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procesos periféricos tales como la percepción, que contrastan con los estilos
cognitivos, que parecen estar relacionados con los procesos centrales, tales como el
razonamiento y la memoria (Klein, 2003).
Gardner (1983) afirma que los seres humanos tienen ocho inteligencias:
lingüística, lógica-matemática, espacial, musical, corporal-kinestésica, interpersonal,
intrapersonal y natural. Cada persona posee todas estas inteligencias, pero en
diferentes grados.
Considerando estos puntos de vista, no sorprende que pueda ser efectiva una
variedad de métodos de enseñanza y, en consecuencia, que un solo método de
enseñanza no sea suficiente para las necesidades de aprendizaje de un grupo de
estudiantes.
Por otra parte, varios estudiosos consideran el aprendizaje como un proceso social,
más bien que un proceso individual. En opinión de Vigostky, la relación entre el niño
aprendiz y el profesor adulto, ya sea de manera formal o informal, es decisiva en el
proceso de aprendizaje y, más importante aún, en el desarrollo de la mente.
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aquí que, el lenguaje llega a ser el organizador del pensamiento del niño. Establece
que el conocimiento es construido socialmente. Centró su trabajo experimental en el
proceso del aprendizaje, más bien que en la enseñanza, y definió el potencial de un
niño para su desarrollo, como la zona de desarrollo próximo: "La distancia entre el
desarrollo real de acuerdo con lo determinado por la solución del problema
independiente y el nivel de desarrollo potencial según lo determinado en la solución
del problema" (1978: 87).
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El Proceso Metacognitivo
En la medida que el sujeto se hace más consciente, es decir, tiene más claros los
contenidos respecto a lo que conoce y a cómo conoce, puede establecer parámetros
comunes de actuación, e incluso llegar a evaluarlos sobre los resultados de sus
pares y es esta comparación la que le sirve como elemento de validación de su
propia actividad cognitiva (Kruger & Dunning, 1999).
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expectativas de éxito, como elemento de enganche al inicio de cualquier acción de
aprendizaje; y el tipo de motivación que define la actividad del alumno, diferenciando
motivación de logro. Todo ello, unido con la percepción de las propias capacidades,
y la posibilidad de calibrar la actuación personal como referente metacognitivo.
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efectivamente, aunque me pueda equivocar no pasa nada, puedo evitar los
errores si los conozco).
• Específicas, en la medida en la que no son generalizables a otras situaciones.
(Bueno, hoy no me he dado cuenta de los detalles y por esto no he actuado
de forma adecuada, la siguiente vez deberé atender a un mejor análisis de las
demandas de la tarea).
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Recientemente, un estudio muy interesante realizado por Kruger & Dunning (1999),
analizó la capacidad para reconocer el grado de habilitación para realizar una tarea,
y su relación con el conocimiento metacognitivo. El estudio, entre otros objetivos,
trataba de identificar si realmente aquellos sujetos con mayor conocimiento
metacognitivo ajustaban sus expectativas de ejecución en una acción, con respecto
al nivel que realmente conseguían. Estos autores establecieron tareas diferentes y
valoraron los resultados clasificando a los individuos conforme al conocimiento
metacognitivo demostrado. Los resultados indicaron que los sujetos con menor
grado de conocimiento metacognitivo tenían unas expectativas de éxito muy
desajustadas respecto a las que realmente lograban, y normalmente por encima de
los resultados reales. En cambio, los sujetos con mayor conocimiento metacognitivo,
ajustaban con bastante precisión las expectativas con los resultados, aunque estos
fueran ligeramente superiores a los esperados.
Esto implica que el individuo con mayor conocimiento metacognitivo ajusta sus
expectativas a la realidad, mientras que aquellos con un grado menor de
conocimiento metacognitivo, esperan obtener ostensiblemente mejores resultados
que los reales. El hecho de no saber determinar sus capacidades, la dificultad de la
tarea, la utilidad de las estrategias a emplear, y el no controlar la ejecución en la
aplicación de esta actividad estratégica establece una imagen de sí mismo diferente
a la que realmente cumple.
Burón (1994) analiza la diferente evolución del rendimiento en base al tipo de “locus
de control” que caracteriza al individuo. De este modo, un LC interno se asociaría
con un mayor rendimiento en la medida, en la que el propio rendimiento es una
consecuencia de la propia actividad. Por ello, al apreciar que a una mayor actividad
le sigue un mejor rendimiento, y que esta actividad está dirigida por el propio sujeto,
éste tiende a consolidar la importancia de su propia acción para tareas posteriores, y
de ese modo imprime un mayor grado de LC interno.
En cambio, si el LC es externo, el individuo no tiene experiencia de la importancia
de su actividad, de su esfuerzo. El esfuerzo es un costo que no es relacionado con
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el éxito, y por ello tiende a remitir o a reducirse. Esto le va a provocar un menor
rendimiento, que, al no ser atribuido a su propia acción, se va consolidando como
una realidad general e inamovible (Soy un incapaz en este tipo de actividades).
El esquema de Burón es un círculo que se retroalimenta:
En cambio, si se da un LC externo:
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demostró que estudiantes de bajos logros que recibieron entrenamiento de
destrezas metacognitivas, no solamente mejoraron sus notas en matemáticas, sino
que mostraron dramáticamente actitudes más positivas hacia éstas.
Muchos métodos se han desarrollado que aceptan las tres dimensiones importantes
de este proceso al usar dos características diferentes: desarrollar destrezas
metacognitivas por si mismas (Feuerstein y seguidores, Yuste, Haywood, Tzuriel) y
centrándose en el tema (Mevarech y Kramarshi).
El “F.E.I.”, diseñado como un programa de dos o tres años en tres niveles, consta de
catorce instrumentos y cuenta con la guía de un adulto de acompañamiento
(mediador) que sugiere las secuencias, historias, patrones, y así sucesivamente. El
material usado en el programa es independiente del tema específico.
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• Preguntas de comprensión que fueron diseñadas para reflexionar
sobre el problema o tarea antes de solucionarlo (Ej. ¿De que se trata
el problema o tarea?)
• Preguntas de conexión que fueron diseñadas para impulsar a los
estudiantes a centrarse en las similitudes o diferencias que hay entre
el problema o tarea en que están trabajando y los problemas o tareas
que han resuelto (Ej. ¿Cuán 'diferente o similar ' es el problema o
tarea de lo que ya has resuelto? Explicar por qué.)
• Preguntas estratégicas que fueron diseñadas para promover a los
estudiantes a considerar qué estrategias fueron las más apropiadas
para resolver el problema o tarea dado. (Ej. ¿Cómo puedo organizar
la información para resolver el problema o tarea?).
• Preguntas de reflexión que fueron diseñadas para promover a los
estudiantes a reflexionar en su comprensión y sentimientos durante
la solución del proceso (¿Qué dificultades o sentimientos enfrenté al
solucionar la tarea?)
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