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NUDO DE PALABRAS: Crónicas de un analizante

Primera Semana

Martes

Estoy indispuesto al aceptar constantemente el soporte de la diferencia ante


otros.

Es confuso decir: “no son ellos, soy yo”. Son ellos en tanto otros con sus
diferencias, soy yo en tanto Otro en mi imaginario, pero a su vez es la pugna
absurda de encajar donde no me veo, no logro estar, acomodarme
(modelarme).

Intento disimular mi enojo. Se disminuye mi motivación de seguir aquí, entre


las sombras de las palabras que emanan del surco de mis labios tratando de
encontrar un sentido que valga el esfuerzo. Un sentido no coartado por el
imperativo institucional que, lamentablemente, pesa.

La institución, cuyas paredes manchadas y carcomidas tanto por el tiempo


como por el descuido, puede servir de soporte ante lo Real. Ese registro de la
subjetividad que está lleno de “Nada”, ahí donde las palabras no pueden surgir
fácilmente. Me encuentro suspendido en aquello.

Mi propio Real: mi falta de motivación. Moción/motion (movimiento). E-


moción; El prefijo "E-" puede indicar “procedencia, fuera de o extensión”,
por lo tanto la emoción implica un “movimiento con procedencia”, un
“movimiento fuera de” o una “extensión de movimiento” (o un movimiento en
extensión). Si es un movimiento sin procedencia, es algo netamente pulsional;
al considerarse como un movimiento fuera de sería –precisamente– fuera de
los límites del cuerpo, pero no sin ellos, y por qué no fuera del marco social; y
por último extensión, es decir, la misma prolongación dirigida hacia un objeto
para que ocupe más lugar o espacio que el que antes ocupaba. Un movimiento
impropio que genera la disonancia entre el decir y el hacer (a-ser; nulidad del
ser). Sin poder concretar un acto creador, por el contrario, me someto –no por
completo– a mis impulsos (pulsiones) y procuro hacer un pasaje al acto. Algo
en donde me haga uno con la nada; un deseo descarrilado, loco, narcisista,
creyendo que la Nada pueda ser encontrada.

“Cuando yo sea, ella no será. Cuando ella sea, yo ya no seré”. De esta


manera podría resumirse que en la muerte biológica no se podría encontrar la
Nada, precisamente porque es un vacío de significación; un concepto sin
definición.

Y es ahí, donde me encuentro. En la pérdida de sentido, el desgano, la desidia


que hoy nublan toda posible asociación de ideas, pero curiosamente, permiten
escribir y plasmar este instante.

Hace unos minutos, mientras hablaba con un paciente, dijo: “Yo antes no me
hallaba. Me consumía la idea de morir. O sino, pretendía salvarlos a todos”.
Paradójicamente, escuché algo en mí, una intervención que se la dije: “Para
salvar a otros, habría que salvarse a uno como otro”.

Claramente la intervención, no fue para él.

Miércoles

Los afectos que surgen ante momentos de felicidad, pueden ser variados. La
alegría se hace presente cuando alguien encuentra la punta de un ovillo en su
discurso, frente a lo insoportable hay algo de luz… pero no siempre se está
preparado para percibirla.

Hoy, se retira un participante (así le llamamos a los pacientes en mi lugar de


trabajo), quisiera pensar en una mezcla entre „paciente‟ y „analizante‟; pero
claro, es una libre interpretación de mi parte. Dicho participante, en una
actividad grupal expresó hoy a un paciente que tengo a cargo: “No pienses
que el Psicólogo te dará el pescado –al menos él no lo hará–, te enseñará a
pescar.”

Comparto esto porque algo de la pulsión de muerte pudo viabilizarse por las
palabras. Un puente comenzó a esbozarse en aquel que seis meses atrás
iniciaba su tratamiento. Fue fortuito, azaroso, siguiendo la lógica del
inconsciente. Eso no implica que todos los problemas se hayan resuelto, sería
utópico y absurdo, pero sí hubo algo que se pesquisó.

La caña de la acción atrapó la palabra.

Segunda Semana

Martes

Un sentimiento de completa muerte embriaga mis sentidos. La pesadez de la


existencia se hace notoria aun cuando esta sea exagerada –por momentos– en
el lamento y el morbo.

Hoy, a horas de mi análisis, viene ese sentimiento tan extraño y familiar:


siniestro, ominoso, Real.

–¿Qué ocurre conmigo?, –me pregunto.

– “Estoy cambiando”. –me lo digo como posible respuesta.

¿Qué tiene eso de interesante si todos cambiamos constantemente?, –insisto.

–Solo quiero caer presa de mis propias palabras, aun cuando ello implique la
muerte… pero la muerte entendida como un fin de algo. Conclusión, corte,
finalización de un duelo, poner un punto ahí donde creí no había final. Es
extraño, de hecho, me extraño en la alegría que tenía antes aun cuando la
tristeza aparecía; en la energía y radicalidad con la que me veía. Aquello era
una forma de “no verme ahí donde mis ojos existían, ni moverme aun cuando
quería”. Respuestas simples como: “porque gozo ahí”, solo encierran algo que
quizá no tiene cierre. Me culpo por mis acciones pasadas como cualquier
mortal. ¿Qué tiene eso de maravilloso? Nada… sin embargo, para escribir
esto, logré escucharme.

Las siluetas de los pacientes pasan por la puerta del consultorio, vista desde un
vidrio esmerilado que distorsiona lo real dando la ilusión de separación… al
fin y al cabo, es necesario protegerse de lo Real del mundo, siendo este in-
mundo, dentro del lenguaje, parte de él (como apropiación y extensión),
causando paradojas; alojándonos en la que más nos enturbie. No-todos… hay
quienes creen que la realidad es precisamente la del vidrio esmerilado. Ante
todo esto, no ceso de preguntarme y quizá con ello increparme. Sí… ¿por qué
no?

–¿Quién soy?, –me pregunto.

–Quien yo quiera ser. –me doy la respuesta más aburrida que he encontrado.

–Perfecto. Solo quiero ser yo. Volver a mi propio incesto. No poseyendo a mi


madre como creí, sino regresando ahí donde pensaba y no era; regresar a estar
inmóvil, siendo un feto del lenguaje. –me digo.

–No hay nada de extraordinario en cambiar. Me resulta tan ridículo pensar en


perdonarme que el profundo desprecio aparece. La percepción de un ser
aburrido, vacuo, inundado por la melancolía, está ahí, siempre estuvo, al
menos desde los 5 años de edad, dependiendo de la mirada de otros. Quisiera
culminar este escrito con algo genial, pero no lo hay. Me motivo y desmotivo.
Hay algo que no he logrado aún… y no sé qué. Solo siento que esta no es la
vida que quiero vivir. Es mediodía. Tengo sueño –me re-clamo.

Estoy acorralado, no quiero ayudarme… siento que lo mío no es cuestión de


voluntad. No le huyo al sufrimiento, sí a la alegría.

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