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Masculinidad hegemónica y violencias de género: Aproximaciones

conceptuales sobre el tema

Gabriela Bard Wigdor1

Introducción

Como inicio de este diálogo virtual, quisiera comenzar preguntándonos:


¿Por qué es importante que los estudios feministas y/o de género se ocupen de
la configuración de la masculinidad hegemónica? ¿Por qué debieran los
feminismos ocuparse del asunto cuando le urgen tantos otros conflictos? ¿Tiene
sentido trabajar con los varones para la transformación del orden
heteropatriarcal?
Desde la perspectiva feminista a la que adhiero, sostengo que la
respuesta es afirmativa a cada uno de estos interrogantes; en primer lugar,
porque la violencia sexista es producto de relaciones de poder que dominan y
anulan a la otra/o como sujeto, cuestión que sólo es posible abordar desde un
enfoque de género relacional. No podemos pensar en las relaciones de género,
en la subordinación que viven las corporalidades feminizadas2, si no pensamos
acerca de las masculinidades y las relaciones de poder.
En segundo lugar, porque si pretendemos una mirada no biologicista
sobre las desigualdades de género, necesitamos atender a que las relaciones
son productoras y producto de una estructura histórica que llamamos
capitalismo, que se mantiene sobre la base de relaciones de desigualdad de
género, raza, clase, religión, capacitismo y adultocentrismo. Por tanto, las
personas no nacen siendo violentos/as, se configura como tales a través de las
formas en que operan las estructuras como mandatos, condicionamientos y
privilegios, que se asumen a lo largo de la vida de los varones especialmente,
como construcción sexo-genérica que es necesario desarmar.
Finalmente, porque son las diferentes instituciones como la familia, la
ciencia, los medios de comunicación, la economía, la cultura en general, quienes
subjetivan a las personas desde una lógica heteropatriarcal, que propicia la
violencia hacia las corporalidades feminizadas. Dicha subjetivación sexista es un
dato en la sociedad, no solo en los varones, aunque ellos sean beneficiarios
directos de estas relaciones sexistas, a través de los múltiples privilegios que
supone ser varón, mientras que el resto reproducimos sexismo y cosechamos
solo desigualdades. Es decir, trabajamos contra nuestros propios intereses sin
notarlo.
En ese sentido, es evidente que necesitamos producir investigaciones e
intervenciones sobre las masculinidades, apostando a generar alianzas que nos
permitan potenciar el trabajo que los feminismos se encuentran efectuando en
todos los campos de la vida. Para ello, en este breve escrito, pretendo ofrecerles
un panorama de los estudios feministas sobre la masculinidad hegemónica, con
la expectativa de que despierte su curiosidad, ganas de estudiar, intervenir y
trabajar sobre el asunto.

1
Investigadora Asistente del CONICET. Doctora en Estudios de Género, Magister y Licenciada en Trabajo
Social. Docente de la Facultad de Cs. Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.
2
Toda corporalidad que no se constituye como varón blanco, heterosexual y/o no ejerce la masculinidad
hegemónica como poder. En ese sentido, hablamos de mujeres heterosexuales, mujeres lesbianas, trans,
travestis, maricas y masculinidades disidentes de la norma masculinista, entre otras.
Antecedentes del debate en Nuestra América
Para el caso de la región latinoamericana y del Caribe, como sostiene
Mara Viveros Vigoya (2002), recién a fines de los años 80 las feministas
abordaron las masculinidades como una construcción social al servicio de la
dominación de las mujeres en el patriarcado. Para autoras relevantes de la
época, los varones se constituían en sujetos indispensables de estudio y por eso
inician la tarea de (de)construir la masculinidad y desnaturalizarla (Calvo, 2016;
Díaz, 2016; Valdés, 2001; Olavarría, 2000, Viveros, 2003, etc.). Según Fuller
(1997) estos estudios se enfocaron en el fenómeno del machismo, entendido
como la tendencia social de los varones por el dominio y la virilidad, la posesión
de las mujeres como objetos, la agresividad contra otros hombres y las
consecuencias negativas para las relaciones padres-hijos/as (Cfr. Olavarría,
2008).
En las investigaciones feministas latinoamericanas actuales que abordan
la masculinidad (Segato, 2013; Viveros Vigoya, 2008; Lagarde, 2008); por un
lado, uno de los temas ineludibles es el de las relaciones entre las
masculinidades, las diversas violencias y la clase. Se entienden a la
masculinidad hegemónica como emergente de violencias estructurales de un
proceso histórico que comienza desde la conquista y la colonización europea, la
dominación de la oligarquía y los regímenes militares; las actualmente guerras y
conflictos violentos, crisis económicas y recesión. Por otro lado, las feministas
continúan indagado en la relevancia del modelo de amor romántico y la
aceptación de sus mitos como el sostén de las relaciones de pareja violentas.
Particularmente en Argentina, los estudios de la masculinidad plantean
que la construcción de la masculinidad supone la reducción de las diferencias
entre los varones y el aumento de las diferencias con las mujeres, lo cual ratifica
esta “otredad uniforme” que oculta la diversidad subjetiva en varones y mujeres.
En estudios como en los de Rosa Gedelstein y Marta Schufer (2005), se plantea
que la masculinidad es un constructo sociocultural complejo, que se da a partir
de la desidentificación con lo femenino, la identificación con el dominio y el
control sobre otros y otras.
Tomar las masculinidades que vamos a denominar hegemónicas como
objeto de estudio dentro de los estudios feministas, fue un esfuerzo histórico y
resulta aún un desafío teórico-empírico. Incluso, la misma denominación es
punto de debate, ya que no todos y todas las autoras van a definir de esta manera
los modos dominantes en que se expresa la masculinidad heterosexual, aunque
van a coincidir en asociar la violencia de género con los modos en que se enseña
a los varones a comportarse y mostrarse como tales.

La masculinidad hegemónica como concepto


Tomado de Connell (2005), la masculinidad hegemónica expresa una
posición de poder al interior de las relaciones de género, es decir, con respecto
a las mujeres y otras expresiones de género. Para sostener esta posición, los
varones responden o se esfuerzan por reproducir un “ideal masculino” que se
sostiene, en nuestra sociedad y época, principalmente en el mandato de la
heterosexualidad, el dominio de las mujeres, la agresividad y la competencia con
otros varones, así como en una sexualidad explícitamente activa. La
masculinidad es un proceso y no un producto, un conjunto de prácticas que
responde a un sistema sexo/género para la regulación de los cuerpos, las
relaciones de poder y la distribución de las tareas y cargas sociales (Connell &
Messerschimdt, 2005).
Connell (1995) sostiene que ninguna masculinidad surge si no es en un
sistema de género. Esta no es un objeto, una mera norma ni una esencia, implica
procesos y relaciones por medio de las cuales las personas se vinculan; son sus
prácticas, discursos, posiciones de género y efectos en el cuerpo. El género es
una práctica social vinculada a lo corporal y a lo que los cuerpos hacen, pero no
se reduce a ello, ya que responde a una estructura estructurante.
Rita Segato (2013) comparte esta lectura y sostiene que la masculinidad
descansa en atributos como la potencia bélica, la potencia sexual, la potencia
política, la potencia económica y la potencia intelectual (estas últimas
intercambiables). Por lo tanto, entendemos a la masculinidad hegemónica o al
sujeto masculino hegemónico, como una posición de poder en la estructura de
género, que alude a lo viril, al empoderado y al que tiene. Es quien ocupa una
posición que obtiene un atributo con relación a sí mismo y que lo reconstruye
constantemente en esta posición.
En otro orden, es importante destacar que, si existe una configuración
hegemónica de la masculinidad, también existen otras expresiones que se
convierten en periféricas o subalternas como las masculinidades maricas o trans.
En efecto, la masculinidad no se construye por oposición a la mujer únicamente,
sino a todo lo feminizado, que atañe tanto a las mujeres heterosexuales, como a
los varones y mujeres no heteronormadas, travestis y Trans (Gargallo, 2004).
Asimismo, las intersecciones como la clase, la raza, la religión son
condicionantes inseparables e intrincados que devienen en posiciones de poder
o de subalternidad entre varones. A saber, no supone la misma posición de
privilegios y de poder ser varón blanco, heterosexual, adulto y de clase media-
alta, que ser un varón de color y pobre:

Ilustración 1: Dibujo donde dos hombres golpean a otro


con remera de colores de la diversidad Ilustración 2: Foto tomada en "la marcha de la gorra" en
Córdoba

Como observamos en las imágenes, la masculinidad hegemónica se


afirma con relación a otros varones cuya masculinidad es periférica, subalterna
o feminizada. Es decir, la masculinidad se demuestra en actos de violencia y
diferenciación con aquellos varones cuyos atributos no son los dominantes o se
consideran femeninos como varones maricas o jóvenes de sectores populares.
En ese sentido, la violencia se constituye en un aspecto necesario del ejercicio
de la masculinidad como norma, porque requiere el dominio de otros, la
expulsión del diferente y de toda práctica, gusto, estética que contradiga el
estereotipo de “macho”.
Asimismo, es necesario destacar que el estereotipo de varón heterosexual
que se impone como deseable en la sociedad es realmente difícil de conquistar,
ningún hombre ocupa cabalmente esa posición, empero una gran mayoría
intenta parecerse o parecerlo y con ello convierte una ficción en realidad. Este
empeño en simular una masculinidad ficcional podría explicarse siguiendo a
Hartman (2000), porque, aunque en verdad los varones no sean el estereotipo
de masculinidad hegemónica, al simularlo, igualmente se benefician y gozan de
algunos de los privilegios del heteropatriarcado, como superioridad frente a las
mujeres. Como sostiene la autora, el patriarcado es jerárquico y los hombres de
las distintas clases, razas o grupos étnicos ocupan distintas posiciones en la
estructura social, aunque los une su común relación de dominación sobre las
mujeres, para la cual se necesitan y dependen de la complicidad fraternal que
les permite mantener dicha dominación (Hartmann, 2000).

Estereotipos y prácticas masculinistas


La masculinidad hegemónica precisa del uso del dominio y la violencia
como manera de reconocerse entre pares y afirmar la propia identidad varonil.

Ilustración 3: Imagen del Twitt donde el diputado escribe: "El hijo


del presidente de la Argentina / El hijo del presidente de Brasil"

Por eso, el maltrato y la subyugación de otros/as es un aspecto central en la


socialización de los varones en una cultura machista, tanto como las diferencias
que marcan con otras formas de masculinidad disidentes de la norma
heterosexual. Un ejemplo contemporáneo de esta forma de hacer masculinidad
es el Twitt del hijo del presidente actual de Brasil Jair Bolsonaro, diputado
Eduardo Bolsonaro (2019):
En este posteo, el actual diputado brasileño se burla del hijo del Alberto
Fernández (presidente electo de Argentina), Estanislao Fernández, por su
performance Drag Queen y agrega al final de la imagen: “al menos no es gay”.
Acompaña el posteo la foto de sí mismo portando armas y en una pose de lo que
sí sería “ser un macho”. Esta lógica articula los modos de vestir, actuar y sentir
de los varones que intentan parecerse al modelo de varón macho, impuesto
como la manera “natural de ser varón”, que supone reprimir cualquier sentimiento
o práctica que pueda relacionarse con la feminidad.
Los varones Cisheterosexuales se esfuerzan día a día por mostrarse
viriles, no solo por las sanciones a las que se exponen si no lo logran (violencia
física, segregación, violencia simbólica como la que vive Estanislao en el
ejemplo, etc.), sino porque también consiguen privilegios a medida que se
acercan a ese modelo dominante de ser varón, como conquistar poder
económico, sexual, etc. De allí que exista complicidad y fraternidad entre quienes
reproducen la lógica masculinita, porque supone ocupar posiciones de
dominación sobre el resto de los/as sujetos/as.
Por lo tanto, todo estudio de la masculinidad hegemónica que se
pregunten por la violencia de género deberá profundizar en cuestiones
vinculadas a la producción y reproducción de la heterosexualidad, en tanto
institución base del orden patriarcal, tanto como en las otras formas de
masculinidad que disputan y cuestionan el modelo dominante. En efecto, la
masculinidad hegemónica se encuentra siempre en disputa entre los propios
varones, por eso precisa reafirmarse todo el tiempo en un régimen
heteropatriarcal sostenido en instituciones como la violencia física y psicológica,
la sexualidad coitocentrista, la fuerza, la virilidad; el poder económico, el aguante
y el gusto por el peligro.

Micromachismos y privilegios
No solo reproducen la masculinidad hegemónica varones abiertamente
violentos como veíamos en el ejemplo del diputado brasileño, existen otros
modos más sutiles de dominación que los varones emplean a diario. Me refiero
a los micromachismos o terrorismos íntimos, que son violencias sutiles,
naturalizada y normalizadas, que se manifiestan a diario, sin ser trabajadas
críticamente e incluso percibidas. Luis Bonino (2014) dice que son controles de
poder que atentan contra la democratización de las relaciones y tienen efectos
graves en la subjetivación de las mujeres y varones. Son actitudes diarias,
maniobras, estrategias, trucos, que los varones usan para el sostén de los
privilegios de disfrutan.

Ilustración 5: comentarios machistas que


Ilustración 4: mandatos sexistas que
se escuchan a diario y que cuestionan la
condicionan la vida de las mujeres
capacidad de las mujeres

Para más ejemplos de micromachismos te recomiendo que visites la siguiente dirección


web: https://edu.glogster.com/glog/micromachismos/2fxho6soq2l
En ese sentido, Bonino (2014) sostiene que los micromachismos son
engañosos porque en relación con la violencia física o psicológica explicita, que
es visible ante los ojos sociales, estos lucen de “baja intensidad”, a pesar de que
dañen profundamente a las personas. En escenarios como el universitario
asistimos constantemente a este tipo de violencia sutil, desde cuestiones de
infraestructura edilicia hasta dinámicas machistas en el aula, expresadas en el
disímil uso de la palabra entre hombres y otras corporalidades, legitimidad
desigual en las opiniones, escaso acceso a lecturas que no sean producciones
de varones, entre tantas otras.
Asimismo, los micromachismos se expresan en y contra los cuerpos, en
tanto espacio con el que construimos la interacción entre nosotros/as. De allí que
los varones opinen y generen juicios de valor sobre otras corporalidades que
lastiman y dañan la autoestima, como también se agreden o destratan entre ellos
mismos, como en los códigos de vinculación basados en el mandato de no
abrazarse, tocarse, bañarse juntos o cualquier tipo de contacto amoroso.
Además, los varones deben mostrar su hombría desde el modo en que visten y
hablan, como en el deber de ejercer poder sobre otros varones debido a la edad,
la clase, el color o el aspecto corporal.
En el presente, muchos varones consideran que el modelo de ser hombre
del sistema patriarcal vigente constituye una limitación a su desarrollo integral
como persona, por ejemplo, en la negación de violentar a otros/as, en la
necesidad de expresar sus sentimientos sin miedo a parecer cobarde, sensiblero
o débil. Sin embargo, la masculinidad hegemónica continúa reproduciéndose en
diferentes sectores sociales y culturales, porque no depende de un mero gesto
personal, sino de la transformación de un orden social que necesita abordarse
de modo colectivo.

Reflexiones finales
El heteropatriarcado no se manifiesta de igual manera en todas las
regiones, culturas, sectores sociales y épocas, así como no todos los varones
gozan de los mismos privilegios de acuerdo con su raza, clase o religión.
Comparto con Connell (1995) que la masculinidad hegemónica no es un dominio
cultural total, ya que siempre existen alternativas a las que atender y fortalecer.
Pienso en aquellas masculinidades que no pueden comprenderse como
dominantes, sino todo lo contrario, son periféricas y subalternas.
Sin embargo, el modelo dominante de varón en nuestra sociedad sigue
operando en las mayorías y por eso necesitamos que colectivamente los varones
decidan desertar de ese poderío, que se animen a cuestionar la corporación
masculina visibilizando los privilegios y violencias que ejercen, advirtiendo sobre
los maltratos y violencias machistas en todos los espacios donde transcurren a
diario. En ese sentido, los feminismos deben ser sus aliados, las fuentes donde
recurrir para cuestionarlo todo y reconstruir formas de ser y vincularse saludables
y justas pata todos/as y todes.

Material obligatorio de lectura:


Bard Wigdor Gabriela (2016). “Aferrarse o soltar privilegios de género: sobre
masculinidades hegemónicas y disidentes”. Revista península. Vol. 11. Yucatán,
México. Disponible en:
http://www.revistas.unam.mx/index.php/peninsula/article/download/56694/5029
3

Bard Wigdor Gabriela (2018). “Las violencias romantizadas: masculinidades


hegemónicas en el capitalismo tardío y heteropatriarcal”. Aposta. revista de
ciencias sociales. p. 59 – 100. Disponible en:
https://www.academia.edu/36251019/No_77_Q2_2018_

Bonino, L. (2014). “Micromachismos: la violencia invisible en la pareja”.


Disponible en
http://www.berdintasuna.ehu.es/p234content/es/contenidos/informacion/igualda
d_textos_divulgativos/es_textos/adjuntos/Micromachismos.pdf

Connell Robert (1995) “La organización social de la masculinidad”. Biblioteca


Virtual de Ciencias Sociales. Disponible en:
http://higualitaris.grunyi.net/wordpress/wp-content/uploads/organizacion-social-
masculinidad-connell.pdf

Bibliografía complementaria
Bard Wigdor Gabriela & Magallanes, Loreta (2018) “El Masculinismo Hétero-
Hegemónico Argentino y su Estrategia desde el Ciberactivismo”. Masculinidades
y cambio social. Vol. 7 p. 24 – 50. Disponible en:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6309916.pdf

HERNÁNDEZ GIL. F. (2013). “¿Para qué [estudiar a] los hombres? Hombres,


feminismo y estudios sobre masculinidades”. Disponible en:
http://www.lazoblanco.org/wp-
content/uploads/2013/08manual/bibliog/material_masculinidades_0033.pdf

VIVEROS VIGOYA, Mara (2008). “Teorías feministas y estudios sobre varones


y masculinidades. Dilemas y desafíos recientes”. En Ramírez, J & Uribe, G (Eds).
Masculinidades: El juego de género de los hombres en el que participan las
mujeres (2a ed. 25-42). Madrid: Plaza y Valdés.
http://kolectivoporoto.cl/wp-content/uploads/2017/02/Viveros-Vigoya-M.-Sobre-
hombres-masculinidades-y-relaciones-de-g%C3%A9nero-en-Colombia-
2002.pdf

Audiovisuales:
Jorge Elbaum. Feminismo y nuevas masculinidades
https://www.youtube.com/watch?v=jRhR1HCWORE

"Hilario": Masculinidad y Violencia de Género, corto ficcional disponible en:


https://www.youtube.com/watch?v=GLTI_T4XOkg

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