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Art. 141 derogado: “ Se declaran dementes los individuos de uno y otro sexo que
se hallen en estado habitual de manía, demencia o imbecilidad, aunque tengan
intervalos lúcidos, o la manía sea parcial”
Art. 141 actual: “Se declaran incapaces por demencia, las personas que por
causa de enfermedades mentales no tengan aptitud para dirigir su persona o
administrar sus bienes”
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Derecho Civil I Bolilla 5 dementes y sordomudos Klaus
Propiciado por Spota, sobre la base de una interpretación amplia del artículo 468 —en cuanto
establece que se da curador al mayor de edad incapaz de administrar sus bienes— pone énfasis en
la falta de idoneidad del sujeto para dirigir su propia persona y gobernar su patrimonio.
Este aspecto subjetivo justificaría, de por sí, la interdicción, sea cual fuere la causa determinante de
dicha inhabilidad, sin perjuicio de que ella sea objeto de valoración para graduar el alcance de la
interdicción, que tendrá su máxima expresión si fuere la alienación mental, o más reducida si la
afección sólo perjudicare la administración de los bienes.
En rigor de verdad este criterio exige, como el anterior, una relación de causalidad en la que, si
bien la referida falta de idoneidad obedece a una merituación jurídica, es necesario que
aparezca conjugada con una causa eficiente adecuada para provocarla. La diferencia con el
criterio biológico-jurídico, radica en que la causa no se limita a la insanidad mental, sino que se
admiten otras que, aun extrañas a tal insanidad restringen, en mayor o menor medida, la
aptitud del sujeto para gobernar su conducta en el orden general o patrimonial.
Más allá de la terminología legal, estimamos que las diferentes situaciones en las que, dentro del propio
marco del Código Civil, puede encontrarse el enfermo mental, sugieren la conveniencia de utilizar el
término insano para aquel al que no le ha sido declarada su incapacidad mediante la respectiva
sentencia de interdicción, reservando la expresión demente para quien ha sido judicialmente declarado
como tal.
A su vez, con el término demente, pese a la crítica que se le ha apuntado, se respeta una expresión que,
además de ganada raigambre, cuenta con un preciso significado, aun en el contexto de la regulación del
Código Civil, cual es el de referir el caso del insano al que le ha sido reconocida su enfermedad y
consecuente incapacidad mediante la sentencia interdictoria.
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En efecto, no puede bastar la sola circunstancia de la enfermedad mental que padece la persona, desde que la
razón y justificación de su interdicción para la vida jurídica radica en su ineptitud para ésta.
VIABILIDAD PROCESAL
Es la posibilidad de someter al presunto enfermo al juicio de interdicción por demencia; al respecto existen
dos limitaciones: la edad y la haber sido anteriormente rechazada una denuncia de insania.
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Una nueva pretensión interdictoria sólo puede tener lugar en la medida en que acontezcan nuevos
hechos reveladores de la posible enfermedad con posterioridad a dicha sentencia. En este caso, el
juzgamiento de esos hechos y sus circunstancias exigirá del juez un criterio de rigurosa prudencia atento al
antecedente que significa el rechazo de una solicitud similar anterior.
b) La actualidad:
Exige que la enfermedad exista al momento de la declaración de la demencia. Un estado de insania
anterior y superada carece de toda virtualidad para lograr la interdicción. En suma, la actualidad hace al
requisito mismo de la enfermedad; pero una mera remisión transitoria no obsta a la interdicción, pues la
enfermedad subsiste como tal.
c) La habitualidad:
Es el tercer requisito y respecto de él dos son las cuestiones a considerar en particular: su entidad temporal y
el intervalo lúcido. La habitualidad exige que la insanidad mental constituya el estado ordinario de
salud del enfermo y no un estado accidental. Ese estado no significa identificarlo con la idea de
continuidad, atento a que mientras la habitualidad está referida a la existencia y, principalmente, subsistencia
intrínseca de la enfermedad, la continuidad está relacionada con las manifestaciones de la misma. Podría
aquélla experimentar atenuaciones o aun remisiones que, por ser intermitentes, importarían
discontinuidad y, sin embargo, la enfermedad seguir subsistiendo como tal. La habitualidad tampoco
supone un estado prolongado o irreversible de la enfermedad, sino, simplemente, que ella exista con
gravedad suficiente y perspectivas ciertas de una razonable entidad temporal que permita descartar la
posibilidad de un episodio patológico accidental.
Esta circunstancia indica que la habitualidad debe juzgarse no necesariamente en función del tiempo en
que la enfermedad pueda haber preexistido a la fecha de la denuncia o de la sentencia, sino principalmente,
en razón de la posible proyección temporal que la misma pueda tener en el futuro. En efecto, podría
ocurrir que una persona padezca el ataque de una enfermedad mental que exija, sin solución de continuidad,
peticionar su interdicción habida cuenta de que así lo requieren las circunstancias patrimoniales del caso, en
atención al diagnóstico y pronóstico médicos. En este supuesto, advierte Molinas, es indudable que la
enfermedad no sería habitual ya que revestiría este carácter sólo en el futuro, pese a lo cual —concluye—
resulta procedente dicha petición por así imponerlo tanto una razón de lógica como también los propios
intereses de la persona.
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JUICIO DE INSANIA
C omi enza el j ui ci o, con l a denunci a efect uad a por los l egi ti mad os acti vos det al l ados en el art.
144 CC .
Art. 144 “ l os que pueden pedi r l a decl araci ón de demenci a son:
1- el esposo o esposa no separados personal ment e o di vorci ados vi ncul arment e.
2- L os pari ent es del dement e.
3- El Mi ni st eri o de Menores.
4- El respect i vo cónsul , si el dement e f uese ext ranj ero.
5- C ual qui era persona del puebl o, cuando el dement e sea furi oso, o i ncomode a sus
veci nos.
No especi fi ca l a l ey, el grado de parent esco que debe exi st i r para efect ua r l a denunci a, pero l a
j uri sprudenci a y l a doct ri na han fij ado el grado ent endi éndose que l os que est án habi l it ados son
l os que t i enen vocaci ón sucesori a sobre el dem ent e. C onsanguí neos ascendi ent es y descendi ent es
en t odos l os grados. A ni vel col at eral , los herm anos (2º grado), prim os (4º grado) y en al guna
oport uni dad se ha reconoci do una l egi ti m aci ón al parent esco por afi ni dad hast a el pri m er grado.
El Mi nist eri o act úa com o represent ant e prom i scuo.
Asi m i sm o, el propi o dem ent e puede i ni ci ar su propi o jui ci o.
Pese a que el artículo 144 guarda silencio, no nos parece dudosa la legitimación que le asiste al propio insano para
solicitar la declaración de su demencia. En efecto, si ésta es dictada para beneficio del enfermo, nadie más
autorizado que él para pretenderlo. Ello, con mayor razón, si se tiene en cuenta que esa declaración también
compromete derechos y atributos de su personalidad. Compartimos el criterio según el cual tal petición podría
formularla tanto el propio denunciado por sí como por medio del Ministerio de Menores. Incluso la particular
situación que tiene como insano, aconsejaría que fuese este último el único medio idóneo para tal petición.
Carácter de la enumeración:
Al respecto, consideramos que, en el marco propio del artículo 144, la enumeración es taxativa toda vez que el texto
no permite interpretar que la misma tenga un propósito meramente enunciativo; pero no es excluyente en tanto deben
admitirse otros casos en los que la legitimación resulte de algún otro precepto legal. Así pues, el carácter taxativo
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impide admitir el caso de los amigos, los socios o los acreedores, entre otros; pero el hecho de no ser excluyente
permite aceptar la legitimación del tutor en virtud de lo dispuesto por el artículo 413 del Código Civil.
Conforme a lo expuesto, debemos entonces considerar luego los casos expresamente contemplados, los no
contemplados y los excluidos.
Al gún sect or opi nó que no est aba dent ro de l as at ri buci ones del juez, apart arse del cri t eri o
ci ent í fi co (cri t eri o m édi co).
Luego apare ce el cri teri o méd i co- ju ríd i co donde adem ás de l a exi st enci a de l a enferm ed ad
que det erm i nará o no l a peri ci a m édi ca, quedará a cri t eri o del juez eval uar l a i nhabi l i dad del
causant e . A ver si esa enferm edad, verdade ram ent e l o incapa ci t a para adm i ni st rar sus bi enes
o gobernar l os act os de su vi da ci vi l . E ste es el con cep to d e d emen ci a q u e man eja el CC
(ver cri t eri o m édi co- j urí di co). Indudabl em ent e l os m édi cos no se expedi rán sobre el m anej o
de l a vi da ci vi l , li m it ándose sol am ent e a det erm i nar l a exi st enci a o no de enferm edad.
Una úl t im a post ura (cri t eri o de LLam bi as) sosti ene que d eb erá real i zarse un a
d i feren ci aci ón según el d i agn ósti co d el méd i co, según el con ten id o d el d i ctamen :
S i los méd i cos afi rman q u e la p erson a está en ferma, el ju ez p u ed e ap artarse d el
d i ctamen y l o puede hacer en base al aport e de ot ras pruebas; pero si el di ctamen méd i co
d etermi n a qu e la p erson a n o p ad ece d e ni n gu n a en ferm ed ad , el ju ez está obl i gad o a
segu i r el cri teri o méd i co y d esesti mar la d eman d a.
Est a di ferenci a ci ón en funci ón del cont eni do ti ene su fundam ent o j urí di co que si em pre, ant e
l a duda se p resu me l a cap acid ad si endo l a i ncapaci dad l a excepci ón.
Criterio de LLambias:
LLambias, considerando que la función de la pericia médica es la de servir como garantía de la justicia y acierto
de una decisión que proyectará sus efectos sobre la capacidad de la persona, sostiene que si el dictamen médico
asevera que el denunciado está sano, el juez NO puede en ese caso, apartarse del mismo porque ello significaría
desconocer aquella función. Si el dictamen, en cambio, se pronuncia por la enfermedad de aquél, el juez podría
mediante otras pruebas persuadirse de la opinión contraria y decidir la causa en ese sentido. Este criterio ha
encontrado eco en numerosos pronunciamientos judiciales.
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SE NTE NC IA.
D e cl arada l a de me n ci a, l a mi s ma es ina pela ble .
¿Pu ed en ser i mp u gn ad os al egan d o d emen ci a, actos real i zad os, con posteri ori d ad al
fal l eci mi en to d e l a p erson a?
Art. 474: “Después que una persona haya f al l eci do, no podrán ser i m pu gn ados sus act os ent re
vi vos, por causa de i ncapaci dad, a n o s er qu e ést a resul t e de l os m i sm os act os , o que se hayan
consumado después de i nt erpuest a l a demanda de i ncapaci dad. Est a di sposi ci ón no ri ge si se
demost rare l a mal a f e de qui en cont rat ó con el f al l eci do ”
Ent onces, por p rin ci p i o gen eral , el art. 474 , est abl ece que una vez fal l eci da l a persona, con
post eri ori dad a ese fal l eci m i ent o, no p u ed en i mp u gn arse esos act os en base de una supuest a
dem enci a no com probada. Ya n o h ay p erson a sob re l a qu e p racti car el examen méd i co, y
como p rin ci p i o gen eral , p or u n a cu esti ón d e segu rid ad , el acto qu ed a váli d o.
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L a otra excep ci ón pl ant eada es de caráct er temp oral . Si durant e el t ranscurso del
j ui ci o, y no habi endo si do decl arad a dem ent e aun (exi st e una sospecha fundada
sol am ent e pero hast a t ant o no haya sent enci a es una persona capaz), l a persona cel ebró
act os, queda l a posi bi l i dad de pedi r l a i m pugnaci ón de esos act os, a pesar de haber
m uert o l a persona. Si en el l apso ent re que com enzó el j ui ci o (desde l a denunci a) y nunca
l l egó a l a sent enci a, cel ebró un act o, si bi en hay un curador a l os bi enes, ést e sol am ent e
t i ene facul t ades de adm i ni st raci ón y no de di sposi ci ón en pri nci pi o, por l o que nada
i m pedi rí a que l a persona real i ce un act o en su cuent a. Los actos comprendidos por la excepción
son sólo los celebrados con posterioridad a la petición judicial de la demencia; no entendemos comprendidos
los actos otorgados con anterioridad a esa petición aun cuando sus efectos se produzcan o agoten con
posterioridad a ella.
LA CAPACIDAD
Sabido es que la declaración de la demencia provoca la incapacidad jurídica absoluta de hecho del enfermo (art.
54, inc. 3) y, en consecuencia, queda sometido a la representación legal de un curador que se le nombra (art. 57, inc.
3) para que tome a su cargo el cuidado de la persona y de los bienes de aquél (Art. 468, 475 y 481).
Como consecuencia de tal grado de incapacidad, carecen de valor los actos realizados por el interdicto con
posterioridad a su declaración como tal, sean los mismos de carácter patrimonial o extrapatrimonial. Ahora bien,
presentada en tales términos la incapacidad del demente, plantease la cuestión relativa a los actos y derechos
personalísimos en cuanto los mismos no son factibles de ejecución o goce por medio de un representante, razón por la
que, a este efecto, viene a tener especial relevancia el intervalo lúcido. Cierto es que, como principio general, el
intervalo lúcido no habilita al demente que lo experimenta para realizar actos jurídicos, desde que ese estado de lucidez
no enerva la incapacidad que sufre el interdicto, pese a lo cual es necesario considerar si esta regla sufre alguna
excepción cuando se trata de aquella clase de actos y derechos, por lo que en el marco de ese interrogante, cabe
referirnos a algunos casos particulares.
Art . 3 61 5 : “Para poder t est ar es preci so que l a persona est é en su perfect a razón . Los
dem en t es sól o podrán hacerl o en l os i nt erval os l ú ci dos que sean sufi ci ent ement e ci ert os y
prol ongados para asegurarse que la enf ermedad ha cesado por ent onces ”.
Art . 36 16 : “La l ey presu m e qu e t oda person a est á en su san o j ui ci o mi en t ras n o se pru ebe l o
con t rari o . Al que pi di ese l a nul i dad del t est ament o, l e incumbe probar que el t est ador no se
hal l aba en su compl et a razón al t i empo de hacer sus di sposi ci ones; pero si el t est ador al gún
t i empo ant es de t est ar se hubi ese hal l ado not ori ament e en est ado habi t u al de dem en ci a , el que
sost i ene l a val i dez del t est ament o debe probar que el t est ador l o ha ordenado en u n in t erval o
l ú ci do ”.
¿De qu é d emen tes estamos h abl an d o, in terd i ctos o n o d ecl arad os?
Aquí surgen 2 post uras:
Por u n l ad o Bord a sost i ene que el 3615 habl a sobre los dem ent es i nt erdi ct os y el 3616 sobre
l os no decl arados, por l o que un int erdi ct o sól o p od rí a testar en i n terval os lú ci d os . La
j uri sprudenci a se ha vol cado m ayori t ari am ent e por est a post ura.
L l ambí as y S pota , por ot ra part e consi deran que l as 2 n ormas hab l an d e l os in san os no
i n terd i ctos (n o d ecl arad os). Así , l as cosas, l os úni cos que est arí an en condi ci ones de t est ar son
l os no decl arados, ya que según est os aut ores, cuando un dem ent e ya est á decl arado son
práct i cam ent e nul as l as posi bi l i dades de i nt erval o l úci do . Est a post ura es muy cri t i cada porque
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se est arí a incapa ci t ando al dem ent e casi de derecho ya que no t endrí a un m í nim o de posi bi l i dad
de ej ercer act os personal í si m os que no pueden hace rse por m edi o de sus represent ant es, por l o
que l a prot ecci ón que se l e qui ere dar pasa a ser una li m i t aci ón arbi t rari a.
EL INTERVALO LÚCIDO
a) Concepto:
Existe intervalo lúcido cuando el proceso psicopático evoluciona francamente hacia la curación, y la lucidez que
sobreviene es la expresión del restablecimiento de la normalidad; la enfermedad ha cesado, aun cuando pueda
reiterarse, luego de un tiempo, si volvieran a actuar las causas que le producen. En ese caso, el período de
sanidad mental que se sucede entre uno y otro cuadro patológico configura el auténtico intervalo lúcido.
Entendido con este alcance, se explica entonces, la afirmación común de que el intervalo lúcido es un concepto
extraño a la ciencia médica, desde que representando un estado de plena salud mental por curación de la enfermedad,
deja de ser cuestión de su incumbencia. Debe entonces ser considerado como un instituto jurídico; de donde resulta
necesario determinar el significado con el que el concepto ha sido aprehendido por el legislador.
Se trata de períodos en los que la lucidez se presenta con la apariencia de salud mental y permite al enfermo la vida de
relación, pese a lo cual no se configura el intervalo lúcido, pues el estado patológico subsiste, aunque atenuado.
Efectos:
El intervalo lúcido es un concepto de carácter jurídico y, como tal, su significación se traduce en la virtualidad
que tiene para que los actos otorgados por el insano durante el intervalo gocen de plena eficacia.
Tiene también importancia porque permite imputarle responsabilidad al enfermo —declarado o no— por los actos
ilícitos practicados durante el intervalo lúcido de conformidad a los términos del artículo 1070, en cuanto dispone que
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"no se reputa involuntario el acto ilícito practicado por dementes en lúcidos intervalos, aunque ellos hubiesen sido
declarados tales enjuicio...".
Con el matri mon i o (art . 166 i nci so 8) son i mpedi ment os para cont raer mat ri moni o... “l a
pri vaci ón permanent e o t ransit ori a de l a razón, por cual qui er causa que f uere” , se l i mi ta la
p osib i li d ad d e cel eb rarl o .
L OS ACT O S IL ÍCIT OS
La im put abi l i dad ci vi l . Art s. 921 y 1076 C C
Art . 92 1 : “L os act os serán reput ados h ech os sin di scern im i en t o , si f ueren act os il í ci t os
real i zados por menores i mpúberes, o act os il í ci t os por m en ores de 10 añ os, com o t am bi én l os
act os de l os dem en t es qu e n o fu esen pract i cados en i nt erval os l ú ci dos , y l os pract i cados por
l os que, por cual qui er acci dent e, est én si n uso de l a razón ”
Art . 1 07 6 : “Para que el act o se reput e del i t o, es necesari o que sea el resul t ado de un a li bre
det erm i n aci ón por part e del au t or. El dem en t e y el m en or de 10 añ os n o son respon sabl es de
l os perj ui ci os qu e cau saren ”
O jo! H abl amos de il í ci tos ci v il e s . N ada que v e r con el te ma pe n al
LA RESPONSABILIDAD
La responsabilidad por los actos lícitos e ilícitos se vincula no a la capacidad, sino al discernimiento, el que
constituye uno de los elementos internos del acto voluntario.
— se reputan actos involuntarios aquellos obrados con carencia de alguno de los elementos internos
(discernimiento, intención o libertad);
— los dementes son reputados por la ley sujetos carentes de discernimiento (art. 921), con lo que se comprende a
los declarados y a los no declarados tales;
— por lo tanto, son actos involuntarios tanto los actos lícitos como los ilícitos obrados por dementes declarados
como por los no declarados;
— por regla general, los actos involuntarios no producen por sí obligación alguna (art. 900);
— excepcionalmente puede caber responsabilidad del insano cuando ha obrado un hecho ilícito en un intervalo
lúcido (art. 1070). Naturalmente, la cuestión de la prueba varía según se trate de un demente declarado o de un insano
de hecho; en la primera hipótesis, quien pretenda atribuirle responsabilidad deberá acreditar la existencia del
intervalo lúcido; en la segunda, quien pretenda exonerarse probando la demencia existente, pero no declarada,
deberá acreditar ese extremo y la existencia de aquélla al tiempo de la conducta antijurídica.
Recaudos:
De los textos transcriptos resulta que dos son los presupuestos que han de concurrir a los efectos de la rehabilitación:
uno, sustantivo, la recuperación de la salud; otro, formal, la declaración judicial respectiva.
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LA RECUPERACIÓN DE LA SALUD
a) Distintos criterios:
Un sector doctrinario interpreta que el restablecimiento de la salud mental ha de ser tan pleno que la menor
duda justifica el mantenimiento de la interdicción (criterio biológico).
Otros, con fundamento en el artículo 484, sostienen que la recuperación basta que lo sea en la medida necesaria
como para que la persona readquiera el gobierno de sus conductas.
A nuestro juicio, basta para este efecto que la recuperación lo sea en el grado necesario como para que el
interdicto pueda reasumir la dirección de su persona y la administración de sus bienes, lo que se corresponde con
el criterio mixto que el legislador adoptó mediante la reforma del artículo 141 por la ley 17.711.
LA DECLARACIÓN JUDICIAL
A ella se llega a través de la sustanciación de un juicio especial que se tramita con arreglo a los principios y normas que
gobiernan el proceso para la declaración de la demencia (art. 635, CPN).
Al respecto, debemos considerar las siguientes cuestiones:
a) La legitimación activa:
Ante el silencio de la ley, la doctrina reconocía legitimación a quienes según el artículo 144 la tienen para
denunciarla insania, con excepción de los comprendidos en la acción popular prevista por el inciso 5 de dicha
norma. Además, se agrega al propio interdicto por expresa disposición legal (art. 635, CPN) y al curador
definitivo en cuanto es su obligación principal cuidar que el incapaz recobre su capacidad (art. 481, C.C.).
Sin embargo, se señala hoy con acierto que la legitimación de los sujetos enumerados en el artículo 144 se limita a la
denuncia de insania, teniendo en consideración que con ello se persigue proteger a quien, por razón de su enfermedad,
puede estar o quedar en el desamparo, lo mismo que su familia.
Pero una vez interdicto, el sujeto está bajo la protección prevista por la ley, por lo que no existe razón alguna
para extender la legitimación más allá del propio insano, el curador y el ministerio público (conf. Cifuentes,
Rivas Molina y Tiscornia).
b) Las partes:
En el juicio de rehabilitación, revisten el carácter de partes el interdicto, el curador y el Ministerio de Menores,
discutiéndose si corresponde designar un curador ad lítem, en cuyo caso tendría también ese carácter. Al respecto,
entendemos que, como principio general, no cabe dicha designación toda vez que en este proceso la representación y
defensa del incapaz le compete al curador definitivo como representante legal de aquél (art. 57, inc. 38), a cuyo efecto
intervendrá mediante letrado que lo asistirá como apoderado o patrocinante. Pero si este curador se opusiese a la
rehabilitación, correspondería entonces la designación de uno ad lítem.
c) Procedimiento:
La demanda de rehabilitación debe también ser acompañada de certificados médicos, los que en el caso deben
acreditar el restablecimiento del interdicto. Entablada la demanda, y previa vista al ministerio público, si no es éste
quien ha pedido la rehabilitación, se fija un plazo para la producción médicos legistas o psiquiatras para que informen
sobre el estado actual de salud del insano declarado (art. 150); ello sin perjuicio de la producción de otras pruebas.
Dado que el juicio de rehabilitación persigue la restitución de la capacidad del sujeto; y media en ello no sólo un interés
puramente privado, una vez entablada con los requisitos formales de admisión no es susceptible de desistimiento ni de
perención de la instancia.
d) La sentencia:
Acreditado el restablecimiento de la salud con el alcance ya indicado, el juez resolverá la rehabilitación. Una vez
firme la sentencia cesa la incapacidad del hasta entonces interdicto y sin formalidad alguna (conf. Llambías), No
obstante lo cual, la sentencia debe inscribirse en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, pero sin que
la inobservancia de esta diligencia perjudique aquel efecto. Ahora bien, podría ocurrir que de la merituación de la
prueba resulte que la recuperación de la salud no lo haya sido en la medida necesaria como para que proceda la
rehabilitación total, en cuyo caso nos parece arreglado a derecho, atento a los términos del artículo 633, tercera
parte, del CPN, y la aplicación analógica que de él puede hacerse del caso en cuestión, convertir la demencia en
inhabilitación si las características del mismo permiten su encuadramiento en el inciso 1- del artículo 152 bis.
S egún Labom barda, si el m édi co consi dera que l a persona est á enferm a, el j uez no puede
apart ars e del di ct am en. En cam bi o, si l os m édi cos est i m an que l a persona se recup eró, el juez, a
t ravés de ot ras pruebas podrá i gual cont i nuar i ncapaci t ándol o. Ant e l a duda si gue si endo
i ncapaz.
L OS INH AB IL IT ADO S
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Los i nhabi l it ados son aquel l os supuest os en l os que l a p erson a afectad a por cu esti on es
p atol ógi cas o p or cond u ctas ri esgosas para el patri mon i o, p or un a cu esti ón d e p rotecci ón
tan to a la p erson a como a su gru p o fami l i ar, se los li mi ta en su cap aci d ad (no se l os
i ncapaci t a). En t on ces l os in h abi l i t ados ju di ci al es n o son i n capaces, son capaces pero con
capaci dad rest rin gi da para ci ert os act os.
E l cu rad or n omb rad o es p ara asi sti r (n o p ara rep resen tar ) en la di sp osi ci ón y
ad mi ni straci ón (d e ser n ecesari o si es mu y grave).
E l d erogad o art. 55 i ncl uí a a l a m uj er casada ent re los i ncapac es rel at i vos de hecho. Toda l a
adm i ni st raci ón y di sposi ci ón de sus bi enes propi os o gananci al es est aba en cabeza de su m ari do
(era una especi e de m andat ari o forzoso).
La m uj er solt era m ayor de edad era capaz sal vo por un par de i ncapaci dades expresas:
No podí an ser ni t ut oras ni curadoras, ni t est i go en inst rum ent os públ i cos.
L a l ey 11357 de 1926 m arca un cam bi o, am pl i ando l a capaci dad de l a m uj er. El art í cul o 3º
consagrab a que l a m uj er casada podí a real i zar t odos l os act os prohi bi dos ant eri orm ent e. Ya el
man d ato d el mari d o se t ransform aba en vol un tari o (facul t at i vo), pero l a m uj er l o podí a
revoca r.
P ero aun n o p od í a acep tar h eren ci a sin b en efi ci o d e i n ven tari o y n o p od í a don ar si n
au tori zaci ón d el mari d o .
E n 1968 con l as m odi fi caci ones de l a l ey 17711 , se equi para a l a muj er con el hom bre en cuant o
a sus capaci dades ci vil es. Deroga l as part es pert i nent es de l a l ey 11357.
L a l ey 23264 de 1985 t erm i na por equi parar al hom bre y l a m uj er, en el t em a de l a p atri a
p otestad , l a que podrá ser ej erci da por cual qui era de l os 2 padres.
L OS AUS E NT ES S IMPL ES
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Ya en el art í cul o 15 se est abl ece l a p rotecci ón d e un p atri mon i o qu e está a l a d eri va
porque su ti t ul ar ha desapar eci do.
S e real i za l a ci t aci ón por publi caci ón por ed i ctos p or 5 d í as . Una vez venci do el pl azo, ant e l a
no i nt ervenci ón del presunt o ausent e, se l e nomb ra u n d efen sor y un cu rad or d e p rop i ed ad es ,
prefe rent em ent e l os pari ent es idóneos (cónyuge, hij os, herm anos, t í os).
LOS SORDOMUDOS
CONCEPTO
a) Método legislativo:
El Código Civil, según el artículo 153, incapacita a los sordomudos para los actos de la vida civil en la medida en que
su estado fuese tal que no puedan darse a entender por escrito.
b) Noción:
Al margen de la conceptuación legal, entiéndese por sordomuda a la persona que por carecer del sentido auditivo no ha
podido adquirir aptitud para hablar.
c) Fundamento de la interdicción:
Ahora bien, ese estado de incomunicación producido por la sordomudez provoca, a su vez, el atrofiamiento del
sistema intelectivo de quien la padece, desde que éste no tiene el estímulo externo que le permite generar ideas
para transmitirlas y así cultivar la inteligencia. De ahí pues, la concausalidad que todo ello tiene con la debilidad
mental y la falta de discernimiento, lo que explica la tendencia doctrinaria y legislativa de vincular el tratamiento
de la sordomudez con el de la demencia.
d) Sordomudez y demencia:
A propósito de esta última circunstancia, se impone distinguir el caso en que la sordomudez es consecuencia de lesiones
o enfermedades mentales que afectan el discernimiento, de aquel otro en el que sólo afecta el sistema comunicativo de
una voluntad inteligente. En el primer caso, el tratamiento legal al que debe someterse el sujeto es el propio de los
dementes, ya que la incapacidad regulada para los sordomudos tiene su fundamento en la situación de inferioridad y
consecuente desigualdad en que ellos se encuentren en relación con los terceros para desempeñarse en la vida de
relación, a raíz de la imposibilidad que tienen de expresar y comunicar su voluntad.
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Al respecto, entendemos que decidida por aquél la subsistencia de esta incapacidad debió tenerse en cuenta la existencia
de otros medios idóneos para la comunicación del sordomudo, como ya lo había hecho el proyecto de 1936.
b) Valoración:
En nuestro criterio, la interdicción del sordomudo no tiene justificación actual. La existencia de tal limitación
podría, a lo sumo, dar lugar a una inhabilitación como lo preveía el Anteproyecto de 1954.
De mantenerse la incapacidad, debería estar reservada exclusivamente para el sordomudo que no pudiera comunicarse
por ningún medio —porque es éste el supuesto que demanda protección— pero no cuando sabe hacerlo por alguno, aun
cuando ese medio no fuere el escrito. Incapacitar al sordomudo porque no puede expresarse de esta forma, sabiendo en
cambio, hacerlo mediante el lenguaje gestual, importaría, como acertadamente ha observado Leiva Fernández,
un tratamiento desigual con relación a otras personas que, encontrándose en cuanto a la comunicación en
situaciones similares, no son sin embargo, objeto de interdicción.
En suma, las consideraciones que preceden y el antecedente propicio que representa el instituto de la inhabilitación
aconsejan revisar el sistema legal existente en la materia.
a) Enunciación:
Constituyen presupuestos de la interdicción el padecimiento por la persona de una sordomudez con virtualidad jurídica
para ello y que ésta tenga más de 14 años de edad.
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a propósito de igual cuestión con respecto al insano, salvo en cuanto a la libertad personal de la que, a diferencia de este
último, no puede ser privado por internación.
c) Actos jurídicos:
Los actos —aun cuando, como advierte Llambías, se trata de un supuesto más bien teórico, desde que la ineptitud
natural del sujeto constituye un impedimento de hecho para el otorgamiento de actos jurídicos—en principio, son
válidos sin perjuicio de ser susceptibles de anulación si se probare que al tiempo del otorgamiento el sordomudo
no sabía darse a entender por escrito.
En efecto, conforme al artículo 473 —aplicable al caso— aquella sanción procederá en la medida en que, al momento
de la celebración del acto, exista la causa de interdicción por sordomudez, cual es la de no saber darse a entender por
escrito. Por ello estimamos equivocada la opinión de quienes sostienen que ese efecto se produce probando la carencia
de discernimiento en el momento del otorgamiento, porque el sordomudo que tratamos es el que tiene esa aptitud
natural de comprender el significado del acto, ya que si carece de ella —no accidentalmente—estamos, desde el punto
de vista legal, propiamente ante un insano y no ante un sordomudo.
Por razones obvias, no es de aplicación al caso el agregado que la ley 17.711 hizo al artículo 473, desde que la
evidencia con que se manifiesta la sordomudez en quien la padece, descarta el supuesto de que ella no sea notoria. Igual
circunstancia nos lleva a sostener que el principio de inimpugnabilidad que consagra el artículo 474 no tiene aplicación
cuando se trata de juzgar el acto de un sordomudo no interdicto con posterioridad a su muerte, porque no se dan en el
caso las razones que lo abonan. En efecto, la seguridad jurídica —bien tutelada por dicha norma— queda resguardada si
se advierte que la certeza que se tiene o se puede tener de la sordomudez que afectaba a la persona, dada la
exteriorización con que necesariamente se debió haber manifestado, facilita significativamente la prueba de si aquélla
podía o no, darse a entender por escrito. Esta evidencia, interpretamos, tendría la virtualidad de crear la misma
presunción que con relación al presunto insano crea el hecho de habérsele iniciado el juicio de insania, permitiendo por
ello, en ese caso, la impugnación del acto.
d) Carácter de la nulidad:
Finalmente, cabe consignar que los actos celebrados por el sordomudo no interdicto, por aplicación de los principios
generales que gobiernan la materia de las nulidades, son actos anulables de nulidad relativa .
b) Legitimación activa:
El artículo 156 advierte que: "Las personas que pueden solicitar la declaración judicial de la incapacidad de los
dementes, pueden pedir la de la incapacidad de los sordomudos", pese a lo cual no procede la acción popular
prevista por el inciso 5 del artículo 144, desde que no concurre en este caso el presupuesto de hecho que la
fundamenta.
c) Prueba:
El artículo 155, luego de la reforma introducida por la ley 17.711, establece que: "El examen de los facultativos
verificará si pueden darse a entender por escrito. Si no pudieren expresar su voluntad de ese modo, los médicos
examinarán también sí padecen de enfermedad mental que les impida dirigir su persona o administrar sus bienes y
en tal caso se seguirá el trámite de incapacidad por demencia."
Del análisis del texto resulta que la pericia deberá determinar, en primer lugar, la existencia misma de la
sordomudez y, constatado ello, si el afectado puede o no darse a entender por escrito, es decir, si a través de ese
medio puede expresar su voluntad comprendiendo el significado de lo que ha manifestado. Si tal expresión no
fuere posible, la pericia deberá indagar si el denunciado como sordomudo padece alguna enfermedad mental que le
reste la aptitud de gobernar su conducta, en cuyo caso se seguirá el trámite del juicio por demencia.
Si de la pericia practicada podría resultar que, aun cuando el sordomudo pudiera expresar su voluntad por escrito,
acusara limitaciones que permitieran encuadrar su situación en el supuesto previsto por el inciso 2° del artículo 152 bis,
en cuyo caso el juez debería resolver la inhabilitación del sordomudo (art. 633, CPN).
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d) Disposición procesal:
El artículo 637, CPN, aludía a la incapacidad del sordomudo que no sabe darse a entender por escrito o por lenguaje
especializado. Esta última fórmula utilizada era absolutamente inocua ya que, como se anticipó, el Código Civil no ha
recogido las nuevas formas de expresión de los sordomudos, refiriéndose exclusivamente a la escritura; y por ello ha
sido eliminada por la reforma introducida al CPN por la ley 22.434.
b) Actos jurídicos:
A raíz de la incapacidad absoluta que lo afecta, los actos celebrados con posterioridad a la declaración son nulos —aun
cuando de nulidad relativa— atento a lo prescripto por el artículo 472.
Respecto de los anteriores a la sentencia, es de aplicación la solución prevista por el artículo 473 en su primera parte, no
siéndolo el agregado que le hiciera la ley 17.711, por no ser prácticamente posible la falta de notoriedad de la afección.
c) Testamento:
El artículo 3617 dispone que: "No pueden testar los sordomudos que no sepan leer ni escribir".
Alguna parte de la doctrina nacional considera que el sordomudo no puede gozar de "intervalos lúcidos", por lo que la
incapacidad para testar no quedaría superada mientras el sujeto no fuera rehabilitado; de donde, todo testamento de
sordomudo interdicto sería nulo (Orgaz).
Por su lado, Borda considera que puede mediar intervalo lúcido en dos situaciones: cuando ha recuperado la salud y
luego vuelve a perderla por la misma u otra razón; y cuando habiendo recuperado el goce de sus facultades, aún no ha
sido rehabilitado. En estas hipótesis, sostiene el autor citado que sería válido el testamento del sordomudo interdicto.
d) Matrimonio:
A partir de la reforma introducida por la ley 23.515, se reconoce capacidad para contraer matrimonio al sordomudo
que supiere manifestar su voluntad en forma inequívoca por escrito o de otra manera (art. 166, inc. 99) y sin
depender para ello de autorización alguna.
e) Actos ilícitos:
El sordomudo judicialmente interdicto es incapaz, pero no carece de discernimiento, por lo que es responsable
por los actos ilícitos que lo tengan como agente.
CESACIÓN DE LA INTERDICCIÓN
Atento a los términos del artículo 158 del Código, en tanto dispone que: "cesará la incapacidad de los sordomudos,
del mismo modo que la de los dementes", cabe aplicar al caso cuanto al respecto se ha expuesto con relación a estos
últimos.
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