Está en la página 1de 84

EUCARISTIA

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Oh, Madre de piedad y de misericordia, Santísima Virgen


María. Yo, miserable e indigno pecador, en ti confío con
todo mi corazón y afecto; y acudo a tu piedad, para que,
así como estuviste junto a tu dulcísimo Hijo clavado en la
cruz, también estés junto a mí, miserable pecador, y
junto a todos los fieles que aquí y en toda la Santa
Iglesia vamos a participar de aquel divino sacrificio,
para que, ayudados con tu gracia, ofrezcamos una
hostia digna y aceptable en la presencia de la suma y
única Trinidad. Amén.

ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

Aquí me llego, todopoderoso y eterno Dios, al


sacramento de vuestro unigénito Hijo mi Señor
Jesucristo, como enfermo al médico de la vida, como
manchado a la fuente de misericordias, como ciego a la
luz de la claridad eterna, como pobre y desvalido al
Señor de los cielos y tierra.

Ruego, pues, a vuestra infinita bondad y misericordia,


tengáis por bien sanar mi enfermedad, limpiar mi
suciedad, alumbrar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza
y vestir mi desnudez, para que así pueda yo recibir el
Pan de los Ángeles, al Rey de los Reyes, al Señor de los
señores, con tanta reverencia y humildad, con tanta
contrición y devoción, con tal fe y tal pureza, y con tal
propósito e intención, cual conviene para la salud de mi
alma.

Dame, Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento del


Sacratísimo Cuerpo y Sangre, sino también la virtud y
gracia del sacramento !Oh benignísimo Dios!,
concededme que albergue yo en mi corazón de tal modo
el Cuerpo de vuestro unigénito Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, Cuerpo adorable que tomó de la Virgen
María, que merezca incorporarme a su Cuerpo místico, y
contarme como a uno de sus miembros.

!Oh piadosísimo Padre!, otorgadme que este unigénito


Hijo vuestro, al cual deseo ahora recibir encubierto y
debajo del velo en esta vida, merezca yo verle para
siempre, descubierto y sin velo, en la otra. El cual con
Vos vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por
los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN DE SAN AMBROSIO

Señor mío Jesucristo, me acerco a tu altar lleno de temor


por mis pecados, pero también lleno de confianza porque
estoy seguro de tu misericordia.

Tengo conciencia de que mis pecados son muchos y de


que no he sabido dominar mi corazón y mi lengua. Por
eso, Señor de bondad y de poder,
con mis miserias y temores me acerco a Ti, fuente de
misericordia y de perdón; vengo a refugiarme en Ti, que
has dado la vida por salvarme, antes de que llegues
como juez a pedirme cuentas.

Señor no me da vergüenza descubrirte a Ti mis llagas.


Me dan miedo mis pecados, cuyo número y magnitud
sólo Tú conoces; pero confío en tu infinita misericordia.

Señor mío Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre


verdadero, mírame con amor, pues quisiste hacerte
hombre para morir por nosotros. Escúchame, pues
espero en Ti. Ten compasión de mis pecados y miserias,
Tú que eres fuente inagotable de amor.

Te adoro, Señor, porque diste tu vida en la Cruz y te


ofreciste en ella como Redentor por todos los hombres y
especialmente por mí. Adoro Señor, la sangre preciosa
que brotó de tus heridas y ha purificado al mundo de sus
pecados.

Mira, Señor, a este pobre pecador, creado y redimido por


Ti. Me arrepiento de mis pecados y propongo corregir
sus consecuencias. Purifícame de todas mis maldades
para que pueda recibir menos indignamente tu sagrada
comunión. Que tu Cuerpo y tu Sangre me ayuden, Señor,
a obtener de Ti el perdón de mis pecados y la
satisfacción de mis culpas; me libren de mis malos
pensamientos, renueven en mí los sentimientos santos,
me impulsen a cumplir tu voluntad y me protejan en todo
peligro de alma y cuerpo. Amén.

Ven, Jesús, mi Salvador En Ti siempre espero,


Divino Cordero; Aumenta mi fe;
Ven a mí, dulce Señor, Con amor sincero
¡Oh, mi Dios, ¡mi amor! Te recibiré.

Eres Padre tierno, En esta apariencia,


Eres buen Pastor; Divino manjar,
Eres verbo eterno Tu santa presencia
Nuestro Redentor. Quieres ocultar.

¡Oh de mi esperanza Oh Sabiduría,


Dulce galardón! Eterno Señor;
Te doy alabanza Ven en este día
Y mi corazón. A darme tu amor!
Jesús de mi vida; Sólo a Ti rendida,
Nunca más pecar; Mí alma quiere amar.

ORACIÓN PARA ANTES DE COMULGAR

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que, por voluntad del


Padre y la cooperación del Espíritu Santo, mediante tu muerte
diste vida al mundo: líbrame por la recepción de tu
Sacrosanto Cuerpo y Sangre de todas mis culpas y de todo
mal.
Concédeme que yo siempre cumpla fielmente tus
mandamientos y no permitas que jamás me separe de Ti.
Amén.

ORACIONES PARA ANTES DE LA COMUNIÓN

ACTO DE FE
¡Señor mío Jesucristo!, creo firmemente que voy a recibir tu
Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad.

ACTO DE ESPERANZA
Espero, Señor, que, ya que te das todo a mí, en la Eucaristía
tendrás misericordia de mí y me otorgarás las gracias
necesarias para mi salvación eterna.

ACTO DE CARIDAD
Dios mío, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con
todas mis fuerzas y sobre todas las cosas.

ACTO DE ADORACIÓN
¡Señor!, te adoro y te reconozco como mi Creador, Redentor
y soberano Dueño.

COMUNIÓN ESPIRITUAL
Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y
devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el
espíritu y fervor de los Santos.

FORMULA DE INTENCIÓN DE LA MISA

Yo quiero celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y hacer el


Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, según el rito
de la Santa Iglesia Romana, para alabanza de Dios
omnipotente y de toda la Iglesia triunfante, para mi beneficio y
el de toda la Iglesia militante, para todos los que se
encomendaron a mis oraciones en general y en particular, y
por la feliz situación de la Santa Iglesia Romana. Amén. El
Señor omnipotente y misericordioso nos conceda la alegría
con la paz, la enmienda de la vida, tiempo de verdadera
penitencia, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo, y la
perseverancia en las buenas obras. Amén.

VENID, OH JESÚS.

Mi pobre alma desea recibiros, oh, mi buen


Jesús. ¡Cuánto os necesito! Venid y
hacedme feliz. Vos sólo sois mi alegría, mi
felicidad, mi amor. Venid, oh, Jesús.

Venid y dadme vuestro sagrado Cuerpo que


el Espíritu Santo ha formado tan
milagrosamente en el seno purísimo de
María; aquel Cuerpo que se cansó
trabajando; que sufrió hambre y sed, frío y
calor y que murió por mí en la cruz. Venid, oh, Jesús y dadme
vuestra adorable Sangre, que derramasteis tan
generosamente, por mi amor en el huerto de los Olivos;
aquella que corrió a torrentes en vuestra cruel flagelación y
cuya última gota brotó de vuestro divino Corazón, perforado
con la lanza del soldado. Venid, oh, Jesús y dadme vuestra
hermosísima alma que tanto pensó en mí, y que oró por mí al
Padre Celestial. Venid, oh, Jesús dadme vuestra divinidad,
que desde toda la eternidad pensó en mí con infinito amor,
que hizo mi alma según su imagen y la colmó de tantos
beneficios.

Oh, Jesús, cómo goza mi alma, pensando que Vos estáis


realmente presente en la santa Hostia consagrada, por amor
a mí y por mí solo bien. Me dais el derecho de recibiros y de
poseeros. Venid, pues, oh, dulce Salvador, sin Vos no puedo,
no quiero vivir.

Venid, oh, Jesús, y estableced en mí vuestra morada. ¿No os


atrae más mi pobre alma que el Tabernáculo? Este es sólo de
mármol, de madera, es frío y solitario; más en mi corazón
encontráis algo siquiera de amor y de afecto. ¿No es verdad,
oh, buen Jesús? El copón, aunque de oro y plata no es sino
un vaso frío y sin vida; yo tengo siquiera el sincero deseo de
adornar mi alma con virtudes. La luz del sagrario, que indica
vuestra divina presencia, no deja de ser sino una débil llamita.

Venid, oh, Señor, y encended en mí el fuego de vuestro


divino amor, y mi corazón arderá en llamas de tiernos afectos.

El altar es vuestra morada transitoria, es como una sala de


espera. Mi pobre corazón es el objeto de este divino
sacramento de amor. En mi queréis establecer vuestra
morada permanente, vuestra verdadera residencia. Conmigo
queréis vivir acá en la tierra en dulce compañía para luego
continuarla en la eterna gloria.

¡Venid, oh, Jesús! Tengo tanto que deciros; tantas faltas por
las cuales debo pediros perdón; tantas penas y cuitas que
contaros. Cansado y desilusionado estoy de este mundo
engañador y de sus necias promesas y diversiones. ¡Qué
mentiroso y engañador es el mundo! Quiero descansar una
hora con Vos, oh, dulce Maestro. Vos me entendéis, y tenéis
interés en mi bienestar espiritual y en mi verdadera felicidad.
Mi corazón está fatigado y busca un lugar de descanso. Tiene
sed de amor, porque para eso lo habéis creado. No permitáis
oh, Jesús, que corra tras las vanidades del mundo. Dadme
una voluntad firme que resista enérgica y resueltamente las
locuras del mundo y los placeres de la carne.

Venid, Señor, y quedaos conmigo, entonces me será fácil


olvidar al mundo y sus placeres engañadores.

¡Venid, oh, Jesús! Deseo irme al Padre. Mas no puedo ir solo.


Vos tenéis que acompañarme. Ahora estáis en mi corazón.
Vos sois mi propiedad. Ayudadme a conocer al Padre;
presentadme a Él.

Os doy gracias, oh, Padre Celestial, por haberme dado a


vuestro Unigénito Hijo. El solo me basta. Ah, ¡qué don más
precioso! Jesús es mío, ¡Padre Eterno! Yo os lo devuelvo, os
lo entrego; pero Vos oh, Padre, debéis aceptarme como a
vuestro hijo y perdonarme en vuestra infinita misericordia
todos mis pecados.

Venid, oh, buen Jesús, acordaos, como los pequeñuelos se


alegraban de poder estar en vuestra presencia; dadme un
corazón dócil e inocente como el de un niño. Zaqueo
desbordaba de júbilo y contento cuando os hospedasteis en
su casa. ¡Cómo se llena de gozo mi alma cuando venís a mí!
¡Siempre me traéis tanta alegría y tanta paz y felicidad Nunca
tenéis palabras de reproche!

Con María Magdalena vuelo a vuestras plantas. El enemigo


maligno me persigue, sabe muy bien cuán débil soy. Pero
mirad, oh, Jesús, si he pecado como Magdalena también me
arrepiento como ella. Ojalá merezca yo oír de vuestros
divinos labios aquellas consoladoras palabras: "Mucho se te
ha perdonado, porque has amado mucho." Oh, ¡si yo pudiera
asemejarme a San Juan, vuestro discípulo predilecto! ¡Quién
pudiera descansar reclinado sobre vuestro divino pecho!

¡Venid, oh, Jesús! Hoy debéis habitar conmigo. Ignoro lo que


me traerá el día de hoy: penas o alegrías, dichas pesares.
Ahora ya os doy gracias por do lo que vuestra mano paternal
se digne enviarme. ¡Bendito seáis! Pero no olvidéis, oh, buen
Jesús, que yo temo los sufrimientos y no me atrevo a llevar
mi cruz sino sostenido por Vos. No quiero llorar, sino
reclinado sobre vuestro divino pecho. Venid, Jesús, mi buen
Jesús.

SEÑOR MÍO JESUCRISTO


(para antes de la comunión)

Señor mío Jesucristo, Creador y conservador del cielo y de la


tierra, Padre el más amoroso, médico el más compasivo,
maestro sapientísimo, pastor el más caritativo de nuestras
almas. Aquí tenéis a este miserable pecador, indigno de estar
en vuestra presencia y más indigno aún de acercarse a ese
banquete inefable. ¡Ay, Señor! Cuando considero vuestra
infinita bondad en querer venir a mí, me pasmo..., y al mirar la
multitud de pecados con que os ofendí y agravié en toda mi
vida, me confundo, me ruborizo y me siento compelido a
deciros: «Señor, no vengáis...; apartaos de mí, porque soy un
miserable pecador». Si el Bautista no se consideraba digno
de desatar las correas de vuestro calzado, ¿cómo mereceré
yo tan grande honor?... Si el temor y el respeto hace que
tiemblen los Ángeles en vuestra presencia, ¿podré yo no
temblar al presentarme y sentarme a vuestra mesa divina? Si
la Santísima Virgen, aunque destinada para ser vuestra
Madre, y condecorada con todas las excelencias,
prerrogativas y gracias posibles en una pura criatura, se
considera, sin embargo, como una esclava, e indigna de
concebiros en sus purísimas y virginales entrañas, ¿podré yo,
miserable pecador, lleno de imperfecciones y defectos, tener
valor para recibiros en mi interior? ¡Ay, Señor! ¿No os
horroriza este delincuente?... ¿No os causa asco el venir a mí
y entrar en tan vil e inmunda morada?

En verdad, Señor, que yo no tuviera valor para acercarme a


Vos, si primero no me llamaseis, diciéndome como a otro
Zaqueo, no una vez sola, sino tantas cuantas son las
inspiraciones con que me dais a conocer el deseo que tenéis
de venir a mí: Baja, Zaqueo, pues hoy quiero hospedarme en
tu casa. Pero ¿qué es lo que os mueve a venir a mí, Señor?
¿Mis méritos? ¿Mis virtudes? ¿Cómo hablará de virtudes y
méritos un pecador como yo?, ¡ah, ya lo entiendo, Señor; mis
miserias, mi pobreza: esto es lo que os mueve. ¡Oh exceso
de amor!

Vos dijisteis que no son los sanos los que necesitan del
médico, sino los enfermos; y he aquí por qué queréis venir:
veis mi urgente necesidad, y el deseo de remediarla os
impele. En efecto, Señor, es tal el estado de mi alma, que
puedo decir con verdad: «De la planta del pie a la coronilla de
la cabeza no hay en mi parte sana»; ¡tantas son mis
imperfecciones! No obstante, aquí me tenéis, Señor; me
presento a Vos, no porque de Vos me juzgue digno, sino
porque no puedo vivir sin Vos; iré a Vos cual otro mendigo al
rico, para que remediéis mis miserias y para que me libréis
del ahogo de mis faltas e imperfecciones; iré porque las
grandes enfermedades que me aquejan sólo Vos podéis
remediarlas; una mirada compasiva, divino Médico, y
quedarán sanas mis potencias y sentidos.

Párate aquí un poco y descúbrele confiado todos tus males


corporales y espirituales, y después prosigue:

Virgen Santísima: ya que compadecida de los esposos de


Caná de Galilea los sacasteis del apuro, alcanzándoles de
Jesús aquella milagrosa conversión del agua en vino, pedidle
también que obre en mi favor un prodigio semejante,
concediéndome las gracias que para recibirle dignamente he
menester. A Vos nunca os dio un desaire; siempre sois
atendida: interesaos, pues, por mí; haced en mi favor cuanto
podéis. ¡Oh, cuánto lo necesito!

Ángeles santos: veis que voy a sentarme a la santa Mesa y


comer al que es vuestro pan; alcanzadme que yo vaya con el
vestido nupcial y ataviado con el adorno de todas las virtudes.

¡Oh, Santos todos moradores del cielo! Interesaos por mí, y


haced que yo me llegue al augusto Sacramento cual os
llegabais vosotros, y que, sacando de él los frutos que
vosotros, pueda decir con verdad: «Vivo yo, mas no yo, sino
que vive en mi Cristo». Con esta fe, esperanza, confianza y
amor me llego a Vos, Señor y Dios mío.

ORACIÓN DE OFRECIMIENTO DE LA MISA

Señor, concédenos poder participar con verdadero amor,


atención y piedad de esta Eucaristía que te ofrecemos,
primero, para adorarte y agradecerte todos los beneficios que
nos has hecho; segundo, para pedirte perdón de nuestros
pecados y los de todos los hombres; tercero, para suplicarte
las gracias que nos son necesarias para nuestra vida y para
este día en concreto.

Te ofrezco en particular esta Misa de hoy para... (expresa


aquí la intención que quieras).

Concédenos, Señor, asistir a esta Misa con los mismos


sentimientos de amor y piedad de tu Madre al pie de la Cruz.
Con el espíritu y fervor con que la vivieron los santos.

Te suplico que nos ayudes a prepararnos para recibirte


dignamente, lo mejor que podamos.
ORACIÓN DE SAN JUAN CRISÓSTOMO

¡Oh, Señor!, yo creo y profeso que Tú eres el


Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino
a este mundo para salvar a los pecadores, de
los cuales yo soy el primero. Acéptame como
participante de tu Cena Mística, ¡oh, Hijo de
Dios!

No revelaré tu Misterio a tus enemigos, ni te


daré un beso como lo hizo Judas, sino que como el buen
ladrón te reconozco.

Recuérdame, ¡Oh, Señor!, cuando llegues a tu Reino.


Recuérdame, ¡oh, Maestro!, cuando llegues a tu Reino.
Recuérdame, ¡oh Santo!, cuando llegues a tu Reino.

Que mi participación en tus Santos Misterios, ¡oh, Señor! no


sea para mi juicio o condenación, sino para sanar mi alma y
mi cuerpo.

¡Oh, Señor!, yo también creo y profeso que lo que estoy a


punto de recibir es verdaderamente tu Preciosísimo Cuerpo y
tu Sangre Vivificante, los cuales ruego me hagas digno de
recibir, para la remisión de todos mis pecados y la vida
eterna. Amén.

¡Oh, Dios!, se misericordioso conmigo, pecador.


¡Oh, Dios!, límpiame de mis pecados y ten misericordia de mí.
¡Oh, Dios!, perdóname, porque he pecado incontables veces.

ORACIÓN DE SÚPLICA A SAN JOSÉ

San José, tú que tuviste la suerte -regalo de Dios- de no sólo


ver y oír al Dios a quién muchos reyes quisieron ver y no
vieron, oír y no oyeron; sino que además pudiste también
abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo.
V. Ruega por nosotros, bienaventurado José.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
nuestro Señor Jesucristo.

Dios nuestro, te pedimos que, así como José mereció tratar y


llevar en sus brazos a Jesús con cariño, hagas que también
nosotros lo arropemos con el mismo cariño en nuestro
corazón cuando dentro de un rato, recibamos su Cuerpo y
Sangre. Amén.

SANTA MISA
Resumen de respuestas y textos para participar

"La Iglesia, con solícito


cuidado, procura que los
cristianos no asistan a este
misterio de fe como extraños y
mudos espectadores, sino
que, comprendiéndolo bien a
través de ritos y oraciones,
participen consciente, piadosa
y activamente en la acción
sagrada."

S = Sacerdote

R = Respuesta
Entrada y saludo inicial.
S: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo.
R: Amén.
S: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del
Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con
vosotros.
R: Y con tu espíritu.

Acto penitencial.
S: Para celebrar dignamente estos sagrados misterios,
reconozcamos nuestros pecados.
R: Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros,
hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por
mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre
Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro
Señor.
S: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R: Amén.
S: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.
S: Cristo, ten piedad.
R: Cristo, ten piedad.
S: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.

Gloria. (Domingos y días festivos).


R: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te
alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias. Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre
todopoderoso. Señor Hijo único, Jesucristo, Señor Dios
Cordero de Dios, Hijo del Padre; Tú que quitas el
pecado del mundo, ten piedad de nosotros; Tú que
quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; Tú
que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad
de nosotros; Porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la
gloria de Dios Padre. Amén.

Final de la oración.
S: Por Jesucristo... que vive y reina por los siglos de los
siglos (otra versión: Por Jesucristo nuestro Señor).
R: Amén.

Liturgia de la Palabra
(Final de la 1ª y 2ª lectura)
Lector: Palabra de Dios.
R: Te alabamos, Señor.
(Lectura del Evangelio)
S: (Al inicio) El Señor esté con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: Lectura del Santo Evangelio, según San...
R: Gloria a ti, Señor.
S: (Al final) Palabra del Señor.
R: Gloria a ti, Señor Jesús.

Profesión de fe: Credo. (Domingos y festivos).


R: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo
y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro
Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu
Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el
poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día
resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está
sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo
en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Presentación de las ofrendas.
S: (Pan) Bendito seas, Señor... será para nosotros pan
de vida.
R: Bendito seas por siempre, Señor.
S: (Vino) Bendito seas, Señor... será para nosotros
bebida de salvación.
R: Bendito seas por siempre, Señor.
S: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y
vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
R: El Señor reciba de tus manos este sacrificio para
alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el
de toda su santa Iglesia.

Plegaria eucarística.
S: El Señor esté con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: Levantemos el corazón.
R: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
S: Demos gracias al Señor nuestro Dios.
R: Es justo y necesario.
S: (Proclama el Prefacio correspondiente al día).
R: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Hosanna
en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

Después de la consagración.
S: Éste es el Sacramento de nuestra fe.
R: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
Resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Final de la plegaria eucarística.


S: Por Cristo... todo honor y toda, gloria, por los siglos
de los siglos.
R: Amén.

Rito de la comunión.
(Recitación del Padrenuestro)
R: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea
tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy
nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos
del mal. Amén.
S: Líbranos... esperamos la venida gloriosa de nuestro
Señor Jesucristo.
R: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por
siempre, Señor.

Rito de la paz.
S: Señor Jesucristo... vives y reinas por los siglos de los
siglos.
R: Amén.,
S: La paz del Señor esté siempre con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: Daos fraternalmente la paz.
(Según sea la costumbre, se intercambia un signo de
paz con los más cercanos).
R: Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros (se repite dos veces). Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

Comunión de los fieles.


S: Éste es el Cordero de Dios... invitados a la Cena del
Señor.
R: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero
una palabra tuya bastará para sanarme.
S: El Cuerpo de Cristo.
R: Amén.

Rito de conclusión y despedida.


S: El Señor esté con vosotros.
R: Y con tu espíritu.
S: La bendición de Dios todopoderoso... (todos se
santiguan) descienda sobre nosotros.
R: Amén.
S: Podéis ir en paz.
R: Demos gracias a Dios.

ORACIONES BREVES
PARA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

ACTO DE FE
¡Señor mío Jesucristo!, creo que verdaderamente estás
dentro de mí con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y lo
creo más firmemente que si lo viese con mis propios ojos.

ACTO DE ADORACIÓN
¡Oh, Jesús mío!, te adoro presente dentro de mí, y me uno a
María Santísima, a los Ángeles y a los Santos para adorarte
como mereces.

ACTO DE ACCIÓN DE GRACIAS


Te doy gracias, Jesús mío, de todo corazón, porque has
venido a mi alma. Virgen Santísima, Ángel de mi guarda,
Ángeles y Santos del Cielo, dad por mi gracias a Dios.

ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame.


Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo,
lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!,
óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que
me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la
hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti. Para que
con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén

A JESÚS CRUCIFICADO

Mírame, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado en


tu presencia: te ruego, con el mayor fervor, imprimas
en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y
caridad, verdadero dolor de mis pecados y firmísimo
propósito de jamás ofenderte; mientras que yo, con
el mayor afecto y compasión de que soy capaz, voy
considerando y contemplando tus cinco llagas, teniendo
presente lo que de Ti, oh buen Jesús, dijo el profeta
David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden
contar todos mis huesos." (Salmo 21, 17-18)

A JESUCRISTO

Dulcísimo Señor Jesucristo, te ruego que tu Pasión sea virtud


que me fortalezca, proteja y defienda; que tus llagas sean
comida y bebida que me alimente, calme mi sed y me
conforte; que la aspersión de tu sangre lave todos mis delitos;
que tu muerte me dé la vida eterna y tu cruz sea mi gloria
sempiterna. Que en esto encuentre el alimento, la alegría, la
salud y la dulzura de mi corazón. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.

A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Oh, María, Virgen y Madre Santísima, he recibido a tu Hijo


amadísimo, que concebiste en tus inmaculadas entrañas,
criándolo y alimentándolo con tu pecho, y lo abrazaste
amorosamente en tus brazos. Al mismo que te alegraba
contemplar y te llenaba de gozo, con amor y humildad te lo
presento y te lo ofrezco, para que lo abraces, lo ames con tu
corazón y lo ofrezcas a la Santísima Trinidad en culto
supremo de adoración, por tu honor y por tu gloria, y por mis
necesidades y por las de todo el mundo. Te ruego,
piadosísima Madre, que me alcances el perdón de mis
pecados y gracia abundante para servirte, desde ahora, con
mayor fidelidad; y por último, la gracia de la perseverancia
final, para que pueda alabarle contigo por los siglos de los
siglos. Amén.

A SAN JOSÉ

Custodio y padre de vírgenes, San José, a cuya fiel custodia


fueron encomendadas la misma inocencia, Cristo Jesús, y la
Virgen de las vírgenes, María. Por estas dos queridísimas
prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances
que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma
limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

GRACIAS SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA...

Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino


en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra
sed...

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu


vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amaste hasta el final, hasta el


extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por
otro.

Gracias Señor, porque quisiste celebrar tu entrega, en torno a


una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad
de amor.
Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO
contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos
dispuestos a entregar la nuestra...

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación


para celebrar y compartir la eucaristía...

Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a


empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis
hermanos, y mi camino de transformación en ti...

ORACIÓN DE SANTO TOMAS DE AQUINO

Gracias de doy, Señor Santo, Padre todopoderoso, Dios


eterno, porque a mí, pecador, indigno siervo tuyo, sin mérito
alguno de mi parte, sino por pura concesión de tu
misericordia, te has dignado alimentarme con el precioso
Cuerpo y Sangre de tu Unigénito Hijo mi Señor Jesucristo.
Suplícote, que esta Sagrada Comunión no me sea ocasión de
castigo, sino intercesión saludable para el perdón; sea
armadura de mi fe, escudo de mi voluntad, muerte de todos
mis vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos, y
aumento de caridad, paciencia y verdadera humildad, y de
todas las virtudes: sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi
espíritu, firme defensa contra todos mis enemigos visibles e
invisibles, perpetua unión contigo, único y verdadero Dios, y
sello de mi muerte dichosa. Ruégote, que tengas por bien
llevar a este pecador a aquel convite inefable, donde Tú, con
tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz verdadera,
satisfacción cumplida, gozo perdurable, dicha consumada y
felicidad perfecta. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN DE SAN BUENAVENTURA

Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma


con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la
verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que
mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte y en
deseo de poseerte: que por Ti suspire, y desfallezca por
hallarse en los atrios de tu Casa; anhele ser desligada del
cuerpo para unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre
de Ti, Pan de los Ángeles, alimento de las almas santas, Pan
nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor,
y de todo suave deleite. Oh Jesús, en quién se desean mirar
los Ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de Ti, y el
interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga
siempre sed de Ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y
de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia
de la Casa de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a
Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable, y todas mis
acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con
humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y
afecto, con perseverancia hasta el fin: para que Tú sólo seas
siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi
deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad,
mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi
alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi
posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e
inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.

ORACIÓN UNIVERSAL
ATRIBUIDA AL PAPA CLEMENTE XI

Creo en Ti, Señor, pero ayúdame a creer con más firmeza;


espero en Ti, pero ayúdame a esperar con más confianza; te
amo, Señor, pero ayúdame a amarte más ardientemente;
estoy arrepentido, pero ayúdame a tener mayor dolor.

Te adoro, Señor, porque eres mi creador y te anhelo porque


eres mi último fin; te alabo porque no te cansas de hacerme
el bien y me refugio en Ti, porque eres mi protector.
Que tu sabiduría, Señor, me dirija y tu justicia me reprima;
que tu misericordia me consuele y tu poder me defienda.

Te ofrezco, Señor mis pensamientos, para que se dirijan a Ti;


te ofrezco mis palabras, para que hablen de Ti; te ofrezco mis
obras, para que todo lo haga por Ti; te ofrezco mis penas,
para que las sufra por Ti.

Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo,


precisamente porque lo quieres Tú, quiero como lo quieras Tú
y durante todo el tiempo que lo quieras Tú.

Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que inflames


mi voluntad, que purifiques mi corazón y santifiques mi alma.

Ayúdame a apartarme de mis pasadas iniquidades, a


rechazar las tentaciones futuras, a vencer mis inclinaciones al
mal y a cultivar las virtudes necesarias.

Concédeme, Dios de bondad, amor a Ti, odio a mí, celo por el


prójimo, y desprecio a lo mundano.

Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores, ser


comprensivo con mis inferiores, saber aconsejar a mis
amigos y perdonar con mis enemigos.

Que venza la sensualidad con la mortificación, con


generosidad la avaricia, con bondad la ira; con fervor la
tibieza.

Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor


frente a los peligros, paciencia en las dificultades, humildad
en la prosperidad

Concédeme, Señor, atención al orar, sobriedad al comer,


responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza de alma, a ser modesto en
mis actitudes, ejemplar en mis conversaciones y a llevar una
vida ordenada.

Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para


fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus
mandamientos y obtener la salvación.

Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno,


la grandeza de lo divino, la brevedad de esta vida y la
eternidad de la futura.

Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte y


un santo temor al juicio, para librarme del infierno y alcanzar
el paraíso.

Por Cristo nuestro Señor. Amén.

GRACIAS, JESÚS MÍO

Gracias, ¡Jesús mío! Oh, Jesús acabo de recibiros en esta


santa Comunión. Bien es verdad que no puedo veros con mis
ojos, pero creo firmemente en vuestra divina presencia. Soy
vuestro Tabernáculo. Ya no aparecéis bajo la forma de pan,
os habéis ocultado en mi cuerpo. Habéis dejado la lamparilla
del sagrario para buscar las llamas de amor de mi corazón.
Abandonasteis el silencio del copón, para escuchar las dulces
palabras de mi alma extasiada de amor a Vos. Oh, Jesús,
decidme, ¿no os sentís un tanto desilusionado? En lugar de
un corazón ardiente de amor, ¡halláis tan solo una muy débil
llamita de afecto! Lo único que puedo deciros, oh, Jesús, es:
Gracias, mil gracias os doy, ¡oh, amado Jesús mío!

Qué bueno eres, ¡oh, mi Jesús! Si tuviese que tratar con


hombres tendría que usar palabras para expresarles mis
sentimientos y afectos porque ellos no entienden el lenguaje
del corazón. Mas, Vos oh, Jesús mío, conocéis mi corazón
mucho mejor que yo. Veis muy bien, cuán feliz me siento de
haberos recibido. Sabéis que me faltan palabras para
expresaros mi gratitud.

Recoged, oh, Jesús mío, todos mis sentimientos y


encerradlos todos en la llaga de vuestro dulcísimo Corazón.
¡Os doy gracias, oh, buen Jesús! ¡Soy tau feliz, en este
momento! Mirad, si halláis algo de bueno o hermoso en mi
alma, es para Vos. Si acaso encontráis un poquito de buena
voluntad, deseos de santificación, una virtud, algún sacrificio,
una oculta lágrima de arrepentimiento, mirad, todo es vuestro,
aceptadlo en prueba de gratitud.

Os doy gracias, ¡oh, buen Jesús! Toda mi gratitud se encierra


en estas palabras. Antes creía que tenía tanto que deciros y
ahora no acierto a pronunciar palabra. Pero, Vos, oh, Jesús,
no esperáis de mi hermosas palabras y profundos
pensamientos. Solo queréis que os ofrezca como digno
regalo todas las facultades de mi alma, todos los afectos de
mi corazón. ¡Os doy gracias, oh, Señor, y os amo, oh, ¡mi
buen Jesús!

¡Gracias, oh, Jesús! ¡Cuán feliz me siento! Ayer he cometido


muchas faltas. Cómo me oprimían el corazón. Me parecía
que estabais triste, ¡oh, buen Jesús! No pude hallar completa
paz, Pero esta mañana, desde que habéis entrado en mi
alma, todo ha cambiado como por encanto. Una dulce paz ha
entrado en mi alma. Cuánto os agradezco, ¡oh dulcísimo
Corazón de Jesús!

¡Oh dulce Huésped de mi alma! os habéis dado todo entero a


mí, he aquí, que yo me entrego todo entero y sin reserva, a
Vos. Me habéis dado vuestra alma santísima, y yo os doy la
mía, aunque pobre y llena de defectos. Puede que aún me
queden varios años de vida. Si os place acortar el tiempo de
mi destierro, lo acepto gustoso de vuestra mano paternal. Aún
gozo de buena salud, disponed de ella según vuestro divino
beneplácito y para vuestra mayor gloria. Es verdad, soy
pobre; pero Vos, divino Rey de amor, aceptáis gustoso
nuestros pobres presentes, siempre que vengan de un
corazón humilde y agradecido. Pues bien, lo poco de bueno
que yo tenga; todo cuanto posea en bienes espirituales y
materiales os lo ofrezco gozoso y sin reserva alguna.

Debo marcharme ahora, oh, mi amado Jesús. Dejo vuestro


sagrario porque me llamáis a otra parte. ¡Adiós, Jesús! ¡Hasta
mañana! Volveré con un corazón más sediento de amor a
Vos. Y vos, Señor, me daréis otra vez aquella paz inefable,
preludio de la eterna bienaventuranza del cielo.

Una palabra todavía, amado de mi alma. Por el amor inmenso


que os hace prisionero de mi alma, concededme la gracia que
la comunión de mañana sea más fervorosa que la de hoy.
Dadme esta gracia cada día de nuevo. Así seré más santo
cada día, más perfecto y os amaré con más ardor. Abrid
vuestros tesoros y adornad mi alma con la hermosura de la
vuestra. ¡Gracias, oh, buen Jesús!

Alabanzas y adoración, amor y gratitud sean dadas, en todo


momento y en todos los Tabernáculos del mundo, al Sagrado
Corazón de Jesús, hasta la consumación de los siglos. Así
sea.

¡Bendito sea el Sacratísimo Corazón eucarístico de Jesús!


¡Corazón de Jesús en Vos confío! Jesús, manso y humilde de
Corazón, haced mi corazón semejante al vuestro.

GRACIAS, AMABILÍSIMO JESÚS

Gracias, amabilísimo Jesús, gracias infinitas os sean dadas


por el inapreciable beneficio que acabáis de hacerme
viniendo a mí y dignándoos entrar en la pobre morada de mi
corazón... ¿Y de dónde a mí tanta dicha? Os contemplo en
los brazos de mi alma cual el anciano Simeón, y
entusiasmado por tan divino tesoro, exclamaré con él:
«Moriré gustoso, porque he logrado la mayor dicha que en
este mundo puede lograrse». ¿Qué gracias, pues, podré
daros por esta gracia, que no sólo contiene todas las gracias,
sino que también al Autor de ellas? ¡Oh
Ángeles santos! Alabad todos al Señor y dadle por mí las
gracias... ¡Oh, Santos del cielo y justos de la tierra!
Ayudadme a dar a Dios las gracias por tan señalada merced.

¡Oh, Virgen Santísima!... Vos, que con tanta perfección


supisteis corresponder a los singulares beneficios que os
dispensó Dios, haced que yo sepa también corresponder y
darle las debidas gracias; pero ya que esto me es imposible,
dádselas por mí.

Quisiera, Dios mío, que cuantas criaturas hay en el cielo y en


la tierra os dieran por mí las gracias; pero estoy bien
convencido de que ni aun así correspondería digna y
debidamente; por esto, pues, me ofrezco a Vos mismo con
todo mi cuerpo y alma, potencias y sentidos, de suerte que en
adelante diré siempre con el Apóstol San Pablo: Vivo yo, pero
no yo, sino que vive Cristo en mí. ¡Oh, Dios mío! De hoy más
seré siempre vuestro; adornadme, por tanto, como a cosa
vuestra, con cuantas virtudes sabéis que necesito para
amaros y serviros: con toda perfección.

Al veros hospedado en mi alma, me lleno de admiración y


asombro, y entusiasmado, cual la Magdalena, no sé desistir
de contemplar vuestras misericordias infinitas. ¿Qué visteis,
Señor, ¿en mí para que vinierais? ¿Virtudes?... ¿Pero cómo,
si estoy desnudo de ellas? ¿Méritos?... ¡Ay! Yo soy un
miserable pecador. ¿Quién, pues Bien, mío, os movió? ¡Ay!
Ya lo sé: las miserias que me oprimen y las necesidades bajo
las que me veis gemir.; Cuán bueno sois, oh, mi buen Dios!...
Permitidme, pues, Señor, que abrace vuestros pies
santísimos y los riegue con lágrimas de ternura y amor. No,
yo no me levantaré de vuestras plantas hasta que, cual, a la
Magdalena, me concedáis una indulgencia plenaria de todos
mis pecados; ni os dejaré ir hasta que me hayáis echado
vuestra santa bendición.

Oh, y cuánto os amo, ¡Dios mío! ¡Qué lástima que no os haya


amado siempre! Al acordarme que tuve valor para ofenderos,
se me cubre de rubor el rostro y un vivo dolor parte mi
corazón. Sí; con la sangre de mis venas quisiera borrar mis
culpas. Quisiera que los días en que os ofendí y no os amé
no se computaran en el número de los años que he vivido.
Pero, en adelante... - cielos y tierra, sed testigos de mi
resolución -, en adelante no os ofenderé más, y os amaré,
con vuestra gracia, con todo el afecto de mi corazón.

Y no sólo eso, Señor, sino que procuraré que todo el mundo


os ame, y que nadie os ofenda; y ya que os contemplo
sentado en mi corazón como en un trono de misericordia
preparado para concederme gracias, y no sólo instándome a
que os las pida, sino quejándoos de que hasta aquí no os las
haya pedido, enmendando mi negligencia os pido:

1º Que convirtáis a todos los pobres pecadores. ¿No veis,


Señor, ¿cómo se precipitan de abismo en abismo?

2º Que concedáis a los justos la perseverancia final en


vuestro santo servicio. ¿De qué les serviría tener buen
principio si fuera desgraciado su fin?

3º Que, librando de las penas del purgatorio a las benditas


ánimas, las llevéis a vuestra gloria. ¡Bien sabéis cuánto os
aman y anhelan por Vos!
4º Que a mis padres, amigos y bienhechores les concedáis
cuantas gracias necesiten.

5º Que triunfe en todas partes la Iglesia y prospere nuestra


nación.

6º Que bendigáis a cuantos son acreedores a mis oraciones.

Concedednos a todos vuestra divina gracia, vuestro santo


amor y temor, y, por último, la gloria, en que vivís y reináis
con el Padre y con el Espíritu Santo. Amén.

ACCIÓN DE GRACIAS
4. CÁNTICO DE LOS TRES JÓVENES

"Un ángel del Señor bajó


adonde estaban Azarías y sus
compañeros, expulsó las
llamas fuera del horno, metió
dentro un viento húmedo que
silbaba, y el fuego no los
atormentó, ni los hirió, ni
siquiera los tocó.

Entonces los tres, al unísono,


cantaban himnos y bendecían
y glorificaban a Dios en el
horno..."

Dn 3, 49-50

Aleluya (detalle) de Thomas Cooper Gotch. 1896


6. Bendecid al Señor, el
fuego y el calor:
Antífona. Cantemos el frío y calor, bendecid al
himno de los tres jóvenes, Señor.
el que los santos cantaban
en el horno encendido 7. Bendecid al Señor,
alabando al Señor. rocíos y escarchas:
hielo y frío, bendecid al
R.: Aleluya. Señor.
1. Bendecid al Señor, 8. Bendecid al Señor,
todas las obras del Señor: hielos y nieves:
alabadle y ensalzadle por noches y días, bendecid al
siempre. Señor.
2. Bendecid, cielos, al 9. Bendecid al Señor, luz y
Señor, tinieblas:
bendecid al Señor, rayos y nubes, bendecid al
Ángeles del Señor. Señor.
3. Bendecid al Señor 10. Bendiga la tierra al
todas las aguas que hay Señor:
sobre los cielos: alábele y ensálcele por
bendiga todo poder al siempre.
Señor.
11. Bendecid al Señor,
4. Bendecid al Señor, sol y montes y collados:
luna: todas las cosas que
estrellas del cielo, germinan en la tierra,
bendecid al Señor. bendecid al Señor.
5. Bendecid al Señor, toda 12. Bendecid al Señor,
la lluvia y el rocío: mares y nos:
todos los vientos, fuentes, bendecid al
bendecid al Señor. Señor.
13. Bendecid al Señor, Santo:
ballenas y todo lo que vive alabémosle y
en el mar: ensalcémosle por siempre.
todas las aves del cielo,
bendecid al Señor. 20. Bendito eres en el
firmamento del cielo:
14. Bendecid al Señor, y loable y glorioso por
todos los animales y siempre.
ganados:
bendecid, hijos de los (No se dice Gloria ... ni
hombres, al Señor. Amén.)

15. Bendice, Israel al


Señor:
alabadle y ensalzadle por
siempre.

16. Bendecid al Señor, SALMO 150


sacerdotes del Señor:
bendecid al Señor, siervos 1. Alabad al Señor en su
del Señor. santuario:
alabadle en su augusto
17. Bendecid al Señor, firmamento.
espíritus y almas de los
justos: 2. Alabadle por sus
santos y humildes de grandiosas obras:
corazón, bendecid al alabadle por su inmensa
Señor. majestad.
18. Bendecid al Señor, 3. Alabadle con sones de
Ananías, Azarías y Misael: trompetas:
alabadle y ensalzadle por alabadle con salterio y
siempre. cítara.
19. Bendigamos al Padre 4. Alabadle tañendo
y al Hijo con el Espíritu címbalos y cantando a
coro: Padre nuestro.
alabadle con instrumentos V. Y no nos dejes caer en
de cuerda y voces de la tentación.
órgano. R. Mas líbranos del mal.
V. Que te alaben, Señor,
5. Alabadle con címbalos todas tus obras.
resonantes: R. Y que tus santos te
alabadle con címbalos de bendigan.
alegría: V. Se regocijarán los
todo espíritu alabe al santos en la gloria.
Señor. R. Y se alegrarán en sus
moradas.
Gloria al Padre...
V. No a nosotros, Señor,
Antífona. Cantemos el no a nosotros.
himno de los tres jóvenes, R. Sino a tu nombre da la
el que los gloria.
santos cantaban en el V. Señor, escucha mi
horno encendido alabando oración.
al Señor R. Y que llegue a Ti mi
clamor.
R.: Aleluya.
Los sacerdotes añaden:
Todos se ponen de pie y
quien dirige el rezo dice: V. El Señor esté con
vosotros.
Señor, ten piedad. Cristo, R. Y con tu espíritu.
ten piedad. Señor, ten
piedad.

Oremos:

Oh, Dios, que mitigaste las llamas del fuego para los tres
jóvenes, concédenos benignamente a tus siervos que no nos
abrase la llama de los vicios.
Te rogamos, Señor, que prevengas nuestras acciones con tu
inspiración y que las acompañes con tu ayuda, para que así
toda nuestra oración y obra comience siempre en Ti, y por Ti
se concluya.

Danos, te lo pedimos, Señor, poder apagar las llamas de


nuestros vicios, Tú que le concediste a San Lorenzo vencer el
fuego que le atormentaba. Por Cristo nuestro Señor.

R. Amén.

ADORACIÓN EUCARÍSTICA
1. ORACIONES

Virgen María,
Nuestra Señora
del Santísimo Sacramento,
gloria del pueblo cristiano,
gozo de la Iglesia universal,
ruega por nosotros
y concede a todos los fieles
La Virgen ante el verdadera devoción
Sacramento a la Sagrada Eucaristía,
de Jean Auguste Ingres. siendo dignos de recibirla
1854 cada día.
Museé d'Orsay
HIMNO A JESÚS SACRAMENTADO
POR SANTO TOMÁS DE AQUINO
(Adoro te devote)

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto


verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi
corazón por completo, y se rinde totalmente al
contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el
tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más
verdadero que esta palabra de verdad. En la Cruz se
escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también
la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que
pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las
vio Tomas, pero confieso que eres mi Dios: haz que yo
crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Oh
memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al
hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre
saboree tu dulzura. Señor Jesús, bondadoso Pelícano,
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola
gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo
que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo
feliz viendo tu gloria. Amén.

ORACIÓN DE SAN ALFONSO Mª LIGORIO

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estás


noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de
amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen
a visitarte: creo que estás presente en el sacramento del
altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy
gracias por todas las mercedes que me has hecho, y
especialmente por haberte dado tú mismo en este
sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu
amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en esta
iglesia.

Adoro ahora a tu Santísimo corazón y deseo adorarlo por


tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne
beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las
injurias que recibes de tus enemigos en este sacramento;
y finalmente, deseando adorarte con esta visita en todos
los lugares de la tierra donde estás sacramentado con
menos culto y abandono.

ORACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO


DE SANTO TOMAS DE AQUINO

¡Oh, Santísimo Jesús, que aquí sois verdaderamente Dios


escondido; concededme desear ardientemente, buscar
prudentemente, conocer verdaderamente y cumplir
perfectamente en alabanza, ¡y gloria de vuestro nombre
todo lo que os agrada! Ordenad, ¡oh, Dios mío!, el estado
de mi vida; concededme que conozca lo que de mí queréis
y que lo cumpla corno es menester y conviene a mi alma.
Dadme, oh, Señor Dios mío, que no desfallezca entre las
prosperidades y adversidades, para que ni en aquellas me
ensalce, ni en éstas me abata. De ninguna cosa tenga
gozo ni pena, sino de lo que lleva a Vos o aparta de Vos. A
nadie desee agradar o tema desagradar sino a Vos.
Séanme viles, Señor, todas las cosas transitorias y
preciosas todas las eternas. Disgústeme, Señor, todo gozo
sin Vos, y no ambicione cosa ninguna fuera de Vos.
Séame deleitoso, Señor, cualquier trabajo por Vos, y
enojoso el descanso sin Vos. Dadme, oh, Dios mío,
levantar a Vos mi corazón frecuente y fervorosamente,
hacerlo todo con amor, tener por muerto lo que no
pertenece a vuestro servicio, hacer mis obras no por
rutina, sino refiriéndolas a Vos con devoción. Hacedme,
oh, Jesús, amor mío y mi vida, obediente sin contradicción,
pobre sin rebajamiento, casto sin corrupción, paciente sin
disipación, maduro sin pesadumbre, diligente sin
inconstancia, temeroso de Vos sin desesperación, veraz
sin doblez; haced que practique el bien sin presunción que
corrija al prójimo sin soberbia, que le edifique con palabras
y obras sin fingimientos. Dadme, oh, Señor Dios mío, un
corazón vigilante que por ningún pensamiento curioso se
aparte de Vos; dadme un corazón noble que por ninguna
intención siniestra se desvíe; dadme un corazón firme que
por ninguna tribulación se quebrante; dadme un corazón
libre que ninguna pasión violenta le domine. Otorgadme,
oh, Señor Dios mío, entendimiento que os conozca,
diligencia que os busque, sabiduría que os halle,
comportamiento que os agrade, perseverancia que
confiadamente os espere, y esperanza que, finalmente, os
abrace. Dadme que me aflija con vuestras penas aquí por
la penitencia, y en el camino de mi vida use de vuestros
beneficios por gracia, y en la patria goce de vuestras
alegrías por gloria. Señor que vivís y reináis, Dios por
todos los siglos de los siglos. Amén.

AL AMOR DE LOS AMORES JESÚS SACRAMENTADO


ORACIÓN DE SANTA TERESA DE LISIEUX

Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados


amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor
es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo;
el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado.
Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los
eres para mí. Que te ame yo siempre, como te amaron los
Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los
besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los
extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a
Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en
tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan.
Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.

Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida


puse, mi gloria y porvenir. Y ya que para el mundo soy una
flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote, morir.

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

Oh, Jesús, redención, amor y deseo nuestro, yo os invoco


y clamo a Vos con un clamor grande y de todo corazón, os
suplico que vengáis a mi alma, entréis en ella y la ajustéis
y unáis tan bien con Vos que la poseáis sin arruga ni
mancha alguna; pues la morada en que ha de habitar un
Señor tan santo como Vos, muy justo es que esté limpia.

Vos habéis fabricado este vaso de mi corazón; santificadlo,


pues; vaciadlo de la maldad que hay en él, llenadlo de
vuestra gracia, y conservadlo lleno para que sea templo
perpetuo y digno de Vos.

Dulcísimo, benignísimo, amantísimo, carísimo,


potentísimo, deseadísimo, preciosísimo, amabilísimo y
hermosísimo Señor, Vos sois más dulce que la miel, más
blanco que la nieve, más suave que el maná, más precioso
que las perlas y el oro, y más amado de mi alma que todos
los tesoros y honras de la tierra.

Pero cuando digo esto, Dios mío, esperanza mía,


misericordia mía, dulzura mía, ¿qué es lo que digo? Digo,
Señor, lo que puedo y no digo lo que debo. ¡Oh si yo
pudiese decir lo que dicen y cantan aquellos celestiales
coros de ángeles! ¡Oh cuán de buena gana me emplearía
todo en vuestras alabanzas, y con cuánta devoción, en
medio de vuestros predestinados, cantaría mi alma
vuestras grandezas, y glorificaría incesantemente vuestro
santo nombre!

Como no hallo palabras para glorificaros dignamente os


suplico no miréis tanto a lo que ahora digo, cuanto a lo que
deseo decir.

Bien sabéis Vos, Dios mío, a quien todos los corazones


están manifiestos, que yo os amo y quiero más que al cielo
y a la tierra y a todas las cosas que hay en ella. Yo os amo
con grande amor y deseo amaros más.

Dadme gracia para que siempre os ame cuanto deseo y


debo, para que en Vos solo me desvele y medite, en Vos
piense continuamente de día; en Vos sueñe de noche; con
Vos hable mi espíritu, y mi alma siempre platique con Vos.
Ilustrad mi corazón con la lumbre de vuestra santa
visitación, para que, con vuestra gracia y vuestra dirección
camine yo de virtud en virtud. Os suplico, Señor, por
vuestras misericordias, con las cuales me librasteis de la
muerte eterna, que ablandéis mi corazón, y que me
abracéis con el fuego de la compunción, de manera que
merezca yo ser cada hora vuestra hostia viva.

ORACIONES A JESÚS
EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Señor mío Jesucristo, que por el amor que tenéis a los


hombres, permanecéis de día y noche en este
Sacramento, lleno de misericordia y ternura, esperando,
llamando y acogiendo a todos los que vienen a visitaros,
yo creo que estáis aquí presente. Os adoro desde el
abismo de mi nada, os doy gracias por todos los favores, y
especialmente por haberos Vos mismo dado a mí en este
Sacramento; por haberme concedido a María vuestra
propia Madre, como intercesora; y por haberme llamado a
visitaros en esta iglesia.

Yo saludo hoy a vuestro amadísimo Corazón y deseo


adorarle, en agradecimiento por este grande don, en
reparación de todos los ultrajes que Vos mi amado Jesús,
recibís en este Sacramento de vuestros enemigos.

Oh, Jesús mío, os amo de todo corazón. Me arrepiento de


haberos ofendido tantas veces. Me propongo con vuestra
gracia no ofenderos más en adelante, y ahora, aunque,
estoy lleno de faltas e imperfecciones me consagro todo a
Vos. Haced de mí, lo que os agrade. Yo sólo os pido y sólo
deseo vuestro santo amor, y la perseverancia hasta el fin.

Os encomiendo también las almas del purgatorio,


especialmente a aquellas que han sido más devotas del
Santísimo Sacramento y de María Inmaculada.

Por fin, mi amado Salvador, uno todos mis afectos a los de


vuestro amorosísimo Corazón, y los ofrezco a vuestro
Padre Eterno, suplicándole que, por amor a Vos, se sirva
aceptarlos y escucharlos. Así sea.

SALUDO JESÚS SACRAMENTADO

Oh, Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, aquí


presente en el Santísimo Sacramento del altar, creo todo
lo que Vos, mi Señor, me habéis revelado. Arrepentido de
todos mis pecados, esperando en Vos que nunca permite
que sea confundido, agradeciendo por este don supremo,
amándoos sobre todas las cosas en este Sacramento de
vuestro amor, adorándoos en el misterio profundo de
vuestra humildad, os manifiesto y hago patente todas las
heridas y miserias de mi pobre corazón y os pido me deis
todo lo que necesito y deseo. Pero tan solo os necesito a
Vos, oh, Dios mío, tan solo os deseo a Vos, vuestra gracia
y la gracia de usar debidamente vuestras gracias,
poseeros en esta vida y poseeros en la otra.

Bendito seáis, oh poder divino de vuestro paternal


Corazón, que, aunque todo lo podéis, sin embargo, no
podíais darnos un don más precioso que este Santísimo
Sacramento.

Oh Pan celestial, gran Sacramento, os adoro y os alabo en


todo momento. (repítase después de cada alabanza.)

Bendita seáis, oh, Sabiduría del Verbo Divino, que todo lo


sabéis y lo ordenáis, y sin embargo no sabíais prepararnos
una comida más exquisita, que este Santísimo
Sacramento.

Bendito seáis, oh, Dios mío, que en vuestra inefable


dulzura de amor os habéis transformado en este pan para
dárosnos como el más dulce manjar.

Bendito seáis, oh, Dios mío, que habéis encerrado todos


vuestros misterios en esta humilde forma de pan terrenal.
¡Oh, Trinidad Santísima!

ORACIÓN PARA UNA VISITA

¡Oh, Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!,


heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y confuso,
como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado
de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo
mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que
me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu
presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el


mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad,
turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te
encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y
se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues
no gusto las dulzuras de tu presencia, ¿de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto


que me impulsa hacia Ti. ¡Oh, buen Jesús! Ahora que te
busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me
llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las
tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo


incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando
los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y
la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario,
cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí
buscaré fuerza para luchar y vencer.

No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te


llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás...
Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las
delicias del cielo.

Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada


soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré
las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor...,


amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes
vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las


necesidades que tienen; socórrelos con generosidad.
Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos,
consuela a los que padecen, fortalece a los débiles,
conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren
sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una


madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros,


porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por
el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu
gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte,
auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y
obtener el apetecido triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te


dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré
pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh, Jesús,
que deseo ser tuyo. Amén.
ADORACIÓN EUCARÍSTICA
DE JUAN PABLO I

Señor Jesús:

Nos presentamos ante ti


sabiendo que nos llamas y que
nos amas tal como somos.

«Tú tienes palabras de vida


eterna y nosotros hemos creído y
conocido que tú eres el Hijo de
Dios» (Jn. 6,69).

Tu presencia en la Eucaristía ha
comenzado con el sacrificio de la
última cena y continúa como
S.S. Juan Pablo II
comunión y donación de todo lo
en oración
que eres.
HIMNOS
EUCARÍSTICOS Aumenta nuestra FE.
Ven, Jesús, mi Salvador Por medio de ti y en el Espíritu
Divino Cordero; Santo que nos comunicas,
Ven a mí, dulce Señor,
Oh mi Dios, mi amor!
queremos llegar al Padre para
decirle nuestro SÍ unido al tuyo.
Eres Padre tierno,
Eres buen Pastor;
Eres verbo eterno
Contigo ya podemos decir: Padre
Nuestro Redentor. nuestro.
¡Oh de mi esperanza Siguiéndote a ti, «camino, verdad
Dulce galardón!
Te doy alabanza y vida», queremos penetrar en el
Y mi corazón. aparente «silencio» y «ausencia»
En Ti siempre espero, de Dios, rasgando la nube del
Aumenta mi fe; Tabor para escuchar la voz del
Con amor sincero
Te recibiré.
Padre que nos dice: «Este es mi
Hijo amado, en quien tengo mi
En esta apariencia, complacencia: Escuchadlo» (Mt.
Divino manjar,
Tu santa presencia 17,5).
Quieres ocultar.
Con esta FE, hecha de escucha
Oh Sabiduría,
Eterno Señor; contemplativa, sabremos
Ven en este día iluminar nuestras situaciones
A darme tu amor!
personales, así como los
Jesús de mi vida; diversos sectores de la vida
Nunca más pecar;
Sólo a Ti rendida,
familiar y social.
Mi alma quiere amar.
Tú eres nuestra ESPERANZA,
Jesús, amor de las almas, nuestra paz, nuestro mediador,
compañero en las jornadas:
tan cercano y asequible hermano y amigo.
que en mí tienes tu morada.
Nuestro corazón se llena de
Encarnado como Hombre,
tu divinidad ocultas, gozo y de esperanza al saber
y al hacerte Eucaristía, que vives «siempre
por completo te despojas.
intercediendo por nosotros»
En tu presencia se rinden (Heb. 7,25).
todos los celestes coros,
y en la tierra no se aprecia
que te quedes con nosotros.
Nuestra esperanza se traduce en
confianza, gozo de Pascua y
De tu costado nacida, camino apresurado contigo hacia
en la Iglesia sigues vivo:
con tu gracia y sacramentos el Padre.
das la vida al redimido.
Queremos sentir como tú y
Jesucristo, León fuerte
y Cordero obediente; valorar las cosas como las
en tu Corazón conforten valoras tú. Porque tú eres el
su valor las almas débiles.
centro, el principio y el fin de
Por el Padre coronado, todo.
el Señor de tierra y cielo
nos envíe su Paráclito
que nos guíe al Reino
Apoyados en esta ESPERANZA,
eterno. queremos infundir en el mundo
Amén. esta escala de valores
evangélicos por la que Dios y
- Esta es mi Sangre, sus dones salvíficos ocupan el
ofrenda de la tarde:
¡oh gran Misterio! primer lugar en el corazón y en
las actitudes de la vida concreta.
- Este es mi Cuerpo:
cual víctima me entrego:
¡oh gran Misterio! Queremos AMAR COMO TÚ,
que das la vida y te comunicas
Te adoro, Carne,
Pan de hombres y de
con todo lo que eres.
ángeles:
¡oh gran Misterio! Quisiéramos decir como San
- Hacedlo en mi memoria
Pablo: «Mi vida es Cristo» (Flp.
hasta el tiempo sin horas: 1,21).
¡oh gran Misterio!
Nuestra vida no tiene sentido sin
- Como víctima única,
mi Carne, Alianza fúlgida: ti.
¡oh gran Misterio!
Queremos aprender a «estar con
¿No prolongas tu muerte
por darnos vida siempre? quien sabemos nos ama»,
¡Oh gran Misterio! porque «con tan buen amigo
Si contigo en el Gólgota,
presente todo se puede sufrir».
contigo en la victoria: En ti aprenderemos a unirnos a
¡oh gran Misterio! Amén. la voluntad del Padre, porque en
la oración «el amor es el que
habla» (Sta. Teresa).

Entrando en tu intimidad,
queremos adoptar
determinaciones y actitudes
básicas, decisiones duraderas,
opciones fundamentales según
nuestra propia vocación
cristiana.

CREYENDO, ESPERANDO Y
AMANDO, TE ADORAMOS con
una actitud sencilla de presencia,
silencio y espera, que quiere ser
también reparación, como
respuesta a tus palabras:
«Quedaos aquí y velad
conmigo» (Mt. 26,38).

Tú superas la pobreza de
nuestros pensamientos,
sentimientos y palabras; por eso
queremos aprender a adorar
admirando el misterio, amándolo
tal como es, y callando con un
silencio de amigo y con una
presencia de donación.

El Espíritu Santo que has


infundido en nuestros corazones
nos ayuda a decir esos
«gemidos inenarrables» (Rom.
8,26) que se traducen en actitud
agradecida y sencilla, y en el
gesto filial de quien ya se
contenta con sola tu presencia,
tu amor y tu palabra.

En nuestras noches físicas y


morales, si tú estás presente, y
nos amas, y nos hablas, ya nos
basta, aunque muchas veces no
sentiremos la consolación.

Aprendiendo este más allá de la


ADORACIÓN, estaremos en tu
intimidad o «misterio». Entonces
nuestra oración se convertirá en
respeto hacia el «misterio» de
cada hermano y de cada
acontecimiento para insertarnos
en nuestro ambiente familiar y
social y construir la historia con
este silencio activo y fecundo
que nace de la contemplación.

Gracias a ti, nuestra capacidad


de silencio y de adoración se
convertirá en capacidad de
AMAR y de SERVIR.

Nos has dado a tu Madre como


nuestra para que nos enseñe a
meditar y adorar en el corazón.
Ella, recibiendo la Palabra y
poniéndola en práctica, se hizo la
más perfecta Madre.

Ayúdanos a ser tu Iglesia


misionera, que sabe meditar
adorando y amando tu Palabra,
para transformarla en vida y
comunicarla a todos los
hermanos.
Amén.
ADORACIÓN EUCARÍSTICA 15 MINUTOS EN COMPAÑÍA
DE JESÚS SACRAMENTADO

¡Ah!, y ¿qué haremos, preguntáis algunas


veces, en la presencia de Dios
Sacramentado? Amarle, alabarle,
agradecerle y pedirle. ¿Qué hace un
pobre en la presencia de un rico? ¿Qué
hace un enfermo delante del médico?
¿Qué hace un sediento en vista de una
fuente cristalina?

San Alfonso Mª de Ligorio


Visitas al Stmo. Sacramento, 1
No es menester, hijo mío, saber mucho para
agradarme; basta que me ames con fervor. Háblame
sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus
amigos, o a tu madre, o a tu hermano.

I. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica


cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres,
bien el de tus hermanos y amigos: dime al punto qué
quisieras hiciese actualmente por ellos. Pide mucho,
mucho; no vaciles en pedir; me gustan los corazones
generosos, que llegan a olvidarse en cierto modo de sí
mismos para atender a las necesidades ajenas. Háblame
con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes
quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves
padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen
camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez
a tu lado. Dime por toda una palabra de amigo, entrañable
y fervorosa. Recuérdame que prometí escuchar toda
súplica salida del corazón, ¿y no ha de salir del corazón el
ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón ama
especialmente?
II.Y para ti ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si
quieres, una lista de tus necesidades y léela en mi
presencia.

Dime francamente que sientes soberbia, amor a la


sensualidad y al regalo; que eres tal vez, egoísta,
inconsciente, negligente..., y pídeme luego que venga en
ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para
sacudir de encima de ti tales miserias.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos


justos, tantos santos de primer orden, que tuvieron esos
mismos defectos! Pero rogaron con humildad..., y poco a
poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y


corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos,
negocios o estudios; todo eso puedo darlo, y lo doy, y
deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes
favorezca y ayude a tu santificación. Por hoy, ¿qué
necesitas? ¿Qué puedo hacer en tu bien? ¡Si supieras los
deseos que tengo de favorecerte! ¿Traes ahora mismo
entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo
minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué
deseas? ¿Qué quieres haga por tu hermano, hermana, por
tu amigo, por tu superior? ¿Qué desearías hacer por ellos?

¿Y por mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No


quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus
amigos, a quienes amas mucho y que viven quizá
olvidados de mí? Dime qué cosa solicita hoy
particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente y
con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale
mal tu empresa, y Yo te diré las causas del mal éxito. ¿No
quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy
dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin
perjuicio de su libertad, adonde me place.

III. ¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame,


cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus
pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor
propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi
Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas
heridas del tuyo. Cuéntamelo todo, y acabarás en breve
por decirme que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas,
todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora
bendición.

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas


melancolías que, no por ser infundadas, dejan de ser
desgarradoras? Échate en brazos de mi Providencia.
Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo
lo oigo, ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te


quisieron bien, y ahora, olvidadas, se alejan de ti sin que
les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las
volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu
santificación.

IV. ¿Y no tienes tal vez alguna alegría que comunicarme?


¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de buen
amigo?

Cuéntame lo que, desde ayer, desde la última visita que


me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón.
Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá viste
disipados negros recelos, quizá recibiste faustas noticias,
alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna
dificultad o salido de algún lance apurado. Obra mía es
todo esto, y Yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de
manifestarme por ello tu gratitud y decirme sencillamente,
como hijo a su padre: ¡Gracias, Padre mío, gracias! El
agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al
bienhechor le agrada verse correspondido.

V. ¿Tampoco tienes alguna promesa que hacerme? Leo,


ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se
les engaña fácilmente, a Dios no; háblame, pues, con toda
sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya
más a la ocasión aquella de pecado? ¿De privarte de
aquel objeto que te dañó? ¿De no leer más aquel libro que
avivo tu imaginación? ¿De no tratar más a la persona que
turbó la paz de tu alma? ¿Volverás a ser dulce, amable y
condescendiente con aquella otra a quien, por haberte
faltado, has mirado como enemiga?

Ahora bien, hijo mío: vuelve a tus ocupaciones habituales;


al taller, a la familia, al estudio...; pero no olvides los
quince minutos de grata conversación que hemos tenido
aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda en
cuanto puedas silencio, modestia, recogimiento,
resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que
lo es también tuya, y vuelve otra vez mañana con el
corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi
Corazón hallarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios,
consuelos nuevos.
ADORACIÓN EUCARÍSTICA
VISITA DIARIA AL SANTÍSIMO

ORACIÓN A LOS SANTOS ÁNGELES


PARA OBTENER DEVOCIÓN A
JESÚS SACRAMENTADO

Ángeles del cielo, que rodeáis el Santo Tabernáculo del


Altísimo, me uno a vosotros en los homenajes y
adoraciones que rendís día y noche a Jesús
Sacramentado. Quisiera amarle con un amor tan puro,
tan verdadero, tan ardiente como el vuestro; pero soy
tan ruin y pecador que nada puedo hacer que sea digno
de su Divina Majestad. Dignaos suplir mi cortedad, y
alcanzadme las gracias que necesito para recoger los
frutos de tan santa devoción. Feliz el alma que
encuentra sus delicias en vivir junto al Tabernáculo del
Señor, y allí conversar con su Amado y pasar las horas
en su compañía. ¡Oh, Ángeles del cielo! Venid en mi
auxilio, inflamad mi alma con el fuego del amor que os
abrasa, para que mi corazón sea digno de adorar a
Jesús Sacramentado. Amén.

Por la señal. Señor mío Jesucristo.


1. ORACIÓN PREPARATORIA.
Aquí estoy en vuestra divina presencia, Jesús mío, para
visitaros.

He venido, Señor, porque me habéis llamado.

Vuestra presencia real en la Sagrada Eucaristía es el


eco de aquellas palabras que nos dirigís en el
Evangelio: "Venid a Mí todos los que estáis cargados
con vuestras miserias y pecados y Yo os aliviaré". Aquí
vengo, pues, como enfermo al Médico, para que me
sanéis; como pecador al Santo, para que me
santifiquéis; y como pobre y mendigo al rico, para que
me llenéis de vuestros divinos dones.

Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo


Sacramento del Altar, tan real y verdaderamente como
estabais en Belén, como estabais en la cruz y como
estáis ahora en el Cielo.

Espero en Vos, que sois poderoso y bueno, para


santificar mi alma y salvarme.

Os amo con todo mi corazón, porque sois la Bondad


infinita, digno de ser amado de todas las criaturas del
Cielo y de la tierra; y me habéis amado hasta derramar
vuestra sangre y dar vuestra vida en la cruz por mí.

Vengo aquí a buscar un refugio contra la corrupción del


mundo. En el mundo todo es falsedad y mentira; vengo
a Vos que sois la Verdad eterna. El mundo está lleno de
abismos de iniquidad; vengo a Vos que sois el único
Camino de la felicidad. En el mundo todo es
sensualidad y pecado; vengo a Vos que sois Vida y
Santidad de las almas.
¡Dadme luz, Señor! ¡Que yo os vea presente en el
Sagrario con los ojos de la fe; y que mi corazón beba
hasta saciarse de la fuente del Amor divino que brota de
vuestro Corazón Sacramentado!

2. LECTURA REPOSADA DEL DÍA


CORRESPONDIENTE.

3. COMUNIÓN ESPIRITUAL.
Creo, Jesús mío, que sois el Hijo de Dios vivo, que
habéis muerto en la cruz por mí, y estáis ahora real y
verdaderamente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os pido perdón de todos mis pecados. Os amo sobre
todas las cosas y deseo recibiros. Venid a mi corazón.
Os abrazo. No os apartéis jamás de mí.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

4. ESTACIÓN AL SANTÍSIMO.
Está constituida por cinco Padrenuestros, Avemarías y
Glorias, por las cinco llagas y uno por el Papa.

5. JACULATORIAS CONTRA LA BLASFEMIA.


Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero
Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del
Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima, la excelsa Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción a los Cielos.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
6. ORACIÓN FINAL.
Gracias, Jesús mío, por la bondad con que me habéis
recibido y permitido gozar de vuestra presencia y
compañía amorosas.

Me vuelvo a mis ocupaciones. Mi corazón queda


contigo. En mi trabajo y en mis descansos me acordaré
de Ti, y procuraré vivir con la dignidad que merece
vuestra amistad divina.

Dadme vuestra bendición y concédeme todas las


gracias, que necesito, para amaros y serviros con la
mayor fidelidad.

Bendice, Señor, a nuestro Santísimo Padre el Papa,


vuestro Vicario en la tierra; ilumínale, santifícale y líbrale
de todos sus enemigos.

Bendice a vuestra Iglesia Santa y haced que su luz brille


en todas las naciones; y que los paganos conozcan y
adoren al único verdadero Dios y a su Hijo Jesucristo.

Bendice a vuestros sacerdotes, santifícalos y


multiplícalos.

Bendice y protege a nuestra nación.

Bendice a todos nuestros bienhechores y concédeles la


bienaventuranza eterna.

Bendice a los que nos han ofendido y cólmalos de


beneficios.
Bendice a todos nuestros familiares y haced que vivan
todos en vuestra gracia y amistad y que un día nos
reunamos en la Gloria.

Da el descanso eterno a todas las almas de los fieles


difuntos que están en el Purgatorio.

Da la salud a los enfermos. Convierte a todos los


pecadores. Danos a todos vuestro divino amor, para
que la fe que nos impide ahora ver vuestro santísimo
rostro se convierta un día en luz esplendorosa en la
Gloria, donde en unidad con el Padre y el Espíritu Santo
te alabemos y bendigamos por los siglos de los siglos.
Amén.

MI VISITA A JESÚS SACRAMENTADO

Actos de adoración:

Vengo, Jesús mío, a


visitarte.
Te adoro en el
sacramento de tu amor.
Te adoro en todos los
Sagrarios del mundo.
Te adoro, sobre todo, en
donde estás más
abandonado y eres más
ofendido.
Te ofrezco todos los actos
de adoración que has
recibido desde la
institución de este
Sacramento y recibirás
hasta el fin de los siglos.
Te ofrezco principalmente
las adoraciones de tu
Santa Madre, de San
Juan, tu discípulo amado,
y de las almas más
enamoradas de la
Eucaristía.
Gloria al Padre, gloria al
Hijo, gloria al Espíritu
Santo.
Ángel de mi Guarda, ve y
visita en mi nombre todos
los Sagrarios del mundo.
Di a Jesús cosas que yo
no sé decirle, y pídele su
bendición para mí.

Actos de fe:

Creo, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios vivo que


has venido a salvarnos.
Creo que estás presente en el augusto Sacramento
del Altar.
Creo que estás, por mi amor, en el Sagrario noche
y día.
Creo que has de permanecer con nosotros hasta
que se acabe el mundo.
Creo que bendices a los que te visitan, y que
atiendes los ruegos de tus adoradores.
Creo que eres el viático de los moribundos que te
aman para llevarlos al cielo.
Creo en Ti, y creo por los que no creen. (Comunión
espiritual).

Actos de esperanza:

Espero en Ti, Jesús mío, porque eres mi Dios y me


has creado para el cielo.
Espero en Ti, porque eres mi Padre. Todo lo he
recibido de tu bondad. Sólo lo malo es mío.
Espero en Ti, porque eres mi Redentor.
Espero en Ti, porque eres mi Hermano y me has
comunicado tu filiación divina.
Espero en Ti, porque eres mi Abogado que me
defiendes ante el Padre.
Espero en Ti, porque eres mi Intercesor constante
en la Eucaristía.
Espero en Ti, porque has conquistado el cielo con
tu Pasión y muerte.
Espero en Ti, porque reparas mis deudas.
Espero en Ti, porque eres el verdadero Tesoro de
las almas.
Espero en Ti, porque eres tan bueno que me
mandas que confíe en Ti bajo pena de condenación
eterna.
Espero en Ti, porque siempre me atiendes, y me
consuelas, y nunca has defraudado mi esperanza.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!

Actos de caridad:

Te amo, Jesús mío, y te amo con todas las veras y


como a nadie.
Porque Tú me has amado infinitamente,
Porque Tú me has amado desde la eternidad.
Porque Tú has muerto para salvarme
Porque Tú no has podido amar más.
Porque Tú me has hecho participante de tu
divinidad y quieres que lo sea de tu gloria.
Porque Tú te entregas del todo a mí en la
Comunión.
Porque Tú me das en manjar tu Cuerpo y en bebida
tu Sangre.
Porque Tú estás siempre por mi amor en la Santa
Eucaristía.
Porque Tú me recibes siempre en audiencia sin
hacerme esperar.
Porque Tú eres mi mayor Amigo.
Porque Tú me llenas de tus dones.
Porque Tú me tratas siempre muy bien, a pesar de
mis pecados e ingratitudes.
Porque Tú me has enseñado que Dios es Padre
que me ama mucho.
Porque Tú me has dado por Madre a tu misma
Madre.
¡Dulce Corazón de Jesús, haz que te ame cada día
más y más!
Dulce Corazón de Jesús, sé mi amor.
Te amo por los que no te aman.
Te amo por los que nunca piensan en Ti.
Te amo por los que no te visitan.
Te amo por los que te ofenden e injurian.
¡Qué pena por esto!
Te amo y te digo con aquel tu siervo:
¡Oh Jesús, yo me entrego a Ti para unirme al amor
eterno, inmenso e infinito que tienes a tu Padre
celestial! ¡Oh, Padre adorable! Te ofrezco el amor
eterno, inmenso e infinito de tu amado Hijo Jesús,
como mío que es. Te amo cuando tu Hijo te
ama. (S. Juan Eudes).

Actos de contrición:

¡Jesús mío, misericordia!


Jesús mío; te pido perdón por los muchos pecados
que he cometido durante mi vida.
Por los de mi niñez y adolescencia.
Por los de mi juventud.
Por los de mi edad adulta.
Por los que conozco y no conozco.
Por lo mucho que te he disgustado con ellos.
Por lo mal que me he portado contigo.
Siento mucho haberte ofendido.
¡Perdóname, perdóname, perdóname!
Perdóname según tu gran misericordia.
Perdóname por lo ingrato que he sido para Ti.
Perdóname y no quieras ya acordarte de mis
pecados.
Perdóname y limpia mi alma de toda basura e
infidelidad.
Perdóname y ten misericordia de este pobre
pecador.
Perdóname, porque estoy muy arrepentido.
Perdóname, que quiero ser bueno en adelante con
tu divina gracia.
Perdóname y aparta tu rostro de mis ingratitudes.
Perdóname, que me causan mucho miedo mis
pecados.
Perdóname, porque me reconozco pecador y reo.
Perdóname, porque no obstante Tú sabes que te
quiero mucho.
Jesús, sé para mí Jesús.
Madre mía, intercede por mí ante tu divino Hijo
Jesús.
¡Dulce Corazón de María, sé mi salvación!

Actos de gratitud:

Oh Jesús, te doy rendidas gracias por los


beneficios que me has dado.
Yo no sabré nunca contarlos sino en el cielo, y allí
te los agradeceré eternamente.
Padre Celestial, te los agradezco por tu Santísimo
Hijo Jesús.
Espíritu Santo que me inspiráis estos sentimientos,
a Ti sea dado todo honor y toda gloria.
Jesús mío, te doy gracias sobre todo por haberme
redimido.
Por haberme hecho cristiano mediante el Bautismo,
cuyas promesas renuevo.
Por haberme dado por Madre a tu misma Madre.
Por haberme dado un grande amor a tan tierna
Madre.
Por haberme dado por Protector a San José, tu
Padre adoptivo.
Por haberme dado al Ángel de mi Guarda.
Por haberme conservado hasta ahora la vida para
hacer penitencia.
Por tener estos deseos de amarte y de vivir y morir
en tu gracia.

Actos de súplica:

Te ruego, Jesús mío, que no me dejes, porque me


perderé.
Que persevere siempre en tu amor.
Que estés siempre conmigo, sobre todo cuando
esté en peligro de pecar, y en la hora de mi muerte.
Que no permitas que jamás me aparte de Ti.
Que sepa padecer con resignación por Ti.
Que no me preocupe sino de amarte.
Que ame también a mis prójimos.
Que ame mucho a los pecadores.
Que ame mucho a los pobres y a los enfermos.
Que ame mucho a las almas del Purgatorio. Que
saque muchas almas del Purgatorio con mis obras,
que te las ofrezco a este fin.
Que ampares a tu Iglesia.
Al romano Pontífice, tu Vicario visible en la tierra.
A los Prelados y a los Sacerdotes.
A los Religiosos y Religiosas.
A los que mandan en tu nombre.
A los que gobiernan nuestra nación
A nuestra querida patria.
A mis amados parientes y allegados.
Que pagues a mis bienhechores
Que favorezcas a los que ruegan por mí.
Que bendigas a los que me miren con indiferencia y
no me quieran.
Que trabaje mucho por Ti hasta la muerte.
Que me concedas una muerte santa.
Que diga al morir: ¡Jesús, Jesús, Jesús!
Que me lleves al cielo cuando muera.
Amén.

ORACIÓN FINAL

Jesús mío, échame tu bendición antes de salir, y


que el recuerdo de esta visita, que acabo de
hacerte, persevere en mi memoria y me anime
amarte más y más. Haz que cuando vuelva a
visitarte, vuelva más santo. Aquí te dejo mi corazón
para que te adore constantemente y lo hagas más
agradable a tus divinos ojos.

Adiós, adiós, Jesús mío.

ADORACIÓN EUCARÍSTICA NOVENA AL


SANTÍSIMO

ORACIONES PREPARATORIAS
PARA EMPEZAR CADA DÍA

Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento


del Altar, y la Inmaculada Concepción de María
Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra,
concebida sin pecado original en el primer
instante de su ser. Amén.

Acto de contrición. Dulcísimo Jesús


Sacramentado, en quien creo, en quien espero, a
quien adoro y amo sobre todas las cosas;
penetrado del más vivo dolor de haberos
ofendido, recurro a vuestros pies y presencia
santísima, conociendo que he pecado delante del
cielo y contra Vos, y por ser quien sois, Bondad
infinita, me pesa una y mil veces de haberos
ofendido. Recibid, Señor, la contrición de mis
pecados, y aumentadla y perfeccionadla para que
sea firme el propósito que hago de nunca más
volver a ofenderos, y de confesarme
debidamente. Y en reconocimiento de la
misericordia que espero me habéis de conceder,
admitiéndome a vuestra gracia, quiero dedicarme
a vuestro servicio en el Santísimo Sacramento, en
donde os alabaré y bendeciré toda mi vida. Amén.

Rezar la oración del día que corresponda.

DÍA PRIMERO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Soberano y eterno Dios, en cuya presencia están


llenos de respeto los más altos serafines; y
maravillados de vuestra infinita grandeza no
hacen más que repetir: Santo, Santo, Santo; que
habéis querido encerrar en la Sagrada Eucaristía
todas vuestras perfecciones: dignaos recibir en
señal de mi agradecimiento todas las alabanzas
que os dieron y dan todos los espíritus
bienaventurados desde su creación, y todos los
santos desde que entraron en vuestra gloria, y las
que os dan y darán todas las criaturas desde el
principio del mundo por toda la eternidad; os pido
humildemente alumbréis mi alma con una fe muy
viva, para que conociendo vuestras finezas en el
Santísimo Sacramento, sepa tributaros continuas
acciones de gracias y la más profunda adoración.
Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.
DÍA SEGUNDO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Soberano Señor y Rey eterno, que, estando en el


cielo a la diestra del Padre con universal imperio y
señorío sobre todos los Santos, y Espíritus
bienaventurados, cantándoos perpetuas
alabanzas, y reconociéndoos por verdadero Rey y
Señor, quisisteis humillaros en el Santísimo
Sacramento del altar, encubriendo toda vuestra
grandeza bajo el velo de los accidentes, os
suplico con la mayor humildad vengáis a mi alma,
como poderoso Rey, destruyáis todos mis
enemigos que son mis vicios, e imprimáis
firmemente en ella vuestras divinas leyes, y
prometo seros fiel, obedeceros y adoraros en
espíritu y verdad por toda mi vida. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.

DÍA TERCERO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Dulcísimo Señor y vigilante Pastor de mi alma,


que no contento con haberme buscado y llevado
sobre vuestros hombros como oveja perdida,
quisisteis quedaros en el Santísimo Sacramento
para daros en pasto a las fieles ovejas y que
comiesen la misma carne, y bebiesen la preciosa
sangre de vuestro sagrado cuerpo, cumpliendo de
esta manera y con excelencia los oficios de
verdadero Pastor, haced que arrepentido ya de
haberos hecho trabajar en buscarme, por
haberme huido de Vos tantas veces, de aquí en
adelante me deje guiar y gobernar por vuestra
gracia, y apacentada mi alma con tan divino
manjar, jamás vuelva a caer en las garras de la
fiera pésima de la culpa. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.

DÍA CUARTO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Amabilísimo Señor y Jesús mío, que quisisteis dar


a conocer vuestra misericordia llamándoos
Médico y para que sanásemos de todas las
enfermedades de nuestra alma os dignasteis
dejar en la Iglesia la preciosa medicina de vuestra
propia carne y sangre: compadeceos Médico
divino de todos mis males. Mirad, Señor, que
hace muchos años que los padezco; pero si vos
queréis, podéis en este instante mismo limpiarme
de toda mi lepra: oigo interiormente aquel piadoso
quiero con que sanasteis al leproso; y si sanó
también la enferma del flujo de sangre tocando la
orilla de vuestro vestido, sane yo de todas mis
dolencias tocando y recibiendo dignamente
vuestra misma carne, y logre así la salud para
siempre. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.

DÍA QUINTO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Sapientísimo Señor y Maestro de mi alma, que


después de haber hablado tantas veces y de
tantas maneras a vuestro antiguo pueblo por
medio de los profetas quisisteis hablar y enseñar
por Vos mismo a los hijos de la Iglesia,
estableciendo vuestra perpetua cátedra en el
Santísimo Sacramento, a donde como a
verdadero monte de Dios y casa de Jacob
convidáis a todos para que os oigan,
comunicando los tesoros de sabiduría y ciencia
que en Vos se encierran; apiadaos, o dulcísimo
Maestro mío, de mi rudeza e ignorancia, y
dignaos comunicar a mi entendimiento luz para
que aprenda a cumplir vuestros mandamientos,
enseñándome al mismo tiempo a conoceros y a
conocerme, para que en todos sepa ejecutar
siempre vuestra divina voluntad. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.
DÍA SEXTO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Omnipotente Señor y Padre amabilísimo, que


siendo dueño universal de todo lo criado tenéis
tanto amor a los hombres, que los adoptáis por
hijos, y queréis que lo sean y se llamen así,
preparándoles en la mesa divina el pan del cielo
para su alimento: despertando mi alma del olvido
en que ha vivido, me presento a vuestra soberana
presencia, y cual si fuese aquel pródigo del
Evangelio recurro a Vos confiado en que sois mi
Padre, aunque he perdido tantas veces la
preciosa cualidad de hijo vuestro. ¡Oh si pudiera
dar una voz de verdadero dolor de mis pecados,
que penetrando los cielos se oyera por todas
partes que he pecado contra mi buen padre!
Humildemente os pido me perdonéis, y me
recibáis en vuestra gracia, admitiéndome al
convite de vuestro divino Sacramento, para
permanecer en ella hasta el fin de mi vida. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.

DÍA SÉPTIMO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Benignísimo Señor y huésped divino de mi alma,


que siendo los cielos corto espacio para vuestra
grandeza gustáis de hospedaros en la pobre casa
de mi corazón, y para facilitarme tanta dicha
habéis querido quedaros en el Santísimo
Sacramento, dignaos, Señor, que así como
enriquecisteis a la Reina de los ángeles María
Santísima con innumerables gracias y dones,
porque la escogisteis para morada vuestra, a
proporción derraméis sobre mí las riquezas de
vuestras misericordias para que, siendo yo templo
vuestro, pueda recibiros dignamente, y conservar
siempre en mí la santidad que necesito. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.

DÍA OCTAVO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Dios y Señor enamorado de las almas, ya que


tanto nos aseguráis que tenéis todas las delicias
en estar con los hombres, y en señal de tanta
fineza dijisteis a los Apóstoles después de
haberles dado la Comunión: "Ya no os llamaré
siervos, sino amigos míos"; y lo mismo decís en
este Sacramento a todos los cristianos que os
reciben dignamente. Por esta amistad, Señor, os
pido que excitéis en mi corazón los más vivos
afectos de amor y de ternura para que no ame
otra cosa sino a Vos, ni piense en otra cosa más
que en visitaros y adoraros, regalándome siempre
con el trato de tan buen Amigo, hasta que goce
de vuestra clara vista en la gloria. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.

DÍA NOVENO

Comenzar con las oraciones preparatorias para


todos los días.

Dulcísimo Jesús sacramentado, que habéis


querido en la Sagrada Eucaristía señalaros con
los títulos de mayor consuelo para nosotros,
queriendo también que en este misterio os
reconozcamos por Esposo fiel y amante de
nuestras almas; haced, Señor, que yo
corresponda a tanta fineza, y que me prepare con
las vestiduras nupciales para asistir dignamente a
tan santo desposorio, y poderlo celebrar después
eternamente en la gloria. Amén.

Rezar seis padrenuestros, seis avemarías y seis


glorias al Santísimo. Terminar con las oraciones
finales.

ORACIONES PARA CONCLUIR CADA DÍA

Afectos. Vos sois mi Dios, y os confesaré


siempre en este Santísimo Sacramento.

Vos sois mi Dios, y os exaltare.


Os confesaré siempre, porque os habéis dignado
oír mis súplicas en este lugar de propiciación.

Glorificaré vuestro santo nombre eternamente,


porque así manifestáis sobre mí vuestra
misericordia. Vos solo sois Dios, y no hay otro
fuera de Vos. Vos solo Santo, sólo Señor, y sólo
Altísimo. Vos esplendor del Padre y figura de su
sustancia. Iluminad mi entendimiento y abrasad
mi corazón con vuestro divino amor.

Hacer aquí la petición que se desea alcanzar con


la novena.

Oración. Dulcísimo Jesús Sacramentado, que


obligado de vuestra infinita caridad quisisteis
enriquecer a la Iglesia con el preciosísimo tesoro
de vuestro Cuerpo y Sangre para ser en la
Eucaristía Rey que nos gobierne, Pastor que nos
dirija, Médico que nos ame, Huésped que nos
enriquezca, Amigo que nos consuele, y Esposo
que nos haga felices para siempre; haced, Señor,
que yo logre en este Sacramento tan singulares
misericordias, y que reconociendo en él vuestra
real presencia, acuda a adoraros frecuentemente
en espíritu de verdad para desagraviaros del
olvido que padecéis en las Iglesias, y para
recompensar las injurias que recibís de los infieles
y herejes, y de los malos cristianos con sus
comuniones sacrílegas. Y ya que son tan pobres
mis afectos, yo os ofrezco todas las adoraciones
que os tributan los bienaventurados, y las
alabanzas que os dio en la tierra, y os está dando
en el cielo la Reina de los ángeles María
Santísima. Recibidme, Señor, por perpetuo
esclavo vuestro, y haced que lo acredite en la
reverencia con que os adore, y en el cielo con
que promueva vuestras alabanzas, pidiéndoos
que socorráis las necesidades en que se halla la
santa Iglesia, y que miréis con perpetua
misericordia a este vuestro católico pueblo.
Destruid las herejías, convertid a los pecadores y
perfeccionad a los justos. Abrid, Señor, vuestra
mano generosísima, y compadecido de mis
necesidades espirituales y temporales, dadme el
remedio que en todo necesito, que, santificado
con vuestra gracia, os alabe por todos los siglos
en la gloria. Amén.

¡Oh sacrificio y hostia saludable


Que las puertas del cielo nos franqueas!
La lucha nos oprime formidable;
Todo nuestro favor y esfuerzo seas.

V. Les disteis, Señor, el Pan del cielo.


R. Que encierra en sí todo deleite.

Oración final. O Dios, que nos dejaste la memoria


de tu Pasión en este admirable Sacramento;
concédenos que de tal suerte veneremos los
sagrados misterios de tu cuerpo y sangre, que
experimentemos continuamente en nosotros el
fruto de tu redención. Que vives y reinas con Dios
Padre en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos
los siglos de los siglos. Amén.
ADORACIÓN EUCARÍSTICA OCTAVARIO
BREVE AL SANTÍSIMO

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, que por el amor que tenéis


a los hombres estáis de noche y de día en este
Sacramento, todo lleno de piedad y de amor,
esperando, llamando y recibiendo a todos los que
vienen a visitaros: yo creo que estáis presente en
el Augusto Misterio del altar, os adoro desde el
abismo de mi nada y os doy gracias por todas las
mercedes que me habéis hecho, especialmente
por haberme dado en este Sacramento vuestro
cuerpo, vuestra sangre, vuestra alma y vuestra
dignidad, por haberme concedido como abogada
a vuestra Santísima Madre la Virgen María, y por
haberme llamado a visitaros en este lugar santo.
Adoro vuestro amantísimo Corazón, y deseo
adorarle con tres fines: el primero, en
agradecimiento de esta tan preciosa dádiva; el
segundo, para desagraviaros de todas las injurias
que habéis recibido de vuestros enemigos en este
Sacramento, y el tercero, porque deseo en esta
visita adoraros en todos los lugares de la tierra,
donde estáis sacramentado con menos culto y
más olvido.

¡Jesús mío!, os amo con todo mi corazón;


pésame de haber tantas veces ofendido en lo
pasado a vuestra infinita Bondad; propongo,
ayudado de vuestra gracia, enmendarme en lo
venidero; y ahora, miserable como soy, me
consagro todo a Vos; os doy y entrego toda mi
voluntad, mis afectos mis deseos y todo cuanto
me pertenece. De hoy en adelante haced, Señor,
de mí y de mis cosas todo lo que os agrade. Lo
que yo quiero y os pido es vuestro Santo Amor, la
perfecta obediencia a vuestra santísima voluntad
y la Perseverancia final. Os encomiendo las
almas del Purgatorio, especialmente las más
devotas del Santísimo Sacramento y de María
Inmaculada, y os ruego también por todos los
pobres pecadores. En fin, amado Salvador mío,
uno todos mis afectos y deseos con los de
vuestro amorosísimo Corazón, y así unidos los
ofrezco a Vuestro Eterno Padre y le pido en
vuestro nombre que por vuestro amor los acepte y
los mire benignamente. Amén.

• Rezar seis Padrenuestros, Avemarías y


Glorias y la comunión espiritual.
COMUNIÓN ESPIRITUAL

Oh, Jesús mío, creo que estáis en el Santísimo


Sacramento; os amo sobre todas las cosas y deseo
recibiros dentro de mi alma. Ya que ahora no puedo
hacerlo sacramentalmente venid a lo menos
espiritualmente a mi corazón. Como si ya hubieseis
venido, os abrazo y me uno todo a Vos; no permitáis
jamás que vuelva a abandonaros.

- De la desgracia de recibir indignamente vuestro


Cuerpo y Sangre, líbranos, Señor.
- De la concupiscencia de la carne, líbranos, Señor.
- De la concupiscencia de los ojos, líbranos, Señor.
- De la soberbia de la vida, líbranos, Señor.
- De toda ocasión de ofenderos, líbranos, Señor.
- Jesús, oídnos.
- Jesús, escuchadnos.

V. Les habéis dado un pan venido del cielo.


R. Un pan que encierra toda dulzura.

• Rezar a continuación la oración del día que


corresponda:

DÍA PRIMERO

¡Oh, Dios, ¡que en el admirable Sacramento nos dejasteis


una memoria de vuestra Pasión!, os rogamos, Señor, nos
concedáis que de tal manera veneremos los misterios de
vuestro Cuerpo y Sangre que perennemente sintamos en
nosotros el fruto de vuestra redención: Vos que vivís y reináis
con Dios Padre, en unión del Espíritu Santo. Dios por todos
los siglos de los siglos. Amén.

Alabado y bendito sea para siempre y a cada instante cl


Divino Santísimo Sacramento del Altar.

DÍA SEGUNDO

Dulcísimo Jesús Sacramentado, ya que todo lo puedes,


remedia mi impotencia. Sin Ti, ni tan siquiera puedo
pronunciar tu dulcísimo Nombre.

Ya que os dignáis aceptar mis humildes adoraciones, haced


que cada día sean menos indignas de Vos. Os lo pido, Señor,
por mediación de la Santísima Virgen María, vuestra
dulcísima Madre y Madre mía también, y de mi Padre el
Patriarca San José y de San Pascual Bailón, nuestros
Patronos y Protectores de nuestra obra de adoración. ¡Oh,
buen Jesús, que vives y reinas por los siglos de los siglos!
Amén.

DÍA TERCERO

Soberano Señor Sacramentado, yo creo en Ti, espero en Ti,


te amo con todo mi corazón. La memoria de mis pecados
oprime mi alma con un vivo dolor. Concédeme el perdón y la
paz de una reconciliación perpetua. La vista de las virtudes
que me faltan y que sinceramente debo adquirir, juntamente
con mi debilidad e impotencia, me llenan de angustiosa
ansiedad. Concédeme, Señor, la victoria sobre mí mismo y
las virtudes que necesito, para que mi adoración sea pura,
perfecta y santa. Os lo pido por mediación del Sagrado
Corazón de María, mi Madre, y por tu Sagrado Corazón,
dulcísimo Jesús, que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.

DÍA CUARTO

Virgen Santísima, pon en mis labios y en mi corazón el


Magnificat de tu eterna gratitud a Nuestro Señor Jesús, tu
Hijo Santísimo. Alabado sea tu santo Nombre. ¡Oh, María,
¡Madre de la Eucaristía!, adoctríname en el amor de Jesús
Sacramentado; introdúceme en el Sagrado Corazón
Eucarístico para que en Él y por Él dé gracias sin fin al Eterno
Padre, que con el Verbo Encarnado y el Espíritu Santo vive y
reina por los siglos de los siglos. Amén.

DÍA QUINTO

¡Oh, radiante Sol de la Eucaristía! Con perfección


infinitamente mayor que el sol de la tierra, Tú iluminas,
enciendes y fecundas el mundo sobrenatural de nuestras
almas. Tú conviertes nuestro ser terreno en otro ser celestial
y divino. Vuelve a nosotros como vencedor de las densas
sombras de la falsa humildad, del temor servil con que la
herejía quiso apartar de Ti a las almas. Despierta en tu
pueblo la antigua vida eucarística, vida de luz y de amor, de
sacrificio y de alegría, principio y continuación de la eterna
vida, que es adorarte, servirte y amarte en tus tabernáculos
para continuar nuestra vida de adoración en los cielos. Amén.

DÍA SEXTO

¡Oh, Soberano Señor Sacramentado! Por un deber y un


estímulo de mi conciencia, deseo con toda mi alma reparar el
mal de mis pecados e ingratitudes cometidos contra Vos. Por
un deber de caridad con mis prójimos, deseo reparar todas
sus ofensas, desagraviar vuestro Divino Corazón, consolaros
y atraer vuestro Divino Corazón, consolaros y atraer vuestro
perdón sobre mí y sobre mis hermanos, sobre todos los
hombres. A ello me mueve el amor que os profeso sobre
todas las cosas, con todo el afecto de mi corazón, porque
quiero veros triunfante, bendecido y alabado de todos los
corazones. Uno mis deseos a vuestra reparación infinita en el
Santísimo Sacramento, mis pensamientos y mis obras, y
sobre todas ellas, tu adoración perpetua, Real y Universal.
Las uno a mi Madre Reparadora y por su Mediación os pido,
con humildad y confianza, el espíritu de la verdadera
Reparación; a Ti, oh, dulce Jesús mío, que, con el Padre y el
Espíritu Santo, vives y reinas por todos los siglos. Amén.

DÍA SÉPTIMO

Señor mío Jesucristo, que, derramando sobre los hombres


las riquezas de vuestro amor, instituisteis el Sacramento de la
Eucaristía, os suplicamos nos concedáis que podamos amar
siempre vuestro Corazón amantísimo y hacer un uso digno y
fructuoso de este Augusto Sacramento. Vos que vivís y
reináis con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos. Amén.

DÍA OCTAVO

¡Oh, Cristo Jesús! Yo os reconozco por Rey universal. Todo


lo que ha sido hecho, ha sido creado por Vos. Ejerced sobre
mí todos vuestros derechos. Yo renuevo mis promesas del
bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus
obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y de un modo
particular, yo me obligo a hacer triunfar, según mis fuerzas,
los derechos de Dios y de vuestra Iglesia. Divino Corazón de
Jesús, yo os ofrezco mis pobres oraciones para alcanzar que
todos los corazones reconozcan vuestra Realeza Sagrada, y
que así el Reino de vuestra paz se establezca en todo el
universo. Así sea.

ADORACIÓN EUCARÍSTICA
EXPOSICIÓN Y BENDICIÓN

Siendo el pan una comida que nos sirve de


alimento y se conserva guardándole, Jesucristo
quiso quedarse en la tierra bajo las especies de
pan, no solo para servir de alimento a las almas
que lo reciben en la sagrada Comunión, sino
también para ser conservado en el sagrario y
hacerse presente a nosotros, manifestándonos
por este eficacísimo medio el amor que nos
tiene.
San Alfonso Mª de Ligorio
Visitas al Santísimo Sacramento, 2

Quiere El, para el bien de las criaturas, que su cuerpo, su alma y su divinidad
se hallen en todos los rincones del mundo, a fin de que podamos hallarle
cuantas veces lo deseemos, y así en El hallemos toda suerte de dicha y
felicidad.

Santo Cura de Ars


Sermón sobre el Jueves Santo
En toda forma de culto a este Sacramento hay
que tener en cuenta que su intención debe ser
una mayor vivencia de la celebración
eucarística. Las visitas al Santísimo, las
exposiciones y bendiciones han de ser un
momento para profundizar en la gracia de la
comunión, revisar nuestro compromiso con la
vida cristiana; la verificación de cada uno ante la
Palabra del Evangelio, el asomarse al silencioso
misterio del Dios callado... Esta dimensión
individual del tranquilo silencio de la oración,
estando ante él en el amor, debe impulsar a
contrastar la verdad de la oración, en el
encuentro de los hermanos, aprendiendo
también a estar ante ellos en la comunicación
fraternal.

LA EXPOSICIÓN

La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento es


un acto comunitario en el que debe estar presente la
celebración de la Palabra de Dios y el silencio
contemplativo. La exposición eucarística ayuda a
reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo o
invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen
en la comunión Sacramental.

Habiéndose reunido el pueblo y, si parece oportuno,


habiéndose iniciado algún cántico, el ministro se acerca al
altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la
exposición, el ministro, con el paño de hombros lo trae del
lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles
con velas encendidas.
El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto
con mantel; más si la exposición se prolonga durante algún
tiempo, y se hace con la custodia, se puede usar el
manifestador, colocado en un lugar más alto, pero
teniendo cuidado de que no quede muy elevado ni
distante. Si se hizo la exposición con la custodia, el
ministro inciensa al Santísimo; luego se retira, si la
adoración va a prolongarse algún tiempo.

Si la exposición es solemne y prolongada, se consagrará


la hostia para la exposición, en la Misa que antes se
celebre, y se colocará sobre él altar, en la custodia,
después de la comunión. La Misa concluirá con la oración
después de la comunión, omitiendo los ritos de la
conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se
cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación.

LA ADORACIÓN

Durante el tiempo de la exposición, se dirán oraciones,


cantos y lecturas, de tal suerte que los fieles, recogidos en
oración, se dediquen exclusivamente a Cristo Señor.

Para alimentar una profunda oración, se deben aprovechar


las lecturas de la sagrada Escritura, con la homilía, o
breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio
del misterio eucarístico. Es también conveniente que los
fieles respondan a la palabra de Dios, cantando. Se
necesita que se guarde piadoso silencio en momentos
oportunos.

Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo,


se puede celebrar también alguna parte, especialmente las
horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por
medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas
del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a
Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la
Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre
de todo el mundo.

Oh saludable Hostia
Que abres la puerta del cielo:
en los ataques del enemigo danos fuerza,
concédenos tu auxilio.
Al Señor Uno y Trino
se atribuye eterna gloria:
y El, vida sin término
nos otorgue en la Patria.
Amén.

Canta, lengua, el misterio de su palabra,


del cuerpo glorioso terminó el tiempo de su
y de la sangre preciosa destierro
que el Rey de las naciones, dando una admirable
fruto de un vientre disposición.
generoso, En la noche de la última
derramó como rescate del cena,
mundo. recostado a la mesa con los
hermanos,
Nos fue dada, nos nació después de observar
de una Virgen sin mancilla; plenamente la ley
y después de pasar su vida sobre la comida legal,
en el mundo, se da con sus propias
una vez esparcida la semilla manos
como alimento para los tan gran Sacramento;
Doce. y la antigua figura
El Verbo hecho carne ceda el puesto al nuevo rito;
convierte con su palabra la fe supla
el pan verdadero con su la incapacidad de los
carne, sentidos.
y el vino puro se convierte Al Padre y al Hijo
en la sangre de Cristo. sean dadas alabanza y
Y aunque fallen los júbilo,
sentidos, salud, honor, poder
baste sólo la fe y bendición;
para confirmar al corazón una gloria igual sea dada
recto en esa verdad. al que de uno y de otro
Veneremos, pues, procede. Amen.
inclinados

Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo


Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia.

V. Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).


R. Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).

Luego se pone en pie y dice:

Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el
memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de
tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R. Amen.
BENDICIÓN EUCARÍSTICA

Una vez que ha dicho la oración, el sacerdote o el diácono


toma el paño de hombros, hace genuflexión, toma la custodia
o el' copón, y sin decir nada, traza con el Sacramento la señal
de la cruz sobre el pueblo. (A continuación, se pueden decir
las alabanzas de desagravio)

ALABANZAS DE DESAGRAVIO

Bendito sea Dios.


Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

LA RESERVA

Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la


bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento
en el tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo
si parece oportuno, puede hacer alguna aclamación.
Finalmente, el ministro se retira.

También podría gustarte