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Poemas para lectura y análisis

Quién hace tanta bulla y ni deja


testar las islas que van quedando.

      Un poco más de consideración


en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea
                    grupada.

      Un poco más de consideración,


y el mantillo líquido, seis de la tarde
      DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES.

Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.

(De Trilce, 1922)

***

Vocabulario del poema I de Trilce

Testar: Hacer testamento (Real Academia, 1925). / En el lenguaje jurídico se usa en el


sentido de borrar.
Aquilatará: (De aquilatar). Examinar y graduar los quilates del oro y de las perlas y piedras
preciosas. / Fig. Examinar y apreciar debidamente el mérito de una persona, o en el
mérito o verdad de una cosa (R. A., 1925).
Guano: Peruanismo. Voz quechua que significa estiércol, especialmente de pájaros.
Materia excrementicia de aves marinas que se encuentra acumulada en gran
cantidad en las costas y varias islas del Perú y Chile. Se utiliza como abono en la
agricultura (R. A., 1925).
Calabrina tesórea:
Calabrina: (De calabre). Marít.: cable (R. A., 1925).
Calabrote: Voz náutica. Cabo grueso formado de tres ramales hechos de filástica,
según el grueso que ha de tener (Diccionario de Autoridades, 1963).
Filástica: (De filo, hilo). Marít.: hilos de los que se forman todos los cables y
jarcias. Sácanse las filásticas de los trozos de cables viejos que se destuercen para
atar con ellos lo que se ofrezca (R. A., 1925).

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Tesórea: Neologismo, de tesoro: “tesoro + ea” (Meo Zilio, 1967). El excremento
humano, por su color amarillento, es llamado oro en el habla popular peruana. De
la poesía peruana recogemos un ejemplo: “Voy a W. C. a depositar mi oro…”
(Pablo Guevara. Los habitantes, 1963).
Calabrina tesórea: Sería –de acuerdo a lo anterior- cable grueso, hecho de
desperdicios, con valor de tesoro: excremento humano. Cabe aquí relacionar,
además, a voz guano con la voz islas del segundo verso, doblemente ligadas en
este caso por lugar de habitación de las aves guaneras y por la imagen de los
excrementos en el agua.
Alcatraz: Pelícano americano de plumaje pardo-amarillento en el dorso y blanco en el pecho
(R. A., 1925).
Hialóidea grupada:
Hialóidea: (Del griego hyaloeides, compuesto de “hyalos” = vidrios y “eidos” =
forma). Adj. Vítreo, que se parece al vidrio o que se tiene sus propiedades
(Enciclopedia Espasa, 1925).
Grupada: Golpe de aire o de agua, impetuoso y violento (R. A., 1925).
Hialóidea grupada: Sería, en este caso, el golpe violento del agua que es trasparente
como el vidrio.
Mantillo: Capa superior del suelo formada en gran parte por la descomposición de materias
orgánicas. Abono que resulta de la fermentación y putrefacción del estiércol (R. A.,
1925).
Mantillo líquido: Sería la capa líquida formada por la descomposición de materias
orgánicas.
DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES: Aparte del significado musical, tener bemoles o tres
bemoles: frs. fig. y fam. con que se pondera lo que se tiene por muy grave y
dificultoso (R. A., 1925).
Abozaleada:
Abozalar: Poner bozal (Casares, 1942).
Bozal: Aparato comúnmente de correas o alambres, que se pone en la boca de los
perros para que no muerdan (R. A., 1925). Por lo tanto la idea sería de apresar,
retener, impedir una acción.

Martos, M. y Villanueva, E. (1989). Las palabras de Trilce. Lima: Seglusa. pp. 43-45.

***

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LOS POEMAS DE LA CÁRCEL

Escritos en los días que estuvo recluido en la cárcel de Trujillo, o sea 112 días desde el 6 de
noviembre de 1920 hasta el 26 de febrero de 1921. Fueron en total ocho, que figuran en
Trilce. Además Vallejo escribió los seis poemas en prosa que conforman “Cuneiformes”, de
Escalas. Esos poemas son: I, II, XVIII, XX, XLI, L, LVIII, LXI.

Poema I. Con el cual se inicia el poemario Trilce, relata un acto natural de nuestra vida
cotidiana o sea la evacuación del intestino. Esta función íntima y universal que Vallejo
relaciona con un momento de su existencia guarda relación con otro poema (IX) en el cual
relata otra función como el acto de la coyunda sexual y, en el que para dar toda la sensación
de ello, emplea una ortografía muy suya.

Cuatro veces al día, en la mañana y en el atardecer los detenidos en la celda donde estaba
recluido Vallejo, eran sacados y llevados a las letrinas. Los guardias que debían cumplir con
esta misión urgían a los detenidos, con lenguaje grosero, a que procedieran con rapidez. Las
expresiones y hasta el mismo lenguaje que emplea Vallejo guardan relación con la función
evacuadora que realiza.

Espejo Asturrizaga, J. (1989). César Vallejo: itinerario del hombre 1892-1923. Lima: Seglusa. p.
154.

***

A LA HORA DEL ÁNGELUS

(…). Las líneas mayores de interpretación proponen que aborda la degradante experiencia de
defecar en la cárcel sin libertad ni privacidad alguna, o que traza un paisaje marino de islas
guaneras, o que en lenguaje simbólico constituye una poética de Trilce. En el breve comentario
que le dedicamos en nuestra edición crítica (1991) invitamos a percibir que esos tres planos
actúan en yuxtaposición cubista: la algarabía, la bulla, de las aves guaneras que defecan en
libertad, puesta en contraste con los presos tratados sin consideración en el delicado (tiene sus
bemoles, conforme a la expresión coloquial que alude a algo dificultoso) asunto de hacer sus
necesidades; y, en el meollo del texto, el poema simbolizado como el “guano” del “insular
corazón” (…).

Esa analogía entre el poema (el cual se debe “testar”; o sea, dejar en testimonio o, en
atrayente connotación religiosa, evacuar como un testamento, digamos de otro nuevo
testamento) y el guano chocaba con el gusto poético establecido, y de manera tan
vanguardista que sigue chocando no poco a los lectores actuales. Pero no es solo una
subversión estética. Conlleva, también, una nueva antropología, una nueva visión del ser
humano distante de la herencia platónica que conceptúa vil y torpe el cuerpo (soma) frente al
alma (psique) enaltecida esta como superior y orientada al Cielo (Topus Uranus); esa dicotomía
platónica, tan influyente en la prédica cristiana (a pesar de no tener fundamento bíblico),
campeaba en la visión del ser humano que nos ofrece Los heraldos negros, verbigracia en los
poemas “La araña” (donde “impide / el abdomen seguir a la cabeza”, siendo esta la que
debería mandar) y “En las tiendas griegas” (título que remite al marco griego dentro del cual
habita la cultura “occidental”). En Trilce el cuerpo es reinventado en su condición animal

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(influencia de Darwin), de naturaleza instintiva (eco del “buen salvaje” de Rousseau). Sin
antecedentes poéticos que conozcamos (ninguno en español, en francés palpita algo de esa
reivindicación en el febril Rimbaud, aunque dentro de su óptica de desarreglo de los sentidos y
de no clara dignificación como la que ostenta Vallejo), nuestro Vallejo confiere dignidad
poética y, sin duda, antropológica a todo lo fisiológico: comer, defecar, sudar, copular, etc. En
lo tocante a la defecación (reparemos en que, el mismo año de 1922, en el terreno de la prosa
narrativa, el Ulises de Joyce la aborda sin tapujo alguno, como parte fundamental de la
naturaleza humana), el lenguaje trílcico la saca de su antiguo confinamiento a lo grotesco o
repulsivo o festivo (verbigracia, Rabelais y Quevedo); y la elige, nada menos, como imagen del
poema a evacuar, mientras que Joyce se limita a zaherir el estado de la narrativa irlandesa,
haciendo que Bloom lea un cuento oliendo sus deposiciones y limpiándose luego el trasero con
el cuento leído; es decir, Joyce sigue basándose en la connotación repulsiva de los
excrementos, con lo cual Vallejo resulta más radical e innovador que el propio Joyce, al
enaltecer el cuerpo humano y sus actividades fisiológicas. ¡Tremendo inicio de un poemario
con un título enigmático, el neologismo Trilce, y con un lenguaje y una antropología
radicalmente innovadoras!

(…)

Pero hay algo más en Trilce I: la mención de las “seis de la tarde”. Bien puede referirse a la
hora en que los carceleros obligaban a los presos a hacer sus necesidades en las letrinas (de
acuerdo al dato biográfico proporcionado por Juan Espejo Asturrizaga); y/o aludir a que en el
ocaso hay una gran concentración de aves guaneras que defecan (información consignada
puntualmente por Neale-Silva). Sin embargo, apunta a un plano más hondo, si pensamos que
es la hora por excelencia del rezo del Ángelus, en el Perú al menos, donde el atardecer se fija a
la seis de la tarde. (…).

¿Por qué es importante el Ángelus? Porque se trata de la Anunciación: el arcángel Gabriel, un


heraldo de la vida divina que derrota a la Muerte (y sus heraldos negros), anuncia a la Virgen
María que será madre del Hijo de Dios (“bendito es el fruto de tu vientre”), plasmándose el
misterio cristiano de la Encarnación por el cual Dios se hizo real y verdaderamente hombre,
dignificando así la naturaleza humana, cuerpo incluido (lo cual ha sido echado a perder por la
influencia griega, sobre todo platónica, que desprecia al cuerpo juzgándolo como una “cárcel”
del alma).

González Vigil, R. (2009). Claves para leer a César Vallejo. Lima: San Marcos. pp. 168-171.

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La cena miserable

Hasta cuándo estaremos esperando lo que


no se nos debe… Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones


por haber padecido!…
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado…

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde


de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,


y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba…
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!

(De Los heraldos negros, 1918) https://www.dailymotion.com/video/x2nqj9n

Los nueve monstruos

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,


hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,


más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!

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Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,


por detrás de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más)
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!

¡Cómo, hermanos humanos,


no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!

Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?


¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer...

(De Poemas humanos, 1939) https://www.youtube.com/watch?v=QPJt3GltFQE

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Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tánto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:


«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,


clamando «¡Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,


con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra


le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

(De España, aparta de mí este cáliz, 1939)


Recital de Enrique Alvizuri https://www.youtube.com/watch?v=TzDYEgqjBnQ

***

En “La cena miserable” nuevamente está presente el tema del hambre referido a los pobres,
concretados como tales porque son aquellos que siempre están esperando: “Hasta cuándo
estaremos esperando lo que / no se nos debe…”.
De este modo parece que la noción “pobre” adquiere en estos y otros versos de Vallejo un eco
particular: siente el poeta que son los oprimidos. Los que en principio él pudo observar en su
tierra natal peruana, extendiendo luego esta mirada a todos los del planeta. En este sentido son
acertadas las palabras de Carlos L. Altamirano:

El amor y el interés de Vallejo por los asuntos peruanos y sus gentes, sinceros sin duda alguna, tienen una
explicación más vasta, más fecunda y más noble que la simple simpatía localista: la natural y creciente
solidaridad del poeta con los oprimidos. Los indios o cholos peruanos, cargados de pena, víctimas de la
injusticia social, están a la vista, se encuentran a la mano: constituyen pues el primer cuadro doloroso que
presencian sus compasivos ojos.

El “amor” de Vallejo por “los desdichados de la tierra” y su “solidaridad con su dolor”, como
añade Altamirano pensando en Poemas humanos, no son sentimientos en Los heraldos negros
limitados a un gesto de simple consuelo. En “La cena miserable” y “El pan nuestro” es evocado
cierto clima de protesta que demanda liberación por la injusticia (humana) que oprime al pobre,
sin descuidar Vallejo el notable papel que puede jugar, dentro de este mismo clima, la
compasión y desde luego la propia poesía. Y al hablar de compasión no vemos excluida una
crítica a la injusticia en esos versos. Al contrario. Sobre la compasión nos dice el biblista
mexicano José P. Miranda las siguientes palabras, con cierto alcance en este caso al sentido de
los versos de Los heraldos negros. Dice Miranda:
No veo cómo pueda haber un auténtico compadecerse del oprimido sin que al mismo tiempo surja
indignación contra el opresor; ni veo que el sentido genuino de justicia pueda describirse con mayor
profundidad que mediante la expresión compasión con el necesitado.

(…)

Poemas humanos (PH)


A) La solidaridad humana: Es algo reconocido por críticos de Vallejo que el centro neurálgico

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de PH descansa en el tema del compromiso en el dolor de los hombres. Identificado
“plenamente con el dolor universal” Vallejo con PH descubre “en el sufrimiento un rapto de
verdadera solidaridad humana” según Sucre, viviendo, en su comportamiento vital y
manifestación poética “una verdadera adhesión a la causa de la vida”, en palabras de
Altamirano. Sien embargo este enfoque proclamado por estos y otros críticos que ilustran el
contenido general de PH queremos perfilarlo en relación con la solidaridad, desprendida de
distintos poemas.
En “Los mineros salieron de la mina…” se puede oír un canto al esfuerzo, al sufrimiento y al
sacrificio de los mineros por la dureza del trabajo. Entre sí ellos conservan una peculiar unidad
por sus “voces”, sus “linternas”, sus “cubos” y “rombos”, trabajadores a los cuales Vallejo
denomina “creadores de la profundidad”. Es en cierto modo un reconocimiento a la oscura labor
del minero, evocando el poema incluso cierto tono épico. El sentimiento de solidaridad de los
obreros brota al hilo de los versos de Vallejo.
(…)
B) Los pobres: Si bien es cierto que el propio Vallejo se reconoce como pobre en LHN (“El pan
nuestro”), la descripción de la pobreza material resulta llamativa en PH. En primer lugar el
poeta expresa que no tiene nada. En realidad lo que sí posee es “hambre” dice en “La rueda del
hambriento…”. Esta carencia básica del sujeto es extendida por Vallejo ampliamente con una
mirada social, apelando al “execrable sistema” al acusarlo “de la cantidad enorme de dinero que
cuesta el ser pobre” (…).
Es necesario previamente dar de comer al hambriento y limpiar la suciedad del cuerpo para
hablar luego del “psicoanálisis” dice en este poema. Frente al yo profundo” y ensayos sobre “el
infinito”, es necesario primero sanar al enfermo y alimentarlo sin buscar “en el fango huesos,
cáscaras”. La muerte de un “albañil” en su trabajo, el robo del “comerciante”, el engaño del
“banquero” son hechos que impiden hablar fácilmente de “la metáfora”, de “la cuarta
dimensión”, de la riqueza artística del “teatro”. Los parias que duermen de pie y aquel que
cuenta con “sus dedos” impiden igualmente hablar de la importancia de “Picasso” y de la
metafísica del “no-yo”. El arte y la cultura son nada frente al dolor de los pobres. (…).

España, aparta de mí este cáliz (EAC)


En EAC Vallejo está profundamente interpelado por un sentimiento solidario por la República
española. Es ocioso subrayar este motivo en este libro, reconocido siempre por críticos, así
como insistir en la honda solidaridad de carácter social, ideológico o político derivada de aquí.
Sin embargo es obvio que no todo en EAC responde a criterios profanos y seculares. Por
ejemplo Hans Magnus Enzensberger estima que:

La España que se refleja en esta poesía no es pieza en el tablero de ajedrez de la política internacional, sino un
nuevo Israel. Los poemas no son la expresión de una confrontación ideológica, sino de un martirio: del
cautiverio babilónico de España y su lejana salvación. La fuerza inspiradora de estos poemas no es una idea,
sino una experiencia: la experiencia del dolor.

En este sentido es interesante destacar esa singular solidaridad expresada en el poema “Masa”
donde brotan evidentes señales religiosas por la fuerza que ahí tiene el amor para revivir a un
combatiente muerto.
El lenguaje poético de Vallejo a lo largo de esta obra, una vez preocupado de la solidaridad, de
la muerte, del sufrimiento y de la esperanza, alcanza en “Masa” un contenido especialmente
liberador pues la fe en el Hombre, permanentemente proclamada en versos a pesar del dolor que
lo invade todo, logra honda densidad cuando esa solidaridad quiere incluso rescatar al hombre
de la muerte: “¡Solo la muerte morirá!”, proclama en “Himno a los voluntarios de la
República”.
El valor de la Vida es único e intransferible en el poema “Masa” y para liberarla de la muerte
formula Vallejo la necesidad de apoyo de todos los seres humanos para “resucitarlo”. Sin
embargo, más que una solidaridad cuantitativa y numérica, de carácter grupal, por la reunión
mundial de hombres que rodean al cadáver, lo que se expresa ahí es la fuerza propia de los
deseos que produce un anhelo humanitario en todos los hombres por la muerte de uno de ellos.
Pues son esta muerte también desaparece dentro de lo humano el Amor. Es decir, el combatiente
logra revivir no porque todos los demás en el mundo así lo piden de un modo meramente

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voluntarístico para seguir siendo más poderosos en un bando militar concreto. Más bien
“resucita” porque todos en el mundo están reunidos, bajo el consenso del amor y la paz,
afectados por la amenaza de la desaparición de una Vida que es propia del Amor en un mundo
solidario.
El lamento de los “quinientos mil” hombres que claman su impotencia por la muerte a pesar del
inmenso amor existente, facilita percibir cómo hay en el poema una transformación cualitativa
de la solidaridad en amor. Sobre todo cuando el cadáver sigue muriendo a pesar de los millones
de individuos que aman esa vida, aunque finalmente la unidad (“la unidad, / sencilla, justa,
colectiva, eterna” dice en “Batallas”) establecida en los hombres permite vencer a la muerte,
según expresión paulina.

Boero, M. (s. f.). La solidaridad y los pobres. Recuperado de

www.cervantesvirtual.com›descargaPdf›la-solidaridad-y-los-pobres. pp. 720 -727.

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Resulta asombroso cómo Vallejo resuelve esa tensión con un lenguaje originalísimo, profundo,
de valor universal. En Poemas humanos (también en España, aparta de mí este cáliz) triunfa
una rica y sumamente expresiva exploración del léxico, la sintaxis, la morfología y el ritmo,
plasmando un lenguaje que se ha vuelto raigalmente marxista en su discurrir (no necesita hablar
solo de lucha de clases, explotación, etcétera; puede abordar los temas universales de siempre:
amor, muerte, soledad, etcétera). Un lenguaje materialista (afincado en el cuerpo humano, en
las necesidades fisiológicas, acentuando lo iniciado en Trilce), dialéctico (anhelando la difícil,
casi nunca posible causa de la alienación existente, síntesis de los contrarios: esta suele
proyectarse utópicamente a un futuro revolucionario) e histórico (con un nítido marco social,
presentado con sus fuerzas contrapuestas).

Ejemplo magnífico de esa escritura es “Los nueve monstruos”, con sus menciones de los
órganos corporales, sus contradicciones tan expresivamente ajenas a la lógica aristotélica
(“crece a treinta minutos por segundo”, “es el dolor dos veces”, “tan cerca arremetió lo lejos”, el
fuego en su rol de “frío muerto”, “la salud más mortal”, etcétera) y su mención a un presente
que debe ser inmediatamente corregido (instando a que haga algo el Ministerio de Salud).

(…)

El Amor es el tema central en la obra de Vallejo, el que le otorga su sentido final. Y es


necesario insistir en ello, porque todavía persiste –en la enseñanza escolar y en los medios
masivos de comunicación– la visión de Vallejo como un extraordinario intérprete del dolor, de
la muerte y de vivencias vinculables al campo semántico de la orfandad, la angustia, el
fatalismo, la proclamación del absurdo, etc.

Nadie niega que Vallejo ha expresado, como pocos poetas (no solo dentro del ámbito hispánico,
sino a escala universal) toda la gama del dolor. Sin embargo, se hace necesario enfatizar que,
debajo o detrás de toda esa temática del dolor –sin la cual Vallejo no ostentaría la dimensión y
la profundidad que tiene– está el Amor, la capacidad de amar y la causa de ello: sentirse herido
por el padecimiento de otras personas. Es ese núcleo amoroso el que lo lleva a condolerse sin
limitación alguna, a beber el cáliz de una pasión humanísima, crucificado por la acción terrible
de los “heraldos negros” y “los nueve monstruos” del dolor y la muerte. El amor no solo explica
y da sentido a la comunicó vallejiana con los sufrientes; sobre todo, impulsa al poeta a encontrar
una solución contra los “heraldos negros” y los “nueve monstruos”. Y esa solución no es otra

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que una utopía del amor: el Amor –postula Vallejo– (vivido en una unión universal, que no
excluye a ninguna persona) vencerá a la Muerte; los muertos serán entonces “inmortales”, la
Muerte morirá y el Amor imperará eternamente.

Bien entendido, en consecuencia, Vallejo no es propiamente el poeta de la Muerte sino el cantor


del Amor –ganado por la vida y la esperanza, para decirlo con palabras del gusto de Rubén
Darío, el poeta hispanoamericano al que más admiraba Vallejo– que pretende matar a la Muerte.
Sueño, con resonancias bíblicas (Isaías, evangelios, Apocalipsis), que él quiere ver realizado en
este mundo, conquistado por la solidaridad de todos los hombres. No conozco otro poeta del
siglo XX que haya cantado como Vallejo la derrota de la muerte y el triunfo del Amor.

González Vigil, R. (2009). Claves para leer a César Vallejo. Lima: San Marcos. pp. 107, 119-120.

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