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RESOLUCIÓN POR
INCUMPLIMIENTO
Autor : Juan Ignacio Contardo González
Edición : Junio 2015
Formato : 1 Tomo - 500 Páginas
ISBN : 978-956-346-694-2
ID CM : 1366689
Editorial : Thomson Reuters
1
CAPÍTULO PRIMERO
LA RESOLUCIÓN POR INCUMPLIMIENTO Y LA INDEMNIZACIÓN DE
PERJUICIOS EN EL SISTEMA DE REMEDIOS POR INCUMPLIMIENTO
CONTRACTUAL
CAPÍTULO SEGUNDO
COMPATIBILIDAD DE LOS EFECTOS DE LA RESOLUCIÓN CON LA
INDEMNIZACIÓN DE LOS PERJUICIOS
2
A. Bases históricas y comparativas de la compatibilidad del efecto extintivo de la
resolución con la indemnización de perjuicios
1. El origen: Les lois civiles dans leur ordre naturel de Domat
2. La consolidación: Pothier y la compatibilidad de la resolución con la indemnización
de perjuicios
3. Recepción de la compatibilidad de la resolución y los perjuicios por el artículo 1184
del CCFra y su seguimiento por los códigos de tradición romanista
4. La situación en el nuevo derecho de la contratación
CAPÍTULO TERCERO
REQUISITOS DE LA INDEMNIZACIÓN DE LOS PERJUICIOS RESOLUTORIOS
3
2. Bases normativas de la teoría de la asimilación
3. Las consecuencias de la teoría de la asimilación para la indemnización de los
perjuicios resolutorios
CAPÍTULO CUARTO
EL DAÑO CONTRACTUAL INDEMNIZABLE EN CASO DE RESOLUCIÓN POR
INCUMPLIMIENTO
4
LOS CONCEPTOS DE DAÑO AL INTERÉS POSITIVO Y DAÑO AL INTERÉS
NEGATIVO A LA INDEMNIZACIÓN DE PERJUICIOS DERIVADA DE RESOLUCIÓN
CONTRACTUAL
CONCLUSIONES
Bibliografía citada
5
INTRODUCCIÓN
Por ello, este trabajo tiene una suerte de doble militancia. No es monográfica
respecto de la resolución o de la indemnización de perjuicios, sino abarca los dos
remedios. Aunque ella versa preferentemente sobre la indemnización de
perjuicios, en varias de sus partes se trata de la resolución. Esto responde a que
hemos debido afrontar la tarea de tomar posición sobre varias materias sobre las
cuales no existe consenso en materia de resolución, y así, ofrecer nuestra visión
sobre la indemnización de perjuicios en base a estas tareas.
6
La idea que se intenta demostrar a lo largo de este trabajo es que la
indemnización de perjuicios, cuando opera la resolución por incumplimiento bajo
el artículo 1489 del Código Civil, supone un caso especial de responsabilidad
contractual. Esto se manifiesta en las condiciones de procedencia y avaluación de
los perjuicios cuando tiene lugar la resolución por incumplimiento. Es decir, se
postulará que frente a la acumulación de la indemnización a la resolución se
genera un supuesto preciso de responsabilidad civil contractual, distinto a otros,
que debe analizarse en su propio mérito. Esta indemnización de perjuicios tiene
sus propias condiciones de operatividad pero, en especial, de avaluación. Como la
indemnización de los perjuicios adquiere cierta particularidad, al daño resarcible
en caso de resolución también se ha decidido llamarlo de forma especial: el
perjuicio resolutorio.
Respecto del requisito mora del deudor, la hipótesis que se sostiene es que no
es un requisito del perjuicio resolutorio, sino solamente de la indemnización
moratoria, que es la que sigue a la pretensión de cumplimiento. Para este objeto,
se analiza cada uno de los efectos que generalmente se le atribuyen a la mora del
deudor, llegando a la conclusión que ninguno de ellos es útil para la configuración
del perjuicio resolutorio: bastaría solo con el retraso o el incumplimiento imperfecto
de la obligación. Relacionado también con la mora del deudor, se analiza el
supuesto de incumplimientos recíprocos cuya solución ha pasado tradicionalmente
por la aplicación del artículo 1552, esto es, la evitación de la resolución del
contrato porque ninguno de los contratantes se encontraría en mora.
12
cambio, el último corresponde al daño extrapatrimonial, tradicionalmente llamado
"daño moral" contractual.
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CAPÍTULO PRIMERO LA RESOLUCIÓN POR INCUMPLIMIENTO Y LA INDEMNIZACIÓN
DE PERJUICIOS EN EL SISTEMA DE REMEDIOS POR INCUMPLIMIENTO
CONTRACTUAL
14
Fuera cual fuere la denominación a la que se haga referencia, se hace alusión a
un grupo de prerrogativas que el ordenamiento jurídico ha conferido al acreedor
para la protección del crédito insatisfecho.
A pesar del disperso material normativo que sirve para la construcción de los
remedios contenidos en el Código, ello no ha obstado para que pueda construirse
un verdadero sistema de remedios por incumplimiento contractual. Esto es, un
sistema que permita determinar cuáles son los derechos del acreedor afectado en
caso de incumplimiento contractual, a pesar de la asistematización del Código
Civil en la materia9.
1. El paradigma original:
la primacía de la pretensión de cumplimiento
frente a los demás remedios por incumplimiento
De esta suerte, resultaría lógico que la resolución sea considerada como una
excepción al principio de la fuerza obligatoria del contrato, puesto que lo
excepcional es que se libere a ambas partes del vínculo contractual. En efecto, la
resolución ha sido considerada como una "causa legal", que hace excepción al
principio en cuya virtud los contratos deben cumplirse 21.
Por ello, es posible ver que en las legislaciones, sin bien en general se reconoce
la posibilidad de instar por la resolución del contrato, se le confiere una posibilidad
al deudor para cumplir. Tal es el caso de Francia, que en su art. 1184 le concede
al juez la posibilidad de conferir un plazo de gracia al deudor para que cumpla, a
pesar de que el acreedor inste por la facultad resolutoria.
18
Por estas razones es que se puede decir, por lo menos desde el punto de vista
teórico, que si la pretensión de cumplimiento es conforme al principio de la fuerza
obligatoria del contrato, entonces, la resolución debería ser secundaria respecto
de aquella.
19
Esta idea de un sistema de remedios por incumplimiento contractual toma como
base la protección del interés del acreedor 25. Se llega a la conclusión de que a
partir del incumplimiento, el acreedor no sólo tendrá el cumplimiento como opción
primaria para remediar su situación, sino que puede tener otras opciones, que aun
distintas de aquella pueden satisfacer su interés 26.
Pero si se mira desde el punto de vista remedial, del interés del acreedor, hay
buenas razones para que éste decida optar por la resolución en desmedro de la
pretensión de cumplimiento.
Sin embargo, puede ser que este solo efecto liberatorio no satisfaga
completamente los intereses del acreedor, ya que éste ha realizado inversiones
patrimoniales que han sido pagadas al deudor (que a su vez es acreedor
correlativo del contratante que solicita la resolución). En este caso, entonces, la
ley permite que el resolvente pueda recuperar aquello que ha sido pagado al
deudor. Este es el efecto restitutorio de la resolución.
21
Sumado a lo anterior, la ley permite al acreedor la indemnización de los daños
que ha producido el incumplimiento del deudor (2), que en el sistema del Código
Civil permite acumularse a los efectos de la resolución por incumplimiento (1).
Por ello, conviene estudiar cuáles son los efectos de la resolución, para
enmarcar este efecto del incumplimiento en el sistema de remedios. Los efectos
de la resolución son dos: el efecto extintivo (a) y el efecto restitutorio (b).
22
1569 Nº 9, que establece la resolución como un modo de extinguir las
obligaciones37.
2) Teoría de la causa
24
En Chile, esta fue la opinión de Claro cuando trató específicamente de la causa
apoyando la tesis neocausalista de Capitant (aunque no a propósito de la
resolución por incumplimiento 45). Luego de repasar el tenor del art. 1826 (que no
es más que la concretización del art. 1489 para la obligación de entregar la cosa
en la compraventa), señala: "Queda aquí de manifiesto que la causa de la
obligación del vendedor está en la ejecución del comprador; y que si el
vendedor no recibe el pago del precio o no se le dan seguridades suficientes de lo
que recibirá, no se le puede exigir la entrega de la cosa a que se obligó, porque su
obligación dejaría de tener causa"46.
3) La teoría de la interdependencia
de las obligaciones contractuales o teoría del sinalagma funcional
25
correlación de las obligaciones de las partes en un contrato bilateral se rompe por
el hecho del incumplimiento. De ahí su calificación como "funcional" 50.
4) Teoría de la sanción
26
Señala Auletta que, por razones de convivencia social, frente al incumplimiento
del deudor, se faculta al órgano jurisdiccional a subordinar los intereses de actuar
de hecho del sujeto pasivo, a favor de los intereses del sujeto activo 57. De esta
manera, el ordenamiento jurídico reacciona en contra de los intereses del deudor,
quien pierde su derecho a exigir la prestación, concediéndose la liberación al
acreedor, impidiendo que se le cause un daño al sujeto activo 58. De esta forma,
más que la indemnización de los perjuicios al acreedor, la resolución se configura
en una sanción en contra del deudor incumplidor 59.
Refrenda esta conclusión que la doctrina actual, siguiendo las directrices de las
doctrinas de la modernización del derecho de las obligaciones (principalmente
influenciada por la CISG, y los instrumentos de soft law), dispense del juicio de
culpabilidad en el incumplimiento como requisito de la resolución. Según esta línea
de pensamiento, la conducta del deudor en el incumplimiento (imputable) no es
calificable para los efectos de determinar cuándo un incumplimiento es o no
resolutorio. Sólo basta con un incumplimiento de gravedad para que se permita la
resolución de la relación obligatoria63.
27
menos perjudicado por su incumplimiento. La resolución intenta proteger al
acreedor, independientemente de la situación del deudor.
28
Teniendo en consideración que la resolución obra en virtud del puro
incumplimiento del deudor, cabe analizar ahora cuál es el interés que la resolución
representará para el acreedor lesionado en el crédito. Concretamente la liberación
del acreedor por medio de la resolución permite a éste: a) desligarse del contrato;
b) evitar la pérdida de la contraprestación; y c) acudir al mercado y buscar otras
"formas más adecuadas y convenientes para satisfacer sus intereses" 67.
podría significar que dicha operación sería muy costosa para el acreedor, quien no
sólo se vería obligado a cumplir el contrato cuya prestación se ve incumplida, sino
el nuevo contrato objeto de la operación de reemplazo. También para el deudor
puede llegar a ser beneficiosa la operación de reemplazo cuando por el hecho de
ella, ya que eventualmente no sólo con ella el acreedor puede mitigar el daño, sino
que incluso podría incurrir en un costo menor al de la operación originalmente
pactada.
Estas tres cuestiones que se han enunciado, sólo corresponden al hecho que la
resolución constituye extinción de la relación jurídica para del acreedor. Además
de ello, habrá que añadir que la resolución por incumplimiento trae aparejada la
posibilidad de que el acreedor pueda obtener la restitución de lo que ha pagado
por el contrato cuyo crédito se ha incumplido. Las restituciones son, entonces,
también una forma de remediar la situación en que se encuentra el acreedor frente
al hecho del incumplimiento.
Por otro lado, producida la resolución de cualquier forma (por declaración judicial
o de forma extrajudicial), coloca a las partes en un estado de liquidación de sus
relaciones patrimoniales que implica la restitución de lo pagado por ellas, más la
eventual indemnización de los perjuicios a la que queda sujeto el deudor
incumplidor.
30
Y, en tercer lugar, confiere al acreedor la posibilidad de optar por otras vías de
satisfacción de sus intereses contractuales, aprovechándose de la liberación para
cumplir.
Por esta razón es que la ley permite al acreedor afectado la posibilidad de que
pueda obtener restitución de lo pagado al deudor.
31
En doctrina nacional, la primera de las concepciones resulta la dominante 79. Si el
acreedor tiene un interés primario en la prestación, entonces la obligación debería
resolverse en la "indemnización" de los perjuicios, o "cumplimiento por
equivalencia", cuando, en principio, el cumplimiento se haga imposible. Así, en
este sentido, Gatica expone que "para los casos señalados [los de
incumplimiento], el legislador ha debido buscar una solución intermedia, que libere
al deudor de la necesidad de cumplir en forma efectiva con el objeto de la
obligación y que contemple, a la vez, el interés del acreedor; y ha establecido al
efecto que la prestación primitiva es reemplazada por otra subsidiaria,
generalmente dinero, cuyo pago sucede, total o parcialmente, a la ejecución de la
obligación"80.
33
b. Una interpretación restrictiva: sólo una indemnización de daños
Por otro lado, la distinción también tiene importancia para otras materias,
relacionadas con esta. Como observa el mismo Pantaleón en otro trabajo, la
discusión repercute en la extensión de las garantías a la indemnización y en sus
36
plazos de prescripción101. También, aunque no lo señala el autor, para la
determinación de los perjuicios que siguen a la resolución por incumplimiento, en
especial para los efectos del derecho restitutorio consecuencial a la resolución. En
particular, a la posibilidad de concebir restituciones consecuenciales a la
resolución en valor y no sólo en especie. Si fueren admisibles las restituciones en
valor, entonces, la operatividad de las restituciones consecuenciales a la
resolución tendrían un funcionamiento similar al de la pretensión de cumplimiento
(restitución en especie y cumplimiento en naturaleza; restitución en valor y
cumplimiento por equivalencia). Por lo anteriormente señalado, es que si es
aceptable una restitución en valor, entonces bien cabe preguntarse si ese valor es
indemnizatorio, como lo sugiere Pantaleón para el "cumplimiento por
equivalencia", o bien si cumple un rol puramente restitutorio al igual que las
reintegraciones en especie ex art. 1487 CCCh102.
Si bien la posición que defiende la tesis del solo daño como indemnización de
perjuicios (con absoluta prescindencia del "cumplimiento por equivalente") es más
objetiva que la anterior, las razones de texto (principalmente en el CC) ya son lo
suficientemente fuertes como para desvirtuar una interpretación distinta.
En el caso de la resolución del contrato, si se mira desde el punto de vista de sus efectos,
entonces se acumulan la extinción de la relación obligatoria (o efecto extintivo), más la
restitución de lo pagado (o efecto restitutorio), con la indemnización de los perjuicios.
Por ello, entonces, se dividirá la exposición en la compatibilidad del efecto liberatorio con la
indemnización (I), y el efecto restitutorio con la indemnización (II).
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I. COMPATIBILIDAD DEL EFECTO EXTINTIVO DE LA RESOLUCIÓN CON LA INDEMNIZACIÓN DE LOS
PERJUICIOS
La gran mayoría de los autores que han estudiado el origen de la resolución por
incumplimiento entienden que la formulación moderna de la institución se debe principalmente
a DOMAT168. La lenta construcción de la resolución desde el Derecho Romano, hasta un efecto
del incumplimiento común a los contratos bilaterales, encontró reconocimiento expreso en
este autor, quien en tres partes de Les lois civiles dans leur ordre naturel confiere acción
resolutoria al acreedor169.
39
En primer lugar, a propósito de las "obligaciones que siguen naturalmente de las
convenciones, aunque no hayan sido expresadas", Domat señala: "La segunda obligación de
los contratantes es aquella que falta a la ejecución de lo prometido, o retarda su cumplimiento,
ya sea por falta de voluntad o impotencia, deberá resarcir al otro todos los daños e intereses,
según la naturaleza de la convención, la calidad del retardo o la falta de ejecución, y las
demás circunstancias (D. l. 43, tít. 11): y si la convención debe resolverse o anularse, se
resolverá con la imposición de las penas que debe sufrir aquel que habrá dejado de
cumplirla".170.
Nótese que Domat consagra dos remedios por el incumplimiento: la acción de cumplimiento
(primera parte del texto transcrito); y la resolución ("y si la convención debe resolverse o
anularse, se resolverá con la imposición de las penas que debe sufrir aquel que habrá dejado
de cumplirla"). Señala Domat, que no sólo hay lugar a la resolución del contrato, sino que el
deudor se encuentra sujeto a las "penas que debe sufrir aquel que habrá dejado de cumplirla"
("avec les peines qui en devront suivre contre celui qui aura manqué d'executer son
engagement")171.
juntarse a las convenciones, y especialmente de las convenciones". Para los efectos que
estamos tratando sólo nos interesa el artículo 19 de la sección IV: "Si se ha pactado una
convención se resolverá en el caso de que uno de los contratantes falte a ejecutar alguna de
sus obligaciones, entonces la cláusula no tendrá el efecto de dejar al arbitrio de este el
resolver el contrato con su no ejecución; sino que estará al arbitrio del otro el obligarle a
cumplir, o resolverlo obligándole al pago de los daños e intereses. Así, cuando se dice que
una venta, una transacción, u otro contrato quedará nulo por la falta de pago, no podrá el que
debe pagar anular el convenio faltando a su obligación (2)" 173. Nuevamente en este párrafo,
Domat hace referencia a la acción de perjuicios que tendría lugar en caso de resolución.
Las fuentes a las que alude Domat, a las que hoy podríamos calificar como de antecedentes
de la moderna resolución, pueden clasificarse a su vez en tres grupos:
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1º Aquellas relativas a la "resolución": particularmente en lo que respecta a la ley comisoria
(D.18.3.2); y los pactos accesorios a la compraventa (C. 4.54.6).
Claro está que en el Derecho Romano no existió esta configuración de la resolución como la
entendemos hoy en día. La innovación respecto de los antiguos autores es que Domat
generalizó un caso de incumplimiento de entrega de las especies de la herencia vendida en
que había una acción para reclamar por los perjuicios: C.4.39.6. Esta acción se encontraba
muy ligada a la acción de la venta: "Pero como el contrato quebranta la buena fe, el
demandado con la acción de compra es obligado a pagarte cuanto le importa ["Quoniam
contractus fidem fregit, ex empto actione conventus, cuanti sua interest, praestare cogetur"]".
Sin embargo, su configuración al lado de las acción restitutoria hace difícil pensar de que se
tratase exactamente de la propia acción ex empto, por las razones que se expondrán a
continuación cuando se analice el desarrollo de Pothier, y las ulteriores críticas de Capitant al
supuesto seguimiento del CCFra a las lecciones de este último autor.
2. La consolidación:
Pothier y la compatibilidad de la
resolución con la indemnización de perjuicios
En el primero, se limitó a señalar que por el evento del incumplimiento es posible resolver el
contrato, y esta posibilidad se encontraba implícita en los contratos 174. Sin embargo, no se
refiere expresamente a la acción de perjuicios que deriva de la resolución.
41
Así, Pothier expresa: "cuando la acción ex empto se reduce al resarcimiento de daños y
perjuicios in id quod interest, por no haberse verificado la entrega, o por venir el caso de una
evicción, tiene dos objetos; el primero y el principal es la restitución del precio pagado, o la
absolución de lo que debiera pagarse; el segundo es la indemnización de perjuicios que sufre
el comprador por no poder tener la cosa comprada". Como se ve, hasta el momento sigue la
indemnización de perjuicios anclada en el sistema romano, en que no existía una acción
resolutoria por incumplimiento de contrato como la conocemos hoy día. Sin embargo, parece
unir también esta concepción de la indemnización de perjuicios (al igual de lo que
probablemente pensaba Domat) a la resolución por incumplimiento, como se ve reflejado en el
ejemplo que justo coloca a continuación: "Así es que si la cosa vendida hubiese sufrido
deterioros de consideración, ya fuese esto por descuido y por culpa del vendedor; ya por caso
fortuito, como si hubiese yo comprado una casa por 20.000 duros, y devorada después por un
incendio una buena parte de ella no valiese más de 10.000; entonces aunque el interés que
tendría al presente en tener la casa no fuera más que estos 10.000 pesos, mitad de los que
por ella di al celebrarse el contrato [el riesgo es del comprador]; sin embargo en caso de no
realizarse su entrega o verificarse la evicción, podré pedir al vendedor no ya los diez mil
pesos, sino los veinte mil, es decir, el precio entero" 178.
Como puede apreciarse, para Pothier es perfectamente compatible la acción resolutoria por
incumplimiento de la obligación de entregar la cosa con la acción indemnizatoria (ex empto).
Sólo que esta última es asimilada por Pothier, siguiendo a Dumoulin y a los fundamentos
dogmáticos de Domat, a la acción ex empto del Derecho Romano.
a. La recepción en el Code
La redacción del CCFra siguió las lecciones de Pothier 181, sólo que en forma general para la
situación de cualquier incumplimiento de un contrato bilateral 182. Su tratamiento, como es
sabido, se encuentra a propósito de las condiciones, entendiendo que en los contratos habría
una condición resolutoria tácita si uno de los contratantes no cumple por su parte lo
pactado183.
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sólo cabe si el cumplimiento es imposible, de lo que se sigue que la acción resolutoria se
subordina a la pretensión de cumplimiento. En lo que respecta a la indemnización de
perjuicios, se concedió un derecho para el acreedor de acumularla a la pretensión resolutoria,
como se desprende claramente del tenor literal de la norma.
El fundamento de Capitant a este respecto es que nada tienen en común una supuesta
generalización de la lex commissoria a la resolución por incumplimiento (entendida como un
"pacto comisorio tácito"). Pero un argumento de fuerza es el que precisamente otorga al
hablar de la indemnización de los perjuicios.
Apuntaba Capitant una cuestión clave para entender la compatibilidad de la resolución con
la indemnización de perjuicios. Si la resolución por incumplimiento derivara de una "condición
resolutoria tácita", por sus fundamentos dogmáticos no podría llevar aparejada una
indemnización, puesto que las condiciones resolutorias ("ordinarias") no traen como efecto la
indemnización de los perjuicios. Esto supone que en realidad la indemnización de perjuicios
que sigue a la resolución no puede derivar dogmáticamente de la misma institución que
supuestamente le da origen, puesto que son naturalmente incompatibles.
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insatisfecho y que le permitía el cobro de su id quod interest. Esta acción indemnizatoria (ex
empto) es conciliable con una acción restitutoria (derivada de la condictio: D. 12.1.31), por lo
menos para Domat. Sin embargo, aparece del texto de Pothier, que la indemnización de los
perjuicios cumple dos fines: por una parte tiene un fin restitutorio de la prestación, y
otro indemnizatorio por el valor de prestación, más otras cosas (por ejemplo, gastos
notariales), lo que supone que no hay derecho de restitución del precio pagado, porque se
encuentra incluido en la acción indemnizatoria.
Aun, creemos más. No sólo el modelo del Code difiere de Pothier, sino que se acerca más
al modelo de Domat, con algunas diferencias.
Cabe recordar que Domat concibió no solo una indemnización en caso de resolución, sino
también una acción restitutoria compatible con la extinción del contrato, cuestión que Pothier
posteriormente subsumió en los perjuicios 188, siendo al parecer más fiel en esto al derecho
romano. Esta acción de perjuicios concebida por Domat en la naciente resolución por
incumplimiento, creemos que difícilmente incluiría también la restitución (como así lo había
fundamentado Pothier, ya que ellas se han fundado en una acción totalmente diversa:
la condictio).
44
Por otro lado, siguiendo con el caso del incumplimiento de la obligación de pagar la cosa en
la compraventa, como contrato de intercambio, el dinero pagado equivale a la cosa (por ello
es un contrato oneroso-conmutativo). Por lo tanto, si la restitución del dinero es tratada como
indemnización de daños, entonces ésta equivale al valor de prestación. Es bien sabido que en
el derecho intermedio la posibilidad de cobrar el valor de prestación era subsumida dentro de
la categoría de indemnización de perjuicios, como una obligación secundaria, incluso hasta
nuestros días190. Por el contrario, si se desliga la obligación de restituir como indemnización de
perjuicios, ésta no debiera cumplir el rol de un cumplimiento por equivalencia, y por tanto
únicamente cumpliría una función de resarcimiento (que había rechazado Pothier, como
comentamos).
(a) Si se siguen los fundamentos dogmáticos de Pothier (más cercanos a la acción ex
empto de la compraventa romana), la acción indemnizatoria es compatible con la resolutoria.
Pero esta acción indemnizatoria se identifica más bien a una acción de cumplimiento por
equivalencia. Por tanto, la opción que entregaría el artículo 1184 sería entre cumplimiento en
naturaleza y por equivalencia. Como se ha señalado, parte de la doctrina en Chile entiende
que la opción entre la pretensión de cumplimiento y la resolución más perjuicios equivale a
una opción entre el cumplimiento en naturaleza y al cumplimiento por equivalencia 191.
c. La recepción en los Códigos del artículo 1184 del Code y la compatibilidad general de la
resolución con la acción de perjuicios
En todo caso, la mayoría de los Códigos siguieron de manera bastante fiel al artículo 1184
del Code. La norma del artículo 1184 tuvo una recepción casi textual en las principales
legislaciones europeas192.
Así, en el Codice de 1865 fue incluida de manera bastante literal, y reformulada con
variaciones en el nuevo de 1942, que concede expresamente compatibilidad de la acción de
perjuicios tanto en caso de que el acreedor opte por el cumplimiento como por la resolución 193.
45
En Latinoamérica, la cuestión no se dio de forma tan distinta.
Sin embargo, la provisión del BGB fue muy criticada por la doctrina 203, al punto que fue
modificada por la reforma del año 2002, como tendremos oportunidad de revisar más
adelante.
a. El modelo de la CISG:
resolución y perjuicios son remedios independientes pero compatibles
En el sistema de la CISG, si bien se distinguen los remedios específicos de los que goza el
vendedor (arts. 45 a 52 CISG) y comprador (arts. 62 a 65 CISG), puede establecerse un
sistema general de remedios por incumplimiento de contrato 204.
Así, los remedios disponibles tanto para comprador como para vendedor pueden
sistematizarse en: i) pretensión de cumplimiento específico ("specific relief"); ii) pretensión de
cumplimiento por equivalencia ("substitutionary relief"); iii) resolución ("avoidance"); iv)
indemnización de perjuicios ("damages").
Cada uno de estos remedios tiene sus propias condiciones de procedencia, por lo tanto son
remedios independientes, que en principio operan unos separadamente de los otros 205. Así, no
es posible acumular la pretensión de cumplimiento específico con la pretensión de
cumplimiento por equivalencia, y éstos separadamente con la resolución del contrato 206. Sin
embargo, el remedio indemnizatorio es el único general y acumulable a los demás remedios
por incumplimiento207.
46
Se trata también, como señalamos, de un remedio acumulable, ya que es el único que
permite su conjunción con los demás remedios, ya se trate de incumplimiento del vendedor o
del comprador.
A pesar de la compatibilidad expresa de los remedios, son independientes entre sí. Ello
porque la indemnización de perjuicios cobra independencia aun cuando no tenga lugar la
resolución del contrato210. Es así como en caso de pérdida del derecho a reclamar la
resolución del contrato (art. 82 CISG), el acreedor mantiene todos los demás remedios a su
favor (art. 83 CISG)211, incluida obviamente la indemnización de perjuicios según las reglas
generales (art. 74 CISG)212. La razón está en que en este sentido, la CISG siguió más bien los
criterios de los países del common law en que la indemnización de perjuicios es el remedio
general por incumplimiento213.
Con certeza puede afirmarse que el modelo de la CISG ha influenciado fuertemente los
sistemas de remedios por incumplimiento contractual de los instrumentos de derecho
contractual uniforme. En estos instrumentos se construye el sistema de remedios por
incumplimiento de contrato alrededor de la acción de perjuicios. Si bien se permite al acreedor
la elección del remedio que éste estime que es el más adecuado a sus intereses, se mantiene
la indemnización como el eje central del sistema de remedios.
47
misma resolución, sino que se trata de una norma de no exclusión de la indemnización frente
a la resolución del contrato 216, rechazando la posibilidad teórica de incompatibilidad de los
remedios como sí lo hizo el BGB antes de su reforma.
Los PECL siguen un esquema muy similar. El art. 9305 que regula los efectos de la
resolución, tampoco excluye la posibilidad de demandar perjuicios. Así, la norma establece,
luego de prescribir también el efecto liberatorio de la resolución, que ésta no afecta los
derechos y responsabilidades que hubiesen ocurrido al tiempo de la resolución 217. Conforme
al criterio establecido, la nota oficial al art. 8102 que establece el principio de acumulabilidad
de los remedios en los PECL, establece que ella es contraria al criterio que entonces tenía el
BGB218. Por tanto, nuevamente, a pesar de que los PECL no establecen directamente la
posibilidad de demandar conjuntamente la resolución y los perjuicios, el sistema de
construcción acumulativa de remedios lo permite a través de una norma de no exclusión de la
acción indemnizatoria en caso de resolución de contratos 219.
El sistema seguido por los ACQP sigue también a estos sistemas muy de cerca, aunque con
algunas pequeñas variaciones. Los ACQP no son del todo claros en establecer una norma
general de acumulación de remedios al estilo del art. 8102 de los PECL. Sin embargo, el
espíritu del art. 8401 ACQP es el mismo: que la indemnización es el remedio general y permite
su acumulación con los demás remedios 220, incluida la resolución. En este instrumento,
también se consagra expresamente la posibilidad de demandar conjuntamente la resolución y
los perjuicios, aunque la técnica ocupada varió. En los AQP la acción de perjuicios en caso de
resolución ya no se encuentra incluida en los efectos de la resolución, sino en la misma norma
que la concede: art. 8301(5) 221. Al igual que en los modelos descritos anteriormente, la regla
es de no exclusión de los perjuicios en caso en que se demande la resolución.
A pesar de que la reforma del BGB fue influida fuertemente por el modelo de la
modernización del derecho de las obligaciones 225, no sigue exactamente el mismo modelo de
los PECL en cuanto a la indemnización de perjuicios. En efecto, el amplio art. 9501 PECL no
existe en el BGB, sino que se utiliza una fórmula de establecer en forma relativamente
casuista las situaciones y requisitos para que tenga lugar la indemnización de perjuicios
(§ 280 y ss. BGB). No obstante lo anterior, la reforma cuidó de hacer compatibles la acción
indemnizatoria con la acción de perjuicios derivada de incumplimiento contractual, haciéndose
cargo de las críticas de la doctrina a la antigua configuración del BGB que comentamos unas
líneas atrás. Así, el § 346[4], que trata sobre los efectos de la resolución, señala
expresamente que el acreedor puede demandar compensación por infracción a un deber de
protección de acuerdo a los §§ 280 a 283 en caso de resolución 226, con opinión favorable de la
doctrina227.
48
B. COMPATIBILIDAD DE LA RESOLUCIÓN CON LA INDEMNIZACIÓN EN EL SISTEMA CHILENO DE
RESOLUCIÓN JUDICIAL POR INCUMPLIMIENTO
49
individualidad propia y distinta de la resolución del contrato, como se establece en los
instrumentos de derecho contractual uniforme.
Para ello será necesario determinar cómo opera el sistema resolutorio en el CCCh (1), para
luego determinar cómo se compatibilizan los remedios de resolución y de indemnización de
perjuicios (2).
A pesar de que la resolución envuelve una misma idea, de liberación del acreedor frente al
incumplimiento del deudor, no todos los sistemas operan de la misma forma. Es decir, si bien
la resolución como remedio contractual envuelve la idea fundamental de extinción de la
relación obligatoria, la forma como se produce esta liberación no es igual en todos los
sistemas jurídicos.
Este sistema, fundado a partir del CCFra, supone una demanda judicial del acreedor de
resolución por incumplimiento y una sentencia judicial que declare la extinción de la relación
obligatoria: la resolución. Este es el sistema imperante aún en la actualidad en Francia y en la
mayoría de los países que han seguido la misma tradición 228.
Por tanto, el juez, según el modelo descrito, califica las condiciones de procedencia de la
resolución, para luego entrar a conocer de la acción de perjuicios (si es que la resolución no
se ha discutido en un juicio distinto).
Por el contrario, la necesidad de unir la resolución al hecho del incumplimiento del deudor
hizo necesaria la calificación de este último, más todavía cuando históricamente se asoció el
hecho del incumplimiento (resolutorio) a la imputabilidad en el incumplimiento. Es decir, la
resolución por inejecución requirió un pronunciamiento del juez al condicionar el efecto
extintivo de la resolución a la imputabilidad del incumplimiento, cuestión que requeriría la
calificación de la conducta del deudor 229. A ello se debe sumar que la resolución por
incumplimiento ha sido entendida como una excepción al principio de la fuerza obligatoria del
50
contrato. De tal suerte que la relación obligatoria nacida del contrato sólo puede liberarse en
virtud de una sentencia del juez que haga excepción al principio de la fuerza obligatoria 230.
En este sistema, la resolución no es necesario que se produzca por sentencia judicial, sino
sólo es necesaria una declaración de voluntad del acreedor al deudor en aras a dar noticia de
la voluntad del mismo de que se produzca la extinción de la relación obligatoria. Este es el
sistema que incorporó como base el BGB (y otros sistemas que siguieron a este cuerpo 231),
mantenida en la actualidad después de la reforma del 2002 (§ 349)232.
Cabe destacar el desarrollo del Derecho español sobre la materia. El art. 1124 del CCEsp,
de indudable influencia francesa, fue reinterpretado permitiendo la resolución por
incumplimiento de manera extrajudicial por notificación del acreedor al deudor, fundado en la
misma letra de la ley. En efecto, al tenor de la norma, la resolución fue considerada como una
"facultad" del acreedor ("facultad resolutoria"), que dio pie para alejarse del sistema de
resolución judicial233.
En Chile el sistema, según una tesis doctrinal y jurisprudencial, puede ser configurado para
el caso de un pacto comisorio calificado por incumplimiento de obligaciones distintas de la de
pagar el precio en la compraventa y en contratos distintos de la compraventa 236.
51
b. El sistema chileno: de resolución judicial
Si bien el art. 1489 CCCh no siguió literalmente el modelo del art. 1184[2] CCFra que
expresó que la resolución en este caso no se producía de pleno derecho, la doctrina y la
jurisprudencia siempre han interpretado que la resolución requiere de una demanda judicial,
debido a que el art. 1489 exige "pedir" (judicialmente), al arbitrio del acreedor, o el
cumplimiento o la resolución del contrato con indemnización de perjuicios 239. Por tanto, el
desarrollo doctrinal y jurisprudencial del art. 1489 se ha visto anclado en la interpretación que
los antiguos juristas franceses le dieron al art. 1184 del Code, limitando la operatividad de la
resolución frente a un pronunciamiento judicial.
Sin embargo, el desarrollo de las dos disposiciones (chilena y francesa) ha sido disímil. En
Francia, a pesar de que se trata de un sistema de resolución judicial, jurisprudencialmente se
le han conferido amplias facultades al juez no sólo para calificar el incumplimiento del deudor,
sino que, además, para conceder la resolución del contrato. En efecto, la sola interposición de
la acción resolutoria no implica que el juez se encuentre obligado a declarar la resolución del
contrato. Puede tomar con bastante libertad otras medidas que estime pertinentes, diferentes
de la resolución del contrato, incluso contra la voluntad del acreedor. De hecho, además de la
facultad concedida por el artículo 1184 CCFra al juez para conceder un plazo de gracia, no
contenido en nuestra norma, el juez puede adoptar otras medidas intermedias: resolución
parcial del contrato o conceder sólo la indemnización de perjuicios sin resolver el contrato 240.
Por el contrario, la interpretación del art. 1489 CCCh ha implicado que la decisión del
acreedor entre optar por el cumplimiento o la resolución es de carácter soberana, de tal
manera que el juez sólo se somete a la petición contenida en la acción, sin posibilidad de
variar la decisión del acreedor. La fuerte expresión "a su arbitrio" de la norma en comento
implicaría que la decisión sobre la resolución del contrato es del acreedor, no del juez, al
punto que ha sido considerada como un derecho potestativo del acreedor 241.
Por tanto, en el sistema chileno de resolución judicial requeriría, por una parte, un acto de
voluntad del acreedor en aras a la extinción de la relación obligatoria —una demanda de
resolución de contrato— y además un pronunciamiento judicial. El rol del juez, entonces, se
limita a calificar los requisitos de la resolución del contrato, y concurriendo ellos debería
declarar la resolución del contrato 243. La misma situación se presenta en el pacto comisorio
simple, que la doctrina y jurisprudencia le han dado los mismos efectos que la resolución por
incumplimiento, y por tanto requeriría asimismo de sentencia judicial que declare la
resolución244. Más problemático, en todo caso, se muestra el pacto comisorio calificado, o con
cláusula de resolución ipso facto, en especial por obligaciones distintas de la de pagar el
precio en la compraventa y pactado en contratos distintos de la compraventa 245.
52
La sentencia del juez en el sistema chileno de resolución de contratos, por tanto, cumple
dos fines sucesivos. En primer lugar, califica los requisitos de la resolución del contrato. En
segundo lugar, si estima que ellos son procedentes (particularmente el incumplimiento
resolutorio, como se verá más adelante), deberá declarar la resolución del contrato. Sin esta
declaración judicial, en el sistema del art. 1489, en principio, no hay resolución del contrato.
ii. Consecuencias de la imposibilidad del juez para tomar medidas distintas de la resolución
del contrato en el juicio resolutorio
Como hemos señalado, el art. 1489 conferiría, según su tenor literal, un margen muy
limitado al juez: califica los requisitos de la resolución y declara la resolución en caso en que
éstos tengan lugar. El CCCh no siguió su modelo francés y no se le conceden en virtud de
este artículo posibilidades ni al juez (por ejemplo un plazo de gracia) ni en principio al deudor
para variar la decisión del acreedor. Esto es sin perjuicio de la posibilidad que
jurisprudencialmente se le ha concedido al deudor para que pague durante el transcurso del
juicio.
Esto implica que la demanda de resolución se transforma en un "todo o nada", tanto para el
acreedor como para el deudor. Así conceptualizado el sistema, el acreedor debe ponderar
bien si concurren los requisitos de la resolución, de tal manera que si no concurren perderá su
acción, ya que la sentencia producirá cosa juzgada.
Por esta misma razón, es que la doctrina se ha cuestionado sobre la posibilidad del ius
variandi del acreedor: la posibilidad de renunciar a la pretensión resolutoria o a la pretensión
de cumplimiento, una vez que ya se ha optado por la contraria 246. Esto resulta bastante
importante en la estrategia procesal del actor, toda vez que si bien la pretensión resolutoria y
de cumplimiento tienen requisitos más bien básicos de procedencia, la resolución exige que el
incumplimiento sea calificado como resolutorio (de importancia), que ante cuya ausencia
podría implicar al acreedor la pérdida de los demás remedios contractuales.
Por otro lado, la configuración del art. 1489, tampoco concede la posibilidad de que operen
otros remedios contractuales, hoy reconocidos con mayor ámbito de aplicación, como la
rebaja del precio, la sustitución o la reparación. El artículo 1489 se maneja en los extremos
remediales, de cumplimiento o extinción, sin perjuicio que el reconocimiento de estos nuevos
remedios pueda subsumirse dentro de la pretensión de cumplimiento como se ha sugerido por
la doctrina247.
53
Cabe ahora determinar qué sucede respecto de la indemnización de los perjuicios
compatible con la resolución del contrato, en el marco en el cual se desenvuelve este último
medio de tutela según el sistema chileno.
Ahora, cabe explorar la medida de la compatibilidad de las acciones. Esto es, qué relación
existe entre la resolución del contrato y la indemnización de perjuicios, entendiendo las
posibilidades que tiene el juez de actuar en el juicio resolutorio. Si se tiene a la vista que el
sistema de resolución de contratos chileno implica un "todo o nada" tanto para el acreedor
como para el deudor, conviene estudiar en qué situación se encuentra la indemnización de
perjuicios frente a la resolución.
1º No se pueden demandar sólo los perjuicios resultantes de la infracción del contrato. Los
perjuicios deben acompañar una demanda o de cumplimiento o de resolución de contratos 249.
54
En todo caso, la tesis que sostiene la jurisprudencia no obliga necesariamente a demandar
la resolución y los perjuicios conjuntamente en el mismo juicio. Lo único que requiere esta
tesis jurisprudencial es que se demande primero la resolución, y luego los perjuicios 252.
Podemos observar que esta tesis se ha ido recogiendo en escasos fallos (i), como también
en una creciente tesis doctrinal (ii). Se analizarán, por separado estos dos movimientos.
i. Los casos
Es posible advertir una reciente tesis jurisprudencial que no ha exigido acción resolutoria o
de cumplimiento para el otorgamiento de perjuicios por incumplimiento de contrato bilateral.
Sin embargo, parece ser que no se encuentra del todo delimitada esta tesis en la
jurisprudencia, sino que se refiere a casos bien particulares, a los que se hará referencia a
continuación.
Así, en I. Municipalidad de Viña del Mar con Vildoso y Ceimex Limitada se demandó
directamente acción de perjuicios por incumplimiento de un contrato de concesión en que el
deudor se había obligado a realizar ciertas obras que en definitiva no realizó 254. En el caso se
concedieron los perjuicios, fundados en el art. 1553 del CC.
55
Otro caso lo constituye Araya y Corredores de Seguros Araya y Rodríguez Ltda. con
González, pleito provocado por el incumplimiento de la obligación de pagar el precio en una
compraventa. La Corte Suprema entendió implícitamente que la indemnización de perjuicios
es autónoma, al declarar: "Que, en consecuencia, debe concluirse que el recurso no logra
demostrar la existencia de errores que sean bastantes para anular la sentencia; y el análisis
de ella, efectuado por este Tribunal de Casación, conduce también a esa conclusión, en la
medida que la falta de establecimiento de hechos constitutivos de incumplimiento contractual
hacen irrelevante el error manifiesto en que se incurre al afirmarse en el fallo impugnado que
el ejercicio de las acciones otorgadas por el artículo 1489 requiere una declaración judicial
previa, que establezca que la condición resolutoria tácita haya operado, exigencia no
contemplada en la ley"255.
En Juica y otros con Liceo San Francisco de Asís y otros se demandó indemnización de
perjuicios, por la no renovación de tres matrículas escolares de los hijos de los
demandantes256. En los hechos, los padres de los menores matricularon a sus niños en un
colegio distinto ante la cancelación de las matrículas (operación de reemplazo). Aunque en la
causa no se concedieron perjuicios, ya que se estimó que los daños eran imprevisibles, no se
rechazó la acción por no haberse demandado de resolución, lo que supone, aparentemente, la
aceptación de la "autonomía" de la indemnización de perjuicios.
También es posible citar la decisión contenida en Carrasco con Clínica Dávila y Servicios
Médicos S.A257. En este caso, se demandó directamente la responsabilidad contractual en
contra de la clínica en que la madre fue tratada con retraso para dar a luz a su hijo, lo que le
produjo graves daños neurológicos al recién nacido. Este fallo cuenta con sentencia favorable
de la Corte de Apelaciones de Santiago. Aquí el fundamento para conceder la acción directa
de perjuicios fue el incumplimiento contractual directamente, aunque no se solicitó la
resolución del contrato de prestación de servicios médicos.
El primero de los fallos que con fuerza ataca el problema de la autonomía es Opazo
Lamana y otros con Inmunomédica Laboratorio Limitada, dictada por la Corte Suprema con
fecha 7 de diciembre de 2010 258. El considerando decimocuarto de la sentencia, que es el
decisivo para dar cuenta de la nueva tesis de la Corte sobre la materia, expuso lo siguiente:
"Decimocuarto: Que sobre la materia no puede soslayarse que, conforme a los principios que
integran el Código Civil, no se observan las particulares motivaciones que podrían inducir a
privar a los afectados de dirigir las acciones en la forma y del modo como mejor se ajusten a
sus intereses, desde el momento que el derecho civil otorga a las personas el principio de libre
disposición de sus bienes y autonomía de la voluntad, todo lo cual lleva a reconocer las
mayores prerrogativas al momento de someter las pretensiones al órgano jurisdiccional. Es
por lo anterior que esta Corte Suprema ha reconocido la independencia y autonomía de las
acciones indemnizatorias, sean estas moratorias o perentorias, las que cualquiera sea la
naturaleza del objeto de la prestación, pueden impetrarse en forma, exclusiva, desde el
momento que el legislador ha establecido su procedencia y la forma más usual de
interposición; pero no ha prohibido la que en mejor forma repare integralmente el daño
derivado del incumplimiento.
56
Entonces, ante la entidad independiente que la ley prevé en general, no existen razones
para vincularla de manera determinante con cada una de aquellas acciones de resolución y
cumplimiento, como tampoco para entenderla accesoria a las mismas, en especial cuando se
reclama la reparación de daños morales. Una razón fundamental surge para ello: tanto la
teoría clásica, al considerar que la indemnización es la misma obligación cuyo cumplimiento
se logra por medio de la justicia en naturaleza o por equivalencia, corno por la teoría moderna
que indica que la indemnización es una nueva obligación, lo que permite arribar a la
conclusión que se trata de una obligación principal, nunca accesoria.
También es posible citar la sentencia de 10 de julio de 2012 en la causa Reyes con Escuela
de Tripulantes y Portuaria 261, de 31 de octubre de 2012; Zorín con Compañía Siderúrgica
Huachipato S.A., de 31 de octubre de 2012 262; y Ampuero con Castillo, de 28 de enero de
2013263. Todos estos fallos emanados de la Corte Suprema.
De la exposición de los casos, si bien no puede afirmarse que se trata de una fuerte
tendencia jurisprudencial, sí por lo menos que hay casos en que los tribunales no han tenido
inconvenientes para otorgar directamente indemnización de perjuicios sin dar lugar a la
pretensión de cumplimiento o a resolución del contrato.
En prácticamente todos estos fallos las obligaciones inclumplidas fueron de hacer, por lo
que los tribunales acudieron al art. 1553 Nº 3 para otorgar la indemnización de perjuicios en
forma directa, haciendo primar dicha norma frente al art. 1489, que exigiría demandar la
resolución. Sin embargo, el de mayor interés es Zorín con Compañía Siderúrgica Huachipato
S.A., puesto que el incumplimiento sobre el cual trata el fallo es de obligaciones de dar, en
particular, si es posible demandar directamente los perjuicios por una entrega defectuosa con
causa en una compraventa. El fallo de reemplazo (se había casado la sentencia de segunda
instancia en la forma), en su considerando noveno, ya alude a la posibilidad de demandar
directamente de perjuicios, sin demandar la resolución acogiendo la doctrina de los fallos ya
mencionados. Concluye el considerando que no es necesaria la resolución, pues "la entrega
material de los rodillos está cumplida y parte de ellos fueron cortados". Es decir, la Corte
entiende que en esta situación la resolución carece de interés, por lo que es procedente la
acción directa de perjuicios. Volveremos sobre el punto en líneas posteriores.
57
Sin mencionar estos casos, algunos autores ya han abogado derechamente por una acción
de perjuicios "autónoma", desligada de la dependencia que la jurisprudencia mayoritaria le ha
conferido a tal indemnización.
El origen de esta postura está en la concepción amplia de una gama de remedios a favor
del acreedor que se activan con el sólo hecho del incumplimiento. Esta nueva lectura de los
remedios contractuales, fundamentados principalmente en el sistema de la CISG y los
posteriores instrumentos de derecho contractual uniforme, permitiría la acumulación de los
perjuicios a la resolución, o bien, demandar directamente la indemnización de perjuicios sin
que exista dependencia entre ambos remedios.
El movimiento, si bien es reciente, ya contaba con una opinión favorable de Gatica. Este
autor, hacia 1959264, era coincidente con el voto de minoría en Warcken con Ferrer que era
partidario de la autonomía de la indemnización en aquellos casos en que se demandan sólo
los perjuicios por la mora265.
Sin embargo, el comentario de Gatica no fue recogido por la doctrina, sino hasta el último
tiempo, en que algunos autores propugnan la posibilidad de demandar "autónomamente" la
indemnización de perjuicios.
Así, Pizarro y Aguad, criticando el fallo contenido en Industrias Magromer Cueros y Pieles
S.A. con Sociedad Agrícola Sacor Limitada que establece la dependencia de la acción
indemnizatoria a la resolución 266, exponen: "La interpretación restrictiva del artículo 1489 en
términos que impediría la autonomía de la acción indemnizatoria, debe rechazarse. Dicho
precepto no expresa que la acción indemnizatoria deba necesariamente ir atada a aquella de
ejecución forzada o resolutoria, lo que indica es que el acreedor, si lo prefiere, puede
demandar el cumplimiento en naturaleza o la resolución y, además, también queda a su
arbitro requerir la indemnización de perjuicios"267.
López Díaz, por su parte, opina que la indemnización de perjuicios puede ser demandada
autónomamente por varias razones adicionales:, (i) habría casos en que la indemnización es
el único remedio posible; (ii) porque el derecho de opción es la regla general en la legislación
(arts. 1553, 1555 y 1590 268); porque la indemnización de perjuicios deriva del incumplimiento,
no de la resolución; y porque la finalidad de la norma sería la "reparación integral" del
acreedor, finalidad que puede cumplirse con una indemnización de perjuicios "autónoma" para
el incumplimiento de los contratos bilaterales 269.
58
incumplimiento. Este es el sentido que se dará para los efectos del presente trabajo al
problema de la "autonomía" de la indemnización271.
En lo que toca al Código Civil chileno, es cierto que la amplitud de las normas del Código
Civil permite una reinterpretación del sistema de remedios por incumplimiento contractual,
intentando, sin reforma al texto, reestructurar el inorgánico panorama de los efectos del
incumplimiento. Sin embargo, la reinterpretación exige determinar las condiciones de
procedencia de cada uno de los remedios por incumplimiento y sus límites frente a los demás.
Por ello, un sistema amplio de indemnización de perjuicios, aun como el de la CISG, impone
la exigencia de determinar cuál es el contenido de la indemnización cuando ella se interpone
en solitario, que no corresponde al trabajo que nos hemos propuesto realizar. Nuestra tarea es
la contraria: delimitar el campo remedial de la resolución y de la consecuente indemnización
de perjuicios que consagra el art. 1489.
Cabe recordar que el sistema de remedios por incumplimiento de un contrato bilateral gira
en torno al art. 1489 del Código Civil. Este artículo establece las bases de la responsabilidad
contractual en sentido amplio cuando hay incumplimiento de un contrato de este carácter. Los
demás remedios por incumplimiento deben conciliarse con la norma en comento, que
establece las bases fundamentales de los dos principales remedios que se le conceden al
acreedor afectado: el cumplimiento y la resolución.
59
ser considerada como pertinente para remediar la situación del acreedor, y no meramente una
excusa formal para lograr la indemnización de perjuicios.
Se ha afirmado que la resolución es una forma de tutela del crédito incumplido, a pesar de
las doctrinas que han propugnado fundamentos distintos, las que en mayor o menor medida
se compatibilizan con el fundamento de tutela del acreedor 272.
Desde este punto de vista, la resolución constituye un remedio que permite que la relación
contractual quede sin efecto, liberando al acreedor de su obligación de cumplir por su parte lo
pactado en el contrato.
Por tanto, según el sistema de resolución judicial descrito, se hace necesario determinar las
consecuencias del sistema de acumulación de remedios (resolución e indemnización de
perjuicios) y sus diferencias cuando los remedios operarían "autónomamente".
60
(c) la resolución no es una forma de resarcimiento del daño, aunque sí constituye un
remedio contractual.
Para que opere la resolución del contrato es necesario que se presente una especie de
incumplimiento contractual: el incumplimiento resolutorio, que responde a la idea de un
incumplimiento grave, de importancia. Sólo en virtud de esta clase de incumplimientos se
podrá dar lugar a la resolución por incumplimiento274.
El margen de actuación del juez frente a una demanda de resolución es que sólo debe
calificar si el incumplimiento es o no resolutorio, de tal manera que sólo en el caso en que se
dé este tipo de incumplimiento el juez dará lugar a la resolución. Por lo tanto, los perjuicios
que siguen a la resolución del contrato también se califican en atención a este incumplimiento.
61
incumplimiento de tal carácter dada la compatibilidad de los remedios. Siendo coincidentes
con la tesis sugerida, esto es, que la indemnización de perjuicios constituye una hipótesis
calificada o especial de responsabilidad contractual, esta indemnización se otorga bajo un
incumplimiento especial, el incumplimiento resolutorio. Por ello, si no hay incumplimiento de tal
entidad, entonces esta indemnización no debería tener lugar. Sólo en esto, entonces, parece
correcta la tendencia mayoritaria jurisprudencial descrita, que ha configurado a la acumulación
procesal de la acción resolutoria e indemnizatoria como un supuesto de "acumulación
sucesiva de acciones", de tal suerte que para que se concedan los perjuicios resolutorios se
hace necesario, primero, que se declare la resolución.
Sin embargo, parece ser que la exigencia de los tribunales ha sido excesiva, rechazando,
no en una pequeña cantidad, acciones por incumplimiento contractual cuando el único
remedio reclamado por el acreedor ha sido la indemnización de perjuicios.
Sin embargo, es posible encontrar casos en los que se han concedido acciones por
incumplimiento contractual sin que se haya dado lugar a la resolución por incumplimiento. Del
análisis de los casos que se presentarán a continuación, es posible sostener que se ha
calificado el incumplimiento contractual, y especialmente, el incumplimiento resolutorio,
62
concediéndose en definitiva la indemnización de perjuicios (i). El razonamiento de los
tribunales parece involucrar que la indemnización necesariamente va anexada a una
liberación del acreedor para cumplir, es decir, se concede implícitamente un efecto liberatorio
del acreedor, lo que sustancialmente constituye resolución por incumplimiento. Esto permite
sostener que en aquellos casos en que la indemnización demandada supone la liberación del
acreedor, implica la resolución del contrato aunque no se declare expresamente por el tribunal
(ii). Es decir, es posible concebir casos de resolución implícita, aunque no se haya
demandado directamente la resolución. Como señalaremos, existen razones prácticas y de
funcionalidad de la resolución que autorizan una conclusión de tal carácter.
El primer caso que es posible mencionar es el ya citado Araya y Corredores de Seguros con
González, que aparentemente da lugar a la "autonomía" de la indemnización. El caso, como
se había señalado, se refiere al incumplimiento del pago del precio en una compraventa y en
el que se demandó directamente de perjuicios. En él, la Corte Suprema estima que no se hace
necesario (porque la ley no lo dispondría) que el tribunal haya dado lugar a la demanda
resolutoria para que se conceda la indemnización de perjuicios ("en la medida que la falta de
establecimiento de hechos constitutivos de incumplimiento contractual hace irrelevante el error
manifiesto en que se incurre al afirmarse en el fallo impugnado que el ejercicio de las acciones
otorgadas por el artículo 1489 requiere una declaración judicial previa, que establezca que la
condición resolutoria tácita haya operado, exigencia no contemplada en la ley")276. Si
entendemos bien el razonamiento de la Corte Suprema en este caso, la acción indemnizatoria
se rechazó porque no hubo prueba sobre el incumplimiento contractual, y no porque no se
haya demandado primeramente de resolución de contrato. La sentencia que declara el
incumplimiento, entonces, no requeriría necesariamente pronunciarse sobre la resolución, sino
sólo sobre la pretensión del demandante, en este caso sobre los perjuicios. Sin embargo,
claro está, que en un caso de cumplimiento o de resolución, el petitum de perjuicios debe ser
distinto, por lo que si bien no se hace necesario pronunciarse sobre la resolución, sí por lo
menos el tribunal debería tener en consideración la situación de hecho que se ha producido: la
extinción de la relación jurídica.
En relación con lo anterior, entonces, cabe citar también al mencionado Juica y otros con
Liceo San Francisco de Asís y otros, que aunque no concede la indemnización de perjuicios
por problemas de previsibilidad del daño (art. 1558 CC), también sirve para describir el criterio
que venimos presentando. En este caso, se demandó directamente indemnización de
perjuicios (en lo principal en sede extracontractual; en subsidio, contractual) a un centro de
educación por la no renovación de las matrículas de tres menores, hijos de la demandante.
Siguiendo el criterio de anteriores fallos de la Corte Suprema, los tribunales de la instancia
63
ratificaron que la no renovación de matrículas constituyó incumplimiento contractual. Ahora, en
lo que toca al remedio elegido por el acreedor (la madre de los menores), no se demandó el
cumplimiento del contrato, lo que hubiese constituido la pretensión de cumplimiento. Se
demandaron los daños que el incumplimiento acarreó consistente en el costo que le aparejó a
la demandante matricular a los menores en un centro de educación distinto, lo que se asemeja
bastante a una operación de reemplazo, que supone, precisamente, la resolución del contrato.
El tribunal de segunda instancia y la Corte Suprema rechazaron la indemnización, no porque
no se demandó de resolución por incumplimiento, sino por estimar que el daño reclamado no
era previsible, aunque, como señalamos, confirma la existencia de incumplimiento contractual.
Para los tribunales colegiados hubiese sido una estrategia fácil rechazar la indemnización
siguiendo el criterio generalmente aceptado de la acumulación "sucesiva" de acciones que tan
fuertemente arraigado se encuentra en el pensamiento de la jurisprudencia. Sin embargo, al
reconocer la existencia de incumplimiento contractual y rechazar la indemnización de
perjuicios deducida (por los referidos problemas de previsibilidad, ex art. 1558), las cortes no
hacen sino reconocer la posibilidad de demandar directamente de perjuicios aunque no se
reclame expresamente la resolución del contrato; aun cuando la pretensión de cumplimiento
todavía estaba vigente, por lo que el efecto liberatorio de la resolución tuvo aplicación en la
práctica.
Como puede apreciarse en los tres descritos, la acción indemnizatoria supone una extinción
de la relación obligatoria. Se trata de casos en que si bien no se ha declarado expresamente
la resolución, los tribunales no han rechazado la acción indemnizatoria por problemas
formales. Se trata en estos casos de situaciones en que hay, por lo menos, una resolución
implícita, que justifica la acumulación de remedio y la acción indemnizatoria fundada en el art.
1489 CC.
64
Si la resolución del contrato esencialmente constituye extinción de la relación obligatoria,
bien puede el tribunal reconocerla implícitamente declarando el derecho sobre los perjuicios
que se han producido por el incumplimiento contractual, como en los casos mencionados. La
exigencia de resolución se cumple porque el tribunal al declarar el incumplimiento contractual
y la indemnización de los perjuicios debe suponer necesariamente la extinción de la relación
obligatoria.
65
ciertos casos para un sector de la doctrina o en el caso de las resoluciones pactadas con
carácter de extrajudicial, es posible que el juez califique el incumplimiento contractual y el
ámbito de tutela de la resolución: la extinción de la relación obligatoria. Luego, al conceder los
perjuicios que se fundan precisamente en la extinción de la relación obligatoria, entonces el
juez no reconoce sino la extinción de la misma. Si la demanda de perjuicios, por consiguiente,
se fundamenta en dicha extinción, entonces la pretensión resolutoria se encuentra implícita en
ella misma.
Pero cuando ello no sea así, es muy probable que la resolución como remedio formalmente
disponible (porque el incumplimiento pudiera ser considerado como resolutorio) ya no preste
utilidad al acreedor. Entonces, mantener la exigencia de reclamar la resolución para el solo
efecto de buscar la indemnización de perjuicios supone un formalismo innecesario. En estos
casos parece ser más conveniente el ejercicio de la acción de perjuicios autónoma, y relegar
la resolución a aquellos casos en que sí verdaderamente ofrezca utilidad al acreedor. Este es
el punto relevante al cual ataca la Corte Suprema en el citado caso Zorín con Compañía
Siderúrgica Huachipato S.A.286. La Corte, aunque muy brevemente, determina en el caso que
la resolución no cobrará funcionalidad, por lo que no hay nada que resolver. Desde esta
perspectiva, subsiste la acción indemnizatoria "autónoma".
66
El sistema de dependencia implica que la conexión que debe existir entre la resolución y la
indemnización sea principalmente procesal. Por ello es que esta postura se desencadena en
un régimen procesal de acumulación sucesiva de acciones. En el caso de la postura contraria,
esto es, el régimen de la "autonomía" de la indemnización, parece no conciliarse del todo el
efecto extintivo de la resolución con la indemnización de perjuicios, de tal manera que se
genera una zona gris entre el cumplimiento por equivalencia y los perjuicios resolutorios.
Para esto será necesario tratar el efecto restitutorio de la resolución (A) y el régimen
restitutorio del Código Civil (B). Estos temas han sido escasamente explorados por la doctrina
nacional, por lo que se requerirá un análisis de la cuestión, para luego examinar la
compatibilidad de los efectos restitutorios de la resolución con la indemnización de los
perjuicios (C).
67
Tal como se ha señalado en el apartado anterior, la relación entre restituciones
consecuenciales a la resolución e indemnización de perjuicios también se produce de modo
"institucional". De esta manera, los eventuales efectos restitutorios deben conciliarse
necesariamente con la indemnización de los perjuicios resolutorios. Ello requerirá, finalmente,
un análisis de los posibles campos de confusión entre los perjuicios resolutorios y las
restituciones consecuenciales a la extinción de la relación obligatoria.
Con todo, aun intentando precisar los conceptos en base a sentidos o categorías 290, la
institución de las restituciones presenta, por la ambivalencia del concepto y de los diversos
efectos contenidos en según la institución en que ha sido aplicada, diferencias en cuanto a su
tratamiento y aplicación práctica 291. No es objeto del presente trabajo hacer un estudio
sistemático del régimen restitutorio en el Derecho Civil chileno (si lo hubiere 292). Sin embargo,
en lo que a nosotros nos importa, es necesario delimitar los efectos del concepto de
restitución consecuencial a la resolución por incumplimiento, para luego determinar cuál es su
relación con la misma resolución y los perjuicios que tienen lugar con ocasión de ella.
Pero puede suceder que cualquiera de las partes haya dado cumplimiento total, parcial o
imperfecto a alguna de sus obligaciones. Nos encontraremos, entonces, en un caso en que la
liberación de las partes por el evento de la resolución no remedia o soluciona de todo el
68
incumplimiento del deudor, puesto que ha existido un sacrificio patrimonial de una de las
partes (o incluso de ambas), que con el solo efecto liberatorio quedaría en beneficio de la
parte en cuyo favor se ha cumplido la prestación, aun imperfectamente, lo que implicaría un
enriquecimiento injusto de su parte293.
Es por esta razón que la ley ordena que frente a la resolución del contrato deban operar
ciertas reintegraciones patrimoniales entre las partes, aunque no necesariamente respondan a
obligaciones de dar. Las reintegraciones patrimoniales a las que nos referimos se califican
como "restituciones". Es decir, las partes en la relación obligatoria resuelta deben realizar
estas reintegraciones a favor de su contraparte en el contrato. Por consiguiente, se trata de
una "restitución sinalagmática", aunque afecte a una de las partes 294.
El problema dogmático que apareja una conclusión de tal carácter es que la resolución por
incumplimiento ha sido paulatinamente alejada desde una verdadera condición (implícita) a un
efecto general del incumplimiento de los contratos bilaterales, como ya hemos tenido
oportunidad de señalar298.
En este marco, entonces, las reglas de derecho restitutorio responden también a la idea de
una resolución que tiene por fundamento la tutela del acreedor afectado. Hemos ya señalado
que el derecho restitutorio de la resolución, cualquiera sea la forma de resolución (judicial o
69
extrajudicial), permite el restablecimiento de la situación patrimonial del acreedor afectado, de
manera que pueda aplicar los recursos que ha invertido en la contratación en lo que le
parezca conveniente.
Por tanto, a pesar de que las normas de restitución de las condiciones responden a la idea
de "condición resolutoria", igualmente por el funcionamiento de la resolución se justifica su
aplicación.
En este sentido, Claro expone de forma tajante: "La condición resolutoria tácita, una vez
pronunciada la resolución por el juez, produce los mismos efectos que la condición resolutoria
expresa". Más adelante expone: "La ley da el nombre de condición resolutoria a la que
subentiende en los contratos sinalagmáticos; y como no le atribuye efectos particulares y
distintos de los que produce la condición resolutoria ordinaria expresa, hay que convenir en
que sus efectos son los mismos". Termina concluyendo de esta manera acudiendo al
70
argumento por vía de autoridad: "Los tratadistas están en general de acuerdo en reconocer la
retroactividad de la condición resolutoria tácita una vez pronunciada". La sentencia que
declara resuelto el contrato por incumplimiento de uno de los contratantes reconoce el estado
jurídico preexistente, y revocando, borrando todas las consecuencias del contrato, obra ex
tunc, el aniquilamiento del contrato mismo. Con arreglo a los principios seguidos por nuestro
Código al colocar la condición resolutoria tácita entre las obligaciones condicionales, hay que
encontrar la razón de esta retroactividad en los efectos de la resolución, tanto en la naturaleza
de la condición resolutoria verdadera y expresa, la cual al igual que la condición suspensiva
cumplida tiene efecto retroactivo, como en la presunta voluntad de las partes que la ley
considera ha determinado la existencia de la condición resolutoria tácita" 303.
Como se puede observar del texto transcrito, el primer paso para estimar que la resolución
tiene efecto retroactivo es asimilar sus efectos a los de la condición resolutoria "ordinaria".
Según la opinión de este autor, la resolución por incumplimiento, por argumentos de tipo
sistemático, debería sujetarse a los mismos efectos que se le atribuyeron a la condición
resolutoria "ordinaria". En esto, ha estado conteste parte importante de la doctrina 304.
A pesar de las razones de tipo histórico-sistemático a las que se puede acudir para
fundamentar la retroactividad de la resolución, hay un argumento de texto insoslayable en
contra de la retroactividad: el CCCh no contempló una norma que concediera efectos
generales retroactivos a todo tipo de condición, a diferencia de lo que ocurrió en el CCFra que
lo consagró expresamente en su art. 1179 vigente hasta la actualidad 305. De acá se podría
sugerir que el CCCh no siguió a su modelo francés ni aun a las lecciones de Pothier que la
postulaba306.
(2) Las partidas objeto de restitución y los efectos de la resolución respecto de terceros: la
búsqueda de la regla general
Entre las partes se distingue, asimismo, entre restitución de la cosa, frutos, mejoras y
deterioros. Líneas más adelante se analizará con detalle cada una de estas partidas, sin
embargo, en lo que toca al tema que se viene discutiendo, cobra importancia que la ley
ordena restituir "la cosa recibida bajo tal condición" (art. 1487). Esta restitución es recíproca en
un caso de resolución por incumplimiento 309.De aquí es que alguna doctrina no ve
inconvenientes en señalar que habría un principio de retroactividad en el Código, ya que
71
indicaría la reordenación de la situación patrimonial entre los contratantes, como si el contrato
no se hubiese celebrado310.
Por otro lado, hay alguna doctrina que ha querido ver un principio de retroactividad a partir
de los efectos de la resolución respecto de terceros regulado en los arts. 1490 y 1491. Estos
artículos ordenan que cuando el tercero adquirente se encuentra de mala fe (del deudor
condicional o simplemente del deudor en el caso de la resolución por incumplimiento) se
encuentra expuesto a perder la cosa por vía de reivindicación. Frente a tal situación, algunos
entienden que la resolución operaría retroactivamente o que por lo menos las normas darían
lugar para establecer un principio de retroactividad 311. Otros, por el contrario, señalan que a
falta de una norma general debe resolverse la cuestión caso a caso para las situaciones
expresamente no comprendidas en la ley 312.
(1) Las voces discordantes en doctrina nacional y una relectura de las normas del derecho
restitutorio consecuencial a la resolución
Como se acaba de adelantar, la doctrina nacional no siempre ha estado conteste sobre una
resolución con efecto retroactivo.
Hacia 1945, VÍO, en su conocida tesis de grado, dudaba de una resolución retroactiva por
una simple razón de texto: el CCCh no contenía una norma equivalente al art. 1179
del Code313.
Sin embargo, el argumento, por sí solo, no es del todo suficiente para sustentar una opinión
de tal carácter, pero sí permite establecer las bases para configurar una opinión distinta a la
de la doctrina tradicional en Chile.
72
Otro tanto sucede con aquellos autores que asimilan los efectos de la resolución a los
efectos de la nulidad, aplicando los efectos de una sanción (la retroactividad de la nulidad) a
otra institución (la resolución). En este argumento se comete, a nuestro entender, un error. La
razón está en que se intenta aplicar por analogía criterios legales establecidos para una
sanción, la retroactividad de la nulidad, a otra institución, en circunstancias en que no es
comúnmente aceptado que las sanciones o sus efectos puedan ser aplicados por analogía 314.
Otra forma de entender el argumento sería que las normas de la nulidad serían generales
frente a las de las condiciones resolutorias, lo que permitiría su aplicación subsidiaria. Aquí
también estimamos que el argumento tampoco sería correcto. Nulidad y resolución son
instituciones del todo diferentes y que tienen supuestos de eficacia totalmente distintos. Pero
en lo más básico es que la nulidad opera por vicios estructurales del contrato, a contrario de la
resolución (ordinaria o por incumplimiento). La reacción del ordenamiento jurídico entonces no
es idéntica, atendida la magnitud de la causal que activa la institución. El vicio estructural, de
origen del contrato, que da lugar a la nulidad puede justificar un efecto retroactivo. Pero no
necesariamente respecto de la resolución cuando el legislador no ha contemplado un efecto
tan fuerte.
Por tanto, creemos que hay dos posibilidades: o que el codificador creyó que era irrelevante
un tratamiento particularizado sobre la retroactividad porque estaría implícita, o bien, que el
Código siguió la regla contraria. Nos inclinamos por la segunda.
De los antecedentes que Bello tuvo a la vista, resultaría muy extraño que no haya
contemplado una norma equivalente al art. 1179 del Code, entendiendo que la regla estaría
implícita. En efecto, tal como se demuestra en el comentario al artículo 1037 del proyecto de
García Goyena, la inclusión de una regla sobre retroactividad era habitual en los códigos
decimonónicos emulando en esto al CCFra 315. Lo mismo podría haber realizado el Código,
pero en definitiva no lo hizo. Por esta razón, es muy dudoso que el Código hubiese seguido
estrictamente a su modelo francés a partir de una regla implícita. Si el Código hubiere
preferido una regla de tal carácter, probablemente se hubiese contemplado.
(2) La tendencia actual: la resolución como forma de liquidación patrimonial entre las partes
73
Antes de entrar de lleno a la pregunta formulada, conviene tener presente lo siguiente 316:
(2) La resolución por incumplimiento, por tanto, no desconoce los efectos del contrato.
Tanto es así que opera y otorga efectos, precisamente, al incumplimiento contractual.
(3) El contrato, por tanto, mantiene su eficacia pero en un plano distinto, el de las
consecuencias del incumplimiento contractual, que se manifiesta en los distintos remedios que
goza el acreedor afectado.
Por eso es que se justifica la norma del art. 1487 CCCh. La cosa pagada debe restituirse no
por el efecto retroactivo de la resolución, sino para liquidar una parte de las relaciones
pendientes entre los contratantes: las prestaciones pagadas. De aquí nace también la idea
que se sostendrá en que pueden ser conceptualizadas las restituciones en valor318. La no
restitución de los frutos, ni de las mejoras y deterioros, es perfectamente coincidente: debe
restituirse la cosa en el estado en que se encuentre al momento de la liquidación.
Entendiendo que son aplicables las normas de restitución ubicadas en el título de las
obligaciones condicionales a la resolución por incumplimiento, cabe hacer una diferencia entre
estas reglas y las que comprende la acción reivindicatoria.
74
Tienen en común estas dos instituciones (el derecho restitutorio consecuencial a la
resolución y la acción reivindicatoria) que ambas permiten la reintegración patrimonial.
Con todo, una primera cuestión que salta a la vista de la regulación de las restituciones
consecuencial a la resolución, es que ellas sólo operan respecto de las partes de la relación
obligatoria. No así respecto de terceros, caso en el que la ley concede expresamente acción
reivindicatoria (arts. 1490 y 1491).
Es decir, las restituciones se deberían sólo entre los contratantes, no con terceros
poseedores. Esto querría decir que los terceros no son sujetos pasivos de una acción
restitutoria, sino sólo de la acción reivindicatoria (por expresa disposición de la ley 319).
Lo anterior sugiere varias ideas: 1º) A pesar de la extinción de la relación obligatoria, los
terceros deberían ser considerados como poseedores, aun cuando hayan adquirido
originariamente a título dominical320; 2º) Siguiendo el argumento anterior, el tercero que en
principio se hizo dueño por tradición dominical del deudor pierde frente al acreedor la
oponibilidad del derecho de dominio sobre la cosa, sin embargo debería mantenerlo frente a
cualquier otro que reclame la cosa también a título de dueño; 3º) Si el acreedor no es dueño,
pero poseedor, la presunción legal de dominio lo ampara por el hecho de ser acreedor, y en el
peor de los casos poseedor de mejor derecho para los efectos del art. 894; 4º) Si el acreedor
no era dueño ni poseedor, y usurpándola del verdadero dueño la paga al deudor, igualmente
tiene esta acción reivindicatoria, puesto que para esos efectos será poseedor, ya que no entra
en conflicto con el verdadero dueño (a pesar de que la mera tenencia sea calificada de
absoluta), salvo que el tercero adquirente sea el verdadero dueño de la cosa, caso en que el
tercero será vencedor, precisamente por aplicación del artículo 894; y por último, e) supone
que el traslado de la cosa entre deudor y tercero se haya hecho a título dominical, por lo que
no caben acciones reivindicatorias contra meros tenedores 321.
Como se puede apreciar, el hecho que la ley haya diferenciado la acción restitutoria de la
acción reivindicatoria implica, entre las partes, la traslación del pleito sobre la titularidad de la
cosa a un campo totalmente distinto: la liquidación de las situaciones patrimoniales pendientes
entre acreedor y deudor. La acción restitutoria se mueve en el campo de la reintegración de
las prestaciones entre las partes, independientemente de su título sobre la cosa (dueño,
poseedor, mero tenedor). Y así, si el acreedor era mero tenedor, a la ley le es indiferente su
calidad y tendrá derecho a la restitución. Por otro lado, si el deudor a quien se había hecho
pago de una cosa, luego la entrega a un tercero bajo un título de mera tenencia, con ello no se
libera de la legitimación pasiva del derecho restitutorio.
Según lo señalado, la técnica restitutoria del Código Civil consiste en conferir al acreedor
una acción recuperatoria de la prestación pagada al deudor. La "restitución" nace entonces
como una consecuencia directa y necesaria de la resolución. Sin que tenga lugar la
resolución, entonces las restituciones entre los contratantes no tendrían lugar.
Por ello es que la restitución es un efecto de la resolución, puesto que nace invariablemente
de este remedio. Es el caso del incumplimiento el que coloca al deudor en situación que el
contrato sea resuelto, y por tanto, si ha recibido un pago, también se coloca en situación de
75
restituir al acreedor. Lo mismo se puede decir respecto del acreedor. Si éste solicita la
resolución contractual, y si ha recibido un pago del deudor, entonces también asumirá que
debe restituir esta prestación al deudor.
Sin embargo, debe señalarse que la restitución si bien es un efecto de la resolución, es del
todo eventual. Sólo tiene lugar cuando hay pago de obligaciones, ya del acreedor, ya del
deudor, ya de ambos. Por consiguiente, no se generan consecuencias restitutorias cuando no
ha habido pago entre los contratantes.
1. Restitución de la cosa
La gran (y como se dirá, prácticamente única) partida restitutoria de la que gozan las partes
de la relación es la restitución de la cosa pagada en virtud del contrato. La ley ordena la
restitución de la cosa pagada en el art. 1487: "Cumplida la condición resolutoria, deberá
restituirse lo que se hubiere recibido bajo tal condición, a menos que ésta haya sido puesta en
favor del acreedor exclusivamente en cuyo caso podrá éste, si quiere, renunciarla; pero será
obligado a declarar su determinación, si el deudor lo exigiere".
Como se puede ver, se exige la restitución una vez que se haya cumplido la condición. La
norma ha sido redactada, preferentemente, para las condiciones resolutorias ordinarias, ya
que el derecho restitutorio nace ipso facto, al cumplirse la condición323. Ratifica esta
interpretación, la segunda parte del artículo, ya que si se cumple la condición resolutoria
(ordinaria) y esta ha sido puesta a favor del acreedor, puede el acreedor condicional renunciar
a la condición, y el deudor (también condicional) podría exigirle al acreedor que se pronuncie
sobre su determinación (porque estará en la incertidumbre de restituir o no restituir).
Hay varios problemas que a nuestro entender acarrea la norma: 1º. ¿Se trata de una
restitución en especie o en valor?; 2º. ¿Se refiere a la restitución de cosas pagadas, o también
de hechos?; 3º. Si el acreedor no pide la restitución, ¿está implícita en la demanda
resolutoria?, o bien, ¿supone la renuncia a la restitución?; y 4º. Si el acreedor no pide la
restitución, ¿puede reconducirse el derecho restitutorio a la indemnización de perjuicios?
Nos preocuparemos de las tres primeras interrogantes en este apartado, y la última cuando
tratemos la relación entre derecho restitutorio e indemnización.
76
a. ¿Restitución de la cosa en especie o en valor?
Nos preguntamos en este momento si la restitución se debe dar en especie, esto es, la
misma cosa pagada, o bien, puede restituirse en valor (o valor de prestación de la cosa
pagada), ya a elección del acreedor, ya a elección del deudor.
En primer lugar, el Código exige la restitución de lo "recibido bajo tal condición". Esto
supone, al parecer, que se exija la restitución de la cosa en especie, puesto que es lo que se
recibe por el deudor, no su valor de prestación.
Entonces, el principio debería ser que las partes deben restituirse en naturaleza la
prestación que les fue pagada. Empero, la conclusión resulta relativamente fácil cuando el
objeto a restituir sea una cosa específica (la preferencia sobre la restitución en naturaleza). No
tanto así las cosas genéricas, que pueden ser reemplazadas por otras del mismo género y
calidad. Es decir, no es que se trate de una restitución en valor, sino por equivalente 324. Si se
señala que las cosas genéricas tienen igual poder liberatorio, entonces la conclusión debería
ser que deben restituir otras tantas cosas del mismo género y calidad, ya que el género no
perece.
Otra cosa distinta es que se pueda cumplir la restitución en valor. Tratándose de cosas
específicas, parece regir el principio de que deben restituirse en especie (salvo extinción
culpable, como señalaremos). Pero la pregunta es si respecto de las cosas genéricas cabe
igual poder liberatorio en valor.
77
Sin embargo, parece ser que el criterio es del todo excepcional, toda vez que las reglas
recientemente transcritas se refieren a casos de imposibilidad de restitución por equivalencia.
Por lo tanto, la regla debe seguir manteniéndose en la preferencia de la restitución por
equivalencia en las obligaciones genéricas a la restitución en valor 326.
Sin embargo, hemos visto que para el Código no resultan del todo imposibles las
restituciones en valor, si bien son excepcionales en su sistemática. Por tanto, bien puede
cuestionarse si existe la posibilidad de concebir restituciones en valor (y en este caso, además
por equivalencia) a la prestación de hechos.
78
Por otro lado, hay que tener en consideración que una ausencia de derecho restitutorio de
la parte que presta servicios podría implicar un enriquecimiento injusto respecto del
contratante incumplidor, lo que pugna precisamente con el fundamento de las restituciones
consecuenciales a la resolución del contrato 327.
Frente a esta situación, los PECL tratan la cuestión en el art. 9309 ("prestaciones no
susceptibles de restitución"). Según este artículo, en caso de resolución, cuando la prestación
no puede devolverse en naturaleza (art. 9308) y el contratante cumplidor no haya recibido
pago o contraprestación alguna por ella "tiene derecho a recibir un importe razonable acorde
con el valor que la prestación haya tenido para la otra parte" 328. La regla contenida en el art.
9309 de los PECL no fue sino el reconocimiento de la regla general que ya se conocía en las
demás legislaciones, ya que, precisamente, la ausencia de un criterio como el descrito vendría
a producir un enriquecimiento sin causa del deudor incumplidor 329.
Por estas consideraciones es que creemos que debe aplicarse el mismo principio en el
CCCh. A pesar que el sistema del Código tiende a preferir la restitución en naturaleza por
sobre la restitución en valor, no es menos cierto que con el cumplimiento de la obligación de
hacer por el acreedor, la restitución torna inevitablemente en imposible. De esta suerte, no
vemos el inconveniente en aplicar, asimismo, el art. 1486 para un caso de obligaciones de
hacer cumplidas por el acreedor y aceptar la restitución en valor de los hechos pagados.
79
A pesar de la restitución de la cosa, el CCCh ha previsto expresamente que no se restituyen
los frutos "percibidos en el tiempo intermedio", a menos que exista modificación de la regla por
la misma ley, los contratantes, el donante o el testador.
La norma, aclara la doctrina, se fundamenta en que con ello se exige que quien detente la
cosa la mantenga fructífera330. El criterio contrario, esto es que se restituyan los frutos
percibidos mientras se encuentre pendiente la condición, podría alentar a quien detente la
cosa para que no la haga productiva, de tal manera que al momento de la restitución la cosa
no se encuentre en estado de producir los frutos que corrientemente podría producir 331.
Sumado a esto, debe tenerse en consideración que tampoco se restituyen los deterioros de la
cosa, como señalaremos unas líneas más adelante.
La norma del art. 1488 es excepcional frente a la regla general del art. 907 en materia de
prestaciones mutuas de la acción reivindicatoria. Sólo el poseedor de mala fe es obligado a la
restitución de los frutos o su valor. Incluso, este poseedor es obligado a la restitución de los
frutos, aunque no percibidos, que hubiera podido percibir con mediana inteligencia y actividad,
teniendo la cosa en su poder (art. 907[1]).
Ahora, el art. 1488 tiene una importante excepción en el art. 1875, ubicado a propósito del
incumplimiento del pago del precio en la compraventa. En este caso, el vendedor que ha
entregado la cosa puede pedir la restitución de los frutos en proporción a la parte del precio
que se hubiese pagado. Así, el vendedor, además de la restitución de la cosa, podrá obtener
la restitución de la totalidad de los frutos si ninguna parte del precio se ha pagado, o bien, la
proporción que corresponda al precio pagado332.
En esta situación el CCCh no contempló una norma expresa para la condición resolutoria
(ordinaria). Sin embargo, la regla puede obtenerse del art. 1486[2] aplicable naturalmente a la
condición suspensiva. Dice el art. 1486[2]: "Si la cosa existe al tiempo de cumplirse la
condición, se debe en el estado en que se encuentre, aprovechándose el acreedor de los
aumentos o mejoras que haya recibido la cosa, sin estar obligado a dar más por ella, y
sufriendo su deterioro o disminución, sin derecho alguno a que se le rebaje el precio; salvo
que el deterioro o disminución proceda de culpa del deudor; en cuyo caso el acreedor podrá
pedir o que se rescinda el contrato o que se le entregue la cosa, y además de lo uno o lo otro
tendrá derecho a indemnización de perjuicios".
La doctrina ha hecho aplicables los criterios del art. 1486[2] a la resolución "ordinaria" y, por
extensión, a la resolución por incumplimiento 333, opinión que se comparte. A pesar que la
norma se refiere expresamente a las obligaciones condicionales suspensivas, el régimen de
restituciones consecuenciales a la resolución debe integrarse ante el vacío de las restituciones
de los deterioros y disminuciones de la cosa. Como se verá, la aplicación de las reglas del art.
80
1486 a la resolución por incumplimiento equilibra el sistema de restituciones entre los frutos,
explicados unas líneas atrás.
Ahora, aplicando la regla del art. 1486[2] a las condiciones resolutorias (y por extensión a la
resolución por incumplimiento), mientras pende la condición resolutoria (léase mientras no se
verifique el cumplimiento en la resolución por inejecución), aquel que tiene la cosa sufre los
deterioros (fortuitos) o se beneficia con las mejoras. Cumplida la condición (producida la
resolución por incumplimiento), se debe restituir la cosa en el estado en que se encuentre, y el
acreedor se beneficiará de las mejoras que haya sufrido la cosa mientras se encontró en
manos del deudor, en cambio se verá perjudicado con los deterioros fortuitos.
Si se acepta la interpretación que hemos propuesto, el CCCh sería concordante con la regla
de no restitución de los frutos: no se restituyen porque son adquiridos a título dominical 334. Así
como el deudor se hará dueño de los frutos, si le introduce mejoras (precisamente para que la
cosa se haga fructífera) y no ha cumplido, perderá las mejoras. Y los deterioros fortuitos,
asimismo, los soportan ambos: el deudor antes de la resolución, el acreedor después de la
resolución.
Admitida la aplicación del art. 1486[2] a las mejoras y deterioros fortuitos, también habrá
que aceptar la aplicabilidad de la norma a la pérdida o deterioro culpable. La norma requiere,
en todo caso, de un esfuerzo interpretativo mayor, ya que es aplicable claramente a las
condiciones suspensivas, pero con mayor dificultad a las obligaciones condicionales
resolutorias (y por extensión a la resolución por incumplimiento).
El art. 1486[1] prescribe: "Si antes del cumplimiento de la condición la cosa prometida
perece sin culpa del deudor, se extingue la obligación; y por culpa del deudor, el deudor es
obligado al precio, y a la indemnización de perjuicios". Como puede apreciarse, la norma
guarda una relación bastante cercana los arts. 1670 y 1672[1] CCCh 335. En efecto, la pérdida
fortuita extingue la obligación pura y simple, como también la condicional suspensiva ex art.
1486[1]. Cuando la extinción es culposa, por el contrario, se debe el precio y la indemnización
de perjuicios336, al igual que en el art. 1672[1].
En el campo de los pérdida o destrucción culposa, el art. 1486[2] parte intermedia contiene
una regla similar: "salvo que el deterioro o disminución proceda de culpa del deudor; en cuyo
caso el acreedor podrá pedir o que se rescinda el contrato o que se le entregue la cosa, y
además de lo uno o lo otro tendrá derecho a indemnización de perjuicios" 337.
Debe, desde luego, tenerse presente que hay diferencias en caso que la cosa perece o se
deteriore por culpa del deudor condicional. En el primer caso la ley da por extinguida la
obligación (al igual que en el art. 1672[1]), no en el segundo caso de pérdida. Pero bien en
81
esta última situación podría el acreedor pedir la rescisión del contrato. Mas, en este evento la
ley no le concede el derecho al precio, sino sólo a la indemnización de perjuicios.
Con todo, creemos que el caso de pérdida culpable de la cosa objeto de restitución debe
restringirse únicamente al pago del precio (el valor de prestación) y no a la indemnización de
perjuicios, fundamentalmente por tres razones.
Para estos efectos, se hace útil la distinción que efectúa Malaurie entre restituciones
normales y anormales. Para esta autora, restituciones normales (o perfectas) son aquellas
que derivan de la ejecución de un contrato, como por ejemplo, las que derivan de los títulos
contractuales de mera tenencia (comodato, depósito, prenda). Son anormales (o imperfectas),
aquellas que derivan de casos de situaciones conflicto en las que la restitución no equivale al
cumplimiento de la obligación (como la nulidad, la resolución o el pago de lo no debido). Se ha
señalado que si bien lo "normal" en estas situaciones es la reintegración patrimonial al dueño,
lo "anormal" de ellas es que ellas provienen de una "característica patológica" que no está
presente en los contratos de restitución 338.
82
responsable al arrendatario de indemnizar los perjuicios. Claro está que, a pesar de tratarse
de un contrato bilateral, hay también incumplimiento de la obligación de restitución, por lo que
si el acreedor pide el cumplimiento del contrato, no se podrá dar la restitución en especie y
habrá que darla por equivalencia (art. 1672), más indemnización de perjuicios.
Por último, una tercera razón que puede esgrimirse es que la obligación restitutoria
("anormal"), puede darse tanto respecto del deudor incumplidor como del acreedor que solicita
la resolución. Es decir, cualquiera de los dos sujetos de la obligación puede haber
destruido culpablemente la cosa. En el caso del acreedor, la cuestión es más gráfica, porque
si bien no es deudor incumplidor, sí está sujeto a la obligación restitutoria. Y así, por ejemplo,
puede darse que al comprador de tres cuerpos ciertos sólo se le haya entregado el de menor
valor. Si se solicita la resolución por incumplimiento de la obligación de entregar los otros dos
que faltaban, deberá restituir aquel que le fue entregado. Pues bien, puede suceder que este
acreedor haya destruido la cosa culpablemente. Eso no quiere decir que deba responder por
los perjuicios339, sino solamente que es sujeto de una obligación restitutoria.
b. Deterioro culpable
Habiendo resuelto el problema de la destrucción culpable, cabe todavía ver la situación del
deterioro o disminución culpable.
Recordemos que según el art. 1486[2], el acreedor condicional suspensivo puede pedir
la rescisión del contrato más la indemnización de perjuicios, o bien, perseverar en el contrato,
exigiendo la cosa, más la indemnización de los perjuicios. A nuestro entender el criterio en
caso de destrucción o disminución culpable de la cosa a restituir no debiera ser distinto al de
pérdida. Es decir, afirmando que en caso de pérdida culpable es posible una restitución en
valor, el mismo criterio debiera ser aplicable al deterioro o disminución. Pero, tal como lo
hemos señalado, la norma exige un esfuerzo interpretativo para ser aplicada al caso de
restitución en una obligación condicional resolutoria o a una resolución por incumplimiento.
83
Una interpretación como la que se ha formulado, aplicada a los efectos restitutorios de las
obligaciones condicionales, creemos que mantiene el espíritu del título en el que han sido
tratadas. Se puede mantener una restitución en naturaleza, que el código la prefiere, o bien
puede el restituyente optar por la restitución por equivalencia. A pesar de la opción, el criterio
sigue siendo restrictivo, porque se trata sólo en caso en que el deterioro o disminución se
haya producido por culpa340. Por lo tanto, no queda a completa discreción del restituyente la
opción, sino sólo cuando interviene culpa del obligado a la restitución, que en caso de la
resolución por incumplimiento lo normal es que sea el deudor de la obligación incumplida.
Es común que se señale que en los contratos de ejecución diferida y tracto sucesivo la
resolución operaría hacia el futuro, toda vez que no podría "restituirse" el goce de la cosa341, y
la resolución tomaría el nombre de terminación.
Por ello, no conviene generalizar el régimen de los contratos de tracto sucesivo, a aquellos
en que se han diferido las obligaciones. Por ejemplo, es muy distinto al caso del
arrendamiento explicado, a un pago en cuotas de un precio en una compraventa. Tenemos
dos contratos en que el precio se divide: las cuotas del pago del precio de la compraventa y la
renta del arrendamiento.
Por un lado, la falta del pago de las cuotas del precio en la compraventa, si reviste el
carácter de incumplimiento resolutorio permitirá, precisamente, la resolución. Sin embargo, en
este caso el comprador podrá obtener la restitución de lo que alcanzó a pagar del precio.
Muy distinto es el caso del arrendamiento, en que el arrendatario no podría restituir las
rentas de arrendamiento pagadas. Por ello es que no es del todo exacta la generalización de
los efectos de la resolución para los contratos de tracto sucesivo y de ejecución diferida. En
realidad, debe decirse que no hay restitución de lo pagado en los contratos de tracto sucesivo,
pero sí en los contratos de ejecución diferida343.
84
C. RELACIÓN ENTRE RESTITUCIÓN E INDEMNIZACIÓN DE LOS PERJUICIOS RESOLUTORIOS
La obligación de restituir que nace para la resolución por incumplimiento puede construirse
a partir del estudio de las condiciones resolutorias que hace el CCCh. Nuestro Código, a
diferencia de otros decimonónicos, ha establecido normas de derecho restitutorio especiales
para la condición resolutoria ordinaria. Como la resolución por incumplimiento fue tratada en el
título relativo a las obligaciones condicionales, no existen inconvenientes sistemáticos para
integrar el régimen a la resolución por incumplimiento.
Para que tenga lugar la obligación restitutoria es necesario que se haya producido la
resolución por incumplimiento. Por cierto, la indemnización de los
85
perjuicios resolutorios requiere también que se haya producido la resolución, sin embargo
ambas situaciones (restitución e indemnización) tienen requisitos de operatividad distintos:
1º Para que las partes gocen de la acción restitutoria es necesario que den cumplimiento
por lo menos a alguna de sus obligaciones en el contrato. De lo contrario, nada habrá que
restituir. En el caso de la indemnización de perjuicios no es necesario que el acreedor haya
dado cumplimiento a alguna de sus obligaciones en el contrato. Basta, en principio, el
incumplimiento de las obligaciones del otro contratante (sin perjuicio del problema de los
incumplimientos recíprocos)344.
86
Con "compatibilidad" nos referimos a la posibilidad de que el acreedor pueda acumular las
acciones restitutorias consecuenciales a la resolución y la indemnización de perjuicios.
Hablamos de compatibilidad más que acumulación, puesto que la superposición de ambas
acciones no resulta necesaria. Es decir, puede suceder: a) que el acreedor pueda instar sólo
por la acción restitutoria consecuencial a la resolución sin indemnización de daños; b) que el
acreedor demande la resolución con perjuicios, sin restitución; c) que el acreedor demande la
resolución, con restituciones y daños. Por cierto también podría darse el caso que el acreedor
optara sólo por la resolución, sin restituciones ni daños, pero este supuesto no trae aparejado
ningún efecto interesante de resaltar, por lo que no nos preocuparemos de ello.
a. Compatibilidad formal
87
compatible con la indemnización de perjuicios (arts. 45.2 y 61.2 CISG). Sólo se genera la
incompatibilidad cuando se priva al vendedor de la restitución por las condiciones expresadas
en el art. 82 CISG352. Pero en este caso lo que sucede en realidad es que no hay
incompatibilidad, sino que derechamente no hay posibilidad de demandar la resolución del
contrato, por lo que podrá optar por los demás remedios que la Convención establece.
En el ámbito de los PECL, también es posible observar una compatibilidad formal. El art.
8102 al hacer compatible la indemnización, remedio general (art. 9501 PECL), con los demás
remedios y por tanto se hace compatibles las restituciones derivadas de la resolución con los
perjuicios353. El sistema de los demás instrumentos de derecho contractual uniforme se
encuadra en el mismo modelo354.
Por lo tanto, puede concluirse que desde el punto de vista formal las acciones de restitución
y de indemnización pueden entablarse conjuntamente.
b. Compatibilidad sustantiva
El campo de aplicación de ellas parece ser sencillo: la acción restitutoria permite recuperar
lo que el acreedor pagó en virtud del contrato cuya obligación correlativa que da lugar a la
resolución ha sido incumplida; en cambio, la acción indemnizatoria tiene por objeto el
resarcimiento del daño que ese incumplimiento que da lugar a la resolución le ha provocado.
Sin embargo, su puesta en práctica no lo es tanto.
El tópico presentado no deja de tener importancia. Hemos señalado que estas acciones
tienen requisitos distintos para su operatividad, de tal manera que resulta necesario
determinar en qué medida operan de forma diferente para satisfacer el interés del acreedor.
Muchas veces, como se señalará, las restituciones son confundidas con la indemnización de
los perjuicios, lo que supone, desde el punto teórico y práctico, añadir o restringir su campo de
aplicación.
Por otro lado, la distinción tiene por objeto determinar cuál es el verdadero campo de
aplicación de los perjuicios resolutorios, toda vez que se hace necesario, a partir del efecto
restitutorio, determinar qué es el daño sobre el cual operan los perjuicios.
Por lo tanto, a continuación determinaremos los campos en que eventualmente las acciones
de restitución e indemnización podrían entrar en conflicto.
88
El campo de los daños que cubren los perjuicios resolutorios debe excluir la prestación
pagada objeto de restitución. Ella, como se ha argumentado, es propia de las restituciones
derivadas de resolución.
Por el contrario, no puede suprimirse del derecho restitutorio una partida y ser incluida en la
indemnización de perjuicios, ni a título de daño emergente ni a título de lucro cesante.
A pesar de lo señalado, existen algunas situaciones que pueden prestarse a confusión, las
que pasaremos a revisar a continuación.
Una primera cuestión que puede prestarse a confusión es la restitución de una prestación
de dinero con el cumplimiento por equivalente. Piénsese en aquellos contratos de intercambio
de dinero por bienes (una compraventa, por ejemplo), en que la prestación de dar cosas es la
incumplida (la del vendedor). Si el acreedor de dicha obligación (el comprador), solicita la
resolución del contrato tendría derecho a solicitar la restitución del dinero pagado, más los
perjuicios resultantes de la infracción del contrato. Sin embargo, si no decidiera instar por la
resolución, y optara por la pretensión de cumplimiento, y éste se hubiere hecho imposible,
tendría derecho al cumplimiento por equivalencia, más los daños. Entonces, ¿qué diferencias
existirían entre la obligación restitutoria consecuencial a la resolución, y la pretensión de
cumplimiento por equivalencia?
89
En primer lugar, debe señalarse que si el acreedor solicita la resolución del contrato se
liberará de la relación jurídica, y además, tendrá derecho a la restitución del dinero pagado.
Sin embargo, pierde el derecho a exigir la contraprestación (en naturaleza o por equivalencia,
en caso de imposibilidad tratándose de las obligaciones de dar).
Sin embargo, las opciones, a pesar de su similitud, plantean diferencias por lo menos
teóricas. En el caso de la restitución, se debe restituir lo pagado, que bien puede estar sujeto
a variaciones en el marco de la reajustabilidad 356, con indemnización de perjuicios. En cambio,
en el caso del cumplimiento por equivalente, lo que habrá de determinar es cuál es el valor del
equivalente, y que puede ser muy distinto del precio que se pagó originalmente 357, más los
perjuicios. Y en el campo de los perjuicios, habrá diferencias en el caso de la resolución con la
hipótesis de cumplimiento.
Por tanto, no cabrá confundir estas dos hipótesis. Una cosa es la restitución del dinero
pagado, que tiene su fuente en la resolución del contrato. Por lo tanto, no se trata de deuda de
valor358. Y otra cosa muy distinta es el dinero que se debe como sustituto de la pretensión de
cumplimiento específico, que se somete al marco de la pretensión de cumplimiento.
Hemos explicado anteriormente que la restitución por equivalente tiene lugar en aquellos
casos de obligaciones genéricas. En ellas, al momento de la restitución puede ser que no
existan las mismas que se dieron en virtud del contrato. Sin embargo, por aplicación del
principio "el género no perece"359, deben restituirse otras tantas cosas del mismo género y
calidad. Entonces hablamos de una restitución no en naturaleza, sino por equivalente.
Como se puede apreciar, se trata de dos cosas diversas. La restitución por equivalente
corresponde a la reintegración patrimonial de otras tantas cosas del mismo género y calidad
que originalmente fueron pagadas por el acreedor al deudor. En cambio, el cumplimiento por
equivalente corresponde a la estimación, normalmente dineraria, de la prestación debida por
el deudor en virtud de la obligación.
90
Su rango de operatividad es también diverso. Las restituciones operan en virtud de la
resolución por incumplimiento; en cambio, el cumplimiento por equivalente es el sustituto
jurídico de la pretensión de cumplimiento específico360.
A este respecto resulta clarificadora la sentencia contenida en Pérez con Bordeau 361. En
este caso, la Corte de Apelaciones de Concepción determinó que la acción de cobro de pesos
no es idónea para obtener la restitución de la cantidad de dinero que se entregó, como
adelanto del precio, en virtud de un contrato de promesa de compraventa, en circunstancias
que la compraventa definitiva nunca se celebró 362. Por ello es que resulta necesaria una
acción restitutoria para la recuperación del dinero pagado, consecuencial a la resolución por
incumplimiento a pesar de que el contenido de la obligación sea el mismo: dinero.
Respecto del pago de intereses, se hace necesario señalar que la obligación restitutoria de
dinero no constituye una operación de crédito de dinero, ya que no parece ser que pueda
configurarse como una de tal carácter de conformidad al art. 1º de la ley Nº 18.010363. Por esta
razón es que no se podría aplicar su estatuto de intereses y reajustabilidad a las restituciones
que operan consecuencialmente a la resolución.
91
la ausencia de una norma específica, sumada a que la retroactividad es dudosa como base
del régimen restitutorio, hacen que la conclusión favorable a la reajustabilidad no sea
necesariamente forzosa.
La cuestión, ahora, está en determinar qué diferencias existen entre la restitución (en valor)
y el daño emergente, supuesta la posibilidad de que existan restituciones en valor. Hemos
hecho ya presente que existen diferencias entre la operatividad de la restitución consecuencial
a la resolución y la indemnización de perjuicios: la primera supone la reintegración patrimonial
de lo pagado; en cambio, la segunda, el resarcimiento de los daños. Sin embargo, tienen en
común que el hecho del incumplimiento y de la resolución da lugar a ambas instituciones.
Empero, esta distinción entre derecho restitutorio e indemnización del daño emergente no
ha sido especialmente rigurosa en la jurisprudencia. Así, la jurisprudencia ha señalado que
constituye daño emergente el valor de la cosa no entregada en una compraventa 365, el
adelanto del precio pagado respecto de un contrato de promesa de compraventa resuelto 366, o
92
las rentas de arrendamiento pagadas por las que no se pudo hacer uso del inmueble según lo
pactado367.
Es claro que la reintegración patrimonial por vía restitutoria o bien el resarcimiento por vía
indemnizatoria remedian la situación que ha producido el incumplimiento al acreedor. Sin
embargo, por lo menos desde el punto teórico, las cuestiones presentan diferencias.
Además, existe otro caso en que la distinción podría cobrar efectiva importancia. El
incumplimiento "inimputable", pero no debido a caso fortuito. Se trata de aquellos casos en
que el acreedor podría cumplir con el deber de diligencia exigida, a pesar de no cumplir con su
obligación, supuesta la distinción entre obligaciones de medio y de resultado 371. Aquí, vale una
resolución por incumplimiento (excluida la culpa como requisito de la misma), y el acreedor
obtendrá restitución de lo pagado. Sin embargo, repetimos, admitida esa posibilidad, no tendrá
derecho a la indemnización de perjuicios, porque el incumplimiento del deudor es inimputable,
se haya o no debido a caso fortuito 372.
Por lo tanto, a pesar que las restituciones en valor y en especie pueden confundirse, no
cabe llegar a tal conclusión. Los requisitos de operatividad del efecto restitutorio e
indemnización son distintos, de tal suerte que cabe aplicar las restituciones y no subsumirlas
en el daño emergente.
Otra cuestión que puede producir confusiones entre restituciones e indemnización se refiere
a los frutos y el lucro cesante. Recordemos que los frutos, por expresa disposición del art.
1488, no se restituyen. De esta manera se sigue la regla del código que el dueño de la cosa
se hace también de los frutos que ella produce (art. 648).
93
La regla de no restitución de los frutos significa que mientras el deudor se mantiene en
poder de la cosa pagada, los frutos que de ella provengan no deben ser entregados al
acreedor. Así, por ejemplo, si de la cosa entregada al deudor en virtud de un contrato de
compraventa, producía frutos naturales, éstos no se restituyen al acreedor mientras estuvo
"pendiente" la condición. Lo mismo debe decirse de los frutos civiles. Si el deudor mantenía en
arriendo la cosa, se debe restituir sólo la cosa y no las rentas de arrendamiento percibidas por
el deudor.
En primer lugar, cabe distinguir los frutos que percibió el deudor a consecuencia de la
titularidad que ejerció sobre la cosa, a los frutos que podría haber percibido el acreedor si se
le hubiese cumplido la obligación en tiempo y forma. Por ejemplo, si en una compraventa el
vendedor incumple su obligación de entregar la cosa, pero el precio le fue pagado, no debe
los intereses que pudiere haber generado ese capital, puesto que los frutos (civiles en este
caso) no se restituyen.
Otra cosa es el lucro que el acreedor de la obligación esperaba obtener, por ejemplo, por
los frutos que hubiese generado la puesta en arrendamiento de la cosa que no le fue
entregada, lo que sí puede ser indemnizable 373.
Por tanto, la regla de no restitución de frutos implica que aquellos que haya producido la
cosa pagada por el acreedor no deben restituirse. Esto es explicado por la doctrina, como ya
señalamos, para que el deudor (condicional) mantenga la cosa fructífera, de tal manera que
siga en tal estado al momento de la restitución.
Lo anterior, como se ha explicado, no implica que existan una serie de lucros que el
acreedor pudiera haber esperado de la cosa entregada, de tal suerte que sí puedan ser
subsumidos en el lucro cesante, como se verá a propósito de la valoración del daño.
94
A pesar de que en el common law la regla es que el remedio restitution es excepcional
frente al remedio indemnizatorio 376, se ha planteado la opción de aceptar excepcionalmente
este remedio cuando las ventajas económicas que el deudor obtuvo a partir del
incumplimiento contractual superan a los beneficios que el acreedor esperaba obtener con el
cumplimiento del contrato377.
Sin embargo existe una vital diferencia entre ellos. El disgorgement principle no tiene por
objeto la restitución de los frutos que hubiese percibido el deudor por la prestación. Apunta a
una cuestión totalmente diversa, como ha podido apreciarse. Se trata de determinar en qué
casos el acreedor puede recobrar el provecho que le significó al deudor el incumplimiento de
su promesa, no de la prestación pagada por el acreedor.
95
CAPÍTULO TERCERO REQUISITOS DE LA INDEMNIZACIÓN DE LOS PERJUICIOS RESOLUTORIOS
96
I. DIFERENCIACIÓN DE LOS REQUISITOS DE OPERATIVIDAD DE LA RESOLUCIÓN CON LOS REQUISITOS
DE LA INDEMNIZACIÓN DE PERJUICIOS RESOLUTORIOS
Según se describirá en el siguiente apartado, es posible concebir dos teorías sobre los
requisitos de la resolución y de la indemnización de perjuicios. La tesis tradicional en Chile ha
sido asimilar los requisitos de la resolución a la indemnización de perjuicios, en particular la
mora y la culpa en el incumplimiento (A). En oposición a la opción anterior, la tesis de la
modernización del derecho de las obligaciones ha instado por atribuir requisitos más bien
básicos a la resolución para satisfacer el interés de extinción del acreedor: el solo
incumplimiento, desligado de la mora y de la culpa (B). Ambas concepciones tienen
fundamentos y argumentos de texto para adoptar uno y otro criterio. Y lo que importa más, es
que las consecuencias dogmáticas de cada una de estas posturas resultan distintas.
Frente a la descripción de las tesis que se efectuará en este apartado, será posible revisar
de forma crítica los requisitos de operatividad precisos de la indemnización de perjuicios frente
a la resolución por incumplimiento (II).
97
los requisitos de la resolución, la existencia de un daño al acreedor y, por consiguiente, la
relación de causalidad entre el incumplimiento y el daño.
Por ello, para la integración del régimen del remedio resolutorio se acudió a las normas de
responsabilidad contractual en sentido estricto contenidas en el título XII del libro II, siguiendo
en esto la antigua opinión de los tratadistas franceses384.
Como ejemplo en el medio nacional, cabe exponer la opinión de Claro que argumentaba a
favor de la necesidad de incumplimiento culpable para la activación de la resolución: "La
redacción del inciso primero del art. 1489 de nuestro Código 'de no cumplirse por uno de los
contratantes lo pactado' que es tan general como la del art. 1184 del Código francés pudiera
prestarse para la misma discusión [386], pero al expresar el inciso segundo que el otro
contratante podrá pedir a su arbitrio la resolución con indemnización de perjuicios, está
manifestando que la falta de cumplimiento o el retardo en el cumplimiento por uno de los
contratantes se debe a su hecho o culpa, no a la fuerza mayor o caso fortuito que contra su
voluntad le haya impedido el cumplimiento de lo pactado" 387.
98
Como se había señalado, el art. 1489 no dispone expresamente los requisitos de
operatividad de la resolución por incumplimiento. Sin embargo, la asimilación en la doctrina de
los requisitos de la indemnización, particularmente la culpa y la mora, se ha debido en lo
fundamental por la complementación de la norma general (art. 1489) con lo dispuesto en la
compraventa por incumplimiento de la obligación de entregar la cosa y de pagar el precio.
En efecto, el art. 1826[2] dispone que: "Si el vendedor por hecho o culpa suya ha retardado
la entrega, podrá el comprador a su arbitrio perseverar en el contrato o desistir de él, y en
ambos casos con derecho para ser indemnizado de los perjuicios según las reglas generales".
Por su parte, el art. 1873 tiene la misma lógica legislativa: "Si el comprador estuviere
constituido en mora de pagar el precio en el lugar y tiempo dichos, el vendedor tendrá derecho
para exigir el precio o la resolución de la venta, con resarcimiento de perjuicios" 392.
Por las razones de texto que se vienen describiendo es que se han aplicado los requisitos
de culpabilidad y de mora para la resolución por incumplimiento, aplicables en principio sólo a
la indemnización en el Código, según se desprende del tenor literal de las normas del título XII
del libro IV.
1ª. La calificación del incumplimiento (culposo y moroso) serviría tanto para determinar la
procedencia de la resolución como de los perjuicios que siguen a la resolución del contrato.
2ª. Si los requisitos son idénticos, entonces, para los efectos de la indemnización de
perjuicios el acreedor sólo debería probar los perjuicios y la relación de causalidad entre el
incumplimiento y el daño. En realidad, el acreedor deberá esforzarse en demostrar al tribunal
que corresponden sólo los requisitos de la indemnización de perjuicios, ya que de los de ésta
incluyen los de la resolución.
4ª. Por esta razón, la excepción de contrato no cumplido permitiría enervar la acción
resolutoria y la indemnización de perjuicios.
99
5ª. El caso fortuito excluiría la posibilidad de demandar la resolución, y obviamente la
indemnización de perjuicios, ya que según el art. 1547 el caso fortuito excluiría la culpa del
deudor.
La tesis que se ha descrito encuentra hoy una fuerte oposición doctrinal. Como ya se ha
expuesto en páginas anteriores, las tesis que suscriben una modernización del derecho de
obligaciones para nuestro medio propician separar los requisitos de la indemnización de los de
la resolución.
Otro tanto sucede respecto de la resolución del contrato. La tesis tradicional hace muy
exigentes los requisitos de la resolución contractual (culpa y mora) 396, sobre todo si el acreedor
no busca la prestación ni en naturaleza ni por equivalencia.
Por ello, si la resolución debe ser considerada como un remedio funcionalmente alternativo
a la pretensión de cumplimiento 397, no podría exigirse a la resolución condiciones más
exigentes que las que se requieren para la pretensión de cumplimiento.
100
Por otro lado, desde el punto de vista de la justicia conmutativa, estas mayores exigencias
de la resolución frente a la pretensión de cumplimiento alterarían los riesgos en perjuicio del
acreedor398.
Este artículo no señala que la resolución opere por "hecho o culpa" del deudor, o bien,
cuando el deudor haya incurrido en "mora" o "retraso". De lo anterior se podría señalar que
basta con el solo incumplimiento para la resolución. No así la indemnización de perjuicios, que
se regiría por las normas generales contenidas en el título XII del libro IV del CC.
Con todo, cabe hacer presente que el argumento de texto del art. 1489 (que no exigiría
culpa y mora para la resolución) puede no ser suficiente, ya que la norma ha sido ocupada
tradicionalmente en un sentido, precisamente para dar cabida a los requisitos de la culpa y de
la mora relacionándola con la indemnización de perjuicios. Ante esto, Barros ha contestado:
"el hecho de que la resolución pueda ir acompañada de indemnización de perjuicios, según el
artículo 1489 CC., nada agrega como argumento respecto de los requisitos de procedencia
del remedio contractual [la resolución], pues se trata de acciones compatibles que pueden
tener requisitos diferentes". Continúa: "A ello se agrega que no conviene confundir, como lo
hizo tradicionalmente la doctrina, la mora con el incumplimiento imputable: la mora es la
situación jurídica del incumplimiento, que puede ser o no ser imputable al deudor, de modo
que aunque se acepte que la resolución requiere de mora, de ello no se sigue que el
incumplimiento deba ser imputable al deudor"399.
Sin embargo, cabe hacer presente que en el argumento de los autores favorables a esta
posición no se ocupan de las disposiciones de la compraventa (arts. 1826 y 1873) que
aludirían a un incumplimiento culpable y moroso del deudor incumplidor para el ejercicio de la
opción entre cumplimiento y resolución con indemnización de perjuicios.
1ª. La calificación del incumplimiento (culposo y moroso) serviría sólo para la indemnización
de los perjuicios, no para la resolución, respecto de la cual basta el solo incumplimiento.
2ª. Si los requisitos son diferentes, entonces, al acreedor le bastará con acreditar el
incumplimiento para obtener la resolución, y consecuencialmente la restitución de lo pagado.
101
Sin embargo deberá probar, en principio, la culpa, la mora, el daño y la relación de causalidad
para ser indemnizado de los perjuicios.
3ª. En principio también, en caso de ausencia de culpa o de mora, debería rechazarse sólo
la pretensión indemnizatoria, pero no la resolutoria del acreedor. Esto se deriva de que basta
con el incumplimiento para la resolución.
Como puede apreciarse, las conclusiones a las que llega la doctrina no son unánimes. Unos
estiman que tanto resolución como indemnización tienen los mismos requisitos de
operatividad, en cambio otros estiman que los requisitos deben ser diferenciados.
Por lo tanto, integrado el régimen del art. 1489 con la compraventa bajo una misma lectura,
se puede llegar a justificar una revisión crítica de los requisitos de la indemnización de los
perjuicios resolutorios, tomando en consideración el sistema de compatibilidad "institucional"
propuesto (2). Se justificará un análisis pormenorizado de los requisitos de la indemnización
102
de los perjuicios resolutorios porque ambas doctrinas (de la "asimilación" y de la
"diferenciación") no son capaces de explicar, desde el punto de vista de los requisitos de
operatividad de la indemnización, el fenómeno de la protección compleja de los intereses del
acreedor a través de la compatibilidad sustantiva (o mejor, "institucional") de la resolución con
la indemnización.
Estos argumentos de texto no han sido refutados directamente en su texto por la doctrina de
la diferenciación, por lo que habrá que hacerse cargo de ellos 402. Estimamos que una lectura
armónica del texto de estos dos artículos con la norma contenida en el art. 1489 permite
integrar el sistema de responsabilidad contractual, en sentido amplio, del Código.
En primer lugar cabe hacerse cargo del art. 1826[2] que establecería la necesidad de culpa
y mora del deudor para el ejercicio conjunto de los remedios: "Si el vendedor por hecho o
culpa suya ha retardado la entrega, podrá el comprador a su arbitrio perseverar en el contrato
o desistir de él, y en ambos casos con derecho para ser indemnizado de los perjuicios según
las reglas generales". Los elementos normativos fuertes que darían a entender que el sistema
de ejercicio conjunto de los remedios se fundaría en la culpa y mora del deudor serían: 1) la
calificación del "retraso" en el cumplimiento como hecho activador del régimen; y 2) que el
retraso se haya efectuado por "hecho o culpa" del vendedor; y 3) el derecho del acreedor
(comprador) de ser indemnizado "según las reglas generales".
i. El retraso en el cumplimiento
de la obligación de entregar la cosa
Las opciones dependerán del pacto contractual que recae en el momento en que deba
entregarse la cosa (art. 1826[1]). Si la cosa fue pactada con entrega a plazo expreso o tácito,
el retraso se producirá en el momento en que llegue el plazo. Si la entrega fue pactada con
carácter de condicional, al momento de cumplirse la condición. Y si no se ha estipulado ni
plazo ni condición, debe entenderse que la entrega debe verificarse inmediatamente, ya que la
compraventa es pura y simple. En todos estos casos el retraso se produce cuando la cosa no
103
es entregada en el momento designado por los contratantes o por la ley: inmediatamente, al
momento de llegado el plazo, o al momento de cumplirse la condición.
La calificación de la mora del deudor para los efectos de este artículo, entonces, se hace
innecesaria dado que el deudor incurre en retraso, sea o no moratorio (si coincide o no con el
art. 1551), según lo dispuesto en este artículo. De esta manera, la apreciación del "retraso" en
la entrega de la cosa por parte del vendedor se configura como una especie de
incumplimiento que se basta a sí mismo 403, sin necesidad de entrar a integrar el régimen
según las reglas de la mora del deudor. A pesar de ello, si hay plazo, el retraso
("incumplimiento") se configura a la vez como moratorio, pero en lo que interesa en este punto
es que dicha imputación no resulta necesaria para el ejercicio de la opción del art. 1826.
Ahora, resulta relevante destacar que el Código ante el retraso en la entrega de la cosa
confiere acción resolutoria aunque la cosa se pueda entregar tardíamente, toda vez que la
figura legal se coloca en el caso de un incumplimiento total de la obligación, que se puede
configurar como el incumplimiento de mayor gravedad.
El retraso al que alude la norma en comento debe haberse producido por "hecho o culpa"
del vendedor, lo que aludiría a la necesidad de un incumplimiento ("retraso") culposo, según la
opinión de parte de la doctrina. Como ya se ha mencionado este es otro elemento normativo
relevante que ha ocupado la doctrina tradicional para justificar la noción de incumplimiento
culpable del deudor para el ejercicio de la opción contenida en el art. 1826.
Pero, en lo que parece más interesante de la discusión sobre la interpretación del "hecho o
culpa" del deudor en la aplicación del art. 1590[2], es que este mismo artículo contiene un
caso de resolución por incumplimiento: "En cualquiera de estas dos suposiciones se puede
pedir por el acreedor la rescisión del contrato y la indemnización de perjuicios" 407. Una de las
dos suposiciones a las que alude la norma transcrita se refiere al deterioro de la cosa que
provenga "del hecho o culpa del deudor, o de las personas por quienes éste es responsable"
[la cursiva es nuestra].
104
Por lo tanto, si se leen conjuntamente los artículos 1826 y 1590, puede decirse que existe
una correspondencia normativa entre ellos ya que tratan un mismo supuesto de hecho: la
resolución y los perjuicios se deben al "hecho o culpa" del deudor.
Si esta fuere la interpretación correcta, cabe anotar la reincidencia del legislador que exigiría
culpa en la primera parte de la norma ("hecho o culpa") y en la segunda ("según las reglas
generales"), en circunstancias que bastaba sólo una mención para justificar un régimen
unitario.
105
culpa" del vendedor de la primera parte de la norma no significa incumplimiento imputable del
deudor, se justifica el hecho que de la segunda parte de ella se derivara la regulación de la
indemnización de perjuicios a las reglas generales.
El problema que plantea la norma, a diferencia del art. 1826[2], es sólo uno, pero de gran
relevancia: dispone expresamente la necesidad del deudor para el ejercicio de la opción entre
cumplimiento y resolución con indemnización de perjuicios. La doctrina de la diferenciación no
se ha hecho cargo de la norma, a pesar del fuerte argumento de texto que contiene a favor de
la tesis de la asimilación.
La opinión tradicional que con mayor detención se refiere a esta norma está contenida en el
tratado De la compraventa y de la promesa de venta de Alessandri. Este autor además de
apoyarse en el tenor literal de la norma, opinaba que de la ligazón del derecho a solicitar la
resolución con los perjuicios se obtenía la misma conclusión, ya en la norma general del art.
1489 como en su reproducción del art. 1873 409. En esto no varió de la opinión de Claro
reproducida anteriormente.
La redacción de la norma implica que los derechos del acreedor por el cumplimiento y la
resolución se activan cuando el comprador ha dejado de pagar el precio. Y este retraso total o
parcial en el pago del precio es calificado legalmente como moratorio. Esto se justifica porque
la misma norma exige que no se haya pagado el precio en el tiempo dicho, es decir, se coloca
en el caso en que el comprador no haya cumplido dentro del término estipulado. Por ello es
106
que según la regla del art. 1551 Nºs. 1 y 2 el deudor se constituye en mora por la interpelación
contenida en el pacto contractual. Por ello es que la inclusión de la regla dies interpellat pro
homine cumple una doble función: la de retraso como forma de incumplimiento, y además
como forma de constitución en mora del deudor. Por la razón anterior es que la redacción del
Código es correcta, porque la expresión "si el comprador estuviere constituido en mora", se
refiere a la consecuencia del retraso. Pero de acá no se colige directamente que la resolución
requiera de mora para su activación. El Código solamente reconoce el efecto del
incumplimiento en el término estipulado y de aquí es que frente a esta situación el acreedor
puede elegir por el remedio que mejor satisface a su interés.
Queda pendiente, de todas maneras, la solución al caso propuesto por Alessandri. Como se
ha interpretado la opinión de este autor, en su planteamiento el caso fortuito en realidad
cumple una función de inexigibilidad de la obligación, que sería corroborada por el art. 681
CC. Si así fueren las cosas, en realidad no hay un problema ni de ausencia de mora ni de falta
de culpabilidad: en realidad la obligación no es exigible, de tal suerte que no puede haber
incumplimiento, cuyo requisito básico es precisamente la exigibilidad de la obligación 411.
Por los planteamientos anteriores es que parece preferible la interpretación que intenta
disociar los requisitos de la resolución de la indemnización de perjuicios. En el ejemplo
planteado por Alessandri, el acreedor podría solicitar la resolución, puesto que se presenta un
caso objetivamente de incumplimiento (debe tomarse como base que el caso fortuito no
produce inexigibilidad de la prestación). Si pagó el comprador parte del precio, además lo
podría recuperar, situación que en la tesis de Alessandri no considera de importancia. Sin
embargo, ante la imposibilidad de entrega de la cosa, el deudor no debería perjuicios, puesto
que el incumplimiento no le es imputable. La conclusión a la que se arriba con la postura
totalmente contraria a la de Alessandri, como se ve, prescinde totalmente de la constitución en
mora del deudor, ajena a la idea de resolución como se ha planteado.
Descartado entonces que el régimen de la compraventa sea distinto del art. 1489, conviene
entonces ver cómo se compatibilizan los requisitos de la resolución con los de la
indemnización de perjuicios.
107
Se recordará que según las tesis de la "asimilación" y la "diferenciación", la indemnización
de los perjuicios sería un concepto unitario, el que para todas las situaciones (indemnización
que sigue a la pretensión de cumplimiento, indemnización de los perjuicios resolutorios,
posible indemnización "autónoma") se requerirían los requisitos que la doctrina ha
generalmente propugnado para toda indemnización de perjuicios. La diferencia estaría en que
para la doctrina de la "asimilación", la resolución operaría bajo los mismos requisitos que la
indemnización de perjuicios. En cambio, bajo la teoría de la "diferenciación", la resolución
debería operar por el solo incumplimiento y a la indemnización de perjuicios se le exigirían
condiciones más exigentes (culpa, mora, relación de causalidad y daño).
Así, bajo la teoría de la "asimilación" ello únicamente se podría dar en aquellas situaciones
en que el acreedor no logre acreditar el daño o la relación de causalidad entre el
incumplimiento y el daño. En aquellas situaciones en que el deudor no se constituya en mora,
o bien, su incumplimiento fuera inimputable, debería rechazarse tanto la resolución como la
indemnización. Como se expresará, esto puede dar lugar a dificultades prácticas sobre todo
en lo tocante a las restituciones consecuenciales a la resolución, que serían de plano
rechazadas. La tesis de la "diferenciación", por el contrario, admitiría la resolución en estos
supuestos, sin embargo justificaría la excusa del acreedor para el pago de los perjuicios.
Otro tanto sucede respecto del problema de los incumplimientos recíprocos. Según la
doctrina tradicional se estima que se aplica el art. 1552 impidiendo la procedencia tanto de la
resolución como de los perjuicios, ya que ninguno de los contratantes se encontraría en mora.
Las doctrinas más modernas estiman que ha lugar a la resolución, pero en todos los casos sin
indemnización de perjuicios, por la misma razón de texto. Con todo, debe tenerse presente
que ninguna de las doctrinas valora la conducta de los deudores recíprocos aplicando de
manera casi automática la excepción de incumplimiento contractual al efecto. Esto impide
justificar los casos en que verdaderamente se presentarían casos de resolución sin
perjuicios y casos de incumplimientos recíprocos en los que se justificaría la indemnización de
perjuicios para uno de los contratantes.
108
diferenciado para la resolución y para los perjuicios en la calificación del incumplimiento del
deudor.
Tal como se señaló, a pesar de que el grueso de la discusión hoy en doctrina nacional se
centra en separar los requisitos de la indemnización de los perjuicios, puede afirmarse
críticamente que sus requisitos tienden a confundirse sólo en el incumplimiento del deudor.
Salvo, en todo caso, en lo tocante a la necesidad de existencia de daño y de relación de
causalidad entre el incumplimiento y el daño que exceden con creces el ámbito de protección
de la resolución. La afirmación anterior se ratificará en un análisis pormenorizado de los
requisitos de la indemnización de perjuicios.
109
perjuicios, salvo en los casos de obligaciones de no hacer que no admiten
cumplimiento retrasado, sino sólo el binomio cumplimiento/incumplimiento, lo que
es recogido por el art. 1557.
110
La doctrina se encuentra prácticamente conteste en que a partir del art. 1557, el
Código exige la constitución en mora del deudor para la indemnización de los
perjuicios, tanto compensatorios como moratorios.
Esta opinión terminó siendo aislada en la doctrina, al punto que los autores más
modernos no llegaron a cuestionarse si la constitución en mora del deudor debía o
no ser un requisito necesario de toda indemnización de perjuicios, compensatoria
o moratoria418, o a lo más enunciar su opinión discordante419.
Por tanto, de los argumentos de los autores puede expresarse que la mora del
deudor cumple una primera función en relación a la indemnización de perjuicios: la
de activación del remedio contractual420.
Sin embargo, hay dos autores que han manifestado una opinión un tanto más
reflexiva en lo tocante a la función de la constitución en mora del deudor. En
primer lugar es necesario citar la autoridad de Fueyo. Este autor sostiene que
pueden reclamarse los perjuicios desde que el deudor se constituye en mora de
cumplir, pero ello no implica que los perjuicios se hayan producido antes de tal
evento421. Abeliuk, en cambio, distingue entre indemnización compensatoria y
moratoria422. La primera se debe desde el incumplimiento, la segunda desde la
constitución en mora (aunque señala que el tema "dista de ser claro") 423. En lo que
importa para los efectos de los perjuicios resolutorios es que la opinión de estos
últimos autores, aunque reconocen el efecto de la mora como el hecho generador
de los perjuicios, se cuestionan sobre el momento a partir del cual se generan los
perjuicios. En opinión de estos autores, entonces, resulta por lo menos dudoso a
partir del tenor literal del art. 1557 que toda clase de perjuicios (compensatorios y
moratorios) se generen a partir de la constitución en mora del deudor. Sin
embargo, reconocen que la mora cumple un rol de activación de la indemnización
de perjuicios. De la opinión de estos autores se desprende que la mora puede
cumplir una segunda función: la certificación del momento a partir del cual el
acreedor sufre perjuicio por el retraso424.
2ª. Otros, en cambio, le confieren a la mora del deudor una función meramente
formal en lo tocante a la activación de la indemnización de los perjuicios
compensatorios, pues deben calcularse desde el incumplimiento; por el contrario,
en los perjuicios moratorios la mora del deudor activa la indemnización de
perjuicios y éstos se calculan desde que el deudor se ha constituido en mora.
3ª. Por último, una opinión aislada en doctrina (Barros Errázuriz) estima que la
mora del deudor sólo es requisito de activación de la indemnización moratoria, y a
112
partir de ese momento se deben calcular estos perjuicios. En cambio, en lo
tocante a la indemnización compensatoria no debe constituirse en mora al deudor,
puesto que los perjuicios no se calculan por el retraso, sino desde el
incumplimiento.
Lo importante para estos efectos es que la mora del deudor implica que el
deudor haya estado obligado cumplir e incumplió su obligación, puesto que la
entrega todavía se debe bajo los efectos del mismo artículo ("cuya entrega se
deba"). Más todavía: la entrega era exigible, de tal suerte que el deudor se haya
constituido en mora (de lo contrario se regiría por la regla del art. 1670: la
obligación se extinguiría). Por esta razón, la ley ha invertido la regla de riesgos
colocándolos en manos del deudor, puesto que califica la mora del deudor como
una especie de incumplimiento, de tal suerte que frente al caso fortuito que
destruye la cosa, asume que la destrucción se ha producido porque el deudor no
cumplió su obligación.
1ª. El deudor moroso "responde" del caso fortuito (art. 1547[2]). En este caso, la
"responsabilidad" del deudor alcanza al "precio" y a la "indemnización de
perjuicios" (art. 1672[2] parte final). En realidad, acá hay un caso de perpetuación
de la obligación producida por la mora del deudor, por lo que se debe "el precio",
más la indemnización de los perjuicios.
2ª. Pero si el caso fortuito hubiese acaecido igualmente en poder del acreedor,
sólo responderá de los perjuicios moratorios (art. 1672[2]). Es decir, el caso
fortuito aquí cumple un fin de evitación de la perpetuación de la obligación, sin
embargo no lo exime del pago de los perjuicios moratorios.
La tesis que se sostendrá en este apartado es que la mora del deudor no es un
requisito de la indemnización de los perjuicios resolutorios. Esto se debe a que la
mora, según la tesis propuesta, no activa la indemnización de los perjuicios
resolutorios y tampoco constituye una forma de retardo calificado, por lo que la
indemnización de los perjuicios resolutorios se debe desde el incumplimiento.
114
i. Inutilidad de la mora del deudor
como elemento activador de la indemnización de perjuicios
A primera vista debería ser de fácil respuesta: no, porque el acreedor aceptó el
pago, de tal suerte que la resolución debería ser rechazada (no se cumple el
supuesto de hecho de la resolución: el incumplimiento), y ya sea bajo el sistema
de "dependencia", o bien de "acumulación institucional" propuesto en el presente
estudio, los perjuicios resolutorios no deberían tener lugar. Sin embargo, quedaría,
en principio, activada la indemnización moratoria "autónoma" con la que el
acreedor podría reclamar los perjuicios sólo moratorios (aunque cabría estudiar
con mayor detalle el efecto de la aceptación del pago por el acreedor para la
procedencia de estos perjuicios moratorios).
Pero cabe recordar que el pago no necesariamente debe ser aceptado por el
propio acreedor, sino frente a la oposición del mismo podría el deudor instar por el
procedimiento de pago por consignación. Frente a esta cuestión, pueden darse
dos supuestos: que el deudor inste por el procedimiento de pago por consignación
antes que el acreedor opte por la resolución del contrato; o bien, que con
posterioridad a la demanda de resolución, el deudor decida cumplir por
consignación. Si se califica el pago como suficiente por el tribunal correspondiente
(art. 1603[2]), en ambas situaciones, nuevamente la resolución y los perjuicios
deberían ser rechazados. El problema, entonces, es si el juez debe tener en
consideración el retraso o la mora del deudor (como categorías jurídicamente
distintas) para la calificación del pago como suficiente.
La cuestión se genera a partir del art. 1600[2], que no hace necesaria la oferta
para la consignación cuando la acción deducida por el acreedor sea de
cumplimiento o bien "cualquiera otra acción que pueda enervarse mediante el
pago de la deuda"433. En esto, la jurisprudencia no está conteste. Parte de la
jurisprudencia ha estimado que la acción resolutoria puede enervarse a través del
pago, aun después de deducida tal acción, y por tanto es procedente la
consignación434. En cambio, otra parte de la jurisprudencia estima que decretar la
suficiencia del pago en el juicio resolutorio impediría la opción del acreedor por la
resolución y por los perjuicios435.
Con todo, cabe hacer presente que la mora del deudor cobra legalmente
relevancia para la determinación de la suficiencia del pago en relación al pago de
intereses. En efecto, según el art. 1600[2] el deudor debe dar pago a la deuda con
intereses, y éstas constituyen la indemnización no razonada. Pero en lo que atañe
a la resolución y los daños consecuenciales a ésta, la mora no cumple ninguna
funcionalidad relevante, puesto que el debate sobre la suficiencia del
117
pago versus la resolución se centra en el cumplimiento (suficiente o no) de la
obligación y no en los efectos que produce la mora del deudor 436.
119
necesario interpelar al deudor sobre la prestación imperfecta y el daño que
produce el retraso en las eventuales medidas que el deudor pueda tomar al efecto.
Un segundo problema que acarrea la mora del deudor para el efecto de los
perjuicios resolutorios es la fecha del inicio de cálculo de los perjuicios. Se
recordará que según la doctrina más uniforme en Chile, los perjuicios se
calculan desde la mora del deudor. Es decir, la mora no sólo cumpliría una
finalidad de activación de la indemnización de perjuicios, sino además a partir de
ella comenzarían a calcularse los perjuicios por incumplimiento contractual 445. Con
todo, también habrá que reconocer que un sector reducido de la doctrina es
contrario a esta opinión, ya porque se ha estimado que la mora no es requisito de
la indemnización de los perjuicios compensatorios 446, ya porque se cree que los
perjuicios pueden producirse antes de la constitución en mora del deudor, a pesar
que su activación se produce, precisamente, con la constitución en mora.
121
La mora del deudor, entonces, parece cumplir una función bien
concreta: perpetúa la obligación. Esta es la razón para que el caso fortuito no
extinga la obligación según la regla de riesgos del art. 1550, porque el deudor se
encontrará entonces obligado "al precio" y a la "indemnización de perjuicios". Es
decir, si el efecto de la mora en caso de riesgos es la perpetuación de la
obligación, ello quiere decir entonces que el Código asume que la mora del deudor
debe asimilarse a los efectos de la pérdida culpable de la especie o cuerpo cierto,
en que se produce el efecto perpetuador 449, porque las consecuencias normativas
de ambos casos son las mismas.
Por consiguiente, si los efectos son los mismos, tanto frente a un caso de
destrucción culpable de la cosa o bien por su destrucción causada por caso
fortuito durante la mora del deudor (que produce la perpetuación de la obligación),
cabe estimar que el acreedor tiene un doble derecho: o exigir el cumplimiento ("el
precio") con indemnización de perjuicios, o bien, la resolución con indemnización
de perjuicios. Es decir, si la mora del deudor produce el efecto perpetuador,
invirtiendo la regla de riesgos y haciéndolo "responsable" por el caso fortuito,
quiere decir que el contrato debe mantener vigencia porque efectivamente se ha
manifestado el incumplimiento del deudor. Pero esto debe entenderse en caso que
el acreedor decida optar por la pretensión de cumplimiento, caso en el que estará
igualmente obligado a cumplir por su parte lo pactado. Luego, en caso que no
quiera cumplir, o bien que quiera obtener restitución de lo pagado, podrá hacer
uso de la facultad resolutoria.
a. La tesis tradicional:
la excepción de contrato no cumplido
enerva la pretensión resolutoria y, por tanto, la indemnizatoria
123
La doctrina tradicional en Chile entiende que el problema de los incumplim ientos recíprocos debe
solucionarse a partir del art. 1552, que consagraría la excepción de contrato no
cumplido. Según esta norma, que se coloca precisamente en el caso en estudio
(de incumplimientos recíprocos), ninguno de los contratantes se encontraría en
mora de cumplir, mientras el otro no dé inicio a la ejecución de su prestación. Esta
norma, entonces, consagraría la regla resumida en la fórmula "la mora purga la
mora". Es decir, si ambos contratantes se encuentran en mora de cumplir, ninguno
de los contratantes lo estaría respecto del otro.
124
a cumplirlas. Porque se reconoce que si bien el acreedor puede demandar de
resolución, bien el deudor le opondría la exceptio453.
Sin embargo, cabe hacer referencia a una interpretación que aun distinta,
produce el mismo efecto práctico. Sobre la idea de exigibilidad en los contratos
bilaterales, Baraona señala que la simultaneidad de cumplimiento en los contratos
bilaterales se convierte en un requisito de exigibilidad de las obligaciones
recíprocas que emanan de un contrato bilateral 455. Por lo tanto, en caso de
incumplimiento recíproco (fundado en la redacción del art. 1552), no hay
verdadero incumplimiento, puesto que no hay exigibilidad 456. Entonces, cabría
entender que tampoco habría resolución por incumplimiento, porque no habría
exigibilidad de la obligación457.
125
3ª. La solución a la laguna legal debería pasar por resolver el contrato 462.
4ª. Queda, por tanto, pendiente el problema de los perjuicios resolutorios. Acá
se aplicaría el art. 1552 que purgaría la mora de ambos contratantes.
Consiguientemente, aplicada la norma en su contexto, el de la indemnización de
los perjuicios, la ausencia de mora de ambos contratantes no activaría la
indemnización de los perjuicios.
Hoy por hoy, escasos fallos han reconocido esta doctrina, resolviendo el
contrato en caso de incumplimiento recíproco, sin perjuicios 463.
126
compraventa en que el vendedor no cumple en tiempo, y el comprador ante esa
situación decide no pagar el precio en el plazo establecido. La resolución facilita la
posibilidad que el comprador acuda al mercado ante otros posibles vendedores.
Lo mismo se puede decir frente al vendedor si decide no entregar la cosa por el
incumplimiento del pago del precio: podría volver al mercado para vender la cosa.
La tesis tradicional, por el contrario, mantendría la relación pendiente, de tal suerte
que si uno de los contratantes decide dar principio a la ejecución del contrato,
entonces el contratante que haya decido realizar de facto la operación de
reemplazo asumirá un riesgo muy fuerte.
Por otro lado, si se hace procedente la resolución, entonces los pagos parciales
que se hayan efectuado por los contratantes pueden ser restituidos. En el ejemplo
de la compraventa antes descrito, si el comprador hubiera adelantado parte del
precio (por ejemplo arras que se den como parte del precio), pero ante la
inejecución de su contraparte decide no completarlo (y con ello se verifica el
incumplimiento recíproco), entonces podría obtener restitución de lo pagado si
operara la resolución. La solución contraria, de la mantención del vínculo
obligacional, mantendría el pago parcial del precio en manos del vendedor en
circunstancias que puede no tener intención de cumplir.
En primer lugar, cabe señalar que si bien es cierto que el tenor literal del art.
1489 se coloca en el caso de que una de las partes haya incumplido su
obligación, no excluye expresamente el caso en que ambas partes incumplan sus
obligaciones emanadas del contrato. Es decir, el art. 1489 puede aplicarse se trate
o no de incumplimiento recíproco, puesto que el supuesto de hecho contenido en
el artículo se cumple respecto de ambas partes, esto es, las dos no han dado
cumplimiento a su parte en el contrato 465.
127
se activa frente a la pretensión de cumplimiento del actor. Entonces, cabe
preguntarse cuál es la función que cumple realmente el art. 1552.
Por su ubicación, la norma del art. 1552 se encuentra después del tratamiento
de la constitución en mora del deudor (art. 1551) y antes de los efectos del
incumplimiento de obligaciones de hacer (art. 1553). Si la mora del deudor,
entonces, es un requisito de la indemnización de perjuicios moratorios (tal como
se desprende del tenor literal del art. 1553[1], y tal como se ha sostenido),
entonces el art. 1552 únicamente se refiere a la no activación de los perjuicios
moratorios frente al caso de incumplimiento recíproco. Imagínese un contrato de
compraventa en que cosa y precio han sido diferidos a un tiempo determinado.
Llegado el plazo, ni comprador ni vendedor cumplen con su obligación. Según el
art. 1551 Nº 1, ambos estarían constituidos en mora por la sola llegada del plazo.
Sin embargo, el incumplimiento recíproco "purgaría" la mora recíproca (art. 1552).
De esta suerte, si cualquiera de los contratantes iniciara una demanda de
cumplimiento, la contraparte podría oponer la excepción de contrato no cumplido
(en su sentido estricto, no del art. 1552). Con todo, si diera cumplimiento
posteriormente a la fecha de su constitución en mora, la indemnización moratoria
que pudiere exigirle a su deudor se activaría cuando deje de estar en mora, esto
es, cuando diere cumplimiento a su obligación.
128
iii. La tesis reformista y la función de la mora del deudor
según la tesis sugerida para los efectos de la indemnización de los perjuicios
resolutorios en caso de incumplimiento recíproco
129
cuando se propone que la resolución opera por un incumplimiento (resolutorio)
exento de elementos culpabilísticos.
La conclusión es por tanto que no cabe aplicar art. 1552 de plano a la exclusión
de los perjuicios resolutorios por resolución por incumplimiento recíproco. Esto
implica indagar en qué casos se justifica, precisamente, la exclusión y en qué
casos debería concederse a uno de los contratantes.
131
Si se acepta la admisibilidad de la resolución en este tipo de supuestos, habrá
que indagar si es concebible una indemnización de perjuicios. Puede suceder que
en el último supuesto el acreedor necesitara la cosa vendida para obtener una
ventaja. Por ejemplo, si se tratase de un repuesto que necesite su máquina
fabricadora de objetos que vende al público, de tal suerte que conociendo esta
circunstancia el vendedor no podría menos que desconocer que mientras no
entregue la pieza la máquina se encontrará descompuesta y no podrá el
comprador fabricar los objetos que expende. Otro tanto pudiere suceder en caso
de que se realice un servicio defectuoso, por ejemplo, de reparación de una
máquina. Si se estipulara que el pago del precio se realizará en tres cuotas, una al
contado y las otras a plazo, frente a la defectuosa reparación podría tener interés
el arrendador de servicios de no seguir pagando el resto de las cuotas, sin
embargo acudir al mercado en busca de un tercero que realice adecuadamente el
servicio, ya que mientras tanto tendrá paralizada su producción. El conocimiento
que pueda haber tomado el vendedor sobre los efectos de la no entrega del
repuesto o de la reparación defectuosa de la máquina permiten calificar el
incumplimiento como de mayor gravedad que el no pago del precio o la
suspensión del pago de las cuotas, de suerte de hacer a este contratante
responsable de los perjuicios distintos de la desaparición anticipada del contrato
como si en realidad existiese un solo incumplimiento 473.
133
ausencia de culpa (caso fortuito) excluiría la posibilidad de demandar la resolución
y también consecuencialmente la indemnización de los perjuicios resolutorios
según el sistema de dependencia de la acción indemnizatoria a la resolutoria (1).
Con todo, habrá que observar, que tanto para la tesis tradicional como en la
tesis que integra la diligencia en las obligaciones de medios, por el hecho del
incumplimiento material se genera un principio de responsabilidad, aunque su
fundamento es diverso dependiendo de la tesis que se sostenga. En este sentido,
la forma a través de la cual se excluye este principio de responsabilidad será el
caso fortuito. De acá es que el punto de conflicto al momento de tratar los
perjuicios resolutorios no estará en realidad en la exigencia de culpa del deudor,
sino en la extensión que se le confiere al caso fortuito desde el punto de sus
efectos. Esto requiere entonces de una revisión crítica de la función de la culpa en
lo tocante a los perjuicios resolutorios (3).
134
que un caso fortuito produjo la imposibilidad en la prestación 479, o bien,
eventualmente, que obró con la debida diligencia 480.
135
o bien entender que procede derechamente una acción de in rem verso (fundada
en la ausencia de contrato)482.
a. La objetivación de la responsabilidad
a partir de la distinción entre obligaciones de medio y resultado
136
b. La función de la culpa en la responsabilidad contractual:
la integración de la actividad del deudor en las obligaciones de medios y la
promoción del cumplimiento como contrapunto al caso fortuito
c. La incidencia de la distinción
en la resolución y la indemnización de perjuicios resolutorios
138
El artículo 1556 establece dos cosas (aunque a veces la primera opaca el
análisis de la segunda): en primer lugar, los perjuicios por los cuales el deudor
responde (daño emergente y lucro cesante); y, en segundo lugar y lo que importa
para estos efectos, las causas que dan lugar propiamente a la responsabilidad,
que se transforma en la tipología del incumplimiento 492. Es decir, la indemnización
se activa, según el art. 1556, con el solo incumplimiento en cualquiera de sus
formas, ya sea por "no haberse cumplido la obligación, o de haberse cumplido
imperfectamente, o de haberse retardado el cumplimiento". Acá no hay
consideraciones culpabilísticas, basta con la no adecuación de la prestación al
programa prestacional493. Es en esta sede en la que importaría la diligencia
"integradora del incumplimiento", aplicable sólo en las obligaciones de medios.
Porque en las obligaciones de resultado basta con que no se cumpla el logro
esperado.
139
3. Observaciones críticas al problema
de la culpa en relación a la indemnización de los perjuicios
resolutorios: un problema de determinación de los efectos de la imposibilidad
sobrevenida fortuita frente a la resolución y los perjuicios
a. La falta de importancia de la
diligencia/culpa del deudor para la construcción
de un principio de responsabilidad por los perjuicios resolutorios
Según se viene exponiendo, puede observarse que las dos posturas descritas,
en definitiva, no se diferencian si la indemnización de perjuicios (resolutorios en
nuestro caso) requiere de culpa o no, sino más bien en el alcance de la
exoneración del deudor frente a la resolución por incumplimiento y los perjuicios.
Por esta misma razón, es que si se mira la cuestión desde el punto de vista de la
exoneración del deudor, ya de la obligación, ya sólo de la indemnización de
perjuicios, el problema debe centrarse en el alcance de la exoneración, esto es, si
por el caso fortuito el deudor se libera sólo del resarcimiento o bien además de la
obligación; y en segundo lugar, luego de determinado lo anterior, los alcances de
la liberación del deudor frente a la resolución por incumplimiento. La culpa, por
tanto, no es que no tenga relevancia, sino que puede analizarse a través de su faz
negativa, esto es, de los alcances de la liberación del deudor o el efecto de los
incumplimientos "no culposos".
Así, según la teoría clásica que determina que el incumplimiento es una suerte
de hecho ilícito en que la culpa jugaría una función relevante, el caso fortuito que
produce la imposibilidad excluye la culpa y por tanto la inejecución contractual.
Luego, si no hay incumplimiento, entonces la resolución no tiene lugar puesto que
se pierde el supuesto de hecho que permite la activación del remedio. Debe
recordarse además que para parte de la doctrina la resolución tiene un marcado
carácter sancionatorio, por lo que producida la imposibilidad fortuita, no podría
sancionársele al deudor. De aquí es que frente a un caso de imposibilidad la
solución pasaría por aplicar la regla de riesgos 510. El efecto consecuencial es la
pérdida del acreedor del derecho para demandar la resolución y los perjuicios,
precisamente, porque no hay incumplimiento.
Frente a esta situación cabe explorar la posibilidad de que el acreedor inste por
la resolución contractual, toda vez que hay incumplimiento, considerado
objetivamente. Si interpretamos bien el razonamiento de la doctrina clásica, se
diría que ello no es posible porque no hay incumplimiento (no es culposo), aunque
no se haya producido una extinción del objeto de la obligación. Por ello es que el
retraso en el cumplimiento estaría justificado desde la plenitud de los remedios, los
que no se activarían por la falta de culpa del deudor. Con todo, también se puede
llegar a decir, sin entrar a ribetes culpabilísticos, que hay suspensión en el
cumplimiento puesto que existiría inexigibilidad 521. De aquí, que el ejercicio de los
145
remedios estaría supeditado a la activación de la obligación (antes estaría
"suspendida") una vez cesado el impedimento temporal.
Pero bien puede suceder que la entrega de la cosa que se espere en el tiempo
sea necesaria (término esencial) o bien que la no llegada oportuna, en el ejemplo
dado, frustre el interés del acreedor. En estas situaciones se ha propuesto calificar
la imposibilidad "temporal" como "definitiva", y someter los efectos de esta
imposibilidad al sistema de remedios cuando se produce propiamente la
imposibilidad "definitiva" o "absoluta" 522. La solución de los PECL al problema de la
imposibilidad "temporal" va en esta senda, siendo muy pragmática la solución
propuesta (como la califica el mismo comentario oficial al art. 8108 PECL): puede
el acreedor dar por terminado el contrato si se cumplen los requisitos
del fundamental non performance bajo el art. 9309 PECL, aunque no se hace
necesaria la notificación del acreedor por la especial forma en que se produce el
incumplimiento523.
146
Debe recordarse también, que si se sigue la teoría clásica frente a la
imposibilidad absoluta, se debería aplicar la teoría de los riesgos bajo la regla res
perit debitori fuera de los márgenes normativos expresos del art. 1550. Pero que
esta solución (el riesgo lo debe soportar el deudor) apareja el mismo efecto
extintivo que la resolución por incumplimiento propuesta por la doctrina de la
modernización. Salvo, en todo caso, en las consecuencias restitutorias que
parecen ser más favorables a la opinión de la modernización ya que no estarían
contempladas, por lo menos en términos expresos, en la regla de riesgos. De esto,
parece preferible, frente a iguales efectos extintivos, ser más favorable al acreedor
la doctrina de la modernización.
Más allá del concepto amplio de incumplimiento que se haya postulado para los
efectos del presente trabajo, hay razones adicionales para afirmar que debe
primar la opción por la resolución frente a un caso de imposibilidad fortuita
"absoluta" en desmedro de la solución por la vía de la regla de riesgos.
En primer lugar, debe recordarse que frente al hecho objetivo del incumplimiento
(o incumplimiento material) se activarían los remedios contractuales, y se
generaría asimismo un principio de responsabilidad. Esto es, debe entenderse que
frente a la falta en la prestación en un contrato bilateral el acreedor podrá
demandar o el cumplimiento, o la resolución y en ambos casos la indemnización
de perjuicios. Es decir, probado el incumplimiento no sólo se activa la resolución
(si el acreedor así lo decidiese), sino que además se produce el principio de
responsabilidad, lo que quiere decir que habrá lugar a la indemnización de
perjuicios (faltará, en todo caso, acreditar el daño y la relación de causalidad).
Corral, al efecto, coloca un ejemplo: una cosa que se destruye por un defecto
intrínseco que se encuentra fuera de la esfera de control del deudor. Apunta este
autor que le resultará muy difícil al deudor (el vendedor, por ejemplo en una
compraventa) eximirse de responsabilidad probando caso fortuito, alegando que el
hecho del desperfecto de la cosa se produjo aun con toda la diligencia que pudiere
haber aplicado al caso concreto. Sin embargo, Corral es de la opinión que en caso
que se estime que el hecho no fuere ajeno a la esfera de riesgos del deudor,
podría alegar ausencia de culpa "para lo cual deberá probar que actuó en todo
momento con la diligencia o cuidado que prescribía el contrato y el principio de
buena fe"528. Si interpretamos bien el pensamiento de Corral, y trasladamos el
problema a un caso de incumplimiento, podría el acreedor (el comprador) instar
por la resolución contractual con perjuicios529. Por el contrario, si se estimara que
el desperfecto se encuentra fuera de la esfera de riesgos del deudor, podría
liberarse de responsabilidad alegando "ausencia de culpa".
149
Como expone De la Maza, hay dos supuestos que cabe distinguir: (a) cuando el
vendedor conocía los vicios y no los declaró, caso en que se le sanciona con la
indemnización de perjuicios por dolo negativo 531; y (b) cuando el vendedor haya
debido conocer los vicios en razón de su profesión u oficio (a este vendedor se le
llamará, en lo sucesivo, vendedor profesional), situación en que se "presume" el
conocimiento del deudor a partir de su profesión u oficio 532. Fuera de estos dos
casos no hay indemnización de perjuicios como aclara la parte final del art. 1861,
sino sólo redhibición o reducción del precio.
Por tanto, frente a la situación de una cosa defectuosa, cuyo origen causal no se
encuentra en poder del deudor, el régimen de la indemnización de perjuicios será
el siguiente: (a) Tratándose de vendedores no profesionales la regla general es
que ellos no responden por los daños producidos, salvo que se les pueda imputar
dolo por omisión533; (b) por el contrario, si se trata de vendedores profesionales, se
aplica el principio de responsabilidad534, y éstos para eximirse de responsabilidad
deberán probar que a pesar de su profesión u oficio no pudieron conocer los
vicios. Como se puede apreciar, el régimen de indemnización varía respecto de un
caso general de indemnización de perjuicios resolutorios, ya que en este caso
depende de la especial característica que tenga el vendedor, esto es, su carácter
de profesional en la venta de bienes que impone un deber especial de cuidado 535.
Por ello cabe cuestionarse el porqué de esta regla, ya que la ley no imputa
responsabilidad por regla general (entendiendo que lo normal es que la
contratación se da entre personas que no son profesionales). Con todo, se le
impone al vendedor un deber de información. En cambio, la excepción será
cuando el vendedor es un profesional, caso en el que la ley le imputa
responsabilidad.
150
no pudo identificar el vicio de la cosa, y menos entonces pudo dar noticia de ello al
comprador.
El art. 2158[2] a propósito del mandato, luego de establecer las obligaciones del
mandante, establece la regla siguiente: "No podrá el mandante dispensarse de
cumplir estas obligaciones, alegando que el negocio encomendado al mandatario
no ha tenido buen éxito, o que pudo desempeñarse a menos costo; salvo que le
pruebe culpa" [la cursiva es nuestra]. La norma se coloca en un caso de
cumplimiento imperfecto: el mandatario ha realizado el encargo, pero éste "no ha
tenido buen éxito"539.
La pregunta es, por tanto, en qué consiste la culpa del deudor, en este caso del
mandatario, y que permite al mandante excepcionarse de contrato no cumplido.
Parece ser que la interpretación correcta de este artículo va en la senda de
asimilar el concepto de "culpa" al hecho del incumplimiento del mandatario. Y este
incumplimiento se verifica, siendo la obligación del mandatario en general de
medios, por la inadecuación del esfuerzo esperado por ley (art. 2129) según el
tenor de la orden contenida en el mandato (arts. 2131 y 2134) 541. Luego entonces,
el mandante deberá probar que el deudor no ha cumplido con todos los medios
exigibles a su persona (lo que constituye el incumplimiento del deudor) para que la
excepción de contrato no cumplido sea eficaz en contra de una demanda de
cumplimiento del mandatario.
152
Pero si no fuere posible dejar de obrar sin comprometer gravemente al
mandante, el mandatario tomará el partido que más se acerque a sus
instrucciones y que más convenga al negocio.
Pero este caso fortuito no basta, deberá además acreditar que ha empleado los
deberes de conducta impuestos por la ley para eximirse de responsabilidad. Sólo
el caso fortuito lo exime del cumplimiento recto de las obligaciones del mandato,
pero se le imponen deberes adicionales que debe cumplir. Por lo tanto, el
mandatario más que probar "debida diligencia", lo que prueba es el cumplimiento
de las obligaciones legales que se le imponen como mandatario en caso de la
ocurrencia del caso fortuito. Mas sólo esto deberá servir para eximirlo de los
perjuicios, puesto que si ellos se producen al mandante, la ley los coloca fuera de
la esfera de riesgos del mandatario: por ello, le "basta" con tomar las providencias
conservativas según el caso del inc. 1º; o en caso de que se comprometa
igualmente el patrimonio del mandante, entonces deberá comportarse de acuerdo
al grado de diligencia exigida (inc. 2º), por lo que también los eventuales perjuicios
que sufra el mandante quedarán fuera de su órbita de control. Luego en este caso,
no hay resolución ni perjuicios puesto que en realidad no hay incumplimiento.
Con todo, se puede afirmar que hay una leve tendencia afirmativa en aras a la
aceptación que el hecho del incumplimiento es el desencadenador causal de los
perjuicios546. Probablemente, la situación se ve ayudada por la regla dies
interpellat pro homine, ya que con el solo incumplimiento el deudor se constituye
en mora en las obligaciones a plazo expreso o tácito, y en el entendido de que la
jurisprudencia comprende que desde esa fecha se deben los perjuicios, habría un
origen causal relativamente cierto.
155
A este respecto puede traerse a colación la sentencia de primera instancia
contenida en Sociedad Seguridad Vialher Chile Ltda. con Servicio de Salud
Talcahuano549. La demandada en el caso dio término anticipado al contrato, por
incumplimiento de ciertas condiciones pactadas con la demandante. Sin embargo,
frente a la disparidad de criterios sobre la procedencia de la causal de término
anticipado del contrato, Sociedad Seguridad Vialher Chile Ltda. solicitó la
resolución del contrato con indemnización de perjuicios. En lo que respecta al
origen causal de los perjuicios que sufrió la demandante, el tribunal señala: "En el
caso de autos, hubo un incumplimiento unilateral sin causa o justificación alguna,
de tal modo que el incumplimiento en que incurrió la demandada permite imputarle
los perjuicios que éste hubiera acarreado al poner en forma extemporánea,
imprevista e ilegal, término a la relación contractual, de manera que en estas
circunstancias sólo cabe apreciar la prueba al respecto para determinar el monto y
la naturaleza de los perjuicios" (consid. 21º). Como se puede apreciar, el tribunal
determinó que el origen de los perjuicios no se encuentra en la resolución
impetrada, sino que en el incumplimiento resolutorio que estuvo constituido por el
hecho de que el demandado dio término anticipado al contrato sin la justificación
que ordenaba este, razonamiento que fue confirmado por los tribunales
superiores.
Otro tanto sucedió en General Marineer S.A. con Inmobiliaria Anakena Ltda. y
Scotiabank Sudamericano S.A.550. En el pleito la demandante suscribió un contrato
de promesa con la inmobiliaria quien se vio en imposibilidad de cumplir el contrato
prometido en el plazo estipulado puesto que el banco demandado solicitó la
declaración de quiebra de la inmobiliaria. El banco, que compareció en el contrato
de promesa, se obligó en virtud de éste a alzar la hipoteca que tenía sobre el
departamento objeto de la promesa de venta al tiempo en que el contrato definitivo
se fuera a celebrar y, además, que en caso de ejercer cualquier acción tendiente a
la ejecución de la hipoteca o de ejercer cualquier acción como acreedor de la
inmobiliaria, procedería a vender el inmueble como mandatario de ésta. Los
tribunales superiores determinaron que había incumplimiento del banco y que se
le imputaba responsabilidad por el hecho de haber solicitado la quiebra de la
inmobiliaria y no haber vendido el inmueble a la demandante, lo que constituía un
incumplimiento resolutorio551.
156
indemnización de los perjuicios resolutorios puesto que no existe relación de
causalidad entre el hecho del incumplimiento con los perjuicios reclamados.
A este respecto, resulta relevante traer a colación uno de los primeros fallos de
"daño moral" contractual en Chile, Zamora con Atalah y otros 555, que precisamente
se trató de un caso de resolución con indemnización de perjuicios. Los hechos
consistieron en un contrato de promesa de compraventa en que los demandados,
promitentes compradores, se obligaron al pago del precio de la futura
compraventa (antes de la suscripción del contrato definitivo), cuestión que en
definitiva no realizaron, lo que motivó la demanda de resolución con perjuicios.
157
Entre los perjuicios se demandó el "daño moral" del actor. La Corte Suprema,
luego de argumentar a favor de la compatibilidad del daño extrapatrimonial con el
art. 1556, señala: "Procede, entonces, en la responsabilidad contractual la
reparación del daño extrapatrimonial cuando está ligado a un daño material y, si
como sucede en la especie, se trata de un daño moral puro, este dicho daño
acreditado, tenga un nexo causal con el incumplimiento contractual y que el
deudor, al incumplir su obligación, haya podido preverlo o actuado con dolo o
culpa grave" (consid. 14º)556. La Corte en este caso sentó las bases para
determinar que el daño extrapatrimonial indemnizable en caso de resolución
proviene causalmente del incumplimiento, no de la resolución contractual.
Según los fallos descritos, se puede concluir que el origen causal de los
perjuicios parece encontrarse en el incumplimiento contractual y no en la
resolución del contrato, ya sea tratándose de perjuicios patrimoniales como
extrapatrimoniales559.
158
El problema planteado tiene dos elementos que conviene distinguir. El primero
dice relación con el criterio de causalidad que implica determinar cuál es la esfera
de riesgos de daños del deudor incumplidor 560. El segundo, corresponde a la
aplicación de la regla de previsibilidad de los daños, pero dentro de la esfera de
riesgos del deudor561. El primero se encuentra, dentro del estudio de la relación de
causalidad como requisito de la indemnización de perjuicios, y el segundo dentro
del concepto de daño. Sin embargo, como se tendrá oportunidad de afirmar, el
problema de la extensión de la causalidad, en materia de resolución con
perjuicios, está íntimamente relacionado con el concepto de daño indemnizable
que será tratada en el capítulo siguiente.
Los riesgos que deben ser asumidos por el deudor por el hecho del
incumplimiento son distribuidos ya por los contratantes, ya por la ley. Serán
distribuidos por los contratantes en caso de que se estipule expresamente cuáles
serán las consecuencias por las cuales deberá responder el deudor 567, pudiendo
llegar al punto de celebrar un contrato penal que determine anticipadamente
cuáles serán los perjuicios precisos por los que el deudor deberá responder 568.
Por el contrario, en caso de que los contratantes no hayan distribuido los riesgos
al contratar, lo hace la ley. Ante esta situación la ley otorga un conjunto de
derechos al acreedor, un sistema de remedios, para satisfacer su interés 569. Con
todo, el riesgo que deberá soportar el deudor no será idéntico para todos los
remedios. Si el acreedor elige la pretensión de cumplimiento específico, deberá el
deudor la cosa (o consecuencialmente su valor, en caso de destrucción ex art.
1672), más los perjuicios moratorios. Si existiese la facultad del acreedor de elegir
libremente el cumplimiento "por equivalencia", deberá hacerse cargo el deudor del
equivalente pecuniario de la prestación, más los perjuicios también por la mora. En
cambio, si el acreedor elige la resolución, el deudor correrá el riesgo de la
restitución de la cosa pagada por el acreedor (arts. 1486 y 1487) más la
indemnización de los perjuicios resolutorios ("compensatorios" por el
incumplimiento contractual). Otro tanto sucedería con la indemnización
"autónoma", en que deberá el deudor responder por los perjuicios que cause el
incumplimiento contractual.
Si se ve bien, los riesgos del incumplimiento del deudor no sólo dependen del
pacto contractual expreso de las partes de distribución de los riesgos, sino
además de la elección del remedio por el acreedor. El riesgo del incumplimiento
que debe soportar el deudor no será idéntico en todas las situaciones porque
dependerá, según el sistema de remedios propuesto para los contratos bilaterales
(régimen de ejercicio conjunto de remedios), precisamente de la elección del
acreedor. De esta manera, por lo menos teóricamente, no será idéntico el riesgo
que asume el deudor por la demora (pretensión de cumplimiento más perjuicios
moratorios o sólo perjuicios moratorios en caso de que el acreedor hubiese
cumplido) que el evento que el deudor decida optar por la resolución del contrato
más perjuicios570.
160
Volviendo sobre Cecinas La Preferida S.A. con Sociedad Comercial Salinak
Limitada, como se trata de un caso de resolución con perjuicios, habrá que
determinar el ámbito de protección de la acumulación "institucional" de la
resolución con los perjuicios para determinar cuál es la extensión causal de los
perjuicios resolutorios. Lo que quede fuera del "fin de protección" de la
acumulación institucional, entonces debe ser soportada por el acreedor. Por el
contrario, las consecuencias dañosas que se estimen que son parte del fin de
protección de la acumulación "institucional", deben entonces imputarse al deudor,
y éste deberá responder por ellas.
161
Esto supone entender que la indemnización de los perjuicios resolutorios, por su
conexión a la resolución (la acumulación "institucional" propuesta), constituye un
caso preciso de responsabilidad contractual, no equiparable por lo menos desde el
plano teórico a otras indemnizaciones por incumplimiento de contrato
(indemnización moratoria, eventual indemnización "autónoma"). En efecto, como
se pretende haber demostrado en el presente capítulo, la indemnización de los
perjuicios resolutorios guarda diferencias de operatividad, por lo menos en lo que
se refiere al requisito "mora", con la indemnización por el retardo. Pero, en lo que
más importa, la indemnización se encuentra directamente relacionada con la
extinción de la relación obligatoria y con el efecto restitutorio de la resolución. Es
decir, la indemnización de los perjuicios resolutorios constituye una hipótesis
especial de responsabilidad a la que debe asignársele un propio concepto de daño
contractual atendida la acumulación de la indemnización a los efectos de la
resolución.
162
CAPÍTULO CUARTO EL DAÑO CONTRACTUAL INDEMNIZABLE EN CASO DE
RESOLUCIÓN POR INCUMPLIMIENTO
I. EL DAÑO INDEMNIZABLE EN CASO DE RESOLUCIÓN. APLICABILIDAD DE LOS CONCEPTOS DE DAÑO AL INTERÉS POSITIVO Y DAÑO AL INTERÉS NEGATIVO A
LA INDEMNIZACIÓN DE PERJUICIOS DERIVADA DE RESOLUCIÓN CONTRACTUAL 573
Con todo, la distinción entre interés positivo e interés negativo efectuada por
Ihering no sólo sirvió para la formulación del daño indemnizable en materia de
responsabilidad precontractual, sino que su aplicación excedió sus márgenes
abarcando incluso el espectro de la responsabilidad contractual. Particularmente,
en la tradición de derecho continental a los daños derivados de resolución
contractual (a). Pero no sólo ahí. También en la órbita del common law (b), como
se tendrá ocasión de revisar, la distinción entre el daño al interés positivo y daño al
interés negativo ha tenido aplicación a daños por incumplimiento contractual.
a. En el derecho continental
165
En la tradición de derecho continental, la distinción entre daño al interés positivo
y daño al interés negativo aplicable en responsabilidad contractual tiene su fuente
en Italia, especialmente en relación a la indemnización en caso de resolución. A
pesar de que la distinción entre daño al interés positivo y negativo nace de Ihering,
debe recordarse que bajo el solo BGB no podía acumularse la indemnización de
los perjuicios a la resolución del contrato, cuestión que cambió con la
modernización del derecho alemán de las obligaciones 577. Sin embargo, fue
recogida por la doctrina italiana, a partir del artículo 1165 del antiguo Codice (art.
1453 del actual578), de redacción muy similar al art. 1184 CCFra 579.
166
del tema con especial énfasis, sin embargo ligado también al problema de la
retroactividad de la resolución590.
b. En el common law
Desde una perspectiva funcional, esto es, desde los fines que persigue la
indemnización de perjuicios, la pregunta que se formulan los autores es si se
justifica la indemnización sobre la base de lo que el acreedor esperaba obtener
por el cumplimiento del contrato, la que era la regla indiscutida en el common
law hasta la publicación de dicho artículo594.
167
Para estos efectos, Fuller y Perdue distinguieron tres clases de intereses
indemnizatorios por incumplimiento de contrato: El expectation interest (interés por
la expectativa o interés contractual positivo), el reliance interest (interés de
confianza o interés contractual negativo), y el restitution interest (interés
restitutorio).
Así, dentro del interés negativo, el daño emergente estará configurado a partir
de tres partidas. En primer lugar, se refiere a los gastos realizados por el acreedor
en la etapa precontractual, de manera muy similar a la indemnización por culpa in
contrahendo. En segundo lugar, según el criterio del interés negativo, el daño
emergente resarce los gastos que ha efectuado el acreedor en la ejecución del
contrato607. Y, en tercer lugar, comprendería los gastos realizados por el acreedor
después del incumplimiento del contrato ("daños incidentales", a los que Fuller y
Perdue calificaban como incidental reliance608). Por el contrario, según el criterio
del interés positivo, el daño emergente se constituye, en primer lugar, por la
diferencia de valor de la cosa. Es lo que en el ámbito anglosajón se
denomina difference in value, diminution of value o loss in value. Si se trata de
colocar al acreedor en aquella posición como se le hubiese cumplido el contrato a
través de la indemnización de perjuicios debería, en principio, calcularse por la
diferencia entre el valor de la prestación esperada y la propia (en un contrato
bilateral). En segundo lugar, se señala que el daño emergente estaría constituido
por el aumento del pasivo del deudor que se genera por los gastos que ha debido
169
hacer el acreedor para limitar, disminuir o disipar el daño contractual (el mismo
concepto de "daño incidental" al que se ha hecho referencia) 609.
Tratándose del lucro cesante según el criterio del interés negativo está
constituido por la pérdida de una chance en la conclusión del contrato 610; o bien,
por la pérdida de una oportunidad que corresponde a una chance de obtener una
ventaja por un contrato alternativo 611. Por el contrario, según el criterio del interés
positivo, el lucro cesante debería consistir en el beneficio económico que el
contrato le hubiese reportado al acreedor si se hubiese cumplido en tiempo y
forma612.
1º. En los sistemas de tradición europea continental ciertos autores estiman que,
frente a la retroactividad de la resolución del contrato 614, el interés indemnizable es
el interés negativo. La pérdida de efectos del contrato implicaría que el daño se
encuentra al momento del perfeccionamiento del contrato y no en la inejecución
del mismo615. La indemnización de perjuicios en este caso es muy similar o
prácticamente idéntica a un caso de culpa in contrahendo. Desde este punto de
vista, la indemnización del interés negativo sería la forma más eficaz de proteger
la confianza generada por la promesa empeñada en la celebración de un
contrato616.
170
3º. Así, consecuencialmente, se ha señalado que el interés contractual negativo
implicaría romper con el principio de la fuerza obligatoria del contrato, por lo
menos en su noción fundamental, que supone el cumplimiento del contrato en su
totalidad, precisamente por la extinción del contrato 618.
6º. Desde este punto de vista, la indemnización del interés negativo sería más
adecuada al requisito de la certeza de los daños 622. En este sentido, las actuales
formas de celebración de los contratos (por adhesión o a través de condiciones
generales de la contratación) en que no existe propiamente negociación sólo
permitirían indemnizar el interés negativo, ya que no es posible dar cuenta a la
otra parte de los posibles efectos perniciosos que un incumplimiento del contrato
traería aparejado para la otra parte623.
7º. En cuanto al interés del contratante inocente, no puede decirse que aquel
tenía interés en que las cosas sucedieran como si el contrato no se hubiese
celebrado, sino al contrario, al contratar lo que quiso el contratante diligente es
que el contrato efectivamente se hubiese cumplido 641. Siguiendo esta cadena
argumentativa, se ha señalado que cuando se indemnizan los perjuicios
resultantes de la infracción del contrato basados en la pura confianza en que el
contrato se celebrara (interés negativo), no habría diferencias entre otorgar
perjuicios en sede contractual y en sede extracontractual 642.
8º. En relación con el punto anterior, se contesta a la objeción que existiría una
renuncia al interés negativo señalando que existe una diferencia entre la opción de
cumplimiento, que es la ejecución en naturaleza de la obligación, y el interés
positivo, que sólo envuelve los beneficios que le hubiera reportado el
cumplimiento íntegro y oportuno de la obligación 643.
Como puede apreciarse, existen fuertes argumentos que permiten sostener que
la indemnización de daños consecuencial a la resolución del contrato puede
medirse según el criterio del interés positivo. La pérdida de eficacia del contrato no
obsta a que el acreedor pueda solicitar los perjuicios como si el contrato hubiese
existido y se hubiere cumplido. Tal como hemos tenido oportunidad de estudiar, no
hay problemas de lógica jurídica ni contradicciones en la defensa del interés
positivo.
Pero que sea admisible a nivel lógico jurídico no quiere decir que haya sido
aceptado por nuestra legislación positiva. Es necesario, por tanto, analizar si en el
sistema de remedios al incumplimiento contractual previsto en el Código Civil
chileno la indemnización de perjuicios en la resolución debe ser avaluada según el
interés negativo o sobre el interés positivo.
173
B. DEFENSA DEL INTERÉS POSITIVO COMO CRITERIO INDEMNIZATORIO EN LA
RESOLUCIÓN POR INCUMPLIMIENTO BAJO EL ART. 1489 CCCH
A pesar de que no existe una regla explícita en el Código que permita sostener
la resarcibilidad del interés positivo, se sostendrá que la acción de perjuicios
contenida en la referida norma es una forma de protección del crédito que permite
avaluar la indemnización según la expectativa de cumplimiento.
El tenor literal de las normas del Código Civil chileno que regulan la
indemnización de perjuicios en la resolución contractual no permite determinar
cuál es el interés indemnizatorio protegido.
La regla de perjuicios del artículo 1489, debe construirse sobre la base de esta
norma más las contenidas en el Título XII del libro IV, "del efecto de las
obligaciones"; particularmente las normas previstas en los artículos 1556 y 1558.
Por una parte, como ha señalado parte de la doctrina, las nociones legales de
daño emergente y lucro cesante, con fuente en el artículo 1556, son igualmente
aplicables tanto a las hipótesis de indemnización de perjuicios por interés negativo
y positivo.
Y por otro lado, la norma del artículo 1558 sobre previsibilidad de los daños
también puede interpretarse en un doble sentido, esto es, tanto a favor de la
admisibilidad de los daños derivados del interés positivo como del interés
negativo.
Se puede estimar que los daños, según la regla de previsibilidad, son aquellos
que derivan de la inejecución del contrato mismo. Así, se podría argumentar que la
ley protege la expectativa de cumplimiento porque los perjuicios que se valoran
son aquellos que "fueron una consecuencia inmediata o directa de no haberse
cumplido la obligación" (artículo 1558).
Sin embargo, argumentando a favor del interés negativo, se podría decir que los
daños como consecuencia directa e inmediata son aquellos que se producen en el
174
patrimonio del deudor en la diferencia real producida por la no conclusión del
contrato645.
Por ello, la regla de previsibilidad de los daños contractuales del artículo 1558,
tampoco nos ofrece una solución al problema planteado sobre el interés
indemnizable.
a. Resolución e indemnización:
entre protección del patrimonio y protección del crédito
175
La cuestión a resolver es si la indemnización que acompaña al
efecto extintivo/restitutorio debe igualmente cubrir el interés negativo; o bien, al
contrario, debe proteger la expectativa de cumplimiento del contrato.
177
Si la acción de perjuicios en caso de resolución es un remedio que protege el
crédito por el incumplimiento contractual, entonces cabe entender que los daños
que el juez debe tener en consideración para la avaluación de la indemnización
deben encontrarse en la esfera del interés positivo.
1ª. Desde el punto de vista histórico, resulta dudoso que el origen de la acción
de perjuicios en caso de resolución de contratos contemplara una indemnización
de perjuicios fundada en el interés negativo cuando operara la
resolución. DOMAT fundó la indemnización de perjuicios en el id quod interest del
acreedor y ello debe suponer la no retroactividad del contrato resuelto 654.
179
3ª. A nuestro entender, el Código no adoptó un efecto retroactivo para las
demás partidas restitutorias (frutos, mejoras y deterioros), lo que nos hace pensar
que el codificador estableció un sistema no retroactivo. En efecto, como se tuvo
oportunidad de analizar, los frutos no se restituyen (artículo 1488) 656; tampoco las
mejoras y los deterioros (artículo 1486 inciso 2º).
180
El problema que plantea esta tesis es que sugiere la desaparición retroactiva del
contrato659. Los dos argumentos que sostienen la resarcibilidad del interés
negativo: retroactividad y renuncia, parecen estar atados. Por eso los argumentos
ya ofrecidos en contra de la retroactividad, debieran servir para descartar la
supuesta renuncia.
Además, creemos que la teoría es errónea porque habrá casos en los que no es
posible sostener que el acreedor renunció al interés positivo al no ejercer la acción
de cumplimiento, porque no tenía posibilidad de hacerlo. Hay situaciones en que,
a pesar del incumplimiento del deudor, no puede el acreedor demandar la
expectativa de cumplimiento del contrato (in natura o por equivalencia). Así, en las
obligaciones de dar cosas específicas en las que el cumplimiento por equivalencia
se puede confundir con la restitución 660; y en aquellas situaciones en que la
obligación de hacer no puede cumplirse forzosamente 661.
Por ello, la actuación del deudor no debiera limitar la opción del acreedor en la
expectativa de contrato, porque ello sería entregar la suerte del contrato y de los
remedios al contratante incumplidor.
181
Existe una importante diferencia de contenido: la indemnización de los perjuicios
derivados de la pretensión de cumplimiento son moratorios; en cambio, en la
resolución son compensatorios.
183
que se podría producir cuando la indemnización en caso de cumplimiento sería
monetariamente equivalente a la indemnización resolutoria.
Así planteadas las cosas, parece en abstracto haber una diferencia entre daño
al interés positivo y negativo, pero no así entre la indemnización compensatoria y
moratoria. Para concretar el ejemplo, entonces, introduciremos una variable: el
objeto comprado se trata de un repuesto necesario para una máquina. Al aplicarlo
a ésta, por defecto de aquél, la máquina se descompone y paraliza la producción
de los bienes que ella elaboraba. En el daño al interés negativo será necesario
entonces resarcir el daño sufrido, cual es el costo de reparación de la máquina
que se estropeó. En cambio, si la óptica se coloca en el daño al interés positivo, el
daño mira a la inejecución del contrato. Por lo pronto, las mercancías que se
hubieren estropeado y lo que dejó de obtener por ellas sumadas a la falta de
producción.
184
En la pretensión de cumplimiento, el contrato mantiene vigencia, y por tanto el
acreedor se verá obligado a pagar el precio, si es que no lo ha pagado. En
cambio, en la resolución, el acreedor se libera de cumplir por su parte lo pactado,
o bien, si pagó obtendrá restitución.
185
jurisprudencia estudiada. En menor medida es posible trazar líneas
jurisprudenciales al efecto. Este difuso panorama jurisprudencial nos permite
ofrecer, desde el plano teórico, una fórmula general para la determinación de los
perjuicios resolutorios que será propuesto en el apartado siguiente.
Otro tanto sucede en Medina con Natural Home S.A., caso de incumplimiento de
un contrato de construcción por el artífice. La Corte de Apelaciones de Santiago
determinó en este caso que la resolución afecta la parte no cumplida de la obra, lo
que constituye el perjuicio al acreedor, sin más indicaciones 685.
Para estos efectos se distinguirá entre las partidas indemnizatorias (1) y las
limitaciones a la indemnización de los perjuicios resolutorios (2).
A pesar de que todos los contratos descritos son bilaterales (por esa misma
razón tiene lugar la resolución del contrato), esto no significa necesariamente que
las prestaciones de las partes deban ser equivalentes desde el punto de vista de
su valoración en dinero. Esto es, la conmutatividad legal de estos contratos (art.
1441) no implica de forma necesaria que la obligación incumplida del deudor
sea exactamente equivalente desde el punto de vista monetario a la prestación
191
que el acreedor debía efectuar a su vez. Por esta razón es que las restituciones, si
bien protegen el interés negativo del acreedor, no siempre lo dejarán indemne.
Muy por el contrario, la frustración del interés del acreedor por el incumplimiento
puede producir numerosos daños dependiendo del interés del acreedor en la
prestación según el tipo de contrato incumplido. Por esta misma razón es que
frente a la liberación del acreedor, y la posibilidad que tiene el acreedor de realizar
una operación de reemplazo (consecuencia del efecto liberatorio de la resolución),
entonces pueda constituir un parámetro a tener en consideración para valorar la
indemnización.
Si bien ambos métodos se aplican tanto a los daños sufridos por el vendedor y
el comprador, su contenido es distinto 705. El método "concreto" aplicado a los
daños que sufre el vendedor cubre la diferencia de ganancia (profit margin) que le
hubiese reportado si se vende la cosa en el negocio de reemplazo a un precio
menor que en la compraventa primitiva 706. Si se vende a un precio mayor,
claramente no hay perjuicio por esta vía. Por el contrario, el método "concreto" no
cubre el lucro cesante del comprador, sino los daños representativos de no haber
recibido la cosa al precio establecido. Entonces, el interés (positivo) del comprador
podría cubrir alternativamente dos cosas: la expectativa de recibir la cosa o de
colocarla en un uso lucrativo707.
Sin embargo, cabe hacer presente que tanto en los PICC como en los PECL se
deja a salvo el derecho del acreedor para reclamar indemnización de perjuicios
por otros daños que se puedan recuperar a través de otras normas de los
mismos711, que supone distinguir otros intereses afectados del acreedor.
195
más o menos cercana el tenor de los instrumentos de derecho contractual
uniforme (CISG, PICC, PECL y los demás).
196
Bajo el entendido de que es aplicable la medición de los daños atendido el
interés del acreedor por la prestación según el método "concreto y abstracto",
corresponde ver cuáles son sus condiciones de aplicación.
Según el art. 75 CISG (y las demás normas de derecho contractual uniforme que
lo siguen), tres son las condiciones de aplicación del método "concreto": (a) Que
opere la resolución del contrato; (b) que se realice efectivamente una operación de
reemplazo (otra venta de los mismos bienes o compra de unos similares); y (c)
que el nuevo contrato verdaderamente reemplace el contrato original cuya
resolución se reclama, o más concretamente que entre el nuevo contrato y el
anterior exista una relación, de tal manera que el interés de cumplimiento del
contrato original quede de algún modo satisfecho por el segundo contrato 720.
El método "abstracto", por su parte, tiene lugar según el art. 76 CISG (y los
demás instrumentos) bajo las siguientes condiciones: (a) inaplicabilidad del
método "concreto"; (b) operatividad de la resolución del contrato; y (c) la existencia
de un precio "corriente" o de mercado721.
Ante la falta de una norma en el Código que imponga esta prelación para la
fórmula de cálculo de los perjuicios podrían existir dos opciones. Una sería aplicar
derechamente los arts. 75 y 76 de la Convención de Viena, integrando el vacío del
Código Civil sobre la materia, aduciendo que dicha Convención constituye el
197
espíritu general de la legislación (art. 24 CCCh), especialmente en materia de
compraventa (art. 22 CCCh). Otra opción sería otorgar plena libertad al juez para
la determinación del daño indemnizable, y permitirle, según las circunstancias,
aplicar o el método "concreto" o el método "abstracto". Con todo, si es que se ha
procedido a una operación de reemplazo, estimamos que el juez no puede
desconocer dicha circunstancia, puesto que con ello se cumple por lo menos
parcialmente el "deber" o "carga" de mitigación del daño. Por otro lado, frente a
dicha situación el juez deberá calificar, si a partir de dicho negocio, realmente se
ha soportado un daño que no se hubiese sufrido si se hubiese cumplido el
contrato. De esta manera, el juez debería calificar lo alegado por el resolvente, y
determinar en definitiva si los daños corresponden efectivamente a una medida
"razonable" de reemplazo (según lo dispone expresamente el art. 75 CISG), o bien
corresponde aplicar una medida distinta para valorar el daño, esto es, la regla de
mercado.
Por último, cabe recordar que en aquellos casos en que sea imposible aplicar el
método "abstracto", por ejemplo por la inexistencia de mercado, nuevamente se
puede reconducir la cuestión al problema de la pérdida de volumen, que se tratará
posteriormente.
Más interesante, en todo caso, resulta la "indemnización" del aumento del valor
de la cosa evicta. Esto supone que con posterioridad a la entrega de la cosa, ya
por causas naturales, ya por el "mero transcurso del tiempo" 735, debe obtenerse
una diferencia entre el precio pagado y el precio de la cosa en el mercado, que
representa el interés del acreedor por la cosa al tiempo de la evicción 736. En este
sentido opina Alessandri: "El comprador sale siempre ganancioso en caso de
evicción. Si la cosa disminuye de valor, se le restituye todo el precio. Si aumenta,
tiene derecho a ese aumento. La razón de esta aparente anomalía es que siendo
200
imputable al vendedor el daño que sufre el comprador, es lógico que se le
indemnice todos los perjuicios que le ocasione la evicción" 737. Si se mira con
detención, en realidad el caso de evicción total se asemeja bastante al cálculo de
la indemnización a través del método "abstracto", puesto que hay que determinar
el valor (de mercado) de la cosa al momento de la evicción y se obtiene la
diferencia entre el precio y el mayor valor que hubiese alcanzado la cosa. A esto
se refiere el mayor valor que alcanza la cosa por el "mero transcurso del
tiempo"738. No es óbice a esta conclusión lo dispuesto en el art. 1850, puesto que
sólo establece una limitación a este rubro para vendedor de buena fe (sólo
indemniza hasta un cuarto del precio originario), pero mantiene el total del
aumento de valor en contra del vendedor de mala fe.
2) Arrendamiento de cosas
a) Falta de la prestación
Con todo, no existe una norma equivalente al art. 1873 para el pago del precio o
renta en materia de arrendamiento. Tratándose del incumplimiento por esta
obligación, en principio el arrendador precisamente busca el pago de la misma
hasta el término del contrato (entendiendo que en el arrendamiento normalmente
se divide el pago del precio por parcialidades, lo que constituye la renta). Por
tanto, podría decirse que el interés positivo del acreedor por la prestación será el
pago total de las rentas. Esto se deduciría del tenor del art. 1945[1]: "Cuando por
culpa del arrendatario se pone término al arrendamiento, será el arrendatario
obligado a la indemnización de perjuicios, y especialmente al pago de la renta por
el tiempo que falte hasta el día en que desahuciando hubiera podido hacer cesar
el arriendo, o en que el arriendo hubiera terminado sin desahucio". Si bien la
norma no distingue y debería cubrir tanto la obligación de pago de la renta (art.
1944) como la de conservación de la cosa (art. 1939), debe tenerse en
consideración que el pago de todas las rentas que le quedaban por pagar hasta al
término del contrato se confunde con el cumplimiento de la obligación.
201
esta razón, el interés positivo del arrendador debe tener un contenido distinto,
supuesto un caso de resolución.
En primer lugar, cabe anotar según el art. 1934 que no hay derecho a
indemnización alguna a favor del arrendatario: (a) si "contrató a sabiendas del
vicio"; (b) si "no pudo sin grave negligencia de su parte ignorarlo [el vicio]"; y (c) si
"renunció expresamente a la acción de saneamiento por el mismo vicio,
designándolo". No es necesario según este artículo que el arrendatario sea un
"profesional" como en el caso de la compraventa, sino sólo basta que no haya
conocido del vicio de la cosa arrendada o no haya podido conocerlo sin grave
negligencia de su parte. Claro está, tratándose de profesionales (un arquitecto o
un constructor civil, por ejemplo), su impericia en la detección del vicio puede
transformarse en la negligencia grave exigida por la misma norma, por lo que la
202
existencia del vicio queda dentro de su esfera de control lo que justificaría que se
le prive del derecho a indemnización.
Fuera del ámbito de la exclusión de los perjuicios por vicios materiales, el art.
1933 distribuye los riesgos de la indemnización de perjuicios. La regla es la
siguiente: si el arrendador desconocía del vicio de la cosa existente al tiempo del
contrato, sólo hay derecho a la indemnización del daño emergente 743. Por el
contrario, si lo conocía o "si era tal que el arrendador debiera por los antecedentes
preverlo o por su profesión conocerlo", debe indemnizar el lucro cesante.
Creemos que la regla del art. 1933 no es en verdad una de valorización del
daño, sino una de distribución del riesgo entre los contratantes. La regla general
es que se le impute al arrendador una suerte de responsabilidad "objetiva", puesto
que aun cuando desconozca el vicio de la cosa, responde del daño emergente
(salvo que el arrendatario también no haya podido sino conocerlo, ex art. 1934).
Sin embargo, si se le imputa dolo negativo, que será la excepción, responderá
además del lucro cesante.
Del repaso de las fuentes históricas puede entenderse que el art. 1999[1] regula
la indemnización de perjuicios por incumplimiento contractual: el no pago del
precio en el caso del dueño de la obra; o bien, la falta de la prestación o prestación
defectuosa por parte del artífice. Pero el inciso segundo trata como un caso
de responsabilidad la facultad del dueño de la obra de desistir unilateralmente del
contrato ("por consiguiente"), pero que no suponga un incumplimiento contractual
del artífice. A esto se refieren, precisamente, los antecedentes que tuvo Bello a la
vista748. Por esta razón es que en virtud del art. 1999[2] se separan dos cosas: (a)
el reembolso al artífice de todos los costos; y (b) la indemnización por el valor del
trabajo efectuado (daño emergente) y lo que hubiere podido ganar en la obra
(lucro cesante). De acá es que es posible conjeturar que el art. 1999 trata de dos
supuestos distintos de responsabilidad. Uno por incumplimiento general de
contrato (art. 1999[1]), y otro por desistimiento unilateral de contrato (art.
1999[2])749.
4) Arrendamiento de servicios
Con todo, del estudio de la jurisprudencia en Chile, puede señalarse que es muy
poco frecuente encontrar casos en que se haya alegado el negocio de reemplazo
como medida de comparación de los daños sufridos por el acreedor en materia de
arrendamiento de servicios (o método "concreto"). Probablemente el único caso en
que se ha reclamado del costo del negocio de cobertura (o por lo menos lo más
cercano a ello) es Juica y otros con Liceo San Francisco de Asís y otros 755. Se
recordará que este pleito indemnizatorio se produjo por la expulsión de los hijos de
la demandante de un colegio. Dentro de los daños reclamados, se demandó el
costo que significó para el acreedor colocarlos en un colegio cuya matrícula era
mayor que la del colegio primitivo. Se demandó el mayor valor de la nueva
matrícula a título de lucro cesante. La colocación de los menores en un colegio
distinto se asemeja mucho a lo que podría considerarse un negocio de cobertura.
El fallo de segunda instancia se hace cargo expresamente de la cuestión (consid.
10º), rechazando este tipo de daños por problemas de previsibilidad: "Lo mismo
puede decirse respecto del hecho de tener los actores que matricular a sus hijos
en otros colegios, porque de todas maneras tendrían que haber incurrido en los
gastos consiguientes, y si de cambiarlos de un colegio subvencionado (como lo es
el Colegio San Francisco de Asís) a otro no subvencionado o pagado, no probaron
206
que realmente se hubiesen visto en la necesidad u obligados a optar por estos
últimos ante la falta de cupos en otros colegios subvencionados, de modo que el
cambio a colegios pagados no es una consecuencia ineludible de la circunstancia
de no renovarse la matrícula, porque bien los actores pudieron contratar los
servidos educacionales de un colegio subvencionado"756.
5) Mandato
Para los efectos del daño indemnizable, es conveniente distinguir dos cosas. La
primera se refiere a la ejecución propia del mandato que determinará la
responsabilidad del mismo; y la segunda a las consecuencias patrimoniales que
derivan para el mandante de la falta en la prestación o prestación defectuosa del
mandatario. Por tanto, una cosa es el daño producido por la falta de prestación o
prestación defectuosa del mandante, y otra son las consecuencias desfavorables
directas que representará ello para el patrimonio en que probablemente se
afectará su estado patrimonial existente al momento de entrar en el contrato de
mandato, o bien, el beneficio patrimonial que esperaba obtener a partir de la recta
ejecución del mandato (arts. 2147[2], 2156[1] y 2157).
Por lo tanto, frente a la decisión del mandante de resolver el contrato 758, puede
suceder que el mandante requiera el encargo a otro de tal manera que pueden
aplicarse los criterios "concreto" y "abstracto" para la medición del interés de la
prestación. Este será propiamente el interés del mandante en la prestación, y que
se traduce en el desequilibrio patrimonial producido por requerir la prestación
respecto de otro sujeto. Con todo, la determinación de la regla de mercado puede
verse morigerada a partir de lo dispuesto en el art. 2117, ya que la remuneración
puede ser determinada, en subsidio del pacto contractual, incluso por la ley, la
costumbre o el juez.
Para estos casos entonces resulta difícil la valoración del interés del acreedor
por la prestación, aun a través de las medidas del método "abstracto" y "concreto",
toda vez que podría confundirse el interés del acreedor en el contrato preparatorio
con el futuro interés en la prestación del contrato definitivo 762.
Gatica, por su parte, explica con mayor detención lo que ocurriría en las
obligaciones dinerarias: "Se trata de ser consecuente con la naturaleza de las
obligaciones de dinero, que las hace diferentes, en lo tocante a su indemnización,
a las demás clases de obligaciones; y de armonizar de forma equitativa los
intereses contrapuestos de las partes, pero sometiéndolo, en cambio, a un
régimen rígido de resarcimiento, que limita la responsabilidad del deudor" 768. Debe
observarse, en todo caso, que la opinión de Gatica se basa en la confusión entre
la pretensión de cumplimiento y el id quod interest ya que entiende que por
tratarse precisamente de una obligación de dinero, la prestación no puede
transformarse en su equivalente pecuniario, justificando que por ello sólo se deben
intereses moratorios por sobre el capital adeudado 769. Gatica, asimismo, funda su
opinión en la dificultad que tendría el cálculo de los daños por incumplimiento de
obligaciones dinerarias, lo que fundamentaría la norma del art. 1559 770.
2) Observaciones críticas
a la aplicación del art. 1559 a los perjuicios resolutorios
Muy por el contrario, es posible afirmar que el art. 1559 está pensado para el
cálculo de los perjuicios que siguen a la pretensión de cumplimiento. Si se lee con
detención la norma, se ve que ella está pensada para el cálculo de los
perjuicios moratorios, no compensatorios. Esto se desprende de su tenor literal, ya
que alude expresamente a estos perjuicios ("la indemnización de perjuicios por la
mora"). Es esta indemnización, la moratoria por incumplimiento de obligaciones
dinerarias, la que se encuentra sujeta a las reglas contenidas en el art. 1559, no
otras.
212
Creemos que la interpretación propuesta puede verse confirmada por la historia
legislativa. En efecto, el art. 11 del título XI del proyecto de 1842, contenía la
norma que hoy es el art. 1559 del Código. Aunque su redacción era bastante
similar a la actual, sin embargo carecía de algunas expresiones de las que goza la
actual norma, lo que nos lleva a pensar que su actual configuración es de
aplicación a los casos de cumplimiento.
Así, el inciso primero art. 11 del título XI del proyecto de 1842 establecía lo
siguiente: "Si la obligación es de pagar una cantidad de dinero, la indemnización
está sujeta a las reglas siguientes". Puede observarse que el proyecto de 1842 no
contenía la expresión "por la mora" que tiene la norma actual, agregada en el
proyecto de 1853 (art. 1738). También, la regla segunda del proyecto de 1842
decía: "El acreedor no tiene necesidad de justificar perjuicios; basta el hecho del
retardo". Debe advertirse también que el proyecto carecía también de la expresión
"cuando sólo cobra intereses", agregada en el proyecto de 1847, art. 102.
De la redacción del art. 11 del título XI del proyecto de 1842, puede advertirse
que la norma tenía pretensiones de generalidad frente al incumplimiento de
obligaciones dinerarias. La no contemplación de las expresiones "por la mora" y
"cuando sólo cobra intereses", implicaba en el proyecto que cada vez que el
acreedor demandara el incumplimiento de una obligación dineraria sólo podría
cobrar intereses como perjuicios. Es más, no debía en ningún caso probar el daño,
puesto que la ley lo presumía (regla segunda).
Esto cambió parcialmente en el proyecto de 1847, toda vez que la ley liberó de
la prueba de los perjuicios sólo cuando el acreedor cobraba intereses, pero
mantuvo la regla general por el inciso primero de la norma; es decir, para el
cálculo de los perjuicios derivados de cualquier obligación de dinero incumplida,
igualmente debía aplicarse la norma en comento.
Esto nos lleva a pensar que para los demás casos de incumplimiento de
obligaciones dinerarias cuando no se busca el resarcimiento moratorio no se
aplica el art. 1559; y, por consiguiente no se presume el daño a partir de dicha
norma.
La tipología de este interés del acreedor puede ser muy variada. Dependerá de
las circunstancias del caso y de la prueba que ofrezca el actor sobre el perjuicio
indemnizable, sujeto empero a correcciones por las limitaciones a los perjuicios.
Creemos, en todo caso, que esta medición por la utilidad líquida o neta que el
acreedor esperaba obtener es alternativa al método "concreto" o "abstracto". Es
decir, se podría solicitar indemnización o el valor real o presunto de la operación
de reemplazo, o por la utilidad líquida. Pero no ambas conjuntamente. Si el
acreedor decide realizar una operación de reemplazo, entonces, obtendrá una
utilidad (si es que la obtiene) con el reemplazo, no con la operación originaria que
se frustró por el hecho del incumplimiento. De aquí es que no podría reclamar la
utilidad que se frustró por la operación y además acumularlo al mayor costo que le
ha producido el negocio de cobertura. Por el contrario, si no se realiza una
216
operación de reemplazo, o bien no se reclama su hipotético valor (método
"abstracto"), podría el acreedor reclamar sólo la utilidad frustrada sin sumar dicha
hipotética operación.
218
estas hipótesis se plantea la situación de la pérdida de volumen de venta (loss of
volume)790.
Para estar dentro del concepto de pérdida de volumen, sería necesario: (a)
prueba de la capacidad del vendedor de absorber la demanda; (b) que el
comprador de la reventa hubiese comprado otros bienes del vendedor si se
hubiese cumplido la compraventa definitiva; y (c) ausencia de costo adicional para
el vendedor en la reventa, porque de lo contrario se estaría en un caso de
expansión del negocio y no habría merma para el vendedor 791.
219
Un ejemplo graficará mejor la cuestión. Imagine que A vende una máquina a B
por 100, pero después la vende a C por 180, incumpliendo su deber de entrega a
B. Imagine ahora que el valor de la máquina es de 120, por tanto B la hubiese
comprado a un precio beneficioso. Si B demanda la resolución del contrato, y se
valorizan los daños en atención al método "concreto" o "abstracto", B obtendría la
restitución del precio pagado (100), más los daños por el mayor valor de la cosa
(20). Ahora, si B hubiese tenido la cosa en su poder, habría podido vender la cosa
al tercero al valor que éste ofrecía (180), y obtener una utilidad (de 60). En
cambio, A al incumplir su contrato obtiene esta utilidad (60) de la que vio privado
B, o más si se toma en consideración el valor original en que se había vendido la
cosa a B.
Ahora, ¿es posible que B obtenga una indemnización de perjuicios por la utilidad
que obtuvo el vendedor incumplidor, que representa una cantidad mayor a la que
obtendría por la medida normal de los perjuicios por la expectativa?
Con todo, cabe resaltar que no cualquier incumplimiento "eficiente" del deudor
será a su vez "oportunista". El ejemplo anterior da cuenta de uno de este carácter,
220
pero no siempre será así. Imagine que el vendedor no cumple su obligación de
entregar la cosa porque no la terminó a tiempo (por ejemplo, la construcción de un
artefacto). Ante esta situación el comprador decide resolver el contrato y acude al
mercado para realizar una operación de reemplazo. Pero, en un tiempo posterior,
el vendedor encuentra un comprador distinto y logra vender la cosa a mayor valor.
Se puede decir entonces que su incumplimiento es "eficiente" desde el resultado
obtenido, pero no "oportunista". No ha incumplido deliberadamente su contrato
para obtener una ganancia a partir del incumplimiento.
c. El interés de confianza
222
Como se ve, esta partida indemnizatoria protege el interés negativo del
acreedor. Pero no cabe confundir el interés negativo del acreedor, llamado
también interés de confianza, con los que ahora llamamos daños por el interés de
confianza. El interés negativo tiene por objeto colocar al acreedor en una posición
como si no hubiese celebrado el contrato, y abarca todos los daños que tienen por
objeto dejar al acreedor en tal estado. En cambio, los daños por el interés de
confianza en el sentido que le estamos dando, sólo se refieren a los daños que
consisten en las expensas en que incurrió el acreedor en la confianza que la
obligación del deudor hubiese sido cumplida (por ello se podría hablar también de
daños por interés de confianza en sentido estricto).
A su vez, estos gastos pueden ser de dos clases: las expensas en que incurrió
el acreedor para el cumplimiento de su propia obligación y los gastos que efectuó
el acreedor antes de entrar en el contrato, pero que se entenderán recuperados
por el pago de la prestación por el acreedor.
223
Normalmente el acreedor luego de entrar en el contrato deberá realizar ciertos
gastos tendientes al cumplimiento de su propia obligación, lo que corresponde a
los costos del cumplimiento. Por ejemplo, si el vendedor debe entregar un número
determinado de sillas al comprador, para su construcción deberá incurrir en un
conjunto de gastos para su elaboración (madera, otros materiales, costos
laborales, etc.). Estos gastos en que incurre el acreedor estarán razonablemente
contemplados en la contraprestación que se espera obtener por el deudor, que en
definitiva se ve incumplida. Ahora, la cuestión es si estos costos son
indemnizables.
Sin embargo, puede darse el caso que esos gastos para el cumplimiento de la
obligación se hayan hecho inútiles. Imagínese un contrato para la confección de
una obra material en que el dueño de la obra no paga el precio estipulado (o sus
parcialidades pactadas), y el artífice contrató a un arquitecto para el diseño de la
obra que se paralizó o nunca llegó a construirse, debiendo pagar los honorarios de
este arquitecto. Frente a esta situación, creemos que puede el acreedor recobrar
estos costos, que en definitiva se hacen inútiles puesto que nada se le podrá
restituir. La norma a la que puede acudirse para fundamentar esta indemnización
es el propio art. 1999[2] del Código Civil. Si bien se señaló que la norma no se
aplica a un propio caso de responsabilidad contractual, aun debe hacerse una
lectura a fortiori de la misma: si en un caso que no constituye responsabilidad
contractual debe "reembolsarse" los costos en que incurrió el acreedor, con mayor
razón deberían indemnizarse en un caso de responsabilidad.
Habrá que tener en consideración las circunstancias del caso para determinar si
en definitiva deben indemnizarse o no. En primer lugar, puede suceder que el
acreedor haya realizado una operación de reemplazo en cuyo caso habrá que
observar qué relación existe entre el reemplazo y estos gastos colaterales para
determinar si en definitiva han resultado inútiles. Imagine que se compra otra
máquina, como reemplazo de la original, que puede ajustarse exactamente a la
construcción del galpón. En este caso la inversión en el inmueble no puede
decirse que ha estado perdida. Imagine ahora que se compra una máquina de
reemplazo, pero que, para adaptarse el nuevo vendedor cobra un precio mayor
que el normal. Aquí en realidad debería calcularse el daño de conformidad con el
método "concreto", siempre que la nueva máquina sea considerada como un
reemplazo de la primera. Imagine ahora que se compra una nueva máquina, pero
el comprador debe realizar modificaciones al galpón originario. Todo el costo de
construcción del galpón no se hace inútil, sin embargo el vendedor originario
debería ser condenado al pago del costo de adaptación del galpón según los
nuevos requisitos de la máquina de reemplazo.
225
ii. El problema del límite de los daños
por interés de confianza por el valor del contrato y su posible configuración como
daños alternativos al interés por la prestación
Del párrafo recién transcrito, se podría concluir que los daños por el interés de
confianza no podrían acumularse completamente a la indemnización por el valor
de prestación. Por el contrario, existirían límites.
Así, los daños por "confianza esencial" no se podrían acumular a los daños por
el interés en la prestación puesto que se estaría sobrecompensando al acreedor.
Con todo, la tesis de Fuller y Perdue se coloca en el supuesto que el acreedor
reclamara el beneficio bruto que el acreedor obtendría por la prestación. Por el
contrario, si se calculan los daños sólo por el beneficio neto (por ejemplo a través
de los métodos "concreto" o "abstracto", o bien alguna de las medidas alternativas
de cálculo por el interés en la utilidad de la prestación basadas en el beneficio
neto), no habría sobrecompensación al acreedor, y por tanto serían
acumulables816. Si el acreedor no logra acreditar esta clase de daños (métodos
"concreto" o "abstracto"), el costo de la "confianza incidental" no puede
recuperarse puesto que el acreedor no habrá cumplido con su prestación, por lo
que todavía podría realizar una operación de reemplazo. Es decir, no habría
costos que puedan ser considerados como inútiles 817.
Entonces podría plantearse una objeción: los daños que reclama el acreedor por
los gastos que generó su confianza incidental pueden llegar a ser considerados
como exorbitados o ruinosos para el deudor. El test que deberá pasar esta
indemnización deberá entonces analizarse desde el punto de vista de la
previsibilidad del daño, como asimismo de la carga de mitigación que en definitiva
permitirá ponderar si el deudor asumió o no el riesgo de este tipo de confianza 819.
227
Es sabido que la carga de mitigación no se encuentra contemplada en el Código
Civil, pero, como se observará 823, la doctrina nacional no ha tenido reparos en
adoptarla principalmente atendiendo a las exigencias de la buena fe contractual.
i. La situación en la jurisprudencia:
falta de acuerdo en la indemnización de los perjuicios
"incidentales" en caso de incumplimiento no doloso del deudor
Sin embargo, en Juica y otros con Liceo San Francisco de Asís y otros 826, la
Corte Suprema rechazó la concesión de daños incidentales por problemas de
previsibilidad, confirmando la tesis de la Corte de Apelaciones de Concepción. Si
bien la Corte Suprema configuró el incumplimiento imputable del colegio por la
cancelación de dos matriculas escolares, desestimó la indemnización del valor de
boletas médicas y el costo de matrícula de los menores en un colegio distinto, esto
228
es el daño incidental. Señala el tribunal máximo que no deben indemnizarse estos
perjuicios ya que se tratan de daños imprevistos, no cubiertos por la regla de
previsibilidad del artículo 1558 cuando el deudor ha incumplido con culpa el
contrato. Por tanto, cabe concluir que la Corte en este caso ha entendido que el
riesgo del deber de minimizar los daños lo debe soportar el acreedor.
A pesar de las diferencias de ambos casos, éstos tienen una unidad común
frente al hecho reclamado que produce perjuicios. Se trata de situaciones en que
el acreedor ha efectuado gastos con el objeto de corregir o evitar las
consecuencias o resultados dañosos que pueda producir el incumplimiento del
deudor. En el caso de La Preferida¸ los gastos evitaron la intoxicación de personas
con el producto eliminado, más los costos de los desechos. En el caso de Juica y
otros, los actores intentaron evitar el perjuicio que les acarreó la expulsión de los
menores del colegio, colocándolos en otro, más la evitación de la producción del
daño moral de los menores, producto del incumplimiento 827.
Pothier estimó que se deberían indemnizar al inquilino "los gastos que tenga que
hacer para cambiar de local", por el incumplimiento de la obligación de entregar la
cosa arrendada. Señala que éstos deben ser resarcidos porque se refiere a la
cosa misma arrendada830. Sin embargo, parecen acercarse bastante a los que hoy
entendemos como daños incidentales, ya que más que atender a la cosa misma,
tiene por objeto corregir los efectos del incumplimiento contractual culpable.
Por tanto, desde el punto de vista del origen de la norma del artículo 1558, su
aplicación a los daños incidentales es por lo menos dudosa.
231
Los instrumentos de derecho contractual uniforme, que intentan coordinar los
sistemas de common law y de tradición continental, avanzan hacia la concesión
expresa de los daños incidentales al acreedor.
Los PECL regulan de forma casi idéntica a los PICC el reembolso de los daños
incidentales. El artículo 9505(2) de los PECL establece expresamente el
reembolso de los costos que razonablemente sufre el acreedor en el cumplimiento
de la mitigación842. Sin embargo, en las notas explicativas del referido artículo no
aparece mención a haber seguido a los PICC sobre el particular. 843El DCFR sigue
a los PECL en idéntico sentido en el artículo 3705(2).
En segundo lugar, se puede señalar que hacer responsable al deudor por los
daños incidentales puede implicar que muchas veces esto sea más gravoso aún
que el incumplimiento contractual845. Por ejemplo, si con ocasión de la inejecución
del contrato decidiera el acreedor efectuar una operación de reemplazo que
duplica el valor de la obligación primitiva 846. Entonces, bien la regla de
previsibilidad podría intentar moderar estos posibles desequilibrios.
También puede ser rechazada esta posible objeción bajo el entendido de que la
carga de mitigación implica una valoración sobre la razonabilidad de la medida de
aminoración del daño. La valoración en definitiva la determina el juez, a pesar de
la actuación del acreedor. De tal manera que sólo lo que determine el juez como
razonablemente mitigado podría ser indemnizado como daño incidental. En
233
definitiva, el tema debe resolverse por el juicio de razonabilidad que la medida de
mitigación conlleva, y no sobre la regla de previsibilidad.
234
El acreedor en caso de resolución también podría tener interés en que los
perjuicios de naturaleza extrapatrimonial sean resarcidos. Hoy por hoy, ni en
doctrina ni en jurisprudencia nacional parecen existir reparos, por lo menos
generales, para que en un caso de resolución contractual se lleguen a indemnizar
perjuicios de índole extrapatrimonial.
235
i. Aceptación jurisprudencial
del daño extrapatrimonial como perjuicio resolutorio
Otro tanto sucedió en Venegas con Inmobiliaria Río Trancura S.A. El caso trató
de un contrato de promesa de compraventa en que el promitente vendedor dejó en
garantía una letra de cambio al demandado en garantía de la celebración del
contrato definitivo. Con todo, el contrato definitivo no puedo celebrarse ya que no
pudo accederse a ninguna institución bancaria, que financiara la operación del
236
promitente vendedor. Aunque el plazo de la promesa venció, el demandado
presentó el pagaré a cobro la letra de cambio y fue protestada. Ello implicó, según
el demandante, y por la Corte Suprema (consid 15º sentencia de reemplazo), la
pérdida de la fuente laboral del demandante, el deterioro de sus informes
comerciales y consecuentemente su credibilidad financiera, lo que justificó la
indemnización del daño extrapatrimonial 856.
Debe tenerse en consideración, en todo caso, que pueden existir por lo menos
dos criterios que permitan objetivar una indemnización por perjuicios
extrapatrimoniales en caso de resolución.
En primer lugar, ciertamente cualquier contratante puede sufrir una desazón por
el incumplimiento del contrato. Ahora, tal como lo ha apuntado la doctrina, el
umbral de la desazón debe sobrepasar un determinado nivel que justifique una
indemnización por daño extrapatrimonial, que estará íntimamente relacionada con
la obligación con contenido extrapatrimonial que se ve infringida. Sin embargo, si
239
el acreedor puede a través de un negocio de cobertura cumplir su expectativa de
cumplimiento, no se ve de qué manera puede verse el acreedor afectado.
Tomando por ejemplo el caso del profesional que no llega a la ceremonia del
matrimonio, si se llegara a contratar uno de urgencia, aun por un valor mayor,
únicamente habrá que calcular los daños patrimoniales, puesto que el interés
(extrapatrimonial) de cumplimiento se vio de alguna manera cumplido.
La normal determinación del daño sobre la base de los intereses descritos podrá
estar sujeta, empero, a dos limitaciones: que el perjuicio sea imprevisible (a), o
bien que no proceda su reparación puesto que el acreedor no ha realizado
operaciones conducentes a la mitigación de su propio daño (b).
240
En realidad, estas dos formas de limitación de los daños no son sino un espejo
en faz negativa de las partidas indemnizatorias fundadas en atención a los
intereses descritos. Sin embargo, como se observará, de su estudio puede
completarse la visión sobre los riesgos que deba indemnizar el deudor sujeto a la
resolución del contrato.
Una primera limitación a los perjuicios resolutorios está dada por la exigencia de
la previsibilidad del daño contractual, requisito ordenado en el art. 1558 del Código
Civil. La norma establece un límite a la indemnización de los perjuicios en el orden
de la previsibilidad dependiendo del tipo de incumplimiento del deudor: (a) cuando
el incumplimiento es no doloso, sólo se responde del perjuicio que las partes
previeron, o bien del que podía preverse al tiempo del contrato; pero, (b) cuando el
incumplimiento es doloso, el criterio de previsibilidad pasa a las consecuencias
directas o inmediatas del incumplimiento.
Como se venía introduciendo, el art. 1558 establece dos cosas: por un lado, el
criterio de causalidad aplicable a la responsabilidad contractual y por otro lado,
establece una limitación a los perjuicios: deben ser éstos previsibles.
En el primer caso, son los contratantes los que determinan cuáles son los daños
por los que deberá responder el deudor. A este respecto, la casuística puede ser
muy variada. Así, podrían las partes dar reconocimiento expreso de normas
legales supletorias de la voluntad de los contratantes, por ejemplo: que el deudor
se haga responsable del riesgo de la cosa hasta su entrega (art. 1550); del hecho
de sus dependientes (art. 1678); el arrendador, de los daños que sufra el
subarrendatario (art. 1963); en el mandato, el mandatario podría hacerse
responsable el beneficio patrimonial que espera obtener el mandante a partir de la
recta ejecución del mandato (arts. 2147[2], 2156[1] y 2157), entre otros. También
podrían las partes incorporar en el riesgo contractual expresamente normas de los
instrumentos de derecho contractual uniforme para el cálculo de los daños, por
ejemplo, que el deudor, en caso de resolución, responderá de acuerdo al art. 76
CISG.
Por otro lado, podrían también las partes ampliar los riesgos del deudor. Así, por
ejemplo: el deudor puede hacerse cargo expreso del riesgo de la cosa (art. 1550),
del hecho de terceros no auxiliares (arts. 1547 y 1672), tratándose de obligaciones
de medios hacerse responsable de un grado de diligencia mayor a la exigida (art.
1547), de las cosas que no existen pero que se espera que existan (art. 1813), de
los costos de transporte después de la entrega (art. 1825); del cuidado ordinario
de la cosa y de los gastos de custodia y conservación en caso de mora del
acreedor (art. 1827), entre otros.
Queda por resolver ahora cuáles son los daños previsibles (o aquellos que no) al
tiempo del contrato en ausencia de pacto contractual cuando el incumplimiento es
no doloso. Según el art. 1558 son los daños que "pudieron preverse al tiempo del
contrato". Esto plantea la interrogante de determinar cuáles son los daños
que pudieron preverse al tiempo del contrato por las partes, ya que es ese el
momento en que el legislador se coloca para la limitación de los daños.
Creemos que la misma regla puede aplicarse a la interpretación del art. 1558. La
falta de pacto expreso entre los contratantes no es óbice para probar que el
deudor podía tener conocimiento de los efectos que eventualmente produciría su
incumplimiento. En el ejemplo de la máquina, la especialidad de la misma, una
visita al lugar donde se instalaría, o incluso la posición del vendedor en el mercado
pueden ser indicios que permitan construir la previsibilidad del daño, aunque
contractualmente no se haya imputado dicho riesgo al deudor.
246
Un segundo límite que es posible configurar a la indemnización de los perjuicios
resolutorios es el incumplimiento de la "carga" o "deber" de mitigación del daño.
Es decir, el perjuicio resolutorio reclamado por el acreedor puede ser limitado o
restringido cuando el acreedor no realiza el conjunto de actividades relacionadas
con la minoración de su propio daño.
i. Configuración de la "carga"
o "deber" de mitigación del daño en la doctrina
nacional a falta de norma expresa en el Código Civil
247
La imposición de una norma de conducta tendiente a tal efecto se impone al
acreedor por las consecuencias desfavorables que aparejan el incumplimiento de
la misma895: (a) el acreedor no podrá cobrar aquellos perjuicios que no hubiese
razonablemente mitigado; (b) consecuentemente, el acreedor no tendrá la
posibilidad de recobrar las expensas que significó la carga de mitigación (daños
incidentales); y (c) el acreedor no podrá recobrar el total de los daños potenciales,
sino sólo en relación con aquellos que pudo evitar (pérdida "neta"). Por esta razón,
más que un deber, la actividad de mitigación se configura como una carga del
acreedor para exigir los perjuicios896.
Si la medida normal de los perjuicios resolutorios está dada por el interés del
acreedor por la prestación, lo que se traduce en definitiva en el cálculo de los
mismos a través de la real o hipotética operación de reemplazo (métodos
"concreto" y "abstracto" de cálculo de los daños), entonces se exige una actividad
de mitigación: precisamente, la operación de sustitución 897. El negocio de
cobertura, entonces, se traduce en una medida de mitigación, y además la base
sobre la que se calculan los perjuicios resolutorios. Luego, la prueba de ella
establecerá el estándar a comparar para determinar el perjuicio que sufre el
acreedor. Colocando como ejemplo una compraventa en que se incumple el pago
del precio, frente a un negocio de reemplazo del vendedor, se podrían dar tres
hipótesis:
1ª. Puede darse que el acreedor haya obtenido una ventaja (cobró un precio
mayor al del contrato originario), situación en que no hay perjuicio: no sólo mitigó
su daño, sino incluso llegó a paliarlo de tal manera que obtuvo una ganancia.
3ª. Por último, la tercera hipótesis se dará cuando el precio de la reventa sea
inferior al precio pactado en el contrato, caso en el que, en principio, el acreedor
podrá obtener como perjuicio resolutorio la diferencia entre el precio original y el
248
precio de la reventa, más los daños "incidentales". Será éste el perjuicio siempre
que se estime que la operación de reemplazo sea considerada como "razonable",
es decir, que el negocio de cobertura sea propiamente considerado como uno de
tal carácter. Porque de lo contrario, el acreedor fallará en la consecución de la
medida de mitigación y no podrá recobrar perjuicios, por lo menos por esta vía 898.
Con todo, no debe limitarse únicamente la carga de mitigación del daño a los
daños por el interés en la prestación o por la utilidad en la prestación. Así, como
tuvo oportunidad de revisarse, el cumplimiento de la carga de mitigación es
requisito asimismo de los daños "incidentales" 901.
CONCLUSIONES
250
de cumplimiento. Hay dos tipos de razones para adoptar esta interpretación. En
primer lugar, desde un estudio integral del sistema de remedios, la indemnización
de perjuicios en cuanto puro daño permite distinguirse claramente del
cumplimiento por equivalente. Y, en segundo lugar, esta interpretación permite
conciliar la indemnización con los efectos extintivos y restitutorios de la resolución.
251
6ª. La posibilidad de que el efecto extintivo de la resolución vaya acompañado
de indemnización de perjuicios es un principio general en las legislaciones de
corte romanista influidas principalmente por la redacción del artículo 1184 del
CCFra. Aquellos códigos que no lo permitieron expresamente, como el BGB y el
CCAr, han terminado por aceptar la posibilidad de la acumulación de remedios.
Asimismo, este es un principio general en los instrumentos de derecho contractual
uniforme.
12ª. La generalidad de la doctrina en Chile estima que la mora del deudor (art.
1551) es un requisito de la indemnización de cualquier clase de perjuicio
contractual a partir de lo dispuesto en el art. 1557 (hay sin embargo una opinión
discordante). Con todo, no se está de acuerdo con esta opinión, por tres razones.
En primer lugar, la mora no es útil para calificar la activación de la indemnización
de perjuicios. Reconociendo que normalmente mora y retardo coinciden, para los
efectos de la indemnización de los perjuicios resolutorios debe tenerse presente lo
siguiente: a) el simple retraso corresponde a una hipótesis de
incumplimiento total de la obligación y por tanto resolutorio, independiente que sea
calificado como moratorio; b) existen hipótesis de incumplimientos no moratorios
que por sí solos son resolutorios, como los casos de incumplimiento imperfecto
pero oportuno; c) en los casos de cumplimiento por consignación, la mora del
deudor sólo cobra relevancia para la calificación de la suficiencia del pago, no para
253
otros efectos. En segundo lugar, la mora como forma de retardo calificado para el
cálculo de los perjuicios es inútil como fecha fehaciente para el cálculo de los
perjuicios, en circunstancias de que a partir del momento de verificación del
incumplimiento resolutorio normalmente el acreedor sufrirá los perjuicios. Y, en
tercer lugar, la mora del deudor, en su efecto perpetuador, sólo guarda utilidad
para el mantenimiento ficto de la obligación ante la ocurrencia de un caso fortuito,
lo que permite al acreedor demandar la resolución y los perjuicios.
13ª. Podría pensarse que la mora del deudor guardaría importancia para
resolver el problema de los incumplimientos recíprocos. La opinión más clásica
sobre la materia señala que en caso de incumplimiento recíproco ninguno de los
contratantes estaría en mora (art. 1552), por lo que no cabría ni la resolución ni los
perjuicios. Nuevamente no se está de acuerdo con esa interpretación. En caso de
incumplimiento recíproco, cabe aplicar derechamente el artículo 1489 a la solución
de la controversia. Si lo demandado es el cumplimiento, bien la contraparte le
opondrá la excepción de contrato no cumplido. Pero si lo que se demanda es la
resolución, el supuesto de hecho contenido calza exactamente con lo dispuesto en
el artículo 1489 del Código Civil, por lo que el tribunal debe dar lugar a la
resolución. Sin embargo, para la indemnización de los perjuicios, debe tenerse en
consideración la conducta incumplidora que han llevado los contratantes. En
aquellos casos en que las conductas de incumplimiento entre los contratantes
pueden disociarse entre sí, ninguno de los contratantes debe ser indemnizado. En
cambio, cuando uno de los contratantes incumple como medida de reacción frente
al incumplimiento de la contraparte, debe resolverse la cuestión como si existiera
un solo incumplimiento. Distinto es este supuesto al de incumplimiento que, a su
vez, provoca el incumplimiento de la contraria, en cuyo caso habrá que analizar
cuál es el grado de incidencia del incumplimiento en la obligación recíproca. En
todos estos casos la mora no juega un papel relevante, se propone por tanto
desligarla del análisis.
15ª. El origen causal de los perjuicios resolutorios está marcado por el hecho del
incumplimiento resolutorio. Esto viene a confirmar que la mora del deudor, como
forma calificada del retraso, es inútil para analizar el problema del perjuicio
resolutorio, puesto que los daños deben calcularse desde el hecho del
incumplimiento.
255
distinción entre daño al "interés positivo" y daño al "interés negativo" es aplicable a
la indemnización de los perjuicios resolutorios dado que ya la resolución acarrea
como efecto la extinción de la relación obligatoria, pero además legalmente se
concede una acción de perjuicios.
24ª. Un tercer interés que puede verse afectado por el hecho del incumplimiento,
es el interés de confianza. Éste cubre las hipótesis de gastos que efectuó el
acreedor, ya sea para el cumplimiento de su propia obligación (confianza
"esencial"), ya sea relacionados con el cumplimiento de la obligación de la
contraria (confianza "incidental"). En ambos casos deberán resarcirse estos gastos
siempre que ellos resulten inútiles. En atención a los primeros, esta partida sólo
cubrirá aquellos gastos que no están cubiertos por el efecto restitutorio de la
resolución. En cambio, los segundos serán resarcibles en la medida que no
puedan ser aprovechados por el acreedor.
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