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Para que se libere la energía del montón de leña, es necesario encender la cerilla
y prender la yesca, la cual comenzará a arder rápidamente y hará que se
enciendan los troncos más grandes. Una vez que comienza la reacción de
combustión, esta continúa hasta que se quema toda la leña o hasta que el fuego
quede desprovisto de oxígeno.
Encender la cerilla y prender la yesca son pequeñas acciones que permiten que
se libere la posible energía de la leña. Nada sucede hasta que se enciende la
cerilla, independientemente del tamaño del montón de leña. Si se enciende la
cerilla pero no se acerca a la yesca, la cantidad de luz y calor liberada solo de la
cerilla es minúscula y la energía de combustión del montón de leña permanece sin
ser liberada. Si en algún momento no hay suministro de oxígeno, la reacción de
combustión se detiene.
Algo que podemos ver aquí es que para poder prender la fogata se necesita que
nosotros hagamos alguna acción. Nostros debemos actuar por medio de la fe para
que podamos ver nuestras bendiciones. No es actuar y hacer el bien solo para
recibir bendiciones, sino es poder hacer obras para demostrar nuestra fe a Dios. Y
algo muy importante es que Dios no nos pide un gran esfuerzo pero por ese
pequeño esfuerzo podremos recibir grandes bendiciones.
Para poder también recibir grandes bendiciones tenemos que ser constantes con
esas pequeñas obras. Con el todo los días hacer nuestras oraciones, leer las
escrituras, ayudar en la casa, tomar de la santa Cena, asistir a la iglesia, ministrar
y poder servir a los demás. Estas cosas son básicas y no demandan mucho
tiempo ni energía diarios de parte de nosotros. Me gustaeía relatarles la historia de
Michael y Mariam donde ellos nos muestran el cómo mantener con pequeños y
constantes actos de fe la hoguera de bendiciones encendida. Al principio de su
matrimonio, Michael y Marian no oraban ni asistían a la Iglesia. Estaban ocupados
con tres niños pequeños y una próspera empresa de construcción. Michael no se
consideraba un hombre religioso. Una noche, su obispo fue a la casa de ellos y los
animó a que comenzaran a orar.
Cuando el obispo se fue, Michael y Marian decidieron que tratarían de orar. Antes
de acostarse, se arrodillaron al costado de la cama y, con nerviosismo, Michael
comenzó. Después de algunas palabras entrecortadas de oración, Michael se
detuvo abruptamente y dijo: “Marian, no puedo hacerlo”. Cuando se puso de pie y
comenzó a alejarse, Marian lo agarró de la mano, hizo que se volviera a arrodillar
y dijo: “Michael, tú puedes hacerlo. ¡Inténtalo otra vez!”. Con ese estímulo, Michael
terminó una breve oración.
La primera oración torpe fue una acción pequeña pero llena de fe que
desencadenó las bendiciones del cielo. Los Holmes alimentaron las llamas de la fe
al asistir a la Iglesia y prestar servicio. Las pequeñas acciones avivan nuestra
capacidad de caminar por la senda de los convenios y conducen a las bendiciones
más grandes que Dios puede brindar.
Testimonio…