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Sermón

Cristo Promete Edificar Su Iglesia

Leccionario: Mateo 16: 13-20


Texto de la Prédica: Mateo 16:18b

Introducción a la Escritura

El Evangelio de Mateo nos muestra claramente que Jesús es el Mesías profetizado desde el Antiguo
Testamento. En la lectura tenemos la revelación de que Cristo es el Hijo de Dios ya que Dios
adoptó la línea real de David. En este evangelio encontramos el cumplimiento de muchas profecías
del Antiguo Testamento y vemos parte de lo que sucederá en el futuro en cuanto a la venida de
Cristo, Su iglesia y el Reino que establecerá. Mateo advierte contra la incredulidad de negar estas
verdades bíblicas y llama a las personas a creer en el mensaje del evangelio.

Introducción al sermón

Hoy celebramos un año más de la Reforma: 504 años desde aquel momento en que Lutero, por la
gracia de Dios, confesó la justificación solo por la fe y que la iglesia que surgió volviera a los
fundamentos apostólicos. Pero hoy como ayer, muchas iglesias se han apartado de la doctrina
buscando lo que funcione, no importando poner en riesgo la fe genuina. La iglesia se tiene que
adaptar a la cultura, dicen. Entonces buscan atraer personas con mensajes de éxito, psicológicos,
música pegajosa, vestido informal.

Por otra parte, ante el mundo, la confesión populista es estar en armonía con todos. Doctrinas como
la santidad, la condenación, los diez mandamientos se dejan de lado para no desentonar.

Hoy como ayer, como iglesia reformada estamos llamados a conocer y defender la doctrina bíblica,
nuestros Credos y Confesiones por mas impopulares que podamos aparecer. Esos son nuestros
fundamentos bíblicos. Hay cristianos que piensan que los ateos y los que niegan que Cristo es
Dios y que resucitó irán de todas maneras al cielo. Creer cosas parecidas a estas esconde
desviaciones bíblicas que socavan la unidad y comunión del Cuerpo de Cristo.

Hombres fieles a Dios le dieron toda la seriedad que tenía la fe verdadera. No comprometieron la
verdad, sino que lucharon por la verdad; sin acomodarse al mundo. Sin duda, si la iglesia hace esto
hoy, con la palabra de Dios, para la gloria de Dios; tendremos una reforma hoy en nuestra iglesia
y en nuestro entorno.

Al celebrar este evento histórico cuando Dios tronó a través de la boca de Lutero (como dijo
Calvino) recordemos que Dios lo hizo para Su gloria, por cuidado de la verdad y amor de Su iglesia
que no estaba brillando en medio de la oscuridad. Por eso hablemos de la iglesia que Cristo promete
edificar, de la iglesia en que estamos llamados a ser piedras vivas; de la iglesia que tú y yo estamos
llamados a amar como Cristo la ama.
Cristo como Señor de la iglesia promete edificarla…

1. …porque le pertenece; por lo tanto, perseveremos en nuestra identidad

Mateo escribe a una nación judía que espera con ansias al Mesías profetizado. Pero no solo eso,
también esperaban las bendiciones que traía consigo este Rey, así como poseer la tierra y ser
librados del imperio opresor romano. El tiempo pasó y el Mesías no llegaba. Podemos decir que
Mateo está escribiendo a la iglesia porque los judeocristianos que creyeron el evangelio eran esa
nueva comunidad de creyentes. Pero estos también empezaron a perder la fe ya que a pesar de
creer que Cristo había venido, no veían el cumplimiento de las bendiciones del reino (ya habían
pasado entre 10 a 30 años de la Ascensión de Cristo).

Entonces ¿qué ha sucedido con las promesas de Dios para el bien de Su pueblo? Mateo responde
con este evangelio para que no pierdan la fe en el Rey que ciertamente ha venido y que reina con
toda autoridad, sobre todo. Tengamos en cuenta que ellos viven grandes dificultades sociales,
pobreza, ataques a la doctrina cristiana, dudas ante la aparición de personas que dicen ser los
verdaderos “Mesías”. Desde el inicio no era fácil guardar la fe.

Pero ahí está Mateo para decirles a ellos y a nosotros: cuenten con las bendiciones del reino. Todo
se está cumpliendo, confiemos en Jesús, en quien tenemos una herencia celestial y por tanto eso
quiere decir que en Cristo tenemos identidad. Que a pesar de lo que suframos tenemos que
perseverar porque Dios tiene planes con cada uno de nosotros para bien.

Por eso Cristo pasa a preguntar (a hablar para entrar en el tema de su identidad y la nuestra) de
quién es Él y hablar de la iglesia. Nota que en este capítulo los judíos piden una señal para ponerlo
a prueba y los apóstoles se muestran como hombres de poca fe a pesar de vivido los milagros de
alimentación de miles de personas. Hay una crisis de fe aquí: unos no creen, otros muestran poca
fe. entonces sobreviene la confesión celestial de quien es Jesús el carpintero: ¡el Cristo, el Hijo del
Dios viviente! Una confesión “básica” de la fe verdadera pero poderosa, maravillosa, que no
cualquiera puede confesar; que no viene del pensamiento humano, que solo puede venir de lo alto,
que solo puede ser confesada por su iglesia para recibir identidad cristiana.

Ahora Cristo dice “…mi iglesia…” qué maravilloso para el creyente ese “mi” indica que le
pertenecemos a Cristo. Cristo ha venido por Su iglesia. Su iglesia es ahora una realidad por mas
dispersa que esté. Cristo no se avergüenza de llamarnos a nosotros pecadores: mi iglesia, uds son
mi iglesia. Yo los elegí y los convertí de ovejas aisladas y condenadas en ovejas unidas y salvadas
por mi sacrificio en la cruz. Desde el Antiguo Testamento, Dios escogió un pueblo para que lo
siguiera y sirviera en una asamblea (iglesia): ahora eso lo somos nosotros, esa es nuestra identidad
porque fuimos comprados por Cristo para ahora servirlo. Es una relación de pacto donde fuimos
llamados por gracia para adorarlo juntos como hermanos.

Nosotros tenemos familia por sangre y vemos cómo eso es un parentesco fuerte. Y los padres
tratan de que los hijos compartan con los abuelos que muchas veces no quieren. Y se hacen
actividades con el fin de estrechar los lazos. Pero como cristianos mostramos muchas veces que la
sangre de Cristo como que no es tan fuerte como la familiar para llevarnos a unirnos más como
hermanos en una misma fe. tengamos presente que somos propiedad de Cristo y que por tanto
estamos llamados a unirnos más y más. La iglesia será unida en el cielo a Cristo nuestra cabeza.
Cualquier otro lazo, incluido el familiar es transitorio. Oremos por todos aquellos que no han
llegado a la familia de la fe porque esta es la familia que permanecerá.

Cristo dio su vida por la iglesia, lo sabemos. Pero tenemos que saber igualmente que la iglesia
tiene un gran valor dado por la sangre de Cristo. Como somos su iglesia, tenemos que perseverar
hasta el fin en esta fe. Esto significa en palabras de Pablo: “para mí el vivir es Cristo y el morir es
ganancia” significa que como le perteneces a Cristo; tu identidad te llama a no darle valor a nada
aquí en la tierra sino a Cristo. Que Cristo es primero antes que todas las cosas y personas. Que si
Cristo no está presente en ese plan que tienes, entonces algo no está bien en tu identidad cristiana.
Que si te molesta Cristo o la iglesia para hacer algo en tu vida; entonces tu identidad cristiana está
en peligro y con ello tu amor por la iglesia.
Tengamos especial cuidado con aquello que Cristo ama: Su iglesia. A veces nos expresamos
indebidamente sobre la iglesia, pasando por alto que Cristo dio Su sangre, ¡Su sangre! ¡Su vida!
que era lo más valioso que podía darse en sacrificio y que Dios no hubiera aceptado menos en
ofrenda.

Así que hablemos con reverencia de la iglesia donde está nuestra razón de ser, nuestra identidad.
“Pero pastor, ahí hay tremendos pecadores” si, Cristo también lo sabe. Su gracia es tan maravillosa
que los ha llamado a ser parte de la iglesia como a ti. Es como cuando no aceptas que se hable mal
de tus seres queridos, así tiene que ser aquí porque es Cristo quien no acepta que se hable mal de
su novia: recuerda yo di mi vida, mi sangre, me sacrifiqué, bebí de la copa de la ira de Dios para
que existiera la iglesia, para que fuera salva, es mi obra y quiero presentarla bella en las bodas del
cordero.

¿Pero entonces no se puede decir nada de la iglesia? Sí, y a veces es necesario hacerlo. Pero lo
haces con amor, lo haces con cuidado porque tú eres parte de ella, no te puedes sustraer y señalar
a los demás…porque tú eres parte del cuerpo. No te puedes desmembrar para atacar y luego volver
a ser miembro. Somos miembros de un mismo cuerpo y nos debemos lealtad. Cristo nos llama a
ser con Él de un mismo sentir, de una misma fe, en una misma comunión.

Por eso, no se debe juzgar a la iglesia, a los hermanos de manera liviana. Mas bien actuamos como
Pablo con palabras que edifiquen, con lágrimas, como hermanos de una misma causa que se sabe
que comparte la misma identidad: “Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto
hasta que Cristo sea formado en ustedes…” (Gálatas 4:19) si Pablo es fue severo con los Gálatas,
se debió al peligro en que estaban de apartarse del evangelio. Pero en este verso vemos su amor
por ellos y que todas sus palabras tenían un objetivo: no destruirlos, o hacerlos sentir mal, sino que
Cristo fuera formado en ellos.

De la misma manera esto tiene que ser nuestro norte al hablar de la iglesia, de algún hermano:
como Cristo es nuestro Señor y nosotros su especial pertenencia, estamos llamados los unos a los
otros a mostrar nuestra identidad declarando que nuestro objetivo es edificar al hermano en Cristo
Jesús y no con alguna otra motivación. Esto nos ayudará a aclarar nuestras motivaciones.
Aunque el evangelio de Mateo no está dirigido a “los gentiles” pues Mateo estaba interesado en
sus hermanos judíos, si tenemos aquí cómo debe vivir la iglesia de Jesucristo su identidad mientras
está aquí en la tierra.

Todo esto nos habla de cuán importante es la iglesia. No hay dudas del amor de Cristo por su
iglesia. Pudo haberla salvado y renunciar a que fuera su esposa porque hay que ver cuán pecadores
somos, cuán grande es la salvación que tenemos y muchas veces actuamos como si no le
perteneceríamos a Cristo y no queremos hacer su voluntad sino la nuestra, pero si seguir
disfrutando de sus bendiciones. No. Eso tiene que cambiar, hay que arrepentirse. Nuestra nueva
identidad nos llama a rendirnos ante nuestro Señor y vivir para Él, para sus propósitos, para poner
sus planes de primero. Un sinónimo de nuestra identidad es “Cristo vive en mí” Gal. 2:20) y
Calvino comentando el texto de Gálatas dice: “Cristo ha nacido en nosotros para que vivamos Su
vida”

Es decir, hermanos Cristo tiene que ser manifestado en nuestra vida, pero no aparte de la iglesia.
No puede ser que un creyente tenga en poco a la iglesia mientras afirma que tiene en alto amor a
Cristo. Nuestros pecados nos enceguecen de tal manera que podemos concluir que podemos servir
a Cristo sin necesidad de servir y amar a la iglesia, a los hermanos pecadores. Si Cristo aprecia y
ama a su iglesia, nosotros tenemos que hacer lo mismo, por mas enferma, fea y desarreglada que
la veamos. Esto fue lo que hizo nuestro Señor cuando decretó la Reforma. Fue en su auxilio, la
rescató, la amó, la limpió, la hizo volver a sus fundamentos y la sigue guardando. Y los creyentes
a su vez amaron la iglesia y lucharon por ella sabiendo quién era Su Señor.

La cabeza que es Cristo te dice ama a mi iglesia, persevera en mi iglesia. No te sirvas de mi iglesia
sino ponte la toalla y sirve en mi iglesia y serás verdaderamente bienaventurado. ¡Tendrás esa
bendición de saber que se te ha dado la revelación de que soy el Cristo, el Hijo de Dios y que a ti
se te ha dado el derecho de ser hecho hijo de Dios! Amén

Continuará…

C.G

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