa mucho
haber botado mis propias reglas una vez más. No han hecho mucho por mí
últimamente. Pero ¿Jack Carraway? Él hace mucho.
Jack lleva una chaqueta ligera y una especie de sutil loción para
después del afeitado que lo hace oler como un leñador recién lavado. Mis
fantasías retozan, breves imágenes de cómo hacer el amor contra los pinos y
él luchando con los osos.
—¿Cuántas veces has pensado en tener relaciones sexuales desde que te
atrapé? —murmura Jack en mi oído. Estremeciéndome, recuerdo haberle
hecho una pregunta similar en nuestra primera cita oficial.
—Tres. No, espera. —Arrugo el rostro, pensando—. Dos. Una te
involucraba luchando con un oso.
—Parece que siempre me estoy defendiendo de los animales para
preservar tu honor de doncella —me susurra al oído, su cálido aliento en mi
cuello. Pequeñas sacudidas de electricidad se dispararon a través de mí,
deslizándose por mi espina dorsal para extender su calor—. Vamos al borde
de la pista.
Podría usar un poco de ayuda, pero me alejo de él suavemente. No
importa lo que pase, necesito poder sostenerme. Llegamos a la pared, que
agarré con un apretón de muerte. Nunca más me sacarás de este santuario.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que saliste del avión? —pregunta
Jack, escrutándome, con la mirada perdida—. ¿Días? Se siente como meses.
Una vez más, mis reglas estipularían que debo darle una respuesta
ingeniosa y sin compromiso a este comentario, pero que se jodan. Es hora de
un cambio de ritmo.
—Te he echado de menos. —La admisión es tan baja que apenas puedo
oírla. Jack tiene que inclinarse hacia delante, aunque creo que capto un brillo
ansioso en sus pálidos ojos azules—. Lamento haber escapado así, sin darte
una oportunidad.
—Tendrías que ser una idiota para quedarte, después de la mierda que
tiré. —Aprieta la mandíbula, un músculo parpadea en su mejilla—. Deberías
saber que resolví las cosas con Evelyn. No va a quitarle nada a Pete… y estoy
cambiando la forma en que me involucro en los asuntos familiares. De ahora
en adelante, seré más el sabio al margen, no el héroe de aspecto fantástico
que corre hacia la guarida del dragón —dice todo esto tan serio como un sexy
ataque al corazón.
—¿Jugaste Calabozos y Dragones de niño?
—Estás hablando con un maestro de los calabozos, mujer —dice,
intentando contener una sonrisa. Entonces, su risa reprimida se desvanece—.
Estuve buscándote todo el día. Encontré tu pastelería favorita en la Pequeña
Italia. Compré tartas.
—¿Frambuesa? —susurro. Buen señor, podría ser amor.
—Por supuesto. Dahlia. —Lleva una mano a mi mejilla. El toque de su
piel sobre la mía es volcánico; todo dentro de mí estalla, se derrite, se
calienta. No sabía lo mucho que quería ser tocada por este hombre, y solo por
este hombre, hasta que se fue—. Dahlia —dice Jack, repitiendo mi nombre.
Una sonrisa se enrosca en la comisura de su boca—. Ese es un nombre
infernal.
—Me he acostumbrado —digo a la ligera. Se ríe.
—Me gustaría acostumbrarme. Me gustaría decirlo a menudo, escuchar
tu respuesta. —Me empuja contra su cuerpo, y me agarro de sus hombros
para mantenerme firme. Es curioso que, aunque estemos parados en el hielo,
estar tan cerca de él hace que mi cabeza gire. Podría ser el romance… o
podría tener vértigo.
Que se joda. Me quedo con el romance.
—Así que. ¿Aceptas mis disculpas por salir corriendo? —digo estas
palabras mientras lo acerco más, rozando mis labios contra los suyos. Gruñe
profundamente en su pecho, pero aún no se lanza para besarme. Cree en
saborear la conquista.
—Si me perdonas por darte una razón para irte.
—Bueno, déjame pensarlo. —Parpadeo—. Pensé en ello. Aceptada.
Luego me besa.
Es tan abrasador, ardiente, tan consumidor como cualquier otro beso
que hayamos compartido. Me pierdo en la sensación de él, la excitación tensa
y enroscada de su cuerpo, la forma eléctrica en que comienza nuestro beso y
me lleva aún más profundo. Su lengua se acaricia contra la mía, y soy
consumida por él, ahogándome en las emociones.
Pero también hay ternura, que modera la pasión de la manera correcta.
Cuando nos separamos, toma mi rostro entre sus manos. Sus ojos están llenos
de alivio, de felicidad. Debo de estar mirándolo de la misma manera, y siento
una sonrisa aturdida en mi rostro.
Entonces, comienzan los aplausos.
—¡Funcionó! ¡Mi fiesta funcionó! —chilla Edith mientras salta sobre
Gerald, balanceando sus brazos alrededor de su cuello. Él grita cuando
trastabilla y aterriza con fuerza sobre el hielo. Edith y Gerald son asaltados
por pingüinos. A ella le encanta y trata de abrazar a las pequeñas criaturas;
Gerald se ve más cauteloso.
Los otros invitados parecen desconcertados, pero están de acuerdo con
Chelsea, quien ahora me doy cuenta es la cabecilla del aplauso. Ella me
sonríe, con los brazos sobre la cabeza y aplaudiendo con gran entusiasmo.
—¡Disfruta de tu coito espiritual! —grita.
Amo a mis amigos.
—Lo más raro —susurra Jack en mi oído, intentando calmar
suavemente a la asamblea para que dejen de aplaudir—. Ni siquiera iba a
venir esta noche, pero algo en mí seguía molestándome. Tal vez me sentí
espiritualmente conectado contigo y sabía que estarías aquí.
—¿Comiste una de las tartas de Damico? —pregunto.
Parece sorprendido.
—Sí.
—Es una cosa de la familia Rossi. La comida nos reúne el uno al otro.
Es como Jane Eyre, solo que con crema. —Esbozo un beso en sus labios otra
vez, él acuna la parte de atrás de mi cabeza y responde con más fuerza, más
deliciosamente. Cuando nos separamos, suspiro y pongo mi cabeza en su
pecho. Luego mis pies casi trastabillan, así que termino deslizándome por su
cuerpo, enganchando mis brazos alrededor de su estómago y poniendo mi
rostro en su entrepierna.
Qué manera de empezar.
—Tal vez deberíamos salir del hielo —dice Jack, ayudándome a
pararme.
Haría una broma acerca de cómo calentar las cosas, pero en este
momento no es una broma.
25
Jack
Traducido por LizC
Corregido por Indiehope

Cuando me registré en el Carlyle, me dieron la misma habitación que


tuve la última vez que me quedé; la noche que conocí a Dahlia. Esta tarde,
mientras arrojaba mis bolsas en el lugar y miraba alrededor a todos los
muebles opulentos pero de buen gusto, sentí que el universo me estaba dando
un gigante “jódete”. Ahora, veo que era una hermosa peculiaridad del
destino.
Es increíble lo que hace el patinaje sobre hielo para despejar tu cabeza.
Tengo que cerrar la puerta con el pie detrás de nosotros, porque mis
manos están ocupadas con la mujer delante de mí. Dahlia envuelve una
pierna alrededor de mí, atrayéndome contra ella. Gime agradecida cuando
siente mi entusiasmo más que intenso presionándose contra ella.
—¿Qué vamos a hacer al respecto? —susurra contra mis labios. Sus
ojos oscuros brillan con esa expresión lúdica y juguetona. Si no lo sabía
antes, esta mini ruptura lo ha dejado completamente claro: no quiero dejar
que esta mujer se vaya otra vez. Jamás.
Mi sangre está en llamas, mi apéndice favorito se está tensando, pero
también me siento absolutamente aliviado, aunque no tan aliviado, gracias a
Dios. Dahlia está aquí, conmigo, en esta misma habitación de hotel. Su
perfume, cítrico y vainilla, me envuelve; su cabello aún está liso, su piel
suave, su ropa aún se desprende fácilmente. Es la mujer perfecta.
—Calma, buen señor. Tenemos que llegar a la cama sin caernos. —
Ahora solo lleva sujetador, bragas de encaje y tacones altos. Lo juro, podría
correrme de solo mirarla, así que cuando me toma de la mano y me hace
pasar al dormitorio, estoy feliz de complacerla.
—Puedo seguir las instrucciones con bastante facilidad. —
Empuño su cabello, tirando de ella contra mí y reclamando su
boca una vez más. Responde con entusiasmo, sus manos
bajando por mi pecho, deshaciendo los últimos botones de mi
camisa—. ¿Puedes hacer lo mismo? —susurro, desabrochando
su sujetador y desechándolo. Sus pezones lucen alegres y duros,
así que aprieto uno, y luego me agacho para chupar el otro.
Dahlia cierra los ojos con fuerza, su cabeza cae hacia atrás y
gime suavemente. Se empuja más cerca, frotándose contra mi
erección. La empujo sobre la cama, y ella aterriza con un
rebote, mirándome. Sus ojos están medio cerrados con lujuria
mientras se quita los zapatos. Arrodillándome, engancho sus
bragas y las deslizo hacia abajo, dejándola completamente
desnuda delante de mí. Completamente a mi disposición.
O tal vez estoy a la de ella.
—Te quiero dentro de mí —suplica, apoyándose sobre sus codos. Su
rostro está enrojecido, sus ojos brillando con necesidad—. Te he extrañado,
Jack.
De pie, me inclino sobre la cama, besando una línea desde sus tetas
hasta su boca. Gime suavemente cuando meto un dedo dentro de ella,
sintiendo lo apretado y mojado que está su coño. Me muevo lentamente,
frotando mi pulgar contra su clítoris. Sacudiéndose debajo de mí, Dahlia
comienza a jadear.
—Fóllame, Jack.
—Lo haré —gruño en su oído, luego alcanzo la mesita de noche.
Preservativos, el mejor amigo de un hombre cuando está en un dormitorio sin
ropa con una mujer hermosa.
Me quito el cinturón y descarto mis pantalones. Sus ojos se ensanchan,
como siempre lo hacen cada vez que capta la longitud de mi dotación. De
hecho, lame sus labios sugestivamente, y me sonríe.
—Todavía no —le digo, colocándome sobre ella en la cama—. Ahora
mismo, vas a correrte con mi polla enterrada profundamente dentro de ti. No
he pensado en mucho más durante días.
—Eso suena increíble —susurra, atrapando mi labio inferior con sus
dientes. Maldición, ¿cómo puedo estar más duro de lo que estoy ahora? Esta
mujer es un genio.
A pesar de que me está matando retrasarlo, lo hago insoportable; la
hago rogar por ello. Arrastro la punta de mi polla a lo largo de la caliente y
húmeda entrada de su coño, escuchando su respiración entrecortada mientras
yo, simplemente, apenas empiezo a deslizarme en ella, y luego salgo.
Gimiendo, Dahlia me clava las uñas en la espalda.
—No me tientes, bastardo —ronronea. Rodeo con la punta de mi polla
alrededor de su clítoris, haciendo que se agarre debajo de mí—. Tan cerca.
Fóllame, estoy tan cerca.
—No te corres hasta que yo esté dentro. Esa es mi regla, y no la
romperás. —Me salgo justo cuando está en el borde absoluto y prácticamente
me gruñe. Espero hasta que esté un poco más tranquila, y luego golpeo mi
pulgar contra su clítoris nuevamente. Y otra vez. Y una vez más, por si acaso.
Maldita sea, pero está tan mojada. Tan preparada.
—Lo necesito ahora. —Envuelve sus brazos alrededor de mi cuello,
deslizando sus piernas a mi alrededor, atrayéndome inexorablemente más
cerca, empujándome dentro de ella—. No me hagas esperar más, Jack.
Un caballero nunca hace esperar a una dama.
Presiono la punta de mi polla contra su coño una vez más,
deslizándome más abajo, y comienzo a hundirme dentro de ella. Dahlia jadea,
susurrando que se siente bien, tan bien. Lo necesita ahora. Se volverá loca sin
eso. Pasa las uñas por mi espalda y estoy tan sensible que casi me hace
correrme de inmediato. Tengo que quedarme muy quieto y apretar los dientes
para mantenerme consciente. Para estar listo.
No quiero correrme hasta estar adentro, montándola tan duro como
pueda. Entro en ella lentamente. Aprieta sus muslos, haciendo que su coño se
sienta más apretado. Tan lista. Mierda, se siente increíble mientras la lleno,
deslizándome dentro hasta que no puedo ir más profundo. Espero un
segundo, hasta que puedo controlar mi respiración, y luego comienzo a
empujar. Comienza lento, rítmico, permitiéndole tener una idea de lo que
estoy haciendo. Haciéndole saber que estoy dentro de ella, cada centímetro de
mí, y observándola tomar mi polla. Sus labios se separan, y sus párpados se
agitan. Comienza a frotarse contra mí, a la perfección con mis propios
empujes.
Besando su garganta, saboreo su excitación, su perfume, su sudor. Sabe
a perfección. Dahlia gime, presionando sus tetas contra mí. Me inclino para
besar y lamer sus pezones mientras la follo, observándolos rebotar a la
perfección con mis movimientos. Susurra mi nombre, luego comienza a
gritar. Comienza suave, se vuelve más fuerte y siento que se pone rígida
debajo de mí. Está al borde del orgasmo.
—Jack, ya casi estoy allí —gime, su boca se ensancha, formando una O
perfecta. Es bueno que esté al borde, porque yo estoy a punto de perderme
por completo. Ya el mundo a mi alrededor se está volviendo borroso, dejando
a Dahlia como el único punto focal; ella es lo único que es real.
Agarrando sus caderas, me acomodo y la embisto tan fuerte y tan
rápido como puedo. Su coño está tan húmedo que me deslizo dentro y fuera
con facilidad, lo que hace que el movimiento sea lo más fácil y sin
interrupciones posible. Los resortes de la cama crujen y gimen debajo de
nosotros a medida que aceleramos el ritmo a toda marcha hacia el clímax.
Dahlia arquea su espalda, levantándose un poco de la cama mientras
grita su clímax. Siento que su coño me agarra, apretándome una y otra vez a
medida que gira en espiral a través del orgasmo. Está perdida en él, y
observando su rostro, las expresiones siempre cambiantes y la forma en que
sus ojos se arrugan, es cuando me pierdo. El mundo se desvanece en una
bruma de luz candente, y me derramo dentro de ella, colapsando sobre la
cama. Su latido es salvaje y errático, a juego con el mío.
Planto un beso en su sien, apartando su cabello del camino. No puedo
separarme de esta mujer, nunca más. De ahora en adelante, haré todo lo que
esté a mi alcance para mantenerla conmigo.
Eso va a ser un proyecto para toda la vida. Uno que estoy deseando.
Cuando volvemos a respirar correctamente y me he desenredado de
ella, nos echamos boca arriba y miramos al techo. Se acurruca cerca,
poniendo su cabeza sobre mi pecho. Es como nuestra primera noche, solo que
mejor. Porque ahora, por primera vez en mi maldita y ridícula vida
ciertamente admirable, estoy enamorado.
—¿Qué estás pensando? —murmuro.
Se mueve, poniendo su mejilla en mi pecho.
—Lo contenta que estoy de haber tomado a Edith como cliente. —
Sonríe—. Y lo contenta que estoy de que dejaras que las tartas hablen por ti.
—Toda nuestra relación se ha basado en las cosas más extrañas del
mundo. Los pasteles telepáticos no son la adición más extraña que hemos
tenido hasta ahora —digo, plantando un beso en la parte superior de su
cabeza. Dahlia me mira, con el rostro enrojecido y su cabello despeinado de
una forma excitante.
—Deberíamos rendirles homenaje —dice delicadamente—. ¿Todavía
tienes la caja?
—Buena idea. Estoy hambriento.
Y mientras nos acostamos en la cama comiendo pasteles, desnudos y
riendo, me doy cuenta que este es un maldito final estupendo para una
historia que podemos contar a nuestros nietos.
Excepto que probablemente dejaremos fuera la parte desnuda.
Probablemente.
26
Dahlia
Traducido por LizC
Corregido por Indiehope

Seis meses después…


Es difícil de creer que ahora vivo en Manhattan, pero es aún más difícil
de creer que estoy en un ático con vistas a Central Park. Cuando Jack me
pidió por primera vez que me mudara con él, tuve dudas: después de todo, su
lugar permanente está en Los Ángeles. No estoy lista para mudarme tan lejos
de mi familia, amigos y restaurantes chinos con comida para llevar las
veinticuatro horas del día.
Afortunadamente, una de las ventajas de la vida multimillonaria es lo
increíblemente fácil que es vivir en las dos costas.
Simplemente no sabía que iba a derrochar dinero en un ático, pero está
bien. Insisto en pagar las facturas de los servicios públicos.
—¿Ya están aquí? —Jack sale de la habitación, poniéndose una
camiseta gris informal. Me detengo, a medio camino de cortar unas manzanas
en la isla de la cocina. Seis meses después, y cada vez que muestra el más
mínimo atisbo de piel, empiezo a jadear como uno de los perros de Pavlov.
Solo que esos pobres caninos solo recibieron una golosina—. Deja de
desvestirme con tus ojos. —Me guiña un ojo y vuelvo a cortar.
—¿Crees que los niños van a querer mantequilla de maní con las
manzanas? —Compré un frasco entero, por si acaso. Soy la mejor no-tía que
hay.
—Mientras no se ahoguen en el Hudson, creo que Evelyn estará bien
con lo que sea que los alimentemos. —Entra en la cocina y luego se detiene
justo detrás de mí. Sus brazos se deslizan alrededor de mi cintura y acaricia
mi cuello con su nariz. Una chica podría acostumbrarse a esto.
—Cuidado, tengo un cuchillo. —Levanto una ceja hacia él—. Nunca
lleves una polla a una pelea de cuchillos.
Ya puedo sentirlo removiéndose, ansioso. Maldición, si los niños no
estuvieran por llegar pronto con Pete, lo arrastraría a esta isla y le haría el
amor escandalosa y apasionadamente entre las rodajas de manzana y los
objetos culinarios afilados.
Bueno, tal vez deberíamos despejar la mesa primero.
—Pero las peleas de polla son mis favoritas. —Besa mi hombro… y
entonces, el timbre de la puerta suena. Mientras Jack cuenta hasta diez e
intenta bajar su mástil, abro la puerta. No es Pete; ¡es Rose!
—¡Pensé que vendrías más tarde! —Le doy un abrazo y luego llevo su
bolso dentro. Mi hermanita está en el vestíbulo, silbando mientras mira a su
alrededor.
—Maldición. Pensé que mi casa con Mike era bonita —murmura,
sacudiendo la cabeza—. Llegué temprano. ¿Espero que esté bien?
—Por supuesto que sí. —Jack y yo decidimos tener un fin de semana
familiar; mañana, llevaremos a los niños y a Pete a pasear con mis padres—.
¿Quieres una cerveza?
—¿Te gusta la cerveza? Mujer, ya te ganaste mi corazón —dice Jack a
medida que sale de la cocina, notablemente menos caluroso y excitado. Le da
un abrazo a Rose, y ella se dirige a la cocina.
—Estoy tan contenta de tener un descanso de la cocina, no tienes ni
idea —dice por encima del hombro. Mira las rodajas de manzana, se enrolla
las mangas, toma un cuchillo y empieza a cortar—. Estoy tan lista para unas
vacaciones. ¿Tenemos mantequilla de maní? Podría triturar algunos manís y
espolvorearlos por la parte superior para decorarlas.
—Uh, ¿estás segura que no quieres que haga eso? —Me acerco a ella,
pero aparta mis manos—. ¿Así puedes disfrutar tus vacaciones?
—Me detendré después de hacer que estas estén perfectas. —Rose se
enfoca en su tarea, decidida, justo cuando suena el timbre nuevamente.
—Yo voy. —Jack prácticamente corre hacia la puerta. Es una
celebración: el divorcio es definitivo y Pete tiene la custodia compartida. Más
que eso, Evelyn aceptó (con algunas insistencias por parte de los abogados de
Jack) a estar contenta con vivir de los millones de Dominic. Pete solo tiene
que pagar la pensión alimenticia, algo que iba a hacer de todos modos. No
tiene que destruirse financieramente y se rumorea que conoció a una chica
muy dulce en Match.com
Todo está saliendo bien para los Carraway.
Siento un zumbido en el bolsillo de mis pantalones y saco mi teléfono.
Amy Jacobs. ¡Extraño! No he sabido de ella en un tiempo; después de que
con Dan llegaron a su quinta cita, dejó de necesitar mi consejo. Estaba
perfectamente feliz de arreglar las cosas por sí misma. Hacer sus propias
reglas.
Mi negocio ha tenido una especie de renovación. Ahora, estoy a favor
de adaptar tu personalidad, historia y expectativas a la forma de abordar las
citas. No más reglas de talla única para todos. Ha funcionado a la
perfección; he tenido más clientes que nunca e incluso mayores éxitos.
Cuelgo la llamada cuando llegan Pete y los niños. Si es una
emergencia, la llamaré en unos minutos. En este momento, una eufórica
Gabby, todavía con su sombrero de mago, se precipita hacia mí con los
brazos abiertos.
—¡Hermione mayor! —grita. Aw. Recibe un gran abrazo, y luego va
corriendo a la cocina—. ¡Guau! Aquí huele bien.
—Estoy preparando un poco de sidra de manzana con caramelo.
¡Espero que esté bien! —grita Rose. Creo que escucho ambas estufas
funcionando a plena capacidad.
—No sabía que teníamos caramelo —dice Jack, con Georgy sobre sus
hombros. Se ve sorprendido.
—Siempre vengo preparada —dice Rose. Oigo los golpes de ollas y
sartenes. No es de extrañar que su bolso se sintiera tan pesado. Pete está junto
a Jack y se ve más relajado de lo que lo he visto nunca. Parece que ha tomado
algo de sol y ha recuperado un poco de peso. Jack lanza su brazo alrededor de
su hermano, sonriendo radiante.
—Tenemos un fin de semana salvaje planeado —dice, apretando a Pete
en el cuello. Lo juro, están a punto de volver a un estado de pellizcos y
coscorrones.
—¿Qué tan salvaje? —Pete se ríe, dirigiéndose a la cocina. Georgy
gorgotea y tira del cabello de Jack.
—Los peligros de Long Island no deberían ser tomados a la
ligera. Escuché que el padre de Dahlia es un monstruo en el
campo de golf —dice Jack. Estoy a punto de seguirlos, cuando
mi teléfono suene una vez más. El buzón de mensajes de voz.
Hmm. Dije que no iba a trabajar este fin de semana, pero
necesito revisar esto.
—¡Hola, Dahlia! —Amy suena sin aliento, como si hubiera corrido
cinco cuadras cargando bolsas de compras de veinte kilos en cada brazo—.
Sé que no hemos hablado en mucho tiempo, pero quería actualizarte. —Un
segundo, y entonces—: ¡Dan y yo nos comprometimos!
—¡Sí! —No sabía que era capaz de ser tan ruidosamente fuerte, aunque
para ser justos, los pisos de madera hacen de la sala de estar/cocina una
cámara de eco. Todo el mundo se sobresalta… creo que escuché a Rose soltar
algo.
—¡Mis rebanadas de pastrami! —grita mientras me apresuro a la
cocina.
—¡Otro cliente se comprometió! —Bombeo mi puño en el aire—. ¡Son
cinco en los últimos seis meses! ¡Alábenme!
Y también, muchos años felices y gloriosos para Dan y Amy. Por
supuesto. Pete silba y aplaude, Gabby está comiendo una galleta y está tan
llena de azúcar que no sabe lo que está pasando, Rose busca en el suelo de la
cocina lo que dejó caer (aunque ella me alienta) y Jack me levanta en sus
brazos, girándome un par de veces.
—Te ganaste una estrella de oro —susurra en mi oído. Me rio.
—¿Qué es eso?
—Espera hasta que estemos solos. —Me besa, y lo miro a los ojos, mis
pies todavía colgando del suelo—. Te amo. ¿Alguna vez alguien te llamó
Reina de Corazones?
—Ahora que lo pienso, esa podría ser una buena manera de renovar mi
imagen. —Sonrío, besándolo ligeramente, solo una vez, estamos en público,
después de todo. Cuando estemos en privado, bueno…
Eso es diferente.
—Eso te haría, ¿qué? ¿El rey? —le pregunto.
—Creo que soy más un Jack —dice. Oh, hilarante. Arrugo mi nariz
cuando él me baja.
Normalmente, diría que el Jack no es igual a la reina. Pero, bueno, este
Jack y esta reina están perfectamente igualados.
No me gustaría de otra manera.

FIN
Créditos

Moderación
_Adry02_
Marta_9808
Pazita

Traducción
Ale Grigori
Âmenoire
AnnaTheBrave
Brisamar58
Florff
Izabeth
LizC
Lyla
Masi
Moreline
Naomi Mora
Olivia Vitale
Smile.8
Corrección
~Ángel'Grey
AnnaTheBrave
Disv
Indiehope
LizC
Mime
Vickyra

Recopilación y revisión final


LizC y Nanis

Diagramación
marapubs
¡Visítanos!
Notas

[←1]
Tipo de insulto.
[←2]
Spanx, Inc: fabricante americano de ropa que se enfoca en ropa interior modeladora y leggins,
fundada en Atlanta, Georgia.
[←3]
Goodfellas: película estadounidense de drama criminal semi-ficción de 1990.
[←4]
Edward Scissorhands: en referencia a la película estadounidense que cuenta la historia de un
hombre creado artificialmente, que tiene tijeras en vez de manos.
[←5]
TDAH: siglas para Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
[←6]
En el texto original “from” se traduce como "desde" y “for” como "para", de ahí
que Edith se confunda al leerle los labios a Dahlia.
[←7]
Excedrin: medicamento para tratar la migraña.
[←8]
Fortune 500: ranking global sobre las 500 empresas medidas en ingresos, publicado en la
revista Fortune.

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