Está en la página 1de 10

Rézala ante el Santísimo: "Jesús mío, Te amo con todo mi corazón...

"

Señor mío Jesucristo,


que por el amor que tienes a los hombres
estás de noche y de día en este Sacramento lleno de piedad y de amor,
esperando , llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte,
yo creo que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
 
Te adoro desde el abismo de mi nada
y Te doy gracias por todos los regalos que me has dado,
especialmente por haberme dado en este Sacramento
Tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad,
por haberme dado como abogada a Tu Santísima Madre,
la Virgen Maria,
por haberme llamado a visitarte es este momento.
 
Adoro a Tu Amantísimo Corazón
y deseo adorarlo por tres motivos.
primero, en agradecimiento de esta tan preciosa dádiva,
segundo, para desagraviarte de todas las injurias que recibes de Tus enemigos en este Sacramento
y
tercero porque deseo en esta visita
adorarte en todos los lugares de la tierra,
aún en la red, donde estás ahora ante mi oculto y mas abandonado.
 
Jesús mío, Te amo con todo mi corazón,
perdona todas las veces que Te he ofendido en el pasado
a Tu infinita bondad.
 
Propongo con la ayuda de Tu gracia,
enmendarme en el futuro,
y ahora miserable como soy,
me consagro totalmente a Vos,
te doy y entrego toda mi voluntad,
mis afectos, mis deseos y todo cuanto me pertenece.
 
De hoy en adelante, haz Señor de mí y de mis cosas
todos lo que Te agrada.
 
Lo que yo quiero y Te pido es tu amor,
la perfecta obediencia a Tu Santísima voluntad
y la perseverancia final.
 
Te pido por las almas del Purgatorio,
especialmente las mas devotas del Santísimo Sacramento y de Tu Madre.
 
En fin mi amado,
uno todos mis afectos y deseos con los de Tu Amorosísimo Corazón
y así unidos los ofrezco a Tu Eterno Padre
y te pido en Tu Nombre que por Tu amor los acepte
y mire benignamente.
 
Amén.

________________________________________________________________________________

¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido
y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a
Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste
cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en
oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no
respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no
gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús!
Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme
y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón,
cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra
en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza
para luchar y vencer.
No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al
fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.
Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo...
Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las
virtudes vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con
generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen,
fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que
no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado
con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido
triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del
mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo.

Amén.

Jesús te habla al corazón:


“Ven a Mí . . . Yo te daré nuevas fuerzas.” “Cuánto he deseado verte y
pasar algún tiempo de quietud contigo, en comunión contigo ‘de corazón a
corazón’, como lo hacen los mejores amigos. Sé que estás cansado y agotado por las
vicisitudes, los quehaceres y los problemas de la vida y del mundo. Querido mío,
quiero que me cuentes todos tus pesares. Todo lo que te preocupa a ti me
preocupa a Mí. Me gusta escuchar y el tiempo que tengo es ilimitado. Quédate
conmigo y descansa un rato. Permíteme llenarte de amor, alegría y paz. Solamente Yo
puedo darte paz verdadera, una paz que el mundo no puede dar. Cuéntame de tus
necesidades y tus anhelos. Cuéntame de tus seres queridos, cómo están y qué
cosas necesitan. Ellos son mis amados también.”

* Háblale a Jesús en el Santísimo Sacramento (ya sea que esté en el sagrario


o expuesto en la custodia) tal como le hablarías a tu mejor amigo. Dale a
conocer todas tus preocupaciones y necesidades, y también las de tus familiares,
seres queridos, amigos y vecinos. Manifiesta dolor por las faltas que hayas
cometido (pecados), y por las personas a quienes hayas perjudicado u ofendido.
Pídele la gracia de perdonar a todos los que te hayan hecho daño. Ora pidiendo
guía y curación.
* Quédate un momento en silencio para escuchar (con el corazón y la mente) lo
que Él te diga.

“Amado mío, dime todo lo que te cause felicidad y satisfacción. Cuéntame qué
es lo que te gusta de las personas, lugares y cosas . . . Dime, ¿me amas?

* Ofrécele al Señor tu amor, tu corazón y tu vida (todo lo que eres, tienes y


haces).

* Lee la Biblia, reza el rosario, reza la coronilla de la Divina Misericordia


o usa tu devocionario favorito o cualquier otra oración que el Espíritu Santo
te inspire a usar.

“Querido mío, te doy muchas gracias por visitarme. Te amo tanto y tu compañía
me llena de gran alegría. Te guardaré a ti y a todos tus seres queridos, y
también todas tus intenciones, en Mi corazón y mi mente. Los presentaré a
Nuestro Padre y enviaré al Espíritu Santo para fortalecerte a ti y a ellos.
Recuerda que Yo estoy siempre aquí para ti. Por favor, regresa y visítame muy pronto.”

ADORACIÓN: ¡Oh, Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, ¡te amo en el


Santísimo Sacramento!

¡Dios mío, creo en Ti, te adoro, espero en Ti y te amo! Te pido perdón por
todos los que no creen, no te adoran, no esperan en Ti ni te aman. ¡Oh,
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro con todo mi corazón! Te
ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, tu Hijo,
presente en todos los tabernáculos del mundo en reparación por los ultrajes,
los sacrilegios y la indiferencia con que se le ofende, y por los infinitos
méritos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te ruego
por la conversión de los pobres pecadores.
¡Seas por siempre bendito y alabado mi Jesús Sacramentado!

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en


ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y todo será creado y renovarás la faz
de la tierra.
Oh, Dios, que con la luz del Espíritu Santo iluminas los corazones de tus
fieles, concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, disfrutemos de lo que
es recto y nos gocemos con su consuelo celestial. Por Jesucristo, Nuestro
Señor. Amén.
¡Padre, Hijo y Espíritu Santo, ilumíname y, con Tu gracia, fortaléceme!

Santo Ángel Custodio, adorador excelso de nuestro eterno Rey oculto en la


Sagrada Eucaristía, obtén para mí un amor y una estima siempre crecientes por el
Santísimo Sacramento. Ayúdame a perseverar y fielmente corresponder a las
magníficas gracias sacramentales que recibo diariamente. Amén. ¡Arcángeles San
Miguel, San Gabriel y San Rafael, rueguen por nosotros!

ACCIÓN DE GRACIAS: Jesucristo, mi Señor, ¡te adoro! Te doy gracias por tu


maravilloso amor que te mantiene en la tierra con nosotros, día y noche, en la
Sagrada Eucaristía. Te doy gracias por el don de la vida, por mi familia, mis
amigos y mis seres queridos; por las innumerables gracias y bendiciones que has
derramado sobre mí y sobre toda persona en todo el mundo. Te doy gracias,
Señor, por tu constante, misericordioso y tierno cuidado.

¡Oh, Dios mío, te amo por todas las gracias que me has prodigado!

OFRECIMIENTO: Amado Jesús, me ofrezco a Ti. Me pesan todas las veces que te
he ofendido a Ti y al prójimo. Quiero hacer reparación por mis faltas pasadas
y cumplir la voluntad de Dios en todas las cosas, hoy y todos los días de mi
vida. Ayúdame a orar, vivir y trabajar, te suplico, para honor y gloria de Dios
y para llevar a otros a tu presencia en la Sagrada Eucaristía. Con tu amor y
tu gracia quiero ayudar a llevar a muchas almas al cielo para vivir contigo en
la plenitud de tu amor, paz y alegría por toda la eternidad. Amén.

Comunión espiritual: Creo, Jesús mío, que sois el Hijo de Dios vivo, que
habéis muerto en la cruz por mí, y estáis ahora real y verdaderamente en el
Santísimo Sacramento del Altar. Os pido perdón de todos mis pecados. Os amo sobre
todas las cosas y deseo recibiros. Venid a mi corazón. Os abrazo como si ya
hubierais venido y me uno enteramente a Ti. No os apartéis jamás de mí.

¡Corazón Eucarístico de Jesús, ten misericordia de mí y del mundo entero!

Alma de Cristo: Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame.


Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo,
confórtame. Oh, buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No
permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi
muerte, llámame y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe por los siglos
de los siglos. Amén. (San Ignacio de Loyola)

PETICIONES: Jesucristo, Señor mío, te ruego que ayudes a mi familia, amigos


y seres queridos con nuestras necesidades e intenciones, que concuerdan con la
voluntad de Dios. Amado Jesús, te ruego que auxilies a todos los enfermos,
los que sufren, los moribundos (especialmente los que morirán este día) y los
que ya han muerto. Recuerda, Señor, a todos los que más necesitan el amor y la
misericordia de Dios en ese día y en esta misma hora. Dios mío, te ruego que
des fuerzas a nuestro Santo Padre para que dirija nuestra Iglesia en la
plenitud de la verdad de nuestra fe. Envía a tu Espíritu Santo sobre todos los
sacerdotes y religiosas de nuestra Santa Madre Iglesia. Oro pidiendo que todos ellos
sean santos y verdaderos discípulos de la fe que Tú nos has transmitido, para
que nuestra Iglesia permanezca siempre Una, Santa, Católica y Apostólica.
Santa Catalina de Siena, ruega para que el Vicario de Cristo se oponga siempre al
espíritu del mundo.
Santa María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
San José, Patrono de la Iglesia Universal, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Lisieux, Patrona de los Misioneros, ruega por nosotros.

Oración de San Francisco por la paz: Señor, hazme un instrumento de tu paz:


haz que donde haya odio, siembre yo amor; donde haya injuria, perdón; donde
haya duda, fe; donde haya desaliento, esperanza; donde haya sombras, luz; donde
haya tristeza, alegría. ¡Oh Divino Maestro! que no busque ser consolado, sino
consolar; que no busque ser comprendido, sino comprender; que no busque ser
amado, sino amar; porque dando es como recibimos; perdonando es como Tú nos
perdonas; y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
Nuestra Señora, Reina de la Paz, ruega por nosotros.
San Francisco de Asís, mensajero de la Paz, ruega por nosotros.
Santa Clara de Asís, adoradora de Jesús, ‘Príncipe de la Paz’, ruega por
nosotros.
Toda alabanza, adoración, amor y acción de gracias sean siempre dadas al
Corazón Eucarístico de Jesús en todos los sagrarios del mundo y hasta el fin de
los tiempos. Amén.

Oración por la vida: Señor nuestro, Jesucristo, Hijo del Dios Vivo e Hijo
de María, te alabamos y te damos gracias por el espléndido don de la vida, la
Vida Divina y la vida humana. Nos comprometemos a adorar y proclamar tu
Presencia Personal en la Sagrada Eucaristía, porque solamente en Ti está la
victoria de la vida. Dedicamos nuestra vida a proteger y defender la vida humana en
todas sus formas: los bebés no nacidos, los enfermos, los ancianos, los pobres
y todas las víctimas de la violencia. Te imploramos que derrames tu Amor y tu
Misericordia sobre el mundo entero, porque Tú eres la verdadera fuente de toda
forma de paz y de toda esperanza.
Por el poder vivificante de Tu Precioso Cuerpo y Sangre, te rogamos que
nos fortalezcas y nos guíes para proclamar, proteger y defender la dignidad y
la santidad de la vida. Transfórmanos, por tu Presencia Misericordiosa en el
Santísimo Sacramento, para que todos seamos uno contigo y con el Padre y el
Espíritu Santo ahora y para siempre. Amén.

¡Todos los Santos Ángeles y los Santos del Cielo, rueguen por nosotros y por
el mundo entero!

“¿Os dais cuenta de que Jesús está allí en los sagrarios expresamente para
vosotros y nada más que para vosotros? Lo hace porque tiene el ardiente deseo de
venir a vuestros corazones.” “Qué le decís a Jesús? Yo no le digo nada;
solamente lo amo. (Santa Teresa, la Florecilla, Doctora de la Iglesia).

“Oh Dios-Hombre, presente en este Sacramento para mí, ¡qué consolación, qué
privilegio saber que me postro delante de Dios! ¡Y pensar que este Dios me ama!
. . . María, madre mía, ayúdame a corresponder a su amor” (San Alfonso de
Ligorio, Doctor de la Iglesia).

“Estoy bastante segura de que si tan solo una vez pudiéramos acercarnos al
Santísimo Sacramento con gran fe y amor, eso sería suficiente para hacernos
espiritualmente ricos. ¡Cuánto más si lo hacemos con frecuencia!” (Santa Teresa de
Ávila, Doctora de la Iglesia).

“Adorad y alabad el inmenso amor que Jesús tiene para vosotros en este
Sacramento de Sí mismo . . . Él viene personalmente del cielo para vosotros, para
ofreceros compañía y consolación” (San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la
Eucaristía).

“¿Qué os ha dejado vuestro Dios? Él mismo se ha quedado, enteramente Dios y


enteramente hombre, oculto tras la blancura de este pan. ¡Oh, fuego de amor!
¿No era acaso suficiente donarnos la creación a Vuestra imagen y semejanza y
crearnos de nuevo a la gracia en la sangre de Vuestro Hijo, sin daros Vos mismo
como alimento, la totalidad del ser divino, la totalidad de Dios?” (Santa
Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia).

“Un día un amigo más bien mundano le preguntó [a San Francisco]: ‘Padre, qué
hacéis en tan largas horas delante del Santísimo Sacramento?’ ‘Hijo mío, te
pregunto a mi vez ¿qué hace el pobre a las puertas del rico, el enfermo en
presencia de su médico, el sediento al borde del arroyo cristalino? Lo que ellos
hacen, yo lo hago ante el Dios Eucarístico. Yo ruego; yo adoro; yo amo’” (La
Vida de San Francisco de Asís, Nesta de Robeck).

“No olvidemos visitar . . . a Jesús. Digámosle que lo amamos. Le podemos


preguntar qué espera de nosotros y cuáles son sus deseos. A veces podemos pedirle
algo para nosotros o algo para otras personas. Uno le puede hablar a Jesús de
hermano a hermano, de amigo a amigo, y con más apertura aún, ya que muchas
veces sucede que los hombres no nos entienden, mientras que Jesús nos entiende
perfectamente a cada uno” (San Maximiliano Kolbe).

“Te dejaste a Ti Mismo en el Sacramento del Altar, y nos abriste de par en


par Tu Misericordia. No hay miseria que Te pueda agotar; llamaste a todos a esta
fuente de amor, a este manantial de la piedad divina. Aquí está el trono de
Tu Misericordia, aquí el remedio para nuestras enfermedades. . . Aquí está la
Fuente viva de Tu Misericordia, aquí las almas encuentran consuelo y alivio”
(Santa Faustina).

“Arrodíllate y rinde el tributo de tu presencia y devoción a Jesús en el


Santísimo Sacramento. Confíale todas tus necesidades, junto con las de otras
personas. Háblale con abandono filial, da rienda suelta a vuestro corazón, y dale a
Él completa libertad para actuar en ti como Él lo desee” (San Pío de
Pietrelcina).

“El fruto del silencio es la ORACIÓN, el fruto de la oración es la FE, el


fruto de la fe es el AMOR, el fruto del amor es el SERVICIO, el fruto del
servicio es la PAZ” (Beata Madre Teresa de Calcuta).

También podría gustarte