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La imagen producía escalofríos. Pertenecía al difunto Jhonatan Klausberg. La lápida de piedra gris, lisa,
obscura, sin bordes tallados, indicaba las fechas: 25 octubre 1893 – 10 noviembre 1922. Una simple
cuenta de los años indicaba una vida truncada.
Jhonatan, de origen croata, había tenido una infancia dura según sus amigos. Desde los siete años sufría
de cataratas en sus ojos y de una persistente tos provocada por sus débiles pulmones. Sus padres,
granjeros de las estepas, lo habían enviado por salud a lo de una prima que vivía en Franckfurt. El joven
resultó estudioso, fue un lector infatigable, inteligente, comprometido, pero su aspecto y torpeza
mostraba su debilidad física. De a poco, fue progresando en su carrera, se especializó en química y por
sus logros fue captado por el departamento de biología de la Universidad.
Jhonatan, a poco tiempo de su ingreso a los claustros universitarios, comenzó a trabajar junto al Dr.
Frankl Hilderlberg, profesor, investigador y científico conocido posteriormente por el descubrimiento de
la fórmula de la triclericina spractum, un poderoso calmante, vacuna y antígeno para el tratamiento de
la enfermedad de Ostërberg. Si bien referente de la medicina para el vulgo, en ciertos ambientes
específicos como los pasillos universitarios, se comentaba que había usado los conocimientos y pericias
de su ayudante –el Dr. Jhonatan Klausberg– como cimiento de su fama.
El principal murmullo manifestaba que Jhonatan había perdido paulatinamente la vista hasta quedar
finalmente ciego y Hilderberg había sacado provecho de la situación. La limitación visual de nuestro
personaje fue minando las posibilidades de transmitir sus investigaciones, como así también le impedía
escribir sus propios informes científicos. Era notable la profunda envidia que producía la capacidad y los
conocimientos de Jhonatan en el Dr. Hilderberg. Este último, de ambición desmedida, viendo la
oportunidad y la debilidad de su ayudante maquinó la posibilidad de usurpar sus ideas para beneficio
propio. El hecho era moralmente deplorable y se sumaba a la tropelía de escribir textos y fórmulas
simulando ayudarlo.
Pasado un tiempo, los fríos del invierno de los claustros universitarios fueron minando la salud de
Jhonatan; su salud fue mermando hasta quedar totalmente ciego, quedó inválido y luego falleció de un
infarto en 1922 en forma prematura.
Cuando falleció Jonathan, Frankl había perdido la fuente de sapienza que lo había llevado a la fama,
pero, la muerte de su ayudante se había llevado el secreto de su delito. Solo quedaban sospechas.
Luego de la muerte, Hilderberg perdió el realce científico en sus publicaciones. Las revistas le habían
rechazado algunos papers por intrascendentes y los lectores notaron la decadencia manifiesta de sus
trabajos en los pocos artículos publicados.
En aquellos tiempos de principios de siglo, entre otras calamidades, la peste asolaba a Europa y la
vacuna significaba la única esperanza de frenar las muertes provocadas por la terrible enfermedad. Se la
conocía como dolencia de Ostërberg. Había tomado el nombre en virtud de que la mayor epidemia se
había desatado en la ciudad homónima. Ostërberg significaba: “el lugar de los osos” en alemán antiguo.
Cuando se descubrió el significado del epitafio en la tumba de Jhonatan, Frankl había muerto también y
el hecho de su muerte había borrado las críticas sobre sus desvíos. De forma inexplicable el género
humano ante la muerte de un ser querido ignora los errores del difunto. Los allegados solo recuerdan lo
bueno en virtud de suplir la pérdida con los recuerdos positivos. Así también, sin explicación posible,
solemos los humanos compensar los reconocimientos no dados en vida.
Marie Oliver Temme fue elegida en el cargo universitario dejado por Frankl. Resultó ser una afanosa
continuadora de los trabajos y la obra de Frankl y Jhonatan. Revisando papeles, tratando de descubrir el
entramado científico de la documentación heredada, en la búsqueda de fundamentos de nuevas líneas
de pensamiento, confirmó las sospechas sobre el Dr. Klausberg. Los pocos papeles que había dejado
Jonathan mostraban el origen y descubrían al verdadero autor de la vacuna. Además, semanas después,
buscando un libro de epistemología encontró un llamativo diccionario de sánscrito y recordó el texto
escrito en la tumba cuando la había visitado. Intrigada, investigó y tradujo el significado de las llamativas
líneas escritas que había registrado su memoria fotográfica. La frase revelaba la verdad, describía al
auténtico merecedor de los créditos del remedio de la enfermedad. Frankl había sido descubierto por la
eminente doctora.
La peste, después de dos años, había pasado. Fue entonces cuando Oliver Temme hizo público el
secreto; la declaración explícita del Dr. Hilderberg en reconocer en la tumba de su ayudante al
descubridor de la vacuna. Ella había puesto las cosas en su lugar y se evitaba cualquier duda.
Al pie del monumento está escrita la leyenda “En honor al pensador y científico Jhonatan Klausberg”.
Cabe mencionar que los parientes de Hilderberg nunca perdonaron el accionar de Marie Oliver Temme.