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inequívoco de la ya citada Colección Malpica. to desespera a los espíritus dotados de "sanln _
Porque un Gaya en un Musco es siempre un impaciencia", muclio tenemos que aprender
antidoto contra el academicismo cumulativo todavía de las imponentes organizaciones u):i-
de los viejos cuadros: el acre palito de canela versitarias del extranjero. Un contacto, por
en la natilla.. Donde todos son a enseñar equi- breve y leve que sea, con los representativos
librio, mesura, humildad, oficio, primor, con- de Oxford, de Harvard, de la Sorbona, podrá
viene que haya su lección de ímpetu, de so- sernos muy útil en este aspecto y tal vez nos
berbia, de sarcástico desprecio al mero mélier. cstinndará a considerar el problema itniversi-
La nueva sensibilidad está hecha, por lo pron- tario con la seriedad,, aliínco, tuertad de espí-
to, de audacia. Pero aspira a ser una audacia ritu y desinterés que requiere, enfocándolo
de gimnasta cpie antes ha adiestrado pacien- como cuestión cenircd, de todo l/íen entendido
zudamente sus músciüos. Este fué Goya: un nacionalismo, no como cosa- laícrcd, o excéntri-
hombre que se disciplinó para osar. Y esa lec- ca. Aparte de que, como ha escrito con dra-
ción del atrevimiento precedido de la discipli- mática expresión Eugenio d'Ors, no basta la
na—lección capital de nuestro tiempo—es la cultura libresca, hay cjue "tocar cuerpo de
cjue (¡uisiéramos en Iw mansedumbre de nues- sabio", y ¿cuánto cuerpo de .sabio Ita podido
tro Museo. tocar el estudiante de nuestra Universidad, de
sabio puro, auténtico, se entiende?
UN CONGRESO DE UNIVERSIDADES.—
Más que en la eficacia intrínseca de los con- LAS KXI'OSICIONES DE " 1928".—Cabe
gresos como organismos oficiales para plantear a ''1928" la seria responsabilidad de haber
y resolver cuestiones de interés común, cree- efectuado en el patio criollo la primera expo-
mos en su virtud animadora, en la conjunción sición de arte nuevo. Muy pronto caerá tam-
de fuerzas simpáticas que concitan y en sus bién sobre ella .una responsabilidad de muy
resultados indirectos y extraoficiales, general- grueso calibre: la celebración en la Ha-Hina
mente beneficiosos para la cultura. Mientras de las primeras exposiciones escolares extran-
una conferencia o un congreso pueda ser pre- jeras de pinturas y dibujos realizados de acuer-
texto para que visiten nuestro país y se pon- do con los más nuevos y revolucionarios pro-
gan en contacto con nuestros hombres perso- cedimientos.
nalidades extranjeras de alia connotación, no La Secretaría de Educación mexicana, que
podrá considerarse del todo baldío el empeño. tan honda huella está marcando en el actual
Se anuncia ahora para el próximo año un momento del gran pueblo, insistiendo en su
congreso que por sus implicaciones se nos ima- labor de propagar las nuevas formas artísticas
gina de enorme interés para nuestra cultura: y las últimas normas pedagógicas y, accedien-
el Congreso de Universidades, para cuya orga- do, además, a la petición de nuestro Martí Ca-
nización Jia sido ya designada- par el redor se- s'tnovas, lia puesto ya en camino hacia Cuba
ñor Averlwff una. comisión de profesores del una colección nutrida y de gran interés de los
claustro. Si convenciones pasadas nos han per- dibujos realizados en las escuelas públicas ur-
mitido conocer a autorizadísiynos embajadores banas de aquel país. Las características de esa
de la intelectualidad europea y americana, és- obra infantil, las posibilidades que los nuevos
te, por su índole, colmará, en tal sentido, la métodos puestos en práctica para realizarla,
más ancha curiosidad. Sobre todo si, como es franquean a los países poseedores de una in-
de esperarse, la organización resulta eficaz y fancia inteligente y vivaz, se aquilatarán muí/
logramos que de los más destacados centros en breve. Coincidiendo con la exposición, ve-
universitarios del mundo nos vengan represen- rán la luz en las páginas de "1928" valiosos
taciones caracterizadas. estudios sobre el proceso mercado en Mé.rico
En materia de disciplinas superiores ¡y aun por estas nuevas tendencias y sobre el alcance
de mera técnica universitaria, si algo liemos obicnido en los más avanzadas estahledmien,'
mejorado, con esa mejoría paulatina, que tan- (Continúa on la pág. 103).
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IBS6N Y 6L "¿MUÑ6qUIS¿M0 }>
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ridos a la miel de la anécdota, como el insecto res que se atrevían a rebelarse contra un sis-
goloso, nos olvidamos a la condición viajera tema establecido? No sólo no giraban en torno
del hombre (la vida es una sucesión de esta- al eje de lo anecdótico, sino que cada uno lle-
ciones: parada, 5 minutos) y se apoera de nos- vaba un eje ideal en sí y a él refería todos .sus
otros la conformidad. Conformidad por parte movimientos. La obra de teatro dejaba áe tra-
del gustador de belleza. Conformidad corre- zar idealmente su ruta circular de tío vivo in-
lativa por parte del artista. Y ya tenemos al genuo y fingía una hipérbola que desconccrta
arte inscripto en el círculo vieoso que Lope in- ba al público.
sinuaba eon su dístico claudicante. Ibsen, como todo revolucionario, había in-
El teatro, arte divertidor por excelencia, es vertido los términos. La anécdota pasaba a ser
proclive, eomo ninguno, a la anécdota. Esa cosa secundaria y el " c a r á c t e r " cosa primor-
propensión a levantar toda la estructura dra- dial. Desde entonces la obra dramática no se
mática sobre uno o varios hechos, produce un produce de fuera adentro, sino del centro a la
curioso "virtuosismo". La fantasía—cualidad periferia, porque son los mismas person-ajes
distinta e inferior a la imaginación, como al- los que al desarollar los husos misteriosos de
guien ha observado—^sometida a un entrenaje sus vidas urden la red dramática.
especial, se entrega con soltura al deporte de En un teatro de muñecos Ilisen atrevida-
inventar anécdotas interesantes y logra hallaz- mente hace penetrar seres vivos dotados, como
gos brillantísimos. (El teatro post-romántico su creador, de una violenta pasión polémica.
del pasado siglo nos presenta ejemplos muy Desde " L a comedia del amor"—su primera
característicos, sobre todo el teatro francés, obra de atisbos revolucionarios—Ibsen enta-
eon su triada incomparable: Seribe, Dumas, bla una polémica constante, implacable, con el
Auigier). piiblico. Polémica que en "Casa de muñecas",
en "Espectros" y en "P]l enemigo del pue-
Con la invención de la anécdota, surge la
blo" llega a su "climax". El público tenía un
maestría de presentarla hábilmente y explo-
concepto hermético de la obra de teatro, tanto
tarla en su totalidad. Al "virtuosismo de la
en el orden artístico, como en el orden moral.
anécdota"—destreza para cazar las espe3ies
Su concavidad receptiva no se acomodaba a las
más raras—se incorpora el ' ' virtuosismo de la
convexidades nuevas, peculiares, de la manera
técnica": habilidad para aliñar y presentar
ibseniana. Le sublevaban los personajes de
bien la pieza cobrada. Cuestión de cocina.
Ibsen. ¡Aquella Nora inmolando todo senti-
El público, no curado todavía del saram- miento para partir en busca de sí misma;
pión romántico, aceptaba con gusto las bien aquel Oswaldo, fruto podrido de un maridaje
ensambladas estructuras dramáticas que Seri- convencional; aquel Allmers atormentado por
be, Augier, Ennery, Meilhac, Halevy, etc. le la imagen de la muletilla flotante de Eyolf;
ofrecían. Habituado al género (tanto como aquel Borkman solitario, amargado, misán-
nuestro público de hoy a la astracanada y a tropo . . . !
la obra bufa) consideraba natural que el sim-
Pero de toda esa humanidad levantada so-
ple hecho (argumento, trama) fuese el eje de
bre las cenizas aún humeantes del romanticis-
la acción dramática y el personaje cosa se-
mo, acaso Nora, eon su cabecita traspasada
cundaria, muñeco supeditado a él. El teatro
por un súbito pensamiento de liberación, sea
vivía en plena era de muñequismo.
el símbolo central de la renovación dramática
Ibsen produce el primer escándalo. Toma un de Ibsen. Nora significa la emancipación del
puñado de caracteres y los lanza a la escena. muñequismo moral. El teatro de Ibsen la
Asombro general. ¿Quienes eran aquellos se- emancipación del muñequismo dramático.
R N S C O H S O
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EL HIJO DEL ¿MAR
A MABINELLO
cuando sacaron la red tú venías en ella, la costa, en los que no existía ni un abrigaño
Y por eso eres rubio y no trigueño como
tus hermanos: porque eres hijo del mar.
seguro, mar que daba hijos rubios y que tam-
bién los devoraba cuando grandes, convertidos
Aquella versión — la más lógica para sus en pescadores, se daban a quitarle sus peces
siete años—enorgullecía al muchacho que mi- para dárselos a su enemiga la tierra a quien
raba a los suyos con cierta superior animosi- tanto combatía y a los otros hombres hijos de
dad. Por ella también iba, siempre que podía, ella.
a pasearse por el puerto y sentado en el mue- Por las tardes el mar comenzaba a subir, a
lle miraba durante largo tiempo el mar, el subir. A las siete, cuando lo acostaban, ya lle-
mar sucio, obscuro, prostituido, padre pro- gaba al mismo portal de la casa, que se elevaba
bable de los negritos inquietos como diablejos frente a la playa, poniendo a flote el boteeito
que en él se bañaban; mar meado por toda de dos popas que estaba amarrado a la argolla
clase de vapores, tan diferente al de su país de la puerta y que servía para pasear por los
de crianza, bravio, lleno de^ resaca, en perenne tejados cuando, muy avanzada la noche, el
lucha contra los arrecifes y los acantilados de mar cubría todas las cosas que sólo podían res-
pirar por las chimeneas, na-
rices de piedra.
La tierra entonces comen-
zaba a quejarse en la nocive
llena de lamentos, a suplicar
que la permitiese vivir un
día más y el mar, perdonán-
dola, se retiraba dejando to-
dos los cristales de ias ven-
tanas húmedos, los pétalos
de las flores llenos de agua
y mojado el césped del huer-
to. A la mañana siguiente
los hombres, ingratos, vol-
vían a robarla sus peces y a
los hijos de sus reyes, rubios
y altivos; a quitar toda hue-
lla de los cristales y de las
flores, únicas amantes del
mar que se enfermaban bajo
el sol aliado de la tierra así
como la luna lo era del mar
al que le prestaba fuerzas
para su ataque nocturno.
Un día en un barco muy
grande, que como la casa de
lal aldea tenía botes para pa-
searse y narices de hierro
para respirar, cruzaron el
Cario» Montenegro, por Angelo. océano, padre de todos los
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mares, y fueron a habitar a aquella ciudad Ya dos o tres veces se había lanzado al agua,
enorme vencedora del mar que rondaba a sus pero, al zambullirse, notaba que el mar lo re-
pies, prieto, sumiso, lamedor; abrumado siem- pelía echándolo hacia la superficie. No obstan-
pre como si quisiese ocultar su derrota. Esta- te sabía que, llegando al fondo, caminaría li-
ba ya tan sometido que en aquella ciudad las ibremente como hacían los buzos en las láminas
ventanas no se cubrían con cristales sino con del libro que el tío le había enviado antes de
persianas, tablitas que no podrían impedir que morir, y entonces podría llegar hasta los due-
el mar ahogase todas las casas si éste hiciese ños de las aguas montado en cualquier pez de
otra cosa que lamentarse sordamente bajo los aquellos que en el libro estaban retratados. La
muelles e, hipócritamente, dedicarse a carco- dificultad consistía en llegar al fondo. Y sus
mer los pilotes que los sostenían. Aquel país ojos, pedazos de mar, como los de su tío, se
había sido la tumba de su tío Antonio, hijo fijaban interrogantes sobre la superficie líqui-
del mar también, sobre cuyas rodillas supo la da manchada del aceite de los barcos. Así,
historia de su nacimiento. Este tío era el evocando, entreveía al tío como el día que se
único que lo comprendía, él le contaba los crí- marchó a combatir a la tierra, inclinado ante
menes de los hombres de tierra que lanzaban él para atarle los cordones de los zapatos tan
dinamita a las aguas para destruir a los peces fuertemente que de noche, al acostarse, tuvie-
y hacían unas redes enormes para pescarlos. ron que cortárselos. Los hombros del tío, po-
derosos como u n acantilado, era lo último que
¡ Pobre tío que había muerto combatiendo
>le él recordaba, poniéndose pálido al pensar
contra la tierra! El día que se fué, abriendo
que los había destrozado la mina. ¡ Pobre tío!
mucho los dos pedazos de mar que le servían
Si aquellos negritos que jugaban bañándose no
de ojos, le contó que iba a vengarse, arrancan-
fueran tan escandalosos, tan poco serios, les
do a la tierra sus tesoros. Se haría minero y
podría pedir que lo ayudasen a traer una pie-
abriría grandes agujeros en las montañas para
dra grande para tirarse al agua abrazada a
sacar de su seno pedazos de oro suficientes pa-
ella; pero no, podría lastimarse y además, ¿ no
ra comprar un submarino e irse a visitar los
penetrarían en su intención? j S i él bajare
grandes imperios ocultos bajo la^ aguas. Ya le
agarrado a los pilones no podría llegar al fon-
había mandado un libro lleno de láminas cuan-
do 1. Sí, mejor era bajar por un pilón del mue-
do se enteró de su muerte acaecida por el de-
lle. Ahora que por estar anocheciendo lo ha-
rrumbe de una mina. E n la casa sólo él lo ha-
bían dejado sólo se le presentaba una buena
bía llorado mucho; los demás no, a pesar de
ocasión. Queriendo llegar vestido ante los re-
que les mandó muchos pedazos de oro que les
yes no se desnudó a igual que otras veces. Miró
sirvieron para hacer aquel viaje por encima
a todas partes y viendo que nadie lo vigilaba
del mar grande y en el que le llevaron enga-
se dejó caer al mar. Como había visto hacer a
ñado diciéndole que iba a conocer el sitio de su
los negritos, cuando querían cruzar a nado
nacimiento.
por debajo de la quilla de los barcos, aspiró
¡ Le engañaron! No hicieron más que cam- todo el oxígeno que pudo y se zambulló si-
biar el país abajeño donde se había criado y guiendo una dirección paralela al pilón del
en el cual la tierra todas las noches tenía que muelle del cual se abrazó al notar que la pre-
suplicar que la perdonasen por aquel otro, sión del agua lo quería volver a la superficie.
matador de su tío, donde el mar era el venci- Abrazado a él comenzó a descender. Sus ojos,
do, tan sumiso que ni se atrevía a mojar sus muy abiertos, veían por vez primera las arenas
mejillas cuando, encapado, se iba a contem- del fondo sobre las cuales, como mostraban las
plarlo sentado en el muelle. láminas del libro, se podía andar libremente
sin aquel atroz ruido en los oídos y la falta
¿ Si pudiese comunicarse con los reyes del de aire que ya lo ahogaba. Una brazada más,
mar y decirles que las casas, confiadas, no se otra y ya alcanzaba el primer montón de are-
cubrían con cristales ? ¡ Cómo vengaría la
muerte del tío Antonio! (Continúa en la pág. 102).
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c u « ¿M O
L cubismo ha de sc^r ción. El proceso del arte
E considerado, ante
todo, como un deseo im-
moderno es esencialmen-
te un proceso de recrea-
perioso de aligerar el ción. Y de la misma ma-
hecho histórico de la pe- nera que todo edificio
sada carga de estorbos se empieza por los ci-
que llevaba encima, y de mientos, la susodicha re-
mostrarlo, desnudo y pu- creación se empezó por
ro, totalmente despojado de supérflua orna- la base: es decir, por las) relaciones de formas
iiientación. y colores abstractos desposeídos de repre-
El cubismo—que ocupa un lugar preemi- sentación.
nente entre las tendencias del panorama pic- Los impresionistas, los primeros,—ansiosos
tórico contemporáneo, y cuya influencia sobro de reinvención y convencidos de la necesidad
los mejores artistas actuales es aún decisiva— de comenzarla por la base—se esforzaron en
ha comprendido, mejor que ningún otro mo- transformar la realidad en una exacta sinfo-
vimiento plástico, le papel preponderante que nía de colores. "Los impresionistas—dijo An-
las formas y los colores abstractos, huérfanos dró Lhote—afirmaron valerosamente su inde-
de toda figuración, tienen asignado en la obra pendencia con relación al objeto (este objeto
pintada, y ha contribuido poderosamente al fetiche de los realistas) y, para ellos, el objeto
triunfo de la cruzada encaminada a eliminar
de estas formas y de estos colores el montón
de calidades extra-plásticas, que varias ge-
neraciones con vocación de simio habían amon-
tonado sobre ellos hasta escamotearlos defini-
tivamente.
Es gracias al cubismo que conceptuamos
hoy una verdad vulgar el hecho de que en
toda obra plástica, más que las alusiones disi-
muladas o no a la realidad, lo que cuenta—
técnicamente, se entiende: no queremos aban-
donar en estas notas el terreno técnico para
invadir el de la estética—son las relaciones de
las formas y de los colores abstractos desliga-
dos de toda representación.
Esta preferncia exacerbada de los mejores
artistas contemiHjráneos por el solo juego for-
mal y colorístico podrá parecer completamen-
te pueril a muchos.
A mediados del siglo pasado, sin embargo,
la pintura—excepción hecha de algunas po-
derosas individualidades incomprendidas—no
existía: muchos años de afán imitativo la ha-
bían enterrado bajo una densa estratificación
de realidad. Fué pues preciso recrearla. El
esfuerzo de los mejores tendió a esta recrea- Por FUmqiitt.
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no fué sino un pretexto para invenciones co- biamente a fin de proporcionarnos la sensa-
loreadas." Los contemporáneos de Monet, sin ción de armonía, de euritmia y de equilibrio,
embargo, no se encararon más que con una que es uno de los principales fines de la obra
parte de la verdad estética total y, menospre- de arte. Pintores, no otra cosa que pintores,
ciando la forma, no supieron ver más allá de los cubistas no atiborran su bagaje artístico
las pequeñas armonías de tonos. Los cubistas con preocupaciones e intenciones perfectamen-
han intentado la recreación de manera abso- te extra-plásticas, ni abandonan nunca los do-
luta y, abordando el problema plástico en su minios estrictamente pictóricos, ni invaden
totalidad—problema no tan sólo de color, sino terrenos que no tienen nada de común con la
principalmente de forma—lo han resuelto con pintura.
mano maestra. Hallada de nuevo la verdad La principal objeción que se ha hecho al
pictórica, ellos se han creído obligados a mos- cubismo ha sido la de haber engendrado un
trarla completamente descarnada en sus obras arte abstracto y deshumanizado. Ya hemos
ya que, no disponiendo de otro medio, " p a r í visto, sin embargo, que, habiendo casi desapa-
los pintores era necesario hacer conocer SUR recido la pintura, fué necesario reconstruirla
ideas, no con palabras sino con sus telas", co- empezando por la abstracción básica. Hoy, re-
mo ha dicho Gino Severini, el tránsfuga del creada la pintura, los sucesores del cubismo
futurismo y uno de los más rígidos pintores han humanizado ya la primitiva abstracción
cubistas. con alusiones más o menos directas a la reali -
En consecuencia, el cubismo ha hecho un u«o dad. Y el cubismo tiene un valor inmenso de
casi exclusivo de formas y colores puros y no reacción y de tránsito que nadie se atreve ya
se ha preocupado más que de hermanarlos sa- a poner en duda.
E B S G H
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7 o H ^ E R S K I N E
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que la meditación', cuando se ejercita sobre Cambian la ropa al niño cada vez que es pre-
experiencias, es fuente de conocimientos. Se ciso, usan toallas y disfrutan de agua calien-
dividen el mundo. Lilith tiene afición por te. La hoja de parra no aparece a los ojos
las experiencias y él parece inclinado a medi- de Erskine. Además, ya Adán ha aprendido
tar. Descubren el beso. Son felices. de Eva que, si bien comemos para satisfacer
el hambre, precisa disimularlo con las buenas
Pero un día, cuando presencian la agonía maneras en la mesa. La comida es sólo un
de la vaca, se presenta Eva. Los riñe dura- pretexto para la conversación. Y como no se
mente por su descuido con aquel animal, recu- debe hablar con la boca llena, mientras la
rre a los desmayos y Adán tiene que acompa- otra persona contribuye una idea, uno come
ñarla a su casa. No tiene casa alguna. Aca- un poco.
ba de llegar y no sabe construirlas. Adán
El sombrero y el calzado han nacido por
hace una para ella, como la que hizo Lilith
una necesidad de equilibrio estético. Adán,
para él; le extraña que Eva nunca le dé las
que tardó en aceptarlo, en cuanto usa un tra-
gracias. Cuando le da un beso, como a Lilith,
je, descalzo y sin sombrero, siente que debe
Eva lo abofetea, se indigna y le advierte que cubrirse y calzarse.
nqucllo sólo podrá hacerlo el que vaya a ser
•su marido. El quiere partir y Eva le ordena
que permanezca. Se casan, después de algu- No hay aspecto fundamental de la vida
nos días. Adán es desgraciado. Eva lo riñe humana y de la humana moral que haya es-
y lo alecciona por todo. Eva no puede nadar. capado al claro espíritu de Erskine en esta
No sabe hacer nada y él tiene que porcurarle para mí su mejor, última novela. Su maes-
fratás que no la satisfacen. tría en manejar a nuestros bíblicos padres es
Un día vuelve con Lilith. Esta no le re- superior a la de Shaw, con el propio tema,
procha nada. Nuevamente son felices, pero él en BACK TO METHUSELAH. Shaw nece-
vuelve a ver a Eva. Al acercarse a su casa, sita partir del paraíso hasta donde alcanza el
mira que sale humo de ella. Eva ha inventa- pensamiento. Erskine no sale del paraíso, y
con sólo tres personas nos da una igual obra
do el fuego. También la ropa. Y aunque Adán
maestra.
iiitentaba volver a Lilith, permauece con Eva,
y adopta el traje. Eva lo ha ganado comple- Su diálogo es perfecto. Evita constante-
tametne, sin que él se dé cuenta del hecho. mente describir. Sus personajes hablan de él
Lilith va pareciéndole una anujer sin pudor, y por su escenario. Leer sus novelas es como
que sólo complace sus más bajos aspectos. leer un drama.
Finalmente, Eva le anuncia que va a ser Por lo demás, Adán y Eva se salvaráiii se-
padre. Adán, regocijado, piensa que su hijo guramente del cine. No así Helena, que ya
va a ser para él aquélla compañía que no ha están filmando —o que ya está filmada.—
oicontrado en l;is do-i nuonerosas mujeres que Crea el lector que no habrá ganado nada con
sp lo disputaran. T cuando sostiene en sus ver la película. Si Dumas y Elinor Glyn ga-
brazos a aquel tierno niño siente todo el amar- nan eii el cine, Erskinc ni siquiera puede
go peso de.l tiempo y admira (como Helena filmarse. Lo de Helena debe ser un mero
en el otrp libro) los pies, inútiles aún, de su pretexto para alguna cinta aparatosa, que
hijo. Cuando se cierra el libro, Eva y Adán aprovechará la fama del título de la prime-
ya gozan de una casa surtida de implementos. ra obra de John Erskine.
V D R N
a o
64-
SCHO€N^€RG Y LA cATONALIDAD
Según las leyes de la naturaleza los cuerpos caen en la tierra,
pero legún esas mismas leyes se elevan los aviones.
Amold Schoenb*rg.
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una st^rie de hechos armónicos heterogéneos, telectual o un arte emotivo? Creemos que es
no puede en rigor llamarse tonalidad. Según un arte emotivo, pero no vemos la razón para
esto, los compositores de avance están siendo que no se pueda llegar a él por deducciones
víctimas de un espejismo tonal; y no podría intelectuales. Schoenberg lo está haciendo así,
ser de otra manera en una música cuyos ele- y con él, las modernas escuelas alemana y
mentos dialécticos y dinámicos, tales como austríaca.
el tiempo, el carácter, la acentuación, los Después de analizar varios problemas, cu-
cambios bruscos de ritmo, etc., conducen a ya glosa sale del marco de esta revista, Schoen-
las más atrevidas y sorprendentes modula- berg deduce que no hay ninguna razón física,
ciones, a frases expresivas, a sucesiones de estética o lógica que obligue a un músico a
acordes no empleados hasta ahora, a interva- servirse de la tonalidad. Estas razones son fun-
los extraordinarios, que, como lógica conse- damentales: "Desde el punto de vista físico
cuencia están actuando como una fuerza cen- —dice—la tonalidad es de un valor primitiva-
trífuga respecto de los centros tonales. mente más natural que la atonalidad; pero
La tonalidad, evidentemente, nos ayuda a también es evidente la primordialidad de ésta
la comprensión de los hechos armónicos esta- última. Según las leyes de la naturaleza los
bleciendo entre ellos una unidad coherente, cuerpos caen en tierra, pero según esas mis-
un plan lógico según leyes acústicas que nos mas leyes se elevan los aviones. Que un pro-
son conocidas. Pero esta tonalidad, vista co- ducto sea artificial no impide que sea al mis-
mo sistema, se convierte de medio en fin; por mo tiempo natural, puesto que su existencia
lo tanto, el compositor se encuentra a priori no .sería posible si no obedeciera a las leyes
en un entravé de donde no puede salir sin de la naturaleza."
quebrantar las hasta ahora inmutables leyes Anatole France usaba la misma lógica dis-
tonales. Se le ha objetado a Schoenberg que curriendo sobre el milagro: " Se nos define el
no se hace música para ser tonal, sino que se milagro—-escribía—como una derogación de
es tonal para hacer música. La congruencia las leyes de la naturaleza. Pero si no conoce-
de este razonamiento no se ve clara, puesto :uüs esas leyes, ¿cómo sabremos que un suceso
que Schoenberg ha demostrado que se puede las deroga ? O el milagro es cierto, o n0| lo es;
hacer mxisica atonal sin que desaparezcan de si es cierto, existe en la naturaleza, y por ctm-
ella sus tres elementos esenciales: ritmo, ar- siguieute es natural."
monía y melodía. Podrá ocurrir, y ocurre en Desde el punto de vista estético, Schoen-
Schoenberg, que la melodía no se acomode a berg ha demostrado que ya en la obra de
la noción habitual que tenemos de ella, o que Waguer la supremacía tonal es muy discuti-
sea sustituida por melodías de timbre; que la ble y que desde esa época la música está atra-
armonía no respete la división clásica entre vesando un período de visible descentramiento
consonancia y disonancia, o que hagan su tónico, sin que la mayoría de los compositores
aparición los acordes schoenbergianos llama- se hayan dado cuenta. Lógicamente, Schoen-
dos vagabundos, tan ambiguos, tan indefini- berg cree que es posible encontrar otros recur-
dos y fantásticos que sus relaciones con un sos de fuerzas cohesivas que reemplacen a los
tono fundamental no pueda descubrirse sin medios primitivos que nos ofrece la tonalidad.
el auxilio del más riguroso análisis científico. De todos modos, las teorías schoenbergianas
Inmediatamente ocurre la consabida pre- responden a una íntima convicción artística
gunta: la música ¿es una noción intelectual y sus consecuencias abren una tremenda inte-
que haya que intuir a través de un comple- rrogación para el porvenir de la música. Com-
jo sonoro, o es una percepción que se trans- pártanse o no, que esto es cuestión de convic-
forma en placer mediante reacciones senti- ción o de gusto, merecen el mayor respeto al
mentales ?; es decir, la música i es un arte in- discutirse.
M Á R I Á M U Ñ O Z D E Q U E V E D O
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Por Carlof Enriqutx.
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LOS <POETAS INÉDITOS
Yo bien sé que te enorgulleces
El Cantarada de pareoerte a m í :
Era» todo u n héroe. Te lo han) dicho
Otroa eomp tú dieron fama a loa autores la negra y el inquilino blanco.
sin literatura Miras mi faz adusta
y sin aíte.—^Bie» merece» mi Cjajatoc— y mis ojos cuajados,
Eres, la espilla doloros;», sabes de mis diabólicos poemas,
el tipo acé&lo y aunque no los entiendes
de mm vasto r e p r e á ^ o t a c ^ . por eso mismo crees
defl(eMÍúaentoapoe^itffli, en el milagro de una infusión olímpica.
Tú bien lo aptbes: Te equivocas:
las cog^jas más vi^^as yo sólo soy tu compañero de cuarto,
te b#n. hablado de tos padres plebegros. comparto tu mirada
Seni por eso que no lees a Smiles a las telarañas del techo.
ni a su« básales secuaces, Y en esta cascara de nuez
ni a sadidt siento el frío de las paredes
])ue3. que ni Imr sabes. como el de esos diarios de tres días
Pero en cambio practicas la emoción pura que me traes del puesto.
que no sabe máa que de Bnsia. Tu sólo—^vieja estampa goyesca—
Y eres al mismo tiempo entiendes el grafismo de las portadas,
el coztBueto de muchos... no sabes, como yo,
de inaccesibles cumbres soñadas.
y, aunque hayas cegado al Lenine
de mi cabecera porque—decías—
te daba miedo su mirada,
sigues crucificado a tu overall de rayas.
A veces me atormentas,
y siempre son tus cuitas como aquella
del señor que te objetó en el Prado.
¡ Oh, eso sí: llevas un fardo amargo
de experiencias estériles!...
y acaso me lo dices con gracia;
pero te faltan palabras:
y entonces me hablas con lágrimas.
Cretino:
nunca podrás gustar el frescor de unos labios
en el éxtasis de las horas en preludio.
Nunca: tú bien lo sabes.
Sólo muchos recuerdos
de estrecimientos coráceos.
Bien es Verdad que no aspiras a más;
que te resignas a roer los mendrugos robados
como yo las ideas que indigestan mi sueño.
i Debe de haber algo
en que nuestra semejanza no es esleta!
N M R D E C A V O
88
O^A QA CHACHE CHAPLIN
Dinamita contra la fortaleza y en el campo, y en el Circo,
de nuestro hastío, solo con la gente sola,
estufa contra el frío solo.
de la tristeza, Eres tal vez el hombre actual,
Charlie Chaplin, solo en medio de las máquinas
que él creó y que lo sirven oprimiéndolo,
i cómo culpa tu sonrisa de niño, solo en la tierra de donde emigró Dios,
tu sonrisa ingenua, solo con su anhelo, sonriendo de su anhelo.
tu sonrisa buena, Como él, tú ni lloras ni ríes,
tu sonrisa asombrada de niño si acaso te sonríes
la ilimitada nostalgia de tus ojos!
a veces, con extraña sonrisa ingenua
y cómo hablan tus manos,
con sonrisa asombrada de niño,
y tus zapatos torcidos,
y cuando, por amor,
tus zapatos torcidos, vueltos hacia arriba
renuncias al amor,
—hacia arriba, como las Catedrales!
te sientas sobre una caja vacía,
y tu bastoncito ridículo,
en medio a un campo vacío,
y tu bigotillo ridículo
uiieutras se marcha el Circo
se burlan de ti,
- ilusión, periferia, mentira dorada,
de ti y de mí,
todo,
y del otro,
nada,—
se burlan de la Persona, y te quedas allí, tú solo,
de la ridiculez de la persona, como siempre estuviste,
de la ridiculez cómica y trágica de ser una con tu bastoncito ridículo,
[persona... tu sombrerito ridículo;
El burro te persigue en el Circo, solo,
y el detective que no da pie con bola, y después sales andando,
y la risa del público que no entiende, sin rumbo
—mas el león te respeta (porque todos los rumbos son en el fondo
(40 te desdeña, [iguales)
pensando que en resumen nada vale para él sin palabras, sin gestos,
[la pena sin risas y sin llanto;
de salir de su ensueño abrupto —hablan en ti tan sólo tus zapatos, torcidos
que es más real que la vida cruel?) [hacia arriba,
Estás solo, Charlie, vueltos inconscientemente,
estás solo simbólicamente,
en el Polo desesperadamente- vueltos hacia arriba,
de Klondike, y en la ciudad confusa. como las-Catedrales»
U 8 R O D R O V E M B I L
89
V % T C cA
esos hangares, que ondean el júbilo de un ban-
A PENAS el día pide práctico, ya está el
Sur en guardia, contemplando el pano-
rama de los vuelos. Nada existe en lo esbelto,
derín. Esas tablas, trampolines en las puertas
chicas del hangar, desde donde las nadadoras
fomo el vuelo de las palomas. Sin él, ¿qué se- se lanzan al baño tibio del espacio.
ría de este cielo í i qué quedaría de las torres. Sumergido en el ancho vuelo de las palomas,
en ese vuelo del más hondo ca-
lado, todo hombre pierde de su
peso. Deseamos que al luz no se
desvanezca, que los ojos se nos
enciendan en el sol, que los sa-
cerdotes del Sur,—los palomistas
puros—sacrifiquen en holocuasto,
tiernos corderos de los cirros.
En los ríos del aire, qué bien
navegan las palomas. Brotan de
las riberas, como rebaños de can-
didas barcas, y pasan—con qué
gracia, con qué limpieza, qué es
trictas — entre los arrecifes de
las cometas ancladas en lo azul.
A veces, cuando las brisas se
avivan, corren y afluyen hacia
ellas, y son su alegre espuma.
olras,-qué bandadas frajgantes-en
las ovillas del cielo crecen nardos.
Las palomas no traspasan el
día. Las golondrinas, sí. Por eso
es .siempre joven trascenderse de
sus alas eálida.s. Las golondrinas
Por A. MaiUol son las saetas que nos hieren en
(le los mástiles de la ciudad? ¿qué, del viento lo más dentro. Las palomas nos alegran de su
alegre de las terrazas? alegría, de sus juegos en torno de los hombros
Dan gloria, en los eneros claros, esos ángu- de sus vestales; las muchachas altas y delga-
los de los educios en cuyos vértices la mañana das, que empavesan las azoteas.
ef-eribe una paloma blanca. Esos palonaares, Cielo de Cartagena. (España).
N O N O O E R
90
Tres temas sobre la nueva poesía
ii
DEL VERSO
EVISADO formalmente el poema, nos La facultad adquirida ya en el poeta de
R queda por considerar en segxindo tér-
mino el verso en sí, como unidad rítmica. Lo
usar un verso que se mueve por su natural re-
sorte lo obliga a metrificar sin dar traspiés.
hemos visto en sus tres nuevos estados: es- El ritmo—que es una de las más hermosas
crito sin encabalgamiento serial, sin rimas in- providencias que ha puesto en nuestra sensi-
tencionales y sin prefijar número. bilidad la Naturaleza—se produce sin afeites.
Queda reducido el verso a su substancia El poeta no debe ponérselos. El verso puro
legitima, como si brotara sin intermediario debe producir la sensación de belleza de
de la cantera mental. Puesto que lo hemos un sillar. Y su movimento poemático el de un
despojado de todo corolario, el poeta asume lienzo de muro en el que las junturas carezcan
mayor responsabilidad manejando ese orga- de argamasa y el todo imparta la sensación de
nismo nudo, y se ve obligado a mostrarlo en un cuerpo único en donde la euritmia no se
todo el poder de su belleza, i Ha ganado el aprecie según el secular entendido de distri-
vfií'so quedándose en esqueleto? bución en partes iguales, sino en el de unión
Las artes, en la hora actual, se basan en de un todo indivisible. En el verso no debe fal-
una gran sencillez, en una honda penetra- tar ni sobrar nada. Ni tener suplementos ni
ción, al menos en las que están más a mi al- chaflanes. Ausencia total de ripio: ideol7á:ico
cance asi lo descubro. La pintara, la escul- y gramatical. Cualquier muletilla o mixtifiea-
tura y la arquitectura propenden a cierta eión se delatará a sí misma, manchando de
limpieza de lineas y volúmenes, a ciert» ar- paso la transparencia de la estructura veraal.
monización de conceptos, que todo lo que no No importa que vaya distribuido o com-
sea esencial a la producción del arrobo esté- pacto. Su ley rítmica le otorgará la neeeaarif.
tico parece no tener objeto en las mismas. unidad. Aunque hay que convenir en que esc
Es evidente que el escultor, el arquitecto y el verso no se trabaja todavía con éxito irrevoca-
pintor han ganado con el procedimiento. ¿Y ble entre nosotros. Son muchos los falsificado-
el poetaT res que se amparan en su seductora y no fácil
El verso sin artificio musical en la punta— facilidad para componer poesía de vanguar-
rima rica o mediocre que sea^—y sin I* re- dia. Esa ilimtada libertad que se toma hoy el
petición i)eriódica, produce el efecto de esas poeta para crear el verso, nos pone con Tre-
cristalizaciones basálticas en que todo lo tras- cuencia frente al caso concreto de tenernos qiip
cendente está en el quebrantamiento de los preguntar si es que no sentimos el ritmo o si
cristales—en lo que es variedad; porque el es que el poeta no lo posee.
siatema cristalográfico y 1» yustaposición de
sos cuerpos geométricos, de tan absoluta uni- Desde que el metrolibre dejó de ser una no-
formidad—^también desnudez—fatigan tanto vedad en español se dijo que sobre su estruc-
la vista como el entendimiento. tura no se podía dictar reglas, salvo la de ser
El verso tiene qtie sacar de dentro 8u« pro- de base fija o no, sino que en él todo dependía
pios impulsos para ajMirtar de sí la monoto- de la capacidad rítmica y del gusto del poeta.
nía, cuajando no sólo en diversos si^emas Mientras compuso en el verso métrico el
rítmicos sino también agrupándose varia- poeta no encontró escollos como versificador.
damente y rompKndo eon espoát(Mieiáld¿-no- Sumido a los preceptos de la versificación,
vedad—Hsus estratificaciones. cuanto más servflmente los observaba, eon ma-
9/
yor perfección producía sus veraos. Toda su puede afirmarse más sino que estamos en pre-
ciencia consistía en sujetane id patrSu. Maa sencia dé^ una gran transieión. Ello explica
ahora que el verso no ea métrico porque des- que espíritus alertas se hayan extraviado al
conoce como su ley fundamental el conteo de, discurrir acerca de las últimas evoluciones
sílabas y la prefijación de acentos, no estandd' del verso.
sometido al ri|ror de ningún otro precepto que Así, Jaimes Preyre (1912) llamó arritmo
el del ritmo súbito, que es obra personal ex- lo que a todas luces ea polirritrao; y Lugones,
clusiva del poeta, la cuestión cambia. Resuel- últimamente (1927), antiverso.
to en cualquier forma ha de ser siempre y úni- Má« bi^a parece que quien se acercó tt la
camente un verso rítmico. Si carece de esta exégesis del verso libérrimo de ahora fué Luis
oondicióu dejará de ser verso. De ahí el caso Ldorens y Torres (1914) cuando apuntó su
no raro de que encontremos renglones de prosa idea d€l panedismo (de pan: todo, yedus:
pasados como v«rsos. Son las intermitencias verso); sólo que enfocó mal el problema al
dd ritmo, las lagunas y ataxias que inopinada- afirmar por un extremo que rompiendo la si-
mente se intercalan burlando la vigilancia del metría del verso se U^a a la combinación rít-
poeta. No otra cosa es el viejo dormitat Home- mica más alada y espiritual: la prosa; y por
rui. Sólo que antes referíamos la expresión otro, que el panedismo no es el verso libre
horaciana al desorden rítmico y hoy al mé- francés. En cuanto a esto es admisible a título
trico. de anti-tesis la afirmación. El trasunto espa-
Si hemos apartado el verso de la prec^tiva, ñol del vers libre francés lo hemos llamado
libertándolo de los acentos obligatorios y las versolibriamo, verso libre y metrolibrismo,
sílabas contadas: si mezclamos los melódicos siendo para mí esta la expresión menos suje-
—aquellos que desarrollan no sólo ritmo sino ta a confusiones. Aunque si meditáramos sin
que además "llevan compás"—con los sinfó-
nicos—aquellos que se integran con ritmos di-
símiles: si lo hemos apartado del encabalga-
miento, del consonante y la semirrima, distri-
buyéndolo a capricho sin reparar en »u nú-
mero para constituir las estrofas ^qué menos
poner en el verso que lo que es su razón fun
damental: el ritmo í
No se explica cómo Guillermo de Torre diga
en su popularizada obra crítica sobre la poesía
de vanguardia que "en la nueva lírica, los
mejores poetas, que proscriben sistemática-
mente la rima, usan, en ocasiones, del ritmo".
No puede admitirse esto como un postulado.
Quien no acierte a verter "su ritmo" no po-
drá hacer el verso liberado, cuando más poesía
en prosa, en renglones cortados y; hasta entre-
cortados, pero no rítmicos. Tal el punto cul-
minante de la materia y puente levadizo por
donde los contrarios de la nueva técnica versal
penetran para combatida.
Ninguna de- las clasificaciones admitidas
hasta, ahora como clásicas se concilla de pla-
na con la condición del v^-so de vaaguardia.
El teaómena está «ite nosotros. Loa p>i;oso-
distas d ^ m . fij,ar la-teeriv.- De momento'no Por ^. eatimnhoiÑp.
9Z
perjuicio en la diferencfa que existe entre el Y llegando aquí es procedente recordat
modelo exótico y lo que aclimató el modernis- las palabras provisionales, las anticipaciones
mo, se llegaría a ver que lo que hicimos en es- recentísimas con que Pedro Henríquez Ureña
pañol €s más propiamente un heterometrismo. abre, interrogando, su substancioso artículo
Si no, veamos. El francés cuenta con una En busca del verso puro y las conclusiones
gama fonética más rica que el castellano: tiene que explana al final del mismo. Apreciacio-
vocales simples heridas indistintamente por nes todas que son un rayo de luz lanzado al
dos acentos (tres tratándose de la e) y com- foudo de la teoría de L. Id. y T. y declara-
puestas ; más larga compensación en los finales ción incidental en todo caso de que el verso
de versos agudos y la intensidad fónica de la métrico pasa por una profunda crisis en tan-
e muda en medio del verso. En cambio nues- to que el ritmo nace a una jubilosa eclosión.
tra sequedad de vocales sin matlzaciones y Mas el ritmo tiene a su vez que ser des-
nuestra penuria de consonantes, son causa su- arrollado en un lenguaje bello. El verso del
ficiente para hacerme aceptar como transitoria novopeta debe ser parnasiano o no ser. Me
la sugestión de Llorens y! Torres; para repetir explicaré. Después de la insuperable conquis-
que lo nuestro más que adaptación fué un pá- ta que el pamatianismo hizo—como forma—
lido trasunto del vers libre: heterometría, la en lira de algunos poetas del modernismo, se-
aportación métrica del moderniamo, cosa dia- ría torpeza abandonar tan preclaro bien en
tinta de lo que usa la poema de vanguardia, aras de una facilidad que delata por instan-
en el fondo un verdadero ritmolibrismo, más tes la insuficiencia. El modernismo se apro-
allá de lo que fué el modelo que tuvimos—«al- pió esc magnífico don del parnaso y poetas
vo sus propias excepciones—en Rubén Darío. como Julián del Casal, Herrera y Reissig y
La teoría del antillano produjo asombro. Ghiillermo Valencia llegaron a producir ver-
Yo no la comprendí. José Manuel Poveda la sos perfectos, magníficos, totales como joyas
rechazó incidentalmente en el prólogo áé Ver- y fulgurantes como gemas. Así el verso am-
sos precursores. Sin embargo, el desacierto de plísimo de la novopoeíáa. Su creador debe es-
Llorens y Torres no fué tan grande. Pocos forzarse en hacerlos tan acabados que, como
años han bastado para que las ideasí sobre la Pigmalión con su estatua, sienta la necesidad
versificación se revisen en buena parte. Es la de desposarse con cada uno de ellos al ani-
inagotable cuestión de la forma, en la que marlos con el soplo del ritmo.
se ahonda cada día más sin que lleguemos a El verso—concreción verbal dé la poesía—
una solución concluyente. Nada más que pa- es de la condición de un transparente carque-
labras provisionales, anticipaciones. Porque sio, el que una vez roto no podrá sustentar
la morfología del ritmo es proteica, y la for- más su foriha inconsútil ni contener el faler-
ma poética—^una de sus manifestaciones—es no que lo alegró.
indomeñable por su esencia. {Coniinuará).
6 N B
0
N QA O N A
D%AMe4 DEL MAR. B1\( UN ACTO
SINOPSIS DE LO YA PUBLICADO:
Smitty. {Con la voz trémula de rabia y los tampa el desecíio en la boca). Eso te enseña-
ojos clavados en la mano de Driscoll):—i Es- rá a poner motes, ¡víbora! i Tienes un pa-
pía ? i, Qué rayos estás diciendo 1 Yo solamente ñuelo, Jack? (Jack le da uno y Driscoll lo
puse esa caja ahí para poder cogerla en se- amarra fuertemente ciñendo el rostro de
guida, en caso de que nos torpedearan. ¿Es- Smitty, por encima del desecho). Ya estás
tán ustedes todos locos ? Creen ustedes que yo aviado, ladrón. Pónganlo de pie ahora y
soy... (Ahogándose) ¡Perros estúpidos que amárrenle los pies, para que no pueda mo-
.son! ¡ Hembras! ¡ cobardes! A'erse. (Así lo hacen, dejándole con la espal-
Davis:—Bueno, basta, i lo oyes? da contra la pared, cerca del Escocés. Des-
(Driscoll saca del agua la caja! y se dispone pués, se sientan todos en torno a Driscoll,
a introducir la llave. Smitty da una furiosa que saca otra vez la caja del agua y se la
•sacudida hacia delante, casi desasiéndose de coloca cuidadosatnente sobre las rodillas. Eli-
los que le sujetan y arrastrándolos hasta lé ge una llave, luego vacila, mirando a los der
mitad de la cámara). más uno a uno, con incertidumbre). Creó que
Driscoll:—Aguántenlo, aguántenlo, no sean lo mejor sería llevarle esto al patrón, i no les
m . . . ! (Vuelve a colocar la caja en el agua y parece t
salta a la ayuda de sus compañeros. Oocky se Jack. (Con tono irritado) :—^Que se vaya
mantiene al margen de la lucha, recordando el si infierno el patrón. Esto es cosa nuestra, y
golpe que recibió). no hay por qué darle vela en este entierro.
Smitty: ¡Cobardes! ¡Malditos sean! ¡Pe- Cocky:—¡Ningún c . . . oñcial. digo yo!
rros! (Le arrojan al suelo y lo éujetím fuer- Davis:—Lo único que harían sería cogerse
temente en él). para ellos todo el mérito y dársela de héroes.
Driscoll:—Ya te taparé yo la cochina bo- DriscoU. (Con resolución):—^Bueno, ahí
ca! (Va á su litera, y saca un puiíado d$ va! (Lentamente hace girar la llave en la ce-
d^eclía y vuelve « Smiti^). rraá/ura. Los demás, instintivamente, se ha-
Smitty:—1¡ Cobardes 1 ¡ Cobardes! cen a un lado. Driscoll levanta cuidadosamen-
Driscoll. (Con un movimiento brutal le es- te la tapa y mira al contenido de la caja con
^
una expresión de perplejo asombro. Los otros mo un espía alemán, en París, le escribía car-
se aglomeran en tomo). ¿Qué rayo es, Da vis? tas de amor a una mujer espía en Suiza, y
Davis. (Desconcertado) :—¿. Ta extraño, ver- ella las mandaba a Berlín, Alemania. Leyén-
dá? Una cosa cuadrada, metida en una bolsa dolas, tú no sospecharías nada; palabras rae-
de goma. A lo mejor es dinamita, o algo peor: losas, y ná más. {Con tono enfático) : Pero
nadie sabe! ellos se las arreglaban a sn raaner.n.. . Tenían
Jack:—No tiene mecanismo ninguno; no es un pedazo de papel en blanco, con agujeros
una bomba, me apuesto cualquier cosa. recortados, y cuando lo ponían encima de la
Davis. {Dubitativamente) -.—¡Oh, las hacen carta, no veían más que las palabras que de-
de todas clases I . . . ¡ Qué sabes t ú ! cían lo que ellos querían saber. Y a los fran-
Jack:—Ábrela, Drisc. ceses lo.s molieron en unu batalla na más que
Davis: ¡Ten cuidado! {Driscoll saca una por aquella carta.. .
holsa de gowM negra, parecida a una petaca de Coekg. {Impresionado): — ¡Maldita sea!
guardar picadvra, g desenlaza el cordel qnr ¡ Son listos, los muy ])crros!
ciñe apretadamente el cuello de la bolsa. La Davis. {Viendo que su auditorio está de
abre y seca un pequeño paquete de cartas nuevo con él) :—Y aunque estas cartas de és-
también amarrado con un cordel. Le da. vuel- te sonaran natural, pudieran tener lo que lla-
tas en las manos y mira a los demás interro- man una clave. Nunca so sabe. . . {A Dris-
gativamente.) coll, que ha terminado de ahrir el paquete.)
Jack: {Con una gran mueca).—i Cartas na Lee una de ellas, Drisc. Yo toneo la vista
más! {Dánd/)le una palmada en la espalda a mala.
Davis.) ¡Eres un Sherlock Holmes de prime- Driscoll. (.S'frri?. del sobre la primera, carta.
i^a, t ú ! Cartas de su novia, a lo mejor, me se inclina hacia la linterna y le da una vuel-
apostaría.. . Vamos a soltar al Duque, ;.qué ta a la mecha, para obtener más luz.) Yo no
les parece? {Va a levantarse.) sirvo mucho pa leer, pero voy a probar. {De
Davis: {Clavándole con una mirada tre- nuevo se oye nn gemido sofocado de Smittii,
menda) .— ¡No seas tan listo. J a c k ! . . . Na que hace esfuerzos desesperados por romper
luás que cartas, dices, como si no hubiera nun- sus ligaduras.)
ca daño en ellas. ¡, Cómo crees tú que los es- Davis. {Implacablemente) : — ¡ Oisanle, ói-
pías reciben .sus órdenes y cuentan lo que fí'anle! ¡Se ve que le importa! Vamos, sigue,
averiguan, si no es por cartas y papeles de Drisc.
esa clase? ¡Hay muchas cartas que son peo- Driscoll. {Con el ceño frun/^ido por el es-
res que una bomba! fuerzo d'' concrntración'^ :—Empieza: ''Que-
Cochy:—Tié mucha razón. No son tan ino- rido mío. .. {Recorre con la vista el resto de
centes como parecen, pues estar sesuro. una la página) :—Y luego h.ny mucha metralla en
vez leídas. {Apuntando a ^mitty.) ¡No las que le dice cuánto le extraña, nbora nu^ ella
cartas de Su Señoría, por lo menos! se ha ido para la escuela de'canto, y cómo ella
Jack. {Sentándose otra vez) :—Las leeremos tiene la esperanza de que él acabe de sentar
y ya sabremos. cabeza y ponerse a trabajar de veraí y no an-
{Driscoll empieza a desatar el paquete. Se dar uiariposeando de un lado para otro ahorr
oye un rugido sofocado de rahia g de protes- que ella está lejos, como él hacía antes de co-
^«, de Smitty.) nocerla... Y termina: " T e amo nu'is que ÍI
Davis. {Triunfalmente) :—i Ahí lo tienen! nada en el mundo. Tú lo sabes, ¿verdad, mi
4Lo oyen? ¡Miren cómo trata de soltarse! vida? Pero antes de decidirme a vivir el res-
¡ Demasiado sabe él que le estamos descubrien- to de mi vida contigo, tienes que probarme
do 1 Escucha. Cartas de amor, dices tú, Jack, que la sombra negra —no diré su nombre
como si no pudieran hacer daño a nadie. Es- odioso, pero tú sabes a qué me refiero— que
cucha. No hace más que dos semanas que leí podría arruinar nuestras vidas, no existe ya
70 en un "magazine" de Nueva York de có- para ti. Y tú puedes hacerlo, ¿verdad que
95
puedes, mi amor 1 Tienes que hacerlo por mí, Demasiado difícil pa raí; pero se las entrega-
por t u . . . (Hace un momento una pausa. remos a la Policía, cuando atraquemos en Li-
Luego añade sordamente) : La firma: " E d i t " . verpool, para que las examinen. De todas ma-
(Al oir ese nombre, Smitty, que ha permane- neras, esta que j^o tengo fué escrita un año
cido en tensión, con los ojos cerrados, como antes de que empezara la g u e r r a . . . ¿Encuen-
si estuviese sufriendo un suplicio durante ¡a tras algo en esas, Drisc?
lectura, emite un sonido sofocado, como un so- Driscoll:—Todas son por el estilo de la pri-
llozo y vuelve a medias el rostro hacia la pa- lupi'a... : cuestión de amor, y cómo ella va
red. ) adelantando en el canto, y las grandes cosas
Jack. (Con simpatía):—¡Diablo! ¿Y qué que el profesor alemán dice de su voz, y lo
nos interesa andar leyendo todo eso. aunque... contenta que está de que su muchacho Sidney
Davis. (Interrumpiéndole con tono cortan- esté trabajando duro y haciéndose un hombre
te) :—1 Espérate! ¿Do dónde viene esa carta, por ella. (Smitty vuelve completamente la
Drise ? cara hacia la pared.)
Driscoll:—No hay ninguna dirección aquí Davis. (Contrariado) :—i Si siquiera tuvié-
arriba. ramos la clave!
Davis. (Intencionadamente) :—¿Qué les di- Driscoll. (T-omando la última de las car-
je a ustedes! Busca la marca del correo, Drisc, tas) :—i A j a ! . . . Aquí hay una que está diri-
en el sobre... gida a este b a r c o . . . Vapor "Glencairn", di-
c e . . . Es de cuando estábamos en Cape Town,
Driscoll—El nombre que está escrito aquí
hace siete meses... (Mirando la marca de co-
es Sidney Davidson, ciento cuarenta y . . .
rreos). Viene de Londres.. .
Davis:—Eso no interesa. Por supuesto, es
un nombre falso. A ver la marca del sello. Davis. (Ávidamente): — ¡Léela! (>S'e oye
(liro gemido sofocado de Smitty.)
Driscoll:—Parece una marca en relieve.
Driscoll. (Lee despacio; va bajando más y
Está borrosa; casi no se puede l e e r . . . (Va
!)!rt^• la voz a medida que lee) :—Empieza na
deletreando laboriosamente): B...e...r...
más que con el nombre Sidney Watson. En
—la otra es una 1, creo. . . — i . . . . — y una n.
ésta no hay " q u e r i d o " ni "amor m í o " ni ná.
Davis. (3íuy excitado):—¡Berlín! jNo se Dice: '' Sólo por un encuentro casual tuyo con
lo dije ? ¡ Yo bien sabía que la carta venía de Harry —cuando estabas borracho—• me pude
Alemania! enterar de tu p a r a d e r o . . . i De manera que
Cocky. (Sacudiendo el puño en dirección te has escapado al mar, como el cobarde que
de Smitty) :—i So sirvergüenza! (Los demás eres, porque sabías que yo había averiguado
miran a Smitty como si ese último descubri- la verdad: la verdad que has estado tapándo-
miento lo hubiera condenado irremisiblemen- me con tus mezquinas mentiras durante todo
te ante sus ojos). el tiempo que yo estaba en Berlín, confiando
Davis:—Dame la carta. Drisc. Puede que en t i . . . Muy bien, tú has elegido. Has de-
yo saque algo en limpio de ella. (Driscoll le mostrado que tu vicio de beber puede más que
pasa la carta.) Tú, ve viendo las otras, Drisc, todo mi amor y mi fe en ti. Lo s i e n t o . . . por-
y canta si encuentras algo extraño. (Se in- que yo te quería, Sidney Davidson, te que-
clina sobre la primera carta, como si estuviese r í a . . . ; pero ya todo ha terminado. Te de-
resuelto a descifrar su sentido oculto. Jack. j o . . . los recuerdos. Y por si te sirve de sa-
Cocky y el Escocés miran por encima de su tisfacción, te dejaré también la seguridad de
hombro con ávida curiosidad. Driscoll saca al- que has arruinado mi vida lo mismo que has
gunas de las otras cartas, recorriéndolas rápi- arruinado la tuya. La única esperanza que
damente con la vista. De cuando en cuando me queda es que nunca, en este mundo de
levanta un momento la mirada hacia Smitty, Dios, nunca vuelva a verte la cara. Adiós.—
y suspira con frecuencia, perplejo el ceño). E d i t . " (Al terminar de leer Driscoll, hay un
(Continúa en la pág. 102).
Davis. (Decepcionado): — No pué s e r . . .
96
" M A E I i S T R O M " , por Luis Cardo«a y A r a g ó n . — Sospechamos que una visión análoga debo ser la
Editoriai " E x c e l s i o r " . París. del Supremo Hacedor cuando contempla el univer-
so como un tío-vivo enorme desde su g a r i t a hiper-
RAMÓN en dos greguerías liminares nos marca la espacial.
connotación de este l i b r o . . . : " u n kilométrico p a r a
Hemos hablado de cocktalls. Tales mixturas son
viajar por las montañas rusas r e u n i d a s " ; " u n li-
las que nos ofrece Cardoza y Aragón en este libro.
bro derrochador y colgado de corbatas n u e v a s . . . "
E) propio Keemby, a quien nos presenta entre el
Claro que esto no explica nada. Pero j e s que hay laberinto de sus páginas, es " u n cocktail de espí-
algo que explicar? j N o es mucha pretensión t r a t a r ritus o p u e s t o s ' ' .
do explicarse cabalmente el contenido de un libro,
cuando este contenido no es científico, es decir, de- El autor de " M a l e s t r o m " es un barman exce-
mostrable? La fobia del gran público por el arte lente. Sus cocktalls nos dejan a veces un regusti-
nuevo proviene de eso, de que no se lo explica. Qui- llo de bebida probada en otros bars. Pero conven-
siera explicárselo con la misma evidencia que un gamos en que entona sus mezclas con zumos y go-
teorema matemático o una ley de física y al con- t a s amargas de su propio alambique.—F. I .
vencerse de que sus raciocinios lejos de despejar la
incógnita la hacen aún más inaccesible, se consi.le- DIBCK) V I C E N T E T E J E R A , por Iiuls Gómez Mar-
r» defraudado. Los palotes cruzados de la X arte tinos.
e.irritan. Le gustaría un arte menos entrecruzado,
menos contradictorio, menos esfíngico. L a laboriosidad de Luis Gómez Martínez y su
E s t e libro de Cardoza y Aragón sólo deben leer- amor de siempre por nuestras cosas nos sorprende
lo aquellos que y a se han atrevido a descuartizar ahora con un amplio y muy concienzudo estudio
5,000 silogismos, 400 sorites, 50 entimemas y por lo sobre Diego Vicente Tejera, poeta y conferenciante
menos 2 epiqueremas, por el solo placer de hacer- do las postrimerías del ochocientos. Serio esfuerzo
lo. H a y que haber sido un poco el Lftndrú de la el realizado por el escritor de Guantánamo. A los
l^ígica p a r a gustarlo. datos hasta ahora manoseados sobre el autor de
El título es lo único lógico en estos ' ' f i l m s ' ' de " L a H a m a c a " , une Gómez Martínez muchos que
vanguardia. Como el Maelstiom meteorológico no su acuciosidad de impenitente bibliófilo ha hallado
obedecen a ley conocida. Sin embargo, nos a t r a e n no sin grandes esfuerzos. Su enumeración de las
sus sirtes, aunque el fondo vertical nos resulte eso- labores de Tejera, sobro todo en lo que toca a la
rico. De esta virginidad abismal, hacia la cual labor de ensayista político del escritor oriental, nos
gravita la curiosidad humana, está dotado todo el hace lamentar una vez más la carencia de edicio-
*''te nuevo. nes do los escritores cubanos de ayer, máxime
cuando muchos de los problemas estudiados por Te-
E n este maelstrom cardoziano giran y se precipi-
tan ebrias las imágenes. Como observa RAMÓN el j e r a siguen teniendo real actualidad.
propio autor sirve de epicenro al terremoto. Es Nosotros hubiéramos querido on el trabajo de
como una borrachera de cocktalls la que sentimos Gómez Martínez, más vuelo, más decisión, más li-
después de cada capítulo. Todo rota en torno nues- beración del dato libresco y del detalle erudito.
"0-1 La naturaleza ensaya nuevos pasos de char- Anotemos sin embargo el esfuerzo realizado como
eston. Los árboles se ponen copa abajo. Las ca- base firmísima p a r a futuras labores y felicitémonos
les culebrean más que de costumbre y cada torre de la larga paciencia que ha permitido al autor el
«• «n poco la torre de Pisa. acarreo de tanto material aprovechable.—J. M. V.
91
liOS C A B I B E S Y COI.ON. (Tomo quinto de las Sanguily nuestro g r a n estudioso del Descubrimien-
Obras Completas de Manuel Sanguily.) to. Hondamente interesado en todo problema de
su América, el templCí heroico y la voluntad casi mi-
La devoción ejemplar de Manuel Sanguily y tológica del descubridor de Cuba hallaron en su
Arizti sigue enriqueciendo la bibliografía cubana espíritu muy claro eco.
con la publicación de nuevos libros de su ilustre
padre. Sin su esfuerzo y sin su entusiasmo queda- i Vejeces? ^ Cosas de ayer? No. Cosas de siempre
ría olvidada y casi perdida entre el polvo de las si al considerarlas —y al robustecerlas con su en-
viejas bibliotecas una labor de muy honda signifi- jundia— se toma de ellas el ejemplo que nos está
cación en nuestra historia intelectual. Pasman, ob- haciendo falta. L a r g a s disputas sobre problemas
servadas y aquilatadas desde ese ángulo enfebreci- que no son el y a n t a r n i la politiquilla, que también
do en que ahora vivimos, la magnitud, las proporcio- es el y a n t a r ; saber que va más allá del libro, pero
nes de la obra de Don Manuel Sanguily. Asombra que ge hace de la lectura de muchos libros; talento
la riqueza a u t é n t i c a de su cultura, la vibración vi- que vive A pulmón pleno la hora en que florece. Eso
tal de su prosa, el largo aliento y la amplia pers- es el libro este de Manuel Sanguily. Este es el li-
pectiva con que son planteadas y resueltas las bro que puede enseñar mucho —ni importa Colón—
cuestiones tenidas por centrales en los días que vi- a los que están en el momento de dar su obra de
vió el ardoroso polemista. plenitud.—J. M. V.
98
cA L M N U
" E L C I R C O " : LA ULTI- sus capacidades físicas y
MA " F I L M " DE CHA- su visión de la vida. Pero
PLIN.—Se habla ya de ex- hasta en lo que ya dejo di-
hibir en La Habana, du- chcj se evidencia que su a r -
rante el mes próximo, " E l te histriónico sigue siendo
C i r c o " , última " f i l m " do milagroso. Su construcción
Chaplin. Con este motivo de película nunca ha sido
r.os parece de interés tra- perfecta, y en ésta no es
d u c i r estas sutilísimas mejor do lo que acostum-
apreciaciones de Gilbert b r a ; el largo desenlace des-
Seldes, crítico de " T h e D i a l " , la rigurosa publi- pués del climax necesita apremiarse. P o r lo demás,
c:i(;ión vanguardista de los Estados Unidos: no veo ningún otro lunar. Prefirió Chaplin poner
(o dejar) en la película menos de esos momentos
" E l acontecimiento capital do la temporada ha
en que, mediante un gesto, súbitamente hace un
sido la incsontación, por el más grande actor de
nuevo mundo de fantasía del mundo real que le
nuestro tiempo, de una niás en la serie de sus obras
rodiía; mas hay varios en que muestra su poder:
iK:K->t:a.-: rne rct'icri) a " E l C i r c o " . La larga es-
uno en que discute con el amo del circo y, p a r a
pera dotdo la película anterior de Chaplin, las in-
demostrar lo decidido que está, toma un puñado de
dignidades que ha sufrido durante todo ese tiempo,
heno y lo divide en dos; otro instante en que hace
han contribuido a formar una nueva actitud crítica
de si mismo una persona pedantemente correcta
hacia su labor, y casi toda la discusión que ha
con sólo encajarse su chaqueta.
cundido en torno a su última obra se desvía del
punto esencial, jmes no se t r a t a precisar si esta H a y un punto débil en The Circos y merece
película es mejor que " E l c h i c u e l o " , " L a ava- atención. Durante los últimos cinco años por lo me-
lancha de o r o " o cualquier otra, sino de apreciar nos, se le ha venido llamando a Chaplin un gran
hasta qué punto Chaplin ha conservado su encan- artista, y no faltan quienes crean que esto le ha
to o evolucionado en su a r t e . echado a perder. (En cierto seutido, cata película
A esa primera interrogación, la respuesta ha de juega con esa noción; asi como " L a avalancha de
ser inequívocamente afirmativa. E l sentimiento
de honda satisfacción y de gozo que nos embarga
en el trascurso de la película, la exultación de
que nos sentimos llenos cuando ha concluido, son
tan potentes como siempre. N"o se advierte desma-
3'o alguno en la inventiva, no se han hecho m&a
bastos los finos toques de creación ni la imagina-
ción claudica. A excepción de los últimos diez mi-
nutos, la película es una pieza de bravura, u n des-
pliegue de talento y de genio por t a l modo combi-
nados que, apenas nos entregamos a la admiración
del uno, ya comenzamos a adorar el otro. E l se-
ñorío sobre el instrumento se mantiene: hay una
escena en un laberinto de espejos que es perfec-
tamente cinematográfica, tremendamente gracio-
sa y admirablemente estructurada hacia su climax.
Hay escenas en que las emociones simples se ex-
presan con absoluta perfección, como aquella en
<i"e CTiarlie interpreta equivocadamente la profe-
cía de una nigromante y se cree amado —no sé
<iB ningún danzarín artístico en el mundo capaz
ae decir la palabra Alegría como él la dice. H a y ,
en fin, cosas cómicas en t a l profusión que sería
ocioso enumerarlas.
•til poder de encantamiento de Chaplin tiene en
SI muchos elementos además de su arte, entre ellos
99
o r o " era la historia de un hombre que había en- RECITALES.—Nicolai Orloff, pianista, y Manuel
contrado la riqueza y echaba de menos la felicidad, Quiroga, violinista, han sido los recitalistas desta-
ésta es la historia de un payaso que fué gracioso cados del mes. Ambos han tocado para los socios
Iiasta que le dijeron que era gracioso; pero Cha- de la " P r o Arte M u s i c a l " .
plin se escapa por la tangente de un modo mágico, Cuando los adjetivos se usan t a n inmoderada-
porque el fracaso del " c l o w n " en su intento de mente, «orno entre nosotros, llegando a jicrder todo
divertir queda definidameute atribuido a su des- rigor connotativo, resulta difícil hallar una califi-
cubrimiento de que su adorada' ama a otro.) Se cación adecuada p a r a un a r t i s t a de la calidad de
sugiere que Chaplin está esforzándose demasiado Orloff.
en llenar sus películas de implicaciones cósmicas,
E s obvio hablar de la técnica de este pianista:
que está demasiado consciente de que hace papeles
tiene la suficiente para no hacer alarde de ella. Pe-
trágicamente pequeños.
ro sus interpretaciones cobran un relieve tan ex-
Ahora bien, lo cierto es que ya e r a no sólo un traordinario, una nobleza tan al nuugcn de todo
gran artista, sino un a r t i s t a consciente, mucho an- banal virtuosismo, que forzosamente nos llevan a
tes dé que empezásemos a hablar de él, y que todo la esencia misma de la música, a través de sus más
aquello que hoy la gente considera errores del en- escondidos e inhollados repliegues.
greimiento, estaba en sus películas mucho antes de
No puede decirse, en rigor, que los jirogramas de
que esa gente se aficionase a ellas. Por a ñ a d i d u r a :
Olorff se hayan distinguido por una selección ex-
" E l C i r c o " contiene menos y no más de esos ele-
quisita de las obras o por una orientación <lecid¡da.
mentos. Tiene más, y no menos del Chaplin de
clásica, romántica o moderna: Bach, Schumann,
" U n a vida de p e r r o " , del comediante de la Keys-
('hopin, Brahms y entre los modernos Liadoff, Scria-
tone. 4Y dónde flaquea la película? j E n filosofía?
bine y líavel. Pero en él, Bach es Bach, Chopin es
Contiene poca y no pide más. ¿En su esfuerzo por
Chopin y los modernos son los modernos. Cosa
sor artística? No tiene sino un borrón. ^En que
nada fácil. G'ran a r t e de intérprete sutil, de es-
fuerza la nota trágica? Los que tal piensan debie-
píritu cultivado, de músico más que de pianista.
ran ir a ver de nuevo " E l B a n c o " , o cualquier
otra película en que Chaplin sufre una decepción Manuel Quiroga puede ser situado como violi-
amorosa. No. La película falla cuando Chaplin al- nista entre las primeras figuras contemporáneas.
canza su momento sublime, el momento en que el
payaso, reemplazando al funámbulo de la cuerda-
floja, se da cuenta repentinamente de que el alam-
bre invisible de que ha estado dependiendo le 'la
abandonado. Está supremamente log-ado, y enton-
ces Mr. Chaplin, desconfiando de su público popu-
lar, permite que una tropa do monos le ataque so-
bre la cuerda floja, que le muerdan la nariz y le
desgarren la ropa. Puede que tenga toda la razón
en st^ juicio; el público se desternilló con la escena.
P a r a mí, que casi siempre estoy dispuesto a aceptar
sus momentos más popularos como sus mejores mo-
mentos, una catástrofe. Mas no i^or culpa de loa
estetas, fué culpa del medio (comercialmento ha-
blando) y del a r t i s t a mismo. Los estetas le hubie-
ran dicho que, hasta ese instante, la misma habili-
dad del funámbulo " a m a t e u r " , la ilusión de rea-
lidad, fué fantástica, y que esta f a n t a s í a nos trajo
de nuevo violentamente al realismo.
100
Es un virtuoso completo, casi diríamos sobrepas*- Pero no: Suárez Solís es demasiado inteligente
do. Excelente sonido, poderoso don expresivo, cá- para eso. Anotemos su vuclia a la l l a b a i n , después
lido temperamento y g r a n predilección por las obras de haberse ganado el corazón y la inteligencia do
d". mecanismo trascendente. todo Madrid, con las palbras que encabezan esta
Los programas que ha ofrecido Quiroga en La nota: " R a f a e l está en La H a b a n a " .
H a b a n a no han sido, preí'isamento, un modelo de Vaya a abrazarle quien quiera y pueda.
buen gusto. H a y una creencia a b s u r d a de que los
violinistas tienen que abordar en sus conciertos las
obras más complicadas, más barrocas, más descon- DE LEJOS : DE CERCA
certantes.
K I S P A N I A . — D e Stanford XJniversity, California.
Nosotros creemos que ya va siendo hora de dejiir
Director, Alfred Coester. Muy interesante publica-
tranquilos a Sarasate y a Bazzini.
ción de la Asociación de Maestros de Español, con
En suma: nos parece que Manuel Quiroga es un
inuy avisada información sobre el movimiento li-
violinista notable y que lo seria aún en más alto
terario en los países hispánicos de América. " 1 9 2 8 "
grado si no tuviera que luchar en cada recital con
agradece la n o t a bibliográfica a ella dedicada.
la enemiga de sus nervios y la aridez de sus pro-
gramas.
R E V I S T A POPULAR.—Córdoba, España. Revista
E L F E S T I V A L TURINA.—Otro suceso musical im- de inquietudes políticas y de muy firme y bien
portante ha sido el Festival Tuirna, organizado por orientada tendencia. Su virilidad mereció del Dic-
In bella 9ant-ante S r t a . Lydia de Rivera. tador español la orden de secuestro de sus últimos
Conocemos del compositor andaluz bastante mú- números. Felicitaciones. Léase en el cuaderno 55
sica de piano, tocada en recitales públicos y priva- Lenin, por M. C , Vida Internacional.
dos y, de su producción sinfónica, " L a Procesión
del Rocío " , " Las Danzas F a n t á s t i c a s " y la " Sin- LA CRUZ D E L SUR.—Admirable mensuario uru-
fonía S e v i l l a n a " , ejecutadas las dos ijrimevas por guayo de larga y muy intensa ejecutoria. Renueva
la Orquesta Filarmónica y la última por la Sinfó- su labor con brillantez regalándonos con un núme-
nica. Y conocemos además a un discípulo suyo que ro (19-20) en que la nota., política —de alta y t r a s -
'e honra: Pedro Sanjuán, el valioso director de cendente política— se une a la más fina inquietud
aquella agrupación instrumental. por las estéticas actuales. Léase: Los delitos polí-
tico-sociales, por Luis Jiménez de Asúa; Oda al
Turina es admirable. H a y sobre todo en él una
Viento, por Alberto Guillen; Poemas de Riboiro-
seiia preocupación de a r t i s t a moderno, un concep-
Couto; El Nuevo Arte, por Rodrigo Soriauo; Con-
to muy puro de la responsabilidad. Turina trabaja
versación con Matisse, por Florent F a l s ; La Sexta
su música con una pasión y un desvelo do a r t i s t a
Conferencia Panamericana, por J . L. Morenza.
que ansia ser él mismo y producir un arte lindante
Agradecemos a " L a Cruz del S u r " la cariñosa nota
<=on la perfección.
sobre " 1 9 2 8 " .
Bien está, por tanto, un homenaje de esta índole
Turina, y por él v a y a nuestro aplauso a la seño-
L ' A M I C DE L E S ABTS.—Sitges, Catalunya. Di-
rita de Rivera, organizadora, a la 8ra. M a r t a de la
rector: Josep Carbonell y Gener. Colaboradores:
ofíe, al Sr. Ernesto Lecuona y a los señores de la
Foix, Cassanyes, Planes, Dalí, Montanya, Forment,
Orquesta Sinfónica, cooperadores.
Gasch. Número 22 de la fina publicación do arte,
Del programa nos interesó principalmente el Poe-
prestigio altíaimo de la nueva Catalunj'a. Léanse:
^ a a una Sanluqueña, tocado con justeza por la se-
Butlletí, por Josep Carbonell; Panorama, por Lluis
fa de la Torre, violinista temperamental, de di-
M o n t a n y a ; Les Art?, por Sebatsiá Gasch.
gitación notable y arco menos eficiente, y por el
• • L e c u o n a , pianista ricamente dotado.
LA GACETA LITERARIA.—Reproduce el periódi-
^ Orquesta Sinfónica dio una interpretación
co de Giménez Caballero uno de los más intensos ca-
poco acertada a la Sinfonía Sevillana, alterando sug
pítulos del último libro de Araquistain " L a Ago-
lempos y restándole dinamismo e ímpetu lírico,
nía A n t i l l a n a " , t a n importante p a r a los cubanos y
del ^ ^^^^' "^^'^'" ^^ Eivera llenó el último turno
tan certero y honrado en el estudio de nuestros
programa con gu belleza y su elegancia: a t r i -
problemas centrales. Interesantes también en este
" ' resaltantes de su personalidad.
número 30 de la Gaceta: El Teatro Cátala, por A.
t " t Í í f ^ ^ S T A E N L A HABANA.—Tentados es- Esclassans; Los escritores italianos y el fascismo,
<íp ho A ^^^ ^* bienvenida al camarada de ayer, por E t t o r e de Zuani; J e a n de Gourmont,, por Gó-
<1 doif'r-t *'^'"P''^' ^ ° tono mayor y anteponiéndole mez de la Serna; Cinema, por Giménez Caballero,
Menos ' ^- ^^ ' ^ ' acogidas oficiales. A otros, con Florey, Pérez Ferrero y Paladini. Vn abrazo a la
íli-,.,,, ^ "*"*' ^® ' ^ ' íia rsciÚdo con ostaadartcs, gonte alerta de l a Gaceta por s a generosa i w t a BO-
Tire " 1 0 3 8 " . ; . •. .
10}
EN LA ZONA sino que se cubre el rostro con las manos y re-
(Continuación de la pág. 96) clina la cabeza contra el tabique. Sus hombros
continúan estremeciéndose espasmódicamentc;
hondo silencio, interrumpido apenas por el so- pero no rompe ya su silencio).
llozar sofocado de Smitty. Los marineros no Driscoll. {Se junta a los demás. Hay un
se atreven a mirarse entre si. Driscoll sostie- momento de silencio en que cada, uno está an-
ne desmayadamente en la mano la bolsa de gustiado, desesperando de encontrar la pala-
goma y de ella ca<\ al suelo, calladamente, un bra adecuada. Y de pronto, Driscoi! prorrum-
pequeño objeto blanco. Mecánicamente, DriS' pe) :—¡ Mal rayo me parta! i No vamos a acos-
coll lo recoge y lo mira con curiosidad). tarnos nunca pa ver si se duermo algo? {To-
Davis. (Con sordo acento):—Y eso, ¿qué dos se sobresaltan, como si despcriaran de una
es? pesadilla, y,ifigradecidamente, trepan a sus li-
Driscoll. (Lentamente): — Uii pcdaeito de teras, con zapatos y todo, volviendo las curas
flor seca... una rosa, quizás. (La deja caer hacia la pared y estirándose las frazadas por
dentro de la bolsa, recoge las cartas y las me- encima de los hombros. El Escocés pasa en
te donde estaban. Vuelvet a poner la bolsa en puntillas junto a Smitty, hacia la oscuridad
la caja, cierra ésta y la coloca de nuevo bajo de fuera... Driscoll apaga la luz y se enca-
el jergón de Smitty. Los otros le siguen con rama a Sil litera a medida que cae el
los ojos. Se dirige blandamente hacia Smitty TELÓN.
y corta con su cuchillo las cuerdas que le ci-
ñen brazos y tobillos, desanudando el pañuelo E U G E N I O O ' N E I L L
que le sirve de mordaza. Smitty no se vuelve. Vei-sión castellana de Jorge Mañach.
<D / 1i E C T R I C E S
(Continuación de la pág. 76)
tos de enseñanza artística de la nacién her-
mana.
A esta exposición de dibujos seguirá otra,
en que podremos admirar las pinturas reali-
zadas al aire libre por los pequeños discípulos
del gran innovador Bamos Martínez. A lo di-
cho por la más exigente crítica de Europa- y
América sobre la obra de este gran revolucio-
nario, poco tendrá que añadir "1928". Feli-
citarse sólo de ofrecer a un medio cada día
más adormecido por la rutina y por la buro-
cracia pseudoartísti-ca, vn espectáculo de fres-
ca y trascendente vitalidad.
102
Para eantar tu memoria
"Con tu negra trai-
y mi cariño pintarte,
ción me has engañado,
para decirte lo mucho
Ay, Aurora, yo te quie-
que reverencio tu imagen,
ro todavía."
no hallé símiles en Ubro»
¡Cuan grande es el ni en diccionario fra-
amor! Lo habia enga- [ses;
ñado; lo había traicio- todo es pobre para loa
nado. .. y aún la quería. del dulce nombre de ¡ma-
Seguramente el lector [drel
conocerá la c a n c i ó n A lo largo de la vida
" A u r o r a " , ¿verdad? Pe- con mi juventud errante,
ro con toda seguridad soñando en glorias y
ignora su origen, y, por [amores
elio, de explicarlo he. de ardientes besos nup-
[ciales,
Declinaba el sol, y ya te recordé muchas veces
la roche comenzaba a tender su negro manto sobre en mis negras soledades,
la llanura verdácea de un pequeño pueblecito de la y he sentido de ipis ojos
región occidental. Fué a esa hora en que, lleno de dos lágrimas deslizarse,
júbilo penetró Casimiro en su pequeña vivienda, y dos lágrimas que decían:
encontró a su esposa en brazos de otro, en brazos de ¡pobre madre!
su mejor amigo. La hembra emergió llena de espan-
to en la penumbra de la habitación, como un lirio Emilio Martines en "lia Omz Blanca", revista
*'xquisito y turbador. El reconoció a su «migo. Paseó
la mirada por el lecho en desorden que aún conser- mensual.
vaba la huellas del placer, y dirigiéndose a ella con
aire despectivo, exclamó: » » *
—¡Ingrata! ¡Adúltera!
Ella, con los ojos desorbitados, contemplaba a su Un día entre los "pipiólos" que rodeaban a otro
marido, como esperando el trfigico final de aquella
escena, de la cual ella era la principal protagonista. que me visitaba, destaqué la figura juvenil de un
Pero nada sucedió, y ante la estupefacción de- los desconocido, miraba inteligentemente y sus ojos
amantes, Casimiro tomó su guitarra y se dirigió al decían muchas cosas, aunque no hablaba.
portal, y aquellas manos ásperas, renegridas y callo-
sas; aquellas manos que acababan de tronchar arbo- De Pedro de Toledo, en el suplemento Uteorario del
lea gigantescos, arrancaron a la guitarra las más "Diario de la Marina."
dulces y armoniosas notas que sus cuerdas pudieran
dar. Y tras rápidos acordes comenzó a cantar impro-
» * »
visando la canción...
J«sá8 BeUT» iMMMa, en "Bohemia." jSerá verdad lo que dijo Campoamor! "Que pa-
ra el placer, un siglo representa un segundo, y para
» • • el dolor un segundo es un millón de siglos."
Es Irene pequeña y menuda; mucho más espíritu A mi juicio, el célebre poeta dijo la verdad, pues
que cuerpo. Pero su incansable actividad en el cum- las horas de dolor... las horas de aiigu.stias y de
plimiento de sus deberes sociales y profesionales, soledad no terminan nunca... en cambio, cuando el
revela que es más fuerte, físicamente, de lo que placer nos sonríe, y nos brinda sus deliciosas y fra-
parece. Es, en mi sentir, un ejemplar completo de gantes flores de rico perfume.. . ¡qué bella y agra-
la "fausse maigre" parisina. dable nos parece la vida! en estos dichosos instan-
tPoetisa!... No lo sé, a punto fijo. Pero creo tes todo lo vemos diáfano y azul, como un cielo sin
que sí, aun cuando la versificación no sea su prin- nubes, y nos parece que la sutil y misteriosa hada
cipal deleite. ¡Felicidad! nos estrecha en sus brazos y nos aca-
ricia dulcemente.
JToBé Sánehes Axoon» en elogio de la escxitorai Irene
VwconceUos eo "Bl Paía". Carlota Lluch en la revista "Por el Hogar."
Í03
EN LAS L I B R E R Í A S ALERTA
JORGE MARACH: "TIEMPO MUERTO"; Segundo Premio
en el Concurso Teatral "Camila Quiroga".
Cultural, S. A.
TELEFONO A - 8 1 5 1
fe^?^
MFNESYRUIZ
ENCUADERNACIÓN ES
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LA CASA FAVORITA LOS MAS PERFECTOS
DE ARTISTAS Y AFICIONADOS R A Y A D- O S
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ASUNTOS CIVILES,
M E R C A N T I L E S
Y ADMINISTRATIVOS.
NOTARÍA ANEXA.
EDIFICIO LA METROPOLITANA
V..
I '*****"H>****<"W-.M~{'4>**4'**+'M-**^^
Wi I i w i mt
19 2 8 "
(4
Los últimos ejemplares de ' ' 1928'', libres ya de las inevitables taras de las iniciaciones, co-
¡oi:iii esta publicución en primera línea entre las jóvenes revistas de arte que tantos espíritus
inquietos lanzan todos los días desde los más diversos lugares de la tierra.
Así como " L e Centauro" nos da a conocer el arte de la pequeña nación belga, " 1 9 2 8 " nos
muestra el arte do la pequeña nación cubana.