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Sanchez Ron El Origen y Desarrollo de La Relatividadpdf
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« s
El origen y desarrollo de la relatividad
Alianza Universidad
José Manuel Sánchez Ron
El origen y desarrollo
de la relatividad
Alianza
Editorial
© José Manuel Sánchez Ron
© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1983
Calle Milán, 38; ® 2000045
ISBN: 84-206-2362-8
Depósito legal: M. 13.556-1983
Fotocomposidón EFCA
Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa
Paracuellos del Jarama (Madrid)
Printed in Spain
Para Ana, Mireya y Amaya
INDICE
Agradecimientos .................................................................................. 13
I
Capítulo 1
A MODO DE INTRODUCCION
«...en mi tiempo libre [circa 1918] estudié la teoría de la relatividad; asistí a las
clases de Einstein en la universidad de Berlín... La teoría de la relatividad me
impresionó inmensamente y me llevó a un conflicto con la filosofía de Kant.
La crítica de Einstein al problema del espacio-tiempo me hizo darme cuenta de
que el concepto de a priori de Kant no se puede mantener.»3.
y de nuevo en 1936
4. Karl Popper
1. Introducción
2.a. Bradley
7 ' = c~ — v
sen a = —sen 6
c
(Como el ángulo a es muy pequeño, ya que v < < c, la expresión
anterior es aproximadamente igual a tg a = -^-j, forma en que aparece
2.b. Young
A pesar de estos obstáculos, la teoría ondulatoria de la luz cobraría
nuevo ímpetu con Thomas Young, cuyas ideas determinarían, a la
postre, la dirección a seguir. Young comenzó a desarrollar su teoría
ondulatoria de la luz en 1800, año en el que en una sección de su
artículo «Of the Analogy between Light and Sound» proponía una
teoría en la que también jugaba un cierto papel el éter1: la diferente
1 Dada la pluralidad de modelos (jy funciones!) del éter sería más adecuado hablar
de «un éter». Sobre la mencionada pluralidad ver Whittaker (19)1, págs. 99-100) e Illy
(1981).
velocidad que la luz tiene en medios distintos la explicaba en base a la
diferencia existente entre las densidades del éter en dichos medios.
Durante los años siguientes Young continuó sus trabajos que culmina
ron en 1807 cuando publicó su Course o f Lectures on Natural Philo-
sophy, donde proponía y discutía el famoso experimento de interfe
rencias en una pantalla con dos rendijas.
G im o parte de su programa en defensa de una teoría ondulatoria
de la luz, Young trató de encontrar una explicación, dentro de esa
teoría, al fenómeno de la aberración estelar. En realidad si se considera
que la luz se propaga como una onda, el que la trayectoria de la luz
aparezca a lo largo de la dirección c ' parece indicar que el movimiento
de la Tierra a través del éter no afecta a este medio («soporte» de las
ondas luminosas), ni a su movimiento. Esto es, que la Tierra no
arrastra consigo ai éter. Young (1804) presentó de hecho esta propues
ta para explicar la aberración y lo hizo con las siguientes palabras:
2.d. Stokes
4 Para una discusión elemental, pero técnica, de estos puntos se puede consultar
Born (1962, especialmente las págs. 134-137).
5 Ver Berkson (1974, pág. 264) y Born (1962, pág. 139).
vimiento era incompatible con el movimiento que debía tener lugar
en las proximidades de la Tierra6. Hasta entonces, sin embargo, tanto
la teoría de Fresnel como la de Stokes parecían posibles (aunque la pri
mera fuese más popular), con lo que la cuestión de la naturaleza y es
tado dinámico de éter permanecía abierta.
F = - £ l£ l [ i - _ L ( ± f + JL J - L \ (2 l)
r2 L 2c2 V c2 ^ J A '
<3*2 ^2
di
9 Ehrenfest señalaba en cierta ocasión que el Treatise de Maxwell le pareció «una es
pecie de bosque primitivo, prácticamente impenetrable en su todavía no clarificada fe
cundidad».
que escribiré más adelante), pero no supo proponer ninguna teoría sa
tisfactoria pata la electrodinámica de los cuerpos en movimiento. De
hecho lo que hacía10 era tratar a la materia como si fiiera meramente
una modificación del éter, que se distinguía de éste únicamente por
los diferentes valores que tomaban una serie de constantes como, por
ejemplo, la permeabilidad magnética. Esto equivalía a suponer que
materia y éter se movían al unísono, lo que implicaba entrar en confli-
to con la explicación que Fresnel había dado a su coeficiente de
arrastre parcial. Nos encontramos, por consiguiente, con que apenas
formulada la teoría de Maxwell dos problemas se hacían evidentes: la
necesidad de proponer una electrodinámica de los cuerpos en movi
miento y además —un problema íntimamente ligado al anterior— de
ducir los resultados de Fresnel. En este sentido Oliver Heaviside
escribía a H. Hertz el 1 de abril de 188911·
«Existe la molesta cuestión del movimiento del éter. ¿Se mueve cuando se
mueven cuerpos a través de él, o permanece en reposo? Sabemos que existe un
éter; la pregunta es por consiguiente una cuestión física legítima que debe de
ser contestada.»
«Una vez halladas estas ecuaciones, no parece necesario deducirlas (de acuerdo
con el desarrollo histórico) a partir de conjeturas sobre la constitución eléctrica
y magnética del éter y la naturaleza de las fuerzas que actúan —siendo como
son todas estas cosas completamente desconocidas—. Por el contrario, lo ade
cuado es partir de estas ecuaciones en busca de tales conjeturas adicionales res
pecto a la constitución del éter.»
«[Se pueden] considerar todas las interacciones de las diferentes clases de agen
tes físicos como manifestaciones de algún medio fundamental, [en este senti
do] se han hecho esfuerzos para descubrir las propiedades de este medio. El
método mis poderoso es el de Lagrange, cuya fuerza real reside en que nos
permite ignorar los detalles del mecanismo que subyace a los fenómenos en
discusión. Todo el problema se puede resolver inmediatamente si se determina
adecuadamente el lagrangiano. Qué propiedades podrían asignarse de forma
más sencilla y conveniente a este medio de forma que se obtenga el lagran
giano [en cuestión] es algo que puede discutirse. Pero es más bien a modo de
ilustración que de explicación.»
Es decir, lo que Larmor intentaba era construir una dinámica del
éter y no, necesariamente, formar un modelo mecánico a la manera de
Lord Kelvin. En este sentido, al igual que Hertz, suponía la validez de
las ecuaciones de Maxwell sin preguntarse acerca de su posible funda-
12 Lord Kelvin, sin embargo, prestaba atención casi exclusivamente a los fenómenos
ópticos.
15 Para facilitar la difusión de sus ideas Larmor (1893, 1895b, 1897b) publicó en los
Proceedings o f the Royal Society una serie de tres artículos donde resumía los aparecidos
en las philosophical Transactions o f the Royal Society.
mentación mecanicista. Ahora bien, mientras que Hertz seguía un
planteamiento más axiomático en el que el éter era poco más que un
objeto —o referencial— matemático, Larmor —en esto es u n represen
tante muy típico de la filosofía británica de la época14— consideraba al
éter como una sustancia dinámica. (Existían por supuesto muchas dife
rencias entre los planteamientos de Hertz y de Larmor15, pero siguien
do la estrategia que me he trazado no voy a entrar en estos detalles. El
lector interesado puede consultar Hirosige [ 1966]).
La última de las tres líneas de pensamiento que mencioné al co
mienzo de esta sección, está dominada por dos entidades: el éter y el
electrón (de ahí que se la denomine «teoría del electrón»), y su figura
más representativa e importante fue, sin dudg alguna, el holandés
Hendrick Antoon Lorentz (aunque tam bién habría que mencionar a
otros, como por ejemplo, Emil Wiechert). La importancia de Lorentz
en lo que se refiere a la historia de la relatividad especial justifica el
que se le estudie con cierto detalle, y esto es lo que haré en el próximo
capítulo.
1. Lorentz
«A comienzos del siglo, H. A. Lorentz era considerado por los físicos teóricos de
todas las naciones como su líder, y esto con plena justificación. Sin embargo,
los físicos de la nueva generación en general ya no aprecian completamente el
papel determinante que H. A. Lorentz desempeñó en la formación de los
principios básicos de la física teórica. La razón de este curioso hecho es que han
absorbido de manera tan completa las ideas fundamentales de Lorentz, que só
lo con dificultad son capaces de apreciar en su totalidad la temeridad de estas
ideas, y la simplificación que llevaron a los fundamentos de la ciencia física.»
«En lo que a mí se refiere, debo decir que Fresnel ha sido uno de los maestros
a quién más debo, y todavía me acuerdo que cuando, ya hace más de medio
siglo, mis recursos me permitieron comprar un libro de física algo más extenso
que los manuales ordinarios, conseguí la edición de Emile Verdet de las
“ Obras completas” de Agustín Fresnel. Cuando leí la “ Introducción” de Ver
det, mi admiración y mi respeto se mezclaron con amor y afecto; ¡y qué
alegrías las que experimenté cuando pude leer al propio Fresnel y estudiar sus
bellos trabajos, admirables por su simplicidad!»
1 Con dificultad a veces. En cierta ocasión Lorentz manifestaría que «no siempre fue
fácil comprender los pensamientos de Maxwell».
Algunos años después de completar su tesis, Lorentz (1886) publica
ba un artículo2, titulado «De l ’influence du mouvement de la terre sur
les phénomènes lumineux*, en donde ya comienzan a aparecer los te
mas que le conducirían a descubrir las transformaciones que hoy deno
minamos «transformaciones de Lorentz». El problema de fondo, a de
bate en este trabajo, es el de «en qué grado el éter participa del movi
miento de los cuerpos que lo atraviesan», o en otras palabras: el coefi
ciente de arrastre parcial de Fresnel. La posición de Lorentz en este
artículo es la de negar que exista arrastre en absoluto. Suponía que el
éter era el mismo dentro y fuera de la materia, lo que significaba, na
turalm ente, entrar en conflicto con la explicación que Fresnel había
dado de su coeficiente de arrastre. Lorentz argumentaba que el cambio
que experimentaba la velocidad de la luz en un medio activo óptica
mente y en movimiento, era debido a la influencia que las moléculas
que constituían ese medio ejercían sobre el éter en sus alrededores in
mediatos. (Obviamente la posición atomista de Lorentz jugaba un p a
pel importante en este cambio de interpretación con respecto a Fres
nel). Más aún, para Lorentz las ondas de luz se movían a través del
éter haciendo oscilar a los iones de la materia y creando de esta manera
innumerables ondas más pequeñas que al interferir con ellas mismas y
con la radiación incidente se veían modificadas, de forma que su velo
cidad parecía depender de la frecuencia de la luz, causando así el fe
nómeno llamado dispersión.
«...reducirlos a uno solo, el más simple de todos, y que no es otro que el movi
miento de cuerpos eléctricos. Se verá que sin examinar a fondo la relación
[existente] entre materia ponderomotriz y éter, se puede establecer un sistema
de ecuaciones que describe adecuadamente sucesos en un sistema de tales
partículas... Todos los cuerpos ponderomotrices contienen una multitud de pe
queñas cargas, positivas y negativas, y los fenómenos eléctricos son producidos
por el desplazamiento de estas partículas. De acuerdo con esta concepción, una
carga eléctrica está constituida por un exceso de partículas que tienen un signo
definido, una corriente eléctrica es una verdadera corriente de estos corpúsculos
y en un aislante ponderomotriz existe un “ desplazamiento eléctrico” cuando
las partículas eléctricas incluidas son desplazadas de su posición de equilibrio.»
«Las fórmulas... que expresamos nos proporcionan por una parte la fuerza que
el éter ejerce sobre una de estas partículas. Si esta fuerza depende del movi
miento de las otras partículas, es porque este movimiento ha modificado el es
tado del éter; asimismo, el valor de la fuerza en un cierto instante, no está de
terminado por las velocidades y aceleraciones que estos pequeños cuerpos
tienen en aquel instante; en realidad se origina en movimientos que han teni
do lugar antes.»
F = e (£ + L· x B ) (3.1)
c
V ·E 4Te
V ·B o
(3-2)
1 dB
V x E
c dt
- _L 9 * 4x —
V x B + — — QV
c dt
que por sí solas no son suficientes para describir todos los fenómenos
electromagnéticos. Para Lorentz las ecuaciones (3.2) eran inseparables
del éter: eran válidas únicamente en un sistema de referencia en repo
so con respecto al éter. (De hecho se suponía que las ecuaciones de
Maxwell eran el medio por el que se podía calcular el estado de dicha
«sustancia» luminífera).
- |Í H /= < * * · * z ’ (3-3>
5 V a ( - Í - - Í _ 8 ).
dx ’ dy ’ dz
don dj / escuna función de las componentes de E , o de las de B . Co
m o E y B son por otra parte funciones, a determ inar, de x, y, z, t,
tenemos que en (3 3) tanto / como G son funciones de x, y, z, t; G
una función conocida y / l a función a determinar.
Bajo el encabezado «Théoremes Mathématiques», Lorentz de
mostraba que
fr , y , , L · f f j - 1 — <%,■, y \ x-, , · -
x r = x - vt , yr = y , z ,-z , t, - t (3.5)
x ' = yxr
y ' =yr
z ' - *. 0 -7 )
es decir, una ecuación de onda standard. Hay que señalar que para Lo
rentz esta últim a transformación, que introducta unas coordenadas
(* ', y ’, z ’, / ') , no tenía ningún significado físico: era un instrumento
puramente matemático que ayudaba en la solución de las ecuaciones.
Entre otras propiedades aparentemente «no físicas» de (3.8) se en
cuentra el que en Q ’ la velocidad de la luz no es c. Una forma de de
mostrar esta propiedad es como sigue6:
De (3.5) y (3-7) se obtiene que las ecuaciones que relacionan S y
Q ' son
x = y x ' + v t'
í : i· »·»
x2 + y 2 + z 2 = c2t2 , (3.10)
6 M ili« (1974).
^2 i a
esto es, en Q ' la velocidad de la luz es c{\ — ) , que coincide
2 (r
con c si despreciamos términos de orden ( — ) y superiores. De he-
c
cho, tras introducir las transformaciones (3.7) Lorentz indicaba que en
el resto de su artículo todos los cálculos serían válidos únicamente has
ta orden (v/c). Como argumentos citaba el que de esa manera los cál
culos se simplificaban, y además que así podía demostrar un —para él
muy im portante— «théorème général»: «en primer orden en (v/c) el
campo electromagnético de las partículas que forman la materia tiene
la misma forma en 5 que en un sistema de referencia relacionado con
Sr a través de las ecuaciones
x ' = x,
y' =yr
» - i2 >
X, = X — v t
y' = y (3.14)
Zr - Z
h = t~ (Jj)X ,
V ■E = 0
V ·B = 0
- - i BB (315)
V x E = - — ---
c dt
v x b = — !ÜL .
c at
(3.16)
B , - B - — x £
V, · E r = 0
Vr· B r = 0
1 3B , » - 17>
Vr X E r = -
c d tL
d 3 d
donde V r = (------ , -------, -------). A esta propiedad (covariancia apro-
dxr ayr oZr.
ximada) Lorentz la denominó «teorema de los estados correspondien
tes».
De esta manera se conseguían explicar los resultados de todos los
experimentos ópticos a pryneuorden en (v /c ). Sin embargo, y al igual
que en 1892, la teorja'Seguía sin "sfr-fompleta y Lorentz era consciente
de ello. De hecho .<61 últim o capítulo''del Versuch se titula «Investiga
ciones cuyos resultados no gjjeden expíkarse sin otras suposiciones» y
allí Lorentz volví? a referirse'al experimento de Michelson y Morley de
1887 que daba resultados nulos hasta él'orden (v /c )2. Su respuesta a
esta dificultad era, esencialmente, la misma que en 1892 aunque en
esta ocasión diese más detalles. En particular Lorentz volvía a señalar
que la hipótesis de la contracción en la dirección d el m ovim iento no
era la única posible. También se obtenía un resultado nulo si se supo
nía que las dimensiones del objeto en cuestión (el interferómetro en el
caso del experimento de Michelson y Morley) cambiaban en un fac
8 - ó = -1 —
2 . (3.18)
* ' = 7 gXr
y ’ =gyr (3-19)
z ' - gZr
* ' =7 g ( x ~ vt)
y' = gy (3.20)
z' = gz
x — vt
V i — v1¡c1
y' = y (3.21)
z' = z
t —( v / ^ x .
tn = i - _ í L 1
1 3 Re2 (1 - v 2/c2)3'2
2 S 1 <3-22>
” r 3 Re1 (1 - »’ / í ’)1'·
(-£ £ )]
- ' - ¿ ¿ [ ‘ ♦ í M t V - . M t )·*···]·
11 Sobre este punto, lo mismo que para conocer más detalles sobre la teoría de Lar
mor, ver Schaffner (1972).
1905a, 1964) encontrará secciones con el título «el principio de relati
vidad» o párrafos en los que se afirma que:
12 Al llegar a este punto los requisitos que se enumeran son los siguientes (Miller
197}, págs. 319-320): discusión de los diferentes experimentos nulos a primer y segundo
ordenes de aproximación en (v/c)\ análisis del papel de la velocidad de la luz en medi
das de longitudes; ecuaciones de transformación relativista correctas para el campo
electromagnético y la densidad de carga (hay que señalar que en su artículo de 1904 Lo-
rcntz habla dado expresiones erróneas para las leyes de transformación de la velocidad y
de la carga, lo que en la práctica implicaba que la invariancia de las ecuaciones de Max
well no era exacta; no mencioné antes este detalle porque se trataba obviamente de un
error marginal que tarde o temprano hubiese sido corregido); un principio variacional
invariante relativista; la ecuación correcta para la composición relativista de velocidades;
concepto de grupo de Lorentz; y por último la noción de formalismo cuadrivectorial y de
espacio-tiempo cuadridimensional.
13 Miller (1973, págs. 319-320).
kcr (1953), Keswani (1965-66), Cuvaj (1970), Ten (1978) y Giedymin
( 1982).
La cuestión es, desde luego, bastante delicada y tratarla con todo
detalle nos llevaría más lejos de lo que impone el tema de este libro.
Me limitaré, por consiguiente, a discutir brevemente algunos puntos
importantes.
En primer lugar, hay que destacar que —como ha señalado Giedy-
min (1982)— no se puede comprender a Poincaré si no se tiene en
cuenta su metodología científica. En este sentido se caracteriza habi
tualm ente a Poincaré como convencionalista, algo que sin duda era,
pero no se ha intentado —con la excepción de Giedymin— ver cuáles
son las componentes, o tesis fundamentales de su convencionalismo.
No se ha observado, por tanto, que una de estas tesis es la que él mis
mo denominó (Poincaré 1905a, 1964, pág. 110) «la física de los princi
pios», y que para él la esencia básica — no convencional— de la física
se encontraba en aquellos «principios que son el resultado de experien
cias sumamente generalizadas, pero [que] de su misma generalidad
parecen adquirir un grado elevado de certeza..., cuanto más generales
son, tanto más frecuentemente se tiene ocasión de comprobarlos, y
multiplicándose las verificaciones... acaban por no dejar lugar a la d u
da» (Poincaré 1964, pág. 111). Entre los principios que Poincaré seña
laba se encuentran el de conservación de la energía, el de Carnot (de
degradación de la energía), el de la igualdad de la acción y la reacción,
el de conservación de la masa, el de mínima acción y, finalmente y és
te es importante para nosotros, el principio de la relatividad, «según el
cual las leyes de los fenómenos físicos deben de ser las mismas para un
observador fijo que para un observador arrastrado en movimiento u n i
forme, de modo que no tenemos, y no podemos tener, medio alguno
para discernir si somos transportados o no en un movimiento semejan
te». Es difícil d udar14 sobre el carácter que Poincaré concedía al princi
pio de relatividad. En Ciencia y m étodo (Poincaré 1908, 1963,
pág. 169), por ejemplo, se lee:
15 Este artículo ha sido analizado con todo detalle por Miller (1973).
16 El artículo de Einstein fue recibido en la redacción del Annalen der Physik el 30
de junio de 1905 y apareció el 26 de septiembre de ese mismo año.
gunos errores técnicos que Lorentz había cometido en su trabajo de
1904, para continuar demostrando que de todos los modelos de
electrón cuya masa es producida exclusivamente por autocampos, sola
mente el de Lorentz era compatible con el principio de relatividad. Pa
ra obtener este resultado Poincare tuvo que añadir un térm ino suple
mentario (el de los autocampos) al lagrangiano del electrón, interpre
tándolo como debido a una tensión interna en el electrón de origen
desconocido. Una función importante de esta tensión (que con el
tiempo se denominaría «tensión de Poincaré») era impedir que el
electrón deformable de Lorentz pudiese estallar (respondía así a una
crítica de Abraham en 1903 a la teoría de Lorentz).
Al margen de resultados concretos, en «Sur la dynamique de
l ’électron» aparecen técnicas matemáticas que más tarde pasarían a for
mar parte esencial de las presentaciones habituales de la relatividad es
pecial, muchas de ellas adjudicándose a Minkowski. Por ejemplo —ya
lo he señalado antes— Poincaré se dio cuenta de que las transforma
ciones de Lorentz forman grupo, y —en plena armonía con su idea de
un principio de relatividad— introdujo las nociones de invariancia y
covariancia Lorentz para la formulación de teorías (dinámicas) físicas,
en particular para la teoría del electrón y para la teoría de gravitación.
Este últim o punto me lleva a señalar que Poincaré fue el primero que
se planteó el problema de cómo generalizar las ecuaciones de la gravi
tación de Newton de forma que fuesen invariantes bajo el grupo de
Lorentz. Su solución a este problema aparece en la últim a sección
del artículo, y se titula «Hipótesis relativas a la gravitación», donde no
sólo se encuentra la primera teoría relativista (Lorentz) de la
gravitación17 desarrollada en la física, sino que tam bién aparece la no
tación cuadridimensional x, y, z, ict que Poincaré introdujo para ins
peccionar todos los invariantes Lorentz que se pueden construir a par
tir de las coordenadas, el tiempo, la velocidad y la fuerza18. Es decir,
también aparecen en «Sur la dynamique de l ’électron» los gérmenes
del formalismo espacio-temporal que años más tarde desarrollaría Min
kowski19.
1. Introducción
2 Gerald Holton (1967-68, 1968) ha estudiado con cierto detalle las influencias sobre
los primeros trabajos de Einstein. Remito al lector interesado en conocer más detalles
que los que yo ofrezco a estos trabajos.
3 Sobre estas diferencias de idiosincrasia científica entre científicos de diferentes na
ciones ver Mertz (1904) y Duhem (1974).
por un enfoque conscientemente epistemológico, así como una im pre
sión de que los experimentos no cuentan de forma crucial.
Por lo que se refiere a Hertz tenemos que sus obras completas se
publicaron por primera vez en 1895 e incluyen trabajos como «Las
ecuaciones fundamentales de la electrodinámica de Maxwell» (1884) y
— ¡un título muy significativo!— «Sobre las ecuaciones fundamentales
de la electrodinámica de los cuerpos en movimiento» (1890). Destaca
el que en estos trabajos Hertz, posiblemente el mejor experimentador
en el campo de los fenómenos electromagnéticos, no hace mención
explícita a los experimentos del éter tan famosos hoy en día. Hay tam
bién en Hertz una cierta influencia machiana que él mismo reconoció
en sus Principios de la mecánica (Hertz 1956) al afirmar: «En general
debo mucho al excelente libro de Mach sobre el desarrollo de la mecá
nica.»
En cuanto a Lorentz y Poincaré y sin que esto signifique que con lo
que ahora voy a señalar considere la cuestión zanjada sino que volveré
a ella más adelante, diré que sin lugar a dudas Einstein no conocía el
artículo de Lorentz de 1904 en el que aparecían por primera vez de
forma exacta sus famosas transformaciones. Los Kon. Akademie van
Wetenschappen, Amsterdam (Proceedings of the Amsterdam Academy
en la edición de lengua inglesa) era una revista difícil de conseguir,
más aún para un oscuro empleado de una oficina de patentes de una
ciudad como Berna. Así, por ejemplo, M. von Laue entonces Assistent
en el Instituto de Física Teórica de ¡Berlín! escribía a Lorentz el 30 de
noviembre de 19054
«Como los Kon. Akademie van Wetenschappen, Amsterdam son aquí más
diñeiles de conseguir que otras revistas —sólo existe uno en la Biblioteca Real y
presta revistas recientes sólo por un día —me tomo la libertad de pedirle que,
si es posible, me envíe una separata de su publicación «Fenómenos electromag
néticos en un sistema que se mueve con una velocidad arbitraria menor que la
velocidad de la luz...»
do nacío n
B A N C O 1d f i a r p p i m i i r ' A r 'i n c i I 11-11 1^-VI I
terior, ni tampoco las investigaciones consecutivas de Poincaré. En este sentido
mi trabajo de 1905 fue independiente.»
Esta últim a cita nos lleva al caso de Poincaré. Einstcin dice que no
conocía sus trabajos titulados «Sur la dynamique de l ’électron» y evi
dentemente no podía ser de otra forma dadas las fechas en que apare
cieron estos dos artículos, especialmente el más extenso y detallado
que se publicó en los R endiconti del Circolo Matemático d i Palermo
en 1906. No ocurrió lo mismo con los escritos filosóficos de Poincaré.
Tanto Einstein como algunos de sus amigos de aquel período (Solovi-
ne, Besso) manifestaron en numerosas ocasiones6 que uno de los libros
al que más atención dedicaron y que más les influyó fue La ciencia y la
hipótesis (Poincaré 1902). Es muy probable que Einstein extrajese de
la lectura de este libro valiosas enseñanzas metodológicas que le sir
viesen más adelante a la hora de desarrollar la relatividad especial. Sin
embargo, si aceptamos el testimonio de que Einstein —cuya honradez
fue siempre manifiesta— , hay que concluir que no apreció, al menos
no completamente, lo cercano que el pensamiento, análisis y plantea
miento de Poincaré estaban al suyo propio.
Paso ahora a considerar las influencias de orden «filosófico» sobre
Einstein. Dejando aparte el caso de Poincaré al que me acabo de refe
rir, hay que mencionar a Mach y a Hume. Un magnífico punto de
partida lo constituye una carta que Einstein escribió a su amigo Miche-
le Angelo Besso el 6 de enero de 1948 (Speziali, ed. 1979, págs. 230-
231). Decía allí:
«Querido Michele,
Tu carta es verdaderamente muy interesante, pero no es sencillo contes
tarla. En lo referente a Mach, debo distinguir entre su influencia en general y
el efecto que produjo en mí. Mach llevó a cabo importantes trabajos especiali
zados (por ejemplo, el descubrimiento de las ondas de choque, que está basa
do en un método óptico realmente genial). Sin embargo, no queremos hablar
de esto sino de su influencia sobre la actitud general en relación a los funda
mentos de la física. Mach intentó, demostrar, sobre todo en la mecánica y en la
teoría del calor, cómo los conceptos surgen de la experiencia. Defendió con
convicción el punto de vista según el cual estos conceptos —en especial los más
fundamentales— no extraen su justificación más que de la experiencia, no
siendo, en modo alguno, necesarios desde el punto de vista lógico. Su acción
ha sido particularmente beneficiosa en tanto que ha demostrado claramente
que los problemas más importantes de la física no son de naturaleza
matemático-deductiva; los más importantes son los que se relacionan con los
principios básicos. Yo veo su debilidad en el hecho de que él creía poco o
mucho que la ciencia consistía únicamente en poner en orden el material expe-
6 Ver, por ejemplo, Solovine, ed. (1956) y Speziali, ed. (1979, pág. 272).
rimentai, es decir, que subvaloró el elemento constructivo libre en la elabora
ción de un concepto. De alguna manera pensaba que las teorías son el resulta
do de un descubrimiento y no de una invención. Iba tan lejos que consideraba
a las «sensaciones» no únicamente como un material concebible, sino también,
en cierta medida, como los materiales de construcción del mundo real; creía
poder llenar así el foso que existe entre la psicología y la física. Si hubiese sido
consecuente, debería haber rechazado no sólo el atomismo, sino también la
idea de una realidad física.
En lo que se refiere a la influencia de Mach sobre mi pensamiento, cierta
mente que ha sido muy grande. Me acuerdo muy bien que fuiste tú quien me
llamó la atención sobre su tratado de mecánica y su teoría del calor, durante
mis primeros años de estudio, y estas dos obras me produjeron una gran
impresión. Hasta qué punto han actuado sobre mi propio trabajo, es algo que,
francamente, no veo claro. Por lo que recuerdo, D. Hume ejerció sobre mí una
influencia directa más grande. Lo leí en Berna en compañía de Conrad Ha-
bicht y de Solovine. Pero, como te acabo de decir, no soy capaz de analizar lo
que permanece anclado en mi subconsciente. Finalmente, es interesante seña
lar que Mach rechazó con dureza la teoría de la relatividad especial. (No vivía
ya en la época de la teoría de la relatividad general.) Le parecía que la teoría
sobrepasaba en especulación todo lo permitido. No sabía que su carácter espe
culativo también lo tiene la mecánica de Newton y, en general, toda teoría
imaginable. No hay más que una diferencia de grado entre las teorías, en la
medida en que los caminos [que sigue] el pensamiento desde los principios bá
sicos hasta las consecuencias veriíicables mediante la experiencia, son de longi
tud y complicación diferentes.»
7 Existen notables excepciones, como, por ejemplo, Hirosige (1976) y García Doncel
(1979).
8 Hume rechazaba la noción de «sustancia», reemplazándola por «conjuntos» (o gru
pos) de ideas, y también el concepto de «causalidad» que para él sólo significaba que un
objeto o suceso había ocurrido siempre en conjunción con otro objeto o suceso, sin que
esto implicase relación necesaria o lógica.
—una suposición también bastante leibniziana9— «no tenemos idea
de ninguna extensión real sin llenarla con objetos sensibles» (pag. 64).
No menos radicales eran las opiniones de Hum e con respecto al
tiem po10: «[el tiempo] se descubre siempre mediante alguna sucesión
perceptible de objetos que cambian» (pag. 35) o no tendríamos «idea
de tiempo sin una existencia cambiante...» (pág. 65). Basta con tener
una idea general del contenido de la relatividad especial para, vistas
las citas anteriores, admitir como m uy plausible el que efectivamente
Hume ejerciese una gran influencia sobre Einstein.
Pasando al caso de Ernst Mach, cuyas relaciones con Einstein trata
ré con cierto detalle en el apéndice A, ya que involucran no sólo la re
latividad especial sino tam bién la relatividad general, diré (simplifi
cando dem asiado11 sin duda) que su filosofía nacía de una preocupa
ción por eliminar todo concepto o idea metafísica de la ciencia. En es
te sentido Mach señalaba que ya que toda la información que posee
mos acerca del «mundo exterior» proviene de sensaciones, deben de
ser éstas (en forma individual o como conjunto de sensaciones) los ele
mentos básicos sobre los que se levanten las teorías científicas. Más
aún, para Mach, en cierto sentido se podía decir que el conocimiento
científico de la naturaleza debía consistir en encontrar las descripciones
más simples posibles de las conexiones o relaciones existentes entre
sensaciones (o «elementos» como él las denominaba). Lo que debemos
pretender con la ciencia era, en su opinión, ordenar o sistematizar el
mayor número posible de hechos (sensaciones) con el menor esfuerzo
posible.
Todas estas ideas, más o menos generales, se traducían en el caso
de la mecánica newtoniana (cuyo desarrollo analizó Mach [1883] en su
famoso D ie Mechanik irt ihrer EntwicUung bistorisch-kritisch darges-
tellt) en una profunda crítica al concepto del espacio absoluto de New-
ton que Mach (1949, pág. 194) consideraba «una mera abstracción sin
14 Y así lo es en realidad, porque ¿cómo puede existir un rayo de luz en reposo, te
niendo en cuenta que la luz se define en función de su frecuencia de m ovim iento?
15 Ver Hirosige (1976, pág. 54).
su proyecto debido «al escepticismo con que sus maestros» en el Insti
tuto Tecnológico de Zurich recogieron la idea.
Otra de las cuestiones que, como el propio Einstein señaló durante
sus conversaciones con el psicólogo Max W ertheim er1*, le ocupó gran
parte de su tiempo durante todos estos años anteriores a 1905, fue la
relación existente entre las leyes que regían los fenómenos ópticos y
electromagnéticos y el movimiento del observador. Se daba perfecta
cuenta de que si las cuestiones de Maxwell eran válidas con respecto a
un sistema no lo eran con relación a otro, y para él esto no era adm i
sible. Por consiguiente se dedicó a intentar modificar estas
ecuaciones... sin éxito (Wertheimer 1959, pág. 216). Lo que Einstein
estaba intentando en realidad era modificar la teoría de Maxwell de
forma que se tuviese una construcción teórica para los fenómenos ópti
cos y electromagnéticos en la que sólo tuviese significado físico el m o
vimiento relativo. Como ha señalado recientemente Hirosige (1976,
pág. 55), Einstein «se habla planteado un problema conectado con la
forma, más que con el contenido, de la teoría», pero siendo como era
en aquel entonces un empirista «no se dio cuenta de esto hasta que se
puso a reflexionar sobre las consecuencias de la fórmula de radiación
de Planck.» En efecto, a partir de 1900 la tarea investigadora de Eins
tein se centró esencialmente en lo que hoy llamaríamos teoría cuántica
de la radiación17, encontrando que la radiación posee una especie de
estructura discreta o «molecular» que contradecía a la teoría de Max
well. «Reflexiones de este tipo —escribía Einstein (1949, págs. 51-53)
en sus “ Notas autobiográficas” — me enseñaron tan pronto como po
co después de 1900 —esto es, inmediatamente después del seminal
trabajo de Planck— que ni la mecánica ni la electrodinámica podrían
ser (excepto en casos límites) exactamente válidas. Periódicamente me
desesperaba al no ser capaz de descubrir las verdaderas leyes mediante
esfuerzos constructivos basados en hechos conocidos. Cuanto más de
sesperadamente lo intentaba, más me convencía de que únicamente el
descubrimiento de un principio formal universal podría conducirnos a
resultados seguros. El ejemplo que veía delante de mí era la termodi
námica. Allí el principio general se daba en el teorema: las leyes de la
naturaleza son tales que es imposible construir un perpetuum mobile
(de primera y segunda especie). ¿Cómo podría, entonces, encontrar
tal principio universal? Después de reflexionar durante diez años, tal
principio surgió de una paradoja que ya se me había ocurrido a la
edad de dieciséis años: Si persigo...» Y aquí conectamos con lo dicho
anteriormente.
«Hoy todo el mundo sabe, por supuesto, que todos los intentos por clarificar
satisfactoriamente esta paradoja [la del rayo de luz] estaban condenados al fra
caso. Mientras el axioma del carácter absoluto del tiempo, es decir, de la si
multaneidad, continuasen sin que uno se diese cuenta, anclados en el subcons
ciente. Evidentemente reconocer este axioma y su carácter arbitrario implica ya
realmente solucionar el problema. Este tipo de razonamiento crítico, necesario
para el descubrimiento de este punto central, fue en mi caso decisivamente
impulsado por las lecturas de los escritos filosóficos de David Hume y Ernst
Mach.»
18 Vemos aquí también una justificación al por qué Einstein buscó unas ecuaciones
que sustituyesen a las de Maxwell en las que sólo tuviese significado físico el movimiento
relativ o .
eléctricas del mismo camino e intensidad que las producidas por las fuerzas
eléctricas en el caso anterior.»
tñ ¿4 — Ía ts 1
es decir,
ÍA + tA
Íb ~
(4.1.)
- v± y _ (4.2)
1 + (vtu/c2)
E = hv
(la constante a la que se refería Einstein es, pues, la constante de
Planck). Este punto de contacto entre la relatividad especial y la teoría
cuántica de la radiación no hace sino reafirmar la opinión que defen
deré —aunque brevemente— en el capítulo 7, sección 2, según la cual
ambas teorías formaban parte o respondían en la m ente de Einstein a
un programa básico com ún.
El resto de la sección 8 está dedicado a resolver en forma exacta dos
viejos problemas·, la reflexión de la luz en un espejo perfectamente
reflectante que está en movimiento y la presión que la luz ejerce sobre
un espejo que se mueve. Ambos problemas eran fundamentales para
la termodinámica de la radiación y Einstein, que estaba trabajando en
este campo y que más adelante utilizaría dichos resultados en varias
ocasiones, lo sabía muy bien. Hay que señalar, sin embargo, que estos
problemas tam bién se podían resolver de forma exacta —como
Abraham (1904) demostró en 1904— utilizando la teoría de Lorentz.
El último párrafo de la sección 8 refleja la confianza de Einstein en
sus ideas (pag. 59):
¿i'2* _ . p
** ~dír ~
f»o = e Ey (4.3)
m 0 —-r-
d t2
m0y* 3 -d-jy
2x
- e tpx
a tc
tn<n2 -^L =ey (Ey - — B,) (4.4)
d t2 c
m,y2 É L · = «y (E. + -L By),
dr c
= m°
L (l — t^/c2)3'2
T = ( l - v 2/ * )
No obstante, existía un punto delicado que afectaba a la definición de
la fuerza que actúa sobre el electrón en el sistema K : en lugar de to
mar como fuerza
\e h ± ( E y - 2 L & ), ± ( E . + - L b , ) 1 , (4.7)
L 7 7 c 7 c J
m r = (1 —t'2/c2)1/2 (4-9^
Se tenían así resultados que coincidían con los que había obtenido Lo-
rentz en 1904“ .
22 Ver las ecuaciones (3.22) del capítulo 3. Naturalmente, para que las predicciones
2 é1
de Einstein yde Lorentz coincidan hay que suponer en (3.22) que m„ = ■---------pero
3 Re2
esto es consistente con la visión electromagnética de la naturaleza que tenía Lorentz.
En su artículo de 1906, Planck también observó que al tomar como fuerza (4.8) se
podía escribir
(4.12)
1. Introducción
1 Para conocer más detalles, consúltese Langevin y Paty (1979) y Biezunski (1982).
2 En realidad en aquella época Langevin no sabía alemán. Fue su asistente, Edmond
Bauer, el que le tradujo el trabajo de Einstein.
3 Ver Biezunski (1982, pág. 593).
4 Becquerel sería más tarde el autor de uno de los primeros libros de texto franceses
sobre la relatividad general; Borel escribiría un conocido libro sobre el espacio y el tiem
po relativistas; Hadamard tendría una cierta relación con Einstein con motivo de su in
vestigación sobre la psicología del descubrimiento en matemáticas; Cartan mantendría
durante años una intensa correspondencia con Einstein sobre temas afines a la relativi
dad general, siendo además uno de los principales artífices del desarrollo matemático de
esta teoría.
político: los conflictos entre Alemania y Francia que desembocarían en
1914 en la Primera Guerra Mundial, con la subsiguiente ruptura total
de relaciones entre ambos países5. De hecho, Langevin invitó a Eins-
tein a visitar París en 1914, pero la declaración de guerra impidió que
tal visita tuviese lugar.
Por lo que se refiere a Estados Unidos la situación no fue muy dife
rente a la de Francia. La excepción a la pauta general fue debida en el
caso americano al trabajo del químico-físico Gilbert N . Lewis y del
físico-matemático Richard C. Tolman, quienes en 1909 (Lewis y Tol-
man 1909) publicaron una exposición muy original de la teoría de
Einstein a la que tendré ocasión de referirme más adelante. Ahora
bien, Lewis y Tolman prestaron sobre todo atención a los aspectos
prácticos de la teoría. La principal diferencia entre ellos y la mayoría
de sus colegas en los Estados Unidos residía en que al contrario que
estos últimos, consideraban a la relatividad especial como práctica y
basada en postulados demostrados experimentalmente. Más mayorita-
ria era la opinión representada por W . F. Magie, profesor de física en
la Universidad de Princeton, quien en su «Presidential Address» a la
American Association fo r the Advancement o f Science pronunciada el
28 de diciembre de 1911, decía (Magie 1912):
«The Ether of Space has been my life study, and I have constantly urged its
claims to attention. I have lived through the time of Lord Kelvin with his
mechanical models of an ether, down to the day when the universe by some
physicists seems resolved into mathematics, and the idea of an ether is by them
considered superfluous, if not contemptible^. I always meant some day to
write a scientific treatise about the Ether of Space; but when in my old age I
came to write this book, I found that the Ether pervaded all my ideas, both of
this world and the next. I could no longer keep my treatise within the propo
sed scientific confines; it escaped in every direction, and now I find has grown
into a comprehensive statement of my philosophy.»
«El éter no es una creación fantástica del filósofo especulativo; es tan esencial
para nosotros como el aire que respiramos... [Es el] asiento de las fuerzas
eléctricas y magnéticas... [y el] banco en el que podemos depositar energía y
extraerla según nos convenga.»
8 Para estas cuestiones ver Goldberg (1977, sección 2) y Cushing (1981). Hay que se
ñalar que en la discusión que siguió a la lectura de su comunicación, Planck, aún siendo
presionado por Kaufmann, Abraham y Bucherer, se negó a decidir a qué teoría —la de
Einstein, la de Abraham o la de Bucherer— favorecían las medidas de Kaufmann. En su
opinión, los resultados experimentales no permitían tal decisión. Sólo llegó a afirmar
que consideraba la base electromagnética de la teoría de Abraham tan postulado como el
axioma de Einstein sobre la imposibilidad de detectar el movimiento absoluto, añadien
do que él prefería el postulado de relatividad. Finalmente, hacia 1908 Bucherer —que
ya había abandonado entonces su propio modelo de electrón— comenzó a sospechar de
¡a fiabilidad de los trabajos de Kaufmann, y mediante una serie de cuidadosas medidas
(Bucherer 1909) demostró que la experiencia favorecía a la teoría de Einstein-Lorentz.
9 Años más tarde, el 23 de octubre de 1959, von Laue escribía a Margot Einstein de
ciéndola que, con la publicación en 1905 del artículo que contenía la relatividad espe
cial, «lenta pero firmemente un nuevo mundo se abrió ante mí».
10 Sobre Laub y Einstein, ver Pyenson (1976).
tor de los Annalen— , advirtió su posible interés11, por lo que encargó
a Laub que preparase un seminario sobre el tema. A partir de entonces
Laub se concentró en investigar problemas relativistas, entrando ade
más en contacto con Einstein con quien escribiría dos artículos (Eins-
tein y Laub 1908a, 1908b) los primeros que Einstein escribió en cola
boración. El punto culminante de la dedicación de Laub a la relativi
dad especial fiie un largo artículo publicado en 1910 (Laub 1910) en el
que discutía las bases experimentales de esta teoría. Fue este el primer
artículo de recopilación publicado sobre el tema y, como en el caso del
libro de von Laue aunque tal vez en menor grado, contribuyó sustan
cialmente a la difusión de la teoría de Einstein. A pesar de que no
fuese un físico de la talla de Planck o incluso de von Laue, no se debe
minimizar el papel que desempeñó Laub en la difusión de la relativi
dad especial. Como en el caso de Freundlich con la relatividad gene
ral , Laub fue un luchador temprano e incansable defendiendo la rela
tividad. Pero además, y como ha señalado Pyenson (1976, pág. 99),
Laub tenía las relaciones suficientes como para servir de vehículo de
transmisión de información de Einstein a la comunidad científica
centroeuropea12 y viceversa.
Con lo dicho hasta aquí he cubierto —de forma tremendamente
esquemática— una faceta del tema de la recepción a la relatividad es
pecial en Alemania, el que corresponde a sus máximos difusores y de
fensores. Ahora bien, es evidente que algo tan complejo como la reac
ción de una comunidad científica ante una teoría —más aún si ésta es
radicalmente innovadora— no se puede restringir a sólo ese aspecto.
Por consiguiente voy a intentar ampliar la visión de la susodicha recep
ción y lo voy a hacer uniendo esta cuestión con la de cómo fue in
terpretada la teoría de Einstein. Distinguiremos tres apartados: los que
captaron su significado de «teoría de principios» (utilizando la expre
sión de Einstein), de cinemática previa a cualquier dinámica específica
y aquí hay que citar sobre todo al propio Einstein, a Planck, Klein y
Minkowski; los que la consideraron como una mera parte de la electro
dinámica y, por último, los que creyeron que era una teoría que
favorecía la visión mecanicista de la naturaleza. Empezaré discutiendo
el segundo caso.
Se puede decir casi con seguridad absoluta que a finales del si
glo XIX la rama de la física a la que se dedicaba un mayor esfuerzo era
«[Al fin y al cabo, los enunciados] contenidos en ambas teorías son idénticos
en líneas generales. Considerados desde el punto de vista de un observador
que no participa del movimiento del sistema, las reglas de medir distancias de
Einstein reflejan las contracciones de Lorentz y los relojes de aquel los tiempos
locales de éste. La dinámica relativista coincide plenamente con la de Lorentz.»
3- b. Relatividad mecánica
Para comenzar esta sección tengo que decir que no es cierto que la
teoría de Maxwell-Lorentz y la relatividad especial sean indistinguibles.
Creo que esta afirmación quedó totalmente probada en la última sec
ción del capítulo 4 y por consiguiente no insistiré en ella salvo en el
aspecto básico de que para Lorentz la invariancia (Lorentz) era una
21 En su libro De mis últimos años, Einstein (1969, págs. 63-64) expresaba clara
mente lo que entendía por teoría de principios. Escribía allí:
«Existen varias clases de teorías en la física. La mayor parte de ellas son constructivas. Intentan obte
ner, partiendo de algunas proposiciones relativamente sencillas, una descripción de los fenómenos
complejos... Cuando decimos que hemos comprendido un grupo de fenómenos naturales, queremos
decir que hemos hallado una teoría constructiva que los abarca todos.
Pero, además de este importantísimo grupo de teorías, existe otro formado por las que yo llamo
teorías de principios. Emplean éstas el método analítico, no el sintético. Tanto su origen como su
fundam ento no son elementos hipotéticos, sino propiedades generales de los fenómenos, observadas
empíricamente. De estos principios se deducen fórmulas matemáticas aplicables a todo caso que se
presente...
La teoría de la relatividad es una teoría de principios.»
22 Como vimos, uno de los aspectos que distingue a la relatividad especial de la «re
latividad electromagnética» de Lorentz es la propiedad de grupo de las transformaciones
relativistas. Einstein tenía muy claro este punto, como se comprueba al leer (Einstein
1957, pág. 7): «H. A. Lorentz descubrió incluso la “ transformación de Lorentz1'... pero
ignoró su cualidad de grupo. Para él, las ecuaciones de Maxwell en el vacío se aplicaban
sólo a un sistema dado de coordenadas [el del éter].»
23 Ya me referí a esta cita en el capítulo 4, sección 3, donde se puede ver en un con
texto más amplio.
Para demostrar que lo que Einstein escribía en 194924 era lo mismo
que pensaba en 1905 basta con consultar algunos de sus artículos de
aquella época25. Por ejemplo, la primera frase del artículo de marzo de
1906 sobre la teoría cuántica (Einstein 1906); la contestación a Ehren-
fest de abril de 1907 (Einstein 1907a), especialmente el párrafo que
comienza al final de la pág. 206 o la últim a frase del primer párrafo
de la pág. 207 donde —como en las «Autobiographical Notes»— es
tablece una analogía con la termodinámica. Todavía más claro es lo
que decía en su artículo de mayo de 1907 (Einstein 1907b) donde
discutía la necesidad de encontrar una demostración más general que
la basada en las ecuaciones de Maxwell para la ecuación E = me2.
Decía allí Einstein (págs. 371-372):
26 Años más tarde, cuando pensaba que la relatividad general era sólo una «teoría
preliminar», Einstein seguiría una táctica similar a la que empleó en el presente caso:
utilizarla aunque ello implicase el que se pudiesen obtener resultados no demasiado
fiables (en realidad lo que Einstein siempre intentó fue el explorar las situaciones menos
conflictivas, aquellas donde los resultados obtenidos con la teoría «incorrecta» eran sin
embargo fiables). Para el caso de la relatividad general ver el capítulo 13.
1) Si en el sistema de referencia inercial S una cantidad física E es
función de ciertos parámetros a¡, es decir, si E = a2, ...), enton
ces en otro sistema de referencia inercial S ' , la cantidad correspon
diente E ' viene dada por E ' = a{, ...) donde a¡ es la transfor
mada de a¡.
2) Si E ' = f( a h a2 ...) entonces E = / ( a i , a{ ...).
Suponiendo además la homogeneidad e isotropía del espacio y tá
citamente, propiedades de grupo para las ecuaciones de transforma
ción, von Ignatowsky obtenía como ecuaciones de transformación
*' = * ~ vt = * ~ kvx (5 n
( í - z é *2)1' 2 ’ ( i - * * 2)»'2 v '
28 Ver, por ejemplo, Fock (1959). Fock desarrolló una idea que data de un curso que
L. I. Mandelstam dio en 1950.
29 Lewis y Tolman (1909).
30 Ver, por ejemplo, Caratheodory (1924), Reichenbach (1928) y Milne (1935). Para
una exposición más reciente remito al lector a Pirani (1973).
científica» que escribió Planck (1948). Decía allí el creador de la teoría
cuántica (págs. 45-47)
31 Puede dar una idea del entusiasmo con que los positivistas recibían a la teoría de
ia relatividad, las siguientes palabras de Joseph Petzoldt en la sesión inaugural de la Ge-
sellschaft fürposittvische Philosophie, el 11 de noviembre de 1912 en Berlín: «[la teoría
de la relatividad especial] es una victoria sobre la metafísica de los absolutos en las con
diferentes: su compatibilidad (real o aparente) con la relatividad
epistemológica32 de Mach. Creían que la teoría de Einstein era una
continuación y realización de las críticas de Mach a las ideas de New-
ton sobre el espacio absoluto, tiempo y movimiento. En su opinión
Einstein había conseguido basar la física en la epistemología fenome-
nalista y «relativista» de Mach. Dentro de este contexto se entiende
perfectamente, por consiguiente, que tanto a Frank como a Petzoldt les
molestase el principio de la constancia de la velocidad de la luz; había
que eliminar, o trivializar al menos, este absoluto de la teoría (¿cabe
encontrar un contraste mayor con las opiniones de realistas como
Planck?). Esto lo consiguió, de hecho, Frank al obtener, en colabora
ción con Rothe y en dos artículos que he mencionado en la sección an
terior, las transformaciones de Lorentz sin utilizar el segundo postula
do de Einstein. Llegamos de esta manera a un ejemplo perfecto de có
mo la filosofía puede llegar a ser operativa en el desarrollo, aparente
m ente interno, de las teorías físicas33.
cepciones del espacio y del tiempo... un impulso poderoso para el desarrollo del punto
de vista filosófico de nuestra época» (citado en Holton 1982, píg. 173).
32 Ver apéndice A.
33 Podría haber completado mis comentarios referentes a los positivistas y relativistas
epistemológicos señalando que las opiniones filosóficas llegaron a ser para algunos tan
importantes que les llevaron a oponerse a ciertas ideas de Einstein (sobre todo en el caso
de la relatividad «proto»-general; p. ej. F. Adler y H. Dingler —ver apéndice A—).
electromagnéticos y ópticos... coinciden en lo principal con lo que yo he obte
nido en las páginas precedentes, la diferencia principal está en que Einstein
simplemente postula lo que yo he deducido, con alguna dificultad y no del to
do satisfactoriamente, a partir de las ecuaciones fundamentales del campo
electromagnético. Al hacer esto, [Einstein] puede sin duda tomar crédito por
hacemos ver en los resultados negativos de experimentos como los de Michel-
son, Rayleigh y Brace, no una compensación fortuita de efectos contrapuestos,
sino la manifestación de un principio general y fundamental.
Sin embargo, creo que también se puede argumentar algo en favor de la
forma en que yo he presentado la teoría. No puedo sino considerar el éter, que
puede ser el asiento de un campo electromagnético con su energía y sus vibra
ciones, como dotado de un cierto grado de sustancialidad, por muy diferente
que ésta sea de toda la materia ordinaria. De acuerdo a esta línea de pensa
miento, parece natural no suponer desde el comienzo que nunca puedan sur
gir diferencias entre un cuerpo que se mueve a través del éter [y otro que esté
en reposo]...»
Todavía añadía Lorentz un aspecto que favorecía la presentación de
Einstein sobre la suya, pero encontrando una cierta justificación para
su propio punto de vista. En suma, se puede decir que en 1909 Lo
rentz aún reconociendo algunos de los rasgos que hacían de la relativi
dad especial una teoría tremendamente atractiva, no estaba dispuesto
a abandonar sus propias ideas.
Sin embargo, en algún momento entre 1909 y 1915, año en que se
publicó la segunda edición de The Theory o f Electrons, Lorentz cam
bió de opinión. Así leemos en una de las notas (la 72) añadida a la
mencionada segunda edición, lo siguiente (pág. 321)
«Si tuviese que escribir ahora el último capítulo, sin duda que daría un lugar
más prominente a la teoría de la relatividad de Einstein, en la que la teoría de
los fenómenos electromagnéticos en sistemas en movimiento gana una simpli
cidad que yo no fui capaz de conseguir. La causa principal de mi fracaso estuvo
en mi fijación en la idea de que sólo la variable t puede ser considerada como
el tiempo verdadero y que mi tiempo local t ' no debía considerarse más que
como una cantidad matemática auxiliar.»
1. Introducción
«En (la teoría de los números aplicada] uno puede hacer uso con frecuencia de
la intuición geométrica para así descubrir teoremas con mayor facilidad, y en
tonces surge un campo, áreas específicas del cual fueron creadas en primer lugar
por Gauss, Dirichlet, Eisenstein y Hermite, y al que yo di el nombre de
geometría de los números. Es, por consiguiente, esencialmente una cuestión de
usar una intuición espacial para el descubrimiento de relaciones entre enteros.»
«*, y, z, t
Sx, óy, 6z, 5t V~ 1
¿i*, S¡z, 6,/
«¡Señores! Las ideas de espacio y tiempo que quiero presentar ante ustedes han
surgido del terreno de la física experimental y es ahí donde radica su fuerza.
Son radicales. A partir de ahora el espacio por sí mismo y el tiempo por sí mis
mo están condenados a desvanecerse en meras sombras, y solamente una espe
cie de unión de los dos conservará la independiencia.» (Las cursivas son mías).
«En realidad, estamos tratando aquí con algo más que meramente una nueva
concepción de espacio y tiempo. Lo que se argumenta es que es más bien una ley
natural muy específica que debido a su importancia —ya que por sí sola trata
de los conceptos primitivos de todo el Conocimiento Natural, a saber espacio y
tiempo— puede exigir el ser llamada la primera de todas las leyes de la natura
leza. Esta es una ley... para la que he acuñado la expresión “ Principio del
mundo absoluto ” .»
1. Introducción
4 Es interesante señalar que aunque los experimentos de Lenard de 1902 tienen to
das las características de lo que algunos filósofos llaman «experimentos cruciales», nadie
antes de 1903 los consideró como tales. Mis aún, el artículo de Einstein de 1905 sobre
los cuantos de energía no estuvo motivado por la intención de explicar este resultado ne
gativo, como algunas metodologías de la ciencia en las que los experimentos cruciales
juegan un destacado papel requerirían.
5 Yo asimilo cuantos con partículas; en realidad, Einstein fue mis cauto en su
terminología (aunque las ideas subyacentes fuesen muy parecidas) utilizando expresiones
como «cuantos de energía que están localizados en puntos del espacio».
ramente ópticos y probablemente nunca será reemplazada por otra
teoría. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que las observaciones óp
ticas se refieren a medias temporales más que a valores instantáneos»
(las itálicas son mías). Por consiguiente —parecía estar afirmando
Einstein— la teoría de Maxwell solamente es válida, en principio, para
aplicaciones macroscópicas y en este sentido explica la difracción, por
ejemplo. Por el contrario en el nivel microscópico, donde ocurren fe
nómenos elementales como el efecto fotoeléctrico, se deben introducir
cuantos de energía. Las palabras de Einstein parecen indicar también
que debería ser posible recuperar los fenómenos que ocurren a gran es
cala utilizando los cuantos de energía junto a consideraciones
estadísticas. En este sentido el abandono de los campos sería completo
y fenómenos tales como la difracción se podrían considerar como con
secuencias estadísticas de los cuantos.
La introducción de los cuantos de energía podría considerarse, jun
to a su otro artículo de 1905 «Sobre la electrodinámica de los cuerpos
en movimiento», como las bases de un programa que Einstein se h u
biese planteado para eliminar de la física el éter y lo los campos de una
forma consistente. En efecto, con la relatividad especial Einstein fue
capaz de eliminar el éter como una complicación innecesaria, pero de
acuerdo a la problemática de la época quedaba aún por responder a la
cuestión de qué entidad transportaba o mantenía las ondas de luz. El
artículo de Einstein «Un punto de vista heurístico...» puede interpre
tarse como la afirmación de que las ondas de luz ya no eran necesarias
y que por consiguiente no había que preocuparse de éteres o campos.
Un aspecto de la personalidad de Einstein que sugiere fuertemente
que éste podría haber sido en realidad su propio programa, lo
constituye la profunda repugnancia que sentía ante la presencia de
dualidades en la descripción de entidades físicas, y la coexistencia de
partículas y campos en la estructura formal de la física originaba una
de estas dualidades. De hecho, Einstein comenzó su artículo de 1905
sobre la estructura de la radiación diciendo que «existe una profunda
distinción formal entre los conceptos teóricos que la física ha de
sarrollado en lo referente a los gases y otros cuerpos ponderables y la
teoría maxwelliana de los procesos electromagnéticos en el llamado es
pacio vacío»6. Einstein se estaba refiriendo aquí a la dualidad esencial
existente al considerar por un lado partículas, cuyo estado viene
completamente determinado por un número finito de magnitudes, y
por otro campos, cuyas funciones continuas necesitan un número infi
nito de datos para ser especificadas. En el artículo que estamos estu
camente radiación del intervalo (», v + dv). Las fluctuaciones, A, de la velocidad del
espejo en una unidad de tiempo r corresponden a las fluctuaciones de la radiación en la
cavidad. La expresión que se obtiene es
- - ( -) \hQV + ]A *
t c 8ttv 1
donde e es la densidad de radiación en el intervalo (v, v + dv) y A la superficie del es
pejo.
13 Por supuesto, en las teorías de campos habituales, campos y panículas (el
electrón, por ejemplo) coexisten en forma armónica, pero este tipo de coexistencia lo
incluyo implícitamente al referirme a ondas como contraposición a partículas. Lo que es
taba en discusión era otro tipo —todavía por vislumbrar— de coexistencia.
14 Citado en Klein (1964). Recomiendo al lector este artículo para una discusión bas
tante completa sobre Einstein y la dualidad onda-corpúsculo.
«A ctualm ente m e parece qu e la concepción más n atu ral es la de q u e la existen
cia del cam po electrom agnético de la luz está u n id a a u n p u n to singular exac
tam ente com o lo está la existencia de u n cam po electrostático de acuerdo con
la teoría del electrón. N o está descartado el q u e, en u n a teoría tal, toda la
energía del cam po electrom agnético pudiese verse com o concentrada com pleta
m ente en estas singularidades locales, precisam ente como en la vieja teoría de
acción a distancia. Me im agino a cada uno de tales pu ntos singulares como ro
deados por u n cam po de fuerzas qu e posee el carácter de u n a o n da y cuya
am p litu d decrece con la distancia al p u n to singular. Si estuviesen presentes en
u n espacio pequ eño m uchas de tales irregularidades, entonces los campos de
fuerzas se solaparían y form arían u n cam po de fuerzas ondulatorias que
diferiría m uy poco de u n cam po de ondas de la actual teoría
electrom agnética.»
1. Introducción
1 Todo aquíl que quieta profundizar mis en el tema de este capítulo debe consul
tar: Whewell (1857), «Additions to the Third Edition», especialmente págs. 456-473;
Zenneck (1901); Oppenheim (1920); Chazy (1928); Whittaker (1953), capítulo 5; North
(1965); Woodward (1972) y Pyenson (1974), págs. 3-58.
2 También antes, pero tomo 1880 como cota inferior para mi discusión.
relativos— en torno a los problemas suscitados por el tratamiento
cuantitativo de los fenómenos gravitacionales, actividad encaminada
incluso hacia la reformulación de la ley de la gravitación universal de
Newton, uno de los pilares de la llamada física clásica.
En este capítulo, y de forma muy sucinta, discutiré parte de la acti
vidad desplegada por físicos y matemáticos durante la generación ante
rior a Einstein en torno a los fenómenos gravitacionales.
5 Le Verrier encontró que, debido a la atracción de los planetas conocidos hasta en
tonces, el perihelio de Mercurio deberla girar 527" por siglo, mientras que lo que se ob
servaba era superior a este valor en 38".
2 .a. Posibles explicaciones para el movimiento del perihelio de
Mercurio
7 Despufs de 1915 el estudio del cometa de Hncke fue importante para aquellos que
no aceptaban la relatividad general, ya que esta teoría tampoco explicaba las anomalías
observadas en su órbita. El estado actual de este problema se discute en Whipple (1980).
8 Para estas cuestiones véase Sánchez Ron (1978), parte I.
9 Libro X, cap. vii, § 22.
la fuerza gravitatoria, Fc , producida por una masa, m t , en otra, m 2,
que se mueve con velocidad sería
Fc = Fi + Fz ( 8 . 1 a)
donde
( 8 . 1 b)
r _ Gm^ntz ( iTz\ .
h ---------— ·<*-> ·
4. La Ley de Gravitación
4, = - e- ^ (8 . 2 )
r
12 Ver apéndice A.
«Nadie puede decir algo sobre el espacio absoluto o sobre el movimiento ab
soluto, que no sean metas abstracciones sin manifestación posible en la expe
riencia. Todos nuestros enunciados fundamentales de la mecánica, como he
mos mostrado detalladamente, son experiencias sobre posiciones y movimien
tos relativos de los cuerpos.»
Entre otras cosas esto nos dice que (Mach 1949, págs. 196-197)
«La experiencia de Newton con el vaso de agua que gira[1}], nos enseña simple
mente que la rotación relativa del agua respecto de las paredes del vaso no des
pierta ninguna fuerza centrífuga efectiva, pero que ésta es, en cambio, provo
cada por la rotación relativa respecto de la masa de la tierra y de los demás
astros.»
(8.4)
6. Electrodinámica y gravitación
14 Véase capítulo 7 donde también discutí, desde otra perspectiva, este tipo de cues
tiones.
15 Ver capítulo 2.
16 Whittaker (1953, págs. 207-208).
(se mantiene la notación introducida en la sección 3). Más tarde F. Tis-
serand utilizaría (8.5) para estudiar los movimientos de algunos plane
tas (así explicaba 14" de arco por siglo de la anomalía en el movimien
to del perihelio de Mercurio17).
Algo parecido hicieron O. Liman y M. Lévi en 1886 y 1890, res
pectivamente. La única diferencia real es que ellos partieron de una ley
electromagnética que había sugerido Riemann, con lo que tenían, en
lugar de (8.5),
- di , A - <8 6 >
«La proporcionalidad entre las masas inercial y gravitatoria es válida para todos
los cuerpos sin excepción, con la precisión [experimental] alcanzada por el mo
mento, por tanto podemos suponer su validez general hasta que se demuestre
lo contrario.»
«Si en un punto P del campo gravitatorio $ está situado un reloj que indica el
tiempo local, entonces... lo que marca es 1 + («Wc2) veces mayor que el tiem
po t, es decir, corre 1 + («fc/t2) más deprisa que un reloj construido idéntica
mente pero situado en el origen de coordenadas. Supongamos que un observa
dor situado en un punto arbitrario del espacio observa de alguna manera las
indicaciones de los dos relojes, p. ej., por medios ópticos. Como el intervalo
temporal, Ar, que transcurre entre el instante de una indicación en uno de los
relojes y el momento en que ésta es percibida por el observador es indepen
diente de r, el reloj en P marcha —para un observador situado en un punto
arbitrario del espacio— 1 + (4 >/c2) veces más deprisa que el reloj en el origen
de coordenadas. Es en este sentido que podemos decir que el proceso que
tiene lugar dentro del reloj —y de forma general todo proceso físico— ocurre
con una frecuencia tanto más rápida cuanto más grande sea el potencial gravi
tatorio del lugar donde se desarrolla.
Ahora bien existen “relojes” que se encuentran en lugares con diferentes
potenciales gravitatorios y cuyas frecuencias se pueden controlar en forma muy
precisa; estos son los generadores de las rayas espectrales. Se sigue de la discu
sión anteriorp] que la luz que viene de la superficie del Sol... tiene una longi
tud de onda que es mayor en una dos millonésima parte que la de la luz gene
c(*) m c [ 1 + ( 1 ) ] (9.1)
3. Einstein en Praga
«En una memoria publicada hace cuatro años [Einstein 1907]» —escribía—
«traté de contestar a la pregunta de si la propagación de la luz se ve influen
ciada por la gravitación. Vuelvo a este tema porque mi presentación anterior
de estacuestión no me satisface, y por una razón más poderosa, porque me
doy cuenta ahora de que una de las más importantes consecuencias de mi tra
tamiento anterior se puede poner a prueba experimentalmente. En efecto, se
sigue de la teoría que presento aquí, que los rayos de luz que pasan cerca del
Sol son desviados por el campo gravitacional de éste, de forma que la distancia
angular entre el Sol y una estrella fija que aparezca cerca de él se ve aumenta
da aparentemente en cerca de un segundo de arco» (Las cursivas son mías).
10 Existen dos traducciones al inglés de este artículo: Einstein et al. (1952), págs. 99-
108 y Kilmister (197Î), págs. 129-139.
Pyenson (1974, 1976)11, sí diré, sin embargo, que el mal tiempo y el
comienzo de la Primera Guerra M undial12 conspiraron por dos veces
para que Freundlich fracasara en sus intentos de conseguir las fotos del
eclipse solar. En este sentido es interesante preguntarse, como hace,
entre otros, Stachel (1979b), qué habría ocurrido si Freundlich hubiese
podido llevar a cabo sus observaciones. En ese caso, y suponiendo que
no se hubiese equivocado, habría obtenido el doble del valor dado por
Einstein en su artículo de 1911 (que era 0,83 segundos de arco). En
efecto, sólo teorías posteriores (ya riemannianias) y desde luego la for
mulación definitiva de la relatividad general en 1915, proporcionaban
el valor correcto de 1,61 segundos de arco. Desde un punto de vista
metodológico nos habríamos encontrado entonces en una situación un
tanto extraña (sobre todo si uno adopta la óptica de metodologías
científicas como la de Popper) ya que la relatividad general habría apa
recido después de que un experimento hubiese demostrado que la des
viación de los rayos de la luz era doble de la que se obtenía con la
teoría de 1907-1911. Se podría, por consiguiente, haber argumentado
(y es de suponer que algunos adversarios de la teoría no hubiesen des
perdiciado esta ocasión) que la relatividad general tenía un carácter ad
hoc; esto es, que estaba «cocinada», construida, de forma que se ajus
tase a los resultados (ya conocidos) experimentales. Teniendo en cuen
ta nuestro conocimiento actual de la relatividad general, este «razona
miento ideal o posible» demuestra que las modernas metodologías de
la ciencia deben de ser mucho más cuidadosas y precisar con detalle la
noción de a d hoc, algo que ya ha intentado Zahar dentro del contexto
de la metodología de Lakatos (Zahar 1973).
Volviendo al artículo de 1911 diré que en lo que a su contenido teó
rico se refiere, no añadió demasiado a lo que Einstein ya había m ani
festado en 1907. En particular continuaba teniéndose que la velocidad
de la luz no es la misma en un sistema de referencia acelerado que en
uno que no lo está. La expresión (9.1), que denota la dependencia de
c de la intensidad del campo gravitatorio, sigue apareciendo en el tra
bajo de 1911. Es cierto que Einstein aprovechó esto para construir una
teoría escalar de gravitación en la que la velocidad de la luz juega el
papel de potencial gravitatorio, pero era evidente que existía un
problema: si la velocidad de la luz no es constante, entonces la defini
ción de simultaneidad con la que Einstein construyó la teoría de la re-
1} Llegó a dar argumentos físicos —como veremos más tarde— en ambos sentidos.
14 Agradezco a John Stachel esta información.
15 Ver capítulo 13.
pació transformándola en riem anniana16, cuando Einstein pasó a con
siderar el espacio-tiempo i la Minkowski (que no minkowskiano) como
un rasgo esencial en la estructura geométrica de la naturaleza.
4.a. Abraham
1 dmo — — pr J v~ = g'.
— · —— v + a + Vi - v 2!c2 1/ >J l —iP lc2 (9.3)
m0 dt
4.b. Nordstrom
«He sabido a través de una cana del Profesor Einstein que él ya había conside
rado con anterioridad la posibilidad [propuesta por mí (G. N.) en este artícuo]
de tratar los fenómenos gravitacionales de una forma simple.»
19 En realidad, lo que esta teoría violaba era «el principio de equivalencia fuerte» y
no el débil al que sí satisfacía (ver Guth 1970, págs. 174, 180). El principio de equiva
lencia fuerte es exactamente igual que el que he definido en la sección 1.a, con «leyes de
la naturaleza» significando todas las leyes de la naturaleza. El principio débil es el mis
mo pero con la expresión «leyes de la naturaleza» sustituida por «leyes de movimiento de
las partículas en caída libre» (ver Weinberg 1972, pág. 69).
i) La teoría de Nordstrom no predecía la curvatura de los rayos de
luz en presencia de un campo gravitacional y esto contradecía un resulta
do al que Einstein había llegado mediante consideraciones bastante gene
rales. Además la teoría proporcionaba un retraso del perihelio de Mer
curio en lugar de un adelanto como se observa experimentalmente. En
este sentido Einstein escribía a Erwin Freundlich 20 diciéndole que la
teoría de Nordstrom «es bastante razonable... Nordstrom insiste, como
hago yo, en el desplazamiento hacia el rojo de las líneas del espectro
solar, pero ¡para él] no [existe] una curvatura de los rayos de luz en un
campo gravitacional. El examen del próximo eclipse solar debe de
mostrar a cuál de las dos interpretaciones corresponden los hechos».
Tras lo cual Einstein —y esto es im portante— concluye: «[Esta cues
tión] no se puede dilucidar sólo por caminos teóricos». Frase ésta que
nos muestra que en 1913 Einstein todavía estaba lejos de sentir la se
guridad (de orden estético, casi metafísico) en sus ideas que sentiría
años más tarde.
- ii) En 1913 Einstein sabía (ver capítulo 10) que era necesario aban
donar el espacio-tiempo minkowskiano y plano en favor de uno
riemanniano de curvatura no nula. En este sentido no podía mirar con
buenos ojos una teoría como la de Nordstrom construida sobre un
espacio-tiempo del primer tipo. De hecho en 1914 Einstein se
dedicaría, en colaboración con A. Fokker, a clarificar la relación que la
teoría de Nordstrom guardaba con la teoría riemanniana que él mis
m o, junto a Grossmann, había desarrollado en 1913 (ver capitulo 1 1 ).
En este artículo Einstein y Fokker (1914, pág. 324) afirmaban que:
«El campo gravitacional viene determinado por diez cantidades g^. En la teoría
de Einstein-Grossmann, se especifican diez ecuaciones formalmente similares
para estas diez cantidades. Por otra pane, la teoría de Nordstrom se basa en la
suposición de que es posible verificar el principio de constancia de la velocidad
de la luz eligiendo adecuadamente un sistema de referencia. Veremos [en este
artículo] que esta [suposición de Nordstrom] es equivalente a reducir las diez
cantidades g* a una sola cantidad Φ 2 mediante una elección apropiada del sis
tema de referencia.»
1. Introducción
En el capítulo anterior hemos visto cómo dos de los elementos
esenciales de la teoría de la relatividad general, el principio de equiva
lencia y el de relatividad, estuvieron presentes en la mente de Einstein
desde el mismo momento en que, en una publicación, se planteó el
problema de encontrar una teoría relativista que diese cuenta de los fe
nómenos gravitacionales. Ahora bien, existe una característica de la re
latividad general —el que su substrato geométrico; el espacio-tiempo,
no es plano y además que es un objeto dinámico (esto es, su estructura
no está fijada de antemano sino que viene determinada por su conte
nido energético)— que en absoluto estaba entre las ideas de Einstein
cuando éste inició su larga marcha. ¿Cuándo y por qué —nos pode
mos preguntar— llegó Einstein a la conclusión de que la gravitación
modificaba necesariamente (al menos dentro de su estrategia al abor
dar el problema) la estructura euclideana (o pseudo-euclideana) del
espacio-tiempo? Esta es la pregunta que trataré de contestar en este
capítulo.
2. Cronología1
El primer problema, de orden histórico, con el que uno se enfrenta
surge al advertir que en los artículos que Einstein publicó hasta 1912
2 Me estoy refiriendo aquí a la pane física, escrita por Einstein, del artículo de Eins·
tein y Grossmann (1913).
me» tenía «una gran importancia» para sus propósitos? La respuesta
—en una primera aproximación— es bastante inmediata y el mismo
Einstein la hizo explícita en un artículo (Einstein 1912a) que data de
febrero de 1912. Al referirse allí a su trabajo previo sobre sistemas de
coordenadas con aceleración uniforme Einstein señalaba que «de acuer
do con el principio de equivalencia tal sistema K es estrictamente
equivalente a un sistema en reposo en el que existe un campo gravita-
cional de un cierto tipo». En otras palabras, éste era en principio un
caso más a estudiar dentro de la estrategia general de Einstein de
explotar al máximo el valor heurístico del principio de equivalencia.
Al llegar a este punto uno se puede preguntar: ¿a qué conclusiones
llegó Einstein cuando, en las ocasiones, que acabo de mepcionar, se
planteó el problema de un disco (o sistema de referencia) que gira
uniformemente? Por el momento y hasta la próxima sección, quiero
dejar al margen esta cuestión; sólo diré que Einstein tenía graves
problemas (ligados especialmente con la relación entre coordenadas y
medidas con reglas y relojes) para entender el significado de las
conclusiones que, de forma preliminar, extraía de sus trabajos. En ab
soluto se puede decir que a esas alturas Einstein ya tuviese las ideas
claras.
Hasta ahora hemos visto, por consiguiente, que Einstein estaba in
teresado en el tratamiento de un cuerpo rígido en rotación uniforme
porque, de acuerdo con el principo de equivalencia, este caso se podía
relacionar con un campo gravitacional; ahora bien, ¿es posible articu
lar de forma más precisa por qué de todos los casos con interés
heurístico Einstein seleccionó precisamente éste? Una respuesta posible
es: por su sencillez; y, en efecto, así fue en parte, pero todavía se
puede ahondar bastante más en las motivaciones que llevaron a Eins
tein a persistir hasta entender el significado profundo de las conclu
siones que se extraían de dicho caso. Para ello señalaré los siguientes
pasos:
a) Finales de marzo de 1912: Einstein completa su trabajo sobre el
campo gravitatorio estático, en el que introduce —como ya vimos—
una velocidad de la luz dependiente del potencial gravitatorio,
c(*)-c( 1 + J )
«Por consiguiente, espacio y tiempo no se pueden definir con respecto a K ' tal
y como se hacía en la teoría de la relatividad especial con respecto a sistemas
inerciales. Pero, de acuerdo al principio de equivalencia, se puede también
considerar a K ' como un sistema en reposo, en el que existe un campo gravita-
torio (campo de fuerza centrífuga y fuerza de Coriolis). Llegamos, por tanto, al
siguiente resultado: el campo gravitacional influye e incluso determina las leyes
métricas del continuo espacio-temporal. Si las leyes de configuración de cuer
pos rígidos ideales se tienen que expresar geométricamente, entonces en pre
sencia de un campo gravitacional la geometría no es euclideana.
El caso que hemos estado considerando es análogo al que se presenta en el
tratamiento bidimensional de superficies. Es también imposible en este ultimo
caso introducir coordenadas sobre una superficie (p. ej., la superficie de un
elipsoide) que tengan un significado métrico simple, mientras que en un plano
las coordenadas canesianas, xlt x2 representan directamente longitudes medi
das con una regla de medir unidad. Gauss superó, en su teoría de las superfi
cies, esta dificultad introduciendo coordenadas curvilíneas que apañe de satis
facer condiciones de continuidad eran totalmente arbitrarias, y únicamente
después fueron estas coordenadas relacionadas con las propiedades métricas de
la superficie. De forma análoga introduciremos en la teoría general de la relati
vidad coordenadas arbitrarias X\, x2, X3, que caractericen unívocamente los
puntos del espacio-tiempo de forma que sucesos próximos se vean asociados
con valores próximos de las coordenadas; aparte de esto, la elección de las coor
denadas es arbitraria. Seremos coherentes con el principio de relatividad en su
forma más general, si damos a las leyes una forma tal que sean válidas en to
dos estos sistemas de coordenadas cuadridimensionales; esto es, si las
ecuaciones que expresan las leyes son covariantes con respecto a transforma
ciones arbitrarias.
El punto de contacto más importante entre la teoría de superficies de
Gauss y la teoría de la relatividad general se encuentra en las propiedades
métricas sobre las que se basan, en lo principal, los conceptos de ambas
teorías.»
Creo que queda claro, a través de las citas que he venido presen
tando, que el hecho de que consideraciones propias de relatividad es
pecial llevasen a Einstein a la conclusión de que en un disco que gira
la geometría no es euclideana, unido al principio de equivalencia,
constituyeron el primer estadio en el proceso de determinar cuál debía
de ser el marco geométrico sobre el que se construiría más tarde la re
latividad general. Ahora bien, para llegar a la idea básica sobre la que
se levanta esta teoría, y que es que la interacción gravitatoria se geo-
metriza, o en otras palabras que la estructura métrica del espacio-
tiempo es lo que matemáticamente describe a la gravitación, para lle
gar a esto, digo, hacía falta cubrir una nueva etapa —un segundo
estadio— cualitativamente muy diferente al anterior. En este segundo
estadio se pueden distinguir tres niveles. El primero es, hasta cierto
punto, razonable: si el estado dinámico del sistema de referencia (o
cuerpo) en cuestión modifica la estructura geométrica del espacio-
tiempo, entonces, ¿por qué no asimilar ambos de forma que esta últi
ma sirva también para describir el estado dinámico del sistema o, lo
que es lo mismo, el correspondiente campo gravitacional? El segundo
nivel es menos inmediato en tanto en cuanto que ya involucra una
estructura matemática perfectamente definida como son los espacios
de Riemann o, si se quiere llamarlos de otra forma, la teoría de super
ficies de Gauss. ¿Cómo consiguió Einstein alcanzar dicho nivel? En
primer lugar, es de suponer que preguntándose ¿qué es lo que nos da
de forma intrínseca la estructura geométrica de una superficie (va
riedad) como es el espacio-tiempo? La respuesta es: la métrica. A par
tir de este momento, o simultáneamente con él, Einstein se dio cuenta
—como él mismo nos dice en la últim a cita— de que su problema
físico era en realidad formalmente «análogo al que se presenta en el
tratamiento bidimensional de superficies». Algo que le ayudaría debió
de ser la idea de que el principio de equivalencia es válido sólo infini
tesimalmente, ya que esto le pudo hacer recordar que en la descripción
m ediante coordenadas gaussianas del elemento de línea de una super
ficie curva, la geometría euclideana —que corresponde a la situación
descrita por la relatividad especial— es correcta infinitesimalmente. Es
tas conjeturas se apoyan también en la evidencia que se tiene de que
Einstein se había familiarizado, durante las clases de Geiser sobre
geometría infinitesimal en el Instituto Politécnico de Zurich, con la
fórmula gaussiana del elemento de línea. Las clases de Geiser 4 perm a
necieron en la memoria de Einstein que, cincuenta años más tarde, las
describía como «verdaderas obras maestras del arte pedagógico que me
ayudaron mucho al bregar con la relatividad general» (Einstein 1955).
Estos conocimientos, bastante rudimentarios teniendo en cuenta la ri
queza matemática de la relatividad general, bastaron a Einstein según
él mismo indicaba en el prólogo a la edición checoslovaca de su libro
Relatividad, la teoría especial y la general: Una exposición popular. En
él se lee: «Tuve en primer lugar la idea decisiva de la analogía existen
te entre los problemas matemáticos relacionados con la teoría y la
teoría de superficies de Gauss en 1912, después de mi vuelta a Zurich
[que tuvo lugar en agosto de 1 9 1 2 ), sin que p o r entonces conociera los
trabajos de Riemann y Ricci o Levi-Civita*.
El tercer y último nivel de este segundo estadio lo habría consti
tuido —como de nuevo el propio Einstein (1955) nos cuenta— el reco
nocer que la formulación cuadridimensional de Minkowski era real
m ente importante. En efecto, durante algunos años Einstein fue muy
crítico de la presentación que Minkowski hizo de la relatividad espe
cial, presentación que consideraba como un mero formalismo despro
visto de interés físico. Sin embargo, su actitud cambió hacia 1911, año
4 Se acepta generalmente que Einstein utilizó precisamente las notas que Marcel
Grossmann tomó de las clases de Geiser. De hecho el mismo Einstein (1955) mencionó
haberlas utilizado. Estas notas se encuentran en la actualidad en la biblioteca del Institu
to Politécnico de Zurich.
en el que durante una conferencia titulada «La teoría de la relatividad»
y pronunciada en la reunión de científicos de la naturaleza celebrada
en Zurich, expresaba lo siguiente (Einstein 1911):
J
6 f ds = 0 ( 1 0 . 1)
R i» - ~ c (i, j = 1, 2 , 3)
dx,d)¿
(10.3)
Ríj = — , Rio = o, IL o = - c V 2c
c dXdd
4. Otras fuentes
5 Conviene señalar también que fue por mediación del padre de Grossmann como
Einstein consiguió su empleo en la oficina de patentes de Berna.
6 No me he referido al conocido libro de Einstein e Infeld (1938, págs. 226-234),
The Evolution ofPhysics, donde también se discuten estas cuestiones.
un disco rígido que gira. Voy a mencionarlas brevemente por su inte
rés histórico.
En julio de 1919 Einstein contestaba a unas preguntas y comenta
rios, relativos al disco que gira, que le había formulado el conocido fi
lósofo positivista J. Petzoldt7. Para precisar lo más posible su posición,
frente a las críticas de Petzoldt8, Einstein presentaba una detallada dis
cusión del disco que gira, discusión de la que extraigo los siguientes
párrafos:
U = í/./V 1 — (j^/c2) (2 )
r = r„ (3)
...Por consiguiente de (2) y (3)
Vi - (j¿/c2)
o teniendo en cuenta ( 1 )
U
r Vi — (*>2/c2)
5. Sinopsis final
1. Introducción
donde Taf¡ son los componentes del tensor de energía (que representan
el contenido energético —y por tanto tam bién material— del sistema
en cuestión) y donde el tensor —todavía por encontrar— AaB debería
satisfacer los siguientes requisitos:
i) Ser tal que (11.4) sea covariante (esto es, mantener la misma
forma en todo sistema de referencia [de coordenadas]);
ii) que se pueda construir a partir de g aB y de sus derivadas de pri
mer y segundo orden;
iii) en el límite newtoniano —bajas velocidades y campos gravita-
torios débiles— (11.4) debe pasar a ser
R?, = Ric ·» ( 1 1 -6 )
En principio esta relación era particularmente atractiva para Eins
tein y Grossmann ya que aparecía el tensor de Ricci, R*,j, definido en
función del de Riemann, y por aquel entonces ya se habían da
do cuenta del papel fundamental que en el campo gravitacional juega
este últim o tensor puesto que se anula si y sólo si la métrica es
pseudoeuclídea3 (espacio-tiempo plano) con lo que en cierta forma se
asocian matemáticamente espacio-tiempo «vacío de gravitación» y rela
tividad especial. Ahora bien, para Grossmann —y para Einstein— esta
elección presentaba problemas:
3 Ver para esta cuestión Adler, Bazin y Schiffer (1965, secciones 5.5 y 5.6).
«Esta misma expresión demuestra que este tensor no se reducirá, en el caso de
un campo gravitacional infinitamente débil, a la expresión V24> [ver (11.5)].
Debemos dejar abierta, por consiguiente, la cuestión de hasta qué punto está
relacionada con el problema de las ecuaciones de la gravitación la teoría gene
ral de los tensores diferenciales asociados al campo gravitacional. Tal conexión
debe existir, en tanto en cuanto las ecuaciones de la gravitación permitan susti
tuciones arbitrarias, pero parece que en este caso no se pueden obtener
ecuaciones diferenciales de segundo orden. Por otra parte si se pudiese estable
cer que las ecuaciones de la gravitación admiten solamente un cierto grupo de
transformaciones entonces se podría entender por qué no serían aceptables los
tensores diferenciales que proporciona la teoría general. Como se indica en la
parte física [escrita por Einstein], no estamos todavía en posición de discutir es
ta cuestión.»
RaB = 0 ( 1 1 .8 )
IL· * ; (11.9)
= — Í W,
2, - i
«Se debe señalar, sin embargo, que bajo esta suposición [que las ecuaciones sean
de segundo orden] parece ser imposible encontrar expresiones diferenciales
Abs que sean una generalización de V2$ y que resulten ser un tensor bajo
transformaciones arbitrarias. No obstante no se puede negar a priori que las
ecuaciones exactas finales de la gravitación puedan ser de orden superior al se
gundo. Por tanto existe siempre la posibilidad de que ecuaciones de la gravita
ción perfectamente exactas puedan ser covariantes con respecto a sustituciones
arbitrarias. Intentar una discusión de tales posibilidades sería, sin embargo,
prematuro en vista del nivel actual de nuestro conocimiento acerca de las pro
piedades físicas del campo gravitacional. Por tanto estamos restringidos a
[ecuaciones de] segundo orden, y en consecuencia nos debemos abstener de es
tablecer ecuaciones de gravitación que resulten ser covariantes con respecto a
transformaciones arbitrarias. Más aún, se debe señalar que no disponemos de
ningún indicio con respecto a la covariancia general de las ecuaciones de la gra
vitación.»
En otras palabras, Einstein optaba por abandonar el principio de rela
tividad general. Era muy deseable el tener una teoría que no privile
giase ningún sistema de referencia o de coordenadas, pero no existía
en realidad ningún indicio experimental que condujese a dicho princi
pio, al contrario de lo que ocurría con el principio de equivalencia que
se apoyaba en la igualdad observada experimentalmente entre masa
inercial y masa gravitatoria. El principio de relatividad general (cova
riancia de la teoría) era casi una necesidad de orden estético para Eins
tein, pero como ya he dicho en alguna ocasión, era demasiado buen
físico como para no estar dispuesto a abandonar opiniones que
podrían resultar ser simples prejuicios. Ahora bien, Einstein no sólo se
dispuso a abandonar la covariancia general sino que con su imagina
ción desbordante— lo que en ocasiones, y esta era una de ellas, consti
tuyó un aspecto negativo de su talento científico— tam bién intentó
justificarlo en función de una especie de primeros principios. Sus argu
mentos eran los siguientes:
a) El principio de causalidad exige que a una distribución dada de
materia y energía (esto es, a un determinado T„n) le corresponda un
único campo gravitacional.
b) A un campo gravitacional único le debe corresponder un único
tensor métrico. (Einstein entendía que «único» no sólo quiere decir
«físicamente único» sino también «función matemática de las coorde
nadas única»).
De estas dos premisas se obtenía la conclusión —argumentaba
Einstein— de que ninguna ecuación que sea covariante bajo una trans
formación arbitraria puede tener la propiedad (b). Precisamente poc-
que la teoría es covariante bajo transformaciones arbitrarias, soluciones
con diferente forma matemática y correspondiendo a las mismas fuen
tes podrían ser físicamente idénticas. Aparentemente, y aunque nunca
se sintió satisfecho con el abandono del principio de relatividad gene
ral, Einstein no se dio cuenta de lo erróneo de sus razonamientos hasta
finales de 1915, es decir, hasta muy poco antes de llegar a la formula
ción definitiva de la relatividad general.
a ·* * — — (¿ r y T T ^ ) -rg r, ^ +
y / ^ T f Bxr * v g d* ’ 8 g p d* d*
(íi.m
± «~a* M i - _L ,
2 * & bxr 4 * * dx* d* '
donde g = determinante de g aB.
Existía una razón al menos por la que estas ecuaciones no desagra
daban del todo a Einstein, como se vería en 1914 en un nuevo artículo
escrito en colaboración con Grossmann (Einstein y Grossmann 1914).
En este trabajo se afirma que aunque las ecuaciones (11.4) y (11.11)
no son válidas para todo sistema de coordenadas, sí lo son, sin embar
go, para cualquier sistema que satisfaga la condición6
. 0 1 . 12)
H í r
2 a *" av
(hamiltoniano del campo gravitacional). Asimismo se indica que los sistemas de coorde
nadas permitidos [(11.12)] «se han escogido de forma que la integral [que aparece en
(A)] tienda a un máximo para valores de contorno fijados de las coordenadas y de sus deri
vadas primeras (consideradas en un sistema de coordenadas arbitrarias)».
Ahora bien, para Einstein esto representaba un importante avance ya
que: 1) Las transformaciones permisibles podrían ser no lineales, y por
consiguiente 2) la teoría permitía la equivalencia entre (algunos) siste
mas de referencia acelerados (por ejemplo —pensaba Einstein— entre
sistemas estacionarios y en rotación). Podía, pues, considerarse que las
nuevas ecuaciones del campo daban un alcance bastante amplio al
principio de equivalencia. En este sentido Einstein escribía a Besso en
marzo de 1914 (Speziali, ed. 1979, pág. 32)
«... las ecuaciones de la gravitación son válidas para todos los sistemas de coor
denadas que satisfacen estas condiciones [ecs. (11.12)]. De esto se sigue el que
existen transformaciones que representan aceleraciones de una naturaleza muy
variada (rotaciones, por ejemplo) y que transforman las ecuaciones en ellas
mismas, de forma que la hipótesis de equivalencia se mantiene en su forma
primitiva.»
A pesar de estas opiniones tan entusiastas, Einstein —que nunca se
había sentido realmente a gusto abandonando el requisito de covarian
cia general— no tardaría en relegar esta teoría. Esto ocurrió en el
período comprendido entre mediados de 1914 y principios de 1915,
después de haber escrito algunos trabajos que no añadían nada nuevo,
salvo alguna que otra clarificación matemática. Así, el 28 de no
viembre de 1915, Einstein, ya por entonces miembro de la academia
prusiana de Berlín (desde la primavera de 1914) y director del instituto
de investigaciones físicas en el Kaiser- Wilhelm-Gesellschaft, escribía a
Sommerfeld (Hermann, ed. 1968, pág. 32) diciéndole:
«1 ) He probado que el campo gravitacional para un sistema girando uniforme
mente no satisface las ecuaciones del campo [de la teoría de Einstein-
Grossmann].
2) El movimiento del perihelio de Mercurio proporciona 18" en lugar de 45"
por siglo.
3) El requisito de covariancia en mi artículo del año pasado no proporciona la
función hamiltoniana H. Permite, si se generaliza adecuadamente, una H ar
bitraria.»
La teoría de Einstein-Grossmann había m uerto y Einstein, que ya do
m inaba el cálculo diferencial absoluto y que por consiguiente no nece
sitaba más a Grossmann, se disponía a dar los últimos pasos en su bús
queda de una teoría relativista de la interacción gravitatoria.
ó J ds = 0 , (ll.b)
1. Noviembre de 19151
2 Las citas del artículo de 1916 están tomadas de la traducción inglesa publicada por
Dover, Einstein e t a l. (1952).
El exigir que
d (*■>'......... * ?') i = j
d (x„, ... , x 3)
donde
RU = ~ , (12.2b)
ox*
dxr - r “« r - · ( 12-2c)
Tj!„ = j n - fs + £. , ( 1 2 .5 )
con
f j - 4 = 1 TJ , fL = Ka ; (12.6)
T J, = j n - í - T3» + Ka . (12.7)
T J, = TJ - - T»B T J . (12.8)
(T J + t j ) . e - 0 , (12.9)
donde
t J * - y k [ b jg “T iaT% - ( 1 2 .1 0 )
[ f* - * £ Ts ; (1 2 .11)
a -0
de la que surgían los problemas que afectaban —según el propio
Einstein— a la teoría. Para comprender la naturaleza de estos proble
mas hay que darse cuenta de que si se elige un sistema de coordenadas
en el que V —g = constante, entonces obviamente (/»V —g ),8 - 0,
lo que de acuerdo con (12.11) implica que para los campos de materia
T * E T aa = 0. Pero exigir que r » 0 es algo demasiado fuerte pues
to que las ecuaciones del campo gravitatorio deben de ser aplicables
para cualquier distribución de materia, y es evidente que bajo estas
condiciones T no será, en general, igual a cero. Ahora bien, Einstein
había exigido desde el principio (12.3) y esto implica que V —g = 1;
por consiguiente no podía evitar concluir que su teoría del 4 de no
viembre conducía a T = 0. En resumen, Einstein se enfrentaba con la
siguiente disyuntiva: o bien su teoría no era correcta o, si lo era, en
tonces, T * O5.
Por esta u otras razones, el caso es que Einstein no permaneció
contento con esta teoría durante mucho tiem po. El 11 de noviembre
presentaba a la academia otro nuevo trabajo (Einstein 1915b) en el
que las ecuaciones del campo resultaban ser
Ra0 = k T ae . (12.12)
Ra» = 0 , (12.13)
5 Earman y Glymour (1978a, pág. 299) han argumentado que en realidad el proce
dim iento seguido por Einstein era inconsistente ya que (12.7) es equivalente a la condi
ción T/ ig ~ 0 con K , = (in y j —£ ),ST*„. Pero para f ¿ ‘ arbitrarios, K , se anula si y
sólo si ->J —g - constante.
6 Ver capítulo 11, sección 2 donde discutí los motivos que llevaron a Einstein y a
Grossmann a rechazar esta posibilidad.
explica el movimiento anómalo del perihelio de Mercurio. De nuevo
escribe a Hilbert (el 18) «...hasta ahora ninguna teoría de la gravita
ción había logrado esto».
A pesar de todo, su nueva teoría tenía gran parte de los problemas
que afectaban a la anterior. Como la teoría era totalm ente covariante
se podía elegir libremente el sistema de coordenadas, pero si se tom a
ba uno para el que 'J~ ~ g = constante, entonces Rüg = 0, y por tanto
(12.12) se reducían las ecuaciones previas (12.1). Más aún la ecuación
(12.7) y sus consecuencias seguían siendo válidas para las coordenadas
elegidas, de forma que debido a (12.11) se obtenía de nuevo el apa
rentem ente absurdo resultado T = 0.
Como ha señalado recientemente Stachel (1977, pág. 439), la pri
mera reacción de Einstein fue la de «hacer una virtud de la necesidad»
y argumentar (Einstein 1915b) diciendo que
o bien,
T$ = 0 . (12-15)
r* .«.* * H T + /) , (12.16)
^ = 0 . (12.17)
ox“
A continuación demuestra que una expresión equivalente a (12.17) es9
9 ( r ^ s O = k (n - 1 * ? ) , (1 2 .1 8 )
dx" 2
donde t°B —definido por (12.10)— le había surgido como una m agni
tud que verifica la ley de conservación ordinaria.
*¿‘ - 0 . (12.19)
8 Es en este momento cuando Einstein afirma que (12.17) en conjunción con las
ecuaciones de movimiento,
# * · r „ dxr d x
ds1 ” " ds ds '
proporcionan en primer orden de aproximación la ley de Newton de la gravitación u n i
versal, y en segundo orden, la explicación del movimiento del petihelio de Mercurio.
9 Einstein habla introducido un coeficiente 2k por razones que —en sus palabras—
«se verían más tarde».
10 Einstein denom inaba «materia» todo lo que no fuese el campo gravitacional. El
campo electromagnético entraba, por consiguiente, dentro de la categoría de materia.
completa en un tensor simétrico de segundo rango, el tensor de energía. Por
consiguiente en la teoría, de la relatividad general debemos introducir el corres
pondiente tensor de energía para la materia 75, que como los componentes de
energía [ecuación (12.10)] del campo gravitacional tendrá un carácter mixto,
pero pertenecerá a un tensor simétrico covariante.»
>J ~ -g = 1
i l í + ra ra , = k (r„ - \ g „ 7) . (12.21)
a Xa 2
= 1
RLa = k (T a9 - i - g J T ) , ( 12.22)
\T -g = i
«Se debe admitir que esta introducción del tensor de energía de la materia no
está justificada por el postulado de relatividad únicamente. Por esta razón lo
hemos deducido aquí a partir del requisito de que la energía del campo gravi-
tacional actúe gravitacionalmente de la misma forma que cualquier otro tipo
de energía. Pero la razón más fuerte para la elección de estas ecuaciones
[(1 2 .2 0 )] está en su consecuencia, que las ecuaciones de conservación del mo
mento y de la energía, correspondiendo exactamente a [(1 2 .1 9 )], son válidas
para los componentes de la energía total.» (Las itálicas son mías).
p »I w « i
H = R + L , (12.24)
donde
Tomando la variación de H con respecto a los potenciales gravitaciona-
les g„y y utilizando el ansatz (12.24), Hilbert obtenía
^ \2 Kgr “ - ( 7= = =
V ~g
)
à g"
) ( 12·25)
T„ - - ( ---- -— ) d^ E l L ) (12.26)
V -£
- y Rg~ = ^ (12·27)
16 Ver capitulo 6 .
17 Copia en microfilm en los Archives fo r the History o f Quantum Physics, Ameri
can Philosophical Society, Philadelphia.
«No me agrada la representación de Hilbert. Está indebidamente especializada
en lo concerniente a la “materia” , indebidamente complicada, no es honesta
(= gaussiana) en su propósito, [y refleja] la pretensión de un superhombre
mediante un camuflage de técnicas.»
21 Hay que recordar que una comunicación presentada a una academia en una fecha
determinada no aparecía publicada hasta varias semanas después. Por consiguiente, en
principio sólo los asistentes a ia correspondiente sesión de la academia podían conocer el
contenido de la comunicación.
tismo». Asimismo declina la invitación de asistir a la conferencia de
Hilbert en base a fatiga y problemas estomacales (probablemente una
excusa pues durante los siguientes tres días completaba sus cálculos
sobre el perihelio de Mercurio) y le pide que le envíe las pruebas de su
conferencia.
Suponemos que poco después Hilbert le suministró más detalles
acerca de su conferencia, puesto que el 18 Einstein escribía de nuevo a
Hilbert diciéndole que, por lo que cree entender, su sistema está de
acuerdo con el que él mismo había encontrado y comunicado a la aca
demia prusiana la semana anterior (esto es, la teoría del 11 de no
viembre, ecuaciones (12.12)). Ahora bien, las ecuaciones de Hilbert,
según aparecen en la versión publicada de su conferencia, son formal
mente equivalentes a las ecuaciones (12.14) del 25 de noviembre y no
a las (12.12) del 11. Por consiguiente, o bien Einstein estaba equivoca
do al argumentar la equivalencia de ambos sistemas, o bien las
ecuaciones que Hilbert envió a Einstein eran diferentes de las que apa
recieron en la versión publicada. Siguiendo a Earman y Glymour
(1978a, sección 5) vamos a ver que no tiene por qué ser ninguna de
estas dos explicaciones la correcta. Existe una tercera posibilidad,
auténtico nudo gordiano que nos explica bastante de lo que ambos es
peraban de (o buscaban con) sus teorías. Por el mom ento, y antes de
pasar a esta tercera posibilidad, creo que es sensato desestimar la se
gunda explicación, especialmente teniendo en cuenta la habilidad de
Hilbert y las técnicas matemáticas que formaban su planteamiento del
problema.
(12.28)
«Mi carta a Einstein fue en vano... Einstein está evidentemente tan inmerso en
la gravitación que está sordo a cualquier otra cosa.»
a) Leiden
55 Ver los cuadernos inéditos de Kramers, Archives fo r the History o f Quantum Phy
sics (American Philosophical Society, Philadelphia).
36 Es este un tema que está todavía por desarrollar. Que yo conozca solo Pyenson
(1974) ha mencionado estas cuestiones.
precisamente astrónomos ingleses (bajo la dirección del propio Edding-
ton y de Dyson, el astrónomo real) los que en mayo de 1919 organiza
sen dos expediciones para observar desde la isla Príncipe y desde
Sobral al norte de Brasil un eclipse solar con el que se demostró que la
predicción de la relatividad general concerniente a la curvatura de los
rayos de luz por el Sol era correcta37. El tremendo impacto de la expe
dición de Eddington, no sólo entre la comunidad científica sino tam
bién de forma popular, engrandece el papel que jugó de Sitter en el
desarrollo de la relatividad general.
Hay otro aspecto por el que de Sitter es importante: su contribu
ción a la cosmología relativista. Para entenderlo es preciso hablar antes
de cómo afrontó Einstein el problema de construir un modelo de un i
verso compatible con las ecuaciones de la relatividad general.
En 1917, Einstein (1917) publicaba un trabajo en el que aplicaba
la relatividad general a la construcción de un modelo de universo ho
mogéneo e isótropo. Einstein suponía desde el principio (apoyándose
en diversos argumentos) que la densidad media del universo q , era
distinta de cero e igual en todas partes; asimismo, y basándose en las
experiencias normales en su época, consideraba que el universo era
globalmente estático. Un primer problema lo constituía el que un uni
verso de este tipo no era posible en la teoría de la gravitación de New-
ton (conduce a un campo gravitacional infinito en todo punto del es
pacio, «paradoja de Seeliger»38). Esto era grave pero no definitivo pues
to que, al fin y al cabo, la teoría newtoniana no era compatible con
todas las propiedades del universo considerado desde un punto global.
El problema real era saber si tal universo era posible dentro del contex
to de la relatividad general. Pero Einstein encontró que las ecuaciones
del campo de esta teoría no podían producir un universo estático con
q i-- 0 que fuese satisfactorio. Para escapar de este dilema, Einstein
volvió al modelo newtoniano y se planteó el problema de cómo habría
de modificarlo para que en él tuviese cabida un universo del tipo
mencionado. Encontró que se requería escribir
~ + A&»’ = k l ~ (12.31)
A = e * -L· , M * 2w2qR3 ,
cl R2
y por consiguiente
GM = — ttc*R .
2
donde
b) G otinga
«Le divertirá saber que uno de nuestros grandes almacenes de Londres (Selfrid-
ges) ha pegado en el escaparate su trabajo (las seis páginas pegadas lado a la
do) de forma que los transeúntes puedan leerlo al pasar. ¡Grandes multitudes
se agrupan para leerlo!» (El artículo en cuestión se refería a la teoría del campo
unitario).
Espero que alguien estudie con detalle en el futuro las razones so
ciológicas de este sorprendente fenómeno.
Capítulo 13
HACIA UNA GENERALIZACIÓN DE LA RELATIVI
DAD GENERAL
ya que para especificar Tag se necesita algo más que las variables del
campo. De hecho, este aspecto de la teoría era algo que Einstein no
podía soportar. El tener una teoría dual significaba para él que, en
cierto sentido, era muy poco lo que se había avanzado con respecto a
la electrodinámica de Maxwell-Lorentz y que no había sido capaz de
penetrar niveles de conocimiento más profundos. Lejos estaban los
años en que Einstein había mantenido una filosofía mecano-atomista1;
desde 1909 el campo era para él el único concepto realmente significa-
tivo de la Física2 y «una teoría de campos consistente requiere conti
nuidad en todos los elementos de la teoría... Por consiguiente, la
partícula material no tiene cabida en una teoría de campos como un
concepto fundamental» (Einstein 1950).
El anterior no era el único aspecto poco satisfactorio de la teoría de
Einstein, existía todavía otro: la relatividad general era únicam ente
una teoría de gravitación. Permitía comprender los «misteriosos» fenó
menos físicos gravitacionales en función de la estructura puramente
geométrica de la variedad espacio-tiempo; sin embargo, la gravitación
no era la única fuerza o interacción cuya existencia era conocida en los
tiempos de Einstein. Las fuerzas electromagnéticas eran tan universales
y tan importantes como las gravitacionales, pero su agente, el campo
electromagnético, no era explicado por la relatividad general.
A pesar de no ser una teoría de campos pura y de no incluir el
campo electromagnético, la relatividad general tenía un contenido
empírico superior a cualquiera de las teorías de gravitación que le
habían precedido, en este sentido era evidente que representaba un
paso adelante hacia la «campo-ización» de la Física que Einstein
perseguía. De hecho para él no era nada sorprendente el status de la
relatividad general con respecto al concepto de campo, simplemente
porque consideraba a ésta como una teoría preliminar. En este senti
do, Einstein (1949, págs. 73-75) escribía lo siguiente en sus notas
autobiográficas.
donde
+ drf'vp + _ q (13 4}
dxr dx» dxr K ’
miembro de la izquierda de las ecuaciones de campo fuese cero, lo que hacía a la teoría
consistente de alguna forma con la interpretación electromagnética de la materia (en
electrodinámica T = 0).
«si particularizamos [las ecuaciones (13.2)] para el caso estático esféricamente
simétrico obtenemos una ecuación menos [de las necesarias] para definir los g»,
y con el resultado de que cualquier distribución de electricidad esférica
m ente simétrica aparece como capaz de permanecer en equilibrio. Por tanto el
problema de la constitución de los cuantos elementales no se puede resolver
todavía en base a las ecuaciones dadas.»
r s =«= ss& x s l t js z
- ¡ - " t . « « i- y
m is pIoftmda que h . Jc H<rm " “ 4 t y l de
5 Para más información acerca de la teoría de H '^ eIt v^ase Mehr^ ( 1974 , capítulo
3), y el capítulo 12 de este libro.
El único comentario que haré acerca de la teoría de Weyl es que así
como en la teoría de Einstein los efectos gravitacionales están
íntimamente unidos con el comportamiento de las reglas y relojes que
se utilizan para medir, otro tanto ocurre con los efectos electromagné
ticos en la teoría de Weyl. En este sentido se puede decir (Pauli 1921)
que en esta teoría tanto gravitación como electromagnetismo aparecen
como consecuencias de la estructura métrica del universo.
Por consiguiente, y en vista de la evidencia que proporcionan los
artículos publicados durante el período 1915-1918, se debe concluir
que la idea com pletam ente articulada de una teoría que reuniese geo
m étricam ente los campos gravitatorio y electromagnético se debe en
primer lugar a Hilbert y Weyl. Aunque la idea de asociar dichos cam
pos había estado presente en el pensamiento de Einstein desde al m e
nos 1909, no existe ninguna razón para creer que los planteamientos
matemáticos desarrollados por Hilbert6 y especialmente por Weyl, h u
biesen sido concebidos antes por Einstein. Esto se ve reforzado por el
hecho de que, como he señalado antes, el primer intento de Einstein
de generalizar la relatividad general no era todavía una teoría de cam
pos pura. De hecho, el punto de partida de Einstein en su búsqueda
de una teoría unificada de campos lo constituyó su reacción crítica ante
la teoría de Weyl. Así, señalaré que lo primero que Einstein publicó
en estas cuestiones no fue el artículo de 1919 al que me he referido en
la sección 1 de este capítulo, sino que antes, en 1918, había publicado
otro artículo (Einstein 1918) en el que señalaba algunas de las dificul
tades que obligaban, a su juicio, a descartar 1a teoría de Weyl. A pesar
de esto, cuando después de 1919 Einstein retornó a estos problemas lo
hizo siguiendo el planteamiento adoptado por Weyl; esto es, utilizan
do geometrías que generalizaban la de Riemann (Einstein 1923 a,b,c).
Es, por tanto, razonable concluir que la atmósfera científica que rodea
ba a Einstein fue un factor positivo muy influyente en la determina
ción de la orientación que más tarde daría a sus intentos de generalizar
la teoría de la relatividad general.
3 a. N otas generales
Seguir con detalle los diferentes intentos que Einstein llevó a cabo
después de 1923 para establecer una teoría unitaria de campos es algo
6 Einstein era muy crítico con respecto a la forma en que Hilbert enfocaba el proble
ma de la gravitación y el electromagnetismo, como se vio en el capítulo anterior.
que se sale de los propósitos del presente trabajo, pero puede resultar
útil, sin embargo, el esbozar sus principales trabajos.
A partir de 1923, Einstein intentó con una dedicación creciente, el
ir más allá de la relatividad general. Su principal preocupación fue
describir los campos gravitacionales y electromagnéticos en términos de
un único tensor métrico; conseguir esto —pensaba Einstein—
significaría conocer lo que es la materia o, en otras palabras, tener una
explicación continua (de campos) de los efectos cuánticos.
Einstein intentó diferentes teorías encontrando que, en general, las
más satisfactorias eran las basadas en conexiones afines y tensores
métricos no simétricos. Esta vía tampoco fue realmente abierta por
Einstein sino por Eddington (1923, capítulo 7), quien introdujo la
idea de basar una teoría unitaria de campos en la conexión afín rg„
(que él suponía sim étrica) y no en la métrica7. De esta forma Edding
ton obtenía que tanto la métrica como el campo electromagnético
aparecían como magnitudes derivadas. Sin embargo, no postuló nin
guna ecuación del campo específica. Esto fue hecho poco después
—también en 1923— por Einstein (1923 a,b,c) quien derivó las
ecuaciones del campo a partir de un lagrangiano que dependía única
mente de Ra$ y de R 7. No obstante, Einstein abandonó esta teoría al
poco tiempo por considerar que las ecuaciones que se obtenían para el
campo electromagnético conducían a consecuencias inadmisibles. D u
rante muchos años este tipo de teorías no volvieron a utilizarse, siendo
resucitadas por Einstein junto con algunos de sus colaboradores (Eins
tein 1943, Einstein y Straus 1946, etc.) y por Schrödinger8. La princi
pal modificación introducida entonces fue la utilización de una cone
xión afín y un tensor métrico no sim étricos. Se pensaba que de esta
forma se ampliaban los grados de libertad existentes en la teoría, gra
dos que podían emplearse para introducir el campo electromagnético
en la estructura geométrica de la variedad espacio-tiempo.
Al llegar a este punto es conveniente tratar de realizar una mirada
de conjunto a las diversas teorías que Einstein propuso para generalizar
la relatividad general. Así, lo primero que destaca es que a pesar de su
aparente diversidad existen rasgos comunes a todas ellas, rasgos que re
velan la visión que Einstein tenía de la naturaleza. El más sobresalien
te de todos ellos es el de que Einstein identificaba la tarea de reunir
gravitación y electromagnetismo en un mismo formalismo con la tarea
de encontrar una teoría de campos pura. Aparentemente nunca se le
ocurrió pensar que tal vez fuese más conveniente otro tipo de estructu
ra matemática. La razón pudiera ser el que Einstein consideraba al
7 Para estas cuestiones se puede consultar Tonnelat (1965, pág. 290 y sucesivas).
8 Ver los artículos que durante el período comprendido entre 1943 y 1948 Schrödin
ger publicó en los Proceedings o f the Royal Irish Academy.
campo, cuya estructura matemática quería descubrir, como una autén
tica entidad física; más aún, para él el campo era la entidad física (Na
turaleza = Campo). Utilizando sus propias palabras (Einstein 1954)
«Es común a todos estos intentos [de generalizar la relatividad general] el con
cebir la realidad física como un campo.»
10 Lo que Einstein y Grommer (1927) hicieron fue demostrar que las ecuaciones de
movimiento para partículas de prueba se deducen de las propias ecuaciones del campo.
11 Einstein, Infeld y Hoffmann (1938) obtuvieron las ecuaciones del movimiento en
órdenes de aproximación más allá del newtoniano. Más tarde Einstein e Infeld (1940,
1949) simplificarían todo el procedimiento utilizado en el artículo de EIH. Una detalla
da historia del problema del movimiento en relatividad general será publicada en un fu
turo próximo por P. Havas.
Poco después del artículo de EIH, Fock (1939) demostró utilizando un método in
dependiente, que era posible obtener los mismos resultados que EIH utilizando distri
buciones continuas de materia sin singularidades.
acerca de las singularidades? La respuesta es que no existió ninguna in
consistencia y la clave para entender los motivos que le llevaron a ser
virse de singularidades nos la proporciona su colaborador Infeld que
en su libro autobiográfico Q uest (Infeld 1942, pág. 207) escribe
19 Acepto —y tengo en cuenta— pot supuesto todas las limitaciones que la filosofía
de la ciencia ha demostrado existen entre «teorías» y «comprobación experimental».
w Pero no sólo para la ciencia del siglo xx, como demuestra la historia de la ciencia.
21 «Suficientemente» es un término deliberadamente vago. Cuantificarlo creo que es
una tarea muy difícil que aguarda, especialmente, a la sociología de la ciencia.
te, pero sólo si no son mayoría. Este aspecto demuestra, en mi opi
nión, que la ciencia tiene, p o r necesidad y bajo un camuflage raciona
lista, un componente intrínsecamente ilógico (p. ej. ¿qué significa «rá
pido»?). En otras palabras: la ciencia no se puede reducir únicamente a
la lógica; se necesita también un componente sociológico.
Apéndice A
EINSTEIN Y MACH
1. Introducción
2. Mach
«La opinión, que viene abriéndose paso gradualmente, de que la ciencia debe
limitarse a la representación global [compendious representation] de lo actual,
involucra necesariamente como consecuencia la eliminación de todas las suposi
ciones superfluas que no pueden ser controladas por la experiencia y, sobre to
do, de todas las suposiciones que son metafísicas en el sentido de Kant. Si se
tiene en mente firmemente este punto de vista en ese amplio campo de inves
tigaciones que incluye lo físico y lo psíquico, obtenemos, como nuestro primer
y más obvio paso, la concepción de las sensaciones como los elementos comu
nes de todas las experiencias físicas y psíquicas posibles, que consisten [así] me
ramente en las diferentes maneras en que se combinan estos elementos, o en
su dependencia entre sí. Una serie completa de engorrosos pseudo-problemas
desaparecen inmediatamente. El propósito de este libro no es presentar algún
sistema filosófico, o alguna teoría comprensible del universo. Son únicamente
las consecuencias de éste simple paso... las examinadas aquí. Se hace un inten
to, no de resolver todos los problemas, sino de alcanzar una posición epistemo
lógica que prepare el camino para la comparación de compartimentos
específicos de investigación, que se encuentran ampliamente distanciadbs entre
sí, para la solución detallada de problemas importantes.
Es desde este punto de vista desde el que deben considerarse las descrip
ciones de investigaciones especiales dadas aquí. Si no existe una diferencia
esencial entre lo físico y lo psíquico, podemos esperar establecer la misma co
nexión exacta que buscamos en todo lo que es físico, también en las ecuaciones
entre lo físico y lo psíquico. Esperamos encontrar entonces, correspondiendo a
todos los detalles que el análisis psicológico puede descubrir en las sensaciones,
otros tantos detalles en los procesos nerviosos físicos. He tratado de describir
esta relación tanto como he sido capaz.» (Las cursivas son mías).
«... De forma análoga, uno tendrá que distinguir entre espacio métrico y físico
[contiene el tiempo] como ya sugería en mis Conservación de la energía y Co
nocimiento y error... Un progreso esencial en esta dirección ha sido cimentado
y desarrollado por A . Einstein y H . Minkowski.»
y (Mach 1919b)
«En mi opinión no se debería hablar más acerca del principio de Mach. Este
data de una época en la que se pensaba que los «cuerpos ponderomotrices»
eran la única realidad física, y que todos aquellos elementos de una teoría que
no viniesen determinados completamente por ellos debían de ser evitados
conscientemente. (Me doy perfecta cuenta del hecho de que yo también estuve
influenciado durante mucho tiempo por esta idea fija).»1 .
13 Algunos filósofos «no machianos» también han advenido este hecho. Ernst Cassi-
rer, por ejemplo, escribe en su libro Eim tein's Theory o f Relativity que «no existe ningu
na conexión necesaria entre la teoría de la relatividad y la filosofía de Mach» (Cassirer
1953. píg. 429).
Ver en este sentido la nota pie de página número 16 del capítulo 3 (pág. 128) de
Sánchez Ron (1978).
15 Einstein Archives, Prmceton.
16 También es relevante en este sentido el siguiente párrafo de una carta que Eins
tein escribió a Cornelius Lanczos el 24 de febrero de 1938 (Dukas y Hoffmann, eds.
1979, pág. 67):
«Comencé con un empiricismo escéptico más o menos parecido al de Mach. Pero el problema de la
gravitación me convirtió en un convencido racionalista; esto es, en alguien que toma como la única
fuente segura de Verdad la simplicidad matemática.» (Las cursivas son mías).
ahora el momento de saber qué pensaba por su parte Mach acerca de
los logros de Ginstein. Desgraciadamente las cartas que Mach escribió a
Einstein se han perdido, de manera que aparentemente sólo existe un
documento que permite conocer las opiniones de Mach. Este es el pre
facio, escrito en julio de 1913, a su obra Principios de óptica física ,
publicada póstumamente en 1921. Escribía allí Mach (1921):
«Me veo obligado, en lo que puede tal vez ser mi última oportunidad, a retirar
mis opiniones sobre la teoría de la relatividad.
Me doy cuenta por las publicaciones que me llegan, y especialmente por mi
correspondencia, que gradualmente se me empieza a considerar como el pre
cursor de la relatividad. Soy capaz incluso de, aproximadamente, imaginarme
qué nuevas exposiciones e interpretaciones recibirán, desde este punto de vista,
en el futuro, muchas de las ideas expresadas en mi libro de mecánica... Debo,
sin embargo, rechazar el ser el precursor de la relatividad tan firmemente como
rechazo la doctrina atomista de la actual escuela o iglesia. La razón por la que,
y el grado en que, rechazo la actual teoría de la relatividad, que encuentro va
siendo cada vez más dogmática, junto a las razones que me han conducido a
tal opinión —consideraciones basadas en la fisiología de los sentidos, dudas
epistemológicas, y sobre todo las enseñanzas resultantes de mis expe
rimentos— deben esperar pata ser tratadas en la continuación [de este tra
tado].»
Tal continuación nunca llegó a escribirse, pero aunque esto nos prive
del detalle de la argumentación de Mach, al menos una de las razones
básicas está clara: como ya he dicho con anterioridad, Mach quería
unir física, psicología y filosofía de los sentidos y por este motivo aspi
raba a más que los simples «sucesos» de la relatividad especial, quería
conectarlos con nuestra estructura cognitiva. Todo esto sin mencionar
la, por 1913 ya clara, tendencia especulativa de la relatividad eins-
teiniana en su camino hacia una teoría de la interacción gravitatoria*.
1. Introducción
y
«[Hoy en día] cuando tengo tiempo para leer matemáticas por mero placer, tomo uno de los libros de
Klein, por ejemplo, su Desarrollo de las matemáticas durante el siglo X IX o su Geometría no
eucltdea. De hecho, algunos de estos libros de Klein son parte integral de la civilización en que crecí
y que ahora se está desintegrando.»
Evidentemente, estas citas de Born sólo se refieren a algunas de las parcelas en que
Klein ejerció su influencia.
3 Ciertos aspectos de las relaciones existentes entre el mundo académico y la in
dustria alemana han sido investigados por Forman (1967).
4 Ver Pyenson (1974, capítulo IV) donde se discuten con cierto detalle las opiniones
y actividades de Klein.
5 A través de su participación en diferentes fundaciones que apoyaban, financiándo
los, proyectos de investigación científica.
era una relación de igualdad). Así, por ejemplo, era de esperar que
avances físicos o técnicos sugiriesen nuevas ideas matemáticas. Por este
motivo Klein estimuló de diversas formas a un buen número de sus
colegas matemáticos para que aplicasen —reorientándolas en parte—
sus indudables capacidades técnicas (en el sentido matemático) al estu
dio e investigación de temas propios de las ciencias naturales, o si se
prefiere emplear otro nombre, de las matemáticas aplicadas. En parti
cular, de entre todos estos temas, el autor del programa de Erlangen
favorecía a aquellos que de una forma u otra tenían un cierto interés
técnico, como es patente al ver las reformas institucionales que.bajo su
liderazgo ocurrieron en Gotinga. Resultado —muy importante para
nosotros— de todo esto es que muchos matemáticos de esa universi
dad utilizaron la m ecánica d el sólido rígido y la electrodinám ica cuan
do investigaban otros problemas de física. En el tema que a nosotros
nos preocupa tenemos como ejemplos a:
i) David Hilbert, Emil Wiechert, Gunnar Nordstrom y Hermán
Minkowski que utilizaron con frecuencia la electrodinámica de
Maxwell-Lorentz para interpretar y desarrollar las teorías especial y ge
neral de la relatividad.
ii) Max Born y Gustav Herglotz quienes trataron durante cierto
tiempo de reconciliar la noción clásica del movimiento de un sólido
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Capítulo 1
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Capitulo 3
Capítulo 4
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