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Tesis, 10(11), 2017, 37-52

Crítica literaria sobre Cuentos andinos


de Enrique López Albújar
Literary critique of Andean Tales by Enrique López Albújar

Yuri Jesús Vílchez Bejarano


Universidad Nacional Mayor de San Marcos
yurijesusvilchezbejarano@hotmail.com

Resumen

Analiza Cuentos andinos de Enrique López Albújar y repara que, desde su apa-
rición, en 1920, son escasos los estudios de esta obra considerada un eslabón
importante del desarrollo de la literatura indigenista en el Perú. Ante este vacío,
repasa diversos trabajos críticos e interpretativos realizados con el objetivo de
identificar las grandes líneas constitutivas de la imagen predominante de esta
obra a lo largo del siglo XX. Propone que el estancamiento de la interpretación
crítica de Cuentos andinos es producto de un discurso monotemático centrado
en algunos tópicos del realismo indigenista.
Palabras clave: indigenismo, modernismo, realismo, nación, crítica literaria.

Abstract

It analyzes Andean tales of Enrique Lopez Albújar and repairs that, since its
emergence, in 1920, are scarce the studies of this work considered an important
link in the development of indigenist literature in Peru. In the face of this emp-
tiness, he reviewed several critical and interpretative works carried out with
the aim of identifying the large constituent lines of the predominant image of
this work throughout the twentieth century. It proposes that the stagnation of
the critical interpretation of Andean tales is the product of a monothematic
discourse focused on some topics of indigenist realism.
Keywords: indigenism, modernism, realism, nation, criticism literary.
Crítica literaria sobre Cuentos andinos
de Enrique López Albújar

Introducción

Desde que Cuentos andinos se publicó en 1920, muy poco se ha escrito con pro-
fundidad y extensión sobre este libro, a pesar de ser considerado por muchos
como fundamental en el estudio del indigenismo peruano y, su autor, reconoci-
do como uno de los escritores más destacados de la primera mitad del siglo XX:
en 1962 fue nombrado por el gobierno del Perú como “Patriarca de la Letras”.
Sin embargo, hoy es una obra, como veremos más adelante, reducida a unos
cuantos temas de estudio y a la imagen brutal del indio en un par de cuentos. La
evidente contradicción, entre la importancia reconocida de la obra y el aparente
olvido en el que se halla, nos ha motivado a preguntarnos en torno a los motivos
de esta hecho, pues no consideramos que se deba a “una distracción involuntaria
de la academia” (Barúa, 2011, p. 215).
Es necesario hurgar en la manera cómo se ha venido leyendo este texto a lo
largo de los años para encontrar los fundamentos de este caso. Somos conscien-
tes, además, que este camino nos ha llevado a reflexionar, aunque de modo indi-
recto, sobre los estudios literarios en el Perú. Esto debido a que, y esta es nuestra
idea central, el desfase entre la importancia otorgada al libro y la poca atención
que ha merecido tiene que ver con el predominio del realismo en la mirada de
la crítica sobre el libro de cuentos más importante de Enrique López Albújar.

1. El realismo como paradigma de la crítica literaria durante el siglo XX

Es evidente que el contexto en el que Cuentos andinos (CA) se convirtió en una


obra emblemática de la narrativa peruana y del indigenismo en particular ha
quedado en el pasado. A casi un siglo de la publicación de este libro de cuentos,
los conflictos sociales y políticos que inspiraron el discurso Indigenista han
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prácticamente desaparecido, salvo el desencuentro cultural que, aunque trasto-


cado por la modernidad, evidencia la enorme distancia que existe entre Aves sin
nido y País de Jauja o Rosa Cuchillo, por poner algunos ejemplos. Todo esto nos
obliga a no solo revisar la bibliografía en torno a la obra que vamos a estudiar
sino a contextualizarla dentro del devenir de la crítica literaria frente al discur-
so Indigenista durante el siglo XX. Con ello, esperamos poder identificar los
valores fundamentales otorgados por la comunidad académica1 a nuestro libro
de cuentos. Leer la crítica de una manera diacrónica es establecer una narrativa
en la cual se observarán las ideas y las lecturas en su devenir.

1.1. El primer debate

Aquellos quienes abordan la formación de la crítica literaria en el Perú coin-


ciden en ubicar sus inicios durante el primer cuarto del siglo XX; porque es,
en esta época, cuando se instituyen los paradigmas principales que pugnarán
en pos de establecer el canon dominante durante el siglo XX: José de la Riva
Agüero, Luis Alberto Sánchez y José Carlos Mariátegui. Si bien en los siglos
anteriores se puede hablar, en cierto modo, de crítica o comentario literario, es
entre 1905 y 1928 cuando se produce una sistematización de nuestra literatura
sobre la base de un proyecto cultural, político y social. En ese sentido, hablamos
de discursos ideológicos que constituyen y construyen nuestra literatura bajo el
concepto de lo nacional, idea impuesta por la modernidad.
A cien años de las guerras de independencia y después de la derrota frente a
Chile, el Perú estaba en la búsqueda de un signo que lo articule como nación, 2
la cual será interpretada desde diversos ángulos: la visión hispanista de José de
la Riva Agüero, quien asume la mirada de la oligarquía criolla y evalúa nuestra
literatura como una provincia de la española; la totalizadora en el mestizaje
propuesto por Luis Alberto Sánchez, representante de una naciente burguesía
criolla (Lauer, 1989, p. 65) a través de la cual insertará el discurso indígena
como parte de nuestro pasado cultural; y la popular mestiza de José Carlos
Mariátegui, quien desde una lectura personal del marxismo describe la com-
plejidad de nuestro controversial sistema literario.
Como sabemos, las dos posturas que trascenderán sus orígenes y las de
mayor influencia son las de Sánchez y Mariátegui. La primera, a pesar de ser
muy criticada por su subjetividad e imprecisiones, logró mantenerse como parte
del establishment literario (Lauer, 1989), influenciando a posteriores historió-
grafos como Tamayo Vargas y Alberto Tauro del Pino. La segunda, aplacada
principalmente por la propia izquierda que minusvaloró los aportes del Amauta
(Flores Galindo, 1991), fue rescatada a partir de los sesenta y setenta por las
relecturas críticas de Cornejo Polar y Washington Delgado. En ambos casos,
factores sociales y políticos, sobre todo la influencia del APRA y el Partido

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Crítica literaria sobre Cuentos andinos de Enrique López Albújar

Socialista, contribuyeron a la sustentación de la postura de Sánchez y a la mar-


ginación de la perspectiva de Mariátegui.
Este breve recuento es necesario para contextualizar la famosa polémica so-
bre el Indigenismo que se produjo en 1927 entre José Carlos Mariátegui y Luis
Alberto Sánchez, en el que nuestro libro se vio involucrado. En aquel debate,
estos dos estudiosos mostraron aprecios muy distintos sobre López Albújar sin
saber, probablemente, que con ello estaban constituyendo las dos posturas prin-
cipales desde donde sería evaluado Cuentos andinos durante el corto siglo XX
en el Perú. Antes de este hecho, no hubo una reflexión profunda sobre Cuentos
andinos, a lo sumo comentarios encomiásticos por un lado y cuestionamientos
subjetivos por el otro. Por ejemplo, en la edición de Cuentos andinos de 1924,
el autor incluye algunos comentarios escritos en torno a la primera edición de
la obra. Muchas de estas observaciones giran sobre la idea del realismo o la
veracidad de la imagen del indio presentado, también destacan el tono épico de
la representación.
Veamos algunos de ellos. Ricardo Vega García señala, con respecto al libro
de López Albújar, que “son, pues, estos cuentos cuadros entresacados de la vida
provinciana” (1924, p. 274). Alcides Arguedas habla de un “realismo amargo”
presente en la obra (p. 285). Para F. A. Loayza, en el libro, “hay escenas de sal-
vajismo heroico” (p. 278). De la misma idea es Julio Félix Castro, quien resalta
que “flota en ellos un aliento de epopeya” (p. 277). Para Fray Pedro Martínez
Vélez, “Cuentos andinos son (sic) una obra realista a través de un fuerte tempe-
ramento artístico” (p. 283). Por otro lado, Max Daireaux señala que “le pareció
un poco pesado” (p. 281) y algunos cuentos no tiene “nada esencial” (p. 281).
Como podemos apreciar, el facto realista es constantemente considerado en las
apreciaciones.
Volvamos a la polémica de 1927. El juicio de Luis Alberto Sánchez es to-
talmente negativo sobre la visión del indio que entrega López Albújar. Ironiza
sobre el escrito “Psicología del indio” al decir que son “crueles y demoledoras
apostillas de López Albújar en contra del mismo indio” (Aquézolo, 1976, p.
69), las cuales, en opinión de Sánchez, provocan “la necesidad inaplazable de
ir a la raza (…) para exterminarla” (p. 70). A su turno, en respuesta a Sánchez,
Mariátegui señala que el indio representado por el autor de Cuentos andinos
debe leerse sobre la interpretación que López Albújar realiza sobre el indio al
afirmar que este es “una esfinge de dos caras”: una es la apacible, la del ayllu; la
otra, la violenta y vengativa, de la cual dice Mariátegui, que “corresponde a la
actitud del indio ante el blanco, ante el misti” (p. 75 [cursivas en el original]).
Como podemos apreciar, ambos críticos coinciden en la representación
agresiva del indígena por parte de López Albújar. Sin embargo, difieren en
su interpretación. Por un lado, para Sánchez, la imagen del indio en el libro

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de cuentos es amarga, triste y anormal. Así, en su libro La literatura peruana,


Sánchez desmerece el valor literario de Cuentos andinos al señalar que presenta
“un estilo directo, apenas dorado de literatura (…) era un libro amargo, más so-
ciológico que literario, una sucesión de casos tristes, anormales algunos, todos
en los linderos de la penalidad” (1981, p. 1176). Por otro lado, para Mariátegui,
los personajes son la expresión de los sentimientos originales y autóctonos del
mundo de la sierra. En “El proceso de la literatura”, Mariátegui señala, con
respecto al indio, que
la servidumbre ha deprimido, sin duda, su psiquis y su carne. Le ha
vuelto un poco más melancólico, un poco más nostálgico. Bajo el peso
de estos cuatro siglos el indio se ha encorvado moral y físicamente. Mas
el fondo oscuro de su alma casi no ha mudado (…) Cuentos andinos es
el primero que en nuestro tiempo explora estos caminos (…) aprehen-
den, en sus secos y duros dibujos, emociones sustantivas de la vida de
la Sierra, y nos presentan algunos escorzos del alma del indio (2002
[1928], p. 336).

En este sentido, Cuentos andinos es un ejemplo del indigenismo propuesto


por el Amauta. Detrás de estos juicios podemos intuir el deseo de demostrar
cómo los relatos contribuyen a la construcción de la idea sobre la nación que
expresa cada crítico.

1.2. El segundo debate

Durante la década de los 30 y los 50, la comunidad académica guardó reserva


en torno a Cuentos andinos; mientras que, por el lado de la comunidad interpre-
tativa, ira creciendo la fama de López Albújar debido, sobre todo, a su novela
Matalaché. Este silencio de la comunidad académica se podría deber, en parte,
como señalan Díaz, Fernández, García-Bedoya, y Huamán (1990), a un re-
troceso de las vanguardias y a un restablecimiento del orden oligárquico, “la
crítica literaria se vuelve aproblemática y pierde significado en el debate nacio-
nal” (p. 174). Si bien, por el lado de la creación literaria, Ciro Alegría y José
María Arguedas impulsan el discurso Indigenista, acompañados del avance de
disciplinas como la historia y la antropología, la crítica literaria está rezagada,
pertrechada en el discurso anecdótico y subjetivo como el de Luis Alberto Sán-
chez (ídem.).
Es a partir de la década de los 60 cuando se propicia la redacción de una
serie de artículos y estudios sobre la narrativa de López Albújar. Este mo-
mento corresponde a la apertura de nuevas corrientes críticas en el Perú (Díaz
y otros, 1990, pp. 175-176), producto de la influencia de la estilística de Luis
Jaime Cisneros y la fenomenología inicial de Alberto Escobar. La crítica lite-
raria irá constituyéndose a través de dos vertientes: la primera, sobre la base de

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Crítica literaria sobre Cuentos andinos de Enrique López Albújar

las ciencias sociales, retomará los conflictos culturales en pos de la identidad


nacional; la segunda, será impulsada por las corrientes formalistas y neopositi-
vistas de la crítica literaria europea (p. 179).
La crítica literaria sobre Cuentos andinos, posterior a la etapa de Luis Al-
berto Sánchez y la influencia poderosa de este, se va a desarrollar a través de la
primera vertiente señalada en el párrafo anterior. Es una época donde la novela
se alimenta de los discursos de las ciencias sociales y, de ese modo, serán estas
las que precisamente constituyan los parámetros de veridicción y realidad de las
obras literarias, creándose de esta manera una especie de tautología de la mí-
mesis (González Echevarría, 2000). El mejor ejemplo de esa relación la encon-
tramos en la conocida mesa redonda sobre la novela Todas las sangres, acaecida
en 1965. Allí, de modo evidente, se produce la imposición del discurso realista
de las ciencias sociales frente a la búsqueda de la independencia ficcional de la
literatura.
En este contexto, la lectura de Cuentos andinos, como gran parte de la crí-
tica literaria apoyada en las ciencias sociales, tendrá como unidad de medida,
supuestamente, la proximidad de la imagen representada del indio y el referen-
te real que se asume en cada contexto. Resaltemos aquí que ese también es el
trasfondo de la discusión entre Sánchez y Mariátegui: la veracidad en la repre-
sentación del indio. Es así como, desde esta categoría y desde el estereotipo de
indio agresivo y perverso, que fue centro de la discusión en 1927, se interpretará
la obra para valorarla ya sea de forma negativa o positiva.
En cuanto a comentarios y opiniones negativas sobre el indio representado
en Cuentos andinos, diversos autores han precisado que: “López Albújar pudo
juntar un mayor número de negaciones humanas del indio porque lo relegó a
un primitivismo que parece ignorar la gloria del incario” (Cáceres, 1981, p. 6);
este mismo autor anota que “el indigenismo negativo de López Albújar (socio-
lógicamente y no desde el punto de vista literario) sigue pues las indicaciones
de la ‘Psicología del indio’” (p. 6); Rita Gnutzmann señala al respecto: “ha
abandonado el clisé del indio débil, sumiso y triste para subrayar características
como el valor, la inteligencia, el amor, la rebeldía, la fidelidad; aunque exagere
a veces su violencia” (2007, p. 68); “esos relatos introducen la novedad de captar
la psicología indígena con un trazo directo y nada embellecedor, pero su visión
tiende a ser determinista, fría y poco comprensiva: observación de casos más
que introspección” (Oviedo, 2001, p. 451). Vargas Llosa observa que “Un im-
presionante catálogo de depravaciones sexuales y furores homicidas del indio,
al que López Albújar, funcionario del Poder Judicial en distintos lugares del
Perú, sólo parece haber visto en el banquillo de los acusados” (citado en Escaja-
dillo, 1994, p. 19). Para Francisco José López Alfonso, peruanista español, esta
opinión prejuiciosa sobre Cuentos andinos ha dificultado su posterior estudio
(1998, p. 112).

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Por otro lado, quienes mejor representan la vertiente que rescata la obra de
López Albújar son Raúl Estuardo Cornejo y Tomás Escajadillo. El primero, el
más importante estudioso de su obra,3 al hablar sobre Cuentos andinos, destaca
el realismo presente en su literatura: “La casi totalidad de la literatura de López
Albújar es enteramente vivencial; hay en su prosa muy poco de elaboración ex-
clusivamente cerebral” (1960, p. 93).4 Para Raúl E. Cornejo, este libro de cuen-
tos es quien da a luz a un neo-realismo nacional, con lo cual se dejará atrás al
modernismo (1962, p. 117; 1960, p. 94). Por su parte, Escajadillo destaca Cuen-
tos andinos como una obra iniciadora del indigenismo. Esto, según el autor, por
su grado de cercanía que logra al “‘mundo total’ del habitante andino” (1993, p.
49). Volvemos a constatar que la cercanía o la plasmación de la “realidad” es la
magnitud con la que se miden los relatos de López Albújar.
Luis Fernando Vidal es otro ejemplo de esta apreciación: “lo cierto es que
los relatos de López Albújar parten de una experiencia de la realidad, a la que
accede por vía de la observación” (1987, p. 6). Igual se puede leer en Ricardo
González Vigil: “se consagró a una narrativa realista de tipo directo, recio,
áspero y crítico de las lacras sociales, con claras resonancias del Naturalismo
francés, y de las ópticas determinista y positivista” (1990, p. 153). Del mismo
modo, Antonio González Montes se centra en describir los mecanismos de
verosimilitud en el cuento “Los tres jircas” (1972). Mejía Baca, en el prólogo a
la edición de Cuentos andinos de 1950 ubica a estos relatos dentro de lo que de-
nomina indigenismo social (1950, p. 7). Para Estuardo Núñez “el neo-realismo
adquiere vigencia con Cuentos andinos” (1965, p. 74). Francisco Carrillo ubica a
Cuentos andinos dentro del realismo social (1971, p. 6).
El predominio del realismo como código de lectura permitirá situar este
texto en los inicios del indigenismo y, además, presentarlo como un vínculo
entre las obras de Narciso Aréstegui, Clorinda Matto de Turner y las novelas de
Ciro Alegría, José María Arguedas (Carrillo, 1967, p. 151; Escajadillo, 1994, p.
44; Castro, 1964, p. 160, Cornejo Polar, 1980, p. 115). Sin embargo, también
provocará un encajonamiento del autor y su libro en un estereotipo hecho de in-
digenismo y neorrealismo. Quizá por ello, en este periodo, no se han realizado
más estudios sobre Cuentos andinos.
Si bien, entre el primer debate y el segundo debate existen diferencias, ambos
momentos se unen cuando detrás de la polémica se encuentra el deseo de estable-
cer una lectura de nuestra identidad nacional. La primera etapa puede ser identi-
ficada con una actitud homogeneizadora sobre la base de los discursos políticos y
sociales ya sea en lo mestizo popular o lo criollo. La segunda se condensa en una
visión heterogénea del discurso indigenista, aunque sin el enfoque multidiscipli-
nario. Sin embargo, mire por donde se la mire, esta obra ha sido particularmente
siempre valorada desde la mímesis del realismo, es decir, desde su capacidad para
representar la realidad. Creemos que la saturación de este código de lectura ha

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provocado la paradoja descrita al inicio, y a ello contribuyó la obra misma al pre-


sentarse y valorarse como un texto fidedigno de una realidad.

1.3. La lectura realista propuesta por el libro de cuentos

Al comparar las primeras dos ediciones de Cuentos andinos, la de 1920 y la


de 1924, con las posteriores, se desatacan algunas diferencias resaltantes en el
nivel paratextual. Inicialmente el título del libro era Cuentos andinos. Vida y
costumbres indígenas (1920, 1924). En ediciones siguientes aparecerá solo como
Cuentos andinos. Por otro lado, los títulos de cada cuento tenían, en las dos
primeras ediciones, una nota a píe de página con la respectiva traducción de
los términos quechuas empleados. Estos, luego, pasaron al final del texto a
manera de vocabulario de consulta. Por último, el detalle más significativo es
la presencia del prólogo de Ezequiel S. Ayllón en la edición de 1920 y 1924.
Este prólogo, que posteriormente será excluido de la obra, se autodefine como
una visión crítica sobre los relatos: “Ha sido por este afán de no salir del am-
biente local, más que por otras consideraciones, que López Albújar ha querido
de nosotros el presente examen crítico, nuestra opinión respecto de sus cuen-
tos” (Ayllón, 1920, p. II). Con ello, el prólogo establece una línea de lectura:
los cuentos son muestrarios de las diversas condiciones del hombre andino, de
sus costumbres y naturaleza. Es posible observarlos en estos fragmentos del
prólogo:5 “La descripción que hace de los cerros Marabamba, Rondos y Pau-
carbamba tiene la virtualidad de una fotografía iluminada al natural” (p. II);
“el cuento USHANAM-JAMPI contiene apreciaciones bien meditadas de la
condición psicofísica del indígena” (p. VII); “el cuento titulado EL LICEN-
CIADO APONTE es la relación repetida de memoria por nuestros indígenas
y constatadas en los estrados judiciales, de la metamorfosis que, por lo gene-
ral, se observa en los licenciados, una vez que regresan a sus estancias” (p. IX);
“el cuento CACHORRO DE TRIGRE es un estudio antropológico del tipo
genuinamente indígena" (p. X); “la nota sobresaliente de López Albújar es la
precisión y colorido de las descripciones” (p. XVI). Como podemos apreciar,
el prólogo busca establecer vínculos entre el mundo representado en los relatos
y los hechos o espacios del referente, así también destaca el minucioso trabajo
de investigación que hubo detrás de la composición de los cuentos.6
El objetivo del prólogo y el subtítulo de la obra proponen que el libro pre-
senta, a través de sus relatos, la auténtica naturaleza del indio.7 Esto parece
evidenciarse por las constantes sentencias o valoraciones sobre el ser del indio
que se mencionan dentro de los relatos: “Y el indio, aunque nuestros sociólogos
criollos piensen lo contrario, no es persona: es una bolsa de apetitos” (López
Albújar, 1965, p. 21, “La soberbia del piojo”), “con ese desprecio que solo el
rostro de un indio es capaz de expresar” (p. 46, “Ushanan-Jampi”), “con ese
gran espíritu de curiosidad que vive latente en su raza (…) la superstición, todo

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ese cúmulo de irracionales creencias con que parece venir el indio al mundo”
(p. 73, “Licenciado Aponte”). Posiblemente el objetivo del texto de mostrarse
como una representación fehaciente de las costumbres y esencias del indio con-
tribuyó con las futuras interpretaciones, las cuales se decantaron siempre por la
vertiente del realismo.

2. El cuestionamiento al realismo decimonónico

En el prólogo a su famosa antología titulada La narración en el Perú, Alberto


Escobar (1956) señala que la vertiente principal de la narrativa peruana era el
realismo. De igual parecer es Washington Delgado al opinar sobre Cuentos
andinos, destaca el realismo como rasgo predominante de nuestra narrativa:
“López Albújar representa un progreso en el camino de la aproximación a la
realidad seguido por la literatura peruana desde sus comienzos” (1984, p. 136).
Recordemos que la categoría que emplea Tomás Escajadillo para establecer los
tres momentos en el desarrollo del indigenismo (indianismo, indigenismo or-
todoxo y neoindigenismo) es la del realismo: diferencia cada etapa dependiendo
de cuán mejor uno represente al indio a diferencia del otro.
Los críticos literarios suelen deslindar Cuentos andinos del modernismo o
minimizar su presencia, porque precisamente para ellos lo que predomina es
el realismo indigenista. Para Tomás Escajadillo “la vigencia del modernismo
había obstaculizado, impedido el crecimiento o postergado el nacimiento de esa
literatura ‘genuinamente nacional’” (1994, p. 21) al proponer, el modernismo,
un indio “no-convincente: idealizado, irreal” (ídem.). Frente a ello, Cuentos an-
dinos representa, entonces, la superación de esa tara, constituyéndose como “la
primera muestra con calidad literaria y suficiente verosimilitud” (ídem.). De la
misma opinión es Francisco Carrillo (1971) quien al hablar de Cuentos andinos
señala que:
el indigenismo beligerante de la generación de 1885 había sido dis-
minuido por la innovadora fuerza del modernismo. El tema nacional
iniciado por Valdelomar sufría (…) las influencias exóticas y estilísticas
del movimiento que impulsó Rubén Darío (p. 42).

En otras palabras, para algunos críticos literarios, el realismo presente en


Cuentos andinos representaría el alejamiento del modernismo,8 visto este, en el
peor de los casos, como un lastre.
Sin embargo, es a fines de los años 80 cuando empiezan a brotar una serie
de lecturas que cuestionan la validez del discurso realista dentro de los relatos
indigenistas. Lo estudios de Efrain Kristal (1991) y Mirko Lauer (1997) des-
criben el cascarón ideológico, político y social que forjan las ficciones indige-
nistas, develando la falacia del realismo literario. En esta línea, se aúna Dorian

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Espezúa (2000) quien, desde una lectura lacaniana, deconstruye el montaje


político del realismo de la novela indigenista. En 1990, Ricardo González
Vigil, en el prólogo a El cuento peruano (1920-1941), contribuye a este cuestio-
namiento al señalar que el realismo fue valorado en exceso en nuestra litera-
tura “en desmedro de la narrativa fantástica o centrada en la experimentación
verbal” (pp. 23-24).
González Vigil denuncia la injusta lectura que reciben algunos autores “en
aras de una mímesis a la manera realista” (p. 25). Por esta época el crítico lite-
rario José Castro Urioste (1991) dice que:
López Albújar expresa a su grupo la existencia del universo andino con
determinadas características, al mismo tiempo que manifiesta que la
dirección y representación de éste es responsabilidad de esa ‘mesocracia’
a la que el escritor peruano pertenecía. (…) Este aspecto aparece clara-
mente en Cuentos andinos no solo porque ciertos hechos de la cultura
indígena son valorados con signo negativo, sino porque se considera
que la solución al problema del indio se encuentra en la medida en que
este adquiere caracteres y valores del mundo ‘blanco’. De esta forma,
López Albújar ni representa ni defiende los intereses de este sector ma-
yoritario; en todo caso, como ya hemos afirmado, representa y defiende
los intereses de su grupo (p. 30).

El Indigenismo está mortalmente herido. El debate ahora se desarrollará


en torno a la autoridad en la representación del sujeto subalterno (cfr. Beverly,
2004), propiciando el proceso de deslegitimación o cuestionamiento del rea-
lismo indigenista, el cual, desde la crítica literaria en el siglo XX, se había
autoproclamado como el discurso auténtico en la representación del indio.9 De-
velado el realismo del indigenismo como un artificio a inicios del siglo XXI,
esta lectura quedó desnuda.
A partir de este corte, alejado de las apreciaciones veristas sobre Cuentos
andinos, encontramos a Edmundo Bendezú, quien, aunque aborda la novela
Matalaché, ubica a López Albújar dentro del grupo de escritores modernistas10
y, además, ve en él a un modernista pleno, aunque con proyecciones de realismo
(1992, p. 173). Por otro lado, cabe destacar la crítica al indigenismo que realiza
Norma Barúa desde su análisis de los personajes femeninos presente en los re-
latos. Ella denuncia la masculinización del discurso indigenista, pues la mujer
tiende a ser borrada de la narrativa o se presenta “sin mayores complejidades,
unidimensionales” (Barúa, 2009). Existe una tendencia de la crítica por anali-
zar las estrategias de la construcción del otro (García Sierra, 2007; Churampi
Ramírez, 2015). Pero no hay más.
El prejuicio exacerbado de realismo indigenista, al cual contribuyó a for-
mar el propio autor, conlleva a descartar o sancionar negativamente algunos

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aspectos de la obra que no encajan dentro del referente autorizado por el discur-
so validador de la imagen del indígena. Otra consecuencia es que esta postura
no ha permitido ahondar en otras vertientes de lectura, como por ejemplo la
del modernismo.

Conclusión

Después de este breve repaso por los diversos acercamientos que ha tenido
Cuentos andinos, podemos concluir en una idea básica: se ha destacado sobre-
manera solo el carácter realista de esta obra, de tal forma que se la ha catalogado
como iniciadora del indigenismo. Es así que, por el radicalismo de una lectura
verista del libro, estereotipándolo en una versión de racismo, se ha opacado o
eliminado cualquier otra presencia, sobre todo modernista, dentro del mismo.
Sin embargo, esta preferencia por el código del realismo para leer los relatos
ha provocado un juicio muchas veces negativo sobre la imagen del indio que
proyecta Cuentos andinos. El argumento más conocido que se suele emplear
para explicar dicha representación es la de considerar la experiencia judicial de
López Albújar como la fuente principal, sino la única, de sus personajes. De
ahí, dicen algunos críticos, provienen las imágenes violentas y transgresoras del
indio, pues el juzgado sería una “mala escuela para conocer a una raza o una
clase social” (Sánchez, 1981, p. 1177). Sin embargo, la lectura realista de la obra
no sería el problema, sino el nacionalismo detrás de ella, ya sea desde una pers-
pectiva homogeneizadora o desde una heterogeneizadora. El problema parece
radicar en ese punto: desvirtuado el discurso nacionalista, Cuentos andinos se ha
quedado mudo, inválido, inservible, de ahí el silencio sobre la obra. La crítica
que asume el realismo como discurso ha estancado este libro de cuentos y, con
ello, la ha condenado al olvido.
Vivimos una época donde el discurso de lo nacional está duramente cues-
tionado, donde la literatura ha pasado a un segundo plano como constructora
de identidades colectivas11 y los grandes relatos políticos y culturales del siglo
XX han caído devastados por una crítica descentrada, posmoderna, posestruc-
turalista y extremadamente individualista. ¿Seguiremos acercándonos a Cuen-
tos andinos para pretender exaltar su indigenismo en pos de sostener una imagen
determinada de nuestra nacionalidad?
¿Por qué, al igual como con las novelas de José María Arguedas y Ciro
Alegría, no se ha analizado el texto a partir de la cosmovisión andina y cómo
esta es construida dentro de la novela? ¿Será porque, como dicen en coro al-
gunos críticos, sobresale más el prejuicio del autor, la mirada parcializada o el
escaso conocimiento del indígena? ¿O será porque no contribuye con la ideali-
dad del mundo andino sostenido por el discurso indigenista, imagen simbólica

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Crítica literaria sobre Cuentos andinos de Enrique López Albújar

necesaria para un grupo social mestizo/criollo que se contrapone al proyecto de


otro grupo social mestizo/criollo?
Quizá sea necesario deshacerse de la visera del realismo ortodoxo que do-
minó la crítica sobre el indigenismo (y en realidad gran parte de la crítica litera-
ria durante el siglo XX) para reinterpretar Cuentos andinos. Debemos de evitar
el dogmatismo interpretativo del realismo ortodoxo que hizo de esta obra una
estatua añeja, monosémica, estereotípica y prejuiciosa, un lugar común. Sin
embargo, no podemos negar la importancia de ese realismo ortodoxo en la crí-
tica: fue el síntoma de un proyecto político y social que aglutinó la esperanza de
diversos grupos sociales. Y ese, creo, es su principal legado: hoy, un proyecto de
esa envergadura es necesario para rearticular los estudios literarios en el Perú.

Notas
1 Cabe precisar que nuestro análisis se enfocará principalmente en la lectura desarrollada
por la comunidad crítica, sobre todo en su dimensión secular, es decir, la crítica académica.
(Huamán, 2015, p. 22-24)
2 Resulta sintomático de la época que E. Ayllón, en el prólogo que escribe a Cuentos andinos
señale que “la existencia de la nacionalidad reclama incesantemente la creación de mayores
vínculos con elementos indígenas” (1924, p. 26).
3 Dos tesis indispensables, una de bachillerato (1960) y otra de doctorado (1962), amplían
enormemente la bibliografía sobre y de López Albújar. Lo contradictorio es que estos estu-
dios todavía no se hayan publicado en su totalidad, sino apenas el capítulo III y la bibliogra-
fía de López Albújar perteneciente a la tesis doctoral.
4 Luis Fernando Vidal señalará algo muy parecido cuando sentencia que “la narrativa de
López Albújar no es una aventura de imaginación, la suya es testimonio tanto más vital e
impactante cuanto más cercana de lo verosímil” (1987, p. 6).
5 (las negrillas son mías y se han mantenido las mayúsculas empleadas en el original)
6 López Albújar, dice Ayllón en el prólogo citado, “recogió de nosotros algunos datos, al-
gunas observaciones inéditas; se puso al habla con cuantas personas podrían suministrarle
informaciones en el terreno y entabló con ellas cerradas conferencias, cuestionario escrito
en mano, para no perder detalles y conservar el espíritu de la época y el tinte lugareño del
relato” (1920, p. I).
7 Raúl Estuardo Cornejo (1962) cita una carta en la que López Albújar dice, a propósito de
Cuentos andinos: “mis cuentos (…) son verdaderos estudios sociales” (p. 145). En otra carta
dice: “publico el libro [para] que se sepa por algunos lo que es verdaderamente nuestro in-
dio” (p. 138).
8 “Al entrar en crisis el Modernismo (…) prosperaron la temática regionalista y la óptica
realista (…), consumándose la superación del Modernismo con Cuentos andinos de López
Albújar” (González Vigil, 1990, p. 23). “En los narradores coetáneos predominaba aún una
imagen idealizada, romántica y exotista que poco o nada tenía que ver con la más inmediata
y cotidiana realidad. Así pues, gracias a Cuentos andinos el lector de 1920 pudo descubrir
una tierra y unas gentes con matices no abordados hasta entonces” (García, 2007, p. 1).

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9 “Aunque la novela no tendría que ser un reflejo de la realidad (…) encontramos que los
narradores andinos anuncian que dan una visión del país más fiel a la realidad que los
criollos. Se apela a la similitud con la realidad para encontrar legitimación” (Manky,
2007, p. 96).
10 A diferencia de Alberto Escobar, quien excluye a López Albújar del grupo de escritores
modernistas debido a que califica de poca preocupación en el aspecto formal o estilístico
(Escobar, 1956, pp. XIX-XX).
11 En una reflexión sobre los nuevos temas y vertientes de la literatura latinoamericana, Fer-
nando Ainsa afirma: “El canon actual de la literatura latinoamericana está disperso. Ha
perdido sus tradicionales referentes nacionales” (2010).

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