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La Escuela de Chicago. Veleriano Garcia.
La Escuela de Chicago. Veleriano Garcia.
LA ESCUELA DE CHICAGO
La posición de Chicago en la gran depresión
Reglas vs. autoridad
Studies in the Quantity Theory of Money. El enfoque
empírico.
La “contrarrevolución” monetarista
Reservas totales
Subdesarrollo, dinero y crédito.
Estabilización en el Cono Sur y los “Chicago Boys”
Conclusiones
BIBLIOGRAFÍA
LA ESCUELA DE CHICAGO
Valeriano F. García
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La posición de Chicago en la gran depresión
Libertas Nº 4 5
La evidencia histórica parece indicar que la gran
mayoría de los teóricos cuantitativistas que no eran de
Chicago (J. Angell, M. Copeland, L. Edie, I. Fisher, E.
Kemmerer, W. Knight, A. Marget, H. Reed, J. Rogers,
C. Snyder, F. Taussig) no esgrimieron argumentos im-
portantes para una política fiscal expansiva durante la
severa recesión de los 30 y abrazaron la idea “mecani-
cista” de la teoría cuantitativa; asimismo para ellos la
recesión era consecuencia de la expansión (el boom)
provocada por políticas monetarias de sobreliquidez y
opinaban, además, que se había prolongado la recesión
por continuar con tal política (Tavlas,1982).
Libertas Nº 4 6
Naturalmente, luego Keynes pondría énfasis
también en la velocidad como causante de serios pro-
blemas recesivos, pero mientras Chicago sostenía la
eficacia de los remedios monetarios los keynesianos
buscaban otro camino. Así, según Johnson (Johnson,
1979), “había un puñado de monetaristas, centrados en
la Universidad de Chicago y representados con particu-
lar lucidez por Henry Simons, que atribuían precisa-
mente las dificultades de los años 30 a 1a incapacidad
de la política monetaria norteamericana para mantener
la estabilidad de los precios e impedir el colapso de la
oferta de dinero en los Estados Unidos, así como de los
precios y la ocupación en este país. La escuela de Chi-
cago se diferencia así netamente del resto de los teóri-
cos cuantitativistas”.1
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sejando la emisión monetaria de un empréstito para
curar la depresión (Davis, 1968).
Libertas Nº 4 8
Inclusive Viner –que en situaciones normales
preconizaba una regla fija de crecimiento en el dine-
ro–, en su conferencia sobre “Problemas de políticas
comerciales y financieras internacionales” en el Insti-
tuto de Política de Williamstown, Massachusetts, en
1931, criticó severamente la política del Tesoro. En
este punto aconsejó sin tapujos una política expansiva
en el período de depresión, es decir, un mayor gasto
del Tesoro, una reducción de impuestos y lo opuesto
en caso de inflación. Estas simples reglas de finanzas
públicas compensatorias parecen haber sido comparti-
das por la mayoría de los economistas de Chicago de
la época, tal como se desprende del referido memo-
rándum.2
Libertas Nº 4 9
sas que la profundizaron, así como la posibilidad de
desempleo de “equilibrio”.
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era una prolongación de la Escuela Austríaca que se-
guía una teoría cuantitativa rígida.
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evidencia examinada en este capítulo sugiere con fuer-
za que el forzar un aumento sustancial en la moneda o
los depósitos, por cualquier medio, previo al incremen-
to en la actividad económica, probablemente no será un
método efectivo para influir en forma deseable en la
actividad económica, o para motivar una recuperación
económica sólida.”
Libertas Nº 4 12
31/3 % anual, porque sus estudios estadísticos le indica-
ban que la producción crecía en el largo plazo a esa
tasa. En dicho libro, publicado en 1899, mostraba que
de esa manera la cantidad promedio de dinero hubiera
sido aproximadamente la misma, excepto que con mu-
chísima menor variabilidad.
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Entre la gente de Chicago el único que aparen-
temente abogaba en esa época por una regla fija era
Paul Douglas; tal fue el caso a partir de su trabajo “The
Modern Technics of Mass Production”, de 1927, y en
otras ocasiones. Correspondería a H. Simons y a M.
Friedman continuar con la defensa de reglas para la
política monetaria en lugar de la discreción.3
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pueda hacer remontar el origen de éstas, como de otros
aportes, a un pasado más remoto.
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déficit o superávit fiscales son consecuencias automáti-
cas del nivel de actividad económica. Posteriormente
Friedman (1959) preconiza un crecimiento constante en
la cantidad de dinero en forma automática e indepen-
diente de los ciclos económicos, en el orden del 4 %
anual. Este cambio se debe a su convencimiento de que
los mecanismos de transmisión de la política monetaria
implican demoras de reacción –lags–, y que además
estas demoras son grandes en los Estados Unidos y
muy variables (Friedman, 1961); si esto es así, una po-
lítica monetaria contracíclica podría en realidad acen-
tuar las fluctuaciones en lugar de morigerarlas, y en ese
sentido actuaría en forma perversa.
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preludio a. otras reformas que incluirían la posibilidad
de que los bancos emitan dinero.
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clusive, se trata a la definición de dinero como una
cuestión empírica. Según este enfoque, “dinero es el
activo que, concentrando el poder general de compra,
tiene una relación estable, predecible e importante con
la demanda agregada, y por lo tanto con el ingreso y los
precios” (García y Saieh, 1985).
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importancia de la demanda de dinero; b) la indepen-
dencia de los factores que afectan la demanda y la ofer-
ta, y c) la forma que tiene la función demanda de dine-
ro. Friedman sostiene que éstos son problemas de índo-
le fundamentalmente empírica y el libro, donde su
artículo sirve como introducción, es un intento para
demostrar la validez de esos postulados. Según este
autor la relación funcional entre el ingreso nominal y la
cantidad de dinero es una regularidad científica extra-
ordinaria y de ninguna manera esta regularidad implica
que la velocidad de circulación deba ser una “constan-
te”. El estudio de Philip Cagan en el “Restatement...” es
uno de los “clásicos” más importantes de este siglo y
precisamente trata de demostrar la regularidad y predic-
tibilidad de dicha cambiante magnitud en condiciones
de extrema inestabilidad monetaria y económica como
fueron las hiperinflaciones.
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A partir de la aparición de esta colección de en-
sayos en 1956, se produce un vuelco definitivo en el
enfoque de Chicago en el sentido de que se convierte
en eminentemente empírico, al punto que ésta llega a
ser una característica distintiva; a ello se le suma la
influencia de H. Gregg Lewis y Albert Rees en el cam-
po de la economía laboral, de T. W. Schultz y D. Gale
Johnson en economía agrícola, Gary Becker en la nue-
va teoría del consumidor y el tiempo como insumo pro-
ductivo; George Stigler en Organización Industrial,
Arnold Harberger en Finanzas Públicas, L. Sjaastad en
problemas latinoamericanos de estabilidad y desarrollo,
Zvi Griliches en mediciones de productividad y rezagos
distribuidos; todos ellos definen una “nueva” escuela
de Chicago en el sentido ya comentado: sin dejar el
paradigma básico abrazan una metodología donde lo
empírico es lo que importa para validar tanto la exten-
sión como la refutación de hipótesis dentro del para-
digma original.
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Aparentemente Harry Johnson y Robert Mun-
dell serían una excepción a esta corriente “empiricista”.
Sin embargo, sus trabajos teóricos dan origen en Chi-
cago a un verdadero torrente de tesis con alto contenido
empírico, relacionadas con aspectos monetarios del
comercio internacional y en particular con el enfoque
monetario de la balanza de pagos del cual Mundell y
Johnson son responsables intelectuales, habida cuenta
de D. Hume en el siglo XVIII y Polak en el presente.
La gente de Chicago nombrada anteriormente, además
de enseñar dirige workshops que son en realidad el
“alma” de la escuela; allí se discuten los avances de
tesis y trabajos de investigación con un gran énfasis en
lo empírico.
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La “contrarrevolución” monetarista
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La respuesta “clásica” se conoce como el efecto
riqueza o de Haberler-Pigou, e implica que los saldos
monetarios reales son una parte de la riqueza y ésta es
una variable en la función consumo. En esta forma la
deflación aumentaría los saldos monetarios reales y la
riqueza y esto desplazaría a la demanda agregada, con
lo cual la baja en el nivel de precios encontraría un lí-
mite, es decir, el nivel de precios no sería indetermina-
do. Con esto se responde al ataque “formal” al sistema
clásico, pues este efecto es independiente del valor em-
pírico que pueda tener. Aquí se debería salvar una con-
fusión formal y terminológica. El efecto saldos moneta-
rios reales no es el mismo que el efecto riqueza de
Haberler-Pigou. Este último tiene que ver con un cam-
bio en la propensión marginal a consumir, es decir, un
cambio en la distribución entre ahorro y consumo. El
efecto saldos monetarios reales significa sólo una dife-
rencia entre los saldos monetarios deseados y los man-
tenidos, de tal manera que no implica ningún cambio
permanente en la propensión marginal a consumir.
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La siguiente crítica keynesiana tiene que ver
con la “trampa de liquidez” y la inestabilidad de la de-
manda de dinero. De allí el desafío de Friedman de que
estas cuestiones son eminentemente empíricas y que la
verdadera definición debe ser dada por los resultados
de los tests empíricos, de allí todos los estudios que se
generan sobre demanda de dinero para diferentes países
del mundo.
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no se puede empujar” o como “un caballo que se puede
llevar al agua pero que no puede obligárselo a beber”.
Estos y otros aforismos ofrecían el sabor de una posi-
ción crítica a la política monetaria. Sin embargo, el
revisionismo histórico de Friedman y Schwartz habría
de mostrar que lejos de ser impotente la política mone-
taria había sido contundente: hallaron que en realidad la
cantidad de dinero “disminuyó” un tercio, en los Esta-
dos Unidos, entre 1929-1933. Sin duda que, aun sin
causas “reales”, una drástica baja en el nivel absoluto
de dinero habría causado una recesión muy importante.
La reinterpretación monetaria de la historia de los ci-
clos económicos en los Estados Unidos desde 1870
hasta 1960 (Friedman y Schwartz, 1963) es una obra
monumental que seguramente servirá de modelo para
otros países en los que puedan encontrarse estadísticas
más o menos confiables o formas de construirlas.
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En América latina y en el mundo proliferaron
estudios empíricos sobre la demanda de dinero 5 y otros
que implican una revisión de la historia de los ciclos
económicos, lo que llevó quizás a un exceso de con-
fianza en cuanto al “poder” de la política monetaria.
Reconocido esto por Friedman, lo lleva a explicitar lo
que la política monetaria puede y no puede hacer en su
famoso trabajo “The Role of Monetary Policy” (Fried-
man, 1968). Del infinito mundo de la negación Fried-
man extrae dos proposiciones que todavía desconocen
algunos banqueros centrales, a saber: a) la política mo-
netaria no puede controlar las tasas de interés y b) tam-
poco puede determinar una tasa dada de desempleo. En
términos generales, podemos decir que la política mo-
netaria no puede afectar permanentemente las variables
reales de la economía, a menos que sea tan errática y
variable que vía incertidumbre y variabilidad del dinero
aumente la tasa real de interés y disminuya la efectivi-
dad de los precios relativos como transmisores de in-
formación, de tal manera que por estas vías se impacte
negativamente el ingreso real. Es decir que una buena
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política monetaria debe ser como un buen referee: pasar
inadvertida. Esto no es fácil, pues para pasar inadverti-
do el Banco Central debe resignar gran parte de su po-
der, y se trata aquí de un poder realmente enorme. En la
percepción de la Escuela de Chicago, la política mone-
taria debe dar un marco estable a las fuerzas reales del
mercado, o, en las palabras de J. S. Mill, “mantener la
maquinaria bien aceitada”.
Reservas totales
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Congruente con la idea de que la cantidad de
dinero es una variable macroeconómica de importancia
la Escuela de Chicago es conocida por su posición, a
través de Simons y Friedman, de que el sistema banca-
rio debería tener 100 % de reservas. Cuando las reser-
vas son fraccionarias los bancos pueden afectar el co-
eficiente de reservas y por lo tanto el multiplicador.
Peor aun si, como es común, existen diferentes requisi-
tos legales, sea por tipo de depósito o por región geo-
gráfica (Argentina, 1985) pues esto significa que el
público también causará cambios en el coeficiente de
reservas agregado, ya que éste es un promedio ponde-
rado de los diferentes coeficientes legales y voluntarios,
y el público decide el valor de dichas ponderaciones.
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Según esta propuesta se crearían dos tipos de
instituciones financieras, por un lado los bancos como
lugares de “depósito” donde el dinero allí confiado se-
ría totalmente inmovilizado y no se prestaría a nadie;
naturalmente que sería transferible mediante cheques;
habría una sola “relación técnica” y esto es que, por
cada peso de depósitos, los bancos deberían tener un
peso en efectivo o en depósitos en el Banco Central; de
esta manera la intervención del Estado en estas firmas
comerciales se reduciría a un mínimo. Por otro lado se
crearían otras instituciones con capital propio que emi-
tirían debentures y acciones y usarían estos fondos,
tanto los propios como los ajenos, para invertir en la
bolsa o en el mercado.
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cado de capitales, suficientemente flexible, para ajus-
tar la economía a shocks reales. La idea fundamental
es presentar en forma dicotómica los activos como
dinero y acciones, eliminando los depósitos oficial-
mente asegurados y con valores nominales fijos, faci-
litando el proceso dinámico”.
Libertas Nº 4 30
firmas comerciales –bancos–, se siente con derecho a
intervenir activamente en este negocio, estableciendo
complicadísimas relaciones técnicas que generalmente
tienen éxito en establecer diferencias inequitativas e
ineficientes entre bancos de diferentes tamaños y en
aumentar los “spreads” por los costos adicionales que
le imponen al sistema.
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variable clave. Si la tasa esperada de inflación sube la
gente querrá tener menos saldos monetarios reales. La
velocidad aumentará pero, en principio, esto no debería
afectar el flujo de ahorro-inversión (excepto cuando en
el proceso se mueva la tasa real de interés). Pero, en un
sistema de reservas fraccionarias, cambios en la oferta
de dinero están directamente conectados con cambios
en el crédito. Esto implica que cambios en oferta o de-
manda de dinero impactan al crédito bancario. Si este
crédito tiene buenos sustitutos, éstos le servirán de
“amortiguador”, pero si no es así, cambios exógenos en
la oferta de crédito tendrán efectos en la utilización de
los insumos productivos y, por lo tanto, tendrán efectos
reales.
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“nacionalización” de los depósitos implementada por
los diferentes regímenes peronistas en la Argentina. El
propósito de establecer un encaje del 100 % durante
dicho periodo no fue el de aislar a la oferta de dinero
de las cambiantes preferencias del público en cuanto a
la elección de su portafolio financiero, o de aislar de
la cantidad de dinero a las acciones de los bancos co-
merciales. Tampoco fue su propósito separar la crea-
ción de dinero de la creación de crédito. Su intención
fue la de mantener un control sobre la “distribución”
del crédito; dado que existían tasas de interés inferio-
res a las tasas de inflación, manejar el crédito impli-
caba controlar importantísimos subsidios y, por lo
tanto, detentar un enorme poder.
Libertas Nº 4 33
la unidad, y por lo tanto esto mostraba que el verdadero
propósito del sistema no era estabilizar la oferta, sino
controlar el crédito. De hecho, esto tampoco fue nunca
públicamente negado: por el contrario, el propósito
explicitado era el de “proveer una oferta ‘elástica’ que
sirviera a las necesidades del comercio y la industria”.
Libertas Nº 4 34
Según Sjaastad (1983), “El liberalismo econó-
mico que impactó al Cono Sur de América latina duran-
te los años 70 fue una clara reacción al fracaso obvio de
las filosofías económicas que le precedieron”.
Libertas Nº 4 35
No se trata aquí de hacer un análisis de dichos
planes de estabilización 6 sino de determinar hasta qué
punto fueron “liberales” y hasta qué punto siguieron las
ideas “monetaristas” al modo de Chicago. De hecho,
algunas medidas tomadas pueden considerarse liberales
teniendo en cuenta que estaban reemplazando un tre-
mendo intervencionismo estatal, llámese Allende en
Chile o Perón en la Argentina. Sin embargo, algunos
hechos endógenos y otros exógenos determinan los
fracasos y ambos no tienen nada que ver con el libera-
lismo ni con las ideas de Chicago.
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pivote es un tipo de cambio fijado, mal puede hablarse
de modelo “monetarista”, pues en esta situación no
existe la política monetaria. Quienes hablan de política
monetarista en un contexto de tipo de cambio fijo, o
fijado, incurren en una contradicción, pues en esta si-
tuación la cantidad de dinero es endógena, es decir,
determinada por el público y no por el Banco Central,
el que sólo puede manipularla en el muy corto plazo.
Libertas Nº 4 37
ción respondía a una relación causal de la tasa de crea-
ción de dinero.
Libertas Nº 4 38
política fiscal expansiva. La restricción del crédito dio
el resultado predicho por el enfoque monetario del ba-
lance de pagos, es decir, un flujo neto positivo de re-
servas internacionales. La política fiscal expansiva
también dio como resultado lo predecible: falta de con-
fianza en el plan causando riesgo de devaluación que se
reflejó en altas tasas de interés real, fuga de capitales y
creciente deuda externa pública y privada.
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Cuadro 1
Relación de intercambio
(1980= l00)
1981 1983
Argentina 102 91
Chile 79 90
Uruguay 91 81
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en 1981 comparada con el 28% en 1980 (cuarto trimes-
tre de 1980 vs. cuarto trimestre de 1979) y 58% en
1979 (cuarto trimestre de 1979 vs. cuarto trimestre de
1978).
Libertas Nº 4 41
Poco tiene que ver la apreciación del dólar y su
efecto sobre las economías del Cono Sur de América
latina con la Escuela de Chicago y el “monetarismo”,
así como poco tienen que ver las causas “endógenas”
del fracaso que comentamos antes.
Conclusiones
Libertas Nº 4 42
b) La demanda de dinero es una función de ex-
traordinaria regularidad empírica. La velocidad no es
necesaria ante una constante y cualquier monetarista a
la Chicago sospecharía si así lo fuera para algún país.
También la velocidad es una magnitud cuyo valor pue-
de discrepar de la velocidad “deseada”.
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dería a ser perversa, aumentando la profundidad y va-
riabilidad de los ciclos.
Libertas Nº 4 44
tanto, el pretender lo imposible sólo puede empobrecer
a todos.
Libertas Nº 4 45
interno está directamente atado al nivel de precios in-
ternacional. La tasa de inflación puede ser explicada
por la inflación internacional y la tasa de devaluación,
cuando el tipo de cambio es fijado por “tablita”. En este
modelo la tasa de interés interna es igual a la tasa de
interés internacional más la devaluación esperada (si es
que hay movilidad internacional de capitales).
Libertas Nº 4 46
sindicatos, a los empresarios, a la “estructura” de la
economía o a los monopolios.
Libertas Nº 4 47
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