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POR JOSÉ MARIO B UENDÍA SOLITO.

PSICÓLOGO DE PAREJAS.

«¿POR QUÉ NO VI VENIR EL DESAMOR DE MI PAREJA?»

La mayoría de la gente no se da cuenta del desamor del otro hasta que el hecho ya está
consumado. No es tan fácil enfrentarlo en el momento oportuno porque tendemos a
minimizar y a quitarles importancia a los alejamientos afectivos de la pareja, y lo que suele
ocurrir es que cuando sentimos la indiferencia profunda del otro, ya es tarde e irrecuperable.
Funcionamos con una estrategia de evitación defensiva: pensamos que los altibajos son
transitorios, que el amor nunca está en juego y cosas por el estilo. El temor a la pérdida nos
quita fuerzas, atención y vigilancia, nos hace lentos e inseguros. Veamos dos posibles
respuestas racionales y adaptativas a la pregunta arriba planteada:

• Quizá (y solo es una posibilidad) tu pareja sea una gran simuladora y, pese a la extinción del
amor, seguía mostrándose como la gran amante. ¿Cómo ibas a darte cuenta? En general, uno
no deja de amar de un día para el otro. Nadie se levanta una mañana y dice: «Qué curioso,
ayer te amaba y hoy ya no». El desamor requiere de un proceso que arroja señales y deberían
aparecer, si nadie lo oculta o intenta encubrirlo. Algunos indicadores de desamor son frialdad
sexual, lejanía afectiva, desinterés, silencios inexplicables, aburrimiento, falta de
comunicación. No obstante, e insisto, si nada de esto se hace patente y tu media naranja te
dice adiós de un momento a otro, algo no ha funcionado bien en cuanto a comunicación.

• Es posible que haya gente que viva en la indiferencia cotidiana desde tiempo atrás y que por
obra y gracia de la rutina piense que su relación es normal. La ausencia de afecto se hace
rutinaria y la pareja se acostumbra a ello. Si este es tu caso, es casi natural que no hayas visto
venir el desamor, porque ya estabas metido o metida hasta la coronilla en él. Una mujer
víctima de un matrimonio «indiferente» me decía: No entiendo qué pasó. Todo iba bien. Ese
era nuestro estilo, nuestra manera de amar. Jugaban con fuego, un amor indiferente es un
contrasentido que se derrumba sobre sí mismo. Lo que se opone al amor no es el odio (ambos
atraen, uno para bien y el otro para mal), sino más bien la apatía y la indiferencia por la pareja.

«¿HASTA DÓNDE SOY CULPABLE DE LO QUE OCURRIÓ?»

Los psicólogos suelen decir que cuando una relación de pareja no funciona, la culpa es de
ambos, ya sea por exceso o por defecto de cualquiera, pero los dos son responsables del
fracaso. Desde mi punto de vista, esta afirmación necesita un matiz, ya que no todas las culpas
se reparten igual. He conocido a parejas en las que atribuirles la culpa a los dos, además de
difícil, sería injusto, ya que uno de los miembros resulta ser la víctima del otro. Recuerdo a una
mujer casada con un hombre muy infiel, cuya relación tenía una particularidad: las
infidelidades eran cometidas con tal grado de discreción y solapamiento que descubrirlo era
prácticamente imposible. La señora desempeñaba un alto puesto en una empresa, era una
excelente administradora de su hogar, amaba profundamente a su esposo confiaba
plenamente en él. En apariencia todo funcionaba muy bien. Sin embargo, el hombre,
aprovechándose de la confianza que le profesaba su esposa mantenía amoríos de todo tipo,
haciendo uso de una coartada difícil de desmontar: en casa era el mejor esposo del mundo. Su
consigna era la que sigue: Cuanto más infiel le seas a tu mujer, mejor marido debes ser. ¿Cómo
diablos iba ella a sospechar? ¿Qué culpa tenía la mujer de que el señor sufriera de infidelidad
crónica? Cuando ella se enteró de los engaños, decidió dejarlo con todo el dolor del mundo.
Un sufrimiento que la hizo elaborar un duelo complicado porque seguía amando la parte
buena del hombre.

No es sano ni adecuado tomar culpas que no nos corresponden. En poder en una relación lo
tiene quien necesita menos del otro. ¿ y acaso esto es malo? Muchas personas tienen miedo
de terminar una relación o de alejarse por 2 creencia las cuales a partir de mi práctica he
descubierto y acuñado , existen más pero estas son las que he escuchado con mayor
frecuencias.

1) El complejo de socorrista. Creo pensar que me necesita, y realizamos afirmaciones


como “ es que si me voy que hará si esta solo" “ tiene muchos problemas necesita ha
alguien “una vez terminamos la otra persona ya no es más mi responsabilidad y de
hecho nunca lo fue, suena desalmado y cruel pero es la verdad. Y no es que sea
incapaz de amar es solo que mi libertad y autonomía son prioridad en ocasiones .

2) El complejo de 0 error. Muchas personas tienen el pensamiento de que se quieren ir


de una relación hasta confirmar y saber que ellos no fallaron, que todo lo hicieron
bien, que no cometieron ningún error esta suposición bien aplicada sería sana. Pero
sabemos que alguna falla vamos a cometer. Curiosamente esta consigna la tienen
aquellos que han sido vulnerados, en el amor que no han recibido casi nada de lo que
dan. Y que constantemente los ha rechazado y menos cavado. Y esta forma de pensar
es un consuelo nada más para la culpa que sienten por tolerar muchas cosas. Pues
dicen “ así se da cuenta de lo que perdió “ quizá le duela lo que dejo ir" pero esto solo
es un Irreconocimiento de mi propio valor.

«Luchar por lo que uno quiere» es una consigna para respetar e incluso puede llegar a ser
admirable cuando se defienden los derechos humanos o se pelea contra la tiranía y las
dictaduras, pero aquí no hablamos de política ni de sociología, sino de amores que se han ido o
que son «imposibles». Luchar hasta machacarse para que una relación salga adelante solo vale
la pena si ambos integrantes de la pareja están implicados en el combate. En el amor se lucha
en pareja o se abandona el ring. Es imprescindible que exista cierta camaradería y complicidad
afectiva cuando se pretende salvar una relación. Decir: «¡Por favor, salvemos este amor!» si al
otro no le interesas lo más mínimo, es perder el tiempo. Si no ves ni una pizca de esfuerzo o
pocas ganas por parte del ser al que amas, pues que se vaya. Cambia de lucha: que la
«reconquista» se vuelque en ti mismo o en ti misma. Procesar la pérdida adecuadamente
conlleva, al menos, dos transformaciones esenciales del «yo» que se sienten intensamente:
una mayor libertad interior y una nueva visión del mundo. Ya no te atarás a nadie y tu mirada
no será la misma. Los supervivientes del amor, los guerreros afectivos, llevan marcas de dolor,
pero en sus ojos ves el brillo característico de los que lograron desapegarse, un atisbo de
victoria al ser capaces de amar sin temor.

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