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DEL PODER Y LA DEBILIDAD

Hace un tiempo, estuve dando un retiro, en una casa que tienen una
religiosas, en Linderos. En esos hermosos jardines, sobresale un cedro del
Líbano que tiene mas de 300 años. No lo puede abrazar una persona sino unas
cuatro o cinco. Es enorme, frondoso y mira desafiante con su ramas el cielo. Por
él, ha pasado la historia de Chile y toda la vida de nuestros abuelos, bisabuelos y
tátara abuelos. Observarlo con esa fuerza y entereza desafió enormemente mi
pequeña y frágil vida, con mis ingenuas presunciones de fortaleza. A su lado, me
vi débil y creatura.

Es normal que deseemos ser poderosos. Que nos miren y reconozcan


quienes somos y lo que hacemos. Mostrarnos fuertes y vigorosos. Esto es
instintivo pero ha sostenido una ideología patriarcal que la fuerza masculina es la
que domina y manda. El relato de las Torres de Babel siempre asaltan nuestra
conciencia, sobre todo hoy día con los impresionantes adelantos materiales que
vivimos en múltiples campos, encandilando el cuerpo y el alma, creyendo una
vez más que la omnipotencia, con el sello de competitividad, exitismo e
individualismo de esta sociedad de mercado, es el núcleo más vital de nuestro ser.
Por eso, estamos desgarrados muchas veces, y nos enfermamos, en este
desigual esfuerzo de ser poderosos, dejando de lado nuestra fragilidad. Los
medios, nos encandilan con un arquetipo juvenil, que es solo asunto de mercado.

Hay que tener abiertos los ojos del alma para que las variadas crisis que
estamos viviendo nos lleven a una mayor consciencia espiritual y moral.
Esperamos que la crisis eclesial, haga surgir una, más frágil, pero mas humana y
por eso mismo mas cercana a Jesús, pobre y pequeño. Urge discernir nuestros
fracasos porque la paradoja es: “cuando me siento débil , entonces es cuando soy
fuerte” (2Cor. 12, 10). Es la sanación madura de los conflictos a nivel personal y
también institucional. Solo así, se desplazan los egos y podemos escuchar
honestamente y verdaderamente a la Providencia.

El 2 de abril de 1851, la Madre Gamelin nos dice que su retiro ha


comenzado en “medio de la indiferencia, frialdad y hastío”; se siente desolada
(Robillard 1991. Emilie Tavernier Gamelin. Santiago de Chile: Méridien). Sin
embargo, su confianza en la misericordia de Dios estaban incólumes y logra
percibir –no sin dolor-, los motivos profundos de su desolación. Ella es consciente,
que su debilidad la iluminó y la hizo crecer.

A mi juicio, la regla inicial de San Vicente de Paul, con sus virtudes de


humildad, simplicidad y caridad, son un sendero pascual, que solo se autentifica y
encarna, cuando se es consciente, de la fragilidad en la cual se vive y vivimos,
como testimonio de humanidad, y por lo tanto, de divinidad.

En realidad, no es conveniente tener envidia del cedro del Líbano. Este


árbol, en algún momento sucumbirá y tendrá que morir. Mejor estimo su figura
que sostiene infinidad de pájaros, su savia que entrega energía y vida y su
estampa que hace reflexionar y meditar.

Juan Carlos Bussenius R.

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