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Clase Masculinidades y Violencias de Género. Bard Wigdor
Clase Masculinidades y Violencias de Género. Bard Wigdor
Introducción
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Investigadora Asistente del CONICET. Doctora en Estudios de Género, Magister y Licenciada en Trabajo
Social. Docente de la Facultad de Cs. Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.
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Toda corporalidad que no se constituye como varón blanco, heterosexual y/o no ejerce la masculinidad
hegemónica como poder. En ese sentido, hablamos de mujeres heterosexuales, mujeres lesbianas, trans,
travestis, maricas y masculinidades disidentes de la norma masculinista, entre otras.
Antecedentes del debate en Nuestra América
Para el caso de la región latinoamericana y del Caribe, como sostiene
Mara Viveros Vigoya (2002), recién a fines de los años 80 las feministas
abordaron las masculinidades como una construcción social al servicio de la
dominación de las mujeres en el patriarcado. Para autoras relevantes de la
época, los varones se constituían en sujetos indispensables de estudio y por eso
inician la tarea de (de)construir la masculinidad y desnaturalizarla (Calvo, 2016;
Díaz, 2016; Valdés, 2001; Olavarría, 2000, Viveros, 2003, etc.). Según Fuller
(1997) estos estudios se enfocaron en el fenómeno del machismo, entendido
como la tendencia social de los varones por el dominio y la virilidad, la posesión
de las mujeres como objetos, la agresividad contra otros hombres y las
consecuencias negativas para las relaciones padres-hijos/as (Cfr. Olavarría,
2008).
En las investigaciones feministas latinoamericanas actuales que abordan
la masculinidad (Segato, 2013; Viveros Vigoya, 2008; Lagarde, 2008); por un
lado, uno de los temas ineludibles es el de las relaciones entre las
masculinidades, las diversas violencias y la clase. Se entienden a la
masculinidad hegemónica como emergente de violencias estructurales de un
proceso histórico que comienza desde la conquista y la colonización europea, la
dominación de la oligarquía y los regímenes militares; las actualmente guerras y
conflictos violentos, crisis económicas y recesión. Por otro lado, las feministas
continúan indagado en la relevancia del modelo de amor romántico y la
aceptación de sus mitos como el sostén de las relaciones de pareja violentas.
Particularmente en Argentina, los estudios de la masculinidad plantean
que la construcción de la masculinidad supone la reducción de las diferencias
entre los varones y el aumento de las diferencias con las mujeres, lo cual ratifica
esta “otredad uniforme” que oculta la diversidad subjetiva en varones y mujeres.
En estudios como en los de Rosa Gedelstein y Marta Schufer (2005), se plantea
que la masculinidad es un constructo sociocultural complejo, que se da a partir
de la desidentificación con lo femenino, la identificación con el dominio y el
control sobre otros y otras.
Tomar las masculinidades que vamos a denominar hegemónicas como
objeto de estudio dentro de los estudios feministas, fue un esfuerzo histórico y
resulta aún un desafío teórico-empírico. Incluso, la misma denominación es
punto de debate, ya que no todos y todas las autoras van a definir de esta manera
los modos dominantes en que se expresa la masculinidad heterosexual, aunque
van a coincidir en asociar la violencia de género con los modos en que se enseña
a los varones a comportarse y mostrarse como tales.
Micromachismos y privilegios
No solo reproducen la masculinidad hegemónica varones abiertamente
violentos como veíamos en el ejemplo del diputado brasileño, existen otros
modos más sutiles de dominación que los varones emplean a diario. Me refiero
a los micromachismos o terrorismos íntimos, que son violencias sutiles,
naturalizada y normalizadas, que se manifiestan a diario, sin ser trabajadas
críticamente e incluso percibidas. Luis Bonino (2014) dice que son controles de
poder que atentan contra la democratización de las relaciones y tienen efectos
graves en la subjetivación de las mujeres y varones. Son actitudes diarias,
maniobras, estrategias, trucos, que los varones usan para el sostén de los
privilegios de disfrutan.
Reflexiones finales
El heteropatriarcado no se manifiesta de igual manera en todas las
regiones, culturas, sectores sociales y épocas, así como no todos los varones
gozan de los mismos privilegios de acuerdo con su raza, clase o religión.
Comparto con Connell (1995) que la masculinidad hegemónica no es un dominio
cultural total, ya que siempre existen alternativas a las que atender y fortalecer.
Pienso en aquellas masculinidades que no pueden comprenderse como
dominantes, sino todo lo contrario, son periféricas y subalternas.
Sin embargo, el modelo dominante de varón en nuestra sociedad sigue
operando en las mayorías y por eso necesitamos que colectivamente los varones
decidan desertar de ese poderío, que se animen a cuestionar la corporación
masculina visibilizando los privilegios y violencias que ejercen, advirtiendo sobre
los maltratos y violencias machistas en todos los espacios donde transcurren a
diario. En ese sentido, los feminismos deben ser sus aliados, las fuentes donde
recurrir para cuestionarlo todo y reconstruir formas de ser y vincularse saludables
y justas pata todos/as y todes.
Bibliografía complementaria
Bard Wigdor Gabriela & Magallanes, Loreta (2018) “El Masculinismo Hétero-
Hegemónico Argentino y su Estrategia desde el Ciberactivismo”. Masculinidades
y cambio social. Vol. 7 p. 24 – 50. Disponible en:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6309916.pdf
Audiovisuales:
Jorge Elbaum. Feminismo y nuevas masculinidades
https://www.youtube.com/watch?v=jRhR1HCWORE