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Eutanasia: Los prejuicios más extendidos.

Miguel Pastorino

Aunque todos usen la expresión “morir dignamente” o “muerte


digna”, no todos hablan de lo mismo. Para unos representa un crimen
inhumano y para otros un acto humanitario de profunda compasión, lo cual
resulta paradójico.
Pero aclaremos brevemente la cuestión: Se define a la eutanasia
como “causar la muerte sin dolor a una persona con la finalidad de poner
fin a sus sufrimientos” (RAE), y puede ser solicitada por el paciente (suicidio
asistido) o aplicada sobre alguien de quien se pronostica que no alcanzará
un mínimo de calidad de vida aceptable según diversos criterios. Ninguna
de estas acepciones recoge el uso clásico del término (buena muerte); y
aquí se encuentra el núcleo del debate ético: ¿es lícito provocar la muerte
intencionalmente en un contexto médico?
En el otro extremo aparece la distanasia o ensañamiento terapéutico
-el opuesto a la eutanasia- que consiste en retrasar la muerte a cualquier
precio, por todos los medios posibles, aunque el pronóstico no abrigue
ninguna esperanza y aunque eso signifique sumarle sufrimientos al
moribundo. Esto es rechazable éticamente por todas las posturas que
discuten la eutanasia. Quienes se oponen a la eutanasia, también rechazan
alargar la vida innecesariamente. Muchos creen erróneamente que
oponerse a la obstinación terapéutica es defender la eutanasia, lo cual
lleva a que muchos afirmen estar a favor sin comprender estas
distinciones y su complejidad.
Para designar la actuación correcta ante la muerte por parte de
quienes atienden al que sufre una enfermedad incurable en fase terminal,
se ha utilizado en bioética el término “ortotanasia”. Significa no alargar la
vida innecesariamente, pero tampoco acelerar la muerte intencionalmente,
sino acompañar y aliviar el sufrimiento para ayudar a morir bien (Cuidados
Paliativos).

¿Ética laica vs. ética religiosa?


Generalmente se piensa -y hasta se usa como argumento- que
quienes se oponen a la eutanasia es por razones religiosas, por su moral
teológica que considera que toda vida pertenece a Dios y por ello no
pueden aceptar que alguien pueda decidir cómo disponer de su vida. Es
cierto que hay personas que, por su fe, generalmente judía, cristiana o
islámica, tengan sus razones basadas en su visión del mundo. Pero es un
grave error generalizarlo a todo el que se oponga y entorpece un debate
racional. La verdad es que existen diversas éticas en nuestras sociedades
plurales y existen éticas laicas que se oponen a la eutanasia, como la ética
de la responsabilidad de Hans Jonas, así como éticas del cuidado o las que
tienen una mirada crítica sobre los excesos del individualismo (Taylor),
mientras que algunas éticas religiosas como de algunas corrientes dentro
del hinduísmo y del budismo no la condenan. Es una caricatura de la
realidad identificar religión con oposición a la eutanasia y es un dilema ético
que atraviesa diferentes posturas filosóficas. Los Derechos Humanos no
están basados en cuestiones teológicas y se sostienen en la defensa de la
dignidad de todo ser humano. Los pocos países que han despenalizado la
eutanasia violentan con eufemismos los cimientos de los Derechos
Humanos fundamentales.
A su vez para las éticas de fundamento religioso la vida no siempre es
un valor absoluto, sino fundamental y primario, porque el único absoluto
en sentido estricto es Dios, ya que alguien puede dar su vida por la fe. La
vida en éticas teológicas puede ser incluso relativa respecto de valores más
altos como la justicia o el amor a los demás.
Por otra parte, muchas personas con convicciones religiosas, cuando
debaten con argumentos racionales cuyos principios son estrictamente
filosóficos, se los pretende desautorizar como si por ser religiosos no
pudieran opinar con la misma objetividad que quien es ateo o agnóstico, lo
cual es absurdo, porque todos tienen una visión del mundo y de la vida que
no tienen por qué aceptar todos, sin embargo, pueden presentar sus
razones en el debate público.

¿Y la libertad del paciente?


Una cosa es la libertad de una voluntad anticipada, donde uno puede
decidir oponerse a recibir tratamientos innecesarios o a que prolonguen su
vida más allá de sus posibilidades naturales.
Pero cuando se dice: “Es el derecho del paciente pedir la muerte”.
¿Es tan libre realmente? Algunas posturas ultraliberales parten de una idea
de libertad muy idealista. La libertad humana está siempre condicionada,
situada; y más todavía la de una persona vulnerable que sufre y que no
tiene todos los elementos a la vista para poder elegir con claridad. No es
algo simple, porque bajo presiones afectivas, sociales y económicas, las
personas no deciden con plena libertad cuando sufren mucho. El suicida
generalmente quiere acabar con su sufrimiento o el de sus seres queridos,
no con su vida.
No pocas veces el ideal de libertad individual se absolutiza sin pensar
en las consecuencias sociales. La eutanasia es una decisión que no afecta
solo al que la pide. En la medida en que la eutanasia sea una alternativa al
enfermo, lo será también para su entorno, especialmente para sus
familiares, amigos, acompañantes y de los médicos que lo tratan. Todos
tendrán presente que ese sufrimiento tiene una “solución rápida” que
depende de la decisión del enfermo. Aunque nadie lo diga, todos sabrán
que hay una puerta de salida para evitar problemas a otros. ¿No es acaso
una carga demasiado pesada para el paciente? ¿No le estamos tirando un
salvavidas de plomo al que más sufre?
¿Puede el médico o el legislador asegurar, sin margen de dudas, que
el enfermo desea morir y no -por ejemplo- dejar de ser una carga para su
familia? Habilitando esta opción, ¿no estaríamos favoreciendo más abusos
de conciencia hacia la población más vulnerable? Y de la mano de esto, ¿no
se carga aquí al médico con una potestad sagrada de omnisciencia?

¿Muerte digna? Los eufemismos en el lenguaje.

Para hablar de eutanasia se utilizan expresiones que distorsionan la


realidad: “muerte digna”, “acto humanitario”, “acto compasivo”, incluso
como “acto de amor”. Pero es importante llamar a las cosas por su nombre
para no confundir.
Una muerte digna es un derecho, pero no es ser asesinado o asistido
para suicidarse, sino morir en forma natural, sin dolor, en paz, acompañado
y respetado conforme a la dignidad humana. La dignidad de la muerte se
identifica con darle sentido, no con un acto veterinario. La eutanasia no es
dar una muerte digna, sino ignorar la dignidad humana.
Ayudar a morir es asistir para prepararse para la muerte, no matar a
la persona. Ayudar a morir no es matar al paciente, sino aliviarlo,
acompañarlo y respetarlo en su dignidad humana, ayudándolo a vivir con
paz el final de su vida, sin prologar su vida innecesariamente.
Un acto humanitario y compasivo no es la eutanasia ni el suicidio
asistido, sino eliminar el sufrimiento de las personas, ayudándoles a vivir
con sentido sin importar su condición.
Respetar la libertad del paciente no es abandonarlo a su sufrimiento
y el sinsentido, sino respetar su decisión de no recibir tratamientos
innecesarios y hacer todo lo posible por aliviarle, así como protegerlo en su
vulnerabilidad de cualquier manipulación emocional.
La alternativa al sufrimiento es el alivio y el cuidado, no matar a las
personas o normalizarles el suicidio. El verdadero progreso de una sociedad
es cuando esta defiende los intereses de los más vulnerables.
Por otra parte, la eutanasia y el suicidio asistido no son una cuestión
exclusivamente individual, sino fundamentalmente un hecho social, y
despenalizarlos afecta a todos los ciudadanos, no solo a casos particulares.
El Estado no puede legislar para intereses particulares, sino para el bien de
los ciudadanos, cuidando el bien superior de los intereses particulares.
Si bien moralmente alguien puede decir que “tiene derecho a morir”
en un sentido ético de su libertad, no existe el derecho a morir en sentido
jurídico, porque no comporta ninguna obligación. Más bien el Estado ha de
proteger a sus ciudadanos y no procurarles la muerte. La confusión del uso
del término “derecho” llega a límites absurdos, porque el bien a proteger
es la vida, no legalizar formas de homicidio.
Incluir la eutanasia en la lista de “nuevos derechos” es una forma
falaz de pasar el homicidio en manos del médico como un supuesto derecho
del paciente. Ahora el médico tiene licencia para matar, con lo cual violenta
los fundamentos de la ética médica y la misma razón de ser de la medicina.

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