El termino de igualdad resulta controversial para la sociedad general por el hecho
del malentendido de su significado. Se ha propuesto en muchas ocasiones crear una clara distinción entre los términos equidad e igualdad, sin embargo, no ha tenido el auge requerido. En el caso de América Latina el termino de igualdad siempre ha traído consigo una carga androcentrista que remite a un significado de que, para hacerse valer en la sociedad, las mujeres tienen que actuar más similar a los hombres quienes ya poseen la mayor cantidad de privilegios y oportunidades. En el caso de la equidad se requiere que la sociedad se abra a todos los individuos dependiendo de sus necesidades; creando una igualdad real que respete a todos por lo que son y no solo tratando de demandar ciertos roles como justificación para los derechos. El problema radica en que la palabra equidad es visto como una meta o concepto político que es fácil de manear y poner en segundo plano; mientras que la igualdad es un derecho humano que el estado está obligado a proteger. Es necesario, pues, tomar el termino igualdad y acercarlo más al de justicia social que aquel de androcentrismo. El derecho humano de igualdad siempre va emparejado al de no discriminación. Si la discriminación es la manifestación de un estado de no igualdad, entonces la verdadera igualdad solo es posible sin discriminación. Por otro lado, el concepto de equidad requiere un criterio de lo que es justo, sea este o no basado en la verdad de las posibilidades de los individuos, eliminando por completo el concepto de discriminación de la mesa, lo que abre la puerta a soluciones sintomáticas y vacías. Por lo anterior es necesario que se aclare el concepto de igualdad como la apertura de todos a todas sus posibilidades, siendo este un derecho humano indispensable, seria fundamental de los gobiernos proveerlo como la educación o el agua. En este caso la igualdad seria más bien una conciencia social que requiere que a loas hombres y a las mujeres se les dé un trato idéntico en ciertas circunstancias y en otro un trato más específico. Debe ser idéntico en casos de representación política, acceso a bienes y a derechos fundamentales; pero diferenciado en lo que compete a los biológico o desbalances históricos. Exigir a una mujer a actuar de una manera que se le imposibilita con la promesa de otorgarle derechos es un acto de discriminación y por tanto una violación a la igualdad. Tomando una cita textual de la lectura: la igualdad entre mujeres y hombres puede ser definida como “trato idéntico o diferenciado entre hombres y mujeres que resulta en una total ausencia de cualquier forma de discriminación contra las mujeres por ser mujeres, en lo que respecta al goce y ejercicio de todos sus derechos humanos”. A su vez, la equidad de género puede ser definida como “el trato imparcial de mujeres y hombres, según sus necesidades respectivas, ya sea con un trato idéntico o con uno diferenciado”. Derechos humanos
Como veíamos en la lectura anterior, por su carácter androcéntrico la garantía de
igualdad hacia la mujer no ha sido suficiente para detener la discriminación. Al formularse la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, se basaron sus principios en las experiencias de los hombres adultos, blancos heterosexuales dejando de lado las necesidades de otros colectivos. Lo anterior ha traído consigo que la lucha de las mujeres por la igualdad tenga que atravesar otros desarrollos para por fin garantizar sus derechos. Todos los seres humanos, por el hecho de serlo son titulares de derechos fundamentales que nadie puede arrebatarles, estos son universales, inalienables e indivisibles. Si lo anterior fuera una práctica absoluta no habrá necesidad de hablar de los derechos de las mujeres, ya que estos están cubiertos por su condición de seres humanos; sin embargo, la realidad es que las mujeres aún son víctimas de un sinfín de injusticias. El reconocimiento explicito de los derechos de las mujeres como derechos humanos no se reconoció hasta la Conferencia de Naciones Unidas de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993. Desde muchos años, grupos feministas han denunciado la tendencia del discurso de derechos humanos como androcentrista, desde el uso de la palabra el “hombre” como metonimia de humanidad, y por consiguiente anulando o invisibilizando la experiencia de la mujer de la conceptualización de esas garantías. Es necesario reconceptualizar por completo los derechos humanos para reconocer y respetar las particularidades de casa grupo con el objetivo de permitir el desarrollo de todos de una mejor manera. Hay que poner en consideración que los derechos humanos en si son respuestas al mundo y por eso son dinámicos y abiertos al cambio, en la época después de la segunda guerra mundial el derecho a la privacidad no era una prioridad o un tema y sin embargo en las últimas décadas se ha vuelto de vital importancia; no hay justificación lógica para frenar la reconceptualización de los derechos humanos para servir con más justicia a los grupos marginales. Uno de los temas que surge al hablar de esta anulación de los derechos de la mujer son los derechos sexuales y reproductivos. Distintas conferencias han ido reconociendo una serie de derechos como el poder de decidir respecto a numero de hijos y el momento de tenerlos; posteriormente el derecho de la mujer a decidir sobre su sexualidad sobre todo en cuestiones de consentimiento. Aunque los anteriores derechos han sido recibidos ampliamente por el publico y los gobiernos, estos aun capsulan a la mujer en su rol de maternidad, dejando de lado que esto también implica una decisión y no un destino; lo anterior, por supuesto, refiere al aborto. El tema del aborto va a nivel mundial va desde aquellos países que permiten libremente la libertad reproductiva de la mujer y aquellos que criminalizan el aborto hasta en cuestiones de salud en los que la vida de la mujer esta en riesgo. La falta de la libertad reproductiva para las mujeres es uno de los grandes y necesarios derechos humanos que debemos exigir, implementar y respetar.