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WOYZECK

Georg BÜCHNER

Centro Editor de América Latina.


La traducción de esta obra ha sido efectuada por Manfred Schönfeld y sus derechos pertenecen a Editorial Losange, la
que ha dado el correspondiente permiso para su publicación.
Buenos Aires, 1969.

(EN CASA DEL CAPITÁN) 1 V (1)


EL CAPITÁN sentado en una silla; WOYZECK, afeitándolo.

EL CAPITÁN.-
Despacio, Woyzeck, despacio. Cada cosa a su debido tiempo. Te aseguro que me estás mareando.
Terminarás diez minutos antes y ¿qué haré yo después con esos diez minutos? Piensa un poco, Woyzeck:
tienes treinta años por delante, ¡treinta años de vida! ¡Es decir, trescientos sesenta meses con sus días, horas
y minutos! ¿Qué has de hacer con una cantidad de tiempo tan monstruosa? ¡Hay que administrarla,
Woyzeck!

WOYZECK.-
Sí, señor Capitán.

EL CAPITÁN.-
Te aseguro que el mundo me angustia, cuando pienso en la Eternidad. Todo es trajín, Woyzeck, ¡todo es
trajín y ocupación! Lo eterno es eterno, es eterno... ¿me comprendes, no? Pero al mismo tiempo no es eterno,
y entonces es un instante, sí, un instante... ¡Woyzeck, me estremezco al pensar que el mundo da una vuelta
entera en un solo día! ¡Qué manera de desperdiciar el tiempo! ¿Adónde conducirá todo eso? Te aseguro,
Woyzeck, que no puedo ver una rueda de molino sin ponerme melancólico.

WOYZECK.-
Sí, señor Capitán.

EL CAPITÁN.-
¡Tú siempre tienes ese aspecto tan acucioso y apresurado, Woyzeck! Una persona buena no es así, una
persona buena que tiene su conciencia tranquila... ¿Por qué no dices nada, Woyzeck? ¿Qué tiempo
tendremos hoy?

WOYZECK.-
Malo, señor Capitán, malo: ¡viento!

EL CAPITÁN.-
Sí, sí, ya lo noto: hay algo rápido que anda allí afuera; semejante viento me causa la impresión de un ratón.
(Malicioso)
Parece que tendremos un viento de sur – norte, ¿eh?

(1)
Texto incompleto. De espíritu fragmentario, no solamente por material perdido. Los números que figuran junto al encabezado de cada escena,
corresponden a la ubicación de dicha escena para diferentes ediciones.
WOYZECK.-
Sí, señor Capitán.

EL CAPITÁN.-
¡Ja, ja, ja! ¡Sur – norte! ¡Ja, ja, ja! Oh, eres tonto, ¡eres horriblemente tonto!
(Conmovido)
Woyzeck, eres un buen hombre... pero
(con dignidad)
no tienes moral, Woyzeck. La moral, ¿me comprendes?, es cuando uno se comporta moralmente. Es una
palabra muy buena. Pero tú tienes un hijo sin la bendición de la Iglesia, y como dice nuestro muy venerable
señor Capellán de Guarnición: “sin la bendición de la Iglesia, no es mío”.

WOYZECK.-
Señor Capitán: Dios no se fijará menos en la pobre criatura porque el “amén” no se haya dicho sobre ella
antes de hacerla. El Señor dijo: “Dejad que los niños vengan a mí”.

EL CAPITÁN.-
¿Qué estás diciendo ahí? ¿Qué clase de respuesta es ésa? Te aseguro que me confunde la respuesta. Sí, sí: tu
respuesta, la tuya, la tuya...

WOYZECK.-
La gente pobre como nosotros...
Vea, señor Capitán: dinero, ¡todo es cuestión de dinero! Si no se tiene dinero... ¿cómo se las arregla uno para
poner en el mundo una criatura de la manera moral? Uno también tiene su carne y su sangre. Lo que pasa es
que nosotros somos miserables en este mundo y también en el del más allá. Creo que hasta en el Cielo
tendremos que ayudar a tronar.

EL CAPITÁN.-
Tú no tienes virtud, Woyzeck, no eres hombre virtuoso. ¡Carne y sangre! Cuando miro por la ventana,
después de un día de lluvia, y sigo con la vista las mediecitas blancas y veo cómo saltan por la calle –
¡maldito sea, Woyzeck! – pero enseguida me viene el amor. Yo también tengo mi carne y mi sangre, pero
ahí está la virtud, Woyzeck, ¡ahí está la virtud! ¿Cómo me las arreglaría para pasar el tiempo? Siempre me
digo a mí mismo: eres un hombre virtuoso
(conmovido),
un hombre bueno, un hombre bueno.

WOYZECK.-
Sí, señor Capitán, eso de la virtud todavía no me llega del todo. Vea usted: la gente común, como nosotros,
no tiene virtud; solamente le viene a uno la naturaleza; pero si yo fuese un señor y tuviese un sombrero y un
reloj y una volanta y pudiese hablar con distinción, por cierto que sería virtuoso entonces. Debe ser algo
hermoso eso de la virtud, señor Capitán. Pero yo soy un pobre diablo.

EL CAPITÁN.-
Está bien, Woyzeck. Eres un hombre bueno, un hombre bueno. Pero piensas demasiado y eso consume;
siempre tienes ese aspecto de prisa y acucia...
Te aseguro que esta conversación me ha afectado. Vete ahora y no corras tanto; siempre despacio, siempre
despacito por la calle.

(CAMPO RASO. A LO LEJOS SE DIVISA LA CIUDAD) 2 I


WOYZECK y ANDRÉS están cortando varas entre los arbustos.
WOYZECK.-
Sí, Andrés, allí en la faja de tierra pasando las hierbas, allí donde crecen los hongos, allí rueda de noche la
cabeza. Una vez hubo uno que la levantó. Creyó que era un erizo. Después de tres días y tres noches ya no
estaba entre los vivos.
(En voz baja)
Fueron los francmasones, Andrés, ahora caigo en la cuenta. ¡Los francmasones! ¡Silencio!

ANDRÉS.-
(Canta)
Dos liebres estaban allá:
comieron las hierbas tan verdes...

WOYZECK.-
¡Silencio! ¡Algo anda por aquí!

ANDRÉS.-
Comieron las hierbas tan verdes,
y el prado sin hierbas está.

WOYZECK.-
Algo anda detrás de mí, debajo de mí.
(Patea el suelo)
Está hueco, ¿lo oyes? Todo está hueco allí debajo. ¡Los francmasones!

ANDRÉS.-
Tengo miedo.

WOYZECK.-
Hay un silencio tan raro. Da ganas de contener la respiración. ¡Andrés!

ANDRÉS.-
¿Qué?

WOYZECK.-
¡Di algo!
(Mira fijamente el paraje)
¡Andrés! ¡Qué claridad! Un fuego cruza el cielo y baja un ruido como de trompetas. ¡Qué corriente de aire la
que sube!...
¡Vámonos! ¡No mires detrás de ti!

WOYZECK arrastra a ANDRÉS entre los arbustos.


ANDRÉS.-
(Después de un rato)
¿Todavía lo oyes, Woyzeck?

WOYZECK.-
Quieto, todo está quieto, como si el mundo estuviese muerto.

ANDRÉS.-
¿Oyes? Están batiendo el tambor. ¡Debemos irnos!

(LA CIUDAD) 3 II
MARÍA (junto a la ventana, con su hijo). MARGARITA.
Pasa la retreta, y a su frente el Tambor Mayor.

MARÍA.-
(Hamacando al chico en sus brazos)
¡Ea, chico! A – a – a – a... ¿Oyes? ¡Ahí vienen!

MARGARITA.-
¡Qué hombre! Parece una estatua.

MARÍA.-
Está plantado en sus dos pies como un león.

El TAMBOR MAYOR saluda.


MARGARITA.-
¡Vaya qué miradas amables, vecina! No soléis gastarlas así.

MARÍA.-
(Canta)
Los soldados buenos mozos son...

MARGARITA.-
Cómo brillan vuestros ojos...

MARÍA.-
¿Y qué tiene? Llevad los vuestros al judío para que los lustres. Quizá lleguen a brillar lo bastante para
venderlos por dos botones.

MARGARITA.-
¿Y vos? ¿Vos? ¡Señora doncella! Yo soy una persona honesta, pero vos, ¡sí que sois capaz de mirar a través
de siete calzoncillos de cuero!

MARÍA.-
¡Pelleja!
(Destroza la ventana)
¡Ven, hijito! ¡Que hable la gente! ¡No eres más que un pobre hijo de una perdida, pero con tu cara
deshonesta eres la alegría de tu madre! A – a – a – a.
(Canta)
Muchacha, y ahora ¿qué te has creído?
Tienes un hijo y no tienes marido.
¡Ay! ¿Y a mí, qué me ha de importar?
Toda la noche yo canto un cantar:
arrorró arrorró para mi hijito.
Nadie me regalará ni un sueldito.
Juanito, suelta tus siete tordillos,
dales el pienso otra vez.
No quieren pienso para comer,
ni quieren agua para beber:
tralalá, vino fresco ha de ser...
tralalá, vino fresco ha de ser...

(Golpean a la ventana)
MARÍA.-
¿Quién es? ¿Eres tú, Francisco? ¡Entra!
WOYZECK.-
No puedo. Van a pasar lista.

MARÍA.-
¿Estuviste cortando varas para el Capitán?

WOYZECK.-
Sí, María.

MARÍA.-
¿Qué tienes, Francisco, que está tan alterado?

WOYZECK.-
(Misterioso)
María, de nuevo había algo... mucho...
¿No está escrito: “Y he aquí que una humareda se alzó de la tierra cual humo de la fragua”?

MARÍA.-
¡Hombre!

WOYZECK.-
Me fue siguiendo hasta llegar a la ciudad. ¿En qué terminará esto?

MARÍA.-
¡Francisco!

WOYZECK.-
Tengo que irme...
¡Hasta la noche, en la feria! Ya tengo nuevos ahorrillos.

WOYZECK se va.
MARÍA.-
¡Qué hombre! Tan alucinado...
¡Ni ha visto a su hijo! El día menos pensado, con esos pensamientos se vuelve loco. ¿Por qué estás tan
inquieto, chico? ¿Tienes miedo? Como oscurece... cree una estar ciega. Otras veces siempre se veía la luz del
farol. ¡No aguanto más! ¡Me espanta!

MARÍA se va.

(CARPA; LUCES) 4 III


Gentío.

TITIRITERO.-
(Delante de su carpa, con su mujer de pantalones y un mono disfrazado)
¡Señores, señores! Vean la criatura como Dios la hizo: nada, nada, nada. Vean ahora el arte: camina en dos
pies, tiene chaqueta y pantalón, tiene sable. ¡Eh! ¡Haz reverencia! Bien: eres barón. Veamos: ¡un beso!
(Toca la trompeta)
El pillo es musical...
Señores, acá se ve el caballo astronómico y los pajaritos canallos. Es favorito de todas testas coronadas.
¡Comenzar la representación! ¡Hacer comienzo del comienzo! Será enseguida el “commencement del
commencement”.
WOYZECK.-
¿Quieres?

MARÍA.-
Por mí...
Debe ser cosa linda. ¡Qué de borlas tiene el hombre! ¡Y la mujer lleva pantalones!

WOYZECK y MARÍA entran en la carpa.


TAMBOR MAYOR.-
¡Alto! ¡Ahí va! ¿La viste? ¡Qué hembra!

SUBOFICIAL.-
¡Demonios! Como para criar un regimiento de coraceros.

TAMBOR MAYOR.-
O una casta de tambores mayores.

SUBOFICIAL.-
¡Qué porte el de la cabeza! Se diría que esa melena negra tendría que bajarla como una pesa. Y los ojos...

TAMBOR MAYOR.-
Como si se mirase en un aljibe o en un cañón de chimenea. ¡Adelante a seguirla!

(EN EL INTERIOR DE LA CARPA) 5 III


El TITIRITERO presentando un caballo.

TITIRITERO.-
¡Muestra tu talento! ¡Muestra tu raciocinio de bruto! ¡Humilla a la sociedad humana! Señores, este animal
que ustedes ven aquí, con su cola y sus cuatro pezuñas, es miembro de todas las Sociedades Científicas, es
profesor de nuestra Universidad, donde los estudiantes aprenden con él equitación y las coces de esgrima...
Eso fue la inteligencia simple. ¡Piensa ahora con la “raison” doble! ¿Qué haces cuando piensas con la
“raison” doble? ¿Hay entre esta erudita concurrencia algún burro?
(El caballo sacude la cabeza)
¿Ven ustedes ahora lo que es la “raison” doble? ¡Eso es mirada “esbrutadora”! sí, esta no es bestia vestida, es
una persona, un ser humano, animalizado... y sin embargo es un bruto, una “bete”.
(El caballo se comporta indecorosamente)
Bien, humilla a la sociedad. ¡Vean ustedes, la bestia aun es naturaleza, naturaleza no idealizada! ¡Aprendan
ustedes de ella! Pregunten al médico, si no, tendrán grave daño. Se ha dicho: hombre, sé natural. Fuiste
creado polvo, tierra, lodo. ¿Quieres ser más que polvo, tierra, lodo? Vean lo que es la razón: puede hacer
cuentas y eso que no puede contar con los dedos. Lo único que no puede es expresarse, es... explicitarse... ¡es
un ser humano transformado! Diles a los señores qué hora es. ¿Quién de los caballeros o damas tiene un
reloj, un reloj?

SUBOFICIAL.-
¿Un reloj?
(Saca uno lentamente y con aire majestuoso)
Sírvase, señor.

MARÍA.-
¡Eso tengo que verlo!
MARÍA se sube al primer asiento. El SUBOFICIAL le ayuda.
TAMBOR MAYOR.-
¡Qué hembra ésta!

(LA HABITACIÓN DE MARÍA) 6 IV

MARÍA.-
(Está sentada, con su criatura en el regazo. Se mira en un fragmento de espejo)
¡Cómo brillan las piedras! ¡Qué clase de piedras será! ¿Cómo me dijo?...
¡Duerme, chico! Cierra los ojos, ciérralos bien.
(La criatura esconde los ojos detrás de las manos)
Ciérralos más... más. Quédate así... quédate quieto, que si no, viene y te lleva.
(Canta)
Moza, cierra el desván:
viene un gitano allá.
Te lleva de la mano
hacia el país gitano...
(Vuelve a mirarse en el espejo)
¡Seguramente es oro! Nosotros sólo tenemos un rinconcito en el mundo y un pedacito de espejo. Y sin
embargo yo tengo una boca tan roja como las grandes madamas, con sus espejos de pies a cabeza y sus
hermosos caballeros que les besan las manos. Sólo hay una pobre mujer.
(El niño se incorpora)
Silencio, chico, ¡cierra los ojos! ¡Mira al angelito del sueño! Mira cómo corre por la pared.
(Le encandila la mirada con el espejo)
Cierra los ojos, cierra los ojos, que si no, te mira en ellos ¡y te vuelves ciego!

Entra WOYZECK a espaldas de ella. MARÍA se sobresalta, ocultando con las manos las orejas.
WOYZECK.-
¿Qué te pasa?

MARÍA.-
Nada.

WOYZECK.-
Detrás de tus dedos hay algo que brilla.

MARÍA.-
Un zarcillo: lo encontré.

WOYZECK.-
Jamás encontré nada así, ¡y encima dos a la vez!

MARÍA.-
¿Acaso soy una cualquiera?

WOYZECK.-
Está bien, María...
¡Cómo duerme el chico! Cógelo debajo del brazo, la silla lo va a oprimir. Tiene la frente llena de gotitas
claras. Todas son penurias bajo el sol: hasta en el sueño hay sudor. ¡Así nos va a los pobres! Aquí tienes más
plata, María. La soldada y algo más de mi capitán.
MARÍA.-
Dios lo pague, Francisco.

WOYZECK.-
Tengo que irme. Hasta la noche, María. Adiós.

MARÍA.-
(Sola, después de una pausa)
¡Qué mujerzuela mala soy! Podría matarme a mí misma...
¡Bah! Qué importa. Si todo va al demonio, ¡hombre y mujer!

(EN CASA DEL DOCTOR) 7 VIII


WOYZECK. El DOCTOR.

DOCTOR.-
¿Qué he visto, Woyzeck? ¿Y tú tienes palabra?

WOYZECK.-
Pero, señor Doctor, ¿qué pasa?

DOCTOR.-
Yo lo he visto, Woyzeck. Has meado en plena calle, meado contra la pared como un perro y, con todo,
¡recibes tres sueldos diarios! Eso está muy mal hecho, Woyzeck. Oh, el mundo se vuelve malo, muy malo.

WOYZECK.-
Pero, señor Doctor, si a uno le viene la naturaleza.

DOCTOR.-
¡A uno le viene la naturaleza! ¡Le viene la naturaleza! ¡La naturaleza! ¿Acaso no he demostrado que el
“musculus constrictor vesicae” es gobernado por la voluntad? ¡La naturaleza! El hombre es libre, Woyzeck,
¡en el hombre la individualidad se transfigura en libertad! ¡No poder contener la orina!
(Sacude la cabeza y juntando las manos sobre la espalda, se pasea)
¿Ya comiste tus garbanzos, Woyzeck? Habrá una revolución en las ciencias, yo mismo las haré saltar. 0.10
de urea, amonio clorhídrico, peróxido...
Dime Woyzeck: ¿no tienes ganas de mear de nuevo? ¡Entra allí y pruébalo!

WOYZECK.-
No puedo, señor Doctor.

DOCTOR.-
(Afectado)
¡Mear contra la pared! ¡Tengo el acuerdo escrito entre mis manos! Y lo he visto, lo he visto con éstos mis
ojos...
Acababa de sacar la nariz por la ventana y dejaba entrar los rayos del Sol para observar el mecanismo del
estornudo.
(Se acerca a Woyzeck)
No, Woyzeck, yo no me enojo. El enojo daña la salud, el enojo es anticientífico. Estoy sosegado,
completamente calmo. Mi pulso tiene sus sesenta regulares, y te lo digo con la mayor sangre fría. Dios mío,
no he de ser yo el que se enoja a causa de un ser humano, ¡de un ser humano, nada menos! ¡Si fuese un
proteo que se le muere a uno! Con todo, Woyzeck, no debiste haber meado contra la pared...
WOYZECK.-
Vea, señor Doctor, a veces uno tiene una especie... de... carácter... una... estructura o algo así. Pero la
naturaleza... eso es algo distinto. Vea usted, la naturaleza...
(Hace crujir los dedos)
es algo – cómo he de decirlo – por ejemplo...

DOCTOR.-
Estás filosofando, Woyzeck, filosofando otra vez.

WOYZECK.-
(En tono confidencial)
Dígame, señor Doctor, ¿ha visto usted alguna vez a la naturaleza doble? Cuando el Sol estaba en mediodía,
como si el mundo estallase en llamas, muchas veces me habló una voz terrible.

DOCTOR.-
Tienes una “aberratio”, Woyzeck.

WOYZECK.-
(Pone el dedo en la nariz)
Los hongos, señor Doctor, en los hongos está el asunto. ¿Ha observado usted en qué figuras crecen los
hongos? ¡Quién pudiera entender eso!

DOCTOR.-
Woyzeck, tienes la más bella “aberratio mentalis partialis” de la segunda clase... muy bellamente
caracterizada...
Te aumentaré la paga, Woyzeck. Segunda especie, esto es: idea fija, siendo el estado general el de un
cuerdo...
Sigues haciendo todo como antes: ¿afeitas a tu capitán?

WOYZECK.-
Sí, señor.

DOCTOR.-
¿Comes tus garbanzos?

WOYZECK.-
Siempre, señor Doctor. Y el dinero de mi rancho lo recibe mi mujer.

DOCTOR.-
¿Y cumples con tu servicio?

WOYZECK.-
Sí, señor.

DOCTOR.-
Eres un caso interesante, Woyzeck. Te aumentaré la paga, ¡manténte bravo! Veamos ese pulso. Bien.

(HABITACIÓN DE MARÍA) 8 VI
MARÍA. El TAMBOR MAYOR.

TAMBOR MAYOR.-
¡María!
MARÍA.-
(Lo mira y habla expresivamente)
Ponte de pie y anda unos pasos. ¡El pecho como de un toro y la barba como de un león! ¡No hay ninguno
así! Estoy orgullosa ante todas las mujeres.

TAMBOR MAYOR.-
¡Y me vieras el domingo, con el penacho grande y los guantes blancos! ¡Caramba! El príncipe siempre me
dice: “¡Hombre, eres un jayán!”

MARÍA.-
(Burlona)
¡Bah!
(Se le acerca)
¡Hombre!

TAMBOR MAYOR.-
¡También tú eres una hembra!...
Caramba, vamos a criar una casta de tambores mayores, ¿eh?
(La abraza)

MARÍA.-
(Enfadada)
¡Déjame!

TAMBOR MAYOR.-
¡Salvaje!

MARÍA.-
¡Atrévete a tocarme!

TAMBOR MAYOR.-
¿Te mira el demonio por los ojos?

MARÍA.-
Y a mí, ¿qué? Si da lo mismo todo.

(CALLE) 9 IX
El CAPITÁN. El DOCTOR.
El CAPITÁN baja jadeando por la calle. Se detiene jadeante y mira en torno suyo.

CAPITÁN.-
¡No corra tanto, doctor! Deje usted de remar de esa manera con su bastón por el aire. Si está usted
marchando a todo lo que da detrás de la misma muerte. Un hombre bueno que tiene la conciencia tranquila
no corre tanto. Un hombre bueno...
Doctor, permítame usted salvar una vida humana.
(Coge al Doctor de la chaqueta) ...
Estoy tan melancólico, Doctor, tengo algo de soñador; siempre cuando veo mi chaqueta colgada de la pared,
me vienen ganas de llorar.

DOCTOR.-
¡Jum! Hinchado, craso, de cuello grueso, constitución apoplética. Sí, señor Capitán, a usted puede darle una
“apoplexia cerebri”; claro está que también puede darle de un solo lado, del cual quedaría usted paralizado; y
en el mejor de los casos podría quedar mentalmente paralizado y seguir vegetando; ¡esas son sus
perspectivas para las próximas cuatro semanas! Por otra parte le aseguro a usted será uno de los llamados
casos interesantes. Y si Dios quiere que su lengua sólo se paralice en parte, podremos hacer experimentos
inmortalísimos.

CAPITÁN.-
¡No me asuste usted, Doctor! Hay gente que ha muerto de susto, de puro susto desnudo...
Ya veo a la gente con los limones en las manos. Pero dirán que fue un hombre bueno, un hombre bueno...
¡demonio de ataúd!

DOCTOR.-
¿Qué es eso, señor Capitán?...
Eso es una estupidez.

CAPITÁN.-
(Frunce el entrecejo)
¿Qué es eso, Doctor?...
Eso es simpleza. ¡Je je je je! Pero no lo tome usted a mal. Soy un hombre bueno, pero si quiero, Doctor, si
quiero, también puedo...

Aparece WOYZECK y quiere pasar corriendo.


CAPITÁN.-
Eh, Woyzeck, ¿qué estás corriendo sin vernos? Quédate, Woyzeck. Vas corriendo por el mundo como una
navaja de afeitar abierta: uno se corta al tocarte. Vas corriendo como si tuvieses que afeitar a un regimiento
de castrados y te colgasen aun antes de desaparecer el último pelo. Pero, ¿qué es lo que quería decir de las
barbas largas? Las barbas largas, Woyzeck...

DOCTOR.-
Ya Plinio decía que no debiera permitirse a los soldados llevar la barba larga bajo el mentón...

CAPITÁN.-
(Continúa)
¡Ja! ¡Ved esas barbas largas! Dime, Woyzeck, ¿no encontraste aún un pelo de semejante barba en tus platos?
Eh, me comprendes, ¿no? El pelo de un ser humano, de la barba de un zapador, de un suboficial, de un... de
un tambor mayor. ¿Eh, Woyzeck? Pero no, tú tienes una mujer virtuosa. A ti no te va como a los demás.

WOYZECK.-
¡Así es! ¿Pero qué quiere decir usted, señor Capitán?

CAPITÁN.-
La cara que pone el patán...
Bueno, puede que no lo encuentres en la sopa, pero si te das prisa y doblas por la esquina, quizá lo
encuentres aún en unos labios. Unos labios, Woyzeck...
Yo también he sentido lo que es el amor, Woyzeck. Hombre, ¡si estás más pálido que la cera!

WOYZECK.-
Señor Capitán, yo soy un pobre diablo... y no tengo otra cosa en el mundo. Señor Capitán, si usted estuviese
bromeando...

CAPITÁN.-
¿Bromeando yo? ¡Te daré bromear, villano!

DOCTOR.-
¡El pulso, Woyzeck, el pulso! Breve, duro, saltón, irregular.

WOYZECK.-
Señor Capitán, la tierra arde como un infierno...
Yo siento un frío de hielo, de hielo... apostaría que en el infierno hace frío...
¡Imposible! ¡Hombre! ¡Hombre! ¡Imposible!

CAPITÁN.-
Hombre, quieres... ¿quieres que te mande un par de balas a la cabeza? Me estás acuchillando con la mirada y
yo tengo buenas intenciones para contigo, porque eres un hombre bueno, Woyzeck, un hombre bueno.

DOCTOR.-
Músculos faciales rígidos, tensos, a menudo se contraen. Continente excitado, tenso.

WOYZECK.-
Me voy. Hay muchas cosas posibles. ¡El hombre!...
Hay muchas cosas posibles...
Tenemos buen tiempo hoy, señor Capitán. Mire usted qué cielo hermoso, firme, gris; da ganas de clavar un
poste en él y colgarse, y eso sólo a causa de los tres puntitos suspensivos que hay entre “sí” y nuevamente
“sí” y... “no”. ¿Sí o no, señor Capitán? ¿Es el no la causa del sí o el sí la causa del no? Pensaré acerca de eso.

WOYZECK se va con pasos amplios, primero lentamente, luego con creciente rapidez.
El DOCTOR corre detrás de WOYZECK.
DOCTOR.-
¡Fenómeno! ¡Le aumento la paga, Woyzeck!

CAPITÁN.-
¡Cómo me marea esa gente! ¡Qué rapidez! El pillo larguirucho da unas zancadas, como si corriese la sombra
de una pata de araña. Y el bajito patalea detrás. El largo es el rayo y el pequeño es el trueno. Ja ja...
¡Grotesco! ¡Grotesco!

(LA HABITACIÓN DE MARÍA) 10 VII


MARÍA. WOYZECK.

FRANCISCO.-
(La mira fijamente y sacude la cabeza)
¡Jm! No veo nada, no veo nada. Oh, habría que verlo, habría que agarrarlo con los puños.

MARÍA.-
(Intimidada)
¿Qué tienes, Francisco? Estás frenético, Francisco.

FRANCISCO.-
Un pecado tan gordo y tan grande... hiede como para apestar el cielo y hacer salir corriendo a los angelitos.
Tienes la boca roja, María. ¿No tienes una llaga en ella? María, eres hermosa como el pecado...
¿Puede el pecado mortal ser tan hermoso?

MARÍA.-
Estás delirando, Francisco.

FRANCISCO.-
¡Demonio! ¿Estuvo aquí en este lugar, así, así?

MARÍA.-
Mientras el día sea largo y el mundo viejo, mucha gente puede estar en el mismo lugar, uno tras otro.
WOYZECK.-
¡Yo lo he visto!

MARÍA.-
Mucho se puede ver si se tiene dos ojos, y no se está ciego y brilla el sol.

WOYZECK.-
¡Mujer!

WOYZECK se arroja sobre MARÍA.


MARÍA.-
¡Atrévete a tocarme, Francisco! Más bien quiero sentir un cuchillo en el cuerpo que sentir tu mano puesta en
mí. Ni mi propio padre se atrevía a tocarme, cuando yo, que tenía diez años, lo miraba.

WOYZECK.-
¡Mujer!...
Pero no, ¡tendría que haber algo en ti! Cada humano es un abismo; da vértigo mirar en él...
¡Sería!...
Se va como la inocencia. Bien, inocencia, tú llevas una señal en ti. ¿Lo sé yo? ¿Lo sé yo? ¿Quién lo sabe?

WOYZECK se va.

(LA PIEZA DE GUARDIA) 11 X


WOYZECK. ANDRÉS.

ANDRÉS.-
(Canta)
Tiene una criada la posadera
que el día entero y la noche entera
está sentada en el jardín...

WOYZECK.-
¡Andrés!

ANDRÉS.-
¿Qué hay?

WOYZECK.-
¡Lindo tiempo!

ANDRÉS.-
Tiempo de domingo...
Hay música en el arrabal. Hace poco salieron las mujeres; la gente corre, ¡todo es jarana!

WOYZECK.-
(Inquieto)
¡Baile, Andrés, están bailando!

ANDRÉS.-
En la hostería del Caballito y en la de las Estrellas.
WOYZECK.-
¡Baile, baile!

ANDRÉS.-
Y a mí, ¿qué?
...está sentada en el jardín
hasta que llegan las doce horas
y los solda – a – a – dos añora...

WOYZECK.-
Andrés, no puedo estar quieto.

ANDRÉS.-
¡Tonto!

WOYZECK.-
¡Quiero salir! Las cosas dan vueltas en mis ojos. ¡Baile, baile! ¡Qué manos calientes ha de tener! ¡Maldito
sea, Andrés!

ANDRÉS.-
¡¿Qué vas a hacer?!

WOYZECK.-
Quiero irme, quiero ver.

ANDRÉS.-
¡Con esa zorra!

WOYZECK.-
Quiero salir, hace tanto calor aquí.

(HOSTERÍA) 12 XI
Ventana abierta, baile, bancos delante de la casa, mozos artesanos.

PRIMER MOZO.-
Esta camisa dueño no tiene;
mi alma apesta a aguardiente...

SEGUNDO MOZO.-
Hermano, ¿quieres que por mi amistad te haga un agujero en la naturaleza? ¡Adelante! ¡Quiero hacer un
agujero en la naturaleza! Ya sabes que soy un poco matón... soy capaz de matarle todas las pulgas que tiene
en el cuerpo.

PRIMER MOZO.-
¡Mi alma, mi alma apesta a aguardiente!...
¡Hasta el dinero se pudre y corrompe! Nomeolvides, cuán hermoso es este mundo. ¡Hermano, tengo que
llenar a lloriqueos un barril de lluvia! Quisiera que nuestras narices fuesen dos botellas y que pudiéramos
vaciárnoslas en los gargueros.
OTROS.-
(Cantan en coro)
Un cazador de Pfalz
por bosques verdes cabalgó,
¡A él! ¡A él! La cacería es placer,
por bosques y verdegal.
La caza es mi placer.

WOYZECK se coloca junto a la ventana.


MARÍA y el TAMBOR MAYOR pasan bailando sin notar a WOYZECK.
WOYZECK.-
¡Él! ¡Ella! ¡Demonio!

MARÍA.-
(Bailando)
Vamos, dale, dale...

WOYZECK.-
(Ahogándose)
¡Vamos, dale, dale!...
(Se incorpora con violencia, para caer de nuevo en el banco)
¡Vamos, dale, dale!
(Junta las manos con fuerza)
¡Girad, revolcáos! ¿Por qué Dios no apaga el Sol, para que todo se revuelque en inmundicia, uno encima del
otro, hombre y mujer, humano y bestia? ¡Hacedlo en pleno día, hacedlo en las manos de uno como los
mosquitos! Mujer... ¡la mujer es caliente, caliente! ¡Vamos, dale, dale!
(Se levanta de un salto)
El canalla, ¡cómo le estaba tocando por todos lados el cuerpo! Él, él la tiene igual que yo al principio.

PRIMER MOZO.-
(Predica de pie sobre una mesa)
Mas, si un peregrino, reclinado contra el río del tiempo o en cambio la Divina Sabiduría se respondiese y se
dijese: ¿Por qué es el hombre?...
Pero en verdad os digo: ¿de qué viviría el campesino, el pintor, el zapatero, el médico, si Dios no hubiese
creado al hombre? ¿De qué viviría el sastre, si no hubiese inculcado en el hombre la sensación de la
vergüenza? ¿De qué el soldado, si no le hubiese previsto la necesidad de matarse? Por ende, no dudéis...
Sí, todo es hermoso y fino, pero todo lo terreno es malo y hasta el dinero se corrompe y se pudre...
¡Y para terminar, mis amados oyentes, os invito aún a echar una meada por encima de la cruz, a fin de que
muera un judío!

(CAMPO RASO) 13 XII

WOYZECK.-
¡Vamos, dale, dale! ¡Vamos, dale, dale! ¡Silencio, la música!
(Se inclina hacia el suelo)
¡Eh! ¿Qué decís?, ¿qué? ¡Más fuerte, más fuerte! ¿Acuchilla y mata a la loba?...
¡Acuchilla y mata... a la loba!...
¿He de hacerlo? ¿Debo hacerlo? ¿No lo oigo también allí, no lo dice acaso el viento? Todavía lo oigo,
todavía...: ¡acuchilla y mata!... ¡mata!
(UNA HABITACIÓN EN EL CUARTEL) 14 XIII
Noche.
ANDRÉS y WOYZECK en una cama.

WOYZECK.-
(Sacude a Andrés)
¡Andrés! ¡Andrés! ¡No puedo dormir! Cuando cierro los ojos, todo gira. Y escucho los violines, siempre dale
y dale, siempre dale y dale. Y luego me hablan de adentro de la pared. ¿No oyes nada?

ANDRÉS.-
Sí... ¡déjalos bailar! Uno está cansado y entonces Dios nos proteja. Amén.

WOYZECK.-
Me dicen siempre: ¡mata! ¡mata! Y delante de los ojos pasa como un cuchillo...

ANDRÉS.-
Tienes que tomar aguardiente con pólvora: eso corta la fiebre.

(EL PATIO DEL DOCTOR, LLENO DE ESTUDIANTES) 15 XVIII


El DOCTOR hablándoles desde la ventana de la guardilla.

DOCTOR.-
Señores, me encuentro en el techo como David, cuando vio a Betsabé; pero yo no veo sino los polisones de
la pensión de niñas, secándose en el jardín. Señores, estamos tratando el importante problema referente a la
relación entre sujeto y objeto. Si tomamos sólo una de las cosas, en las cuales se manifiesta la
autoafirmación orgánica de lo divino en un punto de mira tan alto, y observamos sus relaciones con el
espacio, la Tierra y el sistema planetario, si yo, señores, arrojo este gato por la ventana: ¿cómo ha de actuar
este ente frente al “centrum gravitationis” y de acuerdo con su propio instinto? Eh, ¡Woyzeck!
(Grita con voz estentórea)
¡¡Woyzeck!!

WOYZECK coge el gato al vuelo.


WOYZECK.-
Señor Doctor, me está mordiendo.

DOCTOR.-
Estás tocando tan suavemente a la bestia, como si fuese tu abuela.

El DOCTOR baja.
WOYZECK.-
Señor Doctor, tengo temblores.

DOCTOR.-
(Todo alborozado)
Muy bien, Woyzeck, muy bien.
(Se restrega las manos; coge al gato)
¿Qué veo, señores? La nueva especie del piojo de la liebre, una hermosa especie.
(Saca una lupa; el gato se escapa)
Señores, este animal no tiene instinto científico...
En cambio, pueden ver ustedes otra cosa. Miren ustedes a este hombre: hace un cuarto de año que no come
otra cosa que garbanzos; ¡observen el efecto, sientan qué pulso desigual! Y los ojos...

WOYZECK.-
Veo todo negro, señor Doctor.

WOYZECK se sienta.
DOCTOR.-
¡Coraje, Woyzeck! Unos días más y hemos terminado. Palpen, señores, palpen.
(Le palpan las sienes, el pulso y el pecho)
A propósito, Woyzeck, ¿por qué no mueves las orejas para estos señores? Siempre quise mostrarlo a ustedes:
utiliza dos músculos para ello. ¡Allons, vamos!

WOYZECK.-
¡Pero, señor Doctor!...

DOCTOR.-
Bestia, ¿quieres que te mueva las orejas yo? ¿Quieres comportarte igual que el gato? Ya está, señores. Estas
son etapas de evolución hacia el asno, a menudo consecuencia de la crianza femenina y de la lengua
materna. ¿Cuántos pelos te habrá arrancado como recuerdo tu madre, de puro cariñosa? Has perdido muchos
en estos últimos días. Sí, sí: los garbanzos, señores, ¡los garbanzos!

(PATIO DEL CUARTEL) 16

WOYZECK.-
¿No escuchaste nada?

ANDRÉS.-
Está allí con uno de sus camaradas.

WOYZECK.-
Ha dicho algo.

ANDRÉS.-
¿Qué sabes tú? ¿Y para qué te lo diré? Bueno, estuvo riéndose y luego dijo: “¡Una hembra deliciosa! ¡Tiene
unos muslos y todo tan caliente!”

WOYZECK.-
(Muy fríamente)
¿De modo que dijo eso? ¿Con qué no habré soñado esta noche? ¿No era con un cuchillo? ¡Qué sueños necios
que tiene uno!

ANDRÉS.-
¿Adónde vas, camarada?

WOYZECK.-
A buscar vino para mi oficial. Pero, Andrés, te juro que era una muchacha única.

ANDRÉS.-
¿Quién era?
WOYZECK.-
Nada. ¡Adiós!

(HOSTERÍA) 17 XIV
El TAMBOR MAYOR. WOYZECK. Gente.

TAMBOR MAYOR.-
¡Yo soy un hombre!
(Se golpea el pecho)
Un hombre, he dicho. ¿Quién quiere algo? Quien no sea un padre y señor borracho, no se me acerque.
Porque le voy a meter a golpes la nariz en el culo. Le voy a...
(A Woyzeck)
Tú, canalla, ¡chupa algo! Quisiera que el mundo fuese aguardiente... aguardiente...; ¡ese hombre va a chupar
algo!

WOYZECK silba.
TAMBOR MAYOR.-
Hombre, ¿quieres que te saque la lengua del garguero y te la enrolle alrededor del cuerpo?

Luchan.
WOYZECK pierde.
TAMBOR MAYOR.-
¿Quieres que te deje tanto aliento como un pedo de vieja, quieres?

WOYZECK se sienta en un banco, agotado y tembloroso.


TAMBOR MAYOR.-
El tunante va a silbar hasta ponerse violeta.
Aguardiente es mi vida,
aguardiente da valor.

UNOS.-
Ya tiene su merecido.

OTROS.-
Está sangrando.

WOYZECK.-
Paciencia, paciencia.

(TIENDA DE CAMBALACHE) 18 XV
WOYZECK. El JUDÍO.

WOYZECK.-
La pistolita es demasiado cara.
JUDÍO.-
¿Y? ¿La vais a comprar o no, eh?

WOYZECK.-
¿Cuánto cuesta el cuchillo?

JUDÍO.-
Es muy filoso. ¿Queréis segaros la garganta? ¿Cuánto será? Os lo doy barato como cualquiera. Tendréis una
muerte bien barata, pero no de balde. ¿Cuánto será? Tendréis una muerte económica.

WOYZECK.-
Esto sirve para más que cortar pan.

JUDÍO.-
Dos sueldos.

WOYZECK.-
¡Toma!

WOYZECK se va.
JUDÍO.-
¡Toma! ¡Como si no fuese nada! Y es dinero, sin embargo. ¡Qué perro!

(LA HABITACIÓN DE MARÍA) 19 XVI

MARÍA.-
(Hojeando la Biblia)
“Y en su boca no hay engaño inventado...”
¡Dios mío, Dios mío, no me mires!
(Sigue hojeando)
“Entonces los fariseos le traen una mujer tomada en adulterio; y poniéndola en medio...
Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno. ¡Vete y no peques más!”
(Junta las manos)
¡Dios mío, Dios mío, no puedo! ¡Dios mío sólo te ruego darme tanto, para que pueda orar!
(El niño se acurruca a ella)
La criatura me da una punzada en el alma...
¡Carlos! ¡Ese está tendido al sol!

El IMBÉCIL yace, contándose cuentos con los dedos.


EL IMBÉCIL.-
“Tiene la corona de oro, el señor Rey...
Mañana vengo a buscar al hijo de la señora Reina...”
La morcilla negra dice: Ven, morcilla blanca.
(Alza al niño y se silencia)

MARÍA.-
Francisco no vino ni ayer ni hoy. ¡Hace calor aquí!
(Abre la ventana)
... “Y estando detrás a sus pies, comenzó llorando a regar con lágrimas sus pies, y los limpiaba con los
cabellos de su cabeza; y besaba sus pies y los ungía con el ungüento.”
(Se golpea el pecho)
¡Vacío y muerto! ¡Jesús Redentor! ¡Quisiera ungirte los pies!

(CUARTEL) 20 XVII
ANDRÉS. WOYZECK buscando entre sus cosas.

WOYZECK.-
El justillo no pertenece al uniforme, Andrés. Puedes quedártelo. La cruz es de mi hermana y el anillito
también. También tengo un santo con dos corazones y todo dorado... lo guardaba mi madre en la Biblia y allí
estaba escrito:
“¡Señor! Cual tu cuerpo llagado fuera,
tal deja que mi alma a toda hora sea.”
Y mi madre ya no siente nada, sólo cuando el sol le da en las manos...
Todo eso no sirve para nada.

ANDRÉS.-
(Completamente pasmado, contesta a todo)
Sí.

WOYZECK.-
(Saca un papel)
Federico Juan Francisco Woyzeck, guardia nacional, fusilero del Segundo regimiento, Segundo batallón,
Cuarta compañía, nacido el día veinte de julio, Anunciación de María; hoy tengo treinta años, siete meses y
doce días.

ANDRÉS.-
Tienes que ir al hospital, Francisco. Pobrecito, debes tomar aguardiente con pólvora, eso mata la fiebre.

WOYZECK.-
Es así, Andrés: cuando el carpintero junta el aserrín, no hay nadie que sepa a quién le tocará posar la cabeza
en él.

(CALLE) 21 XIX
MARÍA delante de la puerta con unas niñas.
Una vieja. WOYZECK.

NIÑAS.-
En Candelarias brilla el Sol,
y las mieses prosperan.
Salieron en parejas,
delante los flautistas,
después los violinistas,
con medias rojas iban...

PRIMERA NIÑA.-
¡Eso no es lindo!
SEGUNDA NIÑA.-
¡Siempre quieres otra cosa!

PRIMERA NIÑA.-
María, ¡cántanos algo!

MARÍA.-
No puedo.

PRIMERA NIÑA.-
¿Por qué?

MARÍA.-
Por eso.

SEGUNDA NIÑA.-
¿Pero por qué por eso?

TERCERA NIÑA.-
Abuelita, ¡cuéntanos un cuento!

ABUELA.-
¡Venid, pilluelas! “Había una vez un niño pobre y no tenía padre y no tenía madre, y todo estaba muerto y no
había nadie en el mundo. Todo estaba muerto y entonces fue y buscó día y noche. Y porque no había nadie
en la Tierra, quiso ir al Cielo. Y la Luna lo miraba con tanto cariño. Y cuando finalmente llegó a la Luna,
ésta no era más que un pedazo de madera podrida. Y entonces fue al Sol. Y cuando llegó al Sol, éste no era
más que un girasol marchito. Y cuando llegó a las estrellas, no eran más que pequeños mosquitos dorados
que estaban pegados allí, así como la urraca los pone sobre las acacias. Y cuando quiso volver a la Tierra, la
Tierra era un jarrón volcado. Y el niño estaba muy solo, y se sentó y lloró, y todavía está sentado allí y está
muy, muy solo.”

WOYZECK.-
¡María!

MARÍA.-
(Se estremece)
¿Qué hay?

WOYZECK.-
Vamos a irnos, María. Ya es tiempo.

MARÍA.-
¿Adónde?

WOYZECK.-
¿Acaso lo sé yo?

(LINDE DEL BOSQUE JUNTO AL ESTANQUE) 22 XX


MARÍA y WOYZECK.

MARÍA.-
Bueno, por allí se vuelve a la ciudad. Ya está oscuro.
WOYZECK.-
¿Quieres quedarte un poco? Ven, siéntate.

MARÍA.-
Pero yo tengo que irme.

WOYZECK.-
No vas a llagarte los pies de mucho caminar.

MARÍA.-
¡Cómo estás hoy!

WOYZECK.-
¿Sabes cuánto tiempo hace, María?

MARÍA.-
En Pentecostés hará dos años.

WOYZECK.-
¿Y sabes, también, cuánto tiempo hará aún?

MARÍA.-
Debo volver para preparar la cena.

WOYZECK.-
¿Tienes frío, María? Y sin embargo, ¡eres tan caliente! ¡Qué calientes tienes los labios! ¡Caliente, caliente
aliento de puta! Y sin embargo, daría el cielo a cambio de besarlos otra vez...
Cuando se está frío, uno ya no siente el frío. Ya el rocío de la mañana no te ha de helar.

MARÍA.-
¿Qué dices?

WOYZECK.-
Nada.

Ambos callan.
MARÍA.-
¡Cuán roja nace la luna!

WOYZECK.-
Como un hierro sangriento.

MARÍA.-
¿Qué quieres hacer? Francisco, ¡estás tan pálido! Francisco, ¡detente! Por el amor del cielo, ¡socorro!
¡Socorro!

WOYZECK.-
¡Toma esto y esto! ¿No puedes morirte? ¡Así! ¡Así! Ah, todavía se mueve; ¿aún no está? ¿Aún no está?
Todavía...
(Hunde el puñal)
... ¿Estás muerta? ¡Muerta! ¡Muerta!

(HOSTERÍA) 23 XXII
WOYZECK.-
Bailad todos, dale y dale, sudad y apestad, que a la larga viene y os lleva a todos.
(Canta)
Ay, hijita, mi hijita,
¿qué te habías creído,
cuando con cocheros
y arrieros te has ido?
(Baila)
¡Bien, Catita! ¡Siéntate! Tengo calor, calor.
(Se saca la chaqueta)
Así es y no hay nada que hacerle: el diablo se lleva a unos y deja a otros. ¡Eres caliente, Catita! Y eso, ¿por
qué? ¡Ya vendrá un día, en que vas a estar fría, Catita! Sé prudente. ¿No sabes cantar?

CATITA.-
A Suabia no quisiera ir yo
¿Llevar vestidos largos? ¡No!
Pues faldas y zapatos largos,
criada alguna ha de llevarlos.

WOYZECK.-
Zapatos, no. Tienes razón. Al infierno también puedes ir sin zapatos.

CATITA.-
¡Qué grosería, mi tesoro!
Toma tu plata y duerme solo.

WOYZECK.-
De acuerdo, no tengo ganas de ensangrentarme.

CATITA.-
¿Pero qué tienes ahí en la mano?

WOYZECK.-
¿Yo? ¿Yo?

CATITA.-
¡Rojo! ¡Sangre!

La gente se agrupa alrededor.


WOYZECK.-
¿Sangre? ¿Sangre?

POSADERO.-
¡Puf! ¡Sangre!

WOYZECK.-
¡Creo que me corté la mano derecha!

POSADERO.-
¿Y la sangre en el codo?

WOYZECK.-
Me limpié la mano.

POSADERO.-
¿Qué? ¿Os limpiasteis la mano derecha con el codo derecho? ¡Qué habilidoso sois!
EL IMBÉCIL.-
Y entonces dijo el gigante: “Huelo, huelo carne humana”. ¡Puf! ¡Eso ya está hediendo!

WOYZECK.-
Demonios, ¿qué queréis? ¡Qué os importa! Haced lugar o al primero que...
¡Demonios! ¿Creéis acaso que he muerto a alguien? ¿Soy un asesino yo? ¿Qué miráis? ¡Miráos a vosotros
mismos! ¡Haced lugar!

WOYZECK sale corriendo.

(JUNTO AL ESTANQUE) 24 XXIII XXIV


WOYZECK, solo.

WOYZECK.-
¿El cuchillo? ¿Dónde está el cuchillo? Lo dejé aquí. Me traiciona. Más cerca. ¡Más cerca aún! ¿Qué lugar es
éste? ¿Qué oigo? Se mueve algo. Silencio. Allí, cerca. ¿María? ¡Eh! ¡María! Silencio. ¡Todo está en silencio!
¿Por qué estás tan pálida, María? ¿Y tienes un collar rojo alrededor de la garganta? ¿Quién te hizo
merecedora de un collar, con tus pecados? ¡Estabas negra a causa de ellos, negra! ¿Te he blanqueado yo?
¿Por qué tienes tan enmarañados tus cabellos negros? ¿No te arreglaste tus trenzas hoy? ¡Allí yace algo!
¡Frío, mojado, quieto! ¡Fuera de este lugar!...
El cuchillo, ¡el cuchillo! ¿Lo tengo? ¡Bien!
(Corre hacia el agua)
¡Bien, al fondo!
(Arroja el cuchillo al agua)
Se hunde como una piedra en el agua oscura. ¡La luna parece un hierro sangriento!...
¿Si querrá delatarme el mundo entero? No, cayó demasiado cerca y cuando la gente se bañe...
(Entra en el agua y arroja con fuerza)
está bien, ahora... pero en verano, cuando bucean para buscar almejas... bah, estará herrumbrado, ¿quién lo
reconocerá?...
¡Mejor hubiera sido romperlo!...
¿Estaré sangriento aún? Debo lavarme. Aquí hay una mancha y allí otra.

WOYZECK se adentra más en el agua.


Viene gente. XXI
PRIMERA PERSONA.-
¡Alto!

SEGUNDA PERSONA.-
¿Oyes? ¡Silencio! ¡Allí!

PRIMERA PERSONA.-
¡Ay! ¡Allá! ¡Qué voz!

SEGUNDA PERSONA.-
Es el agua que llama: hace tiempo que nadie se ahoga aquí. Vámonos. No es bueno escucharlo.

PRIMERA PERSONA.-
¡Ay! ¡De nuevo! Como un humano que muere.
SEGUNDA PERSONA.-
¡Es espantoso! ¡Hay tanto vaho, por todos lados neblina gris y el zumbar de los escarabajos como campanas
rajadas! ¡Vámonos!

PRIMERA PERSONA.-
No, ¡es demasiado claro, demasiado fuerte! ¡Subamos! ¡Acompáñame!

(CALLE) 25 XXV
Niños.

PRIMER NIÑO.-
¡Vamos a verla a María!

SEGUNDO NIÑO.-
¿Qué hay?

PRIMER NIÑO.-
¿No sabes? ¡Ya salieron todos! ¡Afuera hay una que está tirada!

SEGUNDO NIÑO.-
¿Dónde?

PRIMER NIÑO.-
A la izquierda, pasando el pantano, en el bosquecillo del crucifijo rojo.

SEGUNDO NIÑO.-
Corramos, así todavía veremos algo. Después la llevan adentro.

(JUNTO AL ESTANQUE) 26 XXVI


ALGUACIL, MÉDICO, JUEZ.

AGENTE.-
Un asesinato magnífico, un asesinato genuino, un hermoso asesinato. Más hermoso no pudimos haberlo
deseado. Hace rato que no tuvimos nada así.

FIN

ESCENA SUELTA (5) XXVII


WOYZECK, volviendo del estanque, ve al Idiota CARLOS que juega con el niño.
EL IDIOTA. EL NIÑO. WOYZECK.
CARLOS tiene al niño sobre las rodillas.
CARLOS.-
Ése se cayó al agua, ése se cayó al agua, eh, eh, ése se cayó al agua...

WOYZECK.-
¡Hijo, Cristián!

CARLOS.-
(Lo mira fijamente)
Ése se cayó al agua...

WOYZECK quiere acariciar al niño, pero éste se aparta gritando.


WOYZECK.-
¡Dios mío!
Cristiancito, te regalo un soldado... a – a – a.

EL NIÑO se defiende.
WOYZECK.-
(A Carlos)
Toma, cómprale un soldado al chico.

CARLOS lo mira fríamente.


WOYZECK.-
¡Hico, hico, caballito!

CARLOS.-
(Jubiloso)
¡Hico, hico! ¡Caballito, caballito!

CARLOS sale corriendo con EL NIÑO.

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