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El zapatero y los duendes

Adaptación del cuento de los Hermanos Grimm

Érase una vez, un zapatero muy trabajador que vivía en una humilde casita. Se pasaba el día cociendo zapatos para
conseguir dinero y alimentar a su familia.

Tanto trabajaba el pobre zapatero que, por las noches, se quedaba dormido sobre la mesa del taller.

Cuando despertaba al día siguiente … ¡Se daba cuenta que de que aún le quedaba mucho trabajo por hacer!

Un día, el zapatero volvió a quedarse dormido antes de acabar su último encargo.


Pero, mágicamente, por la mañana había sobre la mesa ¡un precioso par de zapatos terminados!

Sorprendido, el zapatero le contó a su mujer lo que había pasado. Justo en ese momento, entro en el taller una bonita
muchacha que se encapricho de los zapatos en cuanto los vio.

Con el dinero que la joven le pagó a cambio de los zapatos, el zapatero y su mujer compraron pan, queso …. ¡Y hasta
una gallina!

Mientras tanto, la muchacha salió a dar un paseo con sus zapatos nuevos y todo el mundo pudo ver lo bonitos que
eran.

Así que, poco a poco, los vecinos se fueron acercando al taller del zapatero para encargarle zapatos tan elegantes
como los de la muchacha.

El zapatero tenía tantos encargos que tuvo que trabajar otra vez hasta muy tarde y no pudo evitar quedarse dormido
sobre sus herramientas.

A la mañana siguiente, volvieron a aparecer sobre la mesa del taller un montón de zapatos. ¡Esta vez, eran aún más
bonitos!

El zapatero vendió las sandalias, las botas, lo botines …. y con el dinero que ganó, compró una vaca. Así tendrían leche
fresca todos los días.

Una noche, el zapatero y su mujer decidieron quedarse despiertos para descubrir quién les hacia los zapatos mientras
ellos dormían. Cuando estaban a punto de quedarse dormidos, el sonido de unas pequeñas pisadas los despertó:
¡había tres duendecillos trabajando con mucho esmero!, uno cortaba el cuero, otro lo cosía y el último lo decoraba
con botones y cordones de colores. ¡Qué zapatos tan bonitos hacían!

Resuelto el misterio, la pareja decidió hacerles a los duendecillos un bonito regalo. ¡Querían darles las gracias por su
ayuda!

A la noche siguiente, el zapatero dejó sobre la mesa una bonita sorpresa. ¡Cuando los duendecillos la descubrieron se
pusieron muy contentos!

A la mañana siguiente, había una pequeña nota sobre la mesa. Tan pequeña … ¡Que el zapatero necesitó una lupa
para leerla!

“Quero zapatero, ¡Gracias por todo! ¡El pastel estaba delicioso!


Sigue siendo tan honrado y trabajador ¡Y te ayudaremos siempre que lo necesites! Tus duendecillos.
Así que, el zapatero continuó trabajando duro mientras sus zapatos se hacían cada vez más famosos en el lugar. Y los
tres duendecillos… ¡cumplieron su promesa!

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